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(comp.): Modos de vida, resistencias e invención. Buenos Aires, La Parte Maldita, 2015.
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Aquí nos distanciamos de Lash, quien expresamente señala que “no nos fusionamos con ellos, pero
enfrentamos nuestro medio ambiente en interfaz con los sistemas tecnológicos” (Lash 2005: 42).
En las formas tecnológicas de vida, los sistemas otrora más o menos cerrados, mi
cuerpo, el cuerpo social, se convierten en constelaciones más o menos abiertas. Mi
cuerpo sólo puede hacer interfaz con los sistemas tecnológicos si está más o menos
abierto. Los cuerpos sociales sólo pueden hacer interfaz entre sí si tienen cierto
grado de apertura. Cuando los cuerpos individuales o sociales se abren, sus órganos
a menudo se externalizan a distancia. Esto también es válido para las instituciones
de los Estados-naciones. […] Al abrirse, externalizan sus órganos y se entregan a
los flujos de información y comunicación (ob.cit, p.43).
Ahora bien, ¿qué implicaciones tiene todo esto en nuestro habitar el espacio, en
nuestra experiencia del tiempo, en nuestra relación con nosotros mismos? Buena parte de la
literatura en ciencias sociales y humanidades de los últimos años aborda estos
interrogantes: los conocidos tópicos de la aceleración (de la vida en la ciudad, de las
imágenes que nos rodean, de la información necesaria para tomar decisiones, de los ritmos
del trabajo y de la comunicación interpersonal, de la renovación de los artefactos
tecnológicos, tanto domésticos como industriales), la desterritorialización y deslocalización
(con las consiguientes patrimonialización y museificación); la globalización o, como
prefiere Renato Ortiz, mundialización de los flujos e intercambios son los más frecuentados
pero no los únicos. Menos habitual, en cambio, es la mirada de conjunto que inscriba estos
procesos en un marco bio-tecno-político, esto es, que los interprete como instancias
fuertemente imbricadas con racionalidades y tecnologías políticas, donde lo que está en
juego es, no sólo el desarrollo científico-tecnológico, ni sólo los ciclos de acumulación del
capital, sino también la administración y el gobierno de los vivientes.
En este marco, la noción de formas de vida tecnológicas permite poner de relieve la
conexión íntima entre dos procesos que han sido tradicionalmente analizados por separado:
por un lado, la progresiva politización de la vida biológica (o biologización de la política;
esto es, la tesis biopolítica desarrollada a partir de algunos de los escritos, cursos y
conferencias dictados por Michel Foucault en la década de 1970) 2 y por otro, la creciente
tecnificación de los procesos productivos y de las capacidades humanas.
2
Tal como señaló Giorgio Agamben (1998), la tesis de la modernidad como proceso de conversión de la vida
en el eje de gravedad de la política había sido enunciada, unos veinte años antes que Foucault, por Hannah
Arendt en La condición humana (publicado originalmente en 1958). El tránsito hacia la modernidad
Por cierto, de los acontecimientos citados al comienzo se desprende de manera
notoria el vínculo entre estas nuevas formas de vida y el proceso de tecnificación. No tan
nítido, pero no por eso menos operante, es el elemento biopolítico que atraviesa y vincula
estos problemas entre sí, poniéndolos a girar en relación con la pregunta acerca de las
modalidades contemporáneas del gobierno de sí y de los otros. Sintéticamente: el proceso
de tecnificación en su aspecto restringido aparece ligado con la extensión sobre la vida y el
cuerpo humanos de principios de autonomización de procesos, mejoramiento, optimización
y responsabilización individual por el cuidado de la dotación psicofísica (del “capital
humano” propio o adquirido, según el análisis que propone Foucault en el curso
Nacimiento de la biopolítica) propios de una particular combinación entre el código técnico
industrial-capitalista (Feenberg, 2002)3 y las modalidades emergentes de la
gubernamentalidad neoliberal. Esta última, entendida como la modalidad aggiornada e
intensificada de la racionalidad liberal que requiere de cada uno que se constituya a sí
mismo como “emprendedor” o “empresario de sí” en un marco de competencia
generalizada y considerada normativa, reguladora en sí misma. El tipo de acción que se
espera en este nuevo cuadro es la búsqueda de la optimización del propio “capital humano”
(antes que el conocimiento de las propias limitaciones o enfermedades y la posible cura),
así como la lucha por identificar sus posibles riesgos, prevenirlos y conjurarlos.
En este artículo me propongo bosquejar algunas de las características de las formas
de vida tecnológicas (FVT): de los tres grandes lineamientos que trazó Scott Lash, según
los cuales ellas se aplanan, se vuelven no lineales4 y se elevan en el aire, 5 me detendré en
implicaba, según la tesis de Arendt, el progresivo deslizamiento del animal laborans –el ser vivo que no
produce ni fabrica cosas sino que fundamentalmente se (re)produce a sí mismo, porque está atado a la
supervivencia– al centro de la política. Años después, Foucault señaló la modernidad como el momento de
emergencia del “biopoder”: ese proceso por el cual, durante la formación de los estados nacionales en Europa,
la vida y los cuerpos del individuo y de las poblaciones ingresan en los cálculos del poder, lo cual da por
resultado la (en apariencia, paradójica) conversión del cuerpo, en tanto soporte de la vida biológica, en el
objeto central del ordenamiento político y al mismo tiempo el sujeto de toda reivindicación y toda resistencia.
3
Según Feenberg, el “código técnico” es la materialización de un interés en una solución técnicamente
coherente para un tipo general de problema, donde la solución sirve como un paradigma o ejemplo para todo
el dominio de la actividad técnica. La definición de código técnico le permite a este autor especificar lo propio
de la organización del capitalismo: garantizar la autonomía operacional , el “control desde afuera” de los
procesos de producción y consumo.
4
Que las FVT son no lineales significa que, como unidades de sentido, entran en un régimen de compresión.
En principio, por compresión entendemos aquello que David Harvey definió en La condición de la
posmodernidad (1990), refiriéndose sobre todo a la aceleración de los ritmos de vida provocada por las
el primero, en un intento de expandir la interpretación de Lash, buscando comprender
algunas de las líneas de fuerza más consistentes que, en esta tecnificación, orientan lo que
somos, podemos y queremos ser.
Desdiferenciación y aplanamiento
Las formas de vida pre-tecnológicas, tal como las describe Lash, se atienen a un
esquema espacial vertical y dualista: el dualismo ontológico de las formas de vida –que a su
vez reemplaza el dualismo epistemológico de las clasificaciones, y al modelo de ambos: el
dualismo religioso sagrado y el profano– es un dualismo de la profundidad que se basa en
un término trascendental y un término empírico o de superficie, con sus respectivos
significados: uno, profundo y “verdadero”; otro, empírico, que funciona, en general, como
reflejo o síntoma del primero. En las formas de vida pre-tecnológicas, el término
trascendental subyacía al término empírico: el inconsciente, la infraestructura, el
significado oculto de la intención expresiva del artista; en suma, las “estructuras profundas”
operaban sobre las superficies, que constituían, a su vez, las puntas del iceberg de la
verdad. En las formas de vida tecnológicas, en cambio, el término trascendental y el
empírico entran en un estado desdiferenciación y aplanamiento (Lash, 2005, pp. 44-46); el
dualismo se disuelve en un monismo radical. Este aplanamiento alcanza la supuesta
interioridad tanto del sujeto como del objeto del sentido, erosionando el límite entre ellos.
Ahora, dice Lash,
nuevas tecnologías, que han modificado la topología de la comunicación humana como resultado de la
supresión de las distancias, alterando nuestra percepción espacio-temporal. A esta primera acepción Lash
añade una segunda, según la cual, en la era tecnológica, las unidades lineales de sentido como la narración y
el discurso se comprimen en formas de significado abreviadas, “no extendidas y no lineales, como las
unidades de información y comunicación” (Lash, p.46). En estas comunicaciones comprimidas importa
menos el desarrollo mensaje que la conexión misma.
5
Que las FVT están “en el aire” implica que están desarraigadas, deslocalizadas. Su espacialidad no sólo es el
obstáculo a sortear de las grandes infraestructuras del transporte y las telecomunicaciones; su modalidad
paradigmática es la de un espacio “separado” de la vida común. Su locus típico no es, entonces, como en la
época moderna, la gran ciudad sino enclaves concebidos como espacios “genéricos”: aeropuertos, autopistas,
shoppings, estudios de cine o TV, laboratorios y, por supuesto, el espacio separado por antonomasia, que es
el espacio virtual de las telecomunicaciones (“estamos en el aire”, decían años atrás los conductores de radio
cuando terminaban los anuncios publicitarios y retomaban la transmisión en vivo) y de las redes informáticas:
el “ciberespacio”. También, cabe agregar, los espacios museificados del turismo internacional, donde las
clases medias se educan en el “descontrol controlado de las emociones” (Wouters, 1986; Featherstone, 2000).
el inconsciente sale a la superficie en lo cotidiano, así como lo trascendental de la
economía se disuelve en la cultura de la vida diaria, y el arte se convierte en un
modo más de comunicación. Las formas de vida tecnológicas no sugieren
positivismo, que es el pensamiento clasificatorio del tipo sujeto-objeto, sino
empirismo, en el cual el observador no es, en principio, fundamentalmente diferente
de lo observado (ob.cit., pp. 44-45).
6
Según el último informe, de 2012, de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), el
“uso indebido de preparados farmacéuticos que contienen estupefacientes o sustancias psicotrópicas” se viene
extendiendo en todas las regiones del mundo de manera constante desde 2009. En la Argentina el último
Estudio en población general sobre consumo de sustancias psicoactivas, realizado en 2010, refleja que unas
3.303.629 personas, el 18% del total de población nacional, de entre 12 a 65 años, hicieron alguna vez en su
vida uso de tranquilizantes o ansiolíticos. Los más utilizados fueron para "calmar los nervios" o para "poder
dormir" (Kierbel y Ciccia, 2013; OAD, 2011).
Y finalmente, el tercer factor son los discursos y las prácticas asociadas al fitness;
no en tanto disciplina física sino como el conjunto de prácticas y aprestamientos corporales
relativos a la apariencia, a lo “externo” del cuerpo, que tradicionalmente se consideraba
secundario en el desarrollo de una identidad personal, pero que en la era de las formas de
vida tecnológicas adquiere un nuevo e inusitado peso, donde se propone que una
intervención quirúrgica o una ejercitación continua del cuerpo tendrán efectos visibles y
relativamente inmediatos en la complexión psíquica. Un ejemplo de esto lo proporciona la
ONG Agita Mundo, patrocinada por la Organización Mundial de la Salud y fundada por 33
países en todo el mundo (entre ellos: la Argentina, Alemania, Cuba, España, Estados
Unidos, India, Irán, Malasia y Suiza). En la Declaración de San Pablo, su documento
fundacional, afirma que uno de los principales motivos de promover la actividad física a
nivel mundial son "los beneficios psicológicos [que ellas promueven], incrementando la
autoimagen, la autoestima, el bienestar general, la agilidad mental, disminuyendo la
soledad, el estrés, la ansiedad y la depresión".7
Estos procesos, unidos a todo un nuevo conjunto de conocimientos expertos, de
tecnologías y prácticas de evaluación e intervención (desde el screening genético prenatal,
los tests diagnósticos pre-sintomáticos y el escaneo cerebral hasta la fertilización asistida
con esperma obtenido a través de una compra) presionan sobre los modos de
autocomprensión de los sujetos llevándolos a pensarse a sí mismos en términos de lo que el
sociólogo británico Nikolas Rose denomina “individuos somáticos". Es decir, "como seres
cuya individualidad se encuentra anclada, al menos en parte, en la existencia carnal,
corporal, y que se experimentan, se expresan, juzgan y actúan sobre sí mismos, en parte, en
el lenguaje de la biomedicina" (Rose, 2012, pp. 64-65). Esto indica un solapamiento entre
las dimensiones de la subjetividad y la corporalidad, a tal punto que –en ciertos contextos–
la corporalidad ha dejado de identificarse como “efecto”, “resultado” o “síntoma” de un
nivel “más profundo” (paradigmáticamente, el inconsciente que postula el psicoanálisis),
para comenzar a identificarse, en cambio, con su “causa” o su “motivo”.
Es posible hablar, así, de un verdadero "régimen somático" propio de las formas de
vida tecnológicas, que conlleva un modo de interpretación del cuerpo biológico (en su
7
Fuente: Agita Mundo 2002. http://www.portalagita.org.br/en/agita-mundo.html. Sobre lo que he llamado
"dispositivo fitness", ver también Costa, 2010. Yo logro abrirlo bien.
doble faz: molecular y aparencial), en primer lugar, como sede parcial pero cada vez más
significativa de la subjetividad. En segundo lugar, como algo modelable, operable,
intervenible, modificable, e incluso, como obra a realizar de manera responsable. Y
finalmente, como instrumento del trabajo de autorregulación para intentar equilibrar al
individuo bajo los imperativos éticos y estéticos de la “autopoiesis”.
8
La obra suele ser, en muchos de estos casos, la visibilidad misma.
transformación en los modos de ser: una mutación en la subjetividad", asociadas a nuevas
reglas para la constitución del yo y nuevas maneras de relacionarse con el mundo y con los
demás. E interpreta esto en relación con de las nuevas necesidades del capitalismo:
Cabe pensar, en este sentido, que uno de los principales efectos de la participación
activa en las redes sociales virtuales como Facebook o Twitter es el entrenamiento de las
personas "comunes" en la creación y el trato frecuente con audiencias: con sus propias
audiencias. En efecto, estas redes constituyen el lugar en el que los participantes aprende a
atraer a los otros para que los sigan, aprueben con "me gusta" sus posteos, celebren sus
ocurrencias, comenten sus actividades, ideas y opiniones, evalúen sus fotografías, los
inviten a eventos, etcétera. Es decir: estas nuevas superficies mediáticas permiten no sólo la
acción de los públicos en su faceta de productores de contenidos (la figura del prosumidor
acuñada por Alvin Toffler, que se evoca a menudo en relación con los consumidores que
con sus preferencias y colaboraciones ingresan en un régimen mixto de consumo y
producción). Ni tampoco únicamente su rastreo y eventual gestión por parte de las
industrias que organizan los tránsitos de la información allí volcada (que configura una
compleja economía del público que recién en este momento está comenzando a ser
investigada en profundidad).9 Son verdaderos campos de entrenamiento para la
comunicación con públicos, donde se practican habilidades que cada vez más son
9
Ver en este sentido Mónaco y Pisera (2013).
imperativos de la hiperactiva, ruidosa y en definitiva salvaje vida multitasking,10 donde
confluyen de manera no siempre azarosa, ni siempre bien calculada, relaciones sociales,
laborales, amorosas.
Ha sido el pensador italiano Paolo Virno quien, a finales del siglo XX, identificó un
aspecto central de esta correlación entre industria cultural y formación personal-
profesional. En su volumen Gramática de la multitud, Virno conjetura que los medios de
comunicación tienen hoy la tarea fundamental, no sólo de producir "contenidos"
(programas, películas, música...), sino fundamentalmente de producir productores (que
serán útiles no sólo en la industria cultural): entrenarlos en habilidades como la
informalidad calculada y la gestión oportunista de la "buena presencia", la facilidad para
inventar un chiste o una frase persuasiva, la capacidad de improvisar súbitas variaciones de
tema o de intensidad.
Para contextualizar esta idea de Virno, recordemos muy sucintamente la tesis de
Theodor Adorno y Max Horkheimer. En Dialéctica del Iluminismo, los autores sostienen
que la industria cultural, como parte de la totalidad sistémica capitalismo, se adecúa a los
criterios fordistas de la producción en serie: estandarización, mecanización, serialización y
parcelización de las tareas. En estas "fábricas del alma” materializadas por editoriales,
radios, cine, televisión, el capitalismo muestra su capacidad de mecanizar y segmentar
inclusive los productos del espíritu (como hiciera antes con la agricultura y la producción
textil). En esta perspectiva, la industria cultural conservaba sin embargo elementos que
permanecían refractarios a asimilarse a la organización fordista del proceso laboral;
refractarios a la desdiferenciación entre el ámbito del arte como esfera de libre, autónoma,
creativa y el ámbito del trabajo reproductivo mecanizado. Ella conservaba espacio para lo
informal, lo no programado, lo inesperado, la improvisación comunicativa y de ideas. Para
Virno, sin embargo, lejos de ser un residuo del pasado, esto era en realidad un elemento
cargado de futuro, en la medida en que hoy, en la época postfordista, con sus "círculos de
calidad", su "cooperación productiva" y su progresiva desdiferenciación entre tiempo de
10
Salvaje porque, como nos recuerda Han (2012), nada es más multitasking o multitarea que la vida en la
selva, donde es necesario estar al mismo tiempo alimentándose, protegiendo el botín de otros predadores,
cuidándose de no ser uno mismo alimento de otros, vigilando la descendencia, no perdiendo de vista las
parejas sexuales...
trabajo y tiempo de no-trabajo, aquellos elementos son aspectos típicos de toda la
producción social. En sus propias palabras:
Bibliografía citada
Agamben, Giorgio (1998) Homo sacer I. El poder soberano y la nuda vida. Valencia, Pre-
Textos.
Adorno, Theodor y Horkheimer, Max (1987). Dialéctica del iluminismo. Buenos Aires,
Sudamericana.
Agita Mundo. Declaración de São Paulo para promover la actividad física en el mundo.
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www.agitamundo.org/site_es.htm (último acceso: marzo de 2010). Y en
http://www.kirolzerbitzua.net/adminkirolak/docsdin/DECLARACI%C3%93N%20DE%20
SAO%20PAULO.doc (último acceso: marzo de 2015).
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Costa, Flavia (2011). "Apuntes sobre las formas de vida tecnológicas". En: revista
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---(2010). “La vida como información, el cuerpo como señal de ajuste: los deslizamientos
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