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ESCUELA DE POSGRADO

MAESTRÍA EN INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA

MÉTODOS DE EVALUACIÓN Y DIAGNÓSTICO

ENSAYO

LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA Y SUS IMPLICANCIAS EN EL DIAGNÓSTICO


PSICOLÓGICO

AUTORES:

FLOR MARIBEL, ENRIQUEZ QUISPE

ANDY PAUL, GARCIA ORBE

CATEDRATICA:

MG. LORENA, FRIAS SAAVEDRA

TRUJILLO – PERU

2019.
RESUMEN

La importancia de la evaluación psicológica, por una parte, es el primer paso que


nos conduce a la planeación de la intervención y por otra, nos sirve como punto de
comparación para determinar el éxito de la terapia.

El objetivo del presente ensayo es exponer algunos conceptos clave que


caracterizan la evaluación psicológica y explicar que la evaluación psicológica va
más allá de pruebas y test , se abordará diferentes modelos de la evaluación
psicológica y pruebas psicológicas como apoyo al proceso de la evaluación
psicológica en la toma de decisiones que incluye varias tareas, operaciones y
acciones (llevadas a cabo en una determinada secuencia), con el objetivo de
responder a las demandas del cliente y que requiere un conocimiento psicológico
profundo y unas buenas habilidades profesionales.

diferencia entre el enfoque tradicional y el conductual, estriba en que en el primero


la evaluación y el tratamiento son independientes. Contrariamente, en el segundo,
la actividad evaluadora es inseparable del tratamiento y en ese sentido debe servir
de base para la intervención. Los instrumentos en parte del proceso de evaluación
cuyo propósito sirve de apoyo en descripción de condiciones, atributos para el
diagnóstico.
EVALUACION PSICOLÓGICA

La evaluación en psicología en sentido estrecho se refiere a diagnosticar, es decir detectar


la presencia de un estado, un conocimiento, una patología, etc., de acuerdo al campo en
donde se esté evaluando. En un sentido amplio el término de evaluación no se restringe
solo a diagnóstico, sino a todo un proceso cuya meta consiste en identificar, rotular,
seleccionar, plantear objetivos, intervenir, pronosticar y volver a evaluar si los objetivos
planteados se alcanzaron; su finalidad estriba sobre todo en su utilidad para la toma de
decisiones.

Desde este punto de vista entonces, la evaluación psicología no se considera únicamente


la aplicar de algún tipo de prueba o instrumentos con la finalidad de conocer el estado actual
de un sujeto o grupo de sujetos; en cuanto a algún atributo o problema psicológico ,sino
que va más allá y éste solo sería el primer paso de un proceso que involucra una toma de
decisiones que comprende a su vez seleccionar y plantear objetivos de terapia, seleccionar
las técnicas y estrategias para la intervención, evaluar continuamente para constatar que
los objetivos planteados se van alcanzando así como para detectar posibles problemas en
su consecución, no representa por tanto un fin en sí misma sino que persigue un objetivo
eminentemente práctico y como tal está al servicio de la disciplina; su objetivo fundamental
no es la explicación, sino la búsqueda de medidas prácticas de intervención .

La evaluación psicológica es un proceso indispensable en toda intervención ya que, por


lógica, no podemos planear una intervención si antes no tenemos información acerca del
problema del cliente, información que solo nos la puede proporcionar una correcta
evaluación.

La evaluación psicológica es considerada en la actualidad como aquella disciplina de la


psicología que se ocupa de la exploración y análisis del comportamiento de un sujeto o
grupo de sujetos a niveles de complejidad que se estime oportunos (motor, fisiológico,
cognitivo) con distintos objetivos básicos y aplicados (detección, descripción y diagnostico)
a través de un proceso de toma de decisiones en su conjunto utilizan y aplican una serie de
dispositivos, test y técnicas de medida y/o evaluación (Fernadez,1996)

Garaigordobil. M (1998), considera que, para que un proceso pueda considerarse como
evaluación psicológica, debe reunir tres requisitos:

a) La determinación de un contexto y un objetivo, esto es un evaluador, un evaluado,


una técnica o procedimiento de medida y una interpretación de los valores obtenidos
b) La existencia de un marco teórico que permita la ubicación de las hipótesis.
c) Poseer un sistema de categorías que permita la clasificación de resultados.
MODELOS DE EVALUACION PSICOLÓGICA

El seguimiento de un modelo, o la particular mezcla de varios de ellos, es la matriz originaria


de las prácticas evaluativas de los profesionales en la educación y en otros ámbitos. El
desconocimiento de los modelos existentes implica la ignorancia del “porque” de la
alternativa propia o enfoque por el que se opta. Una fundamentación apropiada de la
práctica profesional exige la profundización en el estudio de los supuestos teórico y
prácticos desde los que se parte.

La importancia que tienen los modelos en el desarrollo científico de la disciplina exige que
hagamos un breve análisis de su papel en relación con la teoría científica. La referencia a
los modelos, hoy común en manuales de diferentes disciplinas, viene al caso por su mayor
operatividad frente a las teorías. Esto no significa que entendamos los modelos separados
de las teorías, pues más bien son una subclase de ellas, siendo la función de ambos la
derivación de teoremas y la formulación de predicciones. Las diferencias de los modelos
frente a las teorías fueron destacadas por Boring (citado por Marx y Hillix, 1976

La validez de los diferentes modelos se establece según la confirmación o no de las


predicciones e hipótesis derivadas del mismo. No serán el número de seguidores que tenga
o el atractivo aparente lo que preste el valor científico al modelo (Carrobles, 1985d)

Al tener que evaluar y pasar por el proceso de la entrevista tenemos que hilar lo que dice
nuestro cliente según la teoría psicológica de nuestra formación como psicólogos; sin
embargo, lo ideal es que se manejemos los diferentes modelos teóricos para llevar la
entrevista eficazmente.

Existen seis modelos en evaluación psicológica según (Fenandez-Ballesteros2007)

1. Modelo del atributo:


supone que la conducta está en función de variables personales (intrapsíquicas o
genotípicas) y deben ser evaluadas mediante las manifestaciones externas de los
sujetos. Por ejemplo, la conducta tímida de un niño puede ser manifestado con la
introversión de este. Luego algunos autores predicen la conducta desde una serie
de comportamientos, otros. Por ejemplo, si se quiere predecir el rendimiento
académico de un niño, podemos hacerlo en función de manifestaciones actuales
presentes en un test de inteligencia.
 Variable objeto de análisis: Rasgos, factores, dimensiones, características.
 Técnica metódica: estrategias correlacionales.
 Técnicas: Test psicométricos, cuestionarios, test de ejecución.
 Inferencia: Nivel I y II / Nivel III
 Objetivos: Descripción, predicción, pseudo explicación.
 Contexto: investigación, educación, organizaciones, clínico.
2. Modelo dinámico:
Explica el comportamiento como una expresión de la condición interna de la
personalidad.
 Variable objeto de análisis: construcciones intrapsíquicas inconscientes,
estructuras, mecanismos.
 Técnica metódica: Observación clínica, estrategias correlacionales.
 Técnicas: técnicas proyectivas
 Inferencia: Nivel I, Nivel III, Nivel IV
 Objetivos: Descripción, clasificación, predicción, explicación.
 Contexto: clínico.
3. Modelo Médico:
Explica la conducta anormal partiendo de factores internos ya sean biológicos o
personales (intrapsíquicos).
 Variable objeto de análisis: entidades nosologías, trastornos neurobiológicos
 Técnica metódica: Observación, estrategias correlacionales y experimentales.
 Técnicas: exámenes, Test de ejecución, Escalas de observación, Aparatos.
 Inferencia: Nivel I y II / Nivel III y IV
 Objetivos: Descripción, clasificación, predicción, pronóstico, explicación y
rehabilitación.
 Contexto: Clínico.
4. Modelo Conductual:
El comportamiento se explica por interacciones entre la propia conducta y variables
de la persona y el ambiente. Por ejemplo, si un estudiante universitario tiene bajo
rendimiento académico debido a que no ha desarrollado hábitos de estudio en
interacción de los problemas económicos en casa.
 Variable objeto de análisis: Ambiente, conductas (motoras, fisiológicas y
cognitivas), persona (repertorios básicos de la conducta)
 Técnica metódica: observación, estrategias correlacionales y experimentales.
 Técnicas: Tests de observación, autoinformes, registros fisiológicos.
 Inferencia: Nivel I, II, III, IV.
 Objetivos: Descripción, predicción, explicación funcional, control.
 Contexto: educación, organizaciones, clínico, laboratorio.
5. Enfoque Cognitivo:
La conducta está en función de su forma de percibir el mundo, de su mente, es decir
de sus procesos y estructuras mentales internas. Por ejemplo, la preocupación de
una niña de 8 años por no engordar puede ser explicado por percepciones
distorsionadas.
 Variable objeto de análisis: representaciones, esquemas, fases del
procesamiento, estrategias y procesos cognitivos.
 Técnica metódica: observación, estrategias correlacionales y experimentales.
 Técnicas: ejecuciones (tiempo de reacción, aciertos/errores, RR fisiológico)
ante tareas cognitivas, pensamientos en voz alta.
 Inferencia: Nivel III y IV.
 Objetivos: Descripción, predicción, explicación, control.
 Contexto: educación, clínico, laboratorio.
6. Modelo Construccionista:
Como no se puede conocer la realidad, sino la que el individuo crea, este modelo
explica la conducta en función de las construcciones que usa el sujeto para describir
el mundo, el significado que se da a sí mismo, a las otras personas, objetos de la
realidad, etc.
 Variable objeto de análisis: conocimiento construido, constructos personales,
planes, significados.
 Técnica metódica: estrategias observaciones, hermenéutica.
 Técnicas: narrativa autobiográfica, técnicas subjetivas, documentos
personales.
 Inferencia: Nivel I, II, III y IV.
 Objetivos: Descripción, predicción, explicación, control.
 Contexto: clínico.
COMPARACIÓN EN LA EVALUACIÓN TRADICIONAL Y CONDUCTUAL

1. Evaluación Tradicional:
La evaluación tradicional se caracteriza por la existencia de constructos internos de
la personalidad que explican y determinan, en mayor o menor grado, la conducta del
sujeto. De modo que ésta es entendida como la manifestación indirecta de alguna
disposición interna, con lo que en opinión de ciertos autores se generan un máximo
de inferencias y se recogen muy pocos datos.

Debido a que los contenidos de los ítems de los test reflejan únicamente los rasgos
de personalidad del individuo: la conducta nunca es observada directamente, de ahí
que el modelo de evaluación tradicional tenga que valerse de métodos de medida
indirectos. Como por ejemplo pueden ser las técnicas proyectivas y las psicométricas.

Estas técnicas evaluativas han sido fuertemente criticadas por cuestiones


metodológicas de fiabilidad y validez. De hecho, a pesar de los enormes esfuerzos
realizados por los investigadores de la materia para operativizar y hacer objetivas las
técnicas proyectivas, estas, actualmente no pueden ser consideradas como
instrumentos científicos y precisos de evaluación.

Por otra parte, las técnicas psicométricas se valen de test estandarizados, construidos
en base a estrategias teórico-racionales, empíricas y factoriales, que pretenden
evaluar las variables organísmicas o rasgos del sujeto.

Pero a mediados de los años sesenta, se empieza a producir un fuerte


cuestionamiento de la adecuación de los instrumentos de medida tradicionales y tiene
lugar un importante giro hacia los determinantes situacionales de la conducta.

2. Evaluación Conductual:
La evaluación conductual trata de determinar de una manera operativa, objetiva y
cuantitativa las relaciones causales que surgen entre la conducta problema y los
factores que la provocan. De ahí que se incluyan tanto las conductas directamente
observadas como las encubiertas.
Desde una postura interaccionista, el enfoque conductual se caracteriza por explicar
la conducta en base a la interacción entre las variables organísmicas y las variables
situacionales (sujeto y ambiente). La evaluación se centrará en datos observables y
consistentes con la realidad empírica, de manera que los niveles de abstracción son
muy bajos. Por lo tanto, las respuestas del sujeto serán tomadas como una muestra
representativa de la conducta ocurrida ante situaciones ambientales que provocan,
mantiene o inhiben tales respuestas.

Segun Ballesteros, la gran diferencia entre el enfoque tradicional y el conductual, estriba en


que en el primero la evaluación y el tratamiento son independientes. Contrariamente, en el
segundo, la actividad evaluadora es inseparable del tratamiento y en ese sentido debe
servir de base para la intervención
PRUEBAS PSICOLÓGICAS DE APOYO AL PROCESO E EVALUACIÓN PSICOLÓGICA
La evaluación psicológica es un concepto más amplio que determinar la utilización o
aplicación de un instrumento psicométrico y se refiere a la actividad científica y profesional
de recoger, valorar e integrar la información sobre un sujeto utilizando en la medida de lo
posible diferentes fuentes de información y de acuerdo con un plan previamente
establecido, con el objetivo de responder a las demandas de un cliente.

En cuanto al proceso de evaluación psicológica esto se determina en la incorporación de


diferentes métodos, técnicas e instrumentos para el diagnóstico.

1. Test. - Es un dispositivo o procedimiento de evaluación mediante el que se obtiene


una muestra de la conducta del examina-do en un determinado dominio, muestra que
posterior-mente se puntúa y valora de modo normalizado (American Psychological
Association - APA, 1999). Las regulaciones mencionadas hacen referencia sólo a los
tests psicológicos o psicométricos.

En los puntos siguientes se señalan las características más distintivas que se han
propuesto para diferenciar estos dos conceptos:
1. La aplicación de tests se orienta principalmente a la medida, mientras que la
evaluación psicológica se orienta principalmente al problema o a la demanda.
2. La aplicación de tests se relaciona con dispositivos de medida estandarizados, en
tanto que la evaluación psicológica incluye otros procedimientos e instrumentos
de recogida de datos (y no sólo tests).
3. La aplicación de tests frecuentemente hace referencia a la descripción y estudio
de grupos o muestras de personas, en tanto que la evaluación psicológica se
centra en la descripción y análisis de personas individuales o casos únicos en una
situación o estado psicológico determinado.
En suma, la evaluación psicológica implica un proceso de toma de decisiones que incluye
varias tareas, operaciones y acciones (llevadas a cabo en una determinada secuencia), con
el objetivo de responder a las demandas del cliente y que requiere un conocimiento
psicológico profundo y unas buenas habilidades profesionales. Este proceso puede, al
menos hasta cierto punto, ser estandarizado y guiado por un cuerpo de pasos básicos
establecidos y aceptados por la comunidad científica y profesional. Finalmente, las
reglamentaciones sobre los tests deberían incluirse e integrarse en la regulación de la
correspondiente fase del proceso de evaluación.
CAMBIOS SIGNIFICATIVOS DEL DSM-5
El DSM-5 está organizado en tres secciones. La Sección I está dirigida a proporcionar
pautas para el uso clínico y forense del manual. La Sección II incluye los criterios y códigos
diagnósticos de los diferentes trastornos y, por último, la Sección III recoge medidas
dimensionales para la evaluación de los síntomas, criterios sobre la formulación cultural de
los trastornos y una propuesta alternativa sobre la conceptualización de los trastornos de
personalidad, así como una descripción de las condiciones clínicas que están actualmente
en estudio.

1. Cambios en la organización de los trastornos


A nivel estructural y organizativo, los cambios más destacables en el DSM-5 son la
eliminación del sistema multiaxial y la reorganización de los capítulos. Las
modificaciones habidas respecto al DSM-IV-TR figuran descritas en el Apéndice.

El DSM-5, como las ediciones anteriores de este manual, está basado en el modelo
categorial, que implica que cada categoría diagnóstica es diferente de la salud y del
resto de las categorías diagnósticas. Sin embargo, al ser conscientes sus autores de
las limitaciones del sistema categorial, incorporan, hasta cierto punto, un enfoque más
dimensional que en las ediciones anteriores. Así, por ejemplo, se analiza la severidad
mayor o menor de los síntomas (leve, moderado y severo) en diversos cuadros
clínicos (el trastorno depresivo mayor o los trastornos adictivos y relacionados con
sustancias).

Se ha eliminado el sistema multiaxial porque generaba distinciones artificiales y era


poco utilizado. Por ello, todas las categorías diagnósticas de los Ejes I y II del DSM-
IV-TR están incluidas en la misma sección (Sección II) en el DSM-5, con anotaciones
separadas en cada categoría para las condiciones médicas asociadas (antiguo Eje
III), para los factores psicosociales y ambientales (antiguo Eje IV) y para la
discapacidad, entendida esta como daño en el funcionamiento social, laboral o en
otras áreas significativas de la vida cotidiana (antiguo Eje V).

En la Sección III se incluyen en todos los grupos diagnósticos medidas dimensionales


de la severidad o de la frecuencia en las dos últimas semanas en trece conjuntos de
síntomas (doce en el caso de los niños y adolescentes), que abarcan la depresión, la
ira, la manía, la ansiedad, los síntomas somáticos, la ideación suicida, la psicosis, las
alteraciones del sueño, la memoria, los pensamientos y conductas repetitivas, la
disociación, el funcionamiento de la personalidad y el consumo de drogas. Cada uno
de estos ítems es valorado en una escala de 0 a 4 en función de su menor o mayor
gravedad/frecuencia. Asimismo, se incluye en esta Sección una Escala de Evaluación
de la Discapacidad de la Organización Mundial de la Salud, autoadministrada, de 36
ítems, que está orientada a evaluar las capacidades del sujeto adulto para llevar a
cabo actividades en seis áreas: comprensión y comunicación; movimientos;
autocuidado; relación con otras personas; actividades cotidianas; y participación en
la sociedad. Esta escala, que es más clara y rigurosa que la Escala de Evaluación
Global del Funcionamiento del DSM-IV-TR (2000) y que cuenta también con una
versión modificada para niños y adolescentes, evalúa de 1 a 5 cada una de las áreas
en función de la menor o mayor dificultad que ha tenido el sujeto en los últimos 30
días.

La organización global de los capítulos (y la específica de cada capítulo) tiene más


en consideración el ciclo vital que en las ediciones anteriores del DSM. Así, los
cuadros clínicos que se manifiestan en las primeras fases evolutivas (como, por
ejemplo, los trastornos del neurodesarrollo) figuran al principio del manual; los
trastornos que habitualmente aparecen en la adolescencia y en la edad adulta joven
(entre otros, los trastornos de ansiedad, depresivos o de la conducta alimentaria o los
trastornos del espectro de la esquizofrenia) se encuentran descritos en la parte
central; y, por último, los trastornos asociados a la vejez (trastornos neurocognitivos)
se hallan al final. Asimismo, en cada capítulo se describe la presentación de los
cuadros clínicos, cuando es preciso, en diferentes grupos de edad (por ejemplo, en
el trastorno de estrés postraumático o en los trastornos del sueño).

2. Novedades relativas a los diagnósticos específicos


En el ámbito infanto-juvenil los trastornos de inicio en la infancia, la niñez o la
adolescencia del DSM-IV-TR pasan a convertirse en el DSM-5 en trastornos del
neurodesarrollo. El retraso mental se denomina ahora discapacidad intelectual para
evitar el estigma social asociado a ese término y para hacer hincapié en la necesidad
de evaluar tanto la capacidad cognitiva (cociente de inteligencia) como el grado de
adaptación a la vida cotidiana. Asimismo, en este capítulo los trastornos
generalizados del desarrollo desaparecen como tales para integrarse en los
trastornos del espectro autista, que ahora engloban el trastorno autista, el trastorno
de Asperger, el trastorno desintegrativo infantil y el trastorno generalizado del
desarrollo no especificado. Estos cuatro cuadros clínicos responden a una única
condición con diferentes niveles de gravedad en el ámbito de la interacción social y
de las conductas limitadas y repetitivas. Respecto al trastorno por déficit de atención
con hiperactividad (TDAH), se ha establecido la edad anterior a los 12 años para la
aparición de los síntomas (antes era a los 7 años), pero las modificaciones más
importantes son la posibilidad de realizar este diagnóstico junto con un trastorno del
espectro autista (antes eran incompatibles) y, especialmente, la reducción del número
de síntomas para diagnosticar este cuadro clínico en la vida adulta.

En el capítulo del espectro de la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos, el cambio


más importante del DSM-5 es la desaparición de los subtipos de esquizofrenia del
DSM-IV-TR (paranoide, desorganizada, catatónica, indiferenciada y residual) porque
han mostrado una estabilidad diagnóstica limitada y porque no han respondido
diferencialmente al tratamiento (McGorry, 2010). Asimismo, el calificado en el DSM-
IV-TR como trastorno esquizotípico de la personalidad es considerado en el DSM-5,
sin modificar los síntomas, como perteneciente al espectro de la esquizofrenia
(además de estar incluido en el capítulo de los trastornos de personalidad).

El capítulo de los trastornos de ansiedad del DSM-5 supone un reagrupamiento


distinto de los cuadros clínicos indicados en la edición anterior. Lo más significativo
es la exclusión de este apartado del trastorno de estrés postraumático (TEPT) y del
trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), que ahora se describen en capítulos propios e
independientes para resaltar el carácter distintivo de la reexperimentación del suceso
traumático en el caso del TEPT o el de las obsesiones en el caso del TOC. Lo que se
incluye en este capítulo son las fobias (social, específica y agorafobia), el trastorno
de pánico, el trastorno de ansiedad generalizada y, además, el trastorno de ansiedad
de separación y el mutismo selectivo (este último muy asociado a las respuestas de
ansiedad), que figuraban en el DSM-IV-TR en el apartado de trastornos de inicio en
la infancia.
El nuevo capítulo del trastorno obsesivo-compulsivo y otros trastornos relacionados
recoge los apartados clásicos del TOC, del trastorno dismórfico corporal y de la
tricotilomanía, estos dos últimos incluidos en el apartado de trastornos de
somatización y de trastornos de control de los impulsos, respectivamente, en el DSM-
IV-TR, y añade algunos cuadros clínicos nuevos, como el trastorno de acumulación,
que era solo un síntoma del TOC en la versión anterior, y el trastorno de excoriación
(arrancarse compulsivamente la piel).

En cuanto al nuevo capítulo de los trastornos relacionados con el trauma y con el


estrés, se incluyen: el TEPT, que cuenta ahora, en lugar de tres, con cuatro grupos
de síntomas (reexperimentación, hiperactivación, evitación y alteraciones
cognitivas/cambios en el estado de ánimo) y que tiene criterios algo distintos para los
menores de 7 años; el trastorno de estrés agudo; los trastornos adaptativos, que
pueden surgir ante situaciones estresantes traumáticas o no traumáticas y que antes
figuraban como capítulo propio; y, finalmente, dos trastornos vinculados a los
problemas con el apego parental y que se manifiestan en la infancia: el trastorno
reactivo de la vinculación, relacionado con problemas internalizantes, y el trastorno
del comportamiento social desinhibido, más vinculado con conductas temerarias e
inadecuadas en las relaciones con adultos y con el TDAH.
Los trastornos depresivos y los trastornos bipolares se agrupan en capítulos distintos.
El capítulo de los trastornos depresivos incluye, además del trastorno depresivo
mayor y de la distimia, nuevos cuadros clínicos, como el trastorno disfórico
premenstrual o el trastorno del estado de ánimo disruptivo y no regulado, este último
orientado a niños y adolescentes (hasta los 18 años) con síntomas persistentes de
irritabilidad y episodios de descontrol conductual y que tiene el objetivo de evitar un
sobrediagnóstico del trastorno bipolar en la infancia. A su vez, el duelo no excluye el
diagnóstico de un episodio depresivo mayor. El DSM-IV-TR excluía de este
diagnóstico a las personas que mostraban dichos síntomas tras la pérdida de un ser
querido en los dos meses anteriores, pero el DSM-5 omite esta exclusión.

En el capítulo de los trastornos de la alimentación y de la conducta alimentaria,


además de la anorexia nerviosa y de la bulimia nerviosa, se integran la pica y la
rumiación (antes incluidos en los trastornos de la infancia y adolescencia) y se
incluyen en el DSM-5 como nuevos diagnósticos el trastorno evitativo/restrictivo de la
ingesta y el trastorno por atracón, que aporta como elemento diferencial de la bulimia
la ausencia de implicación en conductas compensatorias inadecuadas (purgarse,
hacer ejercicio excesivo e irracional, etcétera). En el apartado de la anorexia nerviosa
ya no se requiere la amenorrea como criterio para el diagnóstico porque hay
situaciones en que esta circunstancia no aparece (mujeres tomando anticonceptivos
o que han llegado a la menopuasia, hombres afectados por este cuadro clínico,
etcétera).

El capítulo del DSM-IV-TR referido a los trastornos relacionados con sustancias se


amplía en el DSM-5 y se denomina trastornos adictivos y relacionados con sustancias.
Es más preciso hablar de adicción que de dependencia porque la tolerancia y el
síndrome de abstinencia que caracterizan a la dependencia son respuestas que están
también presentes como respuesta a algunos psicofármacos (benzodiacepinas, por
ejemplo) y que no necesariamente indican la presencia de una adicción, que requiere
además el ansia por una droga o por una conducta placentera. De este modo, a las
adicciones químicas se añade el trastorno del juego (antes denominado juego
patológico e incluido en el DSM-IV-TR en el capítulo de trastornos del control de los
impulsos). Asimismo se abre el campo a futuros nuevos diagnósticos (adicción a
Internet o adicción al sexo, por ejemplo). El núcleo de este apartado es la adicción en
sí misma (el ansia por la droga/conducta placentera se ha incorporado como criterio
diagnóstico), independientemente de que esta sea generada por drogas o por
conductas placenteras, porque la sintomatología es similar y porque la activación del
sistema de recompensa cerebral es muy parecida. Asimismo, la distinción entre
dependencia y abuso desaparece y se toma en consideración el trastorno por uso de
sustancias, con diversos grados de gravedad (leve, moderado y severo).

Respecto al nuevo capítulo de los trastornos neurocognitivos, el DSM-5 recoge las


demencias y los trastornos amnésicos del DSM-IV-TR, pero incluye además un
apartado específico (y nuevo) para el trastorno neurocognitivo leve, que supone un
deterioro de las funciones cognitivas que no es meramente atribuible a la edad y que
interfiere negativamente en la vida cotidiana de la persona. Asimismo, se especifican
los trastornos neurocognitivos, ya sean severos o leves, en función de subtipos
etiológicos más amplios que en el DSM-IV-TR (enfermedad de Alzheimer, demencia
vascular, demencia frontotemporal, demencia de cuerpos de Lewy, lesión traumática
cerebral, enfermedad de Parkinson, infección por VIH, enfermedad de Huntington y
encefalopatía espongiforme).

El capítulo de los trastornos sexuales y de la identidad sexual del DSM-IV-TR se


desdobla en tres capítulos distintos en el DSM-5 (disfunciones sexuales, disforia de
género y trastornos parafílicos). Las disfunciones sexuales ya no se clasifican en
función del ciclo de la respuesta sexual, porque la distinción entre ciertas fases (por
ejemplo, deseo y activación) puede ser artificial, sino de forma más descriptiva y más
exigente en cuanto a la duración y la gravedad del trastorno. Asimismo, desaparece
el trastorno de aversión al sexo por su infrecuencia y se fusionan la dispareunia y el
vaginismo en el trastorno de penetración/dolor genital. A su vez, el capítulo de la
disforia de género, que pone el énfasis en la "incongruencia de género", es nuevo en
el DSM-5 y sustituye al trastorno de la identidad sexual del DSM-IV-TR. Por último,
en el capítulo de los trastornos parafílicos se establece una distinción entre las
parafilias y los trastornos parafílicos, que son parafilias que causan malestar a la
persona afectada o cuya satisfacción implica daño a terceras personas. Es decir, la
novedad del DSM-5 es que la parafilia es una condición necesaria, pero no suficiente,
para diagnosticar un trastorno parafílico. Asimismo, hay en el DSM-5 un nuevo
capítulo (trastornos del control de los impulsos, disruptivos y de conducta) que supone
una integración de dos capítulos del DSM-IV-TR y que abarca los trastornos
caracterizados por problemas en el autocontrol emocional y conductual. Del antiguo
capítulo de los trastornos del control de los impulsos se recogen ahora el trastorno
explosivo intermitente, lapiromanía y la cleptomanía; y del capítulo de los trastornos
de la infancia y adolescencia se incluyen ahora el trastorno negativista desafiante, el
trastorno de conducta y el trastorno de conductas disruptivas. Asimismo, el trastorno
antisocial de la personalidad se incluye tanto en este capítulo como en el referido a
los trastornos de personalidad. Respecto al trastorno negativista desafiante, se
agrupan los criterios en tres bloques (estado de ánimo de enfado o irritable, conductas
desafiantes y actitudes de venganza) para abarcar síntomas tanto cognitivos como
conductuales y se especifican criterios de frecuencia y severidad de los síntomas. En
el DSM-5 el trastorno explosivo intermitente incluye entre los arrebatos violentos, no
solo la agresividad física, sino también la violencia verbal y especifica los criterios de
frecuencia precisos para hacer el diagnóstico.
Mención aparte merece el capítulo de los trastornos de personalidad (TP). La
clasificación y el criterio categorial utilizados en el DSM-5 son los mismos que en el
DSM-IV-TR, excepto que ya no figuran en el Eje II. De este modo, se señalan tres
clusters que agrupan los diez trastornos específicos de personalidad:

a. Cluster A.- (trastornos paranoide, esquizoide y esquizotípico), vinculado a


personas con conductas extravagantes y excéntricas.
b. Cluster B.- (trastorno antisocial, límite, histriónico y narcisista), relacionado
con personas con conductas dramáticas, emocionales o erráticas.
c. Cluster C.- (evitativo, dependiente y obsesivo-compulsivo), referido a
personas con conductas de ansiedad.

Sin embargo, en la Sección III del DSM-5 se presenta adicionalmente un modelo


alternativo para los TP, que está basado en el daño causado por el funcionamiento
de la personalidad y en los rasgos de personalidad patológicos. Este enfoque agrupa
un número de TP más restrictivo (antisocial, evitativo, límite, narcisista, obsesivo-
compulsivo y esquizotípico) que, en el enfoque categorial, así como un trastorno de
personalidad-rasgo, referido a la presencia de un trastorno de personalidad que no
encaja en los criterios diagnósticos para los trastornos específicos y que sustituye al
trastorno de la personalidad no especificado del DSM-IV-TR.

CONCLUCIONES

Hablar de evaluación psicológica implica un proceso complejo que aplica también la


intervención e involucra el uso y aplicación de diferentes métodos, técnicas e instrumentos
para obtener información relevante del cliente esto permite generar hipótesis para
establecer una guía en el tratamiento.

Los instrumentos en parte del proceso de evaluación cuyo propósito sirve de apoyo en
descripción de condiciones, atributos para el diagnóstico.

En la actualidad se viene aplicando la evaluación conductual desde le enfoque contextual


e ideográfico revido a la contratación sujeto – ambiente (intrasujetos y sujeto consigo
mismo), desde la perspectiva correlacional – experimental basado en el análisis de
características individuales de orden temporal o fijas cuya validez se centra en el contenido
más que en la interpretación de los datos.
Bibliografía
- Fernandez-Ballesteros, R. (2007) Evaluación Psicológica Tomo I. España: Pirámide
CARMELO, I. A. (1997). EVALUACIÒN PSICOLÒGICA (LECCIONES
INTRODUCTORIAS). VASCO: ARGITALPEN ZERBITZUA.
FELICIA, G. L. (2007). INSTRUMENTOS DE EVALUCIÒN PSICOLÒGICA. LA HABANA:
CIENCIAS MEDICAS.

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