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34 Clase 2 PDF
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Presentación
A lo largo de la historia han cambiado los modos de concebir y nombrar a las adolescencias, los
embarazos, las maternidades y las paternidades. Diferentes han sido los discursos y las prácticas en
relación a estos fenómenos.
Estos modos de nombrar constituyen marcas significativas y eficaces que impactan diferencialmente
en las formas que adquieren las experiencias de quienes son nombrados y nombradas. En los
nombramientos se evidencian los límites entre lo esperable y lo correcto, y lo desviado e incorrecto.
Estos nombramientos repercuten en las experiencias sociales, educativas, laborales, y sexuales.
Las instituciones sociales (familia, escuela, salud, medios de comunicación, Iglesia) participan
en la producción de esas marcas. Tal como señala Lopes Louro (1999), todas esas instancias
realizan una pedagogía. Todas ellas conforman un entramado en el cual insisten y se reiteran
ciertos patrones, ciertas normas que van construyendo nuestras experiencias, nuestras
sexualidades, nuestros modos de pensar lo social, y de pensarnos en lo social en tanto
personas con diferentes identidades de género, orientaciones sexuales, roles en las familias,
entre otros posicionamientos.
Frente a aquellas normas, que funcionan como mandatos sociales, las personas producen
obediencias, resistencias y transgresiones. Es por ello que preferimos hablar de experiencias en
plural. Estas experiencias se acercan más o menos a aquello que se establece como norma, lo
cual conlleva para algunos enfrentarse a discriminaciones y violencias sostenidas muchas veces
en prejuicios que se consolidan socialmente y perpetúan desigualdades e injusticias.
Una importante cantidad de trabajos —que mantienen su hegemonía actualmente— presentan a los
EMPA como “precocidad desventajosa”, expresión propuesta por Ana María Fernández (2010). En sus
argumentaciones se postula que estos fenómenos precoces (porque se dan a “destiempo”),
constituyen desvíos deficitarios respecto de la adolescencia y la maternidad o paternidad, y que por
ello traen aparejado solo consecuencias negativas.
Retomando los aportes de Goffman (1971), con los EMPA asistimos a un proceso de estigmatización.
Estos son tratados como situaciones indeseables, “estigmas”, que se presentan como desvíos
respecto de “cierta naturaleza”. Así, por ejemplo, se propone la “inmadurez” biológica y psicológica
como un dato o rasgo natural de la edad, que produce indefectiblemente riesgos y situaciones
desafortunadas.
Desde estas explicaciones se ocultan ciertos procesos que, lejos de ser resultado de un proceso
“natural”, se producen en el marco de ciertas relaciones de desigualdad social, económica y cultural
que son las que producen, en ocasiones, las desventajas. Se asiste así a una naturalización de lo
social, que adjudica al orden de lo natural procesos que son el resultado de ciertas condiciones
histórico-sociales injustas y que quedan omitidas.
La estigmatización no sólo deja en las sombras de las desigualdades que se producen a partir de los
embarazos, las maternidades y a las paternidades, sino también aquellas dimensiones sociales
previas a estos fenómenos que constituyen parte de sus determinantes, de sus antecedentes. Por
ejemplo, desde estas argumentaciones se coloca en las características de las personas o de ciertos
grupos la causa de “lo que les toca vivir”. La cultura de ciertos grupos, el descuido y desenfreno de
lxs adolescentes, las familias desestructuradas abundan en algunas presentaciones como causas de
los embarazos, maternidades y paternidades a “destiempo”.
Así, uno de los efectos más característicos de la estigmatización moralista es la culpabilización. Por
ejemplo, se escucha esta apropiación recurrente en dichos de adolescentes y jóvenes: “si yo me
mandé la macana, me tengo que hacer cargo”, “Yo cometí un error, me tengo que hacer
responsable”, “si en ese momento no pensaste, ahora ya es tarde, bancatela”, “si te gusta el
durazno, bancate la pelusa” y otras tantas...
La estigmatización totaliza las experiencias, al plantearlas como producto de la naturaleza ellas se
presentan como teniendo un único destino. Si lo que sucede es —por naturaleza— inevitable, no
puede ser de otro modo, no queda mucho por hacer. Visualizar las diferencias, escuchar a quienes
atraviesan estas situaciones, identificar los anudamientos sociales e institucionales nos dejará
seguramente en una mejor posición pedagógica-institucional. Nos permitirá derribar prejuicios,
identificar las prácticas discriminatorias y construir estrategias más cercanas a las necesidades de
las y los adolescentes que tengan como horizonte la restitución y garantía de los derechos.
Seguramente han escuchado decir: “Si en la escuela se enseñan los métodos anticonceptivos ¿Por
qué no siempre los usan?”, “Los EMPA se producen por falta de información”, “Las adolescentes
buscan embarazarse para cobrar un plan social”, “Las adolescentes buscan embarazarse para tener
algo propio”, “A partir de los embarazos, las maternidades y las paternidades se corta la
Les proponemos listar otras frases que se dicen o que hayan escuchado en
torno a:
1. las y los adolescentes, y
2. específicamente sobre los EMPA.
Pueden revisar publicidades, canciones, titulares de noticias en los diarios,
imágenes que se utilizan para ilustrar estas situaciones.
Luego de realizar los listados, las y los invitamos a reflexionar sobre los
efectos que pueden tener las frases identificadas sobre quienes atraviesan
estos procesos.
El acceso a la información sobre la sexualidad, el cuerpo, y las relaciones sexuales, así como el
acceso a los métodos anticonceptivos son aspectos centrales para la toma de decisiones
autónomas, y forman parte de los derechos sexuales y reproductivos de todos y todas. Ahora bien,
se sabe también que la información no es el único punto que se pone en juego al momento de
cuidarse en las relaciones sexuales.
Un trabajo clásico de Silvana Weller (2003) se titula “Si saben, ¿por qué no se cuidan?”. Muchas y
muchos adolescentes tienen información, y también conocen los modos de acceder a los métodos
anticonceptivos. También es cierto que hay mucho por recorrer en relación al acceso a información
segura, a los métodos anticonceptivos y a los servicios de salud. Es importante destacar la tarea de
la escuela de articular con los centros de salud para lograr el acceso de las y los jóvenes a la
consulta sobre su salud sexual, y a la decisión del uso de los métodos más adecuado para cada
quien. Estos espacios deben ser amigables, confiables y seguros para que los estudiantes
encuentren un lugar de alojamiento y no sean “expulsados”. En este marco, las Asesorías que
funcionan en algunas escuelas, y las Consejerías de Salud propician la generación de este tipo de
espacio de consulta y atención.
“La imagen de una parejita de adolescentes enamorados que se embaraza y quieren tener su bebé
es más una construcción de la imaginación colectiva que una realidad estadística” (Fernández, 2010,
p.9). Sobre todo, para las niñas adolescentes de menor edad, para quienes son determinantes otros
factores. Una serie de estudios señala el anudamiento que se da entre sus embarazos y situaciones
de violencia o abuso sexual. Esta afirmación no pretende universalizar las experiencias, pero sí
visibilizar una de sus dimensiones. Es sabido que los abusos atraviesan a los diferentes sectores
sociales; sin embargo, los modos de resolución de estas situaciones difieren según clase y edad.
Lo que aquí nos proponemos es reflexionar acerca de los efectos de la argumentación que coloca en
la falta de información o en su uso “incorrecto” la principal o única causa de los EMPA. Estas miradas
dejan en las sombras varios aspectos cruciales (como las relaciones de género, las violencias y
abusos, las formas de pensar el cuerpo, la sexualidad y el cuidado según clase, edad, sexo-género), y
promueven lecturas ahistóricas de este fenómeno. Por otro lado, pero vinculado a lo anterior, esta
afirmación consolida la culpabilización, al colocar en una persona, en su racionalidad o su descuido la
explicación de lo que le sucede. Así, se escucha decir, por ejemplo: “Yo te di información, te dije que
te cuides, te dije cómo tenés que cuidarte. Si no te cuidaste, entonces es tu responsabilidad”. Por
esta razón es importante reflexionar sobre cómo y desde qué perspectivas se abordan estos temas
en la escuela, no fortaleciendo ideas que culpabilizan, sino valorando la responsabilidad y el derecho
que tenemos de vivir plenamente nuestra sexualidad. Seguir indagando, junto a las y los estudiantes,
sobre sus ideas, fantasías, deseos y dudas que se ponen en juego en la forma de establecer vínculos,
en las relaciones sexuales ocasionales o estables, frente a posibles presiones, en el amor, en las
desilusiones, entre otras.
Tal como hemos trabajado en la clase anterior, la mayoría de los embarazos se producen como una
situación no planeada, no buscada. Esta afirmación no niega que algunos embarazos sean producto
de una planificación, una búsqueda o una decisión tomada en soledad o en pareja. Sin embargo,
reconocer una actitud previa de búsqueda de un embarazo no debe hacernos caer en algunas
insistencias erróneas, por ello a continuación listamos una serie de recaudos necesarios.
● No totalizar. Es decir, no explicar todos los embarazos, las maternidades y las paternidades
como planificación o proyecto. Ni tampoco homogeneizar en todos los casos las
argumentaciones que se presentan como motor de la decisión que se presentan solo en
algunos de ellos.
● Evitar el relativismo o las argumentaciones a-históricas, que explican por “lo cultural”
cuestiones que dan cuenta de desigualdades de distinto orden (de clase, de género, etarias).
Es decir, es importante visibilizar en qué marco de posibilidades esa decisión fue tomada.
Quizás algunos adolescentes busquen tener un hijo como medio de reposicionamiento, para
tener algo propio, como forma de realización; en otros casos, la reproducción de las
condiciones de vida (pobreza, vulneración de derechos) da lugar a embarazos ligados a la
denominada reproducción intergeneracional. Es importante señalar que si la historia se
“repite” es debido a las condiciones de vida y la falta de acceso a la salud y no por una
identificación de las jóvenes con sus madres o sus abuelas. Otras mujeres, quizá, encuentran
en el embarazo un destino asignado como mandato de género, como un lugar de realización
valorado socialmente para las mujeres. Es interesante reflexionar sobre los mandatos y
lugares privilegiados que se les asignan a los varones. Estas argumentaciones no deberían
obturar la identificación de las desigualdades que operan para que estos acontecimientos.
● Cuidar la recurrencia al discurso del deseo. Aquí se pueden realizar al menos dos
observaciones: el deseo no es una construcción individual. Si bien contiene elementos
personales, el deseo se construye en el marco de una cultura. Por ejemplo, ¿cuánto del
deseo de una hija o un hijo —si es que se presenta— responde a lo individual y cuánto a lo
María, tiene 11 años, vive con su madre, asiste a sexto grado de la primaria,
cursa el tercer mes de embarazo resultado de un abuso sexual que sufrió de
parte de un vecino. No se anima a contar lo que le pasa porque quien la
El nacimiento de una hija o un hijo marca, indefectiblemente, una diferencia en la vida de una
mujer o de un varón; adolescente, joven o adulto. A partir de estos procesos se generan
movimientos que en ocasiones —porque no siempre— pueden llevar a un nuevo posicionamiento
objetivo y/o subjetivo: se viven temores e inseguridades diferentes, sentimiento de mayor
responsabilidad por tener alguien a cargo, sentirse/colocarse más cerca de los propios
padres/madres. También suelen producirse transformaciones en las actividades y proyectos
(estudio, trabajo, tareas de crianza).
Ahora bien, en los casos que analizamos, ¿estas transformaciones conducirán inevitablemente a la
pérdida de adolescencia? Aquí será necesario detenernos a reflexionar sobre la adolescencia. ¿La
adolescencia es un estado? ¿incluye una serie de rasgos? ¿de actividades?
Entendemos a la adolescencia como una categoría socio-histórica; como una experiencia, una
forma de habitar el cuerpo en un momento socio-histórico determinado. Es decir que, las formas
La escuela secundaria recibe a chicas y chicos en edades diversas, en una variedad que va desde
púberes y adolescentes de los primeros años a jóvenes de los últimos años del secundario.
Momento de encuentro con otras y otros; también de amistades que, probablemente perduren en
el tiempo; de los “primeros amores”; de inicio de relaciones sexuales; de encuentros y
desencuentros generacionales; de paternidades y maternidades; de constitución de identidades y
En la clase anterior nos acercamos al enfoque de género y derechos que propone la ESI, y que
configura el marco desde el cual planteamos el abordaje de las temáticas que nos convocan. En
relación a los EMPA, la perspectiva de género ha aportado muchísimo. En primer lugar, los ha
La sexualidad y la reproducción no siempre fueron pensadas del mismo modo; no siempre fueron
diferenciadas, ni parte constitutiva del campo de la salud ni de los derechos humanos. Su
reconocimiento como parte de los derechos humanos y como componente de las políticas públicas de
salud resulta de un largo proceso de luchas, conquistas y resistencias.
El reconocimiento de la sexualidad como uno de los derechos fundamentales podría situarse hacia
fines del siglo XX. Es hacia 1990 que se da reconocimiento y se acepta internacionalmente a la salud
sexual y a la salud reproductiva como derechos. La reforma de la Constitución Argentina de 1994
otorga jerarquía constitucional a un conjunto de Convenciones Internacionales —entre las cuales se
encuentran algunas vinculadas con la temática—, lo cual conlleva la asunción por parte del Estado de
un compromiso por la efectivización de los derechos sexuales y los derechos reproductivos.
En sintonía con el marco normativo internacional, en el año 2003 se sanciona la Ley Nacional Nº
25.673 que crea el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable en el ámbito del
Ministerio de Salud de la Nación, y establece que todas las personas tenemos derecho a:
Disfrutar de una vida sexual saludable y placentera, sin presiones ni violencia.
Ejercer nuestra orientación sexual libremente y sin sufrir discriminación ni violencia.
Decidir si tener o no tener hijos, cuándo y con quién tenerlos, el número de hijos y el
espaciamiento entre sus nacimientos.
Recibir atención gratuita de nuestra salud sexual y reproductiva.
Obtener información y orientación clara, completa y oportuna sobre nuestra salud sexual y
reproductiva en palabras sencillas y comprensibles.
Elegir el método anticonceptivo que más se adapta a nuestras necesidades, criterios y
creencias.
En relación a las y los adolescentes, la Ley 25.673 especifica en su artículo 4 que reconoce como
marco la Convención Internacional de los Derechos del Niño (Ley 23.849), y considera primordial la
satisfacción del interés superior del niño y adolescente en el pleno goce de sus derechos y garantías.
Este artículo es profundizado por el Decreto 2883/2003, desde el cual se entiende por interés
superior el ser beneficiarios, sin excepción ni discriminación alguna, del más alto nivel de salud y,
dentro de ella, de las políticas de prevención y atención en la salud sexual y reproductiva en
consonancia con la evaluación de sus facultades.
La normativa mencionada se amplía y profundiza en la búsqueda de la promoción de los derechos
sexuales y reproductivos en otros instrumentos legales. Así, contamos con todo un plexo normativo
particularmente potente en relación a la temática que aquí abordamos. Tanto en lo que refiere al
acceso a información y métodos anticonceptivos, como en lo referido a embarazos, interrupción del
embarazo, atención y programas tendientes a la efectivización de los derechos y al acompañamiento
desde el Estado para la toma de decisiones autónomas.
El abordaje de los derechos sexuales y derechos reproductivos constituyen una oportunidad para el
empoderamiento de toda la ciudadanía, y particularmente de las y los adolescentes. Por un lado, su
conocimiento conlleva la posibilidad de demandar cuando estos derechos resultan incumplidos,
luchar por su garantía y ampliación. Por otro lado, acercarse a estos derechos posibilita conocer las
responsabilidades del Estado —y sus instituciones— para respetarlos (no violarlos directamente),
protegerlos (establecer mecanismos para prevenir su violación) y cumplirlos (establecer
procedimientos para que todos puedan gozarlos). Estos derechos constituyen una de las fuentes de la
ESI y un marco imprescindible para el abordaje de los EMPA desde las políticas públicas y desde las
instituciones. Se transforman en un marco ineludible para la prevención de situaciones no buscadas y
para la generación de relaciones más igualitarias que consoliden la promoción de procesos de toma
de decisiones informadas y autónomas. Estos aspectos serán desarrollados en las clases que siguen.
Material de lectura
Bilbliografía de referencia
Créditos
Programa Nacional de Educación Sexual Integral (2019). Clase Nro. 2: Aproximaciones a los
embarazos, a las maternidades y a las paternidades en la adolescencia. Aportes para la
construcción de una mirada integral, con perspectiva de derechos y género. La ESI en la escuela:
Embarazos, maternidades y paternidades en la adolescencia. Buenos Aires: Ministerio de Educación
de la Nación.
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