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Tema 11.

La Regla Locus Regit Actum

La Forma de los Actos

Los actos jurídicos son las manifestaciones de voluntad a las que un determinado Derecho
atribuye relevancia: Toda manifestación de una o más voluntades que tenga por finalidad producir
un efecto de derecho, y que se hace patente por medio de elementos y circunstancias que la
materializan y constituyen la forma del acto; todo acto jurídico implica una forma que lo hace
tangible y permite apreciado en su contenido y alcance y en el acto jurídico la exterioridad se
llama Forma, la cual se define por la doctrina como el modo por el que la manifestación de
voluntad (que es elemento del acto jurídico) se exhibe o evidencia; es decir, que son las
circunstancias que revisten el acto jurídico de exterioridad. Para admitir la existencia de una
voluntad con fines jurídicos es preciso, antes que nada, tener la posibilidad de reconocerla
mediante su exteriorización, por los requisitos que deben observarse en la formación de un acto
jurídico; el objeto de las prescripciones que estatuyen la forma, es el garantizar la libre
manifestación de la voluntad de las partes y su reconocimiento por terceros.

El sometimiento de los actos a ciertos requisitos de forma se traduce en el establecimiento de un


conjunto de prescripciones legales que deben ser observadas por los sujetos, y responden a la
necesidad de brindar protección a diversos intereses, entre éstos destacan los siguientes: 1) El
interés del autor del acto en prevenir los perjuicios que se puedan causar; 2) El interés de los
terceros que, mediante el requisito de la publicidad, pueden enterarse de la realización de actos
que afecten sus derechos; 3) La validez del acto mismo, que se rodea de requisitos para
determinar la capacidad de las partes y la libre emisión de su voluntad; y 4) El interés de que hay,
si es el caso, una eficaz tramitación del acto en justicia, para lo cual es necesario el aseguramiento
de medios probatorios idóneos. De acuerdo con Savigny, es de suma importancia la determinación
de las formas positivas en las que, respecto de los actos jurídicos, se materializan las declaraciones
de voluntad, dados los frecuentes conflictos entre los diferentes ordenamientos locales que
constituyen dichas formas. Una Ley puede ordenar una determinada forma como imperiosamente
necesaria, otra Ley puede no ordenarla con esa característica; en otra hipótesis, las dos Leyes
imponen formalidades diversas, en todos estos casos se presenta la cuestión de saber cuál es el
derecho local aplicable a la forma de un acto jurídico, dependiendo de su solución frecuentemente
la validez o nulidad del acto. La doctrina tradicional ha clasificado las formas de los actos en:

1) Formas Habilitantes: Son aquellas referidas a requisitos de fondo en contacto con problemas
de capacidad.

2) Formas Solemnes: Constituyen elementos sustanciales de determinados actos, por lo que su


inobservancia acarrea la inexistencia o nulidad ab initio del acto.

3) Formas Probatorias o de Publicidad: Son aquellas requeridas para la prueba del acto y su
oponibilidad a terceros.
En el interior de cada sistema jurídico la determinación del alcance y el efecto de las formas que
han de envolver actos y negocios jurídicos (o la consagración de la existencias de actos no
formales) constituyen opciones de política legislativa en cuya concreción van a influir con
intensidad variable, tanto el deseo de respetar la voluntad individual, como el de alcanzar las
distintas finalidades prácticas a que obedece la exigencia de un cierto formalismo jurídico, a su vez,
en el ámbito propio del Derecho Internacional Privado, la problemática descrita ha de verse a la
luz de la peculiar realidad socio jurídica sobre la que opera esta disciplina; ello significa que,
respecto de las relaciones del tráfico jurídico externo, el primer problema a dilucidar será el del
sistema jurídico interno que ha de regir este aspecto de los actos y negocios jurídicos y el papel
que en esta determinación cabe reconocer a la libertad de la voluntad de los particulares; en
segundo término, también compete al estatuto formal la determinación de cómo se prueban y
qué efecto producen en un concreto ordenamiento, los actos y negocios jurídicos realizados al
amparo de otro ordenamiento.

La Regla Locus Regit Actum

El régimen de la forma de los actos está gobernado por la regla Locus Regit Actum, en virtud de la
cual un acto o negocio jurídico es válido, en cuanto a sus formas y solemnidades, si se ajusta a las
pertinentes prescripciones del Derecho del lugar donde se ha celebrado; el antiguo y universal
empleo de esta regla encuentra fundamento en razones de orden práctico, derivadas de las
exigencias del tráfico jurídico internacional. La regla que encarna el estatuto formal opera merced
a la costumbre internacional y la recíproca aceptación que le dan los Estados en el seno de la
comunidad internacional, algunos autores fundamentan la adopción de la regla en la sumisión del
hombre a la Ley local: tanto el extranjero como el nacional se convierten, en cuanto a sus actos, en
“súbditos” del Estado donde actúan, con el consiguiente deber de observar sus Leyes; de aquí que
sea procedente aplicar a la forma de los actos la Ley del lugar de su celebración; otros autores
echan mano al concepto del orden público para justificar la aplicación de la regla, y un tercer
grupo de juristas hace descansar en razones de orden práctico (conveniencia y necesidad) el
empleo de la Locus Regit Actum, en esta línea de pensamiento se encuentra la opinión de que,
dada la imposibilidad de realizar en un lugar un acto auténtico en forma distinta a como se utiliza
en dicho lugar, resulta imprescindible que, para actuar válidamente en el extranjero, el individuo
se ajuste a las formas previstas en las Leyes del país extranjero de que se trate. El alcance del
principio al que se someten las formalidades de los actos ha sido limitado a la aplicación del Locus
Regit Actum a los elementos exteriores que reglamentan la expresión de la voluntad. Esta
concepción excluye las formas habilitantes, es decir, las que están destinadas a relevar a los
incapaces de su incapacidad; igualmente, excluye las formas de publicidad que interesan al crédito
público y se han establecido para la seguridad de los terceros, en fin, la regla se aplica a todas las
formas extrínsecas del acto, tanto a los actos privados como a los auténticos; tanto a las formas
solemnes como a las instrumentales. Sin embargo, la aplicación de la regla puede suscitar un
problema de calificación, pero hay que tener en cuenta que tanto en el Derecho Consuetudinario
como en los sistemas de Derecho Civil, es un procedimiento común separar la “forma” y la
“sustancia” de los actos jurídicos, y partir de esta diferenciación para constatar su validez
extrínseca e intrínseca.

Desde el punto de vista de su regulación, el problema que debe ser resuelto es el de determinar si
las formalidades de un acto (matrimonio, testamento, contrato) pueden estar sujetas a una Ley
distinta a la que regula su sustancia, fondo o contenido; la respuesta afirmativa a esta cuestión
está en la vigencia de la Locus Regit Actum. Cabe destacar que existen sólidas vinculaciones entre
el fondo o contenido de un acto jurídico y la forma que éste reviste, y que mediante la
concurrencia de unos requisitos indispensables, los aspectos formales constituyen la garantía de la
certeza del acto y de la autenticidad de la voluntad declarada, es por esta razón que la Ley del país
donde se celebra o realiza un acto o negocio determina el régimen de su forma. La regla del Locus
Regit Actum es de estirpe estatutaria, se remota a la Escuela Italiana del Siglo XIV, cuyos
representantes la emplearon para resolver las cuestiones de forma relativas al testamento. La
primera escuela estatutaria francesa la acepta de manera general como principio rector de la
forma de los actos, con algunas reservas en cuanto a aquellos actos referidos a los bienes, los
cuales eran sometidos al lugar de situación. Los estatutarios holandeses, ante la dificultad de
ubicación de los requisitos extrínsecos de los actos (que no cabían en el estatuto personal ni en el
estatuto real), echaron mano del llamado estatuto mixto en el que se ha radicado el carácter de la
regla. La aplicación de la regla Locus Regit Actum, supone la determinación sobre su carácter
imperativo (obligatorio) o facultativo (opcional), y se la concibe como imperativa cuando los
aspectos extrínsecos de una transacción deben someterse, necesariamente, al Derecho del lugar
de celebración para pretender validez; mientras que se la tiene como facultativa si con este mismo
efecto de validez se la puede acatar, o seguir las formalidades prescritas por otro ordenamiento. El
debate se ha planteado en torno a la libertad de los interesados para someterse de manera
exclusiva a la Ley del lugar de celebración, o para acogerse a un régimen de formalidades
establecido en otra Ley; el quid de lo facultativo consiste en decidir cuál otro sistema podría
alternar con la regla tradicional; como ejemplo de aplicación facultativa, se señala que en un caso
de sucesión testamentaria de bienes muebles, si el testamento es extrínsecamente válido de
acuerdo a la Locus Regit Actum, también lo será si así lo determina la Ley del domicilio del
testador. Los partidarios de atribuirle carácter imperativo a la regla consideran que las Leyes
relativas a las formas de los actos tienden a asegurar la exteriorización mas más fiel de la voluntad
de los sujetos, y ninguna Ley se halla en mejores condiciones para brindar las garantías de
veracidad, que la Ley del lugar donde el acto se realiza.

Según el Código Bustamante, la regla Locus Regit Actum, debe ser imperativa y obligatoria, sin
perjuicio de que, para los extranjeros, se unan las formalidades locales a las que se establezcan
con fuerza extraterritorial en el respectivo Derecho extranjero. De otra parte, si se atiende al
motivo y fin al que la Locus Regit Actum responde, debe propenderse a la interpretación que
destaca su carácter facultativo u opcional, en efecto: la regla tiene el interés práctico de facilitar a
los sujetos la realización de sus actos, por lo que debe proporcionarse la opción entre la Ley del
lugar y la Ley personal, para escoger la que mejor conozcan o la que más eficazmente sirva a los
fines de veracidad y seguridad que se persiguen a través de los requisitos de forma. La
interpretación facultativa responde al origen histórico de la regla: Si se trata de una norma de
conflicto que tenga carácter alternativo (facultativo), debe tomar en consideración el contenido de
las disposiciones de Derecho material aplicables, con vista a un objeto propio; en lo que concierne
a la forma de los actos, este objetivo es la eficacia de las declaraciones de voluntad que se logra
mediante la sujeción a la Ley (entre las conectadas con el caso) que favorezca la validez del
acto. Dentro de la orientación que atribuye a la regla un carácter facultativo, hay quienes
consideran que desde su mismo origen la máxima encierra una solución común al fondo ya la
forma, estimándose que la conexión territorial a la Ley del lugar de conclusión del negocio será
siempre subsidiaria en el sentido de que las partes pueden someter el contrato a otra Ley. La
forma goza de autonomía en el estatuto del acto jurídico: Estará disociada de la Ley aplicable al
fondo del asunto, en la medida en que cualquier otra Ley que participe en la regulación del caso,
favorezca la validez de la declaración de voluntad y su eficacia extraterritorial. Según Rigaux (S/F),
esta interpretación restablece la armonía rota durante mucho tiempo entre el "fondo", regido por
la Ley de la autonomía, y la "forma", sometida a la Locus Regit Actum, entre las Leyes que pueden
concurrir con la Les Loci Celebrationis, en un esquema de solución facultativa, se encuentran las
siguientes: 1) La Ley de ejecución del acto (Lex Loci Solutionis); 2) La Ley que tenga una vinculación
próxima con el acto, como la Ley personal (nacional o domiciliaria) de las partes o la Ley de la
situación del bien inmueble que sea objeto del contrato; y 3) La Ley aplicable al contenido del acto,
especialmente la escogida por las partes en ejercicio de la autonomía de la voluntad. En el
ordenamiento interno, la regulación de la forma de los actos está determinada por lo dispuesto en
el Artículo 11. CC, y bajo la vigencia de esta norma, el régimen tradicional en ella consagrado se
extendía a los casos referentes al matrimonio de los extranjeros en Venezuela y al otorgamiento
de testamentos en el extranjero (Artículos 108 y 879. CC), así como a la forma de las obligaciones
contraídas en materia de Letras de Cambio (Articulo 484. CCom).

El sistema venezolano de Derecho Internacional Privado en materia de forma de los actos estaba
estructurado sobre la base de la admisión de la regla Locus Regit Actum, con carácter imperativo y
excluyente, ya que su aplicación aparejaba el estado jurídico de que los actos y negocios
celebrados u otorgados fuera del país se tenían como válidos cuando sus circunstancias formales
se ajustaban a lo dispuesto en las Leyes de otorgamiento o celebración. El Código Bustamante, se
refiere a la forma del matrimonio para tenerlo como valido en todas partes, cuando se haya
celebrado con arreglo a las formalidades establecidas como eficaces por las Leyes del país en que
se efectúe, comportando esta regla la excepción relativa a la facultad de los Estados cuya
legislación exija una ceremonia religiosa, de negar validez a los matrimonios contraídos por sus
nacionales en el extranjero cuando no se haya cumplido con la ritualidad religiosa exigida. Otra
disposición del Código Bustamante que guarda relación con el régimen formal de los actos es la
del Artículo 402, que al señalar los requisitos que deben reunir los documentos otorgados en los
Estados contratantes, ordena "que en su otorgamiento se hayan observado las formas y
solemnidades establecidas en el país donde se han verificado los actos o contratos"; ambas
regulaciones del Código Bustamante expresan aplicaciones imperativas de la Ley del lugar de
celebración. La Ley de Derecho Internacional Privado rompe el molde tradicional sobre la forma
de los actos jurídicos, al sustituir la obligatoriedad del Locus Regit Actum, por una fórmula
facultativa u opcional, tal como lo establece en su Artículo 37. LDIP, a saber:

Articulo 37. LDIP.- Los actos jurídicos son válidos en cuanto a la forma, si cumplen los requisitos
exigidos en cualquiera de los siguientes ordenamientos jurídicos:

1) El del lugar de celebración del acto.

2) El que rige el contenido del acto, o

3) El del domicilio de su otorgante o del domicilio común de sus otorgantes.

La Exposición de Motivos de la Ley de Derecho Internacional Privado destaca la amplitud con que
está concebida la norma, lo cual permite que el criterio adoptado pueda aplicarse a los requisitos
formales de los actos de última voluntad, lo mismo que a las instituciones del matrimonio y la
adopción. El Artículo arriba transcrito, contiene una fórmula general de ordenación aplicable a
todos los actos jurídicos, y en él se describen tres conexiones alternativas: 1) Ley del lugar de
celebración, 2) Ley del contenido y 3) Ley domiciliaria del sujeto o común de los otorgantes, las
cuales facilitan el funcionamiento facultativo de la norma, en tanta conexión alternativa, el
empleo de varios factores de conexión conduce a la opción entre varias Leyes, pero con la
observancia de una sola de ellas se logra el efecto jurídico propuesto: La validez formal del acto. El
carácter facultativo que el Derecho vigente le da a la Locus Regit Actum, supone la libertad de
escoger entre las Leyes eventualmente aplicables, con lo cual se fortalece el juego de la autonomía
de la voluntad en el Derecho Internacional Privado; por otra parte, la nulidad de un acto resultará
del hecho de que todas las Leyes susceptibles de aplicación conduzcan a tal situación. En el
concepto y el desarrollo normativo de la Locus Regit Actum facultativa se hacen presentes varias
Leyes para regular la forma de los actos, pero, al menos desde el punto de vista teórico, la Lex Loci
Celebrationis, está investida de cierta prioridad conceptual en virtud de su arraigo histórico
doctrinario y su inveterada sanción en instrumentos positivos apreciables en el Derecho
Comparado. La norma venezolana flexibiliza el criterio, para determinar el derecho aplicable, en
función de eficacia y validez, a la forma de los actos mediante el uso de tres factores de conexión
de manera facultativa, con lo que se reduce la posibilidad de nulidades por simples razones
formales, y en consecuencia se favorece la validez de los actos(favor validatis). A diferencia de
numerosas regulaciones de Derecho Comparado, la Ley venezolana se aparta de especializaciones
en esta materia y se pronuncia por una fórmula general y común, aplicable a todos los actos. En el
supuesto de que las partes se encuentren en distintos Estados al momento de la celebración, el
contrato será válido en cuanto a la forma cuando se ajuste a los requisitos señalados en cualquiera
de estos derechos: El que rige el fondo del asunto, el de uno de los Estados en que se celebra, o el
del lugar donde se ejecuta.

La Prueba de los Actos

Se ha establecido que uno de los intereses protegidos por las previsiones legales que rodean las
formas de los actos jurídicos es el aseguramiento de medidas probatorias idóneas, que puedan
hacerse valer en los casos litigiosos en que la validez de un acto este controvertida. Dada la
proximidad entre los requisitos de forma de los actos y sus exigencias probatorias se considera
que estas últimas, no obstante su carácter procesal, forman parte del estatuto formal, en este
sentido, dice Audinet (S/F), que las formalidades tienen por objeto asegurar la buena
administración de justicia; en materia de pruebas es preciso distinguir entre las que establecen la
manera de proceder ante el juez, llamadas Pruebas Ordenatorias; y las que comportan una
apreciación judicial de la relación a resolver, llamadas Pruebas Decisorias. En los sistemas de
Derecho Internacional Privado las formas ordenatorias se rigen, sin discrepancia alguna, por la Lex
Fori, mientras que las pruebas decisorias se someten al Derecho aplicable al fondo del asunto. La
práctica de la prueba se cumple a través de las formas de procedimiento que conforman
la Ordinatoria Litis, puesto que el trámite probatorio es de carácter procedimental y está vinculado
a las reglas específicas de la Ley del juez, a las cuales corresponde disponer sobre la constitución,
el desarrollo, las incidencias, los recursos y el cierre del proceso judicial en sus respectivos grados.
En este sentido se orienta la disposición contenida en el Artículo 38. LDIP, al señalar que la
sustanciación procesal de la prueba de los actos debe ajustarse al derecho del tribunal o
funcionario ante el cual se efectúa. Por medio de los actos jurídicos se crean relaciones
generadoras de derechos y obligaciones; los hechos que sustentan dichos actos son objeto de
prueba, en tanto permiten reconocer la tipicidad de los mismos y verificar las relaciones que de
ellos derivan, como actividad procesal la prueba está dirigida a crear en el juzgador la convicción
de la verdad o falsedad de los hechos judicialmente debatidos. En el sistema de Derecho
Internacional Privado vigente en Venezuela, la materia de la prueba de los actos está contemplada
en el Artículo 38 LDIP, con el siguiente texto:

Artículo 38. LDIP.- Los medios de prueba, su eficacia y la determinación de la carga de la prueba se
rigen por el Derecho que regula la relación jurídica correspondiente, sin perjuicio de que su
sustanciación procesal se ajuste al derecho del Tribunal o funcionario ante el cual se efectúa.

En esta previsión legal se pueden observar dos vertientes en la regulación probatoria de los actos
o negocios jurídicos internacionalizados, en la parte final del artículo, se ordena que la instrucción
o práctica de la prueba se ajuste a las reglas procesales de la Lex Fori. En el núcleo de la
disposición se establece que los medios probatorios, su eficacia y la carga de la prueba están
regidos por el mismo Derecho que se aplica a la relación jurídica que se quiere verificar; en esta
misma línea, el Código Bustamante acogió el criterio de que la prueba de las obligaciones debía
sujetarse en cuanto a su admisión y eficacia, a la Ley que rige la propia obligación; a tono con este
principio se estableció que la carga de la prueba dependería de la Ley que regulase la situación
litigiosa y que la determinación sobre los medios probatorios admisibles estaría confiada a la Ley
del lugar de realización del acto; dispone también el Código Bustamante que la forma de
sustanciarse cualquier prueba y su apreciación judicial depende de la Ley del juzgador. En la
primera parte del trascrito Artículo 38. LDIP, se consagra el paralelismo en la regulación probatoria,
en busca de la armonía entre el contenido y la prueba de una determinada relación, es la misma
ley que rige el fondo del asunto la que habrá de aplicarse a los aspectos relativos a la existencia
legal, la tipicidad, la pertinencia y la carga de la prueba; estos aspectos forman parte de
la decisoria litis, como formas procesales probatorias que comportan una apreciación de la
relación controvertida y que en consecuencia deben ser resueltos por el mismo Derecho que
regula el con tenido del acto cuya prueba se quiere hacer valer. La ley que rige el contenido del
acto es la que debe indicar los medios probatorios que permitan demostrar que un acto jurídico
fue válidamente realizado y la materia que contiene; igualmente, corresponde a esta ley la
determinación sobre el grado de eficacia de los medios probatorios empleados, a través de los
criterios sobre la apreciación y valoración de la prueba establecidos en la misma ley del contenido,
a la que compete también la fijación de las reglas sobre el onus probandi.

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