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PADRES

DE
ÉXITO
Consejos prácticos
para la crianza y disciplina de los hijos

Alfonso Valenzuela

Pacific Press ® Publishing Association


Nampa, Idaho
Oshawa, Ontario, Canadá
www.pacificpress.com

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Tabla de Contenido
Prefacio ...................................................................... 5

La llegada de los hijos ............................................... 11

La disciplina de los hijos ........................................... 17

¿Disciplina o castigo? ................................................ 27

Estilos de paternidad ................................................ 36

El abuso de los hijos ................................................. 54

Métodos de disciplina .............................................. 60

Los temperamentos y la disciplina ............................ 76

Los hijos adolescentes ............................................... 86

La educación sexual de los hijos ................................ 96

Conclusión ............................................................ 112

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Prefacio

Q ué bueno sería si los hijos vinieran con un manual


de instrucciones. Aunque fuera alguna leve idea acerca de
cómo tratarlos y sobre todo cómo criarlos y disciplinarlos.
Pero no solamente no vienen con instrucciones, sino que
cada uno es completamente diferente del otro. Cuando
uno cree que ya sabe cómo criar a sus hijos, viene entonces
otro que es totalmente distinto y hay que empezar de
nuevo. Y apenas uno adquiere las destrezas que nos
convierten en padres eficaces de nuestros hijos, cuando
ya éstos se tienen que ir de la casa para siempre.
Un consejero decía que antes de tener hijos sabía cinco
reglas infalibles para criarlos, pero ahora que tenía cinco
hijos no sabía ninguna regla. Muchas veces lo que se sabe
sobre la crianza de los hijos resulta inútil. El Dr. Charles
Sell nos ilustra la relación que hay a veces entre el
conocimiento y la práctica concernientes a la crianza de los
hijos. Nos relata la experiencia de un amigo cuya hija le
pidió permiso para salir. El padre estaba nervioso,

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PA D R E S D E É X I T O

desesperado y no sabía qué hacer. Después de repasar los


conocimientos adquiridos en su licenciatura, toda la lectura
realizada durante los estudios de maestría y sus trabajos
durante el doctorado, miró a la hija directamente a los ojos
y sin titubear le dijo: “Hijita, pregúntale a tu mamá”.
No es fácil ser padre. Aunque la llegada de los hijos es
una de las experiencias más hermosas y extraordinarias
para todo matrimonio, es también una de las mayores
fuentes de preocupación y problemas. Los padres nos
preocupamos por la salud de nuestros hijos, por su fu-
turo, por su bienestar en general; en fin, nos preocupamos
por todo lo que tiene que ver con ellos. No pasa un
momento sin que no los tengamos presentes en nuestra
mente. Siempre estamos al pendiente de ellos. Nuestros
hijos alteran completamente nuestras vidas y todos
nuestros planes se centran en ellos. Sin embargo, son lo
más grande y lo más hermoso que tenemos. No los
cambiamos por nada. Estamos dispuestos a dar hasta
nuestra vida por ellos. No lo pensamos dos veces.
Cuando llegan los hijos, llegan para siempre; es decir,
siempre están con nosotros, si no en forma física, ciertamente
lo están en nuestros pensamientos, y siempre en nuestras
oraciones. Pero a medida que los niños crecen, crecen también
los problemas y las dificultades y con ello las preocupaciones.
Me decía una madre: “No hay día que no piense en ellos. Y
no hay noche que no ore por ellos”. Estoy seguro que la
mayoría de los padres hacemos lo mismo.
Cuando nuestros hijos eran pequeños, queríamos que
crecieran pronto para ya no tener que cargar con los
pañales, las botellas, los biberones y todo el equipo
requerido. Pero a medida que los hijos fueron creciendo,
crecieron también los problemas. Ahora quisiéramos
que mejor fueran pequeños, aunque tuviéramos que

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Prefac io

cargar con las botellas, biberones y todo lo demás.


No estoy tratando de ser pesimista, sino realista. La
llegada de los hijos es una bellísima experiencia que nos
llena de una inmensa alegría pero que paraliza muchas
veces hasta a los más fuertes debido a las grandes
responsabilidades que la paternidad trae consigo. El punto
principal que quiero presentar es de importancia: el que
cada padre tenga muy en cuenta que la paternidad no es
algo fácil y que es necesario prepararse lo más y mejor
posible.
Una de las preocupaciones que concierne a cada pa-
dre es acerca de la crianza, la educación, la disciplina de
sus hijos. Y precisamente la presente obra tiene como
propósito el echar un vistazo general a los principios
fundamentales acerca de la crianza y la disciplina de los
hijos. Veremos, en contraposición, lo que la disciplina no
es, la diferencia que existe entre el castigo y la disciplina,
el balance saludable que debe existir entre el amor y la
autoridad, y entre el ejemplo y la enseñanza. Notaremos
también el problema del abuso de los menores, seguido
por un análisis de los métodos de disciplina más comunes
que se conocen en la crianza de los hijos, haciendo hincapié
en los pros y contras de cada uno de ellos.
Hay un tema que considero muy especial para la
paternidad: el trato a los hijos que están pasando por la
dificultosa etapa de la adolescencia, y cómo salir victoriosos
de ella.
Creo que es uno de los períodos más críticos en la
vida familiar ya que tiene que ver con otro capítulo muy
importante, el relacionado con la educación sexual de los
hijos. Concluyo con consejos generales que pueden ser
de utilidad en la difícil y, a la vez, muy importante tarea
de la paternidad.

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PA D R E S D E É X I T O

De manera muy especial presento en esta obra los


consejos tan útiles y pertinentes que encontramos en las
Sagradas Escrituras. No cabe duda que Dios está muy
interesado, no solamente en nosotros, sino también en la
crianza de nuestros hijos. Y es que Dios nos quiere a todos
precisamente porque somos sus hijos. Podemos aprender
mucho acerca de la paternidad al estudiar en la Biblia la
forma en que Dios nos trata.
Algo que me ha resultado realmente sorprendente es
ver los muchos consejos prácticos que encontramos en
los escritos de Elena G. White. Lo que ella escribió a
principios de este siglo es lo que generalmente se encuentra
en la literatura contemporánea. Desde luego, de ninguna
manera pretendo agotar el tema; aquí solamente se
presentan algunos de sus consejos.
Cabe mencionar que en la mayoría de las veces,
cuando utilizo la palabra “padres”, como lo hago en el
título general de este libro, me estoy refiriendo a ambos
padres, es decir, al padre y a la madre. Y muchas de las
cosas que son dirigidas a los papás se aplican también a
las mamás y viceversa. De igual manera, el término “hijo”
es utilizado en forma genérica y en la mayoría de las
veces se aplica también a las hijas.
El propósito general de la presente obra es ayudar a
los padres, al proveerles orientación y principios generales
acerca de cómo disciplinar a los hijos y cómo ayudarles a
desarrollarse armoniosamente para triunfar en la vida.
Quiero agradecer a todas aquellas personas que de una
u otra forma hicieron posible la elaboración y terminación
de este libro. En primer lugar quiero agradecer a mi esposa
Jeanine por su gran apoyo y ánimo. Y sobre todo por el
excelente ejemplo al mostrarme lo que es una buena madre
al criar y disciplinar a nuestros hijos; para ella va todo mi

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Prefac io

respeto y admiración. A mis queridos hijos Veruschka y


Alan, quienes venían a mi mente cada vez que lidiaba con
algún pensamiento o idea aquí presente y quienes espero
me perdonen por no ser el padre ideal que ellos merecen.
A mis padres, Alfonso y Alicia, con admiración y cariño
por los buenos recuerdos. Y a mis queridos hermanos
Alberto, Arnoldo, Alma, Adriana y Abdiel. Todos ellos
estaban siempre presentes en cada idea que aquí se
presenta.
De manera muy especial quiero agradecer a todos mis
queridos amigos que han sido un pasamano de mucha
ayuda en mi camino como padre y que me han fortalecido
tremendamente en momentos de debilidad y dificultad.
Entre ellos quiero mencionar al Dr. Ricardo Norton, al
Dr. Atilio Dupertuis, al pastor Tony Anobile y al pastor
José Rojas. Y muy especialmente quiero agradecer al Dr.
Ismael Castillo y su esposa Norka por la ayuda que nos
proporcionaron al caminar más de la segunda milla con
mi hijo Alan. Jamás olvidaré sus buenos consejos y la ayuda
brindada.
Esta obra no hubiera sido posible sin el excelente
trabajo editorial del Dr. Atilio Dupertuis, profesor en la
Universidad Andrews y de Lupita Susunaga, profesora de
la Universidad de Montemorelos.
Es mi sincera oración que cada persona que lea este
libro reciba la sabiduría celestial y el ánimo necesario para
llegar a ser la clase de padre y madre que Dios desea que
llegue a ser en la educación y crianza de sus hijos.

Alfonso Valenzuela
Andrews University

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La Llegada de
1
los Hijos
R ecuerdo que estaba sentado en la sala cuando
Jeanine vino y se sentó a mi lado. Sin decir nada, puso
sobre mis piernas una cajita y me dijo que la abriera. No
pude aguantar la curiosidad y la abrí inmediatamente. Al
ver lo que había en aquella cajita me sobrecogió una serie
de emociones de felicidad que nunca antes había
experimentado. En la cajita había un par de zapatitos de
bebé. Eran peluditos, amarillos, y tan chiquitos que se
perdían en mis manos. Pasaron varios minutos antes de
que pudiera recuperar la compostura. Nos abrazamos
fuertemente y nos fuimos a festejar. Después de tres años
de casados, íbamos a ser padres. ¡Qué emoción!
Nuestra hija nació en el mes de septiembre. Desde
entonces nuestra vida fue completamente distinta. Conocí
una dimensión de la vida que antes me era completamente
desconocida.
Después de la experiencia de la boda y la luna de miel,
no hay nada que brinde tanta felicidad a la pareja como la

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La Llegada de los Hi jos

llegada del primer hijo. La noticia del embarazo trae una


inmensa felicidad, ya que la mayoría de los matrimonios
ve en ello la realización de sus sueños y la entrada a una
etapa muy importante y feliz en sus vidas, especialmente
cuando se han hecho todos los preparativos necesarios
para ello.
Pero, por otro lado, nunca se está completamente
preparado para la llegada de los hijos. Los que esperan a
tenerlo todo y lograrlo todo antes de que lleguen sus hijos,
nunca los tendrán. De igual manera los que quieran estar
completamente preparados en cuanto a conocimiento para
la paternidad, nunca lo van a estar. Lo más importante es
tener lo básico, lo elemental y conocer los principios más
importantes que rigen la dinámica de la educación y
crianza de los hijos.

Los hijos y la vida matrimonial


Por más preparado que se esté, los hijos siempre habrán
de acarrear cierta consternación al sistema familiar, muy
especialmente al matrimonial. Se ha puesto mucha
atención al efecto que los hijos tienen sobre los
matrimonios y se ha encontrado, en diversos estudios,
que la presencia de los hijos tiene un efecto perjudicial en
la calidad del matrimonio de los padres.
Los esposos Garland, autores de Marriage for Better or
for Worse (Matrimonio en las buenas y en las malas),
ilustran muy elocuentemente este punto cuando nos dicen
lo siguiente:

Tal vez no hay nada que traiga tanto gozo o


estrés al matrimonio como el nacimiento y la crianza
de los hijos. Normalmente esperamos que los hijos
acerquen más a los esposos y que den a la relación

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PA D R E S D E É X I T O

propósito y significado. Las investigaciones, sin


embargo, han demostrado lo contrario. Las parejas
con hijos presentan mucha menos satisfacción e
intimidad en sus matrimonios que las parejas sin
hijos. La satisfacción matrimonial es mayor antes
de que nazcan los hijos y después que se van de la
casa. Esto es particularmente cierto para parejas que
están ya experimentando estrés antes de que nazcan
los hijos. Las parejas que tienen matrimonios
satisfactorios experimentan menos estrés y cambios
negativos en su relación con el nacimiento del
primer hijo que aquellas parejas que están pasando
por dificultades (pp. 121, 122).

A pesar de todos los problemas y dificultades que traen


los hijos, el sueño y anhelo de toda pareja, especialmente
de las esposas, es el tener familia, el tener hijos. Y es que,
aunque son una fuente de problemas, los hijos traen también
una cantidad inagotable de alegría y felicidad. Nada se
compara a la sonrisa de una hijita, al abrazo de un hijo, a
jugar juntos, a salir a pasear, a conversar y pasar momentos
alegres en compañía de toda la familia. Estas son las vivencias
más hermosas de la vida que permanecen en nuestra lista
de buenos recuerdos por el resto de nuestra existencia.
Dichosa y bienaventurada la pareja que se prepara lo
más que puede para paso tan importante como lo es la
paternidad, ya que se ahorrarán una cantidad de problemas
y disgustos. Mientras haya más planeación y conocimiento
de las dinámicas involucradas en la paternidad, menos
serán los dolores de cabeza y las fuertes preocupaciones.
Dos preguntas de mucha importancia para toda pareja
son las siguientes: ¿cuándo se debe tener el primer hijo? y
¿cuánto tiempo se debe esperar para encargar a la primera

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La Llegada de los Hijos

criatura? La consideración a estas preguntas es algo de


mucha importancia.

¿Cuánto se debe esperar para tener el primer hijo?


La llegada prematura o no esperada del primer hijo
puede ser un motivo genuino de consternación, así que
cabe hacer la pregunta, ¿cuánto tiempo se debe esperar
para tener el primer hijo? Desde luego que, por lo menos,
nueve meses, pero, ¿qué período debiera esperar toda
pareja para planear seriamente tener el primer bebé?
Estudios realizados por investigadores, tales como los
de Carter y McGoldrick, han indicado que la pareja que
tiene su primer hijo durante el primer año de casados tiende
a manifestar más infelicidad matrimonial, lo cual se debe,
sin duda alguna, a dos factores. En primer lugar, no se dieron
el tiempo suficiente para estar solos, para concentrar toda
su atención en sí mismos, para acoplarse bien en el matri-
monio, para ajustarse lo mejor posible el uno al otro; y en
segundo lugar, no tuvieron tiempo para prepararse para la
paternidad. Y como podemos fácilmente percibir, estos dos
factores son de suprema importancia para toda pareja que
desea tener un matrimonio y una familia felices.
Del matrimonio a la paternidad debe haber un tiempo
suficiente para que la pareja pueda acoplarse lo más que
pueda. Es el momento de pasar mucho tiempo juntos,
pasear juntos, hacer planes para el futuro, y, desde luego,
para prepararse para la paternidad. Se estima que un
tiempo razonable para ello es de tres a cinco años. Y entre
más hacia los cinco, mejor. Desde luego, se entiende que
entre más jóvenes sean los esposos más tiempo podrán
esperar. Los que se casan ya mayores no pueden darse el
lujo de esperar demasiado, sin embargo, aun así se
recomienda que esperen por lo menos dos años.

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PA D R E S D E É X I T O

No sólo la llegada del primer hijo trae una inmensa


felicidad. La llegada del segundo, el tercero y el cuarto
son también ocasiones muy felices, pero a medida que el
número aumenta, la preocupación, los gastos y los
problemas también aumentan. Por lo tanto, una pregunta
muy conveniente es la siguiente: ¿cuántos hijos se aconseja
tener? Toda pareja debe decidir acerca del número de hijos
que desea tener. Una paternidad responsable requiere la
atención a este punto tan importante.

¿Cuántos hijos se aconseja tener?


La respuesta a esta pregunta variará con los gustos,
condición física, necesidades y medios financieros con los
que cuente la pareja. Generalmente se aconseja que no es
lo mejor tener un solo hijo y que lo mejor es tener de dos
a cuatro; y si sacamos un promedio, lo ideal sería tres.
Alguien dijo que si los maridos pudieran tener hijos
sólo habrían tres hijos en todo matrimonio. La esposa
tendría el primero, luego el marido tendría el segundo, la
esposa el tercero, y el marido se rehusaría terminantemente
a tener un cuarto.
El tiempo que se debe esperar entre cada hijo
dependerá mucho de los gustos de la pareja. Hay algunos
matrimonios que desean tenerlos lo más juntos posibles
para salir rápidamente de los pañales, biberones y cunas;
mientras que hay otras parejas que prefieren prolongar
este período.

Dos decisiones muy importantes


En relación a todo esto hay dos decisiones de
importancia que toda pareja necesita atender lo más pronto
posible. En primer lugar se debe decidir cuántos hijos van
a tener; y en segundo lugar, cuándo van a tener el primero.

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La Llegada de los Hi jos

La primera decisión es tal vez la más crítica, especialmente


cuando la pareja no se pone de acuerdo. Cuando la esposa
quiere tener cinco hijos y el esposo desea tener sólo dos. O
cuando el esposo quiere tener cinco y la esposa no quiere tener
ninguno. Es importante considerar la situación general de la
pareja en asuntos tales como la edad, las finanzas, el tiempo
disponible para atender a los hijos y a la familia en general.
El problema se complica grandemente cuando la pareja
decide tener tres hijos y, sin contar con ello, llega un cuarto,
y a veces un quinto, y puede ser que hasta un sexto. A
menos que la pareja tome medidas preventivas efectivas,
no es de sorprenderse que se seguirán multiplicando.
Aunque la noticia de un embarazo no deseado es
negativa, un hijo no planeado deberá recibirse como si se
hubiera planeado. Es decir, se le debe aceptar como a todos
los demás, incondicionalmente. Ningún matrimonio
cristiano considerará al aborto como la solución para un
embarazo no deseado.
Una vez que la pareja haya decidido cuándo van a
tener el primer hijo, digamos en tres años, es importante
que encuentren un método anticonceptivo eficaz. Se debe
estudiar al respecto y consultar con un médico para ver
qué es lo que mejor conviene a la pareja. Cuando se alcanza
el número de hijos deseado es necesario tomar medidas
un poco drásticas para mantenerse en ese número. Se ha
encontrado que una de las mejores formas es la operación
del esposo, es decir, la vasectomía. Es muy sencillo (mucho
más sencillo que la operación de la mujer), muy
económico, bastante seguro y no reduce en nada la
virilidad y el deseo sexual en el hombre; y en muchos
casos hasta puede ser reversible. Definitivamente, una
paternidad responsable considera en forma seria el número
de hijos que habrán de tenerse en el matrimonio.

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