Está en la página 1de 3

TEMA 4. PALABRA VS MORFEMA.

La palabra.

Desde los griegos hasta Saussure, hay un convencimiento de que la palabra es una unidad formal aislada de la
gramática. Este convencimiento existe debido a varias razones:

1. La palabra es un signo del pensamiento y constituye la unidad básica del análisis lógico.

2. La palabra es, además, una unidad aislada. Esta concepción se ve reforzada por el análisis sintáctico, que no es más
que la combinación de palabras aisladas para formar oraciones.

3. La idea de palabra aislada se ve reforzada por la existencia de los diccionarios , que son inventarios de palabras 
surge la necesidad de explicar qué significan.

4. En la escritura las palabras van entre espacios en blanco. Por tanto, se distinguen.

Llegado el siglo XX, el convencimiento de que la palabra es una unidad aislada comienza a cuestionarse por inducción
de Saussure:
Saussure sostenía que la lengua escrita es una lengua manipulada y consciente, mucho más elaborada y que se ajusta
con más rigor a las reglas. Por tanto, la lengua escrita no debía interesar al lingüista, pero sí debía hacerlo la lengua
oral. La gramática estructural cambia su perspectiva y objeto de estudio: se centra en el estudio de la lengua oral y
no escrita.

Problemas a la hora de definir la lengua oral:

1. Nos encontramos con un grave problema a la hora de delimitar la palabra: mientras que en la lengua escrita la
palabra se ve delimitada entre espacios en blanco, en el flujo oral no hay cortes entre ellas.

2. Otro problema apuntado por Saussure, es que, la palabra es una unidad de carácter abstracto, que se puede realizar
fonológicamente de modos distintos. Una lingüística que quiere ser formal no puede basarse en una palabra que es una
abstracción. Puesto que, la unidad de palabra, muchas veces, no se corresponde con la unidad de significado, sino con
la suma de varios elementos (guardia civil). En la lengua escrita, por tanto, existe una falta de correspondencia entre
unidad y significado.

Según Saussure, puesto que la palabra es una unidad abstracta, es necesario dejarla fuera de los estudios gramaticales
y es necesaria llamarla “signo lingüístico”  es la reunión de una secuencia de sonidos con un significado.

A partir de entonces la definición de palabra entra en crisis, y se impone la necesidad de tratar de delimitar la palabra
en el flujo oral. Una serie de lingüistas proponen diferentes soluciones para definir la palabra e intentar delimitarla:

1. Meillet  Fue discípulo de Saussure y tiene el mérito fundamental de ser el primero que aplica el modelo
estructural al modelo diacrónico histórico. Define la palabra como la asociación de un sentido a un conjunto de
sonidos. Sin embargo, sigue sin resolver dónde se encuentran los límites de las palabras.

2. K. Bühler  con su obra Teoría del lenguaje (1934), tuvo una influencia enorme en toda la lingüística europea. En
la misma línea de Saussure, establece la siguiente definición: "no todos los conjuntos de sonidos son una palabra,
solo aquellos que tienen un carácter fonemático (la palabra tiene que estar organizada por las reglas fonológicas de
cada lengua)”. Esto nos obliga a separar de las clases de palabras a las interjecciones, pues no están configuradas
fonológicamente: uf posee en posición final una consonante que en español nunca ocupa dicha posición.

3. El lingüista que da la clave para definir la palabra con precisión es Bloomfield.


Distingue entre dos clases de formas: la forma libre y la forma ligada. Una forma libre es la que por sí misma puede
constituir un enunciado completo y una forma ligada es la que necesariamente va soldada a otra unidad, por lo tanto,
por si misma no puede constituir un enunciado completo.
Establecida esta distinción, Bloomfield define “palabra” de la siguiente manera: es la forma libre mínima. Es decir, es
aquella forma que por sí misma puede constituir un enunciado completo.
Sin embargo, esta definición presenta un problema expuesto por el mismo Bloomfield, y es que, deja fuera de la
consideración de palabras al artículo, que no es forma libre mínima.
4. Posteriormente, hay un lingüista norteamericano que da con la clave de todo este problema: R. H. Robins inspirado
en Bloomfield proporciona tres principios formales para identificar la palabra:

1. Una unidad es una palabra si sus elementos constitutivos no pueden reordenarse de otro modo.
2. Una unidad es palabra si puede cambiar de posición en una oración.
3. Una unidad es una palabra si tiene límites fijos (es decir, entre dos palabras siempre es posible insertar otro
elemento).
Aplicando estos criterios al artículo, incumple una de las tres condiciones: no puede cambiar de posición en la oración.
Los morfemas incumplen también el segundo criterio y tercer criterio, no tienen límites fijos puesto que van soldados
a otros elementos. Entonces, Robins señala que, si se incumple una de las tres condiciones, no se trata de una palabra
tan plena como la que satisfacen los tres criterios (casa).
Entonces, Robins señala que, el artículo incumple una sola condición, por tanto, parece excesivo asimilar el artículo a
la clase de los morfemas que tampoco tienen movilidad posicional, puesto que, además, el artículo participa en las
cualidades de las palabras que tienen límites fijos. Por ello, Robins, propone llamar a los artículos palabras
fronterizas: están entre los morfemas y las palabras, pero no son morfemas.

Tres conclusiones: negar validez absoluta a Bloomfield porque excluye al artículo, si aplicamos el criterio 1 y 3 de
Robins obtenemos un inventario de todas las palabras de una lengua y si aplicamos el 2 también quedan fuera aquellas
palabras que carecen de movilidad funcional (artículos).

PROBLEMAS DE LAS PALABRAS.

Los compuestos, ¿son una o más palabras?


Según Martinet, el rasgo común de los compuestos es la unidad semántica del sintagma. Cuando el hablante
selecciona un compuesto lo selecciona buscando un único concepto. Ej.: [perro policía]

El problema de esta definición es que muchos compuestos han sido antes sintagmas y muchos de ellos están aún en el
paso de sintagma a compuesto, y en ese paso, no es igual la conciencia de los hablantes: no sabemos si eligen una o
dos palabras.
Para identificar si se trata de una o dos palabras, no nos sirve el criterio ortográfico. El criterio más fiable es el
comportamiento distribucional: perro (muy) policía  debido a que no se puede insertar el cuantificador “muy” entre
ambas palabras, se trata de un compuesto. Frente a “perro (muy) peligroso”, en este caso se trata de un sintagma, pues
puedo introducir nuevos elementos entre ambas palabras.
Además, para hablar de un compuesto, basta con que sea bilexemático. Ej.: termostato  dos significados léxicos.

Las interjecciones, ¿son palabras?


Si aplicamos la definición de palabra de Bloomfield (forma libre mínima), consideramos a las interjecciones palabras.
Sin embargo, surgen cuatro problemas:

1. Bühler: no todos los conjuntos de sonidos son una palabra, solo aquellos que tienen un carácter fonemático
(se ajustan a las reglas fonológicas de cada lengua). Las interjecciones, no lo están.
2. En una configuración oracional cualquiera, no puede haber una interjección porque va aislada de ella. La
interjección no admite el estilo indirecto libre.
3. Las interjecciones son inanalizables.
4. Pragmáticamente, solo se pueden utilizar en contextos de relación afectiva muy viva.

Así, la interjección sería una entidad pre-gramatical (no organizada por la conciencia) y pertenecería a un nivel del
lenguaje humano que se corresponde con el de los actos reflejos condicionados. Son capaces de desempeñar las
funciones del lenguaje establecidas por Bühler: función apelativa (pss), expresiva (¡ay!), representativa (y…¡pum!).

Según el “Manual de lingüística” de J. Dubois  las interjecciones son palabras invariables aisladas que forman
una oración por sí mismas sin relación con las demás oraciones y expresan una relación afectiva muy viva.
El morfema.
El modelo estructural define al morfema como la unidad mínima significativa o signo mínimo.
 Para que un segmento pueda ser considerado morfema es imprescindible que posea significado. Esto
diferencia a los morfemas de los fonemas.
El sufijo -uzco, por ejemplo, es un morfema prototípico  tiene siempre la misma forma y siempre el mismo
significado  “tiende a” (forma y significado recurrente). Blanco > blanc-uzco

Sin embargo, esta definición no resulta adecuada si se analizan otro tipo de morfemas.
El prefijo re- no tiene un significado constante, por lo que no se le puede aplicar la definición de signo mínimo. En
este caso, este prefijo no es un signo mínimo, pues no tiene significado, pero desempeña una función  diferenciar
significados.

Re-
Es- -coger unidades distintivas
a-
en-

 -[A]
Función de configurar fonológicamente la palabra  cant- a- r  la -a- tiene únicamente la función de configuradora
de palabra. Da pues la impresión de que hay morfemas que son simplemente marcas distintivas que carecen de
significado.

Por tanto, el morfema, según lo visto, requiere una definición más compleja que la de signo mínimo. Se puede definir
como un conjunto de propiedades las cuales deberá cumplir en mayor medida (hay una gradación en los morfemas 
del que cumpla más a menos propiedades):
1. Ser un constituyente de la primera articulación.
2. Debe tener una función distintiva o configuradora de la palabra.
3. Debe haber una asociación regular o biunívoca entre la forma y el significado (debe asociarse a un
determinado significado).

Vistas todas estas condiciones, basta con que un segmento cumpla la primera condición para considerarlo morfema.
Los morfemas son cada vez más completos cuantas más propiedades cumplen.

Tipos:
o Forma recurrente + significado recurrente (-uzco)
o Forma parcialmente recurrente + significado recurrente (jug- , jueg)
o Forma totalmente diferente + significado recurrente (fu-, er-)
o Forma recurrente, con función distintiva (a, es + coger)
o Forma recurrente con función conformadora de la palabra (cant-a-r)
o Forma recurrente con significado cero (bar-ec-ito)

También podría gustarte