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Interrogatorio Pediátrico

Este primer estudio propedéutico se restringe, en los primeros años de


la vida, al método indirecto; sin embargo, en los niños que ya hablan
deberá ser siempre mixto es decir, comprenderá los métodos indirecto y
directo que la materia nos enseña. Las preguntas serán metódicas,
dentro de lo posible, pero siempre lógicas, y serán dirigidas a los
familiares, sobre todo a la madre o a las personas que convivan más
directamente con el niño o, en última instancia, a los individuos que
lleven a consulta al pequeño, en el supuesto de que por la gravedad del
caso no se pueda esperar; si no fuera así, se pospondrá para que las
personas más ligadas al niño estén presentes (interrogatorio indirecto).
Este tipo de interrogatorio se hará durante la primera y la segunda
infancias, aunque en casos excepcionales se harán durante la tercera
infancia. Cuando el criterio clínico así lo requiera y el médico espere
obtener datos fehacientes del niño enfermo recurrirá a éste
(interrogatorio directo), pero siempre después de usar el indirecto
(interrogatorio mixto).

Como el interrogatorio no se obtiene del primer contacto con el niño,


sino de contactos diarios repetidos, en los centros nosocomiales tiene
gran importancia en su fase indirecta, al hacerlo al personal de
enfermeras y de residentes médicos.

Es posible que la persona que lleve al paciente al médico se impresione


por tal o cual síntoma que considere principal y que, sin embargo, para
el niño en sí y para el clínico, no lo sea; por ejemplo: un enfermo de
otitis media supurada unilateral, que no cursa con más sintomatología
ostensible para la madre que postración febril y diarrea, y que ella
puede atribuir a una infección intestinal pura. En tales circunstancias, la
madre dará mayor importancia a las evacuaciones diarreicas por ser el
síntoma más llamativo y concederá menor importancia a la secreción
ótica. Por tanto, en este caso la exploración del oído se considerará
secundaria o complementaria a fin de tranquilizar a la madre.

El que explora debe inspirar confianza no sólo al enfermo, como


habitualmente acontece en el caso del adulto, sino también a los
familiares y a las personas que lo lleven a solicitar atención médica. Esto
permite lograr una verdadera confianza múltiple, indispensable para
contar con la cooperación y la obediencia adecuadas respecto de las
indicaciones terapéuticas. En los preescolares se procurará buscar su
afecto a fin de facilitar las exploraciones subsecuentes.
En virtud de que la madre sufre moralmente al ver enfermo a su niño y
espera que el médico le informe sobre el estado de salud de aquél, es
necesario dedicarle unas cuantas frases de alivio y comprensión para
calmar su inestabilidad emotiva y obtener mayor lucidez en las
respuestas para hacer más fidedigno el valor del interrogatorio y más
viable la terapéutica.

El vocabulario de la conversación deberá incluir siempre frases de


cariño. A las madres les gusta que traten a sus hijos con afecto y a
éstos con mayor razón. Los diminutivos son recomendables, al igual que
hablarles por su nombre de pila, cosa que se preguntará aisladamente al
iniciar el interrogatorio.

Aun cuando en la elaboración de una historia clínica suele seguirse un


orden distinto, es necesario iniciar el interrogatorio con el motivo de la
consulta, que no siempre es el padecimiento actual. Esto es frecuente
en pediatría, pues a menudo se consulta al médico sobre aspectos
diferentes de la enfermedad, por ejemplo, horario de alimentación,
cambio de la misma, vacunas y control, entre otros, aunque en los
centros especializados a los cuales los pacientes se derivan de otras
clínicas para su atención especializada correspondiera al padecimiento
actual.

Así pues, la primera pregunta del pediatra deberá ser, ¿cuál es el motivo
de la consulta? Si el niño presenta signos de enfermedad se dejará a la
madre explayarse lo más ampliamente posible. Una vez que ésta
termine de relatar el padecimiento que aqueja a su hijo, será
conveniente que el médico le repita los síntomas que le ha referido y le
pida que recuerde otros que se le haya pasado mencionar. Este proceso
debería ser sistemático en pediatría y podría llamarse repetición de
síntomas. Con base en que el organismo enfermo no es quien puede
comunicar fielmente su sintomatología, sino que ésta, por decirlo así, la
describe quien la observa, resulta prudente dicha repetición, porque
hace cavilar a la madre sobre algo que pudo inadvertir y que podría ser
clave para integrar el diagnóstico.

Después del interrogatorio indirecto, el pediatra insistirá o preguntará,


¿desde cuándo lo ha notado enfermito? Es posible que la madre
conteste con la fecha en que el padecimiento se haya exacerbado o con
el día en que se inició la última presentación del mal, y que pase por
alto los pródromos. Como es necesario determinar la agudeza o la
cronicidad del proceso, se recomienda preguntarle: ¿Antes del día, mes
o año (fecha dada por la madre) su niño estaba completamente sano?
En caso de que la madre indique que no estaba completamente sano
será necesario insistir con esta pregunta: ¿En otras ocasiones ha estado
enfermo de lo mismo que ahora? Con dicha pregunta se circunscribirá
aún más la pregunta que antecedió. Para finalizar el escudriñamiento
general del motivo de la consulta, el médico interrogará: ¿A qué
atribuye usted la enfermedad de su niño? Se recomienda formular esta
pregunta hasta el final, ya que la madre se va sintiendo más en
confianza y puede orientarnos sobre la entidad nosológica, a pesar de
que al contestarla pase tal vez vergüenza y apuro. Esto puede suceder,
por ejemplo, en el caso de un lactante con un trastorno gastrointestinal
de tipo suboclusión alta producido por la ingestión de pelos y plumas de
un cojín que la madre le haya dado para entretenerlo, calmarlo e
incitarlo al sueño. Al igual que éste, pueden suceder infinidad de casos,
como la ingestión de cáusticos usados por las amas de casa para la
limpieza de los baños, de cremas para la cara y de grasa para el pelo;
cambios bruscos de temperatura en la habitación del pequeño, y falta de
alimento o exceso inadecuado ocasionado por miseria e incultura.

Una vez determinado el motivo de consulta o padecimiento actual


mediante las preguntas anteriores, se analiza cada una de las
manifestaciones de enfermedad. Es imprescindible destacar que el
análisis de los signos en el niño sobrepasa, con mucho, al de los
síntomas, por lo que se deberá inquirir minuciosamente sobre su
principio, caracteres y evolución hasta el momento actual en que se
explora. De esto se deduce por qué el facultativo debe cerciorarse de
antemano, con plenitud, quien ha sido la persona o las personas que
han estado más relacionadas con el pequeño, en cuyo caso le darán a
este primer método de exploración, por sí solo, cerca del 80% de
probabilidades para llegar a un juicio clínico correcto. Dicho porcentaje
disminuirá si los datos obtenidos son de "segunda mano", es decir, si el
o los portadores del relato lo obtuvieron de la persona que convivió más
estrechamente con el niño, como suele suceder en los centros
asistenciales, las guarderías infantiles o los hogares sustitutos.

Al terminar esta parte del interrogatorio, el clínico habrá detectado cuál


es el aparato o el sistema orgánico del niño que sufre principalmente y
tendrá una impresión diagnóstica más o menos correcta. A pesar de
ello, nunca deberá omitirse el interrogatorio sistematizado respecto de
órganos, aparatos y sistemas; se deberá iniciar por aquellos cuya
sintomatología sea más notoria y continuará con el que más nexos
fisiopatológicos tenga con el primero y con las complicaciones mas
frecuentes, y así sucesivamente con los restantes.

Los síntomas o signos se deberán investigar tomando en cuenta los


datos que se puedan obtener de los familiares, en el caso en que el
paciente, por su edad, no pueda manifestarlos. Es obvio que no se
preguntará sobre ciertos caracteres de un determinado tipo de dolor
abdominal (visceral o referido), puesto que a voces lo más que se podrá
obtener será una sospecha de su existencia y que, de interrogarse sus
caracteres, desacreditaría a quien así lo hiciera: Preguntar lo que se
sabe puede ser observable y encuadrable en la patología de los niños,
es lo conducente en propedéutica pediátrica.

Debido a que la primera infancia y parte de la segunda son las etapas


que más interesan al pediatra, y a que constituyen la base de diversidad
con el adulto (diferenciación en la fisiología y en la inmunología,
requerimientos alimentarios, particulares, etcétera), gran parte de esta
propedéutica se referirá a dichas etapas vitales.

En las líneas siguientes se indican los principales signos y síntomas de


los aparatos y sistemas del organismo infantil. Desde los puntos de vista
pedagógico y nomotécnico es pertinente seguir un orden determinado
en el interrogatorio respecto del cual, en este libro, se manifiesta lo más
característico y sobresaliente desde el nacimiento hasta la segunda
infancia. A partir de esta última etapa, el criterio clínico marcará la
pauta por seguir en el interrogatorio.

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