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LECTURA REFLEXIVA: LA GRAN FINAL

Adam y Jon eran compañeros de colegio desde el primer curso. Siempre habían sido
buenos amigos, jugaban juntos al fútbol y se lo pasaban muy bien. Adam era un excelente
deportista; sin embargo, Jon era bastante torpe en los deportes, aunque le daba lo
mismo, y pese a eso siempre aceptaba jugar con Adam, aunque perdiera siempre.

A Adam esto de ganar siempre le empezó a gustar. Así que entrenaba muy duro para que
nadie le venciera. Pero empezó a tomarse los partidos muy en serio y cambio mucho;
tanto que, cuando jugaban en equipo, jugaba sucio haciendo muchas faltas y trampas
para ganar siempre. A Adam ya no le gustaba jugar con Jon.

- ¿Puedo jugar en tu equipo Adam?

- No Jon, eres demasiado malo. Mejor sigue jugando en tu equipo, así es más fácil ganar
el partido.

A Jon le dolían las palabras de su antiguo amigo pero pese a eso él seguía jugando y
esforzándose por superar sus limitaciones.

Un día llegó al colegio la noticia de que iban a competir en el campeonato nacional de


jóvenes futbolistas. Pero solo podía ir un equipo representando a cada colegio. Al final,
como en los dos equipos había buenos jugadores decidieron unirse para el campeonato.
Adam fue elegido capitán y enseñó a sus compañeros todas sus estrategias y sus trampas
para ganar. Y así, jugando sucio, es como ganaron todos los partidos hasta que llegó el
día de la gran final.

Como era de esperar, Jon se pasó todos los partidos en el banquillo. Pero lo que no
esperaba nadie es que el equipo contra el que iban a jugar la final hiciera más trampas y
jugara más sucio que el equipo de Adam. Nada más empezar, se lanzaron sobre el tobillo
del capitán para lesionarlo y que no pudiera jugar más.

- ¡Qué vamos a hacer! -se lamentaban todos.

- Sin Adam no somos nada, perderemos seguro -decía uno.

- Mejor será que nos rindamos ahora, antes de que nos lesionemos todos -decía otro.

- ¡Ni hablar! -Jon se levantó con la intención de no permitir que se retiraran.

- ¿Qué dices? -le dijo Adam con desprecio-. ¿No has visto lo que me han hecho? ¡Son
unos tramposos!

- Pero no más que tú -dijo Jon -. Tal vez sean más brutos y más despiadados, eso sí. Pero
tengo una idea.

Jon les explicó las estrategias que seguía para evitar los golpes y las trampas cuando
jugaba contra Adam y les animó a jugar para demostrarles que nadie podía asustarles.

- Está bien, jugad -dijo Adam -. Pero si Jon es tan listo, que sea el capitán -añadió con
burla.
Todos aceptaron y jugaron el partido mientras Adam se reía del fracaso de sus
compañeros, que no metían gol ni en propia puerta.

Cuando el equipo contrario vio el esfuerzo que estaban haciendo por jugar limpio
decidieron hacer lo mismo ellos también.

Fue un partido alucinante, de esos que pasan a la historia. Y cuando terminó el partido
todos se sintieron muy orgullosos, incluso el equipo de Jon, que perdió por goleada.

- ¿Por qué estáis tan contentos? -preguntó Adam -.¡Habéis perdido! ¡Sois el hazme reír de
todo el país!

- No Adam, te equivocas -dijo Jon -. Hemos demostrado que es posible jugar limpio y
hemos conseguido también que nuestros rivales nos respeten y acepten jugar limpio por
decisión propia. Además, hemos disfrutado muchísimo, porque no nos hemos preocupado
tanto por ganar como haces tú, sino por ofrecer un buen juego.

Adam aprendió la lección y se disculpó con Jon, que le perdonó de inmediato. Y todos
juntos se fueron cantando:

“Hemos perdido, hemos perdido, pero nos hemos divertido”.

ACTIVIDAD:
1. ¿Cuál es el mensaje de la lectura?
2. ¿Qué valores nos transmite la lectura?
DISCORDIA EN LA NEVERA

Como todos los viernes la familia Pérez había hecho la compra semanal. Y como todos
los viernes el caos volvía a reinar en la nevera. Todos los alimentos parecían muy
calladitos al llegar a la cocina, pero en cuanto se cerraba la puerta del frigorífico todos
empezaban a darse importancia y presumir ante los demás.

Los huevos rodaban divirtiéndose y haciendo que los yogures perdieran el equilibrio y se
enfadaran. La lechuga pedía más espacio en el cajón de las verduras porque quería estar
bien fresquita. Las peras discutían con las manzanas sobre quién era la fruta preferida de
los niños. Los plátanos se creían los más importantes porque eran ricos en potasio. Y,
mientras verduras y frutas alzaban la voz y sembraban la discordia, la leche, más
tranquila, conversaba con el queso sobre los prados verdes y las vacas de las que
descendían.

Al pollo no le gustaba cómo olía la merluza ni las truchas y no quería estar cerca de ellos.
Y los pescados, aunando fuerzas, se defendían diciendo que olían a mar. No empezaban
con buen pie para pasar juntos unos días en la nevera. Y, si el comienzo no fue bueno,
las horas que siguieron no fueron mucho mejor.

Si al principio el pollo había defendido el campo, la merluza, el mar, y la trucha, el río;


ahora discutían sobre su mejor receta. El pollo deseaba ser horneado y estar bien
acompañado de unas buenas patatas crujientes. Por el contrario, la trucha quería que la
hicieran a la plancha y para ella el mejor acompañamiento sería una ensalada bien fresca.
Cada uno hablaba de sí mismo y poco escuchaban al otro.
Sin embargo, fue a la noche cuando se consiguió el silencio, después de escuchar a la
mamá de la familia Pérez decir a su hijo:

- 'Lo mejor es tener una dieta equilibrada. Hay que comer de todo y variado, porque
todos los alimentos son importantes para que estemos sanos'.

Y es así como, al fin, los alimentos comprendieron que todos son igual de importantes,
porque cada uno aporta una cosa buena a la salud, y que pueden estar muy ricos tanto si
se les cocina por separado como si se busca una buena combinación entre ellos.
Mmmmmm…. ¡¡¡Qué rico!!!!

ACTIVIDAD.

Lea la lectura y responda en tu cuaderno

1. De qué trata la lectura y cuál es su mensaje?


2. ¿Por qué discutían los alimentos dentro de la nevera?
3. ¿Por qué creían los plátanos que eran muy importantes?
4. ¿Por qué estaba enfadado el pollo?
5. ¿Quién era el alimento más importante de todos?
6. ¿Qué debemos comer para estar sanos?
Timón, el pequeño jugador
Autor:

Irene Hernández
Edades:

Todas las edades


Valores:

superación, no juzgar por las apariencias, respeto, aceptación


Timón era un niño muy bajito que tenía diez años. Era tan bajito que en la
escuela tenía un pupitre más pequeño que el de los demás, se vestía con la
ropa de su hermano de seis años y usaba una bicicleta más chiquitita que las de
los niños de su edad.

Nadie sabía por qué Timón no crecía más, pero a él no le importaba porque ser
bajito también tenía sus cosas buenas. Tan solo se sentía triste en el colegio,
donde todos los niños se burlaban de él.
Nunca querían jugar con él a nada y, en clase, cada vez que la profesora lo
llamaba se reían de él porque no llegaba a la pizarra y tenía que subirse a una
silla.

Timón muchas veces se sentía mal, porque sus compañeros no se daban cuenta
de que él no era el único diferente. Por ejemplo había otro chico que era tan alto
que podía tocar los árboles más altos con las manos, otro con unas gafas enormes
porque casi no veía y otro tan delgado que tenía que darle dos vueltas al cinturón.
Cada uno de los niños tenía alguna característica diferente y eso lo hacía mucho
más divertido, pero para los niños lo único divertido era burlarse del pobre Timón.

Un día, mientras estaban en el recreo, Timón estaba sólo comiéndose un bocadillo


y, cuando lo terminó, decidió hablar con sus compañeros para preguntarles si
querían jugar con él.
- Estamos jugando a las carreras. Tu, como tienes las piernas tan cortitas, no
puedes correr rápido – le dijo Manuel, el cabecilla del grupo

Timón se dio la vuelta y volvió a quedarse sólo hasta que, al día siguiente, vio que
sus compañeros jugaban al fútbol y se acercó para preguntar si podía jugar con
ellos.
- Timón, tu no vales para jugar al fútbol. ¡Contigo en el equipo perderemos
seguro! – le volvió a decir Manuel
Entonces, Timón se volvió a marchar solo a una esquina del recreo.

Esa misma tarde, su hermano se encontró una pelota de baloncesto y, cuando


llegó a casa, le dijo:
- Timón, ¡Mira lo que me he encontrado! ¿Quieres jugar al baloncesto conmigo?

Timón, que no había jugado nunca al baloncesto, se puso muy contento. Los dos
hermanos empezaron a jugar, cuando, de repente, los dos se dieron cuenta de
que Timón encestaba todas las pelotas a la primera.

Resultó que Timón tenía muchísima fuerza en los brazos y podía encestar la pelota
desde la otra punta de la pista incluso.

Al día siguiente, los niños del colegio estaban jugando al baloncesto, así que
Timón, muy contento, se acercó para jugar con ellos.
- ¿Puedo jugar con vosotros? Soy muy bueno encestando la pelota
- ¡Jajajajaja! Un niño tan pequeño como tú no puede jugar al baloncesto – dijo
Manuel
- ¡Sí que puedo! Y además lo hago muy bien. Déjame la pelota y te lo demostraré.

Pero Manuel se echó a reír y continuó jugando con sus amigos sin darle a Timón la
opción de intentarlo.

T imón volvió a quedarse solo, pero, justo


en ese momento, levantó la cabeza y vio un cartel que anunciaba un concurso de
triples.

Timón no se lo pensó dos veces. Quería jugar y demostrar a sus compañeros y


especialmente a Manuel, que aunque fuera más bajito que los demás no se
merecía que le dejaran de lado.

Por fin llegó el concurso. Tenían que lanzar la pelota diez veces y ganaría el que
más balones encestara. Todos fueron probando pero nadie lograba hacer un diez.
Hasta que por fin llegó el turno de Timón.
- ¡Timón, con tu estatura no vas a encestar ni una! – le gritaban

Pero Timón se armó de valor y lanzó todas las pelotas sin fallar ni una. Fue el
primero en conseguir el diez y todos se quedaron boquiabiertos.

Timón ganó el primer premio y demostró a todos sus compañeros que ser bajito
no le impedía hacer las mismas cosas que los demás. Éstos se disculparon por su
comportamiento y nunca jamás volvieron a meterse con él.

Jorge y los deportes


utor:

Silvia García
Edades:

A partir de 6 años
Valores:

sinceridad, actitud positiva


A Jorge no le gustaba el fútbol. Así de directo se lo dijo a su padre. Este le
respondió que podía entenderlo, porque ya habían pasado tres años desde
que le habían apuntado al equipo de fútbol más conocido del barrio y todavía no
había metido un solo gol. Y, además, veían en casa que no iba con ganas a jugar y
mucho menos a entrenar.

Jorge respiro tranquilo cuando sintió que su padre le entendía, pero una última
frase le volvió a generar dudas en su cabecita:

-Bueno, pues ahora a ver cuál escoges si baloncesto, balonmano, rugby…. Seguro
que con otros compañeros y otro deporte vas a pasártelo mucho mejor.

No fue capaz de contestarle, pero en su interior conocía la respuesta. No quería


hacer ese tipo de deportes. Él tenía curiosidad por probar con deportes
individuales, como el tenis, el pádel, la natación o incluso el ajedrez. Pero, claro, a
papá le hacía ilusión que hiciera deportes con más niños y no quería
decepcionarlo.

Esa semana en el cole, Jorge observó que cerca de conserjería había un panel con
varios carteles colgados sobre el grupo de pádel y de ajedrez, la información con
los horarios y los papeles que tenían que entregar los niños para poder hacer esa
actividad extraescolar. Sonó la sirena para volver a entrar a clase después del
recreo y Jorge guardó los papeles en la mochila.

Por la tarde se olvidó de seguir mirando información sobre eso, hizo sus deberes y
se fue a la ducha. Al salir su padre estaba encima de la cama con los papeles de la
información en la mano.

- Jorge, no pasa nada. Estaba guardando los libros que dejaste en tu escritorio en
la mochila que mañana tienes clase y vi que dentro tenías estos papeles sueltos.
Son de clases de pádel y ajedrez

- Nada papá es que me pidió Alejandro que se los cogiera que hoy no vino al
cole…

- Jorge, no me gusta que me digas mentiras. ¿Te gustaría probar a hacer estas
actividades?

- No quería mentirte. Lo que pasa es que me parece que si no hago deportes que
a ti te gustan como los que decías ayer te voy a decepcionar y no vas a seguirme
con la misma ilusión como lo haces con el fútbol.

- ¡No pienses eso! Yo te nombre


alguno de los más habituales, sobre todo cuando jugaba yo. Que a mí me gusten
los deportes de equipo no quiere decir que tú estés obligado a hacerlos.

Jorge respiró aliviado y le dijo:

- ¡Qué bien papá! Porque yo con tantos niños no me divierto. Me gusta pensar yo
solo lo que puedo hacer, algo más tranquilo….

- Pues no te preocupes. Piensa que quieres hacer y yo te prepararé lo que


necesites para la inscripción y te acompañaré y animaré como siempre.
¿Entendido?

- Si… - dijo, Jorge bajando la cabeza con algo de vergüenza-. Gracias papá.

Se dieron un abrazo y Jorge se quedó en su cuarto mirando la información con


ganas de poder hacer un deporte que le gustara mucho.

Santi y el equipo de baloncesto


Autor:
Silvia García
Edades:

A partir de 10 años
Valores:

perseverancia
A Santi le encanta el baloncesto. Llevaba mucho tiempo pidiendo a sus padres
que le apuntasen al equipo del colegio, pero le decían que estaba a punto de
empezar la Secundaria y que iba a tener que estudiar más. A lo que sí iba Santi
era a clases de piano y pintura, pero no le gustaban del todo.

Un día, por sorpresa, sus padres aparecieron con la inscripción para el equipo de
baloncesto. Estaba tan contento que aquella noche no pudo casi dormir pensando
en las ganas que tenía de empezar a entrenar.

Cuando llegó el primer día al vestuario, estaba lleno de niños de su cole, pero le
trataban de una forma rara, como a un desconocido.

-¿Cómo ha venido Santi a jugar si siempre está estudiando y en clases de piano? -


susurraban creyendo que él no les escuchaba.

Esos comentarios hicieron que Santi se pusiera muy triste. En el calentamiento,


nadie quiso practicar con él. Al hacer los equipos, nadie le eligió. Como estaba tan
nervioso, a la hora de la verdad no acertó casi ninguna canasta. Cada vez que
lanzaba, fallaba y la pelota acababa en el otro lado de la pista de baloncesto. Sus
compañeros no paraban de meterse con él así que cada vez estaba más nervioso.
Al final, en el descanso, Santi decidió abandonar el partido y volverse a casa
cabizbajo.

En la cena, sus padres le preguntaron emocionados por su primer día de


baloncesto. Santi estaba tan triste que prefirió no contestar e irse directamente a
la cama.

Al día siguiente, camino del cole, se encontró con un gato abandonado. Le dio un
poco de su merienda, porque parecía que tenía hambre. Al rato, se dio cuenta de
que el gatito le seguía. En ese momento, con una pequeña vocecilla, le dijo:
- Sólo quiero
ayudarte, Santi. Ayer vi tu entrenamiento y noté lo mal que se portaron tus
compañeros. No les debes hacer caso, si te gusta el baloncesto debes luchar por
aprender a jugar sin que te importen las miradas y comentarios de los demás.

El niño no se podía creer lo que le estaba pasando. Cuando se giró, el animal


había desaparecido. Sin embargo, decidió poner en marcha el consejo de aquel
minino parlanchín. Decidió empezar a practicar unas canastas todos los días.
Todas las tardes practicaba y poco a poco fue mejorando. Su entrenador le felicitó
por el esfuerzo y decidió nombrarle capitán del equipo. No por ser el mejor
jugador, sino por ser el más humilde y perseverante.

Cuento infantil sobre las limitaciones de los niños


Natalia era una niña chiquitita. Tanto que sus compañeros de clase le sacaban más de
una cabeza. Eso hacía que siempre la eligieran la última para realizar cualquier juego. A
Natalia no le importaba, ella entendía que cada uno tenía que conocer sus limitaciones o
dificultades y esperar a averiguar cual sería su don.

Pronto se celebrarían los juegos anuales de Actividades Deportivas entre los colegios. Y
como siempre, Natalia sabía que a ella solo le tocaría animar desde el banquillo. Todos
los demás habían trabajado duro y entrenado mucho para ganar. Sin embargo, esta
edición incluía una novedad: debían participar todos los alumnos de la clase.

Unos jugarían al baloncesto, otros al fútbol, dos competirían en natación y un par más
participarían en las pruebas de atletismo. Y a Natalia le dejaron la última prueba, la
de salto de longitud. La estrategia del colegio de la pequeña era ganar todas las
competiciones anteriores para compensar el último lugar que tendría Natalia. Aunque
todos asumían la derrota de Natalia, ésta estaba preocupada, no quería que su equipo
perdiera por su culpa.

Sin embargo las cosas no estaban saliendo bien. Los compañeros de Natalia no estaban
sacando ninguna ventaja en sus pruebas. Sólo había nervios y decepción. Y el marcador
señalaba que estaban en la segunda posición a falta de la prueba final. Todos empezaban
ya a aceptar que este año no serían los campeones.

Natalia dejó los nervios a un lado, ya que quería disfrutar jugando. Era la primera vez que
participaba en los Juegos Anuales y eso para ella ya era una victoria.

Respiró hondo, pensó en su familia y en sus compañeros del colegio y saltó. Como era
chiquitita aprovechó una corriente de aire y más que saltar parecía que volaba. Nunca,
ningún participante había saltado tan lejos.

Todos sus compañeros, entre aplausos y felicitaciones, decidieron que debía ser Natalia
quien alzara la copa que les proclamaba campeones. Pero lo más importante fue que
Natalia encontró su don: saltar.

Ejercicios de comprensión lectora

Descubre si tu hijo ha entendido el cuento con estas sencillas preguntas de comprensión


lectora.

 ¿Qué problema tenía Natalia?


 ¿Por qué la dejaron la última para participar en las pruebas?
 ¿En qué deporte iba a participar Natalia?
 ¿Por qué era tan importante que Natalia sacara buena puntuación?
 ¿Qué pasó al final?
 ¿Qué es lo que se te da mal y qué cosas se te dan bien?

El gran partido
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Un hueco en el belén
Poesía de Navidad: El ladrón del portal
Había una vez un grupo de niños que habían quedado para jugar un partido de fútbol por
todo lo alto. Habían dedicido que cada uno llevaría un elemento importante que hubiera
en todos los partidos oficiales, y así, uno trajo el balón, otro el silbato, otro una portería,
otro los guantes del portero, las banderillas del córner, etc... Pero antes de comenzar el
partido, a la hora de elegir los equipos hubo una pequeña discusión, y decidieron que
podría elegir aquel que hubiera llevado el elemento más importante.
Como tampoco se ponían de acuerdo en eso, pensaron que lo mejor sería empezar a jugar
al completo, con todos los elementos, e ir eliminando lo que cada uno había traido para
ver si se podía seguir jugando y descubrían qué era verdaderamente imprescindible. Así
que comenzaron a jugar, y primero eliminaron el silbato, pero quien hacía de árbitro pudo
seguir arbitrando a gritos. Luego dejaron a los porteros sin guantes, pero paraban igual de
bien sin ellos; y tampoco se notó apenas cuando quitaron los banderines que definían los
límites del campo, ni cuando cambiaron las porterías por dos papeleras...; y así siquieron,
hasta que finalmente cambiaron también el balón por una lata, y pudieron seguir
jugando...

Mientras jugaban, pasó por allí un señor con su hijo, y viéndoles jugar de aquella forma, le
dijo al niño:
-"Fíjate, hijo: aprende de ellos, sin tener nada son capaces de seguir jugando al fútbol,
aunque nunca vayan a poder aprender ni mejorar nada jugando así"
Y los chicos, que lo oyeron, se dieron cuenta de que por su exceso de orgullo y egoísmo,
lo que se presentaba como un partido increíble, había acabado siendo un partido penoso,
con el que apenas se estaban divirtiendo. Así que en ese momento, decidieron dejar de un
lado sus opiniones egoístas, y enseguida se pusieron de acuerdo para volver a empezar el
partido desde el principio, esta vez con todos sus elementos. Y verdaderamente, fue un
partido alucinante, porque ninguno midió quién jugaba mejor o peor, sino que entre todos
sólo pensaron en divertirse y ayudarse.
p de cuentos infantiles.
Ficha del cuento
8.7
Valores
Saber perder, deportividad
Enseñanza
Para saber perder o ganar, lo importante es disfrutar de las actividades, y no dar tanta importancia al resultado
Ambientación
Un colegio
Personajes
Dos niños
Otros idiomas
Inglés

Abajo tienes el texto del cuento y un enlace para descargarlo. Úsalo para trabajar el
desarrollo emocional y cognitivo de tus niños o tu bebé, y ayudarte en tu labor de
padre o madre
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Ganar o perder
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Pepito odiaba perder a lo que fuera. Sus papás, maestros y muchos otros decían

que no sabía perder, pero lo que pasaba de verdad es que no podía soportar

perder a nada, ni a las canicas. Era tan estupendo, y se sentía uno tan bien

cuando ganaba, que no quería renunciar a aquella sensación por nada del mundo;

además, cuando perdía, era justo todo lo contrario, le parecía lo peor que a uno

le puede ocurrir. Por eso no jugaba a nada que no se le diera muy bien y en lo

que no fuera un fenómeno, y no le importaba que un juego durase sólo un minuto


si al terminar iba ganando. Y en lo que era bueno, como el futbolín, no paraba de

jugar.

Cuando llegó al colegio Alberto, un chico nuevo experto en ese mismo juego,

no tardaron en enfrentarse. Pepito se preparó concentrado y serio, dispuesto a

ganar, pero Alberto no parecía tomárselo en serio, andaba todo el rato

sonriente y hacía chistes sobre todo. Pero era realmente un fenómeno, marcaba

goles una y otra vez, y no paraba de reir. Estaba tan poco atento, que Pepito

pudo hacerle trampas con el marcador, y llegó a ganar el partido. Pepito se

mostró triunfante, pero a Alberto no pareció importarle: "ha sido muy

divertido, tenemos que volver a jugar otro día".

Aquel día no se habló de otra cosa en el colegio que no fuera la gran victoria de

Pepito. Pero por la noche, Pepito no se sentía feliz. Había ganado, y aún así no

había ni rastro de la sensación de alegría que tanto le gustaba. Además,

Alberto no se sentía nada mal por haber perdido, y pareció disfrutar perdiendo. Y

para colmo al día sigiente pudo ver a Alberto jugando al baloncesto; era realmente

malísimo, perdía una y otra vez, pero no abandonaba su sonrisa ni su alegría.

Durante varios días observó a aquel niño alegre, buenísimo en algunas cosas,

malísimo hasta el ridículo en otras, que disfrutaba con todas ellas por igual. Y

entonces empezó a comprender que para disfrutar de los juegos no era necesario

un marcador, ni tener que ganar o perder, sino vivirlos con ganas, intendo hacerlo

bien y disfrutando de aquellos momentos de juego.

Y se atrevió por fin a jugar al escondite, a hacer un chiste durante un partido

al futbolín, y a sentir pena porque acabara un juego divertido, sin preocuparse

por el resultado. Y sin saber muy bien por qué, los mayores empezaron a

comentar a escondidas, "da gusto con Pepito, él sí que sabe perder"


Pedro Pablo Sacristán
¿Te ha gustado el cuento?
EL NIÑO QUE QUERÍA SER FUTBOLISTA.
enero 16, 2014 por sagradoscorazones2013
Un niño llamado Juan, vivía a las afueras de la ciudad en una pequeña casa. Tenía una
estatura media, su pelo era tan oscuro como el carbón, sus ojos, grandes como platos,
brillaban por la mañana y por la noche relucían.

Todos los días a la caída de la tarde, salía al jardín de detrás a jugar con su primo
al fútbol. Un día cuando salieron de su casa a dar un paseo se encontraron al mismísimo
jugador de futbol Cristiano Ronaldo del equipo de su ciudad, el Real Madrid. Estuvieron
hablando de cómo le iba en los partidos a Cristiano. El les dijo que bastante bien. Cuando
llegaron del paseo se lo dijeron a su padre, que era un gran aficionado del fútbol. Él les
respondió con una mirada petrificada porque era uno de los mayores fans de Cristiano.

Ellos les contaron todo lo que estuvieron hablando con él y el padre les dijo que
pues claro que le iba bien en los partidos porque era el “pichichi” de la liga.

El sueño de Juan era entrar en el equipo del Real Madrid junior. Por eso estaba
jugando tanto al fútbol.

Al día siguiente insistió a su padre que le apuntara al casting para entrar en el


equipo. Su padre dijo:

– Bueno, vale, como es tu sueño yo te apuntaré.

Juan, muy ilusionado, abrazó a su padre y no paró de darle besos.

Ahora Juan se entrenaba mucho más duro para que pudiera pasar el casting. Su
primo le dijo que parara de entrenar y se pusieran a jugar a la Play. Él le respondió que
las cosas se consiguen con esfuerzo, constancia y trabajo. Siguió y siguió entrenando
hasta que llegó el día del casting.

Cuando se presentó en la prueba le hicieron tres exámenes: ataque, defensa y


físico y mental. Aprobó las tres y le dijeron que podía entrar en el equipo. Con los ojos
llorosos y llenos de lágrimas de alegría fue a abrazar a su padre, que fue el que hizo que
su sueño se hiciera realidad.

Alejandro Ruiz Molero


Cuento: El Niño que soñó ser futbolista

El Niño que soñó ser futbolista


Había una vez un niño muy pobre en una ciudad llamada Gótica, una ciudad muy bonita, el niño
vivía con su mama en un barrio de la periferia de la ciudad. El niño soñaba con ser futbolista
profesional y ayudar a su madre, pero no tenía los utensilios necesarios ni siquiera para comer. El
se ganaba la vida vendiendo dulces por las calles. A pesar de sus días tristes y llenos de trabajo,
El Niño nunca dejo de perseguir su sueño, cuando podía jugaba con sus amigos del barrio y los
lunes iba a ver los entrenamientos del equipo de la cuidad, el sólo podía ver desde afuera del
campo , anhelaba estar en el campo de juego. El tiempo pasó y El Niño creció, ya era un
adolescente pero con aquel sueño que tanto quería. Un lunes fue a ver los entrenamientos del
equipo de la ciudad y se dio cuenta que había un busca talento ojeador de la selección de su país,
y como pudo entro a los vestuarios y se vistió como sí fuera un jugador más. El entrenador cambió
jugadores para seguir probando, y el entro al terreno de juego y mostró sus habilidades, todos
quedaron sorprendidos. De repente unos de los jugadores se dio cuenta que no estaban sus
utensilios de juegos, el uniforme y sus zapatos, y empezó a gritar: ese que este ahí no pertenece
al equipo y me robó mis cosas, el entrenador llamo a la policía. Aquel adolecente vio su sueño tan
cerca, que sintió casi alcanzarlo. La policía lo encerró en prisión bajo fianza pero su mama no
tenía como sacarlo de ese lugar. Aquel busca talento quedo con la imagen del adolecente
talentoso y como pudo salió a buscarlo, pagó su fianza y se llevo al adolecente y a su madre para
la capital del país, les busco una buena vivienda en un barrio reconocido de la capital y aquel niño
que soñaba esperanzado con jugar fútbol profesional, ya pertenecía al equipo alterno de la
selección de su país, esperando la oportunidad para demostrar sus habilidades en la liga
profesional.

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