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Cuando los cuarenta ladrones regresaron a su cueva, vieron Al llegar a su casa, llamó a su esclava Morgana para que le ayu-
que diez mulas cargadas con grandes cofres estaban atadas a los dase a descargar los sacos. Aquella esclava era una joven a la que
árboles. El jefe se decidió a entrar en la cueva y levantando su Alí Babá y su esposa habían recogido de pequeña y criado como si
sable ante la puerta invisible, pronunció la fórmula mágica. Al fuese una hija. La joven era agradable, educada e inteligente para
momento la roca se abrió. Kasín se había escondido en un rin- resolver cuestiones difíciles. Alí Babá le contó el fin de su hermano,
cón. Cuando oyó pronunciar la palabra sésamo maldijo su mala añadiendo: –Su cuerpo está sobre el tercer asno. Es preciso que en-
memoria y, apenas vio que la puerta se entreabría, se lanzó hacia cuentres algún medio para hacerlo enterrar como si hubiese muer-
fuera con tan poca prudencia que chocó contra el jefe de los cua- to de muerte natural, sin que nadie pueda sospechar la verdad–.
renta ladrones. Los bandidos se abalanzaron sobre Kasín y con
sus sables lo descuartizaron en un abrir y cerrar de ojos. El leñador, entonces, fue a dar la noticia a la esposa de Kasín
quien comenzó a dar alaridos. Pero Alí Babá supo calmarla para no
La esposa de Kasín, mientras tanto, vio que la noche llegaba llamar la atención de los vecinos. –Si en medio de esta desgracia
y se alarmó porque su marido no regresaba. Entonces, decidió sin remedio que se abate sobre ti –le dijo–, hay alguna cosa capaz
a ir a buscar a Alí Babá: –¡Oh, hermano de mi esposo! Kasín ha de consolarte, yo te ofrezco la mitad de los bienes que Alah me ha
ido al bosque y todavía no ha vuelto a pesar de lo avanzado de la dado, pero debemos protegernos de los bandoleros guardando el
noche–. Alí Babá se alarmó también pero tranquilizó a la mujer secreto–. Ella comprendió y evitó divulgar la muerte de su esposo.
de su hermano pues cualquier búsqueda sería inútil en la noche La joven Morgana, por su parte, no había perdido el tiempo. Había
sombría. Con las primeras luces de la mañana, el leñador aban- ido a la tienda del mercader de medicamentos y había compra-
donó su casa seguido de sus tres asnos. Al aproximarse a la roca do una especie de jarabe para enfermedades graves. El mercader
con voz temblorosa pronunció las palabras mágicas y entró en la preguntó quién estaba enfermo en la casa de su amo. Morgana,
caverna. El espectáculo de los miembros descuartizados de Ka- suspirando, le había respondido: –¡Oh calamidad! El mal aqueja al
sín lo hizo caer, llorando, de rodillas. Recogió de la caverna dos hermano de mi amo pero nadie conoce su enfermedad. Está inmó-
grandes sacos, metió en ellos el cuerpo y, poniéndolos sobre uno vil, ciego y sordo y su rostro tiene el color del azafrán–.
Una vez que regresó, la muchacha tomó el cuerpo reconstruido –Es condición imprescindible que llegues a ciegas, sin poder reconocer el camino que
recorres guiado por mi mano.
de Kasín, lo perfumó con incienso y lo amortajó ayudada por Alí