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La calidad de vida depende de varios factores como la salud física y mental, la educación, el entorno físico y la pertenencia social. Los indicadores de calidad de vida incluyen no solo elementos económicos sino también el bienestar general. Las políticas de inversión social buscan mejorar la redistribución de recursos para aumentar la calidad de vida mediante la prevención de vulnerabilidades. Una mayor calidad de vida está positivamente relacionada con el ingreso per cápita de un país, aunque depende también de otros factores como la in
La calidad de vida depende de varios factores como la salud física y mental, la educación, el entorno físico y la pertenencia social. Los indicadores de calidad de vida incluyen no solo elementos económicos sino también el bienestar general. Las políticas de inversión social buscan mejorar la redistribución de recursos para aumentar la calidad de vida mediante la prevención de vulnerabilidades. Una mayor calidad de vida está positivamente relacionada con el ingreso per cápita de un país, aunque depende también de otros factores como la in
La calidad de vida depende de varios factores como la salud física y mental, la educación, el entorno físico y la pertenencia social. Los indicadores de calidad de vida incluyen no solo elementos económicos sino también el bienestar general. Las políticas de inversión social buscan mejorar la redistribución de recursos para aumentar la calidad de vida mediante la prevención de vulnerabilidades. Una mayor calidad de vida está positivamente relacionada con el ingreso per cápita de un país, aunque depende también de otros factores como la in
La calidad de vida se desarrolla bajo unas condiciones que permiten a las
personas percibir una sensación de bienestar y satisfacción, sin embargo, esta no se desarrolla de un día para el otro. Para esto, existen indicadores de calidad de vida que no solo incluyen elementos de riqueza y empleo, sino que también tiene en cuenta el entorno físico y arquitectónico, así como la salud física y mental, la educación, la recreación y la pertenencia a grupos en los entornos que lo rodean. Actualmente podemos observar cambios importantes, desde los diferentes momentos históricos, contextos socioeconómicos y políticos particulares que, como consecuencia, han permitido el surgimiento de modelos para producir y distribuir el bienestar social para la consecución de un desarrollo social, que según Uribe (2004) se conceptualiza desde la propia cultura y la noción de desarrollo humano como enfoque no centrado en el crecimiento económico, sino en el bienestar de sus habitantes, para esto se deben desarrollar políticas integrales de inversión social que, como indican Cuenca y Chaparro (2010) “se concibe como el instrumento por excelencia que permite una mejor redistribución de los recursos con los que dispone una sociedad” (p. 4). La inversión social se aplica como una estrategia que permite una mejor redistribución de los recursos públicos de una nación y se desarrolla como una alternativa futurista frente a la globalización, en el cual se proponen capitales preventivos para preparar a la ciudadanía y evitar reparar en situaciones de vulnerabilidad (Inza-Bartolomé, 2015; Cuenca y Chaparro, 2010). Con lo anterior, lograríamos disminuir el nivel de desigualdad social y aumentar en gran medida la calidad de vida de sus habitantes, que como afirman Orellana y Marshal (2017) constituye la principal preocupación en las ciudades metropolitanas en Latinoamérica, lo cual fue demostrado mediante diferentes estudios que concluyen la existencia de un patrón de desigualdad territorial. Por otro parte, existe una relación positiva entre el desarrollo social y el crecimiento de una nación. En este sentido, existe una fuerte relación entre la calidad de vida de un país y su ingreso per cápita, no obstante, existe una débil relación entre el desarrollo humano y el gasto publico implicando diversas limitaciones al gasto público social (Cuenca y Chaparro, 2010). Por esto, es importante no sólo que se realicen inversiones públicas para el bienestar de los ciudadanos, sino que es necesario también que se atiendan los riesgos psicosociales que subyacen del contexto en el cual nos encontramos inmersos. Para Inza-Bartolomé (2015) “los estados de bienestar tienen que rediseñar sus estructuras para responder a los nuevos riesgos sociales derivados de la sociedad postindustrial” (p.2) En definitiva, la calidad de vida es un concepto de suma importancia que abarca distintos componentes, como la salud física y mental, así como la pertenencia social, entre otras. De igual modo, la calidad tiene una fuerte relación con algunos factores económicos como los ingresos per cápita del país, así como la inversión social; por ende, es pertinente que el estado sea garante de la calidad de vida de sus ciudadanos, a través de políticas públicas que permitan el desarrollo económico del país, siempre y cuando se tenga en cuenta el análisis óptimo de riesgos sociales que subyacen del crecimiento industrial.