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Este testimonio reafirma la postura de Ana María Camblong, que sostiene que las
costumbres, comidas y demás tradiciones se presentan hacia ambos lados de la frontera,
a la cual define como una piedra porosa que absorbe permanentemente estilos de vida y
los intercambia y comparte.
Los aportes de doña Sara y de Ana Camblong son interesantes de observar, sin
embargo existe una realidad que va más allá de aquella vivenciada por los pueblos de
nuestra provincia: según estudios científicos recientemente publicados, la mandioca frita
posee un 10% más de peso en aceites y grasas que la preparada de otras maneras, lo cual
aumenta el riesgo de sufrir obesidad o accidentes cardiovasculares; y no aporta nutrientes
de manera significativa -no cubre el porcentaje diario requerido por el cuerpo humano-.
Si bien son contundentes los datos presentados por la comunidad científica sobre
la deficiencia alimenticia que presenta la mandioca frita, no debe olvidarse que
recurrentemente es un medio útil para la supervivencia de aquellas personas que se
encuentran imposibilitadas a acceder a otros alimentos contemplados en la pirámide
nutricional. Por lo tanto, es aceptable la posibilidad de reconocerla como producto de
consumo necesario ya que, como se vio en el testimonio presentado unos párrafos atrás,
existe un sinfín de historias de familias humildes de Misiones y Brasil que son capaces
de enfrentar el hambre gracias a este comestible. La trascendencia de fronteras de este
plato lo legitima como un bien sustancioso que debe valorarse por sobre lo expresado por
la ciencia.