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Facultad de Medicina
Centro de Historia de la Medicina
© Autor
Juan Carlos Eslava Castañeda
Facultad de Medicina
Decano
José Ricardo Navarro Vargas
Vicedecano de Investigación y Extensión
Javier Eslava-Schmalbach
Vicedecano Académico
José Fernando Galván Villamarín
Coordinadora Centro Editorial
Vivian Marcela Molano Soto
Preparación editorial
Centro Editorial Facultad de Medicina
upublic_fmbog@unal.edu.co
Hecho en Bogotá, D. C., Colombia, 2019
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los derechos patrimoniales.
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editores o el de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia.
UNA MIRADA FUGAZ A LA HISTORIA DE LA
ANESTESIOLOGÍA EN LA FACULTAD DE MEDICINA DE
LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
1 Profesor asociado, Departamento de Salud Pública, Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Colombia.
2 Si bien estos personajes son ampliamente reconocidos en la historia de la anestesiología y su lugar protagónico
es indiscutible, cabe señalar que no fueron los primeros en hacer uso de gases anestésicos dado que previamen-
te estos habían sido usados por el joven médico estadounidense Crawford William Long y por el estudiante de
química, y futuro médico estadounidense, William E Clark (Peset, 1976; Wagensteen, 1976; López-Valverde, Mon-
tero, Albaladejo y Gómez de Diego, 2011).
3
Figura 1. William Thomas Green Morton nació en Charlton, Massachussetts, el 9 de agosto de 1819
4
Figura 2. Antonio Vargas Reyes. Grabado de Antonio Rodríguez, 1884, tomado de Papel Periódico Ilustrado. 1º
de enero de 1884, No. 56, año 3. Pp. 117.
Como se puede apreciar, el uso del cloroformo ya formaba parte del proce-
dimiento quirúrgico, aunque cabe señalar que durante la segunda mitad del siglo
xix no todas las intervenciones quirúrgicas se realizaban de esta manera. A la
postre, Vargas Reyes fue el primer decano (en ese momento llamado rector) de la
Facultad de Medicina y, como cirujano, se convirtió en un adalid de la moderna
medicina colombiana y del uso de los procedimientos anestésicos (Zubiría, 1968).
Si bien el uso del éter y el cloroformo fueron cobrando gran importancia
durante la segunda mitad del siglo xix —más el segundo que el primero, según se
percibe al revisar la literatura de la época—, la presencia de otras sustancias como
el opio, el hidrato de cloral, la morfina y el óxido nitroso también formaron parte
del arsenal anestésico que se fue acumulando durante ese periodo. De hecho, pro-
fesores de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia como
Liborio Zerda, Abraham Aparicio y Pío Rengifo escribieron sobre el particular
(Herrera-Pontón, 1999).
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Figura 3. Eter
Con todo, el uso del cloroformo adquirió mayor prestancia y fue motivo de
preocupación para los médicos de la Universidad Nacional de Colombia. Tanto así
que en 1891 se publicó la tesis de grado del estudiante Teodoro Castrillón, bajo el
título de Contribución al estudio de la anestesia en las alturas. Contraindicaciones del
cloroformo en la Altiplanicie de Bogotá. Tal como queda manifiesto en el título, la
preocupación por el uso de gases anestésicos en una ciudad como Bogotá, anclada
en una meseta alta de la cordillera de los Andes a 2640 metros sobre el nivel del mar,
estuvo presente entre los facultativos capitalinos.
La tesis está dedicada al profesor Liborio Zerda, presidente de la misma y quien
en ese entonces ocupaba el cargo de rector (decano) de la Facultad de Medicina. En
ella se hace un breve repaso de la historia de la anestesia y se identifican las complica-
ciones del cloroformo que, según el documento, esencialmente afectan a los aparatos
respiratorio, circulatorio, cerebroespinal y a la sangre y la piel. Especial atención le
merece al autor la situación de introducir «vapores anestésicos» en un aire pobre en
oxígeno, como se considera la situación en Bogotá, dado que en la altura, las condi-
ciones de hematosis se hacen más precarias debido a la disminución de la presión ba-
rométrica. Al final, el autor recomienda dosis tituladas de oxígeno y cloroformo, «se-
gún el método de Paul Bert, o según los trabajos de Kreutzmann de San Francisco»
(como se cita en Herrera-Pontón, 1999, p.77).
6
Figura 4. Facultad de Medicina UN
7
Llama la atención que en la tesis de Azula se hace un expreso llamado a es-
pecializar el trabajo del «cloroformista» quien, según el autor, debía tener los
suficientes conocimientos médicos y fisiológicos para efectuar el procedimiento.
En palabras de Azula,
Figura 5. Mascarilla de Ombredanne. Fotografía de Ernesto Monsalve, 2010, tomada de Colección Museo de His-
toria de la Medicina, Centro de Historia de la Medicina Andrés Soriano Lleras, Universidad Nacional de Colombia.
Tal como queda presente, la exhortación del joven médico Azula prefigura la
exigencia del trabajo especializado en el campo de la anestesiología, algo que solo
muchos años después se concretará en programas de formación especial, cursos
cortos de postgrado y, al final, programas específicos de especialización médica.
De igual manera, en la tesis se afirma que la anestesia debe ser un procedimien-
to reglamentario en las operaciones quirúrgicas, aunque se advierte que dados los
riesgos propios de este procedimiento, solo se debe hacer uso de la anestesia gene-
ral bajo indicaciones precisas, serias y debatidas de antemano entre los cirujanos.
Sensatas recomendaciones que, en todo caso, no siempre fueron puestas en práctica
durante la época.
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El despliegue de la anestesia hospitalaria
Lo que fue un inicial impulso al finalizar el siglo xix se convirtió en una arrolladora
tendencia ya entrado el siglo xx, de la mano de la paulatina expansión de la estruc-
tura asistencial en el país. En la medida en que la medicina moderna se afianzaba
en el país y la Universidad Nacional de Colombia y se acrecentaba la labor hospi-
talaria, la necesidad de acompañar las intervenciones quirúrgicas con el apoyo del
trabajo de anestesistas fue incrementando, aunque la cantidad de personal experto
en el asunto fuese muy reducida.
Al decir del médico anestesiólogo e historiador de la anestesia en Colombia,
Jaime Herrera Pontón, dos sucesos tuvieron una enorme repercusión en el desarrollo
de la anestesia en Bogotá y, en general, en el país. La fundación del Hospital San José
y, posteriormente, la fundación de la Clínica Marly. En las dos instituciones tuvieron
gran protagonismo profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional
de Colombia y, de hecho, los dos sitios fueron lugares de práctica para los estudiantes
de medicina, aunque más el primero que el segundo (Herrera-Pontón, 1999).
Figura 6. Hospital San José Bogotá. Fotografía anónima, s. f., tomada del archivo de Eduardo Santos, Biblioteca
Luís Ángel Arango. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/imagen/gumercindo-cuellar/hospital-san-jo-
se-bogota-colombia.
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la discusión política y, en particular, algunas decisiones del gobierno conservador
que, por demás, se asumió ganador hacia el final de la guerra. Sin que hubiera con-
cluido el conflicto bélico, el ministro de Instrucción Pública del presidente José
Manuel Marroquín tomó la polémica medida de solicitarle a todos los profesores
de la Universidad Nacional de Colombia «hacer profesión de fe» para continuar
con sus puestos en la cátedra universitaria, bajo el argumento de evitar que se pro-
pagaran ideas contrarias al dogma católico en el país.
Ante esta solicitud, varios profesores prestantes, entre los cuales se encontra-
ban José María Lombana Barreneche, Luis Zea Uribe y Juan David Herrera renun-
ciaron inmediatamente mientras otros cuantos, como Luis María Rivas Merizalde,
Pompilio Martínez y Abraham Aparicio, no asistieron a la reunión prevista para tal
fin y fueron expulsados. Esto creó una ruptura importante dentro de la Facultad
de Medicina. Y en medio del conflicto partidista, un grupo de jóvenes médicos
liberales, egresados de la Universidad Nacional de Colombia, afianzaron un tra-
bajo médico-quirúrgico en la casa de salud en el Campito de San José y crearon la
Sociedad de Cirugía de Bogotá (Eslava, Vega y Hernández, 2017).
Figura 7. Miembros de la Sociedad de Cirugía en la casa de San José del Campito. Juan Evangelista Manrique
(el segundo de izquierda a derecha, sentado), Isaac Rodríguez (el primero de pie, de izquierda a derecha). Foto-
grafía anónima, 1902, Hospital San José, tomada del archivo privado de Ernesto Monsalve.
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Esta iniciativa condujo a la construcción de un nuevo hospital para la atención
de la población pobre de la capital, el cual se fundó muy rápido pero cuya obra
demoró varios años. Así nació el Hospital San José, donde años después empezó a
funcionar la primera escuela de anestesia del país (Herrera-Pontón, 1999). Como
competencia para este nuevo espacio hospitalario, y bajo el liderazgo de médicos
mayoritariamente conservadores, se creó por la misma época la Casa de Salud
María Auxiliadora, la cual tuvo una vida accidentada y breve pues, a la postre, se
incorporó a una nueva institución llamada Clínica de Marly.
Figura 8. Sala de maternidad y anestesia, de la Clínica de Marly. Fotografía anónima, s. f., tomada de Clínica de Marly.
Vale la pena tener presente que en esta primera mitad del siglo xx hubo una
importante, aunque lenta, expansión de las instituciones asistenciales en el país,
dado que aparte de la creación de los ya mencionados Hospital San José y Clínica
Marly, el país vio nacer al Hospital de la Misericordia, la Casa de la Salud de
Medellín, el Hospital San Vicente de Paul, la Clínica Peláez, la Clínica Santa Inés y
el Hospital de Cartagena —también conocido como Hospital americano—, entre
otros (Quevedo, Pérez, Miranda, Eslava y Hernández, 2013).
Con este vivaz auge hospitalario, y la creciente inversión de recursos tecno-
lógicos que implicó, la cirugía se volcó hacia el interior de los hospitales y en cada
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uno de ellos se empezaron a construir salas especiales y quirófanos, los cuales se
convirtieron en lugares emblemáticos donde se consolidó una práctica médica más
moderna, tecnológica y eficaz para el manejo de ciertas enfermedades y lesiones.
Todo esto le dio una nueva imagen al trabajo médico en el país y propició, de ma-
nera tímida al comienzo, el despliegue de la labor del anestesista.
Por ello, no fue gratuito que en las primeras décadas del siglo xx aparecieran
diversos trabajos médicos que discuten las técnicas anestésicas y el uso de las variadas
sustancias con efectos anestésicos que fueron apareciendo en el escenario nacional. Tal
como lo refiere Herrera Portón, en el muy reconocido Congreso Médico Nacional,
llevado a cabo en Medellín en 1913, se presentaron múltiples informes acerca del uso
de sustancias anestésicas. Si bien la mayoría hizo referencia al cloroformo, también se
habló del éter y el oxido nitroso como anestésicos generales y de la morfina, la cocaí-
na, la estovaína y la escopolamina como anestésicos locales (Herrera-Pontón, 1999).
Pero allí también se presentaron algunas experiencias de connotados médicos
nacionales, como Juan Bautista Montoya y Flórez y Lisandro Leiva, quienes en su
labor como cirujanos ya tenían una importante trayectoria con el uso de sustancias
anestésicas en sus procedimientos quirúrgicos. Pero las experiencias de los médicos
no se circunscribieron a Bogotá y Medellín. Además, se presentaron experiencias de
lo ocurrido en los departamentos de Caldas y Cauca. Así lo refiere Herrera en su libro,
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Jorge Suárez Hoyos, titulada La anestesia troncular de la cara y cuello (1929); Ángel
María Riveros, titulada Anestesia troncular (1930), y Rafael Silva Gamboa, titulada
Contribución a la práctica de la narcosis en cirugía general (1931). Cabe señalar que
varios de estos jóvenes médicos trabajaron como internos en el Hospital San José.
Por lo que se puede apreciar, los médicos colombianos estaban enterados de
los desarrollos de la anestesia en Europa y Estados Unidos, discutían las técnicas
existentes y ajustaban los procedimientos según sus necesidades3. Y, como un as-
pecto a resaltar, vale la pena señalar que por la misma época empezaron a llegar al
país nuevos equipos de anestesia que reforzaron la labor quirúrgica y favorecieron el
trabajo que algunos facultativos adelantaban en este floreciente campo de acción. El
médico con formación de anestesista en Nueva York, Clímaco Alberto Vargas, dice:
3 Según consta en el trabajo de Bernardo Ocampo, los médicos no fueron los únicos que se preocuparon por el
asunto de la anestesia. Los odontólogos (también llamados dentistas) realizaron un trabajo importante. Por ejem-
plo, varios odontólogos presentaron tesis referidas al uso de la anestesia, para optar al grado en la Escuela Nacional
Dental (Ocampo-Trujillo, 2016).
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Los cirujanos más prudentes que timoratos le [sic] ponían cuarentena a las in-
novaciones, pues no les había llegado la mentalidad de «los modelos anuales»
de automóviles, anestésicos, de antibióticos. En aquella época [hablando del
año 1928] todos los cirujanos no sólo estaban habituados a indicar y dirigir
la anestesia, sino que empleaban como anestesista a cualquier estudiante de
medicina o enfermera, y en muchos casos a profanos. El anestesista era un es-
pectáculo para los cirujanos y una extravagancia para los administradores de
cloroformo, de éter o de la mezcla de Schleich. (Vargas, 1954, p.15)
Allí ves tú del lado de allá, en la bola una serie de números, con ese tornillo que
está allá al extremo, tú lo vas moviendo, el índice te va indicando de 1, 2… hasta 9.
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La anestesia es muy sencilla, yo te digo: «Marín 1», y tú subes 1; «Marín 3»,
y subes a 3; «Marín 7», subes a 7; «Marín 9»… muy bien, «¡Marín quítale
ese aparato que se está muriendo el paciente!», bueno, quítale el aparato. Este
era el concepto que tenía uno de los mejores cirujanos que había en ese enton-
ces en nuestra república: sólo se necesitaba saber contar para dar anestesia. [...]
Por puro azar no se murió este anónimo paciente. (como se cita en González y
Navarro, 2010, p.388)
Figura 9. Juan Marin Osorio. Detalle del mosaico de la Escuela de Anestesiología del Hospital San José. Museo
de la Sociedad de Cirugía, Hospital San José, Fundación Ciencias de la Salud. Fotografía Valenzuela, 1948.
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Llegué como observador curioso y me encuentro con una mujer inteligente,
trabajadora incansable, autodidacta, acertada en el diagnóstico clínico y con
profundos conocimientos de farmacia, hábil cirujana y habilísima ortopedista.
Era la cloroformista de planta. Fue mi maestra en anestesia. Hermana María
Hermelinda era su nombre. Sus plegarias y gran corazón suavizaron nuestros
puntos de vista religiosos antagónicos. Cuando nos despedimos éramos ami-
gos. Llevaba en la Misericordia 15 años y permaneció en este hospital 50 más.
Como aparato de anestesia usaba una compresa doblada en cuatro formando
un cucurucho y dentro de él una mota de algodón como vaporizador. El clo-
roformo en un frasco gotero. Este fue mi Engstrom durante 12 años. (Citado
en Herrera, 1999: 97-98).
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El llamado de atención norteamericano
Hacia finales de los años 40 del siglo xx, un suceso de gran trascendencia conmo-
cionó el escenario de la educación médica en el país y tuvo una importante reper-
cusión en el campo de la anestesiología. Fue la visita de la Misión Médica enviada
por el Unitarian Service Committee. La misión fue conformada por los doctores
George H. Humphreys II, McKeen Cattell, Rafael Domínguez, Carney Landis,
Salvatore P. Lucia, Donovan J. McCune, y Perry P. Volpitto, quienes llegaron a
Bogotá entre los días 11 y 15 de octubre. El 16 de octubre, la misión fue recibida
por el doctor Luis López de Mesa, rector de la Universidad Nacional de Colombia,
y se declaró formalmente instalada la Misión Médica Unitaria que, a la postre, reci-
bió el nombre de Misión Humphreys debido al apellido de su director.
Figura 10. Perry Volpitto, fotografía anónima, s. f., tomada de Wood Library Museum of Anesthesiology.
Queremos conocer especialmente a nuestros colegas y sobre todo a los que es-
tán dedicados en las aulas universitarias al ejercicio de la enseñanza profesional
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de la medicina. Esperamos mostrarles los recientes progresos logrados en
Estados Unidos en el ramo de la medicina. Queremos discutir con ellos sobre
los diversos problemas que son comunes a la ciencia médica en Estados Unidos
y en Colombia. Esperamos finalmente ver los trabajos de los profesionales co-
lombianos y apreciar y aprender de sus progresos en el campo científico. Por
eso también me importa sobre todo, declarar que el alcance es exclusivamente
científico y ninguno político o religioso. (El Siglo, 1948)
18
Figura 11. George Humphreys en el Hospital La Samaritana, fotografía anónima. En: Revista Semana, noviem-
bre 27 de 1948.
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Humphreys encontró que ellos eran amplios, estaban bien equipados y contaban
con personal propio. Al dialogar con el doctor Pedro Eliseo Cruz, jefe del servicio
quirúrgico del hospital, Humphreys encontró que los estándares de técnica quirúr-
gica eran buenos y superaban los de la atención médica.
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que era el único con un personal de anestesia de tiempo completo y con condiciones
mínimas para la formación. Esto último seguramente debido al trabajo que allí esta-
ba desarrollando Juan Marín. Vale la pena tener en mente que, en este momento, el
Hospital San José era el principal centro de enseñanza de la Universidad Nacional de
Colombia, claramente superior a la Hortúa en su funcionamiento y organización, lo
que le permitió a Humphreys afirmar que dicho hospital «puede compararse favora-
blemente con muchos hospitales de los Estados Unidos» (Humphreys, 1948, p.18).
El informe también ofreció una visión panorámica de la situación de otros hos-
pitales capitalinos como la Samaritana, el San Carlos, el Santa Clara, el Militar, el
Instituto de Radium y las clínicas de Marly y Palermo. Se puede apreciar cómo la mi-
rada del cirujano estadounidense, técnicamente diestra y formada desde los cánones
propios de la práctica quirúrgica, corroboraba la preocupación nacional por el pro-
blema hospitalario. Sin embargo, a pesar de las críticas efectuadas, el tono optimista
usado por el cirujano visitante halagaba los oídos de los médicos bogotanos y, de una
forma sutil, reforzaba sus apreciaciones sobre el ejercicio liberal de la medicina.
Pero aunque la diplomacia de Humphreys morigeraba sus apreciaciones, en
todo caso para él fue claro que los estándares de formación médica en Colombia
no estaban a la altura de aquellos exigidos en Estados Unidos. Y al intentar explicar
las causas de la situación, los aspectos culturales resaltaron en la interpretación del
analista extranjero, junto con la inestabilidad política que se percibía en el país. En
palabras de Humphreys,
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que la psiquiatría, como ciencia médica, aún no había llegado a Colombia y el de-
sarrollo de la psicología médica se encontraba muy limitado, pese a los esfuerzos
desplegados por algunos médicos como el profesor Edmundo Rico a quien, por
cierto, se le daba un claro reconocimiento.
En el reporte del doctor Lucía se reiteran varias de las críticas formuladas por
sus colegas al subrayar, para el caso de la Facultad de Medicina, sus inadecuadas
condiciones locativas, los bajos salarios de los profesores y la precariedad de medios
con que se contaba para la investigación y el desarrollo de una verdadera medicina
científica. Al sentir de este personaje, los hospitales de la ciudad eran lugares tristes,
lúgubres y algo decaídos, con la doble excepción del Hospital San Carlos, en el cual
reconoce «un modelo de belleza arquitectónica formal, de eficiencia administra-
tiva y organización técnica» y la Clínica de Marly, que caracterizó como un sitio
alegre y grato aunque con muchas limitaciones (Humphreys, 1948, p.58).
Como aporte final, el doctor Volpitto hizo un balance del desarrollo de la anes-
tesiología en Colombia, concluyendo que esta especialidad apenas se encontraba
en su infancia. Aunque más desarrollada en Bogotá que en las demás partes del país,
el visitante solo encontró allí nueve médicos que dedicaban parte de su tiempo a la
anestesia y solo uno de ellos con entrenamiento formal en la especialidad, haciendo
referencia al doctor Juan Salamanca, quien había hecho su entrenamiento con el
doctor Beecher en el Hospital General de Massachusetts.
En cuanto al trabajo de Juan Marín, Volpitto hizo mención expresa de su labor
en los siguientes términos:
El Dr. Marín, aunque no tiene otros conocimientos que los obtenidos ensayando
y errando, y por sus lecturas, estableció el primer Departamento de Anestesiología
de Bogotá, en el Hospital San José. Hace aproximadamente tres años ha venido
también dictando clases de anestesia para enfermeras; en la actualidad las gradúa
después de un curso que dura cuatro o seis meses. Aunque este es un comienzo
modesto, el Dr. Marín merece considerable aplauso y debe dársele la oportunidad
de expansionar sus servicios particulares. (Humphreys, 1948, p.75)
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conveniente identificación de los tanques de gases. Además, señaló que «con ex-
cepción de la Clínica [de] Marly, en las salas de cirugía no se toman precauciones
contra los incendios y explosiones por éter, etileno y ciclopropano» (Humphreys,
1948, p.76). Con todo, al final se menciona como algo positivo el interés crecien-
te que la anestesia estaba despertando en algunos médicos colombianos, lo cual
era motivo de esperanza para el especialista norteamericano. Y claro, no faltó la
recomendación de la necesidad de enviar a médicos nacionales para formarse en
Estados Unidos, en programas de al menos 2 años de duración.
Mientras esto ocurría, nuevas tesis de grado relacionadas con temas de anes-
tesia se presentaron en la Universidad Nacional de Colombia. Por ejemplo, el
trabajo de Roberto Wills titulado Anestesia local en el parto (1948); el trabajo de
Rubén Camargo Acosta titulado Anestesia raquídea con la mezcla procaína-marcaí-
na (1948); el trabajo de Hugo Franco Camacho titulado La anestesia endovenosa
en cirugía ortopédica; el trabajo de Gustavo Escallón Caicedo titulado Anestesia
troncular paravertebral (1948); el trabajo de José Vicente Sandino Pardo titula-
do Algunas observaciones sobre anestesia general (1949), y el trabajo de Gustavo
Delgado Sierra titulado Anestesia raquídea alta y pentotal sódico en intervenciones
abdominales supraumbilicales (1949), entre otros. Con lo cual se reitera la situación
ya antes mencionada, en la que se establece cierta distancia entre el interés científico
y académico por la anestesia y la difícil situación de la labor práctica.
En todo caso, al decir del doctor Jaime Herrera Portón, la Misión Médica
Norteamericana marcó un despertar y un nuevo interés por la anestesia. Y, de he-
cho, la labor de Volpitto sirvió de acicate para que el doctor Marín pensara en la
necesidad de crear una Sociedad de Anestesiología en el país lo cual se concretó en
septiembre de 1949, con la presencia de la mayoría de los anestesistas de Bogotá,
incluyendo a Carlos Gaitán, Edmundo Lozano y Ramón Morales, del Hospital San
Juan de Dios (Herrera-Pontón, 1999).
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década de los 50 y tuvo como episodios sobresalientes la llamada revolución de las
tarifas y la contratación con el Instituto Colombiano de Seguridad Social6.
Pero más importante aún para el desarrollo técnico de la especialidad, fue el
estímulo para la formación de médicos colombianos en el exterior quienes paulati-
namente forjaron redes de expertos que posibilitaron la apertura y la continuidad
de cursos especializados de formación en anestesia para profesionales médicos. Esto
ocurrió en diversas partes del país, pero en lo que atañe a la Universidad Nacional
de Colombia, esto se dio bajo el liderazgo de personajes como Aníbal Galindo
Holguín, Germán Muñoz Wütscher y Gustavo Delgado Sierra.
En particular, el doctor Delgado Sierra —quien fue uno de los primeros alum-
nos de Juan Marín7 en el Hospital San José y anestesista de formación de la Clínica
Lahey de Boston— inició lo que puede llamarse el primer curso de postgrado en
anestesiología en el país, en el Hospital San Juan de Dios en 1954. Este programa ter-
minó convertido en la base para los cursos de posgrado de la Universidad Nacional
de Colombia llevados a cabo en 1959 y 1961 (Ocampo-Trujillo y Peña, 2012).
Figura 13. Gustavo Delgado Sierra, fotografía de Bernardo Ocampo, 2010, tomada de archivo de la S.C.A.R.E.
6 Para conocer algunos detalles de estos significativos episodios en el desarrollo de la Sociedad Colombiana de
Anestesiología, y en la historia del gremio de los anestesiólogos, se remite al lector al capítulo 7 del libro del
doctor Herrera Portón (1999), así como al capítulo 2 del libro de Bernardo Ocampo y Julio Enrique Peña (2017).
7 Según lo señala Ocampo en su Historia de la anestesiología colombiana, en 1948 inició el segundo grupo
de la Escuela de Anestesiología del Hospital San José y a ella ingresó el primer estudiante de medicina Armando
McCornick, a quien luego se le sumaron los estudiantes de medicina Hugo Franco, Gustavo Delgado y José Vicente
Sandino (Ocampo-Trujillo, 2016).
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Tal como lo señala Jaime Herrera Pontón, en su obra varias veces referenciada, el
curso de posgrado de 1954 se llevó a cabo bajo los auspicios del Hospital San Juan de
Dios y se desarrolló a lo largo de 6 meses8. Como conferencistas invitados, se contó con
los anestesistas Alberto Delgadillo, José Vicente Sandino, Juan Martínez, Juan José
Salamanca y Juan Marín; y con el fisiólogo Luis María Borrero, el cardiólogo Fernando
Valencia y el cirujano Álvaro Caro. A su vez, asistió Robert Hingson, profesor de
anestesia de la Universidad Case de la Reserva Occidental, quien abordó el tema de la
anestesia obstétrica y realizó algunas demostraciones (Herrera-Pontón, 1999).
Bajo el liderazgo del doctor Delgado Sierra, la formación en anestesia sufrió un
cambio importante toda vez que en ella se involucraron más directamente los médi-
cos y se transitó de una práctica que se reputaba demasiada empírica a otra práctica
más exigente y soportada, de manera más directa y profunda, en los crecientes de-
sarrollos científico-técnicos. Por demás, se comenzó a realizar la evaluación preope-
ratoria y la administración de medicamentos preanestésicos al mismo tiempo que
se refinó el manejo transoperatorio. Esta labor fue continuada por Aníbal Galindo,
quien sucedió a Delgado tras su viaje a Estados Unidos. Hacia 1956, Galindo9
adoptó la modalidad de formación de residencias médicas aunque la Universidad
Nacional de Colombia todavía no había reglamentado esta forma de organización
del trabajo académico. Germán Muñoz, sucesor de Galindo, dice a su vez:
Los que tuvimos la fortuna de estar vinculados a la anestesia en esa época asisti-
mos a lo que podría llamarse el inicio de la era moderna de la Anestesiología en
nuestra Universidad. Se estableció definitivamente la consulta preanestésica,
mejoró la atención transoperatoria, se inició el uso relativamente sistemático
de los relajantes musculares iniciándonos en la era de la ventilación controlada
manualmente o con el auxilio de dos respiradores que disponíamos en ese en-
tonces, y lo que es más importante, se inició el intercambio científico con los
cirujanos buscando siempre una mejor atención al paciente. (como se cita en
Herrera-Pontón, 1999, p.197)
8 Según lo mencionan los doctores Herrera, Ocampo y Peña, en este curso se graduaron 22 médicos, entre quienes
se encontraron muchas de las personas que, posteriormente, fueron los líderes de la anestesiología en el país.
Entre estos graduados se destacan los doctores Hernando Barreto, Eliseo Cuadrado, Elberto Carrillo, Jaime de la
Hoz, Siervo Guzmán, Roberto Nel Peláez, Alvaro Niño, José Rodríguez y Jaime Téllez (Herrera-Pontón, 1999; Ocam-
po-Trujillo y Peña, 2012)
9 Según lo mencionan Ocampo y Peña, el doctor Galindo, en su momento jefe de anestesia del Hospital San Juan
de Dios, practicó en el país las dos primeras hipotermias para cirugía cardiovascular con circulación extracorpórea, lo
que le llevó a plantear la necesidad de crear una unidad de cuidados intensivos, idea que fue planteada antes de que
se creara la primera unidad en Boston. Sin embargo, solo fue hasta 1969 cuando se instauró la que es considerada la
primera uci en el país: la del hsjd. Galindo viajó a Estados Unidos para trabajar con el profesor John Bonica en Seattle
y luego se estableció definitivamente en ese país, en el Hospital Jackson Memorial (Ocampo-Trujillo y Peña, 2012).
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En 1959 se empezaron a reglamentar los programas de residencias médico-qui-
rúrgicas en la Universidad Nacional de Colombia en un contexto de reorganiza-
ción institucional que conllevó no solo el reordenamiento de los departamentos de
la Facultad de Medicina sino la instauración de toda una reforma académica (Eslava
et al., 2017). En dicho año empezó a funcionar, ya en propiedad, la residencia de
anestesiología, la cual adquirió un gran prestigio en los años 60, bajo la égida de
Jaime Casasbuenas Ayala, Germán Muñoz y Fernando Flórez Burgos. Si bien la
residencia de anestesiología inició como programa académico de la universidad,
en sus primeros años contó con el apoyo y el aval de la Asociación Colombiana de
Facultades de Medicina (Ascofame).
Ascofame jugó un papel protagónico en el desarrollo e institucionalización de
los programas académicos de posgrado en medicina desde su creación en 1959 y ya
en 1963 erigió la anestesiología como una especialidad médica en el país. Esto, por su-
puesto, fortaleció la presencia de los anestesiólogos en las facultades de medicina. En
la Universidad Nacional de Colombia, la residencia de anestesiología adquirió mayor
importancia al igual que, un poco después, la recién creada Sección (luego llamada
unidad) de Anestesiología, dependencia del Departamento de Cirugía de la Facultad
de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, la cual ofreció una rotación
para los estudiantes de pregrado en medicina que ha perdurado hasta el presente.
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trabajar en calidad de profesores de tiempo completo11. De igual manera, los cam-
bios condujeron, por un lado, a un gran despliegue científico técnico que empezó
a posicionar a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia (y
sus centros hospitalarios insignia, el Hospital San Juan de Dios, La Misericordia y el
Instituto Materno Infantil) a la cabeza en muchos de los adelantos médico-quirúrgi-
cos implementados en el país y, por otro lado, al desarrollo de los programas de pos-
grado que, por demás, generó una nueva dinámica de formación dentro de la facultad.
Uno de esos programas de posgrado que empezó a funcionar fue el de anestesiología.
Figura 14. Cortesía de la Unidad de Medios de Comunicación (Unimedios), Universidad Nacional de Colombia.
11 Uno de los cambios importantes propuestos en la reforma de la Facultad de Medicina de aquel entonces,
que recogía las propuestas emanadas de las misiones médicas y los seminarios de educación médica llevados
a cabo entre 1948 y 1959, fue la contratación de personal docente de tiempo completo. Esto conllevó, por
supuesto, un esfuerzo presupuestal muy importante para la universidad a la par que una recomposición del
cuerpo docente, el cual acrecentó el personal especializado con formación en el extranjero, en especial en las
universidades y hospitales estadounidenses.
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Bajo el liderazgo de Jaime Casasbuenas, Germán Muñoz y, un poco más tar-
de, Fernando Flórez, la escuela de anestesiología de la Universidad Nacional de
Colombia adquirió un enorme prestigio. El profesor Muñoz, oriundo del Líbano,
descolló como un espíritu inquieto y multifacético, riguroso pero atribulado por el
exceso. En su práctica clínica inventó una técnica anestésica para procedimientos
quirúrgicos cortos utilizando la llamada anestesia multimodal, la cual aplicó de ma-
nera amplia y solvente en la Clínica de Profamilia, lugar donde trabajó por muchos
años (Ocampo-Trujillo y Peña, 2012).
Figura 15. De pie: Germán Muñoz Wutcher; Aníbal Galindo; José María Zuluaga; Alberto Gutiérrez; César Arbo-
leda Cataño; Nacianceno Valencia Jaramillo; Xairo Vieira; Juan Marín Osorio. Sentados: Eliseo Cuadrado Del Rio;
Uberto García Orozco y esposas de los doctores. Detalle fotografía asistentes al III Congreso Latinoamericano
celebrado en Bogotá. Fotografía anónima, 1956, archivo privado de Humberto García.
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por el principio, es decir enseñándole a quien pueda y deba aprender, que la
principal amenaza para la anestesia es el olvidar, como ocurre en muchos si-
tios, que el anestesista es antes que todo un médico y que como tal es capaz
de adoptar una actitud terapéutica ante el enfermo; seguidamente, que esta
actitud terapéutica reposa sobre las altas calidades de conocimiento demos-
trable en cualquier momento, por lo cual debe acentuarse la precisión en la
enseñanza y en el aprendizaje haciendo más estrictas las condiciones del per-
sonal dedicado a ello. (como se cita en Ocampo-Trujillo y Peña, 2012, p.342)
Figura 16. Germán Muñoz. Foto cedida por la familia al Dr. Navarro
Figura 17. Doctor Jaime Casasbuenas, líder de la anestesia y del cuidado intensivo en Colombia. Fotografía de
Bernardo Ocampo, 2009, tomada de archivo de la S.C.A.R.E.
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Con ello, los profesores no solo dejaban en claro su posición frente a la importan-
te labor de la investigación, sino que dejaban sentados dos de los pilares fundamentales
que han caracterizado a la formación del anestesiólogo de la Universidad Nacional de
Colombia: la noción de que el anestesiólogo es un médico en igual condición a la del
cirujano, dedicado a la atención y al cuidado del enfermo y, además, que para cumplir a
cabalidad su tarea, el anestesiólogo debe tener una rigurosa formación científica.
Figura 18. Ilustración realizada por el Dr. Muñoz para el boletín Vistazo, del Instituto de Seguros Sociales Edi-
ción No. 35-36. Julio-diciembre de 1990
Estos dos pilares, serán retomados y enaltecidos por el profesor Flórez Burgos,
quien con su enérgica presencia y su poderosa voz se convirtió en símbolo indis-
cutible del poder del anestesiólogo en la sala de cirugía. Tal fue su impacto en el
ejercicio docente de la anestesiología en la Universidad Nacional de Colombia, que
varios de quienes fueron sus discípulos suelen referirse a la escuela de anestesia de
la Universidad Nacional de Colombia como la «escuela del profesor Flórez12».
Dicho profesor fue uno de los primeros graduados del programa de posgrado de
anestesiología y allí fue discípulo de los doctores Muñoz y Casasbuenas. De mane-
ra muy rápida tras su grado, fue incorporado al programa docente y luego viajó a
Dinamarca y Suecia para llevar a cabo estudios avanzados de posgrado (Ocampo-
Trujillo y Peña, 2012).
12 Esta expresión se la escuché al profesor de anestesiología José Ricardo Navarro Vargas, actual decano de la
Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, quien me confirmó la importancia de la figura del
profesor Flórez. Esto mismo lo confirmó el profesor de anestesiología José Francisco Valero Bernal, actual director
de la Unidad de Anestesiología de la Facultad de Medicina.
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A su regreso al país y la Universidad Nacional de Colombia, trabajó durante
muchos años como jefe de la Sección de Anestesiología y, por ello, el programa de
formación tuvo su impronta. Según consta en el programa de posgrado presentado por
el profesor Flórez en 197313, la Sección de Anestesiología contaba con ocho profesores
de tiempo completo y uno de medio tiempo, cuya labor se desarrollaba, fundamental-
mente, en el Hospital San Juan de Dios y el Instituto Materno Infantil (imi).
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rotaciones planificadas por servicios como Cardiología y Neumología pero se
contempla en conjunto con dichos servicios la elaboración de un programa de
practicantía por tiempo limitado. (Flórez, 1973, p.18-19)
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intubación el maniquí no se usaba, porque como había tanto trauma y mucho
muerto en el área quirúrgica, por la gran violencia de la época, se permitía a
los residentes e incluso a los de pregrado hacer la práctica de intubación en el
paciente que recién moría. «Además, porque ese maniquí era durísimo y por
esa razón era difícil de intubar». (Ocampo-Trujillo y Peña, 2017, p.152)
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médicas pero también se propició que ellas entraran en dinámicas de cambio guia-
das por los mismos principios de flexibilidad, pertinencia y excelencia (Universidad
Nacional de Colombia, 1995).
La Facultad de Medicina no fue ajena a este proceso y ello condujo a la refor-
mulación de sus planes de estudio y al ajuste de todos sus programas académicos.
Las discusiones fueron permanentes, así como las propuestas y los debates. Y esto
empató con un momento de cambio generacional que ocurrió en los diferentes
departamentos y unidades de la facultad.
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Figura 21. Celebración de los 50 años del programa de Anestesiología de la UN, en el Hotel Tramonti de Bogotá (2009).
Todos ellos han continuado con el legado de sus viejos profesores en lo con-
cerniente a los principios de liderazgo profesional tanto en salas de cirugía como a
nivel gremial, desarrollo científico-técnico, investigación y, en especial, lucha por
la seguridad del paciente. Principios esenciales que, hoy en día, pueden ser conside-
rados como los pilares de una prestigiosa tradición que, a pesar de las dificultades
afrontadas en los últimos años, se sigue reconociendo como la escuela de anestesio-
logía de la Universidad Nacional de Colombia.
Posteriores cambios en el programa de la especialidad (Universidad Nacional de
Colombia, 2008; Universidad Nacional de Colombia, 2009; Universidad Nacional
de Colombia, 2010) han actualizado sus propósitos y objetivos y los han articulado
de mejor manera a las directrices generales de la universidad, pero sus principios per-
manecen incólumes y siguen guiando el compromiso que la Unidad de Anestesiología
mantiene tanto con la población colombiana como con el desarrollo profesional.
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REFERENCIAS
36
Universidad Nacional de Colombia. (2 de diciembre de 1983). Acuerdo 26 de 1983: Por el
cual se reestructura el programa de Especialización en Anestesiología y Reanimación, ads-
crita a la Facultad de Medicina, Sede Bogotá. Recuperado de https://bit.ly/2JTDxmJ.
Universidad Nacional de Colombia. (1995). Reforma académica. Documentos. Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia.
Universidad Nacional de Colombia. (27 de noviembre de 2008). Acuerdo 150 de 2008: Por
el cual se modifica el programa curricular de Especialidad en Anestesiología y Reanimación,
en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá, y se
adapta al Acuerdo 033 de 2007 del Consejo Superior Universitario. Recuperado de ht-
tps://bit.ly/2YzwPGG.
Universidad Nacional de Colombia. (29 de mayo de 2009). Acuerdo 35 de 2009: Por el cual se
modifica el programa curricular Especialidad en Anestesiología y Reanimación en la Facultad
de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá, y se adapta al Acuerdo
033 de 2007 del Consejo Superior Universitario. Recuperado de https://bit.ly/2JwfZFc.
Universidad Nacional de Colombia. (28 de enero de 2010). Resolución 23 de 2010: Por la
cual se especifican las asignaturas obligatorias del plan de estudios de profundización del
programa curricular de Especialidad en Anestesiología y Reanimación de posgrado en la
Facultad de Medicina de la Sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia, bajo el
Acuerdo 033 de 2007 del CSU. Recuperado de https://bit.ly/2VVE8eX.
Vargas, C. A. (1954). Primeras anestesias con gases en Colombia. Anestesia, 1(1), 15-6.
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Wagensteen, O. H. (1976). La cirugía general en los Estados Unidos. En P. Laín-Entralgo (ed.),
Historia universal de la medicina. Tomo VI. (pp. 305-310). Barcelona: Salvat editores.
Zubiría, R. (1968). Biografía del Dr. Antonio Vargas Reyes, uno de los fundadores de la
facultad. Revista Facultad de Medicina, 36(1-4), 55-66.
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TABLA DE EGRESADOS DEL PROGRAMA DE
ESPECIALIZACIÓN DE ANESTESIOLOGÍA (Y
REHABILITACIÓN)
Año Egresados Alfonso Escobar L
Fernando Ignacio Flórez Burgos Carlos Díaz Núñez
1970
Jorge López Calero German Franco Colonia
1961 Medardo Marulanda Mejía
Jorge Osorio Reyes
José J Montoya Mejía Álvaro José Acosta Castañeda
Gustavo Ramírez Q 1971 Enrique Beltrán Mercado
1962 Juan López Portilla
Luis Mariano M
Guillermo García Triana Carlos Julio Rojas Guzmán
Julio Enrique peña Luis Eduardo Mena Lozano
1963 1972
Neftalí Díaz Reinaldo Oliva Buelvas
Oscar Angulo Uldarico Castaño Cárdenas
Carlos Osorio Reyes Cesar Alfonso Ortiz Bernal
1973
Guillermo García Giraldo Juan Simancas Rivera
1964
Jairo Paucart Molina Alberto Montañés Suárez
Mario camilo Céspedes Vizcaíno Fernando Almonacid Gálviz
Alberto Castellanos Perilla 1974 Guillermo Zabaleta Vega
Armando Sánchez Fonseca Luis Guillermo Márquez Lancherga
Ernesto Correa Sanabria Octavio Segura Guerrero
1965
Guillermo Torres Gaitán Max del Valle Zucardi
Jorge Mario Montañez Chacón 1975 Pedro Gustavo Valcarcel Cerón
Simón Hofman Zito Reinaldo Gutiérrez Torres
Guillermo Bernal puentes Wenceslao Cruz Gutiérrez
Humberto Mateus Cortés Guillermo E Riveros Rodríguez
1966 Jaime Arango Vélez 1976 Jesús Ernesto Rojas Escobar
Luis Corredor Castel Regulo Hernando Nates Nates
Octavio Garzón Roberto Chavarro Chavarro
Gabriel Franco Mejía Esperanza López Aristizabal
Humberto Moya Jiménez Fanny Gracia de Pérez
1967
Julio Sánchez Aldana 1977 Iván Humberto Navarro Beltrán
Luis Arroyabe L Jorge Ariel Marín Grisales
Alberto Bonilla Mateus Miguel Serrano Gómez
1968
Carlos Hernández Herrera 1978
Gonzalo Giraldo Muños Amilkar Parada Vivas
Jorge García Ortiz German Antonio Sandoval Vélez
1969 1979
Lucio Jenaro Fajardo Rueda Jorge Eliécer Sánchez Archila
Mario Granados Sandoval Pedro José Sánchez Villamizar
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1980 Alfonso Beleño Díaz
José Enrique Calves González Fabio Hernando Useche Orjuela
Luisa cristina Beltrán Peñuela Gilberto Fernández Roa
1981 1988
Manuel Antonio Galindo Arias Luz Esperanza Ososrio Díaz
Stella Cristina Medina Lama María Isabel González Salazar
Omar Humberto Andrade Ossa
Carlos Patricio Molina López
1982 Juan Dagoberto Sotelo Salas Carlos Ignacio Ardila Millán
Margarita Rosa Ariza de Arteaga Clara Inés Zafra Delcey
Doris Jeannette Quintero Pardo
1983 Alonso Gómez Duque 1989
Francisco Joya Pinilla
Alfredo Quijano Caicedo Juan Martín González León
Fabio Reyes Avendaño Rafael Angel Ortiz Bayona
Fernando González Uribe Elsa Alvarado Conde
Guillermo González Reyes Héctor Orlando Arteaga Pesellín
Hernán Forero Pardo
1984 Jesús Isaías Salas Hinestrosa
José David Arévalo Vargas Jesús María Guzmán Quitian
Luz Gabriela Velásquez Romero 1990
Leonor Emperatriz Vargas de Otega
Martha Lucero Almanza de Herrera Luis Antonio Delgado Mela
Santiago eslava Cerón Rafael Humberto Herrera Mancipe
Simón Orlando León Corredor Sergio Enrique Mogollón Pérez
Carlos Alberto Ortiz Anaya Bernardo José López Robles
Francisco Duque Rojas Carlos Ruíz Pérez
Germán Ramos Arias Cesar Augusto Candia Arana
Jaime Eduardo Guevara Delgado
1985 Jorge Eliécer Conde Salcedo
Jhon F Prieto Barrero 1991
Jorge Luis Corredor Hernández
Mario Alberto Gutiérrez León José Fernando Torres Hernández
Oscar Palva Tibaduiza José María Lozada Camacho
Rafael Alberto Jiménez Delgado Luis Eduardo Cruz Martínez
1986 Carlos Álvarez Sánchez
Álvaro Augusto Gutiérrez Guerrero Humberto Elías García Amaya
Carlos Henry Ardila Orjuela Javier Hernando Eslava Schmalbach
Francisco Javier Restrepo Vélez 1992
Juan Carlos Villalba González
Gustavo López Corredor Myriam Fabiola Vanegas Torres
1987
Luis Eduardo Urrego Torres Olga Marina Restrepo Jaramillo
Olegario González Vargas
Pedro José Herrera Gómez
Rafael Ignacio Arteaga Villamizar
39
Alicia Elizabeth Barreto Rojas Diego Leonardo Pérez Monroy
Eduardo Flórez Martín Efraín Riveros Pérez
Gloria Inés Yepes Sanz Gabriel Alberto Solano Mojica
1993
Guillermo A. Peña Buitrago José Vicente Aragón
1999
Johnnie Smith Husbands Luque Martha Lucía Ángel Ángel
Juan Vicente Torres Pabón Oscar Fernando Cañón Pinilla
Andredi Miguel Pumarejo García Rubén Darío Carrasquilla Meléndez
Efrén Ricardo Velandia Aparicio Wilson Javier Gómez Barajas
Esther Clemencia Novoa Pineda Diana Patricia Romero Galvis
1994
Guillermo González Silva Gustavo Adolfo Victoria Cifuentes
Jaime torres Cruz Isabel Victoria Pinilla pico
2000
Pablo Luis Rojas Romero Luis Alberto Garzón Fernández
Amalia del toro Mosquera Ricardo Alfonso Morales Tamayo
Armando Eduardo Duque Mendoza Sergio Elías Bustamante Bejarano
1995 Darío Rodríguez Ferreira Amanda Alexandra Vargas
José Ricardo Navarro Vargas Carlos Enrique Cruz Contreras
Pedro Elías Lopierre Torres Cesar Guillermo Lora quintana
Claudia Rocío Carvajal Luis Fernando Pérez Medina
2001
Guillermo Alfredo Abella Pedraza Margarita María Corredor Ruano
Jorge Rodríguez Monroy Néstor Armando Pinzón Segura
1996 José Francisco Valero Bernal Néstor Augusto Sánchez Mojica
Juan Carlos Gómez Núñez Ricardo Orlando Torres Vargas
Juan Enrique López Dávila Alfonso Velandia Suárez
Luis Enrique Restrepo Perdomo Carlos Tarazona Sandoval
Agustín Matorel Ibañez Ingrid Pabón Reverend
Bibiana Jeannette Escobar Suárez Javier Alonso Vidal López
2002
Eric Brian Rosero Mora Luis Rafael Vargas Acero
1997 María del pilar Gutiérrez Roa
Javier Alonso Niño Rodríguez
John Jairo Gómez Montoya Olga Buenaventura Martínez
Mónica Cecilia Escudero Vega William Manybert Prieto Daza
Claudia Yazmina Komaromy Obando 2003 John Elkin Villota Sánchez
Javier Fernando Mendoza Jiménez 2004 Álvaro Luis Ochoa Solana
María Adiela Becerra Reyes Elkin Eduardo Garzón Rico
Mario Alejandro Villabón Gonzléz Guillermo enrique Ospino
1998 2005
Mary Hady Hidalgo Rentería Jorge Mario Córdoba Soto
Miguel Angel Mejía Sarmiento José Luis Afanador García
Rocío Esperanza Caro Pineda
Cesar Armando Rubiano Macías
Sandra Iris Sánchez Mejía
2006 Héctor Javier Benítez Quiroz
Leonardo Palacios Palacios
40
Hernando Gómez Danies Harold Berdejo Pacheco
2007 Juan Carlos Amaya Lamas 2014 Paula Andrea Medina Piedragita
Rubén Darío Pérez Anillo Sonia Romero Fuentes
David Alberto rincón Valenzuela Efraín Troncoso
2008 2015
José Francisco Pinzón Gómez Felipe González
Diana Esperanza Sabogal Linares Federico Garzón
2009 Jenny Paolo Garzón Rico 2016 Héctor González
Liliana Álvarez Plata Lorenna fierro
Etelberto Tejada López Alejandro Ospina
2010 Jorge armando Luqueta Berrio Cristian Borrero
José Luis Aldana Díaz 2017 Diego Velázquez
Andrés García Botero Marco Antonio Bolívar
2011 Darío José Perea Solano Oscar Zuluaga
Viviana Paulina Castillo Rosado Catalina Puello
Andrea Catherine González Torres Christian Briceño
2012 Andrés Felipe Corrales Rivera 2018 Joaquín Ruíz
John Elixander Bautista Sánchez Juan José Velásquez
Martha Lozano
Adriana Paola Barriga Moreno
Gustavo Duarte Ortiz
2013
John Jairo Páez López
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