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Letra Viva libros. Av. Coronel Díaz 1837 (1425) Buenos Aires, Argentina.

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El cuerpo implicado del analista

La vasectomía de Freud como post-scriptum


de Más allá del principio del Placer
pio del placer no es más que el efecto de un duelo, el de su hija
Escribe Sophie, muerta a los veintiocho años (“Por cierto, en un estu-
dio analítico sobre otra persona yo abogaría por la misma co-
Jorge Baños Orellana rrelación entre la muerte de mi hija y los itinerarios del pensa-
banosorellana@fibertel.com.ar miento en Más allá. Sin embargo, esa correlación es falsa, Más
allá fue escrito en 1919, mientras mi hija disfrutaba de una sa-
lud floreciente. Ella murió en enero de 1920. En septiembre de

U
na vez dejados atrás los sesenta y dos años, edad que te- 1919 yo hice llegar el manuscrito del libro a varios amigos de
nía por cifra segura del término su vida, parece que Freud Berlín, para que lo leyeran. Sólo faltaba la parte sobre la morta-
sustituyó el pálpito de padecer una muerte inminente por lidad o la inmortalidad de los protozoarios. Lo verosímil no es
el de haber entrado en el declive de la decrepitud. El 17 abril siempre lo verdadero”).3
de 1923 escribe a Ferenczi: “Me parece que la curva se está di- Empezando por Ernest Jones, los biógrafos que sucedieron a
rigiendo hacia abajo desde Más allá del principio del placer. En Wittels no se dejaron convencer del todo por esta réplica. En pri-
ese trabajo hay todavía un montón de ideas y está bien escrito; mer lugar, ¿hasta dónde era veraz? Freud pudo haber reaccio-
[en cambio] Psicología de las masas se aproxima a la banalidad, nado embarazosamente al sentir, vuelto en su contra, el poder
y este El yo y el ello es notoriamente oscuro, está artificialmen- de seducción que Wittgenstein detestaba en la mayor parte de
te montado y es de un estilo horrendo.”1 Declaraciones de este las interpretaciones psicoanalíticas. La ingeniosa conjetura Wit-
tipo, que son las perlas buscadas por el insomnio de los biógra- tels encajaba tan bien en el imaginario freudiano que tenía al-
fos del psicoanálisis, suelen resultar irrelevantes para el analis- tas posibilidades de ser aceptada a ciegas por sus adeptos y ser
ta. ¿Qué valor tiene un autocomentario semejante para quien se tomada como la refutación de Más allá. “Mucha gente frente a
forma con la obra de Freud? Un valor enorme, si fuese acertado esto, sacudirá la cabeza en señal de duda”, le escribe preocupa-
admitirlo como una apreciación justa; insignificante, en cambio, do a Eitingon. Además, incluso si la interpretación del duelo por
si se tratara de una autocrítica melancólica, un reclamo de adu- Sophie daba realmente en el clavo, ¿merecía tanto crédito? ¿No
lación al discípulo o un tanteo heurístico. Al primer Lacan, por es posible que el dolor supremo de un padre oficie de partera
ejemplo, no le hubiese conmovido mucho saber de esta carta a de una verdad? ¿O, acaso, la verdad sólo puede extraerse con
Ferenczi, puesto que él encontraba, debido al sesgo de su prác- las pinzas impasibles del bienestar? Freud pudo haber rumiado
tica clínica y a la afición por la sociología durkheimiana, acuer- consideraciones semejantes, deduciendo la inutilidad práctica de
dos inspiradores leyendo Psicología de las masas y desafortuna- atacar racionalmente el poder persuasivo de la conjetura y, en-
das diferencias leyendo Más allá del principio del placer. tonces, a la manera del atizador que arrojara al suelo Wittgens-
Los caminos recorridos por Freud para alcanzar una idea y las tein como única réplica a una conferencia de Popper, él pudo ha-
opiniones que le merecía más tarde son datos esenciales para una berse inclinado a cortar por lo sano con la mentira de que Más
psicología de la creación; pero no siempre vienen al caso cuan- allá estaba concluido en 1919, excepto el pasaje sobre los proto-
do se trata de medir la validez de esa idea. ¿No siempre o nun- zoarios. De hecho, lo que prevaleció después no fue ni el triunfo
ca vienen al caso? Responder nunca es dar el último empujón al de la aclaración de Freud ni el recelo con que se sostuvo que la
de-salojo del sujeto, equivale a adherir al postulado del positi- aclaración era una fábula, sino una reserva menos radical, que
vismo lógico según el cual el contexto de descubrimiento de una leía la respuesta a Wittels de la siguiente manera: hacia fines de
hipótesis no es pertinente para justipreciar la validez de esa hi- 1919 solamente estaban listos los primeros cinco capítulos de
pótesis. En la crítica literaria, la misma asepsia tuvo su tempo- Más allá, restando todavía dos, puesto que el asunto de los pro-
rada cuando los New Critics perseguían la llamada falacia inten- tozoarios abre el capítulo seis. Muy recientemente se descubrie-
cional (el error consistente en criticar y juzgar una obra a partir ron los papeles de la primera versión; pero antes de consultar-
de la intención del escritor y tomando en cuenta si quedó satis- los, hagamos memoria de lo influyente que llegó a ser la psico-
fecho o no, en lugar de centrarse en la obra misma).2 Esa filoso- logización de Más allá debida a Wittels.
fía y esa crítica forjaron la espada de dos filos con que el pensa-
miento anglo-sajón de la década de 1950 desollaba todo lo que Schur, Pérez y Derrida. Max Schur fue de los primeros que
oliera a anécdota. Freud estuvo cerca de empuñarla con veinti- restringieron la conjetura del duelo a lo que Freud admitía ha-
cinco años de anticipación. La respuesta que dio a Fritz Wittels ber escrito bajo los efectos de la muerte de Sophie. En el segun-
con sus secuelas muestra lo espinoso que es juzgar una teoría en do tomo de Sigmund Freud, enfermedad y muerte en su vida y su
el cruce de su condición doble: la de haber empezado como ocu- obra, se detiene particularmente en la primera página del sex-
rrencia perpleja de alguien y la de haberse convertido en doctri- to capítulo (“Todo ser vivo —dice Freud— tiene que morir por
na impersonal sobre algo. causas internas. (...) Estamos habituados a pensar así, y nues-
tros poetas nos corroboran en ello. Quizás nos indujo a esto la
“Lo verosímil no es siempre lo verdadero”. En diciembre de consolación implícita en esta creencia. Si uno mismo está desti-
1923, Fritz Wittels, un desertor de la Asociación Psicoanalítica nado a morir, y antes debe perder por la muerte a sus seres más
Internacional, acercó a Freud la galerada de una incómoda bio- queridos, preferirá estar sometido a una ley natural incontras-
grafía del padre del psicoanálisis. Días después, recibe en retor- table, la sublime Necesidad, y no a una contingencia que tal vez
no una lista de críticas y correcciones. En particular, Freud bus- habría podido evitarse”). Siguiendo la brecha de Schur, Carlos
ca disuadirlo de publicar la conjetura de que Más allá del princi- Pérez destacará que en las páginas que siguen a ese nuevo co-

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mienzo: “no hay el análisis de un mito sino la producción de un nos cuenta— encontré la primera versión [la de Más allá] du-
mito teórico (...) [el] de la esperanza de encontrar una muerte rante mis investigaciones en la Biblioteca del Congreso de Was-
por razones internas, es decir, la teoría de la pulsión de muer- hington”.9 En un sobre estaban guardadas las dos versiones. La
te”.4 Y hay que subrayar que la curiosidad de ambos, por éstas segunda y definitiva, que dio lugar al libro que conocemos, ha-
y otras varias precisiones secundarias acerca de cómo se generó bría comenzado a escribirse a fines de mayo de 1920, cuatro
la escritura de Más allá, no responde ni exclusiva ni preferente- meses después de la desgracia familiar, y quedó concluida en
mente al deseo del biógrafo. No son los enigmas de la vida de julio. En cuanto a la primera versión, todo indica que arrancó a
Freud, sino los enigmas de la teoría psicoanalítica lo que les in- mediados de marzo de 1919 y que fue enviada a Berlín en sep-
cumbe. Se sirven de la información biográfica en tanto recur- tiembre, tal como Freud le informó a Wittels. El cotejo de las
so para evaluar las ideas de Freud. Para Schur, la incidencia de dos versiones muestra una única y gran diferencia, la de la in-
lo privado en la argumentación de Más allá habría apartado a clusión —prevista por Schur y Pérez— del extenso capítulo seis,
Freud de sus hábitos racionales de exposición (“Lo que resulta un tercio del libro. Grubrich-Simitis subraya que el último ca-
pertinente a nuestro tema es el insólito método de razonamien- pítulo ya estaba en la primera versión y que sobrevivió con es-
to mediante el cual Freud llegó a estos conceptos. Esto sugiere casas modificaciones, entre ellas la de que su primitivo núme-
que este ensayo, probablemente más que la mayoría de los otros ro 6 del encabezamiento fuese tachado y reemplazado por el 7.
escritos de Freud, tenía múltiples determinantes de su vida ín- Este detalle deja maltrechas varias de las especulaciones de De-
tima. El punto en el que Freud se apartó de su exposición em- rrida, que llegó a sugerirnos a los lectores de Freud que tachá-
pírica y firmemente razonada, se encuentra relacionado con su ramos ese siete y pusiéramos, en su lugar, Pos-scriptum... Ahora
empleo del concepto del principio del placer en el contexto de bien, de estas novedades documentales no se deduce automáti-
sus especulaciones.”)5 Con todo, Schur no se expide acerca de camente la refutación de Wittels; la misma Grubrich-Simitis ad-
la validez del resultado: la hipótesis de la pulsión de muerte. Pé- mite que “...la especificación concreta del concepto de pulsión
rez, en cambio, sostiene que el registro del resultado sería ex- de muerte seguramente no fue del todo independiente de la ex-
clusivamente sintomático: al menos en esta ocasión, lo privado periencia de esas pérdidas. El lector puede percibir el eco de las
no habría conseguido sobrepasar la propia empalizada y elevar- dos recientes desgracias justo al comienzo del nuevo capítulo,
se a concepto general (“...llego a una divisoria de aguas con los donde Freud retoma la asunción, examinada antes, de que todo
analistas que afirman que Freud tuvo ante sí un claro vislum- ser vivo está destinado a morir por causas internas y considera
bre clínico que no abandonaría a pesar de no encontrar claros que la gente, incluyendo a los poetas, hace suya esta idea, por-
fundamentos. Para este modo de pensar, la tesis de la pulsión que es consoladora, «la sublime necesidad».”10
de muerte consiste en el resultado de la clínica de Freud. Si así
fuera, acoto, cabría esperar en esta obra una fecundidad de re- Freund castrado, Freud vasectomizado. La segunda desgra-
ferencias clínicas [...] que brillan por su ausencia. Mi opinión es cia a la que allí se refiere es la muerte de Anton von Freund, un
que se trata de una especulación-síntoma.)6 doctor en filosofía y a la vez un rico industrial cervecero que en
Entre los herederos de Wittels también sobresale Jacques De- tan solo un año, 1918, se había convertido en analizante, can-
rrida con “Especular —sobre «Freud»”, incluido en La tarjeta pos- didato a analista, Secretario General de la Asociación Psicoa-
tal. Si bien se presenta como el más severo crítico (“En el esti- nalítica Internacional y principal benefactor económico del psi-
lo de la psicobiografía más aplastante, no ha dejado de asociar- coanálisis. Freund falleció cinco días antes que Sophie. Aunque
se la problemática de la pulsión de muerte con la muerte de So- ninguno de los autores que cité más arriba deja de mencionar el
phie. Una de las miras era reducir la prenda psicoanalítica de episodio, todos lo hacen escuetamente, como un eco secundario
esta ‘especulación’ tan mal aceptada a un episodio más o me- del dolor por la hija. Postulo, en su lugar, la siguiente hipótesis
nos reaccional”), no objeta, por supuesto, desde el positivismo wittelsiana: Más allá no sería principalmente una especulación
lógico sino que, acto seguido, propone un wittelsismo más su- nietzscheana encubierta (según la construcción de Derrida), ni
til (“No se plantea siquiera para nosotros el dar crédito a tal co- una especulación-síntoma (quiero decir, no más que casi cual-
nexión empírico-biográfica [...] El paso que buscamos es otro, y quier otro título de Freud); tampoco un texto que, ahogado por
más laberíntico, de otro laberinto y de otra cripta”).7 Cualquier las lágrimas, pierde el rumbo de la empiria clínica. Más allá del
intento de resumir el inolvidable comentario de lectura en cáma- principio del placer es, en cambio, el cuaderno especulativo de
ra lenta de ciento cincuenta páginas que hace Derrida del texto un historial inédito, el del caso Anton von Freund.
de Freud me colocaría en ridículo; sin embargo, no omitiré re- Freund había consultado a Freud como una medida deses-
cordar que, a la larga, el laberinto no será otro que el de la re- perada o deseo último después de haber recibido el diagnósti-
tórica de la argumentación de Más Allá y que, después de dejar co de un cáncer avanzado de testículo. Ante la arrasante urgen-
una rápida flor en la de Nietzsche, la cripta vuelve a ser la mis- cia, se intentó un dispositivo de doble comando: el analista era
ma, la de Sophie. Es lo que aparece condensado en su interpre- Freud, cuando viajaba a Viena, y Ferenczi mientras permanecía
tación de que Más allá está construido en siete capítulos para en Budapest. El (los) análisis avanzaba(n) entre mejoras y re-
llegar al séptimo cielo del más allá de la hija perdida, Sophie, caídas. Aunque esperanzadas, las cartas entre los analistas nun-
que, puertas adentro, era llamada por los padres “nuestra hija ca ceden a las grandes ilusiones (“será seguramente la primera
del domingo” (“La última palabra del capítulo [sexto] hubiera vez que un hombre psicoanalíticamente formado compartirá sus
podido ser la última del libro. [...] ¿Qué queda aún por añadir? observaciones íntimas hasta el momento de morir”); discuten las
Nada tal vez, sino un séptimo capítulo, al final de una semana respuestas psicóticas debidas a la castración quirúrgica de Fre-
agotadora, nuestro capítulo “del domingo” [...] Que bajo ciertos und (“En unas pocas semanas un miembro de su Sociedad será
aspectos este capítulo no añada nada, es algo que podría sellar curado de su excursión a la psicosis y regresará como un neuró-
la especulación sobre la cifra.”)8 Aunque sensiblera, es una so- tico semi analizado”); acordarán a favor de la eutanasia.11 Pero
lución bella. Por eso quizás haya sido lamentable que en 1993 la construcción del caso Freund hay que buscarlo menos en los
cayese en desgracia. sobres del correo que en las carpetas del escritorio de Freud y
La responsable fue Ilse Grubrich-Simitis. “Inesperadamente — hay que atender, además, a cómo Freud le pone el cuerpo a su

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última teoría del cuerpo. la versión luctuosa de Más allá.


Por razones de espacio me limitaré a un único pero refulgen- El joven Lacan, gracias a que adhería a una sociología —la de
te indicio, muy guardado en el laberinto de Más allá. Es Schur la teoría durkheimiana acerca de la caída del padre— no me-
quien lo señala, aunque lo hace fuera del capítulo acerca de Más nos falaz que la endocrinología a la que se entregó Freud, pudo
allá, seguramente porque no lo aborda como analista sino desde pensar en otra pulsión de muerte y no creer que el remate eso-
el papel de médico de Sigmund Freud: “[Además de su opera- térico de Más allá era Freud en la cima de su madurez. A noso-
ción del maxilar, Freud] también se sometió a otro tipo de pro- tros, que no estamos a tiempo para creerle ni a Durkheim ni a
cedimiento quirúrgico. En Más allá del principio del placer y en Steinach, la vasectomía inútil de Freud puede servirnos de mo-
otros artículos, Freud había mencionado la obra del endocrinó- raleja: el verosímil de las ciencias de la época (casi) nunca es
logo Steinach, que fue uno de los primeros descubridores del lo verdadero. 
funcionamiento de las células intersticiales de los testículos, que
producen la hormona sexual masculina. Llegó a la hipótesis de 1. Cit. en Grubrich-Simitis, Ilse [1993], Back to Freud’s Text. Making Si-
que la ligadura de los conductos espermáticos daba por resulta- lent Documents Speak, Yale University Press, New Haven and London,
1996, p. 261.
do una hipertrofia relativa de las células productoras de las hor-
2. Cf. Wimsatt, William y Beardsley, Monroe, The Verbal Icon, Univ. Press of
monas sexuales, dando lugar así a un ‘rejuvenecimiento’ del or- Kentucky, 1954, pp. 3-20 .
ganismo. En aquellos tiempos no había hormonas sexuales in- 3. Carta de S. Freud a F. Wittels del 18 de dic. de 1923, cit. en Jones, Ernest,
yectables eficaces. Como se consideraba que la formación can- Vida y obra de Sigmund Freud, vol. 3, Paidós, Buenos Aires, 1976, p.51.
cerosa era, en parte, resultado del proceso de envejecimiento, 4. Pérez, Carlos D., La lectura de la sombra. Psicoanálisis / literatura, Letra
el procedimiento de ligar los conductos, que recibió el nombre Viva, Buenos Aires, 2000, p. 162.
5. Schur, Max [1972], Sigmund Freud: enfermedad y muerte en su vida y su
de ‘operación de rejuvenecimiento de Steinach’, era considera-
obra, Paidós, Barcelona, 1980, v.2, p. 476.
do útil para prevenir una reaparición de la enfermedad. No lo- 6. Pérez, Carlos D., op. cit., p. 163.
gré saber quién le había aconsejado a Freud someterse a la liga- 7. Derrida, Jacques [1980], La tarjeta postal: de Sócrates a Freud y más allá,
dura en aquella época, hasta que me dijo que había sido él mis- Siglo xxi, ed. aumentada, México, 2001, pp. 310-11.
mo quien lo había elegido, y que se había llevado a cabo (es una 8. Ibid., p. 364.
operación menor) el 17 de noviembre de 1923.”12 9. Grubrich-Simitis, Ilse [1993], op. cit., p. 183.
Aunque es inexacto que Steinach figure en Más allá, sí apare- 10. Ibid., p. 190.
11. Cf. The Correspondence of Sigmund Freud and Sándor Ferenczi, Vol 2
ce nombrado en “Sobre la psicogénesis de un caso de homose- (1914-1919), Harvard Univ. Press, Cambridge, Massachusetts, 1996,
xualidad femenina”. Y no hay que olvidar que, en el medio de p. 341.
la redacción de Más allá, Freud se hizo tiempo para terminar Lo 12. Schur, Max [1972], op. cit., v.2, p. 540 n.12.
siniestro, escribir el caso de la joven homosexual y la nota ne-
crológica de Freund. Steinach pertenece, entonces, a la biblio-
grafía no declarada de Más allá. Al respecto, creo que la vasec-
tomía de Freud (de aspiraciones absurdas vista desde la oncolo-
gía de hoy) muestra hasta qué punto toda la historia de la mor-
talidad o la inmortalidad de los protozoarios y sus respectivas
equivalencias en el cuerpo humano, en la división entre células
somáticas y germinales, no fue mera consolación. ¿La decrepi-
tud era el retorno a lo inorgánico?, ¿la muerte, un resultado del
desequilibrio por claudicación de las hormonas de Eros?, ¿Fre-
und, un caso perdido de antemano por afectar el soporte mate-
rial de la vitalidad? Tan seriamente tomó estas especulaciones
que, además de letra impresa, fueron también cicatriz. Eso es
ponerle el cuerpo a la teoría... Acto heroico como pocos, sí, pero
tan ilusorio como cualquiera. Digamos, para preservar algo de
la belleza derridiana, que la vasectomía fue el post-scriptum de

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