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ORIENTACION FAMILIAR CLARA

Sería conveniente desarrollar una serie de habilidades sociales. El médico


puede aprender y desarrollar para mejorar la comunicación con los pacientes.

 Comunicación no verbal. Siempre ayuda una sonrisa franca. También


son importantes la mirada, los movimientos de la cabeza, los gestos con
las manos y la distancia física. El volumen y tono de voz, la velocidad
del habla modula la comunicación.
 Habilidades verbales. Saludar y llamar al niño por su nombre. Usar
expresiones acordes con la situación. Las palabras pueden aliviar o
destruir. Usar un lenguaje accesible al nivel social, cultural y al idioma
del paciente.
 Escuchar de forma activa y paciente.
 Empatizar (ponerse en el lugar del otro), básico en la comunicación.
Ser cálido y cortés.
 Evitar factores que interfieren la comunicación: ruido, prisas,
ordenador.
 Controlar en lo posible la presión asistencial con agendas de calidad y
la receta electrónica.
 Evitar excesivos tecnicismos.
 Evitar el paternalismo y reconocer a los padres como responsables de
la crianza de los hijos.
 Alabar a los padres su esfuerzo y resultados. No criticarles los errores
ni culpabilizarlos.
 Educar a los padres a ser más autosuficientes.
 Enseñar a los cuidadores recursos fiables para familias disponibles en
internet e informarles sobre Asociaciones de Pacientes.

Por parte de la familia/paciente

Una manera de asegurar que su hijo reciba una buena atención médica es
colaborando con los profesionales. Una relación fluida con el pediatra
beneficiará a su hijo.

Antes de acudir a la consulta del pediatra, los padres deben recordar siempre
cuál es su función. Son los padres (no el pediatra), los responsables de la
crianza de sus hijos. El pediatra asesora, los padres crían, cuidan y educan.
No busque un hijo perfecto. Intente tener perspectivas razonables en el
pediatra. Use el sentido común.

Antes de la consulta

 Pedir cita, no acudir de urgencias o “sin cita”, sobre todo por procesos
banales. Usar el sentido común y hacer un buen uso de las urgencias.
 Intentar citar a todos sus hijos. No consultar problemas de los hermanos
en la misma visita.
 Hacer un resumen con los motivos de consulta. Preparar los informes
de urgencia y del especialista. Anotar cambios de medicación.
 Preparar al niño con cierta anticipación sobre la visita. El hecho de
hablarle sobre el pediatra en términos positivos puede favorecer una
buena relación entre ambos. No recurrir a amenazas del tipo el médico o
la enfermera te van a pinchar.
 También es útil representar roles y enseñar a su hijo cómo será la
visita. El pediatra te mirará dentro de la boca, las orejas, te auscultará el
pecho, te tocará la tripa, etc. Dígale a su hijo si algún procedimiento
puede ser molesto o doloroso, sin detalles alarmantes. Los niños pueden
tolerar el malestar o el dolor más fácilmente si se les avisa con
anticipación, y aprenden a confiar en sus padres si éstos son sinceros
con ellos.
 Asegurar al niño que le acompañará. Que el procedimiento es
necesario para solucionar su problema o para averiguar qué ocurre y
resolverlo. Es posible que los adolescentes prefieran que los padres no
estén presentes. O solamente quieran la presencia del progenitor del
mismo sexo. En tales casos, respete sus preferencias.
 Traer al niño con ropa fácil de quitar y poner.

Durante la consulta

 Intentar supervisar y contener al niño en lo posible. Si es posible, que


algún acompañante cuide de los otros hijos.
 Colaborar en la exploración.
 Usted y su hijo podrán formular al pediatra la información necesaria.
Preguntar sus dudas.
 Llegue a un acuerdo con su pediatra sobre las opciones de tratamiento.
 Asegúrese de comprender todas las indicaciones. Pida a su
pediatra información por escrito.
Paternalismo:
Tendencia a aplicar las formas de autoridad y protección propias del
padre en la familia tradicional a relaciones sociales de otro tipo ;
políticas , laborales , etc.

Cómo preparar al paciente al ingreso del hospital


Una cirugía o un ingreso hospitalario programado no suelen deberse a una
emergencia médica y, por tanto, ofrecen un tiempo previo en el que la familia
y el propio niño pueden prepararse para esta situación, a la que todos temen,
aunque de forma distinta. 

Sin embargo, con cierta frecuencia, las familias no sólo tienen sus propios
temores, sino que además no saben bien cuál es la mejor forma de preparar a
su hijo/a para esta nueva situación que puede suponer una importante fuente
de estrés para todos: para el propio niño, sus padres y madres, hermanos, otros
familiares, etc. Entonces, este tiempo de preparación fácilmente puede
tornarse en un periodo de incubación de miedos y de incremento de la
ansiedad.

El objetivo de esta guía es ofrecer unas pautas concretas y adaptadas a las


diferentes edades de los niños con las que puede prepararse a sí mismo y a su
hijo para afrontar de la mejor manera posible el ingreso en un hospital. 

¿Por qué es necesario preparar a los niños para una cirugía o un ingreso
hospitalario?

A pesar de todos los esfuerzos que los hospitales han hecho en los últimos
años para mejorar la calidad de la experiencia hospitalaria y reducir las fuentes
de estrés, el hecho en sí suele suscitar miedos en los niños y en sus familias. 

Para los adultos, los temores tienen que ver con los riesgos asociados a la
enfermedad y con su pronóstico, pero también con la pregunta de si van a
saber ayudar a su hijo a estar lo mejor posible. Para los niños, muchos temores
se centran en el miedo a ser separados de sus padres, el miedo al dolor y a los
pinchazos y otras fuentes de ansiedad que se detallan más adelante.  
Hay tres razones fundamentales para conceder importancia y esfuerzos a la
preparación de los niños para el ingreso en un hospital:

 La ansiedad de los padres e hijos se retroalimenta: cuanto más asustado


está el niño, más estrés experimentarán sus padres. Y cuanto más
estresados estén los padres, más temores y estrés experimentará el niño. 
 El estrés y la ansiedad no sólo tienen efectos sobre la experiencia en el
hospital, sino que inciden también en la recuperación de los niños, en su
sistema inmunológico y, en casos extremos, pueden generar incluso
secuelas conductuales y emocionales tras el alta.
 Para los niños, cada suceso que rompe la rutina diaria supone un
aprendizaje. En este caso, una cirugía y una hospitalización temprana
moldearán de forma importante sus posteriores experiencias similares.
Ofrecerle a tu hijo un buen modelo de afrontamiento es, pues, una
importante inversión en su futuro. 

¿Cuál es la mejor forma de hacerlo?

Con independencia de la edad del niño que va a ser hospitalizado, de modo


general se puede afirmar que la mejor manera de prepararlo para este suceso
es estar abierto a sus preguntas y temores y ser muy honestos con él. Esta
regla básica es válida tanto para procedimientos ambulatorios o rutinarios,
como para cirugías más complejas y hospitalizaciones debidas a necesidades
de tratamiento. 

Para afrontar mejor el estrés y poder regular sus emociones, los niños de todas
las edades necesitan tener unas nociones básicas, adaptadas a su edad, sobre
los siguientes aspectos:

 ¿Qué les van a hacer y por qué?


 ¿Qué está ocurriendo ahora mismo y cuál es el siguiente paso?
 Si van o no a estar acompañados por sus cuidadores principales.
 Cómo se pueden sentir antes, durante y después de la cirugía o las
prácticas médicas que le van a aplicar. 

Los pasos que proponemos en esta guía están destinados a anticipar estas
preguntas y responderlas de forma eficaz y tranquilizadora. 

Orientación familiar clara


Cuando un equipo médico te notifica que tu hijo necesita una cirugía y/o una
hospitalización, se te ocurren muchas preguntas. En la actualidad, la ventaja es
que los equipos médicos están muy bien preparados para orientar a sus
usuarios e incluso es posible que tomes la decisión junto a ellos. Las
principales preguntas que probablemente tengas en mente versarán sobre la
gravedad del diagnóstico, las opciones terapéuticas, el procedimiento de
elección, los riesgos, el pronóstico, etc. Necesitas respuestas para ellas.
Inicialmente, seguramente experimentarás una inquietud natural y funcional,
relacionada con la gravedad de lo que ocurre, pero también con el lógico afán
de proteger a tu hijo del posible sufrimiento y del miedo. Esta inquietud irá
cediendo a medida que obtengas más información y puedas procesarla. 
No obstante, para preparar de forma adecuada a tu hijo, necesitarás otras
respuestas distintas, puesto que tu hijo tiene preguntas diferentes. Necesitarás
saber sobre todo en qué situaciones podrás estar junto a él, si podrá tener junto
a él su juguete preferido, quién y cómo le bajará a quirófano, cuándo se
despertará de la anestesia y quien estará a su lado cuando esto ocurra, cómo
será la habitación a la que le llevarán, si podrán visitarlo sus hermanos y
amigos, qué podrá comer, etc. El mundo de los niños es más concreto que el
de los adultos y, por tanto, formula preguntas concretas. Sólo cuando estés
seguro de tener todas estas respuestas, estarás bien preparado para hablar con
tu hijo. 

Establecer relación de confianza y seguridad


El niño no suele querer ir al hospital. Es un lugar desconocido y lo que allí van
a hacerle puede resultar amenazante. Además, si tiene más de 3 o 4 años,
habrá oído a los adultos o a otros niños hablar del hospital y no habrá llegado
a la conclusión de que es un lugar divertido. Por tanto, es crucial que tu hijo
pueda entender que tiene un problema de salud que va a ser remediado en el
hospital. En otras palabras, debe de entender que ni la cirugía, ni los médicos
(o personal sanitario) ni el hospital son el problema, sino que forman parte de
la solución.
Describe pues el problema de salud con palabras sencillas, que no sean
técnicas. Es importante no usar palabras que puedan resultar alarmantes tales
como: te van a hacer un corte o te van a coser. Pon atención también en decir
te van a dormir: algunos niños puede que hayan oído esa expresión en el
contexto de la eutanasia de su mascota. Es mucho más efectivo describir bien
el problema, asegurarle a tu hijo que se lo van a solucionar tal como se lo
solucionan a otros muchos niños. Sólo si tu hijo quiere saber más detalles o
tiene más preguntas, ofrécele las respuestas que sean comprensibles a su
edad. No vayas mucho más allá de lo que el niño ha preguntado, sino que
invítalo a hacer más preguntas. 
No le mientas ni le prometas cosas que no va a poder cumplir. Si ante una
pregunta no sabes la respuesta, dile simplemente que no lo sabes.
Descríbele qué va a suceder y en qué orden ocurrirá

Para tu hijo es de vital importancia estar siempre orientado en lo que ocurre a


cada momento. Si se trata de un niño menor de 6 años, bastará con explicar
qué está pasando en el presente y cuál será el siguiente paso. Si es un niño de
edad superior, querrá saber a grandes rasgos cuáles son las fases por las que va
a pasar y luego le ayudarás a situarse en cada paso para saber qué le van a
hacer ahora mismo y que le espera después.

Unos ejemplos: 
 A un niño de 3 años, le podemos explicar que ahora salimos de casa
hacia el hospital y que cuando lleguemos allí nos enseñaran la
habitación dónde vamos a vivir los próximos días (es importante el
plural: vamos a vivir nosotros junto a él). Una vez en la habitación, le
podemos recordar que hemos venido al hospital a solucionar el
problema, que ésta es nuestra habitación para los próximos días y
que ahora vendrán a conocerle las enfermeras de la planta que,
previamente, le hemos enseñado camino a la habitación. Y así
sucesivamente.
 A un niño de más de 6 años, le habremos explicado que venimos a
estar 4 días en el hospital para solventar su problema, que primero
nos enseñarán la habitación en la que vamos a estar esos 4 días,
luego le vendrán a conocer y preparar las enfermeras, después
tendrá lugar la intervención y finalmente volverá a la habitación
dónde estaremos juntos hasta que el médico nos deje volver a casa.
Y en cada nueva fase le situaremos dentro de esa secuencia
temporal: ¿te acuerdas que hemos venido al hospital para que te
ayuden con el problema de tal? ¿Y que nos dieron la habitación en
la que vamos a vivir estos días? ¿Te acuerdas de que viene ahora?
¡Sí! Ahora vendrán las enfermeras…
Ayúdalo a gestionar sus miedos y su ansiedad
Algunos niños tienen básicamente dos temores en relación a su estancia en el
hospital: a sufrir dolor y estar solos durante su hospitalización (ver apartado
específico al final de la guía). Anticípate a estos miedos. 

En primer lugar ayuda a tu hijo a entender que esos miedos son perfectamente
normales y que también los adultos a menudo tenemos miedo en esas
situaciones, principalmente porque nos son desconocidas.  

A continuación, dale a tu hijo explicaciones honestas y veraces: no puedes


asegurarle que no tendrá dolor, pero sí puedes decirle que, si le duele algo, los
médicos y las enfermeras le ayudarán para que no sienta ese dolor. Tampoco
puedes afirmar que siempre estarás junto a él: por ejemplo cuando vaya a ser
intervenido no podrás en todas las ocasiones entrar al quirófano con él. Pero sí
puedes comprometerte (siempre informándote antes) a estar junto a él cuando
despierte, o cuando llegue a la habitación.  
Por su estructura de pensamiento concreto, los niños de edades comprendidas
entre los 3 y los 8 años pueden fácilmente interpretar que están enfermos, que
van a ser hospitalizados o que van a someterse a una cirugía porque han hecho
algo mal. Es decir, pueden interpretar lo que les está sucediendo como una
forma de castigo. Por este motivo, es importante presentar la hospitalización
como una solución a un problema, no como el problema en sí. Entender que
los profesionales del hospital y los padres y madres le están ayudando es la
principal estrategia de afrontamiento del estrés. 

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