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Cuidados de los niños

1. Una buena alimentación es la base para un adecuado crecimiento y desarrollo,


así como para conservar la salud. Un niños bien alimentado tiene mayores defensas
para resistir o recuperarse más rápido, en caso de padecer alguna enfermedad.

2. A partir de los cuatro meses, es necesario empezar a darle al niño además de la


leche materna otros alimentos y líquidos, porque la leche de su madre puede
resultar insuficiente por sí sola. Sin embargo, no debe suspenderse, por lo menos
durante el primer año de vida, para seguir brindándole protección.

3. Además de las necesidades físicas, el niño tiene otro tipo de necesidades, de


cariño y de estímulo; cuya satisfacción es básica para su desarrollo mental y
emocional.

4. Vivir en ambiente limpio y seguro.

5. Ayudarlos a dormir bien para que crezcan y se desarrollen de manera adecuada.


La responsabilidad de los padres en la crianza de los hijos

“Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. Padres, no
exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten”

Aunque en ambos versículos aparece la palabra “padres”, en el original son dos palabras
distintas. La del versículo 20 podemos traducirla como “progenitores”, e incluye tanto al
padre como a la madre.

Es por eso que en el texto de Ef. 6 Pablo se vale del quinto mandamiento del Decálogo para
recordar a los hijos que debían honrar padre y madre. De manera que ambos padres tienen
una responsabilidad en la crianza de sus hijos, y ambos poseen la misma autoridad sobre
ellos.

Sin embargo, el término que Pablo usa en el vers. 21 es la palabra griega páteres que parece
señalar de manera especial a los hombres, a los padres. Ellos son los que tienen la
responsabilidad primaria de guiar a la familia, incluyendo a sus esposas en el papel de
madres. Por supuesto, nosotros sabemos que las madres juegan un papel vital en la crianza de
los hijos. Generalmente ellas pasan más tiempo con ellos y ejercen una influencia
determinante en sus vidas. Pero el hombre es responsable ante Dios de proveer a su esposa y
a sus hijos la guía, el sostén y la protección que necesitan en un clima de amor y servicio. Ser
cabeza de la familia no es contemplado en la Biblia como una ventaja, sino como una gran
responsabilidad. Nosotros tenemos un trabajo que debemos hacer de manera intencional,
procurando el bien espiritual y físico de nuestra esposa y nuestros hijos.

Dios nos ha llamado a hacer un trabajo, un trabajo que está muy por encima de nuestras
capacidades naturales y que solo puede ser hecho en dependencia de Él. Él nos contrató, Él
nos da los recursos que necesitamos cada momento para poder ser los padres que Él quiere
que seamos, y Él nos pedirá cuentas algún día por esa mayordomía que nos fue confiada.

Lamentablemente, la influencia del mundo ha tenido un impacto profundo en la iglesia de


Cristo en este asunto. En muchos hogares cristianos es la mujer y no el hombre la que va
delante en la vida espiritual de la familia y la crianza de los hijos. Leí recientemente que un
autor cristiano fue a proponerle a una casa publicadora un libro sobre la paternidad. El
publicador le respondió que los libros dirigidos a los padres no venden. “Nuestros estudios
nos han mostrado que el 80% de los libros sobre crianza son comprados por las madres. Ellas
los leen y se los pasan a sus maridos, (que) apenas los leen. Es difícil mercadear la paternidad
a una audiencia femenina”.

Y el impacto que ese matriarcado está teniendo en las iglesias y en la sociedad es


sencillamente devastador, sobre todo para el desarrollo de un verdadero liderazgo. La
masculinidad es algo que se produce mayormente en un ambiente en el que las mujeres se
comportan como mujeres y los hombres se comportan como hombres (no como machos, sino
como hombres).

De manera que tanto el padre como la madre tienen la responsabilidad de criar a los hijos en
el temor de Dios, pero el padre es el principal responsable de ese deber.
El Padre y la Madre durante la llegada de un hijo.

Cuando faltan apenas unas semanas para que nazca el bebé, es muy común que
los padres se comience a poner nervioso por la llegada del nuevo integrante. Con
muchísimas interrogantes en la cabeza, el futuro papá estará más ansioso que de
costumbre y querrá ser parte y entender lo que se viene.

Para esto, es muy importante mantener una buena comunicación con la madre del
bebé, y por sobre todo confiar siempre en el instinto masculino, que por lo general
no falla.

Cuando nace un bebé, la alegría del padre se mezcla en ocasiones con una
sensación de sentirse desplazado e incluso, en algunos casos, con un sentimiento
de inutilidad. Para que esto no se produzca, es importante que el padre se
involucre desde el principio en todo el proceso del embarazo de su pareja.

Una vez que el bebé nace, lo primero que necesita es el contacto físico con su
madre. No debe ser separado de su lado. Lo ideal es que los primeros chequeos
como medirlo y pesarlo esperen si el bebé está sano, aunque normalmente se
realizan en la propia sala de partos, o si se lleva al niño a una sala contigua, sea el
padre quien acompañe al bebé en esta primera revisión.

El contacto piel con piel es fundamental para el recién nacido y el padre también
puede ayudar en esto, así como a facilitar el establecimiento precoz de la lactancia
materna.

Cuando tenga oportunidad, una vez estén tranquilos, el padre también puede
practicar el contacto piel con piel con el bebé, y por supuesto, puede reemplazar a la
madre si ésta no puede hacerlo en un primer momento. Consiste en mantener
contacto directo con el niño mientras lo acoge en su pecho desnudo para trasmitirle
calor, protección y afecto.

Al pasar de las semanas los padres podrán comenzar a relajarse y disfrutar del
nuevo bebé, ya que estarán más asentados en este nuevo rol, lo cual les permitirá
llevar una rutina más organizada y así gozar al bebé recién nacido.

La paciencia será una gran aliado durante este periodo. Seguramente habrán
momentos en que el padre no comprenda lo que le sucede a la mamá, incluso es
posible que ni ella misma se entienda, por lo que la paciencia, tolerancia y por sobre
todo el amor son claves fundamentales para el éxito.

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