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El término ciudadanía proviene del vocablo latino civitas, que significa ciudad-estado y su origen
se remonta a la antigua Grecia. En el Ecuador, como en el resto del mundo, la ciudadanía se ha
ampliado en un proceso histórico de extensión de la democracia. Cuando se fundó la República,
se consideraba ciudadanos solo a los mayores de 21 años, varones, alfabetos, que tuvieran
ingresos permanentes o propiedades y que no fueran sirvientes o empleados de otros. En 1861
se suprimió el requisito de propiedad y la prohibición de ser trabajador dependiente para elegir.
En 1884 se eliminó la base de propiedad para ser elegido.
Con la Revolución Liberal se extendió la ciudadanía a ciertos sectores campesinos, pero solo en
1928 se estableció el voto de la mujer, gracias a la lucha de destacadas figuras como Matilde
Hidalgo de Procel. Con el desarrollo acelerado del alfabetismo de los años cincuenta y sesenta
creció el número de los ciudadanos electores.
Políticos:
Los ecuatorianos gozan de los siguientes derechos:
Elegir y ser elegidos.
Participar en el ejercicio del poder:
Conformar partidos y movimientos políticos.
Afiliarse o desafiliarse libremente de ellos.
Participar en todas las decisiones que estos adopten.
Sociales:
Derecho a un nivel mínimo de vida: El elemento fundamental en el desarrollo ciudadano es
el impulso de la educación, que prepara para la vida y el trabajo. Al mismo tiempo consolida
una visión del país, de su realidad y su futuro. Los servicios de salud son elemento básico
del desarrollo. Solo un pueblo sano es capaz de educarse, de trabajar productivamente y de
ejercer sus derechos y deberes ciudadanos.
Derecho al desarrollo cultural: El sistema económico es social y solidario y tiene por objetivo
garantizar la producción que posibilite el Buen Vivir. El derecho a participar en la vida cultural
de la comunidad. El derecho a la identidad personal y colectiva, cultural y religiosa, lingüística,
política y social.
Civiles:
Libertades individuales:
Todas las personas nacen libres.
No habrá pena de muerte.
El derecho al libre desarrollo de la personalidad, sin más limitaciones que los derechos
de los demás.
El derecho a tomar decisiones libres, informadas, voluntarias y responsables sobre su
sexualidad, y su vida y orientación sexual. El estado promoverá el acceso a los medios
necesarios para que estas decisiones se den en condiciones seguras.
El derecho a tomar decisiones libres, responsables e informadas sobre su salud y vida
reproductiva y a decidir cuándo y cuántos hijos tener.