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Este documento analiza cómo Blade Runner es una película gnóstica. Explica brevemente los principales conceptos y mitos del gnosticismo y cómo estos se reflejan en la trama, personajes y símbolos de la película, incluyendo la naturaleza divina de los replicantes y la búsqueda de la iluminación espiritual. También señala que Ridley Scott y otros involucrados en la película estaban familiarizados con estas ideas gnósticas.
Este documento analiza cómo Blade Runner es una película gnóstica. Explica brevemente los principales conceptos y mitos del gnosticismo y cómo estos se reflejan en la trama, personajes y símbolos de la película, incluyendo la naturaleza divina de los replicantes y la búsqueda de la iluminación espiritual. También señala que Ridley Scott y otros involucrados en la película estaban familiarizados con estas ideas gnósticas.
Este documento analiza cómo Blade Runner es una película gnóstica. Explica brevemente los principales conceptos y mitos del gnosticismo y cómo estos se reflejan en la trama, personajes y símbolos de la película, incluyendo la naturaleza divina de los replicantes y la búsqueda de la iluminación espiritual. También señala que Ridley Scott y otros involucrados en la película estaban familiarizados con estas ideas gnósticas.
—¿No te das cuenta de lo que buscan? ¿A quién están buscando?
—¿Qué? ¿A quién? —Dios. —Dios…
Este diálogo pertenece a una escena
de Blade Runner que al final no se incluyó en la película, una de esas escenas descartadas que las ediciones especiales en dvd te permiten disfrutar. Es un diálogo entre Deckard (el pasmado al que se lo tienen que explicar todo) y el blade runner al que está sustituyendo (que en otra escena eliminada llega a llamarle gilipollas). En esa escena también aparece el agente Gaff, que suelta otra memorable frase: «Me cago en la metafísica, señor». Al final, el director Ridley Scott no incluyó esta escena en la película por un buen motivo metafísico que desvelaré más adelante. Aunque también es probable que no lo hiciera por tratarse de una escena demasiado explícita en sus diálogos. Al principio de su carrera, a Scott no le gustaba lo explícito. Solo hay que pensar en el cuidado que puso en que no se viera bien la anatomía humanoide del bicho de Alien hasta el final de dicha película. ¿Cuál es el verdadero mensaje de Blade Runner? Muchos fans se hacen esta pregunta en los foros de debate de internet, llegando a conclusiones de lo más variopintas, pero el hecho es que casi ninguno da en el clavo. Y aunque haya muchos críticos de cine a los que no se les ha pasado por alto que ésta es una película cargada de referencias filosóficas y teológicas, casi nunca llegan al fondo de la cuestión. Increíblemente, también hay unos cuantos críticos que a estas alturas todavía la tachan de vacía, diciendo que los efectos especiales eclipsan la historia y bla bla bla. Y es que pocos caen en la cuenta de que Blade Runner es una película gnóstica. La mayoría considera que es solo una historia que mezcla hábilmente el cine negro con la ciencia ficción, advirtiéndonos sobre el negro futuro que nos espera si seguimos por el mal camino. Los más intelectuales, a lo sumo, sostienen que está relacionada con el existencialismo, en particular con el de Nietzsche, lo que es cierto solo en parte (ya que Nietzsche estaba influido por algunas de las antiguas ideas gnósticas). Blade Runner presenta una filosofía, sí, pero no en el sentido moderno de la palabra “filosofía”, sino en su sentido místico original: amor a Sofía (la diosa gnóstica). Y tiene mucho más de ficción que de ciencia (de hecho, denuncia los excesos de esta última), ya que se trata de un antiguo mito gnóstico trasladado a la pantalla bajo un nuevo look. A poco que uno se fije en los que participaron directa o indirectamente en la película, se da cuenta del carácter gnóstico de ésta. Para empezar, se basa en un libro de Philip K. Dick, escritor que siempre hablaba de lo mismo en sus historias: de gnosticismo (sí, has leído bien). Motivo por el cual muchos críticos literarios que no ven más allá de sus narices le siguen considerando un autor de ínfima calidad cuyas obras carecen de toda lógica, y por el que algunos lectores le tachan como mínimo de “raro” (es de destacar que el libro más descaradamente gnóstico de Dick, La invasión divina, se publicó el mismo año en el que se estaba rodando Blade Runner…).Para la estética de la película, Ridley Scott se inspiró en los comics de Moebius y Enki Bilal, cuyas historias más conocidas mezclan precisamente ideas gnósticas con ciencia ficción. Y da la casualidad de que Enki Bilal era amigo del actor Rutger Hauer (en la película, el líder de los replicantes), que se lo presentó a Scott… Éste, además, le encargó la banda sonora al músico Vangelis, con el que congenió en seguida, convencido de que era el hombre más indicado para ello. El caso es que Vangelis es uno de los músicos más representativos del movimiento New Age, y hasta la Encarta dice que el New Age puede considerarse una forma moderna de gnosticismo. Para los que no estén familiarizados con los mitos gnósticos, los resumo aquí brevemente: todo el universo procede de una única fuente divina, a la que se puede llamar Dios. Cuando todavía no existía el tiempo, ahí estaba Dios, amodorrado en su atemporalidad. Pero se ve que se aburría, por lo que se fecundó a sí mismo, dando a luz a la diosa Sofía (los científicos modernos hablan de un Big Bang). Sofía (Sabiduría) creó el Mundo Celestial, convirtiéndose simultáneamente en madre y amante de todos los ángeles. Los ángeles, a su vez, crearon el Mundo Material, según algunas versiones del mito siguiendo las instrucciones de Sofía. Pero más tarde, al ser rechazados sexualmente por ella (Sofía necesitaba un descanso), parte de esos ángeles se rebelaron, encarcelándola en el mundo inferior y abusando de ella. Adán y Eva, también ángeles, corrieron la misma suerte que Sofía, siendo “esclavizados” en cuerpos físicos… Por tanto, nosotros, sus descendientes, somos todos ángeles caídos (y por eso añoramos el mundo celestial). El líder de los ángeles rebeldes, Satán (también llamado el Demiurgo), se autoproclamó un nuevo Dios, exigiendo ser adorado como tal y diseñando los cuerpos en los que encerró a Adán y Eva (según algunos gnósticos sería el hebreo Yahvé). Pero entonces otro grupo de ángeles se rebeló contra el despotismo de Satán. Estos ángeles, los Vigilantes, estaban liderados por Lucifer (al que nunca hay que confundir con Satán), también llamado Azael. Satán expulsó a los Vigilantes del cielo y éstos bajaron a la Tierra, donde instruyeron a los ángeles que ya estaban atrapados en el mundo material (los primeros humanos), que entretanto se habían olvidado de cuál era su verdadera naturaleza. Azael se convirtió en el Dios Cornudo, Azazel, introduciendo los ritos sexuales en la Tierra como una forma de acceder a nuestra divinidad interior, lo cual provocó la ira de Satán, que mandó castigar a Azazel y sus ángeles. La compañera más querida de Azazel fue Naamah, una mujer que se convirtió en diosa mediante estos ritos. Entre los ángeles que recobraron su memoria estaba Sofía, que tras alcanzar de nuevo la iluminación espiritual, regresó al mundo celestial, recuperando su condición de Gran Madre. Pero lo importante es que el camino que siguió Sofía es un camino abierto a todos los demás ángeles, ya que estas enseñanzas se han ido transmitiendo de generación en generación, formando la tradición oculta de la gnosis, según la cual todos podemos volver a ser dioses, pues tenemos la chispa divina en nuestro interior. Las almas que no acceden a este conocimiento están obligadas a reencarnarse en el mundo material una y otra vez hasta que no espabilen. Los escépticos se preguntarán: ¿qué tiene que ver todo este disparate con Blade Runner? Pues, aunque pueda sorprender, mucho. Ridley Scott sabía lo que se hacía al rodar Blade Runner. Hizo una película con una estética muy marcada para que la gente se dejara fascinar por las apariencias, para que solo los que tuvieran los ojos del corazón bien abiertos se quedaran con lo que hay en las profundidades misteriosas que hay bajo esas apariencias. Scott es un fabricante de mitos, y a los fabricantes de mitos con frecuencia les importa más transmitir ideas poderosas e incluso escandalosas por medio de imágenes arquetípicas, que comunicar la verdad de forma escueta. Pero en el caso de Blade Runner estas imágenes son tan poderosas, que a la mayoría los árboles les siguen impidiendo ver el bosque… o, cambiando de metáfora: el envoltorio del regalo es tan fascinante que muchos se dejan el paquete sin abrir. ¿Pero cuál es su contenido, entonces? ¿Qué hay en las entrañas de Blade Runner? La película empieza con una visión desde el aire de Los Ángeles del año 2019. Se nos muestra una megalópolis monstruosa y supercontaminada de la que salen llamaradas, como si estuviera habitada por maléficos dragones. Es el infierno en la tierra (es significativo que durante el rodaje la maqueta que se empleó para esta escena fuera bautizada como Hades). Y es que para los gnósticos, vivimos en el inframundo. Y si Dios parece ausente, es solo porque el hombre no sabe ver. Pero entonces aparece un ojo que abarca toda la pantalla. En este ojo que contempla la escena fascinado se reflejan las luces de Hades de forma que parecen estrellas en la oscuridad del espacio. (Es un comienzo sumamente revelador: el microcosmos que es el hombre como reflejo del macrocosmos que es el Universo, y el mundo inferior como reflejo negativo del mundo celestial). Después del ojo, aparece en la pantalla una pirámide truncada… ¿Qué imagen obtenemos si juntamos el ojo que todo lo ve y la pirámide? Pues el símbolo de la divinidad, el Ojo en la Pirámide que, como muchos saben, es un símbolo empleado por los masones (que empezaron siendo gnósticos). Y descubrimos que este ojo pertenece a un blade runner que observa la ciudad desde el interior de la pirámide… Blade Runner empieza fuerte. En unos comentarios en off de Deckard, que más tarde serían eliminados de la película, se nos dice que Los Ángeles es una ciudad con ¡109 millones de habitantes! En esta ciudad conviven todas las razas del mundo, e incluso el agente Gaff habla una lengua que es una mezcla de todas las lenguas, la Interlingua. El espectador se ve sumergido en un lugar atemporal más que futurista, un lugar con sus propias leyes espaciotemporales en el que la gente viste con ropas de distintas culturas y distintas épocas… Se trata de una nueva versión de Babilonia. Según la Biblia, en la ciudad de Babilonia vivían todas las razas y se hablaba una sola lengua antes de la caída de la Torre de Babel, que fue destruida por Yahvé porque empezaba a rozar el cielo, desafiando su autoridad. El hecho de que los habitantes de Los Ángeles se desplacen en coches voladores es una pista sobre la verdadera naturaleza de dichos habitantes. El nombre de la ciudad de Los Ángeles es un nombre simbólico para hablarnos de su población. Los replicantes son ángeles caídos. Se rebelan en el espacio exterior, como se rebelaron los ángeles en el cielo. Luego descienden a la Tierra, como hicieron los Vigilantes de Azael. Y encima se instalan en la ciudad de Los Ángeles, por si no nos había quedado claro. Los replicantes no son robots, aunque se afirme esto en el texto introductorio de la película (un texto ajeno a la película en sí misma que en realidad se trata de una adición posterior que los productores de Hollywood obligaron a Ridley Scott a incluir para hacer al espectador la digestión más fácil, imitando el ejemplo de Star Wars). Pero es muy llamativo que en la película propiamente dicha no se emplee la palabra robot. En ningún momento se dice que los replicantes estén hechos de metal. Siempre se habla de su ADN, de sus genes, etc. El concepto clásico de androide metálico brilla en la película por su ausencia. Y es así porque los replicantes son tan humanos como tú y como yo. Este es el principal motivo por el que discutieron Ridley Scott y el primer guionista, el cual quería que los replicantes fueran androides mecánicos. Cuando el gnóstico Scott se sumó al proyecto le dijo que ni hablar, y empezó a aportar tantas ideas que, según el guionista, «le faltó poco para ponerse a escribir una enciclopedia». Scott dijo en una ocasión algo muy revelador: «Yo no quería que Blade Runner fuese en absoluto premonitoria de los androides. Porque entonces la gente pensaría que esta película va sobre robots, cuando de hecho no es así». En un momento dado el replicante Roy Batty le explica a Sebastian: «No somos ordenadores. Somos seres físicos». Más claro, agua. El primer replicante que aparece en la película es Leon. Leon es sometido a un test de empatía (eufemismo para interrogatorio) con el fin de averiguar si es un replicante, lo que recuerda bastante a los interrogatorios que antiguamente hacía la Inquisición para atrapar a herejes con ideas gnósticas. Leon se muestra nervioso desde el principio, sabiendo que su vida está en juego, y se comporta como un Sócrates algo desquiciado, cuestionando continuamente lo que le preguntan. A cada pregunta que le hacen, se va mostrando más hostil. Cuando el blade runner que le interroga le dice que le describa con palabras sencillas las cosas buenas que le vienen a la mente acerca de su madre, Leon responde: «¿Mi madre? Le voy a hablar de mi madre». ¡Y le pega un tiro! ¿Por qué esa reacción? Porque la madre de Leon es la Gran Madre Sofía, la diosa sagrada. Al cargarse al idiota que le interrogaba le ha devuelto con la Gran Madre, ¡así aprenderá a hacer preguntas! Leon practica filosofía a mano armada, por decirlo así. Es de destacar que el blade runner atacado por Leon es aquel al que sustituye Deckard tras el ataque (es el mismo que mantiene la conversación metafísica con Deckard en la escena que se eliminó cuando Ridley Scott decidió que el tipo no sobreviviría al disparo para discutir sobre Dios, sino que se reuniría en el cielo con su madre, la Diosa). Scott confesó que eligió al actor por su parecido físico con Harrison Ford, bastante evidente. ¿Significa esto que Deckard es un clon del primer blade runner, que ha sido creado tras dicho ataque para sustituirle en su trabajo? Todo apunta a que sí, ya que Deckard no aparece en la película hasta después de ese ataque. Por tanto, Deckard no vuelve a su antiguo trabajo, sino que en realidad se enfrenta a su primer caso (tal vez por eso comete tantos errores de principiante a lo largo del film). Además, se nos dice que los replicantes son siempre los encargados de realizar los trabajos más bajos… ¿Y qué trabajo hay más bajo que el que desempeña Deckard? Los replicantes son perseguidos por su rebeldía, por liberarse de sus cadenas, como fueron perseguidos Azael y sus ángeles, y como han sido perseguidos los gnósticos por los cristianos durante siglos. Se les persigue porque sus conocimientos son peligrosos, porque los que están en el poder quieren seguir teniendo al rebaño bien controlado y sumido en la ignorancia. No es conveniente que la gente piense demasiado. El nombre de replicantes no es casual: no es que sean réplicas de los humanos, como cree la mayoría, sino que son aquellos que se han atrevido a replicar a su Amo, como Lucifer replicó a Yahvé cuando éste le presentó a Adán y quiso que se arrodillase ante su nueva creación: «¿Por qué un Hijo del Cielo tiene que inclinarse ante un Hijo del Barro…?», frase con dos sentidos (el exotérico: ¡yo no soy tu esclavo y no me arrodillo ante nadie!; el esotérico: ¿por qué el alma ha de someterse al cuerpo?). Ese es el grito del replicante, lo que a Lucifer le costó su expulsión del cielo. Es llamativo que en la película los policías se refieran a los replicantes de forma despectiva como pellejudos o porta-pieles. Sin duda es una referencia a su condición de seres “atrapados” dentro de cuerpos físicos. Antiguamente, los gnósticos se referían a los cuerpos humanos como “túnicas de piel”, o vestidos del alma. Es esta condición física de los pellejudos, a la que no están acostumbrados (pues están recién encarnados), lo que les atormenta. En especial, su aparente mortalidad. Por eso, una vez en la Tierra, los replicantes buscan al sujeto que diseñó sus cuerpos, un tipejo analítico y controlador que juega a ser Dios y vive en lo alto de una pirámide que domina la ciudad. Este hombre, Tyrell, es el dueño de la Tyrell Corporation, la multinacional que fabrica los replicantes (la palabra Corporation es una referencia a lo corporal). Tyrell es un Demiurgo: encarna a Satán. Obsérvese que el actor escogido para el papel tiene un rostro que solo puede calificarse de demoníaco (buen casting el de Scott, que eligió al actor tras verle encarnando al Diablo en El resplandor, la película de Kubrick). Además, es más que probable que el nombre de Tyrell sea un juego de palabras con Tyrant-El (Dios tirano). No deja de ser curioso que Tyrell duerma en una cama muy parecida a la del papa Juan Pablo II, detalle en el que ha reparado más de un crítico; se trataría de una crítica sutil (o no tanto) al cristianismo. La película nos está dando a entender que los cristianos adoran al dios equivocado. Lo cual explicaría muchas cosas. El comisario le explica a Deckard que a los replicantes se les ha dotado de un dispositivo especial para que no desarrollen emociones: solo tienen cuatro años de vida. No hay que tomarse esta cifra al pie de la letra, ya que en realidad estamos ante una referencia a la mitología hebrea. Tras el Diluvio Universal que provocó Yahvé para castigar los “pecados” de los ángeles y los humanos, acortó bastante las vidas de éstos, para que en el futuro no volvieran a darle tantos problemas. En La Biblia se nos dice que los primeros humanos, los antediluvianos, vivían cientos de años, siendo el más longevo Matusalén, el hijo de Enoch (que supuestamente escribió la historia de los Vigilantes de Azael en su Libro de Enoch). Después del Diluvio, los humanos empezaron a vivir mucho menos tiempo. Ahora bien, a lo largo de toda la película, llueve sin parar en la ciudad de Los Ángeles. Todo apunta a que esta lluvia perpetua es una referencia al Diluvio Universal, el cual duró tropecientos días… En la película, el hombrecillo envejecido prematuramente, J. F. Sebastian, simboliza la nueva condición de la humanidad tras el castigo de Yahvé. La replicante Pris le pregunta qué es lo que tiene, y Sebastian responde: «el síndrome de Matusalén». Los replicantes le hacen ver a Sebastian que eso les hace muy parecidos, pues tanto él como ellos viven poco. Deckard sabe que su trabajo apesta e instintivamente se resiste a aceptar el caso, pero como es su trabajo, lo hace de todos modos («¿Sin elección?», le dice al comisario. «Sin elección», le responde éste). En la comisaría, a Deckard, un clon recién creado, le están intentando inculcar un concepto equivocado (nosotros somos los buenos y ellos son los malos malosos a los que tenemos que eliminar), con la esperanza de que se comporte como un mandao que no se entera de nada. Y durante gran parte de la película es así. Pero a medida que avanza en su búsqueda/caza de replicantes, cada vez tiene más dudas, y su investigación se va transformando lenta pero progresivamente en una búsqueda de la verdad. Es decir, Deckard, hasta entonces un hombre normal y corriente, por no decir gris, ha empezado a preguntarse por el sentido de la vida a raíz del caso que investiga, desdibujándose la fina línea que separa al cazador de la presa. Su amor por Rachael, una replicante, y las dudas sobre sus propios recuerdos (¿realmente son míos o me los han implantado?), le han puesto sobre la pista de algo trascendental. El amnésico Deckard, obsesionado con las fotos (como los replicantes a los que persigue), empieza a ser consciente de su amnesia. Como el caballero errante montado en su caballo, Deckard parte en busca del Grial, solo que reemplazando el caballo por el spinner (el coche volador). Podría decirse que el spinner es el vehículo chamánico que Deckard emplea para transportar su espíritu a otros mundos (de ahí que sea volador). No me parece casual que llegue montado en él al edificio donde tendrá lugar su encontronazo final con Roy Batty, tan trascendental. Roy Batty, el líder de los replicantes, es, claro está, Lucifer/Azael. Su liderazgo no se discute, pues es el más fuerte y sabio del grupo, el que planeó la rebelión. Su compañera, la sensual Daryl Hannah, sería Naamah, la compañera de Lucifer, especialista en seducir a los hombres (obsérvese cómo seduce a Sebastian, el hombrecillo que trabaja para el Demiurgo, con el objetivo de llegar hasta Tyrell). Es significativo el que se la defina como una replicante encargada de «dar placer» a los colonos espaciales, y que en la Tierra vista como una prostituta, ya que los antiguos inquisidores definían a Naamah como «ángel de la prostitución». En cuanto a Zhora- Salomé, la replicante que baila en un local con una serpiente, representa a las sacerdotisas que hacían exactamente lo mismo en los antiguos templos de la Diosa. Su danza es la de Eva y la Serpiente. De hecho, en la película la anuncian diciendo: «Véanla gozar con la serpiente que una vez corrompió al hombre». Solo que en el gnosticismo la serpiente del Edén no corrompió al hombre, sino que le otorgó la gnosis. Muchas sectas gnósticas adoraban a la serpiente, considerándola un animal sabio. Judíos y cristianos la demonizaron posteriormente, convirtiéndola en un símbolo del mal (por cierto, el nombre de Sofía, o S’ophia, está relacionado con la serpiente —en griego, ophis—, y en la cinta se refieren al espacio como el Mundo Exterior: Off-World). También es significativo que Zhora adopte el nombre artístico de Salomé para sus bailes, pues en La Biblia Salomé fue la princesa que realizó la danza de los siete velos y luego pidió la cabeza de Juan el Bautista en un sacrificio ritual. En la película, Zhora intenta estrangular a Deckard. Éste, que interpreta bien el papel de tontorrón perteneciente al Comité de Abusos Morales que empieza a soltar chorradas sobre la inmoralidad con el fin de atraparla en la escena del camerino, no consigue engañarla. Así que acaba matándola como un cobarde, disparándole por la espalda. A las descendientes de Eva no se las trató mucho mejor después del “pecado original”. Deckard encuentra a Zhora a partir de las pistas que halla en el hotel en el que se alojaba Leon. El nombre de este hotel es Yukon, por la región de Alaska en la que se encontró oro. El “oro de los alquimistas” que obtiene Deckard es la escama de la serpiente que halla en una bañera sucia en la que parece que se ha vertido de todo (como en el laboratorio de un alquimista), además de una foto en la que aparece Zhora. Mientras registra la habitación, el agente Gaff, que parece ir a su bola, crea la figurita de un hombre empalmado, hecha con un fósforo. No es algo intrascendente, sino una pista importante. A Lucifer también se le llama Fósforo (ambas palabras significan “portador de luz”, en latín y griego respectivamente, y Gaff es un experto en idiomas que domina la Interlingua). También es curioso que los holandeses llamen lucifers a las cerillas y que Rutger Hauer, el actor que encarna a Lucifer, ¡sea holandés! Edward James Olmos, el actor que encarna a Gaff, debía de saber esto, ya que durante el rodaje acudió a una escuela de idiomas para aprenderse su papel y llegó a obsesionarse bastante con el tema de la Interlingua, convirtiéndose en todo un experto. Sin duda el muñequito es un guiño a Hauer (obsérvese que la cabeza del muñeco es la del fósforo, de donde sale la luz. Los gnósticos hablan de la chispa interior que todos tenemos dentro de nosotros). Además, en su aspecto de macho cabrío, a Lucifer se le suele mostrar empalmado (Azael convertido en el fecundador Azazel). Investigando sobre la escama de la serpiente, Deckard acude a un egipcio llamado Abdul Hassan, el cual fabrica serpientes artificiales de forma ilegal. Empleando la intimidación física, Deckard consigue que Hassan le diga a quién vendió la serpiente a la que pertenece la escama. Esto, que aparentemente no tiene nada del otro mundo, es en realidad bastante relevante, ya que muchos consideran que Egipto es la cuna del gnosticismo, y se nos está diciendo que Hassan, un egipcio, le fabrica serpientes ilegales a Zhora, es decir, serpientes que otorgan conocimiento. Por tanto, este personaje secundario que no aparece en la película más que un par de minutos tiene en realidad un papel simbólico importante. Pero una de las pistas más descaradas de toda la película de que en realidad estamos viendo una historia gnóstica y los replicantes son ángeles caídos se da cuando Roy Batty, nada más hacer su primera aparición, visita a Chew, el diseñador genético que fabrica ojos, acompañado por Leon. Lucifer entra en el laboratorio, se pasea como Pedro por su casa y va y suelta una cita explosiva de William Blake, ese poeta gnóstico: «Y los ángeles ígneos cayeron, profundos truenos se oían en las costas ardiendo con los fuegos de Orc». Aquí no viene mal recordar que Orc es el equivalente de Azael-Lucifer en la mitología de Blake. Sobran los comentarios. Por supuesto, Chew se queda muy intranquilo con semejante entrada. Curiosamente la mayoría de la gente no suele reparar demasiado en esta reveladora cita literaria cuando ve la película (sin duda a más de uno le parece incongruente en el contexto de una película que en apariencia solo es ciencia ficción sobre un hipotético futuro, y en seguida se olvida de ella). A los Vigilantes de Azael también se les llamaba Resplandecientes, por el brillo que desprendían (la luz de la sabiduría, que es la de Lucifer). Un detalle de la película que no es banal es el extraño brillo que se advierte en los ojos de los replicantes en muchas escenas, el cual ayuda a distinguirlos (de hecho, sus ojos llegan a parecer soles). Es así porque están iluminados: porque han alcanzado la gnosis. Es una referencia a su luz interior, la chispa divina de la que hablan los gnósticos. Es de destacar que Rutger Hauer, el actor que encarna al líder de los Replicantes-Resplandecientes, tiene un físico “luminoso”, por decirlo así. Su rostro es luciferino (inteligente y socarrón, no parece especialmente bueno, pero tampoco especialmente malo: es un ángel caído). En su encuentro con el Demiurgo, éste se maravilla de lo perfecta que le ha salido su creación y pronuncia unas frases que nos muestran que Roy Batty es Lucifer, el portador de luz: «La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo, y tú has brillado con muchísima intensidad, Roy. Mírate, eres el hijo pródigo». Hauer responde con la curiosa frase «No haré nada por lo que el dios de la biomecánica me impida la entrada en su cielo» y le aplasta la cabeza, pues él no había pedido ser creado, y menos aún esclavizado, de la misma forma que el orgulloso Lucifer no pidió bajar a la tierra ni ser encadenado. Al matar a Tyrell nos demuestra que es más poderoso que él, y que por tanto Tyrell es un falso Dios. Tras este acto de catarsis, Lucifer baja de la pirámide en ascensor y contempla a través del ventanal el cielo estrellado. En nuestro interior están las chispas divinas procedentes del Mundo Exterior, semejantes a las estrellas. Al final, Deckard se enfrenta a Lucifer, pero el encuentro no sale como él esperaba. El replicante es demasiado fuerte para él, no en vano es Azael (cuyo nombre significa la fuerza de Dios). Roy Batty le rompe dos dedos de la mano a Deckard (por las dos mujeres que ha matado), y al mismo tiempo, viendo que le queda poco de vida y su mano derecha se agarrota, se la atraviesa con un clavo en una acción paralela que recuerda a Cristo (es probable que el nombre de Roy Batty también sea un juego de palabras y venga a significar “Rey Bautizado”). Mientras pelea con Deckard, Batty se pone a exclamar «¡Id al infierno, id al cielo!», lo que desconcierta aún más a su oponente. Después, cuando ve que Deckard está a punto de caer al vacío, le dice: «Es toda una experiencia vivir con miedo. Eso es lo que significa ser esclavo». Cuando Deckard se suelta, le agarra rápidamente del brazo con la mano en la que tiene el clavo, salvándole de una caída muy simbólica. Tras este elocuente acto de salvación, se sienta en la postura del loto (la misma que emplean los budistas y los maestros del yoga, y la misma que empleaban los antiguos gnósticos), preparándose para morir y renacer. Y pronuncia su famoso monólogo: —He visto cosas que vosotros no podríais creer… Naves de combate ardiendo más allá de Orión… Rayos-C brillando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser… Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Este poético monólogo que tanto fascina a los espectadores puede resultar algo críptico para algunos, pero no está escrito al azar (Rutger Hauer aportó él mismo la última frase, por cierto). Analicemos su contenido, más profundo aún de lo que ya parece: 1) He visto cosas que vosotros no podríais creer… Nos está diciendo que ha estado en el mundo celestial (exotéricamente, el espacio exterior), pero que como la mayoría de la gente vive en la ignorancia, no le creerían de todos modos. 2) Naves de combate ardiendo más allá de Orión… La constelación de Orión, muy importante para las civilizaciones antiguas, simboliza al dios Osiris. En la mitología egipcia, Set (el hebreo Satán), hermano malvado de Osiris, le mató y descuartizó, desperdigando los pedazos (Osiris y Set, el Bien y el Mal, serían las naves de combate enfrentándose). La esposa de Osiris, Isis (la gnóstica Sofía, cuyo nombre procede del antiguo Isophis), reunió los pedazos y resucitó a Osiris con su magia. Como puede verse, un mito relacionado con la muerte y resurrección de Jesús (se contaba lo mismo del dios griego Dioniso, también).El hecho de que las naves de combate ardan más allá de Orión es una referencia a la reconciliación entre el Bien y el Mal posterior a la resurrección de Osiris. El fuego es luz, y la luz símbolo de iluminación espiritual. Añadir también que el nombre de los hijos que los Vigilantes de Azael tuvieron con las mujeres humanas, los Nefilim, significa «aquellos que son de Orión» (en arameo, Orión es Nephila). 3) Rayos-C brillando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser… Se considera que el brillante Grial es la Tercera Fuerza que reúne los contrarios (luz y oscuridad, masculino y femenino, positivo y negativo, bien y mal), neutralizándolos y permitiendo así al iniciado trascender la dualidad de la conciencia humana y alcanzar la iluminación espiritual; los brillantes rayos-C son por tanto consecuencia de la unión de A y B (no es casual que los replicantes sean “modelo Nexus”, ya que Nexus significa unión).Existe una tradición poco conocida, que nunca fue alentada por la Iglesia: en esta versión de la guerra de los ángeles en el cielo, se supone que un tercio se alineó junto a Dios, un tercio junto al Diablo y un tercio escogió permanecer neutral. Fueron los ángeles de este último grupo, la Tercera Fuerza, ni muy malos ni muy buenos (como los replicantes), quienes llevaron el Santo Grial a la Tierra. El Grial representa el camino místico o espiritual que pasa entre los dos polos. Es el camino del medio (el mismo elegido por Buda), la unión de los contrarios. Por último, en las leyendas germánicas medievales Tannhäuser era un caballero-trovador amante de la diosa Venus (Isis-Sofía), con la que vivía en la montaña de Venusberg en una especie de luna de miel perpetua.La Puerta de Tannhäuser es por tanto la puerta que conduce a la Sabiduría (Sofía), las «puertas de la percepción» de las que hablaba William Blake. La Puerta también simbolizaría la vagina de Venus (el amor sexual como forma de iluminación espiritual: recordar lo que siente el personaje de Rutger Hauer por Daryl Hannah, a la que besa después de muerta). Curiosamente Tannhäuser se parece al nombre del actor, Hauer, y éste ha hecho de caballero medieval en al menos tres películas. 4) Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia… Los gnósticos consideran que al morir y volver al mundo celestial nos olvidamos de nuestra existencia anterior en este mundo, partiendo de cero. Por eso el alma que vuelve a reencarnarse no suele recordar nada de sus vidas anteriores. Después de decir esto Lucifer muere, es decir, su alma abandona el mundo material. Suelta la paloma que tiene agarrada (símbolo del Espíritu Santo y del alma, es decir, de Sofía y sus hijos) y ésta echa a volar: su alma regresa al mundo celestial. Hay que destacar que el simbolismo de la paloma procede del antiguo Ave Fénix, que moría y renacía. Era y sigue siendo uno de los símbolos por excelencia de los gnósticos. Deckard, testigo de todo esto, por fin se cae de la higuera (ya era hora, piensa el espectador): obsérvese la cara de pasmado que pone Harrison Ford tras la muerte del replicante. Es revelador que esta escena crucial se produzca tras el salto de Deckard de un edificio a otro. Este salto que casi le cuesta la vida viene a simbolizar un cambio de conciencia que transforma su existencia: es el paso de su estado anterior de amnesia (que le esclaviza) al estado gnóstico de iluminación (que le libera)… La mayoría de la gente no se atreve a pegar ese salto porque el cristianismo les ha inculcado un buen número de ideas equivocadas en sus mentes, entre ellas que en este mundo hay que vivir con miedo, y sobre todo, con miedo a la muerte («Es toda una experiencia vivir con miedo» es la única frase que sale dos veces en la película, primero en boca de Leon, y luego en boca de Roy Batty, que añade: «Eso es lo que significa ser esclavo»). La cultura cristiana sigue siendo muy fuerte en Occidente, y aunque muchos se declaren ateos y renieguen de ella, permanece en nuestras estructuras sociales y mentales, está en nuestro subconsciente en mayor o menor medida (son muchos siglos de condicionamiento espiritual). El gnosticismo sigue siendo una corriente minoritaria: la mayoría va dando palos de ciego. «Nadie quiere saber la verdad», llega a decir la voz en off de Deckard en un momento dado. De los 109 millones de habitantes que se nos dice que tiene Los Ángeles en 2019, solo 6 personas (contando a Deckard y Rachael) se rebelan tras descubrir cuál es la verdad. Y es únicamente este acto de rebelión lo que les convierte en replicantes. Lo único que diferencia a los replicantes de los demás humanos es que saben cuál es su origen y cuál es su condición en el mundo (como decía el maestro gnóstico Valentino en el siglo II: «Lo que salva es el conocimiento: quiénes éramos, qué hemos devenido; dónde estábamos, dónde hemos sido arrojados: hacia dónde nos apresuramos; de dónde somos redimidos; qué es la generación; qué la regeneración»). El mensaje es muy sencillo: replicantes o no, todos somos humanos. Estamos en este mundo temporalmente, pero nuestras almas son inmortales, pues simbólicamente somos ángeles caídos, es decir, seres divinos que han olvidado que lo son. Pero a los que están en el poder (los demiurgos de este mundo) les interesa que la gente siga permaneciendo en las tinieblas de la ignorancia, y por eso persiguen a los replicantes, a los que saben, demonizándolos, convirtiéndoles en criaturas no-humanas (como se hizo con los herejes gnósticos durante siglos). ¡Y lo más llamativo es que muchos de los espectadores se tragan que realmente hay una diferencia morfológica fundamental entre replicantes y humanos! Son esos espectadores a los que se les ha escapado el simbolismo de la película (pues se les ha enseñado a creerse lo que les digan al pie de la letra, como a Deckard en la comisaría) los que luego se ponen a debatir si Deckard es o no un replicante. ¡Ridículo! Por eso Ridley Scott se molestó en meter al unicornio en la ecuación. Con el unicornio en la escena final, Scott le está diciendo al espectador ¡Despierta! (como le dice Leon a Deckard en una escena). Ya sabréis a lo que me refiero: Deckard vuelve a su casa para llevarse a Rachael, y al salir se encuentra una figura del unicornio que aparece en sus fantasías. Ahora bien, el unicornio siempre ha sido un símbolo del conocimiento. Se decía que su cuerno tenía propiedades mágicas (se consideraba un antídoto contra el veneno, etc), y que su sangre otorgaba la vida eterna, lo cual lo emparenta con el Grial. Quien dice vida eterna, dice inmortalidad del alma. El hecho de que el cuerno del unicornio esté en la frente no es casual: es una referencia a la apertura del Tercer Ojo que conduce a la iluminación mística, la cual suele paralizar al que la experimenta, y Deckard se queda de piedra cuando se encuentra la figurilla en su apartamento. Después se mete en el ascensor con su amada, Rachael. A este personaje lo he dejado para el final por un buen motivo: Rachael encarna a Sofía en manos de Satán (se la muestra como una sirvienta-muñequita que vive con su amo, Tyrell, hasta que se escapa). A destacar que el nombre de Rachael (Raquel) significa Oveja de Dios. En el simbolismo judeocristiano las almas son ovejas y Yahvé su pastor (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, se titula el libro en el que se basa la cinta). En el siglo I, el gnóstico Simón el Mago llamaba a su compañera Helena, a la que consideraba una encarnación de Sofia, su «oveja extraviada». Además, Rachael es el nombre de un ángel. De hecho, es uno de los arcángeles hebreos más poderosos. Pero este ángel fue reprobado por la Iglesia en el año 745, al mismo tiempo que su colega Uriel (Luz de Dios), siendo excluidos ambos del santoral. El papa Zacarías condenó a los dos ángeles, afirmando que eran «demonios que se hicieron pasar por santos». Así que Rachael es un nombre muy apropiado para una replicante, un ángel caído que se rebela y es perseguido por ello. En una escena, Deckard vuelve a escuchar las palabras de Leon grabadas durante el interrogatorio, mientras va en su coche por un túnel: «¿Mi madre? Le voy a hablar de mi madre». Justo después de este flashback (en el que el túnel es un símbolo femenino), llega a su apartamento y se encuentra a Rachael en el ascensor. La replicante ha acudido en busca de respuestas, pues tiene serias dudas después del test que le ha hecho Deckard. Ella le tiende una foto suya: «Mire, soy yo, con mi madre». Deckard responde mordaz: «¿Sí?». Para hacerle ver quién es ella realmente, Deckard se pone a contar recuerdos de la replicante, recuerdos que Rachael no le ha contado a nadie: «¿Recuerda cuando tenía seis años? Usted y su hermano se metieron en un edificio vacío por la ventana del sótano para jugar a los médicos. Él le enseñó su sexo, y cuando le tocaba hacerlo a usted se avergonzó y corrió». Se trata de una alegoría: en realidad, la película nos está hablando de la Diosa, Sofía, que creó el Mundo Celestial a partir de la Nada (el edificio vacío) y luego dejó de procrear ángeles con sus hermanos, apartándose de ellos. Por si no nos ha quedado claro, Deckard continúa con otro recuerdo que también es una alegoría sobre la Sofía gnóstica, retomando el mito: «¿Recuerda la araña que vivía en el arbusto junto a su ventana? La vio tejer una tela durante todo un verano. Un día apareció un huevo en ella. El huevo eclosionó». En este punto Rachael le interrumpe y continúa el relato, rememorando: «el huevo eclosionó y salieron cientos de crías de araña que se la comieron». Después se echa a llorar. La araña es la Gran Madre Sofía, creadora del Mundo Celestial (la telaraña), que tuvo cientos de ángeles que se volvieron contra ella tras ser rechazados sexualmente, esclavizándola en el mundo material y abusando de ella (se trata de una historia simbólica sobre la división de la conciencia del hombre, que se alejó de su Fuente divina). El líder de estos ángeles convertidos en demonios fue Satán. ¿Quién es Satán en Blade Runner? Tyrell, el hombre que mantiene esclavizada a Rachael, la Sofía atrapada en el inframundo. A lo largo de la película, se nos insiste en que los replicantes son seres sin familia. Pues bien, los gnósticos del Imperio Romano no creían demasiado en la importancia de la familia, pues según ellos nuestro verdadero padre es Dios y nuestra verdadera madre, Sofía: nuestras almas celestiales se han encarnado ya varias veces y nuestro vínculo con nuestros parientes es solo físico, por tanto obra del Demiurgo. Esto que puede parecer tan radical queda reflejado en la versión original de la película, cuando la voz en off de Deckard nos dice mientras éste mira la foto en la que Rachael sale con su supuesta madre: «Tyrell hizo un buen trabajo con ella. De una foto sacó una madre que ella nunca tuvo y una hija que ella jamás fue». Los católicos les reprochaban a los gnósticos que exhortaran a sus discípulos a cortar los vínculos con sus familiares (cuando resulta que el gnóstico Jesús hizo precisamente lo mismo con sus apóstoles). De hecho, es un fenómeno muy frecuente que varios miembros de una familia no se lleven bien entre sí pese a su parentesco, lo cual ya tendría que darnos pistas de que la sangre, en realidad, no es más espesa que el agua. En oposición al parentesco físico, los gnósticos defendían el parentesco espiritual: la hermandad de las almas gemelas (aquellas que poseen el conocimiento de su origen). Ahora bien, en la película los replicantes, como los gnósticos, le dan más importancia a la amistad de las almas que al parentesco familiar, por eso se dice que no tienen familia. Cuando la replicante Pris entra en casa de Sebastian, se da este revelador diálogo entre los dos: «¿Dónde está su familia?», pregunta Sebastian. Ella responde con la elocuente frase: «Soy una especie de húerfana». Es una frase que solían decir los gnósticos clásicos (pues el Padre, Dios, ha sido suplantado por el Demiurgo; la Madre, Sofía, ha sido negada por el cristianismo; y la mayoría de nuestros hermanos, los humanos, están ciegos). «¿Tiene amigos?», pregunta entonces Sebastian. «Algunos, pero tengo que buscarlos» (al día siguiente Lucifer se presenta en casa de Sebastian). En cambio, el patético Sebastian tiene que fabricarse sus amistades, ejerciendo de mini- demiurgo con sus juguetes. Y repite como un obseso, como para convencerse a sí mismo: «Son mis amigos». Los replicantes están unidos por el amor (forman dos parejas) y por el conocimiento de quiénes son y lo que buscan (los gnósticos definían la Sabiduría como Amor + Conocimiento). Deckard, en cambio, es un solitario, como Sebastian y como todos los humanos “normales”, hasta que conoce a la misteriosa Rachael y algo se le remueve por dentro. Cuando Rachael se escapa definitivamente del yugo de Tyrell, le salva la vida a Deckard y acaba haciendo el amor con él en su piso tras ciertas reticencias iniciales. Es decir, Sofía se libera, aceptando su sexualidad. Es un rito sexual de carácter sagrado: Sofía/Rachael alcanza un nuevo entendimiento de los misterios de la Luz, recuperando la gnosis perdida a través de la unión con Deckard. Es la unión de masculino y femenino, momento clave del film. Al principio esta escena iba a ser mucho más sexual, como queda demostrado en los planos eliminados incluidos en el dvd, pero el primer guionista, muy conservador, puso numerosas objeciones, diciendo que era de mal gusto, etc, y la escena se quedó como puede verse ahora (aún así sigue teniendo un erotismo bastante directo). El caso es que con su amor que les mueve a romper las normas, Rachael y Deckard se salvan mutuamente de un destino nada halagüeño, y así aparece en la película el principal mensaje de los gnósticos: el amor como forma de salvación-iluminación. Al final el cazador, el blade runner, se convierte en otra posible presa del sistema, y por eso tiene que huir con su amada lo más lejos posible. Cuando va a buscarla a su apartamento, Deckard pregunta inquieto «¿Rachael?». Se acerca a la cama y aparta la sábana (como el caballero aparta el velo que cubre el Grial), mostrándonos la cabeza de Rachael (el Grial reside en nuestro yo más profundo). En el final que se vio originalmente en los cines en 1982, huyen de la ciudad, escapándose a la Naturaleza, donde ya no llueve, sino que brilla el sol. En un final alternativo que se rodó, los dos tienen una de esas conversaciones típicas de enamorados, diciéndose que están hechos el uno para el otro, etc. En el montaje que se estrenó en los años 90 el final es más ambiguo, ya que la película acaba cuando Deckard y Rachael se meten en el ascensor, y la última frase que se oye es: «Lástima que ella no pueda vivir. ¿Pero quién vive?» (frase del agente Gaff, que aparece como un flashback que tiene Deckard mientras contempla la figurita del unicornio). Parece que nadie ha reparado en que esta frase de Gaff nos está diciendo que todos vivimos tan poco como los replicantes, de lo que se deduce cuál es la verdadera naturaleza de éstos. Estamos en este mundo cuatro días, como se suele decir. Y quien dice cuatro días, dice cuatro años (que es lo que se dice de los replicantes). Ya dije que no había que tomarse estas cifras al pie de la letra. Mientras rememora la frase de Gaff y contempla el unicornio, Deckard asiente con la cabeza, pues comprende que todos somos como el unicornio: animales fantásticos (¿quién vive?). Comprenderlo es poseer el Cuerno: abrir el Tercer Ojo. Personalmente prefiero el primer final, pues es el más lógico si se tiene en cuenta que la historia es el típico mito gnóstico de liberación. Muchos fans creen que los productores de Hollywood obligaron a Ridley Scott a rodar ese happy end para que la película no resultara tan deprimente para los espectadores, pero el caso es que dicho final ya estaba incluido en el guión de rodaje, antes de que la película empezara a rodarse. Según este guión original el coche de Deckard salía de la ciudad y se adentraba en un bosque. Entonces Rachael y Deckard veían un unicornio galopando entre los árboles. Una pena que nunca llegara a rodarse esta secuencia, habría sido genial. Un par de curiosidades más sobre la película: El nombre de Deckard se parece fonéticamente al de Descartes, el filósofo cientificista y “racionalista” que puso especial hincapié en la figura del Demiurgo. El dualismo de Descartes (que defendía la diferencia irreconciliable entre inteligencia y materia) es un dualismo antipático a ojos de los gnósticos, ya que niega la unión de los contrarios (el camino del Grial), promoviendo en su lugar la división de la conciencia, que es la del Demiurgo. Es lógico por tanto que el nombre de Deckard, un personaje ignorante que no resulta especialmente simpático hasta el final de la película, derive del de Descartes. También podría ser un guiño irónico de Dick a su propio apellido. Miguel Ángel Prieto, en su libro sobre la película, destaca una curiosidad de Blade Runner: el número 23 aparece varias veces. Los replicantes matan a 23 personas en la nave secuestrada con la que bajan a la Tierra; el spinner de la policía lleva el número 995 (9+9+5=23); el teléfono de Rachael es 555-7583 (7+5+8+3=23); y el apartamento de Sebastian es el 46751 (4+6+7+5+1=23). Según los cabalistas (los gnósticos del judaísmo), el número 23 es característico del hombre que emprende la Gran Obra, el Matrimonio Místico. Como dice Prieto, «no hay vuelta atrás para alguien que ha iniciado este camino, lo que es claramente representativo de la misión de Deckard y de los propios replicantes». Miguel Ángel Prieto también dice en su libro que «la partida de ajedrez entre Tyrell y Roy Batty puede interpretarse como la lucha de los replicantes contra los humanos: éstos consideran a los primeros como peones que pueden ser eliminados uno a uno. Por su parte, los replicantes (o peones) luchan por obtener más vida y volverse humanos (o convertirse en reyes)». Teniendo en cuenta que a Prieto parece escapársele gran parte del simbolismo gnóstico de la película, esto es cierto solo en parte. Los replicantes no quieren volverse humanos (porque ya lo son), sino recuperar su divinidad. De ahí lo de convertirse en reyes (este es el objetivo de la Gran Obra que menciona Prieto cuando habla del número 23). En realidad, el tablero de ajedrez, con sus figuras blancas y negras, representa la eterna lucha dualista entre las fuerzas de la luz (los replicantes) y las fuerzas de las tinieblas (la policía y la Tyrell Corporation). Y es de destacar que Lucifer gana a Tyrell, dándole jaque mate. Como bien indica Prieto, esta partida se basó en una partida de ajedrez muy famosa disputada entre Adolf Anderssen y Lionel Kieseritzky en Londres, en 1851, considerada una de las más brillantes de todos los tiempos y conocida precisamente como la “Partida Inmortal”. Durante toda la película, llueve sin parar en la ciudad de Los Ángeles. Yahvé está empeñado en castigar a los ángeles que se rebelaron contra él. El de Blade Runner es un mundo oscuro, en tinieblas, feo y sucio, deshumanizado. La tecnología y el materialismo han reemplazado los valores espirituales. Los replicantes bajan a esa Tierra sin esperanza para traer luz a la humanidad: son los ángeles luminosos de Azael. Ridley Scott hace un uso muy hábil de la iluminación, mostrándonos haces de luz en continuo movimiento que dotan a la película de vida. Son las chispas de luz que han quedado atrapadas en este mundo, las mismas de las que hablan los gnósticos, símbolo de que todavía hay esperanza en un lugar tan oscuro. Ver esta película y captar aunque solo sea uno o dos aspectos de su mensaje subyacente es vivir una experiencia de iluminación interior. Más de uno ha afirmado que ver Blade Runner cambió su vida. Pero cuando la película se estrenó en 1982, la mayoría de los que acudieron al cine esperando una nueva Star Wars se preguntaron «¿De qué demonios va esto?», y es que hasta entonces nunca se había hecho algo así en el séptimo arte. La película no tuvo ningún éxito. La hija de Philip K. Dick dijo que la vio en una sala en la que solo había cuatro personas y que le decepcionó mucho que la gente no la entendiera. Empezó a convertirse en película de culto solo a partir de su lanzamiento en vídeo. Y la mayoría de los fans todavía debaten si Deckard es o no es un replicante, para fastidio de Ridley Scott. Blade Runner no es la única película gnóstica de Ridley Scott. Su siguiente película fue Legend, que ya desde su título nos advierte de qué trata. El argumento es muy sencillo, de hecho, el típico cuento de hadas: un chico salvaje habitante de un reino fantástico (un Tom Cruise con acné) se convierte en caballero cuando el Diablo secuestra a su prometida. “Sir Cruise” se equipa con todo lo necesario para un caballero con la ayuda de unos seres feéricos que parecen sacados del Sueño de un noche de verano de Shakespeare, dispuesto a rescatar a su amada y vencer al Príncipe de las Tinieblas (en un arranque de obviedad, Scott le puso el nombre de Darkness). Es el mito básico de liberación de los gnósticos: el caballero es el Héroe (llámesele Cristo, Lanzarote o como se quiera), y la princesa en manos de Satán es la Sofía hija (encarnación del alma), que fue apresada por los ángeles celosos. Al final el Mal es derrotado, etc. El Unicornio vuelve a hacer acto de presencia, simbolizando su cuerno el Santo Grial. Es de destacar que antiguamente se representaba al unicornio con cuerpo de caballo pero con cabeza y barba de chivo, lo cual lo emparenta con el Dios Cornudo, Azazel. Legend tuvo aún menos éxito que Blade Runner, lo que puso a Ridley Scott en un aprieto financiero que en la práctica truncó su carrera como director más o menos independiente. A partir de entonces, Scott perdió gran parte de su libertad artística y Hollywood le obligó a hacer películas cada vez más comerciales.