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La calidad de vida y su importancia social.

La calidad de vida se desarrolla bajo unas condiciones que permiten a las


personas percibir una sensación de bienestar y satisfacción, sin embargo, esta
no se desarrolla de un día para el otro. Para esto, existen indicadores de calidad
de vida que no solo incluyen elementos de riqueza y empleo, sino que también
tiene en cuenta el entorno físico y arquitectónico, así como la salud física y
mental, la educación, la recreación y la pertenencia a grupos en los entornos que
lo rodean.
Actualmente podemos observar cambios importantes, desde los diferentes
momentos históricos, contextos socioeconómicos y políticos particulares que,
como consecuencia, han permitido el surgimiento de modelos para producir y
distribuir el bienestar social para la consecución de un desarrollo social, que
según Uribe (2004) se conceptualiza desde la propia cultura y la noción de
desarrollo humano como enfoque no centrado en el crecimiento económico, sino
en el bienestar de sus habitantes, para esto se deben desarrollar políticas
integrales de inversión social que, como indican Cuenca y Chaparro (2010) “se
concibe como el instrumento por excelencia que permite una mejor redistribución
de los recursos con los que dispone una sociedad” (p. 4).
La inversión social se aplica como una estrategia que permite una mejor
redistribución de los recursos públicos de una nación y se desarrolla como una
alternativa futurista frente a la globalización, en el cual se proponen capitales
preventivos para preparar a la ciudadanía y evitar reparar en situaciones de
vulnerabilidad (Inza-Bartolomé, 2015; Cuenca y Chaparro, 2010). Con lo
anterior, lograríamos disminuir el nivel de desigualdad social y aumentar en gran
medida la calidad de vida de sus habitantes, que como afirman Orellana y
Marshal (2017) constituye la principal preocupación en las ciudades
metropolitanas en Latinoamérica, lo cual fue demostrado mediante diferentes
estudios que concluyen la existencia de un patrón de desigualdad territorial.
Por otro parte, existe una relación positiva entre el desarrollo social y el
crecimiento de una nación. En este sentido, existe una fuerte relación entre la
calidad de vida de un país y su ingreso per cápita, no obstante, existe una débil
relación entre el desarrollo humano y el gasto publico implicando diversas
limitaciones al gasto público social (Cuenca y Chaparro, 2010). Por esto, es
importante no sólo que se realicen inversiones públicas para el bienestar de los
ciudadanos, sino que es necesario también que se atiendan los riesgos
psicosociales que subyacen del contexto en el cual nos encontramos inmersos.
Para Inza-Bartolomé (2015) “los estados de bienestar tienen que rediseñar sus
estructuras para responder a los nuevos riesgos sociales derivados de la
sociedad postindustrial” (p.2)
En definitiva, la calidad de vida es un concepto de suma importancia que abarca
distintos componentes, como la salud física y mental, así como la pertenencia
social, entre otras. De igual modo, la calidad tiene una fuerte relación con
algunos factores económicos como los ingresos per cápita del país, así como la
inversión social; por ende, es pertinente que el estado sea garante de la calidad
de vida de sus ciudadanos, a través de políticas públicas que permitan el
desarrollo económico del país, siempre y cuando se tenga en cuenta el análisis
óptimo de riesgos sociales que subyacen del crecimiento industrial.

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