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POR:
DOCENTE
EPISTEMOLOGÍA E HISTORIA DE LA PEDAGOGÍA
LORENA RODRÍGUEZ
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
LICENCIATURA EN CIENCIAS NATURALES CON ÉNFASIS EN EDUCACIÓN
AMBIENTAL
SEDE ORIENTE
CARMEN DE VIBORAL. ANTIOQUIA
2015
DON RODRIGO, UN MAESTRO DISTINTO
Los profesores para tener control se basaban en el hecho de las anotaciones, que
consistían en poner tu nombre en una especie de libreta donde se te obligaba a firmar y
se te acumulaban las así llamadas “faltas disciplinarias” para luego convertirlas en algo
que se denominaba como, proceso disciplinario, que al ser escuchado por los padres del
respectivo estudiante, el pánico se apoderaba de ellos y en sus rostros se veía reflejada la
tragedia de unos seres que hubiesen escuchado una sentencia atroz para con su hijo,
aunque era más duro para ellos que para el mismo individuo, el joven infractor escolar.
Recuerdo al profesor Rodrigo, creo que su apellido era Valencia, al pensar en esos
años, sonrío y hasta a veces rio a carcajadas, pero más que las risas y sonrisas, recuerdo
que él, nos permitió ir más allá, no nos evaluaba por memoria, no nos limitaba a la simple
memorización de conceptos que como él decía, en cualquier momento podrían cambiar.
Fue mi profesor, nuestro profesor de la materia de español en los grados noveno, diez y
once, aunque sabía de otras asignaturas como matemáticas, física, ciencias sociales,
inglés, entre otras. Su metodología de enseñanza se basaba en permitir que el mismo
estudiante indagara y encontrara las respuestas, permitía que nuestra imaginación se
asomara un poco a la realidad.
La relación entre el profesor Rodrigo y nosotros era algo como los nietos con su
abuelo, nos hacía bromas y en cierto modo permitía que le tomáramos el pelo, pero él
siempre decía, “se jodieron porque ya estoy calvo”; el respeto que teníamos hacía
permitía que comprendiéramos nuestro lugar de estudiantes, de seres que aún
requeríamos de un guía; él nunca nos llamó alumnos, pues según él era insultar al
estudiante, era ponerlo en un lugar sin luz, donde sólo el maestro era el único dueño de la
lámpara de la verdad. En estos momentos sé que hay discusiones sobre el tema, sobre esa
pequeña palabra que ha generado gran debate y controversia, pero en esos momentos
nos posibilitaba comprender que la educación va más allá del aprender por medio de la
imposición conceptos que convierten en únicos y los hacen ver como absolutos.
El profe Rodrigo, o como yo le decía, Don Rodrigo, era el único profe que nos
alentaba a leer, a investigar lo que nos gustaba, a dejarnos guiar y llevar por nuestros
placeres y gustos académicos, recuerdo que en los trabajos, talleres y tareas que ponía,
permitía que eligiéramos el tema y la manera de entregar dichos trabajos, él ponía las
fechas y en ocasiones era él quien daba los temas a trabajar, pues ahora sé que los
profesores deben cumplir con ciertas normas y criterios para con su trabajo y así rendir
cuentas y mostrar que logran desarrollar ciertos parámetros académicos obligatorios.
Al detenerme a pensar y recordar como el profe Rodrigo realizaba sus clases, sus
metodologías, como se dirigía a nosotros, y como se comunicaba con el personal docente
y la institución etc., me atrevería a decir que Don Rodrigo trataba de crear un vínculo
entre el estudiante, el maestro, la investigación, el aprendizaje y sobre todo la persona en
sí, como ésta interiorizaba y como exteriorizaba lo aprendido, el poco se refería a la
institución, a la escuela, pues en ocasiones le daba el significado de cárcel que moldeaba
según las necesidades de otros.
Don Rodrigo marco a muchos de nosotros, abrió nuestros ojos y nuestra mente,
nos ayudó a prepararnos para el exterior, para las afueras del colegio, de esos límites que
nos rodeaban y nos alejaban de una realidad latente que ya esperaba por nosotros, nos
hizo un poco más fuertes en muchos aspectos y permitió encontrar algunas armas
propias, una mente ágil y dispuesta para caminar y observar los territorios desconocidos
pero tan reales y concretos que de los que se nos aislaba en el ámbito académico y hasta
en el vivir diario. Hubo sonrisas, llantos, rabias, gratitud; pero siempre hubo y habrá una
profunda admiración por alguien que permite que el estudiante y el maestro interactúen,
aprendan, avancen y logren ir más allá que las pautas comunes de una sociedad pasiva y
confirme con someterse a limites implantados.