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En contra el artículo 8, numeral 12 del artículo 25, artículo 43 (parte capital), numeral 4 y 6
del artículo 44 así como su párrafo III; párrafo I, II y III del artículo 45, artículo 46 (parte
capital), artículo 47, numeral 3 del artículo 49 y artículos 57 y 58, todos de la Ley núm. 33-
18, sobre Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos, de trece (13) de agosto de dos
mil dieciocho (2018).
Las personas que hayan sido nominadas para ser postuladas por un partido, agrupación,
movimiento político o alianza a la cual pertenezca el mismo, a un cargo de elección, no
podrán ser postuladas por ningún otro partido, agrupación, movimiento político o alianza,
en el mismo proceso electoral.
La inmunidad de proceso es aquella que constituye una garantía que protege la función
legislativa y evita que el legislador sea sometido a un proceso judicial sin la previa
autorización del órgano al cual pertenece. Esto no quiere decir que la figura persiga la
exención del hecho cometido, sino evitar que detrás de la acusación penal esta se
convierta en mecanismo para contrarrestar intereses políticos e impedir que se realicen las
funciones que como representante popular le corresponde ejercer, excepto cuando sean
sorprendidos infraganti delito.
La primera vez que se estableció la inmunidad en República Dominicana fue en 1819, con
la Ley de Organización de Tribunales, la cual disponía que los jueces del Tribunal de
Casación “no podían ser sustituidos ni sometidos de no ser por disposición del Alto
Tribunal de Justicia hecha por el Senado” (Vega, 1996, p. 132). Desde entonces, todas las
constituciones dominicanas han contenido esta prerrogativa.
Según plantean José Chez Checo y Mu-kien Adriana Sang Ben (2010), en el libro Historia
del Congreso Nacional, en octubre de 1966 se generó la mayor discusión en torno a esta
figura. Durante este período se contemplaba que los diputados y senadores podrían ser
enjuiciados durante el período para el cual fueron elegidos, pero no podrían cumplir
sentencia mientras estuviesen desempeñando su función legislativa. A partir de allí,
comenzaron a surgir las diferencias cuando un legislador de oposición pidió extender los
límites de esta prerrogativa penal más allá del período para el cual fuera electo, lo cual fue
debatido enérgicamente.
La Constitución de 2002 mantuvo el régimen de inmunidades en los artículos 31 y 32. Con
dichos artículos el debate se llevó sobre la base de que la inmunidad debía establecer un
régimen especial de exención de la privación de libertad absoluta y de imposibilidad de
juzgamiento para los delitos penales y civiles. Finalmente, no pudo normalizarse en ese
sentido y quedó vigente el sistema anterior, que permite el arresto en caso de flagrante
delito.
(…) ningún senador o diputado podrá ser privado de su libertad durante la legislatura, sin
la autorización de la cámara a que pertenezca, salvo el caso de que sea aprehendido en el
momento de la comisión de un crimen.
Resulta importante especificar los límites contra la misma prerrogativa y se cree una
comisión especial competente para hacer frente a los casos cuando sea necesario, ya que
la degeneración institucional pudiera entenderse como una oportunidad del encubrimiento
del ilícito y de esa forma aumentaría la crisis de la representatividad por la que atraviesan
algunos países latinoamericanos.
Es evidente que en los últimos años los ciudadanos se han dedicado a observar con
mayor detenimiento la forma de proceder de las instituciones gubernamentales y han
aumentado las exigencias de mayor participación y mayor transparencia en los órganos
legislativos. Independientemente de los debates que se han originado en torno al tema, la
figura se ha mantenido en Latinoamérica y República Dominicana.
Referencias
Chez Checo, J. y Sang Ben, M. (2010). Historia del Congreso Nacional. Tomo I. Santo
Domingo: Búho