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Historia

del Museo

Fundación y primera época (1771-1814)

El actual Museo Nacional de Ciencias Naturales fue creado por el


Rey Carlos III, en 1771, como Real Gabinete de Historia Natural.


A lo largo de la historia ha cambiado su nombre por: Real Museo de
Ciencias Naturales en 1815, por Museo de Historia Natural en 1847 y
por Museo de Ciencias Naturales de Madrid en 1857. El nombre actual
fue otorgado por una Real Orden de 1913.




El Museo Nacional de Ciencias Naturales es heredero del Real
Gabinete de Historia Natural (RGHN), creado el 17 de octubre de
1771 por el rey Carlos III a partir de las excelentes colecciones de

Pedro Franco Dávila, comerciante criollo nacido en


Guayaquil (entonces del Virreinato del Perú y hoy de la República del
Ecuador) en 1711, y que residió en París desde 1745 hasta 1772
(Romeo Castillo y De la Vega Pozo, 1987; Calatayud, 1988).

En la capital francesa formó un renombrado gabinete que era, en


palabras del botánico francés Michel Adanson, «verosímilmente el más
rico que ningún particular haya formado». En él destacaban, en lo
relativo a historia natural, la parte de mineralogía, así como las
colecciones malacológicas y de otros invertebrados marinos como
corales y esponjas («poliparios») y equinodermos («zoófitos»).También
contaba con una extensa biblioteca de más de 1.230 volúmenes y
magníficas colecciones de «curiosidades del arte»: más de 300 piezas
de carácter etnográfico, unas 250 arqueológicas y entre 12.000 y 13.000
objetos de arte (grabados, medallas, cuadros, etc.) (Villena et al., 2009).



Dávila fue miembro de las más prestigiosas instituciones científicas
de la época, entre ellas la Royal Society, la Academia Imperial de
Ciencias de Berlín y la de San Petersburgo y la Academia de Anticuarios
de Cassel. Pertenecía además a dos importantes instituciones
españolas: la Sociedad Bascongada de Amigos del País y la Real
Academia de la Historia (Calatayud, 1988).

En 1767 había publicado en París una obra en tres volúmenes en la
que describía sus colecciones, el Catalogue Systématique et
Raisonné des Curiosités de la Nature et de l’Art (título abreviado)

, citada por muchos naturalistas de la época y


posteriores, como Romé de L´Isle, Ignaz, el barón de Born, D´Argenville
o el sueco Wallerius. La obra era un auténtico tratado de historia natural
por la precisión y acierto de sus agrupaciones (muchas de ellas, en
particular en lo concerniente a corales, con categoría de familias
actuales), por la descripción detallada de muchos de los ejemplares, la
definición científicamente muy precisa de diversos grupos o la inclusión
de esponjas y corales en el reino animal (algo que aún debatían muchos
naturalistas de la época) (Villena et al, 2009).

Dávila fue nombrado director del RGHN, cargo que ocupó hasta su
muerte en 1786, pues, como escribió el padre Enrique Flórez,
prestigioso ilustrado, al que se le pidió dictamen para la posible
aceptación de las colecciones de Dávila en una carta dirigida al marqués
de Grimaldi (entonces Ministro de Estado), «hasta hoy no conocemos en
España otro de tal instrucción, práctica y experiencia» (refiriéndose al

campo de la historia natural).



La creación del RGHN fue un acontecimiento de gran relevancia en
la vida cultural de la España ilustrada y en ella intervinieron, apoyando
la adquisición del gabinete de Dávila, instituciones y personalidades muy
importantes de la Ilustración española. Entre las primeras, la Real
Academia de la Historia, con Campomanes al frente, y la Sociedad
Bascongada de Amigos del País, con el conde de Peñaflorida y el
marqués de Montehermoso, amigos de Dávila. Entre las segundas, el
conde de Fuentes (embajador de España en París), Bernardo de Iriarte
(oficial de la Secretaría de Estado) e ilustrados famosos como el ya
citado Enrique Flórez (Villena et al., 2009).

Anteriormente, en 1752, durante el reinado de Fernando VI, se había
creado otro Gabinete, conocido como la Real Casa de la Geografía,
dirigido por Antonio de Ulloa, pero la caída en desgracia del marqués de
la Ensenada, su impulsor, dos años después y la consiguiente salida del
establecimiento de Ulloa poco más tarde hicieron que dicho gabinete
apenas funcionara como tal, como se recoge en un documento del
archivo del MNCN (de noviembre de 1773), donde se dice: «quedó el
Gabinete muerto». De ahí que el Real Gabinete y, por tanto, el MNCN,
no puedan considerarse herederos de dicha institución. Antes bien, el
RGHN fue un proyecto enteramente nuevo, acorde con el período más
pujante de la Ilustración en España, la época carolina (Corella, 1987;
Sánchez Almazán et al., 2012).

El Real Gabinete se instaló en el palacio de Goyeneche, en la calle
de Alcalá, tras unas obras de acondicionamiento que duraron desde
1773 a 1775 y en las que intervino el arquitecto Diego de Villanueva
(hermano del creador del edificio del Museo del Prado) y, tras la muerte
de éste en 1774, el conde de Pernia. Compartió sede con la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando. Una inscripción en la
fachada plasmaba el ideal ilustrado de unir bajo un mismo techo la
Naturaleza y el Arte: «Carolus III rex. Naturam et Artem sub uno tecto in
publicam utilitatem consociavit. mdcclxxiv». Abierto al público el 4 de
noviembre de 1776, el RGHN fue uno de los primeros museos en admitir
a toda clase de visitantes, sin restricción de procedencia o clase social.

Apoyó la labor de Dávila en el RGHN el conocido ilustrado canario José

Clavijo y Fajardo , uno de los primeros periodistas


españoles, redactor de artículos en El Pensador, que fue nombrado en
1777 «Formador de índices» (encargado del registro de la institución, de
la confección de catálogos y de la formación de la biblioteca, entre otras
funciones). Además de emprender la traducción de la obra de Buffon,
Clavijo fue, tras la muerte de Dávila, un gran impulsor de toda clase de
iniciativas tendentes a la divulgación y estudio de la historia natural,
desde la creación de una Escuela de Mineralogía en el Real Gabinete
hasta el apoyo de expediciones científicas. Como subdirector se eligió a
Eugenio Izquierdo, al que Dávila había protegido en París en sus años
juveniles obteniendo para él una pensión de estudio. Izquierdo apenas
se ocupó del RGHN por sus múltiples misiones como supervisor de
algunas Reales Fábricas, espía en la Francia revolucionaria y ministro
plenipotenciario ante Napoleón, bajo las órdenes de Manuel Godoy. Otro
nombramiento crucial fue el de Pintor y Disecador, que recayó en la
figura del valenciano Juan Bautista Bru, tras la muerte del joven
Francisco de Eguía, que había sido una apuesta personal de Dávila
(Villena et al., 2009).


Dávila y Clavijo impulsaron desde el RGHN el fomento de la historia
natural en España y sus dominios a través de la exposición, ordenada
de acuerdo a los criterios científicos de la época, de toda clase de
«producciones naturales», principalmente procedentes de la Península
Ibérica, América y Filipinas, y la enseñanza de la misma. Para el primero
de estos objetivos se emitió como Real Orden la llamada Instrucción de
1776 (título abreviado), dirigida a todas las autoridades del imperio
(desde virreyes y gobernadores a corregidores, alcaldes mayores e
intendentes), a los que se responsabilizaba del envío al RGHN de las
«producciones naturales» de interés que se encontrasen en los
territorios bajo su jurisdicción (Sánchez Almazán et al., 2012; 2013).
Además se apoyaron e impulsaron numerosas expediciones científicas
(este aspecto cobrará gran importancia a últimos de siglo). El segundo
objetivo llevará a intentar establecer cátedras donde se impartieran las
disciplinas de historia natural, algo que se hará realidad a finales de
siglo, con el establecimiento en el Real Gabinete de una Escuela de
Mineralogía, dirigida por el alemán Christian Herrgen.

Los envíos de «producciones naturales» y «curiosidades del arte» se
sucedieron a un ritmo elevado, por lo que, dada la escasez de personal
del Real Gabinete, muchos de ellos quedaron almacenados en
buhardillas y otros cuartos. Dávila pidió recursos para paliar esta
situación, así como para arreglar diversos desperfectos (desgaste de
baldosas, rotura de vitrinas) y realizar obras de mejora en el edificio,
peticiones que a menudo no pudieron ser atendidas con la premura
requerida, a pesar de la implicación personal de los primeros ministros
de la época, Grimaldi y Floridablanca (Sagaste Abadía, 2010; 2016;
Villena et al., 2009; Ruud, 2012).

El propio Carlos III manifestó un interés constante en la institución
y donó a ella muchos de los animales recibidos como regalo, entre
ellos el elefante indio y el oso hormiguero (Mazo, 2006 y 2008),
además del Tesoro del Delfín, una gran colección de piezas, alhajas,
cristales tallados, etc., herencia de su abuelo, el Gran Delfín de Francia.
Este Tesoro del Delfín pasó al Museo del Prado en 1839 (Arbeteta,
2001).

Esqueleto de Elephas indicus Ejemplar de Elephas indicus naturalizado



Otra fuente de ingreso de piezas fue el intercambio con otros centros
y particulares. Entre los primeros estuvieron algunos de los más
importantes entonces en Europa, como la Royal Society o el Gabinete
Imperial de Viena, gracias a los excelentes contactos establecidos por
Dávila durante su estancia en París (Sánchez Almazán et al., 2012).
Dávila realizaba un examen personal de las piezas que iban llegando,
valorando su importancia y documentándolas, como queda reflejado en
los múltiples documentos que a este respecto se conservan en el
Archivo del Museo. Mostraba particular interés por ejemplares raros o
por aquéllos que completaran las series correspondientes de acuerdo a
la clasificación establecida en la época (Villena et al., 2009).

Desde el Real Gabinete se establecieron corresponsalías por toda la
Península para conseguir envíos regulares. Se dio igualmente orden
para que se incorporasen al centro piezas destacadas de gabinetes
particulares, como el del conde de Saceda o el del infante don Luis de
Borbón (hermano de Carlos III) o procedentes de la Casa de la
Geografía. Entre las piezas notables que ingresaron cabe destacar el
meteorito de Sena, caído en 1773; la colección iconográfica de Van
Berkheij, cuyo inventario fue realizado en buena medida por el propio
Dávila en los últimos meses de su vida; los corales y peces enviados
desde Baleares por el pintor Cristóbal Vilella (Azcárate y Salinero,
1995); el célebre megaterio (Megatherium americanum), que llegó en
1788 proveniente de Río Luján, en tierras argentinas, y que fue la
primera reconstrucción y montaje que se hizo de un vertebrado fósil,
descrito por Cuvier; la colección de peces, esponjas y decápodos de
Antonio Parra, que vino de Cuba en 1789, y una remesa de azufre
cristalizado de Conil (Cádiz) traída por Javier Molina en 1792 (Barreiro,
1944). También ingresaron diversos objetos de las culturas
precolombinas procedentes de las excavaciones realizadas en la época
y piezas de arte chino enviadas desde Filipinas (Sagaste, 2016).

Megatherium americanum


La primera publicación del Real Gabinete fueron los dos tomos de
Bru, Colección de láminas que representan los animales y
monstruos del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid (1784-
1786). Posteriormente apareció el Diccionario histórico de los Artes
de Pesca nacional (1791-1795), de Bru y Antonio Sáñez Reguart.

Ante la falta de espacio en el RGHN se proyectó construir un nuevo
edificio que lo albergase y a tal fin se le pidió a Dávila en 1785 que
redactara una Nómina de las piezas que se creen necesarias para la
colocación del Real Gabinete de Historia Natural y de curiosidades
del Arte que en él se contienen. La obra, dirigida por el arquitecto Juan
de Villanueva, albergaría muchos años después el Museo del Prado.

Tras la muerte de Dávila en 1786, la dirección efectiva del Real Gabinete
recayó en Clavijo, a pesar de que el director nominal era Izquierdo.
Hasta su salida del RGHN en 1802, Clavijo desplegó una gran actividad.
Además de promover y apoyar todo tipo de expediciones científicas,
como la de Malaspina (1789-1794), la de los hermanos Heuland a
Bolivia y Chile (1795-1800) (Divito, 1978) y el viaje de Humboldt (1779-
1804) (Puig-Samper, 1991), impulsó la creación de una Real Escuela de
Mineralogía en el Real Gabinete y la publicación en 1799 de los Anales
de Historia Natural, de los cuales aparecieron 21 números entre 1799
y 1804. En esta publicación, que a partir del número 7 cambió su nombre
por el de Anales de Ciencias Naturales, colaboraron, entre otros, el
mineralogista alemán Christian Herrgen, el botánico español José
Cavanilles y el químico francés Louis Proust.

La guerra contra Napoleón, ruinosa en tantos aspectos para España,
también lo fue para el Real Gabinete, que cerró sus puertas e
interrumpió sus enseñanzas y sufrió el saqueo de las fuerzas francesas
en su retirada de 1813, con la colaboración del disecador Pascal
Moineau. La derrota napoleónica trajo la reclamación por parte del
gobierno español de los objetos robados, que se restituyeron en parte
(Barreiro, 1944). En 1814 se reanudó la actividad del centro, bajo la
dirección de Manuel Cástor, y en 1815 el Real Gabinete pasó a
llamarse Real Museo de Ciencias Naturales.


En el actual Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) subsiste un
valioso mobiliario de la época del Real Gabinete, como la mesa de
Manila que utilizó Dávila, los muebles y el reloj fabricados en tiempos
de Floridablanca (en el actual despacho de dirección) o las mesas de
piedras duras, además de pinturas como la del oso hormiguero o el
Cuadro de la Historia natural Civil y Geográfica del reino del
Perú (Velasco, 2006; González Alcalde, 2010, 2011; Pino Díaz et al.,
2014).

Segunda época (1815-1900)

El Real Museo de Ciencias Naturales mantendrá este nombre hasta 1847, en el que pasó a
llamarse Museo de Historia Natural. En 1815 se redactó un reglamento para el museo y a éste se
incorporaron el Real Jardín Botánico, el estudio de Mineralogía y la colección del Laboratorio de
Química, así como el Observatorio Astronómico.
Se crearon en el centro las escuelas de Botánica, Zoología, Agricultura, Mineralogía y Física y
Química y se introdujo la figura del Protector, que correspondía al Ministro de Estado (Barreiro,
1944).

En 1818 apareció un libro divulgativo que gozó de gran popularidad, Paseo por el Gabinete de
Historia Natural de Madrid, de Juan Mieg, catedrático de Física y Química en Palacio. En él, de
un modo ameno y divulgativo, en forma de diálogo entre un maestro y su discípulo, el autor
describía las colecciones del centro, que le servían para hacer una Zoología divulgativa de los
animales que en ellas estaban representados. Un año después se impartió por vez primera la
enseñanza de Anatomía Comparada, a cargo de Tomás de Villanova, que en 1824 escribirá un
texto de Zoología y su obra Ornitología (Barreiro, 1944).

En esta época el museo experimentó un serio declive económico, de modo que a principios de
1824 se adeudaban en concepto de atrasos más de 50.000 reales, una cantidad respetable en la
época. Durante los años siguientes la situación no mejoraría y la crisis del erario público hizo que
en 1836 el pago del personal del museo y del Jardín Botánico se retrasara varios meses
(Barreiro, 1944). Los directores de los dos establecimientos comunicaron que se verían obligados
a clausurarlos si no se allegaban medios. A ello se unió la inestabilidad social y política reinante
en el país y que causaba frecuentes algaradas en la capital. Más de una vez se reclamó
protección para el museo, que no contaba con seguridad y estaba bajo la amenaza de las turbas
que recorrían la ciudad.

La labor del museo prosiguió, aun en tan penosas condiciones. En 1825 se terminó la
catalogación de la biblioteca y en 1828 se creó la Escuela de Taxidermia al tiempo que se
recibían diversas colecciones de importancia, en particular la de minerales y rocas del príncipe de
Anglona. En 1837 el museo pasó a dirigirse por una Junta Gubernativa, formada por catedráticos
del establecimiento. En este año fue nombrado catedrático interino de Zoología Mariano de la
Paz Graells, que ordenó una catalogación completa de los fondos del Museo en 1847. Dos años
antes, en 1845, el museo había pasado a depender de la Universidad (Barreiro, 1944).

En 1849 el naturalista Juan Vilanova y Piera fue pensionado para realizar un viaje de formación
por Europa, que le llevó a recorrer Francia, Suiza, Alemania e Italia y en el curso del cual
estableció valiosos contactos, entre ellos con los científicos Saint-Hilaire y Elie de Beaumont,
además de crear diversas corresponsalías y reunir una apreciable colección de minerales y
fósiles que ingresaron en el museo a su regreso. Vilanova se convertirá en un paleontólogo y
mineralogista de reconocido prestigio: él realizará las primeras descripciones de hallazgos de
dinosaurios en España (en Utrillas, Teruel, y Morella, Castellón) y se erigirá en el principal
defensor de la autenticidad de las pinturas de la cueva de Altamira cuando en 1879 las descubra
el santanderino Marcelino Sáenz de Sautuola, en contra del parecer de algunos de los más
notables prehistoriadores europeos de la época (Barreiro, 1944).

Graells fue nombrado director del Museo en 1851 y durante 16 años será el máximo responsable
de esta institución y del Jardín Botánico. Dotado de gran personalidad y capacidad de trabajo, se
dedicó fundamentalmente, en el terreno científico, a la entomología. Fruto de esta labor fue la
descripción de numerosas especies, sobre todo de coleópteros y ortópteros. Su nombre quedó
asociado a la bella mariposa isabelina, denominada por él Saturnia isabellae en honor de la reina
Isabel II (más tarde, Graellsia isabelae y actualmente Actias isabellae), descubierta por Graells
en 1849 en una de sus frecuentes excursiones, en esta ocasión por los pinares del Sistema
Central. Graells organizó una nutrida red de corresponsales por toda la Península en un intento
de conseguir ejemplares que enriquecieran las colecciones del museo. También organizó e
impulsó la gran expedición española del siglo XIX, la llamada Comisión Científica del Pacífico,
que de 1862 a 1865 recorrió amplias zonas del continente americano, desde Brasil, Argentina y
Perú a California. En esta importante expedición participaron dos notables naturalistas del
museo, Marcos Jiménez de la Espada y Francisco de Paula Martínez y Sáez (López-Ocón, 2000,
2004; Puig-Samper, 1988). Asimismo dirigió durante un corto período el Jardín de Aclimatación
de Animales creado en el Jardín Botánico y que contó con el apoyo y colaboración de científicos
europeos tan influyentes como Geoffroy Saint-Hilaire (Aragón, 2005). Durante este período el
museo participó en la Comisión del Mapa Geológico de España, donde Vilanova y Piera tuvo un
destacado papel.

En 1857 se dotó al museo con un nuevo reglamento. En éste se revalidaba la adscripción del
centro a la Universidad Central, la unión con el Jardín Botánico y asimismo el cargo de director
para Graells.

En 1867 se creó el Museo Arqueológico Nacional y a él pasaron las colecciones etnográficas y
de antigüedades existentes en el Museo de Ciencias. Esta será una tónica que se repetirá más
tarde conforme se creen otros museos, a medida que disciplinas como la Antropología y la
Arqueología se vayan desarrollando en nuestro país. Así, el Museo de Ciencias ha
proporcionando piezas a lo largo de su historia a instituciones como el Museo del Prado, el
Museo Arqueológico Nacional, la Biblioteca Nacional, el Museo Nacional de Artes Decorativas, el
Museo del Traje, el Museo Nacional de Antropología o el Museo de América, entre otros.

También en 1867el Jardín Botánico y el Jardín Zoológico se segregaron del Museo de Ciencias y
se puso como directores a Miguel Colmeiro y Laureano Pérez Arcas, respectivamente. Por su
parte el museo quedó bajo la dirección de Lucas Tornos, con dependencia en parte del rector de
la Universidad y asesorado de una Junta de Profesores. Tres años más tarde volvió a sufrir el
museo una grave crisis económica por haber estado siete meses sin recibir el dinero que
reglamentariamente le correspondía (Barreiro, 1944).

En 1871 se fundó la Sociedad Española de Historia Natural y ese mismo año Jose María Solano
y Eulate publicó su Guía del Gabinete de Historia Natural. El 25 de mayo de 1875 el centro
recibió la visita del rey Alfonso XII, lo que fue aprovechado por algunos de los más notables
profesores del centro para recordar la falta de espacio y la necesidad de ampliar éste,
rememorando el antiguo proyecto de Carlos III de crear un edificio propio que albergara las
colecciones y sus dependencias. Tres años después el Museo de Ciencias participará en la
Exposición Universal celebrada en París.

En 1879 pasó al museo la colección de crustáceos recolectados por la Comisión del Pacífico,
muchos muy deteriorados, debido al tiempo transcurrido en que habían permanecido
almacenados en condiciones nada idóneas, pues desde 1865 se guardaban en un salón del
Jardín Botánico no demasiado apto para la conservación de las piezas. En 1886 ingresó en el
centro la colección de coleópteros de Laureano Pérez Arcas, formada por más de 9.000 especies
y cerca de 40.000 ejemplares (Barreiro, 1944). Ese mismo año se creó la Estación Marítima de
Zoología y Botánica Experimentales, conocida como Estación de Biología Marina de Santander,
impulsada por Augusto González de Linares. Su objetivo era establecer un centro que fomentase
los estudios de biología marina, a semejanza de los existentes en otros países, y donde pudieran
desarrollar sus investigaciones los naturalistas de nuestro país y formarse nuevos científicos,
además de proporcionar ejemplares que incrementasen las colecciones del Museo de Ciencias
(Barreiro, 1944).

Entre sucesivas indefiniciones administrativas y una clara falta de voluntad para promover el
buen funcionamiento del museo, en 1895 se emitían desde el Ministerio de Fomento dos
órdenes para el traslado del centro de la sede que desde la fundación del Real Gabinete
ocupaba en la calle de Alcalá. La primera, del 3 de agosto de 1895, instaba a llevar todo el
material del museo al Palacio de Museos y Bibliotecas del Paseo de Recoletos (actualmente
edificio de la Biblioteca Nacional y del museo de Arqueología). La segunda orden, del 28 de
septiembre del mismo año, daba un plazo de 48 horas para que el traslado se verificase a la
mayor brevedad, compatible –se decía absurdamente- con la seguridad. Los más eminentes
naturalistas del país, entre ellos Marcos Jiménez de la Espada, Francisco de Paula Martínez y
Sáez, Ignacio Bolívar y Santiago Ramón y Cajal, dirigieron un escrito al Ministerio destacando los
graves perjuicios que supondrían para el museo un traslado en esas condiciones. También se
reunieron con el Presidente del Consejo de Ministros, Cánovas del Castillo, pero todo fue inútil. El
museo sufrió el traslado, aunque éste se prolongó hasta el año siguiente, pues era imposible
hacerlo con la premura que se había fijado, y las colecciones se amontonaron en los sótanos de
la Biblioteca Nacional y el Museo de Arqueología y también, en lo que se refiere a la parte de
Antropología y Entomología, en el Museo del doctor Velasco, donde se ubica hoy el Museo
Nacional de Antropología. Decía el padre Barreiro:
«En semejantes condiciones dio comienzo el éxodo del Museo, desfilando por la calle de Alcalá
los ejemplares del mismo conducidos en angarillas ante la curiosidad del público y la indignación
de los naturalistas y Profesores. Allí, en los bajos del Palacio de Museos y Bibliotecas y sobre el
mismo suelo, quedaron hacinadas y sin orden alguno por largo tiempo las colecciones que a
costa de tantos gastos y de tantos sudores se habían ido reuniendo desde hacía ya más de un
siglo, quedando así paralizada la vida en el Museo en el siglo XIX. Con razón pudo decir Cazurro
que el Museo había muerto y que era preciso un milagro para que resurgiera de sus cenizas.»

Tercera época Era Bolívar (1901-1936)


En el año 1900 llega al gobierno de la nación la idea clara de lo que la institución del Museo de
Ciencias Naturales es y representa, qué gobierno y qué medios necesita. En 1901 Ignacio
Bolívar es nombrado director.

Con Bolívar el Museo encontró nueva sede, aunque compartida con la Escuela Técnica Superior
de Ingenieros Industriales (ETII), en el Palacio de Exposiciones de las Artes y la Industria
construído en 1887 en el Alto del Hipódromo, que es su situación actual.

Empieza ahora el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) como un centro nacional
dedicado inseparablemente a la conservación de fondos objetivos y documentales de la
naturaleza, al avance de su conocimiento por la investigación, y a la extensión de estos
conocimientos mediante las exposiciones y cursos. Esta triple función de los museos se
reafirmará en los años sesenta después de ser cuestionada en distintos países del mundo.

En tiempos de Bolívar mejoraron notablemente las colecciones del Museo en cantidad y
calidad. Cabe destacar las de meteoritos; la de diatomeas de Ernesto Caballero con sus diarios,
instrumental y libros; varios fondos entomológicos de los hermanos Bolívar, de Escalera, y
algunos donados por entomólogos de otros países entre ellos la colección Seebold; de
invertebrados entre los cuales la colección de J. González-Hidalgo, la de F. Azpeitia, de Barreiro;
varios también de minerales, de fósiles y de objetos prehistóricos, además de los obtenidos en
trabajos de investigación de personal del Museo, entre los que destacamos las colecciones de
los Hernández-Pacheco y de Royo Gómez, y los de las excavaciones de Torralba del Moral por el
Marqués de Cerralbo.

Entre los programas de investigación científica cabe mencionar los de estructuras minerales con
aplicación de técnica radiológica, de L. Fernández-Navarro y G. Martín Cardoso; los trabajos para
el Mapa Geológico Nacional, de Tectónica, Geomorfología y Paleontología de Salvador Calderón,
Royo Gómez y Eduardo Hernández-Pacheco; J. Gómez de Llarena; las investigaciones en
Genética de Antonio de Zulueta; las de Emilio Fernández- Galiano sobre fisiología del
movimiento en Protozoos y tejidos contráctiles de Metazoos. La colaboración con el Ministerio de
Fomento en el Estudio y Extinción de Plagas Forestales. Estos y otros contribuyeron al progreso
de las ciencias así como los estudios y publicaciones sobre fauna ibérica entre ellos el catálogo
de Mamíferos de España por Angel Cabrera y el de Peces por Luis Lozano; sobre moluscos de
Florentino Azpeitia, Ortópteros de Bolívar y otros. En Antropología y Prehistoria destacaron
Barras de Aragón, Odón de Buen, H. Obermaier, J. Cabré, P. Werrert, N. Pérez de Barradas y el
Marqués de Cerralbo y el sacerdote Lorenzo Sierra.

En 1912 comenzó a publicarse la serie Trabajos del Museo Nacional de Ciencias Naturales en
1925 la revista Eos, y en 1915 las monografías Memorias de la Comisión de Investigaciones
Paleontológicas y Prehistóricas (CIPP) hasta 1934. La labor expositiva del Museo en esta
época creó realizaciones de máxima calidad. Desde su ingreso en el MNCN en 1911, Luis
Benedito al frente del Laboratorio de Taxidermia preparó y montó excelentes naturalizaciones de
algunos grandes mamíferos, y un gran número de vitrinas magistrales. Le ayudaron al principio
zoólogos como Angel Cabrera y Juan Carandell que entraron como disecadores y su hermano
José María; luego Benedito hizo escuela con los taxidermistas Conrado Chaves y Manuel García
Llorens. Los hermanos Benedito acertaban a dar movimiento y vida a sus aves y mamíferos
naturalizados; los disponía, en un entorno admirablemente reproducido del natural dentro de la
vitrina, y a menudo en grupos con un sentido singular del comportamiento biológico y a la vez de
la composición en obras de arte. Se ayudaban para ello con fotografías tomadas en la naturaleza
y minucioso diseño gráfico.

El MNCN de Madrid fue uno de los ocho en el mundo que recibieron en 1913
reproducciones del esqueleto de Diplodocus carnegiei, gran dinosaurio herbívoro del
Jurásico de Wyoming, con el patrocinio de A. Carnegie.

Cuarta época: Disgregación (1936-1984)

La Guerra Civil en 1936 ocasionó un nuevo retroceso al MNCN, parte de su dirección (los
Bolívar, padre e hijo, José Royo Gómez, etc.) se fue a la Delegación en Valencia. En Madrid
quedó al frente de la institución Antonio de Zulueta como director en funciones y las colecciones
más valiosas se trasladaron al Banco de España. A pesar de las adversas condiciones y del
peligro para la integridad del personal, el Museo siguió funcionando durante la guerra.

Al terminar la contienda , todos los centros pertenencientes a la Junta para Ampliación de
Estudios (JAE) pasaron a depender del recien fundado Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC) en 1939, el MNCN fue declarado uno de sus centros
propios. Dividido, sin embargo, en tres Institutos: El "Lucas Mallada" de Geología, el Instituto de
Entomología y el Instituo "José de Acosta" de Zoología.

En esta época la plantilla de personal del Museo decayó gravemente, pues eran cubiertas las
plazas que quedaban vacantes, salvo escasas excepciones. Se sufrió un grave desorden,
deterioros y pérdidas en las colecciones.

Como logros positivos en esta época cabe citar varios estudios de la archivera Mª Angeles
Calatayud, nuevas naturalizaciones por el equipo de Taxidermia y una original sala de
exposiciones de Geografía Física.

Quinta época: Renovación (1985)



A últimos de 1984, la Junta de Gobierno del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC) adoptó la resolución de
reestructurar el Museo Nacional de Ciencias Naturales, refundiendo
en él tanto el Instituto Español de Entomología como el Instituto de
Geología de Madrid (antiguo "Lucas Mallada"). Más tarde se uniría
también el tercer instituto, el de Ciencias Naturales “José de Acosta”. El
Museo fue declarado, por su importancia histórica y científica,
"Centro Singular" dentro del Consejo.




A partir de 1985 la situación de marasmo comenzó a cambiar, cuando se
empezó a dotar al Museo de medios económicos y de personal, tanto en
lo relativo a equipos de investigación como de conservadores de las
colecciones, y se abrieron nuevas líneas de investigación al tiempo que
se acometían obras en diferentes partes del Museo. En 1986 se firmó el
primer convenio con el INEM para contratar personal que trabajase
temporalmente en las colecciones y se creó la Sociedad de Amigos del
Museo (SAM).

Tres años después la transformación vivida por el Museo no fue solo
arquitectónica sino también conceptual saltando, no sin ciertas
dificultades, a una concepción de museo “actual”. Se estableció un
nuevo organigrama con tres vicedirecciones, estructura adaptada a las
principales funciones que el museo tiene
encomendadas: Colecciones, Exposiciones e Investigación. A las obras
de reacondicionamiento se añade la transformación de las ideas
expositivas, agrupando los animales expuestos no ya tanto por criterios
taxonómicos como ecológicos y se inauguró la nueva Sala de Geología
(Lobón y Morales, 2009).

Desde comienzos de los años 90, con la dotación de conservadores y la
contratación temporal de personal, se ha venido haciendo un gran
esfuerzo por recuperar las colecciones históricas del Museo y ampliar
los fondos existentes. Así, se ha ido completando el proceso de
informatización y las colecciones han ido creciendo con la recepción de
donaciones de particulares (algunas muy notables) y la multiplicación de
los ingresos provenientes de campañas científicas de grupos de
investigación españoles y extranjeros. La relación con la comunidad
científica se ha ampliado y estrechado en este tiempo y las colecciones
del Museo son hoy receptoras de decenas de ejemplares tipo cada año,
entrada de material procedente de tesis doctorales, etc. También se han
incrementado los préstamos, las consultas y las visitas de
investigadores, todo lo cual hace de las colecciones un instrumento de
primer orden al servicio de la comunidad científica. Además, se han
creado colecciones nuevas, como la de Tejidos y ADN, la de Bellas Artes
(que custodia mobiliario y cuadros de la época del Real Gabinete,
piedras bezoares, etc.), la de Instrumentos Científicos o la Fonoteca
zoológica. Otras se han subdividido, como la de Invertebrados No
Insectos, que en la actualidad forma tres colecciones: Malacología,
Invertebrados y Artrópodos No Insectos.

Las colecciones del Museo han participado en los últimos años en
exposiciones de algunas de las más importantes instituciones del país,
como el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (2006), el
Parque de las Ciencias de Granada (2008, 2010, 2014), el Museo de
Arte Contemporáneo Español de Valladolid (2006-2007), L´Oceanografic
de Valencia (2007-2008), el Real Jardín Botánico (2010), el Museo
Nacional Centro de Arte Reina Sofía (2012), el Palacio Real (2012-
2013), el Museo Nacional del Prado (2013-2014), el Museo del
Romanticismo (2014-2015), el Museo Thysen-Bornemisza (2015-2016) y
el Museo de la Evolución Humana (2016).

Se abren nuevas líneas de investigación y el museo participa en
numerosos proyectos científicos. Entre ellos destaca, por su
singular resonancia internacional, el de la excavación del
yacimiento de Atapuerca, proyecto del que fue pionero
Emiliano Aguirre, que en 1986 había sido director en
funciones del centro. También en el terreno de la
paleontología, hay que señalar la excavación en el Cerro de
los Batallones. En el estudio de la biodiversidad y la
taxonomía tiene gran importancia el Proyecto Fauna Ibérica,
liderado por el MNCN bajo la dirección de María Ángeles
Ramos, cuyo propósito en las cuatro campañas llevadas a
cabo ha sido inventariar la fauna (continental, fluvial y
marina) de la Península Ibérica y Canarias. Otros muchos
proyectos cubren áreas como la biología evolutiva, la biogeografía,
la estructura taxonómica, la evolución y la conservación de la
biodiversidad animal, el cambio climático, la ecología evolutiva, la
biogeoquímica, la ecología microbiana, la geología y la
paleobiología.

Se realzan sus colecciones de gran valor histórico y científico. Se
inauguran las "Actividades educativas". El Museo se da a conocer
al público a través de Exposiciones permanentes, temporales e
itinerantes.




Se hace un gran esfuerzo por la recuperación de los documentos
de las colecciones, muchos de cuyos fondos están informatizados
o en proceso de informatización.


En los años 90 se inauguraron también las "Actividades educativas" y se
emprendió un programa de exposiciones, tanto permanentes como
temporales, con el fin de difundir al público el patrimonio del centro y
promover la divulgación de las Ciencias Naturales.

Entre las exposiciones temporales más destacadas, cabe señalar:
“Dinosaurios: monstruos fantásticos, animales desconocidos” (1990-
1991); “Amada Tierra” (1992-1993); “Primeros europeos” (1993);
“Historia Natural: el regreso” (1998); “Atapuerca: nuestros antecesores”
(1999-2000); “Cubiertas animales” (2002-2003); “Alejandro de Humboldt:
una nueva visión del mundo” (2006-2007); “La evolución de Darwin”
(2009-2010); “Hace 100 años el Museo estrenó sede” (2010-2012);
“Diplodocus carnegii: 100 años en el Museo Nacional de Ciencias
Naturales” (2013-2014); “Naturalezas ilustradas. La Colección Van
Berkhey del Museo Nacional de Ciencias Naturales” (2014-2015); “Arte y
Naturaleza en la Prehistoria. La colección de calcos del MNCN” (2016) y
“Una colección, un criollo erudito y un rey. Un gabinete para una
monarquía ilustrada” (2016-2017).

Se crea el Servicio de Documentación en el que están integrados la
Biblioteca, el Archivo y el Laboratorio de Restauración de papel. Los
fondos se incorporan a la Red de Bibliotecas del CSIC en donde pueden
consultarse en Internet. Se establecen normas para el préstamo y la
reproducción de fondos de las Colecciones y del servicio de
Documentación.

Siempre en continua evolución, se crea la Mediateca. En colaboración
con la Red de Bibliotecas del CSIC se abre una Tienda Virtual para la
venta de imágenes de parte del Fondo Especial del Archivo: la Colección
Fotográfica, correspondiente a la Comisión Científica del Pacífico.

Actualmente, la falta de espacio y de personal especializado, batallas
históricas del Museo, como puede verse a través de sus diferentes
etapas, hacen que no se siga poder creciendo al ritmo que marcan los
tiempos.

Colecciones:

Las colecciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales tienen su
origen en el Real Gabinete de Historia Natural, fundado en 1771 por
Carlos III. Con más de 6 millones de ejemplares conservados en varias
colecciones, el Museo puede considerarse como uno de los principales
centros de referencia de fauna, no sólo española, sino también
circunmediterránea, sin olvidar la nada despreciable representación de
fauna de otras regiones biogeográficas acumuladas en sus colecciones
como consecuencia de las expediciones científicas realizadas por
nuestros naturalistas durante los siglos XVIII y XIX.

Además de estos fondos históricos, las colecciones del Museo albergan
material de recolección más reciente, conseguido como consecuencia de
las sucesivas investigaciones desarrolladas en la institución. En estas
colecciones, objeto de consulta obligada en multitud de temas, destacan
por su importancia los ejemplares denominados "tipo" que son los que
han servido para la descripción de nuevas especies.

Además de las labores de conservación y ampliación de dichas
colecciones, también se realizan trabajos de investigación de diversa
índole: documentación de fondos históricos, técnicas de conservación y
gestión, estudios taxonómicos, etc.

http://www.mncn.csic.es/Menu/ColeccionesyDocumentacion/Colecciones/seccion=11


Historia del Museo Nacional de Ciencia y


Tecnología
El Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de España actualmente custodia y conserva una
colección de más de 18000 piezas de patrimonio histórico científico y tecnológico. Si bien el
Museo fue creado en 1980 su historia es, incluso, anterior.

La etapa fundacional (1962-1980)


La historia del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología–o al menos del proyecto de su creación-
se inicia en 1962 cuando el Ministro de Educación y Ciencia, Manuel Lora Tamayo, promueve
una Comisión para creación de un “Museo de la Ciencia y la Técnica”. No obstante, este proyecto
no tuvo continuidad, retomándose a partir de 1970 por parte del Instituto Nacional de Industria, de
nuevo de manera fallida. Es en 1972 cuando se reanudan las iniciativas, elaborándose distintos
informes basados en la situación de los museos de ciencia y tecnología existentes en Estados
Unidos y Europa.
Con todo, el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de España nacerá finalmente con los
albores de la democracia. En 1975 el Ministerio de Presidencia del Gobierno instituye un
Patronato Interministerial para la Ciencia y la Tecnología multiplicándose a partir de 1976 los
contactos con la UNESCO y estableciéndose una intensa dinámica de viajes a otros centros -
canadienses, estadounidenses y europeos- con el objeto de recabar contactos y modelos para el
proyecto español.
A partir de 1979 el Instituto Nacional de Industria se erige en responsable del proyecto de
creación del Museo, siendo su misión la búsqueda de una sede para el mismo. Si bien en un
primer momento se barajó la posibilidad de la antigua Estación del Norte de Madrid –actual
Príncipe Pío- para albergar la institución, finalmente el Consejo de Ministros aprueba como sede
provisional algunos espacios de RENFE en la Estación de Delicias de Madrid, Monumento
Histórico Artístico.
Por fin, en 1980, el Real Decreto 1691/1980 de 30 de junio crea el Museo Nacional de Ciencia y
Tecnología. El Museo, al contrario que otras instituciones de su misma naturaleza, nace sin
colección, ingresando las primeras piezas en sus almacenes en 1982.

Incorporación de colecciones y apertura al


público (1980-1997). La sede de Madrid
Las piezas más históricas del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, vinculadas a las
Matemáticas y a la Astronomía, provienen de la Academia Real Matemática creada por Felipe II
en Madrid en 1582; de su institución heredera, el Colegio Imperial (1609) instituido en su legado
por la emperatriz María de Austria y que, a partir de 1625, se denominará Reales Estudios del
Colegio Imperial (1625-1767); y de los Reales Estudios de San Isidro, creados por Carlos III en
1770.
Entre las colecciones históricas del MUNCYT, también se incluyen los instrumentos relacionados
a las Ciencias Físicas: además de los procedentes del Instituto San Isidro, se depositó la
colección antigua de la Facultad de Ciencias Físicas, completando los instrumentos de los siglos
XVIII y XIX con aquellos datados hasta los años 60 del siglo XX.
En 1997, diecisiete años después del Real Decreto de su creación, el Museo Nacional de Ciencia
y de Tecnología abrió sus puertas al público por vez primera con la exposición “Abriendo las
puertas de la ciencia”, que mostraba una selección de 350 piezas de la colección.
Esta sala se mantuvo abierta con gran éxito de público en sus muestras permanentes y
temporales, así como en su amplio programa educativo, hasta marzo de 2014, fecha de su
traslado a Alcobendas. En el Paseo de las Delicias de Madrid -aún hoy, en 2016-, se mantienen
el Archivo, la Biblioteca, y el Almacén de la colección, conformando un centro de investigación
sobre patrimonio científico y técnico a disposición de todos los ciudadanos.

Los nuevas sedes de A Coruña y Alcobendas


(2007-2019)
La transformación y renovación del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología como institución se
ha vertebrado en torno a sus dos nuevas sedes y salas de exposición, ubicadas en A Coruña y
en el municipio de Alcobendas en Madrid, así como a través de la presencia de su colección en
distintos museos y centros de ciencia a lo largo de toda la geografía española con su programa
de “Ventanas.
El plan museológico del MUNCYT elaborado en el año 2008, concibió una institución
descentralizada que entendía que el apelativo de “nacional” significada servir a todo el país y no
solamente a la ciudad donde se ubica el Museo. Según este paradigma, MUNCYT Coruña fue
inaugurado en mayo de 2012 y poco después, en 2014, fue galardonado con una mención
especial en el Certamen al Mejor Museo Europeo de 2014 celebrado en Tallin (Estonia) “por su
capacidad para comunicar conceptos científicos y técnicos, su compromiso y responsabilidad
social y por conservar el patrimonio tecnológico, industrial y científico de España y Galicia”.
En esta misma línea de apoyo a los valores que el Museo representa, la Secretaría de Estado de
Investigación, Desarrollo e Innovación del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad,
junto con la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología –fundación del sector público
estatal responsable de la gestión del Museo desde el año 2008-, acordaron con el Ayuntamiento
de Alcobendas la apertura de una nueva sede, inaugurada en este municipio madrileño en
diciembre de 2014 y que podría encuadrarse en una “tercera generación” de museos de ciencia
al realizar una síntesis integral entre las colecciones de ciencia y tecnología –vertiente histórica- y
los elementos interactivos –faceta experimental-.
En suma, en el año 2019, treinta y nueve años después de su creación, la colección del Museo
se compone de 18000 piezas, 600 de ellas expuestas en la sede de A Coruña, 550 en
Alcobendas y 150 en diversas muestras en las que colabora el Museo.

La colección del MUNCYT


El MUNCYT conserva más de 17000 objetos entre instrumentos científicos, aparatos
tecnológicos, vehículos de transporte, máquinas herramienta y herramientas industriales. Desde
el siglo XVI hasta la actualidad, la mayoría de las piezas proceden de colegios y centros de
enseñanza secundaria, universidades e instituciones científicas, colecciones particulares y
donaciones.
Catálogo de las colecciones:

http://www.muncyt.es/portal/site/MUNCYT/menuitem.38a8e0db13dba4987d40f71001432ea0/?
vgnextoid=3e27ad016b21a510VgnVCM1000001d04140aRCRD

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