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Nora Gluz
Mariel Karolinski
Inés Rodríguez Moyano
Índice de contenidos
Introducción
Unidad
Unidad
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2
Gluz, Nora
Sociología de la educación / Nora Gluz ; Inés Rodríguez Moyano ;
Mariel Karolinski. - 1a ed. - Bernal : Universidad Virtual de Quilmes,
2018.
Libro digital, PDF
ISBN: 978-987-774-012-7
Íconos
LL
Leer con atención. Son afirmaciones, conceptos o definiciones destacadas
y sustanciales que aportan claves para la comprensión del tema que se
desarrolla.
PP
Para reflexionar. Propone un diálogo con el material a través de preguntas,
planteamiento de problemas, confrontaciones del tema con la realidad,
ejemplos o cuestionamientos que alienten la autorreflexión.
Texto aparte. Contiene citas de autor, pasajes que contextualicen el desa-
rrollo temático, estudio de casos, notas periodísticas, comentarios para for-
mular aclaraciones o profundizaciones.
CC
Cita. Se diferencia de la palabra del autor de la Carpeta a través de la inser-
ción de comillas, para indicar claramente que se trata de otra voz que ingre-
sa al texto.
Ejemplo. Se utiliza para ilustrar una definición o una afirmación del texto
principal, con el objetivo de que se puedan fijar mejor los conceptos.
AA
Para ampliar. Extiende la explicación a distintos casos o textos como podrían
ser los periodísticos o de otras fuentes.
KK
Actividades. Son ejercicios, investigaciones, encuestas, elaboración de cua-
dros, gráficos, resolución de guías de estudio, etcétera.
SS
Audio. Fragmentos de discursos, entrevistas, registro oral del profesor expli-
cando algún tema, etcétera.
EE
Audiovisual. Videos, documentales, conferencias, fragmentos de películas,
entrevistas, grabaciones, etcétera.
II
Imagen. Gráficos, esquemas, cuadros, figuras, dibujos, fotografías, etcétera.
WW
Recurso web. Links a sitios o páginas web que resulten una referencia den-
tro del campo disciplinario.
OO
Lectura obligatoria. Textos completos, capítulos de libros, artículos y papers
que se encuentran digitalizados en el aula virtual.
RR
Lectura recomendada. Bibliografía que no se considera obligatoria y a la que
se puede recurrir para ampliar o profundizar algún tema.
Línea de tiempo. Se utiliza para comprender visualmente una sucesión cro-
nológica de hechos.
4
5
Índice
Las autoras............................................................................................ 7
Introducción............................................................................................ 9
Problemática del campo........................................................................ 11
Objetivos del curso................................................................................ 13
Las autoras
Nora Gluz
Doctora en Educación por la UBA, profesora e investigadora del Instituto del
Desarrollo Humano de la Universidad Nacional de General Sarmiento; profeso-
ra de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA e investigadora del Instituto de
Investigaciones en Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras
de la UBA. Coordinadora del Grupo de Trabajo del Consejo Latinoamericano
de Ciencias Sociales (Clacso) “Políticas educativas y derecho a la educación
en América Latina y el Caribe”. Ha dirigido e integrado distintos proyectos de
investigación sobre desigualdades sociales y escolares, sobre alternativas de
resistencia a la dominación simbólica, así como investigaciones y evaluacio-
nes de políticas destinadas a grupos sociales en condición de vulnerabilidad.
Publica en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros
se encuentran Políticas y prácticas en torno a la inclusión escolar. ¿Por qué
es tan difícil la democratización de la educación? (Editorial Mandioca, 2015),
Las luchas populares por el derecho a la educación: experiencias educativas
de movimientos sociales (Clacso, 2013), Admisión a la universidad y selectivi-
dad social. Cuando la democratización es más que un problema de “ingresos”
(UNGS, 2011) y La construcción socio-educativa del becario. La productividad
simbólica de las políticas sociales en la educación media (IIPE-Unesco, 2006).
Mariel Karolinski
Licenciada y profesora de Sociología por la UBA. Magíster en Pedagogías
Críticas y Problemáticas Socioeducativas (UBA). Docente en las cátedras de
“Política e Instituciones educativas” y “Sociología de la Educación” (FSOC-
UBA). Docente de la materia “Políticas públicas sociales y educativas” de la
Tecnicatura en Pedagogía y Educación Social del Instituto Superior en Tiempo
Libre y Recreación (GCABA) y Coordinadora del área de formación en análisis
y comprensión del contexto social de la misma carrera. Docente en la materia
“Sociedad y educación” de la Maestría en Educación de la UNQ y del Seminario
“La educación. Institución escolar y políticas públicas” en la Especialización en
pedagogías para la igualdad en contextos socioeducativos diversos (FFyL-UBA).
Investigadora del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación de
la UBA. Ha sido becaria del Programa de Becas Clacso-Asdi de promoción de la
investigación social, 2013; becaria UBACyT Estímulo (2007-2009) y Maestría
(2010-2013). Es miembro del Grupo de Trabajo del Consejo Latinoamericano
de Ciencias Sociales (Clacso) “Políticas educativas y derecho a la educación
en América Latina y el Caribe”.
Introducción
Objetivos
•• Conocer las contribuciones de la sociología al estudio de los procesos edu-
cativos en las sociedades modernas.
•• Presentar las principales perspectivas teóricas de la sociología clásica e
identificar sus preocupaciones analíticas primordiales en relación con los
contextos sociales, políticos e intelectuales de producción.
•• Sistematizar los aportes específicos de cada autor para la comprensión
de los fenómenos educativos, con especial referencia al desarrollo de los
sistemas educativos nacionales en el marco de consolidación de los Esta-
dos nación.
1.1. Introducción
El estudio de la sociología de la educación no puede pensarse aislado del
desarrollo de los sistemas educativos, en el marco de conformación de los
Estados nación. De allí que en el origen de la sociología se encuentren múl-
tiples referencias a la escolarización, aun cuando no en todos los referentes
del campo se encuentre una reflexión sistemática sobre esta cuestión.
La sociología nace cuando el nuevo orden capitalista ha empezado a madu-
rar, se generalizan progresivamente las relaciones de mercado y aparecen
nuevos conflictos. Estos conflictos son el producto de la crisis que se genera
con la Revolución industrial y la emergencia de un nuevo actor social: el pro-
letariado de las fábricas. Preocupados por estas transformaciones, algunos
intelectuales comienzan a preocuparse por comprender las leyes del desarro-
llo social (Portantiero, 1996).
Precedidos por otros autores, Karl Marx, Max Weber y Émile Durkheim son
considerados los “padres fundadores” de la sociología como disciplina espe-
cífica dentro de las Ciencias Sociales. Concebirlos bajo este rótulo implica
que son sus obras las que comienzan a demarcar un campo de investigación
y sientan las raíces para los desarrollos teóricos contemporáneos.
Los orígenes de la reflexión específicamente sociológica sobre la educa-
ción no pueden, por ende, ser ajenos a las preocupaciones de los llamados
“padres fundadores” de la sociología, en especial, respecto de los problemas
de la integración y las discusiones relativas a la estructuración de ese orden
social. Estos pensadores establecieron las bases de lo que hoy conocemos
como Sociología de la Educación. En este sentido, recorrer las tradiciones
teóricas que inauguran estos autores permite orientarnos en la trayectoria de
CC
Marx, Weber y Durkheim dieron en su tiempo una gran importancia al sistema
educativo, pero lejos de considerarlo un campo absolutamente autónomo, in-
dependiente, cerrado en sí mismo, fueron conscientes de que la génesis y el
funcionamiento de las instituciones de enseñanza son inseparables de los mo-
dos de producción, de las cambiantes formas de organización del Estado, así
como del modo de concebir y organizar la sociedad. Los planteamientos de es-
tos tres grandes científicos sociales no fueron totalmente coincidentes entre
sí, sin embargo, en nombre de un estatuto fuerte de ciudadanía, en nombre de
un ideal de humanidad, abrieron la vía a una sociología crítica, pues los tres, a
partir de criterios de igualdad y de justicia, cuestionaron tanto la lógica del ca-
pitalismo como el conservadurismo clerical. (Álvarez Uría, 2007: 22)
PARA AMPLIAR
CC
[...] En la producción social de su vida los hombres establecen determinadas
relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de produc-
ción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas
productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma
la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta
la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas
formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condi-
ciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la con-
ciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social
es lo que determina su conciencia (Marx, 1859). (El destacado es nuestro).
CC
Y si en toda la ideología los hombres y sus relaciones aparecen invertidos co-
mo en una cámara oscura, este fenómeno responde a su proceso histórico de
vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina responde a
su proceso de vida directamente físico. […] Es decir, no se parte de lo que los
hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predica-
do, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al
hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arran-
cando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los refle-
jos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. (Marx y Engels, 2005:
25-26)
<https://youtu.be/eOruVNmQeXU>
<https://youtu.be/jdO5atI97K0>
Temporada 3, capítulo 4 “Karl Marx”.
Fragmentos: 3.40-5.52 /33.48 – 35.45
CC
La atrofia intelectual, producida artificialmente en los adolescentes que están
en vías de formación, al convertirlos en simples máquinas productoras de plus-
valía, tiene que ser cuidadosamente distinguida de la ignorancia natural que
deja el alma como un erial, sin que ello signifique corromper su capacidad de
desarrollo, ni su fertilidad natural. El Parlamento inglés se creyó finalmente
comprometido a poner remedio a este lamentable estado de cosas y, para ello,
estableció la obligación legal de la enseñanza elemental hasta los 14 años co-
mo condición previa para la utilización con fines productivos de los niños en to-
das las industrias sometidas a las leyes de fábrica. El espíritu de la producción
capitalista aparece diáfano en la redacción de los artículos de estas leyes rela-
tivas a la denominada instrucción, y más si se tiene en cuenta, en primer lugar,
que no existe el menor aparato administrativo que haga cumplir la ley, ausen-
cia que convierte en gran medida en pura ilusión el carácter obligatorio de esta
enseñanza. Hay que tener en cuenta además la fuerte oposición que encontró
esta legislación entre los propios fabricantes, así como los innumerables sub-
terfugios y sutiles escapatorias que se han puesto en marcha para eludirla de
hecho en la práctica. (Marx, 1867, en Álvarez Uría, 2007: 33)
CC
Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de cada época; o, di-
cho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la socie-
dad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su
disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo
tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le some-
tan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los me-
dios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra
cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas
relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relacio-
nes que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que
confieren el papel dominante a sus ideas (Marx y Engels, 1976: 50-51)
Sin embargo, Marx también creía que la educación podía servir para otros fines
menos egoístas, en especial para los estudios superiores. En una conferencia
en un instituto secundario, en 1838, lo expresaba de este modo:
CC
[…] Únicamente una profesión que no nos convierte en un instrumento servil,
sino que nos permite actuar en nuestra esfera de manera independiente, es
susceptible de conferirnos dignidad (…) La idea matriz que debe guiarnos la
elección de una profesión es el bien de la humanidad, y nuestro propio enri-
quecimiento personal. (…) Si uno no se ocupa más que de sí mismo podrá sin
dudas convertirse en un sabio célebre, en un gran filósofo o en un prestigioso
poeta, pero no será nunca un hombre íntegro, verdaderamente grande. (Marx,
1838 en Álvarez Uría, 2007: 27-28)
PARA AMPLIAR
PARA REFLEXIONAR
CC
Concretamente sustenta que, por razones fisiológicas, los niños y los jóvenes
de uno y otro sexo deben dividirse en tres clases, teniendo cada una de ellas
un tratamiento específico: la primera que comprende a niños de 9 a 12 años,
con una jornada de trabajo de dos horas por día; la segunda que comprende a
niños de 13 a 15 años, con una jornada de trabajo de cuatro horas diarias; y la
tercera que incluye a jóvenes de 15 a 17 años, con una jornada de trabajo de
seis horas por día. (Gadotti, 2003 :123)
CC
[…] al eliminar la educación religiosa de todas las escuelas públicas y al intro-
1871, y que permitió reemplazar
al Estado monárquico, burgués y ducir simultáneamente la gratuidad de la instrucción, al dirigir a todos los cu-
capitalista, instaurando un pro- ras al tranquilo retiro de la vida privada para que vivan en él de las donaciones
yecto político popular socialista de sus fieles, al liberar a todos los centros escolares de la tutela y de la tiranía
autogestionario.
del gobierno, la fuerza ideológica de la represión quedaba hecha añicos. No so-
lamente la ciencia se convertía en algo accesible a todos, sino que también
ella se veía libre de las trabas generadas por la presión gubernamental y por
los prejuicios de clase. (Marx, 1871, en Fernández Enguita, 1985: 38)
PARA AMPLIAR
PARA AMPLIAR
AA mera mitad del siglo XIX y luego extendida hacia toda Europa en
las décadas siguientes, que postula que el único conocimiento válido
sobre el mundo natural y social es el científico, desplazando tanto a
la religión como a las perspectivas idealistas o especulativas. Su fun-
dador, Auguste Comte (1798-1857), consideraba que los problemas
sociales y morales solo pueden ser estudiados desde la ciencia positi-
va fundada en la observación empírica de los fenómenos, que permi-
ta descubrir y explicar el comportamiento de las cosas en términos
de leyes universales susceptibles de ser utilizadas en provecho de la
humanidad. La sociología comteana –o “física social”, como la llamó
este autor– se inscribe en este paradigma.
CC
[…] Se comprende que, como supera al individuo tanto en el tiempo como en
el espacio, la sociedad esté en condiciones de imponerle los modos de actuar
y de pensar que ella misma, con su autoridad, ha consagrado. (…) (Y es que)
la sociedad no es una simple suma de individuos sino que el sistema formado
por sus acciones representa una realidad específica que tiene sus caracteres
propios. Sin duda, no puede producirse nada colectivo si no están dadas las
conciencias particulares, pero esta condición necesaria no es suficiente. Es
necesario también que estas conciencias estén asociadas, combinadas, y
combinadas de un cierto modo; es de esta combinación de donde resulta la vi-
da social, y en consecuencia, es esta combinación la que la explica. Al agregar-
se, al penetrarse, al fusionarse, las almas individuales dan nacimiento a un
ser, psíquico si se quiere, pero que constituye una individualidad psíquica de
PARA AMPLIAR
El suicidio (1897)
CC
[…] Lejos de que la educación tenga por objeto único o principal al individuo y
sus intereses, es, ante todo, el medio con que la sociedad renueva perpetua-
mente las condiciones de su propia existencia. ¿Puede vivir la sociedad sin
que exista entre sus miembros una suficiente homogeneidad? La educación
perpetúa y fortalece esta homogeneidad, fijando de antemano en el alma del
niño las semejanzas esenciales que supone la vida colectiva. Pero, de otra par-
te, sería imposible toda cooperación sin una cierta diversidad. La educación
asegura la persistencia de esta diversidad necesaria, diversificándose y espe-
cializándose ella misma. Consiste, pues, bajo uno u otro de sus aspectos, en
una socialización metódica de la generación joven. (Durkheim, 1902 en Álvarez
Uría, 2007: 99) (El destacado es nuestro).
Puede decirse que en cada uno de nosotros hay dos seres, los cuales, a pesar
de ser inseparables a no ser por el camino de la abstracción, no pueden evi-
tar, sin embargo, ser distintos. El uno está hecho de todos los estados men-
tales que no se refieren más que a nosotros mismos y a los acontecimientos
de nuestra vida personal; es el que podríamos llamar nuestro ser individual.
El otro es un sistema de ideas, de sentimientos y de hábitos que expresan en
CC
[…] La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las
que no están todavía maduras para la vida social; tiene como objetivo suscitar
y desarrollar al niño cierto número de estados físicos, intelectuales y morales
que requieren en él tanto la sociedad política en su conjunto como el ambiente
particular al que está destinado de manera específica. (…) Por consiguiente, la
sociedad se encuentra ante toda la generación en presencia de una especie
de tabla casi totalmente rasa, sobre la cual tendrá que construir con esfuerzos
renovados. Es preciso que, mediante los procedimientos más rápidos que sea
posible, a ese ser asocial y egoísta que ha venido al mundo se le sobreponga
otro ser, capaz de llevar una vida moral y social. Y esa es precisamente la obra
de la educación, cuya grandeza es fácil de comprender. (Durkheim, 1973: 18).
CC
Desde el momento en que la educación es una función esencialmente social,
el Estado no puede desinteresarse de ella. Al contrario, todo lo que guarde al-
guna relación con ella tiene que quedar sometido de algún modo a su acción
superior. Con esto no se quiere decir que el Estado tenga que tener el monopo-
lio de la enseñanza. (…) Efectivamente, no es tarea del Estado la creación de
esa comunidad de ideas y de sentimientos sin los cuales no puede subsistir
una sociedad; esa comunidad debe constituirse por sí sola y el Estado no pue-
de hacer otra cosa más que consagrarla, mantenerla, hacer que sea más cons-
ciente para cada uno de los ciudadanos. (…) A pesar de todas las disidencias,
se goza ya actualmente, sobre el fundamento de nuestra civilización, de cierto
número de principios que implícitamente o explícitamente son comunes a to-
dos y que muy pocas personas se atreven a negar abierta y directamente: res-
pecto a la razón, a la ciencia, a las ideas y a los sentimientos que constituyen
la base de la moral democrática. Es tarea del Estado poner de relieve estos
principios esenciales, hacer que se enseñen en sus escuelas, velar para que
ninguna parte política intente ocultarlos a los jóvenes, hacer que en todas par-
tes se hable de ellos con el respeto que les es debido. Bajo este aspecto tie-
ne que ejercer una acción que probablemente será tanto más eficaz cuanto
menos agresiva y violenta resulte y cuanto mejor sepa contenerse dentro de
unos límites prudentes. (Durkheim, 1973: 26-27).
CC
[…] La autoridad, entendida de esta forma, no tiene nada de violento ni de re-
presivo; consiste por completo en una especie de ascendiente moral. Supone
que se han realizado ya en el maestro dos condiciones principales. En primer
lugar, que tenga voluntad, porque la autoridad implica confianza y el niño no
puede entregar su propia confianza a una persona a la que vea vacilante, inde-
cisa, retractando sus propias decisiones. Pero esta primera condición no es to-
davía la esencial; lo que importa sobre todo es que el maestro sienta realmen-
te en sí mismo aquella autoridad de la que tiene que dar sentido. Esta
constituye una fuerza que no puede manifestarse si él no la posee realmente.
Pues bien, ¿de dónde puede venirle? (…) No es desde fuera como tiene que
conseguir el maestro su propia autoridad, sino desde sí mismo; no puede ve-
nirle más que de una fe interior. El maestro tiene que creer, no ya en sí mismo,
El poder del maestro sobre el alumno es tan grande para el autor, que lo
compara con la hipnosis, en la que el estudiante asume una actitud pasiva
–aquí también la idea de tábula rasa– que escucha al hipnotizador y se deja
influenciar por él.
Es interesante observar cómo estas ideas estuvieron muy presentes en
la conformación de nuestros sistemas educativos nacionales. Las primeras
regulaciones expresan ciertamente los procedimientos de selección tendien-
tes a evitar cualquier motivo que pudiera vulnerar esa autoridad: los docen-
tes no debían tener defectos físicos, por ejemplo, pues ello podría dejarlos
expuestos a la burla.
1.
PARA AMPLIAR
LL que denomina los “tipos ideales”, los cuales, lejos de ser mandatos o
formas superiores como el uso corriente del término “ideal” nos haría
presuponer, son tan solo formas lógicas construidas por el sociólogo
para orientar la observación de los hechos y de las situaciones concre-
tas. El tipo ideal es “el intento de aprehender, en conceptos genéticos,
individuos históricos o sus elementos significativos” (Weber, 1922).
Son constructos creados por el investigador mediante abstracciones,
adecuaciones, acentuaciones de ciertos rasgos de la realidad (y elimi-
nación de otros) que sirven para ser confrontados con esta.
pedagógicos, cuyo interés fue mostrar las múltiples formas por las cuales se
reproduce un tipo social deseado en estrecha relación con la organización del
poder en la sociedad (Cataño, 2004).
CC
Weber distinguió claramente dos objetivos formativos contrapuestos: uno que
buscaba despertar cualidades particulares en los jóvenes, y otro, que insistía
en una formación especializada de los aprendices. En su estado puro, el pri-
mer tipo correspondía a la estructura carismática de la dominación, y el segun-
do, a la estructura burocrática racional, típica de las sociedades modernas.
Entre estos tipos polares encontraba, a su vez, una gama de objetivos educati-
vos que intentaban cultivar en el educando el estilo de vida característico de
un grupo social más o menos cerrado, que Weber –evocando la estratificación
social del mundo medieval– llamaba estamento. (Cataño, 2004: 398)
PARA AMPLIAR
PARA REFLEXIONAR
¿Cree usted que la organización del sistema escolar puede ser tipifica-
CC
Hoy, en contraposición al elemento formativo de clase, representado por el or-
denamiento funcional del patrimonio y de la economía, las diferencias de nivel
“cultural” [educativas] son sin duda las más importantes y las específicamen-
te constitutivas de la condición social. En realidad, es en virtud del prestigio so-
cial ejercido por la cultura que el oficial moderno se afirma en el frente y el mo-
derno funcionario en el ámbito de la comunidad social. Las diferencias de
“formación” [escolar] constituyen –aunque pueda ser deplorable– una de las
barreras sociales más sólidas que operan exclusivamente en lo interno, sobre
todo en Alemania, donde casi todos los puestos privilegiados, ya sea dentro
como fuera del ámbito de los servicios estatales, están vinculados no solo a la
2.
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
Cataño, G. (2004), Max Weber y la Educación, en Espacio Abierto, Vol. 13, N° 3,
julio-septiembre, Universidad del Zulia, Maracaibo, pp. 395-404.
Durkheim, E. (2003) [1895], “Conclusión”, en Las reglas del método sociológico. Edito-
rial Gorla, Buenos Aires.
Objetivos
•• Identificar las principales corrientes teóricas que fueron estructurando el
campo de la sociología de la educación durante la segunda mitad del siglo
XX, a partir de los enfoques y conceptos fundantes de los autores clásicos.
•• Comprender los aportes de las perspectivas funcionalistas para el análisis
de la relación entre economía, educación y sociedad, y los procesos de
integración, estratificación y movilidad social.
•• Reconstruir la crítica sobre la escuela capitalista y su inserción en las diná-
micas de producción-reproducción-transformación de las desigualdades
sociales desde la tradición de pensamiento marxista.
2.1. Introducción
Tal como desarrollamos en la primera unidad del programa, la reflexión socio-
lógica sobre la educación en sus inicios se nutre de las principales cuestiones
que ocuparon la atención de “los clásicos”, vinculadas con la crisis de integra-
ción y los problemas sociales que acompañaron el proceso de consolidación
del capitalismo industrial en Europa desde mediados del siglo XIX hasta la
Segunda Guerra Mundial. A partir de entonces, el enfoque funcionalista se
constituye como una de las grandes corrientes de pensamiento teórico que
ha influido en la estructuración del campo disciplinar y que tiene en la socio-
logía norteamericana de los años cincuenta y sesenta su piedra fundacional
(Bonal, 1998).
En el mundo bipolar de la posguerra, la disputa hegemónica y militar entre
las principales potencias emergentes (Estados Unidos y la URSS) condiciona-
ron el accionar de los Estados tanto en el nivel geopolítico como en relación
con sus prioridades de intervención en sus contextos locales, otorgando fuer-
te impulso a la inversión en materia de investigación científica y de desarro-
llo tecnológico. En el marco de la consolidación de los modelos de Estado de
bienestar, de crecimiento económico y de fuerte expansión de los sistemas
educativos –tanto en el acceso como en la duración de los años de escolari-
dad–, la preocupación por la eficiencia en el uso de los recursos públicos llevó
a la promoción de estudios sobre la función social que debía cumplir la edu-
cación, contribuyendo con ello a legitimar las políticas estatales “de igualdad
de oportunidades” (Karabel y Halsey, 1976).
El enfoque funcionalista brindó las justificaciones necesarias para las polí-
ticas del período al construir explicaciones sobre la escuela en las sociedades
PARA AMPLIAR
CC
Un sistema social –reducido a los términos más simples– consiste, pues, en
una pluralidad de actores individuales que interactúan entre sí en una situa-
ción que tiene, al menos, un aspecto físico o de medio ambiente, actores moti-
vados por una tendencia a ‘obtener un óptimo de gratificación’ y cuyas relacio-
nes con sus situaciones –incluyendo a los demás actores– están mediadas y
definidas por un sistema de símbolos culturalmente estructurados y comparti-
dos (Parsons, 1966: 25, en Duek e Inda, 2014. El destacado es nuestro).
CC
La estratificación cumple no solo la función de inducir a los miembros del sis-
tema social a que ocupen los distintos lugares y desempeñen las respectivas
tareas (estatus y roles), sino que además asegura que tal distribución se efec-
túe de la mejor manera posible, de la manera más racional, que es aquella en
la que la asignación corresponde al mérito. A través de un adecuado sistema
de premios/incentivos (premios materiales, pero también prestigio, estima-
ción, etc.), la sociedad motiva a las personas talentosas o capacitadas a reali-
zar las tareas más importantes, al dispensar diferencialmente sus recompen-
sas de acuerdo con la trascendencia de las tareas. (Duek e Inda, 2014: 174).
CC
EI interés principal de nuestro estudio se centra, pues, en un problema que tiene
tary school– de los 6 a los 11/12
dos facetas: primariamente, de qué manera puede lograr la unidad que denomi-
años; educación secundaria, divi-
namos clase impartir al alumno tanto los conocimientos como el sentido de la dida en dos tramos: la middle o
responsabilidad necesarios en orden al eficaz desempeño de sus obligaciones junior high school de los 11/12 a
en la vida adulta, y en segundo lugar, cómo realiza esa misma clase la función los 13 años, y la high school de
los 14 a los 18; y el nivel superior,
de coadyuvar a la distribución de los recursos humanos en función de la distribu-
que incluye estudios universitarios
ción del trabajo en la sociedad adulta. La relación existente entre ambos proble- –college– donde se puede aspirar
mas constituirá nuestro punto de referencia primordial. (Parsons, 1959: 64). a títulos de licenciatura –bachelor
hasta maestrías o doctorados–,
y otras opciones de formación
profesional.
El spot oficial que compartimos a continuación evidencia un ejemplo
vigente de la perspectiva funcionalista de la sociedad, al tiempo que
nos permite introducir el análisis que propone Parsons sobre la función
social de la institución escolar.
<https://www.youtube.com/watch?v=_fo8Vef1acs>
CC
1) Una emancipación del niño de su primitiva identificación emotiva con la fa-
milia; 2) una asimilación de una cierta categoría de valores y de normas socia-
les que se encuentran en un escalón superior a los que el niño puede adquirir
en el seno de la familia; 3) una distinción entre los miembros de la clase en
función del rendimiento respectivo y de la distinta valoración de tal rendimien-
to, y 4) desde el punto de vista de la sociedad, una selección y distribución de
los recursos humanos en función de la estructura funcional de la sociedad
adulta. (Parsons, 1959: 76)
CC
El acceso a una posición de prestigio dentro del grupo juvenil al que se pertenece
constituye en sí mismo una especie de rendimiento o logro que se valora social-
mente. De aquí el hecho de que entre aquellos individuos que están destinados a
alcanzar un estatus elevado en la sociedad adulta se puedan distinguir dos cate-
gorías: la de aquellos cuyo expediente escolar es más o menos brillante y cuyo
prestigio dentro de su círculo es solo relativamente satisfactorio, y la categoría in-
versa: la formada por aquellos individuos que gozan de considerable prestigio,
siendo su expediente académico meramente satisfactorio. (Parsons, 1959: 83).
La denominación de la teoría del capital humano, con la que los autores dan
batalla a las tradiciones clásicas de la economía política, alude a una noción
que ha sido incorporada de manera tardía al lenguaje de la literatura económi-
ca y de las ciencias sociales (Tenti Fanfani, 2001), lo cual se explica tanto por
razones de orden moral como teóricas. Moral, porque supone concebir a los
sujetos como un recurso productivo y una forma de propiedad, contradiciendo
ciertas concepciones extendidas de pensarnos como los fines de la producción
económica y no como medios. Las teóricas, por su parte, refieren al desarrollo
de la economía como ciencia y a su relación con los modelos de producción.
Si bien, en su primera etapa, las explicaciones económicas incluían el tra-
bajo como uno de los componentes centrales del funcionamiento de la pro-
ducción, este era considerado desde su carácter eminentemente cuantitativo
en tanto “el grueso de la producción requería básicamente de esfuerzos físi-
cos o habilidades manuales elementales para las que todos los trabajadores
estaban, en principio, igualmente calificados” (1999: 130). La complejidad de
los sistemas de producción desarrollados centralmente durante la segunda
mitad del siglo XX plantearon a los economistas la necesidad de elaborar nue-
vos modelos interpretativos con el fin de comprender las “diferencias cuali-
tativas entre las capacidades productivas de los trabajadores, distinguiendo,
de este modo, entre componentes físicos y componentes humanos del stock
de capital” (1999: 131).
Para este enfoque, todo gasto que provea a las personas de la posibilidad
de aumentar su capacidad productiva debía ser concebido como un “capi-
tal”. De allí que el concepto de capital humano no se limita al problema edu-
cativo, sino que también refiere a aquellas actividades vinculadas tanto a los
servicios de salud como de formación profesional o de movilidad migratoria
que, en virtud del impacto que tienen sobre el rendimiento productivo de los
individuos, son también considerados elementos prioritarios.
En estudios orientados a comparar la experiencia de la economía de
Estados Unidos con la de algunos países de Asia y Europa, Schultz encuentra
que la razón que explica la variación positiva del primero sobre el resto no se
halla en la existencia de mayores recursos naturales o de inversión en capital
físico, sino en el capital humano.
Las contribuciones de la teoría del capital humano a la tradición funciona-
lista pueden comprenderse mejor a partir de las siguientes premisas: si las
personas parten de igualdad de condiciones para invertir en su formación,
todas podrían aumentar sus capacidades y convertirse así en “capitalistas”
(en tanto poseedores del capital humano) de una inversión sobre sí que mejo-
ra sus ganancias. Sin embargo, esta idea que a simple vista se nos aparece
como una “evidencia” del sentido común –ya que solemos considerar que es
justo que aquellos hombres y mujeres con más educación reciban mejores
salarios–, se vuelve compleja al nivel de la política pública cuando se trata de
determinar quién es el responsable de hacer esa inversión.
PARA AMPLIAR
Ahora bien, ¿qué podemos decir hoy de estos argumentos?, ¿cómo han sobre-
vivido las ideas de la teoría del capital humano a lo largo de casi sesenta
años?
Más allá de las importantes críticas que recibió la teoría del capital huma-
no desde diversos autores, todo parece indicar que sus ideas aún gozan de
muy buena salud. Muchas de las creencias instaladas desde este enfoque
forman parte de nuestro más amplio sentido común. Basta atender al discur-
so de los políticos durante las campañas electorales para advertir fácilmente
su vigencia: el bienestar (individual y social) solo se asegura aumentando el
esfuerzo (individual y colectivo) de la inversión educativa; o a los mensajes de
las publicidades que operan de modos más sutiles.
<https://www.youtube.com/watch?v=Ov9x5naV3ok>
PARA AMPLIAR
LL parecerlo, dado que son ‘evidencias’) las evidencias como evidencias que
no podemos dejar de reconocer” (1970: 53, el destacado es suyo), y es
allí cuando muestra su productividad. Desde este enfoque, entonces,
la función de la ideología es reclutar a sujetos entre los individuos o
transformar a los individuos en sujetos.
PARA REFLEXIONAR
En tanto los AIE no son la realización de una única ideología, sino arena donde
se expresa el proceso incesante de la lucha de clases, las ideologías requieren
de un proceso de construcción permanente orientado a enfrentar contradic-
ciones surgidas desde diversos frentes. Por un lado, del enfrentamiento con
las posiciones de la antigua ideología dominante y de la ideología de la clase
explotada al interior de cada uno de los AIE, pero también de las disputas libra-
das entre las fracciones de clase y los intereses particulares para realizar una
unidad de clase dominante. Son estas luchas y sus contradicciones lo que
comúnmente dificulta visibilizar la unidad de los AIE como parte del Estado,
así como su participación en la reproducción de la dominación.
Como anticipamos, el aparato escolar, religioso, familiar, político, sindical,
de información y cultural conforman, pues, el diverso abanico de AIE a través
de los cuales se reproducen las relaciones sociales de producción en aquel
sentido amplio, en virtud del poder que ejercen sobre las subjetividades:
CC
La reproducción de la fuerza de trabajo no solo exige una reproducción de su
calificación, sino, al mismo tiempo, la reproducción de su sumisión a las reglas
del orden establecido, es decir, una reproducción de su sumisión a la ideología
dominante por parte de los obreros y una reproducción de la capacidad de
buen manejo de la ideología dominante por parte de los agentes de la explota-
ción y la represión, a fin de que aseguren también “por la palabra” el predomi-
nio de la clase dominante. (Althusser, 1970: 14).
CC
Toma a su cargo a los niños de todas las clases sociales desde el jardín de in-
fantes, y desde el jardín de infantes le inculca –con nuevos y viejos métodos, du-
rante muchos años, precisamente aquellos en los que el niño, atrapado entre el
aparato de Estado-familia y el aparato de Estado-escuela, es más vulnerable–
“habilidades” recubiertas por la ideología dominante. (Althusser, 1970: 37)
que ver con este carácter más explícito o evidente de inculcación de tales habi-
lidades o conocimientos específicos, sino con el aprendizaje de las normas
morales y culturales de sumisión al orden capitalista. La escuela como AIE
reproduce así la competencia técnica del trabajo que requieren los sistemas
avanzados de producción capitalista moldeando conciencias bien dispuestas
a adaptarse a las exigencias y a las disciplinas del sistema económico de
producción del desarrollo capitalista.
CC
En la escuela se aprenden las “reglas” del buen uso, es decir, de las conve-
niencias que debe observar todo agente de la división del trabajo, según el
puesto que está “destinado” a ocupar: reglas de moral y de conciencia cívica y
profesional, lo que significa en realidad reglas del respeto a la división social-
técnica del trabajo y, en definitiva, reglas del orden establecido por la domina-
ción de clase. Se aprende también a “hablar bien el idioma”, a “redactar bien”,
lo que de hecho significa (para los futuros capitalistas y sus servidores) saber
“dar órdenes”, es decir (solución ideal), “saber dirigirse” a los obreros, etcéte-
ra. (Althusser, 1970: 14).
En virtud del poder de la escuela para producir individuos que naturalizan las
relaciones de producción capitalistas por medio de la inculcación de hábitos
y disposiciones –tales como la puntualidad, la subordinación a la autoridad o
el valor de la competencia– es que para Althusser la función principal de los
sistemas escolares no sea otra que la de transmitir e inculcar masivamente
la ideología de la clase dominante mediante “una ideología que representa a
la escuela como un medio neutro, desprovisto de ideología (puesto que es ...
laico)” (1975: 38).
CC
La escuela se presenta espontáneamente bajo la figura de la unidad. Se habla
de la Escuela, del sistema escolar o de enseñanza, como de una realidad ho-
mogénea y coherente. Esta representación se organiza alrededor de dos te-
mas principales: la unidad de la escuela y la escuela unificadora. (Baudelot y
Sin embargo, y como ya alertaban estos autores desde los años setenta,
nuestra perspectiva cambia radicalmente cuando incluimos otra fila en
el cuadro, ya que aunque es muy importante el incremento de población
que culmina el nivel, se trata solo de algo más de un tercio de la pobla-
ción total la que está siendo considerada: culminan más de la mitad,
pero de ese tercio de población.
Por ello, no es menor cómo se presentan los datos en los informes ofi-
ciales, lo que se deja ver y a la vez se oculta en el uso y la divulgación
de las estadísticas. Y esto sin adentrarnos en las múltiples discusiones
respecto de cómo se construyen los propios datos.
función de legitimación del statu quo. Según los teóricos liberales, la escuela
es un mecanismo fundamental para una competencia justa y, por ello mismo,
una herramienta para reducir la desigualdad económica. En tanto institución
que cumple con la función integradora (a la vida social, política y económica),
desarrollista (despliegue de los talentos personales) e igualitaria (porque brin-
da igualdad de oportunidades) genera las condiciones necesarias para que
cada individuo se desarrolle plenamente. Los autores cuestionan el ideal de
igualdad de oportunidades al denunciar que el sistema educativo es expresión
de la estructura desigual inherente a la economía capitalista a la que, además,
contribuye a perpetuar.
De este modo, si para el liberalismo los individuos con mayor desarrollo
personal ocupan los puestos más altos, y la escuela, al brindar iguales opor-
tunidades para tal desarrollo genera las condiciones para la selección merito-
crática desterrando la transmisión del estatus vía “sanguínea”, para Bowles
y Gintis (1987) ello no es más que una falacia. En efecto, muestran que las
capacidades individuales se correlacionan imaginariamente –falsa conciencia,
como trabajamos en la Unidad 1– con el nivel educativo al que se accede y
con el puesto de trabajo y los ingresos que esa educación habilita.
Preocupados por cómo se sostienen las relaciones de poder y privilegio,
estos autores prestaron especial atención a los aprendizajes “no técnicos”
que se adquieren en las instituciones escolares. Se centraron en la reproduc-
ción de la conciencia que asegura la subordinación y la explotación en el pro-
ceso de producción, y que garantiza la desigual distribución de lo producido
al desarticular las potenciales solidaridades obreras. Son denominados teó-
ricos de la correspondencia porque demuestran que lo más importante es la
correspondencia entre las relaciones sociales de la escuela y de la fábrica
para comprender el aporte propiamente escolar a la legitimación del capita-
lismo, más que la formación en habilidades técnicas o el desarrollo personal.
que vincula tipos de instituciones con niveles educativos es donde los estu-
diantes adquieren rasgos de personalidad que se adecúan a la posición que
alcanzarán en el mercado laboral. Es así como la estructura escolar se corres-
ponde con la estructura laboral, fuertemente, en la dimensión no cognitiva del
trabajo escolar.
CC
Las representaciones ideológicas de la escuela tienen como función la de pre-
sentar, enmascarándolas, las realidades de la escuela: tienen esas mismas
realidades como contenido y no pueden existir más que sobre esa misma ba-
se. (Baudelot y Establet, 1987: 19)
CC
La escuela primaria se caracteriza, en primer lugar, por poner en evidencia una
multitud de normas. Siempre se trata en la escuela primaria de lo que es nor-
mal. Tiene la edad normal para entrar a la escuela: 6 años. Hay un tiempo nor-
mal para franquear los diferentes cursos: el alumno normal entra en el curso
preparatorio a los 6 años y se encuentra normalmente 5 años más tarde en el
curso medio, segundo año (...). En cada etapa, hay resultados que el alumno
normalmente cumple: al cabo de seis meses, en el curso preparatorio, “se sa-
be leer”. El inspector, entrando en clase, recuerda la existencia de la norma:
“Y naturalmente, todo el mundo sabe leer”. (Baudelot y Establet, 1987: 21).
PARA REFLEXIONAR
Proponemos una vuelta a las décadas del sesenta y del setenta. Trate
PARA AMPLIAR
CC
La claridad con que los estudiantes eran canalizados a las carreras académi-
cas, con base en sus antecedentes étnicos, raciales y económicos a principios
del siglo XX arrojó serias dudas sobre la “apertura” de la estructura de clases
sociales. Para finales de los años 1920, la relación entre antecedentes socia-
les y oportunidades de promoción o tareas académicas quedarían disfrazadas
–aunque no mitigadas– por otra reforma: las pruebas educativas “objetivas”.
Especialmente después de la primera guerra mundial, la capitulación de las es-
cuelas a los valores y conceptos empresariales sobre la eficiencia condujeron
a un mayor uso de pruebas de “inteligencia” y logros escolares, como medio,
ostensiblemente libre de prejuicios, para medir el producto de la instrucción
escolar y la clasificación de estudiantes. (Bowles y Gintis, 1987: 255)
Utilizando la ironía, se preguntan: “Si eres tan listo ¿por qué no eres rico?”
(1987: 154), para una vez más mostrar que la base real de la escuela capi-
talista es la desigualdad de clases. Aun cuando los liberales en nombre de la
justicia social desarrollan estrategias compensatorias para elevar los están-
dares de rendimiento de sectores más pobres, la reacción inmediata ha sido
retomar las argumentaciones biologicistas del cociente intelectual que devuel-
ve a cada clase a su posición. ¿Cómo explicar entonces la falta de asociación
entre el rendimiento en la educación obligatoria y la superior? ¿O la depen-
dencia del origen social de las trayectorias independientemente de los test
de inteligencia?
Ya en los años sesenta las investigaciones que recuperan mostraban la
irrelevancia de la escuela frente al origen social en el posterior acceso al mer-
cado de trabajo. Por un lado, el escaso éxito económico de la población negra
PARA REFLEXIONAR
PARA AMPLIAR
CC
Una posibilidad es que las calificaciones midan el rendimiento cognoscitivo y
que el rendimiento cognoscitivo determine el rendimiento laboral. No obstante,
cuando se controlaron las evaluaciones de los profesores sobre los hábitos de
trabajo y la cooperación, así como las ausencias a la escuela, mediante una
regresión linear, las calificaciones no tenían capacidad para pronosticar ni la
conducta del trabajador ni la productividad del mismo. De ahí podemos sacar
dos conclusiones: en primer término, las calificaciones pronostican la idonei-
dad para el puesto exclusivamente a través de su componente no cognosciti-
vo; y en segundo, las evaluaciones de los profesores sobre la conducta en el
aula son asombrosamente similares a las evaluaciones de los supervisores
sobre la conducta en el puesto de trabajo. (Bowles y Gintis, 1987: 187).
CC
La mayor parte de estos autores están ahora bajo el fuego cruzado de quienes
señalan que no todo el monte es reproducción y que también hay conflicto y con-
tradicción, (…) pero las críticas a la perspectiva de la reproducción -de las que el
autor de estas líneas solo participa a medias-, por muy saludables que sean a la
hora de restablecer el papel de los actores sociales y de sustituir el pesimismo y
el cinismo que invadían a la sociología por la afirmación de la posibilidad y la ne-
cesidad de una acción militante y transformadora, no deben hacernos olvidar lo
que ha sido su mejor aportación. El haber restablecido la eficacia ideológica pro-
pia de las condiciones y las relaciones materiales, dando así el primer paso ha-
cia la recuperación de la teoría materialista y marxista de la ideología para el
análisis de la escuela, lo que quiere decir para su transformación. Sería triste
terminar tirando el niño con el agua sucia del baño. (1986: 78).
PARA AMPLIAR
1.
2.
KK Organice un diálogo posible entre las dos posiciones que encarnan las
afirmaciones que aparecen a continuación, recuperando los aportes de
los autores trabajados en la unidad, en un texto que no exceda las dos
páginas.
a. “A mayor nivel educativo, mayor productividad y mayores ingresos”.
b. “La desigualdad se encuentra en la estructura de clases y la escuela la
reproduce a través de la transmisión de ideología y los procesos de
socialización diferencial que preparan para la estratificación laboral”.
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
Bonal, X. (1998), “La corriente funcionalista de la sociología de la educación. El
debate entre educación y empleo”, en Sociología de la educación. Una aproximación
crítica a las corrientes contemporáneas, Paidós, Barcelona.
Fernández Enguita, M. (1985), ¿Es tan fiero el león como lo pintan? Reproducción,
contradicción, estructura y actividad humana en la educación, en Educación y Sociedad,
3, pp. 5-32.
Varela, J. (2009), “Sociología de la educación. Algunos modelos críticos”, en Reyes,
R. (dir.), Diccionario Crítico de Ciencias Sociales, Plaza y Valdés editores, España.
Objetivos
•• Conocer los aportes de las orientaciones subjetivistas de la sociología de
la educación a la redefinición conceptual y de los problemas de investiga-
ción del campo.
•• Analizar algunas respuestas teóricas al estructuralismo y sus conceptua-
lizaciones sobre la relación entre estructura y acción social para compren-
der las explicaciones sobre los procesos de reproducción y cambio social
en el campo escolar.
•• Comprender el aporte propiamente escolar a la producción y reproducción
de las desigualdades sociales a partir del estudio sociológico de las rela-
ciones sociales en la escuela.
3.1. Introducción
La emergencia de la denominada “nueva sociología de la educación”, a fines
de los años setenta, como movimiento que discutió con las distintas vertien-
tes del estructuralismo (Bonal, 1998), sentó las bases para la renovación
de la sociología de la educación crítica y el desarrollo de nuevos enfoques
que han enriquecido el carácter cerrado de las teorías de la reproducción de
clase. El desplazamiento de la interpretación excesivamente mecanicista de la
función social de la escuela habilitó la comprensión de la dominación cultural
y social como un proceso sujeto a resistencias y contradicciones. Lo que se
dio en llamar “el retorno del actor” abrió la puerta a nuevas preocupaciones
en la investigación educativa y a novedosas estrategias metodológicas que
cuestionaron, entre otros puntos, el foco en los procesos macro como única
dimensión apropiada para las explicaciones sociológicas.
Los enfoques que –como desarrollamos en las unidades precedentes– pri-
vilegiaron los análisis de los fenómenos educativos desde un nivel macroso-
cial, propusieron explicaciones de carácter general que, si bien fueron útiles
para comprender el poder y las relaciones de dominación a nivel de la totali-
dad, relegaron el papel de los sujetos a meros ejecutores de aquello que ya
está “anunciado” en dichos procesos (Giddens, 1967).
Para el determinismo “objetivista”, tanto en su versión estructural-funcio-
nalista como en su versión “estructural-marxista” (Tenti Fanfani, 1984), la
ciencia social es ciencia de estructuras, lo cual significa que las voluntades
Pero el rescate del papel del actor social y su capacidad de agencia para
pensar tanto la reproducción de las desigualdades como el cambio, se produ-
jo también dentro de las propias filas del marxismo. De aquí que, en segundo
lugar, cabe recuperar a las teorías de la resistencia que centran su atención
en la capacidad de acción de los agentes escolares frente a las relaciones de
dominación, poniendo en discusión las lecturas deterministas. Desde el mar-
xismo gramsciano, recuperan la utopía del cambio social a partir de la lucha
de sujetos concretos en las escuelas.
Por último, aunque más polémica su inscripción en estos desarrollos, la
teoría de las prácticas sociales de Pierre Bourdieu, desde lo que él mismo
denominara el “estructural constructivismo”, para recomponer la relación
entre lo macro y lo micro, la estructura y la acción, tal como se consolidó en
sus últimas producciones. Si bien el texto que escribiera junto a Jean-Claude
Passeron fue un clásico del reproductivismo, sus trabajos posteriores comple-
jizaron la mirada sobre las prácticas sociales, sus condicionantes y las posi-
bilidades de ampliar los márgenes para la transformación.
El experimento
En el año 1966, Robert Rosenthal y Lenore Jacobson llevaron a cabo un experimento
en una escuela americana donde concurrían mayormente estudiantes de clase baja. Allí,
se distribuía a los estudiantes del grado en tres niveles diferentes según un supuesto nivel
intelectual que se definía, por cierto, a partir de la opinión de los mismos maestros.
Para probar experimentalmente la relación entre expectativas y rendimiento, los investiga-
dores aplicaron una prueba de inteligencia a los alumnos de primero a sexto con el falso
nombre de “Test de Harvard de Adquisición Conjugada”. A los maestros se les dijo que
era de esperar que aquellos estudiantes que obtuvieran buenos resultados en el test tendrían
avances sin precedentes en el transcurso del siguiente año. Lo cierto es que las pruebas no
podían predecir tal cosa ya que en realidad solo medía algunas aptitudes no verbales. Al
comenzar el año escolar, se proporcionó a los maestros una lista de los estudiantes, incluyen-
do a aquellos que habían calificado más alto en la prueba, y que serían quienes obtendrían un
mayor desarrollo intelectual a través del año escolar. En realidad, estos alumnos habían sido
seleccionados al azar. El experimento con los niños solo consistió en aplicar como condición
experimental la información falsa que los identificó como estudiantes que demostrarían
grandes logros de aprendizaje. Ocho meses después, cuando se les volvió a aplicar la misma
prueba de inteligencia a todos los alumnos, se evidenció que quienes habían mejorado más
en sus calificaciones habían sido especialmente aquellos sobre quienes el maestro había
puesto mayores expectativas.
<https://www.youtube.com/watch?v=pItK7mkCb3o>
Aunque sin duda los estudios provenientes del enfoque subjetivista han apor-
tado un bagaje variado de observaciones e interpretaciones útiles para el
análisis de las relaciones sociales en la educación (Fernández Enguita, 1990),
se han enfrentado con el problema de trascender el nivel estrictamente des-
criptivo y avanzar en la explicación respecto de la interacción y de su vincu-
lación con la estructura social. La falta de una teoría que permita distinguir
entre prácticas hegemónicas y contrahegemónicas deja sin instrumentos a los
analistas para identificar el nivel de autonomía y de creatividad de las prác-
ticas y, por lo tanto, para conocer la forma en que las propias estrategias y
acciones de los docentes mantienen, reproducen o transforman la hegemonía
dominante (Bonal, 1998).
Al considerar las expectativas y tipificaciones escolares como variables
independientes y explicativas, las corrientes subjetivistas han atribuido a las
representaciones una realidad autónoma y circunscripta dentro de los límites
de la escuela, invisibilizando el carácter social de las apreciaciones del profe-
sor en relación con los distintos estudiantes individuales y con los grupos. Sin
negar la eficacia propia de las “clasificaciones” escolares, es preciso recono-
cer que dichas expectativas, si bien conciernen a la escuela, no se agotan en
el interior de este campo social, sino que forman parte de una realidad más
vasta que las produce, generando prácticas inconscientes que tienden a repro-
ducir las desigualdades de clase en el aula.
Un antecedente fundamental que abre nuevas dimensiones de análisis al
campo de las representaciones de los docentes y su incidencia sobre el éxito o
fracaso escolar de los estudiantes es el reconocido estudio de Pierre Bourdieu
y Monique Saint Martin “Las categorías del juicio profesoral”, publicado en
París en 1975. Allí, los autores descubren la relación que existe entre la pro-
ducción de adjetivos que utilizan los profesores en sus juicios y valores res-
pecto de los estudiantes y las clasificaciones escolares. Señalan que “el juicio
profesoral” se apoya en un “conjunto de criterios difusos, nunca explicitados,
nunca contrastados o sistematizados” (Bourdieu y Saint Martin, 1988:7), que
los profesores adquieren por la práctica docente y a su vez ponen en ejecución
de manera práctica. Las taxonomías escolares, que son percibidas como signo
de calidad y del valor de la persona, se asocian a los adjetivos y a las marcas
percibidas del cuerpo o, dicho de otro modo, al cuerpo tratado socialmente
“funcionan como operadores prácticos a través de los cuales las estructuras
objetivas que los producen tienden a reproducirse en las prácticas” (1988:4)
por fuera de toda intencionalidad puramente pedagógica. Los docentes cum-
plen así una función de clasificación social, que opera por debajo de una ope-
ración de clasificación escolar.
Los hallazgos de esta investigación, como sintetiza Kaplan, indican lo
siguiente:
CC
Son las palabras, el estilo del lenguaje hablado (el acento, la locución, la dic-
ción), junto con el ‘hexis corporal’ del alumno (el porte, los modales, la vesti-
menta, la tez, las formas de la autopresentación (esto es, la apariencia física
que percibe el profesor como conjetura sobre su identidad de clase), lo que
constituye una referencia inconsciente desde un punto de vista sociológico en
las apreciaciones del profesor en relación con los distintos estudiantes indivi-
duales y grupos. (Kaplan, 2010: 105).
Los aportes de la línea de estudios iniciados por Bourdieu y Saint Martin han
sido centrales en la configuración de una importante tradición a partir de estu-
dios empíricos que han indagado en el universo simbólico de las percepciones,
tipificaciones, opiniones, actitudes y expectativas de los maestros y profeso-
res y en las relaciones entre estas y la desigualdad educativa. Investigaciones
realizadas en México (Tenti Fanfani, Cervini y Corenstein, 1984) han recupe-
rado y enriquecido esta tradición sentando las bases para líneas de trabajo
relevantes en nuestro país sobre las clasificaciones que realizan los docentes
y su incidencia en la construcción del éxito o fracaso escolar de los alumnos
(Cantero y Celman, 2002; Frigerio, 1992; Kaplan, 1992, entre otros). Estas
perspectivas han contribuido a visibilizar cómo las categorías sociales guían
las prácticas de los docentes, y por esta mediación, los estudiantes se van
apropiando de estas calificaciones en la interacción cotidiana, construyendo
también sentidos respecto al valor de su experiencia estudiantil y su futuro.
Si bien los estudios inaugurales se centraron en estos modos sutiles de repro-
ducción de las relaciones de clase, también fueron un enfoque útil para compren-
der otras desigualdades. Veamos algunos ejemplos donde las formas escolares
de clasificación funcionan como operadores prácticos a través de los cuales las
estructuras objetivas que los producen tienden a reproducirse en las prácticas.
Estudios empíricos sobre las formas de transmisión del sexismo en la
escuela, por caso, han mostrado vastamente cómo opera la transmisión cul-
tural de los estereotipos de género en la escuela aunque las expectativas del
profesor no respondan a una ideología sexista definida y consciente (Bonal,
1998). Las investigaciones ponen de relieve el hecho de que, aunque el pro-
fesor manifieste tratar al alumnado de forma igualitaria, a menudo recurre a
las diferencias sexuales para justificar determinados comportamientos, con-
PARA AMPLIAR
AA
Lecturas más “radicales” como la de Karabel y Halsey plantean que tanto el
funcionalismo como el marxismo tienden a ver una armoniosa concordancia
entre el sistema educativo y la sociedad que le rodea, por lo que cualquier posi-
bilidad de transformación se ve limitada. Y aún más, “el marxista puede verse
inclinado hacia una forma de hiperfuncionalismo que considera a cualquier sis-
tema educativo existente como a un reflejo natural, y esencialmente ineludible
de la estructura de clases particular a la que pertenece” (1976: 38). En sintonía,
Jerez Mir (1990) entiende que aunque los reproductivistas introducen la pers-
pectiva conflictual de la sociedad, coinciden en el enfoque macrosociológico
del funcionalismo, cayendo en un determinismo objetivista que los acerca a un
fatalismo moral y político, altamente negativo.
PARA AMPLIAR
LL ricos de Willis es que las escuelas, más que instituciones en las que se
imponen determinadas ideologías y culturas, son centros no solo de
reproducción, sino también de producción cultural, en tanto con-
junto de prácticas materiales y simbólicas elaboradas colectivamente
por individuos que comparten las mismas condiciones de existencia
(Bonal, 1998).
xx (…)
Eddie: Los profesores se piensan que son gente importante y poderosa por-
que son profesores, pero en realidad no son nadie, solo gente corriente, ¿no?
Bill: Los profesores se creen que lo son todo. Son más importantes que noso-
tros, claro, pero es que se creen mucho más importantes y eso no es cierto.
(…)
PW: Decís que son más importantes. ¿Estáis de acuerdo realmente en que
saben más cosas? PW: Paul Willis, investigador
Joel: Sí, pero no tienen por qué ponerse por encima de nosotros, solo porque
son un poco más inteligentes
(Willis, 1988: 23-24).
Sea cual sea la manera de vestirse, nunca coincidirá con el uniforme escolar,
xx PW: (…) ¿Por qué no ser como los “pringaos”? ¿Por qué no intentáis sacar
los CSR?
- Es que ellos no se divierten.
Certificate of Secondary Education
(Certificado de educación secun- Derek: Porque son unos capullos. Un chaval ha ido por las notas y ha saca-
daria). Se trata de un examen que do cinco A y una B.
se puede efectuar a los 16 años. - ¿Quién ha sido ese?
Derek: Birchall.
Spansky: O sea, ¿qué van a recordar de su época de estudiantes? ¿Qué van
a tener cómo recuerdos? Sentados en una clase, sudándoles las pelotas, ¿no?
mientras que nosotros…O sea, mira las cosas que llevamos hechas, peleas
con los Paquis, con los AS (jamaicanos). Me parto de risa cada vez que me
acuerdo de algunas cosas que les hemos hecho a los profes.
(Willis, 1988: 27).
CC
No puede presuponerse que las formas culturales estén ‘determinadas’ de al-
gún modo como un reflejo automático por medio de macro determinaciones ta-
les como la posición de clase, la región o el historial educativo. Ciertamente
estas variables son importantes y no pueden ser pasadas por alto, pero, ¿có-
mo afectan al comportamiento, al discurso y la actitud? Necesitamos compren-
der cómo se convierten las estructuras en fuentes de significado y en determi-
nantes del comportamiento en el medio cultural en su propio nivel (en itálicas
en el original). Dado que existe lo que podemos llamar determinantes estructu-
rales y económicos, esto no significa que la gente los obedezca de un modo no
problemático. (…) Para conseguir una explicación satisfactoria necesitamos
observar lo que significa el poder ‘simbólico’ de la determinación estructural
en el seno de la esfera que media entre lo humano y lo cultural. (…)…pode-
mos decir que los macro determinantes necesitan atravesar el medio cultural
para reproducirse. (…) y debemos aceptar una cierta autonomía de los proce-
sos que tienen lugar en este nivel que desaconsejan cualquier noción simple
de causación mecanicista y concede a los agentes sociales implicados alguna
perspectiva razonable para contemplar, vivir y construir su propio mundo de un
pedagogía para la oposición, publicado por primera vez en el año 1992, pero
anticipada en otros trabajos y artículos previos en los que se inscribe en esta
corriente teórica, recuperando especialmente los aportes de Willis. Podríamos
sintetizar sus coincidencias en los siguientes aspectos: a) la autonomía rela-
tiva de las escuelas respecto de los intereses materiales e ideológicos domi-
nantes; de allí que constituyan terrenos contradictorios de lucha activa a tra-
vés del despliegue de acciones de oposición y resistencia; b) la necesaria
incompletitud de los mecanismos de reproducción frente a los siempre pre-
sentes elementos de oposición, parcialmente comprendidos; c) la valoración
de la producción (contra) cultural de los grupos oprimidos como evidencia de
la capacidad de agenciamiento humano y su inherente carácter contradicto-
rio como expresión de la resistencia y la reproducción. Todas estas dimensio-
nes marcan el punto de partida de su propuesta, que a partir del análisis de
la articulación entre clase y cultura plantea recuperar elementos contrahege-
mónicos en miras de delinear una posible política cultural (volveremos sobre
este punto más adelante).
Por ello, y a partir de una concepción radical de resistencia que tiene como
guía la noción de emancipación, propone avanzar respecto de las produccio-
nes académicas precedentes de esta corriente, en pos de desentrañar el ori-
gen de las formas contradictorias de resistencia y lucha y esclarecer teórica-
mente bajo qué condiciones dichas conductas son acciones de resistencia y
no solo de oposición.
CC
El elemento central para analizar cualquier acto de resistencia debe concernir
con el descubrimiento del grado en que este ilumina, implícita y explícitamen-
te, la necesidad de luchar contra la dominación y la sumisión. (…) El valor del
concepto de resistencia reside en su función crítica y en su potencial para utili-
zar las posibilidades radicales incluidas en su propia lógica y los intereses con-
tenidos en el objeto de su expresión. (Giroux, 1985: 34).
PARA REFLEXIONAR
CC
Por ejemplo, los seminarios obligatorios de prácticas de campo a menudo se
reducen a que algunos estudiantes compartan entre sí las técnicas utilizadas
para manipular y controlar la disciplina del aula, para organizar las actividades
de una jornada, y para aprender a trabajar dentro de una distribución específi-
ca del tiempo. Al examinar uno de esos programas, Jesse Goodman plantea al-
gunas cuestiones importantes acerca de los descalificados silencios que pre-
senta. Escribe el autor citado: ‘No se cuestionaban en modo alguno
sentimientos, postulados o definiciones en este debate. Por ejemplo, la “nece-
sidad” de las recompensas y los castigos externos para “conseguir que los
chicos aprendiesen” era algo que se daba por sentado; las implicaciones edu-
cativas y éticas ni siquiera se mencionaban. Tampoco se mostraba preocupa-
ción por estimular o acrecentar el deseo intrínseco del niño de aprender.
Definiciones de chicos buenos como “Chicos Tranquilos”, de trabajo en el cua-
derno escolar como “lectura”, de tiempo dedicado a los deberes como “apren-
dizaje” y de conseguir llegar al final de la materia cumpliendo el horario como
“la meta de la enseñanza”, todas ellas pasaron sin discusión alguna. Tampoco
se investigaron los sentimientos de urgencia y de posible culpabilidad por no
atenerse a los horarios señalados. La auténtica preocupación de este debate
era que todos “participasen”. (Giroux, 1990: 173).
CC
Las estrategias de reproducción tienen por principio, no una intención cons-
ciente y racional, sino las disposiciones del habitus que espontáneamente
tiende a reproducir las condiciones de su propia producción. Ya que dependen
de las condiciones sociales cuyo producto es el habitus –es decir, en las socie-
dades diferenciadas, del volumen y de la estructura del capital poseído por la
familia (y de su evolución en el tiempo)–, tienden a perpetuar su identidad, que
es diferencia, manteniendo brechas, distancias, relaciones de orden, así contri-
buyen en la práctica a la reproducción del sistema completo de diferencias
constitutivas del orden social. (Bourdieu, 2011: 317)
CC
Volviendo a la relación habitus-estrategia, subrayemos que el habitus es el ins-
trumento de análisis que permite dar cuenta de las prácticas en términos de
estrategias, dar razones de las mismas, sin hablar propiamente de prácticas
racionales. Dentro de este contexto, los agentes sociales son razonables, no
cometen “locuras” (“esto no es para nosotros”), y sus estrategias, como he
mencionado, obedecen a regularidades y forman configuraciones coherentes y
socialmente inteligibles, es decir, socialmente explicables, por la posición que
ocupan en el campo que es objeto de análisis y por los habitus incorporados.
(Gutiérrez, 2005: 77-78).
PARA REFLEXIONAR
Así como los recursos centrales que organizan las posiciones sociales en el
actual desarrollo del capitalismo son el capital económico y el capital cultu-
ral, “las estrategias de la reproducción social” se organizan en torno a las
instituciones del mundo económico (las estrategias sucesorias, por ejemplo)
y las instituciones del mundo cultural en el que el sistema escolar adquiere
un lugar primordial.
jas. De allí que la escuela, al proponerse ser igual para todos, sea, en reali-
dad, sumamente desigual, al favorecer las actitudes y las disposiciones, los
habitus propios de ciertos sectores sociales, y sancionar los de otros. Es a
través de este sutil mecanismo que la escuela legitima, de modo no intencio-
nal, una diferencia social, al tratar la herencia cultural como una cuestión de
inteligencias, talentos o esfuerzos. En consecuencia, la desigualdad social se
perpetúa como desigualdad escolar a través del fracaso, escondiendo la injus-
ticia de la que es producto.
<https://www.youtube.com/watch?v=b3RQBbl2-1M&t=264s>
Así, junto con los contenidos propios de las distintas asignaturas, la escuela
transmite una idea de jerarquía cultural desvalorizando los saberes y esque-
mas de actuación de los sectores populares como impropios, incultos y pre-
rracionales. Veámoslo a través de una ya antigua pero muy conocida inves-
tigación, publicada en el libro En la vida diez, en la escuela cero (Carraher et
al., 1999). Tres investigadores brasileños estudian, en su medio natural y en
la escuela, los procedimientos matemáticos de niños de sectores populares
que fracasan en la escuela, pero que, sin embargo, son activos y exitosos
matemáticos en su vida cotidiana.
CC
La acción propiamente política es posible porque los agentes, que forman par-
te del mundo social, tienen un conocimiento (más o menos adecuado) de ese
mundo y porque se puede obrar sobre el mundo social obrando sobre su cono-
cimiento de este mundo. (Bourdieu, 1985: 96).
en que nos desenvolvemos, así como por las fuerzas encarnadas que operan
dentro de nosotros” (Bourdieu y Wacquant, 2008: 279). Es porque conoce-
mos las leyes de la reproducción que tenemos oportunidad de minimizar su
acción en la institución escolar.
Esto nos lleva a pensar la escuela ya no como aparece incluso es sus pri-
meros textos –como el caso de La reproducción–, como un todo homogéneo en
el que cada componente del sistema escolar aporta en el mismo sentido. Por
el contrario, es preciso afirmar que, bajo ciertas condiciones, la escuela puede
aportar a la subversión del orden. Volveremos sobre este punto particular a
partir de algunas investigaciones recientes que trabajaremos en la Unidad 4.
Revisar las categorías con las que pensamos el mundo es un punto de
partida, pero también es preciso avanzar hacia la producción de otras catego-
rías. Y es aquí donde la “lucha es ciertamente muy desigual, ya que los agen-
tes tienen un dominio muy variable de los instrumentos de producción de la
representación del mundo social” (Bourdieu, 2007: 171). Por eso el capital
cultural es tan relevante sobre todo el dominio lingüístico. Y los sistemas de
enseñanza resultan estratégicos tanto para mejorar la distribución y apropia-
ción de esos instrumentos –sobre todo de la capacidad de expresarse ¿y de
expresarse para movilizar?– como para producir e inculcar otros principios per-
formativos de lo social que contribuyan a crear aquello que nombran, a visi-
bilizarlo y a dar presencia pública a esos otros modos de vida. En la especifi-
cidad de las instituciones educativas, ello requiere minimizar el modo en que
somos manipulados por el campo escolar. Para eso es necesario pensar la
doble arbitrariedad de la acción pedagógica.
En relación con el qué se inculca, una escuela orientada a la transforma-
ción social parte del cuestionamiento de la cultura legítima que transmite la
escuela oficial y el carácter no universal ni superior respecto de otros sabe-
res, sin desconocer los componentes “eruditos” del saber escolar. A ello se
suma la relevancia de la puesta en práctica de un tipo de trabajo pedagógico
que contribuya con el desarrollo de un proceso de socioanálisis, mediante el
cual los agentes sociales puedan explicitar sus posibilidades y limitaciones,
sus libertades y necesidades. En esta dirección se orientan algunas alterna-
tivas escolares en movimientos sociales que veremos en la unidad siguiente.
CC
Los agentes sociales determinan activamente la situación que los determina a
través de las categorías de percepción y de apreciación socialmente e históri-
camente constituidas. Hasta puede decirse que los agentes sociales están de-
terminados solamente en la medida en que se determinan; pero las categorías
de percepción y de apreciación que están en el origen de esta (auto) determi-
nación son ellas mismas en gran medida determinadas por las condiciones
económicas y sociales de su constitución. (Bourdieu y Wacquant, 2008:177).
1.
<https://www.youtube.com/watch?v=-My82x_N8qk>
• A partir del video y de sus propias experiencias, piense algunos ejem-
plos de dispositivos escolares que de modo no deseado promue-
ven procesos de tipificación de los estudiantes y que se asocian a la
reproducción de la desigualdad social (por ejemplo, protocolos de
entrevista, evaluaciones docentes, etc.).
• ¿A quiénes se aplican esas categorías, qué grupos son los más afecta-
dos por las diversas formas de estigmatización?
• ¿Qué posibilidades tienen esos grupos sociales de resistir a los proce-
sos de estigmatización que los afectan? Fundamente su posición en
no más de dos párrafos.
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
Bourdieu, P. (1979), “Los tres estados del capital cultural”, en Sociológica, UAM-
Azcapotzalco, México, N° 5, 11-17.
Bourdieu, P. y Saint Martin, M. (1975/1988), “Las categorías del juicio profesoral”,
en Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 3. Trad. de E. Tenti Fanfani en Revista Pro-
puesta Educativa, 19(9), 4-18.
Giroux, H. (2001) [1990], Los profesores como intelectuales. Hacia una pedagogía crítica
del aprendizaje. Fragmento publicado en Revista Docencia N° 15.
Objetivos
•• Analizar la reestructuración del capitalismo y las nuevas dinámicas de la
desigualdad social y escolar, así como las estrategias que despliegan los
distintos grupos sociales en este nuevo escenario.
•• Comprender el carácter relacional y multidimensional del problema de la
desigualdad contemporánea, a partir de la emergencia de perspectivas
analíticas que complejizan el enfoque clasista.
•• Reconstruir los principales aportes de la perspectiva decolonial en las cien-
cias sociales para el estudio de problemas emergentes en el campo de la
sociología de la educación.
4.1. Introducción
El siglo XXI nos enfrenta a nuevos desafíos en la producción del conocimien-
to sociológico, vinculados tanto con la crítica a las categorías modernas de
pensamiento por su lógica esencialista y eurocéntrica como al desarrollo de
nuevos temas de investigación, producto de las profundas transformaciones
del capitalismo, que llevan a cuestionar cómo se configuran las desigualda-
des en esta nueva etapa. ¿En qué medida las desigualdades se explican en
los términos clásicos? ¿O estamos frente a procesos cualitativamente tan
diferentes que se requieren nuevas herramientas analíticas para su estudio
y explicación?
Indudablemente, la educación fue afectada por los profundos cambios
sociales que trajo aparejada la crisis de los Estados benefactores y el mode-
lo de producción del llamado “segundo capitalismo” (Boltanski y Chiapello,
2002), cambios que se han desarrollado en paralelo a una progresiva masifica-
ción de la escolaridad y extensión de los años de obligatoriedad en contextos
de fragmentación social e institucional. Ello alteró los procesos de socializa-
ción y construcción de lo común en el espacio escolar al modificar las condi-
ciones estructurales, que habían funcionado como referencias compartidas, a
partir de las cuales comprender la experiencia de los sujetos. Se abren en este
marco nuevas preguntas para la sociología de la educación que avanza tanto
en el estudio de la llamada “caja negra de la escuela” –a la cual nos referi-
mos en la Unidad 3– y en los microprocesos de producción y reproducción de
las desigualdades, como en la construcción de la subjetividad.
PARA AMPLIAR
PARA REFLEXIONAR
El uso del concepto de exclusión para explicar las nuevas dinámicas sociales
no ha estado exento de críticas, las más de las veces por su imprecisión, otras
por su baja articulación con el debate sobre las desigualdades y la explota-
ción en el capitalismo (Boltanski y Chiapello, 2002) y otras, por aquello que
Castel (2004) denomina como las “trampas de la exclusión” para cuestionar
los análisis que individualizan las causas o lo estudian como un estado de las
personas. Desde este enfoque, entonces, la exclusión es el resultado de un
proceso complejo en el cual los sujetos van disminuyendo su participación en
las redes formales de producción de la riqueza y del reconocimiento social,
es decir, que solo es explicable por factores sociales y desde una perspectiva
relacional que focalice su mirada sobre los modos en que los mecanismos de
integración terminan por expulsar a ciertos grupos.
¿Es posible comprender el desempleo estudiando a los sujetos o es preci-
so, en cambio, conocer y explicar las dinámicas expulsivas del actual merca-
do laboral? ¿Cómo analizar el desgranamiento escolar: por lo que le sucede
a cada joven que deja de asistir o por cómo las condiciones de escolarización
obstaculizan la permanencia de quienes trabajan o viven en condiciones ines-
tables? Volveremos sobre esto más adelante.
El trabajo de Castel impulsó el desarrollo de una serie de investigaciones
en Argentina que, con el cambio de siglo, dieron explicaciones novedosas para
entender cómo se configuran las nuevas desigualdades en el presente. En esa
línea, los estudios del sociólogo argentino Gabriel Kessler (2010) evidencia-
ron el impacto diferencial que tienen los procesos conducentes a la exclusión
en nuestro país sobre los distintos ámbitos de la vida social, poniendo de rele-
vancia no solo la autonomía relativa de cada una de las esferas sociales –el
trabajo, la salud, la escolarización, entre otras–, sino la necesidad de estudiar
cómo la desigualdad impacta de modo particular en cada una produciendo en
ocasiones tendencias contradictorias.
PARA AMPLIAR
CC
Como ya hemos señalado, la segmentación hace referencia a un todo integra-
do donde las distancias entre los grupos pueden medirse en términos de gra-
do, en cambio, la distancia que se nombra con la noción de fragmentación ha-
ce alusión a la existencia de mundos culturales distantes, cuyos contenidos no
admiten la comparación y mucho menos el ordenamiento en una escala jerár-
quica. De este modo, usamos la idea de fragmentación para nombrar una dis-
tancia que se expresa en términos de extrañamiento cultural y de fronteras de
exclusión (Tiramonti, 2008: 29. El destacado es nuestro.)
PARA REFLEXIONAR
PARA AMPLIAR
<http://www.debats.cat/es/debates/la-eleccion-de-escuela-
estrategias-de-las-clases-medias#imatges>
sos y solo cuentan con jornadas escolares reducidas, tanto por lo que ofrece
la institución como por el modo en que la escuela coexiste competitivamente
con otras actividades (trabajo, obligaciones en los hogares, etc.).
Pero estas dinámicas no son lineales, ni están exentas de contradiccio-
nes, ni acontecen sin conflictos. En primer lugar, la garantía del “éxito” no se
reduce estrictamente a la posesión de determinados recursos, ya sea cultu-
rales, académicos o económicos, sino que supone articular una serie de atri-
butos que se combinan entre sí de modo complejo y que no están igualmen-
te distribuidos. Así, por ejemplo, algunos estudios han visibilizado cómo en
ciertos colegios públicos “de elite” meritocráticos, tener un rendimiento esco-
lar sobresaliente, si bien puede ser motivo de admiración entre los pares, no
garantiza la integración social y, por lo tanto, puede ser fuente de sufrimiento
subjetivo (Méndez, 2013).
Por otra parte, se ha dado cuenta de ciertos conflictos por los que atra-
viesan algunas instituciones privadas bilingües y biculturales pertenecientes
al modelo pedagógico humanista europeo en el marco de la preeminencia de
las reglas vigentes a favor de los paises angloparlantes (Rodríguez Moyano,
2015). Así, la estructura curricular tradicional que históricamente caracterizó,
por ejemplo, a los modelos pedagógicos de la escuela italiana o francesa por
una sobrevalorización relativa de los contenidos humanísticos y literarios por
sobre aquellos saberes que son calificados peyorativamente como “utilitarios”
–entre los que se incluiría precisamente el idioma inglés–, en la última década
fue mutando en favor de la incorporación de estos últimos frente a las deman-
das de las familias que se acercan a este circuito de instituciones procurando
Retomamos a la pedagoga argen-
beneficios “completos” de la formación internacional. tina Adriana Puiggrós (1994, en
Karolinski, 2015) que incluye
bajo esta categoría a los procesos
pedagógicos formales y no forma-
4.2.2. La construcción de “alternativas escolares” como les que se distinguen por poner en
estrategia de resistencia y transformación cuestión determinados aspectos
del modelo educativo dominante,
Así como en el actual contexto de reestructuración del capitalismo, en general, conformado en América Latina
y de consolidación de un proceso de “democratización cuantitativa y segre- hacia finales del siglo XIX, y que
gación cualitativa” en el campo escolar (Van Zanten, 2008), los sectores se caracterizó por los siguientes
atributos: la hegemonía estatal y
privilegiados desarrollan estrategias de escolarización para conservar sus la subsidiariedad privada, por ser
posiciones; los sectores populares no aceptan pasivamente su posición subal- escolarizado, centralizado, vertica-
terna: existen múltiples y diversos colectivos que despliegan estrategias tanto lizado, burocratizado y autoritario,
y por la discriminación sistemática
de resistencia como de subversión del orden establecido.
de los sectores populares.
Distintos movimientos sociales surgidos algunos en la década del ochen-
ta, pero sobre todo en los años noventa, crean “alternativas escolares” con
proyectos pedagógicos propios ‒muchos de ellos inspirados en la educación
popular de tradición latinoamericana‒. Desde allí disputan uno de los poderes
centrales del Estado ‒el ejercicio del monopolio de la violencia simbólica para
la reproducción del orden social (Bourdieu, 1996)‒, cuestionan el sistema
educativo oficial y, específicamente, los mecanismos a través de los cuales
la escuela ha contribuido históricamente a la subordinación de los sectores
populares y con ello a la reproducción del orden social (Gluz, 2013).
Pero antes de profundizar en estas propuestas educativas, avancemos en
definir qué entendemos por movimientos sociales y qué experiencias inscribi-
mos en nuestro país bajo esta denominación.
Retomando la síntesis que propone Gluz (2013), identificamos ciertos atri-
butos que los distinguen: el carácter político de la lucha contra la dominación,
a diferencia de las organizaciones del “tercer sector” o las ONG que, desde
la retórica del empoderamiento de la sociedad civil, han desarrollado pro-
puestas meramente antiestatistas, pero sin cuestionar el orden capitalista
neoliberal dominante; se trata de colectivos que apuestan por la transfor-
mación social desde un horizonte emancipatorio; el desarrollo de acciones
colectivas por fuera del sistema político institucional, organizándose a partir
La denominación “piqueteros” pro- de la construcción de una identidad común en función de la identificación de
cede del “piquete”, del corte de una falta –trabajo, salud, educación, etc. – que genera disposiciones com-
ruta, que ha constituido la moda- partidas para la lucha, y por fuera de los canales de representación tradi-
lidad de acción privilegiada de los
cionales (sindicatos, partidos); el involucramiento de una heterogeneidad de
trabajadores desocupados; pero,
además, constituyó una identidad actores y de múltiples modalidades de acción al amparo de los procesos de
“positiva” y alternativa, que logró empobrecimiento, vulnerabilidad y exclusión social, y como parte de luchas
atraer la atención tanto del siste- que no se limitan a la esfera económica, sino que articulan también la resis-
ma político como de los medios
masivos de comunicación. Esta
tencia contra la dominación política y la opresión cultural en sus diversas
forma de protesta se sostuvo en formas –étnica, de género, etc.– (Vilas, 1995); y un fuerte anclaje territorial
el tiempo, mientras que se iban a partir de la creación de espacios comunitarios –barriales– para la resolu-
consolidando diversas organizacio- ción colectiva de problemas comunes.
nes sociales y políticas ancladas,
fundamentalmente, en solidarida- En nuestro país, la centralidad de los movimientos sociales como expre-
des locales-territoriales (Svampa sión organizada de resistencia se vincula con el proceso de crisis socioeco-
y Pereyra, 2005). nómica que se agudiza desde mediados de la década del noventa y que tiene
a los movimientos “piqueteros” de trabajadores desocupados como actores
centrales de la protesta urbana, junto con otras expresiones de acción y orga-
nización como las asambleas barriales y los distintos movimientos de empre-
sas/fábricas recuperadas.
Desde este amplio abanico de organizaciones populares territoriales,
y/o en articulación con ellas, se han desplegado diversas experiencias
educativas racionales y sistemáticas que cuestionan el sistema escolar
Siguiendo a Bourdieu y Passeron
(1996 en Gluz, 2013), entende- a la vez que pretenden insertarse como propuesta de educación popular
mos el trabajo pedagógico racio- y/o comunitaria con reconocimiento oficial. Entre ellas, destacan los pro-
nal como la acción escolar que yectos de escolarización para la primera infancia y para jóvenes y adultos,
supone una disposición intencio-
poniendo de manifiesto las limitaciones estatales para garantizar el dere-
nal de los medios y recursos para
enseñar y aprender, en oposición cho social a la educación –más aún en niveles recientemente obligatori-
a una pedagogía espontánea vin- zados–, tanto por la insuficiencia de la oferta –sobre todo en el caso del
culada con el mero aprendizaje nivel inicial– como por su incapacidad para dar respuestas integrales a las
por familiarización en el marco
de la inserción del individuo en
poblaciones excluidas desde las instituciones escolares tradicionales –fun-
las prácticas corrientes. damentalmente, en el nivel medio.
Desde inicios de este siglo, muchas de estas propuestas han avanzado
en diversas formas de reconocimiento dentro del sistema escolar, en un con-
texto en el que la participación de las organizaciones sociales como nuevos
actores dentro del campo político-educativo adquiere creciente legitimidad,
sea porque, en varios casos, militantes o referentes de estos colectivos se
han integrado a las estructuras estatales (en ámbitos ejecutivos y/o legislati-
vos) y han participado en procesos de producción, gestión e implementación
territorial de políticas y/o porque las legislaciones educativas del período las
incluyen como parte de los agentes educativos (Karolinski, 2015).
<http://laeducacionenmovimiento.com/otra-escuela-para-otro-mundo-
posible-escuela-de-agroecologia-del-mocase-vc/>
<https://www.youtube.com/watch?v=oUoZyW9GssM>
PARA REFLEXIONAR
Los BP, por su parte, son escuelas secundarias para jóvenes y adultos con
una duración de tres años –similar a las instituciones escolares del sistema–
que comienzan a crearse a fines de la década de 1990 para responder a los
procesos de exclusión social y escolar que afectaban, fundamentalmente, a
las juventudes de sectores populares en nuestro país. Inspirados en la educa-
ción popular de matriz freiriana, se proponen como experiencias autogestivas
“gestoras de otra calidad educativa” (Freire en Ampudia y Elisalde, 2014), en
términos de la formación de subjetividades críticas que puedan comprender
la realidad en la que viven y comprometerse con su transformación. Para ello,
además de procurar una selección de contenidos que permitan desnaturalizar
el orden social, se pretende alterar las formas tradicionales –y subordinan-
tes– de sociabilidad, como la existencia de un parámetro único de excelencia
escolar que funciona como patrón de normalización y la lógica meritocrática
que promueve prácticas de competencia entre pares, y la individualización del
proceso de enseñanza y aprendizaje (Gluz, 2016).
Por el contrario, a partir de una propuesta dialógica que disputa con el
modelo del monopolio del saber en un docente a través de la conformación
de duplas/equipos pedagógicos por cada área curricular, y desde el respeto
por los tiempos particulares de cada estudiante y la confianza en las posibi-
lidades que todos tienen para aprender, se pretende forjar lazos de solidari-
dad que contribuyan con la organización colectiva dentro y más allá del ámbito
escolar. Finalmente, se trata de proyectos donde se “hace carne” la idea de
que el aula y la escuela tienen que ser espacios de participación y construc-
ción colectiva, por lo que la organización de asambleas como modalidad privi-
legiada de toma de decisiones constituye un eje vertebral.
1.
Escuelas-en-barrios-cerrados
<https://www.lanacion.com.ar/59988-escuelas-en-barrios-cerrados>
Jardín La Tortuga Feliz - 30 años
<https://www.youtube.com/watch?v=3Ffa7ex1rmA>
Educación popular como pedagogía emergente (BP El galpón de Tolosa)
<https://www.dailymotion.com/video/x32b9vx>
PARA AMPLIAR
CC
[La colonialidad del poder se funda] en la imposición de una clasificación ra-
cial/étnica de la población del mundo (...) y opera en cada uno de los planos,
ámbitos y dimensiones materiales y subjetivas de la existencia social cotidiana
y a escala societal. Estas diferencias, que se establecieron a partir de la con-
quista/colonización entre las metrópolis y sus colonias, instauraron un esque-
ma relacional que justificó y legitimó la desigualdad en el contexto del moder-
no sistema mundial, persistiendo como colonialidad más allá y más acá de la
colonización. Estas diferencias históricas, políticas, sociales y culturales fue-
ron frecuentemente utilizadas por los europeos para presentar a los pueblos
oprimidos como versiones inferiores o degradadas de humanidad. (2014: 9)
Nos centraremos ahora en el análisis de dos cuestiones que han sido cen-
trales en la disputa por la constitución de esta nueva episteme: la cuestión
intercultural y las relaciones de género, que permiten problematizar, en defi-
nitiva, los procesos de alterización y la regulación estatal de las diferencias,
con particular atención a sus expresiones en el campo escolar.
y las cosmovisiones indígenas solo aparecen como relevantes para esa pobla-
ción sin cuestionar la matriz de la escuela moderna.
A pesar de la extensión del discurso público sobre el respeto por la diversi-
dad desde los años noventa a esta parte, cabe destacar que aquí mismo resi-
de la crítica: respetar no es lo mismo que reconocer a los otros en igualdad
de dignidad y derechos. Más aun, el discurso del respeto a la diversidad se
ha configurado sosteniendo y hasta fortaleciendo marcas movilizadas desde
proyectos colonizadores, donde lo étnico, lo religioso, lo cultural y el género
son atributos, clasificaciones que se asignan a grupos y sujetos cuando habi-
tan posiciones subalternizadas y, por ende, son construcciones que los sos-
tienen en dicha posición. ¿Por qué hay que reconocer otra etnia, otro género?
Como sujetos participamos de variados, complejos, desiguales procesos de
identificación: mujeres evangélicas trabajadoras, por ejemplo; pero son proce-
sos que no nos fijan, ya que esas identificaciones son dinámicas y variables.
Desde la perspectiva decolonial, el reconocimiento de la diversidad cultu-
ral o el multiculturalismo se constituye en una mera perspectiva funcional si
simplemente se estructura dicho reconocimiento en un proyecto de inclusión
a las estructuras de poder existentes fundadas en las desigualdades socia-
les y culturales. Tal ha sido la lógica vigente en nuestros sistemas educativos
de la región en los años noventa. En Argentina, por ejemplo, lo significativo es
que la interculturalidad –y la llamada Educación Intercultural Bilingüe (EIB)–,
se reconoce como un derecho constitucional a partir de la reforma de 1994
(Art. 75°, inc. 17), en un contradictorio contexto en el que se reconocen los
derechos de grupos silenciados a la vez que se margina por la vía de las polí-
ticas neoliberales a vastos sectores de la población al considerarlos pobla-
ción a “compensar”.
Por eso la denuncia a los modos como el multi o pluriculturalismo se ha
asentado en un relativismo cultural, de corte muchas veces esencialista –que
desconoce la dimensión relacional de los vínculos culturales a la vez que ocul-
ta las desigualdades sociales sobre las que dichas relaciones se estructuran
(Walsh, 2008)–, así como a los límites de estos reconocimientos centrados
en la dimensión lingüística frente a otras marcas culturales (Thisted, 2012).
CC
El «pluri», en cambio, es término de mayor uso en América del Sur; refleja la
particularidad y realidad de la región donde pueblos indígenas y negros han
convivido por siglos con blanco-mestizos y donde el mestizaje y la mezcla racial
han jugado un papel significante. Mientras que lo «multi» apunta a una colec-
ción de culturas singulares sin relación entre ellas y en un marco de una cultu-
ra dominante, lo «pluri» típicamente indica una convivencia de culturas en el
mismo espacio territorial aunque sin una profunda interrelación equitativa.
(Walsh, 2008: 140)
PARA AMPLIAR
CC
[…] si es posible, y en qué términos, pensar una política de educación que
atienda los diferentes repertorios culturales de los pueblos originarios sin re-
currir a iniciativas focalizadas, que ubican a los pueblos indígenas como únicos
destinatarios de la educación intercultural, y que frecuentemente asumen dis-
cursos que parten de la necesidad de compensar un déficit que desde aque-
llas perspectivas consiste en pertenecer a grupos con otras lenguas y/o cos-
tumbres diferentes de las valoradas positivamente en la escuela. (Thisted,
2012: 193).
2.
<https://www.youtube.com/watch?v=0k7Ir1bWjyM>
CC
Este uso rechaza implícitamente las explicaciones biológicas, como aquellas
que encuentran un denominador común para las diversas formas de subordi-
nación femenina en aquellos hechos en que las mujeres tienen la capacidad
de dar a luz y los hombres tienen más fuerza muscular. En vez de eso, el térmi-
no género denota unas determinadas construcciones culturales, toda la crea-
ción social de las ideas acerca de los roles apropiados para las mujeres y para
los hombres. Es una forma de referirse exclusivamente a los orígenes sociales
de las identidades subjetivas de hombres y mujeres. Según esta definición, el
género es una categoría social impuesta a un cuerpo sexuado. (Scott, 2008:
53. El destacado es nuestro).
en los libros de texto (Wainerman, 1984) y otro que profundiza en las cons-
trucciones acerca de la docencia como profesión femenina (Morgade, 2006).
Las ideas, por ejemplo, respecto de que los varones son “prácticos” y las chi-
cas son “emotivas”, que ciertas palabras no son propias de “una señorita” (pero
sí de los hombres) o que “los varones no lloran” son expresiones frecuentes en
nuestras escuelas, que junto al sexismo en los programas de estudio y en muchos
de los manuales escolares contribuyen a reafirmar imágenes y sentidos que invisi-
bilizan el carácter social de lo humano. Indudablemente, el desarrollo de la pedago-
gía ha abonado estos principios desde sus orígenes, como señala Scharagrodsky:
CC
El ideal ficcional del Emilio tuvo como fin ser educado para transformarse en el
futuro ciudadano del Contrato social. En consecuencia, la función de Emilio de-
bía ser económica y política y la de Sofía, doméstica. De esta forma, las dos fun-
ciones sociales se constituyen en los ejes fundamentales de los dos espacios
de dicha sociedad: el público y el privado. Las doctrinas iusnaturalistas y con-
tractualistas ampliaron los márgenes de la subjetividad masculina, mientras que
la subjetividad femenina fue sometida a un proceso de contención cuyos límites
estuvieron señalados por el nuevo ideal de feminidad y por la nueva familia nu-
clear patriarcal. El sujeto fue siempre un ciudadano varón (2007: 264).
CC
El trabajo clave de Paul Willis (1984) mostró cómo la cultura masculina de los
“chicos malos” incluye la hostilidad hacia las buenas calificaciones escolares.
La categoría de “afeminado” –y por lo tanto detestable– abarca, entre otros, a
aquellos/as que usan la escuela como vía de progreso social. Estas prácticas
generan a su vez una diferenciación entre varones: Mac an Ghaill (1994) tam-
bién distingue los “académicamente exitosos” y los “chicos malos machos”
entre otros subgrupos. (Morgade, 2001: 47)
CC
Los sentidos y significados de los procesos disciplinarios no son los mismos
de antaño. La separación entre sexos ha sido cuestionada por la mayoría de
los actores sociales involucrados en la educación. Los juegos y deportes, en
gran parte, han incorporado a las mujeres y aggiornado ciertos significados
que circulan durante sus prácticas. Sin embargo, el proceso de construcción
de masculinidades no ha desaparecido. Más bien, se ha reconfigurado.
Nuevos –y no tan nuevos– sentidos irrumpen y escriben sobre los cuerpos
guiones cuyas tensiones y conflictos no parecen menores. (Scharagrodsky,
2007: 270)
PARA REFLEXIONAR
3.
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
Castel, R. (2004), Las trampas de la exclusión. Trabajo y utilidad social. Topia, Buenos
Aires. Capítulo 1.
Fernández Mouján, I. (2014), “Miradas descoloniales en la educación”, Intersticios de
la política y la cultura. Intervenciones latinoamericanas, Vol 3, N°6, UNC.
Gluz, N. (2017), “¿Masificación o democratización? Debates en torno a las trans-
formaciones del nivel secundario”, en Ezcurra, A., Educación Superior: masificación y
nuevas formas de desigualdad. Algunas tendencias internacionales, Untref, Buenos Aires.
Referencias bibliográficas