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Naomi Aldort - Niños Que Muerden
Naomi Aldort - Niños Que Muerden
Por Naomi Aldort Autora de Aprender a educar sin gritos, amenazas ni castigos
Los niños muerden mucho más cuando están al cuidado de otra persona, en grupo
o en jardines de infancia que cuando están siempre al cuidado de sus padres. No
obstante, los niños atendidos en casa también pueden morder, aunque en un
grado menor.
Un niño siempre persigue sus necesidades de forma inocente. Cualquier cosa que
haga tiene una razón válida, un propósito específico. Puede ser que tenga hambre,
que esté descubriendo los conceptos de causa y efecto, que le estén saliendo los
dientes, que esté imitando a otro niño, o que se sienta frustrado. También puede
que sufra alguna reacción al gluten, los productos lácteos, la soja, el azúcar, los
aditivos alimentarios u otros alérgenos. Si tu hijo o hija muerde excesivamente o
tiene algún otro comportamiento agresivo, pide que comprueben si tiene algún tipo
de alergia, mediante un análisis del cabello o una evaluación muscular, investiga
sobre la dieta Feingold, y reflexiona sobre si su día a día puede resultarle
demasiado frustrante.
A veces, un niño llega a morder después de ver que los adultos toleramos algunas
agresiones al cuerpo o al entorno. Simplemente participa de lo que está
observando. Fíjate en cómo te tratas a ti mismo y muestra un respeto total hacia tu
propio cuerpo y hacia el cuerpo de tu hijo o hija.
Tómate las indicaciones de tu hija muy en serio. Ella depende de tus cuidados. Si
muerde para llamar tu atención, es porque necesita más atención de la que está
dando. Es una necesidad válida y real. Si está frustrada, piensa en la posibilidad
de reducir la cantidad de estímulos que recibe y proporciónale juegos e
interacciones adecuados para su capacidad.
Otra forma de prevenir los mordiscos es reducir el estrés y llevar un estilo de vida
más tranquilo. Quédate más en casa, y dedica tiempo a tu niño o niña.
Cuando un niño intenta morder por primera vez, una respuesta física rápida, clara
y cariñosa puede prevenir que se produzca de nuevo. Muchos padres dudan y
reaccionan demasiado despacio. Tratando de ser amables, se olvidan de actuar.
Una madre me dijo: “Le digo amablemente que no debe morder y que eso duele,
pero lo sigue haciendo”.
Los niños pequeños aprenden mejor con sus cuerpos. Sé respetuoso y amable,
pero también actúa físicamente, con rapidez y claridad. Si tu hijo le muerde a otro
niño, ve rápidamente y apártalo (igual que harías si lo vieras correr hacia la
carretera) mientras dices algo así como: “¡Oh, no!”, en un tono claro pero amable.
La primera vez puede ser la última si tu respuesta es clara. Si pruebas primero con
las palabras y esperas a intervenir cuando el niño ya se ha lanzado a su acción,
seguramente lo volverá a hacer. No se lo tomará muy en serio si tú no lo haces. Sé
amable, amoroso y sensible cuando detengas al niño. No juzgues ni sermonees.
En lugar de eso, mírale a los ojos, sonríe, abrázalo y valida sus emociones: “¿Ya
has jugado bastante con Lili? ¿No quieres jugar más?” Puede que tenga hambre,
que necesite llorar o simplemente estar cerca de ti. También puedes ofrecerle algo
para morder, como un alimento o un objeto adecuado para ello.
Morderle al niño “para que aprenda lo que se siente” le creará confusión y le hará
daño. Si actúas así, le estarás comunicando que eso es algo que se puede hacer,
ya que tú lo estás haciendo. Su reacción será de dolor, consternación y miedo, ya
que tú eres la persona en quien confía para recibir amor incondicional y sentirse
seguro. Darle una miniconferencia a un niño pequeño tampoco es beneficioso.
Todo lo que el niño podrá entender es: “Mi papá no está contento conmigo. Soy
malo”. Como resultado, dudará de sí mismo e incluso morderá más.
Para prevenir las causas por las que el niño muerde, colma sus necesidades
básicas de amor, atención, conexión y cuidados. Esto no significa que tengas que
darle siempre todo lo que pide. Un niño emocionalmente contenido no pide tantas
cosas. Pedir cosas es un sustituto de una necesidad primal. La cercanía física
previene la mayor parte de las dificultades de los niños pequeños. No obstante, si
tienes más de un hijo, no siempre es posible mantener esa cercanía. Haz todo lo
que puedas para ofrecer espacio para que cada niño pueda estar cerca de ti.
Siéntate a dar el pecho en un sofá grande, toma la mano del niño que no se puede
sentar en tu regazo, y conecta con él a través del tacto y de las palabras: “Cuando
se duerma el bebé, vamos a leer un cuento juntos. Tengo muchas ganas de estar
contigo.”
Muchas veces, morder es solo un juego. Cualquier cosa que haga el niño nos dice
cómo podemos ayudarle. Si muerde porque le gusta el efecto que eso produce, le
podemos ofrecer otras actividades que satisfagan esa necesidad. Déjale encender
y apagar la luz, o subir y bajar el volumen de la música; déjale empujar el carrito,
regar el jardín con la manguera, o producir otros efectos dramáticos.
Nunca hay necesidad de regañar o enfadarse con el niño. No tiene mala intención.
Está haciendo lo mejor que puede para cuidarse a sí mismo. Necesita una guía,
satisfacer sus necesidades, un lugar seguro donde depositar su frustración, sus
deseos de jugar, donde recibir amor y atención. Sé el aliado de tu hijo. Los niños
pequeños no muerden, pegan o rompen cosas cuando gozan de contención,
cuando respondemos a sus iniciativas con rápidez, de forma física, clara y
tranquila. Si un niño rompe un libro, respóndele rápidamente y ofrécele en lugar del
libro una pila de revistas viejas. Si se mancha el pelo con la comida, toma la
cámara de fotos y disfruta de la diversión; tendrás todo el tiempo del mundo para
limpiar, y muy poco tiempo para disfrutar de tu niño de dos o tres aniños.
Si tu hijo o hija muerde, no sólo puedes buscar sus necesidades subyacentes, sino
que también puedes estar alerta para prevenir que muerda. Tú sabes mejor que
nadie qué le altera, o en qué circunstancias hay más probabilidades de que
empiece a morder. Evítalo antes de que suceda, y trata de prevenir las situaciones
que le llevan a morder. Después de un tiempo sin morder, si además sus
necesidades profundas están satisfechas, el niño se olvidará de ello.
Colmar las necesidades de cercanía, afecto y contacto humano son la clave para
prevenir cualquier tipo de agresión y de dificultad emocional. Permanece cerca del
niño, sé atento, disfruta de tu hijo, y su felicidad le hará estar en paz consigo
mismo y con los demás.
Mis hijos han confiado en mi guía porque siempre he estado junto a ellos. Por
ejemplo, en lugar de decir “no hagas eso”, me acercaría rápidamente, interrumpiría
la acción y ofrecería una solución: “Ya veo que quieres golpear el suelo con la
escoba; mira, aquí puedes golpear, en el porche”. Y si no puedo ofrecer una
solución, estaré ahí para deterner la acción físicamente y validar los sentimientos
del niño si es necesario. Por ejemplo, si mi hijo pequeño quiere tocar en la tienda
un juguete que yo no tengo intención de comprar, le diré:”Ya veo que te gusta esta
casita y que te gustaría llevártela a casa. ¿Te gustaría mirarla un rato más? Puedo
esperar”.
Esta forma de afrontar las cosas le permite al niño ver a Mamá y Papá como sus
aliados. “Se da cuenta de lo que necesito y me lo da”. O bien “Cuando saqué los
libros de la estantería y los rompí, me dio una pila de libros más grandes (revistas)
para que los pudiera romper. Mamá comprende lo que necesito”. Y si no hay
solución, de todas formas puede sentir que “Mamá comprende mis sentimientos”.
El niño no interpreta que lo que quiere es malo, solo que no se puede hacer.
Permite que tu hijo o hija se sienta satisfecho y decida terminar el juego cuando
haya tenido suficiente. Si eres tú quien decide finalizar el juego, el niño va a
percibir que tú tienes el poder, y toda la alegría y el bienestar que habíais ganado
desaparecerán.
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