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Sobre la Carta 691

Esta carta fue fechada en Viena el 21 de septiembre de 1897. En el texto Freud


afirma que quiere confiarle a su amigo “el gran secreto que poco a poco se me fue
trasluciendo en las últimas semanas”. El gran secreto, dice Freud, es que “ya no creo en mi
„neurótica‟”2. Freud le está diciendo a su amigo que ya no cree en lo que él mismo le dijo, y
que Fliess había hallado “creíble”. Freud le cuenta a su amigo las razones de ese
descreimiento, de ese gran secreto; le da cuatro grupos de razones.

El primero es como sigue:

He de presentarte históricamente los motivos de mi descreimiento. Las continuas


ilusiones en los intentos de llevar mi análisis a su consumación efectiva, la deserción
de la gente que durante un tiempo parecía mejor pillada, la demora del éxito pleno con
que yo había contado y la posibilidad de explicarme los éxitos parciales de otro modo,
de la manera habitual: he ahí el primer grupo.

La segunda:

La sorpresa de que en todos los casos el padre hubiera de ser inculpado como perverso,
sin excluir a mi propio padre, la intelección de la inesperada frecuencia de la histeria,
en todos cuyos casos debiera observarse idéntica condición, cuando es poco probable
que la perversión contra niños esté difundida hasta ese punto. (La perversión tendría
que ser inconmensurablemente más frecuente que la histeria, pues la enfermedad sólo
sobreviene cuando los sucesos se han acumulado y se suma un factor que debilita a la
defensa).

Acá aparece un dato que, a mi juicio, no apareció casi nunca, excepto en la carta 52; me
refiero a la cuestión del padre como perverso, luego se hace referencia a la perversión
contra niños, cuestión que no había aparecido en ningún caso visto en clase. Digo, todos
datos que para Freud y Fliess se notan frecuentes, pero que en lo que va del año creo que no

1
En la nota introductoria al ensayo sobre las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad, Strachey
se refiere a esta carta como el momento en que Freud admitió “La importancia de las fantasías como base
de los síntomas histéricos… en relación con su autoanálisis”:
2
Afirma Strachey que en esta carta “Freud anuncia por primera vez… sus dudas acerca de la teoría de la
etiología traumática de las neurosis, teoría que había sostenido durante los cinco años anteriores, como
mínimo”. Es decir que cabe entender por este descreimiento en “la ‘neurótica’” un descreimiento en la
teoría de la etiología traumática. En esto concuerda Masotta, que sobre esa frase dice “Se cita siempre una
carta de Freud a Fliess de 1897 (del 21 de septiembre) en la que con pesar confiesa a su amigo “que ya no
cree más en su neurótica”, a saber, en la teoría traumática y en la utilidad de las consecuencias que de
ella había
extraído".
vimos. Tendré que consultar. Acá Masotta dice escuetamente que Freud descubrió que las
historias sobre “escenas sexuales relatadas sobre la primera infancia no habían en verdad
ocurrido”.

El tercer grupo:

En tercer lugar, la intelección cierta de que en lo inconciente no existe un signo de


realidad, de suerte que no se puede distinguir la verdad de la ficción investida con
afecto. (Según esto, quedaría una solución: la fantasía sexual se adueña casi siempre
del tema de los padres).

Bueno, este parrafito habla por sí mismo. Acá estaría, entre paréntesis, la solución que ve
Masotta en esta carta, la piedra de toque y pivote fundamental del psicoanálisis, el concepto
de “fantasía”.

En cuarto lugar:

La reflexión de que en las psicosis más profundas el recuerdo inconciente no se abre


paso, de suerte que el secreto de las vivencias infantiles no se trasluce ni en el delirio
[delirium] más confundido. Y viendo así que lo inconciente nunca supera la resistencia
de lo conciente, se hunde también la expectativa de que en la cura se podría ir en
sentido inverso hasta el completo domeñamiento de lo inconciente por lo conciente.

Luego Freud refiere que todo eso lo predispuso “para una doble renuncia”. Renunció
doblemente; renunció a “”la solución cabal de una neurosis” y renunció “al conocimiento
cierto de su etiología en la infancia”. Luego refiere que se encuentra desorientado: “Ahora
no sé dónde estoy”, que se da cuenta de que no alcanzó “la inteligencia teórica de la
represión y su juego de fuerzas”. Además admite una crítica ante el avance de las teorías
neurológicas del tipo de la predisposición hereditaria para la enfermedad, como uno de los
Janet. “Parece de nuevo discutible que sólo vivencias posteriores den el envión a fantasías
que se remontan a la infancia; con ello el factor de una predisposición hereditaria recobra
una jurisdicción de la que yo me había propuesto desalojarlo”.

En el penúltimo párrafo Freud reflexiona sobre sus propias dudas, a las que se refirió en la
carta.

Si yo estuviera desazonado, confuso, desfalleciente, dudas así podrían interpretarse


como fenómenos de cansancio. Pero como mi estado es el opuesto, tengo que
admitirlas como el resultado de un trabajo intelectual honesto y vigoroso, y
enorgullecerme… ¿Y si estas dudas no fuesen sino un episodio en el progreso hacia un
conocimiento superior?
En el último párrafo constata que no se siente abochornado por semejante cuadro, el suyo
(“Cosa notable es también que falte todo sentimiento de bochorno, para el cual podría haber
ocasión”. Falta además la persona que enuncia, Freud dice que es notable esa falta de
sentirse abochornado, esa falta de bochorno en él, pero lo dice como asépticamente, ahá).
Afirma que no lo contará en lugares que no nombra, sino que alude a ellos con referencias
de un texto de Samuel. Concluye diciendo que si bien todo el cuadro de situación configura
para él una derrota, en ese momento, en ese momento de escritura de la carta, una vez que
plasmó las razones de sus dudas y de sus renuncias, una vez que las escribió, afirma que
tiene “ante ti y ante mí mismo tengo, en verdad, más el sentimiento de un triunfo que el de
una derrota (lo cual, empero, no es correcto)”.

En la última nota al pie Strachey afirma que todos esos años en los que Freud sustuvo y
creyó en su “neurótica” fueron un “error” que Freud descubrió. Aparte de eso, hay
controversias acerca de cuándo fue que dejó de tener esas dudas sobre su teoría, sobre su
“neurótica”. Strachey afirma que “Es probable que sus incertidumbres sólo se disiparan con
el cabal hallazgo de la índole dinámica de las mociones pulsionales sexuales presentes en la
infancia, y con la comprobación plena de que las fantasías pueden obrar con toda la fuerza
de las vivencias reales”.

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