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TEMA 16
RELACIONES SINTÁCTICAS: SUJETO Y PREDICADO.
0. Introducción.
1. Problemas en torno al sujeto.
1.1. El sujeto gramatical
1.2. El sujeto lógico o semántico
1.3. El sujeto psicológico
2. Las oraciones unimembres.
2.1. Enunciados no oracionales
2.2. Oraciones impersonales
2.2.1. Impersonales gramaticales
2.2.2. Impersonales reflejas
2.2.3. Impersonales eventuales
2.2.4. Impersonales de infinitivo
3. Conclusión.
0. INTRODUCCIÓN
Se ha afirmado como axioma común que la principal función de la oración es la del sintagma o
constituyente que realiza la función de sujeto, ya que representa el eje de la misma y es el que
selecciona el tipo de predicado que puede comparecer con él. El predicado podrá contener mayor
riqueza semántica, pero a fin de cuentas es el sintagma que incide sobre el sujeto y el que se atiene
morfológicamente a él. En palabras de Jespersen, el sujeto es “aquello que constituye la base de un
ulterior desarrollo que dará lugar al predicado”.
Actualmente esta prominencia del sujeto no está tan aceptada, aunque se considere que
queda fuera del ámbito del verbo, ya que la oración se configura en torno a tres constituyentes, no
ya los dos tradicionales de los modelos anteriores de gramática generativa (SN-SV): SN, FLEX y SV.
Funcionalmente, el SV es el soporte del predicado y, junto con los morfemas flexivos, constituye el
pilar básico sobre el que se sustenta la existencia de la oración, pues éste es el que implica un
sujeto y no a la inversa. Lo que determina las relaciones de dependencia entre sujeto y predicado es
la flexión, que se compone de dos rasgos funcionales: uno de carácter verbal, el tiempo, y otro de
naturaleza nominal, que incluye número y persona. Dentro de este marco, la concordancia es
concebida específicamente como el resultado de la rección que el SV predicado, a través de la
flexión, ejerce sobre el SN sujeto.
La relación entre el sujeto y el predicado es, por tanto, un fenómeno gramatical y, como tal,
su análisis y caracterización compete a la gramática. Pero no hay que perder de vista que la
semántica es hoy un componente fundamental de la sintaxis, ya que determina la proyección de las
unidades y las relaciones que entre ellas se establecen. Por eso, tanto en el reconocimiento del
sujeto como en las relaciones que ésta establece con su predicado o posibles predicados, no
siempre las conocidas pautas de análisis formal y funcional tienen la última palabra.
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demás funciones nominales se les asigna un nivel inferior, como integrantes del sintagma verbal o
predicado. Es precisamente la posición estructural es rasgo que sirve de fundamento a la
caracterización del sujeto que, desde una perspectiva generativa, plantean Herranz y Brucart: “el
sujeto queda caracterizado como el nudo SN dominado inmediatamente por O”.
Uno de los problemas que plantea la definición del sujeto radica en que, si bien los rasgos
mencionados coinciden en los sujetos que podemos identificar como prototípicos, también puede
suceder que se hallen disociados. Es decir, puede ocurrir un sintagma nominal dado tenga ciertas
propiedades de sujeto pero no todas. Así, en Paco no ha sido elegido para el cargo, Paco es el SN
concordante con el verbo y puede identificarse, asimismo, como el tema del enunciado. Pero no es
el que realiza la acción sino la entidad que resulta afectada por ella. En español la concordancia con
el verbo, junto a la ausencia de preposición, son rasgos que permanecen constantes en los sujetos
de todos los enunciados que hemos presentado. Por ello no es de extrañar que sean los rasgos
morfosintácticos los criterios utilizados por un buen número de gramáticas actuales para delimitar
lo que diferencia a la función sintáctica sujeto. Pero, por lo que respecta a la validez de estas
características para definir lo peculiar de la función sujeto, debe tenerse en cuenta que las
propiedades de una función no se reducen a la forma de expresión, sin olvidar que los
procedimientos de expresión carecen en principio de validez interlingüística y difícilmente se
podrían buscar aquí los fundamentos universales de un concepto como el de sujeto.
La distinción entre sujeto gramatical y sujeto lógico fue introducida en los estudios
gramaticales ante la evidencia de que los rasgos morfosintácticos (concordancia con el verbo, caso
nominativo, etc.) y las características semánticas (tales como persona que realiza la acción)
tradicionalmente asociadas al sujeto no siempre coincidían en un mismo elemento, sino que podían
corresponder a diferentes unidades oracionales. En consecuencia, se reservó la denominación
“sujeto gramatical” para la unidad nominal que presentaba los rasgos morfosintácticos
característicos del sujeto, aun cuando no representase al agente de una acción (sujeto lógico) o
constituyese el tema del enunciado (sujeto psicológico).
Queda, pues, consignado que el reconocimiento del sujeto está predeterminado por la
concordancia, salvo casos anómalos que se examinarán próximamente. La gramática generativa
considera en este sentido que, al igual que el verbo selecciona sus argumentos internos, es decir,
los complementos con los que se combina para adquirir determinada significación, el sintagma
verbal es el que selecciona el argumento externo o sujeto. Se define, pues, el sujeto como aquel
elemento de la estructura argumental del verbo capaz de establecer con el SV, en virtud de su
posición estructural prominente, una relación de predicación. Además, según el principio de
proyección extendido, la existencia del sujeto es un requisito obligatorio del concepto oración, ya
que su presencia es necesaria para cotejar los rasgos de tiempo y concordancia de la flexión verbal,
incluso cuando dicho sujeto no está expresado léxicamente, sino a través de una categoría vacía o
nula, que se representa con la letra e.
De aquí que hoy se entienda el sujeto gramatical como un constituyente flexivo, expresado
en castellano por los morfemas desinenciales del verbo –frente a otras lenguas como el inglés o el
francés que, ante la homonimia de las desinencias, requieren la presencia obligada de pronombres
(I, you, he/she/it…, o je, tu, il/elle/on…), incluso en las construcciones impersonales- y con la
posibilidad de materializarse como sujeto léxico para precisar de modo inequívoco ese sujeto
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Con la denominación sujeto lógico, extendida en la segunda mitad del siglo XIX, se vino a
identificar al constituyente oracional que representaba al agente de la acción denotada por el
predicado, aun cuando no fuera el sujeto gramatical el sintagma concordante con el verbo. Por
ejemplo, en Su trabajo ha sido revisado por el jefe del departamento, el jefe del departamento sería
el sujeto lógico o semántico, puesto que alude a la persona que realiza a la acción de revisar. No es,
sin embargo, el sujeto gramatical; este papel corresponde a su trabajo, dado que es el sintagma
que controla la concordancia verbal. La distinción sujeto lógico-sujeto gramatical permitía, pues,
separar dos propiedades que, si bien se habían atribuido de forma conjunta a la función sintáctica
sujeto podían, de hecho, corresponder a diferentes unidades oracionales.
Las gramáticas de corte tradicional han venido asignando el carácter de agente a los sujetos
de voz activa y de paciente a los sujetos de la voz pasiva amparándose en el hecho supuesto de que
el verbo presupone la realización de una acción que puede ser llevada a cabo por el sujeto (voz
activa) o padecida por éste (voz pasiva), casuística desdeñada por los gramáticos estructurales, para
quienes no es lícito incorporar conceptos semánticas en la descripción funcional.
Según explica Salvador Gutiérrez Ordóñez (1997), el estrato semántico también conoce una
organización funcional. Como en el nivel sintáctico, las funciones son asimismo roles, papeles,
oficios o caracteres que asumen los componentes en el decurso. Ahora bien, la naturaleza de las
funciones semánticas no puede ser formal. Las funciones semánticas reflejan en grandes categorías
(agente, paciente, instrumento, beneficiario, etc.) los comportamientos y procesos de los realia que
se pretende describir. Así, una función como sujeto no significa nada en sí misma: hace referencia a
una forma de comportarse un segmento en la secuencia (sintagma nominal concordado en número
y persona con un sintagma verbal). Por el contrario, la función semántica “agente” significa que el
denotatum de un sintagma interviene en el proceso referido como causa eficiente y activa. Por lo
demás, el agente puede ser agente o no y hay sujetos que no son agentes.
La gramática de casos propuesta por Fillmore (1968) vino a poner un poco de luz en el tipo de
relación semántica que se establece entre el sujeto y predicado (que no verbo) a partir de la
consideración de que un agente sólo será tal si el predicado incorpora el sentido de acción
intencionada y voluntaria, pero no en los casos en que este sentido no aflore. Proponía el autor una
distinción basada en el concepto de casos, no ligada a la flexión nominal de las declinaciones sino a
conceptos profundos de la organización secuencial, por la que cabría hablar de, al menos, estas
otras categorías en el caso de la función sintáctica sujeto:
- Agente. Es el papel semántico de la expresión nominal que alude, en un enunciado, a la
entidad humana o animada que dirige y controla una acción. Así, en Eloísa barrió toda la casa con
alegría y en El trabajo fue revisado minuciosamente por el jefe, tanto Eloísa como el jefe son los
agentes de las acciones designadas por barrer y revisar.
- Causa. Es el papel semántico de la expresión nominal alusiva a la entidad animada o
inanimada que se presenta como el motivo generador de dicho proceso. Así, por ejemplo, el ruido
tendría el papel semántico de causa tanto en El ruido asustó al pequeño como en El pequeño se
asustó del ruido.
Se ha utilizado la denominación “construcción causativa” para aludir a determinadas
oraciones transitivas, como Aurora hirvió la leche o La crisis de los cuarenta aumentó su
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inestabilidad emocional, que, comparadas con las construcciones intransitivas formadas con los
mismos verbos –La leche hirvió, Su inestabilidad emocional aumentó-, presentan un argumento
más: la causa (su inestabilidad emocional) o el agente originador (Aurora) del proceso al que alude
el verbo.
- Fuerza. Aunque no goza del mismo grado de aceptación que los papeles semánticos
anteriores, se utiliza el término para aludir al papel semántico que se asigna a una entidad
inanimada, generalmente un fenómeno natural, que se presenta como causa desencadenante de
un proceso. Por ejemplo, en los enunciados El viento abrió la puerta y El clima dio a John nuevas
fuerzas, tanto a el viento como a el clima les correspondería el papel semántico de fuerza.
- Experimentador o experimentante. Es el papel semántico de la expresión nominal que
designa a la entidad humana o animada que experimenta un proceso afectivo o perceptivo. Así, por
ejemplo, el niño sería el experimentador del proceso al que alude conmover en la oración La
película conmovió al niño. En Agustín admira a los que se enriquecen con facilidad, el sintagma
Agustín designa a la entidad humana en la que tiene lugar el proceso afectivo denotado por
admirar.
- Meta. El uso de este término implica que la expresión nominal a la que se asigna estel
papel temático representa a una entidad considerada como el objetivo hacia el que se dirige la
actividad denotada por el predicado. Para Dik o Siewierska, meta es el papel temático de la entidad
afectada o efectuado por la acción de una fuerza o un agente. Así, conllevan el papel semántico
meta todos los sintagmas nominales destacados en los siguientes enunciados: Pamela rompió el
vaso, El piso fue alquilado en verano, John guardó su dinero en un calcetín viejo.
- Ubicación, locación o locativo. Se llama así al papel semántico que corresponde a la
entidad en la que se sitúa algo o en la que tiene lugar la acción, el estado o proceso a que hace
referencia el predicado. Por ejemplo, el constituyente Chicago tiene asignado el papel semántico
ubicación en el enunciado Chicago es caluroso en verano.
- Instrumento o instrumental. Es el papel semántico asignado a la expresión nominal que,
en una predicación, alude al objeto inanimado utilizado como medio para realizar una acción. Tal
es, por ejemplo, el papel de esta llave en Esta llave abre la puerta o de un palo de golf en El señor
marqués destrozó el rosal con un palo de golf.
Defendía también la existencia de relaciones entre los casos y las funciones sintácticas, de tal
manera que ante la presencia de, por ejemplo, un agente, un instrumental o una meta, el primero
desempeñará la función de sujeto antes que los otros dos.
oración aquello que, según indica Halliday refiriéndose al porqué de esta denominación, el hablante
tiene en mente al iniciar la producción de la cláusula.
A veces se produce un desajuste entre la estructura sintáctica (sujeto y predicado) y lo que
los praguenses denominan la estructura funcional: tema (aquello de lo que trata la oración) y rema
(lo que se anuncia acerca de este tema). Esta idea ya estaba en Hockett para quien el tema
coincidía con el sujeto, pues es “la persona o cosa de la que se dice algo” y el predicado con el
comentario, o “afirmación hecha”, hecho que no se aviene bien con el castellano, como muestra
este ejemplo: A Sansón lo traicionó Dalila. En este caso el sujeto gramatical aparece en posición
posverbal y el sujeto lógico es el constituyente que se configura al inicio de la oración como
información conocida (A Sansón) y sobre este tema o asunto se predica una afirmación.
Ahora bien, en español –en contraste con otras lenguas como el inglés- el orden de las
palabras no está sometido a la fórmula canónica sujeto-verbo-objeto, si bien, como afirma el
Esbozo, ésta suele ser la más frecuente, “no porque sea más lógica ni más regular, sino porque el
sujeto representa de ordinario el término conocido, la continuidad del discurso, en mayor número
de casos que los demás elementos oracionales juntos”.
El hecho de que el sujeto sea preverbal o posverbal depende, independientemente de la
estructura informativa, de algunos factores formales como:
a) La modalidad oracional. Atendiendo a este criterio, cabe diferenciar las oraciones no
marcadas de las marcadas, categoría en la que se incluyen:
- Las interrogativas parciales y las exclamativas introducidas por un QU- tienen sujeto
obligatoriamente pospuesto. En las interrogativas totales también aparece generalmente
pospuesto: ¿A quién ha llamado Juan?/*¿A quién Juan ha llamado? o ¡Qué tonterías dice
Pepe!/*¡Qué tonterías Pepe dice!
- En las imperativas, debido al carácter recuperable de tú y vosotros, estos no se configuran
en la oración, salvo en oraciones contrastivas y en este caso, pospuesto: Llama tú/ Pedídselo
vosotros. Si aparecieran antepuestos, el sentido de la secuencia cambiaría, pues sería una orden
atenuada con un reducido poder de coacción sobre el receptor.
b) La naturaleza léxica y formal del verbo. Atendiendo a este criterio, hay varios factores
destacables en el orden de los constituyentes oracionales:
- La presencia de un constituyente de carácter adverbial asociado al evento expresado por
el verbo: Aquí vivió Galdós/*Aquí Galdós vivió.
- La presencia de los llamados verbos pseudos-impersonales, que se definen como aquellos
cuyo sujeto suele ser o puede ser un nombre inanimado que se pospone al verbo y
semánticamente puede ser tomado como complemento directo. Suelen construirse con
complemento indirecto pronominal. Cabe citar entre otros: faltar, urgir, sobrar, pasar, ocurrir,
suceder, etc. Le faltan las pólizas/? Las pólizas le faltan.
- La presencia de predicados modales, deónticos, necesarios, etc. del tipo ser+necesario,
posible, preferible, obligatorio…, generalmente construidos con un sujeto oracional o en infinitivo.
- Las construcciones en que el sujeto se configura formalmente como una proposición
subordinada sustantiva (sea enunciativa o interrogativa directa), fórmula propia de los verbos que
denotan efectos psicológicos o físicos como doler, molestar, gustar, preocupar, agradar…, que
presentan un experimentante en forma pronominal o de sintagma preposicional que hace de CI y
un sujeto proposicional seleccionado como argumento interno.
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Los dos primeros casos comparten la ausencia de un agente y la selección de un sujeto que se
configura como argumento interno y no externo, lo que lo aproxima al CD, según intuían Alcina y
Blecua (1975), ya que estos verbos inacusativos seleccionan el argumento tema y mantienen una
relación con este de forma similar a la que mantiene un verbo transitivo con su CD. En los dos
últimos el hablante considera semánticamente el sujeto impersonal ante la ausencia de agente. Por
razón similar van pospuestos los sujetos de las construcciones de pasiva refleja.
c) La constitución del sintagma nominal sujeto. En la posposición del sujeto influyen estos
factores:
- Un fenómeno conocido como pesantez del constituyente, que se produce cuando éste
presenta una extensión mayor de la habitual: Ha telefoneado la propietaria del coche robado ayer
en pleno centro de Madrid.
- La presencia de sujetos sin artículo, ya que los sintagmas nominales conocidos con el
nombre de desnudos (sin determinante), en condiciones prosódicas neutras o no marcadas por el
énfasis, aparecen sólo detrás del verbo, condición restringida a los verbos ergativos (Faltan tropas
en Bosnia), ya que los transitivos (*Llevan tropas los alimentos) y los intransitivos puros (*Trabajan
tropas en Bosnia) exigen la presencia de un sintagma con determinante.
reserve el término enunciado para los casos en los que una secuencia con sentido no constituye una
oración de lengua.
Un fenómeno distinto es el que aparece en casos del tipo Mañana, si hace sol, Quizá sí o De
Juan, que carecen de sentido gramatical completo si no se apela al contexto verbal previo. Aquí sí
se puede hablar de elipsis de elementos consabidos, aparecidos en una secuencia anterior que
permiten interpretar correctamente las unidades citadas como respuesta a una pregunta del
interlocutor a partir del conocimiento de las reglas de la sintaxis. La elipsis debe, pues, entenderse
como una propiedad gramatical y no pragmática.
Dice el Esbozo de la Real Academia que las oraciones unimembres abundan especialmente
en el habla coloquial y también en ciertas obras literarias modernas que se esfuerzan por dar una
impresión primaria de las cosas. No obstante, son mucho más variadas las circunstancias
pragmáticas y discursivas que pueden acoger o conformar construcciones de este tipo. Así, no son
infrecuentes en cualquier registro lingüístico los enunciados exclamativos de tipo nominal como
¡Cuánta grosería! o ¡Menuda ganga! Contextos apelativos propician la aparición de expresiones
como ¡Fuera!, ¡Arriba, zánganos!, ¡Lejos de aquí!, etc. Circunstancias exhortativo-desiderativas más
o menos formularias conforman: Adiós, Muy buenas, Con Dios… Además de los titulares de noticias
en la prensa, los rótulos y letreros, los pies de fotografías, cuadros, etc. constituyen circunstancias
que favorecen la aparición de este tipo de construcciones: Salida, Privado, Pepito a los diez años en
Madrid, etc. Son estructuras lingüísticas que están condicionadas por el lugar o situación física en
que se presentan. A estas se añaden refranes, clichés y demás fórmulas de lengua fosilizada: Año de
nieves, año de bienes; ¡Qué tiempos aquellos!; Pero tú ni caso…
En las oraciones impersonales la cuestión es distinta. En este caso no existe sujeto, ni patente,
ni subyacente. Son verdaderas construcciones unimembres, integradas por un único constituyente,
que es un sintagma verbal. Esta idea se contradice con el concepto de oración como estructura
integrada por un sintagma nominal y un sintagma verbal, lo que se intenta rectificar cambiando
este concepto de oración por una caracterización basada en la presencia de un verbo en forma
personal. Esta idea supone invertir la relación sujeto-predicado y considerar que es el sujeto, en
cierto modo, el que completa al verbo y no a la inversa. Un desarrollo de este planteamiento lo
constituye la moderna gramática de dependencias, que tiene como texto fundacional la obra de L.
Tesnière Éléments de syntaxe structural (1959). Si en el análisis tradicional el sujeto se sitúa en el
mismo nivel jerárquico que el predicado, como corresponde a la estructura bimembre que se
atribuye al contenido de la oración, en esta concepción el sujeto no es más que uno de los actantes
puestos en relación por el verbo, y dependiente de él, como los demás complementos.
El concepto de impersonalidad se ha utilizado en gramática con cierta ambigüedad que
conviene disipar, pues se emplea tanto para referirse a las oraciones que carecen de sujeto
gramatical –impersonales sintácticas-, como para caracterizar a aquellas oraciones cuyo agente no
se explicita bien por desconocimiento, bien por no interesar su especificación o ser de carácter
general –impersonales semánticas-. Ahora bien, estamos ante dos fenómenos distintos: uno de
carácter formal que atañe a la existencia de predicados que no tienen la posibilidad de concordar
en número y persona con un sintagma nominal sujeto, ya por ser defectivos, ya por comportarse
como tales en ciertas construcciones. El otro es un fenómeno de carácter semántico que atañe a la
ausencia de un agente que ocupe la posición de sujeto gramatical. Cabe distinguir por ello dos tipos
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de impersonales en relación con la ausencia de sujeto y un tercer tipo de “falsas impersonales” con
sujeto formal pero no semántico, sin olvidar las oraciones impersonales de infinitivo.
Bello llama a este tipo de impersonales “anómalas” o “irregulares”, ya que carecen de sujeto,
no sólo porque no lo llevan sino porque, según el uso de la lengua o no pueden tenerlo o
regularmente no lo tienen. Los gramáticos de principios de siglo, como Benot, hablan de verbos
impersonales absolutos, cuyo significado se refiere a fenómenos metereológicos, como llover o
nevar, “que expresan fenómenos independientes de toda agencia personal”, es decir, que no
pueden referirse a personas, ya que se predican más bien de eventos o situaciones, salvo en usos
metafóricos, como Llueven las críticas sobre los políticos o el nerudiano A veces amanezco/aunque
mi alma está ausente. Este dato ha conducido también a la denominación de verbos unipersonales,
si bien no es muy correcto, ya que estos últimos sí presentan concordancia con un sujeto en tercera
persona (El tribunal abolió la ley), pero no los anteriores (*Él nevó).
En este mismo apartado deben incluirse dos usos impersonales distintos:
- Las construcciones con las formas verbales haber o hacer+CD y haber que+infinitivo.
Como el verbo haber usado como núcleo del predicado es un verbo unipersonal que se conjuga
sólo en las terceras personas del singular, no son correctos sus usos en las terceras personas del
plural: *Habían allí muchas personas.
- Las construcciones con los verbos ser y estar en tercera persona del singular. Cuando
llevan atributos locativos, temporales o eventivos (Es aquí. Es tarde. Está nublado), remiten a
fenómenos naturales que no se predican de ningún agente o causante lógico. La posición del sujeto
en todas estas oraciones es una posición vacía y no posee status argumental ni puede recibir un
papel temático. De aquí que muchas lenguas recurran a un elemento expletivo (il, en francés; it, en
inglés), a veces fonéticamente nulo, como en español, catalán o portugués.
Por último, también cabrían aquí determinados usos impersonales relativos que presentan
formas verbales convenir, urgir, bastar y sobrar en oraciones del tipo Basta con rellenar el impreso,
frente a oraciones con sujeto gramatical concordado (Me bastas tú) o con un sintagma nominal
sujeto pospuesto como argumento interno y complemento de persona clítico dativo (No me bastan
tus buenas intenciones).
Se llama así a las impersonales cuya estructura no surge del carácter estrictamente
impersonal del verbo, sino de procedimientos gramaticales sistemáticos: el verbo aparece en
tercera persona del singular acompañado de se (para muchos autores partícula o morfema, ya que
no se “declina”), que no se predica de un sujeto específico de tercera persona (él o ella), sino de un
uso inespecífico, equivalente al indefinido alguien, que encubre al actor o al quién de la acción,
estado o proceso verbal. No desempeña otra función en la oración.
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Existen tres tipos de oraciones de esta clase: con verbos intransitivos (Se vive bien en
Madrid); con verbos copulativos (Cuando se está enfermo, se pasa mal); y con verbos transitivos y
complementos directos de persona con la preposición a (Se aplaudió a los jugadores).
Bello sostenía la similitud entre dichas oraciones y las pasivas reflejas y consideraba a las
impersonales pasivas en su significado, lo que no es muy acertado dada la posibilidad de aparecer
con verbos intransitivos, así como la de llevar CD con preposición en verbos transitivos sin que
pueda comparecer un agente: Se amenazó a los obreros con el despido *por los empresarios.
El elemento se es, por tanto, activador de la impersonalidad al que se incorpora el valor de
argumento indeterminado léxicamente; de aquí que algunos gramáticos consideren la posición que
ocupa se propia de una categoría vacía marcada, cuya interpretación podrá ser existencial (existe un
x/ tal que x amenazó a los obreros) o universal.
Según De Miguel (1992), las características aspecto-temporales del sintagma verbal son
determinantes en la interpretación del se impersonal, ya que se aprecia una correlación entre
rasgos imperfectivos y la interpretación universal, así como entre rasgos perfectivos y la
interpretación existencial. También es relevante la presencia de ciertos adjuntos locativos en estas
estructuras que activan la lectura genérica: En Argentina se habla español.
Se recogen con este nombre diversos procedimientos de los que dispone la lengua,
especialmente en su variante coloquial, para evitar la alusión directa al sujeto. La más frecuente es
el uso de la tercera persona del plural con valor arbitrario: Llaman a la puerta. Ya han encontrado a
los culpables. Lo han dicho por la radio. Son casos en que la tercera persona no se relaciona
directamente con un sujeto léxico plural, pues la referencia puede ser la de un solo individuo. No
hay que confundir este tipo de impersonalidad con aquellos casos en que el sujeto en tercera
persona de plural es recuperable por el contexto: -¿Dónde están tus padres? –Acaban de salir.
A veces se consideran impersonales las oraciones cuyo sujeto es el indefinido (no el numeral)
uno, una, con valor generalizador o encubridor (del yo del hablante): Uno lo pasa bien aquí. Sin
embargo, desde el punto de vista sintáctico estas oraciones no pueden considerarse impersonales,
pues dicho indefinido desempeña la función de sujeto.
También puede perder la referencia deíctica la segunda persona del singular en condiciones
semejantes a las ya descritas por De Miguel en relación con los usos de los tiempos verbales: En
Madrid en verano te mueres de calor, pero no *En Madrid en verano te moriste de calor. El sujeto
gramatical en estos casos es el pronombre tú, bien esté explícito, bien esté implícito En cuanto a las
restricciones temporales, ponen de manifiesto que en determinados contextos los valores deícticos
de la categoría tiempo pueden neutralizarse, al igual que los de concordancia y que ambas
neutralizaciones están estrechamente ligadas.
Existen diferencias estilísticas en la selección de una construcción impersonal u otra, por lo
que no son conmutables en todos los contextos de uso:
- La construcción con uno, una se utiliza cuando el hablante se siente implicado de algún
modo: Una no puede estar fregando todo el día.
- La tercera persona del plural implica un agente específico y concreto aunque no se le
mencione: Aquí están fregando todo el día.
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- La segunda persona implica de modo más directo al oyente, al cual suele imaginarse en la
situación: Desde allí, si tuerces a la derecha, te encuentras con la plaza.
3. CONCLUSIÓN
La descripción de las relaciones sintácticas entre el sujeto y el predicado se originó a partir de
la concepción aristotélica de juicio lógico, entendido como la posibilidad de predicar propiedades o
accidentes de las sustancias. Dado que el concepto de oración se asimiló pronto al de la emisión de
un juicio lógico, también se asimilaron el concepto de sustancia al de sujeto y el de predicado al de
verbo, con lo que vinieron a confluir las realidades descritas por la lógica con las descripciones
gramaticales. Dicha confusión trajo consigo la posterior asociación entre el sujeto y la información
dada de la que se predica una información nueva, de modo que confluyeron los conceptos de tema
y rema con los de sujeto y predicado. En segundo lugar, entró en debate la caracterización de
oraciones en las que faltaba una de los dos constituyentes, con lo que se reformuló el concepto de
oración, abriéndose la posibilidad de concebir unidades menores con capacidad de transmitir
contenidos completos. Para ellas se reservó el término de frases o de oraciones unimembres,
cuando mayoritariamente respondían a enunciados no oracionales sino contextuales. En segundo
lugar, se pensó en considerarlos indiscriminadamente como oraciones con elementos elididos, ya
fueran del sujeto o del predicado. Hoy prefiere reservarse el término elíptico para aquellas
unidades que son recuperables por el contexto verbal y el de enunciado para aquellas secuencias
que omiten elementos que la situación extralingüística aporta sin necesidad de su formulación
explícita.
El sujeto ha sido considerado como la función principal de la oración, ya que era éste el que
constituía la base de un posterior desarrollo que daría lugar al predicado. La gramática generativa
hasta los años 80 mantuvo que SN y SV, respectivamente sujeto y predicado, eran los
constituyentes inmediatos de la oración. A partir de la Teoría de la Rección y Ligamento, el SV es el
soporte básico de la oración, que se configura con un núcleo funcional que es la flexión, que es el
que proyecta a los restantes, si bien en su proyección inmediata aparece primero el SV, que domina
al sujeto, ya que la selección del sujeto se realiza a partir de la caracterización del SV.
Otros problemas en torno al sujeto son los que se refieren a la perspectiva que se adopta para
la correcta caracterización. Distinguimos en este sentido tres tipos de sujeto:
-Sujeto gramatical. Es el que concuerda en número y persona con el verbo y se manifiesta en
forma de categoría vacía (normalmente en los usos de 1ª y 2ª persona del singular), como categoría
léxica (ya sea ésta un sintagma nominal, un pronombre o una proposición subordinada) o como
categoría nula (en el caso de las oraciones impersonales).
-Sujeto lógico o semántico. Tradicionalmente se ha asociado al agente de la acción en las
oraciones activas y con el paciente en las oraciones pasivas. Hoy en día, de acuerdo con la teoría de
los papeles temáticos, se ha ampliado.
-Sujeto psicológico. Es aquel que el hablante considera como tema de su conversación y suele
ocupar la posición inicial de la oración. Obviamente, no siempre coincide ni con el sujeto gramatical
ni con el sujeto semántico.
También debe repararse en los casos de discordancias posibles entre los rasgos de la flexión
nominal del verbo y del sujeto y las causas que provocan lo que aparentemente es una anomalía.
Por último, nos hemos referido a las oraciones impersonales, que son aquellas en las que se
da una pérdida de los valores deícticos o referenciales de las personas gramaticales del verbo, ya
sea porque no la pueden presentar (caso de las impersonales absolutas o gramaticales), ya sea
porque en determinados contextos quedan sustituidas por un sentido genérico (universal) o
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indefinido (existencial). En este bloque se incluyen las impersonales semánticas: las impersonales
reflejas (que no deben confundirse con las pasivas reflejas, que siempre tienen un sujeto formal),
las impersonales ocasionales o eventuales (preferentemente asociadas a las terceras personas del
plural) y las impersonales de infinitivo.
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