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A veces tu caballero está en una brillante armadura… y a veces, él sólo resulta estar en un

traje anaranjado que realmente resalta el color de sus ojos avellanos.


“¿Qué significa cuando un hombre que tú particularmente no quieres ni necesitas en tu vida
dice que está endeudado contigo por el resto de SU vida, ya sea si te gusta o no? Significa que
tus deudas comienzan a ser pagadas a tus espaldas, y tu cabella comienza a ser sujetado hacia
atrás mientras tú estómago rechaza todos los tragos que tomaste en el club. Significa que tu
novio es atacado por olvidar tu cumpleaños. Significa consejos no solicitados a las tres de la
mañana que involucran cómo satisfacerte a ti misma, y cómo hacer un risotto épico. Significa
sofocación, claustrofobia y dificultad general para respirar. Significa el infierno en la tierra.
Significa bailar con la idea de mandar a este hombre de vuelta a prisión.”
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Diciembre, 2009
Había muchas cosas que quería decirle a Jake Ford en esa congeladora mañana de lunes.
En mi cabeza, hice una lista de cosas que preferiría decir que de las que tenía que decir.
Como por qué el autobús no pasa por ningún lugar cerca de la penitenciaria Sallow, así
que tenía que caminar un kilómetro a las puertas de la prisión. En sandalias, no menos.
El cómo tu novio, Seb, no entendía por qué tenía que venir yo aquí en persona—. ¿Por
qué no puedes mandar una carta? —había dicho—. ¿Por qué no puedes simplemente llamar?
El cómo el traje anaranjado de Jake tenía alguna clase de mancha roja en el frente que
podría o no haber sido sangre. No creía que ellos tuvieran cátsup reclusa. Yo miraba Prison
Break a veces y no podía imaginar alguna vez a Michael preguntándole a T-Bag que le pasara
la cátsup. Así que… la mancha en el traje de Jake definitivamente no era un condimento.
—Hey, Jacob —comencé, un poco demasiado fuerte. El guardia me miró, levantando una
peluda ceja.
Jake asintió un saludo silencioso. Sus manos estaban en su regazo, y sabía que, justo como
sus tobillos, estaban esposadas. Una mesa de acero inoxidable estaba entre nosotros,
manteniéndonos separados.
—¿A qué debo este inmenso placer, Maya? —su voz era rasposa, como si no la usara
mucho, lo cual era probablemente verdad. No imaginaba que él pasara sus días hablando con
sus reclusos sobre las paredes de concreto y el alambre de púas que los mantenían dentro.
Aclaré mi garganta, tragando duro. Dios, esto iba a ser muy difícil. Debería estar
acostumbrada a este tipo de cosas, pero realmente no lo estaba. Sólo había terminado mi trabajo
práctico ese año y había estado trabajando en el asilo de ancianos por unos cuantos meses.
—Luces bien —ofrecí pobremente, y él arqueó una ceja hacia mí, como si eso fuera
basura.
Pero de verdad, él lo hacía. Lucir bien, quiero decir. No lo había visto desde su arresto,
cuando todos estaban maldiciendo aquí y allá que él era tan inocente como un recién nacido.
The Phantoms, el club motociclista al que él había pertenecido hace alguna vez, todavía lo
defendían hasta este día, a pesar de Jake sirviendo una sentencia de cinco años por asalto
agraviado y agresión. Los dos chicos que él había mandado al hospital habían necesitado
transfusiones de sangre, pero esa era sólo la palabra en la calle.
En cualquier caso, para alguien que probablemente tenía que lidiar con intentar estar vivo
diariamente, él lucía bien.
Tenía el tipo de apariencia áspera que pertenecía a los hombres al aire libre como los
leñadores. Noventa y cinco por ciento de su cuerpo olivado era probablemente músculo. Hacía
que un traje anaranjado luciera como si hubiera sido hecho a la medida para él. Su cabello rubio
estaba atrasado con un corte de pelo, y lucía como si no hubiera sido lavado desde que Thriller
había salido. Me preguntaba si el acondicionador estaba permitido en prisión. No parecía
probable.
—Yo, um, te traje algo de jabón —le dije—. Los guardias lo tienen.
Me miró cuidadosamente—. ¿Jabón?
—Sí. Cincuenta barras. Así que, ya sabes, si tiras una, no tienes que recogerla. Porque
tienes otras cuarenta y nueve —y no eran de las baratas tampoco. No que fuera a decir eso en
voz alta.
Jake me miró fijamente por lo que se sintió como una década antes de decir—, de verdad
lo estás diciendo en serio.
Todos en el súper mercado me habían mirado de la forma en que Jake estaba mirándome
ahora. Como si fuera tan difícil de creer que alguien pudiera salir y comprar cincuenta barras
de jabón Dove a la vez. La mujer de la caja registradora me había aconsejado que limpiar el
cuerpo desde adentro, antes que frotar muy fuerte con jabón, era una buena forma de combatir
el hedor corporal. Le había dicho que era para un amigo en prisión. Ella no había contestado,
escogiendo embolsar mis cosas en silencio.
—Tú viniste hasta acá para darme… ¿jabón? —presionó Jake, poniendo sus manos en la
mesa e inclinándose hacia delante—. ¿Es en serio?
Estaba demasiado ocupada mirando las plateadas esposas alrededor de sus muñecas.
Lucían muy apretadas, como un tipo de apretado cortando-la-circulación-de-sangre. ¿No dolía
eso?
—No. Rápidamente te acostumbras al dolor cuando eres una persona como yo —
murmuró Jake, haciendo que me diera cuenta que en realidad había dicho mi pregunta.
—Lo siento —susurré.
—No hay nada que sentir, Maya. La cagué; estoy pagando por ello.
Silencio se estiró entre nosotros como una soga.
Tamborileé una nerviosa tonada sobre la mesa—. ¿Baron visita a veces?
Jake se inclinó de vuelta en su silla, luciendo el epítome de relajado—. No desde el juicio
—Eso es terrible, él es tu hermano.
Él se encogió de hombros ante eso—. Él está mejor lejos. Lo último que escuché, se había
graduado de una escuela de negocios y se consiguió algún trabajo lujoso hasta Francia.
Había escuchado sobre eso. Baron Ford era unas de las pocas personas en salir
exitosamente del estanque que era el condado de County, Florida, población, 21, 302. Con un
pretencioso nombre como Baron, era inevitable. Yo simplemente encontraba triste que él y su
hermano estuvieran incomunicados. Si yo tuviera sólo un minuto para tener a Ella en mi vida
otra vez… sacudí mi cabeza. No podía pensar en eso ahora mismo. Ella se había ido, y sólo se
tenía a ella misma para culpar.
—No sólo vine aquí por el jabón —le dije a Jake, apretando la tela de mi falda gitana y
frotando mi pulgar contra ella.
Él estaba callado, observándome con ojos que parecían ver más de lo humanamente
posible.
—Como puedes saber, trabajo en Rose Haven ahora. Es un buen lugar para trabajar. Me
encanta la gente mayor. Son tan dulces, incluso aquellos con Alzheimer, a veces. La señora
Geldhof grita cuando tiene hambre. Tal vez-
—Ve al punto.
Mordisqué mi labio inferior—. Bien. Tu madre… falleció —exhalé, sintiendo mi pecho
apretarse otra vez. Sharon Ford había sido como una madre para mí durante el transcurso del
año y perderla fue como perder al último miembro de mi familia.
Un parpadeo de emoción brillo en los avellanos ojos de Jake y desapareció justo tan rápido
como había llegado—. ¿Cómo? —él quería saber.
—Simplemente era su momento —dije, alimentándolo con la pobre frase con la que
alimentábamos a las familias de los otros pacientes cuando fuera que ellos tuvieran que lidiar
con la muerte. Pero Sharon había sido tan joven comparada con la mayoría de los otros
pacientes y yo me preocupaba profundamente por ella—. Mirábamos Moder Family juntas, su
personaje favorito era Phil, y luego ella se fue a dormir. No despertó al día siguiente.
No llores… no llores… no… oh, rayos.
—¿Baron sabe?
—Han intentado con su número varias veces hoy. No existe o tal vez nosotros-
—¿Conoces a Ghost?
Fruncí mis labios juntos, asintiendo lentamente. ¿Quién no conocía a Marlon “Ghost”
Philips, Presidente del Club Motociclista The Phantoms?
—Bien. Él sabrá cómo comunicarse con mi hermano. Sólo dile que yo te envío.
Seb no iba a estar feliz si me ponía en contacto con un peligroso criminal conocido para
ponerse en contacto con un ex criminal.
—Okay —concedí. Mis palmas estaban sudorosas. Esta era la conversación más larga
que Jake y yo alguna vez habíamos tenido, y el hombre había salido con mi prima antes de que
ella se metiera en la cabeza que los pastos eran más verdes en otra parte.
—Estás llorando —dijo Jake suavemente—, por mi madre.
—Cuidé de Sharon. Era como una madre para mí —sacudí mi cabeza, recordando cómo,
sólo el otro día, ella se había conectado a internet para revisar mi compatibilidad astral con Seb.
Una paciente de sesenta y seis años con Alzheimer, aun así ella podía utilizar un iPad como
una adolescente. La mente trabajaba en misteriosas maneras. O, mejor dicho, dios lo hacía.
—Um, ella quería que te lo diera. En caso de que cualquier casa pasara —dije, de pronto
recordando la carta que estaba en mi bolsa celeste. Tanteé alrededor por un segundo, sintiendo
algo húmedo y recordando que un guardia había revisado mi bolsa y había derramado mi crema
de manos. Por suerte, la carta de Sharon estaba sin tocar. Bueno…—. Abrieron el sobre. Los
guardias. Yo no la he leído, lo prometo —la empujé a lo largo de la mesa, hasta que él podía
fácilmente tomar el papel.
Atrapé un vistazo de la limpia escritura de Sharon y mi corazón instantáneamente dolió
por la mujer que nunca falló en reconocerme, a pesar de su enfermedad. Sharon, con sus uñas
rojas y gran cabello abultado como si estuviera en Broadway y no en un caro asilo por el que
sus hijos pagaban. Sharon, con su risa ruidosa e incluso más ruidosa su boca sucia, quien
siempre tenía una sonrisa a pesar de ser una ex bailarina. Sharon, con sus grandes y marrones
ojos y cuentos cómicos de ser una judía israelí que se casó con un italiano católico. A veces, ella
olvidaría que me había dicho ciertas cosas antes, y terminaría contándomelas otra vez, palabra
por palabra. O ella olvidaba a un personaje en su historia y yo le proporcionaría el nombre.
—¿Cómo sabías eso, Maya? —me preguntaría cada vez, ojos ensanchados y toda
sorprendida—. Eres como alguna clase de puta médium, lo juro. ¿Puedes decirme el futuro de
mis chicos? ¿Se casarán con buenas y judías chicas o unas de esas picantes católicas como esa
Katy Perry?
Salté de vuelta a la realidad y encontré que Jake estaba mirándome fijamente otra vez. No
lo recordaba siendo así de intenso. Estúpidamente, me pregunté si tal vez él no estaba
acostumbrado a ver a una mujer. Era justo tan posible que yo había tenido una atontada sonrisa
en mi rostro recordando los buenos tiempos que tenía en un asilo. La verdad era, que prefería
limpiar dentaduras postizas y cambiar pañales adultos que… bueno, que las cosas que la mayoría
de las chicas de mi edad hacía. Rayos, iba a extrañar a Sharon.
—La llamaba cada martes —Jake estaba diciendo—. Ella siempre hablaba de ti. A veces,
no sabía quién diablos era yo, pero ella seguiría y seguiría. Maya esto, Maya lo otro —empujó
la carta de regreso a mí, su mirada inquebrantable—. Léela.
Así lo hice. Y luego la leí una segunda vez porque no entendí muy bien la última parte.
Jacob,
No nos hagamos pendejos. Eres un desastre, justo como tu padre. Pero a diferencia de tu
padre, tú no vas a morir en prisión. Tú no vas a tirar tu vida por el escusado corriendo con
esos punks en bicicletas y eso. Te vas a limpiar, vas a ordenar tu mierda, y te vas a poner tus
bragas de adulto. ¿Por qué? Porque yo lo digo, Jacob. Porque tú eres el mayor. Y porque, hace
veintiocho años, pasé un día entero empujando tu cabeza fuera de mi vagina.
Tal vez pienses que he perdido mis canicas (y a veces, siento que lo he hecho. Las canicas
son muy fácil de perder) así que no sabré ni me preocuparé por los disparates que traes, pero
déjame decirte, muchacho, si yo estuviera viva en este momento, exprimiría tu cuello como una
toalla y lo colgaría para secarlo. Sal de prisión y haz algo que valga tu vida, algo que te haga
feliz.
Y una cosa más: tengo un deseo final. ¿Importa que fueras encarcelado y después no fueras
capaz de escucharme decir mi deseo en tu oído como lo hacen en las películas? En fin, quiero
que cuides de Maya Fenton. Fui su último familiar y ahora ella no tiene a nadie más que a ese
espantoso capricorniano muchacho. Si dios me hubiera bendecido con una hija, Maya sería ella.
Esto es todo lo que pido de ti, mi chico grande. Asegúrate de que ella esté BIEN. Y también,
¡llama a tu hermano uno de estos días!
Hazme sentir orgullosa, Jacob. Dame algo para alardearles a todos los ángeles.
Con amor,
Mamá.
Inhalé, mis ojos picando de nuevo. Ella me había amado lo suficiente para pedirle a su hijo
delincuente que cuidara de mí.
—No tienes que hacer esto —le dije a Jake, cuidadosamente doblando el pedazo de papel
de vuelta en tres—. Fue dulce de su parte, pero voy a estar bien.
Los dorados ojos de Jake sin pestañear—. Necesito hacerlo bien por mi ma’ —murmuró.
—De verdad, está bien. Yo no… quiero decir, soy muy independiente, estaré bien.
—Gracias, Maya, por lo que hiciste por ella —finalmente parpadeó—. Te lo debo.
Él lucía casi mecánico. Rápidamente me di cuenta que esta era su forma de lidiar, y podía
entender eso—. Realmente no debes, Jacob. Sharon era la mejor. Me preocupaba por ella
también, así que-
—Dije, te lo debo.
Él tenía tres años más de su sentencia por cumplir. Sin ninguna suerte, la petición de su
madre difunta sería olvidada para la siguiente semana. Sin embargo, yo no olvidaría nunca a
Jake, el hijo de la mujer que había querido como mi propia madre, y el hombre que había
ocasionado que mi prima, Ella, muriera.
“Todo lo que importa es dónde pones tu cabeza”
– Kölsh y Troels Abrahamsen, All that Matters.

Tres años antes

Hay dos tipos de personas en este mundo: aquellas que pueden lucir como estrellas de cine
después de doce horas de labor en cualquier trabajo, y aquellas que lucen como un atropellado
en el asfalto en el sofocante sol.
Yo caía en la última categoría, por supuesto. Un rápido vistazo a mi espejo retrovisor
revelaba que mi cabello hasta la cintura se había rebelado, escapando de su sujetador, y los
mechones más cortos estaban volando como locos. Determinados ojos grises miraban de regreso
a mí y había una mancha de algo que no quería analizar en mi mejilla derecha.
Lucía demente, ¿y quién podría culparme? El turno nocturno en Rose Haven podría ser
alocado, sonámbulo, noches de terror, estómagos corriendo, y si te lanzas a la ira que había
aguantado por doce horas enteras, estaba cansada. Yo no era una persona de confrontaciones
por naturaleza, pero eso seguro como el infierno que no significaba que era una dejada.
Esta vez, esta vez Jacob Ford había llegado demasiado lejos.
Era cerca de las seis y media cuando entré en la entrada de la residencia Ford. El sol
asomándose era el único testigo de la dramática escena que hice lanzando abierta la puerta de
mi coche y sin ceremonias deslizándome en el aire, cayendo de rodillas en la grava.
La gravedad y yo, teníamos una relación de amor-odio, no estábamos en los mejores
términos el día de hoy.
Ya me había caído más veces de las que me había puesto de pie hoy y todo a lo que podía
culpar era a la fatiga. Por suerte, había terminado por la semana.
Me levanté sobre mis pies antes de que alguien me atrapara y me limpié las manos en el
frente de mi uniforme mientras marchaba a la puerta frontal. Sabía por las cuantas veces que
había pasado por aquí que Jake raramente cerraba con seguro su puerta. Su vecindario estaba
lleno de jóvenes parejas y niños en casas idénticas a la suya; por supuesto él no tenía que
preocuparse por seguridad como yo. En el edificio incompleto de mi departamento, los tapetes
de bienvenida desaparecían como los amigos que te debían dinero.
Abriendo la puerta, me metí, parpadeando rápidamente para dejar que mis ojos se
ajustaran a la oscuridad que me envolvió al segundo que entré en la espaciosa sala. Cortinas
negras estaban estiradas a lo largo de todas las ventanas y la casa entera estaba extrañamente
silenciosa. No había estado aquí desde Ella.
—¿Jacob? —llamé, saliendo de la habitación y dirigiéndome al pasaje, donde rápidamente
avancé por los dos sets de escaleras.
Sabía por mi memoria que aquí había cuatro habitaciones y un baño arriba. La más
alejada de las escaleras pertenecía a Jake y vacilé antes de tocar, era temprano, después de todo.
Pero yo estaba enojada.
Esto simplemente tenía que ser tratado tan pronto como sea posible.
—¿Jacob? Es Maya —toqué. Toqué otra vez. Y otra vez.
Haciendo muecas, empujé la puerta y entré. Esta era probablemente la primera y única
vez que había estado en la habitación de este hombre. Al instante me arrepentí.
Dos, no, tres, cuerpos yacían dormidos en un enredado desastre debajo de sábanas blancas
en una cama tamaño king. Me quedé ahí por un minuto procesando esto. Okay, la mujer del
cabello anaranjado como que parecía a Bree Mason que trabaja en el estudio de tatuajes que
Ghost tenía. Ella realmente era muy agradable, incluso aunque todos la llamaban de distintas
formas a sus espaldas porque su pasatiempo era ver con cuántos Phantoms podía dormir antes
de que cumpliera treinta.
La mujer asiática definitivamente era Sara. Ella tenía una bisabuela en el asilo. Además,
reconocería ese piercing en la ceja donde quiera.
Sólo otra confirmación de cuán pequeño es este pueblo, pensé, sintiéndome triste muy de
pronto.
Ese sentimiento fue rápidamente reemplazado con algo semejante a furia líquida cuando
mis ojos se enfocaron en Jake, hecho sándwich entre las dos mujeres. A diferencia de ellas, sus
divertidos ojos estaban bien abiertos. Cómo no había notado eso, nunca lo sabría.
—¿Jesús, qué hora es? —él estaba murmurando, sentándose y frotándose el sueño de sus
ojos. La sábana cayó a su cintura, por suerte haciendo el trabajo de cubrir lo esencial.
—¿Qué está mal contigo?
—¿Qué, esto? —su cabeza se inclinó en la dirección de Bree, simultáneamente girando su
pulgar hacia Sara.
—¡No, no eso!
—No deberías estar aquí.
Me sonrojé furiosamente. Él tenía completamente la razón. En retrospectiva, yo nunca
había negociado en este montaje de trío. Este pueblo era justo tan pequeño para no reconocer
los acostones de todos.
—¿Entonces cómo te va? —me preguntó, sonando despreocupado. Se recargó contra la
cabecera de madera.
Bufé—. ¿Cómo me va? Bueno, no lo sé. ¿Cómo crees tú que me va? Ya que pareces saber
cada minucioso detalle sobre mi vida.
—El sarcasmo no te queda, nena. Podrías querer darte la vuelta…
Sofocando un chillido una vez que vi lo que él estaba a punto de hacer, me giré y miré la
puerta, escuchando el sonido de una sábana siendo alzada.
—Estás parada sobre mis pantalones.
Miré abajo. Claro, mi pie estaba sobre unos pantalones negros. Tomé un paso de lado
como cangrejo, permitiéndole tomarlos. El sonido de sus pantalones siendo puestos parecía
demasiado cerca para comodidad.
—Bien, ¿qué he hecho ahora? —quería saber— Y sí, puedes girarte.
Me di la vuelta y levanté mi vista hacia él. El hecho de que siquiera pudiera levantar la
vista hacia él era un milagro. A un metro setenta y cinco centímetros, yo estaba del mismo
tamaño que Seb. Jake tenía que estar cerca de un metro noventa y cinco. A pesar de mí misma,
mis ojos apreciaron la expandida tinta a lo largo de su ancho pecho. Los globos de mis ojos,
traidoras cosas que eran, notaron cuán definidos eran sus pectorales y cómo sus pezones
marrones estaban perforados. Y ya que él había doblado sus brazos a lo largo de su pecho, mis
ojos observaron cómo el movimiento significó que sus musculosos bíceps se flexionaran
espectacularmente. Mi observación era puramente clínica, como un zoólogo que estudia los
animales. Después de todo, Charles Darwin no había estado atraído sexualmente a los sinsontes
y chimpancés que él había estudiado.
Tomé una respiración profunda—. La propietaria llamó ayer para agradecerme por mi
pago de renta adelantado. Por supuesto, yo no tenía idea de lo que ella estaba hablando —dije,
a través de apretados dientes—. ¿Pagaste mi ‘odida renta, Jacob?
Sus ojos brillaron. Odiaba esa mirada porque sabía que él iba a decir algo que no me
gustaría—. Jodidamente pagué tu ‘odida renta. Si vas a maldecir, hazlo como una persona que
paga impuestos. Si no, no lo hagas en absoluto.
—¡Eso es punto y a parte! No, el punto es que tú no tienes derecho a-
—Estabas atrasada por un mes, Maya —señaló, como si yo no hubiera sabido eso. Ni
siquiera estaba impresionada de que él supiera eso. El hombre probablemente sabía la talla de
mi sujetador, 32C, y mi teletubbie favorito, Po.
—Estaba trabajando en ello —dije pobremente—. Iba a pagarle algo extra al final de este
mes. Pero nada de eso no es tu asunto.
—¿Y la cuenta de la luz? —farisaísmo llenaba sus ojos.
—No puedes seguir haciendo esto. No puedes seguir insinuándote a ti mismo en mi vida
en cada maldita vuelta —sonaba calmada, como mi yo normal, cuando todo lo que quería era
arrancar mechón tras rubio mechón de la gran cabeza idiota de Jake.
—Cuida de Maya Fenton. Asegúrate de que esté bien —recitó, como él siempre hacía
cuando teníamos cualquiera de estos altercados.
Conté hasta diez. Inverso. Lento. En voz alta.
Jake esperó pacientemente. Esta era nuestra rutina. Había sido nuestra rutina por meses
desde su liberación. Él interpretaría a mi Santa secreto o ángel guardián o extraordinario
acosador, y yo terminaría contando hasta diez en una de nuestras varias confrontaciones.
Usualmente, serían cosas pequeñas que yo podía pasar por alto. Como el sr. Tyson del 7C
de pronto desviando sus ojos siempre que pasaba de él en el pasillo en lugar de hacer un
comentario grosero y sexista sobre mi trasero. Ahí no había duda en mi mente que Jake había
usado intimidación para hacer al ex luchador de cincuenta y seis años tan tímido.
Pero ahora él había ido demasiado lejos. Este tipo de caridad era una historia totalmente
diferente. No podía aceptar la exorbitante cantidad de dinero que él había desembolsado por mí.
—Toma esto —dije, buscando en uno de los bolsillos de mis pantalones y sacando con
cuidado un pedazo de papel doblado. Se lo entregué a Jake, observándolo desdoblarlo—. Es mi
renta, al dólar. Sólo no lo retires todavía. Te dejaré saber cuando… —mi voz se apagó ante la
vista de él rasgando el cheque en pedazos y aventándolos como confeti entre nosotros.
—No me hagas reír, Maya. No voy a tomar tu dinero.
—Bueno, ¡yo tampoco quiero el tuyo!
—Una puta lástima. Ve a casa. Luces como la mierda y estoy seguro de que te sientes así
también.
Él tenía razón, por supuesto. Mis huesos dolían y mis pies también. Necesitaba un baño
de burbujas, una gran taza de chocolate caliente y un tazón de Cheerios, en ese orden. Si tenía
suerte, dormiría todo el día y noche, y despertaría sintiéndome fresca al siguiente.
—Eres un hueco —me escuché decir a mí misma.
Se encogió de hombros—. Me han llamado peor. Mucho peor.
—Sebastian no disfrutará la idea de que tú estés haciendo esto por mí —no que alguna
vez hubiera soñado en mencionarle esto a Seb. Él no entendería. Nadie lo haría.
Jake de hecho se rió, un sonido que era extraño para ambos—. ¿Y qué es lo que hará ese
novio marica tuyo? ¿Hackear mi Mac y dejar un gusano?
—Hay una idea —murmuré.
Él sacudió su cabeza, riendo entre dientes—. Necesito café si voy a lidiar contigo tan
malditamente temprano. Buena charla.
Pasó de mí y estuvo afuera de la habitación antes de que pudiera hacer mucho como darme
la vuelta.
¿Y hacer qué?
Podría escribir cheque tras cheque, hasta que mis dedos sangraran, y Jake simplemente los
rasgaría todos. Simplemente tenía que darle el dinero a él, cuando eventualmente me pagaran.
—¿Ripper paga tu renta? —la fuerte voz de Sara casi perforó mis tímpanos—. Maldición.
Tu coño debe tener propiedades mágicas.
Tomé un segundo para darme cuenta que se estaba refiriendo a Jake—. No. Él no paga
mi renta y tengo genitales normales.
Ella estaba saliendo de la cama, culo desnudo, y estirándose, sus manos altas en el aire—
. Pero acabo de escucharte decir-
—Maldición, Sara. ¿Qué es esto, la inquisición española? —dijo una ceñuda Bree, quien
afortunadamente permaneció tapada. Me disparó una ancha sonrisa—. Hey, Maya. ¿Estás
bien, cariño?
—Sí, supongo que lo estoy. ¿Cómo estás tú?
Sara se paseó en la habitación, meneando sus caderas. Una enorme rosa roja con negro
dominaba la mayoría de la increíble piel marfil de su espalda, el tallo recorriendo su espina y
terminando justo arriba de su raja. La puerta del baño fue cerrada y la ducha fue encendida.
—Es lunes —contestó Bree con un pesado suspiro—. Los lunes siempre son ocupados
en el estudio. No sé qué es. Supongo que las personas quieren curarse sus resacas con una aguja
en su piel, ¿sabes?
Asentí, como si supiera. Mi fin de semana usualmente era pasado dentro de casa con Seb
o en la otra cara, trabajando. A veces saldría con mis mejores amigos, Kira y Luke, quienes
trabajaban en la misma secundaria.
—¿Cuándo vienes por algo de tinta? —Bree presionó, sonando emocionada muy de
pronto.
—Tal vez podamos hablar de esto… ¿alguna otra vez? —como no en una habitación que
olía a una orgía, alcohol y cigarros.
Bree asintió—. Lo mantendremos. Necesito limpiarme de todos modos, así que… bueno
verte, M.
Estaba ligeramente apaciguada para el tiempo que hice mi camino escaleras abajo y entré
a la cocina, donde el olor a café preparándose flotó hacia mis fosas nasales. La espalda de Jake
estaba frente a mí, y me volví consciente del hecho de que nunca realmente la había visto. Su
espalda, quiero decir.
Mientras Sara tenía una flor tomando la mayoría del espacio en su espalda, Jake tenía un
enorme par de alas de ángel hechas en tinta negra. Un ala comenzaba en el hueso de su hombro
derecho y viajaba por el lado derecho de su espalda, la punta curvándose justo arriba de la
pretina de su pantalón. El lado izquierdo reflejaba este, y cada ala individual parecía real.
Tarareando una melodía, él estaba a punto de sacar una taza de una alacena encima. Casi
como una idea tardía, tomó otra.
—¿Quieres una taza?
Salté, tomada por sorpresa tanto por el sonido de su profunda voz como por el hecho de
que yo lo estaba comiendo con los ojos—. ¿Cómo supiste que estaba aquí?
Se giró, una media sonrisa en su rostro—. Estuve en prisión, ¿recuerdas? Tú no sobrevives
si nunca sabes cuándo alguien está merodeando.
—Tiene sentido.
—Además, las suelas de tus zapatos rechinan en el piso de madera.
Sentí las esquinas de mi boca saltar.
—Vamos, nena. Sonríe. No puedes estar enojada conmigo por siempre —me informó
Jake, rascando su barbilla con barba. Él definitivamente estaba pendiente de una afeitada, pero
tenía que admitir que ese vello facial le quedaba. No que yo alguna vez dijera eso en voz alta.
—Voy a pagarte al final de este mes, ya sea que te guste o no —le dije—, y no, no quiero
una taza.
Me giré para irme, pero sus palabras me pararon.
—Cuando sea que me necesites, Maya, puedes llamarme. En cualquier momento, en
cualquier lugar. Recuerda eso.

Esa noche, Seb llegó y me hizo de cenar.


Aún estaba en la pijama que me había puesto después de mi ducha esa mañana y no
podía detener los bostezos saliendo de mi boca cada cinco segundos. Incluso entonces, le permití
poner la mesa en mi pequeño comedor y servirme una copa de vino tinto.
—Voilá —anunció, revelando un plato de bistec y gruesas y doradas papas fritas.
Mi estómago gruñó y ambos reímos—. Estoy muriendo de hambre —admití, levantando
dos a mi boca y mordiendo—. Crujientes por fuera, suaves por dentro —dije con un suspiro—
. Eres el mejor.
Él lo era.
Seb bajó su boca a la mía por un suave y lánguido beso. Mis ojos se cerraron y mi mano
subió a su perfectamente estilizado cabello castaño. Su lengua corrió a través de mi labio inferior,
probando la sal de las papas. Terminó incluso antes que realmente comenzara. Se enderezó,
aclaró su garganta y se sentó al lado opuesto de la mesa.
Lo admiré en el cómodo silencio que siguió. Sebastian Brown, el de castaño y rizado cabello
e incluso ojos más castaños. Estaba vestido en su atuendo regular de trabajo, una camisa de
vestir de uno de los colores del arcoíris con las mangas enrolladas arriba de sus antebrazos, un
pantalón negro y Converse.1 Su cabello rizado sobre su frente, colgando justo arriba de sus ojos,
y su nariz era ligeramente aquilina, estropeando lo que habría sido un rostro perfecto. Me
gustaba como sus labios estaban siempre curvados en una sonrisa. Eso simplemente lo hacía
perfecto.
—¿Entonces, cómo estuvo el trabajo? —comenzó, ya cortando su propio bistec—. Traté
de llamarte esta tarde, pero probablemente estabas noqueada.
Sorbí mi vino, haciendo una mueca ante el amargo sabor. Miré a la etiqueta de la botella.
¿Y las personas decían que podían saborear “pizcas de roble y cedro”? decidí que odiaba esa
marca.
—Fue coma el segundo que toqué la almohada —admití—, pero el trabajo estuvo bien.
Uno de los pacientes tenía un dolor estomacal, así que eso fue lo que pasé haciendo en la noche.
Ya sabes, limpiando ambos extremos.
Seb visiblemente se encogió—. Y yo realmente había querido comerme este bistec…
Dejé salir una risa—. Mi culpa. Hablemos de tu día.

1
Tenis. Converse es la marca.
Seb era un friki de las computadoras en cada sentido de la etiqueta. Él diseñaba softwares
para computadoras para compañías y hacía el suficiente dinero para vivir en el lado más genial
del pueblo. Estaba orgullosa, considerando cómo ambos habíamos comenzado en la universidad
comunitaria. Pero luego él había aplicado para una beca en MIT y se había ido para perseguir
un título en ciencias de la computación. Él había regresado a Sallow porque quería estar cerca
de su familia. Los Brown eran una familia cercana, así que podía entender eso. Era simplemente
una lástima que ellos no hubieran aceptado nuestra relación.
A los veintiocho, Sebastian era tres años mayor que yo, y de acuerdo con su madre, más
sabio. Ellos me veían como joven e inmadura. Me veían como una huérfana del lado equivocado
de las vías: sin mencionar que había ido a la misma universidad comunitaria que su hijo, sin
mencionar que yo difícilmente había empobrecido de niña, e incluso si lo hubiera sido, ¿y qué?
Mi tía, Stacy, legalmente me había adoptado y había sido como una madre para mí hasta su
prematura muerte cuendo yo tenía quince y Ella tenía veinte.
Ella está saliendo con un hombre nuevo que es mucho más grande. Está usando shorts
cortos y una chaqueta de mezclilla sobre una camiseta sin mangas morada. Su cabello largo
está estilizado en un moño arreglado y tiene aretes de aros en sus orejas. Su perfecta piel marrón
ni siquiera necesita maquillaje; es más hermosa cuando está al natural. Los tacones que está
utilizando le dan la altura extra que necesita, ella dice, caminando hacia donde yo estoy sentada
en el sofá mirando Fight Club. Se está haciendo tarde y particularmente no quiero que salga,
pero raramente consigue la oportunidad de divertirse ahora que está estancada conmigo, le digo
que se divierta. Ella dice que lo hará. Su nuevo hombre se llama Marlon, como Marlon Brando,
pero el prefiere ser llamado Ghost…
Escucho medio de corazón mientras Seb reproduce una historia graciosa sobre un troyano
que él había encontrado en una computadora que pertenecía a algún CEO u otro, y cómo el otro
hombre le había preguntado si Seb pensaba que él era estúpido (¿Cómo diablos un condón se
mete en una computadora?). Seb había tenido que explicar muy lenta y cuidadosamente que él
se estaba refiriendo a un virus troyano. El otro hombre se había vuelto de color tomate y se
había disculpado profusamente.
—¿Todo está bien, Maya? —Seb dijo de pronto, sonando preocupado.
—Sí. Lo siento, sólo estoy —bostezo—, todavía cansada.
Él me dio una mirada comprensiva—. Entendible. No debí haber venido.
Sacudí mi cabeza—. No seas bobo.
—Bueno, al menos te alimenté. No querría que te saltaras cada comida.
Bajé la vista y descubrí, que, en algún punto, había terminado mi plato. Lo empujé,
reclinándome en la vieja silla—. Gracias, Seb. Por venir.
Él me regaló una hermosa y ancha sonrisa—. Cuando quieras. Déjame lavar los platos.
Supongo que no estás puesta para The Blacklist, ¿eh?
Fingí incredulidad—. ¿Estás bromeando? Estoy bien despierta ahora.
Ya que no tengo televisión, tengo que confiar en el internet en mi laptop y en las confiables
descargas de Seb para mis series de televisión
—Bien. Sólo ponte cómoda en la cama y regresaré en un segundo —me dejó saber,
comenzando a limpiar la mesa—. Trata de no quedarte dormida.
Obedientemente caminé a mi habitación y me deslicé bajo las cobijas, haciendo espacio
para Sebastian. Bueno, tanto espacio como pude hacer en mi cama individual. El olor a lavanda
seca que puse bajo mis almohadas llenó el aire. Fue bastante tranquilizador y algo que tía Stacy
me había enseñado.
Por supuesto, me quedé dormida enseguida.
“Llora, chica”
–Etta James, I’d Rather Go Blind

Me encanta mi trabajo. Las ventajas eran pocas y contadísimas, pero todavía estaban
allí.
Primero, conseguí trabajar solamente dos semanas al mes. ¿Quién podría vencer eso? En
segundo lugar, tuve la oportunidad de estar allí para la gente que realmente me necesitaba.
Cuyos rostros se iluminaron en el instante en que entré en la habitación. Una vez más, ¿quién
podría vencer eso? Y por último, el hogar de ancianos era un crisol de varias nacionalidades de
personal y pacientes. Nuestra propia ONU.
Esa era una especie de requisito tácito para conseguir un empleo en Rose Haven: tenías
que tener un origen étnico interesante. Por supuesto, la secretaria de recursos humanos nunca
lo había dicho en voz alta, pero no se requería ingeniería aeroespacial para notar cómo cada
enfermera venía de una tierra extranjera o, como en mi caso, tenía un padre de un país diferente.
Era el tipo de discriminación que nadie discutía, porque ¿podría llamarse discriminación si se
diera preferencia a las minorías por encima de los estadounidenses puros y de estrellas?
Aparte del personal, casi todos los pacientes eran de varias partes del mundo. Había una
razón comprensible para esto. Al parecer, el director de la casa de descanso era un médico que
estaba haciendo un estudio sobre cómo el Alzheimer afecta a diferentes etnias. Quería entender
la enfermedad cerebral, y posiblemente encontrar una cura. Había estado interesada por su
investigación desde el principio. Mi propia abuela paterna había progresado lentamente hacia
la demencia y tuve que verla regresar a un estado infantil. Hasta que no era más que lo que los
médicos habían llamado un vegetal.
Sí, el sueldo no era algo por lo que gritaría, así que nunca me permitiría un bolso de
Birkin, pero al menos yo era parte de algo más grande. Además, tengo un verdadero punto débil
por las personas mayores. Son más fáciles de entender que mi generación.
Así que en mi semana libre, por lo general me sentía perdida y sin destino, como una
bolsa de plástico flotando al viento. Me desperté a la mañana siguiente sintiéndome culpable de
haber dejado a Seb colgado. Había escrito "dejamos para después noche de pelis, bella durmiente"
en un Post-it rosado que había dejado pegado en el espejo de mi cuarto de baño. Lo arranqué y
lo arrugué, arrojándolo a la papelera con un suspiro.
Tenía ganas de pasar un día sola hasta que mis amigos llegaran a casa del trabajo. Sabía
que Kira tenía reuniones de padres y maestros hasta las siete de la tarde, pero por lo menos
Luke estaba libre a las dos.
Necesito más amigos, pensé mientras me metía a la ducha.
Media hora más tarde, estaba sentada en The Coffee Maker, un café que estaba a sólo
un tiro de piedra de mi edificio. Hacen el mejor café y los mejores cupcakes de chocolate doble
(mis dos cosas favoritas en el mundo) así que básicamente vivía en el lugar, especialmente
cuando estaba fuera del trabajo y necesitaba un gran desayuno.
Antes de abrir la boca en el mostrador, Zeke, el chico barista, tenía mi pedido listo en dos
minutos. Le envié una amplia sonrisa de agradecimiento y le pagué antes de deslizarme en mi
lugar de siempre por la amplia y panorámica ventana que daba a la calle.
―Un dato curioso ―dijo una voz desde arriba después de sólo unos minutos.
―En Sudáfrica, la gente de raza mixta se considera una raza por sí sola, así que si
hubieras nacido allí, no serías considerado negro.
Levanté los ojos a uno de mis mejores amigos, Luke Barnett, que parecía que ya había
bebido una docena de tazas de café negro antes de las seis de la mañana. Alegres ojos marrones
se arrugaron en las esquinas y se encontraron con los míos. Eran de color marrón claro, casi el
mismo color que el pelo castaño oscuro corto en su cabeza y la barba regularmente arreglada
que mantenía.
―Sería feliz de ser considerado un ser humano, gracias ―¿y cuál era el problema? Yo
era demasiado blanca o demasiado negra para algunas personas. Tener que explicar que mi
madre blanca era la africana, mientras que mi padre negro era americano a personas demasiado
confundidas, pero no importaba. Por lo que a mí respecta, no soy ni negra ni blanca. Soy Maya
Fenton y cuando me miro al espejo, veo a mis padres mirándome fijamente.
—Bueno, ya sabes lo mucho que admiro que te niegues a ser un Crayola —gruñó Luke,
deslizando su esbelto cuerpo en el asiento de cuero negro que estaba a mi lado.
—¿No se supone que deberías estar mirando tu espalda por bolitas de papel justo ahora?
—le pregunté.
—Mierda, tengo algo en mi pelo, ¿no? —rápidamente pasó una mano por su corto
cabello negro, sus ojos castaños entrecerrados con disgusto—. Lo juro esas pequeñas mierdas
están poseídas o algo. Es el mes de historia negra, y uno de mis estudiantes hizo una pequeña
presentación sobre Drake. Entonces toda la clase se puso a discutir si Drake era negro o no, y si
debería incluso mencionarse como una figura histórica, ya que es canadiense y todo.
―¿Drake, en serio? ―yo sólo estaba ligeramente interesada. Hoy, Luke llevaba una
camisa de vestir negra sobre jeans deshilachados, su versión de arreglarse.
―Lo sé, ¿cierto? ―dijo Luke, sacudiendo la cabeza como si todavía estuviera aturdido.
Se acercó a uno de mis muffins y agarró uno antes de que pudiera mutilar su mano―. A los
niños en estos días no les importa un bledo la Proclamación de la Emancipación, y todo lo que
les importa es que Nicki Minaj proclame que nunca ha follado con la mitad de Young Money,
es una vergüenza.
Miré a mi mejor amigo―. ¿Cómo te permiten enseñar a jóvenes impresionables?
―Debe de ser la genialidad que transmito a estos niños a través de la ósmosis ―fue su
respuesta mientras comía mi panecillo en dos bocados―. Además, estoy saliendo con la hija
del director.
Me reí, realmente contenta de verlo tan temprano en la mañana. No había nadie como
Luke Barnett en la tierra verde de dios, de eso estaba segura. Lo conocía desde la escuela
primaria, lo conocía aún más de lo que había conocido a Kira Blake, y nada había cambiado a
lo largo de los años entre nosotros.
Luke era realmente increíblemente guapo, especialmente hoy, lo que significaba que tenía
una cita con Claire, su novia y la hija del director antes mencionada. Luke tenía el tipo de
apariencia que hacía que las mujeres en la calle hicieran un doble registro, como si tuvieran que
mirar dos veces para ver que no imaginaban su existencia. En primer lugar, era muy alto; tan
alto que no se podía perder su gran cabeza en Google Maps, vista aérea, nada menos. Su altura
asombrosa, junto con sus amplios hombros y la estructura atlética, lo hacía un regalo caliente
para los ojos como mínimo, eso era lo que Kira decía. Sabía a ciencia cierta que nunca había
trabajado un día en su vida, a menos que se contara el baloncesto que juega durante los fines
de semana con sus amigos. Luego estaba su piel, el tipo de marrón que traía imágenes de
chocolate derretido. Kira lo llamó Shemar Moore a sus espaldas. Nunca se lo dije. Él y Kira ya
tenían una relación inestable, así que dudaba que su apodo fuera tomado como una broma, y
mucho menos el cumplido que era, aunque con sarcasmo incluido.
―Oh, en respuesta a tu primera pregunta, es un receso, ¿puedo tomar un café, no?
―preguntó Luke, acercándose a otro muffin. Esta vez, fui más rápida. Sostuve mi bolsa de
papel lejos de él―. Consigue el tuyo, desgraciado ladrón.
―Mira la maldita cola ―gruñó él, moviendo el dedo hacia la línea que se formaba
detrás de él―. Mi descanso está casi terminado, ten piedad de mí, oso Maya.
Suspiré, deslizando la bolsa sobre la mesa―. Necesitas ser amigo de Zeke y es tuyo.
―¿Te has hecho amigo del tipo? ¿No te das cuenta de que le gustas?
―No seas ridículo, es un buen tipo.
Fue el turno de Luke de mirarme―. ¿Qué es esto, Maya? ―dio vuelta a mi vaso del
café―. Sí, es muy simpático.
Un número de teléfono fue garabateado en el lado, seguido de la inicial 'Z'. Sentí que el
calor manchaba mis mejillas mientras mis ojos se deslizaban hacia donde Zeke estaba
derramando un gran número de cafés, su atención en otra parte.
―Juro que a veces me pregunto si no te habrán golpeado la maldita cabeza con algún
bastón al nacer ―dijo Luke, sonando como un sufrido hermano.
―Cállate.
―De todas formas, tengo que regresar a mi salón de clases de muñecos Chucky. ¿Sigue
en pie lo de ir a tomar algo esta noche?
―Definitivamente, siempre y cuando no vayamos al bar de mierda que vamos cada
semana.
―¿Velocity? ―preguntó, incrédulo―. Pero ese es nuestro lugar, Maya.
―Había una orgía en el baño de mujeres la semana pasada, Luke. Una orgía
―balbuceé, tratando de no pensar en las cosas que había visto esa noche las que me perseguirán
para siempre.
Luke sonrió, poniéndose de pie―. Trae a Sebastián, así podrías empezar tu propia fiesta
en el baño.
Me sonrojé―. Asqueroso, por no mencionar antihigiénico.
Él rió―. Tienes que vivir un poco, Maya.
En el fondo de mi mente, en mi camino de regreso, tuve que estar de acuerdo.

Seb no vino y terminamos rumbo a Velocity.


Kira todavía estaba en la escuela, eso dejó a Luke y a mí disfrutando de una noche de
alcohol para Luke y refresco para mí. El bar estaba lleno, como de costumbre, y pude entender
cómo se sentían las sardinas en una lata. No podía darme la vuelta sin chocar con alguien, y
sólo había estado cinco minutos allí antes de que alguien derramara cualquier cóctel que
estuvieran bebiendo en mi pecho.
―M, usa tus codos, por el amor de dios ―replicó Luke, mostrándome cómo lo hacía
prácticamente arrojando a la gente frente a él fuera de su camino.
Después de miles de “con permiso", y unos pocos de "fuera de mi camino", finalmente
llegamos a la barra, donde Luke ordenó nuestras respectivas bebidas. Yo estaba un poco
desilusionada de que el bar estuviera lleno tan temprano, apenas podíamos hablar por el ruido,
pero este era nuestro ritual y tendría que aguantarlo.
―Claire está cantando esta noche ―Luke me anunció en la oreja, arrastrando mi
atención al centro del escenario, donde un micrófono solitario estaba fijo bajo unas cinco
diferentes luces brillantes.
Me animé, decididamente más interesada en los acontecimientos de esta noche―.
Fantástico. ¿Es buena? ―grité.
Luke me lanzó una mirada sombría―. ¡Por supuesto que es buena!
―Eres demasiado subjetivo para darme una respuesta sincera.
―Cállate y tomemos una mesa ―murmuró, agarrando mi mano que no estaba
aferrándose a mi bebida como si su vida dependiera de ello, tirando de mí a través de la multitud.
Había una mesa vacía en la parte de atrás, directamente a la derecha del escenario. Los
restos de nueces de anacardos y papas fritas llenaban la mesa de madera lacada, arrugué mi
nariz con disgusto.
―Está bien, lo tengo, princesa ―me tranquilizó Luke, tomando una servilleta perdida
y limpiando meticulosamente la mesa. Él era un buen amigo―. ¿Suficientemente bueno para
ti? ―y un estúpido.
―¿Por qué no puede limpiar la gente los lugares que ocupan? ―gruñí para mí misma,
tomando asiento. Luke tomó la silla frente a mí, inclinándose hacia atrás y bebiendo su cerveza.
―¿Crees que los motociclistas y las prostitutas se preocupan por quién va a estar
sentado en su mierda?
Tenía un punto.
―¿Cuándo llegará Claire? ―pregunté, removiendo el hielo de mí bebida con mi paja.
―En cualquier momento.
―Porque no soy buena para mentir, Luke. Si ella apesta y me pregunta cómo lo hizo,
no creo que pudiera contener al Simon Cowell dentro de mí.
―No tienes que conetener una mierda, porque mi mujer no apesta. ―hizo una pausa,
enviándome una sonrisa traviesa―. A menos que sea yo, por supuesto.2
―As-que-ro-so.
―El acto de una mamada es una cosa de belleza, Maya. Casi escribí un ensayo sobre
ello en la preparatoria, ¿recuerdas?
Lo recordaba. Recordé cómo había leído su primer borrador y tuve que poner blanqueador
en mis ojos después. Afortunadamente, lo había convencido de que no podía enumerar el sexo
oral como una de las mayores invenciones de todos los tiempos, a menos que quisiera ser
suspendido.
―¿Podemos no hablar de eso, por favor?
Respondiendo, levantó la botella y caímos en una conversación más segura, que en su
mayor parte se refería a despotricar sobre un tirano de diez años llamado Xavier, para mi
consuelo. Antes de que lo supiéramos, un hombre corpulento con tatuajes cubriendo cualquier
piel visible estaba anunciando a Claire Henderson y, aplaudiendo con fuerza, Luke y yo nos
giramos en nuestros asientos para poder verla.
Claire era una de esas mujeres que podían usar cualquier cosa, en realidad, porque era
voluptuosa, como un reloj de arena. Usualmente usaba su salvaje y rizado cabello rubio suelto,
pero esta noche, estaba sujetado por una diadema negra y peinado en un moño. Me di cuenta
de que no llevaba maquillaje, excepto por el delineador negro que rodeaba sus grandes ojos
verdes. La ajustada y brillante túnica rosa que llevaba encima de los pantalones vaqueros
blancos instantáneamente llamó mi atención a sus pechos enormes, definitivamente parte de la
razón por la cual la mayoría de los hombres habían estallado en silbidos infantiles. Pero Claire
era simplemente hermosa.
―Ni siquiera ha abierto su boca todavía y todo el mundo la ama ―dijo Luke, por
encima del ruido, su voz llena de orgullo.
―Sólo pídele que se case contigo ―le dije, y su rostro se puso gris.

2
Aquí hay un juego de palabras en la que suck, puede interpretarse como lo anterior o chupar/succionar.
―Détente.
Desconcertada, me preparé para preguntarle qué diablos pasaba, cuando Claire habló.
Después de una breve introducción de su primera vez cantando en público y cómo esta canción
fue dedicada al hombre sentado conmigo que de repente era una bola de tensión, se aclaró la
garganta y comenzó, una a cappella.
Reconocí la primera línea de Etta James I'd Rather Go Blind y aventuré una mirada a
Luke, que parecía tan confundido como yo. Claire tenía una voz potente y hermosa que llenaba
toda la habitación e incluso tranquilizaba a los clientes de Velocity, que estaban encantados con
ella.
Pero las letras eran acerca de una mujer viendo a su hombre con alguien más y la canción
estaba dedicada a Luke.
―¿Algo que no me estés diciendo? ―me aventuré, recibiendo otra mirada odio de él esa
noche.
―No soy un maldito traidor ―escupió, poniéndose de pie.
Pensando que iba a salir del bar, lo seguí, sólo para darme cuenta de que estaba
marchando hacia el escenario cuando la canción ni siquiera estaba a medio terminar. Los ojos
de Claire se ensancharon, pero continuó cantando sobre las lágrimas que estaban en su rostro,
incluso cuando Luke se inclinó y fácilmente la puso sobre su hombro.
Abucheos entraron en erupción y la gente lo maldijo, pero Luke llevó a su novia hacia
afuera sin siquiera mirar atrás. Comprendí, por supuesto, que nuestra velada había sido
terminada. Zorras antes de las zorras platónicas y todo ese jazz.
El tipo tatuado volvió al escenario, rascándose la cabeza y anunciando que Dead On
Departure estaba tocando después de una rápida prueba de sonido. Pensé que podía escuchar a
la banda, ver si eran buenos antes de irme. La idea de dejar el bar fue lo que me recordó que
Luke me había recogido esa noche, por lo tanto, estaba sin viaje de regreso a casa.
Gracias, Lucas. Eres un verdadero amigo.
Gruñí, sobre todo cuando se me unió un fornido motociclista que parecía haber sido el
leñador que había cortado madera para construir el Arca. Incluso su rostro parecía gris.
―Oye, dulzura, ¿estás aquí sola? ―gritó, sonando como si fumara tres paquetes de
cigarrillos al día. Los dientes amarillos qué me mostró ciertamente lo confirmaron.
―No ―contesté secamente, sacando mi teléfono del bolsillo trasero de mis jeans. Tuve
que sonreírle a mi suerte. La batería estaba muerta.
―Oh, sí, bueno, ahora estás muy sola, cariño, puedo ocuparme de eso, dos son compañía
ya sabes.
Entrecerré mis ojos hacia él―. ¿Qué cree que está haciendo? Es lo suficientemente mayor
para ser mi abuelo, tal vez incluso su padre. ¿No tiene vergüenza?
Sus llorosos ojos azules se ensancharon―. ¿Disculpa?
―Me escuchó, tiene que dejar de perder el tiempo coqueteando con mujeres jóvenes y
concentrarse en su salud, señor, o tal vez predecir si tiene una enfermedad grave y su posible
muerte en un futuro cercano.
La mirada lasciva cayó de su cara―. ¿Estás jodiendo conmigo, niña?
―No, señor, no lo estoy.
―¿Eres una testigo de Jehová?
―No, soy bautista ―respondí con un suspiro―. Simplemente no asisto a la iglesia
tanto como me gustaría. Estoy trabajando en eso.
―Las mujeres hablan demasiado estos días, cuando todo lo que quiero es un coño
―murmuró, poniéndose en pie con cierta dificultad. Probablemente era su artritis haciendo
efecto, pobre hombre.
―Jodidamente no le hables así, anciano ―gruñó una voz que conocía muy bien.
―Ya, ya Ripper, no quiero ningún problema, estaba dejando sola a la señorita, como
ella quería ―dijo el anciano rápidamente, sonando asustado.
―Nah, parecía que estabas siendo irrespetuoso cuando eres mejor que eso.
―Para con el teatro, Jacob, y déjalo pasar ―dije.
―No quiero verte husmeando por este bar, ¿me entiendes? ―Jake se apartó cuando el
anciano asintió rápidamente. Lo vimos huir por las puertas antes de que Jake me diera una
mirada de desaprobación―. ¿Qué diablos estás haciendo aquí?
Dead On Departure había empezado a tocar algo suave, con más guitarra que batería.
La voz del cantante era muy ronca. Me gustaba.
―¿No se me permite salir a tomar algo ahora? ―pregunté inocentemente.
Los ojos de Jake fueron a mi vaso―. Coca-Cola, muy apropiado ¿es de dieta?
Resoplé―. Dieta, por favor, no me hagas reír.
―Hey, tenía que preguntar ―cruzó los brazos sobre su pecho y, una vez más, me vi
obligada a mirar sus bíceps. No ayudaba que él llevara una ceñida camiseta blanca. Y sí, esos
eran los pantalones vaqueros negros que actualmente abrazan sus musculosas piernas. Alguien
probablemente había adulterado mi bebida.
―¿Dónde está el chico de la computadora?
Le fruncí el ceño, gimiendo mentalmente cuando se deslizó en el asiento que el anciano
había desocupado momentos atrás―. Sebastian está trabajando horas extras, no es que sea
asunto tuyo.
―Follando con su secretaria, querrás decir.
El calor se deslizó por mi cuello―. ¿Qué dijiste?
―¿Tú no ves películas? ¿No lees libros? Las horas extras equivalen a sexo sucio en la
oficina en el sucio escritorio.
―Ni siquiera tiene una secretaria e incluso si la tuviera, Seb nunca me haría eso, es
demasiada buena persona.
Jake se sentó en la silla, con una sonrisa de lobo en su rostro―. ¿No deberías haber dicho
me ama, o algo así?
―Jake, déjame en paz.
La sonrisa dejó su rostro―. ¿Condujiste hasta aquí?
Lentamente sacudí la cabeza―. Pero si pudiera usar tu teléfono para llamar…
―Te llevaré a casa ―dijo, ya de pie.
―Eso no es necesario, sólo necesito usar...
―Maya ―dijo, con ojos decididos―, te voy a llevar a casa.
Los gritos explotaron desde un lado de la habitación cuando comenzó una pelea de bar y
tuve que admitir que Jake era el menor de los males.
―Bien.
―Sabía que lo verías a mi manera.
Ni siquiera miró hacia atrás para ver si lo seguía.

―No me voy a subir a esa cosa..


―O te montas por tu propia voluntad, o te arrojo encima.
―¡O me das tu teléfono y llamo a alguien más!
―No vas a conseguir mi puto teléfono, y eso es definitivo.
Nos miramos durante un largo rato, las luces de Velocity iluminando nuestras caras y la
moto de Jake de pie entre nosotros. No me iba a subir a esa cosa.
―Maya ―comenzó Jake, su voz repentinamente gentil―, ¿cuál es tu problema?
Mordisqueé mi labio inferior. Mi problema era que la última vez que había visto a mi
prima, había estado sentada en esta misma moto, detrás de este hombre. Por supuesto, no
habían estado en un accidente o algo así, pero era esta moto la que la había llevado al lugar
donde había muerto. Era estúpido cuando lo pensé, cuando realmente lo analicé. Mi aversión a
las motocicletas era por Ella, sí, pero tampoco pensaba que me volvería a sentir segura en una.
Te lleva a los brazos de la muerte.
―Estás a salvo conmigo ―dijo Jake, como si estuviera leyendo mi mente. Me tendió un
gran casco negro, esperando pacientemente por mí, sonreí cuando finalmente lo hice―. Pero
tendrás que meter tu cabello en el suéter.
―¿Qué?
―Así, nena ―rodeó la moto y me aseguró el casco en la cabeza antes de agarrar mis
hombros y girarme lentamente.
Mi pelo estaba en su trenza habitual, bajando por mi espalda. Jake tomó el extremo en
su mano, tiró del cuello de mi suéter blanco y la empujó, así picacaba la piel de mi espalda por
la que bajaba. Me estremecí un poco cuando su nudillo rozó mi nuca.
―No puedes tener tu pelo enredándose en algo, ¿verdad? ―murmuró, su aliento
zumbando en mi oído.
Di un paso enorme hacia adelante, poniendo un poco de espacio entre nosotros―.
Gracias.
Levantó un hombro en un encogimiento antes de girar sobre sus talones y balancear una
pierna sobre su motocicleta y acomodarse. Levantó el soporte con su bota.
―¿Bueno? Sube.
―¿Dónde está tu casco?
―Lo estás usando. Mira nena, súbete, no tengo toda la noche.
―Absolutamente no, si nos estrellamos y golpeas tu cabeza grande y arrogante, nunca
me perdonaré, ¿de acuerdo?
Jake me miró ligeramente boquiabierto. Me contuve de mencionar que cualquier número
de bichos podría usar esa oportunidad para volar en su boca y ahogarlo.
―Tienes que estar jodiendome ―murmuró, sacudiendo la cabeza―. No nos
estrellaremos, mi cabeza estará bien. ¿Ahora podrías jodidamente subirte antes de pierda mi
mierda?
―No.
―Yo... tú… carajo ―se puso de pie y bajó de la moto, pasando por delante de mí y
volviendo a Velocity. Segundos después, regresó con un casco extra, frunciendo el ceño hacia mí
como si me hubiera comido su última ala de pollo.
―¿Ya estás feliz? ―gruñó, poniéndose la cosa en la cabeza.
―Inmensamente ―sólo para mostrarle cuán feliz, me puse detrás sin ninguna pelea.
Había estado en un montón de motocicletas cuando era adolescente, ya que mi tía tenía una, así
que conocía la rutina.
Sin embargo, no sabía dónde poner mis manos en Jake.
¿Torso o cintura?
―Manos en mi cintura ―dijo en voz alta, decidiendo por mí.
Con cautela, las coloqué allí, sintiendo al instante el calor de su piel a través de su delgada
camiseta de algodón. El aire de la noche estaba frío, y sin embargo él estaba ardiendo. Me
estremecí un poco.
―¿Estás bien, nena?
―Si estoy bien.
―Pícame si quieres decir algo importante, ¿okay?
―Okay.
El motor cobró vida y traté de ignorar cómo se sentía estar de vuelta en una motocicleta.
En una palabra: impresionante. Realmente me decepcionó cuando Jake se detuvo en mi
apartamento. La decepción se convirtió en irritación cuando me acordé de algo.
―Tú nunca vas a Velocity ―dije lentamente mientras me llevaba innecesariamente a
mi piso―, y definitivamente no un martes por la noche.
Jake me lanzó una mirada de reojo―. Ahora mira quién es el acosador.
―Te gustaría, ¿qué hacías tú allí? ¿Tu pandilla no tiene en The Wreck su cuartel
general?
―Los Phantoms no son una pandilla, pero sí, The Wreck es de ellos.
―¿De ellos? ―busqué en mis bolsillos mi llave.
―Ya no soy un Phantom ―Jake ni siquiera esperó una invitación. Simplemente pasó
detrás de mí, cerrando la puerta detrás de él y examinando el pequeño espacio de la sala de
estar―. Pensé que lo sabías.
Sacudí la cabeza, dirigiéndome a mi habitación para cargar mi teléfono―. No, no lo
sabía, ¿por qué debería? No somos exactamente amigos, ¿verdad?
No me contestó, y cuando salí de mi habitación, lo encontré mirando fijamente una foto
en mi vitrina. Sin acercarme, sabía exactamente cuál.
―Ella tenía dieciséis años y yo acababa de cumplir once años, estábamos en la piscina,
tía Stacy tomó la foto ―me escuché decir, recordando el día como si fuera ayer
Ella había descubierto a los niños y había decidido que el rubio salvavidas de dieciocho
años de edad, iba a ser su próximo ligue. Había usado un bikini ese día. Rojo y brillante y
definitivamente no algo que mi tía le hubiera permitido comprar. Yo, por otra parte, había estado
muy cómoda en mi descolorido azul cielo de una pieza. Yo era la que había tenido que salvar a
mi prima cuando el cordón del top de su bikini inevitablemente se deshizo y la dejó en topless
en el extremo poco profundo. Y oh, cómo el salvavidas había estado ansioso de hablar con Ella
en ese momento. Buenos recuerdos.
―Ustedes nunca se parecieron, tú y ella ―dijo Jake, apartando los ojos de la fotografía
y volviéndose hacia mí.
―No, pero ella era como una hermana para mí. Luego… fue como una madre.
Odiaba la tristeza de mi voz. Siempre lo hacía cuando hablaba de mi prima y
probablemente lo haría siempre.
Jake se aclaró la garganta―. Te seguí.
Mi frente se arrugó―. ¿Qué?
―A Velocity, te seguí y antes de que te enojes, ten en mente que estaba allí cuando tu
supuesto amigo te abandonó.
Justo entonces, no quería pensar demasiado en que Jake me seguía como una especie de
sombra. Como estaba constantemente en mi vida. Sobre cómo su madre, dios tenga en su santa
gloria, me había maldecido sin querer a este infierno en la tierra.
No. Quería. Pensar
Simplemente eché un vistazo al reloj de pared que colgaba, de otra manera vacía, sobre
la pared cremosa, y noté que eran justo después de las diez―. Buenas noches, Jacob ―dije, de
repente cansada.
Cansada de él. Cansada de estar en la misma habitación. Cansada de respirar el mismo
aire.
Pero cualquier fatiga que yo tenía se disipó rápidamente cuando Kira irrumpió a través
de la puerta, vestida en su pijamas de franela más desagradable y llevando una almohada. Su
sedoso cabello amarillo volaba por todas partes, haciéndome pensar seriamente si no había sido
atacada en su viaje a mi casa.
—Pero que... ―la voz de Jake se apagó cuando notó la mirada que mi mejor amiga le
estaba dando.
—Tu delincuente, fuera. Necesito a mi amiga ahora ―dijo con ferocidad, y no pude
evitar notar cómo las lágrimas estaban en sus mejillas.
—Delincuente. Mierda ―dijo Jake entre dientes, caminando hacia la puerta.
—Gracias —le llamé. Levantó una mano en aceptación antes de salir de mi apartamento
y azotar la puerta. Fui a mi amiga—. Dime.
—¡Así que aparentemente soy una puta destroza hogares que no puede mantener las
manos alejadas de Shemar! —se derrumbó en mi sofá abrazando la almohada.
—Umm, ¿quién dijo eso?
—¡Shemar!
—¿Podrías dejar de llamarlo así? Tengo una imagen contradictoria de dos personas
diferentes en mi cabeza cuando haces eso.
Kira me fulminó con la mirada, la electricidad chisporroteando en sus ojos gris-azules―.
Esto no es gracioso, M. Allí estaba yo, dando a Little Red un giro..."
―¡Oh dios, no necesito oír hablar de tu vibrador!
―Y por supuesto, justo cuando estoy a punto de venirme, mi teléfono suena y es Luke
gritando en mi maldita oreja sobre su preciosa Claire queriendo romper con él por mi culpa.
Me froté los ojos―. ¿Qué?
―Lo sé ¿verdad? Claro, Luke es sexy como el infierno, pero está tomado y no me gusta
el drama, Claire dice que nos vio.
―¿Qué?
―Luke y yo apenas nos vemos, y ella dice que nos vio enrollándonos en un salón vacío,
¡como si fuéramos dos adolescentes calientes, dios mío!
―¿Y estás llorando por qué...?
―Porque... porque sí nos besamos. Bueno, yo lo besé.
―Dime que estás bromeando, Kira.
―Lamenté que ocurriera y ambos no sentimos nada, ¡pero eso fue hace casi dos
semanas! ―dijo, resoplando―. Deberías haber escuchado la mierda que tu amigo me estaba
llamando, como si fuera mi culpa 100% Además, estoy a punto de entrar en mi maldito periodo,
así que soy un recipiente de emociones divertidas.
Dejé escapar un suspiro. De alguna manera, siempre había sabido que Luke y Kira
tendrían intimidad de alguna manera. Simplemente no así. Pobre Claire.
―Voy a tomar el Ben y Jerry y empezaremos desde el principio. ¿Suena bien? ―dije,
recibiendo un débil asentimiento como respuesta. Era obvio que Kira realmente había sentido
algo cuando había besado a Luke y ahora, estaba sufriendo.
Mi teléfono sonó con un mensaje, fui a tomarlo, ahogando un bostezo.
Espero que llegues a casa a salvo. -Luke
Pensé en no contestar, pero...
Asaltada y tirada en una zanja. -Maya
Es bueno escucharlo. -Luke
Necesitaba nuevos mejores amigos. Preferentemente unos que no estuvieran involucrados
en el sistema educativo.
“La vida puede ser cruel, si eres un soñador”
–DJ Snake &AlunaGeorge, You Know You Like It.

Sólo después de las diez de la mañana pude escapar de mi apartamento, dejando a


Kira para disfrutar de su día de enfermedad bajo mis sábanas y visitar la tumba de la
familia Fenton.
Usualmente, me detenía por unas flores, pero no pensé que Old Betsy, mi vieja y
destartalada Volkswagen, se comportaría si paraba, aunque fuera por un breve momento
y volviera a arrancar. Ella era terca.
Visitaba el cementerio de manera regular, manteniendo las tumbas de mis padres,
mi tía y mi prima impecables y libres de basura. Era increíble cuántos paquetes vacíos de
Marlboro y botellas de licor podían estar esparcidos en una zona. Grafiti, algo sobre lo que
no podía hacer nada, incluso estaba pintarrajeado la parte trasera de la lápida de mi prima.
No era nada más que maldad.
Hoy, escogí el camino a través de las hileras y filas de otros residentes del condado
de Sallow que habían muerto en los últimos dos siglos. Por supuesto, reconocí muchos de
los apellidos de las lápidas, y me dolió un poco el corazón. Tener el corazón herido por la
muerte prematura de Bree Mason tátara, tatarabuelo, a los veinticuatro años, es
probablemente estúpido para algunos, pero no me importaba. Sentir algo era parte de mi
trabajo, parte de lo que era. No podía encenderlo y apagarlo, por mucho que lo intentara.
Y no quería, en todo caso.
Cuando llegué a la parcela privada de mi familia en el cementerio, tenía los ojos un
poco vidriosos, y aún más cuando vi la oscura figura arrodillada en la tumba de mi prima.
—¿Jacob? ¿Qué haces aquí? —pregunté, incapaz de mantener la frustración fuera de mi
voz.
Este era un lugar sagrado para mí y su presencia no era deseada.
—Los grafiti —dijo, poniéndose de pie. Mirándome. Sus labios formaron una línea
sombría, su rostro enrojecido con evidente ira—. Reconozco las firmas, voy a joder al chico, no
te preocupes.
Me quedé callada. Tal vez debería haberle dicho que no atacara a un pequeño matón,
debido a su anterior condena por asalto, pero me callé. Constantemente veía esa asquerosa
palabra en la losa de granito que llevaba el nombre de Ella, me devoraba cada vez que venía
aquí.
—¿Sabías que estaría aquí?
El viento agitaba su pelo bañado por el sol, azotando la parte trasera de su camiseta
blanca—. No.
Tenía que creerle—. ¿Vienes a menudo, entonces?
—Algunas veces. Mira, Maya, voy a irme ahora, este es tu tiempo —dijo, con voz
áspera—. ¿Te vas a comportar?
Metí las manos en los bolsillos de la sudadera gris que llevaba, sólo ahora recordando que
tenía un agujero de tamaño de diez centavos en la rodilla derecha de mis mallas negras. Sí, me
iba a comportar.
—Cada vez que te veo, me acuerdo de Sharon y Ella —me oí susurrar, y como el sol
estaba escondido detrás de una gran nube y una leve brisa soplaba, me estremecí—. Las partes
de mí que piensan en tu madre, esas partes me hacen sonreír por dentro. Sharon siempre me
hizo sonreír, incluso cuando ella no estaba bien, pero las partes que piensan en mi prima... esas
partes quieren desgarrar tu corazón y aullar a la luna.
No sabía por qué había dicho eso. Tal vez fue porque el cementerio siempre me ponía
dolorosamente triste, también era donde me sentía más segura. Mi casa estaba aquí porque toda
mi familia estaba aquí. Todos ellos. Sus cuerpos estaban debajo de mí y sus espíritus me
observaban desde arriba. Era suficiente para que la desolación disminuyera.
El dolor brilló en los ojos de Jake. Sentí algo, quizás remordimiento, pero se fue tan
rápido como la emoción en los ojos de Jake. Se apartó de mí, sus ojos se centraron en el
nombre completo de Ella, sangrando en la losa plana de granito. Tal vez alguna vez la
había amado. Tal vez había pensado alguna vez en tener un futuro con ella, una familia.
Nunca le había preguntado.
El silencio descendió sobre nosotros como lluvia. De repente, deseé que lloviera. Tal
vez entonces el trance de Jake se rompería.
—Un día —murmuró, arreglando su palidez, fijando sus ojos marrones en mí —.
Un día, te dejaré arrancarme el corazón, y el dolor será tan jodidamente digno si dejas de
mirarme así.
Se fue después de eso, lo observé irse. No entendió que probablemente nunca dejaría
de mirarlo así.

Sebastian se estiró a mi lado, presionando su nariz contra mi almohada e inhalando


de una manera exagerada.
—¿Por qué tu almohada huele tan... cítrico? —preguntó, levantando la cabeza en su
mano y cambiando de lado.
—Kira pasó la noche aquí —murmuré, balanceando mi laptop sobre mis rodillas
cuando él se movió sobre su espalda e inevitablemente sacudió la cama.
Finalmente me las arreglé para arrancar a mi mejor amiga de mis sábanas, con el
fin de que ella tuviera su cabeza en el juego. Después de convencerla de que no podía
perderse otro día de clase porque no quería enfrentarse al chisme y a la odiosa mirada de
Luke, se había ido a casa por sus propios pies. Todavía teníamos mucho que discutir.
—¿Quiero saber por qué? —dijo Seb. A mediados de semana dormir en mi casa, solía ser
signo de alguna crisis u otra.
—Absolutamente no.
—Ja.
—Sip —estuve de acuerdo, con los ojos fijos en mi pantalla. Hice clic en el botón que
sellaría el trato de una novela de Austen de primera edición que algún idiota de verdad estaba
vendiendo. Y en línea, ni más ni menos. Y seriamente barato. No lo juzgaría, sin embargo,
porque su idiotez significaba que yo podía oler las páginas desgastadas de Sense and Sensibility
y fingir que vivía en ese tiempo.
—¿En serio, Maya? —los ojos de Seb estaban también en la pantalla de mi
computadora—. ¿Has gastado tanto en un viejo libro polvoriento?
Lo miré de reojo—. Gastas cientos en auriculares a prueba de ruido, no me juzgues.
—Pero yo no soy el que está endeudado.
Resentimiento llenó mi boca—. Okay, eso fue un golpe bajo —cerré laptop y la sostuve
contra mi pecho, me deslicé fuera de la cama, hacia mi tocador. Cada botella y recipiente se
encontraban en una línea ordenada, como soldados en la infantería. Puse mi laptop allí.
—No estoy tratando de ser cruel, sólo... sólo te estoy dando un golpe de realidad, no puedes
gastar tu dinero tan descuidadamente.
Me giré para hacerle frente, tan rápido que mi trenza casi azotó en mi cara—. Palabra
clave: Mi. Mi dinero, Sebastian, puedo gastarlo en lo que yo quiera.
Sebastian estaba sentado en mi cama, con las piernas colgando sobre el borde. En su
camisa de vestir de color verde chicharo y pantalones oscuros, sus pies descalzos, parecía el
mismo de siempre. Pero había algo en su rostro, algo que me decía que...
—Fuiste con tus padres hoy —era una declaración, no una pregunta, porque ambos
sabíamos que había estado allí. Ambos sabíamos que habían llenado su cabeza con la charla
anti-Maya y que tal vez un tercio de ella no le había entrado por una oreja y salido por la otra.
No, había permanecido dentro de su cabeza, se infectó durante la cena en mi casa, y
lentamente estalló como un grano lleno de pus cuando estábamos en mi cama.
Probablemente, su madre había mencionado algo sobre el dinero. Tal vez le dijo que debía
vigilar mis hábitos de gasto, ver si en algún momento podría confiarme su precioso dinero.
—Dices eso como si fuera algo malo —murmuró Seb, mirando hacia otro lado.
—No, me alegro de que estés tan cerca de tu familia —le dije, apretando los talones
de mis manos a mis ojos. Pequeños rayos de luz bailaban detrás de mis párpados—. No
estoy tan feliz de que vinieras a hacer de perico sobre cualquier cosa que tu madre diga de
mí.
—Maya...
Abrí los ojos cuando oí sus pasos ligeros acercarse a mí. Sus manos acunaron mi
rostro, suave y cálido.
—No me importa lo que dicen de ti. Me preocupo por ti —susurró, presionando
suaves y pequeños besos en mi cara. Por un minuto, parecían reconfortantes—. Sabes que
siempre puedes pedirme ayuda cuando la necesites.
Eso fue.
Me aparté de él, la sorpresa llenando sus ojos color chocolate—. ¡Estoy cansada de
escuchar exactamente las mismas palabras de todo macho chovinista, egoísta y misógino
con el que entro en contacto! —estallé, empujando mis pies en un par de balerinas negras
que había pateado bajo el tocador.
—¿Cómo es chovinista, egoísta y misógino ofrecerle ayuda a mi novia? —exclamó,
sonando frustrado. Su cara palideció cuando finalmente se dio cuenta—. ¿A dónde vas?
—Quiero estar tranquila, ser dueña de mí misma —grité, recibiendo una mirada
perpleja de mi novio.
Me siguió fuera de mi habitación, pasando su mano por su suave cabello rizado—.
¿Qué?
—Sense and Sensibility —le dije, dirigiéndome a la sala. Cogí mis llaves de la mesita de
café y las metí en el bolsillo de mis pantalones, junto con mi cartera—. Parecía apropiado citar
a Austen cuando ella es la causa de esta pelea. Voy a salir.
Y con eso, salí por la puerta principal, cerrándola suavemente detrás de mí. Era más de
las once y estaba bastante segura de que de mis vecinos estaban profundamente dormidos. Yo
no era tan insensible como para azotar las puertas y gritar en el pasillo en este momento.
Sólo una vez que estuve afuera y el aire frío de la noche estaba arañando mi piel como un
gato montés, empecé a considerar el hecho de que había reaccionado exageradamente.
Probablemente Seb se rascaba la cabeza con una expresión estúpida en su rostro, preguntándose
qué diablos pasó. No podría decir que lo culpaba. Yo tampoco sabía qué había pasado, pero
había algo en escuchar las palabras condescendientes de Jacob Ford que salían de la boca de
Sebastian Brown que me hacían ver rojo.
¿Cada hombre tiene que pensar en mí como un caso de caridad? ¿Un pequeño proyecto
filantrópico? Era humillante, por decir lo menos. Nunca había querido ni pedido estar en esa
posición.
Si bien la mayoría de las chicas de la escuela secundaria aquí no querían ir a la universidad
¿Qué caso tiene si me voy a casar con un tipo rico? Apégate al programa Maya había tenido
grandes esperanzas y aspiraciones. ¿Leyes? Tal vez. ¿Periodismo? Quizás. ¿Arqueóloga?
Posiblemente.
Mi madre había sido pediatra; mi padre, un dentista. Habían estado muy endeudados en
el momento de su muerte, según mi tía, por lo que no me habían dejado mucho, ni siquiera un
pequeño fondo universitario. Yo tenía ocho años cuando murieron en un accidente de canotaje,
así que no me había preocupado por la universidad. Sólo quería ver a Mike y Chantelle Fenton
de nuevo.
Sin embargo, siempre me aferré a la idea de estar en el campo de la medicina de cualquier
manera que pudiera. Era mi manera de encontrar otra pieza de mis padres. Estaba desesperada
por estar cerca de ellos de cualquier manera.
La vida real me golpeaba siempre en los momentos más inoportunos, siempre que estaba
yo ya estaba abajo debido a que la vida real me había golpeado.
No fue hasta que vi las luces brillantes y oí el ruido sordo de la música fuerte que me
di cuenta a dónde estaba caminando.
The Wreck.

El gran estacionamiento estaba lleno de motocicletas y tal vez sólo cuatro o cinco
coches. Me dirigí a la entrada, recibiendo una dura mirada del solitario gorila que estaba
afuera en el frío. Me miró y sí, claro, entendí por qué.
Mi camiseta holgada proclamaba en verde neón que había participado en la
caminata de la iglesia bautista del condado de Sallow para Jesús en el 2011, y mis
pantalones vaqueros estaban tan descoloridos que parecía que había aplastado un poco de
tiza y deliberadamente había frotado todo la mezclilla.
Gruñendo un saludo, él asintió para que entrara.
—Gracias —dije sinceramente.
No tenía idea de lo que estaba haciendo allí, pero sabía que estaba un poco herida y
decepcionada de que Sebastian no me hubiera defendido ante sus padres y en cambio, me
hubiera repetido sus palabras. Sabía que todavía me estaba recuperando del gran festival
de llanto que había tenido hoy en la tumba de mi familia. Y sabía que probablemente
estaba un poco molesta de que, de alguna manera, los padres de Seb tenían razón: yo era
un poco descuidada con el dinero. Pero sólo cuando se trataba de cosas que amaba. ¿Por
qué no debería ser capaz de comprar cosas que me hagan feliz? Cosas que me recordaran
a mi madre, y cómo ella me había leído Rudyard Kipling y me contaba historias de la selva
y los animales que vivían allí.
Si hubiera pensado que Velocity podría estar lleno, The Wreck lo puso en vergüenza,
por supuesto, The Wreck era un club nocturno y Velocity no era más que un bar indie,
pero todavía no esperaba que se llenara hasta la máxima capacidad. El lugar estaba lleno
de hombres que llevaban las chaquetas de cuero estilo vintage con el familiar Phantoms cortado
en la espalda. Las mujeres en minúsculas faldas y tops estaban en la pista de baile o se sentaban
en el regazo de algún motociclista.
Luces de todos los colores colgaban arriba y las mesas lacadas en negro se alineaban en
las paredes. Muy pocas personas estaban sentadas.
Reconocí Come a Little Closer de Cage the Elephant llenando la habitación mientras me
dirigía a la barra. Afortunadamente, se abrió un espacio y pude llegar al barman. Ser más alta
que la mayoría tenía una ventaja; el hombre de pelo puntiagudo me notó inmediatamente.
—Hey, linda dama, ¿qué será? —me preguntó, sonriendo. Un perno en realidad brilló en
uno de sus dientes delanteros. Inútil, si me lo preguntas.
—Co —sacudí mi cabeza, mentalmente diciéndome que necesitaba apagarlo. Las bebidas
no alcohólicas no lo pararían esta noche—. Un shot de patrón y jugo de piña —Kira pedía esta
bebida cada vez que salíamos.
Spiky me miró cuidadosamente, sus ojos viajando a mí camiseta—. Buena elección. —se
movió a lo largo de la barra y se fue a trabajar mezclando hábilmente mi bebida, mezclando dos
botellas diferentes de tequila y escarbando alrededor por el jugo de piña antes de finalmente
exprimir un poco de lima en la mezcla.
Empujó un alto vaso hacia mí, escarbé en mi bolsillo por la cartera, esperando tener dinero
en efectivo. Si no, no pensé que Spiky iba a estar sonriéndome durante mucho más tiempo.
—Está bien, nena —me dejó saber—. Ya ha sido pagado.
—¿Por quién? —escudriñé a los motociclistas apoyados contra la barra. Ninguno de ellos
se veía a mi manera, ninguno de ellos parecía demasiado familiar.
—Ripper —murmuró Púas, antes de que su atención fuera capturada por otra persona.
Ripper
Por. Su. Puto. Puesto.
Esta noche, incluso mi mente se estaba rebelando y eligiendo ser profana.
Tomé un largo trago de mi bebida, queriendo escupirlo en el instante en que tocó mi lengua.
Dios, ¿cómo Kira hacía esto? Era un gusto complejo, pero pronto me acostumbré. El jugo de
piña lo hizo mejor.
—Ripper quiere que me apoye en él como una muleta. No importa si lo hago —murmuré,
levantando mi vaso vacío para señalar a Spiky—. Lo mismo —le dije—, y ponlo en la cuenta
de Ripper.
Spiky se inclinó y sonrió—. Ya lo había hecho; no soñaría con poner algo no autorizado
en la cuenta de este tipo.
Maldije en mi cabeza. Simplemente no era tan divertido si Jake ya estaba de acuerdo en
que yo pudiera conseguir lo que quisiera de él. Aguafiestas.
Para el tiempo que mi cuarta bebida -mm, las piñas me recuerdan a la casa de Bob
Esponja. Algún día, voy a hacer una oferta por esa casa -deslizó su camino por mi garganta,
me sentía más que un poco suelta. No del tipo de hey-yo-quiero-tener-sexo-borracho-con-un-
borracho-extraño, pero si el tipo de oh-dios-mío-están-tocando-Tainted-Love-y-quiero-bailar.
Normalmente soy una bailarina decente, pero esa noche, pude sentir lo desordenada y
salvaje que me había hecho el alcohol. También me hizo bien bailar con hombres extraños con
barbas más extrañas y cicatrices en sus rostros. Siempre y cuando no intentaran sentir mis
pechos o mi culo, estábamos bien. En su mayor parte, esos chicos eran geniales, hasta que mis
espasmódicos saltos como si estuviera en un festival de EDM3 los hicieran reír tan fuerte que
ya no podían seguir. O hasta que se pusieron tan enojados que se alejaron, tejiendo su camino
en el océano de cuerpos giratorios.
Eso estaba bien, también. Yo estaba perfectamente bien bailando sola, aunque fuera con
la extraña voz de Marilyn Manson. La canción terminó y se fundió en una más lenta. A través
de una visión borrosa, pude ver que la pista de baile se había transformado de repente en un
centro de frotación, con una población de todos menos yo. Incluso en mi admitido estado de
embriaguez pude conseguir tener suficiente decepción de mis compañeros clubbers -¿Es esto
incluso una definición? Dios, hacía tanto tiempo que no había tenido una bebida...

3
Electronic Dance Music. Música electrónica.
Fuertes manos, sin embargo, se plantaron en mi cintura y sentí el calor de un cuerpo
directamente detrás de mí.
Cálido aliento hizo cosquillas en mi oreja—. ¿Me acosas, Maya Fenton?
La pesadilla de mi existencia estaba tratando de que me molestara. No estaba bastante
borracha para eso—. ¿Acosándote? —grité, ya que no estábamos frente a frente. Traté de girar
para expresar mi opinión sobre él, pero sus manos estaban firmemente situadas. Así que
simplemente permanecí allí, congelada, ignorando lo incómodamente cerca que estaba. Tan cerca
que podía sentir su...
—Esa cosa de la que me acusan regularmente —contestó Jake, y pude sentir el calor de
sus dedos a través de mis jeans, como si estuviera tocando mi piel.
—¡Pero eso es sólo tú porque realmente sí me acosas!
—Nah, si yo soy un acosador, ¿por qué no me pones una orden de restricción? —Jake se
movió, lentamente, pero a tiempo con la música. Y porque estaba en movimiento, también me
vi obligada a moverme, igual de lento.
¿Por qué no me pones una orden de restricción?
Buena pregunta. No, una buena puta pregunta. Una pregunta válida. Una buena pregunta
válida. Una buena puta pregunta válida. Una…
—Eso pensé —dijo Jake, cuando no respondí. Una mano se movió hacia arriba y porque
mi camisa estaba tan suelta y ondulada cada vez que se movía, su mano aterrizó plana sobre
mi estómago.
O esa mano suya estaba recién salida del horno o yo estaba ardiendo.
—Quita tu mano de mi piel —dije, tan bajo que no creí que me oyera. Pero su mano se
movió y me hizo girar de modo que ahora estaba frente a él, haciéndome marear.
Mi cabeza giró, mi estómago protestó.
—¿Qué haces aquí, nena?
Miré a Jake a los ojos. Por alguna razón, sus ojos parecían especialmente diferentes. ¿Eran
manchas de verde en ellos? ¿Cómo podría estar tan enojada con alguien con tan hermosos
colores en sus ojos?
—Maya, te hice una pregunta.
—¿No puedo solo querer divertirme de vez en cuando? —incluso yo podía oír que estaba
balbuceando mis palabras, como un viejo borracho y que sonaba como un niño de trece años de
Disney Channel. Pero no podía dejar de hablar—. Siguen diciéndome que viva un poco, después
de todo.
Jake me lanzó una sonrisa perezosa. O tal vez parecía perezosa porque estaba empezando
a tener ojos perezosos.
—Te entiendo, nena, pero no parece que hayas salido con el propósito específico de vivir
un poco —dijo, con los ojos clavados en mi camisea—. Parece que saliste por un impulso.
Me encontré escurriendo mis brazos alrededor del cuello de Jake, aunque sólo fuera por el
simple hecho de que podía tropezar y caer. Y posiblemente romperme algunos huesos si me
paraba en mis propios pies—. Seb y yo tuvimos una pelea, bueno, no una pelea, más o menos,
más como un desacuerdo.
—Que se joda, entonces.
Mis ojos se ensancharon—. ¿Quieres decir que duerma con él como una forma de
reconciliación, o quieres decir que se joda como que él se puede ir al infierno?
Jake me dio una amplia sonrisa—. ¿Qué dijiste?
—Reconciliación. Significado de…
Molestia, creo, parpadeó en sus ojos—. Sé lo que es reconciliación... quiero decir la otra
palabra, la bonita y pequeña sucia palabra.
—¿Joder? —Una pequeña parte de mí estaba todavía lo suficientemente sobria como para
estremecerse ante tal inmundicia que escapaba de mis labios. La profanidad, al menos fuera del
dormitorio, era innecesaria.
—Necesito emborracharte más a menudo, Maya Fenton, di algo más.
—¿Mierda?
—Continua.
—Mierda de toro.
—Eso es técnicamente hacer trampa, describir de qué animal proviene el excremento no
es maldecir —me informó Jake, sus manos ahora en mi cintura mientras él me movía con la
música.
Y porque estaba borracha hasta el culo, me reí hasta que me quedé sin aliento y mi cabeza
dolía como el infierno.
Se sentía como si estuviera de nuevo en la escuela primaria, donde los niños mayores
tratan de incitarme a decir palabras sucias porque “¡es mucho más gracioso cuando ella lo dice!
Ella no sabe que es malo, así que lo dice fuerte y orgullosa”. Pero tal vez quería volver a tener
siete. Las cosas eran mucho más simples cuando tenías siete años. Las cuentas eran solo un
Guillermo Baxter en tercer grado y Guillermo Carter en cuarto grado, en ese entonces. Como
dije: simple.
La próxima vez que maldije, me incliné y le susurré al oído—. Verga.
Creo que podría haber sentido que el apéndice en cuestión se contraía un poco contra mi
abdomen.
Iba a enfermarme.
No, en realidad, iba a devolver todo lo que había comido y bebido en las últimas horas y
que apropiado que Lil’ Jon pudiera ser escuchado en los altavoces diciéndome que me agachara
y que las rodillas me tocaran los codos.
Lástima que la mayor parte de ello aterrizó en los zapatos de Jake. Dios, tiene pies
grandes.
“Muérdete la lengua y escúchame”
–Zedd & Hayley Williams, Stay de Night.

Me sentí mucho mejor cuando salí. El aire frío me asaltó, despertó mis miembros letárgicos
y se acomodó en mi estómago. Hasta que, por supuesto, me doblé y vomité de nuevo. En algún
momento, mi trenza se había deshecho, por lo que había la inconveniencia añadida de tratar de
asegurar de que el vómito no entrara en mi cabello.
Simplemente perfecto.
Un poco mareada, me enderecé, peinándome con las manos el pelo, tratando de que cayera
sobre mi espalda. El ruido en el estacionamiento hizo que mi dolor de cabeza emperoara.
Necesitaba acurrucarme en algún lugar cálido y oscuro y fingir que las últimas tres horas no
habían sucedido.
Sin embargo, no podía hacer eso con Jake a mi lado.
―Te llevaré a casa ―anunció. Se sentía como un déjà vu. ―Tengo mi camioneta esta
noche, así que no hay discusiones sobre mi maldita seguridad.
Hoy no estaba de humor argumentativo, así que no tenía nada de qué preocuparme.
Sinceramente, estaba más que agradecida de que estuviera allí.
―Lo siento por tus botas ―murmuré, permitiéndole tomar mi mano y llevarme a su
camioneta negra, que afortunadamente estaba cerca.
No respondió mientras desaseguraba y abría la puerta del pasajero. ―Entra.
Me levanté hacia el asiento sin ningún esfuerzo, pero, obviamente, terminé golpeando mi
cabeza en el techo.
―Maldita sea ―murmuré, mirando a Jake mientras cerraba la puerta. Una simple
disculpa por su estúpido coche habría bastado. Mi cabeza ya estaba golpeanda lo suficiente
como estaba.
―Abróchate el cinturón ―Jake gruñó una vez que estuvo dentro―, y trata de no vomitar
en mi bebé.
―Dije que lo sentía ―le dije, titubeando con mi cinturón de seguridad. Por alguna razón,
bien, porque estaba totalmente borracha, era como forzar un cuadrado en un agujero triangular.
Jake empujó mis manos, atándome. Me sentí de dos años.
―¿Estabas bebiendo por primera vez? ―preguntó, una vez que estábamos en el camino.
Mantuvo su mirada en el coche delante de nosotros.
―No, Jake, contrariamente a la creencia popular, el alcohol ha pasado por estos labios
antes, y no era enjuague bucal ni vino de comunión.
Se echó a reír, girando el dial para encender el calentador―. ¿Todavía tienes náuseas?
Aspiré aire, considerándolo―. No lo creo. De nuevo, siento mucho lo de tu...
―Maya, por amor de dios, olvídate de mis malditos zapatos, pueden lavarse.
Me quedé en silencio. Un millón de pensamientos se arremolinaron en mi cabeza.
Pensamientos peligrosos. Pensamientos poco prácticos. Pensamientos que no podía filtrar antes
de que fueran palabras reales.
―¿Piensas en ella?
Las luces que pasaban iluminaban el rostro y las sombras de Jake jugando a través de su
piel, haciéndole parecer intimidante. Sus ojos se deslizaron en mi dirección.
―Todos los días ―respondió.
Ni siquiera tenía que preguntar quién era "ella".
―¿Ghost habla alguna vez de ella?
Vi la mandíbula de Jake cerrarse, y cómo su agarre se apretó en el volante―. Maya, no
puedo...
―Ella nunca pudo resistir a los chicos malos. Los chicos malos son siempre estúpidos.
―¿Me acabas de llamar estúpido?
―Eres estúpido, tan estúpido que mataste a mi prima.
El coche se detuvo bruscamente.
Cuando eché un vistazo por la ventana, estábamos en mi complejo de apartamentos. No
quería estar atrapada en el coche con Jacob Ford ya, así que empujé mi puerta abierta e hice un
movimiento para escapar.
―¡Apártate de mí! ―grité, peleando con mi cinturón de seguridad. Se negó a moverse, se
negó a escuchar.
―Maya, cálmate de una puta vez, espera un segundo ―las manos de Jake estaban allí y
de repente ya no estaba restringida.
Tropecé hacia delante, casi introduciendo mi cara en el asfalto. Camioneta estúpida.
Conductor estúpido.
―No me siento demasiado caliente ―gimoteé, agarrando mi cabeza.
―Tampoco te ves ―murmuró Jake―. Vamos, nena.
Sentí su mano en la parte baja de mi espalda, empujándome hacia adelante. Quería decirle
que no me tocara, que ni siquiera lo quería aquí, pero las palabras no salían.
En el momento en que me llevó a mi apartamento, me tambaleé hacia el baño para abrazar
el inodoro. Jake me siguió, sacándome el pelo de la cara.
―Nunca... otra vez ―jadeé, arrugando mi nariz con el sabor de la bilis en la boca.
―Eso es lo que todos decimos ―dijo secamente.
Un poco de vómito había bajado enfrente de mí y a pesar de los mejores esfuerzos de Jake,
probablemente también estaba en mi cabello. Ya estaba empezando a estar sobria. Ahora
recordaba por qué no bebía. No valía la pena esta sensación.
Después de pasar varios minutos más en mis rodillas rezando a la taza de porcelana,
admití que había terminado. Mi cerebro todavía se sentía borroso y me encontré con que ponerse
de pie era más complicado de lo que realmente parecía. Pero Jake estaba allí; ayudándome a
ponerme en pie, quitando mi camiseta... Espera, ¿qué?
―¿Qué es lo que estás haciendo? ―quise saber, incluso mientras levantaba mis brazos
para permitirle deslizar mi camiseta por encima de mi cabeza.
―Estás sucia ―gruñó, manteniendo una mirada firme sobre mis hombros. Menos mal,
en realidad, hasta que sus ojos inevitablemente bajaron―. Jesucristo ―susurró, extendiendo la
mano para trazar un dedo por la correa de mi sujetador.
Mi ceño se arrugó―. Qué. Estás. Haciendo.
Jake enganchó su dedo y tiró de la correa por mi hombro―. Tus hombros ―dijo, con
una voz suave que sin duda envió el tipo equivocado de escalofrío por mi espina dorsal―. ¿Por
qué llevas un sujetador que obviamente es dos putas tallas más pequeñas?
Sentí que el calor subía por mi cuello―. Porque ofrece más apoyo.
―Y te está lastimando ―su mano quitó la otra correa, sus dedos trazando la marca roja.
Sentía extraño que me tocara allí. Como un cosquilleo, pero un cosquilleo que no me hacía reír.
―Esto es raro, Jake, deja de hacer esto raro.
Su mano cayó y se aclaró la garganta―. Es tarde, deberías dormir.
―Entonces sal, por favor ―añadí.
Sin dudarlo, se fue, y cerré la puerta detrás de él. Después de desnudarme por completo y
minuciosamente lavarme los dientes, examiné las marcas rosadas que corrían por ambos
hombros. Sí, estaban mal, pero era el precio que tenía que pagar para que mis pechos no me
hicieran sentir incómoda. Obligar a mis pechos al uso de sostenes más pequeños con soporte de
varilla era la mejor solución para mí. Mis amigos no entendían esto, y obviamente, tampoco lo
hizo Jake.
Jake me ha visto en mi sostén...
No podía pensar en eso. No ahora. Salir esta noche había sido un movimiento idiota. En
lugar de huir de Sebastian, debería haberme sentado y hablado con él. Enlisté todas las razones
por las que tenía todo el derecho de estar enojada con él. Debí escuchar sus disculpas sinceras.
Ser una buena novia.
En el instante en que salí de mi baño y encontré a Jake en mi tocador, debí haberlo echado.
Quiero decir, en cualquier otro día, eso es lo que habría hecho.
Pero no lo hice.
No, dije que las palabras que nunca hubiera pensado ni en un millón de años le diría a
Jacob Ford.
―¿Puedes quedarte conmigo hasta que me duerma?
Se volvió hacia mí, pareciendo tan grande y fuera de lugar en mi habitación que era casi
cómico.
―Claro ―dijo lentamente―, pero primero, ponte un poco de maldita ropa.

―Luke, abre la puerta, puedo oír tu teléfono.


Golpeé la puerta un par de veces más, segura de que estaría molestando a las pocas
personas en el edificio de Luke que no fueron a trabajar antes de las diez de la mañana.
El soborno fue mi último recurso.
―Traje muffins de The Coffee Maker ―grité―. Tienen chispas de chocolate en ellos.
La puerta estuvo desbloqueada y se abrió tan rápido, que di un sorprendido paso atrás.
Eso también pudo haber sido porque Luke parecía una basura total.
―¿Qué te pasó? ―susurré, asombrada. Sus ojos estaban rojos y sin afeitar, con un viejo
par de shorts de baloncesto y nada más.
―Dame las cosas dulces, Maya. No estoy jugando contigo ―dijo con voz áspera, su brazo
extendido.
―Invítame a entrar.
―Este no esVampire Diaries ―gruñó, arrebatándome la bolsa de papel de mi mano y
acechando de nuevo a su apartamento. Era un lugar hermoso; abierto y espacioso, y en el
segundo piso de un edificio de seis pisos.
Lo seguí adentro, disparando dagas a su espalda―. No me arranques la cabeza, no he
venido aquí por eso.
―Entonces, ¿qué estás haciendo aquí? ―dijo Luke desde la cocina―. Porque si siquiera
mencionas el nombre de tu amiga, voy a sacar tu pequeño trasero capuchino de aquí sin
arrepentimientos, te lo prometo.
―Tienes que dejar de tomar tu miseria contra mí o yo patearé tu pequeño trasero
cappuccino y tuitiar a tus amigos acerca de ello.
Me fulminó con la mirada, tomando un gran mordisco de su muffin y soltando un suspiro
de placer―. Necesitaba esto, probablemente el único orgasmo que voy a tener por mucho tiempo
―murmuró.
―No necesitaba saber eso, tú y Kira son más parecidos de lo que piensas.
Luke entrecerró los ojos―. Maya, ¿qué dije hace tres minutos?
Sostuve mis manos en rendición antes de patear mis sandalias una por una en uno de los
sofás que rodeaban su sistema de entretenimiento―. ¿Por qué no estás en la escuela? ―como
la cocina estaba detrás de mí, no podía ver a Luke.
―No lo sé, Maya ¿quizás porque el director cree que engañé a su hija?
―Pero sí la engañaste, besar cuenta.
―Gracias, genio, no tenía idea.
Me senté, frunciendo el ceño―. Ahora estás siendo infantil.
Soltó un fuerte suspiro―. Lo sé, lo siento, M ―salió de la cocina y se sentó en el sillón
frente a mí―. He estado llamando a Claire sin parar, no acepta mis llamadas. Le envíe
mensajes, correos electrónicos, estalqueé su maldito Facebook, nada. Estoy tan azotado que
incluso dejé putos mensajes de correo de voz.
Quería ser comprensiva, de verdad, quería, pero fue algo difícil de hacer cuando estaba
equivocado.
―¿Por qué besaste a Kira? ―le pregunté.
Dejó de golpear sus dedos sobre sus rodillas, sus ojos se encontraron con los míos―. ¿Te
dijo que yo la besé? ¡Es una maldita mentira y ella lo sabe!
―Semántica, Luke, pero como sea, déjame reformular, ¿por qué la besaste de regreso?
Su mandíbula se tensó visiblemente―. No quiero hablar de eso.
―Soy tu amiga, si no puedes hablar conmigo, ¿con quién puedes hablar?
Pareció considerar cuidadosamente sus opciones encogiéndose de hombros―. Supongo
que no puedo hacer esto peor de lo que ya es ―pausó―. Estoy... atraído por ella, por Kira.
―Llámala.
―¿Qué?
Fue mi turno de encogerme de hombros―. Hay una delgada línea entre el amor y el odio,
y entre Kira y tú, la línea es microscópica.
Luke apretó los dientes―. Yo no dije nada sobre el amor, dije que es sexy.
―Sí. Lo sé, así que... ¿qué vas a hacer al respecto?
―Nada, porque amo a Claire, y ella es con quien se supone que estoy.
―Bueno, necesitas disculparte con Kira, no puedes atacarla como si fuera su culpa tu
atracción por ella ―dije, cruzando mis brazos sobre mi pecho.
Luke apartó la mirada―. Le dije alguna mierda desagradable, ¿te lo dijo?
―¡Por supuesto que me lo dijo! ¿Cómo pudiste ser tan estúpido?
No discutió conmigo―. Me disculparé.
―Gracias.
Un pesado silencio cayó entre nosotros, hasta que―. Entonces, ¿cómo están las cosas
contigo y Sebastian?
No te sonrojes... No te sonrojes..
―Estamos bien ―murmuré, tomando un hilo suelto de mi camiseta. Como Luke, no
había puesto mucho esfuerzo en lo que llevaba puesto. Demonios, los pantalones que llevaba
tenían una obstinada mancha de café en una pierna.
―¿Solo bien? ¿No hay nada genial con este tipo?
―Luke, cállate, no he venido aquí para que mi relación sea analizada por un traidor.
―Maldita sea.
Me tapé la boca, gimiendo―. Lo siento mucho, no lo dije en serio, lo juro.
―Maya, está bien, es lo que es ―se puso de pie, estirándose―. Tengo que darme una
ducha, ¿te vas o te quedas?
―Me voy, necesito hacer un poco de compras―. Me puse de pie también, metiendo los
pies en mis sandalias.
―¿Maya?
―¿Hmm?
―Si fueras Claire ―comenzó Luke―. ¿Me aceptarías otra vez?
En lugar de darle una respuesta, fui a darle un gran abrazo. Parecía que realmente
necesitaba uno.
“Todo lo que siempre hago es pensar en ti”
–Majid Jordan, All I Do.

El resto de mi semana libre pasó sin ningún incidente.


No vi a Kira.
No vi a Luke.
No vi a Jake.
Antes de que lo supiera, estaba de vuelta en el turno de día en el Haven.
―¿Cómo estuvo la semana de todos? ―preguntó la hermana Brady, como todos los lunes
cuando regresábamos.
Todos platicaban emocionados, como si no fuera las seis de la mañana y no estuviéramos
a punto de enfrentarnos a un montón de pañales que cambiar.
¿Yo? No tenía ninguna historia emocionante que contar acerca de conectar con un
camarero que tenía un gran parecido con el difunto James Dean. Y esta historia fue contada por
la hermana Brady, que era probablemente tres décadas más vieja que yo, algunos años más,
algunos años menos.
―Te ves bien ―comentó Moira, una bonita enfermera nigeriana que trabajaba en mi
pabellón. Habíamos ido a la misma escuela de enfermería, ambas habíamos hecho nuestras
prácticas en el Haven. Ahora, me examinaba mientras nos dirigíamos a la sala de té, sonriendo
en señal de apreciación.
―Um, ¿gracias? ―tenía bolsas debajo de los ojos y una espinilla en la barbilla que
definitivamente indicaba mi inminente período.
―Sí. Parece que tu novio lo puso abajo en ti anoche. Muy abajo, si entiendes lo que digo.
Podía sentir mis mejillas encendidas―. Pasé la noche en casa de una amiga.
―Déjame adivinar: ¿La rubia?
Triste que ella supiera de mí única amiga fuera del trabajo.
―Sí. Kira.
―Entonces, demasiado para una noche salvaje de sexo caliente.
Dejé escapar un gemido de frustración cuando entramos en la pequeña y acogedora sala
de té. Nuestros colegas ya estaban dentro, charlando animadamente sobre tazas de café de la
máquina. Alguien había recogido croissants, sin duda de The Coffee Maker, que abría a las
cinco y media, y la caja estaba sobre la mesa en una esquina.
Agarré uno antes de que se terminaran, y luego me serví una taza de café negro fuerte.
Mis colegas eran animales.
―¿Lista para la semana? ―Iris, otra ex compañera de clase, me preguntó cuándo estaba
a un lado de ella junto a la máquina de café. Empujó sus gafas por el puente de su nariz, algo
que hacía con frecuencia, alternando entre eso y mechones de cabello castaño rizado detrás de
sus orejas.
―Espero que no sea tan agotador como la semana pasada.
El agotamiento era casi siempre inevitable en esta línea de trabajo.
―No creo que la señora Harrison pueda sobrevivir esta semana ―observó Moira con
voz tranquila―. La hermana me dijo que no está comiendo mucho, que tiene más de cien años,
que debe estar cansada.
Mordí mi croissant, sofocando el gemido que amenazaba con escapar cuando descubrí que
estaba relleno de chocolate―. Me gusta la señora Harrison, a veces piensa que soy su nieta
―dije, lo cual era bastante gracioso cuando lo piensas, porque la mujer era blanca como una
hoja de papel A4.
―Mejor que pensar que eres su marido ―gruñó Joel. Era un individuo larguirucho, de
pelo arenoso que trabajaba en la sala de los hombres y tenía una inclinación por mantener
M&Ms en los bolsillos de sus pantalones de fregar para distribuir a los pacientes―. Las
mujeres mayores se vuelven, más cachondas, el doctor Cartwright debería hacer un estudio
sobre eso.
El Dr. Cartwright era el director general de la casa de descanso. Ciertamente no habría
aprobado una sugerencia de desviarse de su estudio de la enfermedad de Alzheimer a un estudio
de la libido en geriatría.
―¿Estás tratando de hacerme sentir náuseas? ―murmuré, lanzando a Joel una mirada
sucia.
Me dio una sonrisa maliciosa―. ¿Como las náuseas que tuviste en The Wreck la semana
pasada?
La amplia mirada de Moira se encontró con la mía―. ¿Tú estabas en The Wreck?
―Oh, sí, ella estaba... encima de ese loco motociclista que fue encerrado hace algunos años
―confirmó Joel―. Olvidé su nombre.
―¿Encima de él? ―grité, sacudiendo mi cerebro para decidir si había alguna verdad en
sus palabras. Los detalles de aquella noche eran brumosos, salvo por la parte en la que terminé
desnuda frente a Jake. Eso estaba claro como el día en mi mente, por mucho que traté de
olvidarlo.
―¿Terminaron tú y Seb? ―preguntó Iris, mirándome expectante.
―¡No! Seguimos juntos, ¿okay? Joel está exagerando.
El chismoso arqueó una ceja―. Lo que tú digas, Maya ―dijo, en un tono que decía que
no lo compraba―. Si yo fuera Seb, no estaría bien con que mi novia estuviera envuelta con
otro hombre de la manera en la que estabas con ese tipo.
―Joel, cállate y vete a tu pabellón ―Moira lo reprendió, levantó sus manos en rendición.
―Discúlpame, sólo estoy diciendo.
―Ve ―dijo Iris, y negó con la cabeza, saliendo con unas cuantas enfermeras que me
estaban dando miradas curiosas que decían que Maya Fenton en realidad tenía un secreto, una
vida traviesa, ¿en la que era una traidora puta y una groupie de motociclistas?
Ugh.
―Así que... ¿quieres decirnos de qué se trata?
―¿Nadie quiere saber qué estaba haciendo Joel en ese club? ―murmuré, terminando mi
croissant en dos bocados.
―En realidad, estoy más interesada en lo que hacías tú allí ―dijo Iris, empujándome con
complicidad.
―Tomando malas decisiones ―dije en voz baja.
Ambas me miraron, luciendo miradas de confusión.

El sol se estaba hundiendo cuando mi turno terminó y pude salir del edificio. Había
aparcado lejos de la entrada y ahora, con mis pies adoloridos mientras me abría paso a través
del estacionamiento todavía lleno, mentalmente maldije mi estupidez.
Hice una pausa cuando vi que alguien estaba apoyado en mi vieja Betsy.
Sí, mi día no iba a terminar bien.
―Maya Fenton ―saludó Ghost, con los brazos cruzados sobre su amplio pecho cubierto
de cuero. Se apartó de mi coche y se puso derecho―. Ha pasado un tiempo, ¿eh?
―¿Qué estás haciendo aquí? ―entretener a otro de los ex novios de mi prima muerta no
era mi idea de una noche divertida.
―Pasando a saludar ―dijo, tratando y fallando de sonar amigable.
Los hombres como Ghost no hacían sonidos sutiles... agradables. Era grande y peludo, con
una gran cantidad de tatuajes en cada centímetro de piel visible. Tenía los ojos fríos y duros en
un rostro marcado por la edad y el estrés. Un piercing brillaba en su ceja derecha, había un
perno en su barbilla. Eso era nuevo.
―De acuerdo, has dicho hola, ahora adiós ―hice un movimiento hacia el lado del
conductor. Ghost se interpuso en mi camino. Yo sólo... no necesitaba esto.
―Maya, quería verte, ¿está bien? ―pasó su gran mano por su cara―. Sólo para hablar,
ver si te va bien. Ponernos al día.
Lo miré con los ojos entornados―. ¿Ponernos al día?
―Ven a la casa club esta noche.
Me eché hacia atrás, ya que sentí la piel de gallina pinchando mi piel. Los malos recuerdos
inundaron mi mente ante la mención de la casa club The Phantoms. Era una gran finca que
había pasado de generación en generación de los presidentes del MC, y que albergaba
habitaciones para los miembros del club. En realidad, era un lugar para las orgías. Las drogas
se pasaban por ahí como caramelos y la bebida fluía de los grifos.
¿Y Ghost quería que yo fuera voluntariamente allí?
―No, gracias ―le dije.
Él puso los ojos en blanco―. Me estás viendo como si te hubiera pedido que nos
desnudáramos y follaramos en mi motocicleta.
Hice un extraño sonido de asfixia en mi garganta, y antes de que pudiera componerme, mi
teléfono sonó. Envié a Ghost una mirada, buscando en mi bolsa de mano por mi celular. El
nombre de Sebastian se mostró en mi pantalla, respondí agradecida por la perturbación.
―¡Hola! ¿Qué pasa? ―dije sin aliento, esperando que Ghost se encogiera de hombros y
se marchara. En lugar de eso, se quedó en el lugar, escuchando.
―¿China o india? ―preguntó Seb, sin perder el tiempo.
―Ambas.
Él se rio entre dientes―. Sabía que dirías eso, la recogeré, estaré allí a las 19:45.
―Genial, genial.
―Suenas un poco apagada, ¿está todo bien?
Miré a Ghost, que todavía tenía los brazos cruzados sobre su pecho―. Sí. Sólo cansada
¿ya sabes?
―Deberías esperar un masaje, entonces. Nos vemos luego, M.
―Más tarde.
Él colgó.
―¿El novio? ―Ghost quería saberlo.
―Ajá. Así que realmente necesito irme.
Salió de mi camino―. Hablaremos pronto, Maya.
―¿Acabas de despertar y decidir: hey, Maya y yo apenas nos hemos dicho tres sílabas el
uno al otro, pero realmente necesito tener un corazón a corazón con ella hoy? ―espeté,
perdiendo la calma. Esta visita inoportuna, sin precedentes, no hacía nada por mi fusible ya
desgastado.
Una esquina de su boca se elevó en una media sonrisa―. Nah. Me desperté y decidí que
he estado posponiendo hablar contigo por jodidamente demasiado tiempo sobre lo que pasó la
noche que Ella murió.

Seb no estaba contento por haberlo dejado plantado, pero no tuve elección. Ghost había
colgado una zanahoria muy jugosa frente a mí y yo no me pude resistir.
Una vez que las puertas del club se cerraron detrás de mi coche, mi destino fue sellado. Iba
a entrar. Sin retornos.
Estacioné detrás de la moto de Ghost y lo vi descendiendo con gracia, una fuerte sensación
de déjà vu me cubrió. Cuando Ella quería pasar más tiempo aquí, me había traído. Había hecho
todo lo posible para protegerme completamente de la devastación que se desarrollaba dentro de
la casa, pero, por supuesto, eso era imposible. Yo había visto mi primer pene en esta misma
casa, después de sorprender a un Phantom usando el inodoro. Mis ojos de quince años habían
sido marcados de por vida. Basta decir que me había abstenido de acercarme a los baños de esta
casa.
―¿Tienes hambre? ―preguntó Ghost, abriendo la gran puerta principal. El sonido de la
música y la risa inmediatamente nos asaltaron, pareciendo originarse de todos los rincones de
la casa.
Pensé en la comida china e india que Seb había ido a recoger y mi estómago gruñó.
Ruidosamente.
Ghost soltó una carcajada ruidosa―. Lo tomaré como un sí, sígueme.
Hice lo que pidió, pasando por delante de un grupo de mujeres vestidas con chaquetas de
cuero estándar y shorts o faldas de mezclilla. Me miraron, probablemente perplejas por mi
uniforme. Yo no había pensado en cambiarme en ropa de calle antes de venir aquí. Oh bien.
Ghost me llevó a la amplia cocina, una habitación que recordaba hace años. Me había
sentado en un taburete de bar frente a barra para hacer mi tarea muchas noches con mi iPod
en la mano, mientras trataba de ignorar el ruido en las otras habitaciones.
Un tipo que no reconocí fue a tomar una cerveza de la nevera bien surtida. Era alto y flaco,
con el pelo corto y aros de plata en las orejas. Me dio un saludo fingido antes de saludar a Ghost
con un ronco―. Hola, Prez.
―Sticks ―gruñó Ghost.
―¿Disculpa? ―mi ceño se arrugó.
―Mi nombre ―aclaró el otro hombre, sonriendo. Cuando sonrió, parecía un niño
pequeño.
―Oh. Hola... Sticks, soy Maya.
―Lo sé.
―Sírvete cualquier cosa ―dijo Ghost, señalando la nevera―. Estaré en mi oficina,
¿recuerdas dónde está, no?
Desafortunadamente, lo hacía, así que asentí.
―Bueno, come, entonces ven a buscarme.
Él desapareció, dejándome a solas con Sticks, que bebió su cerveza en silencio mientras
me veía atacar la nevera.
―¿Eres enfermera? ―preguntó después de un rato.
―Sí. Um, ¿qué hay de ti? ―encontré carne y queso frío y decidí hacerme un sándwich.
Sinceramente, era todo lo que podía soportar mi estómago en ese momento. Estar aquí hacía
volcar mi estómago.
―Soy candidato.
―¿Candidato?
―Sí. Tú sabes, voy a unirme a este MC, convertirme en un hermano, pero primero tengo
que ser iniciado, tengo que obtener el voto de la mayoría de los otros hermanos cuando llegue la
hora de la decisión.
―Así que... ¿es como si quisieras unirte a una fraternidad?
Los ojos azules de Sticks se estrecharon―. ¿Como en la universidad? Diablos no, este tipo
de hermandad es el verdadero trato. Montar o morir, mierda ―dijo, hizo una pausa para
examinar su botella de cerveza―. Si no me convierto en un hermano, no sé qué voy a hacer.
El parche de los Phantoms en mi chaqueta... siempre ha sido mi sueño.
Me mordí el labio inferior para evitar preguntar qué tenía que hacer exactamente para
convertirse en un miembro, hermano.
―Lo conseguirás ―ofrecí, encontrando una hogaza de pan integral en el recipiente de
acero.
―Si estás follando con Ghost, no le pidas que me asegure entrar. Quiero hacer esto yo
mismo.
Cerré la tapa del contenedor y me volví para encarar al idiota joven―. No me voy a
acostar con tu presidente, saca esa repugnante idea de tu cabeza.
De repente no estaba tan hambrienta. Dejando el jamón y el queso en el mostrador, marché
por la cocina y fui a encontrar a Ghost, ignorando las disculpas aterrorizadas de Sticks. Cuanto
antes saliera de aquí, mejor. Estaba enojada, necesitaba ducharme y necesitaba dormir.
La oficina de Ghost estaba en la planta baja, la puerta más alejada de la enorme
sala/guarida. En realidad tenía una placa en la puerta que decía ‘OFICINA’ en letras grandes y
negritas. Llamé una vez y esperé a oír su voz que me decía que entrara.
Cerré la puerta detrás de mí, apoyándome contra ella. Nunca había estado en la oficina de
Ghost. No era nada como lo que esperaba. Parecía una... oficina. Muebles de madera oscura y
colores estables y neutros componían la decoración. Las cortinas blancas cubrían una amplia
ventana detrás de la silla de cuero negro de respaldo alto, donde Ghost estaba sentado. Una
computadora LCD estaba sobre el escritorio ante él. Se puso de pie, señalando la silla que estaba
frente a la suya.
Sacudí la cabeza―. Estoy bien.
Suspiró―. Maya, es sólo una silla.
Estaba en lo correcto. Era sólo una silla. Yo estaba siendo muy irrasional, así que tomé el
asiento que ofreció y coloqué mi bolsa en mi regazo. Ghost se sentó de nuevo, observándome
desde su escritorio. Me sentí incómoda bajo su mirada plateada.
―¿Así que has estado bien? Sabes que siempre he pensado en ti como una hermana
pequeña.
―Sí, Ghost, he estado bien. ―elegí ignorar la última parte. Era cierto que Ghost había
sido parte de mi vida, inevitablemente, cuando Ella estaba viva, pero una vez que murió, se
había desvanecido en un recuerdo. Mi hermana pequeña, mi pie.
Él asintió pensativo―. Ripper ha estado diciendo...
―¿Has hablado con Jake de mí?
Ghost me dirigió una pequeña sonrisa―. Entre otras cosas.
―Pero... él dejó Los Phantoms.
―No significa que ya no seamos hermanos, ¿verdad?
―Supongo que no ―tomé una respiración profunda―. ¿De qué querías hablar otra vez?
―Ya llegaremos a eso. La última vez que te vi, te estabas preparándote para el baile, así
que perdóname por querer ponerme al día.
Mi baile de graduación. Mi cita había sido uno de los amigos íntimos de Luke, un tipo
llamado Nick Johnson. Realmente había reservado un motel por la noche y había terminado
dejándome allí después de que me había negado a dormir con él. Basta con decir que Luke no
estaba contento y que su amistad había terminado con Nick recibiendo una nariz rota y un ojo
morado.
―Yo amaba a tu prima ―dijo de repente Ghost, teniendo una mirada distante en sus
ojos que me dijo que estaba recordando algo sobre ella―. No tengo miedo de admitirlo, ojalá
hubiera sido lo suficientemente inteligente para reconocerlo, pero sabes lo obstinado que puede
ser un hombre.
No sabía si Ella había amado a Ghost, pero sabía que definitivamente estaba enamorada
de él. Habría hecho cualquier cosa que él quisiera; ella había hecho todo lo que él hubiera querido.
―¿A dónde quieres llegar? ―pregunté, mi voz tranquila.
―Sólo quería disculparme, Maya, nunca dije lo arrepentido que estaba en el funeral,
nunca dije como me hubiera gustado que fuera yo el que estuviera en ese ataúd, y no Ella ―su
rostro se torció en una mueca―. Ripper salió con ella primero, ella lo dejó por mí, y sin embargo
no hubo resentimientos, no la amó realmente, así que la noche que murió, tuvimos una pelea.
Una muy mala… ―su voz se apagó y él apartó la mirada.
―Nunca conocía esa parte ―susurré, deseando que continuara.
―Nadie más que Ripper lo sabe ―se aclaró la garganta―. Ella se acercó a él, me llamó
todo tipo de nombres, sabía que Ripper la escucharía. Y lo hizo.
Mi visión de repente estaba borrosa―. Pero luego la mataron.
―¿Es eso lo que piensas?
Resoplé―. No soy idiota ―le informé―. Yo sé que ustedes estaban y están involucrados
en negocios ilegales Es inevitable que tuvieran enemigos. Así que Ella estaba en el lugar y
momento equivocado. Por causa de Jake.
―Maya, ella murió por mí, esos hombres me persiguían a mí, no a ella, y no a Ripper
―dijo Ghost, su voz suave―. Hice mierda estúpida tiempo atrás, se rocé con otro MC de la
manera equivocada. Su Prez era todo acerca de las advertencias, por lo que tomó algo de mí,
algo que me importaba más que mi propia vida. Ese algo era Ella, y no pasa un día en el que
no me arrepienta de lo que pasó.
Tragué, mis manos en un puño en la tela de mezclilla de mi bolso―. ¿No pensaste en
contarle esto a la policía?
Los ojos de Ghost se endurecieron―. Los policías... la mitad de esos cerdos pueden ser
comprados y la otra mitad son unos con coños de uniforme ―dijo en voz baja―. No, Maya,
la verdadera justicia se encuentra en las calles, por eso Ripper fue a la cárcel.
Mi mente zumbó―. Esos hombres a los que casi mató...
―Terminé su trabajo.
Podía sentir el sudor de mi frente. Este hombre acababa de admitir el asesinato. Se sentó
en su silla, parecía endurecido y amenazador, y se suponía que debía... ¿qué? ¿Darle las gracias
por matar a los hombres que habían matado a mi prima? ¿Agradecerle porque finalmente se
dignó a decirme la verdad de su muerte? ¿Que él fue responsable?
―Necesito... irme ―dije en una exhalación, parándome abruptamente.
―Maya.
―No, por favor, necesito procesar esto, sólo déjame ir, por favor.
―Puedo hacer que alguien te lleve a tu casa. No luces…
―Estaré bien ―dije, ya dirigiéndome hacia la puerta.
La abrí, dirigiéndome por el pasillo, con los ojos abiertos, pero sin ver. Podía oír fuertes
voces en una habitación, una de hombre y otra de mujer. Alguien más se estaba riendo desde
algún lugar de la casa. Ojalá pudiera reír así, sin cuidado en el mundo.
Caminé por la sala, dándole una mirada de paso, y vi a Jake sentado en un sofá con una
mujer en su regazo. Capturé la mirada de sorpresa en sus ojos al verme allí antes de que yo
abriera la puerta principal y saliera a la fresca noche.
¿Cuánto tiempo he estado aquí? Me pregunté a mí misma, sacando mi teléfono y encontré
cuatro llamadas perdidas de Seb y dos de Kira. Probablemente la había llamado, preguntándose
dónde estaba, ya que mi vago "algo surgió" probablemente no había sido suficiente.
Apague mi teléfono y lo empujé de nuevo en mi bolsa, escaneando los diversos camiones
y motocicletas afuera, buscando la mía.
―¡Maya! ―llamó Jake. Pies golpeaban en la grava detrás de mí, pero me dirigí a mi
coche de todos modos, no deseando hablar con él―. Oye, te estoy hablando.
―Lo sé, pero no quiero hablar contigo, ahora no ―me metí en mi coche, cerrando y
bloqueando justo después.
Jake tocó mi ventana después de tres minutos de escucharme tratando de conseguir que
Old Betsy arrancara. Quería gritar por la injusticia de todo esto. Ella simplemente tuvo que
detenerse en el momento en que más necesitaba que funcionara bien, ¿no?
De mala gana salí del coche, golpeando la puerta del coche al cerrala más fuerte de lo que
se justificaba.
―¿Cuándo me vas a dejar ver a este montón de chatarra? ―preguntó Jake con voz
solemne.
Ni siquiera podía defender a Betsy. En su lugar, me reí una risa aguda que rápidamente
se convirtió en un sollozo. ¿Ghost había amado a Ella? Bueno, yo también. Ella había sido la
última de mi familia, la última de mi sangre. No hay mayor dolor en la tierra que darse cuenta
de que estás completamente solo. Miles de millones de personas en este planeta y te sientes como
si estuvieras atrapado en un desierto vacío.
Las lágrimas estaban llegando bastante rápido, tan rápido que los movimientos de Jake
eran una mancha mientras él ponía sus brazos a mí alrededor y me abrazaba hacia su cuerpo
duro. Mis brazos le rodearon por cuenta propia y enterré mi nariz en su cuello. Olía a cuero y
algo picante, y cuando frotó su nariz en mi cabello, lloré aún más fuerte.
“Estamos bailando sobre hielo muy delgado, en medio de la oscuridad”
–Jeremy Thurber, Playing in the Dark

―¿Quieres hablar de lo que estabas haciendo en la casa club? ―preguntó Jake, dándome
una taza de café.
Mis manos rodearon la taza, buscando su calor―. No realmente.
―Okay ―se sentó a mi lado en el sofá, lanzando un brazo casual detrás de mí―.
¿Quieres hablar de por qué lloras así?
―No realmente.
Podía sentir sus ojos en mí, pero opté por ignorarlo, bebiendo mi café en silencio.
Esperaba que dijera algo más o mejor aún que se marchara. Tampoco lo hizo.
―Tengo trabajo mañana ―gruñí, inclinándome hacia delante para poner mi taza vacía
en la mesa de café―. Necesito dormir.
―Lo mismo aquí ―dijo Jake.
Lo miré, curiosa por primera vez―. ¿Qué es lo que haces, de todos modos?
―¿Realmente quieres saber?
―Yo no estaría preguntando si no quisiera, ¿verdad?
―Touché ―dijo con una cálida sonrisa. Sacudió la coleta desordenada que me había
hecho tan alto como pude en mi cabeza―. Hago un par de cosas aquí y allá, solía ser un
tatuador tiempo atrás, así que si alguien ve y le gusta mi trabajo, me llaman a la sala de Ghost.
Construyo motocicletas de vez en cuando. Construí la que yo monto―. El orgullo era evidente
en su voz. Parecía un niño hablando de sus juguetes.
―Suena divertido, pero no explica cómo puedes tener suficiente para donar al Caso de
Caridad Maya Fenton ―dije en voz baja.
―No es para presumir, cariño, pero la gente paga mucho dinero por las motocicletas
personalizadas ―dijo Jake con una sonrisa irónica―. También paga el tener un hermano
sabelotodo que puede hacer buenas inversiones en tu nombre cuando estás haciendo tiempo en
la cárcel.
Ser recordada de su tiempo en la cárcel me trajo de vuelta a la tierra. Me levanté del
sofá. Jake siguió.
―¿Dije algo malo?
―Si. No. ―le di un medio encogimiento de hombros.
Su frente se arrugó―. ¿Has ido a ver a Ghost?
Le miré a los ojos.― Sí. Yo... tengo que disculparme.
―¿Porque?
―No lo sé, ¿por odiarte todo este tiempo? ¿Por culparte? ―exhalé en voz alta, de repente
encontrando la alfombra muy interesante―. Ghost me dijo... todo.
Jake maldijo en voz alta―. Maya, mírame.
Por alguna razón, no podía negarme.
―No cambies la culpa a Ghost ahora ―dijo―. Si hubiera sabido que esos tipos habían
seguido a Ella a mi casa... Si hubiera estado vigilando, ella...
Puse mi mano sobre su boca, silenciándolo―. Basta. No hagas eso conmigo.
Lanzó una respiración áspera que calentó mi piel. Dejé caer mi mano a mi costado,
repentinamente incómoda. Él estaba a sólo un pelo de distancia, tan cerca que casi podía fingir
que escuché el latido de su corazón.
Una llave girando en el ojo de la cerradura de mi puerta me hizo retroceder lejos de él,
justo a tiempo. Seb entró a mi sala y la culpa hizo que mi piel se calentara.
―Sebastian, ¿qué estás haciendo aquí? ―dije en un apresurado aliento. Esto era
ridículo. No había hecho nada malo. No tenía nada por lo que sentirme culpable.
―¿Qué está pasando aquí? ―la voz de Seb era tranquila, indiferente al acercarse a
nosotros.
―Niño de la computadora ―gruñó Jake a modo de saludo mientras se enfrentaba a mi
novio.
Le golpeé el brazo―. Crece ―di una sonrisa a Seb―. Este es Jacob, ¿sabes, el tipo que
salió con Ella antes que Marlon Phillips? ―se sintió extraño usar el nombre del gobierno de
Ghost.
Seb levantó una ceja―. ¿El ex-con?
Jake soltó una risa sin risa―. El único ―se volvió hacia mí, sorprendiéndome al poner
un suave beso en mi frente. Estaba demasiado atónita para protestar―. Nos vemos, nena.
Esquivó a Seb, tomándose un segundo para escudriñar a mi novio con su camisa azul
marino y sus pantalones antes de irse.
―Bueno... no sabía que fueran amigos ―señaló Sebastian, sacudiendo la cabeza.
―Somos... no sé lo que somos, pero no nos llamaría amigos ―dije, con sinceridad.
Miró mi taza vacía sobre la mesa―. Supuse que no cenarías a menos que te trajera algo
―alzó una bolsa de plástico con el conocido logotipo de un restaurante chino a pocas cuadras
de mi apartamento.
―No tenías que...
―Quería.
Dejé escapar un suspiro―. Eres increíble, ¿lo sabes?
Él sonrió, besándome la nariz―. Siéntete libre de decirlo tantas veces como lo creas
necesario.
Por primera vez esa noche, sentí que todo iba a estar bien.

―Sabes, a veces desearía haber perdido la razón, entonces no tendría que sufrir la
humillación de saber que acabo de cagar en mi pañal de adulto.
Llevé a la señora Graff, de ochenta y siete años de edad, al baño para minusválidos,
ayudándola a sentarse en el asiento del inodoro sacándole el pañal manchado.
―No hay humillación aquí ―le dije, mi respuesta estándar cuando decía cosas como
esta.
Me miró de detrás de gafas grandes y redondas―. No me vengas con eso, Maya, hasta
que no te hayas sentado en tu excremento durante todo el desayuno como adulto, tú no sabes
cómo me siento.
―Bueno, como siempre te digo, no dudes en llamarme a tu mesa para decirme que
necesitas ir al baño ―con gran dificultad, la limpié todo lo que pude, primero con papel
higiénico, luego con un paño húmedo. La señora Graff siempre se negaba a ser enjuagada. Algo
sobre la indignidad ante todo.
―Si dejo mi comida sin terminar, esa mujer Chen la toma como un buitre, debería
cambiar de mesa, ¿por qué no puedo cambiar de mesa?
La señora Chen por casualidad era la abuela de Sara. Era encantadora y dulce, pero
tenía el hábito de robar la comida de su compañero cuando no estaban mirando.
―Hablaré con ella, ¿de acuerdo? Te has sentado en esa mesa todo el tiempo que puedo
recordar ―le dije.
―Bueno, tal vez sea hora de un cambio ―murmuró la señora Graff, permitiéndome
que la ayudara a subir sus pantalones.
La anciana no sabía que sus palabras se aplicaban a mí. Tal vez era hora de un cambio.
Para la mayoría de la gente, pasar su vigésimo sexto cumpleaños, o cualquier cumpleaños para
el caso, limpiando popo y úlceras era similar a un viaje a los cuatro rincones del infierno, pero
me dio tiempo para reflexionar.
Veintiséis no se sentían diferentes de los veinticinco. O veinticuatro, en realidad.
―Vamos a salir esta noche ―Kira me llamó para decírmelo durante mi hora de
almuerzo.
―Tengo que trabajar mañana, ―le recordé, recogiendo los restos de las comida chinas
que había traído a trabajar.
―¿Y? Vamos, Maya, es tu cumpleaños, tenemos que celebrar, ¡es lo que hacemos!
―¿Y si Luke se une a nosotros? ―había sido renuente a traerlo a flote al uno al otro
desde el día que había ido a ver a Luke.
Podría imaginar a Kira masticando su labio inferior―. Entonces se nos une. Mira,
vamos a tomar una copa, para ti es una coca-cola.
―Tengo coca en casa, puedes venir.
―Eres una aguafiestas, te lo juro. Bien, iré.
―Pero no es una fiesta ―dije―, así que no invites a nadie, ¿de acuerdo? No tengo
suficiente espacio como esta.
―No es una fiesta, lo tengo.

Kira Blake era una mujer muerta.


Acababan de pasar las ocho de la noche y mi apartamento ya del tamaño de una casa
de muñecas se había convertido en una lata de sardina. Como una de las sardinas aplastada
contra otra sardina, yo estaba muy infeliz. Kira claramente necesitaba una definición del
diccionario de la palabra "no".
Alguien había puesto un ordenador portátil y altavoces en mi mesita de café y la habían
empujado a una esquina de mi sala. Los sofás habían sido empujados contra las paredes y mi
espacio de vida era ahora una pista de baile. Yo personalmente conocía a cero de estas personas
que estaban haciendo actualmente diversas impresiones de actos sexuales mientras estaban
completamente vestidas.
―Feliz cumpleaños, Sarah ―gritó un chico mientras era arrastrado por mi lado por
una rubia muy entusiasta.
―¿Sarah, en serio? ―murmuré para mí misma, escudriñando a la pequeña multitud
por mi pronto-a-ser ex mejor amiga.
No se veía en ninguna parte, era comprensible, ya que Luke estaba aquí. Ella había
palidecido visiblemente al verlo, y había huido como un ratón de campo. Luke había depositado
su regalo, que iba a abrir más tarde, antes de convertirse en un guardián no oficial, por falta de
una palabra mejor. Se estaba asegurando de que nadie rompiera, o robara, cualquier cosa. Sabía
que probablemente no quería estar aquí, especialmente porque Claire todavía no lo había tomado
de vuelta.
―Feliz cumpleaños, Maya ―dijo una voz baja en el oído.
―Jacob ―dije sin darme la vuelta―, ¿quién te invitó?
Soltó una suave risa―. Los invitados están sobrevalorados ―dio una vuelta alrededor
de mí, dándome una sonrisa irónica―. Además, esta ciudad es tan pequeña y la boca de tu
amiga es tan grande ¿Cuántas de estas personas son realmente tus amigos?
―Ninguno de ellos ―admití con un suspiro―. No quería una fiesta.
―Puedo ver eso ―dijo, mirándome.
Crucé mis brazos sobre mi pecho. Kira me había atormentado completamente después
de mi ducha del trabajo. A pesar de sus protestas, me quedé con una de las viejas camisetas de
fútbol de Luke y los leggins negros que ya había tirado. Mi amiga tenía que saber que yo estaba
100% desinteresada en socializar esta noche.
―Me niego a vestirme para un montón de gente al azar viniendo por cerveza gratis y
lo que diablos sea que sea esa música ―le informé, notando que estaba limpio y llevaba una
camiseta de manga larga que cubría los tatuajes que estaba tan acostumbrada a ver.
―No, te ves bien nena, aquí, antes de que me olvide... ―metió la mano en el bolsillo
trasero de sus vaqueros y sacó una pequeña caja negra.
―Oh, dios mío, ¿se lo estás proponiendo? ―gritó una mujer obviamente borracha con
un vestido que de alguna manera había metido en sus bragas rosadas.
―Vete al carajo ―le gritó Jake, y ella lo hizo, mirándolo con los ojos abiertos por encima
del hombro―. Esto no es un anillo ―me gruñó.
―No lo creo ―le gruñí―, pero es sin duda algo caro, así que no puedo aceptarlo ―las
cosas en pequeñas cajas negras de antemano lo eran por lo general. Caras quiero decir.
Jake puso los ojos en blanco. ―Es un regalo, es universalmente grosero regresar un
regalo, no quieres ser grosero conmigo, ¿verdad, Maya?
Tome la caja―. Gracias.
Me dio una amplia sonrisa―. Bien ¿Eso no fue tan difícil? ―miró por encima del
hombro―. Entonces, ¿dónde está el chico computadora?
―Él no está aquí.
Los ojos de Jake atraparon los míos―. Bueno, ¿vendrá?
―No lo sé.
―¿Es tu cumpleaños y no sabes si viene?
Aunque me hubiera gustado decir que se trataba de un acontecimiento de primera vez,
la verdad era que Sebastian no era bueno con los cumpleaños y aniversarios, demonios, incluso
las fiestas mundialmente celebradas. Su excusa era que tenía tantas cosas en la cabeza que no
había espacio para cosas como celebraciones, que yo podía atestiguar era la verdad.
Suspiré―. A veces olvida estas cosas, siempre ha sido así.
Jake me entrecerró los ojos―. Eso es basura. Recuerdo la fecha de nacimiento de Bree
Mason y sólo follamos unas cuantas veces.
Me estremecí―. Realmente no necesito saber de tus travesuras sexuales, y realmente no
necesito que juzgues a mi novio, él es un desastre, pero él es mi desastre, ¿de acuerdo?
―¿Estás bien, M? ―preguntó Luke su voz alta. Se puso de pie junto a Jake, sin palabras,
mirándolo de lado y recibiendo una mirada despectiva a cambio.
―Sí. Estoy bien, a pesar de todas estas personas que invaden mi espacio personal.
―hemí mientras la música cambiaba a algo fuerte y agitado―. ¿Qué es eso, Skrillex? Dios
mío, apaga ese alboroto.
―Estoy en ello ―Luke le dio a Jake una última mirada antes de entrar en la multitud
y dirigirse a las improvisadas mesas giratorias para hablar con el DJ morado.
―No estoy... juzgando ―dijo Jake en el bendito silencio que siguió. ―Sólo estoy
tratando de entender cómo un hombre puede dejar a una mujer como tú sola el día en que
cumple un año más.
No pude responder a eso. Todo lo que sabía era que estaba a diez segundos de llamar a
Seb para recordarle que era mi cumpleaños, sólo para que él se disculpara profusamente como
siempre lo hacía y parar aquí, para que Jake pudiera dejar de mirarme con lástima.
―Baila conmigo ―dijo bruscamente, tomando ya mi mano en la suya.
Vagamente reconocí el comienzo de Jeremy Thurber's Playing in the Dark una canción
tonta cuando realmente llegaba a eso―. Sí. No va a suceder ―dije en voz baja.
―Vamos, nena, esta vez, estás sobria.
Mi cara se calentó. Le permití que me hiciera girar en sus brazos, la gente moviéndose
instintivamente fuera de nuestro camino.
―Preferiría que no hubieras traído esa noche ―le dije al oído, poniendo mis brazos
alrededor de su cuello y apretando la caja en mis manos.
―Muy bien ―sus manos fueron a mi cintura.
―Oh, y feliz cumpleaños para ti, también ―le dije con una gran sonrisa, disfrutando
de la mirada de sorpresa en su rostro―. ¿Qué tienes ahora, cuarenta?
―Cincuenta ―bromeó, recuperándose―, pero aprecio el cumplido.
Me reí; genuinamente reí. Jake cumplió treinta y uno hoy, lo sabía.
―Parte de mi sorpresa al verte aquí fue porque pensé que estarías en la casa club, o algo
así ―dije, tratando y fallando de mantener una distancia aceptable entre mi frente y el suyo.
Sacudió la cabeza―. No tenemos exactamente fiestas de cumpleaños y no nos cantamos
feliz cumpleaños el uno al otro.
―Mierda, no te compré un regalo.
―No esperaba que lo hicieras.
Las palabras de la señora Graff de aquel día me llegaron en un instante: tal vez sea hora
de un cambio. Aparte de llevar a Jake un poco de jabón en prisión hace años cuando su madre
murió, nunca le había comprado nada. Su regalo ardía en mis manos.
―Entonces, ¿qué esperas tú de mí? ―tenía que preguntar. Seguramente él tenía cosas
mejores que hacer que estar a mi lado esta noche. Lo que Sharon, su madre, había querido decir
con "cuidarme", seguramente no incluía bailar conmigo por lástima, porque mi novio no estaba
allí para hacerlo. De todos modos, Seb odiaba bailar.
―Nada, Maya ―me giró para que mi espalda estuviera contra su frente, de modo que
pude sentir su aliento en mi oído―. Nada en absoluto.
―Está bien ―dije, retrocediendo y tomando su mano para darle vuelta a él en esta
ocasión. Incluso se las arregló para parecer gracioso atrapado fuera de guardia―. Entonces
¿amigos?
Él me dio una sonrisa torcida. ―Lo tienes, nena.
Terminamos bailando dos canciones pop más ridículamente pegadizas, y me sentí
relajándome, disfrutando de estar rodeada por personas sin nombre y el olor del licor. Ayudó
que Jake fuera un increíble bailarín y que no le importara que yo fingiera estar en Dancing with
the Stars, un programa de televisión con el que Kira estaba obsesionada.
Luke había ordenado un pastel, un realmente pésimo chocolate, y Kira llevó a todos a
cantarme un embriagado "feliz cumpleaños". Acabé teniendo un buen rato, a pesar del hecho de
que el último de mis "huéspedes" se fue después de la medianoche y tenía que levantarme en
cuatro horas. Por supuesto, como verdaderos amigos, Kira y Luke me habían dejado con el deber
de la limpieza.
―No tienes que hacer eso, Jake ―dije cuando salió de mi cocina con una gran bolsa de
basura negra.
Hizo una pausa a medio paso, dándome una mirada extraña.
―¿Qué?
―Nunca me has llamado Jake antes, siempre Jacob.
¿Era eso cierto? Me encontré pensando en ello, realmente pensando en ello. Entonces
decidí que no importaba.
―Si tú lo dices ―le dije, con lo cual sonrió.
Se fue recolectando vasos de papel rojo que estaban desparramados en el suelo mientras
recogía botellas vacías y las arrojaba en el bote. Mañana, lo vaciaría en el bote de reciclaje, pero
por ahora, estaba demasiado cansada para contemplar incluso bajar las escaleras. Bostezando,
tomé la caja vacía de cigarrillos de alguien, notando que mi apartamento todavía parecía una
casa de fraternidad.
―Eso es todo ―dijo Jake, dejando caer su bolsa―. Estoy llamando a refuerzos.
―¿Qué?
Tomó su teléfono y llamó a alguien, se apartó de mí para hablar en voz baja.
Encogiéndome de hombros, lo dejé y fui a lidiar con el lío en mi cocina. Jesucristo, estas personas
eran animales. Kira iba a conocer a su creador mañana, de eso, estaba segura.
Un golpe en mi puerta sonó y Jake respondió, dejando entrar a una compañía de jóvenes,
todos vestidos con las chaquetas negras de motociclistas que estaba acostumbrada a ver.
―Feliz cumpleaños, Maya ―uno de ellos dijo alegremente. Tras una inspección, ese
alguien terminó siendo Sticks.
Mis labios se separaron, pero no salió nada. Vi cómo los siete hombres, Candidatos,
recogieron donde Jake y yo nos habíamos quedado sin ninguna pregunta.
―¿Dónde está tu escoba?
―¿Tienes una aspiradora o algo así?
―¿Esta es tu tanga?
Lo último me desbalanceó, porque significaba que alguna pequeña rata sucia se había
quitado su ropa interior en mi maldita sala y la había desechado en mi maldito sofá.
Probablemente tendría que desinfectar mi sala. No podía pensar en eso ahora mismo.
―Basura ―dije con los dientes apretados―. Eso va a la basura.
―Puedes irte a la cama, nena ―dijo Jake desde donde estaba descansando en el sofá―.
Yo me encargo de esto.
―De acuerdo ―acepté a regañadientes―. Gracias.
―Cuando quieras, cariño, duerme bien.
―Lo haré ―le dije, lo que era una mentira descarada. Estos eran posiblemente
trabajadores infantiles. Quiero decir, uno de ellos parecía un puberto, no importa cuántas veces
me él asegurara que tenía más de veintiún años.
Sin embargo, fui al comedor y recogí mi pequeña recompensa de regalos del comedor
antes de ir a mi dormitorio y cerrar la puerta detrás de mí. La curiosidad sacó lo mejor de mí y
abrí la caja de Jake.
Bueno, al menos había sido honesto. No era un anillo, pero sólo mirando los pequeños
diamantes, era un regalo extravagante. Eran aretes, con pequeños diamantes que componían el
logotipo de VW. Mi Volkswagen estaba en el taller, probablemente incapaz de ser revivido, así
que Jake probablemente pensó que estaba siendo gracioso al comprarme un recordatorio de ella.
―Gracioso ―admití, poniendo los pendientes de nuevo en su caja. Y cuando me
desperté tres horas más tarde, ni siquiera me importó que tuviera que tomar varias tazas de
café antes de que me sintiera siquiera cerca de ser humano.
Mi apartamento estaba impecable.
“De la nada, viniste a mí”
–Prides, Out of the Blue

Sebastian estaba esperando en el estacionamiento cuando salí del trabajo, lo cual era
extraño en sí mismo, hasta que noté el ojo morado y el labio roto que él estaba luciendo.
―¿Qué demonios te pasó? ―pregunté, acunando su barbilla una vez que entré en su
Audi. Calculé el daño a su rostro normalmente impecable. Estaba mal.
―Tu amigo me pasó ―dijo Seb con voz monótona. Puso el coche en marcha y salió del
estacionamiento―. Feliz cumpleaños tardío, te tengo un regalo, está en la parte de atrás.
Simplemente lo miré fijamente. Me miró de reojo.
―¿Qué amigo?
―El tipo motociclista me acorraló después del trabajo hoy y... puedes verlo por ti
misma―. Una mano dejó el volante mientras pasaba un dedo por su labio inferior hinchado.
Tomé una respiración profunda―. ¿Dijo por qué te golpeó?
Esta vez, Seb me lanzó una mirada herida―. ¿Soy un mal novio, Maya?
―Oh, dios, ¿dijo eso?
―Su verdadero adjetivo era una mierda, pero yo estaba parafraseando en tu nombre.
Me tapé la boca con una mano, ahogando la risa que quería escapar. Sebastian me
fulminó con la mirada.
―Lo siento ―dije, enseñando en mis rasgos un cejo serio―. No es gracioso.
―No, no lo es, pensé que estábamos bien y luego descubrí que te sientes de otra manera
y...
―Seb, detente ―le acaricié suavemente el brazo―. Estamos bien, deja de preocuparte,
yo, um, hablaré con Jake. Esto no era necesario.
―¿Debería estar preocupado?
―¿Sobre?
Las puntas de sus orejas ardieron en rojo―. Sobre ti y él. Nunca supe que eran amigos
para empezar.
―¿Jake y yo? ―dejé escapar un resoplido―. Está haciendo esto por obligación, no
porque quiera dormir conmigo. ¿Recuerdas a Sharon, verdad?, ¿Su madre?
―¿Sharon Ford? Sí. Mi madre la conocía.
―Bueno, cuando murió, le pidió a Jake que me cuidara, algo así como una cosa de
hermano mayor.
―¿Cuidar de ti? ―Su frente se arrugó cuando me miró―. ¿Y qué significa exactamente
eso
Pagar mi renta, pagar mi electricidad, limpiar mi casa, enviar mi coche a reparación,
golpear a mi novio despistado por olvidar mi cumpleaños…
Me congelé pensando en las muchas otras cosas personales que había hecho por mí desde
que había salido de la cárcel. Seb no necesitaba saber de esas cosas. Nadie lo hacía.
―¿Asegurarse de que mi amoroso y estúpido novio no olvide mi cumpleaños otra vez?
A pesar del dolor que debe de haber sufrido, Sebastian sonrió―. Confía en mí, nunca
olvidaré el Día de los Inocentes.
Estar sin carro en una ciudad pequeña no era una dificultad, de ninguna manera, pero
perdí a Old Betsy. A pesar de lo obstinada que era en la vejez, había estado conmigo desde la
secundaria. Había hecho recuerdos allí. Por supuesto, no eran recuerdos de tipo sexual, como
Luke tenía en la parte trasera de su vieja camioneta, pero aun así, eran buenos. No iba a dejar
que Betsy se fuera sin pelear.
Sebastian quería llevarme a cenar para compensarme por lo de ayer, pero lo rechacé.
Estaba cansada. ¿Dos noches de socialización seguidas? No, gracias. En su lugar, le pedí que no
informara de su asalto a la policía si le prometía que iba a tener una charla con Jake, lo cual no
iba a hacer. Una gran parte de mí estaba un poco enojada con Sebastian por olvidarlo este año.
Esa parte de mí estaba pensando en cuántas cervezas serían adecuadas para darle a Jake como
regalo de agradecimiento por reorganizar la cara de mi novio.
Llegué a casa con la esperanza de ducharme, vestirme y salir a hacer unas pequeñas
compras, y me di cuenta de que mi despensa y nevera ya estaban llenas. No hacía falta ser un
genio para descubrir que alguien había entrado, no, irrumpido, para hacer esto y no hacía falta
ser un genio para averiguar quién.
Jake contestó al quinto timbre.
―Nena ―gruñó―, no es exactamente un buen momento.
―Lo siento mucho por molestarte ―empecé―, pero ¿qué crees que te da el derecho de
irrumpir en mi casa y reabastecer mi refrigerador como una hada madrina doméstica psicópata?
Dejó escapar un suave gemido, y tuve la sensación de que no tenía nada que ver con mis
palabras―. Pensé que habíamos resuelto esto ―dijo con brusquedad―. Pensé que éramos
amigos ahora.
―Somos amigos, pero eso no cambia cómo me siento acerca de… ―mi voz se apagó
cuando lanzó otro gemido sospechoso―. Jacob ¿qué estás haciendo?
―Como dije, cariño, mala sincronización.
La voz de una mujer gritó en mi oído desde algún lugar en el fondo. Mi estómago se
volvió.
―¿Estás teniendo sexo mientras hablamos por teléfono? ―siseé.
―No seas ridícula ―dijo― estoy recibiendo una mamada mientras hablamos por
teléfono.
―¿En serio?
Colgué antes de que pudiera decir algo más y respiré profundamente, examinando los
armarios de la cocina. Mi estómago gruñó y decidió que podría hablar sobre el reembolso de
Jake más tarde. Cuando estuviera menos... ocupado.
Después de asar a la parrilla un jugoso bistec y hornear unas pocas papas, de hecho me
sentí más despierta, en lugar de lo aletargada que me había sentido después del baño. Me
encantaba cocinar. A menudo no tenía tiempo para hacerlo, pero cuando lo hacía, hacía magia.
Eso fue todo gracias a la tía Stacy, que se había asegurado de que me sintiera cómoda sola en
la cocina antes de empezar a menstruar.
Me senté en mi cama para comer, encendiendo mi computadora portátil para ver un
episodio de The Blacklist. Estaba tan absorta en él que no noté la figura en mi puerta hasta que
habló.
―Vine a disculparme.
Salté, casi enviando a volar el plato sobre mis rodillas―. ¡Qué diablos, Jake!
―Supongo que debería haber tocado.
―¿Te parece? ―me enojé furiosamente con la salpicadura de salsa sobre la camiseta
blanca que llevaba puesta. Al menos había terminado todo lo demás―. ¿Y cómo has entrado?
Cerré la puerta. ¿Correcto? Recuerdo haberla asegurado.
―Sí. La aseguraste.
―¿Así que te has hecho una llave ahora? ―escupí, incapaz de comprender su calma.
Seb era la única persona que poseía una llave para mi casa. Después de que Kira hubiese perdido
el repuesto que le había dado, la había considerado incapaz de poseer su propio set.
―No ―contestó Jake―. No hay llave.
Salí de mi cama, porque era un poco raro hablar con él desde allí.―. ¿Qué estás haciendo
aquí otra vez?
Parecía que acababa de salir de la ducha, cabello húmedo y aspecto limpio. La camiseta
negra que llevaba, estaba empezando a pensar que sólo tenía camisetas en blanco o negro, estaba
suelta y, sin embargo, hacía poco para ocultar sus músculos. En lugar de sus habituales jeans y
botas de motocicleta, llevaba pantalones de chándal negros y tenis de tamaño barco.
―Me estaba sintiendo un poco, no sé, culpable por nuestra conversación anterior ―dijo,
rascándose la cabeza―. Comprendo por qué te has sentido ofendida y seguro como el infierno
que no quiero ofenderte.
―Creo que deberías disculparte con la... administradora del oral ―me encontré
diciendo. ―Ella debe haber estado ofendida.
Jake soltó un gemido dolido―. ¿Cómo te las arreglas para hacer que mamada suene
inatractivo?
―Confía en mí, es un talento ―respondí con voz seca―. Ahora, si me disculpas…
Salió de mi camino, pero me siguió hasta la cocina, donde rápidamente lavé y sequé mi
plato. Me volví para encontrar a Jake mirando el lugar donde mi trasero había estado hace unos
segundos. Que ahora era mi zona de entrepierna.
Sus ojos se acercaron a los míos y me dio una sonrisa de disculpa―. Yo estaba leyendo
lo que está escrito en tu short ―explicó, apoyado contra el marco de la puerta.
―No toma tanto tiempo leer B-O-O-T-Y.4
―Para mí sí ―se aclaró la garganta, se paró derecho―. De todos modos, si te ofendiste
antes, lo siento, pero no me disculparé por comprarte un par de comestibles, así que no te
molestes en preguntar.
―¿Qué hay de darle un puñetazo a mi novio? ―añadir un agradecimiento habría sido
de mal gusto. Yo estaba en conflicto, por el amor dios.

4
Trasero.
―No hay nada que lamentar, en mi opinión ―contestó él encogiéndose de hombros―.
Para ser justos, no chillaba como una perra o algo. ¿Estará aquí esta noche, sexo de
reconciliación y todo?
Me sonrojé―. Quería estar aquí, tuve que echarlo, con el trabajo de mañana y todo
―Jake se acercó a mí. ¿Por qué se estaba acercando a mí? ¿Por qué me miraba así? Como si
yo fuera Jerry y él fuera... bueno, Tom.
Encontré mi culo contra el borde del fregadero de la cocina, mis muslos rozando los
armarios debajo de él.
―Yo no me habría ido, me habría arrastrado hasta que me hubieras perdonado ―dijo
Jake, con una mirada extraña en sus ojos.
―No hay nada que perdonar, él me compró un regalo para compensarlo, por cierto.
―Hmm. Apuesto a que era un libro, he visto tu estantería.
Fue un libro, una primera edición, nada menos. Lo agradezco. Seb conocía mi amor por
la literatura clásica y después de nuestra última pelea, no iba a olvidarlo en el futuro.
―¿Y qué si era un libro? ―por alguna razón, él no estaba dejando todo este asunto de
Sebastian y se estaba convirtiendo rápidamente en enfado. Seb no era perfecto, pero tampoco
yo, y tampoco lo era Jake. No tenía derecho a juzgar.
―Si fuese yo el que la jodió, Maya, no me disculparía con un puto libro ―se burló,
atrapándome con un brazo a cada lado de mí. Jake era la única persona que conocía que me
empequeñecía. Me sentía pequeña a su alrededor, algo a lo que no estaba acostumbrada. No me
gustaba.
―¿Por qué estás haciendo un gran problema de esto? ―pregunté, con la voz
irritantemente sin aliento.
Se inclinó, con una mirada perezosa en los ojos―. Te daría la vuelta ―dijo, ignorando
completamente mi pregunta y sorprendiéndome de hecho, haciéndome girar para que mi
estómago se presionara contra el borde del fregadero.
Mis manos agarraron el borde por voluntad propia, tan duro que mis uñas raspaban
contra el frío acero inoxidable. Había una ola inmensa de calor que irradiaba de Jake y me hizo
calentar de la coronilla de mi cabeza a las puntas de los dedos de mis pies descalzos.
―Y luego te doblaría, ―continuó, sus manos en mis caderas para poder empujarme
hacia él, forzando mi frente lejos del lavabo. Mi culo se conectó con su ingle, y su voz era suave
y gruesa cuando dijo―. Yo te separaría las piernas y me hundiría en ti, y por cada empuje en
tu pequeño coño humedo, te diría que lo siento por ser un pendejo.
Él no se empujó exactamente contra mí, pero pude sentir su dureza contra mi espalda
baja, su gruesa longitud tan fácil de distinguir a través de la tela de sus pantalones de chándal.
No me moví, no respiré. No podía.
¿Cómo siquiera esto estaba sucediendo?
Me mantuve quieta, tomando la primera en una serie de respiraciones profundas―.
¿Estás drogado? ―las palabras salieron a través de mis dientes apretados e inmediatamente,
las manos de Jake me dejaron.
―Un poco, sí.
Lentamente, me volví para mirarlo. Sólo una mirada en sus pesados párpados fue
suficiente para decirme lo que debo haber comprendido antes: él estaba muy drogado. Incluso
podía oler un ligero olor de hierba verde, algo que definitivamente no había notado antes.
―¿Entonces por qué has venido en realidad? ―le pregunté, poniendo mis manos contra
su pecho para poder empujarlo lejos de mí. Pero él puso sus manos sobre las mías, como si eso
fuera lo que yo había querido comenzar. Que me tocara.
―No sé ―dijo, entrelazando sus dedos con los míos.
―Jake
Me dejó ir―. Me voy ahora.
―Sí, eso sería grandioso.
Se inclinó hacia delante de repente, sus labios apenas rozándome la frente―. Eres
demasiado dulce.
―¿Eso es algo malo? ―susurré.
Retrocedió. Su ceño se frunció como si realmente tuviera que pensar en ello―. No para
mí, sí para ti.
―¿Qué significa eso?
―Que debo salir ahora mismo.
No discutí con eso. Estaba comenzando seriamente a repensar esta cosa de la amistad.

Por un acuerdo no hablado, Jake y yo no mencionamos nuestro último encuentro la


próxima vez que coincidimos.
Casi me había convencido de que había sido un sueño espantosamente realista, de modo
que cuando me topé con Jake en The Coffee Maker la primera mañana después de mi último
día en el trabajo, no había ninguna incomodidad residual.
―Hey ―dijo.
―Hey ―dije.
Y eso fue todo.
Me metí en la cafetería y él pasó junto a ella, con las manos en los bolsillos de sus
pantalones. Zeke estaba en el mostrador y, como de costumbre, tenía listo mi pedido. Salté la
cola y lo recogí, entregándole mi dinero.
―Estaba esperando ver tu cara ―dijo con una gran sonrisa en su rostro.
¿Qué esperaba que dijera? ¿Yo también? ¿Gracias? O tal vez, ‘me pregunto por qué.’
Simplemente asentí y pegué una sonrisa en mi cara, las tonterías de Luke sobre que Zeke
se había enamorado de mí reverberando en mi cabeza. Odiaba admitirlo, pero tal vez tenía
razón. Probablemente era hora de hacerse amiga de otro barista.
Mi asiento junto a la ventana estaba ocupado, me conformé con uno en la parte de atrás,
en medio de los estudiantes universitarios soñolientos con sus laptops y un solitario de traje y
corbata ladrando instrucciones en su teléfono celular a un pobre alma en el otro extremo.
Felicidad.
O lo hubiera sido, si no hubiera detectado una figura familiar que avanzaba hacia mí.
Las cabezas se volvieron y los ojos se abrieron, ¿y honestamente? No podía culparlos. Estaba
bastante segura de que Ghost estaba acostumbrado a la mirada intimidada de los hombres y el
házmelo-házmelo-ahora, de las mujeres. En esta ciudad, las bandas de motocicletas eran
veneradas y odiadas. Era una combinación rara, pero era la verdad. La gente se sentía atraída
hacia ellos, como si fueran una fuerza invisible, pero cuando se acercaban a ella, nadie quería
realmente involucrarse en la crueldad que se ocultaba tras puertas cerradas y bajo el mismo
terreno en el que caminábamos.
Todo el mundo sabía quién era Ghost. No podrías estar en el condado de Sallow durante
cinco minutos sin saber quiénes eran los Phantoms, especialmente quién era su líder. Hoy, él
estaba en todo-negro, como si estuviera de duelo, de la camiseta negra que se estiraba tensa a
través de un pecho impresionante a los pantalones negros y botas negras. Su pelo, corto y negro,
estaba desaliñado, como de costumbre. Si tuviera un peine conmigo, definitivamente se lo
hubiera ofrecido.
―Días ―dijo, todo amigable y animado. Se deslizó en el asiento frente al mío y nuestras
rodillas golpearon al instante una contra la otra. Problemas de personas altas.
―Hola ―ofrecí, bajando el café―. ¿Hay algún problema?
Arqueó una ceja―. ¿Problema? ¿Tiene que haber algún problema para que quiera verte?
Levanté un hombro―. Dímelo tú.
―He visto a Ripper hace unos minutos y me dijo dónde encontrarte.
Esa pequeña sabandija. Tenía que haber sabido que tratar con el negocio de los
motociclistas tan temprano en la mañana no iba a hacerme un campista feliz y, sin embargo, le
había dicho a Ghost que estaba aquí. Esto debe haber aparecido en mi cara, porque Ghost
frunció el ceño.
―No te he visto desde... bueno, desde la noche que viniste a la casa club ―dijo en voz
baja―. Sólo quería asegurarme que estuvieras bien.
Parecía, para efectos prácticos, que realmente quiso decir eso. No sabía qué decir. Todo
lo que hice fue mirarlo fijamente, que fue tanto como cualquier otra persona en el café podría
hacer. O ellos fingían que no lo estaban haciendo, pero yo podía verlos, incluso cuando pensaban
que estaban siendo astutos. Luego había otros, los adictos a la cafeína que eran lo
suficientemente descarados como para mirarnos boquiabiertos, como si fuéramos un par de
animales en un zoológico. Me moví en mi asiento.
―Tengo una hermana pequeña ―escuché a Ghost decir, y parpadeé varias veces,
concentrándome en nuestra conversación. O la falta de ella―. Es mi hermanastra y tiene doce
años. Nuestro viejo se puso a pensar que dios quería decir que debía salir y multiplicarse como
una cucaracha... hasta ahora, Daisy es la única hermana que he buscado, pero estimo que tengo
nueve hermanos y el último es bastante joven como para ser mi hijo.
―Interesante ―dije, preguntándome qué era lo que se metía.
―Mi punto, Maya ―comenzó―, es que no soy muy bueno con toda esta mierda, esta
mierda emocional, mierda sobre sentimientos y cosas así. A veces, me olvido de ser... humano.
―Bueno, tal vez deberías comprender que tratar de explicar por qué mi prima murió no
es mierda emocional ―dije con un siseo, odiando que estuviera temblando por todas partes, un
infierno de rabia en mis venas.
Ghost soltó un suspiro pesado―. ¿Ves lo que quiero decir? Soy un puto idiota.
―No discutiré contigo ahí.
Me dio una sonrisa torcida, alcanzando uno de mis muffins de chocolate. Golpeé su
mano y alguien soltó un grito ahogado junto a nuestra mesa. Ghost y yo nos volteamos a mirar
al chico adolescente de ojos abiertos que probablemente pensó que Ghost iba a terminar mi vida
allí y luego a golpearlo.
―¿Qué coño estás mirando? ―preguntó Ghost, simulando una zancada contra el
chico, que se levantó de su asiento y recogió sus libros.
―Eso no fue muy agradable.
―Ni tampoco tú no compartiendo ―murmuró, asintiendo con la cabeza hacia mis
muffins.
―No quiero verte todavía ―dije tan sincero como pude. Tenía que saber que yo hablaba
en serio.
Se levantó a toda su altura, mirándome―. Todavía. Puedo vivir con eso. Todavía.
―Sí, haz eso.
―¿Y un consejo, Maya? ―colocó las manos sobre la mesa y se inclinó hacia delante―.
Ese novio tuyo, eres demasiado buena para él, demasiado buena, no está tan limpio como quiere
que creas.
―¿De qué estás hablando?
―Lo sabrás cuando lo sepas ―contestó, antes de sacar su críptico trasero de la cafetería.
Noté que tomó un muffin de uno de los adictos a la cafeína.
Estaba comenzando a repensar esta cosa de ser “civil.”
"Pero no me verás destrozarme, porque tengo un corazón elástico”
-Sia, Elastic Heart.

Durante los siguientes días, las palabras crípticas de Ghost resonaron en mi mente, y no
por la razón que podrías pensar.
Lo encontré hilarante. Aquí estaba Ghost advirtiéndome acerca de Sebastian. Quiero
decir, ¿en serio? Lo había conocido de siempre, mucho más tiempo de lo que conocía a Ghost.
Pero estaba empezando a cuestionar seriamente lo bien que lo conocía cuando me informó que
estaba invitada a cenar en la casa de sus padres el viernes por la noche.
—Te das cuenta de que me odian, ¿verdad? —le pregunté, mi voz incrédula. Había
preparado arroz para la cena y, gracias a la ridiculez de Seb, casi me ahogaba.
Me miró desde el otro lado de la mesa—. No te odian, Maya, ¿cómo podrían?
Muy fácilmente, pensé.
Simón y Valerie Brown eran uno de esos nuevos ricos que rápidamente se olvidaban de
que habían sido de clase media unos diez años antes. Simón, el padre de Sebastian, patentó un
nuevo tipo de marcapasos digital que le hizo una tonelada de dólares. El dinero había empezado
a rodar una vez que Seb había terminado la preparatoria. Ahora, a los Brown les gusta fingir
que no sabían lo que era un colegio comunitario. O un KFC, que es donde solían llevar a
Sebastian para su cumpleaños cuando era más joven. Ambos están cerca de los sesenta y
disfrutan de viajes espontáneos, de primera clase por supuesto, alrededor del mundo.
Reconstruyeron completamente su casa, y la única razón por la que no salían del viejo condado
de Sallow era probablemente porque son peces gordos y aquí lo sabe todo el mundo. En un lugar
como la ciudad de Nueva York, sólo se mezclarían y se volverían invisibles. La peor pesadilla
de Simón y Valerie es ser invisibles.
En lugar de declarar las muchas razones por la que los padres de Seb me desprecian, me
senté en silencio, terminando lo que estaba en mi plato. Los ojos suplicantes de Sebastian me
hicieron aspirar mi orgullo para decirle que iría a casa de sus padres al día siguiente.
Mi piel era gruesa.

Como esperaba, lo primero que Valerie Brown comentó fue el vestido que llevaba puesto.
Se encontró con nosotros en la puerta, tirando de su único hijo en un gran abrazo y besando su
mejilla antes de soltarlo y dándome un vistazo.
—Señorita Fenton —dijo con una sonrisa falsa—, ese es un vestido muy simplista. Le
queda bien.
Simplista, ¿eh? ¿Como que insofisticado? Bueno, ella iba a tener que atacarme mucho más
duro que eso para genera algo de malicia a cambio.
—Gracias, señora Brown —dije con una sonrisa. Una verdadera, por supuesto. No había
nada de malo en mi vestido.
Era uno negro sin mangas, con un cuello recogido, falda acampanada y un ancho cinturón
en mi cintura. Gracias a la calidez del aire nocturno, no tenía que usar una chaqueta. Incluso
intercambié mis sandalias y zapatos de deporte por zapatillas negras. Había recogido mi masa
de pelo en una trenza y la clavé en un moño justo debajo de mi oreja derecha. Esta noche había
puesto un mínimo de esfuerzo, pero no se mostraba, si los elogios de Seb cuando me había visto
por primera eran algo para seguir.
La señora Brown arrugó su nariz hacia mí y se volteó para llevarnos a la casa. Su hogar
era hermoso, hermoso y demasiado enorme y lujoso. Nuestros pies resonaban en las oscuras
baldosas de mármol, y una horrenda obra de arte era exhibida en las paredes a ambos lados del
largo pasillo. Las lámparas colgaban por encima de nosotros, iluminando el camino hasta que
entramos en el gran comedor.
Quise rodar mis ojos a la extravagancia de todo. Esta era una cena familiar, no un
almuerzo con los Obamas.
Cinco lugares se pusieron en vez de cuatro, y levanté una ceja interrogadora a Valerie.
Fingió no darse cuenta, diciéndole a su hijo con una voz demasiado brillante—.Te acuerdas de
Helen Gould, Sebastian, ¿verdad?
Desde donde estaba junto a mí, Sebastian parecía incómodo—. Sí... Mamá, por favor no
me digas...
—¡Por supuesto que la recuerdas! —Valerie juntó las manos—. La vi en el spa el otro
día, y la pobre está pasando por un desagradable divorcio, la invité a cenar, era lo menos que
podía hacer.
Dijo la última frase, como si fuera una excusa. Sí claro.
Sebastian se rascó la nuca—. No lo entiendo, pensé que era una cena familiar —dijo, tan
desorientado que era increíble.
Era obvio para cualquier persona que Valerie estaba esperando conectar a la recién
divorciada Helen con su hijo. El hecho de que ella me hubiera invitado a verlo suceder era...
hilarante, por decir lo menos. La mujer era increíble.
—Oye, cuantos más mejor, ¿verdad? —me oí decir, viendo a una joven vestida con uno
de esos trajes cliché de sirvienta negro y blanco poniendo los toques finales a la mesa.
Los ojos de Valerie se apoderaron de los míos y vi la mirada astuta en ellos. Estaba vestida
como un ángel, con un traje-pantalón todo blanco, pero tenía el corazón de un diablo. Y si las
miradas pudieran matar...
—¿Sebastian? Creí escuchar tu voz, hijo —escuchamos a Simón antes de verlo, y
cuando sí apareció en la puerta, tuve que hacer una doble toma.
La última vez que lo había visto, que era hace unos meses, el hombre lucía de acuerdo a
su edad. Ahora, su piel había sido apretada de una manera poco natural, las arrugas
completamente destruidas, y su pelo gris era ahora de un grueso un brillante marrón. Era un
hombre alto, que se alzaba sobre todos nosotros mientras iba por su hijo y lo abrazaba como si
no se vieran cada semana.
Las indirectas de Valerie hacia mí eran una cosa, pero la completa desestimación de Simón
hacia mí era otra cosa.
—Papá, ¿podrías por favor saludar a Maya? —dijo Seb entre dientes apretados.
—Está bien —le dije, sólo queriendo que esta noche terminara. Oírle suplicar a su padre
que me reconociera no calentaba precisamente mi corazón.
—¿Qué están haciendo todos ustedes ahí de pie? Siéntense, siéntense, siéntense —exigió
Simón, ignorando la pregunta de Sebastian. Yo estaba bien con eso.
Seb y yo nos sentamos uno al lado del otro, mientras Valerie se sentaba junto a la silla
vacía que ella insistió era para Helen, y Simón se sentó en la cabecera de la mesa. La camarera
inmediatamente trajo las bebidas, vertiendo para todo el mundo una copa de vino. Decidí que el
vino era una buena idea para pasar por esta noche, más aún cuando Helen Gould atravesó la
puerta, usando pantalones azules y una blusa blanca con volantes. Era una pequeña mujer de
pelo dorado, de ojos verdes y cuando sus ojos cayeron sobre Sebastian, sonrió de inmediato.
Después de ser abrazada a muerte por Valerie, inmediatamente dio la vuelta a la mesa y
abrazó a mi novio mientras él todavía estaba sentado.
—¡Te ves increíble, Bastian! Hace siglos que no te veía, ¿cómo estás?
—Uh, bastante bien, esta es mi novia, Maya —respondió, poniendo un brazo alrededor
de mis hombros.
La mirada de Helen se movió hacia mí y su sonrisa se apretó visiblemente—. Maya, que
guapa estás, soy Helena.
—Gracias, es un placer conocerte —mentí.
—Igualmente —murmuró, acercándose a la silla frente a Sebastián. Ella siguió
haciéndole ojitos sobre su vino. Me debatía entre soltar risitar y reírme en su cara. Patética ni
siquiera se acercaba a describirla, y sólo la conocí hace cinco minutos.
—Entonces, Maya, ¿a qué te dedicas? —preguntó Helen, desinteresada.
—Soy enfermera especializada en cuidados de pacientes frágiles —respondí—. ¿Qué
hay de ti?
—Helen es una abogada de divorcio —saludó Valerie, sonando orgullosa.
—Qué suerte —le dije a Helen—. Puedes representarte a ti misma.
Un pesado silencio cayó. Tuve que lidiar con las miradas agrias tanto de Helen como de
su animadora número uno antes del primer plato, al parecer una cena normal era inaudita, fue
puesto ante nosotros. Sebastian y su padre comenzaron un pesado debate sobre algo relacionado
con las computadoras y Valerie y Helen se mantuvieron ocupadas susurrando de un lado a otro
como colegialas.
Fui completamente ignorada que era un buen desarrollo cuando se trataba de los Browns.
—... y es por eso que las parejas interraciales nunca duran, solo mira a esa maestra de
escuela y la hija de Bill Henderson. ¿Cuál es su nombre? ¿Clarissa?
—Claire, señora Brown —le corrigió Helen con una sonrisa—. Y tiene toda la razón,
choques de culturas, y todo eso, nunca funciona, Heidi y Seal también se separaron, ¿no?
—¿Disculpen? —no podía creer lo que estaba escuchando. En serio, incluso le di una
mirada sospechosa a mi vino, como si fuera culpa de esta basura que tenía que estar soñando.
—Quiero decir, sin ofender, Maya —dijo Helen, con una voz que decía que
definitivamente quería ofenderme—. Tú y Sebastian probablemente se casarán y tendrán lindos
niños birraciales.
Mis cubiertos sonaron en mi plato. Obviamente, Sebastián y Simón continuaron hablando,
pero Helen y Valerie estaban observando silenciosamente, esperando ansiosamente mi reacción.
—¿Sin ofender? ¿De verdad? —mi voz temblaba, mi corazón acelerado. Valerie había
dicho algunas cosas bastante mordaces en el pasado, pero nunca algo tan descaradamente
ofensivo como esto.
—Es sólo la verdad, mi niña —dijo Valerie con una sonrisa—. Dios realmente no quería
que la gente se mezclara de esa manera, tenemos momentos en la historia que lo atestiguan.
—¿Está trayendo a dios a su fanatismo? —escupí, y esta vez, el silencio completo cayó.
—¿Qué está pasando? —preguntó Sebastian en voz baja—. ¿Maya?
Ignorándolo, Valerie empezó a decir—. Fanatismo, señorita Fenton, honestamente, no sea
tan dramática, no tengo nada en contra de otros grupos raciales, por el amor de dios, empleo a
hispanos y afroamericanos.
Mi sangre estaba hirviendo como agua en un hervidor. Tal vez eso era lo que tenía un
chorro de sudor deslizándose por mi espalda.
—Nunca le gustó que estuviera con su hijo, nunca le he caído bien —le dije a la mujer,
sabiendo que no había manera de negar la verdad—. ¿Y honestamente? Nunca me ha
importado, pero ahora quiere decirme que el color de mi piel es lo que hará que mi relación con
Sebastian ¿no dure?
—¿Ella dijo eso? —Sebastian me preguntó, sonando dudoso—. Ella no dijo eso, mi madre
nunca…
—Sebastian, ¿podrías cerrar la boca? —le rugí, sorprendiéndolo. Se apartó de mí, con
una mirada de shock en sus ojos. Volví mi atención a su madre—. Usted no sabe nada de mí,
señora Brown, y probablemente nunca lo sabrá, pero ya no importa... si usted no puede soportar
que su hijo salga conmigo por el color mi piel, entonces siento pena por usted, de verdad, ese es
su problema, no el mío.
Me puse de pie, ignorando firmemente la mano apaciguadora de Seb en mi espalda baja.
Antes de que alguien pudiera decir algo para romper el tenso silencio, salí furiosa de la residencia
Brown. Caminando por el largo y sinuoso camino de entrada que era un infierno en mis talones,
pero tenía que hacerlo. Por lo menos el clima se había mantenido sin cambios. Sólo podía
agradecer a dios por eso. Cuando llegué a las inesperadas puertas de hierro forjado, era un lío
sudoroso y tenía mis zapatos en la mano.
Ahora, ¿cómo escapar de esta prisión prejuiciosa?
Las puertas no podían ser empujadas. Seb había utilizado un mando a distancia para
hacernos entrar, así que no era una gran sorpresa. Arrojé mis zapatos entre las agujas de hierro...
y la puerta se abrió para mí. Probablemente fue Valerie, queriendo acelerar mi salida. Desde
luego, no me importó.
Esta fue la última vez que puse los pies en esta propiedad.
Sebastian no me siguió y tal vez eso fue algo bueno. Si volvía a mirarlo, vería a su madre
diciendo esas cosas repugnantes y le daría un puñetazo en la nariz. Además, caminar sola me
daba tiempo para refrescarme. Odiaba perder el tiempo con la estupidez y la ignorancia de otras
personas.
Estaba a medio camino de casa cuando pise un vidrio e inevitablemente sucumbiendo a la
aguda punzada de dolor y terminando sobre mi trasero. El pedazo de vidrio había perforado el
arco de mi pie y la sangre salía libremente de la herida fresca. Ni siquiera el dolor o la visión de
tanto escarlata iluminada por las lámparas de cada lado de la calle, me hicieron llorar. Ni
siquiera las palabras de Valerie. Fueron los sentimientos y recuerdos que arrastraron a la
superficie.
Mis padres se habían conocido en Sudáfrica. Como pareja interracial en la era del
apartheid, no se les había permitido casarse, y mucho menos ser vistos en público juntos. Es
curioso cómo, más de dos décadas después, experimentaba un mínimo de lo que habían pasado.
Me enfermaba ser juzgada así.
—Jódanse Simón y Valerie —dije a través de mis lágrimas—. Que se joda tu ridículo
botox y tu trasplante de cabello, Simón, que se jodan tus burguesas comidas de cinco platos y
que se jodan tus implantes mamarios de triple K, Valerie, ¡y que se joda, tu hijo idiota, porque
seguro que yo no lo haré!
Dejé salir una risa maníaca que resonó en la noche. Me sentí bien al decir todo eso en voz
alta. Me sentía bien al dejarlo salir, aunque fuera la única que lo escuchara. El hecho era que
yo estaba sentada en un camino de alquitrán en uno de mis mejores vestidos, descalza y
sangrando, y había dejado mi bolso con mi teléfono y llaves dentro del auto de Sebastian. Ya
que él era la única persona que tenía un repuesto, yo estaba jodida.
Pero eso sólo me hizo reír más fuerte. Fue en momentos como estos que me alegré de tener
un acosador, porque así fue como Jake me encontró. ¿Le cuestioné lo que estaba haciendo en ese
particular vecindario después de las ocho de la noche? No, porque estaba contenta de verlo. Ni
siquiera me importaba que estuviera en su motocicleta.
Jake me vendó y me hizo una cena rápida, por lo que estaba agradecida.
No quería irme a casa, por si Sebastian intentaba devolverme mi bolso esta noche. No
quería ir con Kira o Luke porque él sabía dónde vivían. No había ninguna posibilidad de que él
me cazara, por lo que a mí respecta, y estaba extrañamente bien con eso.
Hasta que Jake lo mencionó, por supuesto.
—¿Así que ese novio tuyo te abandonó?
¿Tenía ganas de hablar de ello? Nop. Sólo el recuerdo de Sebastian sentado
despreocupadamente a mi lado, mientras su madre y su futura esposa decían las cosas más
repugnantes y racistas... si dijera el nombre de Sebastian en voz alta, probablemente rompería
algo con el recuerdo de esa horrible cena.
Jake se había acomodado en la mesita de café, que, sorprendentemente, no chirriaba bajo
su peso, frente a donde tenía mis pies metidos bajo mi trasero en su sofá de cuero. Apoyó los
codos en los muslos y se inclinó hacia adelante—. Porque le patearé el trasero si dices que sí —
dijo, sonando serio.
—¿Nunca te preocupas por volver a la cárcel? —susurré. En otro tiempo hubiera querido
eso. Sólo para que saliera sin cabello durante tres años o más. ¿Ahora? No tanto.
—No. ¿Entonces me vas a decir qué diablos estabas haciendo a una cuadra de distancia
de la casa de sus padres?
Miré hacia otro lado—. Terminamos.
—¿Y te echó? —el tono de Jake era asesino.
—Me tomé la libertad de escoltarme a mí misma hacia afuera —ilusionada y con
determinación, me encontré con los ojos de Jake—. Sin embargo, él no sabe que hemos roto.
—¿Y cómo funciona eso?
—Tal vez le escriba un mensaje.
—Pobre hijo de puta.
—Sí —susurré—. El pobre hijo de puta.
La excusa de Jake para cerrar la distancia entre nosotros no estaba clara. Mi excusa para
no moverme era que, había cerca de una docena de emociones diferentes revoloteando dentro de
mí en ese mismo momento y una lujuria poderosa e inexplicable por Jacob "Ripper" Ford sólo
resultó ser una de ellas.
Sus labios se estrellaron contra los míos con una dulce fuerza que empujó la parte trasera
de mi cabeza contra el sofá, quitándome el aliento. En serio. Podía sentir un hermoso dolor en
mis pulmones cuando cesaban de funcionar y el oxígeno parecía arcaico. Estaba arrodillado en
el suelo, con las palmas de sus manos a cada lado de mí antes de que sus manos se acercaran
a mi cara, acariciándome suavemente mientras su beso se hacía más lento. Yo estaba perdida.
Totalmente perdida por la sensación que descubrí dentro de mí.
Me encontré inclinándome hacia delante, apoyándome en su beso como una polilla atraída
por una brillante llama. Mis brazos rodearon su cuello y mis piernas se desplegaron, de modo
que su torso quedó atrapado entre ellas.
Jake me besó como un hombre moribundo que busca la última probada de una mujer. Era
consumidor. Era poderoso. Mi mente estaba en blanco y todo lo que podía sentir era a él a mí
alrededor, como un aura. Me derretí. Él sólo se hizo más sólido.
Con un tirón a mi labio inferior, hizo que mis labios se separaran, y comenzó a mostrarme
lo bien que funcionaba su lengua. Su boca se movía contra la mía de una manera lánguida, casi
como si quisiera degustar mi sabor cuando todo lo que yo quería hacer era degustar el suyo. Él
sabía a algo almibarado, a algo embriagador. Me gustó. Se tragó el suave gemido que solté y
desenredó mi moño, tirando de la longitud de mi trenza. Esto inclinó mi cabeza hacia atrás, y
su boca besó su camino a lo largo de la línea de mi mandíbula, sus dientes rozando mi piel, por
el lado de mi cuello.
En este punto, cada parte de mi cuerpo se volvió incómodamente caliente, atrapado en su
propio infierno personal. Mis dedos de los pies se curvaron, el dolor en mi pie derecho nada más
que un recuerdo lejano, y mi cabeza giraba. Cuando sus labios besaron la curva de mi hombro
desnudo, me estremecí, nunca experimentando un beso así antes. Su respiración era errática, su
boca caliente. Y todo lo que podía hacer era sentir. Sentir mi cuerpo reaccionar de una manera
en la que nunca había reaccionado antes.
Jake lanzó una maldición baja, moviéndose rápidamente desde el suelo hasta el sofá,
arrastrándome sobre su regazo. Me senté a horcajadas sobre él, sus manos acunando mi culo,
y fui a su boca una vez más. Yo estaba locamente adicta. Instantáneamente adicta. Era un
hecho. Todo lo que hacía Jake, lo hacía su máxima capacidad y querido dios, él era capaz. Su
pecho sólido bajo mis manos vagabundas, y deseaba el contacto con su piel. Sin embargo,
tomaría lo que llegara a conseguir.
Luego se movió contra mí, dando lánguidos empujones contra mi centro. Me recordó esa
noche en mi cocina, cuando había tenido tanto miedo de responder que me había congelado. Yo
no era una estatua. El placer, agudo y devastador, se metió en mi vientre. Empujé hacia abajo
contra Jake; queriendo aumentar este sentimiento, queriendo que me abrumara por completo.
Hizo un ruido de aprecio, y en ese momento, me sentí absolutamente irresponsable. Mi vestido
fue escalando alrededor de mi cintura, mi pelo estaba hecho un lío, tenía un hombre debajo de
mí. Un grande y sexy hombre.
Un hombre que no era mi novio.
Mis movimientos se detuvieron y mis ojos se abrieron de repente, mirando a Jake a los
suyos oscurecidos de lujuria. Ambos respiramos pesadamente, aspirarando todo el oxígeno de
la sala, parecía.
—Estoy despechada —dije, extendiendo una mano sobre mi boca.
—Me importa una mierda —gruñó Jake, mostrándome cuánto no le daba una mierda el
frotarse duro en mí.
Reprimí el gemido que amenazaba con escapar—. En realidad, lo estoy engañando —
decirlo en voz alta me revolvió el estómago.
Jake pasó la lengua por su labio hinchado por los besos, la mirada en sus ojos quemándome
la piel. Cuando habló, su voz carecía de emoción—. Te llevaré a casa.
Me sentí increíblemente incómoda, sentada en su regazo con mis pechos casi
derramándose fuera de mi vestido y sobre su cara. Me levanté de él, tirando de los cojines a su
lado.
—No tengo mis llaves —dije en voz baja, con los ojos fijos en una vieja cicatriz de mi
rodilla izquierda.
—No te preocupes por eso.
—De acuerdo.
Durante el viaje a mi apartamento, me dije que esto era lo mejor. Los hombres como Jake
eran supernovas, y me quemaría inevitablemente. Me gustaba demasiado mi cuerpo para
someterlo a quemaduras de tercer grado de tipo emocional.
“Cuando él está aquí conmigo, es difícil creer que todavía estoy sola”
-Keri Hilson, Energy

Al día siguiente, me desperté con un dolor de cabeza asesino y la fría comprensión de que
lo primero que tenía que hacer esa mañana era dejar a Sebastian.
Nunca había dejado a nadie antes, pero tampoco me habían dejado. El fin de las relaciones
juveniles pasadas podría describirse como "rupturas mutuas," por falta de un término mejor.
Cuando ambos llegan a entender que no están funcionando, la ruptura es menos complicada,
menos dolorosa. ¿Pero esto? Sebastian y yo estuvimos juntos por mucho tiempo. Él era mi
relación adulta más larga hasta ahora.
Y ahora habíamos terminamos.
Anoche, Jake se había ofrecido a recoger mi bolsa por mí, pero lo había rechazado.
Sebastian tenía que hacerlo, si no era el cobarde que mostró ser ayer. Cuando el reloj de mi
cocina me decía que eran las diez, empecé a pensar que tenía miedo de acercarse a mí.
Había pasado mi mañana limpiando mi apartamento de arriba a abajo. Lavé mi ropa, un
poco de planchado, y cociné un gran almuerzo que podía fácilmente alimentar a diez personas.
Sabía que estaba tratando de distraerme y no me importaba.
El golpe en mi puerta llegó exactamente al mediodía. Tomando una respiración profunda,
fui a abrir.
Sebastian se quedó fuera, agarrando mi bolso en sus manos. Sólo tuve un segundo para
registrar su labio roto, de nuevo, antes de cubrirlo con su mano, como si me lo ocultara.
―¿Puedo entrar, por favor?
Su mejilla izquierda estaba anormalmente roja, y faltaban los primeros botones de su
camisa de franela. No era lo suficientemente malo como la primera paliza que Jake le había
repartido. Tal vez no lo había sentido esta vez.
―Mi bolso ―dije, extendiendo mi mano expectante.
―Maya, por favor, tenemos que hablar.
―Bien, entra.
Con esto, me entregó el bolso. Cuando me pasó para entrar, revisé el contenido,
asegurándome de que todo estuviera allí. Cerré la puerta.
Sebastian estaba de pie en la sala, con las manos apretadas a los costados. Me miró
durante mucho tiempo antes de susurrar―. Te ves muy hermosa.
―¿Eso es lo que vas a decir?
―Anoche fue un desastre, mi madre me lo contó todo y yo estaba tan disgustado que casi
vomité. Cuando salí ya te habías ido y tus amigos no sabían dónde estabas. Dios, Maya lo
siento mucho ―dijo sin detenerse a respirar.
―Podrías haber dicho incluso una vocal para defenderme, Sebastian, en vez de sentarte
como un cobarde y pretender que no escuchabas a esta gente, tu familia, cómo me insultaba
toda la noche ―le dije, pasando una mano por mi cabello. Lo llevaba suelto hoy, y colgaba
pesado justo encima de la curva de mi trasero―. No puedo mirarte sin pensar en ayer, no
quiero ver tu cara. Voy a poner punto final.
Sebastian hizo un movimiento de avanzar hacia mí, pero levanté la mano, silenciosamente
diciéndole que se detuviera.
―No hagas esto, Maya, por favor, mis padres son los idiotas, yo puedo...
―¿No te parece extraño que nunca nos dijeramos te amo el uno al otro? ―pregunté,
curiosa por escuchar su respuesta. Seguramente tenía que haber notado este pequeño hecho. Sin
embargo, no podía culparlo. Yo nunca lo habría notado hasta las primeras horas de esta
mañana.
Sus cejas juntaron―. Lo hemos hecho, estoy seguro...
―No, Sebastian, nos hemos hecho. Me dormí a las cuatro de la mañana, rebobinando
nuestra historia juntos, esas palabras nunca nos han salido de la boca.
Fue fascinante darse cuenta de eso. Fascinante, no triste. Había tomado a los padres de
Sebastian ir demasiado lejos para mostrarme lo equivocada que era mi relación con él. Tal vez
había estado tan sola que me había aferrado a esta relación lo suficiente como para estar ciega.
Seb y yo habíamos sido amigos. Nunca habíamos estado enamorados.
―¿Jake te golpeó un poco? ―le pregunté a Sebastian distraídamente, sacando mi teléfono
para revisar mis mensajes. No había nada importante.
―Lo merezco, más que la última vez. ―Sebastián hizo una pausa―. Hice un montón
de cosas mal, pero no ir tras de ti cuando supe que estabas sufriendo fue lo peor.
Lo miré, escogiendo cuidadosamente las siguientes palabras―. Mis llaves de repuesto,
por favor.
Parecía absolutamente horrorizado―. Maya, vamos, no podemos terminar lo que
tenemos por lo de anoche.
―Esto no es solo por lo de anoche ―le dejé saber. Una gran parte de mí todavía se
preocupaba por este hombre. Sentimientos como ese no sólo se evaporan durante la noche.
Incluso si estaban ligeramente contaminados por una pesada sesión de besos con un hombre
demasiado sexy...
―Entonces, ¿de qué se trata? ―se sentó lentamente en uno de mis sofás, midiendo mi
reacción―. Por favor, sólo habla conmigo.
Así que lo hice.
Me senté a su lado, manteniendo una distancia respetable entre nosotros. Le expliqué que
me importaba profundamente. Le expliqué cómo me había llegador, en las horas antes del
amanecer, que no nos amábamos. No realmente. Tuvimos un amor mutuo por Liz y Reddington,
por las comidas caseras, china, e Imagine Dragons. Siempre fue lo suficientemente dulce como
para asegurarse de que comiera en los días que estaba trabajando. Podría haber sido una versión
domesticada de Luke.
Sebastian se quedó callado durante mucho tiempo, y por fin me atreví a mirarlo. Sus ojos
estaban fijos en la alfombra―. Hace dos días, eras feliz, éramos felices ―dijo suavemente―.
¿Qué cambió?
―Estoy sola, Seb.
Sus ojos se balancearon para encontrarse con los míos, y lo que vi allí me dejó sin aliento.
Lástima. Era algo desagradable de ver, esa lástima. Me picaba la piel, dejando pequeños cortes
y raspaduras, y lo odiaba. Lo odiaba porque era tan familiar.
―He sido tu familia ―me dijo, cerrando los puños―. Eres todo lo que tengo ahora,
Maya, mis padres han muerto después de...
―No digas eso, son tus padres, no importa que tan fanáticos sean ―dejé escapar una
carcajada―. Si realmente crees que ayer fue la primera vez que tu madre quiso meterse en mi
piel, debes estar bromeando.
Tuvo la gracia de sonrojarse.
―No te odio, sabes, estaba enojada contigo, sí, pero no te odio ―continué diciendo, y era
verdad.
―Deberías, deberías odiarme, yo me odio ―suspiró―. Te extrañaré, Maya, no tienes ni
idea de cuánto.
―Vamos a seguir viéndonos algunas veces, ¿cierto? ¿Quién más alimentará mi adicción
a las series de televisión?"
Soltó una risa suave―. Todavía te conectaré, no te preocupes.
―Gracias, Seb.
Se quedó un rato más, y por los viejos tiempos, almorzamos juntos. Un peso se había
levantado de mi pecho en el momento en que se fue. La culpa de la noche anterior se había ido.
Lo que Sebastian y yo habíamos tenido era amistad, y sinceramente, me había dado cuenta
en el instante en que Jake me besó.
Kira y Luke habían pasado sus vacaciones de primavera corrigiendo exámenes, por lo que
estaban más que felices de relajarse conmigo en Velocity el sábado por la noche. Pusieron su
animosidad detrás de ellos por esta noche. Sólo por mí. Por supuesto, todavía era incómodo
sentarse en una mesa juntos, tan cerca que nuestras rodillas chocaban en una extraña formación
de triángulo, pero al menos no estaban siendo indiferentes el uno con el otro.
―Así que... tú y Sebastian han terminado, ¿eh? ―Luke ya estaba en su tercera cerveza,
probablemente para tratar de superar estar tan cerca de Kira.
―Terminados. Pero aún somos amigos. Para ser franca, creo que eso es todo lo que
realmente fuimos ―esta noche seguía siendo una noche de Coca-Cola para mí. Agité el hielo
en mi copa con mi pajita, incapaz de escuchar ningún sonido tintineante, gracias al ruido que
nos rodeaba.
La música era malísima esta noche y había por lo menos cuatro argumentos verbales
sucediendo en cada una las diferentes esquinas de la barra.
―No luce como un buen polvo ―Kira, que se estaba tomándose su Cerveza Número
Cuatro―. ¿Era un buen polvo?
Podía sentir el color teñir mis mejillas―. ¿Qué te hace pensar que dormimos juntos?
―Uh, ¿han estado juntos desde la universidad? Se da como un hecho, ¿cierto?
―Voy por otra cerveza ―murmuró Luke, con una expresión de disgusto pintada en su
rostro. Se levantó bruscamente y desapareció entre la multitud.
―Ahora mira lo que has hecho, has conseguido echar a Luke ―me quejé, sabiendo que
tratar de razonar con Kira en este punto era inútil. Una vez que empezó a hablar de sexo, era
un huracán imparable.
―Lo que sea ―dijo ella, agitando una mano desdeñosa―. ¿Me estás diciendo que
Sebastian nunca quiso tener sexo contigo?
Rodé mis ojos hacia ella―. No te estoy diciendo nada.
―Es un homosexual de closet, o tiene un pene mórbidamente pequeño que lo ha hecho
muy altamente acomplejado. ¿Cuál es?
―No voy a hablar de esto.
―Bueno, pero al menos dime que está lista para soltarte ―Kira juntó las manos, saltando
arriba y abajo en su asiento. Los mechones dorados se desviaban a través de su frente y ella los
empujaba―. Este es el lugar perfecto para encontrar un buen manoseo. Sebastian era un lame
culos, de todos modos. Lo sabes ¿verdad?
―No salí esta noche para una conexión con un tipo al azar, salí para estar con mis
amigos.
―Eso es lindo y todo, pero en serio, deja de ser tan santurrona. No hay nada malo en
un coqueteo inofensivo y en un inofensivo mete-tu-lengua-en-la-garganta-de alguien.
Había estado escuchando esto desde la preparatoria―. No estoy siendo santurrona,
estoy siendo precavida, los manoseos no son lo mío.
―¿Entonces qué es lo tuyo? ¿Chicos comatosos que juegan con computadoras todo el
día y no saben la diferencia entre un clítoris y un sarpullido por afeitarse?
Tomé un pequeño sorbo de Coca-Cola―. Sebastian no era tan malo, estás siendo injusta.
―Y después de todas esas mentiras racistas que te dijo su madre, él ni siquiera podía
tener las agallas y defenderte, qué perdedor ―dijo Kira con ferocidad―. Me alegra que hayas
tirado su triste culo. Ya era tiempo.
―Bueno, esta es la primera vez que te oigo hablar de él de esta manera.
―Vamos, M. Si hubiera dicho algo en contra de él, te habrías aferrado aún más a la
relación, es como psicología inversa.
Tal vez sea así. Luke siempre había estado hablando acerca de lo aburrido que era
Sebastian, y tanto Ghost como Jake habían dicho en ocasiones que me merecía algo mejor. Esto
sólo había fortalecido mi decisión de quedarme con Sebastian. Yo era un caso de terapia
ambulante.
―Probablemente tengas razón ―dije cuidadosamente.
―Siempre la tengo, nena ―los ojos de Kira se extraviaron por encima de mi hombro.
Girándome, seguí su mirada, y logré para atrapar un vistazo de una chica de pelo rosa
en un vestido blanco coqueteando descaradamente con Luke en el bar. Cuando mi mirada volvió
a mi mejor amiga, la encontré mirando amargada.
―Dios mío, ¿no le dirás simplemenrte que todavía lo quieres? ―dije, chasqueando los
dedos en la cara de Kira―. ¿Que siempre lo has querido?
―No lo quiero.
―Seguro, no.
―En serio, es un asno.
―Es un ardiente asno.
Kira dio una pequeña sonrisa―. Aunque tiene un culo ardiente. Sin embargo, aun así
todavía no lo quiero.
Pero la atrapé dándole a Luke una o dos miradas melancólicas antes de que él regresara
a la mesa y se viera obligada a adoptar un aire de indiferencia. La chica de pelo rosa vino con
él. Su nombre era Cherry y resopló cuando ella río.

Estaba tan sobria como un juez cuando caminé por mi puerta esa noche. La conducción
de Kira había sido impecable a pesar de su cuestionable estado de sobriedad, y ella pasó el viaje
a mi casa insultando el gusto de Luke por las mujeres, ya que se fue a casa con Cherry.
Tuve un dolor de cabeza sólo escuchándola encontrar nuevos sinónimos de "imbécil".
Afortunadamente, decidió no entrar conmigo. Y eso era algo bueno, porque alguien ya estaba
dentro.
El olor del risotto de pollo que yo había hecho antes ese día salía de mi cocina. Encontré a
Jake comiéndolo, una mirada contemplativa en su rostro.
―Deberías haber usado hierbas frescas, cariño ―me dijo, apoyándose en el mostrador
de la cocina con el plato de Pyrex en sus manos.
―Lo dice el tipo que me hizo una cena congelada ayer ―murmuré, arrebatándole el plato
de sus manos. Con un tirón de mi cadera contra la suya, lo empujé a un lado y lo puse en la
encimera―. Gracias por el consejo, Gordon Ramsay, pero estoy bien.
Jake se rió―. Soy un puto cocinero increíble, nena. La cena congelada fue sólo un momento
de debilidad.
―Sin embargo, aprecio todo lo que hiciste ayer por la noche ―especialmente la parte en
la que había dejado de besarme.
―Estás más irritable que de costumbre ―observó casualmente.
―Terminé con Sebastian, necesito estar sola ahora mismo ―la primera parte era
verdadera; la última, no tanto―. Gracias por hacerlo fácil para él esta vez, por cierto.
―Un placer ―dijo Jake con voz baja y ronca. Me hizo concentrarme en la palabra "placer"
y en todas sus connotaciones. No quería obsesionarme con lo de anoche, en la manera que mi
cuerpo había respondido a su toque tan intensamente. Jake había estado distante cuando me
dejó, así que no pensé que lo vería por un tiempo.
Aun así aquí estaba.
―Uno de estos días, va a presentar una cargo por agresión ―susurré, pero Jake sólo se
río―. Estoy hablando en serio, no puedes ir por ahí golpeando a la gente en mi nombre.
―¿Te preocupa que me metan a la cárcel o que mate a alguien? ―su voz era seria.
―Ambas, si estoy siendo honesta.
―Bueno, ¿no eres dulce? ―dijo, chocando su cadera contra la mía―. Me halaga que te
importe.
El breve contacto envió una corriente eléctrica por mi pierna. Esto se estaba volviendo
ridículo. Sí, Jake era un hombre atractivo. Siempre lo había sido. Pero nunca antes me había
afectado. Incluso vestido con pantalones rasgados en las rodillas y una camiseta gris, parecía
algo de una revista de fitness. Acababa de romper con mi novio, por el amor de dios, y aquí
estaba babeando sobre Jacob puto Ford como si fuera la última chuleta de cerdo glaseada en
una reunión familiar.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―mi voz estaba sin aliento cuando hablé, y había una
pizca de sudor que serpenteaba su camino por mi espalda. Esto no era natural.
Apartando los ojos de los míos, Jake metió la mano en su bolsillo trasero y levantó las
llaves de mi escarabajo―. Pensé que era hora de sacarte de tu miseria.
Grité, no pude evitarlo había perdido a Betsy. Tomé las llaves de la mano de Jake―.
¿Está bien? ¿La trajiste? ¡Gracias, gracias, gracias!
Lancé mis brazos alrededor de él y él se puso rígido, claramente no esperaba este afecto.
Me eché hacia atrás―. Lo siento, ¿fue raro? Por supuesto, fue extraño.
―Simplemente no lo esperaba, es todo ―gruñó, pasándose una mano por su pelo―.
Tienes que saber qué tan desvestida estás ―tenía la mirada fija en mi camisa.
Me sonrojé y crucé los brazos sobre mi pecho. El top era de Kira, y los pechos de Kira
eran un tamaño de copa más pequeño que el mío, así que el escote en V hacía todo... salir.
―¿Saliste así? ―preguntó Jake, entrecerrando los ojos.
Mantuve la cabeza alta―. Sí.
―¿Estabas esperando encontrar un... ligue de despecho?
―No ―era un territorio peligroso el que navegábamos―. Esperaba pasar un buen rato
con mis amigos, que bebían en exceso para poder pasar a través de estar en la misma mesa
juntos. Basta con decir que un buen momento es lo más lejos que llamaría esta noche.
―Podría enseñarte un buen momento.
―¿Esa línea suele funcionar?
―Bastante ―dijo con una sonrisa―. Vamos, ¿no quieres darle una vuelta a Betsy?
Le di una mirada sospechosa―. Ella es el mismo coche viejo, ¿verdad? Me dijiste que
tenía una batería muerta.
―Entre otras cosas ―me dirigió una mirada de reproche―. Esa cosa era una trampa
de muerte, Maya. Batería nueva, neumáticos nuevos, nuevos frenos, nuevo interruptor de
encendido, tapicería nueva, casi todas las cosas jodidas tuvieron que ser reemplazadas.
Simplemente lo miré fijamente―. Lo sé, iba a arreglarlo todo a su debido tiempo.
Hizo un sonido frustrado en su garganta―. ¿A su debido tiempo, no entiendes que podrías
haber muerto en un accidente de tráfico en ese carro pedazo de mierda?
―Pero...
―O podrías haber matado a alguien ―eso me calló. Sabía lo que vendría―. Mi viejo
mató a alguien de esa manera, claro, había sido un accidente y eso no fue lo que lo envió a la
cárcel, pero era un niño. Un maldito niño. Muerto, sólo así. ¿Puedes imaginar ese tipo de culpa?
―No ―susurré―, no puedo.
Jake estiró su mano y agarró la barbilla―. Oye, ¿recuerdas cuando dije que me
preocupaba por ti solo porque mi madre me lo pidió en esa carta?
―Sí. Lo recuerdo todos los días.
―Mentí.
“No sé lo que quiero, pero sé que no eres tú”
-Paramore, I Caught Myself

Jake me miraba expectante, esperando claramente que yo dijera algo. Su mano todavía
estaba en mi piel y sin hacer que fuera demasiado obvio que quería alejarme de su toque, di un
paso atrás, las llaves de mi coche quemando un agujero en mi mano.
―Sé que mentiste, Capitán obvio ―dije lentamente―. Pensé que la carta de Sharon era
una excusa para, no sé, tratar de encontrar penitencia por lo que sucedió con Ella, pero en
realidad, Jacob, no hay nada para expiar, nunca hubo.
―Maya
―¿De verdad querías llevar a Betsy a dar una vuelta?
―Para ser alguien tan inteligente, puedes ser realmente… ―su voz se apagó cuando vio
la mirada en mi rostro. Se aclaró la garganta, luchando contra la sonrisa de su rostro―. Claro,
nena, voy a abrir el camino.
Lo seguí hasta el estacionamiento fuera de mi edificio de apartamentos. Jake no había
mencionado la nueva capa de pintura cerúlea viva o que había arreglado la calefacción e
instalado un nuevo estéreo. Mi escarabajo era virtualmente nuevo.
―No deberías haberlo hecho ―susurré, luchando contra las lágrimas. Estábamos dentro
de mi coche y por primera vez en años, la calefacción estaba funcionando―. En serio, yo ni
siquiera sé cómo voy a pagarte.
―No me vas a devolver el dinero ―interrumpió, añadiendo un largo suspiro―. No sé
cuántas veces debo decirte esto.
El dinero que había depositado en su cuenta a principios de esa semana para reembolsarle
el dinero de alquiler había sido devuelto a mi cuenta. Segura de que había sido un error, volví
al banco, donde el agradable cajero me informó que el señor Jacob Ford le había ordenado que
no aceptará depósitos de Maya Fenton en su cuenta bancaria. Así que sí, estaba empezando a
entender lo fuerte de la determinación que Jacob Ford podía tener cuando quería algo.
―Jacob, gracias ―repetí, mirándole a los ojos―. Esto significa mucho para mí.
Él tocó distraídamente sus dedos en su muslo―. No lo menciones. Entonces, ¿a dónde me
vas a llevar?
―¿Qué?
―Mencionaste algo sobre dar un paseo.
―Oh, cierto ¿puedo llevarte a casa?
―Sí ―dijo―. Puedes llevarme a casa, cariño.
Cuando encendí el coche, descubrí que la última canción que Jacob Ford había estado
escuchando era Florence and the Machine's de Cosmic Love. No se avergonzaba de ello, pero
tenía una voz de cantante horrible, especialmente cuando se trataba de notas altas. Resultó que
los viajes por carretera significaban cantar a lo largo del camino, por mucho que mis tímpanos
protestaran.
―Dios, por favor, haz que se detenga ―le supliqué, parecía que nunca llegaríamos a casa
de Jake lo suficientemente rápido.
―Tal vez deberías conducir un poco más rápido ―sugirió.
―Oye, quieres que esté a salvo, ¿recuerdas?
―Supongo que no puedes estar mucho más segura que conduciendo como una jubilada.
―¿Jake?
―¿Sí, nena?
―Cállate.
La última vez que había estado en la casa de Jake por voluntad propia, había estado
durmiendo en un trío.
―Podrías habértenos unido y haber hecho un cuarteto, ¿sabes? ―Jake se carcajeó,
gesticulando en su sofá.
Me senté con cuidado―. ¿Lo dije en voz alta?
―Sí, en un extraño momento de susurro.
―Lo hago a veces, hábito molesto ―me encogí de hombros―. Si alguna vez digo algo
que no se debe decir en voz alta, básicamente estás escuchando mis pensamientos.
―Anotado ―dijo, inclinándose para desatar las botas. Me miró, enderezándose―.
¿Quieres una copa o algo así?
―Agua, por favor.
Se quitó los zapatos y noté sus calcetines. Eran de color verde brillante y tenía pequeñas
caricaturas de un personaje de dibujos animados muy conocido salpicado por todas partes. Me
sorprendió mirando.
―Presente de cumpleaños ―explicó con una sonrisa torcida―. ¿Has oído hablar de la
recién descubierta hermana de Ghost? Ella es una dadora de calcetines.
―Son lindos ―cualquier hombre que usara un tonto regalo comprado por una niña era
un hombre de verdad, en mi libro.
―¿Lindos? Buena cosa que estemos solos, nadie más necesita oír eso ―dijo,
desapareciendo de la habitación.
Solos.
Había algo inquietante en esa palabra. Mado un escalofrío corriendo por mi espina. Me
hizo repensar la aceptación de la invitación de Jake a su casa. Aquí estaba en el territorio de
Jake. Sentada en su sofá. En su casa. Con él.
Era una bonita sala, obviamente para relajarse. Los sofás eran de cuero negro y la
alfombra era un tablero de damas en blanco y negro. Había colgado lo que parecía una pantalla
de cincuenta pulgadas por encima de la alta chimenea, majestuosos altavoces fueron colocados
cerca de los sofás. Para encontrar algo que hacer, tomé el control remoto de la mesita de café y
encendí la televisión.
―Ah, Pawn Stars ―la voz de Jake salió de la puerta cuando miré la pantalla. Él tenía
una cerveza en una mano y un vaso de agua en la otra―. El otro día, un tipo viene a vender
una Harley-Davidson de 1940 que perteneció a su bisabuelo, o algo así: gran condición, pocas
modificaciones y el idiota está pidiendo diez mil dólares. Podría haber obtenido cuatro veces más
que eso, imbécil.
Me entregó mi agua, el ceño fruncido en su cara, ante el recuerdo del hombre que, en
esencia, había engañado. Tragué el líquido tan rápido que me ahogué, tosiendo como un idiota
y obligando a Jake a golpear mi espalda de manera inútil.
―No estás ayudando en absoluto, Mike Tyson ―jadeé, recuperándome. Succioné aire.
―Mierda, lo siento. ¿Estás bien ahora?
Asintiendo, me incliné hacia atrás, cerrando los ojos―. Sólo bajo por la tubería
equivocada, es todo.
―Pasa.
Un silencio cómodo descendió entre nosotros, y escuché las voces en la televisión, los ojos
todavía cerrados. El calor de Jake irradiaba a mi lado, definitivamente porque estaba demasiado
cerca. Pero su cercanía me dio una paz interior. Fue la cosa más extraña
―¿Ese tipo está empeñando el anillo de bodas de su madre? ―mis ojos se abrieron de
golpe, encontrando la cámara ampliada en el anillo en cuestión. Era un diamante solitario
hermoso, y el tipo estaba pidiendo una gran cantidad de dinero en efectivo, la codicia pintada
en todo su rostro.
―Sí. Su madre probablemente sólo ha estado muerta cinco minutos ―comentó Jake,
sonando disgustado. Tomó un largo trago de cerveza―. El The Haven me llevó a recoger los
objetos personales de mi ma’ cuando salí, todos esos años, y mantuvieron sus cosas, me imagino
que mi hermano podría encontrar un uso para su anillo de bodas.
Me di la vuelta en mi asiento para mirarlo―. ¿Eso significa que nunca te casarás?
―No lo sé ―dijo encogiéndose de hombros―. Pero mi hermano está saliendo con una
agradable francesa y es malditamente muy serio. Ma’ querría que le diera el anillo.
―¿Sigues en contacto con Baron?
―Algo así.
―¿Algo así?
―Maya, no quiero hablar de mi hermano ―dijo secamente, poniendo los pies sobre la
mesa. Él movió los dedos de los pies, trayendo a la vida el pequeño personaje de dibujos
animados en cada uno―. Prefiero hablar de... cualquier otra cosa.
―¿Cualquier otra más?
―Dame con lo mejor que tengas.
Tuve que sonreír a eso―. ¿Qué significa esto? ―extendí la mano y pasé un dedo por su
bícep derecho, trazando el tatuaje allí. Era un patrón extraño de espirales negras e incluso cruces
más oscuras y tomaba un pedazo grande de la piel bronceada que estaba expuesta debajo de la
manga de su camiseta.
―Todo y nada ―contestó, tocándose distraídamente el lugar donde mi dedo había
estado―. Es algo que hice para cubrir la tinta de los Phantom, ya sabes, desde que dejé el club.
―¿Por qué tendrías que ocultarlo?
―Porque ya no soy un Phantom ―lo dijo con naturalidad, pero había un resquicio de
resentimiento en sus ojos. Dejar a los Phantom no había sido su elección.
―Estaba pensando en hacerme un tatuaje ―mentí, sacando el tema de discusión de los
Phantoms y hacia mí―. Algo pequeño.
Los ojos de Jake se iluminaron como luces de Navidad―. Oh, sí, ¿qué es lo que tienes en
mente?
―He pensado en ello. Si fuera a hacerme un tatuaje, tendría un verso de la biblia o una
de esas citas inspiradoras que he visto en internet todo el tiempo. No veo el punto en conseguir
algo oscuro o sin sentido sólo porque luciría bien ―le dije esto a Jake y pareció pensativo por
un minuto.
―Un tatuaje puede parecer insignificante para ti, pero significa algo importante para el
dueño ―dijo en voz baja, vaciando su cerveza por la garganta―. Un hombre me pidió una vez
que le pusiera un cuervo volando saliendo de un pastel y después de que le pregunté cien veces
si estaba seguro de que quería esa mierda en su piel por el resto de su vida, me dijo que Crow
Pie había sido el apodo de su hermano mayor y había muerto en Irak unos meses antes. Me
sentí como basura.
―Tienes toda la razón ―susurré. Ahora, mi corazón dolía por es Crow Pie sin rostro y
su hermano menor. Tanta muerte, mucho sufrimiento. No había escapatoria. A veces me
abrumaba. Era una maravilla que yo fuera capaz de trabajar en un asilo, donde los pacientes
caían muertos como moscas.
―Oye, no te dije esto para hacerte sentir mal ―dijo Jake, acariciándome la mejilla―. Yo
solo decía.
―Lo sé.
―Entonces... ¿dónde vas a poner tu tinta?
Levanté automáticamente el brazo―. ¿Mi muñeca, tal vez?
La mano de Jake se disparó para agarrarla, y su dedo índice trazó un círculo en el interior
de mi muñeca. Cosquilleó algo horrible, pero no dije nada. En su lugar, sentí mi ritmo cardíaco
recoger un par de latidos.
―Pareces el tipo de chica de un guion, algo sentimental, tal vez una cita, o la letra de una
canción ―declaró, con la mano firme en torno a mi muñeca.
―Um ―el discurso me eludía. Estúpido, lo sé―. ¿Por qué me invitaste a entrar?
Apartó los pies de la mesa―. Porque quise.
―Eso no es una respuesta.
Me dio una media sonrisa y soltó mi brazo―. ¿Por qué te quedaste?
Eso fue fácil―. Porque, sorprendentemente, me gusta estar contigo. Hoy en día, es más
divertido estar cerca de ti que de mis otros amigos.
―Me halaga.
―Respondí a tu pregunta, ahora responde la mía ―honestamente, él podría haber estado
haciendo una infinidad de otras cosas a esta hora de la noche que sentarse en su sofá y ver
Pawn Shop conmigo.
―¿La verdad? A veces sólo quiero estar alrededor de ti sin ninguna razón de mierda
―parecía molesto. ¿Yo? Mayormente sólo estaba sorprendida por la intensidad de su tono.
―No voy a dormir contigo ―dije―. Sin ofender.
―No me ofende ―murmuró―. Créeme, lo sé.
Volví la mirada a la televisión, sin ver nada. Dios, ¿por qué había dicho eso?
―¿Quieres ver una película? ―preguntó Jake, y tal vez yo era un idiota por la debilidad
porque dije que sí.
Fue a hacer las palomitas de maíz y me quité los zapatos. Cuando volvió y se instaló a mi
lado, tuve mi disculpa lista.
―Lo siento por asumir que me invitaste como una especie de llamada sexual.
―Pero sí quiero follarte, cariño. Tengo una puta erección pensando en lo que sería estar
contigo.
Mi boca abierta, metió una palomita dentro, obligándome a cerrar la boca y masticar.
Riendo, se echó hacia atrás y tomó el control remoto desde donde estaba entre nosotros―.
¿Para qué estás de humor? ―quiso saber, comenzando de inmediato a navegar por los
canales―. ¿Acción o comedia?
―Acción ―contesté, mi voz ronca.
La película que eligió apestó, algo que protagonizaban un puñado de viejas estrellas de
acción dejando sus casas de descanso para estar en la tercera entrega de la película, y me quedé
dormida a la mitad de camino. Para cuando los créditos finales de la película rodaron y me
despertaron, descubrí que me había acurrucado en el sofá y mi cabeza estaba en el regazo de
Jake. Sus dedos estaban en mi cabello, y cómo eso se sentía tan bien, me volví a dormir, sólo
desperté cuando oí su teléfono sonar. Suavemente, levantó mi cabeza de él y se puso de pie,
optando por tomar la llamada en otra habitación.
Estaba tan cansada. Tan flácida y cansada.
Su voz furiosa se filtró en la sala, pero no pude distinguir las palabras. Y entonces él estaba
de vuelta, cubriéndome con una manta, suponiendo que yo todavía estaba profundamente
dormida.
No lo estaba. Le escuché salir de la casa.
“Esto te dolerá menos si simplemente te sometes”
-Marianas Trench, Toy Soldier

Cuando entré en la plaza de mi estacionamiento afuera de mi apartamento a la mañana


siguiente, no pude evitar notar la familiar motocicleta de Jake sentada en un lugar vacío.
O la docena de otras motocicletas dispersas a su alrededor.
Acepté la vista con una débil exasperación, sabiendo sin sombra de duda que mi
apartamento estaría lleno de extraños motociclistas. Su razón para estar allí era desconocida
para mí, pero se hizo claro como el día cuando salí del ascensor en mi piso y encontré mi puerta
principal colgando en sus bisagras.
Se podría pensar que mis vecinos estarían incluso un poco sorprendidos o a los menos
curiosos, por este pequeño hecho, pero no. Me encontré con Mr. Sullivan cuando salía a trabajar
y apenas miró hacia mí. Puertas reventadas, en su mayoría por el alquiler sin pagar, son una
ocurrencia regular en este edificio, por desgracia.
Como si pudiera olerme como un sabueso, Jake estaba en mi puerta antes de que pudiera
entrar. El enojo tensó su mandíbula sin afeitar y encendió la electricidad en sus ojos marrones.
―¿Qué diablos haces aquí? ―preguntó, mirándome como si fuera un niño caprichoso
que necesitaba poner en línea lo antes posible.
―Vivo aquí ―dije claramente, tratando de echar un vistazo por encima de su hombro.
El movimiento dentro, los pasos pesados y los muebles que se arrastraba alrededor eran todo lo
que podía oír.
―De verdad, pero yo no dije que podías dejar mi casa.
Dejé escapar una carcajada. No pude evitarlo. Estaba siendo ridículo y ni siquiera lo
sabía―. ¿Estamos en los años 1800, Jacob? ¿Vas a decirme que mi negativa a dormir un minuto
más en tu sofá es muy impropia y desagradable?
No respondió. No, se apartó, haciendo un gesto para que entrara en el desastre que era mi
apartamento. Tal vez debería haber esperado esta destrucción, sólo por mirar mi maltrecha
puerta principal, pero no lo había hecho.
Todo, cada una de mis posesiones, estaba volcado, roto, o irreconocible.
Jake había conseguido a Sticks y a una compañía para limpiar de nuevo, pero esta vez, no
había nada para limpiar. Alguien había cortado mis sofás. ¿Por qué diablos alguien cortaría los
sillones para los que había ahorrado y regateado para comprarlos nuevos? Hace sólo unos
momentos, me había estado riendo y ahora quería llorar por la injusticia de todo.
La sala estaba completamente destrozada, así como mi cocina. Mi refrigerador había
quedado abierto y la mayor parte de la comida había sido derramada o arrojada al suelo de
linóleo. Entré en mi habitación y encontré todo en desorden. Mi cama había sido cortada
también, y toda la ropa de mi armario yacía en la alfombra. Había dejado mi computadora
portátil en la mesa de tocador y ahora se había ido.
No voy a llorar... no voy a llorar... sólo son cosas... sólo son cosas...
Sentí a alguien detrás de mí y me volví rápidamente. Sticks estaba allí, llevando trozos de
madera que una vez fueron parte de mis muebles.
―¿Qué pasó? ―mi voz sonaba estrangulada, como si las palabras estuvieran luchando
para ser liberadas en el aire a nuestro alrededor. Permaneció allí, sin respuesta durante mucho
tiempo.
―Tu puto ex ―murmuró después de un tiempo, agachándose para agarrar más
madera―. Seguro que sabe cómo elegirlos, señorita.
¿Sebastian? Pensé, como si tuviera otro ex novio. La idea de Sebastian, ¿honestamente?
¿De Verdad? ¿En serio?, destrozando mi apartamento porque lo había dejado era tan ridícula
que no era graciosa. Pero entonces, tal vez había estado loco todo el tiempo. Tal vez su pasividad
siempre había sido una tapadera para el caso perdido que realmente era. La advertencia de
Ghost sonó en mi cabeza y quise darme una bofetada con un ladrillo por ser tan ingenua.
―Cierra la puta boca y vuelve a trabajar ―Jake gritó a Sticks, golpeando al hombre más
joven en la parte posterior de su cabeza―. Vuelve a abrir la boca y te haré que te tragues un
caballo.
Sticks se estremeció, como si imaginara la gruesa circunferencia del animal en su boca, y
regresó a la sala. Casi me reí. Casi.
Inhalando profundamente, me metí en mi cuarto de baño y cepillé mis dientes. Salpiqué
puñados de agua helada contra mi cara en un intento de despertarme de esta pesadilla. Ojos
huecos de color gris hormigón, los ojos de mi madre, se encontraron con mi mirada en el espejo.
La gente siempre elogiaba la combinación extraña, ojos grises, piel moca-marrón, pelo del color
del alquitrán y sinceramente, nunca supe qué decir a eso. Pero si una persona más me dijera lo
interesante que eran mis ojos, le diría que miraran más profundamente y vieran el dolor dentro
de ellos. ¿Era eso lo que encontraban tan fascinante, tan intrigante?
Mi reflejo se estaba volviendo borroso. Me dije que estaba llorando por las hormonas. Me
dije a mí misma que esa época del mes, se acercaba rápidamente y que probablemente podría
llorar con la caída de un sombrero. Estaba mintiéndome.
Me encorvé sobre el fregadero, lloré por un tiempo muy largo, hasta que los brazos de Jake
me rodearon por detrás, girándome a su pecho. Apretó los labios en la parte superior de mi
cabeza, y agarré un puñado de su camiseta y enterré mi cara en ella.
―¿Por qué? ―pregunté, mi voz apagada.
―El chico computadora no hizo esto ―dijo Jake, sabiendo exactamente lo que estaba
preguntando―. Fue la gente a la que robó.
Me alejé de él―. ¿Robó?
―Sí, nena, robó ―dejó escapar un suspiro frustrado―. Ghost y yo no queríamos que
estuvieras involucrada en esto, no necesitas este tipo de mierda en tu vida ahora o nunca.
―Cuéntame. Cuéntame todo ―las lágrimas se estaban evaporando ahora, y en su lugar
había una fría furia que hacía que los finos vellos de mi cuerpo se erizaran.
En ese momento, Jake parecía que prefería estar en cualquier parte del mundo, menos en
mi cuarto de baño. Sus cejas se redujeron a un ceño fruncido―. ¿Segura que quieres manchar
la memoria de tu chico bonito?
―Jacob Ford, nunca me digas algo tan estúpido como eso ―dije en una voz tranquila, y
él me dio una sonrisa torcida.
―Tu chico es un hacker, uno jodidamente bueno en eso, y él le robo a la gente para la
que él estaba robando ―la voz de Jake se sacudió de rabia―, lo cual fue una puta estupidez
cuando consideras que le robó a los hermanos McNally.
Mi corazón se detuvo. Realmente, lo hizo. No podía oírlo o sentirlo, y por un peligroso
segundo, pensé que moriría de insuficiencia cardíaca. Los hermanos McNally son una leyenda
urbana en el condado de Sallow, como gánsters de la época de los años veinte. James y David
McNally son idénticos, hombres fornidos de pelo ardiente con el temperamento estereotipado de
los pelirrojos e irlandeses. Es sabido que su familia había estado involucrada en actividades
criminales desde la década de 1920. Thomas McNally había matado a su primer rival en mi
barrio, hace más de nueve décadas.
Y ahora Sebastian se había enrredado con los descendientes de ese hombre.
―¿Maya? Maya, cariño, háblame ―Jake acariciaba mi cara con ambas manos, sus ojos
buscando los míos―. Toma una respiración profunda.
No podía recordar cómo hacerlo. Era lo más extraño que había pasado, no podía recordar
cómo aspirar el aire y expulsarlo de mis pulmones. Lo único que sí sabía era que Sebastian
Brown era un puto pendejo y si alguna vez lo volvía a ver, estaría en un documental sobre la
vida en una penitenciaría para mujeres después de nuestro encuentro. ¿Pero respirar? Nop. No
hay trato.
Así que Jake me besó, lo que fue un poco más de un millón de veces peor porque me olvidé
de respirar de nuevo. Mi mente se convirtió en niebla cuando besó primero la esquina de mis
labios. Tan tentativo, pequeños y dulces besos que podría haber imaginado. Mis ojos estaban
bien abiertos, incrédulos; incluso cuando selló su boca sobre la mía y me besó correctamente.
Persuadió mis labios y metió su lengua, poniendo mi cerebro de cabeza y sacudiéndolo en mi
cráneo. Su frente presionado contra la mío, y oh, tan deliciosamente cerca, me encontré deseando
sentir más de él, así que lo besé de nuevo, con los ojos tan cerrados que vi pequeñas estrellas
detrás de mis párpados.
Alguien soltó un suave gemido, y me di cuenta de que era yo. Jake fue el que se alejó
primero.
Estaba jadeando por aire, y dios, me sentí bien de tener aire llenando mis pulmones de
nuevo. Las manos de Jake corrieron por su pelo, dejándolo desordenado. Dio dos pasos lejos de
mí, sus ojos oscuros y pesados con lujuria. No estaba imaginando esa lujuria. Me estaba
desnudando con los ojos. Tirando del top demasiado estrecho de Kira encima de mi cabeza.
Desabrochando el cierre delantero de mi sujetador. Abriendo el botón de mis pantalones y
sacándolos por mis piernas. Rasgando mis bragas limpias.
―¿Estás bien ahora? ―Jake quería saber, observándome desde el otro lado de la
habitación.
―No ―respondí con sinceridad―. Los hermanos McNally destrozaron mi apartamento
y mi ex novio es un genio criminal o un tonto, dependiendo de cómo lo veas.
―Ellos no hacen su propio trabajo sucio. Definitivamente tienen algo de músculo para
hacer esto.
Lo miré fijamente―. Gracias, me siento mucho mejor ―algo se me ocurrió―. ¿Has
llamado a la policía?
Jake me miró como si estuviera loca―. Claro, he llamado a la policía, también reservamos
un paseo en el puto trineo de Santa y tengo a Prancer en marcación rápida.
―Okay. Bien. Pregunta estúpida. ―murmuré―. ¿Sabes dónde está Sebastian ahora?
―No te preocupes por eso ―Jake parecía pensativo―. Deberías empacar tus cosas
importantes y venir conmigo, los chicos limpiarán este lugar.
Por supuesto. No podía quedarme en casa. Esto probablemente era una advertencia; la
próxima vez que vinieran mi garganta sería la siguiente en su lista para cortar. Bueno, la broma
era que Sebastian y yo ya no estábamos juntos, así que estaban perdiendo el tiempo tratando
de sacudirme para llegar hasta él.
Sin decir una palabra, fui a mi habitación a empacar.
―Puedo quedarme con Kira.
―¿Estarías dispuesta a ponerla en peligro?
Me mordí el labio, sabiendo que nunca podría arriesgar la vida de Kira―. Entonces, Luke,
estaría feliz de tenerme, hasta que vuelva a arreglar mi lugar.
Los ojos de Jake brillaron de rabia―. No te vas a quedar con un hombre, eso es definitivo.
―Es mi mejor amigo, ¡nunca nos hemos visto el uno al otro así!
―Me importa una mierda, te quedarás conmigo por mi reputación, mataré a cualquiera
que ponga el pie en mi propiedad sin mi permiso.
La forma en que dijo eso, con tanto veneno y furia... debería haberme desagradado. O, al
menos, asustado. Excepto que no lo hizo. Me hizo querer hacer cosas estúpidas e impredecibles.
Como besarlo otra vez. Correr mi lengua a lo largo de su cuadrada mandíbula. Lamer cada
centímetro de su cuerpo duro y peligrosamente pecaminoso.
Había claramente algo mal conmigo. Estaba de pie en la sala de este hombre, discutiendo
dónde me quedaría ahora que, la doble vida de mi ex había sido revelada, la gente a la que había
traicionado sabía dónde vivía, y todo en lo que realmente podía pensar era en la boca de Jake.
―¿Esperas que me quede contigo después de admitir que piensas... piensas en dormir
conmigo cuando me miras? ―podía sentir la sangre calentando mis mejillas de un rojo intenso.
Nunca hubiera imaginado decirle estas palabras a Jake.
Me fulminó con la mirada―. Creo que puedo controlarme a mí mismo, Maya, sé mucha
mierda sobre el control.
Yo no era una mujer vanidosa. La atracción de Jake hacia mí era obviamente una cosa
fugaz. Quizás nació de... bueno, yo no entendía muy bien por qué me quería. Nunca se había
insinuado una sola vez, aunque yo era su tipo simplemente porque era mujer. No era
exactamente discriminatorio.
―Está bien ―finalmente concedí. En este punto, sería simplemente estúpido rechazar su
oferta―. Me quedaré contigo hasta que pueda encontrar un nuevo lugar para vivir.
―Sabía que entrarías en razón ―gruñó, ayudándome con las maletas que había
empacado.
Jake me llevó arriba, procediendo a mostrarme un cuarto de huéspedes que compartía una
pared con el dormitorio principal. Las paredes eran finas, así que sin duda estaría recibiendo un
audio de cualquiera de sus actividades sexuales nocturnas. Este era un pequeño precio a pagar
por el santuario.
La cama era enorme y tenía arrojado un edredón negro y grandes almohadas blancas
empujando contra la cabecera de madera. Había dos ventanas largas justo frente a la cama, así
que estaría consiguiendo una perfecta vista del amanecer mañana, y una cómoda blanca se
colocaba contra la pared. Era una habitación muy sencilla, y me pregunté brevemente quién la
había decorado.
―Es perfecta, gracias, Jake ―dije, volviéndome para mirarlo―. Y prometo que no me
quedaré mucho tiempo... en el minuto que encuentre un…
En un instante, su boca estaba sobre la mía, callándome completamente―. Hablas
demasiado ―murmuró, moviendo los labios contra los míos.
―No puedes seguir besándome ―le dije, mi voz sin aliento. Dios, odiaba cómo me estaba
haciendo sentir. Era extraño y me hacía sentir mareada, no podía entender por qué lo dejaba
continuar.
―¿Sí? Dime que me detenga y me detendré ―sus labios acariciaron los míos con cada
palabra que él habló―. Dilo, cariño y me detendré.
―Entonces, detente, Jake, por favor.
Se detuvo. Dio un paso atrás y frotó una mano en su cara―. Estaré abajo, ponte cómoda.
―Gracias.
Se fue, cerrando la puerta detrás de él. Dejé escapar un suspiro, poniendo cuidadosamente
las yemas de mis dedos sobre mis labios. Sentía un extraño hormigueo.
Mujer estúpida, me dije, yendo a una de mis maletas y sacando mis artículos de tocador.
Necesitaba una ducha y luego necesitaba pensar largo y duro sobre mi plan de acción.
Quería asesinar a Sebastian. Dios me perdonaría. Él lo entendería.
Todavía estaba tambaleándome de cómo las cosas habían cambiado tan drásticamente en
el lapso de unos días. Estaba soltera nuevamente, sin hogar, besándome con el ex novio de mi
difunta prima, y mi vida estaba en peligro, gracias a mi ex novio. La cosa más jodida de mi lista
de cosas jodidas era besar a Jake. Mis prioridades estaban desordenadas.
Mientras estaba de pie bajo el chorro de agua caliente en la ducha y me lavaba el cabello,
pensé en llamar a Iris para preguntarle si su compañero de cuarto se había mudado. Sabía que
había estado teniendo problemas con Jana, creo, y esperaba sacarla a finales de este mes. Pero
imaginar a alguien dañando a Iris era suficiente para apagar esa idea.
Me duché rápidamente y me sequé el cabello minuciosamente después de pasar cinco
minutos buscando mi secador y mi plancha para el cabello. Una vez que estaba en mis
pantalones de chándal, pasé otros cinco minutos preguntándome cómo en el infierno iba a evitar
a Jacob Ford durante un período interminable cuando íbamos a dormir bajo el mismo techo.
Pero una pequeña parte de mí se preguntó... ¿por qué no? ¿Por qué no dejarlo follarme y
acabamos con eso?
Gracias a la estupidez de Sebastian, me di cuenta de que la vida era demasiado corta para
morir virgen.
“Muérdeme mientras pruebo la punta de tus dedos”
-Tove Lo, Talking Body

Algo increíble se estaba cocinando en la cocina. Mi estómago respondió con una serie de
gruñidos, probablemente porque no había tenido nada que comer en todo el día y era tarde.
No había le creído exactamente a Jake cuando había afirmado saber cocinar, pero si los
olores deliciosos eran algo para tomar en cuenta, él definitivamente lo hacía.
―¿Quieres tomar un plato? ―preguntó sin apartarse de la estufa.
―Claro ―contesté, ahora más que acostumbrada a él sabiendo que estaba en la
habitación sin mirar.
―Estante superior allí.
Fui a los gabinetes y saqué cuidadosamente dos platos de cerámica. Se sentía extraño estar
en la cocina de Jake, haciéndome sentir como en casa. Sin embargo, no parecía importarle, así
que no me sentía como si estuviera imponiéndome.
―Siéntate en la barra ―me dijo, y obedientemente me subí a uno de los taburetes negros
empujados delante de ésta.
―Gracias.
―Deja eso.
―¿Dejar qué?
―Agradecer cada maldito minuto ―murmuró, girándose para traer la comida al
mostrador. Se quedó paralizado, con las fosas nasales llameando―. Puedo ver tus putos
pezones, Maya. Confía en mí cuando digo que no quieres que los vea.
Sí, probablemente podía verlos. Sin sujetador, más Jake simplemente estando en la misma
habitación que yo, significaba que la ecuación terminaba con pezones erectos. En lugar de mi
sudadera, me puse una descolorida camiseta azul sin mangas Un movimiento barato. Tal vez
sea así. Pero era algo nueva en esta cosa de la seducción. En cualquier caso, este era el ritmo
que yo quería. La anticipación... bueno, sabía que valdría la pena esperar.
―Ese es el punto, Jake ―dije lentamente, poniendo una gran sonrisa en mi cara cuando
recibí una carga de su sorprendida expresión―. Entonces, ¿qué vamosa comer? Muero de
hambre ―sólo para enfatizar esto, golpeé mis palmas en el mostrador, impaciente.
Murmuró un, “risotto” antes de sacar y echar en mi plato una cuchara como una dama
de cafetería descontenta. Después de un bocado, estaba enamorada. Su risotto de pollo sin duda
vencía al mío, no hay debate. Las hierbas frescas eran mejores que las secas. Se lo dije. El
simplemente gruñó.
―¿No vas a comer? ―le pregunté, yendo por el segundo―. Porque juro que podría
terminar la olla yo sola.
―No, adelante.
―¿Estás seguro?
―Positivo ―espetó.
―De acuerdo, como quieras.
―Voy a salir un momento ―dijo en el instante en que terminé con mi segunda
porción―. Este lugar es seguro, y tengo a alguien vigilándolo, así que no tienes que preocuparte.
―Aprecio eso.
―Esa es sólo una manera elegante de decir gracias ―dijo con una sonrisa irónica―. No
lo menciones.
Me puse de pie y rodeé la barra, cerrando el espacio entre nosotros. Jake me miraba
cautelosamente.
―Cuando regreses ―murmuré, levantando el dobladillo de su camiseta y frotando mis
dedos a lo largo de la extensión de sus abdominales―, te lo agradeceré apropiadamente.
Soltó una respiración dura―. ¿Tienes doble personalidad o algo? ―preguntó en voz baja,
agarrando mi muñeca y deteniéndome―. Hace apenas una hora ni siquiera querías mis labios
en los tuyos.
―He tenido mucho que pensar en una hora ―susurré, apartando el brazo de su
agarre―. Pensé en ti.
Parecía molesto―. No jodas conmigo por un sentimiento equivocado de gratitud, Maya.
Jódeme porque quieres mi verga dentro de ti.
Oh, yo quería eso. Lo quería tan mal que estaba desnudándome mentalmente en este
mismo instante. La ropa interior que llevaba estaba empapada desde el momento en que había
decidido hacer esto. Algo que vio en mis ojos debió haberlo transmitido porque lo siguiente que
supe, era que Jake me había hecho girar y me apretó contra la barra. Mis brazos estaban
extendidos sobre la encimera de granito, mi estómago empujado contra el borde. Una deliciosa
sensación de déjà vu se extendió por todo mi cuerpo, calentando mi piel.
―Está bien, nena ―la voz de Jake retumbó en mi oído―. ¿Quieres mi verga? Puedes
tenerla ―se empujó contra mi trasero y sentí exactamente lo que me estaba ofreciendo.
Hice un sonido vergonzosamente extraño con mi garganta cuando el brazo de Jake se unió
alrededor en mi frente y palmeó mi coño a través de mis pantalones de chandal. Me sentía febril.
Mi respiración era irregular. Ni siquiera me había tocado correctamente, pero esta fue la mayor
acción que había visto... nunca.
―Terminaremos esto cuando regrese, cariño ―Jake prometió, colocando un beso suave
en el lado de mi cuello―. Quédate mojada para mí.
Me soltó y sentí la ausencia de su calor tan intensamente que me estremecí. Apenas podía
soportar mantenerme de pie y sólo cuando oí la puerta principal cerrarse de golpe me separé del
mostrador.
Jake ni siquiera me había tocado y yo estaba tan afectada. ¿Cómo sería cuando
eventualmente durmiéramos juntos? ¿Me disolvería en un charco de fluidos corporales? ¿O
simplemente ardería?
Maya Fenton, ¿en qué diablos te has metido?
Luke estaba en la sala de Jake y yo no sabía cómo deshacerme de él. No había duda en mi
mente de que Jake estaría furioso si lo encontraba aquí, pero yo no sabía cómo decirle esto a
Luke sin hacer que Jake pareciera un maniático. Además, extrañaba a Luke. Había sido un
completo aguafiestas desde que Claire lo abandonó y él parecía como su viejo yo esta noche.
―Tu casera está enojada, por cierto ―dijo, cuando nuestra conversación nuevamente
volvió a mi apartamento―. Me encontré con ella después de que finalmente respondieras a mis
llamadas. Quería saber dónde estabas para poder matarte.
Gruñí. Ruth sin duda había volado mi inbox de Facebook queriendo saber de la puerta
rota. Sólo tenía que decirle que guardara mi depósito de seguridad, ya que no había manera de
que pudiera pagar los daños en el apartamento.
―¿Realmente no vas a decirme qué diablos pasó, M? ―los ojos de Luke eran recelosos.
―Ellos dijeron que era un robo mal hecho ―miré hacia otro lado, odiando el hecho de
que estaba mintiendo a mi mejor amigo.
―¿Quiénes son ellos? Ya que sé que no fuiste a la policía.
―Solo déjalo ir Luke, estoy bien, y eso es todo lo que importa.
―¿Por qué no has venido a quedarte conmigo? Tengo un cuarto libre y no me hubiera
importado ―dijo, sonando herido. Mi corazón se hinchó de amor por este hombre, por aquella
persona que verdaderamente le importaba lo que me pasó.
―Te amo, pero querrías matarme después de cinco minutos en tu casa. Sería una terrible
roomie.
Sonrió, pero parecía forzado―. Quiero decir, nunca he tenido un roomie femenino,
hubiera sido divertido.
―Escuchándote a Roja, ¿era? Y a ti, ¿cierto? ¿Haciéndolo? Sí, divertido.
Él rió―. Cherry. Su nombre Cherry, y sólo por cierto, es contadora.
―De ninguna manera ―dije, genuinamente sorprendida―. Kira y yo estábamos
apostando qué hacía para ganarse la vida. Yo dije bailarina, Kira dijo algo sobre las esquinas
de las calles y cobrar.
La mirada en la cara de Luke ante la mención de Kira no tenía precio―. Cambio de tema.
¿Seguro que estás bien aquí?
―Sí. No te preocupes por mí, esto es sólo una situación temporal mientras busco un lugar
para quedarme.
Él asintió, poniéndose de pie. Fui a abrazarlo de despedida.
―Te amo, Luke.
―También te amo, Maya, mantente a salvo y no me asustes como la mierda por no
informarme de las invasiones y las puertas rotas, ¿de acuerdo?
Me reí, apretándolo un poco más―. De acuerdo.
―Bueno, ahora debería irme.
―Esa es una muy buena puta idea ―dijo otra voz, haciendo que Luke y yo nos
separáramos.
Jake estaba en la entrada, con los brazos cruzados sobre el pecho. Sus ojos estaban
firmemente plantados en Luke.
―Jake, éste es Luke ―dije―. Luke, Jake.
―Hey, hombre ―murmuró Luke después de que lo persuadiera para que dijera algo. Un
codazo en un costado hizo maravillas.
Jake no dijo nada de regreso y sentí que tenía ganas de golpearlo en la cabeza por ser tan
grosero. Encogiéndose de hombros, Luke me dijo adiós antes de marcharse, pasando a Jake sin
decir nada al hacerlo. ¿Y puedes culparlo?
―Eres un pesado algunas veces ―le dije a Jake―. ¿Entonces se supone que voy a ignorar
a mis amigos ahora?
―Esta es mi casa, maneja las cosas conmigo la próxima vez.
―¿Qué pasó con siéntete como en tu casa, Maya, cariño? ―me burlé y me puse de pie
cuando se dirigió hacia mí.
―Cuando se trata de tener hombres aquí, al carajo con esa mierda. ―sus ojos avellana
brillaban con malicia―. ¿Entendido?
―Jódete.
―Vamos ―gruñó, y su boca descendió sobre la mía.
Podía haber chillado o haber hecho algo así, pero en el momento en que sus labios tocaron
los míos, me volví flexible. Mi ira seguía ahí, pero por alguna extraña razón, me hizo quererlo
más. Lo besé de nuevo, empujando mi lengua en su boca, y cuando me recogió, nuestros labios
todavía unidos, eché mis brazos alrededor de su cuello y profundizó el beso.
Me llevó arriba, por el pasillo, y abrió con el codo la puerta de su dormitorio. Me arrojó
sobre su cama, aterrizando en el edredón negro con las almohadas detrás de mí. Respirando
pesadamente, observé a Jake arrancarse su camiseta por encima de su cabeza, dándome la vista
más hermosa de mi vida: su pecho. Era superficial, pero no me importaba, porque Jake era
perfecto, en todos los sentidos de la palabra. Al menos físicamente.
La mayor parte de su piel estaba cubierta de tinta y sus pectorales estaban tan definidos,
cada surco y cresta era prominente. Quería recorrer cada músculo con la punta de mi lengua, e
incluso explorar sus pezones perforados.
―Camisa fuera ―ordenó con un chasquido de sus dedos.
Inhalando profundamente, mis dedos agarraron el dobladillo de la parte superior y tiraron.
Despacio. No era mi intención hacerlo despacio, como si estuviera tratando de ser sexy. La mitad
de mí estaba luchando por ser escuchada. La mitad de mí me estaba diciendo que esto era una
mala idea, y que si no me desnudaba, todavía tenía la oportunidad de retroceder. Pero Jake no
estaba de humor para ser lento. Estaba de rodillas en la cama, ayudándome a quitar mi camiseta
y tirarla al suelo.
―Jesús ―dijo con un gemido, tomando la vista de mis pechos sin restricciones―.
Simplemente... jodidamente. Hermosa.
Respiré hondo, extendiendo la mano para trazar su pezón izquierdo con la yema del dedo.
Se sacudió. De verdad, lo hizo.
―Quítate los pantalones ―me dijo, alejándose para que no pudiera volver a tocarlo.
¿Pantalones fuera? Sí. Obviamente, eso tenía que suceder. Más vale tarde que nunca.
Pero mis dedos se congelaron en el cinturón. La duda surgió. Nunca había hecho esto
antes. Nuna había llegado tan lejos. Ni siquiera con Sebastian.
Miré a los ojos de Jake y lo que vi me derribó. Era la forma más pura y más simple de
lujuria; lo más primitivo. El tipo de lujuria del que hablaba la biblia. Me destrozó esa mirada en
los ojos de Jake. Me convirtió en masilla. Me hizo tirar de mis pantalones y ropa interior en un
movimiento fluido. Los pateé, ahora acostada en la cama de Jake completamente desnuda.
Como tantas otras mujeres antes de ti.
No podía pensar en eso ahora. No quería esa mierda flotando en mi proceso de
pensamiento. Esta noche iba a ser sobre Jake y yo. Todo y todos los demás eran inconsecuentes.
―Tu turno ―susurré, pero Jake negó con la cabeza.
―No funciona así, cariño ―murmuró, sorprendiéndome al bajar la boca hasta mi
ombligo―. ¿Te quedaste mojada para mí como te dije?
Me estremecí ante la sensación de sus labios en mi estómago―. Tal vez.
―Tal vez, ¿eh? ―besó su camino más abajo, e instintivamente intenté cerrar mis piernas.
Levantó la cabeza, arqueando una ceja―. ¿No quieres que mi lengua folle tu coño?
Bueno, cuando lo pones así...
Lentamente, abrí los muslos aún más. Tuve que dejar ir mis prejuicios y ser más abierta
de mente. La cabeza de Jake volvió a bajar y él besó el interior de mis muslos. Cerré los ojos,
incapaz de comprender que esto estaba sucediendo realmente. Jake Ford estaba realmente entre
mis piernas. Mi mente felizmente en blanco cuando sentí su lengua deslizando su camino hasta
mi apertura y lamiendo mi clítoris. Una multitud de sensaciones me invadió, y levanté mis
caderas, pidiendo silenciosamente más. Sentí las vibraciones de su risa suave contra mi clítoris,
y entonces él volvió a lamerme hasta el olvido.
Los sonidos de placer que él estaba haciendo me encendían tanto como lo que me estaba
haciendo. Separó los labios de mi coño con sus dedos, empujando su lengua dentro de mí. El
sonido de mi propia humedad me excitaba aún más. No sabía que algo pudiera ser tan
gratificante, tan intenso. Sentía como si cada nervio en mi cuerpo hubiera estado en hibernación
hasta este mismo momento. Jake provocó mis gritos, mis gemidos y finalmente, mi orgasmo.
Mi clímax me hizo temblar. Me sacudió hasta el núcleo y me asustó con su intensidad. El
nombre de Jake estaba en mi lengua, en mis labios, y él me sostuvo hasta que volví a caer en
tierra firme. Necesitaba aire. Desesperadamente. No podía aspirar lo suficiente en mis pulmones.
Mis ojos todavía estaban cerrados mientras Jake se movía sobre mi cuerpo, hasta que pude
sentir su respiración pesada en mi cara y me forcé a abrir los ojos. Este hombre era hermoso.
Tan hermoso que era una yuxtaposición de los planos duros y masculinos de su cuerpo. Su pelo
rubio estaba parado por todas partes, volando sobre su frente. Ansiaba empujarlo, pero mis
brazos eran inútiles.
Trazó la plenitud de mi labio inferior con su dedo índice, dejando un rastro de humedad
a su paso―. Chupa.
Sólo una palabra y yo estaba mojada de nuevo. Me metí el dedo en la boca, probando el
extraño sabor de mi propio orgasmo. No era exactamente ambrosía, pero tampoco estaba mal.
Los ojos de Jake se habían oscurecido. Introdujo otro dedo en mi boca, y yo los chupé como si
estuviera chupando su verga. La idea de darle una mamada me fascinaba.
Deslizó sus dedos de entre mis labios y me besó, su lengua girando para probar los restos
de mí misma en mi lengua. Me di cuenta de que había estado levantando mis caderas de nuevo,
presionando mi palpitante coño contra la entrepierna de Jake. Era una sensación de felicidad, la
fricción que proporcionaban sus pantalones. Podría haberme venido sólo con eso, pero Jake no
estaba cerca de dejarme.
Era como un jaguar, elegante y ágil, cuando se levantó de la cama, de pie a toda su altura.
Yo estaba sin aliento mirándolo.
―Abreme el cierre, Maya ―dijo con voz ronca.
Tragué con dificultad, con la garganta seca. Me senté y me arrastré hasta el lado de la
cama, arrodillada delante de Jake. Sus brazos estaban a su lado, sus manos en puños cerrados.
Antes de ir por su pantalón, corrí la punta de mi dedo por el sendero de suaves y dorados vellos
debajo de su ombligo. Su abdomen se tensó bajo mi dedo, pero no hizo nada. No dijo nada.
Abrí el botón de su pantalón y lentamente arrastré la cremallera hacia abajo. Sonaba
ridículamente ruidoso o tal vez era sólo yo. Nuestros ojos se cerraron mientras tiraba de ellos
por sus caderas, llevando sus boxers de algodón con él. Ahora mis ojos estaban a la altura de
su verga, capaz de ver cada vena, cada gota de líquido que se filtraba desde la cabeza. Estaba
increíblemente duro, erguido e intimidante. Era grande, eso estaba claro. Pero todo era grande
para mí, si fuera honesta.
―Soy virgen ―le dije, porque no era justo para él que no supiera hasta que fuera
demasiado tarde para que él retrocediera. El pensamiento se me había ocurrido: ¿qué pasa si
soy mala en esto? Probablemente se le ocurriría también cuando me quedara allí como un pez
muerto.
Algo que no podía identificar parpadeaó en sus ojos―. Me lo imaginaba, pero pensarlo y
escuchar la confirmación son dos cosas diferentes ―él estaba saliendo de las piernas de sus
pantalones mientras hablaba, manteniendo sus ojos en mí.
―De acuerdo, bueno, solo pensé que debías saber antes… ―ni siquiera podía decirlo.
―¿Qué carajos estaba haciendo el chico computadora contigo? ¿Sólo mirar?
―Hicimos un pacto en la universidad, la promesa con anillos y todo ―sentí que tenía
que decir algo―. Se lo tomó muy en serio y supongo que una parte de mí todavía se aferraba
a los buenos valores anticuados, así que funcionó para los dos.
Jake me miró como si yo fuera una alienígena―. ¿Y ahora?
―Y ahora, quiero tener sexo contigo.
Me empujó suavemente hacia atrás en la cama, y le hice espacio entre mis piernas―.
Entonces deberías saber que no me importa que seas virgen ―espetó, mirándome a los ojos―.
Te voy a follar y te va a encantar, pero no esperes arcoiris y rosas y toda esa mierda salida de
las películas. No me salgas con esa seniblera mierda de tu eres mi primero cuando se acabe,
¿entendido?
Esperaba que me apegara, que lo pusiera en una especie de pedestal por ser mi primera
verdadera pareja sexual. Quería reírme de su enorme ego, pero no lo hice. Tal vez estaba
hablando por experiencia.
―Jódete, Jake ―dije en su lugar, tirando de un mechón de su cabello.
―Hagámoslo, nena ―dijo a cambio, tanteando a ciegas por su mesita de noche. Se
arrodilló, arrancó la envoltura del condón con los dientes y se enfundó con los ojos clavados en
el techo.
Atraje mi labio inferior en mi boca cuando su mirada calentó mi piel―. Eres tan
jodidamente hermosa ―él soltó, acariciando su erección―. ¿Me quieres dentro?
Asentí, sin confiar en mí misma para poder hablar.
―Dilo, Maya. Di las malditas palabras.
―Sí, te quiero... dentro de mí.
―Carajo ―maldijo, colocándose en mi entrada. Se apretó contra mí, frotándose así
mismo contra mi inflamado clítoris.
Gemí, incapaz de cerrar los ojos cuando su mirada se clavó en la mía―. Jake
―susurré―. No me estés provocando.
Tomó mi pierna, envolviéndola alrededor de su cintura, y entonces él estaba empujando
en mí, lentamente, mi aliento atrapado. Me mordí el labio, pensando, Hey, esto no es tan malo,
hasta que empujó lo que se sentía como su longitud entera detro de mí. Saboreé sangre y supe
que había mordido demasiado fuerte.
―Respira, Maya ―dijo Jake a través de sus dientes apretados. Su propia respiración era
errática―. Carajo. Estás apretada.
El dolor entre mis piernas se hizo más manejable con cada respiración profunda que
tomaba. Jake se mantuvo quieto, hasta que empujé mis caderas contra las suyas, deseando que
se moviera. Parecía bastante torturado.
Se apartó un poco, los ojos todavía sujetos a los míos, y luego se empujó de nuevo. Jadeé,
mis uñas rasgaron su espalda. Él hizo un sonido de placer ante eso.
―Más ―supliqué, sabiendo que esto era todo. Yo estaba perdida. Al diablo las
consecuencias.
Mi voz pareció liberarlo de su restricción, porque lo siguiente que supe era que él me estaba
follando. Follándome correctamente. Doblé la otra pierna alrededor de su cintura, empujándome
para encontrar cada empuje. Se sentía demasiado bien lo que estaba haciéndome. Su boca estaba
en mi cuello, y luego estaba en mis pechos. Pasó mucho tiempo en ellos; chupando mis pezones,
mordisqueándolos con sus dientes. Le clavaba las uñas en la piel cada vez que me mordía y
cada vez que su verga se hundía en mí.
―Tan bueno ―lo oí gruñir, sus labios contra mi cuello―. Necesitas... venirte... ahora
mismo, nena.
Deslizó una mano entre nosotros y acarició mi clítoris con dedos hábiles. Era ridículo cómo
sólo tenía que presionar contra ese manojo de nervios para llevarme a un agudo y satisfactorio
orgasmo.
Mi cuerpo partido en dos, mis miembros flojos y elásticos. Se sentía como un orgasmo sin
fin, como si se hubieran mezclado en uno y me estuviera ahogando en mi propio placer. Cuando
sentí como si hubiera terminado, Jake me arrancó otro clímax cegador. Golpeó dentro mí una,
dos veces, y luego se estaba viniendo, sus ojos cerrados. En el orgasmo el parecía vulnerable;
casi juvenil, incluso. Sus rasgos se suavizaron, su boca se relajó mientras gruñía su erupción.
Sentí que su verga se sacudía dentro de mí, incluso después de que su clímax hubiera
desaparecido hacía tiempo y el instinto me obligaba a apretar a su alrededor, sintiendo que
pronto se retiraría.
Sus ojos se abrieron bruscamente―. Jesús ―murmuró, con los brazos a ambos lados de
mí para evitar que su peso me aplastara―. Eres otra cosa, Maya Fenton.
―¿Es eso algo bueno o algo malo? ―murmuré, sonando somnolienta.
―Ambos ―respondió con una sonrisa―. ¿Estás bien?
―Ajá.
Sus labios rozaron los míos―. Al menos uno de nosotros.
―¿Que? ¿Qué quieres decir?
―Tus uñas probablemente están enterradas en mi piel.
Horrorizada, lo solté, examinando mis dedos―. Oh dios mío ―podía ver un poco de
sangre bajo unas cuantas uñas―. Lo siento mucho, Jake, no sé qué...
Su boca me calló―. No más charla ―dijo contra mis labios, tirando de mí al mismo
tiempo―. Eers muy sexy cuando pierdes el control, así que no te disculpes.
―Mm-hm.
―Bien. Me muero de hambre.
Mi estómago hizo un ruido de acuerdo. Dios, el sexo era ejercicio. Luego estaba el dolor
entre mis piernas, un recordatorio de donde Jake acababa de estar. Yo probablemente sería
incapaz de estar de pie. No me impidió ofrecerme cocinar.
Jake me sacudió la cabeza, con expresión tortuosa―. Nah, bebé, mi cena acaba de llegar.
Apartó mis piernas y procedió a hacer que su cena se viniera por enésima vez.
“Me enorgullecía, no necesitar a nadie más; supongo que estaba equivocado”
-The Rescues, Be My Cure

―¿Cómo estuvo su fin de semana de Pascua, gente? ―preguntó la hermana Brady, en


nuestro primer lunes de regreso.
¿Me perdí la pascua? Me preguntaba mentalmente, oyendo sin escuchar realmente a todos
discutir sus diversos servicios religiosos de la iglesia y sus atracones de chocolate
No podía creer que hubiera olvidado la Pascua. Si mi tía estuviera viva, sabía exactamente
lo que diría: ¿el buen Señor olvidó morir por tus pecados, Maya? ¿Eh? ¿Qué pasa entonces?
La vergüenza me envolvió. Había pasado todo el fin de semana obsesionándome en lo
bueno que había sido el sexo con Jake. Pasé todo el fin de semana recuperándome de dicho buen
sexo. Y porque yo era tan estúpida, tuve que soportar la incómoda mañana después, cuando
intenté escapar de la cama de Jake sin despertarlo.
Había estado acostado en las sábanas arrugadas, el cabello revuelto y los ojos soñolientos,
y sí, había un charco de humedad brillando en su pectoral izquierdo, donde había babeado toda
la noche. Adorable.
―¿Estás escapando de mí, Maya? ―había dicho, en lo que sólo podía describir como su
voz de dormitorio―. Hmm. Nadie ha hecho eso nunca.
Yo había bufado, tirando de mi ropa en mi espalda lejos de él. Como si fuera a vestirme
con mi trasero hacia él―. Primera vez para todo, supongo.
―Tienes toda la maldita razón, ahora, vuelve a la cama y déjame darte tu primer orgasmo
matutino.
Me estremecí pensando en ello. La palpitación entre mis piernas... me había hecho querer
más―. Será mejor que me vaya ―me había obligado a decir―, pero gracias, por las cosas…
sexuales. Fue bueno. Eres bueno. Genial. Genial, quiero decir. Estuviste genial.
Y entonces, porque me había dado cuenta de lo increíblemente estúpida que acababa de
sonar, había salido de la habitación de Jake tan rápido que podías jurar que el diablo estaba
detrás de mí. Podría haber oído a Jake gritar que me daría una paliza si le daba las gracias de
nuevo. Por otra parte, estaba respirando tan fuerte que podría haber sido mi imaginación.
En el momento en que Brady terminó de informarnos sobre las respectivas noches de
nuestros pacientes, salí corriendo de la oficina y fui al salón de té. Moira me siguió detrás.
―¿Mal fin de semana? ―fue su primera pregunta.
―Podrías decirlo así ―respondí, deseando ser lo más vaga posible. Fui por café.
―¿No vas a decirme qué le pasó a tu apartamento?
Me giré para mirarla con los ojos muy abiertos―. ¿Cómo te enteraste de eso?
―Tengo un amigo en tu edificio, ¿recuerdas?
―Oh sí ―dejé escapar un suspiro, volviendo a mi tarea de poner azúcar en mi taza―.
Me robaron.
―Dios mío, ¿estás bien?
―Sí. Quiero decir, mi laptop se ha ido y eso es una mierda, pero al menos yo no estaba
allí.
―¿Estaba asegurada? Tu laptop, quiero decir.
Tuve que reírme de eso―. Por supuesto ―sólo pensar en cómo iba a reemplazar las
cosas que había perdido me estaba dando un dolor de cabeza. Había pesado en mi mente durante
todo el fin de semana, pero sinceramente, estaba realmente agradecida de que estuviera ilesa.
Los objetos inanimados eran fáciles de reemplazar, incluso si tardaba una eternidad y un día
para reemplazarlos.
―Entonces, ¿dónde te estás quedando ahora? ―Moira quería saberlo―. Rob, que es mi
amigo, dijo que tu lugar está vacío.
―Guao, Rob seguro es curioso.
―Estoy hablando en serio, Maya.
Contemplé mentirle, pero decidí que los hermanos McNally probablemente ya sabían
dónde me estaba quedando ahora―. Con Jacob Ford― murmuré, mirando a la puerta. ¿Dónde
estaba todo el mundo? ¿Dónde estaban mis malditos pasteles de la mañana?
Los ojos de Moira, rodeados de delineador, saltaron―. ¿El hijo de la señora Ford? ¿El hijo
de Sharon Ford? Descanse su hermosa alma.
Asentí, sonriendo ligeramente al oír el nombre de Sharon―. Sí. Él. Es un amigo de hace
mucho tiempo.
―Es el loco motociclista del que Joel hablaba hace unas semanas, ¿verdad? ¿Del que quien
estabas, cito, encima de él?
Me estaba cansando bastante de que mi cara se calentara con la gota de un sombrero―.
Joel estaba exagerando.
Moira bufó como si no me creyera―. No te culparía, lo he visto unas cuantas veces y...
voy a mantener mi depravación para mí misma.
Depravación. Yo sabía mucho sobre eso ahora. Sólo había tenido sexo una vez y era
prácticamente en todo lo que podía pensar. Me sentía atrapada en el cuerpo de un muchacho
de dieciséis años.
―¿Sabes lo que encuentro caliente? Chicos que tienen procedencia dudosa ―continuó
Moira, abanicándose dramáticamente―. ¿No era Sharon israelí? Y el padre de Jacob era
italiano. Es algo hermoso cuando dos personas de diferentes lugares se unen para crear los Jacob
Fords de este mundo.
―Moira, sus padres están muertos, ten un poco de respeto ―murmuré, tomando un gran
trago de cafeína tan necesaria.
―¡Estoy siendo respetuosa! ―protestó, sirviéndose un poco de té―. Mi último ex era
griego-mexicano y su charla sucia era trilingüe. Le di gracias a Dios todos los días por eso, en
español, griego e inglés, por supuesto.
Rodé mis ojos a esta mujer, sonriendo a pesar de mí. Moira pronto cambió el tema a algo
más trivial, su nuevo peinado, y por eso, estaba agradecida. Cada semana que la veía, tenía algo
nuevo en ella. Su cabello era una masa de rizos negros que enmarcaban su rostro en forma de
corazón. La semana pasada, ella se había hecho trenzas africanas. Esta semana, había trenzado
el frente en un diseño complicado y dejó lo de atrás suelto.
―Sabes, si alguna vez pusiera mis manos en tu pelo... ―comenzó, parecía una niña que
jadeaba por peinarle el pelo a Barbie.
―No va a pasar ―el mayor esfuerzo que le dediqué fue ir a la peluquería para un recorte
y un lavado adecuado. Mi cabello de hecho me quedó en algún lugar en el centro de mi espalda,
ya que lo mantenía trenzado, era demasiado perezosa para ir natural, parecía más largo.
―¿Qué no va a pasar? ―la voz de Iris cantó desde la puerta. Tenía la caja de croissants
en la mano, mi salvadora. Finalmente.
―Maya aquí no quiere que haga cosas mágicas con su pelo ―respondió Moira, haciendo
pucheros.
―No te ofendas, M, pero, ¿no te cansas de la misma trenza de Pocahontas en tu espalda?
―Iris colocó la caja en la mesa y sacó un gran pan, mordiéndolo con un suspiro.
―De hecho, no. Es conveniente ―dije, a la defensiva. Saqué un croissant de la caja.
―Ella probablemente quiere decir durante el sexo ―dijo Moira con una sonrisa―. ¿A
tu novio le gusta jalarlo por detrás o algo así? Y también, ¿por qué no te estás quedando con él?
Me sonrojé. Mi cerebro al instante levantó una imagen de Jake tomándome por detrás, su
mano envuelta alrededor de mi trenza mientras jalaba. Duro―. ¿Todo tiene que girar en torno
al sexo? De todos modos, terminamos.
Señal del discurso “Aw, Maya. Lo sentimos.” No quería escucharlo, pero no quería decirles
que no me había importado menos haber roto con un hombre con el que había estado durante
más de siete años.
Eventualmente, dejaron de hablar de exes y llanto y me dejaron llegar a mi pabellón. Como
siempre, mis pacientes estaban contentos de verme. Aquellos que recordaban la década en la que
estábamos me preguntaron sobre mi semana en casa y aquellos que no recordaban sus propios
nombres hicieron la conversación más arbitraria conmigo. Estar aquí me hacía olvidar toda la
mierda de mi vida, aunque sólo fuera por doce agotadoras horas.
La casa de Jake estaba reconfortantemente vacía cuando volví del trabajo y me remojé en
la bañera. No estaba de humor para pequeñas charlas o el simple contacto humano. En mi línea
de trabajo, la muerte es inevitable, pero aun así, lloré porque había perdido a la señora Chen
esta tarde. La hermana Brady había llamado a su nieta y único pariente vivo, Sara, y me había
quedado completamente destrozada por el evidente dolor de Sara cuando llegó a Haven. La
última vez que había visto a Sara, había sido uno de tres de un trío con Jake y había desfilado
su cuerpo desnudo en su camino para a lavarlo de ella. Eso había sido lo más remoto en mi
mente cuando me preguntó cómo había sido el último día de su abuela. ¿Había comido?
¿Recordaba a su familia? ¿Había tenido dolor? ¿Había sido feliz?
Respondí sus preguntas lo mejor que pude, como me habían enseñado en la escuela, pero
mi voz tembló un poco cuando le dije a Sara que su abuela no había comido mucho ese día. Me
molestaba no haber limpiado el cuerpo como me hubiera gustado antes de que Sara apareciera.
Tal vez la señora Chen se estaba deteriorando lentamente. Tal vez había sabido que iba a morir
pronto. Después de todo, la mujer había cumplido los noventa y ocho años.
―Gracias, Maya ―dijo Sara sinceramente, apretando mi mano entre las suyas―.
Gracias por cuidar bien a mi abuelita.
―Era una gran mujer ―le había dicho, recordando el momento en que la señora Chen
se asustó cuando quise quitarle la dentadura postiza. Me había mordido. Me agradaba mucho.
Sara me había sonreído entonces. Ella había estado usando una especie de top con agujeros
cortados en la espalda y podía ver las correas neón de su sujetador amarillo. Por alguna extraña
razón, quería abrazarla otra vez. Se fue antes de que la funeraria llegara.
Me senté en la bañera por un largo tiempo hasta que imaginé que si mi piel se arrugaba
más, alguien me arrojaría en una bolsa de nueces. A pesar de no querer hablar con alguien, la
casa era demasiado silenciosa para estar cómoda, así que ordené comida china antes de
instalarme frente a la televisión en mi pijama de franela.
Para cuando llegó mi cena, Channing Tatum y Jonah Hill estaban en las vacaciones de
primavera y yo no tenía apetito. La camioneta de Jake entró en el camino justo cuando el
repartidor se marchaba.
Quería decir que mi estómago no volcó cuando lo vi, parecía enojado con el mundo como
de costumbre y llevaba pantalones negros como si estuvieran vertidos sobre sus gruesos
músculos.
―Hey ―dije, sosteniendo mi bolsa de comida china en mi pecho. Estaba caliente contra
mi pecho, pero eso extrañamente no me afectó.
―¿No revisas tu maldito teléfono? ―fue su saludo.
―¿Disculpa? ―eegresé a la casa cuando él entró, cerrando la puerta detrás de él.
―Estaba tratando de llamarte, no me respondías.
―Oh, probablemente todavía esté en silencio.
Me miró fijamente. Esa mirada probablemente había traído a hombres mucho más fuertes
que yo hasta sus rodillas pidiendo disculpas, pero yo no estaba de humor para su drama. No
esta noche, cuando me sentía emocional por la muerte de un paciente.
―¿Había una emergencia? ―pregunté, dirigiéndome a la cocina. Tomé un plato del
mueble―. ¿Quieres algo?
―Estás jodiendo conmigo.
―No lo estoy ―dije, sonando seria.
―No quiero tu puta comida para llevar, lo que quiero saber es qué diablos pasa en tu puta
cabeza, Maya... ¿No se te ha ocurrido que querría saber cómo estabas?
Fue mi turno de mirarlo―. ¿Cuál es tu problema esta noche?
―Todavía estoy buscando al imbécil de tu ex y todavía hay cabrones locos por ahí que
no se oponen a cortarte las tetas para dar con él ―dijo―, así que contesta tu maldito teléfono
la próxima vez.
―¿Y no crees que lo sé? ―repliqué―. ¿Crees que no sé lo grave que es esta situación?
Tengo un cerebro funcionando, Jacob, no soy tan estúpida como obviamente piensas que soy.
Esta no es una noche de pijamas para mí, esta soy yo siendo arrancada de mi vida por culpa
de la idiotez de otra persona, así que puedes masticarme todo lo que quieras por tomar un baño
sin mi teléfono, pero no te atrevas a ser condescendiente conmigo.
Yo estaba extrañamente compuesta cuando terminé de hablar, mientras Jake parecía que
le había dado una bofetada en la cara.
―No eres estúpida, Maya ―fue todo lo que dijo―. Voy a tomar una ducha.
―Lo que sea ―no había pasado por alto las manchas de sangre el final de su camiseta
gris. Definitivamente no quería saber nada sobre ellas.
Así que subió las escaleras y comí sola en la cocina, mentalmente repasando la
conversación que iba a tener con Iris sobre su compañera de cuarto, Jana. Dormiría en el sofá
si me lo permitiera. Me aseguraría de que nadie supiera dónde estaba, asegurándome de no
poner a Iris en peligro. El sofá sería mejor que esta mierda de padre e hija que Jake hacía cuando
me regañaba.
Estaba lavando los pocos platos del desayuno cuando sentí su presencia detrás de mí. El
vaso que estaba enjuagando cayó de mis manos en el agua caliente cuando él puso sus manos
en mi cintura, sus dedos extendiéndose sobre mi estómago.
―Lo siento ―dijo, su boca en mi oído derecho―. Soy un idiota.
―Jake...
―No, cariño, déjame disculparme ―besó la orilla de mi oído, tirando del lóbulo de mi
oreja en su boca y chupando. Su mano se deslizó a la pretina de mis pantalones de pijama y en
mis bragas; acariciando mi coño, su dedo medio fácilmente dentro de mí.
Jadeando, me eché hacia atrás, mi trasero golpeando en la pelvis de Jake y quedándome
allí―. Oh, Dios ―dije en una exhalación.
―¡Oh, Jake!
Gruñó, burlándose de mi clítoris. Resbalando con mi humedad, deslizó un dedo por mi
apertura, masajeando mis paredes internas mientras avanzaba.
Mis manos estaban ahora en el borde del lavabo bien cerradas. Su otra mano se había
deslizado por mi camisa, sujetándome firmemente el pecho y tirando de mi pezón. Respiré
profundamente, pegando mi propia mano para bajar mis pantalones para mantener a la de Jake
allí. Hizo un sonido suave en su garganta, enterrando sus dedos hasta sus nudillos dentro de mí
y sacándolos, repitiendo el movimiento. Extendió los labios de mi coño completamente y me folló
de esta manera. Él estableció un ritmo lento así y rápidamente estaba perdiendo la mente.
—Folla mis dedos, cariño —murmuró contra el costado de mi cuello—. Correte en mi
mano.
El sonido de mi pesada respiración llenaba mis oídos mientras mi sangre corría hacia ellos,
ahogando todo. Me retorcí contra su mano, atrayéndolo aún más a mí. Desesperada. Podía
olerme a mí misma en el aire, el tipo de olor que gritaba lujuria y satisfacción y todas las cosas
placenteras. Mis ojos estaban cerrados, eliminando la vista del fregadero lleno de agua,
eliminando mi corrompido reflejo en las ventanas vacías... y luego me estremecí a través de mi
orgasmo, mordiéndome el labio para evitar gritar. El cálido líquido de mi liberación descendió
por mis muslos. Jadeando, me doblé por la mitad sobre el fregadero, el deseo lamiendo su camino
a lo largo de mi cuerpo cuando Jake me arrancó los pantalones. Hizo una pausa en la cintura
de encaje de mi ropa interior, trazándolo con los dedos. Quería decirle que se diera prisa, pero
mi boca no funcionaba.
En su lugar, hice un sonido de sorpresa cuando rasgó mis bragas, tirándolas por mis
caderas.
—Jesús —suspiré.
—Jake —gruñó, pateando mis piernas en los tobillos con sus pies. No quería obsesionarme
en cómo me veía inclinada de esta manera. Él estaba ocupado rasgando algo de nuevo, algo que
sólo podía imaginar era un paquete de papel aluminio cuadrado.
—Jake —gemí ante la primera sensación de su pene contra mí. Tan grande. No lo había
imaginado la última vez. Sólo, ¿así? ¿Desde este ángulo? Increíble.
―Soy un pendejo ―retumbó, presionando hacia adelante hasta llegar a su base. Sus
manos estaban en mis caderas, tirándome de vuelta a su encuentro, de modo que su ingle estaba
presionada contra mi culo.
No me dio tiempo para adaptarme a él antes de retroceder y empujar de regreso a mí―.
Yo―empuje―jodidamente―empuje―lo siento.
Gemí otra vez. Fuerte. Era demasiado, simplemente demasiado. Yo todavía estaba
demasiado apretada y él todavía era demasiado grande y cuando él ganó impulso, su piel
golpeando contra la mía, me di cuenta de que el desmayo de placer podría ser una realidad.
Apenas podía pararme por mí misma, él me estaba sosteniendo, y sin embargo lograba empujar
contra él, encontrándome con cada uno de sus empujes.
¿Por qué se disculpaba de nuevo? ¿Por gritarme? ¿A quién diablos le importaba?
Y aun así, con cada empuje de su verga dentro de mí, él decía que lo sentía. Decía que era
un pendejo. Decía que debía perdonarlo.
Me sentía llena de él, rodeada enteramente por él. Era una fuerza salvaje, una presencia
peligrosa. Marcaba un ritmo relámpago, entrando y saliendo, dentro y fuera de mí. Volviéndome
delirante de placer.
―Sí ―estaba jadeando, una y otra y otra vez, como un canto.
¿Si a qué? ¿Si, era un pendejo? Sí, lo perdoné. No lo sabía. No me importaba.
En este momento entre nosotros, lo único que me importaba era la emocionante sensación
de perderme en el orgasmo. Se estaba acercando de nuevo, me di cuenta. El calor ahora familiar
en mi vientre, calentando mis entrañas y chamuscando mi piel... estaba intensificándose,
creciendo en un infierno furioso...
Jake rugió algo fuerte e ininteligible, y se enterró profundo dentro de mí, tan duro que fue
doloroso. Había golpeado algo, probablemente mi cuello uterino, y yo grité. Él se estaba viniendo,
su verga palpitando dentro de mi liberándose a sí mismo. Sentirlo tan profundo dentro de mí,
oírlo perder el control, me hizo terminar. Lloré cuando me vine; lágrimas reales que se agruparon
en las esquinas de mis ojos. El clímax de Jake se convirtió en el mío, hasta que estaba exhausta
de sentir demasiado, por la agonía de estar tan considerablemente satisfecha.
Me sentí drenada cuando hubo terminado, cuando pude colapsar sobre el fregadero y
recuperarme. Mi pulso era demasiado rápido y mi piel se sentía húmeda. El cuerpo de Jake
cubría el mío, su pecho subía y bajaba con cada respiración que tomaba. Todavía estaba dentro
de mí, todavía parte de mí.
―Odio cuando me miras como si me odiaras ―dijo después de un rato, su voz ronca―.
No vuelvas a mirarme así.
―Me exasperas, pero no te odio.
―Tú misma eres bastante exasperante, ¿lo sabes?
―Sí, lo sé ―dije con una carcajada. Murió así de rápido―. Perdí a un paciente hoy,
sucede todo el tiempo, son viejos, pero creo que siento demasiado.
Jake besó suavemente mi cuello, me daban ganas de llorar de nuevo. No dijo nada, sólo
continuó presionando ligeros besos en mi piel hasta que mi estado de ánimo cambió
gradualmente y me sentí mejor.
―Gracias ―hablé suavemente, soltando un suspiro cuando él lentamente salió de mí.
Respirando profundamente, forcé mi cerebro y mis piernas a trabajar juntas para poder dar la
vuelta. Subirme mis pantalones era opcional en este punto.
Jake estaba completamente desnudo. Luché con respirar otra vez.
―¿Dónde... dónde está tu ropa?
―Nena, ya lo has visto todo antes ―dijo con una mirada maliciosa, buscando la parte
superior de mi pijama. Sacó el primer botón por el frente, luego el segundo, y así sucesivamente.
Vi sus dedos trabajar, hasta que desabrochó cada minúsculo botón, estaba tirando mi camisa
por las curvas de mis hombros y tirándola al piso de la cocina.
―Así está mejor ―dijo, inclinando mi barbilla hacia arriba―. Hey.
―Hola.
Sus labios chocaron contra los míos, suaves y duros. Un suave gemido salió de mis labios
y su lengua se deslizó dentro, enredándose con la mía. Me besó hasta que me olvidé de todo
excepto de su nombre. El duro cuerpo de Jake estaba presionado contra el mío, mis pechos
aplastados contra él. Sentía como si cada centímetro de él me estuviera tocando, incluyendo la
erección mojada, cubierta de látex, que estaba empujando actualmente contra mi vientre.
Finalmente, nos separamos, nuestra respiración pesada llenando el silencio. Él tenía una mirada
suave en sus ojos, y desapareció rápidamente, reemplazado por otra cosa. Algo más oscuro.
Algo pecaminoso.
Sacudí la cabeza, como si negara―. Cama, me voy a la cama ―dije en voz baja,
agachándome para recoger mi pijama. Mis ojos patinaron hasta la verga de Jake―. Yo, uh,
creo que deberías tirar eso: el condón, no tu, umm, pene.
―Ven a mi cama ―de pronto dijo Jake, arrebatando mis bragas arruinadas del piso. Se
los puso en la nariz, inhalando fuertemente.
Horrorizada, traté de arrancarlos de sus manos―. Jacob, deja de hacer eso ―siseé―.
Dámelas.
Me dio una astuta sonrisa, manteniéndolos fuera de mi alcance―. Eres adorable, ¿lo
sabías?
―Me voy a la cama sola, Jacob.
―Tu pérdida, puedo follar toda la noche.
Tragué saliva―. Seguro que la sobredosis de viagra puede tener un resultado negativo en
tu pene.
―Palos y piedras, nena, palos y piedras5 ―dijo, riendo entre dientes.
Lo dejé subir primero, dándome cuenta por primera vez que Jacob Ford estaba empezando
a gustarme.
Algo así como una espinilla.

5
Una respuesta en inglés a un insulto dando a entender que lo escucharon, pero no les importa.
“Nada nunca es lo que esperamos”
-Robin Schulz & Jasmine Thompson, Sun Goes Down

Era mi último día en el trabajo esta semana, domingo, y estaba completamente agotada.
Revisé mi reloj cada pocos minutos y sentí como si estuviera inmóvil, las inmóviles manecillas
del reloj burlándose de mí.
Los domingos eran los peores. El alivio y respiro estaban tan cerca y tan lejos. Luego había
familias de pacientes, que parecían realmente encontrar tiempo para visitar a sus seres queridos
en el día del Señor. La hija que no se había molestado en ver a su madre en meses se presentaría
de repente, levantando el infierno a causa de una mancha en una sábana. Esos eran los peores
miembros de la familia; los que rara vez veían a sus mayores, y se quejaban sin parar cuando
lo hacían.
Podía tratar con ellos, pero en su mayor parte, no tenía que hacerlo.
Yo estaba sentada con la sra. Santorini, una paciente mía postrada en la cama con una
enfermedad grave de Alzheimer y ningún miembro de la familia la visitó. Estaba en la cama la
mayoría del tiempo a menos que la trasladáramos al sofá, y sus ojos castaños rojizos siempre
estaban abiertos, pero vacíos. Todavía quería creer que ella estaba allí, que ella podía decir que
yo había peinado su pelo ondulado de sal y pimienta esta mañana y lo había peinado en una
trenza lateral para ella.
Hablaba mucho con ella, aunque nunca respondiera. Hoy no fue diferente. Ella tenía una
habitación privada pagada por los miembros de la familia que derrocharon dinero para calmar
su conciencia culpable, yo la mantenía bien ventilada y llena de bugambilias rosadas. Hablé de
todo y nada con la señora Santorini. Por supuesto, Jake apareció en mi monólogo.
―¿Sabes qué es lo realmente enfermizo y preocupante, señora S? Pensaba en él como un
hermano mayor molesto antes de que... nosotros, ya sabe ―terminé por respeto a la señora
mayor. Dudaba mucho que quisiera escuchar los detalles morbosos―. Entonces, ¿qué me hace
eso? ¿Incestuosa? Dios, no quiero pensar en eso ahora mismo.
La señora Santorini simplemente miró hacia adelante, con los dedos de su mano derecha
curvándose aún más.
―No sé por qué he esperado tanto tiempo para tener relaciones sexuales, para ser honesta
―dije, distraídamente, masajeando la mano de la señora Santorini para conseguir
circulación―. Mi tía solía decirle a mi prima y a mí que ella podría tratar de disuadirnos de
tener sexo antes del matrimonio hasta que su cara se volviera de raza blanca, pero era realista
y sólo podía decirnos que nos cuidaramos. Supongo que no quería ser como todas los demás y
dormir con el primer chico que me guiñara un ojo.
Decidí guardar silencio en ese momento. Sólo había cierta cantidad de mis cinco segundos
de vida sexual que pudiera torturar a esta mujer. Y como la habitación estaba tan silenciosa, oí
que la puerta se abría y mis ojos se abrieron para mirar los ojos más verdes que había visto. Mi
boca se secó y sentí una sensación de araña en mi columna vertebral. Me moví para levantarme.
James, ¿o era David? McNally levantó una mano para detenerme―. Oh, no se levante
por mí, señorita Fenton ―dijo, cerrando suavemente la puerta tras él.
Me quedé en mi asiento, que estaba más incómodo cada segundo. El hermano McNally
estaba vestido con un traje de rayas de aspecto caro, pero también podría haber estado usando
una camiseta manchada de sangre que tenía impreso "estoy aquí para matarte" en el frente en
siniestro rojo. Tenía el pelo espeso y despeinado; sus hombros anchos. Si Chris Hemsworth
fuera pelirrojo y un poco más amplio, este hermano de McNally sería él.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―forcé las palabras de mi garganta, asombrada de que
pudiera sonar como un ser normal en este momento.
―Uh, estoy visitando a mi querida, querida abuela ―dijo con una amplia sonrisa, pero
tenía los ojos fríos. Vacíos.
―Tú y yo sabemos que no estás relacionado con esta mujer.
―Bueno, ella es la abuela de alguien, estoy en el lugar del nieto ―se puso de pie al otro
lado de la cama y colocó la rosa que estaba sosteniendo sobre la mesita de noche. Él la miró―.
¿Qué le pasa?
―No hay nada malo con ella ―espeté, y sus ojos verde jade se estrecharon.
―Ah, creo que veo cuál es el problema de mi abuela ―murmuró McNally, acariciando
el cabello de la señora Santorini con una gran mano marcada―. Alguien le ha roto su pequeño
y delgado cuello.
Mi sangre se enfrió. Los dedos de McNally danzaron ligeramente a través de la garganta
expuesta de la señora Santorini, trazando el contorno de su tráquea.
―Sería algo bueno que alguien la sacara de su miseria, ¿no cree, señorita Fenton?
―McNally continuó―. Está en un mejor lugar ahora, sólo desearía que no hubiera sido
estrangulada la vida en ella para llegar allí.
―Detente ―susurré. Me aclaré la garganta, esperando hablar más fuerte. ― ¿Qué
quieres? Dímelo para que puedas ir.
―¿Dónde está tu novio?
―Sebastian y yo ya no estamos juntos ―le dije, poniéndome de pie lentamente―. No
estábamos juntos cuando destrozaste mi apartamento y no estamos juntos en este momento, no
tengo ni idea de dónde está.
McNally me miró con atención, sin decir una palabra. Se metió las manos en los bolsillos
de sus pantalones―. Nunca he estado en su apartamento, señorita Fenton, pero si sabe lo que
es bueno para usted, se pondrá en contacto con ese tramposo hijo de puta que se llama Sebastian
y lo hará devolver cada centavo de mi puto dinero antes de matar un vejestorio tras otro y
terminar cortando su largo y elegante cuello.
Dije una oración mental para tener valor antes de decir―, te lo juro, si le haces daño a
una de estas personas inocentes...
―Consiga mi dinero y no tendré que hacerlo.
Tomé una decisión rápida―. ¿Cuánto te robó? Te lo devolveré yo misma.
Soltó una breve carcajada―. ¿Tiene diez millones en su cuenta de ahorros?
Dejé escapar un grito de sorpresa. ¿Diez millones? ¿Sebastian había perdido la cabeza?
―¿Quieres decir pesos, tal vez? ―Me ahogué. Una chica sólo podía soñar.
―O lo trae a mí o me devuelve mi dinero, es su elección. De cualquier manera, no estoy
de humor para jugar ―puso su mano sobre la nariz de la señora Santorini―. Sabe, mi
hermano no es tan bueno como yo, su sugerencia fue cortar un dedo por cada millón que su
chico nos costó, estoy consciente que no puede ser una enfermera sin un solo dedo, así que esté
agradecida de que está tratando conmigo, señorita Fenton. Que tenga un buen día. Y tenga un
excelente cuidado de mi abuela, ¿lo hará?
Silbando una extraña melodía para sí mismo, McNally salió de la habitación. Me desplomé
sobre la silla en el momento en que estaba segura de que no iba a volver. Y entonces, porque yo
era tan patética, lloré y no pude dejar de llorar, hasta que la jefa de enfermeras tuvo que enviarme
a casa.

―Nena, ¿qué pasa?


―¿Dónde estás, Jake?
―Estoy en la casa club, ¿qué pasa? No suenas bien.
―Voy para allá.
Terminé la llamada y tiré mi teléfono en el asiento del pasajero, arrancando mi coche y
sacándolo de mi plaza de aparcamiento fuera de Haven. Salí del trabajo cuatro horas antes y ni
siquiera podía encontrar felicidad en eso.
En una luz roja, tomé mi teléfono una vez más y probé el número de Sebastian por
millonésima vez. Directamente al correo de voz, como de costumbre.
―Maldito seas, idiota egoísta ―murmuré.
Para cuando alguien me dejó pasar por las puertas del cuartel general de los Phantoms,
había llamado a Sebastian palabras terribles. No me sentía mejor. De hecho, me sentía peor.
Diez millones de dólares. Diez millones de dólares. Diez millones de dólares. Diez millones
de dólares.
¿Por qué Sebastian necesitaría robar dinero? Sus padres estaban nadando en dinero. Su
trabajo pagaba seis cifras al año. Yo también estaba bastante segura de que cualquier negocio
sucio en el que él estuviera involucrado pagaba generosamente, si no, más. Entonces, ¿por qué
tenía que robar?
No estaba cerca de resolver este asunto de lo que estaba manteniendo la calma. Mi cabeza
estaba empezando a doler sólo de pensar en esto. Traté asesinar la imagen de Sebastian
descansando en una playa en Costa Rica o en algún lugar así, bebiendo mojitos y coqueteando
con una belleza en bikini sin ninguna preocupación en el mundo.
El tonto HDP.6
Era media tarde y cuando salí de mi coche, me di cuenta de Jake de pie a la entrada de la
casa. Bajó por el pequeño escalón, con una mirada de interrogación escrita en su rostro.
―Háblame.
―Uno de los hermanos McNally me visitó en el trabajo ―ya no sonaba con miedo. Más
bien con enojo. Tan enojada que no me di cuenta de qué decirle a Jake todo lo que McNally me
había dicho tendría consecuencias.
―Entonces parece que uno de los hermanos McNally va a atrapar una paliza hoy ―dijo
Jake acaloradamente.
―¿Que? No Jake, no puedes...
―¿Te lastimó? ―interrumpió entre dientes apretados.
―No. Él amenazó...
―¿Cual?
―¿Eh?
―¿Qué hermano era?
―No lo sé.
―No importa, mataré a los dos.

6
Hijo De Puta
Antes de que supiera lo que estaba sucediendo, Jake me arrastró a la casa y reunió a una
tripulación de motociclistas, viejos y nuevos reclutas, para salir y asesinar a dos criminales. Jake
me metió en un dormitorio que afirmaba que siempre había sido su habitación en la casa.
―Quédate aquí, estarás a salvo ―dijo, cavando en un cajón hasta que sacó algo brillante
y metálico. La metió en la cintura de sus vaqueros.
―¿Una pistola, Jake? ¿Estás loco? ¡Podrías volver a la cárcel por eso! ―sonaba histérica,
pero sólo la idea de que Jake regresara a la cárcel por mi culpa me estaba dando temblores.
―No voy a volver ―dijo claramente.
―Por favor, no hagas esto, todo lo que tengo que hacer es encontrar a Sebastian y es todo.
―Tú no tienes que hacer esta mierda, Maya, este no es tu problema ―murmuró, con las
manos a cada lado de mi cara―. Yo te protejo.
―Pero...
Presionó sus labios contra los míos, moviendo una mano hacia la parte posterior de mi
cabeza y besándome hasta que estuve sin aliento y débil de las rodillas. No habló después de
eso, y luego se fue, el rugido de varias motocicletas afuera siguiéndolo.
Me senté en el borde de la cama King size por un largo tiempo después de eso, hasta que
sacudí la cabeza y me despojé de toda mi ropa, en el acolchado del cuarto de baño para tomar
una ducha larga y caliente.
Cuando salí, Ghost estaba sentado en el sillón de cuero fijado en una esquina, fuera del
camino. Afortunadamente, llámenlo paranoia o llámenlo intuición, había decidido usar una de
las camisetas de Jake y actualmente tenía el par de leggins que llevaba debajo de mi uniforme
de enfermería. Quiero decir, ¿qué tan espeluznante hubiera sido que Ghost me hubiera visto
medio desnuda?
―Deberías saber lo siniestro que te ves, rondando por las habitaciones y sentándote en
las esquinas ―murmuré, y una esquina de sus labios se levantó.
―Escuché que estabas... visitándonos y tuve que pasar por aquí ―dijo con un
encogimiento de hombros―. Por supuesto, las circunstancias son una mierda.
Me senté con las piernas cruzadas en la cama. ―Si me hubieras explicado que mi ex era
una pequeña rata cibernética, podríamos haber evitado todo esto. Te das cuenta, ¿verdad?
―No tenía pruebas concretas hasta que él empezó a correr con los hermanos McNally.
―Y aun así, no me lo podías decir.
―La ignorancia es felicidad, Maya.
―Eso es una tontería ―gruñí―. Jake está ahí fuera, probablemente recibiendo un
disparo por mi culpa, incluso podría ir a la cárcel.
―No puedes preocuparte por un tipo cuyo apodo es Ripper.
―Tal vez, pero como ya que todos los que me importan constantemente mueren, no puedo
hacer otra cosa que preocuparme.
La verdad de mis palabras trajo una nube de oscuridad que colgaba sobre mi cabeza. El
estado de ánimo cambió. Ghost se aclaró la garganta.
―Eres libre de ir a donde quieras aquí, Maya ―dijo en voz baja, poniéndose de pie―.
Ya sabes dónde está la cocina.
―Gracias.
―No es nada.
Estaba en la puerta cuando le dije―, ¿Puedo hacerte una pregunta?
―¿Dime?
―¿Por qué lo llamas Ripper?
―Porque cuando Jake era un nuevo recluta, le cortó la cara al presidente de un MC rival,
lo hizo trizas con algún tipo de vástago ―respondió Ghost, sonando como si estuviera dando
un alegre viaje por los recuerdos―. ¿Y quieres saber por qué?
―¿Por qué? ―respiré
―El tipo dijo algo como: ¿no sabes leer? Y Ripper lo perdió, dejándonos a todos sin
palabras.
―¿Cortó a un tipo por alguna insignificante burla sin sentido?
―¿Sin sentido? Eso es discutible, pero deberías preguntarle sobre eso tú, no es mi historia
para contar.
Guardé esa información para más tarde―. Okay te veo por ahí.
―Bien, avísame si necesitas algo.
Estaba cansada y la cama debía de ser un Sealy Posturepedic o algo así, porque en el
instante en que mi cabeza golpeó la almohada, estaba muerta para el mundo.

En algún momento de la noche, un cuerpo se deslizó en la cama a mi lado. El olor de Jake


se impregnó en mis sentidos, sacudiéndome completamente despierta. Hizo cucharita con mi
cuerpo al de él, su brazo envuelto alrededor de mi sección media.
Pregunté―, ¿mataste a alguien?
―No.
Di un suspiro de alivio―. ¿Por qué no?
―Nosotros… hablamos.
―¿Acerca de?
―Vuelve a dormir, Maya.
No lo hice. No podía. Me quedé despierta, hasta que la oscuridad se fundió con la luz y el
cálido cuerpo detrás de mí desapareció, como si nunca hubiera estado allí en primer lugar.
“Porque todos tienen algo, algo que no pueden ocultar”
-Rudimental & Foxes, Right Here

El último piso de la casa era el verdadero club, era de donde los motociclistas y sus mujeres
salían. Podrías engañarte pensando que el santuario de los Phantoms era una casa normal...
hasta que subías. Las paredes se habían tirado entre las muchas habitaciones, creando una gran
pista de baile y zona de bar. Había sido así durante años, Ella lo había dicho una vez, y nunca
me habían permitido subirme a verlo por mí misma.
Pero incluso cuando era una adolescente empujada inadvertidamente al estilo de vida de
los motociclistas debido a mi prima, había sido curiosa acerca de lo que pasaba arriba, mientras
a mí se me limitaba hacer mi tarea en la cocina. Toda la zona del piso de arriba había sido
insonorizada y un grande y viejo motociclista siempre estaba sentado al pie de las escaleras,
fumando un cigarrillo y distraídamente alejándome cada vez que trataba de pasar por él tan
furtivamente como podía.
―Este no es un lugar para niñas inocentes como tú ―dijo, él había soplado una nube de
humo en mi cara―, así que corre y se inocente.
Podría haber sido un Gandalf de cuero, diciéndome que no podía pasar. Este recuerdo al
azar sólo me recordó que yo era una niña grande ahora y lejos de ser inocente. Esa mañana,
después de que Jake salió de la cama, me vestí y fui a desayunar. Parecía como si todo el mundo
estuviera dormido, probablemente se desmayaron borrachos, así que tuve el reinado libre en la
cocina. Mientras el tocino chisporroteaba en la sartén, hice suficientes huevos revueltos para
una casa llena de hombres.
Era lo último que podía hacer, pensé.
―¿El viejo Ghost finalmente ha conseguido una old lady? ―dijo una voz detrás de mí.
Sorprendida por la fuerte voz femenina, me volví bruscamente. ¿Una old lady?
La alta mujer de pelo oscuro que estaba detrás de la isla arqueó una ceja incrédula―.
¿Sabes, una esposa? ―negó con la cabeza, sacudiendo su cola de caballo―. Ninguna de las
otras perras aquí pisa alguna vez una cocina a menos que estén casadas con un miembro, así
que estaba pensando en ti y en el Prez...
―No, no estoy casada.
Se sentó a horcajadas sobre un taburete de bar, con los codos en la encimera―. Nunca te
había visto aquí antes. Soy Pussy.
―¿Cómo dices?
―Elección equivocada de palabras, nena7 ―dijo con una enorme sonrisa―. Ha sido mi
nombre desde la preparatoria, ¿cómo debe llamarte?
―Es Maya, sólo Maya, a veces M.
―Hmm.
―Así que... ¿cómo obtuviste tú, eh, interesante nombre? ―fue fácil caer en conversación
con esta mujer. Parecía tan sencilla como una mujer como ella podría ser, tatuada y cubierta de
cuero, asi como estaba. ¿Era todo sobre el cuero en estos días?
Pussy resultó ser la presidente de un club de motociclistas de mujeres, el Bloody Marys.
Ella era muy tranquila y con información, incluyendo el hecho de que era una cocinera terrible,
había teñido su cabello castaño a negro desde preparatoria, y había dormido con Ghost un
montón de veces, sobre todo por aburrimiento. De hecho, estaba aquí para un encuentro
matutino, excepto que Ghost no se encontraba en ninguna parte. El olor del desayuno
cocinándose la había llevado a la cocina.
―Entonces, ¿de quién eres mujer? ―Pussy quería saber, dándome las gracias cuando
puse un plato de tocino y huevos delante de ella.
Bufé―. No soy mujer de nadie.
―Vale ¿Tienes un hermano en el club?
―No.

7
Juego de palabras, Maya responde con: come again? Donde se interpreta como venirse, y el nombre de la otra chica
es Pussy, coño.
Pussy estaba comiendo y hablando a una velocidad que me alarmó―. ¿Tu padre es
miembro?
Sacudí la cabeza, poniendo un pedazo de tocino en mis labios―. Sólo soy una amiga.
―Hmm ―dijo de nuevo, sonando pensativa―. Me interesas, Maya.
―Ni siquiera me conoces, Pu... ―aclaré mi garganta, tratando de mantener una cara
seria―. Ni siquiera me conoces.
―Precisamente. Yo conozco a todo el mundo, incluso a las perras que andan por aquí
como moscas, mojadas por una verga de club. Mira, mi viejo era el presidente de los Phantoms
tiempo atrás, así que crecí prácticamente en esta casa ―sostuvo una cadena de plata que llevaba
la insignia de los Phantoms, la calavera―. Esta era la suya.
Ella siguió la mayor parte de la conversación después de eso, diciéndome que las Bloody
Marys estaban buscando nuevas reclutas y que sería perfecta para unirme.
―Gracias por la oferta, pero ya tengo trabajo, soy enfermera registrada.
―¿Y? La mayoría de las motociclistas también tienen trabajos diurnos ―dijo Pussy.
―Interesante, pero no, esta cultura no es para mí.
―Lo entiendo, pero eres libre de pasar por nuestro club cuando quieras, ya sabes, para
comprobarlo ―recitó una dirección que reconocí.
―¿No era eso la construcción de una iglesia?
―Sí, hasta que fue totalmente destruida, ¿recuerdas? El incendio del 97. Una mierda
horrible.
Sí, lo recordaba. Mis padres se habían casado en esa iglesia por un capricho. Ni siquiera
eran metodistas, pero a mi madre le había gustado el interior del edificio. Así que mi padre había
organizado todo.
Salí de mis recuerdos al ver a Jake en la entrada. Parecía que acababa de volver de un
paseo en su motocicleta, el pelo despeinado por el viento y todo. Sus ojos se iluminaron con
reconocimiento cuando se fijaron en la espalda de Pussy.
―¿Pussy?
Se giró sobre el taburete y se puso en pie de un salto. ―Bueno, si no es el ex sargento de
armas ―murmuró con una carcajada, encontrándose con Jake a mitad de camino en un brusco
beso. Rodé mis ojos ante el sonido de la lengua que empujaba en su boca y antes de que pudiera
vomitar, me volví para hacerme una taza de café negro.
Jake y Pussy finalmente dejaron de introducir sus amígdalas entre sí. Sus voces bajas y la
ocasional risa de Pussy se convirtieron en mi banda sonora hasta que mi teléfono sonó donde
estaba al lado de la estufa. Un número desconocido parpadeó en la pantalla. Respondí con un
precavido―. ¿Hola?
―¿Maya? Hola, es Max. Max Stevenson
Vagamente, recordé a un Max que trabajaba con Sebastian―. ¿Sí?
―Yo, ah, tengo algo para ti, de Bass, ¿podemos vernos?
―Oh, realmente, eso es una gran noticia, ¿cuándo y dónde? ―soné demasiado brillante
y alegre, a beneficio de Jake.
―Hay un bistro al que Bass solía llevarte ―comenzó Max―, y antes de que preguntes
cómo lo sé, yo le dije del lugar. Estoy allí ahora.
―Eso parece perfecto, gracias Kira ―colgué, agarrando mi teléfono en la mano un poco
demasiado fuerte. Necesitaba calmarme, pero no sabía cómo hacerlo. Bastaba con oír el nombre
de Sebastian, y el estúpido apodo que la mayoría de sus amigos le dieron, era suficiente para
enviarme a una furia asesina.
Tranquila, Maya. Tranquila
Casi salté de mi piel cuando alguien tocó mi hombro. Jake. Era sólo Jake, no el hombre del
costal tenía que decirme a mí misma.
―Días ―dijo, inclinándose. Se veía muy bien, la mandíbula sin afeitar y el pelo castaño
salvajemente enredado.
Golpeé una mano sobre su boca, sus ojos se ensancharon en indignada incredulidad―.
¿Me estás tomado el pelo? ¿Quieres besarme cuando besaste a alguien más? ―le dije siseando.
―Oh, cariño, estoy muy limpia ―dijo Pussy detrás de nosotros―. Sin embargo, no
puedo hablar por Rip.
Jake tenía una mirada divertida en sus ojos mientras él suavemente apretaba mis dedos
en su cara―. Pussy es una buena amiga, sólo estaba diciendo hola.
―Realmente no tienes que explicarme tus hábitos de saludo ―le dije, desbloqueando con
éxito mis dedos de los suyos―. Para que conste, soy una clase de chica oral.
La mirada de Jake acaloró mi piel―. Oral, ¿eh? Eso está por verse y sentirse
―Oh, madura, sabes qué quería decir verbal.
Se echó a reír, y al instante comencé a pensar en una buena excusa que darle para poder
irme a ese bistro... porque Jake no sólo iba a dejarme saltar de la casa, sin por lo menos poner
un GPS en mí, eso era seguro.
―Tengo que cambiarme de ropa ―exclamé―. Kira me necesita.
―¿Por qué? Creo que te ves jodidamente bien en mi camisa ―dijo Jake, con voz baja y
prometedora. Sus dedos ya estaban jugando con el dobladillo, retorciéndolo en un puño―. Pero
definitivamente mejor sin de ella.
Tragué de manera audible―. Cerdo.
Se inclinó de nuevo, sus labios cepillándose contra mi oreja para que yo solo pudiera oírle
decir―. Tengo ganas de comer este tocino justo al lado de tu coño. Supongo que eso me
convierte en un caníbal.
De alguna manera, encontré suficiente aliento para susurrar a un incrédulo―, ¿quién
siquiera piensa en algo como eso? ―sacudí la cabeza, apartándome de él antes de que pudiera
sucumbir. La imagen mental que estaba pintando era no convencional pero tentadora―. Un
placer conocerte, Puss...y. Nos vemos, Jake.
Pasé por delante de Jake y salí de la cocina, tomando mis cosas de su habitación antes de
irme. La casa estaba despierta ahora y hombres soñolientos y con resaca aparecían de todos los
rincones como cucarachas gigantescas. Murmuré un saludo a cada uno que pasé, pero en
realidad, en todo lo que podía pensar era en Sebastian y lo que él podría haber dejado para mí
antes de que obviamente saliera de la ciudad.
No quería dispararle al mensajero, pero él era la segunda mejor opción.
Nunca le conté a Sebastian cuánto odiaba comer en el bistro en la esquina de Howell Street.
Cada vez que me llevaba a cenar allí, quería gritarle para que abriera los ojos y mirara el lugar.
El restaurante era probablemente del tamaño de un 7-11, aun así había un maître parado
en el "vestíbulo" y una anfitriona que apestaba a humo y siempre vestía algo rojo y reluciente.
Ambos hablaban con los peores falsos acentos franceses conocidos por el hombre y
probablemente constituían el 99,9% de las frases "francesas" que solían pronunciar al azar.
Hicieron que la versión de Steve Martin del inspector Clouseau sonara como un rico aristócrata
parisino y siempre me detenía de rodar mis ojos a su actuación.
Esta mañana, ni uno estaba en la entrada y fui libre para sentarme donde quisiera. Unos
cuantos comensales se sentaron en las pequeñas mesas redondas de madera, bebiendo café y
leyendo el periódico de la mañana. Max fue lo suficientemente fácil de detectar porque, por lo
que podía ver, estaba vestido como mi ex novio. Estaba desaliñado y tenía una barba de candado
negra. Los claros ojos verdes con gafas se encontraron con los míos y entonces él estaba de pie,
tirando de la silla frente a la suya. La camisa de vestir que llevaba era de un turquesa
deslumbrante y los pantalones que llevaba eran negros.
―Buena camisa ―dijo a modo de saludo―. Soy Max.
Quería patearme por no cambiarme la camisa de Jake y mis leggins, pero la verdad era
que no importaba lo que llevara. Tuve la sensación de que esta reunión no iba a hacerme de
ninguna manera feliz.
―Max, tienes que hacer esto rápido ―dije, pero él estaba mirando el menú laminado.
―¿Quieres beber algo? ¿Café tal vez?
―No. Quiero que me digas lo que quieres.
―¿Estás segura de que estás bien en el departamento de bebidas?
―Gracias por la oferta, pero estoy bien, en serio.
Dejó escapar un suspiro pesado, dejando el menú―. Bastante justo.
Esperé tan pacientemente como pude, mientras él se inclinaba a su lado y cavaba en la
bolsa negra de su laptop que había visto junto a su silla. Se sentó de nuevo y colocó un sobre de
color caqui sobre la mesa.
―Para ti ―dijo, y después de un largo momento de silencio continuó diciendo:― ¿Sabes,
cómo Bass renunció hace meses? Bueno, le dije que era una cosa de mierda hacer con esta
economía, y creo que... ―su voz se apagó.
―¿Qué? ―dije, porque no lo sabía. Sebastian no lo había mencionado. Diablos, cada
noche que cenábamos, él me entretenía con historias sobre su trabajo.
Otro esqueleto en el armario de Sebastian Brown.
La cara de Max se ruborizó. En realidad era muy lindo, una especie de Peter Parker―.
Pensé que sabías.
Por supuesto, había pensado que lo sabía. Los novios les cuentan todo a sus novias. ¿No
es así como van las cosas cuando estás saliendo? Claramente no cuando se trataba de Sebastian
Puto Brown.
En lugar de charlar con Max, rompí el sobre y saqué la hoja doblada de papel. Había
tecleado esta carta; de hecho se había sentado con su Mac y abrió Microsoft Word para escribir
esto. Eligió la fuente, Palatino Linotype, y su tamaño. Probablemente guardó el documento como
Mi gran jódete para mi novia la tonta.docx antes de imprimirlo en su pequeña impresora
Toshiba en casa y doblarlo en tres para que pudiera caber en este pequeño sobre.
Aspiré aire, tratando de aclarar mi cabeza. No debería haber estado pensando demasiado
en esto cuando ni siquiera había leído la maldita carta para empezar.

Maya,
Sabes que nunca haría algo intencionalmente para hacerte daño y sé que dijiste que no
estábamos juntos porque nos amáramos, lo cual es probablemente cierto, pero aparte de mi
familia, tú eres todo lo que tengo. Todo lo que he tenido.
Sé que fue probablemente una idea estúpida escribir una carta, pero la tecnología ya no
es segura para mí y prometo explicarte más sobre eso. Si me das la oportunidad.
Me preocupo por ti y sé que te preocupas por mí, tal vez eso sea suficiente. No estás a
salvo, que es mi culpa y nunca fue mi intención. Si puedes encontrar en tu corazón perdonarme,
quiero reunirme contigo y explicar todo.
Todo lo que tienes que hacer es encontrarme con el código binario.
Seb.
―¿Estás bien? ―Max sonó incierto, como si tuviera miedo de que explotara contra él por
hablar. No estaba siendo irracional.
Cuidadosamente, doblé el papel y lo puse de nuevo en el sobre antes de empujarlo en mi
bolsa―. Sí, Max, estoy bien, muy bien.
No reconocí mi voz monótona, no reconocí la ira, tranquila y homicida que me rodeaba.
Sebastian tenía el valor de ser críptico. Después de todo, estaba tratando esto como una broma.
―¿Estás segura, porque te ves... lívida?―preguntó Max, preocupado.
―Gracias por entregarme esto, ¿Sebastian te lo dio?
Max sacudió la cabeza―. No, fue de lo más raro, debe haber entrado en mi coche anoche
y haberlo dejado ahí para mí, había un post-it pidiéndome que te lo entregara lo antes posible.
―Un post-it, definitivamente el bueno y viejo Sebastian ―murmuré secamente.
―¿Tiene algún problema? Porque puedo ayudar, Maya, Bass es un buen tipo.
Me puse de pie―. Todo está bien, Max. Gracias por hacer esto.
La anfitriona me encontró en mi camino. Estaba toda roja y reluciente, tan temprano por
la mañana, y ella gritó―: ¡Mercy bow coops por visitar The Chateau, madame!
Florence + The Machine, Cosmic Love

Volví a la casa de Jake en lugar de regresar con los Phantoms. No era estúpida y el
corpulento motociclista que me había seguido desde la casa club no hacía ningún intento por
pasar inadvertido. No estaba en peligro con él, eso era seguro.
Después de tomar una ducha caliente y arrojar mi uniforme a la lavadora, decidí hacer un
poco de limpieza porque tenía ganas de mantenerme ocupada porque sentía que mantenerme
ocupada me iba a vaciar la mente. Hice los pocos platos en el fregadero y los sequé. Barrí, aspiré
y trapeé donde era necesario. Fui a la nevera y tiré las cosas viejas, que por casualidad eran la
mayor parte de la comida del refrigerador.
Sonó mi teléfono y respondí con interés, una vez que vi quién llamaba.
―¿Has vuelto a casa? ¿Después de ir a casa de tu amiga? ―la forma en que dijo esa
última parte dejó claro que Beefy Biker le había informado sobre mi reunión con Max.
Decidí ignorar su tono―. Sip. Sólo estoy limpiando, y mi amiga está bien.
―Pensé que volverías aquí.
―Entonces pensaste mal.
Mi respuesta fue recibida con aire muerto. Miré mi teléfono como si me estuviera diciendo
mentiras. Jake no me acaba de colgar.
Grosero imbécil, pensé, pero luego me retracté de mi pensamiento porque Jake había sido
muy bueno conmigo hasta ahora.
Entró por la puerta quince minutos después de colgarme, estaba sentada en el sofá
conversando con Kira por mensajes. No pude leer la expresión de su rostro, pero ya no tuve que
preguntarme cuando gruñó―: Conocer hombres extraños y mentirme acerca de eso no es
kosher.
―¿Kosher? Jake, ¿realmente hablas hebreo? ―estaba genuinamente interesada. Nunca
dijo mucho sobre su herencia dual, incluso cuando nos sentábamos y hablábamos a veces.
―Maya, no cambies de tema. ¿Quién era ese tipo?
―Nadie ―no estaba siendo deliberadamente difícil; era sólo que Jake iría en pos de Max
para encontrar a Sebastian y yo no quería eso. Max no sabía nada.
―Maya ―dijo Jake como una advertencia, asomándose por encima del sofá.
―Jacob.
―Te hice una pregunta. Quién. Era. Él.
Lo estudié, dándome cuenta de que este pequeño interrogatorio no había nacido por temor
a mi seguridad, sino por otra cosa. Algo que simplemente no podía entender.
―Ah-ah ―dije, poniéndome de pie. Tenía ganas de empujar a este hombre―. No puedes
hacer esto.
―¿Hacer qué?
―Estar... celoso. No comiences esa basura, Jacob. Simplemente no lo hagas.
Devolvió mi mirada con una de las suyas―. No me digas qué coño puedo y no puedo
sentir.
―Ese es exactamente el punto. Se supone que no debes sentir ―le recordé―. ¿Quieres
saber algo? Cualquier otra mujer habría estado locamente celosa al verte besar a alguien más,
¿pero yo? Realmente no me importa. Además de la posibilidad de contagiarme algo de ti, no es
mi maldito asunto. Porque estamos acostándonos y no estamos haciendo lo de arcoíris y rosas,
¿recuerdas?
Difícilmente podría.
Tomé aliento para decir todo eso, y cuando terminé, sentí que finalmente había identificado
y etiquetado exactamente qué éramos. "Amigos con beneficios" parecía demasiado cliché, algo
sacado de una comedia romántica en la que el héroe y la heroína finalmente se dan cuenta de
lo que tenían frente a sus ojos todo el tiempo. ¡Bah!. "Amigos follables" parecía demasiado grosero
para mi gusto. "Acostones casuales" era una terminología apropiada, en mi opinión.
―No nos mentimos el uno al otro, Maya ―dijo Jake, su voz serena―. Así que la próxima
vez, no digas una cosa y hagas algo completamente diferente. Es por tu propia seguridad.
―Pensé que le hablabas ―usé mis dedos para hacer comilla―. a los hermanos McNally.
―Sí, pero la gente dice una cosa y hace otra. Igual que tú.
―Dios, Jake, deja pasar esto ―murmuré, girándome para irme. Terminé con esta
conversación.
La voz áspera de Jake me detuvo―. Nadie más.
Sentí que mi frente se arrugaba―. ¿Qué?
―Mientras estemos follando, no hay nadie más ―me explicó, acercándose a mí―. No
besas a nadie más, no tocas a nadie más, no te vienes por nadie más... y no haces esos malditos
sexys sonidos cuando estoy dentro de ti, a menos que sea para mí.
Tomé una respiración profunda, lo que era cada vez más difícil de hacer―. ¿Por qué no
me llamas Miss Hydrant y orinas sobre mí?
Jake me dio una mirada acalorada―. ¿Qué tal si en vez de eso me vengo sobre ti? Me
han dicho que mi semen tiene un olor distinto.
―Dios mío, hablas en serio ―me alejé de él, mis ojos se deslizaron hacia la parte
delantera de sus jeans.
―Solo si estás dispuesta ―dijo. Una esquina de su boca levantada en una media sonrisa.
Rápidamente desapareció―. ¿Así que no tengo que disculparme por besar a Pussy?
Me estremecí al recordar cómo a Jacob Ford le gustaba disculparse con una mujer―. No.
―Nunca la he follado. Somos amigos y está loca por Ghost.
―Me agrada, ¿de acuerdo? Y no me importa que la hayas besado. Lo siento si eso te
molesta.
―No lo hace ―espetó, pero sabía que sí. Los hombres eran muy confusos. ¿Él quería que
me importara? Y, sin embargo, ¿él no dejaba de tranquilizarme que el beso no había significado
nada? No lo entendía.
―Entonces genial ―dije―, porque sí, sería práctico no fastidiar a otras personas
mientras nos acostamos. Quiero decir, no nos quisiéramos infectar entre nosotros con algo. La
mayoría de la gente no se da cuenta de eso. El herpes oral es tan fácil de contraer.
―Bueno, carajo. Ahí va mi erección ―murmuró Jake, pasando junto a mí para subir las
escaleras.
―¡Tengo un panfleto, si te interesa! ―Lo llamé.

Durante los días siguientes, Jake se quedó en casa, lo que me hizo preguntarme cuándo
exactamente su casa había comenzado a sentirse como hogar. Esto simplemente me recordó que
estaba retrasado en la búsqueda de apartamentos. Quiero decir, sabía dónde guardaba Jake su
caja de herramientas. Cuando sabes dónde alguien guarda sus destornilladores, sabes que te
has quedado más de lo esperado.
Esa mañana, después del desayuno, tomé prestada la computadora portátil de Jake, me
senté en la isla de la cocina y entré en línea para ver si había apartamentos disponibles cerca
del trabajo. Ni siquiera me importaba compartir; estaba tan desesperada. Luke todavía me estaba
enviando mensajes, diciendo que era bienvenida a quedarme con él, alquiler gratis. Sabía que
mis amigos nunca en un millón de años aceptarían mi dinero y no quería eso.
Sentí la presencia de Jake detrás de mí, así que no me molesté en darme la vuelta. Echó
un vistazo por encima del hombro a la pantalla de la computadora portátil.
―Milton Heights, ¿eh? ―dijo, su voz casual. Caminó alrededor de la isleta y fue a la
cafetera.
Cuando levanté la vista de la pantalla, fue a su espalda desnuda. Me vi obligada a mirar
fijamente, maldita sea mis ojos.
―Uh, sí. Está relativamente cerca del Haven, así que no tengo que conducir una gran
distancia ―logré decir. ¿Alguna vez Jake había dicho por qué tenía alas de ángel en su piel
cuando era exactamente lo opuesto a un ser celestial?
Bueno, su cuerpo es celestial...
―Pero yo sí ―estaba diciendo Jake mientras daba media vuelta.
Mi frente se arrugó en confusión.
―Está demasiado lejos de mi casa ―continuó, dándome lo que sólo podía describirse
como una sonrisa diabólica―. ¿Esperas que conduzca todo ese camino para mojar mi verga?
En realidad, ni siquiera había pensado en lo que pasaría entre nosotros una vez que me
mudara. Por muy grandioso que fuera el sexo, créanme, era estelar, sólo sucedía porque
estábamos bajo el mismo techo. Había estado en su cama todas las noches esta semana,
aprendiendo que sí, que era posible desmayarse de orgasmos múltiples. Pero lo único que me
negaba a hacer era despertarme en su cama. Sabía lo mucho que le molestaba que saliera de su
cama cada noche, y a veces, honestamente, me sentía usada y sucia haciéndolo, pero, ¿compartir
la cama de Jake? Demasiado rápido y demasiado para mí.
―Tengo demasiado orgullo para ser tu llamada de sexo, Jacob ―respondí con
naturalidad, hojeando una carpeta de imágenes del apartamento vacío en Milton Heights. El
dormitorio principal era del tamaño de una caja de fósforos, pero la sala de estar era enorme.
―Pero nena ―dijo, colocando una taza de café frente a mí―, ¿no viene el orgullo antes
de la caída?
Lo miré, frunciendo el ceño―. ¿Estás insinuando que me voy a enamorar de ti, Jacob
Ford? Vaya, tu ego podría ser lo único más grande que tu pene.
Puse una mano sobre mi boca, completamente horrorizada de que acabara de decir eso.
Había hablado sin pensar, había dicho algo espontáneo y lo lamenté al instante. Una lenta
sonrisa se deslizó en la cara de Jake. Se inclinó sobre la computadora portátil, me tomó la barbilla
con la mano y me besó. Mis ojos se cerraron y mis dedos se deslizaron en su despeinado cabello.
Sedujo mis labios, y con un suspiro, probé el café en su aliento.
―Joder, cariño ―dijo con un gemido―. Tengo que ir a trabajar.
―¿A dónde? ―murmuré, mordiéndole el labio inferior.
Su respuesta fue morder el mío a cambio―. Estudio de tatuajes.
Me alejé de él, respirando profundamente―. De acuerdo ―poniendo la taza en mis labios,
tomé un pequeño sorbo, haciendo una mueca cuando el líquido caliente me quemó la lengua. El
mismo efecto que tenía Jake sobre mí cada vez que me tocaba.
La mirada de Jake me quemaba mientras tomaba su café. Traté de ignorarlo, manteniendo
mi mirada fija en la pantalla, fingiendo que encontraba un apartamento lúgubre en un complejo
llamado Sunny Solace. Eventualmente, no pude soportarlo más; su mirada que parecía enviar
calor directamente al lugar entre mis muslos.
―¿Qué pasa, Jake? ―murmuré, levantando la cabeza para mirarlo. Me encontré mirando
fijamente los pequeños aros plateados de sus pezones, preguntándome qué poseería exactamente
alguien para que se hiciera eso a sí mismo. Me lo había preguntado antes.
―Nada, Maya. Voy arriba ―puso su taza en el fregadero antes de darse la vuelta para
irse.
Algo me obligó a hacer que se detuviera, así que puse mi mano debajo de la computadora
portátil por el sobre y llamé―: ¿Jake?
Se detuvo―. ¿Sí?
Giré en el taburete de la barra para poder enfrentarlo―. ¿Ese día que fui a ver a este tipo?
Fui a buscar esto ―le entregué la carta―. Puedes leerlo. ¿Qué tal eso para ser transparentes
entre nosotros?
Lo tomó.
―O... ¿puedo leertelo? ―ofrecí, y sus ojos se levantaron para encontrarse con los míos.
―¿Por qué?
―No hay razón. No sé por qué dije eso.
Lo vi leer. Instantáneamente me transporté al día en que fui a verlo a prisión para decirle
que su madre había muerto. Su frente estaba arrugada, sus labios ligeramente separados. Nunca
había visto a alguien leer algo antes, pero había... algo sobre la forma en que sus ojos se movían
de un lado a otro del papel.
―Entonces ―murmuró―, esto es del idiota de tu ex".
―El único ―dije, retorciendo mis manos.
―¿Qué significa la última parte?
Me quedé callada. Jake entornó los ojos.
―No estáras pensando en ir a ver al cabrón estúpido, ¿o sí? ―soltó.
―Jake.
―Tienes que estar jodiéndome.
―No me interrumpas, Jacob. Iba a decir que todavía no había tomado una decisión, y es
posible que ni siquiera sepa qué diablos quiso decir ―le dije, enojada, pasando un mechón de
cabello fuera de mi cara―. ¿Por qué crees que me he sentado en esto durante cuatro benditos
días?
―No lo sé, Maya. No sé qué demonios pasa por tu cabeza.
―Bueno, puedes estar seguro de que no haré nada sin tu permiso.
Me lanzó una mirada―. ¿Sabes qué? Juré que haría cualquier cosa para protegerte y lo
decía en serio. Te encerraré en mi maldito sótano si es necesario.
―¿Crees que tienes que protegerme de Sebastian? ―Tuve que reír―. Dios, Jake. Dime
otra broma.
―No, no creo que ese imbécil sea una amenaza ―dijo en voz baja―, pero no necesitas
morir por una bala destinada a su cráneo.
Él tenía un punto. Mi silencio le dijo eso.
―Volveré pronto ―continuó, doblando la carta y metiéndola en el bolsillo de su pantalón
de chándal―. ¿Qué harás todo el día?
Me aclaré la garganta―. Buscaré casas en línea.
Sus cejas estaban fruncidas, pero simplemente asintió y volvió al piso de arriba. Me alegré
cuando salió de la casa media hora más tarde. No sabía lo que había cambiado en la última
hora, pero no iba a dañar mi cerebro tratando de resolverlo.
Maya, el recuerdo de las palabras de Jake vino a mí tan claro como el día, para alguien
increíblemente inteligente, puedes ser tan…
—Despistada —dije, completando el espacio en blanco.
Supongo que tenía que admitir que no sabía nada sobre cómo manejar a Jacob Ford.
“Tengo que tocarme a mí misma para fingir que estás ahí”
– Lana del Rey, Burning desire.

—¿Por qué los hombres son tan complicados? —jadeé, deslizándome en mi asiento frente
a Luke en The coffee Maker. Puse mi bolso en el suelo a mi lado y agradecida, tomé un largo
trago del café negro que Luke ya había ordenado para mí.
Levantó la ceja burlonamente, rascándose el rastrojo del día en su barbilla—. Creo que
estás confundida, M. Las mujeres son criaturas complejas. ¿De dónde viene esto?
—Es sólo que tuve una pelea mañanera con Jake —murmuré, aún agitada.
La postura apática de Luke cambió. Se inclinó hacia delante, ceñudo—. ¿Te puso la mano
encima?
—Dios, no. Jake nunca me golpearía. Bueno, sólo si se lo pido, pero no creo que me guste
eso. —me sonrojé, recordando un momento demasiado tarde donde estaba y con quien estaba
hablando.
—Déjame adivinar: Estás durmiendo con él —la mirada ceñuda de Luke se profundizó
cuando su deducción se reunió con mi silencio—. Maldita sea, Maya. El chico es un lunático,
un ex convicto. ¡Es lo suficientemente malo que estés bajo el mismo techo que él! —se puso
rígido, como si se le hubiera ocurrido una idea—. ¿Está haciendo que le pagues con sexo? ¿Sexo
por asilo? ¿Es eso?
Sacudí mi cabeza rápidamente—. Por supuesto que no. Mira, iba pasar entre nosotros.
Lo admito —dije con firmeza, y me di cuenta de que aquella era la primera vez que reconocía
este hecho. Y era un hecho que Jake y yo íbamos a terminar en la cama uno con el otro porque…
bueno, no sabía el por qué todavía—. Pero no estoy lista para una relación y dudo que Jake
siquiera sepa que es eso. Es sólo diversión y a pesar de nuestra historia, él es bueno para mí.
No tienes nada de qué preocuparte.
Luke dejó salir un doloroso suspiro—. Cuando te pedí ir a desayunar, no esperaba una
maldita bomba.
Si él cree que esto son noticias, definitivamente no quiere saber sobre Sebastian…
Di una sutil mirada afuera de la ventana del café y encontré que el fornido motociclista
estaba en el pavimento, escribiendo en su teléfono.
—Así que, ¿sobre qué era su pelea? —Luke siguió, empujando su plato de muffins de
chispas de chocolate en mi dirección.
Había estado esperando que preguntara, así que, sin preámbulo, empecé a contarle cómo
había empezado. Sobre como Jake me había dicho sin rodeos que no había manera de que me
mudara hasta que él dijera. Había pasado en el desayuno, que él había hecho. Me había
despertado en una hermosa y despejada mañana de domingo y él lo había arruinado siendo él
terco bruto que estaba empezando a olvidar que era realmente.
—¿No me voy a mudar? —había logrado murmurar, incapaz de creer que me diría una
cosa así, que me impusiera.
—No. No es seguro —había contestado calmadamente. Esta mañana, había estado en
bóxers. Ni siquiera podía encontrarlo distractor, estaba tan molesta.
—Pronto será seguro. Créeme —murmuré, porque finalmente había descifrado lo que
“encuéntrame en el código binario” significaba.
—¿Qué?
—Dije, ¿quién te crees que eres?
A eso, él sonrió—. Soy el chico que te hace venir tan fuerte que te desmayas.
—Por última vez, Jacob, estaba exhausta. —me quejé, sintiendo mi rostro calentarse—.
La próxima vez que desees mis piernas en el aire por tanto tiempo, avísame así puedo comer
algunas barras energizantes por adelantado.
—¿En verdad necesito escuchar esta parte? —Luke habló en voz alta, interrumpiendo mi
narración con una mirada de miserable horror.
—Pero estoy llegando a la parte donde me hace enojar —expliqué.
—Pensé que estabas enojada con él por decirte qué hacer. Típico de Maya —Añadió con
una media sonrisa.
—Bueno, parcialmente —dejé salir un suspiro, decidiendo acortar mi historia corta. Luke
no necesita escuchar más insinuación sexual de mí—. Descubrí que el maltrató a un colega de
Sebastian —recibir esa llamada telefónica había sido divertido. No.
—¿Por qué diablos él haría eso, Maya? ¿Ves que tan demente es este chico? —Luke
exclamó, haciéndome dar cuenta de que había dicho más de lo que pretendía.
No podía decirle a Luke porque Jake había golpeado a Max Stevenson, porque eso
significaría que tendría que derramar la verdad sobre Sebastian; que tendría que explicar cómo
incluso Max estaba atado a esta historia.
—¿Puedo hacerte una pregunta, Luke? —dije, esperando desesperadamente cambiar de
tema—. ¿Crees que es extraño que yo… esté con un chico con el que mi prima solía salir?
—¿Estás con él ahora?
Tensé el rostro—. Sabes a lo que me refiero. Nos estamos acostando.
—¿Estás acostándote con otros tipos? ¿Yendo a citas a ciegas? ¿Buscando a otro hombre?
—Absolutamente no. Acabo de salir de una relación.
—Noticia de último momento, Maya. Monogamia es equivalente a una relación —me
informó Luke, tomándose el resto de su café—. Jesús, eres tan ingenua e inocente.
Le disparé una mirada—. Sólo porque no queramos infectar a otras personas con todo
tipo de divertidas enfermedades, no significa que estemos en una relación. Se le llama ser
conscientemente saludablemente —pausé—. Sé que tú has estado frecuentando rápidamente
sólo, recogiendo mujeres al azar, y no estoy juzgando, pero… me preocupo por ti.
Su mirada se alejó de mí, y hacia la ventana—. Estoy bien, M.
—No, no lo estás. ¿Sigues atascado con Claire? —mi voz fue suave.
Luke sacudió su cabeza, casi imperceptiblemente—. Ella está en el pasado.
Sabía que no estaba siendo honesto. No podía haber sido fácil encarar al padre de su ex
cada día en la escuela y Claire había sido su primera novia seria. Pero me callé y hablamos de
cosas más triviales. Sólo estar con Luke durante dos horas fue suficiente para iluminar mi día
entero. Prometió checarme el día siguiente y le prometí que me portaría bien.
Terminé recogiendo unas flores y conduciendo al cementerio, y para el tiempo que regresé
al lugar de Jake, era casi hora del almuerzo. Su motocicleta y camioneta estaban en la entrada
y arrastré mis pies dentro. Había salido de la casa esa mañana y lo había llamado todo tipo de
nombres coloridos en el calor del momento. Estaba segura que los vecinos habían escuchado.
—¿Jacob? —lo llamé, estando a los pies de las escaleras.
Podía oler algo viniendo de la cocina, pero no había ruido. Decidiendo ir arriba primero,
hice mi camino hacia mi habitación para cambiar mis jeans por mi camiseta sin mangas y
pants. Me paré frente al espejo y me volví a trenzar el cabello. Entonces tomé un profundo
suspiro y me dirigí a la puerta de Jake.
Sentí como un déjá vu, tocando su puerta y llamando su nombre. Simplemente no sabía
que haría si no estuviera solo. Probablemente golpearlo en el rostro y luego ir a la clínica más
cercana y hacerme exámenes.
—¿Jake? Necesitamos hablar, voy a entrar.
Empujé la puerta y entré. Él estaba acostado en su cama, audífonos en sus oídos y sus
ojos cerrados. El misterio de su silencio fue resuelto. Me paré ahí por un momento, admirando
su largo cuerpo extendido en la cama. Estaba enojada con él, pero mi cuerpo seguía deseándolo.
Claramente era humana.
Me aproximé a la cama, aclarando mi garganta antes de recordar que no podía oírme.
—Ja…
—Nena —me cortó, sus ojos aún cerrados—. ¿Sigues molesta?
—¿Podías oírme todo este tiempo? —doblé mis brazos sobre mi pecho y él pausó lo que
sea que había estado escuchando en su iPad y se sentó.
—No. Sólo te sentí.
—¿Sabes porque estoy tan molesta, Jacob? —lo miré.
—¿Por qué estás tan enojada, Maya? —su mandíbula estaba apretada mientras
balanceaba sus piernas sobre la cama.
—Porque Max me dijo que iría con la policía y te enviaría a su abogado —dije a través
de mis dientes apretados—. Lo tuve que convencer de que Sebastian te debía dinero y que
estabas lo suficientemente loco para matar a un soplón. No fue difícil de creer. Innecesario decir,
que su rostro se curará en silencio.
—No pelees mis putas batallas —gruñó, parándose delante de mí, así que me miraba
hacia abajo—. No eres mi mujer.
—Gracias a Dios todo poderoso que no lo soy —dije, golpeando con un puño en su
pecho—. Eres tan malditamente estúpido, Jacob. Si quieres ser encerrado de nuevo, por todos
los medios, sigue adelante. Sólo no quiero estar aquí para verlo.
Sus labios se curvaron en una maliciosa sonrisa—. Oh, algo me dice que estarás aquí,
cariño. No puedes mantenerte lejos de mí y seguro como el carajo que no puedes mantenerte
alejada de mi verga.
—Eres un idiota, Jacob Ford —lo golpeé nuevamente en el pecho, pero esta vez, tomó mi
muñeca y me tiró contra él, su otra mano serpenteando la parte trasera de mi cuello.
—Entonces úsame, nena.
Su rostro estaba a centímetros del mío, evidente deseo brillando en sus ojos color avellana.
Traté de girar mi rostro lejos de la suya y terminé inhalando su interesante esencia. Mi cuerpo
entero reaccionó involuntariamente e hice un sonido de respiración que sonó sospechosamente
como un gemido. Él olía como si estuviera bañado en feromonas y no podía hacer nada más
que reaccionar.
—No me gustas ahora mismo —protesté débilmente, doblando mi cara para así poder
verlo.
—Jodidamente no me mientas —dijo, rozando sus labios contra los míos—. Sólo no lo
hagas.
Mis ojos estaban cerrados cuando mi resolución se debilitó completamente y me incliné
hacia su beso, mis brazos alrededor de su cintura. Sonrió contra mis labios antes de que abriera
mis labios y su lengua se hundiera en mi boca. Gimió, sus manos levantando el dobladillo de
mi blusa. Brevemente nos apartamos, yendo por las camisas del otro. Mis manos bajaron sobre
la suave piel de su pecho, parándose en la pretina de sus jeans. Una vena pulsaba en su cuello
y rodeó una mano detrás de mí y desabrochó mi sostén. Los tirantes de mi sostén se deslizaron
por mis brazos y me lo quité, sintiendo lo duro que estaban mis pezones. Lo deseaba; lo deseaba
mucho.
—Eres la cosa más jodidamente hermosa que he visto —dijo Jake, su voz rasposa.
Retrocediendo y sentándose en el borde de la cama antes de acostarse y apoyarse en sus codos—
. Quítate los pantalones y siéntate en mi rostro.
Mi cerebro debió estar confundido porque no pude escucharlo bien. Me abracé, cubriendo
mis pechos—. ¿Qué?
—Siéntate en mi rostro. Necesito comerte el coño.
Respiré en busca de aire, apretando mis ojos cerrados. Querido Dios. Jake estaba…
mimándome con sus palabras. Con los ojos aún cerrados, me bajé los pantalones y salí de ellos,
de pie en tanga. Cuando hice un movimiento para quitarla, la ronca voz de Jake dijo—, no te
quites las bragas. Ese es mi trabajo.
—Está bien —susurré, dejándolas.
Sin pensarlo, me aproximé a la cama, manteniendo mis ojos conectados con los de Jake.
Eran oscuros y peligrosos. Me sentí hundir más y más profundo en ellos con cada paso que
daba, hasta que me arrastré sobre su cuerpo, a horcajadas. Sosteniendo su rostro, bajé mi boca
a la suya. El beso fue lento y antes de lo que quisiera, las manos de Jake estaban en mi cintura,
sus dedos tirando el delgado encaje que rodeaba mis piernas. Lo jaló. Gemí. Mi tanga fue
destruida.
—Siéntate. En. Mi. Rostro —demandó, sus manos agarrando mi trasero—. Ahora.
Mi aliento salía en pequeños jadeos mientras cautelosamente me movía hacia arriba.
Satisfecho, la cabeza de Jake cayó hacia atrás y yo estaba eventualmente lo suficientemente alto
que podía agarrar el cabecero de madera por soporte. Las piernas a cada lado del rostro de Jake,
sólo esperaba que no sofocara al hombre. ¿Cómo podría explicarle eso al juez?
Pero cuando Jake agarró mis muslos y tiró mi centro hacia abajo sobre su boca, todos los
pensamientos sobre su seguridad personal se evaporaron tan rápidamente como habían llegado.
Su boca succionó instantáneamente mi clítoris, enviando electricidad chisporroteando mi espina
dorsal y haciendo los dedos de mis pies curvarse.
—Jake —grité, mirando a su rostro entre mis piernas—. Oh dios.
El apagado “Nena,” que pronunció fue una tortura contra mi carne. Sostuvo mi coño
abierto con sus dedos, lanzando su lengua dentro de mí y lamiéndome. El empuje de su lengua
era casi tan poderoso como un empuje de su verga, y me encontré meciéndome sobre él,
llevándolo más y más profundo en mi húmedo centro. Me di cuenta que lo estaba montando,
no, montando su rostro, y ese sólo pensamiento me mojó. Me hizo gritar su nombre una y otra
vez.
Mis manos agarraron la cabecera de la cama tan fuerte que sentí que podía romperlo y
eché mi cabeza hacia atrás, los ojos rodando hacia atrás mientras perdía el foco del techo. El
placer rasgó mi piel, haciéndola insoportable. Quería gritar que era suficiente, que iba matarme
con su lengua, con sus dedos, con sus dientes… la succión, el toqueteo, las lamidas, se hicieron
demasiado. Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron cuando estallé en la boca de Jake.
Felicidad me atravesó, aliviando la quemadura que su erizada mandíbula había causado. Jake
estaba gimiendo, lamiéndome a través de las réplicas de mi orgasmo.
Cuando me volví a sentí normal, él me dio la vuelta, tirándome a la cama y presionando
su erección recubierta de mezclilla contra mi carne empapada y sensible. Se quitó los pantalones
y enfundó su verga tan rápido que fue casi borroso. Hice un sonido de placer/dolor cuando entró
en mí. Sentí la furia de nuestra discusión, el deseo que sentía por mí. Sentí la desesperada
necesidad por esto, por esta liberación. Lo sentí todo con cada profundo y violento empuje.
Él maldijo. Yo maldije. Él gruñó. Yo gemí. Él dijo mi nombre con voz rasposa. Yo grité el
suyo.
Estábamos sudados, pegados uno al otro como pegamento, y nuestras ásperas
respiraciones fusionadas en una cuando presionó su boca sobre la mía. Me vine primero, piernas
envueltas fuertemente alrededor de Jake y mi espalda ridículamente arqueada. Estaba lánguida
mientras Jake perseguía su propia liberación, sus empujes se volvieron más cortos antes de que
finalmente explotara con un rugido que sonó en mis oídos.
Por un salvaje momento, luché para respirar. Cuando quedó claro que habíamos
terminado, empujé suavemente el pecho de Jake y él rodó fuera de mí, extendiéndose en su
espalda. Se sacó el condón y lo descartó en la papelera junto a su cama. El sol que entraba por
las ventanas abiertas repentinamente brillaba demasiado. Cerré los ojos por un momento y
cuando los abrí, Jake estaba de lado, mirándome. Su cabello estaba enmarañado, su piel estaba
enrojecida y sus labios estaban rosados y magullados.
—¿Qué? —apenas pude formular las palabras. Mi garganta en realidad dolía.
—Estoy pensado sobre hacerte saltar en mi verga —dijo casualmente—, pero también
estaba pensando que te desgasté.
Tan agotada como estaba, mi cuerpo tenía vida propia. La vibración entre mis piernas
comenzó de nuevo y cerré mis muslos.
—Tu aguante me impresiona —grazné, mentalmente forzando a mi cuerpo a cooperar
con mi mente—. Sin saltos el día de hoy.
Se rió en voz baja, sus dedos tocando mi mandíbula—. Deberías saber que eres la única
persona que me hace reír, Maya Fenton —su sonrisa decayó—. Fui un tonto antes.
Dejé salir un cansado suspiro—. No más que lo usual. Estoy acostumbrada a que seas un
idiota —titubeantemente, estiré mi mano y tracé su pectoral izquierdo, haciendo círculos en su
pezón perforado.
—¿Estamos bien?
Lo miré, tratando de averiguar si estaba diciéndolo en verdad—. Acabo de venirme sobre
todo tu rostro. Estamos genial.
Sonrió satisfecho, su mano cayendo de mi rostro y acunando mi seno derecho. Mordí mi
labio, peleando contra la sensación cuando pellizcó mi rígido pezón.
—¿Qué estabas escuchando? —dije en una exhalación—. Cuando llegué. ¿Qué estabas
escuchando? Parecías… absorto —su manó cayó. Busqué en sus ojos, confusa por lo que vi en
ellos—. ¿Dije algo malo, Jake?
—No —dijo secamente. Buscó por su iPad y me lo entregó—. Escucha.
Curiosa, puse los audífonos en mis oídos, decepcionada cuando la voz robótica de un
hombre hablando llenó mis oídos. Probablemente era un audio tutorial o algo más que tenía que
ver con la segunda guerra mundial y un soldado alemán llamado Friedrich. Pero cuando puse
atención y escuché que el hablante estaba narrando un dialogo, me di cuenta que era ficción, un
audio libro.
Por la esquina de mi ojo, vi a Jake poniéndose sus jeans. Me quité los audífonos y me
enfoqué en él.
—La segunda guerra mundial, ¿eh? —dejé el iPad a mi lado—. Lindo.
Él me fulminó con la mirada—. ¿Te estás burlando de mí?
Sentí mi sonrisa desaparecer—. Por supuesto que no. ¿Por qué haría eso?
—Porque soy un sujeto de treinta y un putos años con habilidades de lectura de un
estudiante de primaria —murmuró—. Y me gustan las historias de guerra.
—Estoy segura de que no es verdad —dije en una tranquila voz, deslizándome de la cama
y buscando mi ropa—. Y deberías saber, que las historias de guerra son fascinantes —encontré
mi blusa y me la puse, sin sostén, antes de entrar en mi pants—. Eres disléxico, ¿cierto?
—Fui diagnosticado con dislexia cuando tenía catorce años, después de años de ser dicho
que era tonto como una hebilla de cinturón —miró fuera por la ventana—. Puedo leer, pero es
lento y doloroso y sobre todo omito las palabras que me frustran. Ella me metió en los audio
libros. Puta locura, ¿verdad? Que pueda perderme en un libro cuando piensas que soy agresivo,
mujeriego y matón.
—Yo no pienso eso —dije calmadamente—, pienso muchas cosas sobre ti y esas no son
ninguna de ellas.
—¿Sí?
—Creo que eres agresivo porque estás frustrado. Creo que te gustan las mujeres porque,
¿qué no te gustaría de nosotras? Y creo que te gusta ser conocido como un matón —terminé
con una sonrisa.
Él cerró la distancia entre nosotros en unos pasos—. ¿Sí?
—Sip, y ese fue un diagnostico gratis, amigo —me puse rígida cuando trazó su pulgar
sobre mi labio superior—. Y no eres un tonto.
Me dio una sonrisa torcida—. Lo sé. Conseguí meterte en mi cama, ¿no?
Le rodeé los ojos. —El sexo está en tu mente un 99% del tiempo, ¿verdad?
—Casi.
—Bueno, ¿puedes ponerte en ese 1% y decirme cómo es que obtuviste tu sobrenombre? —
me alejé de él y me senté al pie de la cama viéndolo expectante—. Y no repares en detalles,
Ripper. Quiero saberlo todo, así podemos comenzar en una nueva página.
—¿Todo? —me miró como si quisiera comerme. De nuevo.
—Sí. Cuéntame la historia. Tu historia.
Así que lo hizo, y cuando terminó, fuimos a comer. Era imposible estar enojada con un
chico que hacía mi cabeza explotar y me hacía espaguetis boloñesa con una saludable
salpicadura de parmesano encima.
“Quieres apuntar con el dedo, pero no hay nadie más a quien culpar”
– Linkin park & Rakim, Guilty all the same

Cuando Sebastian y yo comenzamos a salir en la universidad y había sido romántico de


la manera más cliché, él me había llevado a un área boscosa cerca de la univerdad y tallado la
fecha de nuestro primer aniversario en un roble.
La fecha de nuestro aniversario era 01-10.
Tomé el autobús hacia la universidad y caminé el resto del camino dentro del bosque.
Había tomado el día libre y conseguí a Jess, una enfermera casual para que cubriera mi turno,
así que no tenía nada mejor que hacer. El sol me golpeaba en la espalda y el sudor me cubría la
piel. La camiseta que usaba, estaba pegada a mi piel y mis shorts hacía que mis piernas
estuvieran expuestas a la larga hierba que azotaba contra mi piel.
Atrás de mí, Kira golpeaba sus brazos.
—Es porque te amo, que estoy aquí —murmuró, tomando un largo trago de agua de su
botella—. Saltándome las clases por ti y todo.
Le rodé los ojos. Kira saltó a la oportunidad de abandonar su clase y ser mi compañera
esa mañana. Me senté ahí escuchándola estar tosiendo y congestionada en el teléfono, diciéndole
a la recepcionista que no podría ir a la escuela ese día. La mujer siempre había sido una reina
del drama.
—No tenías que venir, sabes —dije tranquilamente, guiando el tortuoso camino. Bellotas
crujían debajo de mis tenis con cada paso—. Luke era mi primera opción, de todos modos.
—¿Estás bromeando? Me dijiste que ibas a encontrarte con Sebastian, quién no ha sido
visto alrededor de la ciudad por un maldito largo tiempo, en el arbusto de los amantes y que
podría ser violento —dijo de prisa—. ¿Y esperabas que yo me negara a acompañarte? Diablos,
no. Estoy hasta dentro, nena.
Como que deseaba no haberle dicho nada. Deseaba haber manejado escaparme del
silencioso escrutinio del fornido motociclista. Deseaba no estar en este desastre en primer lugar.
—Siempre y cuando prometas… —mi voz se apagó cuando la miré—. Kira, ¿Es en serio?
¿Trajiste un abanico de mano?
—¡Está hirviendo, Maya!
Sofoqué un suspiro. Mi amiga no era una persona del aire libre—. Estamos aquí, por
cierto.
El arbusto de los amantes era donde las personas tenían picnics o venían a tener salvaje
sexo como tarzan en los bosques. Hace años, alguien había plantado un solo arbusto de rosas y
por alguna razón, las rosas florecieron. Tracé los números que Sebastian había tallado en uno
de los robles, preguntándome si había una manera de retroceder en el tiempo y rechazarlo
cuando me pidió salir la primera vez hace años en el patio.
—Pero Seb no —dijo Kira mirando alrededor. Se aclaró la garganta y llamó—. ¡Oh,
Sebastian! ¿Dónde estás? No es tiempo de jugar a las escondidas.
—¡Kira! ¿Podrías cortar eso? ¡Vas a dejarle saber a las personas que estamos aquí! —
siseé, y ella curvó una ceja.
—¿De quién nos estamos ocultando, Maya?
—De nadie —murmuré—. Sólo… mantenlo bajo, ¿quieres?
—Bien —concedió frunciendo el ceño—. Pero, pensé que dijiste que te reunirías con él
aquí. Así que, ¿dónde está?
Era una buena pregunta. Por supuesto, no espera que Sebastian estuviera acampando en
un bosque que recibía mucho tráfico en forma de excursionistas, pero, aun así. Me debía ser un
poco más accesible, el idiota.
Fue mientras pensaba en esas cosas que oí el crujido de ramitas detrás de nosotras. Kira
y yo nos dimos vuelta y mi corazón empezó a galopar con adrenalina.
Estando a unos cuantos metros de nosotras, estaba Sebastian Brown. A pesar del enorme
suéter, lentes de sol y un horrible aspecto de “hazlo tú mismo”, sabía que era él. Salió de las
sombras cuando me vio.
—Dios, Maya, no sabía si vendrías. Vengo aquí cada día a la misma hora y Dios, te
extrañé mucho. Tienes que creerme…
—¡Tú puto descerebrado chupa vergas bastardo! —gruñí, sorprendiendo a todos los
presentes. No sabía quién estaba más perplejo cuando me lancé cortando la distancia entre
nosotros y procediendo a golpear la luz del día de Sebastian
Kira estaba gritando detrás de mí, tratando de quitarme del idiota, pero los instintos
estaban ahí y estaba lista para asesinar. En serio, había hecho la paz con eso en el autobús.
—¿Has perdido tu maldita mente? —Kira gritó, quitándome de Sebastian con un
poderoso tirón—. Pensé que habían tenido una amigable ruptura, ¡por amor de Dios!
—¡Esto no es sobre nuestra aburrida relación! —grité de vuelta, torciendo mi brazo fuera
de su agarre.
Sebastian, quién no se había defendido mucho, inestablemente se puso de pie. Le di una
nariz sangrando y estaba actualmente goteando sobre su suéter, rojo sobre gris.
—Tú…necesitas…venir…conmigo. —Jadeaba, limpiando su nariz con la parte trasera de
su mano.
Dejé salir una maniaca risa—. ¿Necesito qué? ¿Acabo de golpearte y dejarte sin sentido?
—Maya, ellos…ellos te matarán…
—¿Matar? ¿De qué estás hablando idiota? —Kira dobló sus brazos sobre su pecho.
—Regresé por ti —continuó Sebastian, ignorando a mi mejor amiga. Me miró con sus
serios ojos cafés—. Por favor. Debemos irnos.
—Perdiste la maldita mente. Lo que necesitas hacer, ya que claramente necesito
deletreártelo, es devolver el dinero que robaste —dije apretando los dientes.
Sebastian se frotó su contusionada mejilla—. No puedo.
—¿No puedes? —escupí, cerrando mis manos en puños—. No puedes devolver los diez
millones que robaste de los hermanos McNally? ¿Es lo que me estás diciendo?
—¿Diez mil…? ¿Hermanos McNally? Santa…—Kira dejó salir un silbido—. Realmente
eres un idiota, ¿no, Brown?
—Yo he gastado… casi todo.
—¿Has gastado diez millones de dólares? —grité, aproximándome. Él cautelosamente
retrocedió, manos arriba en rendición.
—Mis padres estuvieron en bancarrota hace unos años y ellos han estado en deuda desde
entonces. He estado tratando de ayudarlos a salir de eso, pero cada año, gastan más dinero que
no tienen —sorbió en una profunda respiración—. Pensé que este dinero podría ser un medio
para un fin, Maya. Estaba equivocado.
A pesar de todo, sentí una pequeña sacudida de simpatía por él. Mis propios padres habían
sido gente erudita y rica, pero habían muerto sin un centavo a su nombre. Pero eso se debió a
las malas inversiones y al hecho de que mis padres habían sido demasiado generosos para su
propio bien, donando la mayor parte de lo que habían ganado a las organizaciones benéficas y
a posibles estafadores. A diferencia de los Brown, no habían pasado demasiado tiempo tratando
de mantenerse al día con sus adicciones.
—Lloranos jodidamente todo lo que quieras y ahoga tu estúpido ser en eso —dijo Kira
con burla—. Le robaste a un par de idénticos psicópatas. Estás bien muerto, amigo, y si crees
que puedes arrastrar a mi mejor amiga en tu mierda, necesitas una tomografía.
—Yo me encargo, Kira —le envíe a Sebastian una mirada de odio—. Amenazaron con
matarme, por tu estupidez. Amenazaron a mis pacientes. ¿Y tú estás diciéndome que estoy en
esta mierda por tus padres hambrientos de dinero? Lo siento, pero me importa un bledo. Vas a
entregarte a esos ladrones o a los policías. Yo iría con la policía.
—Estoy muerto de cualquier manera —dijo en una monótona voz—. Fueron por mis
padres primero. ¿A quién más tengo que a ti?
—¿Ellos es…están muertos?
—No, Maya. Mi papá fue golpeado por algunos matones y mi mamá está en una sala de
psiquiatría. Dijeron que tiene trastorno de estrés postraumático desde el ataque —dejó salir un
cansado suspiro—. Pero eso es todo lo que le dijeron a mi amigo. Ni siquiera puedo ver a mis
padres.
Simon y Valerie Brown eran terribles, fanáticos del dinero y el karma era una perra, pero
esto sólo mostraba lo serios que eran los hermanos McNally y la suerte que había tenido hasta
el momento. Pero si agredir a los padres de Sebastian no le había hecho salir de su escondite,
¿En verdad esos matones creyeron que venir por mí lo haría?
—Entrégate, Sebastian —me escuché decir—. O yo lo haré.
Sus ojos se ensancharon—. ¿Me harías eso?
—¿Estás siendo deliberadamente estúpido ahora mismo? ¡No puedes escapar de este
desastre, Sebastian! Se acabó. Si en realidad te preocupas por mí como siempre dijiste, te
entregarás.
El rostro de Sebastian cayó, como si estuviera decepcionado de mí. Como si yo lo hubiera
dejado caer. Como ser la Bonnie de su Clyde hubiera parecido una excelente idea y yo hubiera
aplastado ese sueño.
Básicamente, el hombre estaba delirando.
Así que no estaba para nada sorprendida cuando se dio la vuelta y corrió. No, lo que más
me sorprendió fue que fui tras él. Lo único que seguía repitiéndose en mi cabeza era que había
perdido mucho tiempo en un hombre que nunca conocí realmente. Siete malditos años de mi
vida. Siete años, para acabar persiguiéndolo y entregarlo a la policía por malversación y
chantaje.
Me tomó un segundo darme cuenta que Kira iba por delante de mí. A pesar de la evidente
altura que tenía sobre ella, ella siempre había sido más rápida cuando se trataba seguir a alguien.
Lanzó un cómico grito agudo antes de dispararse a sí misma contra Sebastian, que era una
cabeza más alto que ella, como una bala de cañón. Cayeron juntos en un montón. Mis pies
desaceleraron mientras me acercaba a ellos y veía a Kira levantarse de la inmóvil forma de
Sebastian, sacudiéndose la hierba y la suciedad de la rodilla de sus leggings. Nos congelamos al
mismo tiempo.
—Oh Dios mío, ¿eso es sangre? —gritó Kira, apartándose de Sebastian.
—No se mueve, Kira —chillé, el instinto me hizo arrodillarme a su lado y ver que podía
hacer. Le saqué la capucha de la cabeza, estremeciéndome ante la visión de sangre ensuciando
su cabello en un lado.
Se había golpeado la cabeza en una roca cuando cayó, una grande. A primera vista, el
corte no parecía profundo. El impacto era en lo que necesitaba enfocarme. ¿Qué tan duro había
golpeado su cabeza? Tomando una respiración profunda, presioné dos dedos sobre un lado de
su cuello. Su pulso estaba bien. Probablemente el golpe sólo lo había dejado inconsciente. Pero
Kira no lo sabía y se estaba volviendo loca.
—Maté al pendejo —decía una y otra vez, paseando de ida y vuelta, pasando sus manos
sobre su cabello salvaje—. Voy a ir a prisión. Santa mierda, voy a morir, Maya. ¿Sabes lo que
me harían? ¡No estoy hecha para ir a prisión! ¡Reciclo y hago vasos de botellas de vino vacías!
Me comerán viva en prisión, comer es la palabra operativa. ¡No quiero que otra mujer me coma!
La dejé contemplar su futuro como la no deseada amante de otra mujer mientras tomaba
mi teléfono y me desplazaba a través de mi agenda buscando un número que me di cuenta
conocía de memoria.
—¿Me estás entregando? —Kira quiso saber—. Quiero decir, deberías. Maté a tu primer
amor, incluso si era un egoísta bastardo sin carácter. No te culp…
—Estoy llamando a Jake —murmuré por encima de mi hombro—. Y Sebastian no está
muerto. Sólo noqueado. Podría tener una contusión. Definitivamente tendrá una linda cicatriz.
Kira soltó un suspiro de alivio, cayendo de rodillas junto a mí—. Bueno, gracias a Dios.
El naranja no es mi color, ¿sabes?
Le di una mirada—. ¿Estás hablando en serio? ¿Esa era tu mayor preocupación? ¿No el
hecho de que pudiste haber quitado una vida?
Miró a Sebastian y se encogió de hombros—. El tipo estaba listo para correr y dejarte
lidiar con los psicópatas demonios irlandeses. Perdóname si no derramo una lágrima sobre su
salud y seguridad —dijo.
Típico de Kira. Después de aceptar que Jake no nos iba recoger, empujé mi teléfono de
vuelta al bolsillo de mis shorts y me puse de pie.
—Esto es lo que vamos a hacer, Kira —dije, recogiéndome el cabello en una cola alta de
caballo—. Me vas a ayudar a sacarlo de este lugar y luego lo llevaremos al lugar de los
Phantoms, ¿está bien?
Me miró con escepticismo—. ¿Quieres que arrastremos a un hombre de noventa kilos por
un sendero y lo llevemos en autobús con nosotras a la sede de una pandilla de motociclistas?
—No seas ridícula —murmuré—. Sebastian pesa menos que eso y no tomaremos el
autobús. Haré que alguien nos recoja.
La voz de Kira fue baja cuando dijo—: No metas a Luke en esto. Por favor.
Si no estuviéramos en el bosque en la ladera de una montaña, con mi quebrantador de la
ley ex yaciendo sangrado e inconsciente a nuestros pies, habría hecho que Kira admitiera que lo
que sentía por Lucas Barnett era más que una fuerte atracción física. Sus palabras sólo lo
probaron.
—No estaba pensado en arrastrar a Luke a este desastre —le dije—. Y tampoco debí
haberte involucrado a ti.
Tomó mi mano en las suyas—. Tu desastre es mi desastre, M. Tomaría una bala por ti.
—Igualmente.
Un breve momento de emoción pasó entre nosotras antes de que tomáramos uno de los
brazos de Sebastian y lo arrastráramos sobre la suciedad. Estaba un poco preocupada de que le
dislocaramos los hombros, pero Kira me tranquilizó con que, si eso sucedía, se lo merecía.
Sebastian no era voluminoso ni nada, pero era increíblemente pesado para arrastrar, por lo que
Kira y yo nos deteníamos cada poco minuto para tomar aire. Era más que ridículo. Intenté con
el número de Jake unas veces más. Nada.
Debí haber tenido el número de Ghost, me regañé a mí misma cuando sentí el sudor caer
por mi espalda.
Pensándolo bien, debería haberle dicho a Jake a dónde iba esta mañana, en vez de fingir
que iba a trabajar como una adolescente que se escapa a una fiesta.
Mis ojos se desviaron al rostro de Sebastian. Entre la sangre de su nariz y la de su cabeza,
se veía bastante golpeado. Casi sentí lástima por él.
—Por favor dime que ese es el borde de este puto bosque, y no un espejismo —gruñó
Kira, limpiándose la frente con el dorso de la mano.
—No es un espejismo —murmuré de vuelta, dejando a Sebastian. Kira me siguió dejando
caer el brazo que sostenía—. Necesito hacer esa llamada.
Pasé por mi agenda telefónica hasta que llegué a la letra C.
—¿Catalina? Hola, soy Maya.
Ella se carcajeó—. Sí, me lo imaginé. Nadie me llama así. ¿Qué pasa?
—Yo, eh, como que necesito tu ayuda. ¿Tienes auto?
—Claro, ¿dónde estás?
Se lo dije—. ¿Debería saber por qué estás ahí tan temprano en la mañana? —preguntó.
—Te lo diré cuando estés aquí. Te lo prometo.
—Dame diez minutos.
—Y, ¿Catalina? Gracias.
—Te lo dije, Maya. Es Pussy o nada.
Colgó.

Jake no me miraba, y estaba bien con eso.


Me había enterado de la razón por la que no respondía su teléfono fue porque había sido
atacado afuera del estudio de tatuajes de Ghost en su camino. Cuatro tipos, lo suficientemente
estúpidos para atacar a plena luz del día, con deseos de morir. Habían estado desarmados y
superaban en número a Jake, pero creo que su mayor error fue suponer que sería dócil, desde
que había salido de prisión.
No quería mirar las contusiones en su rostro. No, en realidad, lo que quería hacer era darle
algunas más. Porque, me di cuenta de algo: él realmente disfrutaba ser asaltado por hombres
desconocidos y ser golpeado hasta la mierda antes de la represalia. ¿Qué tan enfermo era eso?
Dejé mi mente vagar aún más mientras soñaba con los ojos pegados al pisapapeles en el
escritorio de Ghost delante de mí. Era un búho de cristal, y me preguntaba brevemente si había
salido a comprarlo el mismo. Luego ahogué una carcajada a la idea de Ghost yendo de compras
por un ave de cristal para evitar que los papeles de su escritorio salieran volando.
—¿Qué es tan jodidamente gracioso? —fueron las primeras palabras que Jake me dirigió
desde que Kira, Pussy y yo habíamos arrastrado a Sebastian dentro del club y Ghost me había
acompañado dentro de su oficina.
Mis ojos se alzaron para encontrarse con los suyos al sonido de su brusca voz. Me
estremecí cuando vi lo rojas que estaban ciertas partes de su rostro. Su labio estaba roto. Esa
boca que me había dicho cosas dulces ahora estaba herida y cortada.
Mis prioridades… estaban torcidas.
—No hay nada gracioso sobre nada de esto —murmuré, inclinándome en la silla y
centrándome del cuello hacia abajo, lo cual no era fácil cuando estaba sentado frente a mí.
A pesar del calor sofocante afuera, llevaba una camiseta negra de maga larga y pantalones
de mezclilla oscuros. ¿Yo? Estaba pegajosa de sudor, mi cabello se sentía húmedo y estaba media
desnuda, comparada con él. Me sentía caliente sólo mirándolo.
—¿Cuándo se hicieron amigas tú y Pussy? —sus dedos golpeando el escritorio,
impaciente.
Consideré quedarme callada. Entonces, solté un pesado suspiro, mirando fijamente la
pared detrás de él—. Nos encontramos en el cementerio el otro día. Ella estaba visitando a su
papá y charlamos un poco.
Había estado sola y se había acercado a mí. A regañadientes, me había dicho que su
verdadero nombre era Catalina, pero nadie la llamaba así… y vivía.
—Me mentiste —escuché decir a Jake, y esto atrajo mis ojos hacia él una vez más.
—Sí, lo hice. Y la única razón por la que lo hice fue porque sabía que podría hacer que
Sebastian volviera —Jake no necesitaba saber que Sebastian estaba huyendo cuando fue
noqueado por mi mejor amiga.
—Podrías haberte herido —dijo en voz baja—. ¿Es algo que no puedes comprender a
través de tu puto grueso cráneo?
Me puse de pie al instante, enojada—. Bien, terminé. Me voy a casa y no quiero verte.
Jake se levantó—. Qué puta pena. Vivo ahí también.
—Sí, bueno, tal vez es hora de cambiar eso. Ya sabes, ahora que atrapé a Sebastian —
dije con los dientes apretados—. Sólo dime qué vas a hacer con él así puedo irme.
—¿Quieres decir, una vez que ese payaso se despierte? —dejó salir una breve carcajada—
. Dejárselo a los McNally. Quizá me quede para ver la ejecución.
Podía sentir mis ojos ampliarse. Oírlo decir eso en voz alta… sonaba horrible, lo hacía real.
Como si acabara de enviar a Sebastian, un hombre por el que me preocupé genuinamente en el
pasado, a su muerte.
—Jacob… ¿no podemos… enviarlo a la policía en su lugar?
—¿Por qué no lo llevaste ahí en primer lugar, Maya? —me chasqueó, rodeando la mesa
y acercándose a mí—. Sabías lo que haríamos una vez que tuviéramos las manos en él, así que
jodidamente no pretendas dar una mierda por el destino de ese idiota. Eso. Es. Lo. Que. Querías.
Sacudí mi cabeza, porque incluso después de todo el mal que le había deseado a Sebastian,
no era una persona malvada. Tenía corazón. Me importaba. Aún si, al final, él no se hubiera
preocupado por mí.
La mirada de oro líquido de Jake me quemó con su intensidad, pero cuando su mano se
envolvió en mi cuello, no tuve miedo. Encontré su mirada de frente, sangre zumbando en mis
oídos.
—Aún te preocupas por él, ¿no? —dijo pensativo, su pulgar corriendo a lo largo de mi
cuello—. ¿Lo amas?
Lo fulminé con la mirada, preguntándome a donde quería llegar con todo esto. Todavía
sin responderle.
Él no decepcionó.
—Y, sin embargo, nunca lo dejaste que te follara —dijo en una suave voz. Se inclinó
hacia adelante para que nuestras frentes se presionaran juntas—. Cuando despierte, quiero
preguntarle eso. Tal vez le diré cuan jodidamente maravillosa eres cuando te vienes para mí.
Lo abofeteé tan fuerte que mi palma se sentía como si estuviera en llamas y cada
terminación nerviosa en mi brazo cobró vida con el dolor. Esa bofetada rompió la conexión,
empujándolo lejos. La totalidad de su mejilla izquierda resplandeció en un rojo intenso que
combinaba con las demás marcas rojas de su rostro. Yo vibraba con rabia.
—¡Eres un pendejo! —escupí, completamente aturdida, imposible de creer. Quería
golpearlo de nuevo. No, darle un puñetazo. Pero el pensamiento de que se desmayara me detuvo.
—Dime algo que no sepa, nena —replicó, dándome una sonrisa asquerosamente confiada.
—¿Qué está mal contigo hoy? —dije, mi ira desapareciendo—. No puedes ser el mismo
hombre que me contó su historia antes de alimentarme el otro día.
La mirada maliciosa en su rostro se desvaneció—. No. Esto —apuntó a su descolorido
rostro—. Soy yo. Soy un retorcido, egoísta hijo de puta que esperaba retrasar la búsqueda de tu
ex, para así poder seguir metiendo mi verga en ti.
Sentí mi pulso dar un vuelco—. ¿Qué?
Él se rio sin humor—. Cariño, ambos sabemos que tú nunca me hubieras dejado tocarte
si no te hubieras mudado conmigo.
Quería decir algo. Negarlo, tal vez, pero Jake no se estaba callando.
—¿Crees que no me doy cuenta, como no puedes salir de mi cama lo suficientemente
rápido? —dijo.
Bien, pero había una razón para eso. No quería parecer demasiado… pegajosa. Como
pegajosa tipo, “oye, quiero que estemos en cucharita hasta el amanecer.” Había escuchado chicos
en el trabajo reír de las mujeres que no podían tomar la indirecta e irse, en su propio acuerdo.
—Lo entiendo, nena. Eres buena, yo soy malo. Tú estás bien y yo soy varios tipos de mal
—prosiguió, pasando una mano por su rostro. Observé su cuerpo visiblemente tenso—.
Después de esta noche, no estarás en ningún peligro. Eres libre de dejar la casa del gran lobo
feroz, Blancanieves.
Solté una risita, lo cual era extraño porque nunca soltaba risitas, pero no pude evitarlo.
Esa última parte…
—¿No te refieres a Caperucita roja? —dije, tapando mi boca con mi mano para evitar
volver a reírme—. Blancanieves vivía con los enanos. Él lobo se disfraza de la abuelita de
caperucita.
Jake me frunció el ceño.
—Oh, relájate, Ripper. No me estoy burlando de ti —me rendí de tratar de contener mi
risa—. Yo sólo… ese discurso fue… ¿lindo?
—Maya, vete al demonio —murmuró, dándome la entera mirada que se suponía hacía
que los humanos normales se encogieran.
—Bueno, ya que soy buena, no puedo —me hice ir a él, a pesar de la oscura mirada en
su rostro—. Eres un idiota. Creo que esos tipos te golpearon muy duro.
Me gruñó, atrayéndome hacia él con una mano—. ¿Sí?
—Sí —dije sin aliento—. Eres un idiota si piensas automáticamente que dejaré de
desearte cuando me mude. Crees que puedo decirle a mi vagina: oye, qué tal si le dices a todos
allá abajo que dejen de pulsar y lubricarse cuando escuchan el nombre Jake Ford, ¿eh?
Especialmente a ese clítoris mío. Necesita parar con la palpitación.
Me carcajeé cuando vi el fantasma de una sonrisa en el rostro de Jake. Definitivamente
estaba alimentando su ego con esta bizarra conversación, pero como que valía la pena por ver
su sonrisa normal.
—¿Está ese clítoris tuyo palpitando ahora mismo? —preguntó, sonando como si se
estuviera burlando de mí.
Pensé en Sebastian y su condena inminente y mi sorprendentemente fuerte sentimiento de
culpa acerca de eso. Pensé sobre mi extraña pelea-pero-no-una-pelea con Jake.
Sacudí mi cabeza—. No, pero necesito un abrazo.
Cuando me envolvió en sus brazos, simplemente cerré mis ojos y respiré su esencia que
era todo él. Lo oí inhalar audiblemente, como si estuviera haciendo lo mismo conmigo.
Íbamos a estar bien.
“Es mejor irse que ser reemplazado”
– Panic At the Disco!, Nicotine.

Esa noche, no pude dormir. Una mirada a mi teléfono reveló que era después de la media
noche y tenía que trabajar en unas horas. Eso no me impidió de bajar las escaleras y conseguir
un vaso de leche, la cosa más segura para mandarme a dormir.
No hacía falta ser un genio para saber porque de repente era una insomne. Era curioso
como la culpa no discriminaba.
La cocina estaba a oscuras. Corrí mis manos a lo largo de la pared hasta que encontré el
interruptor, encendiéndolo y bañando la habitación en luz. Cinco minutos después, tenía un
vaso de leche tibia en mano y me senté en la barra.
Simon Brown condujo un coche italiano que, según una rápida búsqueda en google, costó
cerca de dos millones de dólares. Él tenía otros tres autos deportivos que tenían más o menos el
mismo precio, y Sebastian los había financiado todos. A parte de eso, había pagado por su jet
privado, los viajes exóticos, e incluso sus impuestos sin pagar. Al menos, eso es lo que le dijo a
Jake.
Fue estúpido de su parte dejar un buen trabajo para ir de hacker independiente, sólo para
que pudiera pagar por sus padres y dar una elaborada actuación de riqueza y prestigio. Fue
incluso más estúpido traicionar a las personas que lo habían contratado.
Pero no podría vivir conmigo misma si los McNally lo mataban, tan loco como sonaba.
No importaba. Él probablemente ya estaba muerto.
Me quedé en la cocina mucho después de haber terminado, y cuando fui hacia el fregadero,
oí un teléfono sonar desde algún lugar de la casa. Jake bajó las escaleras un poco después,
completamente vestido. Se detuvo en la puerta de la cocina, sin duda sorprendido de verme
despierta.
—¿Estás bien? —quiso saber.
—Sí, ¿tú?
—Voy a salir un rato —dijo—. Voy a cerrar.
—Bien.
Jake soltó una maldición—. Ellos no van a matar a Brown, cariño. Probablemente
recuperarán su dinero primero, sin embargo, el chico computadora se recuperará.
—Ajá. —dije poco convencida. Jake no podía prometerme nada. Esto no era su culpa.
Jake se giró para irse, luego se volvió para llegar a donde yo estaba junto al fregadero.
Apartando las hebras de mi cabello, plantó un beso en mi frente. No tenía ganas de preguntar
por qué había sido eso. Además, se fue.
La mañana siguiente, fui al trabajo con los ojos bien abiertos y llena de energía., gracias a
las cinco tazas de café que tuve en el desayuno. Me sentí energizada cuando era cualquier cosa
menos eso. Cuando Moira o Iris o cualquier otro colega me sacaban conversación, entraba en
piloto automático, riendo cuando era apropiado. Luke me llamó en el almuerzo y me reuní con
él después del trabajo para una cena rápida. Porque me sentía generosa, le envié un mensaje a
Jake preguntando si quería algo. No respondió.
—¿Y qué hay de nuevo contigo? —preguntó Luke sobre un plato de pollo picante.
—Nada, en realidad. Oh espera, podría estar mudándome la próxima semana —dije,
tomando un largo trago de agua. El extra picante estaba llegando a mí—. Iris corrió a su
compañera de cuarto. Algo atrasado, cuando escuchas todos los horrores con los que Iris ha
tenido que lidiar.
—Son grandes noticias. ¿Qué hay con tus cosas en tu antiguo lugar?
—Oh, Jake hizo que las guardaran en un almacén hace unas semanas —no sabía por
qué había estado en shock cuando me dijo, porque eso era algo que él haría. Debería haber
esperado que me ayudara de esa manera.
—Así que… ¿tú y Jake?
—¿Qué hay con nosotros?
Luke rodó sus ojos—. Bien. Sólo lo diré. ¿Continúan saliendo?
—Tal vez. No lo sé. Supongo.
—Ten cuidado, M.
—Sabes, no todos son lo que parecen, Luke. Jake podría haber salido malicioso, pero está
lejos de eso. Sólo tienes que conocerlo.
Luke me miró—. Malicioso. Sí, así es como llaman a personas que fueron a prisión por
intento de asesinato.
—Asalto y agresión —lo corregí con los dientes apretados.
—Semántica, Maya. Por cierto, escuché sobre su ataque fuera del lugar de tatuajes —
Luke volvió su mirada a la comida—. Es curioso como esos tipos nunca presentaron cargos.
—Curioso como esos tipos lo atacaron, sin provocación.
—Ni siquiera sabes la historia completa, ¿verdad? —Luke asumió correctamente. Él me
conocía tan malditamente bien—. No, no quieres saberlo, porque estás cómoda enterrando tu
cabeza en la arena en lo que a él concierne. Estás enamorada de él. Probablemente lo has estado
todos estos años. Déjame saber cómo va tu viaje río abajo por el Nilo.
—¿Qué te ha entrado de repente, Lucas? ¿Crees que porque estás enojado con el mundo
puedes joder las vidas de las demás personas? —lo apunté con mi tenedor—. Tú eres el que
está en negación. Amas a Kira o al menos te gusta. Y cada vez que la ves, qué obviamente fue
hoy, desde que ella va a tu escuela, consigues enojarte pensando que estropeaste las cosas
tratándola como una mierda. Bueno, adivina que, Lucas Barnett, mi amiga también es una
masoquista o simplemente cegada por el amor, porque ella sigue loca por ti, gran idiota cabezón.
Y no escuchaste esto de mí.
Volví a alternar entre el arroz y sorbos de agua que bajaban por mi garganta como un
bálsamo, mientras Luke permanecía sentado en silencio, sólo mirándome. Podría permanecer
tan quieto como quisiera, pero sabía exactamente qué estaba pasando por su mente. Él deseaba
a Kira, probablemente la deseaba desde el primer día. Por cualquier razón, no quería desearla,
pero no podía pelear contra eso. No sabía cómo. Y ahora estaba procesando lo que le acababa
de decir, preguntándose si ahí había algo de verdad. Preguntándose si tenía una oportunidad.
Hicimos una pequeña charla después de eso, dividiendo la cuenta a la mitad después de
los argumentos de Luke, como siempre. Me acompañó a mi auto en el bien iluminado
estacionamiento, sorprendiéndome con un abrazo de oso.
—Lo siento. No debí haber sido tan malditamente molesto sobre Jake —dijo en mi oído,
apretándome fuerte—. Dime que no estás molesta.
—No puedo permanecer enojada contigo, Luke —le dije. Nunca podría.
—Bien —se apartó, mirándome—. Te apoyo, hagas lo que hagas.
—Yo también te apoyo —Le di una mirada significativa y él asintió.
Me vio alejarme conduciendo y cuando llegué a casa, le envíe el obligatorio mensaje de
llegué-a-salvo-a-casa antes de dirigirme al interior. Voces venían desde la sala, atrayéndome
ahí. Di una doble mirada, entre los dos hombres sentados en el sillón, que podrían haber sido
copias al carbón.
Levantaron la mirada, y sólo uno de ellos se levantó para besarme. Al último momento
incliné mi cara a un lado, y los labios de Jake se encontraron con mi mejilla. Tenía el ceño
fruncido en su maltratado rostro.
—No enfrente de otras personas —dije, recibiendo una mirada de él. Me puse a su lado,
pegando una gran sonrisa en mi rostro mientras me aproximaba a su hermano—. Oye, Baron.
Cuanto tiempo. ¿Cómo has estado?
—Mucho tiempo es un eufemismo, Maya —dijo, de pie—. Estoy bien. Apenas llegué hoy,
¿Cómo estás tú?
Estaba mirando fijamente, no pude evitar estar mirando. Jake y su hermano menor
podrían pasar como gemelos, eran muy parecidos. Desde el cabello rubio que no sabía si parecía
amarillo o café, a los ojos cafés que eran como de oro líquido flaqueado con gruesas pestañas, y
la misma angulosa mandíbula espolvoreada con vello. Incluso los labios, ligeramente gruesos y
rosados labios inferiores, eran lo mismo, a pesar de que el labio inferior de Jake tenía una
pequeña cicatriz en la esquina que podías sentir si tu lengua lo tocaba ahí. El cabello de Baron
era ligeramente más corto que el de Jake, quedándose de punta por todo el lugar como si hubiera
estado pasando sus dedos por ahí antes.
Sí, estaba mirando. Sólo me tomó un segundo notar que la camiseta negra de cierta bebida
energética que llevaba, le pertenecía a Jake.
Me aclaré la garganta—. Estoy bien. Yo, eh…no sabía que estabas de vuelta en el país.
—Yo no sabía que estabas viviendo con mi hermano —replicó, pero había una sonrisa
en su rostro—. Bueno, hasta que me dijo que no me podía quedar aquí porque eras su
compañera de habitación.
Miré a Jake por encima del hombro antes de volver a su hermano y sonreír—. Jacob me
estaba ayudando, pero me mudaré la próxima semana cuando salga del trabajo.
—¿Desde cuándo? —gruñó Jake. Lo sentí acercarse detrás de mí, pero no quería darme
la vuelta y mirar. Sólo podía imaginar la mirada en su rostro. Aún no habíamos hablado sobre
la pelea que tuvimos ayer. Parte de la razón era porque acordamos no volver a pelear. Le di un
par de horas hasta que Jake inevitablemente explotara contra mí. O viceversa.
—Desde que hay una habitación libre en el lugar de mi compañera de trabajo —dije
mientras Jake se movía para estar a mi lado. Los ojos de Baron se movían entre nosotros—.
Jacob te extrañó mucho, por cierto —le dije.
—¿Lo hace, ahora? —Baron lucía divertido al saber que mentía—. Bueno, hermano
mayor, tengo tres semanas de vacaciones, así que soy todo tuyo. Siéntete libre de emocionarte.
—Jódete —fue la hosca respuesta de Jake—. Como dije, puedes quedarte por una noche,
luego estás por tu cuenta.
Lo miré. Realmente lo miré—. No lo has visto en cuatro años, ¿y así es como lo tratas?
Baron dejó salir una carcajada—. Está bien, Maya. Jake solo lastima a los que ama.
—No, no está bien —dije—. Pasé la cena defendiéndote, Jacob. Que desperdicio de tiempo
fue. Eres malo.
—Estás exagerando —me informó Jake, cruzando los brazos sobre su pecho—. No quiero
pelear esta noche. Tengo suficiente mierda en mi cabeza.
Mis ojos recorrieron la mesita de café. Estaba llena de bolígrafos, papeles y dos laptops.
Probablemente interrumpí algo relacionado con el dinero de Jake. Por qué una persona sería un
idiota con alguien que lo estaba ayudando estaba más allá de mí.
—Fue bueno verte, Baron —decidí ignorar completamente a Jake—. ¿Ya cenaste? Porque
traje comida india —levanté la bolsa.
Los ojos de Baron se iluminaron mientras tomaba la bolsa—. Me encanta, gracias.
—Oye, pensé que era mía —protestó su hermano, haciéndome saber que obviamente
había recibido mi mensaje.
—Pensante mal —lo empujé al pasar y subí las escaleras hasta mi habitación. Me aseguré
de bloquear la puerta antes de desnudarme y entrar a la ducha.
Estaba pensando en tomarme mi tiempo debajo del rocío de agua caliente, pero apenas lo
estaba procesando cuando la puerta de vidrio se abrió. ¿Por qué si quiera me molestaba en
bloquear las puertas cuando Jake estaba alrededor?
—¿Te gustaría explicar que fue eso de allá abajo? —dijo, completamente indiferente al
hecho de que estaba totalmente desnuda y el agua estaba salpicando sobre su amplio pecho—.
No te molestes en cubrirte. No es nada que no haya visto antes.
Cerré el agua—. ¿Has escuchado hablar de algo llamado privacidad? —sus ojos fueron a
mi pecho, y probablemente pensó que mis pezones estaban duros por él—. Sal de mi camino,
Jake.
Se hizo a un lado, dejándome pasar. Cuando fui por mi toalla, tomó mi mano y me dio la
vuelta.
—¿Es ese momento del mes?
—Oh, porque ese es el único momento en que una mujer puede expresar sus sentimientos
—le dije, tratando en vano de liberarme de su agarre—. Vete.
—Sólo fue una puta pregunta, Maya. No me arranques la cabeza.
—Estoy pensando en arrancarte algo, está bien. Algo debajo de tu cinturón que te
convertiría en un eunuco.
Bufó—. Amas demasiado mi verga para arrancarla, nena.
¿En ese momento? No mucho—. ¿Me puedo vestir o estás disfrutando del espectáculo?
Como si fuera una invitación, sus ojos se deslizaron por mis pechos y hacia el lugar entre
mis piernas que trataba de ocultar desde que entró por primera vez. Sus ojos se encontraron con
los míos abruptamente, brillando con un tipo de sucia lujuria y necesidad que había asociado
con él.
—Dime por qué estás molesta —exigió.
—No corras a tu hermano.
—¿Y carajos te importa?
—Es tu familia, Jake. Tú única familia. ¿Sabes que tan afortunado eres de tener un
hermano? No, no lo entiendes —respiré fuertemente—. No te estoy sermoneando, ni siquiera te
estoy juzgando. No sé exactamente por qué estás siendo así con Baron, pero sí sé que la vida es
demasiado corta para alejar a las personas. Déjalo quedarse.
Nunca entendería su dinámica familiar. Quizá Baron estaba diciendo la verdad, quizá Jake
lastimaba a las personas por las que en verdad se preocupaba. Por otro lado, Baron nunca visitó
a Jake en prisión, así que ese distanciamiento iba en ambos sentidos. Estaban separados uno del
otro, pero ahora, Baron estaba aquí. Eso tenía que contar para algo, ¿verdad?
Jake no dijo una palabra por un largo tiempo, su agarre alrededor de mi muñeca se aflojó.
Cuando extendió su mano para acunar mi mejilla, no empujé su mano.
—Bien —murmuró, inclinándose hacia adelante y acercando su cara. Sus labios contra
los míos—. Me disculpo.
Necesitaba decirle que no tenía que disculparse conmigo, tenía que disculparse con su
hermano, pero cuando su beso se volvió más desesperado, más apasionado, simplemente más,
no podía pensar más allá del sentimiento de él contra mí. Su lastimado labio tuvo que haber
dolido presionado contra los míos, pero el gemido que surgió de él fue de frustración, no de dolor.
Su brazo se deslizó alrededor de mi cintura, apretándome contra él. El vapor creció a
nuestro alrededor, haciendo que el baño se sintiera más pequeño.
—Maldita sea, sabes tan jodidamente bien —suspiró, su boca a la deriva por un lado de
mi cuello. El rastrojo de su mandíbula raspó contra mi suave piel, haciéndome estremecer por
la espinosa sensación.
Sus labios estaban en mi garganta, lamiendo la carne, chupando mi pulso. Podía sentirlo
acelerarse, sentirlo latir vacilantemente contra su lengua. Sólo comencé a notar que mi trasero
estaba presionado contra el muro de azulejos resbaladizos cuando sentí su mano entre mis
piernas, sus dedos deslizándose entre mis pliegues y hasta mi centro. Sabía lo que encontraría
ahí.
—Jesús, cariño. Estás empapada —sijo en un tono áspero contra mi cuello, moviendo un
dedo contra mi clítoris.
Gemí—. Bueno, acabo de salir de la ducha, ¿recuerdas?
Sus dientes se hundieron a un lado de mi cuello, mordiendo. Clavé mis uñas en sus
hombros, sacudiéndome contra él—. No, nena. Esta eres toda tú —dijo, retorciendo dos dedos
dentro de mí—. Dulce, dulce Maya, mojando sobre toda mi mano y jadeando por mi verga.
Cayendo sobre sus rodillas, levantó una de mis piernas y la balanceó sobre su hombro,
sacando un grito de sorpresa de mí. Sus dedos extendieron los labios de mi coño. Todos y cada
uno de los pensamientos nadando en mi cabeza se evaporaron en el instante en que lamió su
camino en mi vagina, el rastrojo de su mandíbula en mi sensible carne. La sangre corriendo por
mis venas se sentían como lava líquida, mi piel estaba en llamas. La lengua de Jake golpeó
contra mi clítoris, y mis rodillas se doblaron. Me sostuve de sus hombros, tratando de evitar
caer. Era todo lo que podía hacer para no venirme ahí y entonces ante la vista de su cabeza
dorada moviéndose entre mis piernas, corrompiéndome así.
Ruidos estrangulados salían de mi garganta mientras mis caderas se sacudían, forzando
su boca aún más profundo. Estaba tan cerca de venirme por toda su boca. Tan, tan cerca. Jake
pareció sentirlo. Los golpes con su lengua se volvieron más profundos, más duros. Chupó mi
clítoris, mordiéndolo con sus dientes. Él estaba haciendo sus propios ruidos, bajos y golosos
gemidos que hacían esto mucho más sexy.
No pude sostenerme más y sus manos volaron para agarrar la parte trasera de mis muslos.
Monté su cara a través de mi orgasmo y todo el tiempo, él continuó comiéndome, continuó
teniéndome en esta sublime tortura. Pasaron unos minutos y me rompí en un millón de pequeños
pedazos. No era suficiente para él hacerme venir, no, tenía que hacerme gritar su nombre otra
y otra y otra vez.
Con delicadeza, bajó mi pierna, aferrándose a mí mientras se levantaba.
—Tan jodidamente dulce —gruñó—. Tienes que decirlo. Di cuán jodidamente dulce
sabes.
Traté de recuperar mi aliento, pero fue un largo proceso—. Yo no… no soy dulce.
Su boca se encontró con la mía y tuve una breve probada de lo que había hecho—. Sí.
Eres la cosa más dulce que he tenido, y podría beber de tu coño por el resto de mi maldita vida.
Podría haber suspirado antes de que me recogiera en sus brazos y me llevara de vuelta a
mi habitación. Las cortinas estaban abiertas, las luces de la calle inundaban la habitación. Jake
me tiró a la cama como si no pesara nada. Hubo apenas un minuto de nosotros separados hasta
que su cuerpo estaba cubriendo el mío y estuviera besándome de nuevo, marcando mi piel con
su lengua y sus dientes. Mi mano fue a la parte delantera de sus pantalones de mezclilla,
encontrando el botón, abriéndolo y arrastrando el cierre hacia abajo.
Levantó la cabeza en ese momento, y tenía una mirada salvaje en sus ojos. Que decía:
tengo que tenerte ahora, ese tipo de mirada. Sentía lo mismo, yaciendo debajo de él con mis
piernas abiertas tanto como podían estarlo. Se sacó su camiseta sobre su cabeza y se despojó de
sus pantalones y bóxer mientras yo trazaba cada centímetro de su piel tatuada que se iba
revelando ante mí, con la punta de mis dedos. También había contusiones ahí. Coloridas, que
salpicaban su torso entre sus tatuajes y decoloraban su piel oliva. No disfrutaba ver la evidencia
de los abusos que había sufrido.
Aparentemente inafectado por la mirada de simpatía que sin duda le estaba dando, Jake
se movió ligeramente, y la cabecera golpeó contra la pared. Un pensamiento se me ocurrió
mientras empujaba un dedo dentro de mí.
—¿Dónde… dónde está Baron?
Los ojos de Jake se estrecharon—. Cama.
—Las paredes son delgadas —señalé, deteniendo la mano de Jake.
—¿Qué?
—La cabecera. La escuchará. Él sabrá.
—¿Crees que no te escuchó gritar mi puto nombre hace unos minutos? ¿Tú crees que no
sabe que me sumerjo en este coño cada puto día de la semana?
El coño en cuestión sabía esto demasiado bien, pero rayos, no quería mantener a alguien
despierto con la cabecera golpeteando. Llámame locamente cortés.
—El piso —insistí, envolviendo una mano alrededor de la erección de Jake y
apretándola—. Fóllame en el piso.
Un bajo gemido salió de su garganta y puso su mano sobre la mía—. Tu boca sucia hará
que me corra —dijo, poniéndose de rodillas—. Bien. Ponte en el piso.
Me resultaba cada vez más difícil respirar, mucho más el moverme, pero de alguna
manera, encontré la fuerza para deslizarme de la cama hacia el piso alfombrado. Realmente me
gustaba esta posición, algo acerca de estar de rodillas mientras Jake empujaba dentro de mí
desde atrás era locamente atractivo. Las pocas veces que lo hicimos de esta manera, mis rodillas
terminaban magulladas y la alfombra había sido impresa en mi mejilla.
—Te gusta ser follada como un animal salvaje —dijo, sus caderas empujando mientras
me llenaba con su verga—. Correte para mí, Maya. Correte por toda mi verga.
Y lo haría, porque sí, me gustaba ser tomada como un felino salvaje en la selva,
completamente destrozada por su pareja.
Ahora, Jake estaba arrodillado detrás de mí, sus callosas manos trazando la curva de mi
espina dorsal y terminando en mi trasero. La alfombra olía a algún tipo de limpiador cítrico y,
con la mejilla izquierda presionada en ella, me vi forzada a inhalarlo.
—Sólo fóllame ya —dejé salir, porque no sabía qué demonios estaba él hacía
cosquilleándome.
Agarró un puñado de mi cabello, tirando de mí para así estar en mis manos y rodillas.
Gemí, preguntándome qué clase de persona era por ponerme aún más húmeda porque él había
tirado de mi cabello. No tuve que preguntármelo más porque finalmente, él estaba empujando
en mí, duro y rápido, y mi cerebro dejó de funcionar. Su segundo empuje me quitó la respiración,
y mis manos cedieron. Los dedos de Jake se deslizaron por mis lados antes de que sujetara mis
caderas, sosteniéndome fuertemente mientras se hundía hasta la empuñadura.
—Santa puta mierda. Tan bueno —Gruñó, retirándose y empujando de nuevo.
Jadeé por el dolor que vino de lo profundo que estaba llegando—. Gracias.
Grité cuando su mano chasqueó contra mi nalga derecha. Él gimió de nuevo cuando me
apreté a su alrededor—. Odio esa palabra —dijo, trayendo su mano alrededor para frotar mi
clítoris—. Jesús, te sientes… diferente. Tan mojada. Jodidamente chorreando por mí.
Me encontré empujando contra él, sintiéndolo tan profundo, sintiéndolo golpear cada
centímetro de mi coño. Él estaba chocando contra mí, castigándome con cada empuje de su
verga, y amaba cada segundo.
—Jake —dije, pero sonaba desorientada. Probablemente porque su dedo chasqueaba mi
clítoris, junto con su verga poseyendo mi interior.
Se detuvo, y los únicos sonidos que pude escuchar era nuestra pesada respiración y la
sangre corriendo en mi cabeza.
—Maya —dijo, su voz sonando tensa—. Tengo que sacarla.
Pánico cerrando mis ojos—. ¿Qué?
—Jesús, me pones tan malditamente loco —dijo, manteniéndose inmóvil. Yo me empujé
contra él e hizo un sonido en su garganta—. Joder. No hagas eso, nena. No estoy usando condón.
Curioso como la capacidad de hablar y pensar coherentemente vuelven cuando las
palabras correctas son dichas.
—¿Qué? ¿Estás bromeando? ¡Sácala! ¡Sácala de mí! —ridículo, lo sé.
Tuve que darle crédito a Jake porque hizo lo que le dije. Mis extremidades estaban
funcionando, notablemente, y me apresuré a huir como si me estuviera quemando. Arranqué el
edredón de la cama y me cubrí, disparando a Jake lo que sentía era la madre de las miradas
sucias.
—No me mires como si lo hubiera hecho jodidamente a propósito —escupió, poniéndose
su bóxer—. Lo siento, no soy un boy scout que carga condones en todo momento.
—No creo eso —dije, sintiéndome tonta—. Yo sólo… me asusté.
Vi la mirada en su rostro cambiar mientras cerraba la distancia entre nosotros y se
arrodillaba delante de mí. Su mano acunó mi barbilla—. Me mataría antes de hacer algo que
pueda lastimarte, cariño —dijo, su voz suave—. Sabes que estoy limpio, y no me vine dentro
de ti.
Forcé una risa—. Sí. Estás limpio. De lo contrario, ni siquiera te besaría.
Él se rió—. Eso dices.
Incapaz de ayudarme, me incliné hacia adelante y presioné mis labios contra los suyos—
. Creo que te gusta pelear conmigo para que así podamos tener un muy caliente sexo de
reconciliación.
Lo sentí sonreír contra mis labios—. ¿Esto fue una pelea?
—No lo sé —dije, presionando mi mano en la parte delantera de su bóxer—. ¿Lo fue?
—¿Qué estás haciendo, nena? —murmuró, y pude sentir lo caliente que estaba debajo del
algodón.
Me aparté—. Acaba… en mi boca. Quiero que lo hagas.
Deseo brillaba en sus ojos—. No tienes que hacerlo —dijo, pero la manera en que su pene
se movió en mi mano, decía otra cosa.
No entendía por qué no me dejaba chupársela. Esta no era la primera vez que había estado
más que lista y dispuesta a hacerlo. Siempre me detenía, y me sentía culpable de que su boca
parecía estar siempre pegada al calor húmedo entre mis piernas mientras que yo nunca le
correspondía.
—Dije, quiero hacerlo, Jake. ¿No quieres venirte en mi boca?
Él dejó salir un áspero suspiro—. Mierda. Por supuesto. Pero…
—Creo que estoy lista, sensei8 —lo corté, aguantándome la risa.
Una esquina de sus labios se levantó—. Estoy tan jodidamente duro, ¿y tú estás haciendo
bromas? De imaginarse.
—No estoy bromeando. Levántate.
Jake me miró como si no fuera a hacer lo que dije, pero luego me sorprendió poniéndose
de pie y tirando de su bóxer una vez más. Su verga estaba dura y húmeda, de mí, venas
pulsando. Levantó una ceja, sus ojos diciendo: ¿ahora qué? Mientras me miraba.
Tiré el edredón de encima de mí y me puse de rodillas. Desde el momento en que había
visto su verga, había querido probarla. Sentirla pulsar en mi lengua.
—Maldición —Jake maldijo, agarrando la base de su erección—. Estás haciendo esa cosa
del susurro de nuevo.
Ni siquiera me sentía avergonzada de haber dicho esa mierda en voz alta. En cambio, me
concentré en la manera en que me estaba poniendo húmeda de nuevo. Corrí las puntas de mis
dedos a lo largo de su largo grueso eje. Su tamaño nunca dejaría de sorprenderme, tampoco lo
harían los sonidos que hizo cuando lo toqué.
No pasa nada, Maya.
Mantuve mis ojos en él mientras llevaba la punta de su verga a mi boca, probando lo
salado proveniente de mí y de él. Un estremecimiento atormentó su cuerpo entero y sus caderas

8
Maestro en japonés.
se sacudieron, llevando más de su longitud dentro de mis labios. El buen sentido prevaleció,
porque ya había envuelto mis dedos a su alrededor, así no me ahogaría.
—Mierda —gruñó, introduciendo sus dedos en mi cabello y jalando. El resto de mi fue
forzado a acercarse—. Pensé en ti chupando mi verga. Lo pensé por años. Algo que necesitara
para callarte. Bien podría haber sido mi verga.
Hice un sonido de sorpresa alrededor de su verga, encontrando sus ojos. ¿Años, dijo?
Debería haberse detenido en esa parte, porque podría haberle mordido a causa de las dos últimas
frases.
Pero entonces los ojos de Jake se cerraron y lo vi sin que él me mirara a mí. Su boca estaba
ligeramente abierta, y de vez en cuando, cuando apretaba mi succión a su alrededor, él soltaba
este doloroso gemido animal que me hacía estremecer.
Después de un tiempo, me acostumbré a esto. Me concentré en hacerlo sentir bien. Giré
mi lengua a su alrededor. Ahuecando mis mejillas. Lamí hasta la última vena prominente.
Acaricié sus bolas. Un par de veces, casi me ahogué y mi técnica era probablemente la más
descuidada, pero a Jake parecía gustarle.
—Maya —ladró, jalando mi cabello. Sus ojos se abrieron de golpe—. Maldita sea, estoy
cerca.
Sus ojos buscando permiso y sin palabras se lo di, chupándolo aún más duro. Él echó su
cabeza hacia atrás con un fuerte gemido y esa fue la única real advertencia que tuve mientras
su espeso y caliente semen llenaba mi boca. Un poco cayó por mi garganta, pero en su mayor
parte, completamente me atraganté. Lo sentí gotear por mi barbilla y sobre mi pecho,
marcándome.
Me recuperé rápidamente, mirando a mis pechos con asombro. Mojé un dedo en el líquido
blando en mi pecho derecho y lo llevé a mi boca.
Finalmente pude ver porque Luke había querido escribir un ensayo sobre mamadas.
Cuando levanté la mirada, Jake había desaparecido en mi baño y cuando regresó, tenía
papel higiénico en sus manos.
—Ten —dijo, incapaz de encontrar mi mirada.
Me levanté y tomé el papel, limpiándome lo mejor que pude antes de pasar a su lado y
tirarlo. Capté mi reflejo en el espejo y experimentalmente trabajé mi mandíbula un poco mientras
me recogía el cabello y comenzaba el proceso de trenzarlo en una larga trenza. Probablemente
sentiría el dolor mañana. Sonreí. Valió totalmente la pena.
No pude haber estado en el baño por más de unos minutos, pero regresé a una habitación
vacía. Permanecí ahí por un segundo, pasmada de que Jake desapareciera sin siquiera un
maldito buenas noches o un gracias-por-girar-mi-mundo.
Golpes de la pared detrás del tocador me sacaron de mis pensamientos asesinos.
—¿Terminaron, chicos? —la fuerte voz de Baron vino a través de la pared—. Algunos
de nosotros estamos cansados como el demonio aquí, así que, si hay una ronda veinticinco, por
favor, por el amor de Dios, ¡Manténganse en silencio!
“Un tipo como tú, debería llevar una advertencia”
– District 78 & Cheesa, Toxic.

Gracias al trabajo, no tuve que hacer frente a Baron la mañana siguiente. Ni siquiera pude
dormir porque estaba tan avergonzada, así que, naturalmente, me veía y sentía como el demonio.
Había una torticolis en mi cuello y bolsas debajo de mis ojos. Mis ojos grises, que podían
ser llamados plateados en un buen día, lucían pálidos y huecos. Y yo estaba molesta.
Naturalmente, dejaba mi mierda personal en la puerta una vez que entraba al trabajo.
Checar a los pacientes simplemente no era mi estilo, especialmente cuando la persona a la que
quería gritarle estaba en casa, probablemente aún durmiendo pacíficamente.
Pensaba que mi día no podía ponerse peor, pero una vez que encontré que alguien había
roto la máquina de cafés, me di cuenta que sí podía. Iris estaba constantemente parloteando en
mi oído acerca de cuán divertido sería una vez que me mudara con ella. Su ex compañera de
piso, Jana, finalmente había hecho su exitosa salida, y era libre de lentamente mudar mis cosas.
Iris me dio una copia de sus llaves y me dijo que podía pasar cuando quisiera. Le dije que lo
haría, una vez que pudiera depositar mi mitad del alquiler en su cuenta.
A la hora del almuerzo, estaba malhumorada, sobreviviendo al potente café de Kenia que
la hermana de Brady tenía en su oficina. Era bueno, tenía que admitirlo, pero no levantó mi
ánimo.
Moira me encontró sentada afuera y me entregó un enorme pedazo de chocolate—. Te
ves como si lo necesitaras más que yo —dijo, tirándose en el suelo a mi lado.
—Gracias —dije, porque sí, el chocolate cura todo. Rompí la pieza en dos y le di a Moira
una—. ¿Tienes idea de por qué Brady tiene pastillas del día siguiente en su oficina?
Se rió—. Ella tiene, ¿Qué? ¿Sesenta? Ella es tan fértil como el Sahara.
—Bueno, en estos días, la edad es sólo un número. Casi todo el mundo es fértil.
Moira me miró—. ¿Algo que quieras decirme?
—Sólo pensaba —dije, porque esto era entre la hermana Brady y yo. Al menos sabía que
una mujer mayor podía mantener un secreto mejor que cualquier farmacéutico u otra enfermera
que seguramente me conociera. La paranoia era sólo otro de mis defectos.
—De acuerdo —bueno, eso fue fácil.
Más silencio, y entonces, no pude soportarlo.
—Hipotéticamente hablando, Moira —comencé—. Si un chico no quiere un oral, pero él
disfruta tener sexo contigo y hacerte orales a ti y bueno, todo lo demás… ¿Eso qué significa? Y
luego, cuando finalmente te considera lo suficientemente digna para poner su pene en tu boca,
él sólo se desvanece más tarde sin una palabra. ¿Es normal?
—Vaya, espera, ralentiza Maya —dijo Moira, levantando sus manos—.
Hipotéticamente, ¿estamos hablando de un ex convicto italiano-israelí con conexiones en una
pandilla de motociclistas y una enfermera con cabello tan largo como el Misisipi y pechos como
pelotas de playa?
—Oh. Dios. Mío. Cállate.
Me sonrió, tentándome a golpear sus dientes. Jesús, ¿qué estaba mal conmigo? Nunca
antes había sido tan violenta.
—Quizá tú sólo seas mala… mamando —dijo Moira, riéndose.
—Sé de hecho, que no lo soy —dije con los dientes apretados.
—Bien, bien. Era sólo una broma. Jesús, chica. —mordió su labio—. Entonces, quizá fue
lo contrario. Quizá lo chupaste realmente bien y eso voló su mente y ahora él está pensando
intensamente en ti sobre tus rodillas. Tengo certeza de que los chicos aman cuando estamos
sobre nuestras rodillas. Quizá él quiera casarse contigo y eso lo asustó. Las mamadas hacen que
los chicos hagan las cosas más locas.
—¿En serio? No sé si debería reír o llamarlo basura.
Moira terminó lo último de su chocolate—. Sólo digo la verdad. ¿Recuerdas a Jens? ¿El
tipo sueco que quería ser el cuarto miembro de Swedish House Mafia y les tuiteaba enlaces a
su canal de YouTube hasta que ellos lo bloquearon?
—¿Fríos ojos azules y cabello rubio decolorado? ¿Cómo podría olvidarlo?
—Bueno, nunca te dije acerca de la vez que se propuso. Fue así…

Jake estaba en casa, pero Baron no. Todavía no decidía si era mejor esta forma o viceversa.
—Cariño, estoy en casa —murmuré en un suspiro, pateando los zapatos en el pasillo.
Cerré mis ojos e inhalé profundamente—. Tomillo…pollo… Oh, pollo a la mantequilla. Ugh,
podría casarme con este chico. Si no fuera un asno.
Fui a la cocina y me apoyé contra el marco de la puerta, viendo a Jake cocinar. Sorpresa,
sorpresa, sin camisa. ¿Qué tenía este chico con la aversión a ocultar la piel? Vi el instante en
que se dio cuenta que estaba ahí, en la habitación. Los músculos de su espalda se tensaron y
pausó por un momento antes de volver a revolver la olla.
Fui detrás de él, hasta que estuvimos lo suficientemente cerca para que se volviera y me
mirara hacia abajo. Siguió como si yo no estuviera ahí, y no sabía si debía estar enojada o
confundida. Fui por molesta confusión y tracé las gruesas líneas negras de las alas en su espalda.
Su piel estaba caliente debajo de mis dedos y él se congeló, de pie ante la estufa con la espalda
decididamente volteada hacia mí.
Él era un ángel caído, eso era seguro. Oscuro, venenoso y depravado.
Yo era una mortal idiota que simplemente no podía permanecer lejos, la mortal idiota que
se hundía más y más en una piscina de perverso pecado y le gustaba.
Le encantaba.
Pasé un dedo por la depresión de su espina dorsal, deteniéndome en la cintura de sus
pantalones.
—Así que… ¿vas a ignorarme como un niño berrinchudo? —dije.
Extendió la mano, volteó algunos botones y apagó el fuego. Luego se dio la vuelta.
Retrocedí, mirando su rostro.
—¿Qué demonios hiciste? —exclamé, dando un paso adelante nuevamente.
—Luce peor de lo que es —dijo, sonando tan casual que podría haber gritado.
—¿Perdiste tu maldita mente? ¡Tú ojo está hinchado y cerrado! ¡La mitad de tu rostro
está inflamado! —tomé una respiración profunda—. ¿Qué pasó?
—Un pendejo se puso demasiado tocón con Bree en The Wreck. Ella lo golpeó, él la golpeó
de vuelta —dijo, tomando mis muñecas y deteniéndome de poner mis dedos en su piel—. Le
saqué la mierda a golpes. El maricón trajo a su grupito. Fin de la historia.
Me negué a reaccionar a la manera en que estaba acariciando el interior de mis muñecas
con sus pulgares. En su lugar, traté de sacudirlo—. Dos peleas en una semana, Jacob. ¿Tienes
deseos de morir?
—¿Te importaría? Si muero mañana, ¿te importaría?
Dejé de luchar. —¡Por supuesto! ¡Estoy molesta porque me importas! Estoy molesta porque
sé que disfrutas haciendo esto. Te gusta golpear como la mierda a las personas y que ellas te
hagan lo mismo. Es enfermo.
—Es lo que soy —gruñó, acercando su rostro al mío—. Te dije que era un cabrón
retorcido que probablemente muera antes de los cuarenta. Estoy en paz con eso.
—¿Cómo puedes decir algo así? Sólo déjame ir, terminé con esta conversación —lo
empujé, sólo me sostuvo más fuerte. De nuevo, dejé de resistirme—. ¿Entonces por qué no
hablamos de ayer, en su lugar? Tú… te viniste en mi boca y te fuiste. Me sentí increíble conmigo
misma, por cierto.
Como esperaba, su agarre en mí se aflojó, y me alejé de él. Él precipitó sus manos sobre
su cabello, haciéndolo lucir más desaliñado.
—No quería hacer eso —dijo.
—¿Qué? ¿Venirte en mi boca o irte?
—Ambas.
Entrecerré mis ojos hacia él—. ¿Cómo me hace sentir eso? ¿Qué tengo que obligar a un
chico a que me deje complacerlo?
—No me obligaste a hacer una mierda.
—Sí lo recuerdo bien, dijiste no. Y yo dije que sí.
—Maya, esto es jodidamente estúpido. Déjalo ir —dijo bruscamente—. Fue bueno. Tú
chupas verga como si hubieras nacido para jodidamente hacerlo. La mejor que tuve, y he tenido
muchas.
Tomó mi mano en el aire antes de que conectara con su mejilla. Hice un sonido de cólera
frustrada y me atrajo hacia él, forzando que dejara de luchar.
—Eso era lo que querías escuchar, ¿no? —siseó en mi oído—. ¿Que verte arrodillada,
esperando lamer mi verga, fue la cosa más sexy que he visto? ¿Que miré a tus hermosos ojos
plateados y estaba jodidamente acabado, sacando mi carga en tu boca?
—Te fuiste —murmuré. Lastimosamente podría añadir.
La respiración de Jake calentó la orilla de mi oreja—. Tú me dejas cada maldita noche.
Creo que te dejé por la misma razón —su voz era suave, y me derretí contra él, dejando ir todo
rastro de furia dentro de mí.
Entendí. Lo entendí muy bien.
Se estaba volviendo demasiado. Los lazos estaban uniéndose y se estaba volviendo
aterrador. Demonios, me vi forzada a admitir que lo que tuvimos Sebastian y yo era una cercana
amistad. No fue en nada como esto. Esto… esto era explosivo. Corrosivo. No era como nada que
haya experimentado antes.
El gran y malo Jacob “Ripper” Ford estaba asustado de mí.
Me aparté, levantando mi cabeza y mirándolo. Suprimí mi necesidad de hacer una mueca
ante la vista de su maltratado rostro—. ¿Te has visto eso?
Cuando murmuró algo sobre una bolsa de verduras congeladas, agarré su mano y lo senté
en un taburete. Él tenía un kit de primeros auxilios debajo del fregadero junto a su caja de
herramientas, y lo saqué de ahí. De pie entre sus piernas, me puse a trabajar en su rostro. En
su mayoría, ignoré el calor que estaba emitiendo y la manera en que sus manos se posaron en
mis caderas, como si no pudiera evitar tocarme ahora que estábamos tan cerca como podíamos
estar.
Cuando terminé, apestaba a antiséptico y ungüento, pero al menos estaba limpio. Me lavé
las manos y luego subí las escaleras para tomar una ducha. Volví abajo para encontrar sólo dos
lugares para la cena en la isla.
—¿Dónde está tu hermano? —pregunté, mi voz llena de sospecha.
—Relájate. No lo eché —dijo Jake—. Está fuera, tratando de olvidar a su novia francesa,
si sabes a lo que me refiero.
Salté en el taburete junto al suyo—. Así que está en el país a causa de un corazón roto.
Es triste.
—Estoy seguro de que hay una ciudad llena de coños con súper pegamento en mano para
repararlo —Jake colocó un plato de lo que había adivinado correctamente era pollo a la
mantequilla delante de mí. Mi boca se hizo agua al instante.
—¿Alguna vez has tenido el corazón roto? —pregunté, tomando un tenedor. Jake rodeó
la isla y cayó sobre tu taburete.
—Necesitas tener un corazón para que una mujer sea capaz de romperlo.
—Corta el rollo. No eres tan insensible le como haces creer a la gente que eres —suspiré
sobre mi segundo bocado de arroz—. Querido Señor, gracias por la competencia de Jake Ford
en la cocina. Amén.
Jake echó la cabeza hacia atrás y comenzó a reír—. Debes saber que eres la única persona
para la que cocino, y es sólo porque estoy tratando de entrar en tus pantalones.
Rodeé mis ojos—. Hablando de prendas de vestir. ¿Dónde está tu camisa?
—Lavadora. Ya sabes, la sangre…
—No quiero que mueras antes de cumplir los cuarenta.
Hubo un largo periodo de silencio después de que dijera esas palabras. Lo decía en serio.
Traté de imaginar un mundo sin Jake en él. Sin su indiferencia a la privacidad en todos los
aspectos de mi vida. Sin sus destellos de molesta crueldad, sin sus momentos de bondad. Sin
sus besos, sin sus fuertes brazos alrededor de mí. Sin él.
Mi garganta se apretó.
—No lo haré —estaba diciendo, acariciando el lado de mi rostro hasta que tuve que
mirarlo. Sus ojos, cuando se encontraron con los míos, estaban llenos de confusión—. Maldita
sea, cariño, no llores. No sé qué hacer con eso en este momento.
—No estoy...—pero mi voz se apagó cuando sentí la humedad en mis mejillas—. Rayos.
Jake jaló mi taburete hacia al suyo, hasta que nuestras piernas se tocaron. Se inclinó,
poniendo su boca primero en una mejilla, después en la otra, besando mis lágrimas.
Lamiéndolas.
—Nena, no lovalgo —dijo, su voz suave. Se sentó de nuevo—. Soy estúpido y jodidamente
loco y no deberías desperdiciar tus lágrimas en mí.
—Lo vales —me apunté la cara—. Estos conductos lagrimales no lloran por nadie, ¿okay?
Me dio una sonrisa torcida—. Me siento honrado.
Más tarde, nos tumbamos en el sofá juntos y miramos televisión, que era una experiencia
en sí misma. Los ojos de Jake estaban en la pantalla, pero sus dedos estaban en mí, jugando con
mis pezones a través de la delgada tela de mi blusa y amasando mis pechos como si fuera la
cosa más natural de hacer en medio de un capítulo de El precio de la historia. Mis pechos
estaban ya muy sensibles, y sus caricias simplemente me hacían retorcerme, queriendo más.
Pensé que no podría dormir con sus manos sobre mi pecho, pero resultó que podía, y lo hice.
La siguiente cosa que supe, fue que estaba en la cama y él estaba sentado a mi lado,
jugando con mi cabello.
—Comencé mi periodo hoy —dije soñolienta—. Así que no podemos hacerlo.
—Ajá —dijo, besando mi frente—. Todavía estás durmiendo en mi cama.
—Sí —cerré mis ojos, acurrucándome a su lado.
—No era una pregunta, nena —sus brazos me rodearon y mi cabeza descansó sobre su
pecho—. Sólo quiero sostenerte.
Pude o no haber imaginado la última parte.
“Algo me dice que debo hacerte saber: Tú me haces sentir como en casa”
–Nicky Romero & NERVO, Like home.

La semana pasó tan rápidamente que antes de darme cuenta, era la mañana del lunes y
me estaba mudando. Desperté sola en la cama de Jake, sabiendo que él estaba trabajando en
algún lugar ese día, pero que podía llamarlo si necesitaba algo. Empaqué mis maletas en el auto
el día anterior así que realmente no había nada más que necesitara tomar.
Era un poco antes de las nueve cuando bajé a desayunar y encontré a Bree en la cocina,
haciendo panqueques como si fuera algo cotidiano. Su puntiagudo cabello naranja estaba
enmarañado en algunos lugares y su maquillaje estaba corrido.
—Oye, ¿Cómo te va, Maya? —dijo con una enorme sonrisa—. ¿Panqueques?
—Bree. Hola, ¿Qué estás…?
Gesticuló a la camiseta amarillo neón que le quedaba increíblemente suelta en su pequeña
figura—. Baron —me cortó, anticipando mi pregunta—. Sabes, ha estado en la ciudad por una
semana ahora y no lo había visto hasta anoche. Loco, ¿verdad?
—Sí, loco —fui hacia la cafetera y tomé una taza.
—¿Jarabe?
—¿Eh?
—¿Quieres jarabe en tus panqueques?
—Sí, por favor —la miré por encina de mi taza mientras me subía a un taburete. Parecía…
alegre—. ¿Puedo preguntarte algo realmente personal?
Apiló una torré de perfectos panqueques en un plato, llenándolos de jarabe antes de
empujarlos hacia mí—. ¿Qué es?
Me aclaré la garganta—. Me preguntaba, tú has estado con, um, Jacob y ahora estás con,
um, Baron. ¿Crees que eso es… raro?
Bree soltó una breve carcajada—. Escúpelo, Maya. Sólo quieres saber quién folla mejor.
Sentí mi cara ruborizándose. Eso no era lo que estaba preguntando.
Me dirigió una mirada seria—. He estado con Baron muchas veces antes. Igual con Ripper.
He estado con los dos al mismo tiempo. Simplemente no puedes elegir cuál es el mejor cuando
se trata de los hermanos Ford —me lanzó un guiño—. Tal vez debas probar dos por el precio
de uno, por ti misma, ¿eh? Ver de lo que estoy hablando.
Mi apetito desapareció. Me quedé mirando los panqueques y me sentí enferma.
Sinceramente me arrepentí de haberle preguntado a Bree algo sobre su vida sexual.
—Maya. Mierda, sé que no es tu estilo —Bree estaba diciendo apresuradamente—. Lo
siento. No debí haber mencionado mi pasado. Baron dijo que tú y Jake son serios.
—Está bien. No debí haber preguntado.
Bree pareció respirar un suspiro de alivio. Levantó un tenedor y cuchillo—. ¿Podrías por
favor comer un panqueque para hacerme saber que estamos bien?
Como si fuera una señal, mi estómago retumbó ruidosamente. Tomé los cubiertos de Bree
e hice una demostración cortando un enorme pedazo y llevándolo a mi boca—. ¿Feliz?
—Dios, sí. Si tu novio descubre que te molesté porque tengo una enorme boca, me mataría.
—Él no es mí… oh, olvídalo. Están realmente buenos —murmuré con mi boca llena.
—¡Gracias! Pensé que los apreciarías. Desearía haberme levantado antes que Ripper, sin
embargo. Se lo debo.
—No puedo creer que alguien tenga la audacia de golpearte porque no querías ser tocada.
—dije, sacudiendo mi cabeza.
—Los chicos pueden ser idiotas, pero lo juro, iba ir toda JCVD9 hacia él y golpear su
trasero si Ripper no me hubiera robado mi momento. Puedo cuidar de mi misma.
Resistí el impulso de rodarle los ojos—. Ajá.

9
Jean-Claude Van Damme. Es un actor, director y productor de cine experto en artes marciales.
—¿Huelo panqueques? —la fuerte voz de Baron llegó a la habitación, haciéndome girar.
—Bueno, maldita sea, Maya. Huele… —sus palabras murieron al instante que divisó a Bree—
. Sigues aquí.
Bueno. Esto no era incómodo. Detecten mi sarcasmo.
—Voy a… los de la mudanza estarán en mi nuevo lugar en una hora —murmuré, de
pie—. Debería irme. Gracias por el desayuno, Bree. Hasta luego, Baron.
Me deslicé por un lado de él, preguntándome de qué se trataba todo eso. En realidad, era
demasiado obvio que Bree era una cosa de una noche que prefería cocinar que hacer el paseo de
la vergüenza. Hizo panqueques, realmente deliciosos, esponjosos, con generoso jarabe en ellos, y
llevaba su camiseta. Sí, no quería estar alrededor de esa incómoda situación.
El viaje al apartamento de Iris fue sin incidentes y probablemente tomó unos quince
minutos. Bien, lo cronometré, quince minutos y siete segundos. El bloque de apartamentos tenía
un aire de lujo, apartamento que Iris una vez había admitido estaba por encima de su sueldo.
Ayudaba tener un rico padre soltero que poseía el apartamento. George, el anticuado guardia de
seguridad en la recepción me ayudó en el ascensor con mis maletas.
Iris se encontró conmigo en la puerta, toda animada y emocionada en una roja pijama de
franela—. ¡Ahh, estás aquí temprano! Pero está bien. Cierra tus ojos, Maya.
—¿Qué? Ayúdame con esto, por favor —murmuré, arrastrando una maleta detrás de mí
mientras George me seguía con varias cajas apiladas en sus brazos.
—Sólo deja tus cosas aquí y cierra tus ojos —Iris insistió, tirando de mi brazo.
—No me gustan las sorpresas, Iris. Lo sabes.
—Bueno, esta te va encantar. Vamos —tomó mis cajas de los brazos del pobre George—
. ¡Gracias, George! Estoy horneando cupcakes de cappuccino hoy. Te llevaré algunos abajo,
¿bien?
Sus ojos azules se iluminaron—. Suena bien, Iris. Bienvenida al edificio, Maya. Te veré
por ahí.
—Gracias, George —respondí con una sonrisa.
Cuando se marchó, Iris reanudó el tirar de mí hacia la única otra habitación al lado de la
suya. La seguí, porque ella era como un chihuahua con un hueso.
Empujando la puerta un poco dramáticamente, exclamó—. ¡Ta-ra! ¿Te gusta?
¿Gustarme? Entré al dormitorio, contemplando la grande, y cómoda cama trineo ante mí.
Las cortinas celestes con pequeñas conchas blancas impresas en ellas. Las dos mesitas de noche
a cada lado de la cama. El tocador de madera con el gran espejo.
—Esto… estas no son mis cosas —susurré, volviéndome hacia Iris—. ¿Los de la mudanza
llegaron temprano? Fueron a la unidad de almacenamiento equivocada, ¿no? No lo entiendo.
Iris se acercó a mí y puso sus manos en mis hombros, lo cual fue extraño ya que ella
prácticamente se subió a mi cintura—. Maya —comenzó lentamente—. ¿Cómo podrían los de
la mudanza saber que tu color favorito es el azul, o que te gustan las camas trineo porque te
recuerdan a santa?
Hice una conjetura—. ¿Kira?
—Oye, yo sé esas cosas de ti también —dijo Iris, sonando ofendida. Dejó caer los brazos
a sus lados—. Kira y yo fuimos asesoras en todas las cosas Maya Fenton. Moira está fuera de
la ciudad por la semana así que no pudo ayudar, pero creo, que contigo viviendo aquí, ella nos
estará visitando todo el tiempo. Eres tan afortunada de tener un novio que…
—Jake —mi voz sonó temblorosa. Me arrastré hacia la cama y me senté. Dios, este
colchón era como un enorme malvavisco debajo de mi trasero. Miré a Iris—. ¿Cuándo? ¿Cómo?
—La semana entera cuando estábamos en el trabajo. Le di una llave y consiguió un
decorador —explicó, sentándose a mi lado—. ¿No te gusta? —su voz fue tentativa.
—Yo sólo… —ni siquiera sabía qué decir—. Necesito un minuto.
—Porque Jake dijo que la mitad de las cosas que tenías en el deposito debían ser botadas.
La mayoría fue… arruinada durante el robo. Bueno, como sea, dijo que debías tener cosas
nuevas.
—Iris, ¿puedo estar a solas un segundo?
Sus ojos se convirtieron en platillos—. Los siento si me sobrepasé, Maya.
—No es eso —tomé su mano y la apreté—. Gracias por hacer esto por mí. En verdad lo
aprecio.
Ella sonrió—. De nada. Me alegro que te guste —se aclaró su garganta mientras se ponía
de pie—. Estaré en la cocina. ¿Has desayunado?
Asentí.
—Bueno, voy a tener el mío en frente del televisor. ¿Segura que estás bien?
—Sí, Iris, gracias de nuevo.
Cuando se fue, caí en la cama y miré el techo durante un largo tiempo. Mi mente estaba
en blanco… hasta que empecé a pensar en el dinero otra vez. Quiero decir, un decorador de
interiores tuvo que haber costado mucho. Además, estas cosas lucían costosas. Sólo pensar en
números hacía mi cabeza girar. Jake había hecho esto por mí. Sorprendiéndome. Había pasado
por todo este lío para asegurarse que durmiera en un colchón que no tuviera hoyos causados
por cuchillos en él. Era sólo una habitación nueva, podrían decir, pero era más. Para mí.
Busqué en mi bolsillo por mi teléfono y marqué su número. Él respondió al tercer tono.
—Jake, ¿puedes venir por un momento? —dije de prisa, sin darle tiempo para hablar. Y
luego colgué.
Y paseé.
Y paseé.
Y paseé.
Cuando Jake entró por la puerta, parecía como si yo hubiera hecho un agujero en la suave
alfombra con mis pies descalzos. Había estado desmayada cuando se fue a trabajar, algún chico
quería un poema japonés en su espalda completa con su traducción al español, así que, en
realidad, no había visto a Jake desde la noche anterior.
Cerró la puerta detrás de él antes de caminar hacia mí, enmarcando mi cara con sus
manos—. ¿Estás bien? ¿Qué pasó?
—Sí, nada malo. Yo sólo… —sólo tenía una pregunta que hacer. Tomé una respiración
profunda—. Me preguntaba si te gustaría tener un trío. Tú, yo y Baron. Si él está dispuesto,
por supuesto.
La mirada de preocupación en el rostro de Jake se transformó en una de pura indignación.
Era una mirada alarmante, con todas las marcas y cortes de su cara aún en recuperación—.
¿Qué coño acabas de decir?
—¡Jacob! ¡Auch! ¡Me estás lastimando! —golpeé sus manos de mi cara hasta que se
aflojaron. Tomó un enorme pasó lejos de mí, sosteniendo sus manos lejos de su cuerpo como si
no pudiera creer que había intentado aplastarme la cabeza.
—¿Quieres follarte a mi hermano? ¿Eso es lo que me estás diciendo? —cerró la distancia
entre nosotros nuevamente, con una mirada feroz en su rostro—. ¿No tuvimos una puta
discusión acerca de andar follando por ahí con otros?
—Quiero hacerlo con los dos —me forcé a decir—. Al mismo tiempo. ¡Eso no es… follar
por ahí con otros!
—Sobre mi puto cadáver.
—Oh, ¿sí? ¿Así qué cuál es la diferencia entre Bree y yo? —le lancé, la mirada de shock
en su rostro no tenía precio—. La compartiste con Baron. ¿Por qué no puedes compartirme?
Jacob se recuperó lentamente—. Eres Maya. Ella es Bree —dijo bruscamente, sujetándome
la nuca y haciendo que lo mirara a los ojos—. ¡Lo que hice en el pasado…no va a jodidamente
suceder contigo! Mataré a cualquier hombre que siquiera te parpadeé cuando estemos juntos, e
iré felizmente a prisión de por vida. Metete ese pensamiento en tu cráneo.
La advertencia en sus ojos fue suficiente para hacerme creer lo que estaba diciendo. Ambos
respirábamos pesadamente cuando terminó de hablar. Lucía completamente desconcertado por
la sonrisa que repentinamente curvó mis labios.
—Pensé que eso es lo que dirías —puse las palmas de mis manos en su pecho, sobre su
corazón, que estaba latiendo rápidamente con adrenalina—. Para tu información, no me
interesa Baron, ni los tríos. Me gustas tú, sólo tú.
—Qué. Carajos. Maya —su agarré alrededor de mi cuello se apretó, apenas un poco. Me
dejó ir—. ¿Me estás volviendo loco a propósito? ¿Me estás probando o alguna mierda así?
Sacudí mi cabeza tristemente—. Jake, gracias. Por esto —gesticulé a la habitación—. No
tenías que hacerlo, pero fue dulce y…
—¿Qué te he dicho sobre agradecerme? —las fosas nasales de Jake se ensancharon.
Antes de que pudiera decir algo más, mis brazos rodearon su cuello, y me incliné lo más
que pude, llevando mis labios a los suyos. Él comenzó a besarme de regreso, obviamente
olvidando cualquier amenaza resultante de su tren de pensamiento. Gemí, y su lengua se deslizó
más allá de mis labios, saqueando mi lengua. Las manos de Jake estaban en mis caderas,
acercándome a él, después finalmente, en mi trasero, apretando la suave carne.
Mis dedos buscaron a tientas la hebilla de su cinturón. Un frustrado sonido salió de mi
garganta cuando no pude deshacer sus pantalones. Riendo entre dientes, Jake se desabrochó el
pantalón y deslizó el cierre. Fui por el dobladillo de su camiseta, arrancando mis labios de los
suyos para dejarlo que se la sacara.
Hambre sexual desgarró mi interior a la vista de su pecho, lleno de los tatuados músculos
en los que había dormido durante las últimas noches. Completamente desnudo, fue por la
camisola que estaba usando sobre mi sostén y la sacó de mi cuerpo. El sostén fue el siguiente,
después mi pantalón, y finalmente, estaba de pie en mis bragas rojas de encaje. Había una
salvaje mirada en sus ojos cuando las vio. Probablemente había un parche húmedo en mi
entrepierna, la evidencia de mi excitación.
—Estas fueron un poco costosas —bromeé, pasando un dedo a lo largo de la floreada
cintura.
—Ajá —estaba más cerca ahora, respirando tan fuerte que podía escucharlo. Me apretó
contra él, poniendo su boca en un lado de mi cuello y deslizando sus manos en mis bragas—.
Me vuelves tan malditamente loco. ¿Lo sabías?
Dejé salir un gemido cuando sus manos se curvaron en puños y rasgó el encaje lejos de
mis caderas. Sus dedos se deslizaron en la entrada de mi coño, separando los suaves pliegues y
empujando dentro. Dejé escapar un jadeo, empujando mis caderas contra él, mientras su pulgar
acariciaba mi clítoris.
—Jake —empecé, moliéndome contra su mano—. Hay algo… Oh, Dios —las palabras se
esfumaron cuando su dedo localizó ese punto; el punto dentro de mí que me hacía imposible el
hablar.
Sólo un movimiento más de su pulgar sobre mi clítoris y me vendría.
Dejó de moverse, mordiendo mi cuello—. Vas a venirte sobre toda mi verga, nena. No en
mi mano —pronunció ásperamente, alejándose un paso y rodeándome para así estar junto a la
cama—. Pásame el condón de mi bolsillo trasero —dijo, enviándome una sonrisa descarada—
. Boy scout, ¿Recuerdas?
Me acerqué a él, deslizando mis manos por su frente hasta que pude envolverlas alrededor
de su dureza. Hizo un bajo y tortuoso sonido—. Sobre eso, fui a conseguir la inyección la semana
pasada, así que… no necesitamos eso más. Sé que se siente mejor de esa manera. Quiero decir,
si tú quieres…
—¿Qué si quiero venirme dentro de ti? —inhaló profundamente, ojos oscuros y
derramando deseo—. Joder, sí —extendió la mano para cunar mi barbilla—. No hay nadie en
quién confíe más que tú.
Se sentó en el borde de la cama, palmeando su regazo hasta que me senté a horcajadas en
él, rodillas a cada lado y manos en sus hombros. Sus manos estaban en mis pechos en un
instante, tirando de mis pezones hasta que empujé mi centro contra su dureza. Tenía la
sensación de que esto, esta cosa que estábamos a punto de hacer, me destrozaría
irremediablemente. Una vez que se viniera dentro de mí, una vez que compartiéramos esto
juntos, no habría nadie más. Quizá nunca. ¿Era ingenua al pensar eso? Tal vez.
Mi respiración se intensificó y mi piel se sentía caliente. Los ojos de Jake estaban entre
nosotros y, en un movimiento que estaba destinado a torturarnos, frotó la cabeza de su verga a
lo largo de mi hendidura. Mis caderas se inclinaron hacia adelante, buscando más. Más fricción,
más placer. Más de él.
—Jake, por favor —dije sin aliento, intentando forzarlo a empujar dentro de mí.
Su cabeza se elevó, ojos desenfocados con lujuria—. Hazlo. Empújame en tu interior.
Brinca en mi verga y fóllame.
Cuando decía cosas como esa, mi cuerpo entero se veía obligado a responder. Cada
centímetro de mi piel se enrojecía, cada terminación nerviosa sería despertada. Aspirando
grandes bocanadas de aire, estiré mi mano entre nosotros y agarré su verga nuevamente. Él se
sacudió y pulsó en mi mano, una vez que estábamos perfectamente alineados, lo guíe dentro de
mí, mi coño extendiéndose para acomodarlo.
Jake lanzó un largo y bajo gemido en el instante en que estaba completamente asentado
dentro de mí. Nuestros ojos se encontraron. Sus manos estaban plantadas en mis caderas,
empujándome hacia abajo contra él. Apenas podía respirar cada vez que me levantaba y
descendía, levantaba y descendía. Así, nos miramos fijamente a los ojos, unidos por el pesado
deseo en nuestros ojos.
Él rompió el contacto visual primero, succionando mi pezón y cerrando los ojos. Puse mis
manos en su cabello, mis uñas raspando su cuero cabelludo. El gruñó alrededor de mi pezón,
empujando hacia arriba en mí tan rápido mientras yo bajaba para encontrarlo, nunca dándonos
un momento de separación.
—Se siente tan… bien —murmuré, estremeciéndome cuando los dientes de Jake jalaron
la punta de mi pecho—. Ah, bien…
Por un segundo, perdí la habilidad de pensar en algo más allá que en la sensación de su
boca en mis pechos. Más allá de la sensación de sus dedos cavando en mis castados. Más allá
del fuerte y húmedo sonido de su verga deslizándose dentro y fuera de mí. Este momento de
primitiva pasión era todo lo que mi cuerpo conocía.
Jake soltó mi pezón con un pop, sus ojos abriéndose—. Joder. Mierda. Puta mierda —dijo
en una voz áspera, levantándome fácilmente y poniéndome en la cama, manteniendo nuestros
cuerpos unidos.
Su cuerpo cubría el mío, y entonces estaba empujando, duro y rápido, martillando dentro
de mí hasta que mi trasero estaba impreso en las sabanas. Él fue profundo, tan profundo que
grité.
—Sí. Grita por mí, cariño —dijo suspirando, llevando mis piernas a su alrededor—. Yo…
necesito… esto…
Su voz se quebró, y su español se transformó a otra lengua. Me di cuenta que estaba
murmurando en hebreo, con voz ronca. Las sensaciones me abrumaban, me ahogaban. Me
sentía como si estuviera ahogándome en un océano de Jake Ford y, sin embargo, no quería que
la guardia costera me rescatara. Quería ser tirada, anclada en las oscuras aguas.
—Necesito… —mi voz se desvaneció y se convirtió en un bajo gemido. Esto… me estaba
volviendo estúpida.
—¿Venirte? —Jake gruñó, regresando al español. Me sorprendió alentando sus
empujes—. Necesito que te vengas —empuje—. Necesito sentir este coño ordeñando mi verga
—empuje—. Necesito sentir que me empapes —empuje.
—Ajá —mis caderas empujaron contra él, los talones de mis pies empujando su trasero—
. Sí.
—Nena, estás tan apretada, tan mojada y cálida —dijo en un susurro. Empuje—. Me
voy a venir en este coño.
—Por favor —por favor, dame tu semen… por favor, dame tu orgasmo… por favor.
El ritmo de Jake se aceleró, impulsando la cama contra la pared. Estaba perfectamente
consciente de que Iris sabría exactamente que estábamos haciendo, que probablemente estaba
obteniendo el sonido de todo, pero eso no detuvo el fuerte grito que salió de mi boca cuando me
vine. El momento en que mi orgasmo se precipitó fuera de mí, fue el momento que Jake obtuvo
el suyo. Sentí su verga sacudirse con cada chorro de su liberación dentro de mí.
Maldijo por algunos segundos, diciendo mi nombre en eso por añadidura, y cuando
terminó, colapsó encima de mí. Tal vez no pensó que tenía más de noventa kilos de hueso y
musculo, pero los tenía, y le di un débil golpe en la espalda para dejarle saber.
Se levantó ligeramente, agarró su verga y lentamente la sacó de mí, arrodillándose entre
mis piernas abiertas. Un flujo de humedad salió a borbotones a su paso, y me retorcí incómoda.
Jake me sostuvo abajo con una caliente mirada y su mano en mi abdomen.
—Necesito limpiarme —protesté débilmente.
—Permíteme.
—Está bien —acepté.
¿Sabes cómo dicen “espera lo inesperado”? Nunca hubiera esperado que Jake fuera hacia
abajo de mí justo después de eyacular dentro de mí momentos antes, pero eso fue exactamente
lo que hizo. Mi cuerpo seguía bloqueado en un estado de dicha post-orgásmica, pero al instante
en que bajó su boca a mi entrada, fui envuelta por las llamas del deseo.
De nuevo.

—Creo que me rompí algo.


—¿Sí? ¿Quieres que lo bese para que esté mejor?
—No, en serio, Jake. Creo que estoy rota.
—Rota, ¿eh? —sus dedos acariciaron mi muslo interior y me estremecí, arqueando mi
espalda de la cama cuando deslizó un dedo en mi centro—. Nah. Definitivamente no estás rota.
Sólo doblada.
Empujé su mano lejos y rodé sobre mi estómago, apoyando mi cabeza levantada con una
mano y mirando el cuerpo desnudo de Jake a mi lado—. ¿Acabas de citar a P!nk para mí10?
¿Quién eres?
Él colocó las manos detrás de su cabeza y sonrío—. Soy el chico que…
—No digas que eres el chico que me hizo venirme tan fuerte, que perdí mi capacidad de
hablar bien.
—Bueeeeeno… ¿qué coño quiere decir Estben?
Gemí ante el recuerdo de mi respuesta al: ¿Estás bien? —Estupendo, bien y excelente. Por
favor olvida que dije esa palabra. Borra eso de tu memoria.
Se carcajeó, enviándome un guiño—. Eso estben conmigo, nena.
Le di un golpe en su brazo—. Sabelotodo. Dime algo. ¿Qué dijiste hace rato, en hebreo?
Jake se quedó mirando el techo por un largo tiempo antes de murmurar—: Nada.
—¿Nada?
—Nada.
—Estás tan lleno de basura —de alguna manera, conseguí hacer que eso sonara coqueto.
Inclinándome, lo besé en la mejilla—. ¿No tienes que regresar al trabajo?
—Sí.
—¿Crees que esto califica como un rapidín? —pregunté mientras Jake se vestía.
Él sonrió—. ¿Esos no pasan generalmente en la noche?
—¿Entonces, debería llamarte esta noche? Desde que esa es la regla y todo.

10
Juego de palabras con la canción de Pink con Nate Ruess “Just gime me a reason” «Just a second we're not broken
just bent,»
—Nena —dijo, cuando estuvo completamente vestido—. Puedes llamarme cuando sea
que quieras una buena follada.
Pude o no haber apretado mis piernas cerradas. Automáticamente.
Jake se inclinó por la cintura, capturando mis labios en un lento e intoxicante beso. —Pero
si alguna vez vuelves a mencionar un trío de nuevo, o alguna mierda como esa, —Susurró
contra mis labios. —Voy a jodidamente destruir el mundo.
“No quiero enamorarme, si tú no quieres intentarlo”
— Jessie Ware, Say you love me.

—¿Patrón11 y jugo de piña? —dijo Kira, luciendo sorprendida. Hizo señas al barman para
pedir lo mismo—. Vaya, M. Te he enseñado bien.
Tuve que reír—. Finalmente me di cuenta de que un trago no hace daño a nadie. ¿Cuándo
te darás cuenta de lo mismo?
Me rodó los ojos—. Si quisiera ir de bar en bar con mi abuela, volaría hasta Hawái y la
visitaría. Emborracharse sólo es parte de mi defectuosa existencia, cariño.
—Bueno, no iremos de bar en bar —le dije, bebiendo el trago. El sabor agridulce era
electrizante—. Velocity es para esta noche.
—La banda apesta esta noche —señaló Kira mientras nos dirigíamos a una mesa vacía,
asintiendo al cuarteto de adolescentes haciendo un pasable cover de la canción de Artic Monkeys
Why’d you only call me when you’re high—. ¿Dónde encuentran a estos tipos?
—Craigslist, alguien me dijo.
—Ugh.
Pasamos los siguientes cinco minutos limpiando las sillas con servilletas antes de
sentarnos. Velocity no estaba muy concurrido esta noche, sorprendentemente para un jueves, y,
sin embargo, el desorden decía lo contrario. Podía oler el sudor, cerveza caliente y honestamente,
me preguntaba por qué seguíamos viniendo aquí.
—Así que, ¿cuánto tiempo llevan tú y Luke durmiendo juntos? —pregunté, una vez que
Kira terminó su bebida.

11
Una marca de tequila.
Escupió el tequila de su boca a la mesa, tosiendo fuertemente. Me senté derecha y observé
su actuación con una sonrisa en mi cara.
—¿Eh…? ¿Qué? —balbuceó, sus mejillas enrojeciendo hermosamente—. No sé de qu…
—Corta el rollo. Luke usa el perfume Versace Eros y tú apestas a eso —dije—. Yo estaba
con él la primera vez que compró esa esencia. Además, no pude evitar notar el fresco chupetón
en tu cuello y que estás usando la misma ropa que llevaste a la escuela hoy, lo que significa que
no fuiste a casa a cambiarte antes de esta salida. Lo que es raro en ti. Vienes directamente de
con Luke.
Kira me miró con la boca entre abierta.
—Elemental, mi querido Watson —bromeé, disfrutando la mirada en su rostro. Borró la
bastante obvia cara de Luke-estuvo-dentro-de-mí-hace-una-hora, el-gato-tiene-toda-la-crema—
. No puedo creer que estuvieras tratando de ocultar esto de mí.
—No te lo estaba ocultando —dijo lanzando un pesado suspiro, luciendo vulnerable por
un segundo—. Simplemente no quería decir nada en caso de que él cambiara de opinión. Es de
mala suerte, ¿sabes?
—Kira, no seas tonta. Luke está loco por ti. Él desea esto. Él te quiere a ti —pausé—. Lo
amo y todo, pero si no te aprecia, puede ir a jugar al tráfico con los ojos vendados.
Kira me sonrió—. Gracias.
—Así que… puedes chillar ahora.
Con mi permiso, lo hizo—. ¡Estoy tan jodidamente feliz, Maya! —exclamó—. Luke es…
es perfecto. El amante más atento. ¿Y su verga? Maya, es enor…
—Oh dios mío. ¡Detente! Él es como mi hermano —gemí, cubriendo mis oídos y lanzando
una mirada a Kira—. Dije que podías chillar, no decirme que tan increíble es en la cama.
—Bien, bien. Lo entiendo, perdón —me entrecerró los ojos—. Hablando de ocultar cosas,
¿Tú y él presidiario están saliendo ahora? ¿O sea, oficialmente?
Tomé una servilleta y comencé a romperla—. Supongo. Quiero decir, es más seguro de
esa manera, ¿no?
—¿En verdad vas a fingir que son exclusivos sólo por razones de salud? No sé por qué me
sorprende.
—¿Qué? —dije a la defensiva—. Creo que la última novia que Jake tuvo fue Ella. Es un
poco raro para mí, ¿okay?
Sin mencionar el hecho de que habíamos acordado el mantener esto estrictamente sexual.
Yo podría ser nueva en esto, pero, sabía lo suficiente para saber que así era como tenía que ser,
sin arcoíris y definitivamente sin rosas. Además, ambos nos teníamos miedo el uno al otro
Miedo de caer.
Kira me dirigió una mirada simpática—. Bien. Entiendo. Pero me encontré con Bree el
otro día y casi dijo que Jake está batido. Cuando está en The Wreck, ya ni siquiera mira a una
falta —me miró—. ¿Y qué hace en ese club sin ti?
—Él atiende el bar a veces. Pasa el rato, toma una cerveza —me encogí de hombros—.
Es libre de hacer lo que quiera. No soy de esas mujeres que quiere estar pegada a la cadera de
su novio.
Kira me lanzó una mirada triunfante, como si fuera Sepp Blatter12 y yo acabara de admitir
corrupción—. ¡JA! ¡Bingo! ¡Dijiste novio!
La fulminé con la mirada—. ¿Sabes qué? Hay una manera sencilla de resolver esto —
saqué mi teléfono de mi bolso y marqué el número de Jake que tenía en marcación rápida—.
Oye, Jake —dije cuando respondió rápidamente.
Su sensual voz de coló en mi oído como miel—. Nena, ¿cómo va la noche de chicas?
¿Extrañándome ya?
—Bien, y tal vez un poco —respondí sus preguntas—. Sin embargo, pregunta rápida.
¿Soy tu novia?
Un largo silencio rugió en mi oído, como un ruido en blanco. Luego—, ¿no es obvio?
—Deja la retórica. Es sí o no.
—¿Cuántas veces tengo que follarte para hacerte comprender que eres mi mujer?
Fuertes voces masculinas estallaron en el fondo de donde quiera que estuviera y escuché
la voz de Jake volverse más tenue mientras maldecía a quienquiera que estuviera con él.
—Preguntarme habría sido un lindo gesto —murmuré.

12
Joseph «Sepp» Blatter dirigente y administrador deportivo, ex presidente de la FIFA.
A lo que él respondió:—. Bien. Maya Fenton, ¿no sabes que eres mi mujer?
—Sabelotodo.
—El mejor.
Mis labios temblaron—. Bien. Voy a colgar. Vuelve a lo que estabas haciendo.
—¿Qué, a la iglesia? —hace mucho tiempo, aprendí que “iglesia” era como llamaban a
las reuniones de su club—. Prefiero hacerlo contigo.
Sentí un rubor teñir mis mejillas—. ¿Alguna vez te detienes?
Se rió en mi oído—. No, pero mi trasero se ha dormido. No quiero estar aquí.
Me carcajeé—. Haz que Ghost te azote para que se despierte.
—Oh, te gustaría eso. Probablemente tienes una erección de chica de sólo pensar en otro
chico azotando mi trasero.
—Tu trasero no es tan bueno, para tú información —mentí, encontrándome con los ojos
muy abiertos de Kira mientras rodaba los míos—. Pero sólo para ser claros, sólo yo puedo
azotarte. Novio —añadí.
Se sintió…natural llamarlo así. Como si siempre hubiera sido así. Necesitaba examinar eso
más tarde.
—Jesús, mujer. No puedo creer que me estoy poniendo duro porque acabas de amenazarme
con darme una paliza —dijo Jake con un gemido de frustración.
La curiosidad sacó lo mejor de mí—. ¿Te gustan ese tipo de cosas?
—Me gustan todo tipo de cosas contigo.
Crucé mis piernas, una sobre la otra—. No me digas eso. Podría descubrir que me gusta
algún tipo de fetiche raro y terminarás lamentándolo.
—Vamos a continuar esto cuando vaya a tu casa esta noche, ¿bien? Mantén ese
pensamiento —dijo con voz áspera—. ¿Y, Maya?
—¿Sí?
—Mantente húmeda para mí.
Colgó y me quedé mirando mi teléfono por largo tiempo hasta que la voz de Kira me sacó
de mi neblina.
—¿Quién eres tú y qué has hecho con Maya Fenton? —quiso saber.
Sonreí. Había una simple y honesta respuesta para eso—. Cariño, esta es una parte de
Maya Fenton que había estado oculta por años y años. Por cierto, aparentemente, Jake y yo
estamos saliendo.
—No puedo creer que se lo preguntaras por teléfono.
—Yo no puedo creer que él básicamente me pidiera salir por teléfono.
—Oh, hombre. Creo que puedes enamorarte de este, en verdad lo creo. De hecho, apostaría
mi auto en eso.
—Detente. Me preocupo por él y él se preocupa por mí, pero estar enamorada, eso no va
a suceder.
Sus ojos se estrecharon en pequeñas rendijas—. ¿Qué tal si aumentamos la apuesta? Si
te enamoras de él, te vas a tatuar su nombre en algún lugar. Cualquiera excepto tu frente.
—¿Es en serio? —me burlé, no teniendo la intención de aceptar algo tan estúpido como
eso.
—Como una citación judicial —dijo, completamente seria—. Sí yo tengo el embarazoso
nombre de mi ex tatuado en mí, deberías tenerlo también.
Claro, porque tenía envidia del mal concebido tatuaje “Eric” de su cadera derecha.
Sacudí mi cabeza—. ¿Estamos apostando en verdad? ¿Y qué si yo gano?
—Oh, querida Maya. ¿No te das cuenta de que no puedes ganar?
Llegué a una casa vacía justo antes de la medianoche. Iris estaba pasando la noche con su
novio, y ya que el mundo era tan pequeño, descubrí que su novio era nada menos que Max
Stevenson, el ex colega de Sebastian.
Había venido unos días antes y ambos nos quedamos atónitos al vernos medio desnudos
a las siete de la mañana. Bien, yo estaba en mi bata y él estaba en unos perfectamente modestos
bóxers, pero, aun así, no fue una buena sorpresa. Después de la sorpresa inicial, me platicó que
la residencia Brown había sido recientemente puesta en el mercado y que los padres de Sebastian
estaban dejando la ciudad.
—¿Has visto a Sebastian? —le había preguntado.
Max había sacudido la cabeza—. Nadie lo ha viso en un tiempo. Es como si hubiera
desaparecido sin dejar rastro.
Estaba completamente segura que Sebastian seguía vivo y posiblemente bien, vendiendo
cualquier cosa y todo lo que le pudiera dar dinero para compensar a los hermanos McNally, la
casa de sus padres siendo la primera cosa.
Por cualquier razón, Max y yo fingimos automáticamente que no nos conocíamos cuando
Iris finalmente se despertó e hizo las introducciones. (“Max trabaja con Sebastian, Maya. ¡No
puedo creer que nunca te lo haya dicho!”)
En cualquier caso, gracias a él, tenía el lugar para mí sola. Iris era genial, y hasta ahora,
habíamos visto en total unas treinta películas de terror juntas en el sofá. A ella le iban los filmes
de bajo presupuesto y yo me quedaba con los thrillers psicológicos. Nos comprometimos con
Wes Craven13.
—¿Qué canción estás tarareando? —la voz de Jake vino desde fuera de la ducha.
Casi salté de mi piel—. ¡Nunca tocas, Jake!
Abrió la puerta, con una mirada lasciva en su rostro—. Tocar es para extraños —dijo,
dando un paso dentro en toda su gloriosa desnudez. Un poco presuntuoso para él.
Resoplé, dando un paso atrás para hacerle espacio—. Tocar es educado.
—No soy educado.

13
Conocido por ser creador de numerosas películas de terror, siendo la más popular: “A Nightmare on Elm Street”
—No que no lo sepa —murmuré, estirándome para enmarcar su rostro entre mis manos.
Sus ojos bailaron mientras lo inspeccionaba—. ¿Sin peleas el día de hoy?
—No, Ma. Fui un buen chico hoy —bromeó, poniendo sus manos sobre las mías. Me
hizo caminar hacia atrás, hasta que mi trasero golpeó la pared—. ¿Fuiste una buena chica?
—Depende —repliqué, inhalando bruscamente cuando palmeó mis pechos y jugó con el
arrugado pezón entre sus dedos—. ¿Me hace una mala chica si tuve malos pensamientos, pero
buenas intenciones?
—¿Malos pensamientos? —su otra mano se deslizó por mi estómago—. Dime.
Jadeé un frustrado respiro, tomando sus manos y poniéndolas entre mis piernas—. Bueno,
eran sobre ti…
—Naturalmente —empujó dos dedos dentro de mí, agarró mi rostro levantándolo y
reclamando mis labios con los suyos.
—Bastardo engreído —susurré, permitiéndome ser absorbida por el torbellino de
hambrienta necesidad que vino del sabor de los labios de Jacob Ford.
Mientras su lengua saqueaba mi boca, continuaba con sus dedos dentro de mí,
deslizándolos sin esfuerzo dentro de mí por mi humedad. Gemí, abriendo mis piernas aún más,
respirando pesadamente. Su cuerpo entero me cubría del agua caliente y su boca quemaba la
mía.
Quizá fue el hecho de que toda la sangre en mi cerebro se fue precipitadamente a mi clítoris
lo que me hizo hacer lo que hice a continuación. Fue una de esas cosas que había visto en las
escenas de sexo en las películas en donde la protagonista femenina sin esfuerzo levanta una
pierna alrededor de la cadera del tipo y proceden a tener sexo realmente limpio.
Pero hay gel de baño. Y hay agua. Y hay azulejos. Y está el sorprender a tu hombre con
ese movimiento que termina en él perdiendo su agarre en ti y ambos se deslizan hacia el suelo.
Golpeé la parte posterior de mi cabeza contra la pared, dolor inmediatamente disparándose
a través de mi cráneo. Llevé a Jake conmigo cuando caí, así que fue divertido. Solté unas risitas.
—Bueno, esa fue una caída épica —comenté, permitiendo que Jake corriera su mano sobre
mi cabeza.
—¿Estás bien? ¿No te lastimaste? —sus dedos presionados sobre un suave punto en
particular en la parte trasera de mi cabeza e hice una mueca—. Mierda, nena. Lo siento
jodidamente tanto.
—Mi culpa —le dije, permitiendo que me levantara en sus brazos, su codo abriendo la
puerta de vidrio—. ¡Detente! ¡Estamos goteando por todo el suelo!
—Sí, definitivamente estás bien —dijo secamente, poniéndome en mi cama. Regresó al
baño antes de volver con una toalla y secarse a sí mismo en una pasada.
Arrodillándose entre mis piernas, se tomó su tiempo conmigo, secando el agua de mi
cabello antes de secarme con la toalla cada centímetro de mi húmeda piel. Tuve que dejarle
examinarme la cabeza en busca de sangre, ignorando mi vehemente protesta, pero yo como
pensaba, estaba bien. Ni siquiera un chichón.
—¿Podemos volver a lo que estábamos haciendo antes de nos cayéramos? —dije
extendiendo la mano y jalando un puñado de su cabello mojado.
—¿Cuánto bebiste?
Mi mano cayó—. ¿Crees que estoy ebria? —había tenido la gran cantidad de dos bebidas,
seguidas de aproximadamente tres vasos de agua.
—Estás desequilibrada y caliente como el carajo.
—No. Me resbalé y tú me pones caliente.
Vi el rápido movimiento de su manzana de adán mientras tragaba—. ¿Cuándo te volviste
toda una chica mala? —dijo ásperamente.
—¿Cuándo te volviste un maldito gallina? —dirigí mi pie hacia adelante, frotándolo sobre
la suave dureza de su erección.
—¿Gallina? —Jake frunció los labios como si la palabra le disgustara.
En un parpadeo, me maniobró sobre mi espalda, su cuerpo cubriendo el mío. Con un
simple movimiento de sus caderas, molió su verga contra mi entrada. Yo estaba más que
excitada. Sonidos de placer, de necesidad, dejaron mis labios y su boca cayó en la mía,
tragándoselos.
—Jake… —me sentía tan vacía, mi vagina apretándose alrededor de nada, esperando
desesperadamente por él para que me llenara.
Pero Jake no me dio su verga. En su lugar, continuó con la deliciosa tortura de presionarse
contra los suaves labios de mi coño. Su boca dejó mis labios y besó su camino hacia abajo por
un lado de mi cuello hasta que llegó a mis pechos, haciéndome arquear la espalda. Reclamó un
pezón, gimiendo alrededor del mismo. Cerré mis ojos, pasando mis dedos por su cabello,
sosteniéndolo abajo. Cada vez que hacía esto, estaba asombrada de lo bien que se sentía. Casi
tan bueno como cuando chupaba mi clítoris.
Mordió un poco. Un dulce dolor envió mis sentidos en una sobrecarga. Mi vientre se
apretó, y una cálida humedad reunida entre mis piernas. Cuando su boca se movió a mi otro
pezón, lamiendo la aureola, dientes raspando mi piel, me oí a mí misma susurrar—, Jake, por
favor, estoy tan mojada.
Sentí sus dedos ahí, frotando mi clítoris unas cuantas veces antes de bombear dentro de
mí—. Abre tus ojos y jodidamente mírame, Ojos Plateados —demandó, y lo hice—. En el
momento que mi verga entre en este dulce coño, lo poseeré. Entiendes eso, ¿verdad? Que estoy
malditamente loco por ti.
Mi pulso se aceleró—. Ajá.
—Si alguna vez me lastimas —dijo—. No creo que sobreviva.
Fue la fugaz y vulnerable mirada en sus hermosos ojos la que lo hizo para mí. Este hombre,
que afirmaba no tener corazón, que afirmaba que él no valía ninguna emoción… este hombre
estaba admitiendo que yo podía herirlo. Que podría matarlo.
Su cruda voz me impulsó a comenzar—. Yo nunca… —pero eso fue todo lo que me las
arreglé para decir porque golpeó dentro de mí, como si no quisiera escuchar lo que iba a decir.
Después, haría que me escuchara, pero por ahora, la única cosa en la me podía concentrar era
en cómo todo el aliento salía de mis pulmones, cuán llena me sentía con cada profundo y
poderoso empuje de la verga de Jake.
Mis piernas le rodearon la cintura, talones clavándose en su trasero. Su pecho estaba
aplastando contra mis pechos, los aros de plata de sus pezones rozando mi piel. Gimiendo,
presioné mi boca en la curva de su hombro, probando su piel. Me intoxicaba, este hombre. Sentí
la embriagadora prisa que venía de cada vez que estábamos unidos así. Mis uñas se arrastraron
por apoyo a lo largo de los duros bordes de los músculos de su espalda.
El salvaje empuje de sus caderas contra las mías lo envío más profundo, empujándome
mucho más cerca de la liberación. Los ojos de Jake sostuvieron los míos, empañados con lujuria,
con satisfacción masculina. Él me tenía. Yo lo tenía. Su beso nos forzó a frenar un poco, nos
forzó a saborear este momento. Y cuando se vino, murmuró el hebreo que ahora reconocía como
una especie de plegaria, mis brazos rodeándolo mientras me rendía a mi propio orgasmo.
Era extraño recordar las plegarias de su madre, pero así era como sabía algo de lo que
Jake estaba diciendo. Como que me calentó el pecho.
Me gustaba que supiera rezar, aunque sólo fuera cuando estaba dentro de mí.

Se sentía como las primeras horas de la mañana cuando el teléfono de Jake sonó en la
mesita de noche. El peso de su brazo alrededor de mi cintura desapareció mientras se sentaba,
respondiendo la llamada. Froté mis manos y bostecé en silencio mientras también me sentaba.
Su conversación fue, en su mayor parte, una serie de gruñidos y palabras con J antes de
colgar y levantarse de la cama.
—¿Qué es? —llevé la manta sobre mi cuerpo desnudo, observándolo vestirse.
—Tengo que ir y pagar la fianza para sacar a Baron de la cárcel —murmuró, sentándose
en el borde de la cama mientras se ponía sus botas de motociclista—. El tipo ha estado aquí
apenas una maldita semana y hace esto.
Reaccioné al instante, tirando la manta a un lado y poniéndome de pie—. ¿Qué le pasó?
—Nena, no. Vuelve a dormir, son las cuatro de la madrugada.
—Iré contigo. ¿Él está bien?
—Está bien —dijo poniendo las manos a cada lado de mi rostro—. Duerme.
—No. Porque creo que estás haciendo que esto parezca nada cuando es algo.
Dejó salir un suspiro—. Bien. Vístete —murmuró—. Y vayamos a averiguar por qué
piensan que mi hermano asesinó a una prostituta.
“Alguien, hágame sentir vivo y rómpanme”
– Lindsey Stirling & Lzzy Hale, Shatter me.

En algún punto entre la llamada telefónica que Jake recibió y nuestro camino hasta la
estación policiaca de Sallow County, Baron había sido liberado. El tipo que se encargaba de las
fianzas que los Phantoms usaban regularmente tenía un ojo de vidrio y un permanente ceño
fruncido que hacía su rostro marcado lucir malvado. Cuando un policía nos dijo que Baron no
había sido acusado de nada en primer lugar, Marcus, el tipo del ceño, simplemente se encogió
de hombros, le dio a Jake un breve asentimiento y salió de ahí.
—¿Entonces por qué demonios me llamaste en primer lugar? —preguntó Jake al joven
policía, cuyos ojos parpadearon inciertos.
—Nadie l-l-le llamó —el hombre tartamudeó en respuesta, tirando del cuello del uniforme.
—¿Sí? ¿Así que lo imaginé? ¿Lo vi en las estrellas?
—Mira, alguien lo llamó —decidí cortar el sarcasmo de Jake—. Alguien le dijo que su
hermano había sido arrestado con cargos de asesinato.
—Imposible —dijo el policía, con sus ojos en mí. Su placa decía que su nombre era
Pearson—. El señor Ford sólo estuvo en la escena del crimen. No pudimos inculparle nada a él
cuando hubo testigos en ese club que dijeron haber visto a la mujer entrar a una habitación con
otro hombre.
—¿Testigos?
Pearson se ruborizó fuertemente, como si acabara de darse cuenta de que nos había dicho
demasiado. Lo cual hizo. Resultó que Baron había sido arrestado con un grupo de personas que
habían estado presentes cuando la mujer, quién aún no era identificada, fue encontrada con una
herida de bala en la cabeza. La única razón por la que habían traído a Baron fue por su
declaración, la cual había dado antes de irse. Alguien había llamado a Jake por error. Esa fue la
suposición.
—Vamos, Jake —dije, jalando su brazo, cuando se hizo obvio que podría arrancar la
cabeza del cuello de Pearson por la pérdida de tiempo—. Vamos a buscar a tu hermano.
Su cabeza se sacudió en mi dirección, la irá en sus ojos desapareciendo. Sin palabras, tomó
mi mano y me sacó de la estación. Había un resplandor rojo sobre el horizonte y una brisa
fresca. Estaba agradecida de haber tomado mi suéter grueso. Jake, por otro lado, tenía su ropa
de la noche anterior y tenía piel de gallina en sus brazos. Encendí la calefacción cuando volvimos
al auto.
—Esa pobre mujer —me dije a mí misma, poniéndome el cinturón de seguridad mientras
Jake ponía el auto en marcha. Por lo que Pearson había dicho, los policías sabían que había sido
asesinada por un hombre que no quiso pagar cuando su tiempo con ella había terminado. Nadie
merecía eso.
Y luego estaba Baron. El hecho de que Jake estaba conduciendo como un loco para llegar
a su hermano era la prueba de que le importaba. Había una diferencia de tres años entre ellos,
así que podía entender el cambio repentino de Jake en un modo hermano sobreprotector. Me
ponía feliz. Algo me decía que Baron necesitaba a su hermano.
Condujimos en silencio a la casa de Jake, donde encontramos a un Baron desaliñado y con
ojos nublados, sentado en el sillón, tomando un vaso de whiskey. A las benditas seis de la
mañana.
—¿Quieres explicar cómo conseguiste meterte en esta mierda? —Jake explotó,
arrebatando el vaso de la mano de su hermano.
—¡Esa es mi puta bebida! —Baron gruñó, poniéndose de pie. Intentó en vano recuperarlo,
pero Jake arrojó el cristal contra la pared—. Jódete, Jake. Simplemente me serviré otro.
—¿Oye, Baron? Cálmate —dije. Nunca lo había visto así.
—Cállate, Maya
—Jodidamente no le hables de esa manera.
—Quítate de mí maldita cara, pendejo.
Fue Baron quién tiró el primer golpe. Para alguien que estaba claramente ebrio y luciendo
cada vez más intoxicado, tenía buena puntería. Su puño aterrizó debajo del ojo derecho de Jake,
y yo grité, como si hubiera sido golpeada. Estaba lo suficientemente cerca para ver el brillo de
emoción en los ojos de Jake mientras él se desquitaba. Su gancho derecho aturdió a Baron lo
suficiente para caer como un árbol cuando Jake se arrojó contra él, enviándolos a ambos al sofá
y volteándolo con la fuerza de sus pesos combinados.
—¡Jake, detente! —drité, porque él tenía por lo menos 22 kilos por encima de su hermano
y estaba actualmente a horcajadas de él, dándole golpe tras golpe—. ¡Jacob!
De algún modo, Baron se las arregló para lanzar a Jake fuera de él y ponerse de pie.
Escupió sangre de su boca en el suelo. Fue entonces cuando las patadas comenzaron. Baron
obtuvo al menos un par de golpes en el costado de Jake antes de que su hermano lo derribara
con un poderoso empuje, enviándolo tropezando hacia atrás y sobre su trasero para que Jake
continuara golpeando.
Mis gritos para que se detuvieran fueron ignorados, y eventualmente me di cuenta que se
matarían el uno al otro. Era demasiado temprano para esta tontería. Debía haberme visto
graciosa por la manera en que corrí a la cocina en la manera que lo hice. Tomé el boté más
grande que Jake poseía y lo llené hasta el borde con agua helada, luchando para llevarlo de
vuelta a la sala sin derramar agua por los lados, pero valió la pena salpicar hasta la última gota
sobre los demonios que se revolcaban en el suelo.
El resultado fue instantáneo: Jake y Baron se separaron como agua y aceite, varias
maldiciones saliendo de sus bocas. El sillón estaba empapado, al igual que la alfombra, pero no
importaba en ese momento.
—¿Perdieron sus benditas mentes? —mi voz estaba bordeando lo histérico. Bien, estaba
histérica—. ¿Quieren matarse el uno al otro? ¿Y por qué? ¿Por qué Jake tomó tu vasito? Ponte
tus bragas de chico grande, Baron. ¡Él solo está viendo por ti! —mis ojos fueron a Jake, quién
respiraba pesadamente, todavía frunciéndole el ceño a su hermano mientras ambos se
levantaban—. Y tú, ¿disfrutaste de sacarle la mierda a golpes a tu hermano menor? ¿Te hizo
sentir más hombre?
—Él jodidamente lo empezó —Jake gruñó, frotando su nariz ensangrentada con el dorso
de su mano.
—Y pudiste terminarlo marchándote.
Baron resopló—. Sí. Él es muy bueno marchándose. Especialmente cuando se trata de la
familia.
—¿Y eso qué coño significa?
—Tú sabes exactamente qué significa, hermano.
—Baron, detente —supliqué, ganando una pequeña sonrisa de su parte.
—Sabes, no sé por qué estás con él, Maya —dijo suavemente—. Jake rompe cosas.
Incluso cuando éramos niños, él siempre rompió sus juguetes.
Le fruncí el ceño—. Sí estás implicando que soy uno de sus juguetes, puedes irte directo
al infierno, Baron Ford.
—Eso no es lo que…
—¿Qué tal si te callas por un precioso segundo? ¿Eh? —le dijo Jake—. Apenas hemos
estado en contacto por cuatro años. No sabes una mierda de mí.
—¡Y tú tampoco sabes una mierda de mí! —la voz de Baron se rompió al final—. No
estoy en el país por vacaciones. Ni siquiera tengo una gran vida a la que volver a Paris. No
tengo nada. Todo por lo que trabajé, construí por mí mismo, todo se fue. Por una persona. La
persona a la que le di mi corazón. Ella me jodió y yo jodí mi vida. No es un puto paseo en el
parque que tu prometida y tu puto jefe intenten pasar su bebé como si fuera tuyo. ¿Así que sabes
qué? Beberé cuando yo demonios quiera, cuando sea que me sienta como la mierda. Ahora
háganme un favor y déjenme malditamente sólo.
Pasó por delante de mí, y escuchamos sus pasos desaparecer en las escaleras. Durante un
largo momento, Jake y yo permanecimos en silencio, mirándonos.
—¿No sabías nada? —pregunté, finalmente rompiendo el silencio.
Jake sacudió la cabeza, pasándose una mano por el cabello—. Sólo que su nombre era
Diana y que trabajaba en el mismo banco de inversiones. Ellos eran serios —lucia agitado como
probablemente yo lo estaba.
—Tienes que ir a hablar con él, Jake.
—Lo escuchaste. Quiere que lo deje solo. No puedo…
—Hubo una vez, en que quería que me dejaras sola. No lo hiciste —dije, rodeando el sofá
para acercarme a él—. No dejes a tu hermano solo.
Jake suspiró profundamente, sus ojos llenos de remordimiento—. Lo golpeé bastante feo.
—Tú tampoco luces genial. Pueden intercambiar historias de guerra.
—Me siento como un pendejo, cariño.
—Bastante como me siento.
—No. Baron tenía razón. ¿Qué coño estás haciendo conmigo?
—Debe ser el hecho de que estás tan colgado14 —y dulce, y generoso, y divertido,
grandiosamente dotado y aún mejor abrazando…
—Te amo por decir eso —dijo, con una media sonrisa, besando mi frente—. Eres
demasiado dulce para mí.
Entonces, subió a hacer las paces con su hermano. Limpié la sala en una bruma, porque
las primeras palabras de su oración seguían haciendo eco en mi cabeza, como un bucle
interminable de música terrible: te amo…

14
Hace referencia al tamaño de su pene.
“Lanza tus flechas, dale a su corazón”
– Tokio Hotel, Love who loves you back.

—Lo amo, ¿okay?


Luke me rodó los ojos, moviéndose por el pasillo—. Claro que lo haces. No comprendo por
qué, pero por supuesto que lo amas.
Me entregó cautelosamente el disco de Elliot Smith como si estuviera contaminado—. Va
de mi parte.
Lo tomé de él, sacando la lengua—. Si vas a insultar mis gustos musicales, creo que me
voy a ir.
Luke gesticuló hacia las filas y filas de discos y álbumes a nuestro alrededor—. Estamos
rodeados por Marvin Gaye, Nat King Cole, Frank Sinatra, gigantes musicales, y tú estás
gravitando hacia un chico deprimido con una guitarra.
Una mujer en la sección de R&B de la tienda de música nos miró desde un estante, con
una sonrisa en el rostro.
—Me preguntaste lo que pensaba de él y lo hice —dije, trazando mi dedo sobre el cuerpo
de Elliot Smith en la portada del disco—. Él me ayudó a salir de un lugar muy oscuro.
—Él estaba en un lugar oscuro.
Eso era cierto. Este hombre había estado en depresión alcohólica y hasta el día de hoy,
nadie sabía con seguridad si se había suicidado o no. Pero tan melancólica como su música
había sido, me había sacado de mi propia depresión después de la muerte de Ella. A veces la
única forma de salir de una depresión es rodearte de personas depresivas. O en mi caso, escuchar
la música que hicieron.
—De todas formas —dije, aclarando mi garganta—. Estamos aquí para comprar un
disco de James Brown, ¿cierto?
—Es correcto. Honestamente, esos mocosos salvajes a los que enseño deben ser re
programados para apreciar la buena música —Luke murmuró, volviendo a examinar una pila
de vinilos.
Estaba dispuesta a apostar que Luke era el único profesor en el mundo dispuesto a
comprar un disco de James Brown para llevar a clase porque uno de sus estudiantes, que tenía
diez, por cierto, le aconsejó que descargara su música en iTunes. Luke también era la única
persona que conocía que poseía un tocadiscos y tenía una colección considerable de vinilos.
—Secretamente, amas a esos mocosos salvajes y piensas en ellos como tus hijos —dije,
siguiendo a Luke al mostrador una vez que habíamos encontrado el álbum I’m Real y
pudiéramos irnos.
Tenía lavandería por hacer y me sentía un poco como si necesitara abrazar mi baño y
darle una ofrenda en forma de mi desayuno, así que en cuanto antes me fuera a casa, mejor.
Además, mi costado me dolía, y cada vez era más difícil fingir que no estaba incómoda. Iba y
venía, punzadas de dolor en mi costado derecho que podía soportar. Por esta semana, al menos.
Luke resopló—. Ser profesor es suficiente para querer hacerme una vasectomía.
—Creo que serías un increíble padre, para ser honesta —porque él podría ser lo que
quisiera, pero amaba a sus estudiantes.
—Mierda, Maya. Ni siquiera puedo mantener a un perro. ¿Y crees que sería un buen
padre? —preguntó una vez que estábamos fuera de la tienda.
—¿Hablando en serio? Sí, lo creo. Rayos, aún recuerdo las reuniones familiares de tu
familia y cómo veías por tus primos pequeños.
La familia Barnett era, por decirlo suavemente, bastante enorme. Si ponían a todos los
Barnett, jóvenes y adultos, en línea recta en uno de sus días de campo anuales, la línea
probablemente iría alrededor del mundo y de regreso.
Las esquinas de la boca de Luke se levantaron en una sonrisa oculta—. Creo que olvidas
las peleas que tenemos, Maya. Probablemente porque rara vez venías a esos días de campo, de
todos modos.
Probablemente porque había estado asombrada de cuantos parientes tenía Luke.
Demasiados para contarlos. Después que la tía Stacy murió, ir con Luke había dejado un sabor
amargo de envidia en mi boca. ¿Qué es lo que yo tenía? Sólo Ella, y me fue arrebatada un poco
después. Sabía que, en algún lugar de Sudáfrica, la familia de mi madre probablemente seguía
viva. Ellos desconocieron a mi madre por su elección de pareja, y a cambio, ella los había borrado
de las lecciones de historia Fenton–Van Rensburg que me habían contado de niña. Como
resultado, no tenía manera de conocerlos, y con toda probabilidad, nunca llegaría a conocerlos.
Pero, ¿no dicen por ahí “nunca digas nunca”?

Facebook me aburría. En realidad, casi todas las redes sociales me parecían tediosas.
Eran tres semanas después del gran estallido de Baron y acepté su solicitud de amistad
como buena novia de su hermano que era. Noté que aún no había cambiado su estado de relación
ni tampoco había eliminado todas las fotos de él y su ex prometida que llenaba varios álbumes.
Diana parecía feliz en la mayoría de las fotos que vi. Era castaña con reflejos dorados en
el cabello y flequillo sobre unos ojos marrones ahumados. Estaba elegantemente vestida en la
mitad de las fotos. Como Jessica Alba en un poderoso traje.
Baron necesitaba un buen trabajo de limpieza.
—¿Facebook tan temprano en la mañana?
No había escuchado a Jake entrar en la cocina, pero definitivamente noté cuán rápido
toda la sangre de mi cabeza se precipitaba al sur al sonido de su áspera voz de recién levantado.
Llegó hasta pararse detrás de mí taburete frente a la barra de desayuno, envolviendo sus brazos
alrededor de mi cintura. Incliné mi cuello a un lado cuando sentí su cálido aliento ahí,
permitiéndole besarme. Me había hecho a la idea al segundo de despertar, que fingiría. Fingiría
que estábamos bien.
—Deberías crearte una cuenta —dije, estremeciéndome cuando acunó mis pechos a través
de la delgada tela de la camisa que me puse antes de bajar. Su camisa.
—No tiene sentido —me dijo, apretando un seno antes de tirar de mi pezón—. Pero tú
sabes eso.
Inhalé bruscamente, cerrando mis ojos por un breve momento—. ¿Por qué no tiene
sentido? ¿No quiere el gran y malo Ripper meterse con las personas y sus estados?
—Sólo hay una mujer con la que quiero meterme —dijo bruscamente, empujando su
erección contra mi espalda—. Y ella es la única mujer que me gusta.
—¿Sí?
—Sí.
—¿Estás denudo ahí atrás?
—¿Quieres abrir los ojos y averiguarlo? —dijo, girándome en el taburete.
Así que lo hice. Para mi decepción, Jake estaba medio desnudo. Ropa interior azul marino
cubrían su parte inferior.
Sonreí, trazando la cintura—.Deberías vestirte antes de que Iris salga y sufra un infarto.
—Oh, no creo que Iris venga en cualquier momento pronto —dijo con un travieso destello
en sus ojos—. ¿Venirse? Probablemente, pero no saldrá.
Arqueé una cena y Jake dijo—, shh, escucha.
Cerré la boca y me esforcé por escuchar lo que Jake obviamente estaba escuchando.
Gemidos. Suaves, sí, pero instantáneamente reconocibles sonidos de placer femenino. Las
habitaciones estaban al final del pasillo de la cocina con planta abierta. No deberíamos ser
capaces de escucharla hacer eso. Pero entonces… bueno, los profundos gemidos masculinos que
se mezclaban con los de Iris, obviamente pertenecían a su novio, Max.
—Jesús —dije cuando se hicieron más fuertes—. Déjame ir a tomar una ducha.
Jake sonrió. —Buena idea.
Tomé su mano en la mía y salté del taburete. Cuando pasamos junto a la habitación de
Iris los sonidos de su asunto alcanzaron niveles imposibles, entonces noté que la puerta estaba
entreabierta. Como, tan entreabierta que una mirada a través de la brecha quemó la imagen de
Iris revotando en el pene de Max sobre mis pobres ojos. Sentí calor subir por mi cuello, y cerré
suavemente la puerta abierta. Se cerró silenciosamente.
Silencio. Absoluto, maravilloso silencio. Así de fácil.
—Hmm, paredes gruesas —remarcó Jake, dándome vuelta y empujando mi espalda
contra la pared al lado de la puerta de Iris.
—¿Qué estás…? Oh, Dios —exclamé, dejando caer mis manos sobre los hombros de Jake.
En un abrir y cerrar de ojos, había deslizado una mano bajo mi camisa, empujando mis bragas
a un lado tan brutalmente que las sentí flojas, y empujó dos dedos dentro de mí, midiendo mi
humedad.
—Creo que te encendió verlos, incluso por un segundo —dijo con una mirada caliente,
empujando sus dedos dentro y fuera de mí.
Empujé contra él, mordiendo mi labio para no gemir. Los ojos de Jake se oscurecieron aún
más. Con su otra mano, separó mis labios.
—Jodidamente grita, amor —dijo, abriendo sus dedos dentro de mí. Eso me hizo gritar,
más aún cuando presionó su pulgar contra mi clítoris.
El pensamiento de Iris o Max, o los dos juntos saliendo en cualquier segundo y encontrando
a Jake con sus dedos dentro de mí en el pasillo, hacía a mi corazón latir rápidamente. Escuché
mi pesada respiración, olí la esencia de mis propios jugos entre mis piernas, sentí mi clítoris
pulsar mientras Jake lo frotaba.
En algún momento, mientras estaba felizmente acercándome al orgasmo, Jake había
sacado su verga y, levantándome ligeramente sobre las puntas de mis pies, la alineé con mi
entrada. Mis piernas se abrieron y, cuando él levantó una pierna de modo que colgaba sobre su
brazo, aire frío azotó mi coño. Se tomó a sí mismo con una mano. El primer deslizamiento de
su verga en mi entrada envió un estremecimiento por mi espina dorsal y mis uñas penetraron
la suave piel de los hombros de Jake.
Lanzó una pesada respiración, como si estar dentro de mí fuera el paraíso.
Fue lento, alimentando cada centímetro de su verga en mí hasta que me llenó
completamente.
—Dios, sí. —dije sin aliento, cuando encontró un ritmo más rápido.
Los dientes de Jake mordieron mi cuello—. Ese no es mi nombre, nena —dijo en un
gruñido, levantando mi otra pierna, de manera que ahora me estaba cargando, sosteniéndome
por las piernas.
Una réplica murió en mi boca. Fue reencarnada como un grito agudo del nombre de Jake,
y murió de nuevo en un gemido. La presión se construyó profundamente en mi interior. Encontré
cada uno de los profundos empujes de Jake, empujando contra él como una salvaje. En cualquier
momento, mi compañera o su novio podrían asomarse y encontrarnos. La emoción de ser
descubiertos me calentó aún más. Hebras de mi cabello oscuro se adherían a mi frente con el
sudor.
Más fuerte. Más rápido. Más profundo. Se volvió demasiado.
Los ojos de Jake se encontraron con los míos. Eran casi del mismo ámbar oscuro, tan
hermosos. Me acerqué más, lo besé en los labios, chupé su labio inferior. Él gimió, sus empujes
se volvieron frenéticos.
—Maya, Joder —dejó salir—. Córrete, hazlo en mi verga. Sí, nena. Fóllame.
Me molí contra él, echando mi cabeza hacia atrás hasta que golpeó en la pared. El dolor
no se registró hasta que me estaba viniendo, me vine sobre toda la verga de Jake, diciendo su
nombre en un suspiro sin aliento. Los espasmos continuaron y mi coño se apretó alrededor de
la dura longitud de Jake, una y otra vez hasta que finalmente, sentí el cálido chorro líquido llenar
mi interior.
Tal vez pasaron minutos antes de que Jake nos llevara a mi habitación, y pateara la puerta
para cerrarla detrás de él. Una extraña torpeza me hizo querer enterrar mi rostro en la curva de
su cuello, donde su piel estaba húmeda de sudor y su pulso latía frenéticamente. Lo inhalé,
cerrando mis ojos por un segundo y sólo… no lo sé. No sabía que era lo que estaba haciendo en
lo que se refería a Jake.
Eventualmente, me bajó y me puso en mi cama sin hacer. Jalé hacia abajo su camisa,
hasta que el dobladillo estaba en mis muslos, y lo vi volverse a meter en su bóxer.
—¿Ducha? —dijo dirigiéndose al baño.
—No, más tarde. Cuando termines, no agregué,
Se detuvo en la puerta, de vuelta a mí. Lo miré rodar sus hombros, y parecía como si las
alas negras en su espalda estuvieran aleteando.
—Nena, ¿qué pasa? —de dio la vuelta.
—Nada. Okay. Bien. —concedí cuando entrecerró sus ojos hacia mí. Claramente era
terrible fingiendo—. Es sobre anoche. Antes de acostarnos.
Los labios de Jake se curvaron en una sonrisa—. ¿En el alféizar de la ventana?
Debería… no… sonrojarme… Oh, lo que sea—. No. Eso no. Después de eso. Tiempo después
de eso. Cuando Catalina llamó.
—¿Sí?
Me puse de pie, sabiendo que tenía que tener esta conversación de pie—. Ella habla
demasiado y en realidad me agrada y todo, pero luego mencionó que era agradable tenerte
montando para los Phantoms de nuevo —tomé una respiración profunda—. Lo cual es algo
curioso porque nunca me dijiste que estabas de vuelta con ellos. Oficialmente.
Un ceño fruncido apreció en los ojos de Jake—. No es oficial.
—¿Así que no has vuelto a tus deberes… como sargento de armas?
—Quita esa mirada de desaprobación de tu cara, Maya. Nunca me fui. Me retiré.15 Hay
una enorme puta diferencia. Era miserable fingiendo ser jodidamente ordinario —dijo en una
voz amenazante mientras avanzaba—. ¿Tienes algún problema conmigo siendo un Phantom?
¿Conmigo siendo quién soy?
—No. Pero tengo un problema contigo ocultándome esto. Tengo problema contigo
hablándome como lo estás haciendo justo ahora. Así que sal de aquí.
Sorpresa se registró en sus ojos avellana. No me dijo otra palabra de nuevo, y quizá unos
cinco minutos después, cuando estaba vestido con otra de sus camisetas que había dejado en mi
casa, se fue.

Tres cosas pasaron esa noche: Recibí una solicitud de amistad de una mujer llamada
Aimee Hendricks, tuve mi primer texto de Jake Ford, y sólo me di cuenta de que no había comido
nada en todo el día cuando tomé mi temperatura y la encontré por los cielos.

15
Jubilarse.
Supongo, que cada una de esas cosas era importante.
Primero, Aimee Hendricks vivía en Pretoria, Sudáfrica, y su foto de perfil era de mi madre,
si ella hubiera vivido a esa edad. Así que era un poco obvio que Aimee Hendricks había nacido
como Aimee Van Rensburg y que era mi tía. Estaba tan aturdida para procesarlo, sentada en
mi habitación debajo de las mantas con la laptop de Jake, ahora mía, apoyada en mis rodillas y
un vaso de leche en la mesita de noche.
Mi teléfono sonó con un mensaje y cuando vi el nombre de Jake, la curiosidad tuvo lo
mejor de mí.
Jake: Lo siento.
Sólo dos palabras.
Pasos chiquitos, Maya.
Maya: Okay.
El mensaje instantáneo fue enviado, cuando mi teléfono sonó en mi mano.
—Quería decir más, pero odio mensajear y odio el auto corrector —murmuró Jake.
—Lo entiendo. ¿Es por eso que nunca respondes mis mensajes?
—Me toma una eternidad. Mi pantalla es muy pequeña, así que las letras son pequeñas
y no vale la pena la tortura —dejó salir un suspiro—. Puta tecnología.
Sonreí, aunque no podía verlo. Había sido una pregunta estúpida, cuando ya sabía que
tenía problemas cuando se trataba de palabras—. Prefiero las llamadas, de cualquier manera.
—Habría llamado primero si pensara que ibas a contestar —dijo—. Nena, la cagué al no
decirte que estaba montando de nuevo. Simplemente no quería…
—¿No querías qué? —pregunté, cuando fue obvio que no iba terminar esa oración.
—Cagarnos.
Me quedé mirando la pantalla de la laptop, las fotos de la vida pulcramente ordenada de
Aimee en álbumes fechados. Otra persona que necesitaba cambiar su configuración de
privacidad—. No me gustan los secretos entre nosotros, Jacob. Sólo prométeme que no… saldrás
herido —estaba en la punta de mi lengua decirle no harás nada ilegal. Eso sería presionarlo.
—Lo prometo.
Sabía que estaba mintiendo.
—¿Dónde estás ahora mismo?
Un silencio revelador. Entonces—, México.
No me entrometí—. Cuídate. En México.
—Seguro. ¿Estamos bien?
—Sí, lo estamos.
—Sabes que odio cuando peleamos.
—También lo odio.
—Te debo una verdadera disculpa cuando esté de regreso, nena.
Tragué saliva, dándome cuenta que estaba caliente por todos lados. Y no en una manera
sexy—. Adiós, Jake.
—Adiós, nena.
Colgué. Luego, decidí lidiar con el internet en un futuro próximo, cerré mi laptop y la puse
en la mesita de noche.
Ese fue el momento en que me puse la mano en mi frente y sentí cuan caliente estaba, a
pesar del frío que sentía. Quiero decir, estaba temblando, metida debajo de todas las mantas.
Maya Fenton no se enfermaba, pero obviamente mi sistema inmune era un poco lento recibiendo
el memo esta noche. Excavé en el cajón por un termómetro y tomé mi temperatura. Los números
me hicieron gemir.
Iris estaba en la sala acurrucada con Max en el sillón cuando pisoteé y fui a preguntarle
por analgésicos. Lucía preocupada, pero en realidad, era una maravilla que pudiera mirarla a
los ojos cuando la había visto indecente en la mañana.
—Te ves terrible, Maya —dijo, llevándome a mi habitación, así podía tomar los
medicamentos de su gabinete en el baño—. ¿Estás segura de que no necesitas ver a un doctor?
Lo gracioso acerca de las personas en el campo médico, es que piensan que siempre saben
lo que es mejor. Yo incluida.
—No. Sólo tengo un resfriado —le dije, lo cual era redundante cuando me volví y fui a
su inodoro, vaciando lo poco que me quedaba en el estómago.
Iris estuvo ahí para mí, sosteniendo mi espalda, diciéndome que iríamos a ver al doctor.
Estaba gritándole a Max, a pesar de mis débiles protestas. Estaba aún intentando protestar
cuando Max me levantó en sus brazos, estilo cenicienta, y me llevó al ascensor con Iris detrás
de nosotros con mi información médica en mano.
Jesucristo, el dolor era horrible.
Para el momento en que vi al Dr. Webber y mi sangre pudo ser tomada, probablemente
tenía la cara llena de lágrimas rodando en una escala de dolor Wong-Baker16. Iris, quién
definitivamente era mi ángel guardián, fue quien exigió una tomografía computarizada.
Inútil. Puto. Apéndice.

16
Escala creada para niños para ayudarlos a comunicar qué nivel de dolor sienten del 0 al 10, ilustrada con caritas.
“Sólo estoy tratando de mantener esto junto, porque podría hacerlo peor y tú podrías hacerlo mejor”
–Marianas Trench, beside you.

—¿Jugo?
—No, gracias.
—¿Agua?
—Estoy bien.
—¿Té? ¿Café? ¿Yogurt?
Me reí despacio—. Kira, estoy bien. ¿Sí? No me hagas reír o reventaré mis puntadas.
—Sí, pero Luke me dijo que debería ignorar cuando dices que estás bien —dijo,
deslizándose bajo las sábanas para unirse a mí. Arrugó la nariz—. Estas sábanas están limpias,
¿cierto? ¿No hay eyaculación o jugos de mujer?
—Voy a estrangularte, lo juro —dije, tratando de contener mi risa—. Eres ridícula. Estas
sábanas están salidas directamente de la secadora.
—Está bien —dijo con una sonrisa, acurrucándose conmigo—. La próxima vez que
decidas levantarte y hacerte una cirugía a las nueve de la mañana cuando estoy en clase, advierte
a la chica.
—Keeks, me quitaron el apéndice. No fue una cirugía a corazón abierto —dejé escapar
un suspiro, mirando mi teléfono cuando la pantalla se iluminó con un número privado. Ya que
estaba en silencio, lo puse en mi cajón y lo olvidé de inmediato—. Desearía que Iris no hubiera
ido a través de mis contactos y llamara a todo el mundo. Esto —gesticulé a las flores que
llenaban mi habitación—, no era necesario. Niños de cuatro años tienen apendicetomías y estoy
segura de que no los miman tanto en la forma en que ustedes lo hacen conmigo.
—Tuve un primo que murió cuando su apéndice estalló. Fue cuando éramos niños y sus
padres no creían en medicina u hospitales —dijo, apoyándose en las almohadas—. Basta decir,
que su enfoque holístico no ayudo a Danny cuando sus entrañas se infectaron.
Mordí mi labio inferior, sintiéndome inmediatamente terrible. El Dr. Webber me había
dicho que si no hubiera venido al hospital cuando lo hice, mi apéndice se habría roto. Si no en
unos pocos días, en unas semanas. Había estado molesto conmigo cuando le dije que había
ignorado el dolor en mi costado por cerca de una semana. No sabía qué decirle a Kira, pero me
regresó una sonrisa fácil.
—Entonces… ¿qué vamos a hacer con tu mes de descanso?
—Fácil. Voy a rogarle a la hermana que me deje volver al trabajo la próxima semana,
donde no me sienta culpable por ser pagada por pasar las horas en casa, en mi cama.
—¿Perdiste la cabeza? Te dijeron que no puedes hacer actividades extenuantes por lo
menos en un mes, ¿y tú quieres regresar al trabajo la próxima semana?
Dejé salir un pesado suspiro. Después de dos noches en el hospital después de mi cirugía
y un día entero en cama, estaba aburrida. Estaba dispuesta a ver el lado positivo de las cosas.
La tomografía mostraba que estaba perfectamente bien, sin quistes ováricos, ni crecimientos, ni
nada de esas cosas, tal como mi tía Stacy solía decir, debemos agradecer a Dios por las pequeñas
misericordias. Distraídamente, mi mano se deslizó hacia el vendaje en mi costado derecho.
—¿Qué tiene que decir tu novio sobre eso? —preguntó Kira repentinamente, mientras me
miraba con atención—. Maya, ¿sabe siquiera que estás en el hospital?
—No está cerca —no es que estuviera preocupada de que no hubiera tenido noticias de él
en tres días enteros. De verdad, no estaba preocupada. No mucho.
—Dame su número.
—No. Kira, no es gran cosa. Estoy bien. No hay necesidad de preocuparlo. Él estará
alrededor de mí como una sanguijuela, preocupándose por la cosa más mínima, y no tendré
siquiera espacio para respirar.
—No veo qué hay de malo con un sexy dios estando a tu disposición por las siguientes
semanas.
—Es lo sexy lo que tiene de malo. No voy a poder hacer nada. Sin actividades extenuantes,
¿recuerdas?
Kira estalló en carcajadas—. Mi Dios, ¡nunca pensé que vería el día en que Maya Fenton
dijera que no quiere mirar sin tocar!
—Cállate —gruñí, tirando las mantas hasta mi barbilla—. ¿No tienes nada más que
hacer un sábado por la tarde?
—¿Además de Luke? No.
—Eres demasiado —dejé escapar un gemido que se trasformó en bostezo—. Creo que
voy a descansar un poco. No me veas dormir como una rarita, ¿quieres?
Kira ya estaba escribiendo en su teléfono—. Hmm. Ya quisieras.
Sonriendo para mí misma, me acomodé en las almohadas y, a pesar de la brillante luz de
sol que fluía por la ventana, caí en un sueño profundo.

—No, escúchame tú a mí, Rage. Jodidamente no vamos a prostituir a nuestras mujeres.


Si Slash quiere empezar un negocio aparte tratando con esa mierda, va encontrarse con mis
puños jodidamente rápido porque No. Trataremos. Mujeres —pausa—. Sí. Dile que estoy
buscando su estúpido puto trasero. Todo el club lo está buscando —pausa—. Mi voz está
jodidamente bien, enfócate, hermano.
¿Prostitución? Probablemente no era la mejor manera de despertar de lo que parecía una
siesta de seis horas. Cuando mis ojos se abrieron, mi habitación estaba oscura, pero las luces
del exterior emitieron un tenue resplandor sobre la figura que se paseaba por el suelo. Me levanté
en una posición sentada, frotándome los ojos y bostezando en voz alta.
La figura dejó de pasearse, en su lugar precipitándose a mi lado—. ¿Estás bien? —las
manos de Jake estaban en mi rostro, empujando las hebras de mi cabello fuera del camino.
—Sí, estoy bien. ¿Tú? —sonaba divertido—. ¿Cuándo volviste? —acuné su rostro,
repentinamente sólo quería besarlo. Sí, dos días sin él y sentía que mi corazón había vuelto a
latir nuevamente ahora que estaba aquí.
Se apartó de mí, no permitiendo que mis labios se encontraran con los suyos. Fruncí el
ceño, aplaudiendo dos veces seguidas con mis manos. Las luces se encendieron. Mis hombros
se hundieron—. Pobre Jake. ¿Tu nariz está congestionada?
Me lanzó una mirada, pero con ojos acuosos y enrojecidos, y una nariz roja como la del
reno, tenía muy poco efecto. Aparte de eso, lucía increíble. Noté que había poco que pudiera
hacer este hombre no atractivo. Su cabello era un desastre, caía sobre su frente y por todo el
lugar. Rastrojo dorado salpicaba su mandíbula y la camiseta con pantalones de mezclilla que
usaba estaban arrugados.
—¿Por qué demonios no me llamaste cuando estabas en el hospital? —dijo, buscando la
caja de pañuelos en mi mesita de noche, una de las muchas cosas que Kira había ido a comprar
para mí—. ¿O conseguiste a alguien que lo hiciera por ti, eh?
—Porque estaba bien. Porque la cirugía fue bien y me mantuvieron por dos noches. No
necesitabas preocuparte. ¿Tomaste algún medicamente para el resfrío?
Jake se sonó la nariz fuertemente en un pedazo de pañuelo—. ¿Crees que no me preocupé
cuando tu amiga Iris me llamó hoy? Perdí mi puta cabeza de la preocupación, ¿y sabes qué hago
cuando me preocupo? Hago estupideces, Maya. Mierda realmente estúpida. Como romper los
límites de velocidad.
Tragué con dificultad. Si había una cosa que sabía sobre Jacob Ford, era que odiaba pensar
que la historia podría repetirse si atropellaba a un niño en la calle, justo como su padre hizo
hace tantos años—. Ella no debió haberte llamado.
—Sí. Porque tú debiste hacerlo —dijo, arrojando los pañuelos usados en la papelera junto
a mi cama—. Estoy fuera de práctica cuando se trata de esta mierda de salir con alguien, pero
estoy seguro de que un novio debería estar al lado de su novia en el hospital. Me quitaste eso.
—Lo siento. Siento no poder tomarte en serio contigo sorbiendo de esa manera —dije
sonriéndole, incluso mientras me fruncía el ceño—. Ven aquí.
Cuando no se movió, me acerqué a él y lo jalé en un abrazo. Olía a cuero, el aroma
almizclado que era propio de él y un débil tinte a sudor. Lo inhalé, sonriendo cuando hizo lo
mismo y puso su nariz en mi cabello—. Descanso en cama para ti, mi dulce Jacob —dije cuando
me separé de él. Acaricié el espacio a mi lado—. Súbete.
—Estoy bien —se quejó, comenzando la tarea de quitarse las botas—. Esto se me pasará.
—No estás bien, Jacob. Apuesto a que ni siquiera has tomado o comido nada —dije,
apartando las mantas a un lado—. Quiero que te mejores. Si tienes alguna fantasía con alguna
enferma, esto será todo.
En un parpadeo, me estaba empujando hacia abajo—. Dije que estoy bien —dijo, yendo
por el borde de mi sudadera, levantándola, amontonándola debajo de mi caja torácica.
Respirando fuertemente, le dejé mirar los vendajes alrededor de mi abdomen, dejándolo
recorrerme con los ojos—. ¿Cómo estuvo México? —susurré.
—Bien.
—¿Tu vuelo estuvo bien?
Me soltó—. Volé ahí. Conduje de regreso. Debí haber llamado —él olía muy bien para
alguien que había estado en la carretera durante más de un día.
—¿Cuándo vas a besarme? —me quejé, sentándome de nuevo.
—Cuando esté al cien. ¿Comiste algo?
—No he estado muy hambrienta, pero Kira dejó algo de Yogurt en la nevera para mí.
Creo que tendré eso.
—Genial. Lo traeré. ¿Algo más?
—En verdad no tengo hambre. —Jake acercó su rostro al mío, tan cerca que finalmente
pude ver un pequeño moretón que estaba formándose en su mejilla derecha.
—No pienses por un…
Lo besé porque no pude evitarlo, y con las manos enterradas en su desaliñado cabello
rubio, lo sostuve ahí. Hizo un débil intento de apartar su cabeza, pero luego me besó de regreso.
Sin besos con la boca abierta para mí, aunque, cuando eventualmente nos separamos, para
poder respirar, lucía molesto.
—Jodidamente no vuelvas a hacer eso de nuevo, Ojos Plateados —gruñó, bajándose de
la cama—. O juro por Dios, que te amarraré.
—No veo el castigo en eso.
Jake sólo me miró antes de tomar un puñado de pañuelos de la caja—. Aleja tus manos
de mí.
—Oh, deja de actuar recatado —mi boca corriendo como lo estaba, era probablemente un
efecto duradero de los analgésicos, pensé.
—¿Recatado? Nena, seguro como la mierda que no debería jodidamente pensando sobre
follar hasta los malditos sesos sobre toda esta maldita habitación, porque de la manera en que
follamos, te heriría y perderías tus puntadas —dijo, y pude ver el ascenso y descenso de su
pecho con cada respiración profunda que tomaba—. No debería estar pensando en eso, pero lo
estoy. No me hagas hacerlo.
Salió de mi habitación, dejándome sin palabras.

Escuché el sonido de la ducha en mi cuarto de baño y decidí pasar el tiempo jugando


Candy Crush en mi teléfono. Cuando lo saqué del cajón y encontré varias llamadas perdidas de
un número privado, me asusté y lo regresé de nuevo adentro. Si estaba fuera de la vista, estaba
fuera de mis pensamientos. Me deslicé fuera de la cama y dejé la habitación.
Cuando volví, Jake estaba fuera de la ducha, una de mis toallas azules colgando alrededor
de sus caderas mientras secaba su cabello. Su parte superior estaba bellamente decorada con
tinta, tinta que admirada. Tuve que esforzarme en ignorar varias marcas en su torso que
coincidían con él débil moretón en su mejilla.
Levanté el bote en mi mano—. Vas a tomar algo de esto, Jacob.
Me miró con cautela—. ¿Nyquil? Al carajo con eso, regresa a la cama.
—¿Disculpa?
—Sabes que me escuchaste. Regresa a la cama.
—Mi doctor recomendó moverme un poco —le informé—. Así que no.
Jake se apartó de mí bruscamente, estornudando ruidosamente. La toalla cayó de su
cintura. Ambos nos miramos al mismo tiempo. Jesús, esta cosa de la abstinencia iba ser difícil.
Sin pretensiones.
En vez de recogerla, Jake me miró astutamente, acercándose a mí con un brillo en sus
ojos—. Sigo enojado contigo, Maya —dijo, acunando la parte trasera de mi cabeza con ambas
manos. Tiró de la liga que mantenía mi cabello en una cola de caballo, liberándolo para que
cayera por mi espalda—. Se supone que debo cuidar de ti.
—Se supone que debo cuidar de ti también.
Una oscura mirada cruzó su rostro—. No puedes cuidar de mí.
—¿Por qué no?
Frunció el ceño, cómo si no supiera como responder mi pregunta—. Bien —luego, tomó
el medicamento para el resfriado de mi mano, destapándolo y tomando la mitad de la botella.
—¡Jacob! ¡Así no es como se toma! —de lo arrebaté—. ¿Qué está mal contigo?
Su única respuesta fue envolver una longitud de mi cabello en su puño y tirarme hacia él.
Dolor atravesó mi cuero cabelludo, pero una vez que presionó sus labios en mi frente en un
suave beso, se desvaneció. Cuando me dijo que volviera a la cama esta vez, estaba
suficientemente calmada para cumplir. Él se deslizó debajo de las mantas detrás de mí y
suavemente pasó su brazo sobre mí. Me meneé hacia atrás, buscando su calor, pero
sinceramente, necesitaba ponerse su ropa de vuelta.
—¿Qué estabas haciendo en México? —pregunté, al mismo tiempo que él decía—:
Gracias.
Decidí que mi pregunta podía esperar—. ¿Por qué?
—Mi ma’ forzaba el jarabe por mi garganta cuando era niño —su suave risa estaba en
mi oído—. Supongo que estaba empezando a olvidar que se siente tener una mujer terca
molestándome de esta manera.
—No me agradezcas, Jacob. Me gusta cuidar de las personas. Especialmente personas
como tú.
—¿Personas como yo?
—Personas que salen de su camino para cuidar a todos los demás sin esperar nada a
cambio.
—No soy tan desinteresado, nena. Siempre tengo un interés. No lo olvides.
No planeaba hacerlo—. ¿Vas a decirme qué estabas haciendo en México?
Sentí su mano curvarse en un puño antes de sacarlo. Me volví para mirarlo, yaciendo en
mi otro costado—. ¿Es tan malo que ni siquiera puedes decírmelo, Jacob?
—Algunas cosas, no debes saberlas —murmuró.
—Todo lo que me dijiste por teléfono era basura. Me prometiste no más secretos.
—Puto Dios, Maya. Sólo déjalo ir —se quejó, levantándose—. ¿Quieres saber lo que
estaba haciendo? Bien. Ghost y yo fuimos por su hermana pequeña. Ella tiene trece putos años
y tiene en la cabeza que está enamorada con un punk de dieciocho años de otro club. Una niñita
en la parte trasera de un estúpido niño motociclista, de paseo en carretera a la ciudad de México
como Bonnie y Clyde no me sienta bien, y ten por seguro que esa mierda no le sienta bien al
hermano mayor de la niñita.
Sólo conocí a Daisy una vez. Era una dulce niña que no se parecía en nada a su hermano
y despreciaba su autoridad. Además, era alta. Realmente alta. Y bien desarrollada. Jake dijo que
el chico había sostenido que Daisy había asegurado tener diecisiete, pero me ponía enferma
pensar en alguien aprovechándose de esta chica.
—Él no la tocó, ¿verdad? Ese chico —pregunté.
—No. Probablemente no volverá a mirar a una jovencita de nuevo.
No quería preguntar si lo habían herido. Era evidente que lo habían hecho.
—Recuerdo cuando tenía su edad. Empecé a usar sostén antes que nadie y lo odiaba.
Odiaba cuan grandes eran y cuan incómoda me hacían sentir. Odiaba como me miraban los
chicos y como asumían que era una fácil sólo por mis pechos. Mi tía me apartó un día y me
dijo que ya no era una niña y que tenía que ser cuidadosa. Lo odié —inhalé.
Los recuerdos eran dolorosos. Había sido una chica delgada y torpe con enormes pechos
que surgieron de la nada y una parte trasera como un camión. Phys Ed había sido mi peor
experiencia de la secundaria y preparatoria, especialmente en los vestuarios. Las chicas jóvenes
podían ser malvadas criaturas unas con las otras y no podía contar cuantas veces había
golpeado a alguien en el rostro por un comentario burlón.
—Siguen siendo muy grandes. Supongo que debo aceparlos, ¿eh?
—¿Y usar el tamaño de tu sostén? Sí —dijo Jake, saltando en este cambio de tema con
gusto—. Sólo mirándote, diría que eres un 34D
Resoplé—. ¿Quién diría que eras un maldito admirador de pechos?
Obviamente, ciertas inseguridades me habían seguido en mi vida adulta. Incluso ahora,
estaba incómoda con mi cuerpo. Los ojos de Jake recorrieron mi rostro antes de que sus dedos
lo hicieran, trazando la curva de mi barbilla.
—No puedo dejar de tocarte —susurró, moviéndose hacia delante para que nuestras
frentes se tocaran—. Te extrañé como el carajo, Ojos Plateados. Me asustaste como la mierda.
Sonreí, poniendo mis dedos en su mandíbula sin afeitar—. Extrañé tu dulzura también.
Dejó escapar un suspiro—. Dulzura, ¿eh? ¿Qué demonios haré contigo?
—Besarme, espero.
Jake se inclinó hacia delante, presionando sus labios en mi frente—. Esto es todo lo que
conseguirás de mí, nena. Ahora a dormir.

Sentía como si estuviera en un incinerador.


A pesar del hecho de que había sólo una fina corriente de luz matutina a través de las
cortinas, me desperté sintiendo como si el sol estuviera al alcancé de mis brazos y estuviera
ardiendo desde fuera. Jake estaba envuelto alrededor de mí y las cubiertas estaban enredadas en
nuestras piernas. Su piel estaba ardiendo al tacto y ese calor estaba siendo transferido a mí
sobre la gruesa tela de mi sudadera.
—¿Jake? ¡Jake! Jacob, despierta —murmuré, tratando de liberarme de la prisión de sus
largas extremidades—. ¡Jake!
Me las arreglé para liberar un brazo y colocar el dorso en la frente de Jake. Ante esto, él se
movió, su agarre aflojándose—. ¿Qué?
—Estás caliente, Jacob. Demasiado caliente.
—Aw, gracias cariño —murmuró soñoliento, una sonrisa perezosa en el rostro—. Tú
también eres jodidamente caliente.
—Quiero decir que estás ardiendo. Déjame levantarme —rodé lejos de él, pateando mis
pies libres de las mantas y poniéndome de rodillas para examinarlo—. Te ves como basura.
—Rompes mi corazón.
Se incorporó con un gemido de dolor, apoyándose contra la montaña de almohadas detrás
de él—. No me mires así.
—¿Así cómo?
—Como si no pudieras esperar a meter un termómetro en mi boca y ahogarme con más
medicina para el resfriado.
—Bueno…
Su teléfono sonó a un lado de la cama y lo agarró, respondiendo después de una mirada
a la pantalla—. ¿Qué pasa? —pausa—. Estoy en…
Le arrebaté el teléfono de la mano y lo puse en mi oído—. ¡Hola! ¿A quién tengo el placer
de interrumpir?
—¿Maya? —la familiar voz de Ghost era fácil de reconocer.
—Oh, hola. Jacob estaba a punto de decir que estaba en camino, pero por desgracia, eso
no va pasar. Sin duda tiene temperatura, su nariz está tapada y no puede sentarse sin temblar
como un gatito —tomé una respiración profunda—. Tuve una laparoscopia hace tres días y lo
juro, Ghost, no estoy de humor para escuchar que mi novio ha estado en otra pelea o que estaba
demasiado débil para defenderse y terminó teniendo su obstinada cabeza golpeada en el asfalto.
Busca otro Phantom para hacer lo que sea que querías que Jake hiciera por ti hoy.
La ronca risa de Ghost llenó mis oídos—. ¿Qué hizo Ripper en su vida pasada para
merecerte, Maya Fenton? —quiso saber, incluso mientras el hombre en cuestión me lanzaba
una mirada sucia—. Suficientemente justo. Conseguiré a alguien más que cuide a mi hermanita.
—¿Cuidar a Daisy? —sabía que sonaba sorprendida. Aquí estaba yo, imaginando algo
más… siniestro—. Bueno. Yo puedo hacer eso. Sólo déjala en mi casa.
—¿Estás segura? Quiero decir, ¿No debes estar en cama y esas mierdas?
—Estoy segura. Me agrada Daisy.
—Joder. Estoy seguro que Ripper te dijo acerca de México. No puedo dejar a esta niña
sola nunca más. No puedo confiar en que no corra con el siguiente punk que olfateé hacia ella
—terminó esto último con un suspiro—. Gracias, Maya. Dile a Rip que dije que espero mejore
pronto su culo marica.
—Me aseguraré de ello. De nada. Y, um, ¿sabes dónde vivo?
—Siempre —dijo, y si eso no fue espeluznante, no sabía qué era. Colgué y le pasé el
teléfono a Jake con una amplia sonrisa—. Dijo que espera que te sientas mejor. Además, la
haremos de niñeros hoy.
Sin quitar los ojos de mí, presionó un botón en su teléfono—. Siri, ¿cómo debería lidiar
con una mujer que está frágil en estos momentos, pero está pidiendo por un castigo?
“No mires hacia adelante, hay un clima tormentoso”
—Santigold, Disparate Youth.

No me di cuenta que me había vuelto a dormir, pero cuando me desperté nuevamente, fue
por el entumecido dolor en mi hombro derecho. Los analgésicos obviamente habían terminado
y me paré para conseguir otra dosis de mi mesita de noche.
Una vez más, me desenredé de Jake, que se había desmayado antes que yo. Su nariz estaba
todavía enrojecida, pero ya no se sentía tan caliente cuando presioné mi mano en su frente, así
que eso era.
Balanceé mis piernas sobre el borde la cama y rodé mi hombro experimentalmente, tragué
un vaso de agua cuando terminé. Mi teléfono mostraba que eran casi las once y tenía al menos
una docena de llamadas perdidas. Lo apagué.
Un leve golpe resonó en mi puerta y luego Iris se asomó—. Hey, ¿estás bien? Hay una
niña en nuestra sala para ti.
—Sí. Esa es Daisy. Estará conmigo el día de hoy —solté un fuerte bostezo—. Ya salgo.
—¿Estás segura que estás bien para eso?
—Bueno, probablemente sólo nos sentaremos a ver Pretty Little Liars o algo.
—Um, no parece del tipo de chica que ve PLL, M —sacudiendo su cabeza, cerró la puerta
suavemente.
Miré a Jake, quitándole el cabello del rostro—. Bebé, Daisy está aquí —susurré,
inclinándome hacia abajo y besando su frente—. Estaré en la sala, puedes quedarte aquí en la
cama.
Jake hizo un sonido con su garganta, sus labios moviéndose como si estuviera soñando
con algo que lo hacía feliz—. Okay. Te amo.
Fruncí el ceño—. ¿Amas a quién? —no obtuve respuesta, así que le dí un golpecito en el
hombro y repetí la pregunta.
—Ojos Plateados. Jodidamente mucho.
—Hmm. ¿Crees que ella te ama?
Sus cejas se juntaron, los ojos todavía cerrados firmemente—. No.
—¿Por qué no?
—He hecho cosas. Cosas malas.
—Ella lo sabe. Y aun así te ama. Sin embargo, todos a quienes ama terminan muriendo,
así que está un poco asustada de decírtelo. Siempre está orando para que no te maten.
Las comisuras de la boca de Jake se levantaron—. No moriré. La amo demasiado.
—Bien. Ahora duerme, y mejórate para que pueda besarte hasta dejarte sin sentido
cuando despiertes.
El sonido que escapó de sus labios, sólo podía describirse como un suspiro. Era bastante
extraño y poderoso, ser capaz de hacer suspirar a un hombre adulto en sueños.

Iris tenía razón: Daisy no era chica de PLL.


Se sentó en un extremo del sofá, brazos cruzados sobre su pecho, y me miró fijamente
mientras me sentaba en el extremo opuesto del sofá. Ella simplemente me miró cuando dije hola
y había ignorado totalmente a Iris cuando se había despedido.
—¿Qué pasa con ella? —Iris me había susurrado en la puerta principal.
—Tiene trece.
—Eso lo explica.
—Además, huyó a México con un chico y su hermano mayor, el presidente de los
Phantoms, fue detrás de ella y golpeó a dicho chico.
—No puedo decir que hice lo mismo cuando llegué a la pubertad. Pero de nuevo, mi mamá
me tenía encerrada como rapunzel —bromeó Iris—. Buena suerte, mujer, y tómatelo con calma,
¿Sí?
Eso había sido hace media hora.
Seguía completamente aturdida de que esta bipolar mocosa sentada a mi lado fuera la
misma brillante y risueña niña que conocí hace un mes. Hace un mes, en su cumpleaños, estaba
usando un vestido de verano celeste y chancletas que había apuntado a las uñas de sus pies que
estaban de Just Peachy. Su tono de llamada era Break free de Ariana Grande, porque la hacía
sonreír. Mi Dios, su cabello había estado trenzado.
¿Quién demonios era esta chica de maquillaje pesado y pantalones negros rasgados?
Cuando finalmente tuve suficiente de sus ojos azules delineados en una malvada mirada,
apagué el televisor y puse los pies debajo de mí, apoyándome contra el reposabrazos con un bajo
gemido—. Así que, obviamente no quieres estar aquí —murmuré, deseando haber cerrado mi
enorme boca y dejar que Ghost castigara a alguien más con la presencia de su hermana.
—¿Eso crees? —contestó Daisy, volteando su largo cabello rubio—. Tengo trece. No
necesito una niñera, especialmente una lisiada como tú.
—Dejemos claro algo, señorita Daisy —dije, estrechando mis ojos—. Cualquier aflicción
adolescente que creas tener, dejarás esa majadería en la puerta. No entrarás a mi casa y me
faltarás al respeto, ¿okay?
El permanente ceño fruncido desapareció del rostro de Daisy y una lenta sonrisa tomó
lugar—. ¿Alguna vez te lo has metido con mi hermano? ¿Es por eso que me dejó aquí?
—¿Metido qué?
—Hacerlo con él. ¿Lo has hecho con Marlon? Ya sabes, el obsceno.
—¿Qué clase de pregunta es esa? No, no respondas eso —levanté mis manos en señal de
protesta, tomando una respiración profunda—. Supongo que quieres escandalizarme lo
suficiente para que llame a Ghost y venga a recogerte. Probablemente tengas tus mañas para
escaparte de la casa club, ¿no es así?
—Parece que no toma mucho para escandalizarte.
—Te sorprenderías. No me escandalizo fácil estos días.
Me fulminó con la mirada—. ¿Y dónde está tu novio?
—Su paradero no es asunto tuyo, jovencita.
Ella resopló—. Tampoco tuyo, ¿o sí? ¿Sabes qué le hizo a mi amigo? Lo golpeó tan mal,
que ni siquiera sé si está vivo. Es realmente penoso de su parte, ponerse con un niño de esa
forma.
Tragué con dificultad—. Tú amigo cruzó la frontera contigo, una menor de edad. Tu
hermano sólo estaba preocupado por ti, al igual que Jacob.
—¿Preocupado por mí? —exclamó—. No. Él se siente culpable de no haberme rescatado
de mi inútil madre antes. A él no le importo, ¿pero Vince? Él se preocupa por mí. Y ahora tu
novio y mi seudo hermano casi lo mataron.
—Daisy…
—No era como si estuviéramos haciendo algo juntos. Le dije a Vince que tenía diecisiete
sólo porque no quería asustarlo —se abrazó a sí misma—. Además, me estoy guardando para
Keegan. Lo tengo todo planeado.
No podía creer que esta fuera una chica que apenas había llegado a la pubertad—. ¿Quién
es Keegan?
Daisy dejó escapar un suspiro de exasperación, como si fuera una pregunta tonta—.
Sticks. Me niego a llamarlo por ese estúpido nombre.
—¿Vas a casarte con Sticks?
—Sí. Tan pronto como cumpla dieciocho. Veintiuno si es que le preocupa. Hay una década
entre nosotros, así que está bien. Los chicos mayores son mejores que los de mi edad.
—¿Qué… umm, qué tiene que decir Keegan sobre todo esto?
—Oh, él no lo sabe todavía. Pero lo hará. Una vez que tenga dieciocho —me dio una
sonrisa genuina, la primera del día—. Así que ya ves, no iba a hacer nada con Vince. No nos
gustamos el uno al otro de esa manera. Él tiene novia, de todos modos.
—¿Qué hacías con él entonces? Quiero decir, en México, Daisy. No puedes escapar así.
No cuando hay gente que se preocupa por ti.
Se encogió de hombros—. Vince tiene amigos ahí. Sólo quería divertirme un poco sin mi
hermano respirando en mi cuello, pretendiendo ser mi padre, ¿sabes?
No lo hacía.
—Él te ama, Daisy.
—Lo sé, también lo amo. Creo —suspiró, resignada a su destino—. ¿Puedo preguntarte
algo?
—Seguro —dije vacilante.
—¿Cómo amas a alguien que mata personas? —el rostro de Daisy era serio y sentí que
mi corazón se suavizaba con ella nuevamente.
—¿Quieres decir, como tu hermano? —pregunté lentamente.
—Sí. Y como tú novio.
De repente, sentí mis ojos pesados, como si pudiera desmayarme en cualquier momento.
Extrañaba mi cama—. No podemos elegir a quién amamos. Yo no lo hice —susurré—. Todos
hacemos cosas terribles.
—Pero yo no asesino personas, Maya. Esparzo rumores sobre otras chicas y hago trampa
en mis exámenes de matemáticas, pero no mato personas —siseó Daisy—. Mi hermano… no
es una buena persona. Las personas le tienen miedo y a veces… a veces yo también —mordió
su labio inferior—. Pensé que iban a matar a Vince, en verdad lo creí.
Sin pensármelo, me moví a través del sofá, cerrando el espacio entre nosotras y
envolviendo mis brazos alrededor de Daisy. Ella estuvo rígida sólo por un segundo antes de
abrazarme de vuelta, hundiendo su nariz en mi cuello. A veces, las palabras son innecesarias.
A veces, simplemente no hay palabras.
—¿Quieres ayudarme a hacer pizza para el almuerzo?
Escuché una risa salir de la boca de Daisy—. ¿Pizza? ¿En serio?
Me aparté de ella—. Sí. Tú tendrás que hacer la mayor parte del trabajo. Sigo un poco
débil de la cirugía.
Sus ojos se ensancharon—. ¿Tuviste una cirugía? ¿De qué tipo?
—No te preocupes por eso. Apuesto a que te mueres de hambre. ¿Comiste en el club?
Daisy terminó siendo terrible en la cocina, pero al menos era una rápida aprendiz. Además,
la chica sí que podía hablar. Habló de cualquier cosa mientras poníamos los ingredientes en la
masa, las chicas de la escuela, como el club era increíblemente aburrido, como aún no había
tenido su periodo…
—No tienes que preocuparte, Daisy. Llegará a su debido tiempo —le dije.
—Oh, no estoy preocupada. En la misa de la semana pasada, de hecho, agradecí a Dios
por eso. La sangre me asusta.
—¿Eres católica?
—Sí —dijo con una sonrisa—. Cuando el padre de mi mamá vivía, él solía llevarme.
Ahora cuando voy, un Phantom tiene que escoltarme. No me gusta esa parte, pero oye, al menos
mi hermano me deja ir.
—Eso es genial.
Mientras estábamos sentadas en la isleta de la cocina, esperando a que estuviera la pizza,
me lanzó todo tipo de preguntas. Fue la más extraña, más invasiva línea de cuestionamiento a
la que alguna vez me sometí. Estaba feliz cuando el temporizador eventualmente sonó, señalando
que nuestras pizzas estaban listas.
—Tienes que probar la mía, Maya —pidió Daisy, permitiéndome cortarla en ocho
perfectas rebanadas. Decidí dejarlos en la bandeja.
—¿Tocino y plátano? No lo creo.
—¡Pero es tan buena!
—Quizá sólo una rebanada —acepté—. Una vez que se enfríe.
—Debilucha —me sacó la lengua antes de morder su pizza.
—Sé que lo soy —dije agarrando el borde de la encimera, tomando una respiración
profunda. Mi estómago se revolvió, sólo por un segundo.
—Maya. ¿Estás bien?
—Sí, sólo… no tengo mucha hambre.
—Quizá deberías recostarte.
Resoplé—. Correcto. ¿Y dejar que te escapes?
—¡Yo no haría eso!
—Yo me encargo —la voz ronca de Jake llegó detrás de mí. Respiré un suspiro de alivio.
—Bien. Estás levantado.
—Capitán obvio —murmuró Daisy, ignorando mi ceño fruncido y disparándole uno a
Jake—. Maya, no puedes dejarme con él. ¡Lo odio!
—Daisy, él…
—No me defiendas, cariño. Sólo metete en la cama —me giró, sus ojos avellana buscando
los míos. Lucía un poco mejor que como lo hacía hace dos horas, usando su ropa de la noche
anterior—. No discutas.
—No iba a hacerlo —susurré.
—Pensé que me ibas a besar hasta dejarme sin sentido —dijo, inclinándose hacia mí y
juntando su frente con la mía—. ¿O lo olvidaste?
—¿Escuchaste eso?
—Cada palabra, bebé —su boca se movió sobre las esquinas de la mía antes de besarme
apropiadamente. Mis ojos se cerraron antes de besarlo de regreso, jalando su camisa.
—Ugh. ¿Podrían no hacer eso frente a mí, por favor? —se quejó Daisy, recordándonos
su beligerante presencia. Despegué mis labios de los de Jake.
—Hice de pepperoni. Sírvete, grandote.
Él se rió—. Mujer, eres una puta diosa.
—Ustedes chicos necesitan un tarro de groserías —murmuró Daisy.
—Lo sé, chica. Lo sé —le dije, viéndola a los ojos antes de buscar los de Jake—. Por favor
no se maten el uno al otro. No creo tener la energía para limpiar todo el lugar cuando hayan
terminado.
Jake me guiñó perezosamente—. Tú jodidamente me drogaste. No está en mí ser violento
hoy.
—Te drogaste tú solo, amigo. Al menos luces mejor. Sólo pórtense bien —miré a Daisy—
. Ghost me envió un mensaje sobre que estará aquí por la noche, así que por favor encuentren
algo en qué ocuparse después del almuerzo.
Daisy se encogió de hombros como si no le importara, yendo por otra rebanada de su
pizza.
—¿Estoy atascado con ella hasta el anochecer? —Jake lucía afligido.
—Oye, estoy por aquí. Tú mono gigante.
—¿Qué me acabas de decir?
—Lo siento. Olvidé que sólo entiendes gruñidos y rugidos.
Jesús, pensé, decidiendo que era mejor salir de la cocina mientras esos dos se molestaban
como niños, este iba ser un largo día.
Tratar de establecerme en la cama fue otra historia. Terminé yendo por más analgésicos
porque mi cabeza había decidido hacer una fiesta de vamos-a-palpitar-de-dolor. Bajo las
sábanas, sentí algo vibrar. Buscando con mis manos, encontré el celular de Jake. Mi frente se
arrugó.
¿Qué hacía Sebastian llamando a Jake? Pensé para mí misma, porque sólo podía haber un
chico computadora en la agenda telefónica de Jake. Un chico computadora que, sorpresivamente,
seguía vivo.
Respondí la llamada antes de que pudiera adivinar.
—Lo hice —la voz de Sebastian llenó mi oído —lo hice, y espero por Dios que no me
maten. Los McNally… ellos… están locos. ¿Me sigues protegiendo, cierto? ¿Cierto? ¿Jacob?
“Querida, aquí viene el problema”
—Brendan Benson, Feel like Taking you home.

En los quince minutos que había estado sentada viendo el teléfono apagado de Jake. Él y
Daisy habían encontrado el Xbox de Iris. El sonido de tiroteos llegaba desde la sala, cómo
también lo hacían los gritos de Daisy a Jake para que cuidara su espalda cuando salieran.
Oh, sí. Call of Duty, como si nada estuviera mal.
—¿Quieres explicarme exactamente qué hizo para ti el chico computadora? —levanté el
teléfono de Jake para acentuar mis palabras.
La cabeza de Jake se sacudió en mi dirección, ojos estrechados al ver su teléfono en mi
mano.
—Oh, oh. Ripper va tener un nuevo rasguño —bromeó Daisy, poniendo el juego en pausa.
Le dio a Jake unas palmaditas en la espalda en una burlona simpatía—. Disfruta. Voy a tomar
una coca cola. ¿Eso está bien?
Ninguno de los dos respondió. Daisy se levantó, haciendo un espectáculo de escabullirse
de la sala e ir a la cocina.
—Respondí tu teléfono, Jake —dije.
—No tengo nada que ocultar —dijo, recostándose en el sofá—. Eso significa que no tienes
razón para estar molesta, Maya.
—¿Por qué no me dijiste que seguías en contacto con Sebastian? ¿El hecho de que siga
con vida significa que logró…?
—Detente jodidamente ahí mismo, cariño —me cortó Jake, poniéndose de pie.
Fulminándome con la mirada—. ¿Me rogaste o no que mantuviera a ese cabrón con vida?
—Sí —susurré.
—Entonces, jodidamente no te entiendo. La pequeña mierda sigue respirando. Sé feliz —
dijo la última parte con una mirada amarga en su rostro, como si odiara el hecho de que
estuviéramos hablando de cómo claramente me seguía preocupando por mi ex.
Me aclaré la garganta—. Llamó para decirte que hizo algo por ti. Algo por lo que los
McNally podrían matarlo. ¿Qué es?
Ignorando mi pregunta, Jake levantó su mano expectante—. Teléfono.
—No.
Arqueó una ceja—. ¿Estamos haciendo esto? ¿De verdad?
—Sólo habla conmigo. Dime qué está sucediendo.
Se movió un par de pasos más cerca, hasta que estuvo al alcance de un brazo—. Maya.
Dame. El. Teléfono.
—Dije que no —espeté—. Jake, Sebastian sonaba asustado, así que eso me asusta a mí.
Sobre todo, por ti, porque sé que lo que sea que sea esta… esta cosa, es grande, y Sebastian
estaba en lo correcto: los hermanos McNally están locos. Incluso más locos que tú.
El rostro de Jake se suavizó—. Mira, nena. Lo mejor es que no sepas algunas mierdas —
se acercó aún más, hasta que pudo poner sus manos a cada lado de mi rostro—. Sólo tienes
que confiar en mí. ¿Lo haces, cariño? ¿Confías en mí?
—Quiero confiar en ti —pero estaba en conflicto. Secretos… los odiaba. Ocultarle los
secretos a alguien por quien te preocupabas nunca terminaba bien. Suspirando pesadamente, le
entregué el teléfono.
—Tengo que irme ahora, nena —me dijo, poniéndolo en su bolsillo trasero—. ¿Estarás
bien?
—¿Qué? ¿Irte? Seguro, vete, todo drogado con Nyquil y eso.
—Nena, me siento mucho mejor. Tú eres la paciente aquí —presionó un beso en mi
frente—. Enviaré a Sticks para cuidarte.
—Esa no es… una gran idea —murmuré, pensando en Daisy. Podía imaginar lo que haría
si el objeto de su obsesión, quiero decir, afecto, estuviera atascado aquí mientras yo estaba
desmayada por los medicamentos.
—Sin discutir —dijo Jake, bruscamente, alejándose—. Me voy.
—¿Jake?
Pausó su camino en la puerta delantera, inclinando su cabeza a un lado—. ¿Sí?
—Regresa a mí, ¿Bien?
Se giró sobre sus talones, regalándome una amplia sonrisa—. Nena, siempre volveré a ti.
Jodidamente te amo y a tu coño, ¿recuerdas?

Me esforcé por mantenerme despierta. Por el bien de Sticks, estaba verdaderamente


tratando de mantener mis ojos abiertos.
Cómo es que el tipo no podía ver cuán… flechada estaba Daisy por él, nunca lo sabría.
Parecía totalmente obvio. O quizá fingir demencia era un mecanismo de defensa. Después de
todo, Daisy era la hermanita del presidente. Realmente una hermana menor. Abuso-infantil
menor.
—No tienes que estar parado, Sticks —le dije, desde donde estaba acostada en el sillón
con una sábana de cachemira cubriéndome—. Toma asiento.
—Sí, Keegan —me siguió Daisy, su voz melosa y dulce, palmeando el espacio junto a
ella—. Siéntate.
Ya que él finalmente había obtenido su parche de hermano, Sticks podía usar el chaleco
completo de los Phantoms. La primera vez que lo conocí, sólo podía hablar de usar el parche de
los Phantoms en su chaleco y ahora lo hacía. Ese había sido su principal objetivo en la vida.
Ahora, jugueteaba con el dobladillo de su chaleco, luciendo severamente incómodo—.
Estoy bien aquí, gracias —se apoyó contra la pared, cruzando un pie con el otro y metiendo sus
manos en los bolsillos de sus pantalones negros.
—Pero…
—Compórtate —siseé, cortando lo que probablemente habría sido Daisy informándole
que estaría más cómodo sentado muslo con muslo a su lado—. Es un hombre adulto. Sé que
parece como una buena idea porque luce joven, pero es ilegal para él siquiera considerarte
atractiva, mucho menos sentarse a tu lado para que puedas estar encima de él como un oso con
un panal. Honestamente, Daisy, luces inteligente. Actúa como tal.
Me miró boquiabierta, ojos saltones, y cuando eché un vistazo a Sticks, su pálida piel
estaba ruborizada.
—Muchas gracias, Maya —me gruñó Daisy, saltando a sus pies. Se apresuró a salir de
la sala, hacia el pasillo y segundos más tarde, el golpe que podría haber sido del baño de visitas
se cerró de golpe.
Gemí. Sí la chica terminaba llorando, Ghost probablemente tendría mi cabeza. Por otra
parte, ella necesitaba un vistazo a la realidad. ¿Huir a México con un hombre? ¿Prácticamente
acosando a otro?
Los niños eran mucho trabajo, especialmente esta. No pude evitar sentirme mal por ella.
Era una chica que estaba perdida. Había mencionado que su mamá era una drogadicta y que
no había conocido a su papá. Y ahora, había sido empujada en el mundo de los motociclistas,
con un nuevo hermano con el que lidiar. Un hermano que por casualidad resultaba ser el
presidente de un club de motociclistas que yo sabía, negociaba con drogas y armas.
—Gracias al carajo se fue —me sorprendió Sticks diciendo. Se acercó y sentó en el sofá
que Daisy había desocupado, inclinándose hacia atrás y cerrando sus pálidos ojos azules. Se
abrieron bruscamente—. Me asusta como el carajo y no quiero conocer a Hades en algún
momento cercano, porque es a donde Ghost me enviará si descubre que su hermana me desea
de esa manera.
—¿Lo sabías?
—Bueno, sí. Tendría que ser ciego para no notarlo. Al principio, no lo tomé seriamente.
Quiero decir, mírame. No soy, ya sabes, apuesto —Sticks dijo esto con naturalidad, como si
hubiera hecho las paces con eso hace mucho tiempo.
La cosa era, que estaba equivocado. Quizá era un poco demasiado delgado y sus orejas
perforadas eran demasiado grandes, pero era lindo en una manera de torpe-chico-de-al-lado. Su
cabello estaba creciendo nuevamente, negro y espinoso, y sus ojos lucían como si pertenecieran
a un lobo. Eran especiales, sus ojos. Azules, brillantes y claros. Lucía verdaderamente como un
alto chico de trece años, sin vello facial y hoyuelos en ambas mejillas cuando sonreía, lo que
estaba haciendo en este momento.
—Eres de apariencia adorable, Sticks. Abrázalo.
Se sonrojó una vez más, aclarando su garganta—. Como sea, ella comenzó a mirarme
extrañamente. Cómo, no lo sé, como la manera en que Ripper te miraba antes de que fueras su
mujer. Cuando seguías con ese ladrón. Fue cuando empecé a asustarme. No quiero ningún
problema con el presidente. Tendría mis bolas. Además, ella es un bebé. No tendría negocios con
una bebé.
No mencioné que Daisy ya sabía esto. Que ella estaba esperando hasta cumplir dieciocho,
o veintiuno, dependiendo de la preferencia de Sticks, para decirle al chico que tenía un
enamoramiento por él. Supongo eché a perder ese plan hoy.
Estaba a punto de decir algo cuando mi teléfono sonó con una notificación. Busqué dentro
de la sábana y lo saqué, bostezando en voz alta. Hmm. Un mensaje en Facebook. La única razón
por la cual seleccioné abrirlo fue porque estaba un poco curiosa sobre qué posiblemente tendría
que decirme la hermana de mi mamá. Después de todo, aún no había aceptado su solicitud de
amistad.

Querida Maya,
Estaré en Florida la próxima semana para visitar la tumba de tu mamá. Me encantaría
conocerte. Ha pasado mucho tiempo. Sería genial si me dieras tu número.
Un cordial saludo,
Aimee.

—Tienes que estar bromeando —dije para mí misma.


—¿Qué es? ¿Estás bien? —Sticks se sentó derecho—. ¿Maya?
—Estoy bien. Yo sólo… iré a hablar con Daisy —aventé mi teléfono en la mesita de café.
—¿Qué tal… qué tal si yo hablo con ella? Le explico las cosas —Sticks estaba lleno de
sorpresas.
—Ella no querrá hablar contigo. Está avergonzada. Puedo interceder.
—Ella hablará conmigo —se puso de pie, frunciendo el ceño—. Yo, eh, dejaré la puerta
abierta.
Asentí, viéndolo caminar. Lo escuché tocar la puerta, anunciando que era él. La puerta se
abrió un poco después. Hmm. Mostró cuánto yo sabía.
Me rendí al tratar de estar despierta, cayendo en un profundo sueño sin sueños.

Cuando me desperté nuevamente, estaba oscuro y juzgando por la conmoción en la cocina,


Iris estaba de vuelta. Escuché risitas, que eran inconfundiblemente de Daisy, y me figuré que
todo estaba bien.
Hice una mueca cuando miré la brillante pantalla de la televisión en la sala oscura. No
reconocí la película, pero por los resoplidos acuosos que venían del sofá adyacente al mío,
obviamente era triste.
—¿Sticks? —me senté, rodando mis doloridos hombros—. ¿Estás… llorando?
—No. Sí. Tal vez.
—¿Qué pasa?
Se aclaró la garganta ruidosamente—. Su papá tomó la culpa por él y fue a prisión. Y
luego lo mataron, al papá, y le enviaron una fotografía de su cuerpo desfigurado. Una foto,
Maya. A su puto teléfono. La última verdadera conversación que tuvo con su papá fue una
discusión. Jodidamente triste, ¿verdad?
—Sí, triste. ¿Qué película estás viendo?
—Kick Ass 2 —me dijo, abrazando una almohada. La luz de la televisión iluminaba su
rostro lloroso—. Sin embargo, no tendrá sentido si no ves la primera. Mira la primera. Más
lágrimas, menos sangre.
—¿Kick Ass? ¿En serio?
—¡Soy un chico emocional! Huérfano a los dieciséis y un mamador de un buen papá
televisivo. Cúlpame.
Sonreí para mí misma—. No lo haré. Disfruta tu película —me aparté del sofá y me puse
de pie.
—¿Maya? No les digas a mis hermanos. De hecho, no le digas a nadie.
Hice una demostración cerrando mi boca con un cierre y Sticks me lanzó una sonrisa.
Acechando la cocina, tuve que admitir que me sentía un millón de veces mejor después de mi
siesta. De hecho, hambrienta, y no por las comidas líquidas o esas tonterías. No es que tuviera
otra opción.
Fui al refrigerador y tomé un yogurt. Mango, esta vez. Daisy me sorprendió dándome una
sonrisa.
—Buenos días, solecito —dijo, desde donde Iris la tenía rayando zanahorias—. ¿Te
sientes mejor?
Iris se volteó desde la estufa—. ¡Maya! Hey, ¿cómo estuvo tu día? ¿Quién es el otro niño
en la sala?
—Daisy… sí. Me siento mejor —agarré una cuchara desde el cajón de los cubiertos—.
Fue un buen día, Iris. Y de hecho no es un niño. Es Sticks. Él es, eh, un Phantom —miré a
Daisy, quién había regresado su atención a las zanahorias.
—Un Phantom —repitió Iris, dándome la espalda—. Me lo imaginé, por la imagen en
su espalda. Okay.
—Es una especie de niñero. Ordenes de Jake.
—Bien.
—No suenas como si estuviera bien.
Se volvió para mirarme—. Yo sólo… estoy en guardia cuando se trata de clubs. Olvidas
que Matt era un Cursed.
Matt era el hermano de Iris. Había cumplido veinte cuando fue reclutado por un club de
motociclistas, Cursed, en el condado vecino, y sólo veintidós cuando fue asesinado en una turbia
guerra entre los Cursed y los Phantoms. Iris había nacido un año después, una completa
sorpresa para sus padres, ambos estaban en sus cuarentas. Ella no tenía ningún resentimiento
con los Phantoms, después de todo, eso había sido antes de su tiempo, y los Cursed habían
tratado de empezar negocios en el territorio de los Phantoms, pero eso no significaba que le
gustara ninguno. Hasta ahora, Jake era su única excepción, pero la realidad era que Iris era una
persona muy feliz, que no había lugar para el odio en su enorme corazón.
—Lo recuerdo, Iris, pero Sticks está bien. No tienes que preocuparte por él estando en tu
casa.
—También es tu casa —dijo—. Si dices que él está bien, entonces él está bien.
—Es un buen chico.
Daisy sólo observó el intercambio, sin ofrecer ningún comentario.
—La cena está casi lista —dijo Iris alegremente—. Ve a sentarte.
—¿En qué puedo ayudar? —dije terminando mi yogurt en tres cucharadas.
Iris sacudió su cabeza—. Siéntate, Maya. Tengo una increíble ayudante de hecho —
asintió hacia Daisy, quién sonrió—. Creo que comeremos en la sala, como siempre.
—De acuerdo —sintiéndome como un niño inútil, caminé de regreso a la sala,
encendiendo las luces cuando volví a mi lugar en el sofá.
Sticks estaba cambiando los canales, con una expresión aburrida en el rostro—. ¿Alguna
preferencia? —quiso saber—. Cualquier cosa, excepto TLC.
—¿Oh? Pero quiero ver Say yes to the dress17, Sticks —dije, haciendo pucheros—. Por
favor. Incluso puede haber una repetición de Cake Boss esta noche. Dame algo de Buddy, bebé.
Sticks se carcajeó—. Joder no —se detuvo en las noticias—. Tengo que mantenerme
informado. ¿Sabes que el Prez de hecho tiene actualizaciones de noticias en su teléfono? ¡Lo juro
por Dios!
—Sticks, cállate. ¡Sube el volumen!
La policía había confirmado que el cuerpo de empresario local David McNally, fue
desenterrado a principios de la tarde. El cuerpo fue descubierto durante una operación de rutina

17
Programa original del canal TLC donde futuras novias buscan su vestido.
esta tarde en la propiedad de Maquinarias McNally. El portavoz de la compañía aún no ha
dado declaraciones…
El teléfono de Sticks sonó en ese preciso momento. Él respondió rápidamente, ojos todavía
pegados al televisor.
—Tenemos que irnos —me dijo después de colgar. Se puso de pie—. Empaca algo de
mierda.
¿Cuáles eran las probabilidades? Sebastian llama, y después esa tarde, una de los McNally
muere.
—¡Maya! —gritó Sticks, haciéndome saltar—. Tenemos que irnos.
—¿Ir a dónde? —mi estómago estaba revuelto.
—A la casa club. —llamó a Daisy para que se uniera a nosotros. La mirada que me dio
era seria—. Ese era Ripper al teléfono. Estamos en un encierro.
Sólo había una razón para esto, y lo supe en el instante en que vi la apuesta sonrisa de
David McNally en las noticias.
Jake lo había matado. Y ahora, su gente, dirigidos por su hermano, sin duda, habían
declarado la guerra.
“La mierda se vuelve oscuridad cuando lo pierdes todo”
—Naughty boy & Bastille, No one’s here to sleep

La casa club de los Phantoms estaba en un encierro, lo que significaba que no se admitía
a nadie en absoluto, a menos que fuera un miembro, una perra del club, o la mujer de alguien,
o fuera libre de escolta.
También significaba que había alcohol fluyendo, sexo por todas partes, y una gran fiesta
en general.
Jake había venido a recogernos a Daisy y a mí en su camioneta y me había ignorado todo
el viaje al club. Eso estaba bien conmigo. No estaba de humor para charlas. Además, una
asustada Daisy hablaba suficiente por los dos.
—¿Hay una guerra, Jake? ¿Nos van a disparar? ¿Mi hermano está bien?
Jake la ignoró a ella también. Realmente no podía culparlo.
Para cuando me establecí en la habitación de Jake en la parte trasera de la casa, me había
dicho exactamente dos palabras. Una había sido un sí, cuando le pregunté si mis amigos estarían
a salvo. No podría vivir conmigo misma si estuviera protegida mientras mis amigos estaban
fuera en el frío. Para morir, posiblemente.
—¿Cómo te sientes? —Jake estaba en la puerta de la habitación, listo para irse.
—Sé que lo hiciste.
Me miró cautelosamente—. ¿Hice qué?
Aspiré en busca de aire—. Matar a McNally —miré sus manos a los costados, como si
pudiera de hecho, ver la sangre manchándolas—. Su hermano probablemente sabe que fuiste
tú. Sebastian probablemente ayudó de alguna forma. Y ese es el por qué todos estamos en peligro.
Porque su hermano es un demente y quiere tu sangre y la de cualquiera asociado contigo.
Me miró por un largo rato antes de decir suavemente—. Necesitas dormir, Maya. Olvidar
todo. Mejorarte.
Quería gritar—. ¿Olvidar todo? ¡Debes estar delirando! Estoy atrapada con los Phantoms,
mis amigos están afuera, mi novio asesinó a uno de los gemelos psicópatas de la ciudad y… y
maldita seas, Jacob, ¡pensé que habíamos terminado con los McNally! ¡Que nos estaban dejando
en paz!
Él no tenía qué decir a eso. Había sido un ataque no provocado y mi mente estaba
completamente en blanco tratando de averiguar por qué Jake arriesgaría todo de esta manera.
Abriendo la puerta, salió al pasillo, cerrándola de golpe detrás de él. Me senté en su cama,
sintiendo partes iguales de miedo y enojo, y me hice calmar. No podía perder mi mente ahora.
Oye, ni siquiera estás segura de que Jake lo haya hecho, la voz en mi cabeza me recordó.
Los McNally tienen una horda de enemigos, ¿recuerdas? Probablemente tienen una guía
telefónica de sospechosos.
Pero al día siguiente, cuando se filtró que el cuerpo de McNally, confirmado por los
registros dentales, era David, se hizo claro lo que la voz en mi cabeza había estado tratando de
decirme.
Diez dedos por diez millones...

—¿Te das cuenta de que trajiste una puta tormenta de mierda sobre nosotros, Rip? —
Ghost estaba diciendo, tomando una gran calada de su cigarrillo, luciendo como si no tuviera
preocupación alguna en el mundo, a pesar de sus ásperas palabras.
—¿Crees que no sabía qué pasaría una vez que pusiera al tipo en el suelo? Tengo que
ocuparme del otro, antes de que él venga por mí —Jake tomó un sorbo de su cerveza, apoyado
sobre el escritorio, hombro a hombro con Ghost.
Cristo, estaban relajándose en la oficina de Ghost, luciendo tan serenos, como si nada
estuviera pasado. Y no, aún no me habían notado escuchando a escondidas, asomándome a
través de la abertura en la puerta.
—¿Ese es tu plan? —Ghost sacudió su cabeza, riendo entre dientes—. Jesús, Ripper. Los
irlandeses no joden en vano. Te atraparán, entonces torturarán tu loco trasero primero antes de
acabar contigo de una manera interesante. Perdimos un prospecto hace media hora. Colgado
fuera de The Wreck, pobre chico. Mensaje recibido, alto y jodidamente claro. Vamos ir a guerra,
hermano.
—Él jodió con mi mujer. La asustó como la mierda —dijo Jake, en voz intensa—. No
olvido mierda como esa. Tampoco la tomo a la ligera.
Mordí mi labio tan fuerte que probé el sabor a hierro de inmediato.
—Concuerdo. Creo que cualquiera probablemente haría lo mismo por Maya Fenton —
pausó, tomando una larga calada de su cigarrillo—. Pero, ¿los dedos eran realmente necesarios,
hermano?
Jake rió, una risa que nunca antes había escuchado. Envió escalofríos por mi espina dorsal,
hizo que los diminutos cabellos de mi cuello se erizaran—. Cuando el segundo dedo se fue, el
tipo se enojó consigo mismo. Gritó como una puta en una verga gorda. Pude haberme excitado
un poco.
—Retorcido cabrón —dijo Ghost, palmeándolo en la espalda.
Estallaron en risas y retrocedí… directamente hacia alguien. Jadeé, cubriéndome la boca
con una mano, girándome. Inhalé bruscamente de nuevo, incapaz de alejar mis ojos de la
montaña de hombre que estaba mirándome como si fuera la goma pegada en su enorme bota
negra.
—¿Estás espiando? —escupió, envolviendo sus dedos alrededor de mi brazo.
—N-No, yo…
Me sacudió, fuertemente, sacudiendo mi brazo hacia adelante. Dolor se esparció a través
de mis nervios, centrándose en mi hombro. Hice un ruido. Mis hombros estaban ya muy
adoloridos. Escuché la puerta de Ghost volar abierta detrás de mí, y lo siguiente que supe, es
que la montaña y yo fuimos separados a la fuerza.
Antes de saber que estaba pasando, Jake estaba yendo hacia la montaña con sus puños y
yo estaba siendo sujetada por los firmes brazos de Ghost en mis hombros. No iba a moverme,
de cualquier manera, pero no podía decirle eso. Sólo estaba parada ahí, mirando a Jake tomar
a un hombre dos veces más grande que él, gruñéndole que mantuviera sus sucias manos fuera
de su mujer. O se las arrancaría.
Cuando se terminó y Jake estaba respirando pesadamente con sus puños a los lados, la
montaña, quién terminó siendo Beast, estaba tosiendo sangre, ojos comenzando a hincharse, y
burlándose sobre Jake finalmente siendo un coño azotado. No entendía a estos hombres. Ni
siquiera podía empezar.
Eventualmente, me alejé del agarre de Ghost y regresé a la habitación de Jake, cerrando la
puerta detrás de mí y bloqueándola. Buscando a través de mi bolso, encontré mi pijama y me
cambié rápidamente. Entré al baño para lavarme la cara y cepillarme los dientes.
¿Me sorprendió ver el reflejo de Jake en el espejo cuando miré hacia arriba después de
aclararme y escupir? No.
—Fuerzas las cerraduras realmente rápido —murmuré.
Levantó un hombro—. Forcé la primera cuando tenía seis. Ma’ tenía la despensa
bloqueada. Trató de interponerse entre mi mantequilla de maní y yo.
A pesar de lo que estaba sintiendo, sonreí. Jake probablemente le había dado a sus padres
un verdadero infierno siendo un niño pequeño.
—Bueno, en este caso, la puerta bloqueada significa que no quería verte —dije, girándome.
Caminé pasándolo, tratando en vano de no tocarlo—. Espero que no pienses en compartir la
cama conmigo.
—El hombre estaba poniendo sus manos en ti, dulzura. Quizá fui demasiado lejos, pero…
—Estaba espiando. A Ghost y a ti. Es por eso que Beast puso sus manos en mí —miré
más allá de él—. Los escuché a ambos. Riendo juntos sobre lo que habías hecho. Torturaste a
un hombre. Y te gustó. Dios mío, Jake, dijiste que te había excitado. Eso es enfermo, estás
enfermo. Pienso que necesitas ayuda, Yo necesito… necesito estar sola. Y tú necesitas irte.
Una docena de emociones aparecieron en el rostro de Jake. La ira eventualmente ganó—.
¿Ayuda? —dijo furioso, su voz fuerte—. ¿Qué tipo de ayuda crees que necesito? ¿Ayuda
psiquiátrica? Porque déjame decirte, dulzura, tuve mucha de esa mierda freudiana en prisión.
Al carajo con tu ayuda. Yo protejo a quienes amo. McNally te amenazó. Amenazó lo que es mío.
El obtuvo lo que se merecía al final, y si me gustó hacerlo, ¿y qué?
La parte trasera de mis piernas golpearon algo y me di cuenta de que me había estado
alejando lentamente de Jake.
Como si estuviera asustada de él.
Y por primera vez desde que lo conocí, lo estaba.
—¿Maya? —la ira en sus ojos se desvaneció hasta convertirse en una pequeña chispa.
sonaba desconcertado—. ¿Nena?
—Por favor, Jacob. Sólo vete —susurré, esperando que me haya escuchado. No podría
decirlo nuevamente. Mi garganta estaba demasiado apretada, la emoción envolviendo mis
cuerdas vocales como un pitón.
—Lo hice por ti —dijo, luciendo y sonando tan roto, tan perdido.
Jesús, lucía como un gato que había maltratado a un ave y lo había traído dentro para
mostrarlo a su amo, esperando elogios y algunas croquetas.
Pero él no era un bendito gato. Era un hombre adulto que podría ir de vuelta a prisión, de
por vida esta vez. Y McNally no era un ave maltratada. Era la mitad de un poderoso dúo
criminal, con una banda entera detrás de él también, listos para cualquier cosa por él.
—Desearía que no lo hubieras hecho, Jacob —dije en voz baja—. En verdad lo desearía.
Un obturador cayó sobre sus ojos, y se volvieron fríos, Su gélida mirada se apoderó de
mí—. Tú eres la que está mal, si piensas que este es mi primer asesinato.
Cerré mis ojos, sacudiendo mi cabeza hasta que me mareé, como si pudiera fingir que no
me había dicho nada.
—Nah, bebé. No fue mi primer. No será mi último —su voz sonaba más cerca, hasta que
pude sentir su pesada respiración en mi rostro. Sentí sus dedos trazar gentilmente mi
mandíbula—. ¿Qué crees que hago cuando no estoy contigo, nena? ¿Pensaste que podrías
hacerme normal? Soy la puta cosa más alejada de lo normal. Soy un ejecutor. Necesitas empezar
a aceptar eso. Puto infierno, no llores.
¿Estaba llorando? ¿Por qué? Estaba molesta. Molesta con él, molesta conmigo. Molesta
con Sebastian, molesta con mi tía que estaba arrastrándose, esperando para conocerme. Molesta
con los Phantoms. Molesta con el mundo.
Mis ojos se abrieron, y di un paso al lado de Jake, alejándome de él lo más que se pudiera
en esta habitación—. ¿Cómo? ¿Cómo si quiera te acercaste lo suficiente a David McNally para
asesinarlo? Sólo dime eso. Por favor.
Tal vez fue en defensa personal, tal vez McNally lo atacó a él primero, tal vez…
—Sólo pasó que descubrí cuál bar gay le gustaba frecuentar solo. Pensó que le estaba
dando un pase. No fue muy difícil sacar su ebrio trasero por la puerta de atrás —pausó,
mirándome a los ojos—. Eso fue antes de que fuera a México. Tú precioso chico computadora,
el criminal del año, estuvo muy feliz de plantar el arma en uno de los hombres de McNally. Sólo
que fue una maldita mala suerte que el cuerpo fuera desenterrado tan pronto. Pensé que estaba
siendo irónico, ponerlo bajo tierra en su propia propiedad.
Saboreé la bilis. De nuevo. Sebastian, sin carácter, estúpido Sebastian, había manejado un
arma homicida e incriminado a alguien más por asesinato, alguien que probablemente estaba
muerto ahora. Pero entonces eso significaba…
—No saben que tú lo hiciste, ¿verdad?
—Lo hacen ahora.
—¿Qué vas a hacer con el otro hermano? —mi voz era apenas un graznido.
Ira apareció en los ojos dorados de Jake—. Bueno, tengo que terminar él empezó, ¿no?
Esas fueron sus palabras de despedida. No me dio oportunidad de decir nada antes de que
cerrara la puerta, cerrándola suavemente detrás de él.

El prospecto que había sido asesinado la noche anterior se llamaba Gage. Veinticuatro
años, y tuvo su final fuera de un bar, crucificado a un poste de electricidad.
Los Phantoms enterraban a los suyos y los sepultaban rápido. Sticks dijo que era su
manera, una moneda plateada en ambos ojos para pagar al barquero y un agradable ataúd para
enviarlo con Hades. Ninguna mujer fue al funeral, ya que estábamos en encierro, pero estaba
bien, porque apenas había dejado la cama, excepto por algo para beber de la cocina.
Sticks golpeaba mi puerta cada dos horas, fingiendo que solamente estaba revisando que
seguía respirando. Ambos sabíamos que Jake lo había enviado.
Jake.
Se había ido. La mayoría de los hermanos lo hicieron. Fueron al funeral de Gage y aún
no regresaban. Los que se quedaron, estaban teniendo su propia versión de un velorio, lo que
involucraba brindar por Gage y beber por horas. Traté de convencerme de que no me importaba
que Jake no hubiera regresado, que no estaba preocupada, pero maldita sea, lo estaba. Sí moría
ahí afuera, nuestra última conversación sería una enojada y fea. Eso me perseguiría por el resto
de mi vida.
Estar enamorada era sinónimo de estar en el infierno.
Estaba encerrada en la habitación de Jake, acostada y pasando sobre los mensajes que
había recibido esta mañana.
Kira: Tus quinientos mensajes de voz son lindos y todo, pero ahora empiezas a sonar
como un vendedor telefónico. Luke y yo estamos bien. Tuve que contarle todo. Y sí, está molesto.
Pero está bien. Mantente a salvo, cariño, xo
Luke: Ya no sé quién eres, pero si algo te pasa, todavía mataré a tu novio.
Iris: Max está aquí. No te preocupes. ¡Toma tus antibióticos! xx
Moira: ¿Por qué sigues enviándome mensajes de que bloquee mis puertas? Siempre están
bloqueadas. ¿Has estado tomando tus medicamentos? Enserio, toma tus medicinas. x
No estaba siendo paranoica, ¿lo estaba? Estaba perfectamente justificada por reaccionar
de esta forma. Los hombres de McNally habían crucificado a ese chico, pero no antes de
destriparlo como un pez y derramar sus entrañas.
Estaba rezando para que quienquiera que Jake hubiera puesto a vigilar los apartamentos
de mis amigos, estuviera alerta.
Un golpe en mi puerta me hizo levantar la mirada de mi teléfono. Esperando a Sticks, le
dije que entrara.
—Hey —dijo Baron, parado en la puerta.
—Hey —le dije de vuelta.
Cerró la puerta, apoyándose en ella—. Así que… Escuché que estabas aquí. No es que me
sorprenda. ¿Dónde más estarías?
—¿Tú… sabes dónde está tu hermano?
Baron se encogió de hombros—. ¿Alguna vez lo sé? —se movió a un rincón de la
habitación, hundiéndose en el sillón de ahí—. Fui convocado aquí, así como tú. Arrastrado de
la cama y dijo que era por mi propia seguridad. Tal vez no lo veas, pero estoy cagando algodón
de azúcar. Estoy muy feliz.
Me mordí el labio. Baron parecía que se estaba recuperando de una semana de borrachera
y alcohol y había olvidado el significado de higiene personal. Su cabello, largo en el medio y
corto a los lados, estaba despeinado y colgaba sobre su frente. Su camiseta y pants parecían ser
su habitual, como si hicieran de pijamas y ropa de diario.
—¿Cómo han ido las cosas? —quise saber. Pregunta estúpida. Era claro cómo iban las
cosas para Baron—. ¿Estás buscando empleo?
Una vez más, me dio un encogimiento de hombros, pasando una mano sobre su cara
barbuda. Probablemente tenía dos semanas atrasando el afeitado.
—Ella no vale la pena, ya sabes —dije.
Los ojos de Baron volvieron a mí—. ¿Quién?
—Diana. Tú ex. Tarde o temprano, te darás cuenta.
—Las mujeres vienen y van, Maya —dijo tranquilamente—. ¿Pero los bebés? Quería a
ese niño. Quería que él o ella fuera mío y por mucho tiempo, creí que iba ser padre. Eso es lo
que me tiene jodido de la cabeza.
Dejé escapar un suspiro—. Aún puedes tener eso. Pero no así. No en la manera que eres
ahora mismo.
Un golpe resonó en la puerta. Vacilé en invitar a la persona a entrar, esperando continuar
la conversación con Baron, pero él siguió adelante y gruñó—. Adelante.
Bree, Sticks y una mujer de cabello naranja que no reconocí, caminaron en la habitación,
uno detrás del otro.
—Hey, Maya. Escuché sobre tu operación. ¿Estás bien? —dijo Bree, dándome una amplia
sonrisa mientras se paraba entre la V de las piernas separadas de Baron.
—Oh, sí. Lo estoy. Hola, Bree.
—Bien. Bueno, estamos aquí por Baron, y él —señaló a Sticks—. Está aquí por ti. Esta
es Toni, por cierto —dijo asintiendo hacia la otra mujer, quién me asintió de regreso.
—Okaaaaay —miré de Bree a Baron y finalmente, a Toni.
Bree sostuvo su mano hacia Baron—. Déjanos hacerlo mejor, bebé —murmuró, y él tomó
su mano, permitiéndole levantarlo.
Tuve que mirar hacia otro lado cuando se besaron, porque honestamente, tenía un
problema mirando a otras personas besándose. Para mí, parecía demasiado privado, demasiado
íntimo. No importaba que se estuvieran besando en mi habitación. Cuando se alejaron, Baron
puso sus brazos alrededor de ambas, Bree y Toni, y dejaron la habitación.
Sticks cerró la puerta tras ellos, sacudiendo la cabeza—. Ese es un tipo afortunado —
murmuró, antes de mirarme—. ¿Cómo estás?
—No tienes que seguir revisándome, Sticks —le dije, observándolo ir hacia el sillón.
—Está bien. Siempre es sabio hacer lo que sea que Ripper te dice, si quieres vivir —sonrió,
pareciendo aún más como un jovencito justo ahora, de lo que solía hacerlo—. Además, en
verdad me gusta hablar contigo. ¿Recuerdas cuando te dije cuanto deseaba ser un Phantom y
pensaba que estabas con Prez?
—Oh, lo recuerdo —dije, con los dientes apretados.
—Dije que lo sentía, ¿no? Como sea, fuiste agradable y me preguntaba si tenías una
hermana o algo. Por su puesto, Ripper me golpeó en la parte trasera de la cabeza cuando le
pregunté.
—¿En serio?
—Lo compensé limpiando tu lugar no una, sino dos veces —ahí estaba un guiño
nuevamente—. Realmente jodido, si puedo añadir.
—Oh, seguro. Creo que perdiste tu llamado como un profesional de la limpieza, Keegan.
Me envío un guiño—. Si esta cosa de monta-duru-y-muere-más-duro con los Phantoms
no resulta, me aseguraré de que seas la primera persona a la que llame para limpiar tus pisos,
¿trato?
Me reí. Luego paré, sorprendida. Mi propia risa sonaba ajena a mis oídos.
—¿Estás bien? —Sticks sonaba desconcertado.
—Estoy perfecta —mentí. Distraídamente, arañé una cicatriz en mi codo expuesto—.
¿Dónde está Daisy?
—En su habitación. Y antes de que preguntes, no está planeando huir a ningún lado.
—De hecho, iba a decir que estaba curiosa sobre que le dijiste en el baño de mi casa —lo
que sea que le haya dicho tuvo que haber reprimido cualquier molestia que pudiera tener contra
mí.
—Nada que no debiera haber sabido ya. Estudios primero, chicos después. Mucho
después. Y cuando tenga treinta, finalmente puede tener citas, debe hacer al chico trabajar por
ella —levantó un hombro—. Es lo que le dije a mi hermana adoptiva. Por supuesto, ella tenía
dieciocho y un pobre gusto en chicos.
—Eres un hombre increíble, Sticks. ¿Sabías eso?
El chico en realidad se puso rojo.
Terminó quedándose más de cinco minutos y terminé disfrutando su compañía. Él era
como el hermano pequeño que nunca tuve, tres años menor que yo y extremadamente feliz y
despreocupado. Él no estaba amargado sobre ser uno de los pocos motociclistas dejados atrás
mientras los demás estaban fuera “manejando el negocio” como él mismo lo dijo. Estaba el
conocimiento sin hablar de que Sticks había hecho cosas terribles para los Phantoms, cosas que
involucraban sangre y perdidas de vida. Estar aquí, en esta casa por mi propia seguridad, y
estar alrededor de estos hombros fue una revelación. Cuan ingenua había sido, imaginando que
podía salir con un motociclista, el sargento en armas, nada menos, sin estar enredada en las
mierdas de su club. Por otra parte, salí con un especialista en la información tecnológica y mira
lo que pasó.
Debería renunciar a los hombres.
Cuando el teléfono de Sticks sonó y fue al pasillo a responder, me arrastré fuera de la
cama y lo seguí afuera, estirando mis piernas. Sticks había desaparecido, pero no importaba. La
habitación de Jake olía a él y cada respiración que tomaba, sólo hacía que mi pecho se apretara.
Escaleras arriba, había música, bebidas y sexo público, todo en nombre de un hermano
caído, pero aquí abajo, estaba tan silencioso como una cripta.
Hasta que la puerta principal se abrió de golpe, alarmando las células muertas de mi piel,
y dos motociclistas tropezaron dentro. Donde uno era alto, con cabello rubio y furia pura
flameando en sus ojos, el otro era bajo, cabello oscuro, y agarrando su costado, donde la sangre
goteaba.
Jake sostuvo al herido recto, transportándolo hacia el área de la sala y gruñendo que lo
siguiera. Lo hice, manteniendo mis ojos en el sendero carmesí que iban dejando a su paso. Jake
dejó al otro hombre en el suelo, arrodillándose a su lado y abriendo el chaleco de cuero del tipo
para arrancar la camiseta ensangrentada. Mirando más de cerca, estaba claro que la herida no
estaba en el costado del hombre, sino en el frente, en el abdomen.
—Herida de cuchillo —murmuró, mirándome—. ¿Puedes suturarlo?
—Bueno, sí, pero necesit…
—¿Botiquín medico? Hecho —sacudió su cabeza hacía algo detrás de mí, y fue entonces
cuando noté a Sticks.
—Esto es todo. —Me tranquilizó. Sacudiendo la cabeza con incredulidad, me arrodillé
igualmente, tratando de ver con qué demonios estaba lidiando.
—¿Cuál es su nombre? —pregunté, a nadie en particular.
Sticks dijo—: Sin. Su nombre es Sin.
Jake estaba presionando sus manos sobre la herida, pero la oscura sangre roja estaba
saliendo de entre sus dedos. Fui por los guantes, rodando mis hombros mientras me los ponía.
—Quita tus manos, Jake —dije—. Así puedo ver.
Cuando lo hizo, casi deseé que no lo hubiera hecho. La herida de puñalada era profunda
y áspera, como si quienquiera que lo haya herido, hubiera retorcido y tirado con una cuchilla de
sierra. Había demasiada sangre y los ojos de Sin estaban cerrados. Cuando presioné mis dedos
en su cuello, su pulso era débil. Pero al menos estaba ahí.
Había una gran diferencia entre ver a una persona mayor morir y ver a una persona joven
perder su vida en una manera insensible y sangrienta. La muerte de un paciente nunca fallaba
en entristecerme, pero al menos era después de 80 y algo de años en esta tierra. Sin, sin embargo,
estaba probablemente en sus treintas, como Jacob. Demasiado joven.
Tarareando una canción que no reconocía, presioné un trozo de gasa gruesa en la herida.
Sticks me entregó un bote de alcohol y lo salpiqué en la herida. Sin reacción de Sin, y estaba
agradecida por eso, porque yo hice una mueca de dolor. La sangre era densa, filtrándose en la
gasa mientras intentaba limpiar la herida. No parecía que fuera a ralentizar en cualquier
momento pronto. Y eso era malo, porque había sólo cierta cantidad de sangre en el cuerpo
humano.
Con manos temblorosas, comencé a enhebrar la aguja, y en mi cabeza estaba rezando a
dios que Sin no siguiera sangrando. También empecé a orar por mí, porque la única cosa viva
que alguna vez había cosido, fue un cachorro.
—Bueno, Sin. Vas a estar bien —murmuré, removiendo la gaza de su herida.
Detrás de mí, las voces retumbaban. El espacio donde estábamos, fue llenándose
lentamente con Phantoms.
Tomando una respiración profunda, metí la aguja, perforando la piel de Sin. No hubo
reacción del hombre, quién obviamente estaba inconsciente.
Dentro y fuera, dentro y fuera, el hilo negro se sintió eterno. Tuve que hacerlo rápido, y el
alivio que sentí cuando la herida finalmente estuvo cosida me hizo girar la cabeza.
—Sí, Sin. Estarás bien —dije, tirando del hilo y cortándolo—. Estarás bien.
Tomé unos momentos para desinfectar mi obra. Cuando estuvo listo, mis ojos se elevaron
para encontrarse con los de Jake.
—Necesita un doctor. Perdió demasiada sangre, puede haber heridas internas, sus órganos
podrían…
—No —dijo Jake. Sólo esa palabra, y la habitación entera se calló. Me miró—. Nuestro
doctor está en camino desde donde demonios estaba. Él cuidará de Sin. Pero hasta entonces,
nadie irá al hospital.
—Pero…
—No.
Jake se puso de pie y seguí su ejemplo, arrancándome los ensangrentados guantes y
embolsándolos. Otros dos hombres vinieron y levantaron a Sin cómo si no pesara nada,
llevándoselo de la habitación.
Miré a Jake.
—¿Qué pasó? —pregunté.
—Fue apuñalado.
—Obviamente.
—Entonces, ¿por qué preguntas?
—Sabes a lo que me refiero, Jacob.
—Ven aquí.
Miré su brazo extendido, la perezosa sonrisa en su rostro, y odiaba que no estuviera
dispuesto a divulgar nada cuando yo había estado tan preocupada por él allá afuera.
—¿Sabes qué? —mi voz sonaba demasiado alta, demasiado molesta a mis propios
oídos—. Jódete.
Pasé a los hombres con la boca abierta que descansaban contra la pared, notando como
todos ellos lucían lastimados de alguna manera. Quería creer que Sin sobreviviría, y quizá lo
haría, pero no iba contener el aliento. Quiero decir, ¿quién sabía qué órgano había sido pinchado
por el arma? ¿Quién sabía cuán profunda era la herida? Para cuando el doctor contratado por
los Phantoms apareciera, Sin podría estar muerto.
—¿Qué me joda? —la áspera voz de Jake me siguió hasta su habitación. Azotó la puerta,
cerrándola.
—¿Crees que puedes hablarme así en frente de mis hermanos y que me quedaré ahí parado
aceptándolo?
Fui al baño para lavar mis manos y cuando me giré, golpeé en el pecho de Jake.
—Muévete —demandé.
Me agarró la barbilla, forzándome a encontrarme con sus ojos—. ¿Volviéndote loca, eh
bebé? Sólo ha sido un día. Aprende algo de maldita paciencia.
—No puedo creer que estaba preocupada por ti —le grité, tratando de empujarlo fuera
del camino—. Estaba ciega y deliberadamente ignorante. No más, Jacob. No más. Una vez que
sea seguro irse. No creo que quiera verte otra vez.
Sus ojos se estrecharon—. No quieres decir eso.
—No digo cosas que no siento.
Dejé de intentar empujarlo y pasé junto a él, inhalando bruscamente cuando estiró una
mano y agarró mi muñeca—. Tú. No. Quieres. Decir. Eso —escupió, retorciéndome hacia él.
—Jacob, yo… —el aire dejó mi pecho cuando mi espalda golpeó la pared y las manos de
Jake se apoderaron de mis antebrazos. Su mirada era salvaje, su respiración áspera, y cuando
su muslo se deslizó entre mis piernas, sentí cuan duro estaba.
—No me lastimes así —dijo en una voz dolorida, empujando su dura verga contra mi
centro.
—No lo hago —protesté, tratando de alejar mis brazos.
—Sí, Maya. Jodidamente lo haces —gruñó en mi oído, antes de que sus labios tocaran
un lado de mi cuello—. Diciéndome que jodidamente no quieres verme más. Esa mierda duele.
Jodidamente. Mucho.
Cada palabra estaba puntuada por el fantasma de un beso en mi piel, enviando el latido
de mi corazón deslizarse a toda marcha. Soltando mis brazos abruptamente, las manos de Jake
fueron a los botones de mi blusa de seda, los diminutos botones lo frustraron suficiente como
para jalar abierta mi blusa fuertemente. Hizo lo mismo con mi sostén, ignorando el cierre
delantero y separándolo.
Aspiré una respiración, piel de gallina salpicando mi piel desnuda. Donde el frío aire me
golpeó, la cálida respiración de Jake alivió el dolor. Su boca estaba en mi clavícula, su lengua
lamiendo a lo largo de los huecos y crestas. Debo haber hecho un sonido con mi garganta, quizá
una protesta, quizá una súplica, porque él suspiraba mi nombre, sacándolo y haciéndolo sonar
diferente.
Mis brazos colgaban a mis costados y él me giró, presionando mi frente contra la fría
pared. Estaba tan furiosa, en desacuerdo con mi conciencia. No quería desear a Jacob Ford justo
ahora. Él era malo, y yo era… algo más. Algo no bastante bueno, pero contaminada por la vida
real y el negocio de los motociclistas.
Sus manos estaban en la pretina de mis pantalones sueltos que llevaba, llegando alrededor,
a mi frente para deshacer el botón y bajar el cierre. Quería odiarme a mí misma por estar
mojada, por desearlo aun cuando debería tenerle miedo. Por necesitarlo cuando lo que realmente
necesitaba era ayuda.
La erección de Jake estaba dura contra mi espalda baja, y soltó un gemido de satisfacción,
trabajando dos dedos dentro de mí, curvándolos en esa manera que me hacía ver las estrellas.
—Jesús —gimió, su aliento en mi oído—. Tan malditamente mojada, es un crimen.
Cerré mis ojos, respirando profunda y ruidosamente. Ni siquiera quería hacer cualquier
ruido, por alguna razón. No quería hacerle saber cuánto quería esto. Estúpido, lo sé, él podía
sentirlo. Sentirlo por la humedad que estaba frotando sobre mi palpitante clítoris. Sentirlo por
la manera en que mi corazón estaba golpeteando en mi pecho. Sentirlo por la manera en que
salía mi respiración.
Mi ropa interior y pantalón fueron arrastrados por mis piernas en un tirón impaciente.
Salí de ellos, escuchando el sonido del cierre de Jake, y luego sentí su piel contra mi piel.
Me giró alrededor, empujando mi espalda contra la pared una vez más. Mis ojos se
abrieron. Jake estaba empuñando su verga, deslizando sus manos por su dura y húmeda
longitud, sus ojos desafiándome a apartar la mirada. Para negar que lo quería, que aún lo
deseaba.
—No necesitas hablar, cariño —dijo, en voz baja, sus dedos esparciendo el pre semen que
salía de su punta—. Sólo necesitas gritar.
Sus ojos estaban oscuros, casi castaños oscuros, y me bebieron abiertamente con lujuria.
Mantuve mi espalda contra la pared, permitiéndole cerrar el espacio entre nosotros con su boca
en la mía. El instante en que sus labios se presionaron contra los míos, implacables y duros, mis
manos se abrieron y jalaron su cabello. Tiré de él. Intenté arrancarlos de su hermoso cráneo.
Gimió su placer, tomando un puñado de mi propio cabello y tirándolo a cambio. Gemí
contra él, moviéndome para que mi coño entrara en contacto con su verga. A él le gustó esto,
como, demasiado, agarrándose a sí mismo y deslizando su punta a lo largo de mi húmeda
hendidura, jadeando en voz alta.
Pero eso no fue suficiente para él. El primer sonido real que hice desde que comenzamos…
esto, fue un grito de sorpresa cuando alejó su boca de la mía y me levantó en brazos, llevándome
a la arrugada cama y poniéndome abajo. Sin ningún esfuerzo, me volteó, agarrando mis caderas
y dejando en claro que me quería sobre mis manos y rodillas.
Sin palabras, hice lo que deseaba, presionando mi mejilla en las frías sabanas. El colchón
crujió bajo su peso cuando se arrodilló detrás de mí. Sentí sus callosas manos acariciar mis
nalgas y casi suspiré, pero cuando dejó caer una palmada contra mi nalga derecha, mordí las
sabanas de algodón, sofocando mi llanto.
—Enójate conmigo, Maya. Pero no me faltes al respeto frente a mis hermanos —dijo, su
voz peligrosamente baja.
Quería decirle que se fuera al infierno, que se jodiera de nuevo, pero no pude porque hubo
una nueva inundación de humedad entre mis piernas y le di la bienvenida a la palmada de su
mano contra mi trasero nuevamente. Me incliné hacia él, anhelando.
Lo hizo una y otra vez, antes de sentir su boca en mi caliente piel, besándola para hacerla
sentir mejor. Cada parte de mí estaba en llamas. No lo entendía, no podía comprender en mi
cabeza por qué este dolor me ponía en llamas con deseo.
No tuve que reflexionar más tiempo porque en el instante que sentí la verga de Jake en mi
entrada, mi cabeza se despejó. Podía sentirlo, respirarlo y desearlo sólo a él. Era siempre él.
Empujó hacia adelante en una sola estocada, su entrada se hizo más fácil por mi copiosa
humedad.
—Joder —rugió, hundiendo sus dedos en mis caderas.
Me azotó contra mí repetidamente, más duro y rápido cada vez, y con cada empuje, rozaba
ese fabuloso dulce punto en mi interior, forzando mis ojos cerrados porque estaban humedecidos.
Sus piernas golpeaban la parte trasera de las mías, su pecho caliente contra mi espalda a través
de su camiseta y mi desgarrada blusa. De ida y vuelta, se mecía, maldiciendo y gimiendo,
haciéndome sentir este doloroso placer.
Tiró de mi cabello, levantando mi cabeza—. ¿No vas a gritar, nena? —dijo, con voz
rasposa.
—Nunca —murmuré, y dejó ir mi cabello.
—¿Duele? —esta vez, su voz fue suave, casi pacífica. Sus empujes ralentizaron,
volviéndose perezosos—. ¿Debería parar?
—No —Jadeé, empujando hacia atrás contra el por primera vez—. No, no, no, no...
Empujó el dobladillo de mi blusa en lo alto, exponiendo mi espalda, gemí cuando sentí
sus labios en mi piel húmeda. Sólo había esto ahora, sin ira, sino esta abrumadora conexión con
alguien a quien amaba.
—Estoy cerca —gimió, hinchándose a un tamaño casi imposible dentro de mí—. Dime
que estás cerca, cariño. Dime, así puedo venirme
La frustración me carcomió—. No puedo —lloriqueé.
—Te tengo —dijo Jake, su voz ronca—. Siempre.
Deslizó su mano alrededor de mi cintura, sus dedos comenzaron a acariciar mi clítoris en
círculos, incluso mientras continuaba sus intensos empujes con su verga.
Me apreté alrededor de él, la deliciosa presión construyéndose hasta que no pude tomarlo
más y me vine, en mi clímax. E incluso entonces, continuó trabajándome con sus dedos,
hundiéndose en mí con desesperada rudeza, nuestra piel golpeándose junta.
Mi nombre salió de sus labios mientras se venía, golpeando dentro de mí una última vez
y forzando otro orgasmo fuera de mí en el proceso. Colapsó, retorciéndose en el último minuto
para que quedáramos en nuestros costados, con su verga aún dentro de mí.
Me tomó varios minutos recuperar el aliento y alcanzar a mí espalda para empujar a Jake
fuera de mí cuando se hizo claro que estaba perfectamente bien con seguir estando dentro de
mí. Tomó aún más minutos para recomponerme, pensando en algo que decir después de las
cosas que ya había dicho.
¿Realmente quería decir lo que dije sobre dejar a Jake? ¿Sobre él estando enfermo y
necesitando ayuda?
Probablemente no, no lo primero. Pero definitivamente demonios sí a lo segundo. La única
cosa que estaba segura era que no deberíamos haber hecho esta retorcida versión de hacer el
amor. Debimos de hablar. Como personas normales.
—Jacob, necesitamos hablar —dije, en voz alta.
Sin respuesta.
Tal vez fue lo mejor. Me sentía sucia, pegajosa, dolorida y en una desesperada necesidad
de algo de sueño. Sin mencionar el hecho de que sentía hambre. Al menos, eso era algo a lo que
dar la bienvenida. Mi apetito estaba de vuelta, como el doctor había prometido.
No, Maya. Gallina. Habla. No huyas. Abre tu maldita boca.
Decidí escuchar a mi conciencia y me volví a mi otro costado para encarar a Jake.
La primera cosa que noté es que estaba dormido, y lucía verdaderamente angelical cuando
con sus largas pestañas cuando sus ojos estaban cerrados. Pero entonces, noté el rojo
manchando las sabanas y me pregunté si en realidad había arrancado mi interior con su
implacabilidad. Sin embargo, eso no podría haber sido correcto, ¿verdad? Estaría más adolorida.
Mis ojos escanearon el frente de Jake, en su camiseta negra, lucía…mojada. Levanté el
dobladillo, lo suficientemente alto para que todo su pecho estuviera expuesto, aspirando aire
cuando la fuente de la sangre fue visible.
Y justo como él había querido, grité.
“¿No tienes alma? Es como haber muerto hace mucho tiempo”
—Muse, Dead inside.

—¿Qué. Carajos? —murmuró Jake, sus ojos abriéndose. Inmediatamente jaló su camiseta
hacia abajo, cubriendo la laceración que comenzaba justo debajo de su caja torácica.
—¡Estás herido, Jacob! —exclamé, tirando las mantas sobre mí—. ¿Por qué no me lo
dijiste?
Sus ojos estaban vidriosos en una manera que conocía demasiado bien—. Pero, nena,
follar es el mejor analgésico, endorfinas y esa mierda, ¿cierto?
Tomé una respiración profunda, lista para explicar el millón de razones por las que no
estábamos en forma de haber hecho esto, pero la puerta se abrió de golpe y una horda de
motociclistas entró, pistolas apuntando. Grité. Nuevamente. Sintiéndome increíblemente
estúpida incluso mientras el sonido escapaba de mis labios.
—¿Qué coño está pasando? —Un hombre calvo que no reconocí quiso saber.
—¡Alejen las malditas armas! —gruñó Jake, levantándose—. Y salgan de aquí.
Me quedé boquiabierta. ¿No era humano? ¿No tenía terminaciones nerviosas? El hecho de
que hubiera tenido todo el ejercicio sexual mientras estaba herido era algo que no podía procesar,
y el hecho de que todos esos hombres en la habitación estaban murmurando disculpas antes de
retroceder no se registró hasta que la habitación estuvo vacía otra vez.
—Malditos bastardos —dijo Jake, acostado de espaldas—. ¿Qué? —siguió, obviamente
notando mi expresión desconcertada.
—Tienes una herida de cuchillo, ¿me dejarás darle una mirada? —soné calmada. Muy
tranquila. Extrañamente tranquila.
—No te preocupes por eso. El doc le echará un vistazo —dijo, sonando calmado. Pero
entonces noté el ligero tic en su mandíbula, como si estuviera tratando de luchar contra el dolor.
La humedad estaba visiblemente extendida a través de su camiseta—. Una vez que termine con
Sin.
—Jac…
—Sin es el Vicepresidente. Él va primero —me cortó, su voz aguda.
Toda esta jerarquía del club era una mierda. Completa y total mierda. Sólo porque Sin
fuera el VP, ¿su vida iba antes que la de Jacob? Él miedo lamió un camino por mi piel, su fría
lengua, áspera me hizo temblar.
—Ya le he dicho al doc que viniera a buscarme cuando terminara con Sin —continuó
Jake, totalmente ignorante—. Todo está todo bien.
—No está bien, ¿estás fuera de tus…?
—Déjalo, Maya —dijo bruscamente Jake—. ¿Te follé, no es verdad?
Mis dientes se apretaron. —Sí. Ciertamente lo hiciste.
—¿A dónde vas?
—Lejos de ti y tú palo en el culo —gruñí, encogiéndome de hombros en mi arruinada
blusa. Fui a través de mi bolsa hasta que encontré un sostén limpio y una camisa, poniéndomelos
en una rápida sucesión antes de ponerme ropa interior y pantalones. Metí mis pies en unas
zapatillas.
Jake aún no había dicho nada en respuesta. Una mirada a él me mostró que no se había
desmayado. No, parecía que estaba hirviendo en silencio.
—De hecho, necesito decir un par de cosas, y vas a callarte la boca y escucharme,
¿entendido? —me empujé el pelo fuera de la cara, sintiendo cuan caliente de furia estaba la piel
de mi frente—. El sexo no arregla esto. El sexo no hará que cada preocupación, cada miedo,
cada pedacito de confusión que tengo se evapore en el aire. No cambiará el hecho de que todo
ha cambiado, y se siente como si lo hubiera hecho en un parpadeo. Por otro lado, quizá sólo
cambió para mí. Quizá todo este tiempo estuve tratando de engañarme al pensar que la peor
cosa que has hecho fue tener tu trasero pateado en un par de riñas. Quizá simplemente no
quería ver lo que eras, eres, capaz de hacer. Jacob, te amo. Prometí no juzgarte. Prometí no
herirte. Pero voy a tener que romper esas promesas porque… ¿lo que has hecho? No sé si puedo
manejarlo. Necesito pensar y tan cliché como suena, pero, necesito espacio.
Tuve que tomar varias respiraciones profundas cuando terminé, y todo el tiempo, mi pecho
estuvo doliendo. Dolía tanto que puse mis dedos directo sobre la piel de mi caja torácica, como
si pudiera hacer que mi corazón latiera regularmente de esa forma.
Jake se sentó, y esta vez., no pudo enmascarar la mueca de evidente dolor en su rostro.
Balanceó sus piernas sobre el lado de la cama, mirándome. Sólo mirándome. No pude leer nada
en su expresión y descubrí que quería hacerlo. Quería que fuera franco, honesto. Quería que me
dijera que nunca habría funcionado entre nosotros. Que éramos demasiado diferentes, y no tenía
nada que ver con el color de piel, religión, música favorita, y todo con el hecho de que él obtenía
placer quitando vidas mientras yo estaba entrenada para salvarlas.
—¿Vas a dejarme? —preguntó Jake, su rostro vacío—. ¿Por qué maté… por ti?
—¡No pongas eso sobre mí, Jacob! —exploté, sintiendo cada pedazo de la emoción que
intentaba embotellar, burbujear sobre el borde y en el espacio entre nosotros—. ¿Qué persona
sana permanecería contigo después de esto? ¿Qué persona sana trataría de justificar lo que
hiciste, lo que dices que has estado haciendo?
—Todo lo que hago, lo hago por ti y por el club. Pero si quieres que elija… —su voz se
apagó, dejándome para rellenar los espacios en blanco.
—Entonces, el club viene primero, ¿verdad? —tan pronto como la ira salió de mí, me dejó.
Me sentí derrotada—. ¿Ghost y Sin y todos esos chicos allá afuera? Ellos vienen primero,
¿verdad? Podrías morir o ir a prisión, pero oye, mientras mueras usando el parche de los
Phantoms en la espalda, ¡todos podremos beber y follar en tu memoria en tu velorio!
—Frena ahí, Maya —escupió Jake—. Te dije en que te metías al estar conmigo, ¿no lo
hice?
—¿Me dijiste que estarías asesinando a cualquiera que me dijera palabras amenazantes?
¿Qué estarías eyaculando por el pensamiento de torturar personas? ¡No, Jacob Ford, no me
dijiste eso! —estaba gritando y no me importaba un carajo. No me importaba si alguno de los
llamados hermanos de Jake volvía a entrar, con las armas apuntando—. No puedo estar contigo
sabiendo que vas a morir cualquier día, y no puedes ser tan egoísta de pedírmelo. No cuando
conoces mi experiencia con la muerte.
Jake se puso de pie, el ceño fruncido y sudoroso, haciendo su frente brillar—. Tú me
matarás. Tú me romperás. Y tal vez sea un hijo de puta mandilón dejándote saber esta mierda,
pero si me dejas…
—¿Chantaje emocional, Jacob? —solté, luchando por sacar las palabras más allá del nudo
de mi garganta—. ¿Tu pene no fue suficiente, así que quieres jugar con mi corazón?
—Joder, Maya. —dijo, cayendo de rodillas, presionando sus manos a sus costados.
Ni siquiera lo pensé, sólo fui a él, esperando ver su corte correctamente. Queriendo
ayudarlo.
En el instante en que me paré sobre él, sus brazos se levantaron, enredándose alrededor
de mis piernas y sujetándome ahí como bandas de acero.
—¡Detente, Jacob! —siseé, tratando de alejarlo de mí—. ¡Sueltame!
—Nunca —le oí decir.
—Por favor —supliqué, disponiéndome a no llorar. Si lloraba, él querría hacerme sentir
mejor y no había forma de que estuviera sometiéndome a otra ronda de te-follaré-para-hacerlo-
mejor con este hombre.
—Ya no te deseo —me hice decir—. Quiero volver a la manera en que eran las cosas,
cuando te odiaba. Quiero fingir que nunca te amé, Jacob Ford.
Como magia, fui libre de él. Bueno, de su retorcido agarré.
Me miró a los ojos, ojos avellana glaciares, y dijo—: no puedes dejarme. Lo que
jodidamente sea. Sólo no dejes el recinto donde estás a salvo, ¿entiendes?
—Entendido —susurré. Me aparté de él—. Necesito… tengo que checar a Daisy. Por
favor, asegúrate de tener esa herida revisada, Jacob.
Ahora estaba sentado en la alfombra, sus largas piernas extendidas frente a él—. Tráeme
una cerveza, ¿sí?
Eché una mirada a las rayas de sangre en mis piernas de mis descoloridos pantalones—.
Está bien.
Salí de la habitación, alejándome del primer hombre al que había amado.
Y seguí caminando.
Me las arreglé para salir de la casa hacia la noche oscura. Tenía mi teléfono y mi auto
estaba de vuelta en mi lugar. Cuando fui a la puerta principal, donde había un pequeño grupo
de prospectos de pie, todos ellos rieron en mi cara cuando les dije que quería irme. Incluso cuando
los amenacé con la policía.
Sin opciones, llamé a la única persona que sabía podía llegar aquí en cinco minutos y que
en realidad le permitieran entrar. Esperé afuera hasta que escuché la motocicleta de Catalina
rugir hasta donde yo estaba.
Sin palabras, me entregó un caso de repuesto. Me lo puse, subiendo a la moto detrás de
ella y poniendo mis brazos alrededor de su cintura.
Catalina era una buena amiga. Había ignorado mis lágrimas.

Lo llamaban cardiomiopatía de Takotsubo, porque la forma del corazón afligido se asemeja


a las trampas del pulpo japonés llamado Takotsubo, pero prefería llamarlo por su nombre
común: síndrome del corazón roto.
¿Cómo le explicas a alguien que no puedes respirar porque tu corazón duele? ¿Qué tu
pecho duele tan mal que sientes la necesidad de abrirlo y arreglarlo por ti mismo?
No era estúpida; sabía que no tenía cardiomiopatía inducida por estrés, pero eso no hacia
lo que estaba sintiendo, menos doloroso.
Catalina me había traído a la casa club de las Bloody Marys, estacionando en un lote en
el frente que estaba lleno de motocicletas de todas las formas, marcas y colores. Era un recinto
bastante decente, y Catalina me dio un gran recorrido ella misma, ofreciéndome una cerveza
como ella.
—No, gracias —le dije, levantando el dobladillo de mi top para mostrarle.
—Oh —dijo.
Al menos sabía que las suturas en mi abdomen se disolverían para la próxima semana o
así. Ni siquiera podía pensar tan lejos.
Catalina me presentó a todas las “perras” en el área del bar del club. Ahí estaba Jude, una
pelirroja que tenía perforado el rostro completo, Smokey, quien, como su nombre implicaba,
tenía una voz ronca y olía a cigarrillos; Monroe, una mujer de ojos azules que medía dos metros
con una muy ruidosa risa, Eve, cuyo corte de cabello estilo pixie había sido teñido de azul. Esos
eran los únicos nombres que podía recordar en mi estado, pero nunca olvidaría la insignia de
las Bloody Marys, una silueta de una mujer con cabello largo en una motocicleta con una
guadaña en la mano. Estaba en la espalda de sus chalecos de cuero y me recordaba al asesinato.
Quizá sólo estaba proyectando.
Sin embargo, saludé a cada mujer con una sonrisa fingida en su lugar antes de susurrarle
a Catalina que estaba cansada. Ella aún no me había preguntado por qué quise alejarme de los
Phantoms a las nueve de la noche, y por eso, estaba infinitamente agradecida.
La habitación que me había dado tenía “Lace” impreso en la placa de identificación a
través de la puerta, pero estaba limpio y vacío. Una sola cama estaba empujada contra la pared,
frente a la gran ventana que dejaba entrar la luz de la luna, y eso era todo.
—Si tienes hambre, sólo grita —dijo Catalina—. O mejor aún, ve a la cocina al final del
pasillo y hazte algo por ti misma. Tengo tu espalda, Silver.
Me volví para mirarla a la cara—. ¿Cómo me llamaste?
—Silver —dijo, lentamente, tocándose un lado de su ojo derecho con el dedo—. Ya sabes,
por el color de tus ojos.
Tragué con fuerza, bombardeada con los recuerdos de todas las veces cuando Jake me
llamaba su Ojos Plateados mientras me follaba. Mi corazón dolía—. Me gusta, Cat18.
Hace tiempo que se había rendido en que la llamara “Pussy”—. Entonces es oficial, perra.
Eres Silver.
Una vez que se fue, colapsé encima de la cama y traté de dormir. Al lado de la almohada,
mi teléfono seguía vibrando, así que lo apagué. Eventualmente, tendría que encarar a Jacob como
un adulto y recolectar mis cosas.
Eventualmente.

18
En inglés pussy aparte de coño también significa gato/gatito. Cat es gato.
“Pasé toda mi vida eligiendo, y siempre escogí mal”
—Hollywood undead, Hear me now.

Doc era un sádico cabrón.


Pero eso estaba bien, porque yo también lo era.
Limpió mi herida con cero ternura y me cosió rápido, sin importarle un bledo que pudiera
sentir cada quemadura del desinfectante, cada picadura de la aguja. No me importó una mierda.
Necesitaba sentir algo, y el dolor era siempre un buen recordatorio de que aún seguía aquí.
Seguía vivo. Seguía libre para montar un día más.
—¿Qué pasó? —gruñó Doc mientras me vendaba después.
Él estaba en sus cincuentas, una vez un reconocido cirujano cuyos problemas de
alcoholismo lo habían llevado a demanda por negligencia tras demanda por negligencia, hasta
que eventualmente estuvo en la lista negra. El tipo de hombre lo suficientemente desesperado
para ser contratado por un club de motociclistas. Pagábamos bien. Eso era lo que importaba.
Este es, el por qué le di a Doc una mirada. No se suponía que le importara una carajo.
Nunca lo hacía.
—Sólo pregunto porque es realmente una asquerosa cuchillada. Sucia, también. Un poco
más arriba, podría haberte perforado el pulmón —dijo Doc, sonando como siempre.
—Como si me importara. Sólo termina, así puedo volver a lo que estaba haciendo.
Los ojos de Doc viajaron hacia las botellas vacías de cerveza cubriendo casi cada superficie
de la alfombra en mi habitación—. Seguro —dijo.
Después que se fue, Sin entró a mi habitación, viendo el caos con una ceja levantada—.
¿Qué pasó aquí?
Mi mujer jodidamente corrió al carajo de aquí y tuve que conseguirme mi propia cerveza.
—Bienvenido a la tierra de los vivos —gruñí, mirándolo desde donde estaba sentado en
el suelo.
Sin estaba sin camisa, un vendaje envuelto alrededor de su bajo vientre. Aparte de eso, el
bastardo se veía bien. Me envío una sonrisa torcida—. Por lo que escuché, habría muerto si no
fuera por tu mujer. Vine a agradecerle.
—Se fue.
—Hmm —con un gemido, vino hacia abajo y se sentó a mi lado—. Te ha jodido.
—Jodidamente me liberé —murmuré, abriendo mi quinta fría de la noche. Mis ojos se
cerraron cuando el fresco líquido se deslizó por mi garganta—. Era más problemas de los que
valía la pena.
—¿Entonces por qué estás bebiendo?
—Porque aún puedo olerla.
—Jesucristo, Ghost tenía razón —Sin me golpeó con un hombro y le lancé una mirada
feroz—. Estás azotado. Se siente de la mierda, ¿no?
No respondí. El puto estaba riéndose de mí y todo lo que quería era presionar mi dedo
contra su herida en su intestino, escucharlo gritar. Respetaba a Sin. Demonios, lo quería como
a un hermano mayor. Era el VP del club, inteligente y calculador. Pero en este momento, quería
sacarle la mierda a golpes porque tenía razón. Se sentía de la mierda.
—¿Quieres halar de eso? —presionó Sin cavando en sus bolsillos por lo que sabía era un
cigarrillo.
—¿Sobre qué? ¿Cómo elegí al club sobre la mujer que amo? —empujé mis dedos sobre
mi costado vendado, encontrando la herida. Presioné fuerte, inhalando bruscamente.
—Puedes tener ambos.
—¿Así como tú hiciste?
Sin se calló. No le gustaba hablar de Nicole. La perra se había mudado a otro continente
para escapar de él, malditamente cerca de romper su puto corazón hace cinco años. Sin la había
amado, tan perra y tensa como había sido, y ella lo botó por quién y lo qué él era… mierda. La
misma historia se estaba repitiendo conmigo y mi maldita chica Ojos Plateados.
—No funciona para todos nosotros. Especialmente si no queremos —dijo en voz baja,
encendiendo su cigarrillo—. Nicole nunca hubiera sido feliz conmigo. Yo era lo suficientemente
bueno para follar, pero cuando se trataba de fiestas en la oficina y lujosas recaudaciones de
fondos, era su sucio puto secreto. ¿Tú mujer se avergüenza de ti?
Pensé en ello. ¿Estaba Maya avergonzada de mí? De ninguna puta manera. De eso, estaba
seguro. Me presentó a sus amigos, me había permitido entrar en su espacio. Ellos quizá no me
habían aceptado, especialmente ese idiota de Lucas, pero aceptaban que estaba
permanentemente incrustado en la vida de mi mujer. Nunca había sido presentado como el
novio de nadie antes, ni siquiera por Ella, qué básicamente me había etiquetado como el chico
al que follaba regularmente, y supe que era malditamente afortunado de ser reclamado por Maya
Fenton.
Ella era jodidamente todo.
Sin embargo, no le respondí a Sin. No estaba en el estado de ánimo de tener un corazón a
corazón con él. No, iba a embriagarme como estúpido y esperaba embriagarme lo suficiente para
que mi sentido del olfato se cerrara completamente. El jodido perfume de Maya llenaba mi
habitación y no podía alejarme. No podía alejarme de mis pensamientos tampoco. Me sentía…
sanguinario. Insano. Lleno con esta maldita rabia no podía sacudirme.
Estaba molesto conmigo. Molesto porque era un enfermo, retorcido cabeza de mierda y no
sabía cómo ser nada más. Molesto porque lo había aceptado hace mucho tiempo. Molesto porque
jodidamente me gustaba quien era.
Entonces, estaba enojado con Roisin jodido McNally. Perra psicópata con cuchillas por
dedos. ¿Quién malditamente enlistaba a su hermana pequeña en una guerra? Por otra parte,
Roisin era una criatura loca, obsesionada con cuchillas y mutilar hombres con ellas. ¿El hecho
de que Sin y yo hayamos sido masacrados por una degenerada de veintidós años que nos atacó
en nuestro punto ciego mientras espiábamos en el cuartel McNally? Herida al ego, y algo que
ambos acordamos llevar a la tumba, antes de que Sin se desmayara. No importaba que pasara,
iba acabar a esa perra.
Finalmente, estaba molesto con Maya por jodidamente correr. Debí haberlo visto venir.
Mujeres como ella no comprenden la oscuridad del mundo. Lo intentan, pero simplemente no
pueden. Quieren creer que todo es una puta película de Disney, y cuando descubren que no lo
es, sus cabezas explotan.
Mi madre había aceptado quien era mi padre, como mi abuela había aceptado a mi abuelo.
Ellas aceptaron su estupidez, sus imprudencias. Los amaron. Claramente, Maya no me amaba
lo suficiente. O amaba, punto.
—Rip, tienes que ir tras ella —Sin estaba diciendo, voz áspera—. La amas. La quieres.
Ve por ella.
Tomé otro trago de mi cerveza, intentando callarlo. Sabía que Pussy había venido a buscar
a mi mujer y que probablemente estaba refugiada con el resto de esas perras amazonas
motociclistas en la ciudad, dándoles una sentimental historia. Había estado a cinco segundos de
golpear las vergas flojas de los prospectos que habían permitido a Maya dejar el recinto, pero
Beast me había detenido. La seguridad en la casa club de las Bloody Marys era alta.
En su lugar, decidí beber porque beber era el menor mal de las cosas que quería hacer.
Después de un rato en silencio, Sin se fue. Él sabía que necesitaba estar solo.
Pero cuando estás solo, es cuando eres más irracional.
Me puse de pie y fui al cuarto de baño, pasando una mano sobre mi descuidado cabello y
alejándolo de mi rostro en el proceso. En el espejo, lucía asqueroso. Ojos avellana inyectados en
sangre, salpicados con verde en la luz, me regresaban la mirada. Estaban llenos con dolor y furia
y cada puta emoción que me hería. Anhelaba liberarla del todo de la única manera que sabía:
follando o peleando.
Y ya que Maya no estaba aquí…
Golpeé mi puño contra el vidrio. No se rompió. Mi reflejo continuó mirándome.
—Eres un inestable pedazo de mierda —dije en voz alta—. Justo como tu padre.
Agarré el borde del lavabo, colgando mi cabeza. Yo era Ripper, él había sido Reaper. Sus
problemas de ira habían sido legendarios. Parpadea mal a Reaper, y tomaba tu alma. Eso era
lo que solían decir de mi viejo. Para mí, eso había sido ridículo. Él había sido Papá. El hombre
que usaba un rosario y nos hacía a Baron y a mí ir a misa los domingos, incluso cuando
teníamos todo un banco para nosotros porque todos estaban asustados de Reaper. Me enseñó
italiano, aunque había dejado Sicilia cuando tenía siete. El día que murió, juré que nunca diría
otra palabra en italiano de nuevo. Y no lo había hecho.
Olvídalo. Se fue. Nunca lo volverás a ver.
Tomé una respiración profunda, levantando mi cabeza nuevamente—. Lo veo ahora.
Esta vez, cuando golpeé el vidrio, se rompió.

Estaba con resaca o medio muerto, y estaba yendo por lo segundo.


Maldiciendo audiblemente, balanceé mis piernas sobre la cama… y pisé un cuerpo.
Maldita sea, pensé, intentando enfocarme. ¿Qué demonios hice anoche?
Glenna, la mujer de Beast, dejó salir un grito agudo, sentándose en el suelo—. ¿Qué
demonios, Ripper? ¿Estás ciego o algo? —murmuró, frotando su costado. Apartó un pedazo de
cabello rizado lejos de su rostro—. ¡Casi me aplastas!
—¿Qué demonios estás haciendo en mi habitación? —espeté, arrojando una sábana sobre
su cuerpo desnudo.
El sonido del inodoro funcionando en mi baño me hizo girar para enfrentar la puerta.
Beast salió, desnudo como el día en que el doctor azotó su gran trasero.
—¿Qué? ¿Carajos? —salté sobre mis pies demasiado rápido, haciendo mi cabeza girar.
—Relájate, hombre. No dormimos juntos —Beast estaba poniéndose los pantalones
mientras hablaba—. Me pediste que me asegurara de que no dejaras esta habitación, así que te
miré beber hasta que te desmayaste. Glenna me hizo compañía. Follándome en el suelo mientras
dormías como un bebé.
Sentí mi mandíbula apretarse—. Dime por qué no debería patearte el trasero por saturar
mi alfombra con semen, Beast.
Me envió una sonrisa fácil que hizo a sus amenazantes rasgos suavizarse—. Porque le
diré a los chicos que hablas en sueños.
La voz nasal de Glenna entró—. Sí, definitivamente lo haces. Como que matabas el
momento algunas veces, ya sabes —se puso de pie, sin problemas con su desnudez.
—Ambos, fuera —ladré, sintiendo mi rostro calentarse. ¿Quién diablos sabía qué dije
cuando dormía? Probablemente rogaba como una perra para que Maya regresara conmigo.
Probablemente tuve un sueño húmedo sobre ella en sus rodillas. Probablemente—. ¡Vete al
carajo, Beast, y llévate a tu mujer contigo!
Riendo, Glenna se puso un vestido y permitió a Beast tomar su mano y llevarla fuera.
Mi cabeza estaba golpeteando y sentí una ligera punzada de dolor en mi costado donde la
perra loca McNally me había picado. Levanté mi mano derecha y encontré que estaba
endurecida con sangre seca. Doc definitivamente tendría que mirarlo.
Todavía me sentía como mierda.
Y todavía podía oler a Maya.

No tenía ilusiones sobre a dónde iría cuando muriera. El presidente de la sección madre
de los Phantoms había creído tanto en la antigua Grecia como en la mitología nórdica,
probablemente por sus fuertes guerreros, así que creía en ambas versiones del mas allá. Había
sido tan firme que sepultamos a nuestros muertos en consecuencia, por lo tanto, la tradición de
pagar a un barquero, Charon19, y la creencia de que los que murieran en batalla se reunirían en
Valhalla20.
Mierda total.

19
Carón o Caronte. Barquero de Hades, encargado de guiar las almas por el río Aqueronte si tenían una moneda de
plata para pagar el viaje.
20
Es majestuoso salón ubicado en la ciudad de Asgard gobernada por Odín.
Sólo había un cielo y un infierno, y sabía que cuando me llegara el tiempo de ser juzgado,
sería quemado por mis pecados. Mi padre había sido sepultado con una moneda de plata en
cada ojo, vestido con sus cueros. Nunca había creído en Hades. Satanás, quizá, pero
definitivamente no en algún místico dios griego del inframundo. Nuestro primer Prez se había
vuelto loco, sentí, pero sus rituales de sepultura se habían mantenido. Demonios, incluso estaban
en la constitución del club, escrito como una ley.
Sobra decir que me guardaba mi opinión sobre esto.
También sobra decir que estaba a punto de añadir otro vil pecado a mi ya larga lista.
—¿Estás listo? —dijo Ghost, observándome cuidadosamente mientras nos parábamos en
la puerta del sótano—. Porque no quiero desperdiciar a una perfectamente buena rata irlandesa
si terminas cocinándola antes de que chille.
—Sin promesas, Prez —murmuré, abriendo la puerta con mi mano lesionada.
La mano de Prez descansaba en mi hombro—. Lo digo en serio, Rip. Necesitas contenerte.
Sin decisiones impulsivas que jodan todo para nosotros. No. Lo. Mates.
Me encogí de hombros para liberarme de su mano y bajé las escaleras. Ghost encendió la
luz detrás de mí, enviando un pálido resplandor a lo largo de la gran sala. Décadas antes, las
celdas de prisión habían sido construidas aquí abajo, barras de hierro y todo. Hacía el retener a
un prisionero mucho más fácil.
Iba a jodidamente amar esto.
El hombre rubio sentado y atado a una silla de madera, desnudo. Su rostro estaba abollado
y herido, su cabello enmarañado en su cráneo con sudor. Beast estaba parado a su lado,
removiendo sus manoplas.
—Este es duro como la mierda —se quejó, levantando una ceja—. E insano. Pretendiendo
que su saliva es venenosa. Intentó escupirme en el ojo.
—Demasiado ajenjo —bromeó Ghost.
Sentí mis labios temblar. Agachándome, para así estar al nivel con el hombre de McNally,
juzgué el daño que había hecho Beast. Nariz rota. Probablemente una mandíbula rota también.
Podría haber destrozado su tímpano, con toda la sangre saliendo de su oreja izquierda.
—¿Sigues vivo? —murmuré, aunque podía oír su pesada respiración.
Sus ojos se abrieron, perforándome con su mirada azul. Me escupió, apuntando a mi
rostro y yendo a parar a mi hombro.
Oh sí. Estaba vivo.
Me puse de pie, tronando mis nudillos—. ¿Dónde está McNally? Sé que no está en su
pequeña base, ¿así que dónde se oculta? —rodeándolo, me incliné, susurrando en su oído—.
Me lo dirás, y terminaré esto rápido. Amablemente.
—Jódete —dijo jadeando, tratando de golpear su cabeza contra la mía. Se retorció en la
silla, sus manos atadas en su espalda—. Chúpame mientras estás en ello.
Me reí—. Voy a disfrutar romperte.
—Él no se romperá —dijo Beast, cruzando sus brazos en su pecho.
Aún seguía molesto sobre lo que había hecho en mi habitación la otra noche, pero iba a
dejar eso de lado. Esta vez—. ¿Quieres apostar?
—¿Quieren ponerse serios por un puto segundo? —exclamó Ghost impacientemente
detrás de mí—. Tengo cosas que hacer.
—No tienes que estar aquí —le dije, sin mirar sobre mi hombro.
—Tengo que asegurarme de que no te enciendas y lo mates sin obtener nada primero,
¿no?
—Beast está aquí —señalé.
—Beast no puede controlarte.
Me giré para enfrentar a Ghost, cerrando mis manos en puños—. No soy un animal
salvaje que necesita un domador, Prez. Así que deja de tratarme como uno.
La mirada en el rostro de Ghost se endureció. Tomó un paso hacia adelante—. Tú
jodidamente nos metiste en una guerra con McNally en el segundo en que tomaste a su hermano,
sin provocaciones —dijo en voz baja—. Así que no pienses por un segundo que tienes derecho
a hablar mierda. Soy tu presidente antes que tu hermano. No olvides eso, Ripper.
Una cosa sobre Ghost era que entre más enojo tenía, más baja se volvía su voz. Estaba
jodidamente enojado entonces. Pero también yo. A pesar de esto, mantuve mi boca cerrada,
dándole un simple asentimiento que lo había escuchado alto y claro.
Me volví hacia nuestro cautivo—. Una última oportunidad: ¿dónde está McNally?
—Bien metido dentro de tu madre.
Ahora, verás, simplemente no mencionas la madre de un hombre y esperas buen karma.
Él no vio venir mi puño hasta que lo estaba golpeando en la boca.
—¿Quieres intentar decir eso sin dientes? —gruñí, con la intención de romper hasta el
último de su boca—. Mi madre era una santa. Jodidamente cortaré tu lengua por mencionarla
con tu asquerosa boca.
—No antes de que nos dé algo —dijo Ghost sonando exasperado.
Tomé una respiración profunda, sacudiendo mi puño. La piel de mis nudillos ardía, y ese
ardor era tan familiar que sólo lo ignoré. Inhalando profundamente, miré mientras el hombre
giraba su cabeza a un lado y escupía un desastre de saliva, sangre…y un diente.
Estaba enfermo por disfrutar esto, pero no pude evitarlo.
—¿Sabes qué hago para vivir? —apreté un puñado de su cabello, forzándolo a mirarme—
. Tatúo personas. Construyo motocicletas de la nada. Hago un regular té Long Island. Monto
mi Harley —pausé, midiendo el odio en sus ojos—. Y hay otras mierdas. Vendo armas a los
mexicanos. Vendo drogas a los rusos. La clase de cosas que tu jefe de mierda hace detrás de su
lujosa compañía manufacturera. ¿De verdad quieres morir por él, Greg?
Sus ojos se ensancharon por el uso de su primer nombre. Sólo por un segundo—. Gracias
por la historia de tu vida, pero no soy Oprah.
—Lindo. Te voy a tatuar, Greg.
Casi se encogió de hombros. Su cuerpo entero estaba cubierto de tatuajes, vívidos diseños
intrincados que en realidad me hacían querer darle una mirada más de cerca. Y lo haría. Una
vez que su cuerpo estuviera frío.
—¿Crees que una pistola de tatuar será una tortura? —bufó—. Esperaba más de ti,
Ripper.
—Pero, Greg —dije, yendo a la tambaleante vieja mesa fuera de su visión periférica—.
¿Quién dijo algo sobre una pistola de tatuar?
Me puse mis gafas oscuras de protección y tomé mi pistola de soldar, rápidamente
ajustando la línea de presión y asegurándola al par de mangueras que conducían el oxígeno y
acetileno de los tanques estando seguros.
La flama azul que iluminaba la punta de la pistola trajo una sonrisa a mi rostro, pero sólo
durante un segundo. Alguien gritó detrás de Ghost, haciendo el tiempo detenerse.
Daisy estaba parada al pie de los escalones, su boca congelada en una O. Me miró
fijamente, miró a un ahora tembloroso Greg, miró a su hermano, miró a Beast. La pistola de
soldar aún estaba en mi mano y sin pensarlo, apagué el gas, arrancándome las gafas.
Ghost maldijo entre dientes—. ¿No dije que el sótano estaba fuera de los límites, Dee? —
se acercó a ella, agarrándola del brazo—. ¿Por qué nunca me escuchas?
—No —dijo, mirándome directamente a mí con sus malditos ojos ensanchados.
No hagas esto… No seas esto… No quieras esto…
Ghost estaba gritando por una de las mujeres para que le echará un ojo a su hermana,
pero no pude escuchar las palabras exactas. En ese momento, me vi a través de los ojos de una
niña de trece años. Asusté a esa niña. Vio a un sádico, un hombre a punto de jodidamente poner
una flama azul en la piel de otro hombre porque quería una ubicación. Ella vio a un monstruo.
Y eso es lo que Maya vio también.
Vino a mí como un maldito momento eureka. Esta mierda de Jekyll y Hyde que estaba
haciendo con Maya no fue justo para ella. Si quería estar con ella, tenía que conocer a Ripper,
y no sólo a Jacob Ford. ¿No era ese el puto problema? Era Jacob con ella, el Jacob regular sin
hoja de antecedentes penales o la incontrolable urgencia de herir a alguien, y ella no tenía una
real idea de quién era Ripper o de qué era capaz. El asesinato ni siquiera era lo peor.
Pero ella no quiere conocer a Ripper.
Este era yo. No podía cambiar. Realmente no quería hacerlo. ¿Pero ver el rostro de Daisy
y saber que así era como Maya me veía? Esa mierda dolía. Ni siquiera era un buen tipo de
dolor, el tipo que te envía una ráfaga de adrenalina corriendo por el cuerpo. No, era el tipo de
dolor que me volvía loco de ira por ser tan estúpido.
La verdad era que en realidad no culpaba a Maya por correr. Justo ahora, con toda esta
mierda volando, yo era tóxico. La consumiría. La arruinaría. Y luego yo podría morir. Estaba
muriendo. Justo ahora. Cada minuto que pasaba sin estar alrededor suyo, sin saber cómo lo
estaba haciendo, desgarraba mis entrañas. Quería clavar mi dedo en mi herida y hacerme sentir
algo más, un tipo diferente de dolor. Si no la tenía de regreso, yo moriría. Sabía esto. Estaba
flotando en el fondo de mi mente, esperando a revelarse en el momento más inconveniente
cuando inevitablemente haría algo a medias y me mataría.
¿Cómo me había vuelto tan dependiente de su luz? ¿Cuándo ocurrió? ¿Importaba?
Tuve una cosa buena, no estuve tan hecho un desastre que no pude verlo, y, sin embargo,
estaba en un sótano a punto de encender a un chico en lugar de mantener esa cosa buena.
Era tonto como mierda de caballo.
—Beast, encárgate —me escuché decir, alejándome de esta escena.
—Sí, seguro, hombre.
Ghost se encontró conmigo en lo alto de las escaleras—. Demonios, ¿a dónde vas?
—A conseguir ayuda.
“Te construí, pero me defraudaste”
—Linkin park, Burn it down

Salí del dormitorio justo a tiempo para atrapar a Ghost dejando la habitación de Catalina,
cabeza ligeramente agachada mientras se enfocaba en subir el cierre de sus pantalones. Sólo
tuve una fracción de segundo para decidir si debería regresar al dormitorio como un conejillo
asustado o reconocer a Ghost con un saludo.
Miró hacia arriba, decidiendo por mí—. Maya —dijo a modo de saludo, una sonrisa
curvando sus labios—. ¿Cómo te va?
—Eh, Bien. Sí. Bien —aclaré mi garganta—. ¿Cómo estás tú?
Miró sobre su hombro a la puerta cerrada de Cat—. Genial, Maya. Estoy genial.
—¿Cómo está Jacob? —no había querido preguntar, porque en los cuatro días que había
estado con las Bloody marys, Sticks me había estado dando un informe diario que significaba
absolutamente nada, desde que Jake estaba ASP.21 Sin embargo, apreciaba el gesto, más de lo
que Sticks jamás sabrá.
El rostro de Ghost se nubló, sus ojos tempestuosos. En ese momento, parecía, todo él, el
amenazante líder de una pandilla de ex convictos—. Deberías preguntarle tú misma, Maya.
—Su teléfono va directo al correo de voz. Aunque está bien, ¿no?
—Regresa al club.
Miré hacia otro lado—. No puedo.
—Maya…

21
Ausente Sin Permiso.
—No, Ghost. He pensado sobre esto. No puedo estar ahí —me forcé a sonreír—. Aprecio
todo, pero estoy bien aquí.
Asintió una vez—. Tienes mi número.
—Sí.
Y luego se acercó y presionó un beso en mi frente—. Úsalo en algún momento.
Se marchó, y Catalina salió, vistiendo su usual pantalón y chaleco de cuero. Estaba
peinándose el cabello húmedo con sus dedos.
—¿Ya cenaste?
La miré—. Es después de medianoche. Estaba, um, iba por un poco de leche.
—¿No puedes dormir? —puso su brazo alrededor de mi cintura mientras caminábamos
hacia la cocina.
—No he estado durmiendo mucho —confesé, sonando apagada.
—Lo que necesitas es un poco de vino tinto.
Dejé escapar un suspiro—. No se supone que beba, Cat.
—Te han sacado el apéndice, Silver. No estás embarazada de cinco meses.
Rodé mis ojos, levantando mi trasero sobre un solitario taburete en la isleta de la cocina—
. Independientemente, órdenes del doctor.
—Apuesto a que tu doctor te dijo que nada de sexo también, pero eso no te detuvo.
Sentí mi piel calentarse, y Catalina me guiñó.
—He conocido a Ripper desde siempre. Él no dejaría que eso le impidiera entrar en ti.
Gruñí—. Por favor, para.
Riendo, se sirvió una copa de vino y la echó por su garganta—. Eres linda. Recuerdo
cuando tenía tu edad.
—Hace sólo ocho años, pero continúa.
—Como sea, estaba con un tipo que era un tipo de adicto al sexo y nada, me refiero a
nada, podía detenerlo de follarme —dijo, sirviéndose otra copa—. Él estaba en el hospital con
una pierna rota e insistía en que lo montara. Y no me hagas comenzar con el sexo durante mi
periodo en la duch…
—Oh Dios, Cat. ¡Preferiría que no!
—Mi punto es, cuando tienes a un hombre así, mantenlo. Él es buena persona —me
guiñó el ojo—. Me refiero a Ripper, en caso de que no hayas entendido.
—La vida no es todo sobre sexo y pasar el tiempo en la cama complaciéndose uno al otro
—murmuré, saltando del taburete para ir al refrigerador. Todo el mundo en la casa me había
dicho que me sintiera como en casa, y lentamente, estaba empezando a hacerlo. Ayudaba que
estuviera abastecido con mi comida chatarra favorita.
—La vida te jode y luego mueres. Sé eso —me dijo Cat—. Así que, es por eso que tienes
que apreciar las pequeñas cosas. Como el buen sexo.
Tomé el cartón de leche y lo vertí en un vaso en el mostrador de la cocina—. ¿Qué pasa
contigo y Ghost?
—Ghost y yo tenemos un acuerdo mutuo.
Me volví para verla apoyada en el mostrador—. Son amigos con derechos.
—No, no realmente. Él quiere casarse. Yo no estoy lista para dejar de tener diversión.
Sentí mi boca caer abierta—. ¿Ghost quiere asentarse? ¿Y tú no?
No estaba exactamente sorprendida sobre Ghost queriéndose asentar, era que había visto
como era con las mujeres en el club. Se alimentaban de su oscura y buena apariencia, su
autoridad. Cada noche, tenía a una mujer diferente. A veces, repetía. ¿Y se suponía que era el
rostro del estilo de vida de vallas blancas y bandas de boda?
Catalina me dio una pequeña sonrisa—. No estoy lista para eso. Ghost lo entiende.
Por un momento, lucía triste. Pero luego terminó su vino y esa mirada en su rostro se
desvaneció.
—¿Quieres decirme por qué tú y Rip están peleados? —ladeó su cabeza con curiosidad—
. He sido paciente por cuatro días, Silver. Tienes que darme algo.
Apreté mi vaso un poco fuerte, como si tuviera miedo de tirarlo—. No es nada.
Es todo.
Cat suspiró pesadamente—. No sabrías esto mirándome, pero te daré un buen consejo,
así que cuando estés lista, yo…
—Él tiene un problema, Cat. Creo que es mental, pero no puedo estar segura hasta que
sea diagnosticado. Si es diagnosticado.
—¿Qué clase de problema? —la voz de Cat fue suave, y eso fue todo lo que necesité para
transportarme a esa noche. La noche que tuve miedo de Jake Ford.
—Tal vez soy ingenua, no, sé que fui ingenua, pero no… nunca imaginé que Jacob pudiera
asesinar personas tan fácilmente —dije, bajando la leche. Me di cuenta de que mi estómago ya
no podía soportarlo—. Drogas, armas y peleas. Eso era todo lo que había imaginado. Era malo,
sí, pero podía… podía lidiar con eso, ¿sabes? Pero entonces… McNally…
—Maya —dijo Cat—. ¿Sabes que Ripper forma parte de un club fuera de la ley? ¿Con
un nombre de carretera como Ripper, qué es lo que esperabas?
No sonaba condescendiente, pero, de todos modos, me estaba poniendo rápidamente
molesta—. Cuando Jake y yo estuvimos juntos, él estaba retirado. Se retiró incluso antes de que
fuéramos algo, cuando estaba en prisión. Hizo eso por su madre —le dije, empujándome de la
barra y parándome derecha—. Y todo fue tan repentino, me di cuenta de que no estaba siendo
completamente honesto conmigo. Me di cuenta de que era un Phantom otra vez y ni siquiera
tuvo la decencia de decirme él mismo. Dejé eso pasar. ¿Pero esto? Cat, no sé cómo pasar esto.
Tú simplemente no pasas del chico que amas, acabando siendo este… este monstruo. No pasas
de la posibilidad que cada minuto que respira, alguien lo quiere muerto. Tuve que ser egoísta
y… y retroceder.
Arrugué mis ojos, cerrándolos, peleando contra las lágrimas. No importaba, porque ya no
podía salir nada. Oficialmente había llorado todo. Tuve una mala experiencia con pandillas y
parecía como si no pudiera escapar de la muerte de todos a los que amaba.
—Está bien, respira —estaba diciendo Cat, su voz sonando cercana. Cuando abrí mis
ojos, estaba parada a mi lado—. Esto es la vida, Maya. Siempre habrá chicos malos y chicos
buenos. Y luego, están nuestros chicos, los chicos que tienen que ser malos a veces para
protegerse a sí mismos y a los que aman. Ripper es bueno para ti, no puedes negarlo, ¿puedes?
Mordisqueé mi labio inferior—. Ya no lo sé.
Las cejas de Cat se fruncieron. Sus ojos verdes se llenaron de confusión—. ¿Eso qué
significa?
—Significa que cuando estamos juntos… —mi voz se apagó mientras buscaba la palabra
correcta—. Se convirtió en mi mejor amigo. Cuando está dentro de mí, quiero que
permanezcamos así por siempre porque puedo sentir su corazón latiendo sobre mi pecho. O
espalda. Dependiendo. Sus latidos me aseguran que sigue ahí. Sigue vivo —sabía que yo tenía
problemas. Esta era una de las cosas que mantenía para mí misma. Qué después de que Jake
caía dormido, me gustaba yacer despierta, rezando para no tener que verlo morir antes de su
hora.
—Eso es dulce, Maya —ofreció Cat.
—¿Lo es? Porque significa que amamos duro y peleamos más duro. Estamos obsesionados
uno con el otro y asusta. El cree que todo se arregla haciendo el amor lentamente y que siempre
tiene la razón. Es manipulador y dominante y a veces, siento que no lo conozco —me pasé una
mano por el rostro—. Esto es lo más que he dicho sobre Jacob y yo. Siento que tuvieras que
escuchar mi basura.
—¿Basura? Joder, no. Me mostraste que mi vida amorosa no es tan complicada —
sonrió—. Maya, esta es la vida de un miembro del club. Esto es como ellos son, lo que hacen.
No puedes pedirle a Ripper que deje de ser él. Los Phantoms y las Bloody Marys están en dos
lados opuestos del espectro y todos aceptan eso.
Las Bloody Marys básicamente eran sólo una hermandad de mujeres que amaban las
motocicletas, montar motocicletas y competir en reuniones cada año. No estaban fuera de la ley.
Sólo eran mujeres asombrosas con asombrosas Harleys.
—¿Sabes porqué fue Jake a prisión? —me preguntó Cat, buscando en mis ojos por algo.
—Por supuesto —respondí—. Fue detrás de los tipos que mataron a mi prima.
—Sí, pero los Phantoms son dueños de casi todos los jueces en el condado de Sallow. Un
soborno lo habría mantenido fuera de prisión —explicó Cat—. Demonios, el juez estaba
esperando su pago cuando Jake le dejó saber a todos que él quería ser puesto en prisión. Por
Ella. Él se sentía responsable de su muerte, Maya. Él pensaba que merecía estar encerrado. No
es un chico malo, Maya. Sólo un chico que hace cosas malas para sobrevivir.
Quería preguntarle cuál era la diferencia.
Estaba en todas las noticias, cómo había habido un tiroteo en The Wreck temprano en la
noche.
Mi pecho dolía sólo de pensar en las casualidades. Incluso antes de que pudiera mensajear
a alguien, Sticks me golpeó con un: Ripper está bien.
Sólo tres palabras y sentí el peso de mi pecho aligerarse. Él teléfono de Jake seguía yendo
al buzón de voz y quizá eso era algo bueno, porque ni siquiera sabría que decir si me respondía.
—¿Coca? —una voz preguntó detrás de mí.
Estaba sentada afuera, intentado tener algo de aire fresco después de estar encerrada en
la casa durante días, pero el aire nocturno de las noches de verano estaba haciendo más mal
que bien.
Acepté el ofrecimiento de Eve con un murmurado gracias. De todas las mujeres que
Catalina llamaba hermanas, Eve era la más tranquila. Su corte pixie azul, colorida piel, y
numerosos piercings, podrían gritar extrovertida, pero aprendí rápidamente que las apariencias
podrían ser engañosas. Para empezar, era veterinaria y cuando hablaba, su voz era tan suave,
que tenía que esforzarme para escucharla.
Se sentó a mi lado en el porche, con su propia lata de coca—. Pussy y Ghost explicaron
cómo es que estás en medio de toda esta mierda de pandillas. Eso apesta.
Era una lucha escucharla, incluso aunque estaba a mi lado—. Sí. Apesta —la secundé,
pensando que eso era un mayor eufemismo.
—Pero el tipo mató a alguien por ti —susurró Eve—. Yo me sentiría halagada.
—¿Halagada?
—Quiere decir que te ama. Quiere decir que él haría cualquier cosa por ti, cualquier cosa,
incluso tomar la vida de un hombre. Un hombre que hace eso vale la pena amar de regreso —
dejó escapar un suspiro, mirando a lo lejos, luciendo soñadora—. Tengo muchas novelas de
romance en mi Kindle.
Sí, me doy cuenta.
—Lamento no compartir tus opiniones, Eve —dije, mi voz suave—. No quiero que nadie
piense que me está haciendo un favor tomando la vida de otro ser humano —tomando un trago
de mi refresco, la miré—. ¿Puedes incluso empezar a imaginar lo que James McNally está
sintiendo justo ahora? Su hermano gemelo fue asesinado, torturado.
Eve levantó una perforada ceja—. La familia McNally no es un grupo de misioneros,
Silver —dijo de manera casual—. Son asesinos, pistoleros, narcotraficantes de drogas y muchas
cosas más. De hecho, sólo el año pasado, escuchamos que estaban traficando mujeres,
secuestrándolas de las ciudades vecinas y vendiéndolas al mejor postor. ¿Qué tan enfermo es
eso? ¿Merecen tu empatía? Son jodidamente locos y Ripper hizo su buena acción por Cristo,
tomando la mitad de la cabeza jerárquica. El mundo debería agradecerle.
Su voz había comenzado a hacerse más fuerte para el final de su diatriba. Agarró la lata
tan fuerte que escuché el sonido metálico mientras la apretaba.
—Lo siento —dijo—. Es sólo que… fui a la preparatoria con los hermanos McNally.
Me quedé callada, esperando que continuara. Pareció sentir que eso era lo que yo quería.
—No eran tan malos cuando eran jóvenes. Platicadores, encantadores y deportistas,
ambos. Solía tener un enamoramiento por David, ¿y sabes que es lo que hizo? —se rió
amargamente—. Me folló, grabó toda la maldita cosa, y se lo mandó por correo a mi padre.
Expulsaron a mi padre, quién era un jefe de la policía, no estaba dispuesto a mirar a otro lado
cuando se trataba de los tratos sucios del Señor McNally. Chantajearon a mi padre, diciéndole
que iban a publicar la cinta por todos lados. Mi papá me adoraba demasiado para dejar que eso
pasara y lo vi perder su autoestima hasta que finalmente, el papá de David lo mató. Así que te
darás cuenta porque no tengo empatía cuando se trata de esos hijos de puta.
Mi cerebro zumbó, imaginando lo retorcido que un padre tenía que estar para prostituir a
su hijo en una expedición de chantaje. Había algo que decir sobre los pecados de un padre. Mi
mente automáticamente fue a Jake. Su padre había sido una mala semilla, había aterrorizado la
ciudad como miembro clave de los Phantoms. O, al menos, eso fue lo que escuché en el pasado.
Tal vez Jake no era demasiado culpable por volverse así, si fue todo lo que conoció al crecer.
La violencia. La corrupción. El sexo. La ira. Venganza. Odio.
Sacudí mi cabeza, frotando mis ojos. Lo estaba haciendo de nuevo, inventando excusas
para él. Leí alguna vez que eras un producto de tu infancia, no un prisionero. Eso quería decir
que podías romper el ciclo, no tenías que dejar que el abuso que sufriste de niño te hiciera una
víctima como adulto. No tenías que dejar que la misera que habías soportado de joven, te hiciera
miserable y vil cuando te hicieras mayor, asustado de desprenderte del dinero. No tenías que
dejar que tu pasado, dictara tu futuro.
Jacob podía escapar. Él podía romper el ciclo. Pero él creía que esto era quién, qué, él era,
¿quién era yo para cambiarlo?
—Tierra a Silver… ¡Oye! —Eve estaba agitando una mano frente a mí, tratando de captar
mi atención—. ¿A dónde fuiste?
En vez de responder, puse mi brazo alrededor su espalda en un incómodo abrazo de lado
aún sentada. Usualmente no era sensible y tocadora, pero cuando pensaba acerca de qué había
hecho cuando era joven y como obviamente le afectaba hoy en día, a los veintisiete, quería
mostrarle que me importaba.
Tentativamente, puso su brazo alrededor de mí, y nos sentamos así, bebiendo nuestras
cocas y escuchando el fácil sonido de Disclosure saliendo de la casa mientras las chicas bebían
anticipando el fin de semana. Eve y yo éramos las únicas que no estábamos bebiendo nada más
fuerte. En realidad, estaba deseando tener mi patrón y jugo de piña para darme un zumbido.
No, lo que en realidad deseaba era que Jake me llamara. Sólo para decir que estaba bien.
Las constantes garantías de Sticks no eran tan efectivas.
Decidiendo que podría ir a dormir, me puse de pie—. Hasta luego Eve —dije, apretándole
el hombro—. Gracias por la coca.
Había regresado a su silencioso ser y sentí una punzada de tristeza por ella. McNally
realmente la había afectado.
Haciendo mi camino a la cocina, tiré mi lata vacía a la basura. Miré los trastes de la cena
apilados en el fregadero y maldije mi educación porque mis manos estaban picando con la
necesidad de lavarlos. La tía Stacy había arraigado en mí que una cocina sucia era un crimen
contra la humanidad.
Las mujeres aquí cuidaban mejor de sus motocicletas que de la casa. Era un poco loco.
—¿Bloody marys? —murmuré para mí misma, procediendo a empapar los variados
jarros y ollas que Monroe había usado esa noche—. Deberían llamarse Sucias Dianas.
—¿Sucias Dianas? Deberías votar en la siguiente reunión.
La olla que estaba sosteniendo, cayó de mis manos en el lavabo lleno de jabón, salpicando
todo el frente de la camiseta gris de las Bloody Marys que estaba usando. Lentamente, me giré,
lista para creer que no encontraría a nadie parado ahí. Qué mi mente estaba jugando conmigo.
No fue así. Jake estaba apoyado contra la isleta de la cocina, sus brazos cruzados en su
pecho. Lo miré, notando lo salvaje que estaba su cabello rubio. Iba en todas direcciones, donde
era corto, y caía en su frente, donde era largo. No estaba afeitado, y la barba que rodeaba su
mandíbula y mejillas, rogaba ser tocada. Vestía una camiseta blanca y pantalones de mezclilla
azules. Podía oír mi corazón latir un par de latidos más rápido de lo normal y cuando tomó un
paso más cerca de mí, pareciendo estudiarme como como yo lo hacía, di un invisible paso hacia
atrás al presionarme contra el borde del fregadero.
Se detuvo, y retrocedió.
—Hola, Maya —dijo. Muy cortés, tan formal.
—Hola, Jacob. Respiré un suspiro—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Trazó su labio inferior con la punta de su lengua, atrayendo mi atención a ella. Ahora,
brillaba con humedad, luciendo malditamente rosado, lleno y comestible.
¿Qué estaba mal conmigo?
—Quiero hablar —dijo. Sacudí mi cabeza—. Maya, por favor. Quier, no, necesito hablar
contigo.
Bien, estaba curiosa. La última vez que habíamos hablado… no había salido bien.
Así que asentí mi consentimiento.
Jake se aclaró la garganta—. Primero, puedo… ¿está bien si te abrazo? Sólo… sólo eso, un
abrazo —suplicó con sus ojos dorados—. Por favor.
Sacudí la cabeza cuando todo lo que quería era caer en sus brazos e inhalar su esencia y
sentir su corazón latiendo bajo el algodón de su camisa. Dolía físicamente rechazarlo, pero un
abrazo podría volverse un beso, y un beso podría volverse en nosotros bautizando la barra de la
cocina. Lo sabía. Cuando se trataba de este hombre, él simplemente no podía ayudarme, no
importaban las circunstancias. Lo había probado en la casa club, ¿no?
El rostro de Jake cayó. Desvió la mirada por un momento antes de que sus ojos se
encontraran con los míos nuevamente. No podía soportar ver el dolor en esos ojos, pero no podía
hacerme mirar a otro lado.
—Lo entiendo —dijo, suavemente.
Él no entiende.
Lo miré frotar su mano sobre su rostro. Se enderezó, empujándose de la encimera—. No
pretendía follarte —murmuró en desesperación—. La última vez, no debí haberlo hecho. Debí
haber pensado, ser más… considerado… ¿Estás bien?
—Estoy bien —eespondí secamente. Estaba sanando perfectamente. Mis puntadas
comenzaron a disolverse. Pronto, tendría una desagradable pequeña cicatriz—. No me forzaste.
Estaba equivocada, pero lo quería, tanto como tú.
—¿Está todo mal entre nosotros? —parecía que realmente quería saber. Quería mi
respuesta, quería la verdad.
—No todo —le dije. Tuve que apretar mis manos para evitar acercarme a él—. Hay
muchas cosas bien entre nosotros. Como cuan querida me haces sentir cuando me miras. Como
sé que te gusta ser la cuchara pequeña, y cómo me haces reír.
Me detuve antes de enumerar… todo. Además, se suponía que estábamos hablando de
tiempo pasado, ¿no?
Los ojos de Jake se iluminaron, pero no trató de acercarse de nuevo—. La cuchara pequeña
consigue hacerme sentir tus pechos presionados contra mi espalda —hizo una mueca—. Lo
siento, no debí…
—No, no debiste —estuve de acuerdo, sintiendo mi rostro calentarse.
El silencio reinó.
—Fui a la iglesia —me sorprendió Jake diciendo de la nada—. Era eso o un psiquiatra,
y no lo sé, me gusta como Dios no dice ya veo y me llena de medicamentos.
—Eso no es gracioso.
—No estoy tratando de ser gracioso, Maya. Te estoy diciendo que me han examinado
antes. Los psiquiatras son jodidamente inútiles y no veo el punto —me dijo—. Así que fui a la
iglesia y estaba vacía. Me quedé parado en la puerta por un rato, pensando que quizá Dios me
golpearía por atreverme a mostrar mi rostro ahí, pero nada pasó. Me senté en uno de los bancos
y rompí a sudar frío. Me sentí enfermo, Maya, ¿pero sabes qué? También me sentí, no lo sé,
seguro.
Pausó, la mirada en sus ojos preguntando si pensaba que sonaba estúpido. Le di una
pequeña sonrisa, y continuó.
—He hecho mierdas malas. Mierdas que no puedo cambiar. Y, Maya, no quiero mentirte,
continuaré haciendo mierdas malas —dejó salir una pesada respiración—. Recé para que tú y
Dios me perdonaran, pero no tengo ilusiones sobre a dónde iré cuando muera.
—Ja…
—Espera. No he terminado aún. McNally me encontró en la iglesia —su frente se
arrugó—. Se sentó a mi lado, dijo hola y me dijo que nunca iba a ponerme una maldita mano
encima. No, me dijo que haría daño a todos lo que me han importado y me vería sufrir.
Tragué pasando el nudo en mi garganta. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y sentí los finos
vellos de piel erizarse. Por supuesto, eso podría ser atribuido al agua empapando mi frente y
haciendo a la tela mojada pegarse a mi piel desnuda.
—Yo no sólo me preocupo por ti, Maya Fenton —dijo Jake ferozmente—. Jodidamente
te amo. Y entiendo por qué ya no sientes lo mismo por mí. Lo comprendo ahora, y no te culpo.
Pero si algo te pasa por mi culpa… estabas en lo correcto en alejarte de mí. Voy a renunciar a
ti, moriré haciéndolo, pero al menos, al menos…
—No puedes encenderlo y apagarlo como un grifo, Jacob —escupí, haciendo sus ojos
abrirse con sorpresa.
—¿Qué?
—El amor. ¡Maldita seas! Simplemente no desperté ayer y pensé ¡Oh Dios, ya no estoy
enamorada de Jacob!
Jake se pasó una mano por su cabello, desarreglándolo un poco más—. Me dejaste.
Sentí mi pecho apretarse recordando las cosas que le dije esa noche. Fueron cosas horribles.
Horribles, pero necesarias. Era sano para ambos estar separados ahora mismo.
—Sí, lo hice —concordé—. Pero eso no significa que dejé de amarte. Aún lo hago.
Mordió su labio inferior antes de susurrar—. Voy a poner mis jodidos brazos alrededor
de ti ahora y no vas a detenerme. Porque lo necesito, nena. Necesito sentirte.
En el instante que la familiar pasión dejó sus labios, yo era masilla. Se acercó a mí y me
rodeó con sus brazos, envolviéndome en su cálido abrazo. Podía sentir su corazón latiendo
erráticamente en su pecho, podía oler la esencia del jabón y detergente de ropa. Mis brazos
fueron alrededor de su cintura y mi mejilla fue presionada contra su frente. Cerré mis ojos,
escuchando su respiración. Su nariz estaba en mi cabello y no pude ni siquiera encogerme
cuando recordé que habían pasado días desde que lo lavé.
—Tienes que permanecer conmigo, al menos hasta que mate a McNally —murmuró
Jake—. Entiendes que debo hacer eso, ¿verdad? Tengo que terminar esto. Es la única manera.
Lo triste era que sí lo entendía. Este era su mundo. El asesinato era sólo un hecho cotidiano.
Catalina me había dicho que los bosques eran un cementerio para los rivales y detractores de
los Phantoms. Probablemente había caminado sobre numerosas tumbas, hecho días de campo
sobre ellas, incluso.
En mi silencio, Jake continuó hablando—. No puedo mantenerte segura si no estás
alrededor de mí. No puedo dormir sabiendo que no sé dónde carajos estás —entonces, la pieza
de resistencia—. Estás poniendo a las Bloody Marys en riesgo al estar aquí.
Maldita sea. Me tenía.
Me aparté, mirándolo—. Está bien. Punto hecho.
Jake metió un mechón de mi cabello detrás de mí oreja—. Te he extrañado.
Lo solté, pero él no hizo lo mismo—. Jacob…
—Te extrañé —repitió, su voz más suave.
Alejé mis ojos de los suyos—. Debería ir a decirles a las chicas que me estoy yendo.
—Mi camioneta está en frente. Te esperaré.
El peso de sus dos últimas palabras me golpeó duro, y cuando mis ojos volvieron a los
suyos una vez más, el significado era claro—. Esperarás un largo tiempo —dije, más para mí
que para él.
Se inclinó, su aliento abanicó mi rostro, haciéndome pensar que se estaba preparando para
besarme—. No importa, cariño —dijo en su lugar, una esquina de su boca se levantó en una
sonrisa de lado—. Lo vales.
“I Can’t Keep Touching You Like This, If It’s Just Temporary Bliss”
–The Cab, Temporary Bliss.

En algún momento durante la noche en la habitación de Jake, desperté y fui a usar el baño.
Casi salté fuera de mi piel cuando noté la figura sentada en el piso en una esquina.
Entrecerré los ojos en la luz de la luna corriendo a través de brechas en las persianas, pero
sabía quién era—. ¿Qué estás haciendo en el piso? —siseé, como si tuviera miedo de despertar
a quien sea que pasara a estar durmiendo con mi voz alta.
—No importa —fue la respuesta de Jake.
—Necesito hacer pipí —murmuré, dirigiéndome al baño y encendiendo la luz.
Me quedé en el escusado por un largo tiempo, esperando que Jake se levantara y se fuera
como él había prometido (“me quedaré en una habitación”), pero no lo hizo y mi trasero se iba
a adormecer. Me lavé, desviando mis ojos del espejo. El cristal estaba roto de todos modos, pero
aun así pude ver el enredo que era mi cabello en el distorsionado reflejo.
Sacudiendo mi cabeza ante mi vanidad, salí, dándome cuenta que Jake no se había movido
de su posición en el piso.
—Dijiste que encontrarías una habitación —murmuré, sentándome en la esquina de la
arrugada cama. Clavando los dedos de mis pies en la alfombra. La habitación entera olía como
si hubiera sido limpiada con productos cítricos.
—Las habitaciones vacías están algo limitadas ahora que estamos en encierro —declaró
simplemente.
—¿Entonces vas a sentarte en el piso toda la noche?
—Probablemente.
Lo miré cuidadosamente. Él no parecía ebrio o drogado. Sólo… cansado. Mis ojos se
movieron hacia el sillón de apariencia confortable y se me ocurrió que se estaba castigando a sí
mismo. Esto era ridículo.
—¿Ridículo? —dijo Jake, haciéndome consciente de que había dicho eso en voz alta.
—Sólo ven a la cama. Es lo suficientemente grande para los dos —le dije.
—No lo es.
—Bien. Acomódate tú —subí a la cama y me metí debajo de las cobijas, girando mi
espalda hacia él y cerrando mis ojos.
Pero no me pude quedar dormida otra vez. Él estaba simplemente… ahí. Sentado.
Observando. ¿Cómo podía dormir sabiendo eso, sintiendo sus ojos en mí?
Me senté, pronunciando la primera cosa arbitraria que se me cruzó por la cabeza—. Noté
que tienes un nuevo tatuaje.
Contestó después de un largo silencio—. Sí. Volví a tatuarme el parche de los Phantoms.
Había notado el indicio de su nuevo tatuaje asomándose por el cuello de su camiseta
mientras estaba conduciendo. La piel estaba roja y tosca y sinceramente, debería haber estado
cubierta mientras sanaba. Me había preguntado qué podría haber sido, luego me regañé por
querer verlo sin camisa.
—Puedes decirlo —continuó.
—¿Decir qué?
—Que no lo apruebas.
Dejé salir un bufido—. Creo que ambos concordamos que tu nuevo tatuaje del club está
muy por debajo en cualquier escala de desapruebo.
Ahí estaba el silencio de nuevo, pero esta vez, lo rompí yo.
—No importa si lo apruebo o desapruebo, Jacob. Ya no estamos juntos. Los Phantoms
son tu familia.
—Tú eres mi familia —dijo feroz, levantándose—. Eres mis Ojos Plateados.
—Por favor no me llames así —susurré, cautelosamente observándolo aproximarse. Se
paró al pie de la cama, manos detrás de su espalda como si estuviera restringiéndose a sí mismo
de estirarse para tocarme.
—¿Quieres saber por qué estoy realmente aquí? ¿Por qué no estoy dormido? —preguntó
en una voz áspera, haciendo a mis defensas levantarse—. Porque me asusta como la mierda
que si cierro los ojos, despertaré y encontraré que no estás aquí. No me quiero sentir así otra
vez.
Tragué, atrayendo mis rodillas y abrazándolas—. No voy a desaparecer otra vez.
Jake sacudió su cabeza—. No es eso. Es… esto —golpeó un puño en el lado izquierdo de
su pecho—. Quisiera arrancarlo. Quisiera arrancarlo y dártelo a ti porque duele jodidamente
mucho.
Me quité las cobijas y bajé de la cama, sintiendo como si pudiera arrancar mi propio
corazón porque estaba golpeando muy fuerte contra mi pecho y lastimándome. No me pude
detener de ir a Jake, no pude detenerme de tocarlo.
La pálida luz de la luna hacía que sus ojos parecieran etéreos mientras lentamente corría
mis dedos a lo largo de la barba cubriendo su mandíbula. Él parecía sorprendido, tal vez incluso
confundido, pero luego cuando pasé la puntas de mis dedos por su labio inferior, sus ojos se
cerraron.
—Te amo —dije, atrayendo su cabeza hacia abajo ligeramente para que pudiera poner
mis labios en los suyos.
Mis párpados se cerraron y mis manos tomaron ambos lados del rostro de Jake,
sosteniéndolo. Me besó de vuelta con un suave gemido, deslizando sus manos profundo en mi
salvaje cabello y acunando la parte trasera de mi cabeza. Su lengua trazó el contorno de mis
labios hasta que lo dejé entrar, dejando que nuestras lenguas se tocaran, se enredaran y
provocaran. Mis manos cayeron del rostro s Jake y se sostuvieron de cada lado de su camiseta,
haciendo puños con la tela de algodón.
El tiempo no era un factor mientras nos besábamos, pero Jake retrocedió, respirando tan
rápidamente como yo, era bastante obvio que habíamos estado en ello por un rato. Me balanceé
ligeramente, desorientada y Jake me alcanzó para estabilizarme, colocando sus manos en mi
cintura.
—Jodidamente te amo también, cariño —me dijo, inclinándose para poner su frente en la
mía—. Eres mi todo.
No quería señalar que yo no era su todo. No realmente. Estaba el club, estaba yo…
compitiendo por el puesto superior en sus afecciones y lealtad.
Contuve mi lengua en esto.
—Ven a la cama conmigo —dije bajamente—. Es tuya de todos modos.
—Es nuestra.
Arrugué mi nariz—. No, gracias. El número de mujeres que han estado…
—Sólo he follado una mujer en esta cama, y la estoy mirando —gruñó Jake, levantando
mi barbilla para que lo mirara—. Esta habitación es más sagrada que mi habitación en la casa.
Retrocedí—. Olvida que dije algo. No importa.
Suspiró pesadamente—. Bien. Buenas noches —se movió para regresar a su posición en
el piso.
—Espera —dije, haciéndolo detenerse—. Quítate tu camisa.
Jake se dio la vuelta, tratando y fallando de no sonreír—. Al menos cómprame de cenar
primero, Fenton —murmuró, tomando el dobladillo de su camisa y jalándola sobre su cabeza.
Rodé mis ojos—. No es así. Sólo quiero ver si estabas vendado. Eso es todo.
—Okay.
Me acerqué a él tentativamente, mis ojos brevemente enfocándose en la insignia de su club
motociclista marcando su piel.
—Espero que te estés cuidando bien esto —dije bajo mi aliento.
—Sí, Ma —replicó Jake.
Lo miré a través de ojos entrecerrado—. Bien. Me detendré.
—No, no lo hagas —dijo rápidamente—. Me gusta cuando te preocupas.
—Yo desprecio preocuparme —pausé—. ¿Me dirás qué pasó? Cómo es que te
apuñalaron, quiero decir.
—Maya…
—Por favor.
—Saber mi mierda no cambiará nada, más que la forma en que me miras. Todavía estoy
aquí, ¿no?
—Sí, ¿pero por cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo hasta que se te agoten tus nueve vidas?
¿Cuánto tiempo hasta que tenga que ir a identificar tu cuerpo en la morgue? —tomé una
respiración profunda, pasando mis manos por mi cabello en frustración—. Lo siento. Dios, lo
siento. Debería sólo callarme. Meterme en mis propios asuntos, y… y callarme. Buenas noches.
—Nena —dijo Jake suavemente—, ¿qué estamos haciendo aquí?
—No lo sé —le susurré de vuelta, porque realmente no lo sabía.
—Es la una de la mañana y estamos haciendo… esto —hizo señas entre nosotros—. De
verdad quiero jodidamente besarte otra vez, pero no quiero hacer nada que tú no quieras hacer.
Quiero… quiero poner mi nariz en tu cuello y respirarte porque hueles a casa. Quiero estar
simplemente cerca de ti, olvidar toda la puta mierda loca de afuera y el hecho de que todo es
jodidamente extraño entre nosotros y todo es mi maldita culpa.
Me senté en el borde de la cama, descansando mis codos en mis rodillas—. Estoy
realmente cansada.
Sentí la cama hundirse mientras Jake se sentaba junto a mí—. Lo sé, y lo siento.
Jodidamente lo siento —sin esfuerzo, me atrajo a su regazo, haciéndome presionar mi oreja
contra su pecho—. Te lo compensaré. Cuando todo esto termine, juro por la tumba de mi madre
que te lo compensaré.
—Nada bien —dije con un bostezo—. No jures por la tumba de tu madre.
Él no dijo nada, pero sentí sus labios en mi cabeza antes de desvanecerme.

—Daisy, fleek no es una palabra —declaró Bree, doblando sus brazos sobre su epcho
mientras se sentaba de nuevo en el sofá—. Prueba otra vez.
—Vamos, Bree —dijo Baron, lanzando un brazo alrededor de sus hombros y sacudiéndola
juguetonamente—. Dale a la chica un respiro. Déjala.
—Fleek, por sí mismo, ni siquiera tiene sentido —señaló Bree—. Es on fleek.
—Jesucristo, lo cambiaré a sentir22 —Daisy regresó al tablero de Scrabble en la mesita de
noche y movió las letras antes de remover la ficha de K—. ¿Feliz?
—Mucho.
Bree le sacó la lengua a Daisy y ambas rieron.
—Niñas —murmuró Baron con una sonrisa torcida—. Maya, tu turno.
—¿Ah? Oh, sí.
Le di al tablero una mirada en blanco.
—Oye —dijo Baron gentilmente—, mírame.
Lo hice, y me arrepentí. Dios, lucía demasiado a su hermano, pero a diferencia de Jake, él
estaba afeitado.
—Mi hermano es invencible. Lo sabes, ¿cierto?

22
Sentir = feel
—Nadie en invencible, Baron.
La casa estaba relativamente vacía esta mañana, salvo por un par de Candidatos paseando
por el recinto y mujeres desmayadas en los lugares más extraños, como el piso de la cocina. Se
sentía surreal estar jugando Scrabble para pasar el tiempo mientras mi novio—ex novio—iba
a una misión para matar.
—Saben —comencé—, ustedes no tienen que estar conmigo. Estoy perfectamente bien
por mi cuenta.
—¿De verdad? —dijo Bree, saltando a sus pies—. ¿Estás segura? Porque tengo feas raíces
que necesitan atención, digo —agarró un puño de su vívido cabello naranja e hizo una cara de
disgusto.
—Jesús, Bree, ¿puedes fingir por cinco minutos que no te crees el centro de atención? —
remarcó Baron, mirándola.
Ella puso su mano en una cadera y lo miró fijamente—. No me creo el centro de atención,
pendejo. Tú, por otra parte, siempre pareces tener tu cabeza estancada muy dentro de tu culo,
tu…
—¡Oye! —solté—. ¿Puedo recordarte que hay un menor en tu presencia?
—Oh, por mí no se preocupen —dijo Daisy, descansando sus codos en sus rodillas para
observar a Baron y Bree—. Son como Brook y Rodge de The Bold and the Beautiful. Era la
telenovela favorita de mi mamá, sabes. Cuando estaba lo suficientemente consciente para verla.
—¿Recámara? —Bree le gruñó a Baron.
—Lo que sea —fue su respuesta mientras se levantaba.
Ellos eran la no-pareja más extraña que había conocido y sus peleas eran tan al azar y
mayormente sobre nada. Estaba bastante segura de que era una forma de juego previo para
ellos.
—¿Cuál es tu color favorito? —la voz alta de Daisy me sacó de mis pensamientos.
Ella estaba guardando el Scrabble, su atención en la tarea.
—Azul. ¿Por qué?
—Te tejeré un par de calcetines —dijo.
—¿Tejes?
—Seguro. Es terapéutico. Al menos, eso es lo que me han dicho —metió un mechón de
cabello detrás de su oreja—. Mi abuela me enseñó.
—Eso es genial.
Daisy mi miró—. Estará bien, Maya. Las cosas se ponen peor para que puedas realmente
apreciar cuando se ponen mejor.
—¿Cuántos años tienes, otra vez?
Ella me sonrió—. Mi hermano dice que tengo trece yendo a treinta a veces. Bueno, como
dos por ciento del tiempo. ¡Hey, deberíamos ver esa película! Es una de mis favoritas.
—Disculpa, ¿cuál película? —de verdad, no podía seguir al corriente con la conversación.
Daisy estaba haciendo girar mi cabeza.
—Como si tuviera 30. ¿La has visto? Salió hace años. Despejará tu mente de… bueno,
todo —se paró y se dirigió hacia el sistema de entretenimiento.
—Claro. Ponla —murmuré.
Después de todo, no tenía nada mejor que hacer.

—¿Otra maldita crucifixión?


—Alguien que le diga al irlandés que no están en un puto episodio de Spartacus.
—Esto es mierda. Están arrebatando Candidatos de las calles como si fueran menores
desacompañados, ¿y nosotros no estamos desquitándonos? ¡Al carajo eso!
—Cálmate, carajo. Tendrás tu sangre. Sólo ahora no.
Las fuertes voces saliendo de la sala se desvanecieron a ruidos bajos detrás de la puerta
cerrada mientras yo me paraba afuera y esperaba. Había estado esperando dos horas ya y el
sol había bajado.
Solté un suspiro de alivio cuando la puerta finalmente se abrió y pude escuchar el sonido
de las patas de una silla siendo arrastrada a lo largo del piso de madera mientras los hombres
se ponían de pie. Sus pesados pasos siguieron.
Una cosa que Catalina me había dejado saber es que los hombres Phantoms respetaban a
una mujer que podía mantener el contacto visual y que se sostenía por sí misma (“a ellos les
puede gustar el coño, pero no quieren a un marica”23). Así que eso fue lo que hice, miré a cada
motociclista que salió por la puerta a los ojos. Para ahora, conocía a la mayoría por su nombre,
y por la mayor parte, ninguno de ellos me miraba maliciosamente. Probablemente sólo porque
sabían que yo era buena con su Presidente y su Enforcer.
—¿Maya, cierto? —dijo una voz.
Ahí fui, espaciando otra vez. No había notado al hombre parado en frente de mí hasta que
él estaba… bueno, parado en frente de mí. Mis ojos fueron al chaleco de cuero que estaba usando.
VP, decía en el lado derecho.
—¿Sin? —dije.
Me mandó una sonrisa lenta, ojos verdes brillando—. Ese soy yo.
Bueno, él lucía como un trillón de veces mejor que la última vez que lo vi. Para empezar,
él no estaba sangrando ni inconsciente. Y tenía cabello estupendo. El tipo del que están hechos
los anuncios de Pantene; cabello castaño realmente grueso, de apariencia sedosa que enmarcaba
su rostro. La única razón por la que estaba notando esto era porque sin importar cuántas veces

23
Aquí es un juego de palabras, coño y marica en inglés es pussy.
yo había lavado mi cabello esa mañana, aún me sentía sucia. Probablemente porque Jake no
tenía acondicionador.
—Um, es, bueno verte luciendo muy bien. Sano, quiero decir. Sano —podría haber
golpeado mi cabeza contra la pared.
Rió, luego se detuvo abruptamente—. He estado esperando agradecerte por días, Maya
—dijo sinceramente—, así que… gracias. Por curarme.
—No fue nada —le dije—. Sin embargo, de verdad deberías haber ido al hospital.
Sin rió otra vez antes de inclinarse hacia delante y susurrar en mi oído—. Te debo una.
Incliné mi cabeza hacia atrás hasta que estuvo contra la pared—. Nop. Sin deuda. Nadie
le debe nada a nadie —dije rápidamente, recordando cómo Jake serpenteó su camino a mi
vida—. Por favor, Sin. Si algo, yo te debo todo por mantenerme aquí. Por protegerme. Así que…
tal vez, considera tu deuda pagada. Gracias.
Él sonrió—. Eres jodidamente linda.
Lo observé dar quizás cuatro pasos por el pasillo antes de que una larguirucha morena
apareciera de la nada y pusiera sus manos en su pecho. Las ventajas de ser pecaminosamente
atractivo, sosteniendo una posición de poder, y montar una motocicleta, suponía yo.
—¿Estás bien? —la voz familiar de Jake en mi oído me hizo saltar.
—No me estés acosando —protesté, cuando estaba contenta de escuchar su voz.
—No estaba acosando, salí por la puerta. Tú estás parada a lado de dicha puerta —él
arqueó una ceja—. ¿Qué estás haciendo? ¿Espiando?
—No. Esperando.
Su rostro se suavizó—. ¿De verdad vamos a hacer esto? Pensé que estabas jodiendo
conmigo.
—Sí, Jacob. De verdad vamos a hacer esto. Te lo prometí en la mañana.
—Cualquier cosa por ti, cariño —murmuró, estirando sus brazos a cada lado de su
cuerpo—. Ponlo sobre mí.
—Gracias —dije a través de apretados dientes, comenzando a examinarlo.
Es un día triste en la Tierra cuando una chica tiene que tantear su ex para asegurarse de
que él no haya sido apuñalado u otra cosa.
“Lo que no te mata te hace desear que estuvieras muerto”
-Bring Me The Horizon, Drown.

No puedo respirar
Sí, sí puedes. Sólo has olvidado cómo…
Desperté en sudor, en una cama vacía, en una habitación que no era mía. Debería estar
acostumbrada a eso ya, pero no lo estaba. Ni siquiera cerca.
Y era tarde. O temprano, dependiendo de cómo lo miraras.
La habitación estaba oscura, pero la ducha estaba encendida y la puerta del baño estaba
entreabierta. Sentándome en la cama, escuché mientras el agua continuaba corriendo hasta que
me puse a dudar de que alguien estuviera siquiera en la ducha.
Toqué la puerta antes de abrirla por completo. La primera cosa que realmente noté fue
que no había nada de vapor, así que Jake obviamente había tomado una ducha fría. El agua a
sus pies era rosa pálido, la sangre habiéndose mezclado con el agua, y con su espalda hacia mí,
él estaba golpeando un puño en la pared de cerámica de la regadera.
Mi voz se atrapó en mi garganta y mis pies no se movían.
Él se detuvo, respirando pesadamente, antes de comenzar otra vez, estampando su mano
cerrada en el pared una y otra vez, el enfermo aporreo del hueso contra la pared únicamente
apagado por el duro rocío de agua en su espalda.
Me moví.
Ni siquiera pensé hasta que había deslizado la puerta de cristal abierta y estaba entrando
en el congelador en el que él estaba parado. Mi cuerpo instantáneamente protestó, suplicándome
que me alejara del agua fría.
—Jake, detente —supliqué, poniendo mi mano en su espalda—. ¡Deja de lastimarte!
Se detuvo, pero sólo para girarse abruptamente y alejarse de mí. No había signos de lesión
en su cuerpo, ¿y no era loco que estuviera aliviada de que la sangre en el agua no fuera suya?
Porque pertenecía a alguien, ¿y cuán jodido era que estuviera feliz de que esa persona estuviera
herida y no mi Jacob?
Había una salvaje mirada en los ojos de Jake, una mirada que definitivamente no
reconocía, y era como si él estuviera viendo justo a través de mí. Quería estirarme detrás de él
para cerrar el agua, pero por alguna razón, seguí inmóvil, como si cualquier repentino
movimiento fuera asustarlo. O provocarlo.
—Jake —dije lentamente—, tienes que salir de la regadera ahora. Déjame secarte y….
—Sólo eran niños —dijo absolutamente ronco—. Sólo un bonche de estúpidos putos
niños.
Sostuvo sus manos el alto, lentamente desplegando sus puños. Mordisqueé mi labio
inferior, totalmente perdida en qué decir. Estaba temblando, mi cabello estaba pegado a mi cara
y mi ex estaba desnudo y admitiendo que posiblemente había asesinado a algunos niños.
—¿J-Jacob? Mí-mírame —le dije, frotando mis brazos para mantenerme caliente.
—¿Maya? —dijo, como si me estuviera viendo por primera vez. Sus ojos viajaron desde
mi cabeza al dobladillo de su camiseta cubriendo mi cuerpo—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—¿Pu-puedes cerrar el agua por favor?
Sin quitar sus ojos de mí, se estiró por detrás y cerró la llave.
—¿Qué niños? —pregunté sin pensar.
Inmediatamente, él dejo salir un sonido herido y se reclinó, golpeando su cabeza contra la
pared. Lo hizo otra y otra vez, y esta vez, tenía que detenerlo físicamente.
—¿Estás tratando de matarte? —grité, sosteniéndolo de los hombros.
—Tal vez eso sería lo mejor —dijo en un estrangulo, voz pesada con emoción—. Mujeres
y niños, tú no jodes con mujeres y niños. Carajo.
Ignoré eso—. Dime qué pasó esta noche —susurré, incluso aunque él estaba sacudiendo
su cabeza en un no.
—Soy un monstruo, maya. Esto… lo que he hecho… no puedo volver después de esto. No
puedo ser tuyo.
—Dime.
Sus ojos buscaron los míos. Y la historia salió. Cómo McNally tenía niños trabajando para
él, chicos de diecisiete y dieciocho años que llamaban corredores, chicos que hacían tareas bajas,
como vender drogas a sus amigos. Cómo Jake y unos cuantos Phantoms descubrieron su
depósito, cómo, a pesar de cuán jóvenes los chicos eran, habían sido entrenados para matar,
pero por supuesto, no habían sido rivales contra Jake. Fue sólo después de la masacre, cuando
había demasiada sangre y horror, que habían notado cuán jóvenes eran esos chicos.
—¿Puedo tocarte? —pregunté.
Sus ojos estaban rojos con lágrimas sin derramar y susurró—. Por favor.
Cerré el pequeño espacio que había entre nosotros y lo abracé, casi tentativamente. Con
mi mejilla presionada contra su pecho, dije—, no te diste cuenta hasta que fue demasiado
tarde, Jacob. No lo hiciste. Te sientes culpable y con remordimiento y está bien llorar. Está bien
dejarlo salir de esa manera.
Sentí su cuerpo sacudirse, sentí sus brazos apretarse alrededor de mí mientras lo dejaba
salir. Lloró y yo lloré. Diecisiete era muy joven y tal vez él nunca regresaría de eso.
Esperando que la cama estuviera vacía cuando me desperté, como usualmente lo estaba,
hice un sonido de sorpresa cuando rodé y golpeé mi frente contra la de Jake.
—Hijo de puta —exclamé, retrocediendo y frotando mi cabeza.
—Voy a tener que lavar tu boca con jabón —dijo Jake, sin siquiera abrir los ojos.
—¿Tu cráneo está hecho de titanio?
—Concreto, mi ma’ solía decir —abrió sus ojos, dándome una sonrisa presumida y
continuó acostado en su lado—. Lo siento, nena.
—No lo sientes —murmuré.
—Sí —dijo, moviéndose cerca para que pudiera besar mi frente—. Mucho mejor, ¿cierto?
No podía respirar. Justo como en mi sueño. Sus labios en mi piel habían traído la pesadilla
de vuelta—la horrorosa sensación de estar siendo sofocada por algo y mi difunta tía Stacy
diciendo que todo lo que tenía que hacer era recordar cómo inhalar y exhalar. Pesadillas como
esas estaban comenzando a ser increíblemente frecuentes.
La sonrisa dejó el rostro de Jake. Se alejó de mí—. Lo siento.
—No eres tú —dije rápidamente, estirándome por su mano bajo la sábana—. Estaba
pensando en algo más.
Sus dedos se entrelazaron con los míos y los trajo a la luz, corriendo las puntas de sus
dedos a lo largo de mis nudillos—. ¿Cómo puedes todavía querer tocarme, estar conmigo así,
después de anoche? —él quería saber, sonando genuinamente confundido.
Podía sentir mi rostro nublándose con el recuerdo. Jake había sido tan descriptivo, como
si no se diera cuenta, y después de eso, después de que nos secaramos y cayéramos en la cama
juntos desnudos, me había levantado y había vaciado mi estómago en el escusado. Había
sollozado mientras me lavaba los dientes y luego me había sentado en el piso por el tiempo más
largo, pidiéndole a Dios que perdonara a esos niños. Y a Jake. A él también.
—Porque te amo —contesté—, y porque… porque no lloraste cuando te dije que tu madre
había fallecido, pero lloraste por unos chicos que nunca siquiera habías conocido.
Sus ojos viajaron a un punto en la curva de mi hombro cuando dijo—, no puedo nunca
perdonarme por eso, Maya. No me lo permitiré.
Atraje sus golpeados nudillos a mis labios y los besé y el silencio cubriéndonos era
confortable. Sus párpados se cerraron y presioné mis labios contra su otra mano, suavemente.
—Maya —susurró—, gracias.
Antes de que lo supiera, estaba sobre mi espalda y él estaba cerniéndose sobre mí. Pensé
que estaba a punto de besarme, de hecho, le daba la bienvenida, pero puso su nariz en mi cuello,
inhalando.
—Hogar —murmuró, sus labios haciendo cosquillas a mi piel.
Su boca bajó más mientras él baja su cuerpo, más y más, debajo de las cobijas. Sentí su
lengua rozar mi ombligo, sentí sus labios en mi apretado estómago. Separó mis piernas y besó
el interior de mis dos muslos antes de doblar mis piernas a las rodillas.
En la realidad, habían sido dos semanas desde que habíamos estado así. En mi cabeza, se
sentían como décadas.
Un agudo grito escapó de mi boca cuando la lengua de Jake se deslizó por los labios de mi
coño, y puse una mano sobre mi boca, mis ojos moviéndose al piso. Por dos segundos, me
preocupé de que alguien pudiera escuchar, pero Jake puso un alto a eso al succionar mi clítoris.
Después de eso, la única cosa de la que me preocupaba era de venirme.
—Jake —lloré, rasgando las sábanas mientras él rasgaba dentro de mí con su lengua—.
Jake, Jake, Jake, Jake…
Se volvió un canto repetitivo que se volvió más y más fuerte a medida que el placer me
abrumaba. Él dejó de succionar y lamer con el fin de frotar mi húmedo coño con dos habilidosos
dedos.
—Más —supliqué y él empujó un dedo, y luego otro, dentro de mí, tocando mi clítoris
con sus nudillos. Él fue rápido, profundo y yo no podía ni siquiera encontrar las palabras para
comunicar mi placer.
Él apenas había comenzado cuando su boca se enganchó una vez más y yo estaba
incontrolablemente frotándome contra su rostro. El hecho de que pudiera escucharlo, escuchar
su lengua dentro de mi vagina, escuchar sus amortiguados gemidos, me ponía más húmeda.
Sólo la ligera presión de su pulgar contra mi hinchado clítoris y me estaba viniendo.
Jake sostuvo mis caderas abajo, su lengua golpeándome ante mi liberación. Se convirtió
inaguantable, siendo forzada a soportar más placer, pero mi primer clímax se mezcló en otro y
estaba jadeando por aire una vez que hubo terminado.
Pensé en algo mientras el asomaba su cabeza, ojos oscuros y llenos de deseo.
—No me folles con la lengua por una equivocada sensación de gratitud, Ford —dije, sin
respiración—. Fóllame con la lengua porque quieres tu lengua dentro de mi vagina.
Por un segundo, él lucía perplejo, y luego el recuerdo lo cubrió bien y sonrió grande—.
Chistoso. ¿Eso fue hace cuántos meses?
—Veamos… Eso fue la noche que perdí mi virginidad, así que fue…
—Hace cuatro meces —terminó por mí.
—Mucho puede pasar en cuatro meses —estaba diciendo esto a mí misma, en su
mayoría.
—Dije mucha basura esa noche —me dijo, quitando mi cabello húmedo de mi frente.
—Entre comillas, basura-sensiblera-tu-eres-mi-primera, si recuerdo correctamente —dije,
pero estaba sonriendo.
—Como dije, basura. Eres la única mujer que alguna vez me ha hecho desear que fuera
virgen la primera vez que follamos.
—Guao, Jake. Eso debería ser una tarjeta Hallmark.
Se rió, rodando de mí y atrayéndome con él—. Lo que quiero decir es, probablemente no
sentiste que lo fue… ya sabes, especial. Y lo fue. Para mí.
Rodé mis ojos hacia él—. Oh, Dios. Te has vuelto suave conmigo. Kleenex-húmedo suave.
—Lo digo en serio, bebé. Te había querido por un tiempo jodidamente largo antes de eso.
Me alejé de él—. Por favor no me digas que estabas lujuriando tras de mí mientras
estuviste con mi prima.
Su cejo se frunció y se sentó tan rápido que casi fue un borrón—. ¡Por supuesto que no!
Eras una puta menor de edad de todos modos, ¿recuerdas? —frotó las sienes de su frente y
tomó una respiración profunda—. Me refiero desde el momento en que me visitaste en prisión,
usando una extraña falda floral y me preguntaste si mis esposas dolían. Te quería.
Tragué fuerte.
—Fuiste amable conmigo, incluso cuando pensabas que yo era responsable por la muerte
de Ella —continuó Jake—. Fuiste amable conmigo y quería follarte justo ahí en la mesa, los
guardias de la prisión son condenados.
Dejé salir una respiración, sintiendo mi piel sonrojarse. ¿Qué diablos podía decir a eso?
—¿Por qué me comiste justo ahora?
Oh, sí, Maya. Tú siempre podrías decir eso, la voz en mi cabeza dijo sarcásticamente. La
villa de Rembitaboflafla extraña a su idiota. Vete a casa, chica.
—Quiero decir, ¿estás esperando sexo? —añadí rápidamente—. Porque eso no va a
pasar. Nosotros no…
—Extrañaba tu sabor —fue la respuesta de Jake—. Eso es todo.
Se deslizó fuera de la cama, parándose con su espalda hacia mí.
—¿A dónde vas? —pregunté, sólo porque quería decir algo.
—A encargarme de esto —murmuro, girándose y agarrando la base de su erección—.
¿Eso está bien contigo, nena?
—Ve.
Riendo entre dientes, giró sobre sus tobillos y desapareció en el baño, cerrando la puerta
detrás de él.
Ese fue el momento exacto en que escuché un golpe en la puerta. Quien sea que fuera no
entraría hasta que le dijéramos, ¿no? En cualquier caso, me escondí bajo las cobijas, jalándolas
sobre mi cuerpo entero antes de preguntar quién era.
—Soy yo, Daisy. Hay una mujer en la sala que dice que es tu tía —pausó Daisy—. Pensé
que toda tu familia estaba muerta, Maya.
No… puedo… respirar…
Sí, sí puedes, dijo tía Stacy con una risa. Sólo has olvidado cómo…
“Dame tu toque porque lo he estado extrañando”
-Daughter, Touch

Nos sentamos en sofás que estaban en cada lado de la mesita de café, nuestras espaldas
derechas.
Ella me miró. Yo la miré. De alguna parte en la casa, podía escuchar a una chica riendo.
—¿Cómo me encontraste? —hablé primero, tratando de deshacerme del bulto en mi
garganta al aclararla.
Ni siquiera cedió.
—Le pregunté a una de tus amigas. Kia, ¿cierto?
Sentí la piel de gallina picar ante el sonido de su voz. El acento, esa cadencia, la voz de mi
madre. Era misteriosa. La odiaba y me enamoraba de ella al mismo tiempo.
Iba a matar a Kira.
—Estuviste ignorando mis llamadas —señaló Aimee, sus manos en su regazo—. Mis
mensajes.
—Ahora no es un buen momento para estar aquí —me escuché a mí misma decir, estaba
feliz de que mi voz fuera más clara. Más estable—. Y es Kira.
—¿Perdón?
—Mi amiga. Su nombre es Kira. No Kia.
Rosa tiñó las mejillas de Aimee. Ella era castaña y había recogido su cabello en un apretado
moño arriba de su cabeza. Sus ojos no eran del mismo gis pizarra que los míos o mi fallecida
madre. Eran más oscuros, con manchas de verde alrededor del iris. Sus labios, delgados y
derribados, estaban cubiertos en una rosa claro. Había utilizado un pantalón de traje negro para
verme, a la sobrina que nunca había estado interesada hasta recientemente.
Como si esto fuera una reunión de negocios.
—Maya —dijo gentilmente—. Me alegra finalmente verte. Tenerte en frente de mí. Es
como… es como tener a Chantelle aquí mismo.
—No menciones a mi madre —espeté, sintiendo las lágrimas picar mis ojos—. No te
apareces después de casi treinta años de ignorarme a mí y al resto de mi familia.
La escuché tomar una respiración profunda, escuché sus perfectas uñas de manicure rozar
la fábrica de su pantalón—. Quiero hacer compensaciones. Quiero llegar a conocerte.
—No me importa lo que tú quieras. En serio, sólo vete —me puse de pie, abrazando mis
propios brazos alrededor de mí misma—. Este es posiblemente el peor momento para que estés
aquí.
Aimee se paró también, nerviosamente torciendo sus manos juntas—. Lo siento, Maya
—dijo, sus ojos suplicando que la comprendiera—. Por no ir al funeral. Por no ponerme en
contacto antes. Por… emboscaste así. De verdad lo siento.
—Vete.
—Tu abuela murió el mes pasado —soltó—. Lo siento por sólo soltarte esto, pero eso es
parte por lo que estoy aquí. Ella dejó un montón de dinero e, incluso con el tipo de cambio, será
bastante substancial. Ella quería que lo tuvieras, Maya.
Me volví a sentar, sintiéndome mareada.
—¿Maya? —Aimee estimuló, su voz vacilante—. Esta no es la única razón por la que
estoy aquí. Estoy esperando que… estoy esperando que puedas encontrar en tu corazón
perdonarme.
—Quédate el dinero —mi voz era temblorosa—. Tú y tu madre tuvieron años para
compensar, pero no lo hicieron, ¿y ahora piensas que puedes lanzarme dinero para aliviar tu
repentina ráfaga de culpa? Vete al infierno.
Los ojos de Aimee se ensancharon. Dio un paso atrás, como si tuviera miedo de que yo
fuera a saltar y atacarla. Yo estaba demasiado impactada para hacer eso. No podía creer que
después de todos estos años, todos estos años sin escuchar pio de ellas, mi tía estaba tratando
de comprar su camino a mi vida.
—Chantelle rompió el corazón de nuestros padres al escoger un hombre por encima de
ellos —dijo, su voz suave—. Sí, ellos tenían un problema con el color de su piel, pero era
peligroso en esos tiempos. Ellos estaban preocupados por lo que le pasaría a ella, a él incluso, si
su relación continuaba. Después, cuando ellos trataron de reconectar con ella, Chantelle les había
cerrado la puerta y decidió sacarlos—sacarnos—de su vida. Ella nunca dio una dirección, un
número de teléfono, ella desapareció. Estábamos rotos.
—Fueron racistas —gruñí—. Ustedes fueron una familia de pendejos prejuiciosos que
no dieron dos mierdas por mí o mis padres. ¿Crees que soy una chica negra sufriendo a la que
le puedes pagar para que te ame? ¿Qué todo lo que me importa es el papel verde? Te puedes ir
al carajo de aquí y rezar que Dios sea más indulgente que yo porque nunca voy a dejarte a ti y
ningún otro van Rensburgs entrar a mi vida. Fin de la historia.
Estaba respirando pesadamente cuando había terminado y en algún punto, me había
puesto de pie. Mi corazón estaba latiendo tan rápido que dolía y podía apenas ver a través del
velo de enojo sobre mis ojos.
—Ya la escuchaste —una voz dijo desde el marco de la puerta—. Vete al carajo de esta
propiedad.
Aimee visiblemente palideció, sin duda observando al formidable y tatuado gigante que le
estaba disparando una mirada desde la única salida.
Ella se giró y agarró su bolsa de mano del sofá, me dio una última mirada y después
apretó su camino pasando a Jake en su camino de salida. Me habría hundido en el piso si no
fuera por Jake atrayéndome a un abrazo.
—Ella quería darme dinero —dije en un sollozo, agarrándome a él como si fuera mi
salvavidas—. He estado sola por tanto tiempo y todo lo que ella quería era darme dinero.
Jake estaba acariciando mi cabello, sosteniéndome apretadamente que casi era una lucha
respirar—. No estás sola —me dijo—. Me tienes a mí.
Retrocedí, alzando mi cabeza para mirarlo—. ¿Sí? ¿Te tengo?
—Siempre. Por siempre —dijo ferozmente, limpiando mis lágrimas con las puntas de sus
dedos—. En esta vida y en la siguiente.
—Llévame a tu habitación —demandé—. Llévame a tu habitación y hazme el amor.
Sus ojos buscaron en los míos por duda, por inseguridad, tal vez, y cuando no encontró
nada, murmuró—, si eso es lo que quieres.
—Es lo que necesito —dije de vuelta.

Me quitó mi camisa—su camisa—como si yo fuera su regalo y deslizó mis pants y bragas


fuera como si fueran frágiles y hechos del más delgado material. Lentamente. Gentilmente.
Arrodillándose a mis pies, me permitió poner mi mano en su cabeza para estabilizarme a
mí misma mientras levantaba mis pies para poder sacar mis pants. Cuando me paré en nada
más que acalorada piel, besó su camino hacia mis rodillas, hacia mis muslos, más allá de mi
coño, más allá de mi cicatriz en el costado, hasta que estaba de pie y pudo besarme en la boca.
Mis manos fueron a la parte trasera de su cabeza y lo agarré fuertemente, ojos cerrándose.
Yo quería rápido, él iba lento. Yo quería duro, él era gentil. Al final, yo sólo lo quería a él.
—¿Estás segura? —preguntó una vez que había separado nuestros labios—. ¿Estás
segura de que estás puesta para esto? ¿Estás segura de que estás puesta para mí?
Después de la cirugía. Después de anoche, y los niños que maté. Después de todo.
Él no tenía que decirlo. Yo sabía.
—Estoy segura, Jake —pronuncié sin aliento—. Por favor, ámame.
Él dejó salir una respiración áspera, sus ojos oscureciéndose. Sin otra palabra más, me
levantó en sus brazos y envolví mis piernas alrededor de su cintura, respirando su limpio olor
a jabón y loción de afeitar. Me puso en la cama y removió su ropa, y sentí mi boca secarse.
¿Por qué eran tan hermoso? Tatuado y perforado y pecaminosamente marcado, y todo
mío.
Me acosté en la cama, sosteniéndome sobre mis codos, separando mis piernas. Deseo hizo
sus ojos oscurecerse y palmeó su erección, de la base a la punta, su peso subiendo con cada
respiración profunda que tomaba.
—Pon tus dedos dentro de tu coño —dirigió, su voz ronca—. Quiero mirar.
Inseguridad me hizo mirarlo tontamente y su rostro de suavizó.
—Tienes un hermoso coño, nena —dijo—, y quiero acariciar mi verga dura
observándote.
Mi mano ya estaba viajando por mi vientre hasta que mis dedos alcanzaron los labios de
mi vagina. Dios, estaba tan húmeda. Era su áspera voz, su cuerpo, su obvio deseo por mí. Con
dos dedos extendí mis labios, nunca quitando los ojos de los suyos. Mordiendo mi labio inferior,
froté mi clítoris primero, y placer calentó mi mitad inferior. Me retorcí bajo la acalorada mirada
de Jake y aun así, me encontré frotándome más fuerte, más rápido, hasta que deslicé dos dedos
dentro de mí misma.
Era diferente, hacer esto a mí misma, pero el hecho de que lo estaba haciendo mientras él
observaba, mientras él se acariciaba a sí mismo—pre-semen brillando en la punta de su pene—
me hizo desesperar por liberación.
—Detente —gruñó, y me detuve, sin aliento e incumplida.
Jake se puso de rodillas entre mis separadas piernas y tomó mi mano en la suya, trayendo
mis dedos húmedos a su boca y chupándolos. Sus ojos cerrados mientras él lamía mi excitación
de mis dedos, distrayéndome del hecho de que su otra mano estaba en mi coño.
—Jake —gemí, arqueando mi espalda cuando empujó sus dedos dentro de mí.
Eran más gruesos, más ásperos y me empujé contra ellos, arqueando mi espalda.
Liberó mis dedos de su boca, mandándome una sonrisa astuta que me hizo apretarme
alrededor de él.
—Cerca —gimoteé, mi abdomen tenso con mi inminente liberación—.Cerca…
Sus dedos me dejaron. Frustrada, lo maldije. Riendo entre dientes, se inclinó y me besó.
En la nariz.
—Te amo, nena —susurró—, incluso cuando me dices pendejo.
Se maniobró a sí mismo sobre mis piernas y se sentó junto a mí, inclinándose contra la
acolchada cabecera—. Ven aquí.
Él estaba agarrándose a sí mismo en su mano derecha otra vez, jalando hacia arriba en
toscas caricias, sus ojos en mí. Me sentí más conforme así que me levanté y me moví para
sentarme a horcajadas sobre él, mis ojos envolviéndose con los suyos. Sus manos estaban en mi
cintura, su verga dura contra mi muslo interior.
—¿Te tengo, Maya? —preguntó, repitiendo la pregunta que yo le había hecho antes.
Besé su nariz—. Sí, Ripper. Me tienes.
Dejó salir un suspiro, tal vez porque había utilizado su apodo también, y bajó sus ojos, me
posicionó sobre él, dirigiendo la cabeza de su erección a mi entrada. Sus ojos saltaron a los míos
antes de que me atrajera hacia abajo sobre él abruptamente.
Inhalamos ruidosamente al mismo tiempo y puse mis manos en sus hombros, sintiéndome
totalmente llena por su verga. Sintiéndome totalmente unida con él.
Me moví primero, meciéndome contra él y haciéndolo gemir. Sus manos fueron a mi
espalda y me movió, adelante y atrás, adelante y atrás… lentamente. Hasta que lento no era lo
suficientemente bueno y se aseguró de que lo supiera. Me mecí contra él casi febrilmente y él
empujó contra mí desesperadamente, forzándose a sí mismo más profundo.
—Joder —dijo rasposo, sus ojos avellana reflejando el gozo que estaba segura estaba en
los míos—. Siempre es jodidamente perfecto contigo.
Gemí en respuesta, y cuando su boca se cerró sobre uno de mis pezones, eché mi cabeza
hacia atrás y lloré su nombre. Succionó mi pezón hasta que le supliqué que se detuviera, y lo
hizo, sólo para moverse a mi otro seno. Mis manos dejaron sus hombros y mis dedos se
enterraron en su alborotado cabello, tirando de él hasta que maldijo y siseó mi nombre.
—Me vengo, Jake —anuncié, mi voz tensa. Mis movimientos se volvieron más agitados
entre más me acercaba a mi liberación.
Apenas logré sacar las palabras antes de que mi cuerpo entero se apoderada y culminé.
Jadeando, dejé caer mi cabeza sobre el lugar donde su cuello se encontraba con su
hombro—. Usame —susurré—. Fóllame. Correte dentro de mí. Te amo malditamente
demasiado, ¿okay?
Y él me usó. Me folló. Se corrió dentro de mí tan fuerte y largo que me sentí volando en la
sensación de él vaciándose dentro de mi coño.
Me tendí contra él y él se tendió contra la cabecera y ambos tratamos de recuperar el
aliento. Su corazón latía furiosamente contra él mío y mis senos estaban aplastados contra las
argollas plateadas en sus pezones. Perezosamente estirándose entre nosotros, tiré de una de las
argollas y sentí su pene sacudirse dentro mí.
—¿Por qué lo hiciste? Perforarlos —agregué, dándome cuenta que nunca le había
preguntado esto. Nunca.
Incluso aunque no podía ver su rostro, porque estaba de hecho oliendo su cuello, sabía que
él estaba sonriendo.
—Me dijeron que dolería —fue su respuesta.
—Oh, Jake —levanté mi cabeza y lo miré—. ¿En serio?
—El dolor puede ser bueno, cariño —me dijo, envolviendo sus brazos alrededor de mi
cintura—. Me recuerda que todavía estoy aquí. Todavía vivo.
Estiré mi mano detrás de mí por una de sus manos y coloqué su palma plana contra su
pecho—. ¿Puedes sentir eso, Jake? Ese es tu corazón latiendo. Eso debería recordarte que todavía
estás vivo.
—Tú me recuerdas que todavía estoy vivo —dijo, uniendo sus dedos con los míos—.
Eres la mejor puta cosa que me ha pasado, ¿lo sabes? La mejor.
Dejé caer mi frente hasta que se presionó con la suya—. Lo sé ahora.
Terminamos yendo por otro round que drenó mi energía remanente y me dejó sintiendo
letárgica. Jake dejó la cama para ir por lo que me di cuenta iba a ser desayuno tardío y cuando
regresó, encontró que estaba a mitad de mandarle a Kira un muy enojado mensaje.
—¿Qué pasa? —pregunté cuando vi su rostro. Bajé mi teléfono.
Jake puso la bandeja de tocino, pan tostado y huevos en mi regazo, luciendo guardado—.
Tengo que salir por un rato.
—Salir —repetí, sintiendo mi estómago volcarse.
Dentro era más seguro que afuera, donde él podía ser asesinado en cualquier momento.
Dios, cómo fingiría por una mañana que éramos una pareja normal. Estúpido. Sin sentido.
—Lo siento —me dijo, luciendo enojado. Con él mismo. Conocía la diferencia.
—No, no lo estés. Conozco el marcador ahora —puse la comida en la mesita de noche y
me levanté de la cama—. Sólo regresa a mí.
Acunó mis mejillas y me dio un breve beso en los labios antes de que se fuera. Me paré
desnuda en su habitación, escuchando el rugido de motocicletas afuera mientras dejaban el
recinto.
—Volverá a mí —dije en voz alta.
Lo dije un par de veces más y luego me vestí y me comí el desayuno que Jake me había
hecho. Se sentía bien comer comida de adultos otra vez.
Una vez que terminé, llevé mi plato a la cocina, notando cuán silenciosa parecía la casa y
luego me arrastré bajo las cobijas para terminar mi mensaje a Kira sobre mandar a mi tía tras
de mí.
A pesar del hecho de que era temprano por la tarde, me sentía increíblemente cansada y
antes de que lo supiera, me había quedado dormida.
Cuando me desperté después, no estaba en la cómoda cama King de Jake, en la aireada
habitación de Jake en el recinto de los Phantoms.
Estaba en un frío piso de concreto, en una habitación oscura que apestaba a algo horrible.
Atascada en ese desconcertante estado entre consciencia y sueño, no me di cuenta que no
estaba sola hasta que me senté y escuché una voz del otro lado de la habitación decir—. ¿Estás
despierta, Maya?
Froté mis ojos, bizqueando en la casi oscuridad para distinguir una sombra hundida contra
una pared bastante parecida a como yo estaba ahora.
—¿Sebastian? —exclamé, sólo porque conocía su voz como conocía la mía. Mi cabeza
estaba adolorida. ¿Por qué mi cabeza estaba tan adolorida?—. ¿Dónde estamos?
—¡Shh! Mantén la voz baja —siseó—. Prométeme que no te alterarás.
—Sebastian —dije entre dientes apretados.
—James McNally nos tiene —dijo bajamente—. Has estado inconsciente desde que te
tiraron en esta celda conmigo hace unas horas. Creo que he estado aquí por una semana y
media. No estoy muy seguro.
Sentí mi corazón brincar en modo de pánico ante sus palabras, y cautelosamente puse una
mano en mi cabeza, sintiendo líquido denso manchar mis dedos.
Ni siquiera tenía que olerlo para saber que era sangre.
“¿Puedes quedarte dormido con un interruptor de pánico?”
-Silversun Pickups, Panic Switch.

Sebastian hizo varios intentos para iniciar una conversación conmigo, pero entre estar
asustada y tratando de lidiar con el agudo dolor en mi cabeza, no estaba con ánimos de
complacerlo.
Estaba oscuro afuera, algo que estaba hecho claro por la pálida luz de la luna filtrándose
a través de la pequeña ventana alta arriba de nuestras cabezas. Era muy pequeña para atravesar
una cabeza, menos un cuerpo, y estaba simplemente muy lejos.
Nadie había entrado a vernos, lo cual era probablemente algo bueno ya que estaba segura
de que estaba a punto de ser asesinada. Entonces otra vez, habían mantenido vivo a Sebastian
aquí por una semana. Había esperanza. La esperanza era algo bueno, incluso si era falsa.
—Se enteraron que estaba contactando a Jacob.
Eso atrapó mi atención, y traté de enfocarme en la silueta del cuerpo de Sebastian en frente
del mío—. ¿Y en todo ese tiempo, nunca le dijiste a Jake que te estaban reteniendo? —pregunté.
Mi voz sonaba ronca y desesperadamente necesitaba algo para beber.
—No sé dónde estamos, Maya. Me pusieron una bolsa en mi cabeza, me golpearon hasta
la inconsciencia y desde entonces, he estado desorientado —lo escuché moverse un poco—. De
hecho me alegra estar aquí, lejos de todos esos lunáticos.
Culpa me carcomió—. ¿Tienen su dinero? ¿Lograste quitárselos?
Sebastian dejó salir una risa amarga—. Ellos consiguieron su dinero hace mucho tiempo,
Maya. Nunca fue acerca del dinero. Fue acerca del principio —lo escuché moverse un poco
más—. Ellos sólo necesitaban un hacker de casa, supongo. Alguien que vigilara también. Yo
mayormente he estado ocupado jaqueando expedientes policiacos, borrando huellas digitales del
sistema federal. Ese tipo de cosas. Cosas que podía hacer durmiendo.
No podía pensar en nada para decir a eso.
—Cuando Jacob me llevó con ellos, ¿sabes qué me prometió?
—No —susurré.
—Me prometió que él aseguraría de que ellos no me mataran —dejó salir una fuerte
respiración—. Deseo que me hubieran matado, Maya.
—Sebastián…
—Está bien. De verdad, está bien. Este es mi desastre. Tengo que limpiarlo.
—Pero quiero decir… quiero decir que… —mi voz se apagó porque realmente no sabía qué
quería decir. ¿Lo siento? ¿Siento que las cosas terminaran así?
Sebastian no ofreció asistencia y cerré mi boca, sentándome recta para que mi espalda
estuviera contra la fría pared.
—¿Maya? —dijo de pronto, su voz tentativa.
—¿Qué, Seb?
—¿Tenías… tenías amigos en el club?
—¿Qué clase de pregunta es esa?
—Es sólo… los escuché fanfarroneando. Los chicos de McNally. Sobre cómo habían
matado a la mayoría de los hombres que encontraron donde tú estabas —murmuró—. Y las
mujeres… ellos…
—Oh, Dios.
Dolor cortó a través de mí, mucho peor que el dolor de mi cráneo. Pensé en Sticks, en
Daisy, en Bree… en Baron. ¿Habría él estado ahí? ¿O habría estado fuera? ¿Quién había quedado
en el recinto? La mayoría jóvenes, los Candidatos, los Prospectos, los aspirantes. Como sea que
quisieras llamarlos. Vidas arrebatadas.
Giré a mi lado y vomité, lágrimas picando mis ojos. La habitación ya apestaba a caño,
¿qué era un poco de vomito? Sollozando, atraje mis rodillas y presioné mi frente contra ellas.
Momentos después, sentí el brazo de Sebastian llegar alrededor de mí y sollocé incluso más
fuerte, permitiendo que el calor de su cuerpo me diera consuelo.

—¿Oye, Maya? ¿Estás despierta? —Sebastian estaba gentilmente sacudiéndome.


—No podría dormir incluso si quisiera —me atraganté, mi rostro medio volteado a su
pecho.
—Lo siento —susurró—, por tus amigos. Por todo.
—Sé que lo sientes, Seb.
Él estaba acariciando mi cabello y me recordó cómo Jake haría eso. Sentí lágrimas manchar
mis mejillas otra vez y no me molesté en limpiarlas.
—Para que quede claro, sí te amé —murmuró Sebastian, sus dedos todavía en mi
cabello—. Mis padres, ellos nunca se mostraron ningún tipo de afecto real. Sin decir que se
amaron el uno al otro. O a mí. Supongo, yo… yo supongo que pensé que eso era normal. Y siento
haberte decepcionado.
Tragué, estirándome por su mano. Sentí su anillo de promesa en su dedo índice,
sorprendida de que todavía lo tuviera—. Te amé también. Pero no de la forma en que suponía
que nos amaramos. Éramos como… una familia. Tal vez eso era lo que yo quería.
—Sin embargo, lo fuiste para mí. Tenía este plan de cómo iba a proponerte y podríamos
finalmente hacernos el amor —dejó salir una risa sin humor—. Voy a morir virgen. ¿No es ese
el castigo extremo?
—Seb, escúchame —me senté derecha para que pudiera ver la silueta de su rostro en la
oscuridad—. Vamos a salir de aquí. Jake nos va a sacar.
—Tú vas a salir. Me aseguraré de eso. No merecías esto, Maya, y te debo asegurarte que
no resultes lesionada.
Oh, Dios. Yo te lo debo… yo te debo esto a ti.
—Seb, escúchame. Vamos. A. salir —dije ferozmente, apretando su mano—. Los dos.
¿Entendido?
—Okay.
—Sí. Todo va a salir bien.
Si lo decía el tiempo suficiente, tal vez terminaría creyéndomelo.

—¡Despierten!
Por favor sólo haz que todo esto sea un sueño…
—Mira a los dos tortolitos. ¿No te pone enfermo del estómago ver esto, Ewan?
—Despiértense, carajo, ¡o les voy a disparar!
No me podía mover mucho porque Sebastian prácticamente estaba cubriéndome con su
cuerpo y cuando eventualmente se estiró, fue porque estaba siendo levantado de mí. La luz del
sol perforó mis globos oculares y mis ojos se cerraron otra vez mientras hacia una mueca
dolorosamente.
Luz de día.
¿Había dormido toda la noche?
Atrayéndome a una posición de sentado casi imposible: mis articulaciones crujieron y mis
extremidades se quejaron, pero al menos el dolor de mi cabeza había embotado a casi nada.
Cuando abrí mis ojos otra vez, fue para ver a los ojos verdes de una mujer cicatrizada en
jeans y camisa blanca acuclillada para estar a la altura de nuestros ojos.
—Sí, saquemos el asco de camino, entonces, ¿podemos? —dijo, rodando sus ojos—. Soy
una puta perra fea y lo sé. Así que haz esa cara. Lo he visto todo antes.
—No… son tus ojos. Son… familiares —sin emoción aun así llenos de maldad al mismo
tiempo. Podía ver lo que esos ojos habían visto, y no era bonito.
Los ojos de la mujer se estrecharon—. Me estás diciendo que esto —apuntó a su cara—
, ¿no te molesta?
—¿Por qué me molestaría?
Ella rió—. Eres una maldita mentirosa. Particularmente no me gustan los mentirosos.
Toma a ese novio tuyo, por ejemplo —metió un mechón de cabello detrás de su oreja—. No un
mentiroso, pero un cobarde. Habría terminado de destriparlo como a una trucha por toda la
mierda que ha hecho si él no tuviera a su amigo brincando a su rescate. Eso realmente me
molestó. Yo siempre termino un trabajo.
—¿Tú hiciste eso? ¿A Jake y a Sin? —solté.
La mujer se puso de pie y sólo pude seguir su ascenso con mis ojos para determinar que
era pequeña. Y diminuta. Su cabello rizado era castaño y caía en pequeños rizos alrededor de
su rostro. Y vaya rostro era ese.
Grotescamente cicatrizada, lucía como si alguien hubiera tomado un cuchillo y hubiera
tratado de cortarla. Cada centímetro de su cremosa y pecosa piel en su rostro se había convertido
en una colección de recortes. Sus ojos eran grandes y verde Jade, la única perfección que ella
tenía ahí.
—Ewan —dijo, levantando su cabeza hacia el hombre estando detrás de ella—, preparala
para el desayuno. Mi hermano no tolera la tardanza.
—Sí, señora.
Con una última mirada a mí, se giró y dejó la celda. Fue sólo entonces cuando obtuve un
buen vistazo de Sebastian.
Lucía como basura en un día cálido.
Jake le había dado golpes. Los hombres de McNally le habían dado experiencias casi
mortales.
Podía ver lo que lucía como marcas de ligaduras en su cuello y era increíble que él siquiera
hubiera logrado hablar, considerando que la mayoría de su rostro estaba irreconocible como una
parte de su cuerpo.
Manchas de sangre estaban presentes en su camisa de vestir azul, y su mano derecha
estaba doblada en una manera innatural en la muñeca.
Ewan no me dio un momento para reaccionar después de que estuviera jalándome de pie
y arrastrándome fuera de la celda. No peleé, ¿cuál era el punto?, y en mayor parte, él no era
brusco. Era un sujeto de altura considerable, gruesos y amplios hombros y tatuado desde su
cabellera calva a sus bíceps, pero su agarre en mi brazo no estaba lastimándome.
Como había sospechado, las celdas estaban debajo, y Ewan me dejó caminar delante de él
mientras subíamos la escalera de madera raquítica, prometiendo dispararme en la columna
prácticamente si respiraba mal.
Cuando alcanzamos la parte de arriba de las escaleras, Ewan me empujó por un pasillo a
una habitación. Era grande, pero escasamente amueblado. El piso estaba simple y el tapiz color
durazno estaba descarapelándose. Una sola cama que estaba presionada contra la pared y una
cajonera puesta al otro lado.
—Desvístete.
—Debes estar loco —le dije.
Fue a los cajones y sacó un vestido negro sin forma. Y me lo lanzó—. Desvístete y ponte
esto. No te lo voy a pedir otra vez.
Sus ojos eran prácticamente negros y cuando los puso en mí, violándome con ellos, no
había equivocación en lo que él quería ver. Con manos temblorosas, sostuve el vestido, dándole
la espalda. Me doblé para poner mis pies dentro del vestido, jalándolo sobre mis caderas,
sosteniéndolo ahí mientras me quitaba la camisa manchada de vomito que estaba usando. Una
vez que estuvo arriba y saqué mis brazos por las largas mangas, me quité mis pantalones
deportivos.
—Vaya, ¿no eres una pequeña perra inteligente? —remarcó Ewan, riendo oscuramente
mientras me giraba para encararlo—. Si quisiera follarte, ya te había tenido para este momento.
Pudiste al menos haberme enseñado tu coño, considerando.
—Vete al diablo, patética excusa de hombre.
La sonrisa cayó de su cara—. ¿Cómo me llamaste? —levantó su mano y me preparé a
mí misma para el impacto, hasta que envolvió su puño alrededor de un nudo en mi cabello,
jalándome hacia él—. Tu novio motociclista de mierda mató a mi hermano, ¿sabías eso? Mi
hermano de dieciséis años. Un puto niño. ¿Sabes lo que te quiero hacer? Meter mi pistola en tu
coño y volar tus putos ovarios por tu estómago. Mandarte de vuelta a tu novio luciendo como
animal muerto de carretera. Sigue hablándome así e iré en contra de las órdenes del Jefe y lo
haré. ¿Entendido?
No podía asentir porque su agarre en mi cabello era demasiado doloroso. En su lugar,
susurré—. Sí—cuando todo lo que quería era sacarle los ojos.
Ewan me empujó de él y me tropecé, jadeando por aire.
—Ven conmigo —comandó, liderando el camino fuera de la habitación, confiado en que
lo seguiría.
Lo seguí.
Mis ojos volteando alrededor, tratando de encajar dónde estaba. Cada puerta que
pasábamos estaba cerrada y no aprendí mucho hasta que entramos a un gran comedor. Era
enorme, probablemente el doble del tamaño de mi departamento completo, y la luz del sol me
hizo parpadear repetidamente.
Miedo contrajo mis pulmones cuando me di cuenta que James McNally estaba sentado en
la cabeza de la elaborada mesa puesta. Él estaba casualmente leyendo el periódico, sosteniéndolo
en frente de él y la cicatrizada mujer del sótano estaba sentada a su derecha, poniendo
mantequilla en pan tostado.
Ewan se fue. Me quedé ahí, tratando de recordar que tenía que inhalar y exhalar con el
fin de permanecer viva.
—¿Bueno? No te quedes ahí como una pieza de puto mueble —regañó la mujer,
mirándome—. Siéntate.
Ella estaba señalando al asiento vacío a la izquierda de McNally con un cuchillo de
mantequilla.
No me pude mover.
—¿Vas a echarnos nuestra hospitalidad a la cara, vaca desagradecida?
McNally le dio vuelta a la página, ignorándome completamente, pero yo estaba muy
consciente de él. Estaba en un traje y su cabello pelirrojo estaba fuera de su cara, así que podía
ver los números romanos ‘II’ tatuados en su frente. Dos piezas de pan tostado que él tenía en su
plato sin tocar.
—No se asuste —dijo él de pronto, su voz profunda.
Mis pies se movieron a su propio acorde. Saqué la silla y me senté al lado izquierdo de
McNally.
—Roisin —murmuró McNally, sin mirar más allá de su periódico—, no maldigas en
frente de mí. No es de señoritas.
¿Roh-shin, eh? Logré mirarla sin estremecerme. Sus ojos, idénticos a los de su hermano,
estaban actualmente estrechados hacia mí.
—Es algo bueno que no sea una señorita, entonces, ¿no? —respondió, tomando una gran
mordida de su pan tostado. Su atención regresó a mí—. Supongo que tú lo eres, ¿no? ¿Del tipo
que dice ‘por favor’ cuando quieres un orgasmo y ‘gracias’ después?
Me mordí mi labio inferior, sosteniendo su mirada, pero sin decir nada.
—Roisin —la voz de McNally fue áspera esta vez.
Su hermana suspiró—. Perdóname, Jay. ¿Cuántos Ave María quieres que diga esta vez?
—Muy gracioso.
Observé este tira y afloja en asombro. Nunca había sabido que los gemelos McNelly
siquiera tuvieran una hermana, sin mencionar tan loca como ellos claramente lo eran. ¿Por qué
estaba aquí, desayunando con esos psicópatas? ¿Por qué estaban fingiendo que esto era normal?
Ewan básicamente me había dicho que yo estaba muerta, así que me estaban dando mi última
comida.
Miré la abundante comida delante de mí y mi estómago gruñó. McNally, tan observante
como era, dijo suavemente—. Debería comer. Debe estar famélica.
—¿Por qué estás siendo tan… complaciente? —las palabras parecieron estar fuera de mi
boca antes de que siquiera pudiera procesarlas.
Roisin bufó—. ¿Complaciente? Querido Dios —se inclinó hacia delante, haciéndome
recargarme en mi silla—. Estamos tratando de engordarte antes de que nos comamos la carne
de tus flacuchos huesitos —siseó, lanzándome una sonrisa grande.
Retrocedí, no por su ridícula amenaza, sino porque su sonrisa me mostró cómo todos sus
dientes habían sido afilados en pequeños y apuntados incisivos. Eso, junto con su cara
desfigurada, la hacía lucir más aterradora.
—¡Roisin! Última advertencia.
—Jay, no eres divertido estos días.
McNally me miró—. ¿No dije come?
Por auto preservación, me serví un vaso de jugo. Mi mando temblaba y la mayoría cayó
al piso, pero nadie dijo nada sobre eso y tragué el frío líquido para lavar el sabor de mi
regurgitada comida.
—Ripper —McNally habló suavemente—. ¿La folla o la ama?
Si hubiera estado todavía bebiendo el jugo, lo habría escupido a través de la mesa a Roisin.
Estaba feliz de haberme terminado mi bebida.
Como era, mi boca sólo colgó abierta como un puente levadizo.
—Le hice una pregunta, señorita Fenton. Espero una respuesta. Así es como esto funciona.
—Yo… qué —me aclaré mi garganta—. Perdón, ¿pero qué diablos tiene eso que ver
contigo?
Los labios de McNally se torcieron, como si él quisiera sonreír y estuviera deteniéndose a
sí mismo de hacerlo—. Me ayudará a decidirme cómo matarte, amor.
Tragué la bilis—. Estás perdiendo el tiempo conmigo.
—No en absoluto —dijo—. Verás, si sólo es follar sucio y sudoroso lo que pasa entre
ustedes dos, a él no le importará un demonio si mueres. Sólo otra pobre y desafortunada puta
con un coño celestial. Pero si él la ama, si él está lunático sin usted, su muerte lo romperá. No
quiero desperdiciar mi tiempo con un coño celestial, señorita Fenton. Así que dígame qué es
usted para Ripper.
Lo miré a los ojos—. ¿Qué importa lo que te diga? Vas a matarme de todos modos
—Lo que sé es esto, señorita Fenton. Ripper ya se ha doblado para protegerla, justo desde
el inicio —su voz era baja, sus palabras siniestras—. ¿Sabe lo que eso me dice? Eso me dice
que su muerte necesita ser larga y aguda. Me dice que su muerte será la de él. He sabido la
respuesta a esa pregunta por un tiempo ya, justo como sé cómo voy a poner fin a su miseria.
Sus verdes ojos jade estaban vacíos como mi vaso, y casi solté un suspiro de alivio cuando
los quitó de mí y los regresó a leer el periódico.
—Tome algo de café. Tiene bolsas bajo los ojos —afirmó como un hecho, dando vuelta a
la página—. Rosh, deberías leer lo que ese puto, Trump, ha dicho esta vez.
—No estoy interesada, Jay —su hermana contestó, girando una navaja. Con hábiles
dedos, ella le dio vueltas, manteniendo sus ojos pegados en mí—. No estoy interesada.
“Y luego descubrí cuán difícil es realmente cambiar, incluso el infierno puede ponerse cómodo una vez que te
estableces”
-Bring Me the Horizon, Hospital for Souls.

—Voy a follar tu boca y te va a encantar.


—Te morderé el pito, lo prometo. Lo voy a masticar hasta que sea carne molida y haré
una carne de hamburguesa con ella. Luego la sasonaré y la pondré en pan de hamburguesa y
la llamaré Cajita Infeliz. Eso es lo que va a pasar si pones tu flácido pene en cualquier parte
cerca de mí.
Ewan arqueó una ceja—. Estaba bromeando, perra loca.
—¿Sí?, Bueno, yo no.
Nos miramos el uno al otro por unos segundos, en un extraño punto muerto, antes de que
él estuviera jalándome del brazo otra vez y guiadome fuera del comedor para llevarme abajo.
Se sentía como si fuera un colibrí atrapado en una jaula, en lugar de mi corazón latiendo
a un kilometro por segundo en mi pecho. Estaba sudando profusamente y el enfermizo ajustado
vestido de algodón que estaba usando estaba pegándose a mi piel, pero ese era el menor de mis
problemas.
Estaba a punto de morir.
No había comido mucha de la comida de la mesa. Roisin me había dicho que comiera, y
había escogido mi pan tostado. Mi garganta estaba en un estado permanente de sequía y yo
seguía llenando mi vaso de jugo mientras trataba de ignorar el hecho de que estaba cenando con
dos personas inestables.
James McNally había continuado leyendo el periódico hasta que había alcanzado la pagina
de deportes y entonces le había dado integra atención a su comida. Fui abrubtamente ignorada.
Olvidada.
Hasta que él bruscamente le había comandado a Ewan que me llevara abajo al sotáno.
Ewan había aparecido de la nada y siseó en mi oreja cómo yo iba a hacerle una felación
sin mi consentimiento. Y ahora estábamos regresando a Sebastian.
Esta vez, estaba mentalmente preparada para como él lucía, lo cual era de muerte.
Estaba sentado con su espalda contra la pared; sucio, roto y patético.
Ewan me lanzó con él, y me tropecé, logrando atrapar mis pasos y haciendo mi camino al
rincón de Sebastian. Sus ojos se iluminaron cuando me vio.
—Pensé que te habían matado, Maya —dijo suavemente mientras yo caía en pila frente
a él.
—Seb, dame tu mano. Déjame ver —sin esperar a que él lo hiciera, gentilmente tomé su
mano derecha en la mía—. Parece rota —mis ojos se alzaron para encontrar los suyos—. Te
dieron algo para el dolor, ¿no?
Él asintió lentamente—. Alguna inyección. Me noqueó en seco. Fue hace un par de días.
Ya no lo siento… como cuando pasó —removió su mano, poniéndola en su regazo.
Habían tantas cosas que quería decir acerca de esto, en su mayoría acerca de cómo tenía
que tener su muñeca rota. Y sobre como eso claramente no iba a pasar.
—Ellos obviamente tienen planes para ti si están ahciendo esto —le dije, a lo cual el bufó.
—Esto es todo un juego antes de que me maten —pausó, su ceño fruncido—. ¿Qué hay
de ti? Tu cabeza.
Toqué con mi dedo mi cuero cabelludo. Por lo que noté, mi herida era superficial y no
requeriría atención médica. El parche de sangre seca estaba en mi lado izquierdo y mi cabello
estaba enredado ahí. Un pequeño golpe era nada comparado con por lo que Sebastian había
pasado.
—Estaré bien. Es por ti quien estoy preocupada.
Sacudió su cabeza rápidamente—. No te preocupes por mí. ¿Viste a las mujeres? ¿Portia
y Tamara? ¿En las otras celdas?
Arrugué mi cara, tratando de recordar si había visto personas en las celdas que había
pasado en mi camino arriba y abajo—. No.
Sebastian dejó salir aire, mirando a su regazo—. Ewan me dijo que ellas eran el…
entretenimiento. He estado escuchando sus gritos por días hasta ahora —me miró—. Nunca
pensé que desearía la muerte, ¿sabes?
—Vamos a salir de aquí —dije, pero incluso yo estaba comenzando a llamar a B.S—.
Esas otras mujeres también.
—¿Puedo preguntarte algo, Maya? —él estaba enunciando sus palabras lentamente,
como si fuera una lucha escogerlas y noté cuán dilatadas estaban sus pupilas.
—¿Te dieron algo, Seb? —chasqueé mis dedos en su cara—. Mientras estuve arriba, ¿te
dieron algo?
—¿Por qué nunca tomaste mi dinero? ¿Nunca? ¿Por qué no me dejaste cuidarte de verdad?
—estaba arrastrando las palabras, su boca torciéndose en una sonrisa chiflada.
—Seb…
—Pero tomaste su dinero. El de Jacob. ¿Su dinero es diferente a mi dinero?
—Has sido drogado, Sebastian.
—¿Él también tiene un anillo de promesa? —meneó sus dedos hacia mí, riendo
suavemente.
No le contesté. En su lugar, me puse de pie y fui a las barras, azotando mis manos contra
ellas—. ¿Qué le dieron? —grité, pero por supuesto, nadie contestó.
Golpeé mi palma contra el acero una última vez antes de darme por vencida y presionar
mi frente contra ellas, respirando pesadamente.
Silencio cayó, hasta que esuché pasos acercándose y levanté mi cabeza, alejándome de las
barras.
—¿Conoces a este hombre? —la voz de Roisin resonó y me preparé para la visión de su
cara.
Pero fue la muy golpeada cara de Sticks que mis ojos encontraron. Sus manos estaban
atadas y Roisin lo empujó de rodillas ante las barras de acero.
—¡Te estoy hablando! —gritó ella, sus ojos llenos de amenaza—. ¿Lo conoces?
Los grandes ojos azules de Stick se engancharon con los míos mientras yo decía muy
firmemente—, no.
—¿Segura?
—Muy segura —le dije—. Nunca antes lo he visto.
—Oh, pero él estaba en tu pequeña casa de putas, perdón, casa club, y peleó por tu
pequeña pandilla y todo —dijo Roisin dulcemente, clavando su rodilla en la espalda de Sticks
así que él estaba arodillado hacia enfrente—. ¿Estás segura de que no lo conoces?
—Dije, estoy segura.
Roisin se acercó—. Entonces supongo que no te importará que pruebe mi nueva navaja
—murmuró.
Me tomó un rato entender lo que ella estaba diciendo, pero para entonces, jaló a Sticks
hacia arriba del cabello, forzándolo a mirarme.
—¡No, Roisin! ¡Roisin, por favor! —grité, dándome cuenta.
La navaja brilló en la luz de la bombilla colgante mientras ella expertamente la ondeaba
entre sus dedos.
—Si Hades es siquiera la mitad de feo que tú lo eres —Sticks logró decir, sus ojos
enfocados en Roisin—. Finalmente entiendo por qué él está bajo tierra.
—Roisin, sólo tómame. Lastimame —supliqué, tirando de las barras en vano—. ¡Te lo
ruego!
—Está bien, Maya —dijo Sticks suavemente, mirándome—. Y no te preocupes, me
aseguré de que la flor estuviera bien también.
¿La flor?
Daisy.24
—Lo siento mucho, Keegan —susurré, y cuando él sonrió, sentí mi corazón apretarse.
Porque él era tan guapo y ni siquiera lo supo.
Roisin arrastró la cuchilla a lo largo de su garganta, profundo y rápido, y soltó a Sticks.
Ese fue el momento exacto en que me solté, también, y grité cada blasfemia que Jacob Puto
Ford alguna vez me había enseñado.

—Puto idiota —ladré, envolviendo mi mano alrededor del cuello del flacucho niño,
empujándolo contra la pared del recinto vacío en el que estabamos—. ¿Viajamos diez kilómetros
para jodidamente nada? Mejor que tengas una explicación para detenerme de despedazarte.
El chico estaba con los ojos bien abiertos, aferrándose a mis dedos, tratando de lograr que
aflojara el axficiante agarre que tenía en él. No sucumbí, mi ira haciéndome incosciente del hecho
de que sus afiladas uñas estaban sacando sangre.
—Tranquilizate, hermano —la voz de Ghost llegó de detrás de mí—. El chico va a morir
si no te fijas.

24
Margarita.
Mi cabeza giró de golpe hacia un lado—. Él clamó que había visto algunos de los hombres
de McNally aquí. Llegamos aquí, y no hay nada —dije, mi voz tranquila. Me giré de nuevo al
chico que estaba a punto de matar—. Huelo a rata y no estoy muy particularmente aficionado
de esas pequeñas cabronas.
—Tiene que haber una explicación para esto —ese era Sin, y su voz fuerte resonaba en
las paredes de concreto—. Tranquilizate, Ripper.
Tomando una respiración profunda, solté al huesudo chico, y él instaneamente se agachó,
aspirando audibles respiraciones de aire. Su nombre era Jimmy Hernandez, veintidós años de
edad, y tenía dos hermanas mayores que trabajaban en el mismo comedor. Él había querido ser
un motociclista desde el día que su padre se había ido en un viaje y nunca regresó. Sabía toda
esta mierda porque era parte de mi trabajo investigar a todos que querían unirse y me tomaba
eso seriamente.
Desde que los Phantoms era el MC más cercano a casa, Jimmy estaba desesperado por
ser iniciado.
Jugar al scout para nosotros era un privilegio. Su inteligencia de mierda era un insulto.
—Tienes un segundo para comenzar a hablar, niño —murmuré, porque habíamos sacado
casi a todos nuestros hermanos para este viaje, y fue todo para nada.
—Pensé… no, ellos estuvieron aquí. Este… es-este fue el lugar —balbuceó, mirándome con
cautela.
—¿Sabes qué? No debimos haber venido aquí basado en la información de un niño sin
experiencia —gruñó Beast—. Algo medio jodidamente estúpido, ¿no lo creen?
—Puede, Beast. No dijiste ni mierda cuando discutimos esto —dijo King, un ex soldado
que había conocido desde el preescolar.
—¿Sí? —contraatcó Beast, poniendo su cara en la de King—. Eso es porque el Prez me
arrastró fuera de la cama. Prez dice salta, y yo me pongo mis zapatos buenos.
—¿Ustedes dos cabezas huecas se callan por un segundo? —la voz de Ghost era
extrañanamente calmada que señalaba que era un muy enojado Presidente. Vino a pararse en
a lado de mí en frente del Cadidato—. Jimmy, muchacho, mira, estás sudando una inundación.
Luciendo todo misterioso y la mierda. ¿Te importa decirnos la honesta verdad de Dios por un
minuto antes de que te golpee?
Sentí esa familiar picazón en mis dedos, la sangre fluyendo a las puntas de mis dedos,
rápido y fuerte, eso me dejaba saber que estaba más que puesto para una ronda para sacarle la
mierda a golpes a alguien. Lo sentía, pero me forcé a mí mismo a apagarla.
Ojos Plateados, pensé en ella… en cómo simplemente la había dejado desnuda y royalmente
follada y cómo ella jodidamente me amaba.
Paz… sí, esa mierda se instaló sobre mí.
—Jimmy, sabes quién soy, ¿cierto? —dije después de que un momento de silencio pasara,
y todo lo que el chico estaba haciendo era mirar de mí a Ghost y de nuevo, respirando
fuertemente.
Jimmy me miró como si esto fuera una pregunta capciosa—. R-R-Ripper —contestó.
—Bien. Entonces sabes que no me opongo a arrancar tu lengua mentirosa de tu garganta,
¿cierto?
Jimmy cayó hacia atrás contra la pared, lágrimas en verdad acumulándose en sus ojos—
. Tienen a Portia y a Tammy, ¿okay? Ellos las tienen y dijeron… dijeron que no serían lastimadas
si sacaba a todos, sólo miembros, del recinto hoy —sus pálidos ojos verdes estaban ensanchados,
implorandonos—. Hoy, dijeron ellos. Tenía que ser hoy.
—¿Portia y Tammy? —ese fue Beast.
—Sus hermanas —Ghost y yo dijimos al mismo tiempo.
—¿ Y ‘ellos’ serían…? —ese fue Judge, otro hermano que había conocido toda mi vida.
—Esos cabrones Irlandeses —logré decir a través de mis apretados dientes.
—Pudiste haber venido a nosotros con esa mierda —Ghost estaba diciendo.
Estábamos desperdiciando valioso tiempo, pero no podía dejarlo ir. Incluso sabiendo lo que
significaría para el pequeño progreso que estaba haciendo, no podía dejarlo ir.
—Lo siento —lloró Jimmy, balbuceando como una perra.
Sería la última cosa que diría.
Ghost retrocedió, sabiendo que tenía que hacer esto. Tenía que hacerse. Pero rápido.
La traición era un amargo sabor en mi boca y Jimmy iba a probar los residuos de ello. Se
encogió lejos de mí, temblando como una puta hoja. Vi nada, sentí nada, pero al segundo que lo
hice, mis manos estaban alrededor de su cuello, presionando contra el frenético pulso en su
garganta. Él no estaba jodidamente muriendo. Podía oler el hedor a orina en el aire, miré la
creciente mancha en el frente de sus pantalones desgastados. Sin siquiera pensarlo de más,
estampé la parte trasera de su cabeza en la pared.
Una y otra vez, su cráneo partiéndose contra el concreto, hasta que evetualmente sus ojos
estaban muertos y su traidor cuerpo colgaba flojo en mis manos. Lo dejé caer al piso, limpiando
la sangre de mi cara con la parte trasera de mi mano.
Perros extraviados lo encontrarían.
La mayoría de los hombres ya habían comenzado a montar sus motos, pero incluso
mientras yo me subía a la mía, sabía que era demasiado tarde. Estábamos a media hora de
distancia sin tráfico y cada minuto más sentado en mi moto era otro minuto más lejos de Maya.
Oye, Dios, sé que probablemente no eres mi más grande fan, pero esta es Maya. Esta es
Maya.
Las palabras estaban en repetición en mi cabeza mientras navegaba a través del tráfico, y
luego comencé a maldecir el piso en el que McNally caminaba. Pero esto era mi puta culpa. Yo
traje esta mierda a casa. Si algo le pasaba a mi mujer…
Esta es Maya…. Esta es Maya…
Para el momento en que llegué a las puertas, recé en hebreo, inglés, y diablos, incluso
italiano. Recé que mis pecados no cayeran sobre ella. Porque me moriría e iría directo al infierno
si eso pasaba.
Ya podía decir que todo estaba mal. Las puertas estaban bien abiertas y ni un solo guardia
estaba puesto ahí. Conduje por la entrada, tomando el liderazgo, y prácticamente saltando de
mi moto. Había metido mi pistola en la pretina de mis pantalones y el momento en que mis
botas tocaron el piso el piso estaba sacándola y quitándole el seguro.
No había caso en usar el elemento de la sorpresa, los rugidos de nuestras motos lo habían
hecho imposible, así que fui a la ofensiva. La puerta principal había sido pateada y el silencio
era el ruido más fuerte.
Agujeros de balas adornaban el yeso y cuerpos, mayormente putas de club, por lo que veo,
estaban esparcidos alrededor de la sala. La sangre era abundante, como si los cabrones hubieran
destripado a las mujeres con cuchillos primero después de terminar con su miseria con una bala
en la cabeza.
Maya no estaba tendida ahí, pero alivio no era lo que sentía. Glenna era la mujer de Beast
y estaba muerta, sus vacíos ojos cafés mirándome desde donde su cuerpo yacía en el piso. Sangre
había enmarañado su grueso cabello castaño a su cráneo y sabía que Beast no podía verla así.
A pesar de cuan jodido él era, él la había amado, y ahora, ella se ha ido.
Sin pensarlo demasiado, agarré una colcha de retazos que Daisy—carajo, Daisy—había
hecho, y la lancé sobre el cuerpo de Glenna. Pero fue demasiado tarde.
Sentí a Beast llegar detrás de mí. El sonido que soltó estaba lleno con dolor.
—¿Es Glen? —preguntó, pero sabía que él había visto. Él sabía.
—Sí.
—Tenemos que revisar la casa primero —me recordó Beast, su voz monótona —, y
después encargarnos de los muertos.
Iba a matar a McNally por esto. ¿Pero de verdad? Todo esto era mi maldita culpa y justo
como mucha mierda que había hecho, cargaría con esto para siempre. Glenna no merecía esto.
El resto de estas mujeres no merecían esto. ¿Qué clase de animales mataban mujeres como
perros callejeros en la calle? Carajo.
Lideré el camino fuera de la sala, cuadrando mis hombros, y Beast seguía detrás. Mi
pistola estaba apuntada. Estaba listo para matar al ver—rótulas primero, tortura después— y
nada iba a detenerme. El sonido de sangre corriendo hacia mi cabeza estaba en mis oídos. Hice
mi camino hacia mi habitación, sabiendo en la parte trasera de mi mente que Maya no estaría
ahí.
Y estaba en lo correcto.
La habitación estaba destrozada, en una forma que me recordó a cómo la casa de Maya
había sido puesta patas arriba.
La única diferencia era que había sangre seca en mis almohadas.
Al principio, no me di cuenta, que estaba viendo puta sangre en mi cama; mi cama vacía.
Porque eso significaba que ellos la habían herido. La hicieron sangrar. A ella.
Me volví loco.
Terminé lo que ellos habían comenzado, destrozando la habitación de arriba hacia abajo.
No tomó mucho tiempo. Cuando terminé, jadeando pesadamente en una zona de guerra, noté
la escirtura en la pared arriba de donde el sillón solía estar. Era roja y ya estaba seca y no
tomaba de un genio para adivinar que eso era sangre en mi pared.
La sangre de Maya.
Cuando me puse demasiado emocional las b se convirtieron en d, y las otras letras no se
quedaban jodidamente quietas, así que respiré profundo, cerré mis ojos y cuando los abrí otra
vez, me concentré malditamente duro.
EXODO 21:24
OJO POR OJO
Destrocé lo que quedaba de la casa, listo para terminar con alguien o algo que se cruzara
asociado con McNally. Pero no había nadie más. Cuerpos de hombres jóvenes ansiosos de
convertirse en Phantoms estaban apilados a lo largo del camino. En esencia, habían estado
indefensos, como bebés en el tráfico, y sus muertes estaban sobre mí.
Todo esto estaba sobre mí.
—¡Daisy! —escuché a Ghost llamar desde arriba—. ¿Daisy?
Estampé mi puño en el yeso, haciendo un hoyo. Algo como un gruñido bajo comenzó en
mi estómago y dejó mi boca. Dolió. No mi mano, mi pecho. Jodidamente dolía como el infierno.
Se supone que tenías que protegerla. Se supone que tenías que mantenerla segura, imbécil.
—¿Rip? —la voz baja de Sin alcanzó mis oídos.
—Voy a despellejarlos a todos —prometí, girándome para verlo—. Hasta el último de
ellos.
—Sé que sí. Y estaré justo a tu lado.
—Hay un par de putas de club que se escondieron abajo —apareció Mountain, seguida
de un cola de mujeres horrorizadas—. Asustadas como la mierda, pero al menos están vivas.
Daisy era una de ellas. Se lanzó a mis brazos, sollozando audiblemente—. Keegan. Se
llevaron a Keegan. Y a Maya. Y otros más. ¡Él me salvó, Jake!
Me quedé ahí, de pie tan inmóvil que Daisy levantó su cabeza en confusión—. Lo siento.
Siento lo de Maya —susurró.
—Mi hermano está—
No logré terminar mi pregunta porque Liz, una de las mujeres, interrumpió—. Baron y
Bree, fueron a ver al doctor después del desayuno porque Bree cree que está embarazada.
Tuvieron suerte. Mucha suerte —dijo tristemente, mirando alrededor.
Gentilmente, desenredé Daisy de mí justo cuando Ghost venía del pasillo, sus ojos
escaneando el pequeño grumos de mujeres por su hermana.
—¡Daisy! —respiró un audible suspiro de alivio una vez que la miró, y ella corrió a sus
brazos abiertos, llorando otra vez.
Me alejé de ellos. No podía ver. No podía ver porque dolía demasiado saber eso, en toda
probabilidad, James McNally había matado a mi novia como él había prometido que lo haría.
“No estés asustada, no estés alarmada, al final de la noche, estás en mis brazos”
–Zola Jesus, Night

Mis dedos estaban rojos. Mojados en rojo.


A través de las barras de mi celda, presionaba mis dedos contra el cuello de Sticks en un
inútil intento de detener el flujo de sangre. Lágrimas nublaban mi visión y podía apenas ver su
cuerpo tendido ahí en un incómodo ángulo mientras su respiración lo dejaba.
—Keegan —dije, mi voz apenas graznido—. ¿Keegan?
Por supuesto, no hubo respuesta. Y sabía que era estúpido, una pérdida de tiempo,
mantener mis manos ahí, en su cuello, pero lo hice de todos modos. Lo hice porque no sabía qué
más hacer.
—Maya, Maya, detente. Se ha ido.
Esa era voz de Sebastian, ¿no? Pero él sonaba muy muy lejos, tal vez estaba escuchando
cosas. Quizás estaba soñando. El tipo de sueño convincente que hace saltar de tu ensueño porque
estás a punto de tropezar y caer en el país de los sueños.
—Maya —dijo Sebastian, y sentí sus brazos envolverse alrededor de mí, tan real como el
cuerpo que yacía delante de mí—. Ven aquí, Maya, ven aquí.
Estaba acostumbrada a la muerte. La gente moría alrededor de mí todo el tiempo. En el
acilo, eso pasaba todo el tiempo. Pero eran personas viejas, personas que venían para morir ahí,
no hombres de veintitrés años que lloraban viendo muertes en televisión.
Sebastian me sostuvo por un largo tiempo, me dejó poner mis manos sangrientas en él,
me dejó llorar.
Y cuando dejé de llorar, me enojé. Me enojé tanto que no le recé a Dios que protegiera el
alma de Keegan.
Le recé a Dios que me diera la fuerza para matar.

—El dolor puede ser bueno, cariño. Me recuerda que todavía estoy aquí. Todavía vivo.
—¿Puedes sentir eso, Jake? Ese es tu corazón latiendo. Eso debería recordarte que todavía
estás vivo.
—No. Tú me recuerdas que todavía estoy vivo.
—Basura, Jacob. Si eso fuera cierto, ¡no estarías tratando de matarte a ti mismo cada
momento de cada día!
—Nena—
—No. Lo he tenido contigo, ¿okay? Esto… esto no es lo que quiero para mi vida. Sentada
en casa, preguntándome si hoy es el día en que vas a morir.
—Nena, ¿ahora mismo? Ahora mismo, soy el puto sujeto sentado en casa pensando que
tú estás muerta.
Dolió abrir mis ojos, y cuando lo hice, estaba oscuro otra vez.
El cuerpo de Keegan todavía estaba afuera de nuestra celda.
El cuerpo de Keegan, la voz en mi cabeza retirada.
En algún punto, me había quedado dormida y me acurruqué contra el cuerpo de Sebastian.
Y soñé con Jacob
Soñar con Jacon era doloroso. Dolía incluso sólo pensar en él.
Así que no lo hice.
Pensé en Keegan.
Y eso dolió incluso más.
—¿Quién tiene hambre? ¿Quién podría matar por algo de comer? —alguien gritó,
tirándome de mis oscuros pensamientos.
No había escuchados los pasos que señalaban la entrada de Ewan, pero el momento que
lo vi parado justo afuera de la celda, sabía que yo iba a hacer algo fuerte. Como lanzarme a mí
misma a esas barras de hierro y estirarme a través de ellas para arracarle los ojos. Podía hacer
eso. Eso era algo dentro de mi profundidad de conocimiento.
Sin embargo, mis uñas estaban cortadas.
Ewan se paró sobre el cuerpo de Keegan, agachándose para poner un tazón en el piso—.
No te sientas como para abrir la puerta. Demasiado trabajo —se burló, enderezándose—.
Maldición, eso es demasiada sangre. Rosh lo jodió bien —los ojos de Ewan encontraron los
míos—. Roadie pezado de mierda —espetó, dándole al cuerpo inanimado de Keegan una patada
en un costado.
Salté como si él me hubiera golpeado.
—Ahora voy a limpiar esto —murmuró Ewan, frunciendo el cejo. Se giró para irse,
hablando para sí mismo—. Siempre quedo atrapado con esta mierda.
Inhalé profundamente, tratando de ignorar el hedor de heirro en el aire. Cerrando mis ojos,
traté y fallé al prentender que estaba en algún otro lugar excepto aquí. Y sólo entonces me di
cuenta de que Sebastian estaba temblando como una hoja junto a mí.
Me giré hacia él, sacudiéndolo para despertarlo—. ¡Seb! Seb, despierta.
Se despertó de golpe, sentándose abruptamente, frotándose sus ojos—. ¿Qué? ¿Qué pasa?
¿Vamos a salir de aquí?
—Seb, tu brazo…
Saltó, pero agarré su brazo izquierdo, el que estaba bien, y empujé hacia arriba la manga
larga de su camisa incluso más arriba. Pequeños pinchazos, caminos, punteando su antebrazo.
Horrorizado, Sebastian tiró de su brazo.
—¿Alguna inyección, eh? —dije tranquilamente—. ¿Alguna inyección para adormecer el
dolor?
—Maya—
—¿Por qué me escondiste esto?
—¿Es importante ahora mismo? —espetó—. ¡Tu amigo está tendido muerto ahí! Vamos
a morir, y tú te estás enfocando en cómo yo… cómo ellos me han hecho necesitar esto… ¿esta
heroína?
Quité la vista de él, pero no había a dónde más mirar, excepto a Keegan. Y no podía ver
ahí.
No podía.
Forcé mis ojos para que giraran a Sebastian—. ¿Qué tan seguido te inyectan?
—Por favor no me preguntes eso —susurró de vuelta—. Por favor, Maya.
—Yo sólo… —sentí mi garganta cerrarse y completamente atragantó mis palabras.
—Está bien, ¿okay?
Asentí, aunque realmente no lo estaba. Nunca lo estaría. Toda esta situación era tan…
jodida, y sabía que incluso si yo, nosotros, los dos sobreviamos esto, nunca seríamos los mismos
otra vez. Simplemente no había forma de regresar. Ni siquiera sabría cómo hacerlo.
Sebastian aclaró su garganta—. Tengo hambre —continuó, poniéndose de pie y
caminando hacia las barras. Miró de vuelta hacia mí sobre su hombro—. ¿Vas a venir conmigo?
Mi estómago se volcó. Sacudí mi cabeza y Sebastian se puso de rodillas, sacando su brazo
a través de las barras e inmediatamente trayendo lo que sea que fuera a su boca. Comió
audiblemnte. Comió rápidamente.
Yo me quedé donde estaba, mirando a su espalda.
Él estaba comiendo justo en frente de un cuerpo muerto.

—Ah, señorita Fenton. Bien. Está despierta —pausa—. Sí. Eso es. No se puede mover.
O hablar. Se le ha dado una fuerte droga de parálisis neuromuscular. De hecho, fue
manufacturada en una de mis bodegas en México. Una bodega que su… amante tomó el mismo
para destruir hace unos cuantos meses —pausa—. No puede sentirlo, pero la estoy tocando. Y
sé que está gritando en su cabeza o que preferiría morir, sólo estoy tocándole la pierna. Verá,
estoy preguntándome si debería amputarle debajo de la rodilla o mantenerlo interesante y tomar
sólo su pie. Veremos cómo el gran y el fuerte Ripper reacciona al recibir eso en el correo.
Entonces, otra vez, podría sólo tener su cuerpo arrojado sobre la pared, ya que él está afuera
justo en este momento, amenazándome con decapitarme si no la libero. Al menos me ahorraré
el franqueo.
Los labios de McNally se curvearon en una sonrisa mientras me veía fijamente. Esa
sonrisa, esa sonrisa podría ser sólo descrita como malvada.
—Estoy siendo amable con usted —murmuró, hablando suavemente como si él estuviera
tratando de sonar… amable—. Esto no es su culpa. En todo esto, usted sólo es una persona que
no merece sentir ninguna ira. Es desafortunado. Pero al menos no sentirá esto. No sentirá nada
de esto. ¿Mi hermano? Me puedo sólo imaginar qué clase de dolor tuvo que haber soportado. Y
aun así, estoy siendo amable con usted.
No puedo moverme. No puedo hablar. No puedo sentir.
Era como estar atrapada en mi propio cuerpo y no ser capaz de hacer mucho como entrar
en pánico.
Pero lo estaba. En pánico.
Mis párpados estaban cayendo, tanto que estaba haciéndose increíblemente difícil ver qué
diablos McNally me estaba haciendo. Tratando de abrir completamente mis ojos era imposible.
Mi cuerpo no era mío para controlarlo. Sólo estaba… ahí. Yo sólo estaba ahí.
La última cosa que recuerdo… Ewan y el agua.
—Maya, no has comido nada —señaló Sebastian—, desde ayer. Al menos toma un poco
de agua.
Ewan había dejado una jarra en el piso, y el cuerpo todavía estaba ahí.
Iba a vomitar. Él merecía más que esto, ¿cierto? Keegan era, había sido, una persona; una
persona con esperanzas y sueños y un sentido del humor. Él merecía más que ser dejado en un
sótano para podrirse.
Sebastian me había ofrecido el agua otra vez, y yo no la había tomado.
Y ahora estaba aquí.
McNally abrió mis párpados, mirando a mis ojos—. Te enamoraste de la persona
equivocada. Quiero que recuerdes eso —dijo suavemente, trayendo sus labios a algún lugar
cerca de mi oído. No podía sentirlo, pero podía imaginar sus labios tan cerca de mi piel, cerca
de besarme ahí.
—Ahora, cariño —dijo suavemente, alejándose de mí y enrollando las mangas de su
camisa blanca de vestir—, ¿qué tal si vemos cuán fuerte no puedes gritar?
“¿Qué funeral viene marchando cuando la santa escritura esté hecha?
-Ciscandra Nostalghia, Who You Talkin’ To Man?

Pude mover my pulgar.


Vives la vida dando las mayorías de las cosas por hecho y nunca si quieras piensas en el
simple meviento de tu oponible pulgar. Nunca lo aprecias, nunca siquiera lo piensas mucho.
Pero, bueno, pude mover mi pulgar.
Y la alegría era algo tan bueno que me hizo pensar que estaba sonriendo.
El breve momento de alegría se evaporó en el instante que McNally alzó una cuchilla
dentada, una pequeña cuchilla que lucía como si hubiera sido arrancada de algo más grande,
para que yo viera. Y cuando la bajó, supe lo que iba a hacer.
Lo gracioso era, que pude mover mi pulgar.
Pero sólo eso era.
Incluso entonces, era mi única fuente de confort, que todavía podía sentir algo. Incluso si
él estaba mutilándome, incluso si estaba lastimándome, no podía sentir eso, pero podía sentir
algo.
—David le temía tanto a la oscuridad —estaba diciendo McNally, enfocándose
completamente en lo que me estaba haciendo—, y a las agujas. Cuando eramos niños, yo
tomaba sus inyecciones de gripe por él. Nuestra madre nunca entendía por qué él siempre se
enfermaba de gripe si él tomaba sus inyecciones. Tiene una muy suave piel, señorita Fenton.
Tú enfermo. Tú asqueroso enfermo.
Mis párpados estaban revoloteando, lo cual era mala señal porque significaba que estaba
rápidamente recuperando la sensibilidad en otra parte. Y si ese era el caso, no pasaría mucho
antes de que sintiera exactamente lo que McNally estaba haciéndome…
El tiempo estaba pasando. Por supuesto que lo estaba. El tiempo no se detenía sólo porque
yo estaba inmóvil.
En mi mente, podía sentir el frío acero de la cuchilla de McNally contra mi piel. En mi
mente, podía sentirlo trazando la punta a lo largo del interior de mi muslo, tal vez incluso
presionando profundo en mi piel, encontrando mi arteria femoral. Dios, ¿me estaba
desangrando? ¿McNally estaba sólo de pie ahí observando el carmesí filtrarse de mi piel, hasta
que yo no fuera nada más que cáscara?
En mi mente, me podía sentir muriendo.
Es gracioso, dicen que tu vida parpadea frente a tus ojos antes de morir, como un bucle
sin final de memorias grabadas, pero todo lo que yo veía era la única persona que se había
convertido en mi vida.
Jake.
Siempre regresaba a Jacob Ford, ¿no fue así?
Vi la primera vez que había puesto mis ojos en él.
—Ni siquiera mires a esos chicos Ford, Ella —regañó mi tía Stacy, una mano sosteniendo
la mía y la otra sosteniendo la de Ella mientras cruzábamos la carretera a nuestro auto—.
Pueden embarazarte sólo con mirarte, con sus ojos salvajes y sus bocas sucias. Quieren quedar
embarazadas a los quince, adelante, pero sólo para que sepan, yo no voy a cuidar a ningún bebé.
—¡Mama, iuh! —Ella arrugó su nariz—. ¡Sólo nos invitaron a varios de nosotros a una
fiesta de cumpleaños! Es sólo una fiesta.
Tía Stacy buscaba las llaves de su coche en su bolso—. Já. Ningún hijo mío va a ir a esa
casa del pecado y de ilegalidad. ¿Pandilleros y prostitutas ambuleando? ¿Parezco tonta, Ella
Fanton?
—Llevaré a Maya conmigo, mamá. ¿Por favor?
Me asomé al sonido de mi nombre. Ella era tan genial, tan linda y si ella quería salir
conmigo, yo estaba dentro. Sólo había sido un par de meses desde que mis padres habían
fallecido, y yo estaba desesperadamente pegándome a esta nueva familia mía, necesitándolos
por seguridad.
Tía Stacy estrechó sus ojos tan oscuros como el chocolate a las dos—. Deja a Maya fuera
de esto. Ella sólo tiene ocho —espetó, abriendo el coche—. No vas a ir Ella, y eso es todo.
Metánse, chicas.
Estaba usando voz de no-te-metas-conmigo, y Ella sabía mejor que desafiarla.
Silenciosamente subimos al coche, yo, en el asiento trasero, y Ella en el asiento del copiloto, junto
a mi tía.
El sol de marzo estaba brillante afuera, y cuando algo parpadeó incluso más brillante,
atrapando mi atención, miré. Ahí había un chico en el pavimento, su bicicleta inclinada contra
la pared del 7-11 que acabamos de dejar. Pelo desaliñado, alto y muy delgado, estaba bebiendo
una botella de gaseosa, sus ojos enfocados en nuestro coche al otro lado de la calle. Los plateados
picos en su chaqueta negra habían atrapado mi atención, destellando en la luz del sol como
luciérnagas en el día.
Él levantó su botella en mi dirección, como si dijera ‘salud,’ como los adultos hacían, y
rápidamente miré hacia otro lado, asustada de que hubiera sido atrapada mirando.
Ese era un chico Ford, y yo no quería quedar embarazada.
Vi la primera vez que nos habíamos hablado el uno al otro.
—Ellos eran realmente jóvenes.
Casi grité, asutada por escuchar una voz en lo que había pensado era un cementerio vacío.
Me di la vuelta, ensanchando mis ojos cuando vi justo quién estaba parado ahí.
—¿Quién? —logré preguntar, sólo recordando la afirmación que él acababa de hacer.
—Tus padres —dijo Jacob, asintiendo hacia las dos lápidas frente a las que estaba
parada—. Eran realmente jóvenes.
—¿Y crees que no sé eso?
Él parecía tomado por sorpresa, como si él no estuviera acostumbrado a que alguien le
hablara en ese tono. Y yo podía creer eso. Sólo a dieciséis, él era más alto que la mayoría de los
aldultos en el pueblo y más grande. Y cuando historias de las cosas que él hacía volaban… bueno,
uno era listo de no cruzarlo.
Esperaba que dijera algo amenazador, tal vez que me dijera cómo una pequeña niña de
once años debería vigilar su tono cuando se le hablara a un duro como a él, pero todo lo que
hizo fue sacar un frasco plateado de su bolsillo trasero y lo sostuvo hacia mí.
—¿Quieres beber en su recuerdo? —ofreció.
Miré al frasco por el momento más largo, sabiendo que mi tía me mataría. Primero, por
hablar con Ford, y segundo, por siquiera contemplar beber alcohol. Y yo realmente no quería
poner mis labios en algo que el chico hubiera tocado. Debbie de la escuela siempre estaba diciendo
que eso era como besarse.
Sacudí mi cabeza.
Jacob sonrió, y eso me hizo notar que un lado de su boca estaba ligeramente hinchado—.
Entonces yo beberé por ellos —dijo—, por ti.
Vi la primera vez que nos tocamos, la primera vez que nos besamos, la primera vez que
hicimos el amor, varias escenas que llovían sobre mí como balas, haciéndome sentir incluso
peor.
—Quiero preguntarte algo. Por supuesto sé que no puedes contestarme —dijo finalmente
McNally, sacándome de mi bucle sin fin de miseria. Puso su cara directamente sobre la mía.
Estaba pasando sus manos por mi cabello, y el breve vistazo que había tenido de sus dedos me
mostró que estaban manchados de rojo. Era mejor de esta manera, ¿no?—. ¿Alguna vez te
preguntas qué pasa cuando morimos? ¿A dónde vamos, cómo sería? ¿Alguna vez te quedas
despierta pensando que lo que has hecho en la vida afecta a lo que pasa te pasa en la muerte?
Quería cerrar mis ojos. Quería hacer eso tan desesperadamente que estaba activamente
tratando de hacer que pasara. Tal vez si cerraba mis ojos y apagaba a este hombre, podía fingir
que estaba en algún lugar más. Algún lugar mejor.
McNally seguía hablando.
Y yo lo apagué.
Jugar el juego de si-solo estaba ayudando.
Si solo no hubiera terminado con Sebastian…
Si solo nunca hubiera acabado junto con Jacob…
SI solo nunca me hubiera enamorado de él.
El juego si-solo apestaba. Cada pensamiento sólo hacía que me enojara más y más, hasta,
antes de que lo supiera, estaba apretando mi mano derecha, y estaba sintiendo. Pequeños
piquetes de helado terror clavados en mi piel, haciendo que los vellos ahí se erizaran. Le tomó a
mi cerebro un poco más procesar el hecho de que esta habitación, esta habitación con las
cegadoras luces y techo blanco manchado con moho, estaba helando. Y no sólo un frío hay-una-
ligera-brisa-entrando-por-la-ventana.
No: esto estaba ártico.
Había estado en una habitacipn tan fría como esta una vez antes: cuando había tenido
que ir a identificar a mi prima, Ella, a la morgue. Eso era lo que yo era ahora, un frío cuerpo en
una losa fría, pero en lugar de pánico, todo lo que sentía era ira.
Ira hacia mí misma.
Ira hacia Sebastian.
Ira hacia este psicópata.
Ira hacia Jacob.
¿De verdad había hecho tales decisiones pendejas en mi vida? ¿Decisiones pendejas que
me condujeron aquí, a ser cortada como un cordero en una carnicería?
Él va a matarme, y no hay nada que yo pueda hacer al respecto, una pequeña voz en mi
cabeza estaba diciendo.
Sonoba derrodata, esta voz, y aun así, yo estaba alimentándome de mi ira, alimentándome
de ella y simplemente… sintiendo.
—J-j-j…
Mi boca estaba funcionando. Apenas. Y todo lo que podía logar era una letra, una pequeña
letra.
McNally se inclinó hacia abajo incluso más cerca, cejo fruncido—. ¿Qué fue eso?
—J-j-jódete —suspiré, y si él decidía apuñalarme hasta la muerte ahora y ahí, yo no
estaría triste. No estaría asustada. Le daría la bienvenida.
Pero él sonrió. Me dio una sonrisa verdaderamente grande como si yo fuera su pequeña
niña diciendo sus primeras palabras.
—¿Eso es lo que te gustaría? ¿Esa es tu petición final? —su voz era gentil, pacifica—.
Sólo tienes una. Recuerda eso.
Una afilada sensación se esparció por mi abdomen, por mis piernas, y tuve que morder el
interior de mi mejilla para abstenerme de gritar. Al instante, probé sangre, pero eso no era lo
peor. A parte del dolor, podía sentir la humedad, el húmedo líquido, mi esencia, filtrándose de
mi piel. Eso me mandó en espiral. Toda la sensibilidad estaba regresando a mí en chorros, y yo
de verdad sentía que estaba muriendo.
Eso fue hasta que escuché los disparos.
Esperanza.
McNally ladeó su cabeza, molestia brillando en sus ojos verdes—. Él es como una
cucaracha. ¿Sabes eso? —murmuró, mirándome—. Una puta cucaracha. Siento que llegara a
esto. De verdad, tú no eres nada más que un peón, y yo, ¡qué carajos!
Dios, el dolor.
Era como a nada que había sentido antes, pero valió la pena apuñalar a McNally en la
mano con su propia cuchilla. Lo valió demasiado.
Rodé de la plancha de concreto, aterrizando en una pila estropeada sobre el frío y duro
piso. Mis nervios estaban despertando, mis extremidades estaban casi ahí. Pero Dios, el dolor.
Era como si mi cuerpo entero estuviera en llamas, y en mi estado de pánico, todo lo que podía
pensar era que estaba encontrando una formar de salir de aquí, donde quiera que aquí fuera.
Mis ojos escanearon frenéticamente lo poco de la habitación que podía ver desde mi punto
de visión en el piso.
Tenía frío, mucho, mucho frío, y mis entrecortadas respiraciones salían en nubes delante
de mí.
Había demasiado gris, las paredes, el piso, el concreto.
Y bolsas de plástico… para mi cuerpo.
El vestido que estaba usando pegado a mí, mojado con sangre, y yo simplemente no podía
decir de dónde toda esa sangre estaba saliendo. De hecho, no podía hacer mucho, excepto tratar
de vivir.
—Tú… estúpida… ¡perra!
McNally rodeó el bloque de concreto, tocando la cuchilla en su mano, su rostro
distorcionado en dolor. Había logrado atravesar la cosa en su mano. Había algo satisfactorio en
eso. Incluso si moría ahí, al menos me había ido peleando.
Dolía inhalar y exhalar, dolía arrastar mi cuerpo lejos del hombre que estaba en un intento
de asesinarme, pero lo hice. Porque la alternativa era morir.
Por favor, Dios.
McNally apareció encima de mí, arracando la cuchilla de su mano con nada más que una
mueca—. Quieres sentir dolor, ¿eh? —ladró, la fachada estoica que él había estado poniendo
finalmente, finalmente rompiéndose. Sus ojos eran salvajes, llenos de odio. Llenos de dolor—.
Te daré dolor.
Quería gritarle que él ya me había dado un mundo de dolor, que dolía demasiado a tanto
mientras dejaba salir una nube de aire, pero él me jaló del cabello con sorprendente fuerza en
un solo brazo.
Él nunca me dejará…
No registré que había azotado mi cara en el concreto hasta que mi cabeza comenzó a dar
vuelta y podía saborear una corriente fresca de sangre en mi boca.
No me desampares.
Pasó de nuevo, pero esta vez, estaba preparada y cerré mis ojos y me dije a mí misma
adormécete. Al fondo, todavía podía escuchar los disparos. Más muerte, imaginé, y por mí.
No juegues el juego de la culpa.
Sería más fácil si sólo muriera, aquí y ahora.
—¿Qué clase de habla es esa?
¿Esa era tía Stacy? Sí. Ella estaba viniendo para llevarme. Para llevarse este dolor, para
detenerlo. ¿Estaba yo sonriendo? Tal vez.
—Los Fentons somos luchadores. Rendirse es para los maricas, y tú Maya bebé, no eres
marica.
McNally finalmente me soltó, pero para entonces, yo apenas podía ver, mi visión estaba
nublada con sangre.
Pero no lo suficientemente nublada para no notar el destello plateado a los pies de McNally.
Él estaba de espaldas a mí, respirando pesadamente, un codo en el cuarteado bloque.
Probablemente pensando que yo estaba muerta o que estaba de camino ahí, su guardia estaba
momentáneamente baja.
Y ese era todo el tiempo que necesitaba.
Difícilmente podía ver, difícilmente podía hacer que mis extremidads cooperaran, pero el
momento en que mis manos se envolvieron alrededor del mango de la cuchilla de McNally,
estuve inundada con una fuerza que ni siquiera sabía que tenía.
Silenciosamente, moví mi roto cuerpo incluso más cerca de él, y una vez que estuve lo
suficientemente cerca, hice lo que tenía que hacer.
Sólo un golpe limpio y supe que había cortado el tendón de Aquiles en su pie derecho.
Maldijo fuerte, giró ligeramente, y cayó al piso, aterrizando encima de mí. Arranqué el
cuchillo fuera de él, sintiendo su sangre fluir sobre mis propias piernas, sabiendo que yo le
acababa de hacer eso.
No era suficiente.
Sollozando, lo apuñalé otra vez, conectando la cuchilla en su carne, ni siquiera viendo o
importándome dónde exactamente lo estaba haciendo siempre y cuando fuera en él. Debieron
haber sido diez centímetros de largo, fácil, pero McNally peleó de vuelta, finalmente fijando mis
brazos arriba de mí, mirándome con desenfocados ojos.
—Deten…te —jadeó, estampando mi mano derecha en el piso hasta que perdí mi agarré
de la cuchilla. Su cabello rojo pegado a su frente, su piel pálida; lejos del fino y trajeado hombre
que había conocido en el desayuno.
Yo sabía que yo estaba muriendo. Él sabía que él estaba muriendo.
—Per…dó… name —susurró, liberando su agarre de mis brazos.
Mis ojos se cerraron.
James McNally estaba tendido arriba de mí, así que sentí el momento exacto que su
respiración lo dejó.
Y después yo morí junto con él.
“Lléname con ira, y desangrame... seco”
-Hurts, Mercy.

No sé que sangre estoy probando.


Al principio, estuve sorprendida de que todavía tuviera algún sentido gustativo cuando yo
estaba muerta. Y sí pensaba que había muerto. ¿De qué otra manera podía explicar el hecho de
que no estaba sintiendo más dolor? ¿El hecho de que sentiera como si estuviera abriendo mis
ojos, de que sonreiría porque todos a los que alguna vez había amado estarían alrededor de mí?
Ese fue el momento exacto en que aterricé de vuelta a la realidad.
Se sentía como si mi pecho estuviera siendo aplastado por algo pesado, y ese algo pesado
era el cuepo inmóvil de James McNally. El agudo dolor regresó a mí rápidamente después de
eso. Estaba en llamas, quemándome desde adentro y hacia afuera. Cada jadeo de aire hacía que
mis costillas ardieran y dolieran, ardor y dolor.
Debí haber muerto.
Con cada onza de fuerza que poseía, empujé a McNally de mí.
Yaciendo inconsciente a lado de mí, parecía muerto. Los últimos momentos antes de que
perdiera la consciencia regresaron a mí.
Cómo lo había apuñalado.
Cómo lo había apuñalado una y otra y otra vez.
Cómo lo había matado.
Sentí mi corazón hincharse en mi pecho, y presioné dos dedos en la garganta de McNally.
Era loco, esperando que él estuviera vivo. Yo estaba loca, pero al final del día, yo no quería ser
esta persona. Esta persona dispuesta a cualquier cosa para sobrevivir, incluso si eso significaba
matar a alguien más.
Estaba pensando todas esas cosas, mi cerebro confuso y mi cuerpo débil, cuando lo sentí,
pulsando débilmente contra las puntas de mis dedos como alas de mariposa.
Un pulso. ¡Tiene pulso!
Me arrastré sobre mis rodillas, jadeando del dolor. Cada uno de los movimientos que hacía
resultaba en una casi cegadora agonía, y tomó todo en mí para no sólo darme por vencida y
colapsar junto a McNally, y morir.
Puedes hacerlo, Maya, me dije a mí misma, cuando estaba comenzando a parecer que no
podía. Sólo levántate. Parate. Sal caminando de aquí. Hazlo.
Era débil, pero podía escuchar los disparos. McNally debió habeme traido a otro atrio de
la casa, muy lejos de todo lo demás. Él debió haber pensado que no saldría caminando de aquí,
que no viviría. Él no me conocía.
Puedes hacerlo, Maya.
El tiempo pasaba. Sudor descendía por mi espalda. Me apoyé sobre una rodilla y me hice
a mí misma levantarme. Dolía. Dios, dolía, y no podía decir si era sudor, sangre o lágrimas
nublando mi visión. Probablemete una combicacion de las tres.
Un paso hacia delante se convirtió en dos, y después en tres, hasta que me encontré
recargada contra la fría pared de concreto, tratando de recuperar el aliento. Se sentía como si
hubiera corrido un maratón y cada músculo en mi cuerpo estaba quemando del esfuerzo.
Cometí el error de girarme una última vez, y al instante me arrepentí.
Me limpié mis ojos, queriendo asegurarme de que no estaba viendo cosas, no estaba
alucinando. Pero sabía que no lo estaba. Sabía lo que estaba viendo, colgando de un gancho
como carne de animal en la carnicería, estaba el cuerpo de Keegan. ¿Cómo no lo había notado
antes? ¿Cómo no había gritado y gritado y gritado hasta que mi garganta se secara? Justo en
este momento, no podía siquiera juntar la energía para eso. En su lugar, un sollozo escapó de
mi gargata y pensé que podía morir de tristeza justo ahí.
No mires.
Pero era demasiado tarde, ¿no? Esa imagen siempre estaría quemada en mis ojos, siempre
acechándome. Me agaché, vomitando, pero todo lo que dejó mi boca fue sangre, limpiándola
lastimosamente, me di la vuelta, intentando salir de ahí. La puerta estaba dentro de mi línea de
visión, una grande y brillante puerta de metal que sería una perra para abrila.
Pero lo haría. Yo lo haría.
Sosteniéndome de la pared por soporte, pausaba entre cada paso hacia la salida. Mi cabeza
estaba estallándome con un asesino dolor de cabeza y cada pequeño movimiento lo hacía peor.
Y aun así, me movía. La determinación aceleraba mi paso, a pesar de cuanto estaba sufriendo,
y cuando finalmente llegué a la puerta, pude sentir una nueva humedad en mis mejillas que me
decía que estaba llorando.
Y ahora la parte más difícil.
La puerta estaba atornillada y sólo el simple acto de mover mis dedos para desbloquear
cada uno de los seguros con un giro de un simple dial estaba tomándome peaje. Una vez que
había desbloqueado el último, convoqué toda la energía que tenía en reserva para tirar de la
puerta y abrirla lo suficiente para poder pasar.
Fuera en el pasillo, los disparos eran ridículamente más fuertes. Desde donde estaba
parada, podía ver lo que parecían celdas como en la que Sebastian y yo habíamos hecho nuestro
hogar por los últimos días y así fue cómo supe que estaba todavía en el sótano, aunque más
lejos de la entrada.
—¿Hola? —alguien llamó, una mujer golpeando las barras de hierro.
—¡Por favor! ¡Ayudennos!
Me giré abruptamente, mareándome a mí misma. Traté de hablar, pero no salieron
palabras. Rayos, dolía hacerlo tanto como respirar, sin mencionar respirar. Aun así, me moví
hasta el lugar de donde venía la voz. Celdas vacías alineadas a cada lado de mí, hasta que
finalmente llegué a la que estaba ocupada.
—Oh, ¡gracias a Dios! —una mujer dijo en un sollozo—. ¡Por favor, tienes que sacarnos
de aquí!
Ella era alta y rubia, y el vestido que estaba usando podía haber sido color durazno hace
mucho tiempo, pero ahora, estaba sucio y oscurecido. Otra mujer estaba desplomada contra la
pared temblando y llorando.
Las llaves, pensé, mirando alrededor de mí.
—Las llaves están colgadas allá —me dijo la rubia, como si leyera mi mente—. Por
favor. Rápido.
Rápido. Claro. Más fácil decir que hacer.
Encontré que mi cabeza dolía mucho menos si sujetaba los lados, como si estuviera
evitando el traqueteo de mi cerebro dentro de mi cráneo. Ahí había un montón de llaves colgando
en un gancho opuesto a la celda de las mujeres, como si Roisin hubiera querido burlarse de ellas
o algo. ¿Tan cerca, pero tan lejos? Las atrapé, eligieno una que lucía como si pudiera encajar en
la cerradura. Mi primera opción estuvo equivocada, pero en mi segundo intento, abrí la puerta.
La rubia sollozó sus gracias a mí, apresurándose al lado de la mujer, abofeteándola
despierta.
—¡Tammy! —siseó, tratando de atraer a la otra mujer a sus pies—. ¡Tammy, vamos!
¡Nos tenemos que ir!
—¿Eres… Portia? —dije ásperamente, recordando algo que Sebastian había mencionado.
El entretenimiento.
La rubia me miró—. Sí. Y esta es mi hermana, Tamara —regresó a tratar de levantar a
su hermana. Cuando se dobló ligeramente, noté el secó camino de sangre siguiendo su camino
por sus piernas. Probé ácido en mi lengua.
Recargándome contra las barras por miedo a que pudiera colapsar, deseé que pudiera
ayudarla. Apenas podía sostenerme a mí misma, ¿así que como podía siquiera contemplar
ayudar a alguien?
Finalmente, Tamara volvió en sí, recargándose en su hermana, arrastró los pies fuera de
la celda y hacia el pasaje.
—Estás muy mal herida —observó Portia, sonando horrorizada. Encontró mis ojos—.
¿Crees que lograrás subir esas escaleras?
Dejé salir una risa amarga que instantáneamente lamenté. Mis costillas todavía estaban
ardiendo—. Eso creo.
No lucía convencida—. Si no, te ayudaré. Nos salvaste la vida. No hay forma de que te
deje atrás.
Portia y Tamara caminaron delante de mí. Mis pasos eran lentos y mesurados, pero al
menos todavía me estaba moviendo. No quería pensar mucho en mis heridas o lo que había
hecho para escapar.
O a quién había dejado detrás.
La celda que compartía con Sebastian estaba vacía. Traté de ignorar el dolor, pero levantar
mi pies cada vez se estaba volviendo una tortura. Incluso entonces, subí las escaleras, hasta el
rellano.
—¿Conoces el camino? —preguntó Portia, todavía sosteniendo a su hermana de pie.
—Yo… —mi voz se apagó. Pánico apoderándose de mis cuerdas vocales.
La atención de Portia estaba en su hermana, susrrandole algo en su oído, así que ella no
vio lo que yo vi.
Roisin estaba caminando el estrecho pasillo, curándose un hombro sangriento.
Notándonos, se detuvo abruptamente, y entonces con un todopoderoso gruñido, vino hacia
nosotros.
—¡Portia! —grité, pero realmente, no había ningún lado al cual ir, excepto de vuelta abajo
o hacia delante, para enfrentar a Roisin.
Plata destelleaba en las manos de Roisin, y sólo un giro de su mano la tenía cortando a lo
largo de la cara de Portia, sorprendiéndola y soltando a su hermana.
—A dónde —ladró Roisin—, ¿creen ustedes que van?
La agarré de su hombro, arrancándola de la otra mujer e involutariamente presionando
mi dedo en lo que parecía ser un agujero de bala en su hombro. Roisin aulló en dolor, alcanzando
mi mano con su mano buena y torciendo. Una increíble sensación de ardor irradió a través de
mi brazo, y me tomó un poco darme cuenta que me había cortado. Rasgó su navaja a lo largo
de mi brazo.
Aspiré el dolor, lo abracé, y la empujé. Su cabeza golpeó la pared con un enfermizo golpe,
pero todo lo que ella hizo fue sonreír.
—Mataste a Keegan —susurré, o tal vez lo dije en mi cabeza.
Ya no podía decir; no podía decir lo que era real y lo que no lo era. Seguramente, esto no
estaba de verdad pasándome a mí, a la gente que quería. Seguramente esto era un sueño, una
terrible pesadilla, y despertaría en los brazos de Jacob en cualquier momento, sudando y
sollozando.
—Eres como Helen de Troya —dijo Roisin de repente, acercándose a mí—. Hombres
morirán por ti. La única cosa es, que morirán en vano… porque yo voy a matarte.
—Hombres… ¿como James?
Era estúpido, burlarme de ella, pero cuando sus ojos se volvieron la puerta del sótano,
donde ella probablemente había visto por última vez a McNally, supe que había valido la pena.
Me peló los dientes, como un perro rabioso y entonces se abalanzó.
Hay algo para ser dicho por adrenalina. Me dio el impulso que necesitaba para luchar de
regreso, para sobrevivir.
Roisin estaba gritando incoherentemente y tal vez yo también lo estaba, pero una vez que
logré tirarla al piso, todas las apuestas estaban fuera de la mesa. Ella era más pequeña que yo,
pero más fuerte y ella lo sabía. Su hombro lesionado era nada para mi cuerpo roto, pero cuando
la miré, a sus vacíos ojos verdes, la vi quitándole la vida a Keegan, y me hice más fuerte.
Más ardor. Me había acuchillado. Me adormecí a mí misma, me sacudí el dolor.
Mis manos, estaban envueltas alrededor de su cuello, y ni siquiera sabía cómo habían
llegado ahí.
Roisin se movía y retorcía debajo de mí, su cara marcada roja con ira. Más ardor. En mi
costado tal vez. Apreté.
¿De verdad estás haciendo esto?
No sabía. Ya no sabía. Era demasiado, y deseé que alguien simplemente se llevara el dolor
en mi corazón y en mi cuerpo y me hiciera dormir por un tiempo.
Roisin luchó debajo de mí. Podía sentir su tráquea, podía sentir su pulso. Yo montándola
significaba que podía mirar profundo a sus ojos mientras su vida se desvanecía.
—Por Keegan —dije, o tal vez sólo lo pensé.
Escuché el sonido de pisadas acercándose, y aun así, apreté. Los hombres de Roisin
tendrían que poner una bala en mi cabeza para detenerme. Esa sería la única manera de que
ella sobreviviera.
Dispárenme… dispárenme…
La bala llegó, justo entre los ojos de Roisin.
Por el momento más largo, miré fijamente a la sangre filtrándose de su cráneo. Mis dedos
aflojándose de su agarre, y levanté la vista.
Sin me miró, lentamente acuclillándose para decir—, hey, ahora estamos a mano, dulzura.
“Sólo aprende a amar el dolor sé paciente”
-The Weeknd, Devil May Cry

La primera cosa que vi cuando abrí mis ojos fue a mi madre.


Ella estaba inclinándose sobre mí, pasando una mano por mi cabello.
Los pitidos, la brillante luz, todo se desvaneció en el fondo. Mi madre estaba aquí y todo
iba a estar bien.
—Oh, Maya —estaba diciendo, sonando como si estaba al borde de las lágrimas.
Oh, Maya.
Fue la íltima cosa que escuché antes de que mis ojos se cerraran otra vez.

Me enteré que me movieron de cuidados intensivos una vez que comencé a recobrar la
consciencia ayer. Por cuatro días, había permanecido pesadamente sedada; enganchada a
maquinas, tubos IV en mis brazos, y un tubo de respiración en mi garganta.
Concusión cerebral.
Costillas rotas.
Excesiva pérdida de sangre.
Riñón dañado.
Sabía lo que el doctor estaba diciendo, pero no podía hacer que mi cerebro entendiera lo
que me estaba diciendo, describiendo mis lesiones.
No lo reconocí, y había pensado que conocía a todos los doctores practicantes en Sallow
County Memorial. Este hombre era pequeño y rechoncho, con líneas de expresión alrededor de
ojos azules con gafas y con bien peinado cabello castaño arenoso, y me dijo que lo llamara Dr.
Anderson.
—El mayor problema fue la pérdida de sangre, señorita Fenton —pasó a decir, mirando
directamente a mis ojos. Tenía que admitir que sus ojos eran cálidos, confortantes, y yo
necesitaba eso—. Perdió mucha sangre y ya que el tipo de su sangre es muy raro, siempre
comenzamos a buscar en los miembros de familia antes de siquiera pensar en el banco de sangre.
Su tía fue compatible, y si no fuera por ella, las cosas habrían resultado diferente. Puede esperar
un montón de dolores y dificultad al moverse mientras se recupera. Las cirugías siempre cobran
peaje en el cuerpo de una persona, pero usted ya sabe eso, con su ocupación.
Me había desconectado después de la mención de mi tía.
¿Aimee había estado aquí? ¿Aimee me había dado su sangre?
Estaba temblando, podía ver mi cuerpo vibrar bajo las sábanas blancas cubriendo mi
mitad inferior. Estaba llorando.
Cuando miré al Dr. Anderson, él parecía lo suficientemente simpático, pero de pronto no
quería que él estuviera ahí.
—¿Hay algo que quisiera preguntarme, señorita Fenton? —él quería saber, sin sonar
siquiera un poquito disuadido por mis lágrimas.
Sacudí mi cabeza, pero eso fue una mala idea. Mi cabeza todavía estaba desenfocada.
Tenía una IV en mi antebrazo, y sólo podía asumir que esa era mi morfina. No es extraño que
no sintiera ninguno de esos dolores de los que el doctor estaba hablando.
Él se quedó un poco más de tiempo, diciéndome qué era causa de precocupacion, sangrado,
por supuesto, y qué no era, letargo. Escuché lo mejor que pude, esperando el momento que él
dejara la habitación.
No que estuviera completamente despierta, y en esta estéril y privada habitación llena de
flores y tarjetas que no me había molestado en mirar, todo lo que podía pensar era que sobreviví.
Sobreviví, y me sentía horrible por eso.
Presioné el botón que elevaría mi cuerpo superior en la cama, así podría estar en una
posición de semi-sentado. Tuve que tomar varias respiraciones profundas antes de que pudiera
juntar el coraje para levantar la sábana y mirarme a mí misma, pero lo hice de todos modos,
lanzando la cobija a un lado. Varias respiraciones después y pude levantar el dobladillo del
vestido de hospital para exponer mi piel café-con-leche. Con mi piel, me hago moretones
fácilmente, y sabía que sería un espectáculo en morados y negros y rosas.
Ahora no es tiempo para estar asustada, Maya.
Pero lo estaba. Era una verdadera cobarde y no podía mirar a mi roto y estropeado cuerpo.
Podía sentir que estaba pesadamente vendada, podía sentir la punzada que venía con cada
respiración que tomaba. Podía sentir las lágrimas que venía con el conocimiento de que estaba
rota, por fuera y por dentro, y no había cantidad de Pegamento Loco que pudiera adherirme
otra vez.
La puerta se abrió y una enfermera entró. Me dio una sonrisa, dirigiéndose hacia las
ventanas y abriendo las cortinas blancas.
—Es agradable verte despierta, Maya —dijo alegremente, después de que acabara de
cegarme exitosamente. Se acercó a mi lado, apuntándose a sí misma—. Soy yo, Megan
¿Recuerdas?
Megan Reston. ¿Por qué pensaría ella que no la recordaría? Fuimos juntas a la escuela de
enfermería. Ella había tenido un bebé en la preparatoria. RJ, Robert Jr. ¿Por qué pensaría ella
que no la recordaría?
—Está bien si no te acuerdas de mí, cariño —dijo, sonando protectora—. Dios, después
de lo que has pasado… los irlandeses, los Phantoms… —sacudió su cabeza rubia, ojos verdes
llenos de lástima—. Lo siento mucho. ¿Hay algo que quieres que te traiga? ¿Quieres el calentador
de cama?
Sacudí mi cabeza, mirando a otro lado. La luz estaba comenzando a darme dolor de cabeza.
—Okay, bueno, presiona tu botón del pánico si necesitas cualquier cosa. Estaré pronto en
mi hora de comer y te traeré tu bandeja —me dijo Megan. Me dio palmaditas en el brazo que
no estaba ligado al goteador—. Trata de descansar un poco.
Ella estaba en la puerta cuando me aclaré mi garganta—. ¿Megan?
—¿Sí, Maya? —sonaba ansiosa, como si estuviera esperando a que la detuviera.
—¿Me haces un favor? —comencé, mi voz todavía rasposa—, y no permitas ninguna
visita.
Ella frunció el cejo en confusión—. Pero… has tenido tantas personas que han venido ya
esperando a que despertaras. ¿Por qué no querrías….
—Sólo familia —interrumpí—. Por favor.
—Entonces —dijo Megan—, ¿sólo tu tía?
—Exactamente.
—Muy bien, Maya. Como quieras. Le diré a recepción.
Y entonces se fue.
Me quedé despierta por cinco minutos antes de caer otra vez. Soñé con nada y todo.
Aliviada de la pesadilla de ser cortada mientras sentía nada. Aliviada del horror de la muerte
de Keegan. Aliviada del momento en que casi le quité la vida a alguien.
Una enfermera diferente trajo mi bandeja y me desperté. Ella era más grande y me observó
como un halcón por unos minutos, asegurándose de que de verdad levantara un tenedor de
plástico de comida, después de dejar la habitación. Comí porque tenía que hacerlo, no porque
tuviera hambre. No saboreé nada. Poco después, me dormí otra vez, y cuando desperté esta vez,
fue porque sentí los labios de alguien en mi frente.
—Lo siento —dijo la mujer rápidamente, alejándose. Su cabello castaño arenoso era un
despeinado desastre—. Sólo quería darte un beso de despedida. Parecías tan en paz.
—¿Aimee? —sentí mi corazón apretarse. No pensé de verdad que ella vendría. No después
de la primera y última vez que habíamos hablado, no después de la forma en que la había
tratado.
Pero me sonrió, poniendo su bolso en el asiento junto a mí—. Estoy muy feliz de que estés
despierta, mi liefie.
Me enfoqué en la última parte—. ¿Qué es eso?
—Mi amor —tradujo—. Estoy muy feliz de que estés despierta, mi amor. Cuando te vi…
toda ensangrentada y golpeada… —soltó una respiración temblorosa—. Pensé que era
demasiado tarde.
No había escuchado esa palabra de africanos desde que mis padres estaban vivos, liefie,
¿cuán seguido mi madre llamaba a mi padre su amor? Me sentaría en la mesa de la cocina,
comiendo mi cereal, balanceando mis pies descalzos bajo la mesa, escuchándolos intercambiar
palabras dulces antes del trabajo…
Sacudí los recuerdos—. Realmente quiero agradecerte —susurré. ¿Por qué mi garganta
estaba tan lastimada y rasposa?—. Por lo que hiciste. Por la donación de sangre.
—Maya, no hay necesidad de que me agradezcas —contestó, sonando tan sincera como
lucía—. Eres familia; la única hija de mi difunta hermana. Habría hecho cualquier cosa para
ayudarte.
Sentí una punzada en mi pecho, un ardor en mi garganta, y entonces estaba llorando. Otra
vez. Lágrimas calientes derramadas por mis mejillas, y estaba bastante segura de que Aimee se
iría ahí y entonces, pero ella cautelosamente puso sus brazos alrededor de mí, su barbilla en mi
cabeza y mi cabeza presionada contra su pecho. Con una mano, me aferré a ella, llorando de
verdad ahora. Estaba acariciando mi cabello, murmurando cosas que no podía escuchar sobre
mis sollozos, y eventualmente, presionó sus labios en mi cabello, besándome.
Después de un tiempo, se retiró, mirándome.
Sus ojos estaban justos tan rojos como probablemente los míos lo estaban. Con las puntas
de sus dedos, me limpió las lágrimas, ignorando las suyas.
Saqué una suave risa estragunlada—. Nunca quise verte así otra vez, y ahora estás aquí,
tocando mi cara.
Ella me dio una sonrisa con lágrimas—. ¿Está bien que esté aquí? —sonaba insegura, y
yo sólo quería tranquilizarla.
—Sí. Sí, por supuesto.
Y no era siquiera sólo porque ella había probado que yo significaba algo para ella al estar
aquí, al ayudarme. Era porque toda esta experiencia me había mostrado cuán preciada era la
vida, cuán corta era, y cuán maldecida sería si me dejara engañar a mí misma y me dejara
absorber por una tela de odio.
—Sé que es demasiado pronto —comenzó Aimee—, pero de verdad me gustaría saber…
qué te pasó. Sé las bases de ello, pero Maya, la policía estuvo aquí, y ahí había toda clase de
personas y la forma en que estabas lesionada—
—No estoy lista para hablar de ello.
Ella cerró su boca—. Por supueso. Entiendo.
Era sólo suerte que todavía otro toque llegara a la puerta y dos hombres entraran. Incluso
sin uniforme, sabía quienes eran.
Hablando del diablo.
—Lo sentimos, Maya, pero queríamos tener tu declaración mientras todo está fresco en
tu mente —el primer policía dijo, arrastrando una mano a través de su ya rebelde cabello oscuro.
Scott Renley, de la preparatoria, estaba preguntándome sobre mi secuestro. Por supuesto.
—Sólo diganos lo que recuerde, señorita Fenton —el segundo policía sugirió. No sabía su
nombre, ni siquiera lo reconocía. Él era tan alto como Scott, sólo que rubio y mayor—. Soy el
oficial Thompson.
Llegaron a pararse a mi lado, al contrario de Aimee. Ella tomó mi mano en la suya y
apretó.
No me sentía yo misma y sólo quería dormir otra vez, pero sabía que era mejor sacar esto
de esta manera ahora. ¿Scott había dicho mientras todavía estuviera fresco en mi mente?
Siempre iba a estar fresco en mi mente. Siempre iba a recordar todo lo que había pasado durante
el espacio de dos días. ¿Cómo podía siquiera olvidar?
Recité los detalles de mi experiencia en monotonía. Mis labios estaban moviéndose, pero
mi mente estaba en blanco. Me forcé a mí misma a adormecerme mientras les contaba acerca
de Keegan, acerca de Portia y Tamara—
—Esperen. Las otras chicas, ¿Portia y Tamara? Están bien, ¿cierto? —pregunté,
saliéndome del carácter y en realidad sintiendo algo. Preocupación.
Scott asintió—. Fueron dadas de alta del hospital hace dos días. Estarán bien.
—Bien —dije suavemente—. ¿Qué hay… qué hay de Sebastian?
Scott frunció el cejo—. ¿Qué con él?
—¿No estaba él todavía… ahí? ¿En la escena en alguna parte?
—No —fue su respuesta—. Dices que él estaba en el sótano contigo, pero no hay cuerpo
y no Sebastian. Lo sentimos, Maya.
¿No… cuerpo? ¿No Sebastian? Me forcé a ignorar eso y entonces resumí mi narración.
Para el momento en que habíamos terminado, estaba emocional y físicamente drenada.
Scott y Thompson me agradecieron, me aseguraron que no me molestarían otra vez aquí en el
hospital. Antes de que se fueran, tenía que preguntar.
—¿Dónde está James McNally ahora?
Fue Thompson quien me contestó esta vez—. Oh, ese pervetido sexual está muerto muerto,
gracias a Dios. Garganta cortada.

Aimee llegó brillante y temprano al siguiente día, trayéndome una carga de dulces como
si fuera una niña pequeña. No quería admitirlo, pero estaba deseando verla. Tanto que, forcé
tanto chocolate como pude ponerme de pie, lo cual la complació.
Una hora en su visita y ella se levantó, luciendo incómoda—. Hay algo que quería
preguntarte —dijo.
Me preparé para escuchar algo que no querría escuchar—. Okay…
Aimee tomó una respiración profunda—. Tus primos —comenzó—, querían saludar. Les
dije que ciertamente no estabas lista todavía, y no quería presionarte al respecto, pero saben lo
que pasó y se sienten muy mal. Así que lo que quería preguntar es: ¿estarías bien con una sesión
de Skype? Una rápida, lo prometo.
Ella estaba mirándome expectante, esperando por mi respuesta. Yo simplemente no sabía
qué decir. Por una parte, ya la había estalqueado a ella y a sus hijos en Facebook, Will tiene
veintiuno y Danika tiene veinticuatro, pero por otra parte, no era el momento adecuado. Para
mí, al menos. No era yo misma y no estaba en ningún estado de ánimo para ser sociable. Le
dije a Aimee esto y ella entendió.
Nos sentamos y hablamos por un largo tiempo. Bueno, Aimee habló. Yo escuché. Era
reconfortante, escuchar su voz con acento y escuchar sus historias de su vida en Pretoria. Sí
noté que se mantenía clara en cualquier mención sobre sus padres o los míos. Y eso estaba bien.
Me quedé dormida después del almuerzo y cuando desperté, Aimee se había ido, pero la
habitación no estaba sola.
Kira estaba arreglando cosas en la mesa conjunta, cosas que reconocía como mías. Mi
teléfono estaba conectado al cargador, tenía mi bolsa de artículos arriba de una resvista de
Cosmopolitan, y vrias botellas de agua de manantial.
—Hola, extraña —murmuré, asustándola.
—¡Maya! —lloró, preparándose para lanzarse encima de mí.
—No, Kira. Me lastimarás —le di una sonrisa para suavizar el comando.
Lanzó sus brazos a sus costados, su labio inferior temblando—. Estaba tan asustada de
perderte, Maya. Pensé que estabas muerte. Pensé—
—Estaré bien, Keeks.
—Santa mierda —murmuró, tallándose sus ojos con los talones de sus manos—. ¿Estoy
llorando?
—Sí. No una vista muy bonita —remarqué y ella rió.
No me di cuenta de cuánto lo había extrañado hasta que escuché esa risa suya. Lucía como
cualquier otra chica de veintitantos en una camiseta balnca y pantalones rasgados, un mundo
de distancia de mí.
Kira hizo un puchero—. ¿Cómo pudiste decirles que no querías ningún visitante?
—Porque no quiero, Kira. No estoy lista —y no quiero ver a Jake. Todavía no.
—Sí, bueno, eso no va ir con nadie. Si Luke no tuviera clases hoy, él estaría aquí conmigo,
berreando. Tuve que sobornar a alguien para que me dejara entrar, sabes.
Sonreí—. Suena como a ti.
Ella sonrió de vuelta—. Se siente como una eternidad desde que te vi.
—Lo sé.
—Estaba platicando con tu tía —siguió—. Nos conocimos, otra vez, cuando estabas
todavía en la UCI. Es muy buena persona, M.
—Lo sé —le dije, y sí lo sabía. Esta experiencia casi mortal en serio puso las cosas en
perspectiva para mí.
—No sé cómo estás haciendo esto, Maya. De verdad, no sé —dijo Kira, su voz flaqueando.
Estiró su mano por la mía en mi regazo—. Eres la persona más fuerte que conozco.
Ciertamente no se sentía de esa manera.
—¿Sabes cuándo vas a ser dada de alta?
—Mi doctor piensa que estaré aquí un par de días más —contesté—. Observación
estándar. No sé si mi seguro cubre… esto —¿cómo siquiera le llamo a esto?
¿Secuestro/tortura/abuso?
—No te preocupes por el seguro, Maya. Estoy segura de que Rose Haven te tiene cubierta
—me aseguró Kira, recordándome mi lugar de trabajo y cuánto tiempo ha pasado desde que
había puesto un pie ahí. Le dio a mi mano un apretón—. ¿Sabes cuándo creen que Jake
despertará?
Aparté mi mano—. ¿Qué?
—¿Sabes cuándo Jake despertará? —repitió, sólo que esta vez, habló un poco más fuerte,
pensando que simplemente no la había escuchado la primera vez.
Sentí un agudo dolor en mi pecho y pánico se asentó en la boca de mi estómago—. ¿De
qué estás hablando, Kira? ¿Despertar de qué?
Sus labios se abrieron—. ¿No… no sabías? —murmuró. Dejó Salir un pesado suspiro—.
Él todavía está en la UCI. Excepto que todavía está inconsciente.
“Seguiré respirando hasta que mi corazón se detenga”
-Too Far Moon, ‘Til My Heart Stops.

Lucía como si él estuviera sólo dormido. Soñando tranquilamente, incluso.


Megan me llevó en silla de ruedas a su habitación en la UCI, goteador IV y todo, poniendo
los frenos una vez que ella me había dejado a lado de él.
—Dime —demandé.
—Pulmón derecho colapsado. Habían… múltiples heridas de bala —dijo bajamente,
quitando arrugas que probablemente ella pensó que veía en el sobrecama extendido sobre la
parte inferior de Jake—. Los doctores están esperando a que despierte por su cuenta, pero al
menos la cirugía salió bien. Él va a estar bien, Maya.
—¿Puedo sólo… estar aquí? —supliqué, mirando a Megan a los ojos. Si decía que no…
decía que yo era demasiado débil, demasiado frágil para sólo sentarme aquí con el hombre que
amaba… no sabría qué hacer.
Ella estaba mordiendo su labio inferior, claramete dividida—. Cinco minutos, Maya —
contestó, su voz firme—. El Dr. Anderson me matará si te encuentra aquí o si encuentra tu
cama vacía. Estaré afuera.
—Gracias.
—Cinco minutos.
El único sonido que era una consante en la habitación era el estable pitido de las máquinas
a las que Jake estaba conectado. Los sonidos eran un constante recordatorio de que él estaba
vivo, estaba aquí, y lo lograría. Lo haría.
—Míranos, Jacob —susurré, estirándome por su mano para tomarla en la mía—. Mírate.
Su mano estaba cálida, pero no apretó la mía de regreso. Traté de tragar la bola en mi
garganta y fallé.
—No quería verte, sabes. No quería tener que observarte echarme un vistazo y culparte a
ti mismo —tragué, preparando la fuerza para sacar las siguientes palabras de mi boca—. No
quería que te sintieras culpable. ¿Pero sabes qué? Deberías sentirte culpable. Personas murieron.
Yo casi morí. Y… yo casi maté. ¿Cómo regreso de eso? ¿Cómo?
Por supuesto, no hubo respuesta. Sus ojos permanecieron cerrados, y mientras tanto, las
máquinas estaban pitando. Y pitando, y pitando.
Él lucía tan diferente así. En el pasado, lo observaría dormir a veces; observaría su rostro
contraerse en muecas durante cual sea que fuera la pesadilla que él tuviera, observaría su rostro
relajarse y sus labios elevarse en una sonrisa mientras soñaba con algo que lo hacía feliz.
Pero en este momento, con su piel pálida y su cuerpo tan inmóvil, parecía un cadáver.
No podía soportarlo. Deslicé mi mano de la suya.
Megan entró una vez que se acabaron mis cinco minutos—. ¿Estás lista?
—Sí —le dije, cerrando mis ojos—. Estoy lista.

—Ahora, cariño, déjame ver cuán fuerte puedes gritar… ¡grita, Maya! ¡Grita, maldita sea!
¡Maya!
La voz parecía muy lejos, aun así muy cerca al mismo tiempo. Era mi nombre, una y otra
vez. No la voz de un hombre, no su voz, pero la de una mujer.
—¿Maya? ¡Maya, despierta! Es sólo una pesadilla —estaba diciendo, y lentamente, mis
ojos se abrieron.
—¿Señora Adeola? —murmuré, frotando mis ojos antes de hacer una revisión doble—.
¿Qué está haciendo aquí?
—Trayéndote algo digno de cormerse —la voz de Moira llegó de enfrente de las
ventanas—. La comida de hospital es mieespantosa.
Dejé salir un suspiro de satisfacción. Así que ese era el delicioso olor.
La madre de Moira estaba todavía de pie, arreglando los contenedores en mi mesa
conjunta. Levantó mi bandeja de mi almuerzo restante, trayéndola a su nariz y oliendola—.
Dios mío, ¿estás segura de que esto no es lo que sigue enfermando a todos aquí?
—Mamá, vamos —Moira la regañó, viniendo a pararse junto a mí. Me dio una
sonrisa—. Hola, extraña.
—Hola, extraña —dije de vuelta—. ¿Qué hora es? Te he extrañado.
—Es sólo después de las tres. Y te he extrañado también.
—¿Esta es tu semana de descanso? —pregunté. Ella estaba usando un vestido sin mangas
azul con blanco, y su pelo rizado estaba en un moño. El maquillaje era mínimo, pero como
siempre, la sombra de sus ojos era de un color vibrante. Hoy era azul—. Luces muy bien.
—Gracias, cariño. Y sí, estoy descansando. El trabajo ha estado frenético. Los viejos de
verdad te extrañan —sacó un suspiró—. Luces mejor de lo que esperaba.
—¿Para alguien que fue torturada y casi murió?
—Exacto.
—Moira —la señora Adeola dijo en una voz baja—, modales.
—Mamá, ese fue un cumplido.
Su madre chasqueó la lengua mientras me observaba. Sus ojos marrones estaban llenos
de preocupación—. ¿Cómo te sientes, querida?
Me agradaba la madre de Moira. Las cuantas veces que la había visto o que había sido
invitada al hogar de Moira, ella parecía alegre y de corazón amable. Era una mujer redonda que
nunca usaba pantalones, sólo faldas y vestidos, y amaba cocinar tanto que había abierto un
restaurante de África occidental sólo a unas cuantas cuadras del hospital. Mientras Moira era
alta y morena, como el señor Adeola, su madre era justa y un poco del lado pequeño, y a pesar
de tener cincuenta, apenas tenía arrugas.
—Estoy mucho mejor —mentí.
Físicamente, seguro. No sentía mucho dolor cuando había despertado esta mañana, y
había incluso logrado ir al escusado si ayuda.
¿Pero emocionalmente? ¿Mentalmente? No muy pronto. Estaba teniendo pesadillas,
pesadillas en las cuales estaba cubierta de sangre, ahogándome en ella; pesadillas en las cuales
James McNally estaba destripándome como una trucha mientras yo observaba, sintiendo todo.
Seguía recordando la cara de Sicks, recordando cuánta sangre había brotrado de la cortada a lo
largo de su cuello.
Estaba destrozándome por dentro, esta culpa de sobrerviviente, y no terminaba una vez
que despertaba. Sólo se hacía peor. Pero le diría a todo mundo que estaba bien porque tenía que
estarlo. Simplemente tenía que estar bien.
La señora Adeola asintió, pareciendo aceptar mi respuesta. Orgullosamente sostuvo el
contenedor de comida, apuntando al arroz Jollof y al estofado de res, diciéndome que no lo había
hecho picante. Mi estómago gruñó en anticipación de la comestible comida.
—Gracias —le dije, sabiendo que ella no tenía que hacer esto, que no tenía que venir
aquí—. Gracias.
—De nada, Maya.
Si comía mientras cerraba los ojos, podía casi fingir que estaba en la casa Adeola con
Moira en el almuerzo en una tarde calurosa de sábado. Casi podía fingir que no estaba golpeada
y rota y vendada en esta habitación de hospital con aire acondicionado mientras mi novio yacía
inconsciente en la UCI un piso abajo.
Casi.
Moira y su madre dejaron fuera cualquier conversación que involucrara lo que me había
pasado. Era como si el tema fuera una mina que ellas estaban tratando cuidadosamente de no
pisar. Moira hizo el esfuerzo de mantenerme al corriente de lo que estaba pasando en el asilo,
contándome sobre las muertes, sobre las otras enfermeras. Aparentemente, ellas—nosotras—
estaban demandando un incremento del cinco por ciento, algo que estaba siendo revisado.
—Entonces, ah, cuando regreses, puedes esperar más dólares en tu bolsillo —terminó
Moira con una sonrisa.
—Y aquí yo pensé que no hacías tu trabajo por el amor al dinero —dijo su madre con un
bufido, cruzando sus brazos en su pecho.
—Bueno, tengo que comer, sabes.
—¡Vienes al restaurante casi todos los días después del trabajo por comida gratis! Voy a
tener que comenzar a cobrarte, Moira.
Escuché su tira y afloja con una sonrisa en mi rostro, pensando que podía de hecho
quedarme dormida ante sonido de sus voces. Si me dormía ahora, escuchándolas, tal vez mis
sueños serían sobre arroz cocido y mi lugar de trabajo, Rose Haven…
Pero eso no fue lo que soñé. Ni siquiera de cerca.
—El sexo está en tu mente el 99% del tiempo, ¿no es así? —dije, suprimiendo una sonrisa.
—Más o menos —contestó con una sonrisa astuta.
—Bueno, ¿puedes canalizar ese 1% y decirme cómo obtuviste tu apodo? —me alejé de él
y me senté al pie de la cama y lo miré expectante—. Y no escatimes en los detalles, Ripper.
Quiero saber todo para que comencemos en una página nueva.
—¿Todo? —parecía como si él quisiera comerme. Otra vez.
—Sí. Cuéntame una historia. Tu historia.
—Conoces mi historia, nena —dijo, sentándose junto a mí—. Conoces todo lo que vale
la pena conocer de mí.
Me acosté en la cama y él siguió después, entrelazando sus dedos con los míos—. ¿Por
qué te llaman Ripper?
—Probablemente porque destripé a un chico por llamarme estúpido.
Lo miré por la esquina de mi ojo—. Tú sabes que no eres estúpido.
—No quiero adentrarme en eso ahora mismo —dijo, su agarre en mi mano
apretándome—. ¿Pero realmente quieres saber cuál es mi historia?
—Sí.
—Bien. Supongo que podrías decir que estaba avergonzado de que yo no era como todos
los demás —dijo después de un rato, sus ojos mirando al techo—. Baron era más listo que yo,
todavía lo es, y mi viejo tenía un IQ que se suponía significaba él era jodidamente brillante.
Mientras tanto, yo estaba cagándola en mi ABC. Mis maestros, un puto montón de
inspiracionales que eran, decían que estaba haciéndolo apropósito, arruinándolo para ser
gracioso. Así que al final, me rendí, fingí que todo era una broma, acepté todas las detenciones.
—Eso es jodido —susurré, sintiéndome mal por el confundido y enojado niño que Jake
debió haber sido.
—Supongo. Pero estaba enojado, más que nada. Conmigo mismo, con todos. Y llevé la ira
a todos lados conmigo. La cargué a mi adultez —dejó salir una audible respiración, girando su
cabeza en mi dirección—. Estoy jodido, Maya. No sé qué diablos hice para merecerte.
Puse mi mano en su mejilla—. ¿Te hago feliz?
El cejo de Jake se frunció—. ¿Qué clase de pregunta es esa? Demonios, sí.
—Entonces me mereces. Sólo sigue con ello.
Sus labios se curvearon en una sonrisa—. No tienes que decirme dos veces.
Me senté—. ¿Está ese espagueti enfriándose?
Riendo, él se sentó y ambos nos pusimos de pie—. Sí. Comamos. Tal vez si tienes suerte,
consigas escuchar la historia de como conseguí la sexy cicatriz en mi labio superior. Hay un
cuchillo involucrado.
—Oh, tu mamá me contó la verdadera historia —le dije, permitiendo que pusiera su brazo
sobre mi hombro—. ¿No fue el diamente en su anillo de matrimonio que atrapó esa boca tuya
cuando te abofeteo esa vez?

El día siguiente, sus mejillas lucían como si tuvieran un poco más de color.
Las máquinas todavía estaban pitando y él todavía estaba respirando, por su cuenta sin
el ventilador, pero sus ojos todavía estaban cerrados.
Sin embargo, hablaba con él como si estuviera despierto, y Megan me permitió sentarme
con él por un rato más largo.
Había creído que lo tenía controlado, pero completamente me vine abajo cuando Baron
entro a la habitación. Su rostro era mucho como al de Jake; su voz casi la misma. Yo estaba en
silla de ruedas, y él tuvo que doblarse hasta la mitad para poder abrazarme, pero él lo hacía
todo el tiempo. Me agarré a él, enterrando mi nariz en donde su cuello se encontraba con su
hombro.
—Hey —dijo gentilmente—, no llores. No llores.
Pero el problema era, una vez que comenzaba, simplemente no podía detenerme.
—Me habían dicho que no querías ninguna visita —Baron estaba diciendo, acariciando
mi cabello—. Que no estabas lista.
—Yo… cambié… de opinión —me atraganté, bastante segura de que mi garras como uñas
estaban clavándose en su piel a través de su camiseta.
—Me alegra verte.
—Me alegra que estés vivo —dije en una exhalación—. Me alegra que estés vivo.
—Sí. A mí también —sonaba suave.
Eventualmente, lo solté y él inmediatamente fue a lado de su hermano—. ¿Todavía no
hay cambio?
—La enfermera me dijo que sus vitales están arriba. Y lo están.
Baron asintió, arrastrando una mano a través de su rebelde cabello rubio. Noté las bolsas
bajo sus ojos, las débiles manchas en su camiseta.
—Estará bien —le dije—. Es el Ripper, ¿recuerdas?
Baron asintió repetidamente, sus ojos centrados en su hermano—. Es sólo que… es mi
hermano. Mi única familia. Estaba tan asustado de que fuera a perderlo esta vez. Venir todos
los días, verlo así…
—Él va a estar bien, Baron. Sólo tiene que despertar.
—Lo sé, lo sé —tiró de su cabello, maldiciendo en voz alta—. Y… Bree no está
embarazada.
—¿Se… supone que debe estarlo? —pregunté, tal vez un poco ansiosa de no enfocarme en
lo que no estaba pasando con Jacob.
—Ella pensó que lo estaba. Eso salvó nuestras vidas, ¿sabes? —soltó una risa amarga—
. Llevarla a la farmacia más cercana para que pudiera conseguir un palo para orinar encima.
Tal vez si no hubiera dejado la casa para hacer algo tan estúpido, yo podría haber—
—¿Podrías haber qué, Baron? ¿Conseguir que te mataran también? O tal vez habrías sido
golpeado en la cabeza y habrías sido secuestrado. Buenas opciones, ¿no lo crees?
Sangre…
Sangre…
Sangre…
Baron colgó su cabeza—. Lo siento.
—No hay nada que sentir. Fue… —mi voz se apagó cuando movimiento de la cama atrapó
mis ojos—. ¿Baron, viste eso?
—¿Ver qué?
—¡Sus dedos se movieron!
—Eso no significa nada, ¿o sí?
—Bueno, no se estaban moviendo antes.
—Se detuvieron.
—Cosas como estas tienden a pasar cuando no estás observando a detalle.
—Genial —murmuró Baron—. Ripper ha demostrado dedos tímidos.
A pesar de todo lo que estaba pasando, me reí, y se sentía tan bien y agudamente doloroso
al mismo tiempo, que me reí un poco más. Baron me miró extrañadamente por unos cuantos
segundos antes de que su risa se uniera a la mía.
Mi risa cesó en el momento en que los párpados de Jake revolotearon y pareció como si
estuviera despertando.
“Sombras trepan, y quieren crecer más fuertes que la verdad”
-Ruelle, War of Hearts

—Voy a ir por el doctor —dijo Baron, rodeando la cama del hospital y saliendo de la
habitación sin tanto más que una mirada atrás.
De hecho, no habría sabido si él miró atrás o no. Estaba demasiado ocupada mirándolo y
él estaba mirándome a mí.
—Hey, dormilón —dije en una voz suave, sin confiar en mí misma para moverme. Estaba
lo suficientemente cerca como para tocarlo, si yo quisiera inclinarme y hacerlo.
Los ojos de Jake estaban nublados, con confusión, tal vez, pero entonces dijo con tono
áspero—. Silver —hizo una mueca, levantando su mano izquierda y poniéndola en su pecho,
nunca quitándome los ojos.
Lágrimas brillaban en sus ojos color avellana y tal vez estaban brillando en los míos
también, porque mi visión de pronto estaba borrosa.
—Shhh —murmuré—. Está bien.
Él estaba tratando de sentarse ahora, luciendo molesto cuando miró abajo y vio el frente
del vestido de hospital que le habían puesto. Pero su rostro se estrujó cuando me miró y notó la
silla de ruedas por primera vez. El pitido rítmico de las máquinas se volvió en un sonido
frenético, y supe que su pulso estaba elavandose, demasiado rápido, demasiado repentino.
—No —gimió, y antes de que yo pudiera decirle algo más, estaba arrancándose la IV de
su brazo, balanceando sus piernas a un costado de la cama y parándose. Maldijo, presionando
sus dedos contra el lado de su cabeza, quejándose, y después estaba arrodillándose enfrente de
mí.
—Necesitas relajarte, Jacob —susurré, haciendo un sonido de sorpresa cuando puso su
cabeza en mi regazo. Sentí sus cálidas lágrimas penetrando el delgado material de mi vestido,
humedeciendo la piel desnuda de mis muslos.
Casi vacilante, puse mis manos en su cabello rebelde, acariciándolo, confortándolo.
Así fue como Baron, el doctor, y una enfermera que no conocía nos encontraron.
—¡Señor Ford! —dijo el doctor bruscamente, apresurándose a Jake—. Señor Ford, vamos
a necesitar que regrese a la cama imediatamente.
—Jake —dije, agachándome ligeramente para susurrar en su oído—, necesitas regresar
a la cama, ¿okay?
—No me dejes.
Su voz estaba apagada, así que casi no lo escuché, pero cuando lo hice, sentí mi corazón
romperse en un millón de pedazos, tan pequeños que nunca podrían ser pegados otra vez.
—Cariño —le dije—. Estoy justo aquí.
Le tomó del doctor, Baron y la enfermera llevar a Jake de vuelta a la cama de hospital. Me
moví fuera de su camino y Baron llegó a pararse junto a mí, observando mientras le ponían una
nueva IV y posiblemente un sedante a Jake. Él había aceptado volver a la cama, pero él estaba
necio sobre hacer lo suyo. Todavía estaba luchando por sentarse incluso cuando la medicina
comenzó a hacer efecto, resiliente hasta el final.
El Dr. Langford, quien reconocí como uno de los cirujanos residentes de Sallow County
Memorial, se giró en nuestra dirección—. Él no es muy cooperativo —remarcó irónicamente—
, así que esperaremos a que el sedante haga efecto y entonces regresaré para hacer más exámenes
—le estaba diciendo esto a Baron, pero sus ojos estaban enfocados en mí—. Usted debería estar
en la cama, descansando, señorita Fenton.
Ciertamente no quería meter en problemas a Megan, donde quiera que ella estuviera—.
Lo sé. Sólo quería asegurarme de que él estuviera bien. No estaría bien hasta que supiera que él
lo estaría también.
El Dr. Langford asintió, mirando a la enfermera, quien estaba ajustando las almohadas
debajo de la cabeza de Jake—. Muy bien, entonces, Lisa. ¿Por qué no dejamos a la familia estar?
Después de que se fueron, Baron fue al lado de su hermano, su dedo en las marcas rojas
en la sobrecama donde la sangre de Jake había acabado de derramarse por arrancarse la IV—.
Supongo que no muy cooperativo es un eufemismo para una dura pequeña mierda, eh —
murmuró secamente, mirando a Jake, quien ahora estaba noqueado.
—Sí —dije, riendo a través de mis lágrimas.
—Tú eres igual de incooperativa, sabes —me informó Baron, regalándome una media
sonrisa—. Eres la mejor cosa que le pasó a mi hermano y él lo sabe.
Luchar contra las lágrimas estaba probando ser imposible—. Sin embargo, yo no sé si él
es la mejor cosa en pasarme a mí.
La sonrisa de Baron vaciló—. Maya, por favor no rompas el corazón de mi hermano. Es
uno frágil para empezar.
—Mírame, Baron —siseé—. Mira a tu hermano. Mira a todo lo que ha pasado. Esto es
lo que pasa cuando amas demasiado, cuando tu amor es tóxico. No hables de romper su corazón
cuando él ha roto el mío demasiadas veces antes.
Pude ver que Baron estaba luchando con encontrar algo qué decir, pero no lo escucharía.
No ahora. Hablar de esto estaba haciendo que mi cabeza y corazón dolieran, y sólo uno de los
dos podía ser arreglado con medicina.
—Él me pidió el anillo de mamá.
Le di a Baron una mirada—. ¿Qué?
Levantó un hombro en un encogimiento—. Le di el anillo de matrimonio de nuestra madre.
Él debió haberlo conseguido en primer lugar, de todos modos. Ese anillo te pertenece, Maya.
Mis ojos fueron al bulto durmiente en la cama que estaba completamente ignorante a lo
que estaba pasando alrededor de él. Estaba demasiado impactada para contemplar exactamente
lo que me estaba diciendo Baron, pero entonces, no tenía que hacerlo. Era obvio, ¿no?
La puerta detrás de mí se abrió, y pesadas pisadas resonaron. Sonaban como marchas de
ejército, pero eran sólo un puñado de Phantoms, invadiendo la habitación y tomando cada
centímetro de espacio libre alrededor de la cama de Jake.
Ghost y Sin me miraron en la esquina, acercándose a mí con miradas iguales de
preocupación.
—¿Cómo te sientes? —Ghost quería saber.
—¿Necesitas algo? —preguntó Sin al mismo tiempo.
—Bien, y no, gracias —dije de regreso, poniendo mis manos en mi regazo—. Estoy bien
en ambas cuentas.
—¿Es… permanente? —asintió Ghost a la silla de ruedas.
Sacudí mi cabeza.
—Gracias al carajo —exhaló un audible suspiro de alivio, corriendo una mano a través
de su lanudo cabello—. Maya, no tienes idea de cuán jodidos estamos todos sobre esto. Mierda
como esta nunca debió haber pasado, no bajo mi supervisión.
Sin le dio una palmada en su espalda—. No es tu culpa. Fuimos traicionados. Esta mierda
no fue tu culpa.
Fruncí mi cejo—. ¿Traicionados?
—Sí —dijo Sin, una sombra pasando por su rostro—. Un mocoso húmedo-detrás-de-
las-orejas confió en McNally por encima de sus hermanos, nos sacó de la casa club con
información falsa, y ahí fue cuando esos cabrones entraron.
Ghost talló una mano por su cara—. Tomó a sus hermanas. No puedes culpar a su lógica.
—Hay un código, Prez.
Sacudí mi cabeza, lo cual sólo hizo mi dolor de cabeza peor—. ¿Sus hermanas? ¿Portia y
Tamara? ¿Ellas son sus hermanas?
Sin asintió—. Sí. Las mujeres con las que estabas.
—¿Dónde está su hermano?
Sin miró a Ghost antes de mirarme otra vez a mí y decir—, fue asesinado en el
intercambio de fuego.
Miré a otro lado, lágrimas picando mis ojos. Tanta pérdida, tanta muerte. Incluso si mi
culpa era equivocada, todavía la sentía extremadamente.
—¿Daisy está bien? —pregunté, girándome para mirar a Sin y a Ghost.
Ghost dejó salir un suspiro pesado—. Ella está… bien. Físicamente. Ni un solo rasguño en
ella. Pero no sé. No sale de su habitación, no habla con nadie. Sin piensa—
—Es ese chico, Sticks —interrumpió Sin—. Muy seguro ella sentía algo por él.
Mi garganta se cerró—. Oh, Daisy —obviamente tomó muy mal su muerte. Tenía que
hablar con ella, decirle lo mucho que él de verdad se preocupaba por ella. Ella había sido su
flor—. Él… ¿Sticks ha sido enterrado?
Sin asintió—. Se ganó su parche. Él era uno de nosotros. El chico está en el otro lado
ahora.
Este agudo dolor en mi pecho rápidamente estaba volviéndose insoportable. En algún
punto, el dolor se detendría. Mi cabeza dejaría de doler, mi cuerpo sanaría. Estaría al cien por
ciento, físicamente. ¿El dolor dentro de mi pecho? Ese iba a ser mi dolor eterno.
Siempre pensaría en Sticks, en todos los demás que habían perdido su vida por amor.
Siempre recordaría mi sed de sangre por los hermanos McNally, en cómo, en esos momentos
vitales, me había convertido en ellos. Había querido matar, y eso siempre pesaría en mi mente.
Y siempre recordaría lo que se sintió estar tendida inmóvil e impotente, siendo cortada y
rebanada como carne en una tabla de cortar. Nunca se me olvidaría ese miedo, el miedo que
veía de imaginar lo peor. En esos momentos, mi propia mente era mi mas grande atemorizador,
y tal vez las pesadillas nunca se irían, justo como las cicatrices en mi cuerpo.
Sin, Ghost, Baron y el resto de los chicos se quedaron ahí por un poco más de tiempo,
murmurando entre ellos mismos. Pregunté sobre Sebastian, y recibí la misma respuesta que
había obtenido de los policías: él no había estado en la fortaleza de McNally y nadie había
escuchado ni pio de él desde entonces.
Era la cosa más extraña, pero raro, esperaba que dondequiera que él estuviera, estuviera
feliz.
Para el momento en que Megan entró para llevarme, estaba cansada y hambrienta, y más
que dispuesta a regresar a mi habitación. Baron vino conmigo, sólo abriendo su boca una vez
que estuve en cama.
—Sobre el anillo —comenzó, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón—, no
le digas a Ripper que dije algo. Eso sólo arruinaría la sorpresa, ¿sabes?
—No iba a decir nada, Baron.
—Bien —dijo, luciendo visiblemente aliviado—. Pero… ¿sabes lo que dirás… cuando te
pida que te cases con él?
—Ahora no es un buen momento para esta discusión —le dije, suprimiendo un bostezo—
. Estoy muy cansada, Baron.
Él asintió en comprensión—. Lo siento…. es sólo… no lo lastimes, Maya. Tú eres la única
persona que puede hacer eso.
No me quedé dormida después de que él se fue. No, me quedé despierta, observando el
descenso del sol afuera de las ventanas.
Mi mente estaba demasiado consciente para que mi cuerpo durmiera.

Fue mi teléfono lo que me despertó, vibrando con un mesaje bajo mi almohada.


Me estiré, parpadeando mis ojos en la casi oscuridad. La luz del pasillo afuera de mi
habitación llegaba a través de las rejillas arriba de la puerta, y una sensación de déja vu
envolviéndome cuando escuché el suave ronquido viniendo de la silla de a mi lado.
Metí mi mano bajo mi almohada, tomando mi teléfono, y vi que eran las 2:37 de la
mañana, y alguien me había mandado un mensaje que claramente no era para mí. Mi nombre
no era Mike y definitivamente no estaba de ánimo para una llamada de sexo. Suspirando, puse
mi teléfono en la mesa de al lado esta vez antes de moverme a un lado ligaramente para hacer
espacio para la otra persona en el estrecho vestido de hospital.
—Jacob —siseé, sabiendo que cualquier grtio aseguraría que cualquier personal de noche
vendría corriendo—. Jake, despierta.
El ronquido continuó. Estiré mi mano bajo mi almohada una vez más y tomé una de las
muchas revistas Cosmopolitan que mi tía Aimee pensaba me gustaban. Se la arrojé a Jake,
haciendo una mueca cuando la revista golpeó su cabeza antes de tocar el piso.
—Qué carajos —murmuró adormilado, frotando su frente con la palma de su mano. Sus
ojos enfocados en mí—. ¿Por qué fue eso?
—No te despertabas —contesté remilgadamente, levantando las cobijas—. Ven y
acuéstate en la cama conmigo.
No tenía que decirle dos veces. Con gran esfuerzo, se puso sobre sus pies y sobre la cama,
subiendo sus pies en la cama y bajo las cobijas. Él tomaba mucho espacio, y yo tenía que
aferrarme a él o caerme de la cama, y simplemente no podía tolerar más dolor. Al final, me
atraje hacia él, envolviendo sus brazos alrededor de mí así que estaba mitad encima de él y
mitad en la cama. Estaba absolutamente segura de que él estaba lastimándose muy mal al hacer
esto, pero otra vez, sabía que él lo quería de esa manera.
Lancé mi brazo ileso alrededor de él, mis dedos clavándose en su vestido—. De verdad te
escabulliste de tu habitación para verme —dije, en una afirmación, no pregunta—. Sólo tú,
Jacob. Sólo tú.
Él no dijo nada por un momento largo. Podía sentir el subir y bajar de su pecho bajo mi
oído y podía sentir sus dedos cerniéndose sobre mi cabello enredado. Quería cerrar mis ojos y
disfrutar esto, pero no podía. Estaba demasiado consciente, demasiado alerta, y ahí había mucho
que quería decir, pero sólo que no sabía por dónde comenzar.
—Quiero mirarte —su voz todavía tenía ronquera en ella, pero yo podía todavía escuchar
la emoción—. ¿Está bien? ¿Está bien si yo… si yo te miro?
—¿Mirarme? —confusión llenó mi voz. Levanté mi cabeza, mirándolo—. Me estás
mirando, Jacob.
—No —dijo abruptamente—. Debajo.
Tragué, entendiendo—. ¿Por qué?
—Tengo que. Tengo que ver lo que hice. Tengo que ver cómo te lastimé.
Dejé salir una respiración—. Tú no me lastimasté.
—Sí —gruñó—. Yo te hice esto.
Él estaba respirando pesadamente, sus ojos llenos con demasiado dolor que estaba segura
se reflejaba en mis propios ojos. Yo quería decir no, que no importaba, pero yo ni siquiera había
juntado el coraje para examinar mi cuerpo todavía. Estaba demasiado asustada. Era una
corbarde.
Así que asentí mi consentimiento, una vez, y me acosté, sobre mi espalda.
Jake se giró sobre su lado, una mano gentilmente quitando las cobijas. Se detuvo a la mitad
de los muslos. Cerré mis ojos cuando sentí sus dedos en el dobladillo del delgado vestido y solté
una respiración que no sabía estaba sosteniendo cuando él levantó la tela de mis muslos y el
frío aire de la noche caló en mi piel desnuda. Lo escuché inhalar bruscamente, posiblemente
viendo los lugares donde James McNally me había acuchillado. Las cortadas no eran profundas,
el Dr. Anderson me había asegurado, y entonces los vendajes podrían quitarse. Estaba segura
de que habían feas líneas y moretones en mi piel, y que eso era lo que Jacob pensaría que me
había hecho.
Había un lugar en mi costado donde Roisin McNally me habúa apuñalado y dañado mi
rinón. Estaba vendado, y Jake no podía ver cómo las puntadas lucían por debajo, pero sentí sus
dedos ahí, como pluma.
Había un lugar en mi brazo superior derecho donde Roisin McNally me había cortado,
sacando demasiada sangre que era irreal. Eso todavía estaba cubierto por la ropa, y cuando me
movía, podía sentir las puntadas moviéndose también.
Y luego estaba mi cara. Era inevitable, mirarla. Miraba mi cara en los paneles de cristal
del elevador cuando Megan me bajaba y me subía a la UCI. Veía la horrible descoloración, las
pequeñas cortadas donde la piel se había roto cuando McNally había golpeado mi cara
repetidamente en el concreto. Estar en un coma inducido por una semana significaba que me
había perdido de cuán hinchada mi cara ciertamente había estado.
No quería tener que ver la cara de Jake cuando él mirara la mía, realmente mirara a la
mía, pero entonces lo escuché sollozar. Empezó bajo en su pecho y lo suficiente pronto se volvió
fuertes y agonizados llantos de un animal herido. Tuve que abrir mis ojos justo entonces, y
cuando lo hice, él enterró su rostro en la curva de mi cuello, humedeciendo mi piel.
Me quedé ahí, tan tiesa como una plancha, mientras él lloraba por todo. Miré al techo, a
las sobras que se movían a lo largo de él. Lo escuché llorar, lo escuché disculparse, una y otra
vez, hasta que las palabras comenzaron a no tener sentido, hasta que las palabras perdieron su
significado.
Eventualmente, enterré mis dedos en su cabello, sosteniéndolo a mí, susurrando shh una
y otra vez, hasta que eso perdió su significado también.
Sólo cuando los primeros rastros del anaranjado-dorado amanecer rompieron sobre el
horizonte fue que ambos sucumbimos al sueño una vez más.

La visita de Jake a mi habitación había cobrado su peaje en él, así que en su lugar, fui yo
la que hice las visitas diarias a su habitación. Estaba bajo muchas pastillas para el dolor que
estaba asustada de que me haría adicta, pero nada, nada, me quitaba el dolor como estar en los
brazos de Jake lo hacía. Sonaba como algo cursi sacado de un libro o una película, pero era la
verdad. Simplemente estar en la cama con él, sin decir nada, sosteniéndonos el uno al otro, eso
era la mejor medicina.
—¿Crees que alguna vez podrías perdonarme?
El desayuno había llegado y se había ido, y ahora estábamos acostados en la cama en paz,
hasta que, por supuesto, él rompió esa paz al preguntarme algo que yo no sabía cómo contestar.
Me acosté con mi espalda hacia él y cada respiración que él tomaba, sentía su pecho
presionar contra mi espalda.
—¿Perdonarte por qué cosa exactamente, Jacob?
—Todo.
—¿Por ir tras los McNally y comenzar todo esto? —tragué fuerte—. No sé si mis
pesadillas alguna vez se detendrán.
Me alegró que no se disculpara.
—¿Sabes qué es loco? Casi maté a dos personas, Jacob —apreté mis ojos cerrados del
recuerdo—. Era yo o eran ellos, asesinar o ser asesinado, y en esa fracción de segundos donde
tenía que decidir si quería vivir o no, realmente entendí tu mundo. No quería morir, así que tenía
que matar. Mientras viva, nunca olvidaré eso.
Los brazos de Jake alrededor de mí se apretaron ligeramente ante mi revelación. No sabía
que estaba pasando en su cabeza. Me di la vuelta así que estábamos acostados cara a cara, y
saqué una mano, dejando que mis dedos limpiaran las lágrimas manchando sus mejillas.
Ambos estábamos sorprendidos cuando moví mi rostro más cerca y lo besé en los labios.
—Sí —dije después de un rato—. Puedo perdonarte. Te he perdonado.
Dejó salir una respiración—. Maya, ya no… quiero ser esta persona. No quiero tener esta
ira en mi corazón cuando no estoy contigo. No quiero… no quiero perderte.
—No pasa sólo de la noche a la mañana —le susurré. Yo apenas estaba comenzando a
darme cuenta de eso.
—Lo sé —dijo, acariciando mi mejilla con la parte trasera de su mano—. Justo como sé
cuánto te amo.
Sonreí—. También te amo, Ripper.
Nos quedamos en la cama hasta que su terapeuta de respiración entró, justo como reloj,
justo antes del almuerzo, y yo tenía que irme. Fue sólo al día siguiente que fui dada de alta y
pude irme a casa, o donde quiera que eso fuera ahora.
No me dejes, Jake había dicho hace unos días, pero lo haría.
Baron resolvió la pregunta de a dónde estaba yendo al aparecerse con Aimee anunciando
que mi habitación en la casa de Jake me estaba esperando. Podía darle un beso de despedida a
mi habitación en el apartamento de Iris, en lo que a él respecta.
No peleé eso.
—¿Le vas a decir a mi hermano que estás siendo dada de alta? —Baron quería saber,
permitiéndome recargarme contra él mientras hacíamos nuestro camino hacia el elevador,
mientras mi tía cargaba los cuantos artículos que tenía, incluyendo algunas de las flores que
aún estaban radiantes.
Sonreí—. Le mandé un mensaje de hecho.
Dada de alta hoy. Pórtate bien y recupérate. Te veo cuando salgas por buena conducta.
Te amo. Le había mandado, sin esperar un mensaje de vuelta.
Te amo más fuerte, Silver, eso fue lo que había hecho a mi teléfono vibrar en el bolsillo de
mi pantalón deportivo.
“No puedo seguir viviendo de esta forma, pero no puedo regresar a la forma de la que vine;
encadenado a este miedo de que nunca encontraré una forma de curar mi alma”
-Evanescence, My Heart is Broken

Fuera del hospital, luché con incluso regresar a la apariencia de normalidad.


Estaba en casa de Jake, con su hermano en una habitación libre y mi tía (quien insistió en
quedarse conmigo) en otra, y aun así, cada noche cuando cerraba mis ojos, estaba de vuelta en
esa sucia celda con Sebastian.
No estaba durmiendo, no estaba comiendo, y seguro como el infierno no estaba saliendo
de la cama.
Era como si la paz que se había establecido en mí el día que dejé el hospital hubiera sido
una cosa momentánea, y se había evaporado completamente así que fui dejada en una nube de
depresión.
Porque eso era exactamente lo que yo estaba: deprimida, no necesitaba que un psicólogo
me dijera eso.
Quería apagar al mundo entero Y tratar de procesar todo lo que me había pasado y a la
gente alrededor de mí. Quería revolcarme, llorar, gritar, quería sólo estar.
No ayudaba que cada vez que pasaba por un espejo, me recordaba a todo.
Los moretones se habían curado un poco, pero las cicatrices, de adentro y afuera,
permanecerían por un largo tiempo.
Me llevó un tiempo darme cuenta justamente qué exactamente James McNally había
grabado en mi muslo derecho, pero después de que la gasa saliera y pudiera ver el grado de
daño en mi pierna, pude distinguir las letras, era dolorosamente claro justamente qué mensaje
él quería mandar.
David había sido grabado en mi piel en grandes y gruesas letras, e incluso cuando no
podía ver las letras, podía sentirlas, podía trazarlas con las puntas de mis dedos y saber que
James McNally me había marcado con el nombre de su hermano muerto. Que él había intentado
mandarle mi cadáver a Jacob.
La mayoría de las noches, lloraba egoístamente por mí misma. Pero lloraba también, por
las vidas que se perdieron en todo esto. Lloraba hasta que mis conductos lagrimales no
funcionaban, y luego yacía despierta tratando de resistir la urgencia de trazar un dedo sobre la
D, y luego la A y luego la V y así sucesivamente…
Podía sentir manos fantasmas en mis piernas durante la mayoría de las noches, y si
lograba atrapar un guiño de sueño, terminaría despertándome en un frío sudor, envuelta en las
sábanas y sollozando audiblemente. Cuando eso pasaba, Baron o Aimee vendrían a mi cuarto
y yo me aferraba a él o a ella cómo a un salvavidas, agradecida de estar despierta. Sin mis
píldoras para dormir, quedarme dormida era verdaderamente imposible, pero no me quería
volver dependiente de ellas. Así que no las tomaría.
—Algo tiene que dar —escuché a Baron decirle a Aimee en la cocina esa mañana—. Ella
no irá a terapia porque no saldrá de la cama, y no hablará con nadie más porque probablemente
piensa que será una molestia.
Desde donde yo estaba afuera de la entrada de la cocina, podía escuchar a mi tía chasquear
por debajo de su aliento. Por alguna razón ella y Baron se ponían como una casa en llamas—.
Baron, déjala recuperarse físicamente primero —le dijo, luciendo relajada en un pantalón y una
blusa color crema sin duda de diseñador. Su cabello en una cola de caballo—. Todo lo demás
llegará después. Tenemos que darle tiempo. Ninguno de nosotros puede siquiera comenzar a
entender por lo que ella pasó.
Ellos continuaron hablando de mí mientras yo escuchaba afuera, antes de que finalmente
decidiera que una taza de café podía esperar y trepé de vuelta las escaleras a mi habitación, la
habitación de Jake, cuidadosamente de no pisar en los escalones de madera que crujían.
De vuelta en la habitación, contemplé arrastrarme de vuelta bajo las cobijas y apagar al
mundo otra vez, ¿pero a dónde me llevaría eso? Simplemente reviviría cada momento de
brutalidad que había presenciado, de brutalidad que había repartido, de brutalidad que había
soportado. Y moriría un poco más por dentro.
Fui al tocador y me senté en el pequeño taburete blanco. Mirando al espejo. Poniendo un
dedo en mi cara como si todavía pudiera sentir esos agonizantes momentos cuando McNally
había aplastado mi cara en el concreto, escalofrío pasó a través de mi cuerpo.
Tomé un puñado de mi cabello, levantando los sobre mi hombro. No lacio, cayó en rizos
elásticos. Nunca lo había cortado, nunca. Pero ahora, imaginaba las manos de alguien en él,
jalándome y busqué en el cajón del tocador por unas tijeras. No quería pensar demasiado sobre
lo que estaba apunto de hacer o cómo luciría una vez que estuviera hecho, pero fui por mi cabello
como una mujer trastornad. Cortándolo por unos buenos 5 minutos hasta que los mechones que
alguna vez habían alcanzado mi sección media, ahora colgaban en una nube de rizos a mis
hombros.
Ahí, pensé para mí misma, cerrando mis ojos, sin siquiera importarme inspeccionar los
resultados.
Tomé una respiración profunda, sintiendo como algo pesado había sido removido de mis
hombros, lo cual, en una manera, lo era. Esto era terapéutico. Necesario. Era algo tan pequeño,
aun así tan grande al mismo tiempo.
Me puse de pie, quitándome el camisón que prácticamente se había hecho mi segunda piel,
y fui al baño. Incluso logré sonreírle a mi reflejo en el espejo mientras esperaba a que la bañera
se llenara de agua.
Cortar mi cabello no iba a ser suficiente para sanar, pero era malditamente un buen
comienzo.

Para crédito suyo, Baron y Aimee no dijeron nada sobre el trabajo de corte que le había
hecho a mi cabeza.
En su lugar, dijeron que todo estaba normal. El almuerzo estaba en la estufa, cortesía de
Baron, quién había aprendido las mismas habilidades en la cocina como su hermano mayor, y
Aimee estaba justamente terminando con los platos.
Sus ojos se iluminaron cuando me notaron de pie en la entrada—. Hey, tú —dijo,
haciéndome señas para que me sentara en la encimera—. Baron ha hecho un increíble platillo
de pasta. Necesitas comer algo.
Sentí una punzada en mi pecho, Jake me había hecho pasta, muchas veces antes. Pero le
di a mi tía una pálida sonrisa y obedientemente me senté en el taburete de la cocina mientras
Baron lanzaba un trapo sobre un hombro y ponía un plato y cuchillería enfrente de mí
amontonado con pasta y con lo que conocía era la salsa boloñesa de la familia Ford.
Dije una rápida oración mental antes de comer. Fue sólo después de mí cuarto tenedor
lleno de comida que me di cuenta que Baron y Aimee estaban cerniéndose sobre mí, observando
me como un par de Halcones.
—¿No van a unírseme? —pregunté, bajando mi tenedor.
Baron aclaró su garganta, regresando a la estufa—. Perdón, Maya.
—Es solo que... estoy, estamos, alegres de que haya salido de la cama hoy —dijo Aimee.
Era amable de su parte ignorar las bolsas negras debajo de mis ojos mi piel cetrina y mi horrible
cabello.
—Supuse que era momento —dije esto despreocupadamente, pero era un hito definido.
Rayos, incluso estaba vistiendo unos agradables y limpios pantalones deportivos.
Aimee y Baron se sentaron conmigo para almorzar, lo cual esperaba que fuera raro, pero
no lo fue, y honestamente yo estaba agradecida de estar cerca de mi familia. Porque ellos eran
mi familia, sangre o no. Estaba agradecida de tenerlos y agradecida de estar viva para tenerlos.
Ya que estaba tratando de hacer un esfuerzo de lo usual, me uní a Baron en la sala para
mirar algo de televisión mientras Aimee encendía su laptop y se sentaba afuera en el sol bebiendo
una mimosa.
—Tu nuevo corte luce bien —comentó Baron, y porque yo estaba recargada contra él en
el sofá, él fácilmente tomó un puñado de mi cabello en sus manos.
—Deja de mentir —dije con un bufido.
—Bien. Está disparejo y deberías realmente ver a un buen estilista por control de daño
cuando estés lista para regresar al exterior.
—Guao. Dime cómo realmente te sientes —respondí, pero estaba riendo.
—Oye, me dijiste que dejara de mentir.
—Sí —dije, mi tono de pronto serio—. Odio las mentiras.
Baron dejó salir un suspiro—. Yo también.
Nos sentamos en silencio por un rato, mirando mala programación de televisión, cuando
Baron dijo—. ¿Recuerdas lo que dije en el hospital?
Sentí mi guardia levantarse—. Dijiste muchas cosas en el hospital.
—Me refiero a lo que estaba diciendo sobre ti de no romperle el corazón a Jake —aclaró.
—Lo recuerdo.
—Bueno, no era mi posición para decir algo —dijo, haciéndome mirarlo—. Tanto como
amo a mi hermano, te amo a ti también. Eres mi hermana ahora, estés o no con Jake, y como
alguien que se preocupa, deberías ponerte a ti misma primero. Deberías hacer tus propias
decisiones, decisiones que son buenas para ti primero y ante todo. Me disculpo por ponerte así
en esa posición.
—Baron —dije después de que un largo momento había pasado—, eso es muy dulce de
tu parte.
Él sonrió—. Intento.
—También te amo.
Lo que yo quería era ser feliz, ser amada, y con Jacob Ford, era feliz (la mayor parte) y era
amada (siempre). ¿Qué relación no tenía sus altas y bajas? ¿Qué relación era perfecta?
Sí, ¿pero dónde dibujas la raya, Maya?
Regresé a mi posición, y el lanzó un brazo alrededor de mí, permaneciendo relativamente
silencioso hasta que ocasionalmente él se unió a la voz en la televisión cuando diría—, ¿de quién
es... el siguiente… ex?
—¡Maya! Jesús, no. ¡Despierta! Coño. Coño, coño, ¡coño!
Alguien me estaba despertando a abofetadas, y no ligeramente tampoco. Estaba más que
enojada cuando mis ojos se abrieron y vi a Jake hincado a mi lado. ¿El hecho de que de verdad
lograra conseguir algo de sueño y que él estuviera cruelmente sacándome de él? Sí. Estaba
enojada.
—¿Por qué me estás pegando? —espeté, ojos medio abiertos mientras me sentaba,
frotándome mi mejilla derecha.
Él cayó hacia atrás sobre su culo, respirando profundamente.
—Mierda. Pensé que te habías sobredrogado —su mirada fue al frasco vacío de las
tabletas para dormir en la mesita de noche.
Ahora, estaba completamente despieta, ojos bien abiertos—. ¿Crees que haría eso?
¿Matarme?
Cerró sus ojos brevemente antes de abrirlos otra vez y mirarme—. No lo sé —murmuró
miserablemente—. Ya no lo sé. Todo lo que sé es que apenas vine a casa del hospital y encuentro
a mi mujer con sus ojos cerrados en la cama y un frasco vacío de Ambien a su lado. Salté a una
muy mala conclusión.
Lo miré fijamente, encontrando el morboso humor en esta situación—. Vaya manera de
darte la bienvenida, ¿eh?
No sonrió. Luciendo más desaliñado que nunca, en una arrugada camiseta azul cielo y
pantalones desgastados, se levantó del piso y se sentó en la orilla de la cama.
—El frasco debió haberse caído. El resto de las pastillas probablemente están debajo de la
cama. Estaba demasiado desesperada para un sueño profundo anoche —bostecé, levantando
mi teléfono de la mesita de noche. Eran sólo después de las diez de la mañana—. Doce horas
de sueño sin perturbaciones, hasta que me despertaste a golpes. Nada mal.
—Lo siento. Lo siento mcuho, Maya —estaba diciendo Jake, y sabía que no sólo se estaba
disculpando por abofetearme.
No había forma de que pudiera decir que estaba bien. Porque no lo estaba.
Jake se giró a la cinura para mirarme, simultáneamente quitándose sus botas—. ¿Crees
que alguna vez podamos recuperarlo? —sus ojos estaban uscando los míos.
Tragué fuerte—. No como era, Jacob —respondí—. Pero no quiero que sea como era.
Él asintió, sus ojos capturando los míos.
—Tengo que bañarme —susurré, levantándome ya de la cama.
Esperaba que él dijera algo como “¿puedo unirme?” pero estaba asintiendo otra vez, y para
el tiempo en que entré al baño, sin importar asegurar la puerta, mi corazón estaba golpeando
contra mi pecho y mis lágrimas estaban picando mis ojos.
Dios, nadie me dijo que él estaba siendo dado de alta. Pero otra vez, yo había estado muerta
dormida hasta hace unos cuantos minutos. No estaba lista para verlo otra vez, no estaba lista
para sentirme tan enojada y triste y herida todo al mismo tiempo.
Era difícil tratar de sollozar silenciosamente y cepillar mis dientes al mismo tiempo, pero
lo logré. Al menos, pensé que lo hice. La puerta fue abierta, y Jake estaba de pie ahí, y pude ver
su corazón rompiéndose sólo mirándome a los ojos. No vaciló siquiera una fracción de segundo
antes de envolverme en sus brazos y abrazarme tan fuerte que dolía, pero no me importaba,
porque este era del tipo bueno de dolor.
—Te amo —él estaba diciendo, su nariz en mi cabello—. Te amo tan jodidamente mucho
que me está matando.
Estaba apretando su camiseta, apretándola muy fuerte la delgada tela probablemente la
partiría en cualquier segundo, y Jake apestaba a hospital y tristeza, pero podía sentir su corazón
golpeando contra mi mejilla húmeda. Y Dios, ayúdame, yo también lo amaba.
Así que lo dije en voz alta y él retrocedió ligeramente, presionando sus labios en mi frente
en un beso gentil. Mis ojos estaban cerrados, mi respiración ralentizándose. Paz. Sí.
Me soltó, moviéndose a la tina para prepararme un baño de burbujas. Pacientemente, me
quedé ahí, observándolo ponerse de rodillas, probando el agua al meter una mano en ella. Dejó
la tina llenarse a la mitad antes de cerrar el agua, y entonces se estaba parando otra vez,
deshaciendo el suave cinturón alrededor de mi cintura que evitaba a mi bata abrirse. Lo dejé
quitármelo, sólo recordando que él no había visto mi cuerpo menos vendado todavía cuando
dejó salir un gemido afligido.
No quería que me mirara con ojos llenos de culpa, o peor, lástima, así que pasé de él y me
metí en la bañera. Estaba un poco demasiado caliente, pero tal vez eso era bueno, y una vez que
me senté, mi piel comenzó a adaptarse a la temperatura.
Jake todavía estaba parado, sólo que ahora, él estaba inclinado contra la pared opuesta a
la bañera. Su pecho subía con cada respiración que tomaba, hasta que ya no pudo estar de pie,
se deslizó al piso con sus rodillas presionadas en frente de él.
—¿Cómo pudiste perdonarme? —me preguntó, su voz vacía—. ¿Cómo pudiste
perdonarme cuando tienes que ver esas cicarices cada puto día?
Me incliné contra la bañera, hasta que estaba casi enteramente sumergida en las
burbujas—. Perdón, pero no olvido —le dije, y mi mano automáticamente fue a mi muslo. D-
A-V-I-D—. Mi tía Stacy solía decir eso. Solía decir que el perdón hace más bien a tu alma de
lo que lo hace por la de la otra persona.
Jake permaneció quieto. Hasta que suavemente dijo—, yo nunca me perdonaré por
lastimarte.
Estábamos de vuelta en tablas en la situación.
—Él no suplicó por su vida, sabes —dijo, sus ojos cerrados—. James McNally. Ghost lo
encontró desangrándose en el sótano. Sin embargo, él estaba vivo. Le pedí a Ghost que le
disparara. Ghost ni siquiera desperdició una bala en esa mierda. Una bala era demasiado bueno
para él.
Instantáneamente recordé lo que los policías habían dicho—. Así que le cortó la garganta.
—Sí —abrió sus ojos y me miró, como si estuviera tratando de calibrar mi reacción.
—Bien —mordí mi labio inferior—. ¿Quieres unírteme?
Él parecía momentáneamente sorprendido—. ¿En la bañera?
Asentí. Él lucía inseguro—. ¿Estás segura? Porque quiero hacerlo. De verdad quiero
hacerlo —susurró.
—Es sólo un baño, Jake.
Se puso de pie, dándome una media sonrisa—. Me llamaste Jake.
Estiró su mano detrás de su cuello y tiró de su camiseta sobre su cabeza. Ver los vendajes
sobre su herida me recordó que justo como él pudo haberme perdido, yo pude haberlo perdido.
Su pantalón salió después revelando que no estaba usando ropa interior, y finalmente, sus
calcetines. Me senté y me incliné hacia delante, haciendo espacio para él detrás de mí mientras
entraba en la bañera. Únicamente una vez que se acomodó me recargué contra él.
Al principio no puso sus brazos alrededor de mí, pero cuando finalmente lo hizo, puso sus
palmas planas contra mi estómago, sentí mariposas revolotear en ese mismo lugar. Entrelacé
mis dedos con los suyos, mi mano pequeña sobre una suya grande.
—¿Cómo te sientes? —pregunté, mis ojos en nuestras manos.
Jake gruñó—. Mi pulmón se re-expandió, lo que sea que eso signifique, así que el doc
estaba feliz. Sólo tengo que llevarlo tranquilo por una semana o dos. Pero no me preocupo por
mí. Me preocupo por ti. Así que, ¿cómo estás? ¿Tú todavía… sientes dolor?
Él dijo las últimas palabras contra el lugar donde mi cuello se encontraba con mi hombro,
y temblé.
—Sólo estoy sensible en algunos lugares. Es soportable —pausé, preguntándome cuánto
debería decirle—. Sin embargo, no estoy durmiendo, y si lo hago, terminó teniendo pesadillas
muy vívidas.
Besó mi piel, inhalando fuerte—. Quiero quitarte todo tu dolor. Más que nada, eso es lo
quiero.
—No puedes, Jake —susurré, tomando una de sus manos en las mías y poniéndola bajo
el agua.
Con mi mano sobre su dedo índice, lo hice ciegamente trazar las letras que estaban
grabadas en mi piel. Sentí como una eternida hasta que la punta de su dedo presionó la última
letra.
Se sintió como si hubiera algo pesado en mi pecho, haciendo increíblemente difícil el
respirar. Nadie más, nadie más que el personal médico que me había atendido sabían de este
particular recuerdo que James McNally me había dejado en mi piel. Y ahora, Jake sabía, también.
Era feo de mirar, feo de recordar y feo de tocar.
Escuché a Jake inhalar aire abruptamente, sentí el latir de su corazón acelerarse contra mi
espalda. Arrancó su mano, descansándola en mi cadera.
—Maya —
—No, Jake. No digas nada por ahora —dije en una voz suave, apretando mis ojos—. Por
favor. Sólo… quédate.
—No p- yo no… yo no… —su voz atrapada en un sollozo—. Nunca debimos terminar
juntos. Te jodí. Te jodí y es mi culpa.
—¿Cómo puedes decir eso? —girándome a la cintura, miré hacia él en shock—. ¿Cómo
puedes decir que no debimos nunca habernos enamorado? ¿Cómo puedes decir eso después de
cada puta cosa que ha pasado entre nosotros?
Sus ojos estaban cerrados, lágrimas manchando sus mejillas ásperas—. Te jodí. Siempre
jodo las cosas.
Me giré completamente, poniéndome de rodillas y encarándolo. Mis dedos fueron
automáticamente a limpiar sus lágrimas. Sus ojos se abrieron ante mi toque.
—Tú me pediste que esperara por ti, y yo lo hice —fijé, poniendo mis manos en sus
amplios hombros. Él estaba mirándome, cautivado—. Eres mi primer amor. Muchas personas
no llegan a enamorarse, pero yo tengo la bendición de que el hombre del que estoy enamorada
me ama de vuelta, y me ama tan apasionadamente, tan fuerte. Mete la pata, toma malas
desiciones, y a veces me hace enojar, pero lo amo. Te amo, Jake Ford, y pienso que me enamoré
un poquito de ti el día que bebiste un frasco de whiskey en honor a mis padres y me ofreciste
un poco.
La boca de Jake cayó abierta un poco y me incliné hacia delante para besarlo en la nariz.
Cuando retrocedí, dijo—, ¿sabes cuánto eso significa para mí?
—Eso creo.
Dejó salir un suspiro que esperaba fuera de alegría—. He estado enamorado de ti mucho
antes de que supiera que lo estaba: eso es hace mucho tiempo —me atrajo hacia él, y pude sentir
su verga entre nosotros—. Hice una cita para el viernes con un psicólogo que Ghost tiene a
Daisy viendo. Quiero, necesito que vengas conmigo. Por favor. Por favor di que sí.
¿Cómo podía decir que no?
—Por supuesto, Jake —el señor sabía que tenía que ver un terapeuta también. Ser de
pronto agorafóbica e insomne conduciría sólo a mi autodestrucción. Tenía que hablar con
alguien.
Jake soltó un suspiro de alivio, atrayéndome más cerca así que mi pecho estaba aplastado
contra el suyo—. Gracias, cariño.
Nos quedamos en la tina así mucho después de que el agua pasó de tibia y se volvió bajo
cero, las burbujas disipándose.
“No puedo dormir, pero puedo soñar con nosotros”
-Eden, Gravity

Lo que aprendí de estar fuera de la casa era que ni siquiera tenía que jugar la carta de
simpatía, porque automáticamente estaba siendo jugada por mí.
Estaba siendo saludada como la heroína del pueblo por sin trabajo derribar a James y
Roisin McNally, haciendo algo que ni siquiera el club motociclista local había sido exitosamente
capaz de hacer. Más cosas en la calle era que yo también había sido responsable por poner a
David McNally en cemento, así que había limpiado una generación de mafiosos que habían
aterrorizado a Sallow County y a pueblos vecinos por años.
El Ruiseñor Vigilante de Florencia, ese era el encabezado actual del periódico.
No podía inventar esa basura incluso si lo intentara. Yo era la enfermera registrada que
llevaba una vida doble como una vigilante asesina: Oliver Queen, pero ni siquiera de cerca. Ni
masculina.
Era más allá de ridículo, y los periodistas del pueblo que habían escrito esos artículos
definitivamente habían elegido la carrera equivocada. Deberían ser escritores de ficción.
Mis sesiones con el psicoterapeuta y el terapeuta de relaciones, la Dra. Melissa DuBois,
eran cada martes y viernes. El martes era para mi sesión sola de una hora con ella, y el viernes
era cuando yo acompañaba a Jake a la suya. Bueno, nuestra. Él no iría sin mí, y a mí no me
molestaba, porque haciendo a un lado sus problemas, teníamos que trabajar en los nuestros.
Juntos.
La oficina de Melissa estaba localizada en una calle tranquila a sólo unas cuantas cuadras
del vencidario de Jake, y su cuarto de consultoría estaba decorado en colores neutros, blancos,
grises, que al instante me hacían sentir cómoda. Jake, por otro lado, era su yo incómodo, y sabía
que su rodilla derecha rebotaría durante los minutos restantes de nuestra sesión mientras nos
sentábamos al lado del uno del otro en un sofá de cuero color crema al lado opouesto de la Dra.
DuBois.
Ella era una mujer atractiva, probalemente a mediados de sus treinta, y siempre lucía
igual: cabello rizado castaño claro retenido por una banda Alice, piel bronce vacía de cualquier
maquillaje además de sus labios rojos y delineador de ojos marcando sus ojos cafés en forma de
almendras, y blusas sin mangas emparejadas con pantalones negros.
—Así que, señor Ford—
—Jacob —la corrigió automáticamente.
Y como siempre, ella le dio una pequeña sonrisa y enmendó—. Jacob, tu tarea hasta
nuestra siguiente reunión la semana que viene es tomarte cinco minutos de tu día y escribir
todas las cosas por las que estar mayormente agradecido. Las cosas que te hacen feliz.
Sentí a Jake ponerse rídigo a mi lado—. ¿Quiere que me siente en mi culo y escriba un
puto diario?
—¡Jacob! —siseé, ponendo una mano en su rodilla.
Resopló una audible respiración—. Perdón.
La Dra. DeBois le dio otra de sus sonrisas, luciendo inafectada. Para ahora, ella ya tenía
que estar acostumbrada a los arranques de Jake. Ya habíamos tenido dos sesiones con ella antes
de esta—. Hemos estado facilitando nuestra manera en discutir cómo ciertos períodos de tu
niñez han claramente afectado tu adultez —le dijo, antes de dirigir su mirada a mí—, y tus
relaciones —miró a Jake—. Tu aversión a escrirbir puede sólo llevarte tan lejos. Será una buena
experiencia para convertir tus sentimientos en la misma cosa que has detestado toda tu vida.
Después de murmuros para sí mismo por un rato, Jake finalmente aceptó a hacer la tarea.
Fue sólo cuando estuvimos afuera en su camioneta que él comenzó a hiperventilar.
—Esto es exactamente por lo cual odio a los putos doctores de cabezas —espetó.
Rodé mis ojos—. ¿Odias a los putos doctores de cabezas? ¿Cuándo te has follado a uno?25
Me miró, sus labios crispándose—. Sabes a lo que me refería.
—No es tan malo, Jake —le dije—. ¿Escribir las cosas con las que has sido bendecido?
Pondrá todo en perspectiva.
Se estiró detrás de él, al bolsillo de su pantalón, sacando una pluma y un recibo
arrugado—. Por lo que estoy agradecido, ¿eh? —presionó el papel sobre su muslo izquierdo,
garabateando.
Me tendió el recibo.
Tú, decía, en un gran garabato. + tazas de mantequilla de maní.
Sonreí grande. Tomó mi mano libre, besando la parte trasera de mi mano, antes de soltarla
y encender el auto.

Era algo que había estado posponiendo, pero era algo que tenía que hacer.
Estando afuera de la puerta de su habitación, mirando la enorme calcamonía de NO
ENTRAR que se sentía como una advertencia personal para mí, bailé con la idea de no tocar y
simplemente escabullirme de la casa en su lugar.
La salida del cobarde.
Tomé una respiración profunda y gentilmente toqué la puerta.

25
La palabra “Fucking” tiene muchos significados entre ellos follar, así que el juego de palabras aquí sería. J: Esto es
exactamente por lo cual odio (follar) a los putos doctores de cabezas. M: ¿Odias (follar) a los putos doctores? ¿Cuándo
te has follado a uno? Jake sí está insultando a los doctores, pero Maya toma la expresión en doble sentido.
La baja música llegando de adentro se detuvo. Una pausa. Toqué otra vez. La puerta fue
abierta.
—Hola, Daisy.
Se hizo a un lado, en silencio. Entré a su habitación y ella cerró la puerta detrás de mí.
Ida estaba la muy arreglada pre adolescente y en su lugar estaba una chica de cara limpia
cuyos ojos estaban tristes.
—¿Puedo sentarme? —pregunté, y ella inmediatamente hizo señas a la silla en frente de
un escritorio blanco.
Agradecida, me senté. La habitación de Daisy todavía estaba igual, brillantemente
iluminada y sobrecargadamente femenina, con una enorme cama y un edredón morado, y
paredes blancas decoradas con posters de bandas de chicos.
Ella todavía estaba de pie, justo enfrente de la puerta.
—Debí haber llamado —le dije, mirándola a los ojos.
—¿Sufrió?
Sangre… sangre…—. No —mentí.
—En el funeral, su ataúd estaba cerrado —sus ojos viajaron a la ventana abierta junto a
su cama—. Él sufrió.
No sabía qué decir a eso, así que no dije nada.
—¿Cómo vas? —preguntó, jugando con el dobladillo de su camiseta roja.
—E… estoy… mejor —por una vez, era la verdad.
Sus ojos estaban brillando—. Lo último que Keegan me había dicho fue que me escondiera
en el sótano y que él tenía que irte a buscar. Él era muy valiente, ¿no es así?
—Sí —concordé, levantándome para acercarme a ella—. Muy, muy valiente, Daisy.
Ella me dejó atraerla en un abrazo, y la dejé poner sus brazos alrededor de mí, incluso
aunque dolía un poco porque me estaba abrazando muy fuerte.
—¿Es raro que todavía no haya llorado, Maya? —quería saber, su voz apenas audible.
—No —respondí.
—Mi terapetura tampoco lo cree. Pero quiero llorar. Sólo quiero ser capaz de superarlo
—dejó salir un suspiro soltándome.
La miré caminar hacia a la larga cajonera blanca junto al tocador—. Tejí estos para ti.
Para cuando fuera que te viera —dijo, regresando hacia mí con dos pares de calcetines a rayas
blanco con negro—. Un par es para Jake. Son un regalo tipo que-te-sientas-mejor.
—Gracias, Daisy —mis dedos corrieron a lo largo de la suave tela—. Son lindos.
Ella sonrió y esa sonrisa iluminaba todo su rostro—. De nada.
Me quedé por un tiempo más largo, hablando de nada y de todo con ella, pero
eventualmente, hablamos de Sticks, Keegan, y Daisy describió su enamoramiento por él como
estúpido amor de jóvenes. Yo creía que eso era lo que podría haber sido, e imaginé cómo se
sentiría perder mi amor. Imaginar ese escenario hacía doler mi pecho.
Pero no tenía nada de qué preocuparme. Jake, quién explícitamente se había rehusado a
dejarme siquiera pensar en conducir a la casa club, estaba sano y salvo con los Phantoms
restantes, su primera salida desde su hospitalización.
Él no estaba enterrado diez metros bajo tierra con su lacerada garganta suturada por un
funerario.
Era este pensamiento que permaneció conmigo en el corto viaje de vuelta a casa del club.
—Estás muy callada —comentó Jake, sonando preocupado.
—Sólo pensando —le dije, mirando al oscurecido cielo a través de la ventana.
—¿Quieres compartir?
Lo miré—. Pude haberte perdido.
Me dio una efímera mirada antes de volver la vista de vuelta a la carretera—. Habría sido
mi estúpida culpa.
Me incliné hacia delante y encendí la radio, y la voz de Gotye llenó el auto, cantando sobre
alguien que solía conocer. Para el momento en que Jake paró en su entrada, estaba mucho muy
lejos de hacer a mi cerebro aceptar en pensar en nada.
Ninguno de los dos nos bajamos del auto imediatamente.
Jake encendió la luz arriba de nosotros y alcanzó su bolsillo trasero, sacando un papel
cuidadosamente doblado de una libreta y una pluma.
—Cosas que me hacen feliz —se dijo a sí mismo, chasqueando su pluma y comenzando
a escribir algo—. Montar mi moto. Montar a Maya. Simplemente montar en general.
—Oh, Dios. ¡No escribas eso! —puse una mano sobre mi cara, riendo—. Estás olvidando
que la Dra. DuBois va a learlo.
—Ahí está esa risa tuya —murmuró Jake, bajando la pluma y el papel—. Joder, la
extrañaba. La extrañaba demasiado.
Mi risa se desvaneció. Jake se inclinó hacia mí, y mis ojos automáticamente se cerraron.
Esperé, esperé por el momento cuando él pusiera sus labios en los míos, y cuando llegó, lo besé
de vuelta. Puso una mano en mi cara, acunando mi barbilla, sus labios presionados a los míos
tan fuerte, y cuando dejé salir una suave respiración, sólo para respirar, su lengua se deslizó
dentro de mi boca.
Me besó lentamente, pero a fondo, succionando mi lengua como un dulce, y no sabía si el
gemido que dejó mis labios le pertenecía a él o a mí.
Retrocedió de pronto, su respiración irregular—. Deberíamos ir adentro. Deberías
descansar —dijo gentilmente, ya abriendo la puerta.
—Sí —susurré, reuniendo mis pensamientos y acomodándolos para después.
Jake caminó alrededor del coche hasta que estuvo de mi lado, abriendo la puerta para mí.
Tomó mi mano, y me deslicé fuera para que él cerrara la puerta detrás de mí. Mano en mano,
caminamos el camino que conducía a la puerta principal.
—Me pregunto si Baron… —comencé a decir, pero eso fue los más lejos que llegué antes
de que Jake me atrajera hacia él para que así pudiera agacharse y poner su boca en la mía.
—Algún día —comenzó cuando terminó de hacer girar mi cabeza—, cuando haya
expiado toda la mierda por la que te hecho pasar, voy a poner un anillo en tu dedo y un bebé en
tu vientre. Porque tú eres joidamente todo para mí, y puedes apostar tu sexy culo de que voy a
trabajar hasta el culo para ser capaz de decir con seguridad que te merezco.
Congelada en el lugar, sólo pude observar mientras él abría la puerta y entraba, dejándola
tan abierta como estaba mi boca.
—El hombre de abajo —dijo Aimee, doblando un suéter rosa de cachemira y poniéndolo
en su maleta—, está hasta las nubes de amor por ti.
Sentada en la cama en la que ella había estado durmiendo por las últimas dos semanas
en una de las habitaciones extras de Jake, sólo pude asentir en concordancia. Mi tía, Dios,
todavía se sentía tan surreal llamar a alguien así, estaba yéndose al día siguiente, y me pidió
que le ayudara empacar, dejando a los hermanos Ford abajo hablando de números.
Aimee sonrió—. Estoy feliz por ti, Maya. Un amor así es muy, muy difícil de encontrar
—ella miró a otro lado—. Tu madre tenía ese tipo de amor. Desería haber tenido la oportunidad
de decirle que estaba feliz por ella también.
Incluso a la edad de veintiséis, todavía me ponía instantáneamente triste cada vez que mis
padres eran mencionados. No ayudaba que Aimee pudiera haber sido la doppelganger de mi
madre.
—Mis padres no necesitaban que nadie estuviera feliz por ello —dije, mi voz
atrapándose—. Su felicidad era todo lo que importaba.
—A Chantelle nunca le importó la opinión de nadie. Ella siempre hizo lo suyo, incluso
cuando éramos mucho más jóvenes —Aimee se sentó junto a mí—. Yo tenía siete y ella tenía
diez cuando se rehusó a ir a la iglesia.
Mis cejas se alzaron—. Ella amaba la iglesia.
—Escuela dominical, ella le preguntó a la maestra: ¿por qué sólo hay gente blanca en
nuestra iglesia? Recuerdo cuán sorprendida lucía la mujer, y cuando le dijo a Chantelle que era
porque nosotros íbamos a iglesias solo de blancos, mi hermana le preguntó si había un dios
blanco y un dios negro, y si todos veníamos de diferentes cielos. No recuerdo exactamente qué
le dijo la maestra después de eso, pero fue lo suficientemente malo que mi hermana se rehusó a
ir a una misa después de eso. Ella no entendía la segregación, no pensaba que era justo que
todos fueran tratados diferentes, y se pronunció en contra de ello.
—¿Y tú no?
Aimee no lucía incómoda, lo cuál era lo que yo había esperado—. Sabía que estaba mal,
pero no quería… no quería meterme en problemas. Era una cobarde. Incluso traté de decirle a
mi hermana que debía dejar a Michael. ¿Un activista africano-americano abierto? ¿Viniendo a
nuestros suburbios para agitar las cosas? Chantalle estaba pidiendo ser asesinada junto con él.
—Y aun así, murieron de todos modos.
Un trágico accidente, la gente lo había llamado.
“Accidente de navegación” era una descripción muy pobre para una explosión de yate que
había reclamado las vidas de mis padres y la de otros treinta y cinco pasajeros que estaban a
bordo como parte de una gala de recaudación justo al lado de la Costa Gold.
Aimee y yo estuvimos en silencio después de mi fuerte declaración. Pero entonces, ella
dijo—, de verdad me gustaría ser parte de tu vida, si me dejas.
La miré—. Me gustaría eso.
—Gracias.
Ella continuó empacando, hablando sobre las otras y menos precarias cosas de su
hermana, mi madre, solía hacer, mientras yo imaginaba mi mano pesada con un anillo y mi
estómago lleno con un bebé.
“Entonces sigue tu corazón esta noche; una oportunidad más, una vez más”
-Gemini, Do it For Love

—Nena, respira —dijo Jake, y yo podía escuchar cero exasperación en su voz, lo cual era
simplemente remarcable—. ¿Lista?
Cerrando mis ojos, contesté—, okay. Estoy lista.
El bajo zumbido de la aguja comenzó otra vez, mientras mordía mi piel, martilleando
contra mis costillas, y yo tenía que apretar mi mandíbula. Tendida sobre mi lado izquierdo,
mejilla presionada en el frío en cuero de la silla, traté de enfocarme en algo más, en cualquier
otra cosa, aparte de las vibraciones zumbando a través de mis costillas y el dolor que traía.
El como la habitación privada de Jake en el estudio de tatuajes de Ghost, Zen, era realmente
pequeña, pero las paredes blancas estaban cubiertas en su intricado trabajo, así que a donde sea
que mirara, veías un pedazo de él.
El como Jake había puesto su iPhone en el sistema de sonido y las indefectibles notas altas
de Florence Welch llenaban la habitación mientras él trabaja en mí.
El como la ventana estaba abierta, y la fría y nocturna brisa hacía que las cortinas
transparentes ondeaban como plumas en el viento.
El como podía sólo venir aquí tarde en la noche porque el día era demasiado ocupado, y
yo no estaba muy lista para enfrentar a mucha gente. Melissa decía que eso era normal, después
del trauma por el que había pasado. ¿Era normal estarse tatuando después de las once pm en
la noche de un fin de semana?
La aguja se detuvo. Jake limpió mi piel. La aguja comenzó a golpear en mi costado una
vez.
—Piel virgen —Jake había remarcado al principio, observándome quitarme mi
camiseta—. Mi favorita.
Me había sonrojado, le pedí que se callara, y le dije la imagen que quería. Él se había
sentado y había dibujado las bases para mí, y sólo lo desarrolló una vez que lo aprobé. Los
dibujos de Jake eran hermosos. Vívidos. Y sabía que no quería a nadie más que él para que me
tatuara.
Ahora, después de lo que se sentía horas y horas de tortura, me estaba arrepintiendo.
Estaba tomando demasiado tiempo porque yo era toda una cobarde y cada vez que hacía una
especie de sonido o movimiento, Jake se detenía. Además, él era un perfeccionista.
—Casi acabo —murmuró Jake, picando en mi costado otra vez. Pausó—. ¿Estás bien,
cariño?
—No está tan… mal —mentí.
Él rió—. Una enfermera que le teme a las agujas. Que ironía.
—Jaké —murmuré—. Callate.
—Entonces, cuando le sacas sangre a una viejita, los ojos de quién están cerrados, ¿los
tuyos y los de ella?
—Cuándo hayamos terminado, te tatuare debí haberme callado en tu lengua.
—Travieso. Me gusta.
—¡Deja de hablar!
Riendo un poco demasiado sádico para mi gusto, comenzó a tatuar mi piel otra vez, y me
concentré en ignorar el controlado ardor que la aguja traía cada vez que perforaba mi piel.
—¿Cómo luce? —aventuré, mordiendo mi labio inferior cuando la aguja tocó un
particular punto sensible.
Jake limpió mi piel con una toalla de papel—. Espera y verás, nena.
Rodé mis ojos, incluso aunque Jake no pudiera verme haciéndolo. Después de eso, no dije
nada, aparte de contestarle cuando él me preguntaba ocasionalmente si estaba bien, bien o bien.
Sus ojos eran justo tan perforadores como las agujas, y la piel de gallina en mi piel no tenía
nada que ver con la corriente de aire en la habitación y todo que ver con su acalorada mirada.
Eventualemente, estaba diciendo que estaba limpiando el área, y que me podía parar que
me pudiera vendar
Me levanté, sintiéndome tiesa por todos lados, y Jake me ayudó a pararme. La vista del
rollo del vendaje en su mano me recordó a mi tiempo en el hospital. Antes de que pudiera cubrir
su trabajo, caminé hacia el espejo y giré a mi costado, queriendo echar un vistazo.
La pequeña jaula, del tamaño de mi pulgar, estaba justo arriba de la pretina de mis
leggings. La puerta estaba abierta, y la primera paloma estaba sólo a medio camino fuera. Lucía
como si la segunda paloma estuviera estirando su ala derecha hacia la primera paloma, como
si estuvieran sosteniendo las manos como los humanos. Esos eran mis padres. Arriba de ellos,
avanzando a lo largo de mi caja torácica, otras dos palomas estaban volando libres, una más
grande que la otra, mi tía Stacy y mi prima Ella, y luego estaba la ostentosa paloma que lucía
como si estuviera volando en una dirección diferente, de vuelta a la jaula. Definitivamente
Sharon, la madre de Jake. Finalmente, había un flaco pájaro que volaba mucho más arriba que
el resto. El nombre de ese pequeño era Sticks.
—¿Te gusta?
Jake había llegado a pararse junto a mí, y a pesar de cuán talentoso era él, su voz era
incierta.
Me giré para verlo—. Me encanta.
—Bien —sus labios se levantaron en una sonrisa. Me paré pacientemente inmóvil
mientras él me ponía el vendaje y me entregaba mi camiseta—. Maya… ¿estás segura de que
no quieres que me encarge de… de tu pierna?
Me puse mi camiseta, mirando al espejo. Incluso mientras él decía las palabras, sentí la
sensación de ardor en mi muslo. David—. Estoy segura, Jake.
—Sería un tatuaje hermoso. Cubriría todo y—
—Está bien. No importa que haga para cubrilo, aún sabré que está ahí. Sería capaz de
sentirlo.
Dejó salir una pesada respiración a través de su boca—. Sólo quiero mejorarlo.
—Lo haces —le dije, poniendo mis brazos alrededor de su cuello y mirándolo. Podía sentir
cuán rápido su corazón estaba latiendo, podía sentir las pequeñas argollas en sus pezones a
través de nuestras camisetas—. Te amo.
Su frente tocó la mía—. También te amo.

—Okay. Explícamelo una vez más —dijo Jake, dándole otra mordida a mi pan tostado
con mermelada fría untada y poniéndolo de vuelta en el plato que estaba balanceándose
precariamente en mi regazo empijamado—. ¿Por qué este chico Reddington tiene tal obsesion
por esta chica Elizabeth?
—Ese es sólo un episodio piloto —contesté, golpeando su mano cuando fue por otra
mordida—. Sé paciente y sólo mira.
Su brazo detrás de mi cabeza en el sofá rodeó mis hombros—. No puedo concentrarme en
anda excepto en cómo su voz es exactamente como era en Los Vengdores. Así que así luce Ultron
en la vida real. Decepcionante.
Me reí. No pude evitarlo—. Me rindo —dije a través de mi risa, inclinándome hacia
delante y cerrando mi laptop que estaba puesta en la mesita de noche enfrente de mí—. Supongo
que vamos a ver Duck Dynasty entonces —agarré el control remoto y me recliné en el sofá,
encendiendo la televisión.
—Ah. Mi plan desde el principio —dijo con una risa malvada, pero me quitó el control y
le cambió a la televisión, poniendo mi plato en la mesa—. De hecho… ya que tenemos el lugar
para nosotros mismos por una vez, estaba pensando en hacer algo más.
Lo miré fijamente—. ¿Como qué?
—Sígueme
No me dio un segundo para procesar nada antes de que estuviera de pie, una mano
extendida hacia mí. Suspirando, la tomé, dejando que me ayudara a levantarme.
—Melissa estaba diciendo alguna mierda sobre ser más… romántico sin sexo —estaba
diciendo Jake, liderándome por la puerta trasera—, y supongo que puedo lidiar con eso,
preferiría quedarme las bolas azules que tener el corazón negro. Joder, debería escribir eso en
serio. Poético.
Soltó mi mano así él podía sacar un pedazo de papel del bolsillo de su pantalón deportivo
gris—. Bolas azules… corazón negro —dijo, más para él mismo que para mí, y eso estaba bien,
porque yo estaba demasiado distraída por la extensión afuera en el césped.
—Es desayuno tardío, nena —explicó, empujando un mechón de su rubio cabello fuera
de su frente.
Se paró en el patio y sobre el césped, mano fuera una vez más—. ¿Vas a unirte o sólo vas
a seguir de pie ahí con tu boca abierta como si quisieras mi verga para llenarla?
Okay, eso me sacó del aturdimiento. Frunciendo el ceño, empujé su mano a un lado y
caminé pasándolo hacia el vellón echado que había usado como una manta de picnic.
—Voy a fingir que no acabas de decir eso, Jacob.
—¿Qué? Soy una persona visual. No puedo evitarlo.
A diferencia de sus vecinos, el patio de Jake tenía una pared alrededor en lugar de una
valla de piquetes, y estaba perfectamente cuidado, con un árbol de manzanas en una esquina y
arbustos de rosas que él insitía era hierbas malas.
Me senté en la manta, y él siguió, todavía sonriendo como un niño—. Pensé que Melissa
era sólo una perra sabelotodo con un título en joder tu cabeza —dije haciendo señas a la comida,
la cual tenía que ser idea de nuesta terapeuta.
—Bueno, ella sabe algo de mierda. Me gusta quitarte el aliento.
Él sonrió.
Sonreí de vuelta.
Mi estómago gruñó. Fuerte.
Jake no siquiera se molestó en esconder su risa—. Okay, mujer. Aquí esta lo que tenemos
—removió la tapa de un plato—. Eso… es un omelet horneado. De nada de antemano.
Él puso un tenedor en él y trajo un pedazo de ello a mi boca. Mis labios obedientemente
se abrieron, mis ojos fijados a los suyos.
Al instante que mi boca se cerró alrededor del tenedor, mis ojos se cerraron también. El
abrumador sabor de pimientos, tomillo, romero y tomate explotó en mis papilas gustativas, y de
verdad gemí. No muy fuerte, pero lo suficientemente fuerte que se sintió demasiado sexual.
—Increíble —susurré, anhelando por otra mordida. Mis ojos se abrieron. La mirada
oscurecida de Jake estaba en mí—. Tú eres increíble.
Estiró su mano y su pulgar limpió la esquina de mi boca—. Igual tú, Maya Fenton. Igual
tú.
Levantó otra tapa—. Panqueques de chispas de chocolate. La receta de mi ma’.
—Me tenías con el chocolate.
—Pasa que hablo tu idioma —tomó un cuchillo con su otra mano y me cortó una pequeña
rebanada, trayendo el tenerdor a mi boca—. Pruebalo.
Hice caso, manteniendo mis ojos cerrados. Se suponía que no iba a serlo, pero esto era
más erótico que romántico, y bajo mi pijama gris con morado de franela, mi clítoris estaba
palpitando.
Lo dejé alimentarme con enchiladas, filetes de pollo envueltos con tocino en rollos de pan
dulce, y pecadores brownies. Lo dejé que me diera sorbos de un cóctel morado que sabía a litchi
y vodka. Lo dejé alimentarme hasta que tuve que acostarme en la manta porque estaba muy
llena.
—¿Cuándo hiciste todo esto? —pregunté tardíamente, observándolo terminar lo que sea
que yo no había sido capaz.
—Desperté a las dos. Estabas dormida. Obviamente —dijo, su boca llena con una pechuga
de pollo envuelto con tocino.
—Tú —comencé—, eres un loco. ¿Lo sabes?
—Sí. Lo sé —empujó los platos a un lado, haciendo espacio para su largo cuerpo junto a
mí—. Estoy loco por ti —trajo su cara más cerca, hasta que pude sentir su aliento en mi piel,
tan cálido como el sol del mediodía en el cielo. Sus dedos estaban en mi cabello, el cual estaba
suelto en una masa de rizos alrededor de mi rostro—. Eres tan jodidamente hermosa. ¿Por qué
eres tan jodidamente hermosa?
Acaricié su mejilla, maravillándome ante la suave piel ahí. Se había afeitado.
No supe quién se movió primero, pero su boca estaba inclinada sobre la mía, una mano
en mi mejilla y su lengua gentilmente lamiendo mis labios, pidiendo permiso el cual libremente
di. Lo sujeté de su cabello y lo besé de vuelta, silenciosamente pidiéndole que cubriera mi cuerpo
con el suyo. Lo hizo, besando su camino de mi boca a mi cuello, una mano deslizándose por la
camisa de mi pijama y cubriendo mi seno derecho. Gemí, él alejó su cabeza, sus ojos perforando
los míos.
—Podemos sólo besarnos —dijo, su respiración entrecortada. Podía sentir su erección
presionando en mi cadera—. Lo que sea que quieras.
Tragué el bulto en mi garganta. El sexo no me había interesado desde… después de lo que
pasó. Melissa dijo que era perfectamente normal. No estaba huyendo de la intimidad, Jake
amaba tocarme y yo amaba tocarlo, ¿pero sexo completo? No había estado lista para eso por un
tiempo. Y Jake sabía eso. Respetaba eso. Pero lo quería… ahora. Lo amo.
Me senté, quitándome mi camisa y mostrando mis senos desnudos. La boca de Jake cayó
abierta.
—Tú no… tienes que haverlo —se atragantó, mirándome ponerme de pie.
Me bajé mis pantalones, y por primera vez en mucho tiempo, me quería sentir deseada.
Yo sabía que él me deseaba. Me ansiaba, pero yo no había querido que él lo hiciera.
Ahora… quería.
—Ven adentro —le hice señas a Jake, y completamente desnuda, caminé de vuelta a la
casa.
Y casí choqué con Baron en la sala.
Chillé, cubriendo mis senos con ambos brazos. Él pareció registrar tarde que estaba
completamente desnuda, y el sonido que hizo fue algo entre un gato estrangulado y un gorila
herido.
—¿Qué carajos! —gritó, cerrando sus ojos y tratando de irse, sólo para golpearse la rodilla
en la mesita de noche—. ¡Mierda! —gruñó, tropezándose y apretando su rodilla lastimada.
No me di cuenta que Jake había entrado hasta que sentí una manta alrededor de mí.
—¿Qué diablos estás haciendo de regreso tan temprano? —demandó Jake a su hermano.
—Quería mi puto teléfono, ¿okay? ¡No sabía que ustedes dos estarían jugando a Adán y
Eva en el patio antes de comerce la puta manzana! —tanteó su camino hacia el sofá y se
sentó—. Mi rodilla probablemete está reventada. Gracias, Maya.
No me quedé para escuchar. Apreté a mí la manta, subí volando a nuestra habitación, mis
mejillas demasiado calientes que podrías cocer huevos en ellas.
—Esto es exactamente el por qué no la haces de sexy, Maya —murmuré para mí misma,
sentándome en la orilla de la cama destendida, tratando de recuperar el aliento.
Una carcajada brotó de mi boca. Y luego otra, hasta que estaba sobre mi espalda en una
secuencia de risas. La puerta se abrió. Jake parado ahí, mirándome con su cejo fruncido.
—¿Estás bien? —quería saber, y noté que estaba cargando mi pijama.
Caminó dentro, cerrando la puerta.
Pero yo no podía hablar, apenas podía jadear. El recuerdo de los ojos de Baron saltándose
de su cráneo en horror estaba demasiado fresco. A través de mis lágrimas de risa, noté cómo
Jake estaba rodando sus ojos. Tres largas zancadas y estaba parado justo en frente de mí, tirando
mi ropa al piso. Se arodilló delante de mí.
—Sé que me voy a arrepentir de haber preguntado —dijo gentilmente, poniendo su mano
en mi muslo—, ¿pero qué es tan gracioso?
—¡Baron! —sonaba como si me estuviera asfixiando, y quizás lo estaba.
Jake sacudió su cabeza, suprimiendo una sonrisa. Un tiempo atrás, él pudo haber golpeado
a su hermano por esto, incluso si no hubiera sido su culpa—. Ya se fue.
Mi risa murió en el instante que sentí la boca de Jake arriba de mi muslo izquierdo.
Mirándolo, observé mientras él presionaba el mismo beso en mi otro muslo. Inhalé. Sus dedos
trazaron la cicatriz en el lado de mi muslo derecho. Las cinco letras. Puso suaves besos ahí. Mis
ojos se cerraron.
—Mírame —demandó.
Miré.
—Amo cada centímetro de ti, cariño —murmuró, sinceridad brillando en sus ojos color
miel—. Cada —beso—, centímetro —beso.
Temblé, no por algún dolor fantasma, sino porque sentí su amor. Lo sentí hasta la médula
de mis huesos. Y me deleité en él.
Sin que él lo pidiera, me acosté de espaldas en la cama, permitiéndole presionar besos
abiertos en la suave piel de mis muslos internos. Se saltó el montículo pulsante y besó mi
abdomen bajo en su lugar, besó mi ombligo, dedos rozando mi tatuaje vendado. Él estaba
cerniéndose sobre mí ahora, sus muslos a horcajadas sobre los míos.
Retrocedió, quitándose su camiseta, lanzándola a un lado. Debería estar acostumbrada a
ver ese pecho suyo, pero probablemente nunca lo estaría. Antes de que pudiera mirar demasiado
a sus pezones perforados y su piel tatuada, se inclinó hacia abajo y capturó mi pezón izquierdo,
tirando de él con sus dientes. Era una delgada línea entre dolor y entumecedor placer, y arqueé
mi espalda, corriendo mis dedos a través de la crecida masa de su cabello. Pinchó mi otro pezón
entre dos dedos, jalando de él, antes de cubrirlo con su boca en la misma forma que había hecho
con el otro.
Gemí, y se separó para poner su boca en la mía para capturar el sonido.
Rompió el beso, mirándome pronfundo a los ojos—. Quiero follarte —dijo, deslizando una
mano entre mis muslos y encontrando infaliblemente mi clítoris. Él acarició. Yo jadeé—. Quiero
amarte —él pinchó. Yo temblé—. Luego quiero hacerlo todo otra vez.
—Sí —respiré, sin saber exactamente a qué estaba acordando. Puse mi mano sobre la
suya, y él puso dos dedos dentro de mí, su pulgar acariciando mi sensible clítoris, una y otra
vez—. Jake…
—¿Sí? —me besó, dándome aire incluso mientras lo tomaba—. Esto es para ti. Todo es
para ti. Tienes que saber eso.
Mantuve mis ojos abiertos mientras me follaba con sus dedos hasta dejarme sin sentido,
incluso mientras mi cuerpo se retorcía y movía debajo de él, incluso mientras perdía el control
de mí misma. Mantuve mis ojos abiertos porque estaban enganchados a los suyos. Él estaba
murmurando cuánto me amaba, cuán malditamente sexy yo era para él, cuánto amaba cuando
gritaba por él…
—Me voy… a… —un gritó rasgó su camino por mi garganta y mi cuerpo se apretó
mientras mi orgasmo estallaba su camino a través de mí, deshaciéndome completamente.
Y no se detuvo.
Era como si se hubiera estado construyendo por semanas y semanas y sólo estaba
esparciéndose justo ahora, liberando toda mi tensión en el proceso.
Jake puso sus dedos en su boca, lamiendo mi sabor, e incluso aunque yo estaba sin aliento,
débil y casi cansada, sentí mi cuerpo volver a la vida ante la visión.
—Hey —dijo, su voz suave. Sus dedos rozaron mis mejillas—. ¿Por qué las lágrimas,
nena?
Sorbí lastimosamente—. Te amo.
Él estaba mirándome como si yo fuera un cruce entre algo delicado para ser apreciado, y
algo deseable para ser follado. Ahí estaba esa sonrisa torcida suya otra vez. Su cabeza se inclinó
hacia delante y me besó en la nariz.
—Jodidamente lo mismo —susurró, y al mismo tiempo, estiré mi mano entre nosotros
por la pretina de su pantalón deportivo—. Iré lento. Te adoraré.
Él tomó lugar, tirando de sus pantalones por sus delgadas caderas, bóxers y todo. Tomando
mi mano en la suya, me hizo sentirlo, cuán duro él estaba. Tomé la base de su impresionante
erección y él dejó salir un suave siseo, sus brazos ahora en cada lado de mi cabeza.
—Por favor, bebé —gimió, su verga palpitando en mi mano.
—Por favor —susarré de vuelta, y su mano llegó sobre la mía, posicionando su verga en
mi mojada entrada, frotándola contra mi clítoris.
—Iré lento —repitió, su aliento en mi oído.
Y lentamente, dolorosamente lento, se metió, su respiración saliendo en cortos jadeos,
seguramente luchando con no mandar su verga dentro de mí en un solo empuje. Dejé salir una
afilada exhalación, mis manos sujetando sus hombros.
—¿Esto está bien? —susurró, empujando otro centímetro dentro de mí.
—Mm-hm —podía sentirme a mí misma apretándome y sujetándome alrededor de su
gruesa longitud, podía sentir cuán mojada estaba por él.
—Joder —gimió, y se movió profundo, muy profundo, hasta dentro, provocando un
afilado jadeo de sorprendido placer de mi parte. Enfrebecidos ojos encontraron los míos—. Lo
siento.
Mis piernas se envolvieron alrededor de sus caderas, talones clavándose en su culo—.
Estoy bien.
—Tengo que moverme —dijo con tono áspero, saliendo así que sólo la punta de su verga
estaba dentro de mí. Ambos liberamos un gemido cuando empujó dentro de mí de nuevo—.
Tan. Jodidamente. Bueno.
Su boca buscó la mía, y sin aliento, lo besé. Lenguas entrelazadas. Dientes chocando. Y él
empujaba dentro y fuera de mí, dolorosamente lento, su verga tocando el sensible punto que me
empujaba más y más cerca sobre el borde.
—Tan hermosa —susurró Jake, sus dedos moviendo a un lado mis mechones húmedos
con sudor fuera de mis ojos—. Tan, tan hermosa.
Él lucía tan… asombrado, y en ese momento, me sentí tan hermosa como él clamaba que
lo era. Él estaba golpeando dentro de mí, lento volviéndose una frenética y desenfrenada follada,
y yo quería más. Lo quería fuerte. Gentil. Lento. Lo quería en cualquier forma que pudiera
tenerlo.
Sentí su mano entre nosotros, y luego sentí sus conocedores dedos en mi clítoris.
Acariciando. Provocando.
Crecí alrededor de él, mi cuerpo apretándose, y él pronunció una áspera maldición en
respuesta. Cada nervio en mi cuerpo estaba en llamas, y lloré el nombre de Jake, porque quemaba
y dolía y era simplemente… demasiado. Todo se rompió, y tuve que sujetarme a Jake porque él
era la única cosa sólida allí.
Podía sentirlo viniéndose dentro de mí, su boca enganchada en la curva de mi cuello
mientras su verga se sacudía dentro de mí, derramando su semen. Amaba esta parte. Amaba
verlo romperse en pedazos arriba de mí, amaba mirar su mandíbula aflojarse y sus largas
pestañas revolotear alrededor de sus dilatadas pupilas, amaba la forma en que él liberaría un
gutural gemido de su pecho.
Sólo por mí.
Tomó unos cuantos minutos de nosotros jadeando por aire, aferrándonos por algo de
control, antes de que él saliera de mí y rodara sobre su costado.
—Esto —dijo de pronto, su voz ronca.
Mi cejas se levantaron—¿Hm?
—Estoy agradecido por esto —aclaró, y yo no podía creerlo, pero él estaba estirándose
por su libreta de notas que había tomado residencia permanente en su mesita de noche.
—¿Vas a escribir que estás agradecido por sexo? —pero yo estaba sonriendo.
—No. Voy a escribir que estoy agradecido por ser capaz de hacerle el amor a mi prometida
—escribió algo en la larga lista que él ya había escrito.
—¿Tu qué?
Él no respondió. En su lugar, arrancó una hoja diferente de su libreta y me la entregó.
Su ahora familiar escritura desordenada en pluma negra estaba sobre todo el papel. Lo leí
rápidamente una vez en mi cabeza, y luego lo leí de nuevo, sólo que más lento esta vez.
Jake se levantó, piernas sobre el borde de la cama, y miré a su espalda, al par de alas que
lo hacían un hermoso ángel caído. Recogió su pantalón del piso, y sacó algo, deslizándose sobre
sus rodillas en el proceso.
Me senté, atrayendo las sábanas sobre mi cuerpo desnudo en el proceso, una mano todavía
agarrando su carta.
—Baron fue a recogerlo. Es por eso que volvió —Jake estaba diciendo, sosteniendo la caja
para mí—. Lo mandé a redimensionar.
Tragué. Ese era el anillo de Sharon Ford, todo bien. Un anillo con un solo diamente con
un anillo de matrimonio a juego.
—De verdad estás loco —susurré pasando el bulto en mi garganta.
Él asintió—. Por ti. Pero tú ya sabes eso.
Reí, sintiendo mis ojos picar con lágrimas—. Eres tan impulsivo.
—Nah —insistió con una media sonrisa—. Había planeado esto por meses.
—Lo sé —confesé, incapaz de evitarlo—. Baron.
Jake frunció el cejo—. Idiota, no puede mantener su boca cerrada.
Esta vez, mi risa le dio paso a un sollozo. La cara de Jake cayó—. Bebé, no llores —dijo
gentilmente, regresando a la cama y sin esfuerzo cargándome y poniéndome sobre su regazo—
. No tienes que contestarme ah—
—¿Cuántos bebés tendremos?
Su mano frotando mi espalda se detuvo—. ¿Qué?
—¿Cuántos niños, Jacob?
—Tan… tantos como tú quieras —susurró—. Me gustan los niños. Amaré a los nuestros.
Lo miré a los ojos, incluso aunque mi visión estaba borrosa con lágrimas—. ¿Y el papá a
qué se dedicará?
Pensé que lo vi sonreír—. Él será un muy buen artista del trabajo, creador de épicos trajes
para motociclistas y un azotador bartender —respondió—. Sin mencionar a la perra de su
esposa.
Coloqué una mano plana contra su más reciente tatuaje, sonriendo—. También será un
Phantom.
Jake puso su mano sobre la mía, sus ojos buscando los míos—. ¿Lo será?
—Sí —y lo decía en serio—. Sí. Ripper. Seré tu Silver.
—Nena —comenzó, su voz rota—, sabes que es de por vida, ¿cierto?
—Creo que sobreviviré.
Una lenta sonrisa se extendió a lo largo de su rostro y sacó el anillo, deslizándolo en mi
dedo—. No tienes idea en lo que te estás metiendo —su aliento en mi oído—. Tu alarma para
el resto de tu vida será mi cabeza entre tus piernas.
Dios me ayude, no podía esperar para que el siguiente día comenzara, y el siguiente a ese,
y el siguiente a ese.

Maya,
Ya que esto comenzó con una carta, supuse que debería terminar con una también.
Aquí está el asunto: estoy jodido. Está en mi ADN. He jodido cosas contigo y lo sé. Pero
estoy tratando de hacerlo mejor esta vez. Dios me ayude, estoy tratando.
Quiero que sepas que te escojo a ti.
Eres mi chica número uno, mi todo número uno, y posees mi corazón. Lo arranqué y te
lo di hace mucho tiempo, pero al carajo, sé que está en buenas manos.
Quiero que me escojas para ser el hombre con el que quieras pasar tu vida. Quiero que
me escojas para ser el hombre que ponga un bebé dentro de ti. Quiero que me escojas a mí.
Así que, bebé, incluso si no dices sí enseguida, me han dicho que puedo ser jodidamente
persuasivo.
¿Te casarías conmigo?
(P.D. estoy bastante seguro que la cagué deletreando persuasivo, pero estoy esperando
que sólo se agregue a mi encanto).
“He dicho un millón de mentiras, pero ahora diré una sola verdad: tú estás en todo lo que hago”
-Imagine Dragons, I Bet My Life

Dos años, siete meses, dos semanas y cinco días después.


(¿Pero quién carajos está contando?)

Si esto es el cielo, espero estar muerto.


No podía escuchar la música.
Tenía que estar fuerte. Quiero decir, la banda de cinco estaba tocando algo, juzgando por
cómo la mayoría de los invitados estaba moviendo sus cabezas al ritmo de la música.
Había un ruido blanco en mis tímpanos y si no fuera por la ligera brisa afuera soplando
mi cabello, haciendo el calor del verano ligeramente soportable, habría estado sudando putas
casvadas.
¿La verdad? La verdad que estaba nervioso como el carajo.
¿Pero no importaba porque una vez que la vi? Sí. Supe que todo iba a estar simplemente
bien.
Ella caminó por el pasillo con pasos tambaleantes, su vestido blanco todo un contraste con
el oscuro y rizado cabello enmarcando su rostro, y si no fuera por el chico mayor cuyo brazo
estaba ligado al suyo, ella probablemente se habría caído. En lugar de una pequeña cesta, ella
tenía un bolsillo que alineaba su cintura con su vestido, y cada unos cuantos minutos, alcanzaba
el interior y sacaba un diminuto puñado de petalos morados para esparcir por el pasillo. Un
bolsillo lleno de ramilletes de flores.
Sentí una sonrisa tirar de mis labios. Mi sonrisa probablemente estaba tan enorme como
la suya.
—¡Bonito, Papi! —chilló, aventando petalos a mis botas y riendo.
Me agaché y la levanté, balanceándola sobre mi cadera, presionando un beso en su
cabeza—. Bonito, bebé —concordé, permitiéndole lanzar otro puñado de mierda morada sobre
mi cabeza otra vez.
Rió emocionadamente, sus grandes ojos grises llenos de alegría al ver los petalos pegarse
al cabello de su papi. Y la dejé reírse. Tenía la mejor risa. Se deshizo del ruido blanco en mis
orejas.
Sentí la mano de Baron en mi hombro, apretando. Ese solo gesto me decía que él estaba
feliz por mí.
—Eres un afortunado, Ford—remarcó desde mi lado derecho. Escuché a Ghost y a Sin,
quienes estaban parados junto a él, gruñir en acuerdo.
—No que no lo sepa —murmuré estupefacto, e incluso Lila estaba inmóvil en mis brazos
ahora, silenciosamente observando a la mujer de blanco caminar por el altar.
Luke la estaba entregando, y tenía que admitir que eso era tan lejos como los amigos
masculinos iban, él era buena persona. Maya lo amaba, y eso era suficientemente bueno para
mí. Él es familia ahora.
—¿Soy yo o este altar es tan grande como el puto Mississippi? —murmuré, e incluso
sobre la música, pude escuchar al sacerdote dejar salir un jadeo de shock.
Oídos como el de un sabueso, este viejo.
Escuché a Baron reír—. La mujer te mantuvo esperando por dos años enteros, hermano.
¿No deberías haber dominado la paciencia ya?
No le presté la atención que él tan obviamente necesitaba.
Sí, Maya me había mantenido esperando, pero ella había estado bien haciéndolo. Tan
impulsivo como yo era, proponiéndome así, cuando ella todavía estaba tan frágil, tan herida,
simplemente no había sido el movimiento adecuado. Habíamos tenido un montón de mierda con
la que lidiar en consecuencia con lo que había pasado con los McNally, y un enorme problema
fue el cuerpo de Sebastian apareciendo semanas después en un rancio hotel en el siguiente
pueblo. El idiota no había tenido idea de dónde conseguir buena droga y cual sea la inútil cosa
que se metió por su brazo lo había matado. Maya lo había tomado mal, y había sido sólo otra
recaída en su recuperación.
Aparte de eso, ella había necesitado una relación no sexual para superar todo eso. Como
la psicóloga, quien estaba sentada en la tercera fila de sillas blancas, había dicho: una relación
sana no sólo está construida en la atractiva base del sexo.
Tuve que concordar.
Sí, yo, Jake “el Ripper” Ford, podía concordar (con una cara seria) que habían cosas en la
vida que eran mejor que el sexo.
¿Sujetar a mi mujer después de un maratón de media temporada de The Blacklist en el
sofá? Esa era una. (Y sí, para que conste, finalmente entendí todo el alboroto)
¿Ver su rostro iluminarse en el primer bocado de lo que sea que le cocinara? Esa era otra.
¿Darle la bienvenida al mundo a nuestro primer bebé? Esa fue la mejor.
Verán, Maya y yo, hacemos las cosas en reversa.
Tener un bebé mucho antes de estar casados.
Enamorarnos el uno del otro antes de actualmente estar juntos.
Y no lo habría tenido de ninguna otra puta manera.
—Hey —dijo, finalmente parándose frente a mí. Luke se movió a su lugar en frente.
—Nena —dije, mi voz ronca—, luces… hermosa.
La sonrisa que me regaló hizo doler mi pecho—. Gracias. Tú también luces hermoso.
—¿Sí?
—Simplemente precioso.
—¿Y yo? —Lila quería saber, tirando de mi barba. El vello facial le fascinaba. Había
aprendido eso de mala manera.
Me incliné para besar su pequeña nariz, haciéndola reír—. Tú mi Osito Lila, eres el oso
más hermoso de todos.
El sacerdote se aclaró su garganta ruidosamente. Si él no fuera el hombre de la sotana, y
si yo no lo necesitara para hacer esto oficial, le habría dicho que se tomara algo de medicina fría
y que cerrara la puta boca.
Pero aquí estábamos.
Me giré ligeramente y le entregué Lila a Baron, quien estaba únicamente muy feliz de
sostener a su única sobrina.
—Queridos hermanos… —comenzó el sacerdote.
Lo apagué. Lo apagué porque, ¿honestamente? Estaba sin palabras por la total puta belleza
de mi pronto-a-ser-esposa. El vestido que ella usaba era lo suficientemente simple, ella no quería
romper la alcancía en esto, pero era sin mangas y ella tenía un par de tetas de las yo estaba casi
tan enamorado. Brillos incluso alineaban su escote. Esta mujer… sí que sabía cómo provocar.
Sus salvajes rizos estaban sujetados en un moño arreglado, exponiendo su cuello, y
ninguna cantidad de maquillaje o joyería podía ocultar las marcas rosas que mi boca había
puesto en ella ayer en la mañana. ¿Pero la mejor parte? La mejor parte era el chaleco de cuero
que estaba usando sobre su vestido. La cosa negra y sin mangas tenía su nombre a lo largo de
la parte trasera en rojo sangre, SILVER, y el gran parche Phantoms debajo.
Me hizo la puta vida.
Mi mujer eclipsaba todo, al enorme jardín trasero en la casa club que estaba decorado con
flores y listones y otras mierdas que a ella le habían gustado y había escogido; sus damas de
honor, Kira, Iris y Moira… diablos, incluso a la maldita bola de calor en el cielo.
En ese momento, supe que era afortunado. Bendecido. Después de dos años de aguantarme,
nuestro compromiso finalmente estaba llegando a su muy esperado fin.
Pero había un ceño en su rostro.
—¡Jake! —siseó, inclinando su cabeza hacia el Padre Lo Que Sea.
Parpadeé, dándome cuenta que todos estaban mirando expectantes. Mierda—. ¿Eh?
Ahí fue el padre otra vez, aclarándose la puta garganta en esa forma que podía realmente
comenzar a molestarme—. ¿Tú, Jacob Ford, aceptas a Maya Fenton como tu querida esposa?
Para amarla y—
—Diablos, sí —interrumpí, sin querer desperdiciar un segundo más. Hubo risas de
nuestros invitados mientras Kira le entregaba el anillo para que ella lo pusiera en mi dedo.
Maya sacudió su cabeza, una sonrisa trepando por su rostro. Doblé mi mano mientras
continuaba sosteniéndola. Este anillo, era sólo oro. Sin significado en la ventana de una tienda.
¿Pero en mi dedo? Les demostraba a todos que le pertenecía a esta mujer de aquí. Y nunca iba
a ser removido.
El sacerdote se recuperó rápidamente, preguntándole a Maya exactamente lo mismo, sólo
que ella de verdad lo dejó terminar.
—Acepto —respondió después de que él terminó, y yo dejé salir una audible respiración,
deslizando el anillo en su dedo.
Mía. Siempre.
—Te amo, Maya Ford —susurré, así sólo ella podía escucharme.
—Igualmente, Ripper —me dijo con un guiño coqueto que trajo la más grande sonrisa a
mi cara.
Puse mis manos en cada lado de su rostro y, cerrando mis ojos, la besé. Bajo mis labios,
los suyos se partieron y cuando mi lengua se deslizó dentro, probé… piña.
—¿Jugo de piña? —pregunté, después de besarla muy duro, muy largo, ignorando el
sonido de estridentes porras y aplausos de enfrente de nosotros.
—Por los viejos tiempos —dijo, sin aliento, sus manos empuñando mi chaleco de cuero.
Mi mujer amaba su jugo de piña, Patrón o sin Patrón.
Su labial rojo, rojo sangre como sus uñas, estaba corrido. Probablemente estaba por toda
mi boca. Jodidamente amaba eso.
—No puedo esperar a probar esa piña otra vez —dije suavemente, mis labios rozando su
lóbulo perforado—, cuando esté ahí abajo esta noche.
—¿En serio? Eres muy malo, señor Ford —pero estaba sonrojándose.
No podía esperar a tenerla a solas, pero nuestros invitados tenían otras ideas. Teníamos
que ser presentados como el Señor y la Señora Ford, saludar a todos y agradecerles por venir,
posar para fotos con toda la fiesta nupcial, y luego regresar a la casa club para la recepción en
el piso de arriba.
Maya me fue robada el instante que entramos, pero no me preocupaba mucho. Su tía y
tío sólo querían felicitarla, además sus primos, Will y Danika, estaban ahí también. Inclinado
contra una pared como un invitado en mi propia fiesta, observé la alegría reproducirse en el
increíble rostro de mi esposa mientras abrazaba a los miembros de su familia. Habían volado
desde Sudáfrica para esto, días antes, y yo estaba tan malditamente agradecido de que hubieran
hecho eso. Hacía feliz a mi esposa, y yo era todo acerca de eso. Para siempre.
Imagine Dragons estaba sonando en las bocinas, I Bet My Life, y el lugar estaba lleno con
Phantoms, Bloody Marys, y otros invitados bailando y bebiendo. Lila estaba bailando con Daisy,
su niñera favorita, tropezándose y riendo en esa torpemente manera que los niños tienen. Ella
era la versión miniatura de su madre, gracias a Dios, y apenas siquiera se parecía a mí.
—Hey, Señor Fenton —una voz burlona vino detrás de mí.
—Jódete, Baron —murmuré, a pesar de la sonrisa que estaba amenzando con dividir mi
cara en dos.
—Para eso está tu esposa26 —contraatacó con una risa.
Mis ojos regresaron a mi esposa, quien estaba en medio de una conversación con Aimee,
y nuestros ojos se engancharon. Me guiñó. Y santa mierda, iba a follarle los sesos de fuera
cuando consiguiéramos siquiera un minuto juntos.
—Tengo algo para ti —estaba diciendo Baron, y yo tuve que forzar a mis ojos dejar de
ver a Maya.
—¿Qué?
Él estaba sosteniendo un sobre. Tragué un bulto en mi garganta cuando reconocí la
escritura femenina de nuestra madre. Mi nombre estaba escrito sobre el sobre blanco y
ansiosmente lo abrí, sacando la carta doblada.
—¿Mamá? —le pregunté a Baron, aunque yo sabía.
—Sí.
—¿Qué es esto? —dijo otra voz.

26
Juego de palabra con las palabras “Fuck you”
No había notado a Maya aproximándose, pero aquí estaba ella, mirando curiosamente a
la carta.
—De mi mamá —le dije entregándosela antes de poner un brazo alrededor de la parte
trasera de su cintura.
—Estaba en el sobre que recibí después de que murió —explicó Baron.
—Oh. Publiqué su carta para ti en París, ¿recuerdas? —le dijo Maya—. ¿Por qué puso
otra carta ahí con la tuya? ¿Especialmente una dirigida para Jake?
Baron rió suavemente—. Ya sabes como de teatrical era mamá. Siempre una para
exhibicionismo. Ella escribió que debía dártela en tu día de bodas. He aguantado esta cosa por
casi ya seis años, así que lo menos que puedes hacer es leerla en voz alta y sacarme de mi
miseria.
Maya me entregó el papel de vuelta—. Tú leela, bebé.
Suspiré—. ¿Tengo que hacerlo?
—Sí —dijo, sonriéndome, casi al nivel de los ojos en sus tacones. Tomó mi mano libre en
la suya y la colocó sobre su barriga redonda—. Amamos el sonido de tu voz.
¿Cómo diablos podía decir que no a eso?
Jacob,
Si estás leyendo esto, significa que finalmente conseguiste sacar la cabeza de tu culo y te
deshiciste de ese terrible, terrible chico Capriconio (simplemente no tienen una buena aura,
esos Capricornios).
Significa que respetaste mi última voluntad y tomaste extra buen cuidado de mi ángel
guardián.
Significa que Maya Fenton hizo de ti un hombre honesto y que tu ma’ siempre supo
mejor, (pero ya deberías saber eso).
Jacob, siempre he estado muy orgullosa de ti. Orgullosa de cuán fuerte y leal e inteligente
eres (incluso aunque algunas veces, pienses que no lo eres). Siempre he rezado para que sólo
cosas buenas te lleguen, y quizás a lo largo, estaba rezando para que encontraras una esposa
que no montara duro o muriera o pensara que las faldas de cuero son lo más nuevo desde los
implantes de senos (como esa rara cosa joven, Katy Perry. No me gusta esa chica, ya sabes).
Te amo, Jacob. Haz logrado acomodar tu mierda.
Espero que nombres a uno de mis nietos en mi honor. Es lo menos que puedes hacer.
Con amor, mamá.
P.D. Besa y arréglate con tu hermano. Después de todo, sólo pude manejar hacer a dos
de ustedes, y dos Ford son mejor que uno.
-EL FINAL DEL PRINCIPIO-

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