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ENRIQUE URI BE WHITE

GIRARDOT
ENSAYO BIOGRAFICO

Imprenta y Litografía de las Fuerzas Militares


BOGOTA
19 7 1

J
ACA

A Don Roberto París Gaitán


y su Sra. Doña Blanca Gaitán de París

Al Tte. Coronel Alberto Lozano Cleves


y su Sra. Doña Helena Calderón de Lozano

Al Dr. Abel Cruz Santos


y su Sra. Doña Graciela Herran de Cruz
LISTA DE ILUSTRACIONES A COLOR

Pgs.

Retratos de Atanasio Girardot ................................. XVII-105-119 307

Retrato de Don Luis Girardot y Bressant ..................................... 47

Retrato de Doña María Josefa Díaz Hoyos de Girardot .. 75

Piezas de la vajilla de Doña María Josefa Díaz de Girardot . . . 92

Mapa Sinóptico de los movimientos de Atanasio Girardot en la


Campaña del Sur ........................................................................... 137

Vista de Cali en tiempos poco posteriores a Girardot .............. 151

Ruta del Libertador en la Campaña A d m ira b le...................... 207

Mapita que da idea de la topografía del terreno en donde se


desarrolló la Campaña A dm irable ........................................... 209
Región donde se desarrolló la Batalla de Bárbula .................... 241

La Bandera de Cartagena ...................................................................... 257

La Bandera de Miranda en el bergantín “ Leandro” ................... 258

IV
''2 3 - 5 8 (z l 2 - é >

CONTENIDO

Cap. I _ Inicial - Párrafos sobre el héroe: Aristides Rojas, Nicolás


Silva, S. M. Baraya, Simón Bolívar.

Cap. II - Telón de Fondo _ Consideración sobre la época -


Atanasio Girai'dot y los españoles.
La tesis hispanófila, transcripciones de R. Blanco Fombona,
Aristides Rojas, J. D. Monsalve, Luis López de Mesa, G re­
gorio Marañón, M. Ballesteros, C. Parra Pérez.
La antitesis - Eduardo Blanco, J. M. Groot, Acta de la In­
dependencia de Venezuela. G. Samper, Simón Bolívar, M i­
randa, Camilo Torres, F. A. Zea.

Cap. III - ¿En dónde nació Atanasio Girardot _ Documentos - Dis­


cusión - Partida de M atrimonio de D. Luis Girardot con Dña.
Josefa Díaz.
Partida de Bautismo de Atanasio Girardot - Fotografías
varias.

Cap. IV - El Padre - Retrato de Don Luis Girardot - Quién era D.


Luis - Cronología - La Muerte - Fe de Bautismo - Carta de
Naturaleza - Inform ación que pide - Cartas de Bolívar y
Torres - Contestación de D. Luis - Nota.

Cap. V - La Madre - Retrato de Dña. Josefa - Genealogía - C ronolo­


gía - Sobre Am brosio Alm eyda, 2? marido - Documentos
varios - Carta de Ato. de V illavicencio - Peticiones de Dña.
Josefa al Congreso.

Cap. VI - Girardot en el Colegio del Rosario _ La educación colonial


en Antioquia y en el Virreinato' - Copérnico en el Colegio
del Rosario - La instrucción en Venezuela - Girardot com o
estudiante del Rosario. Fascímiles de sus calificaciones y de
su diploma - Libros que pudo haber leído.

Cap. VII - Actuaciones de Girardot el 20 de Julio de 1810 _ Sobre


el 20 de Julio, diálogo entre Caldas, A cevedo y Torres y
tH Peña - Reclamación de Luis y Atanasio Girardot y ju icio con ­
en tem poráneo sobre sus patrióticos actos.
oo
-y£ap. VIII - La Campaña del Sur - Consideraciones sobre la época.
El primer grito de “ (m ueran los perros chapetones” , en Cali,

V
el 3 de ju lio de 1810. El viaje de Girardot de Bogotá a Cali.
La Batalla del Bajo Palacé, descrita por A rroyo y Valencia,
por Baraya, por Girardot y por el Tte. Coronel Lozano
Cleves. La medalla de Popayán. Poema “ Palacé” de A lberto
Carvajal - Después de Palacé, según las cartas de Girardot.
La indecisión de Baraya. El final de la campaña. El re­
greso de Girardot a Santafé.

Cap. IX _ Actuaciones de Girardot en la Guerra Civil - Sucinta


cronología de la Patria Boba - La Guerra Civil seguida a
través de las cartas de Girardot. Combate del Monte del
M oro - Paloblanco - Ventaquemada, el “A lto de la V irgen” -
Girardot en M onserrate - Derrota de Baraya _ Vuelta a
Tunja. Marcha a la muerte y la gloria.

Cap. X - Actuaciones de Girardot en la Campaña Adm irable - En


qué expedición se incorporó Girardot a las fuerzas de
Bolívar - Resumen de la historia venezolana de 1796 a
1812 - Comienzo de la Campaña _ Nom brado Comandante
en Jefe de la Vanguardia, com o Tte. Coronel. La maniobra
de Barinas - Girardot en T rujillo - Combate de Agua de
Obispos. Combate de Niquitao - Girardot persigue a Tiscar
hasta Nutrias - Su última carta, de Guanare - Comandante
Militar en Valencia - Marcha a sitiar a Puerto Cabello. B o­
lívar resuelve atacar a Monteverde, de Naguanaga, loma
arriba.
Cap. X I - Muerte de Girardot - La Batalla de Bárbula.

Cap. X II - En qué bandera cayó envuelto Girardot - La bandera de


la Campaña A dm irable - La bandera de Cartagena - ¿Cuál
fue la de Miranda?
Cap. X III - B olívar y Girardot - “ ¡Y se lo matan en B árbula!” - La
Ley de Honores - El Comportamiento de Bolívar - Tras­
lación del corazón de Girardot a Caracas - ¿Qué se proponía
Bolívar con ello?

Cap. X IV - El Corazón de Girardot.

Cap. X V - Las vicisitudes del corazón de Girardot - ¿Está o no está


bajo la lápida de la Catedral de Caracas? - Síntesis de la
cuestión - Documentación - Los restos de Girardot.

A péndice N? 1 - Los hermanos de Atanasio, Pedro y Miguel.

A péndice N? 2.

B ibliografía

VI
ATANASIO GIRARDOT

En 1965 la Casa de la Cultura, Maracay, Estado de Aragua, V e ­


nezuela, abrió un concurso para premiar el m ejor trabajo presentado
sobre Girardot. Este ensayo fue enviado, bajo el seudónimo “ D’E L -
H U YAR” , y es, sin m odificaciones sustanciales, el mismo aquí im ­
preso.
El Concurso fue ganado p or el Sr. Vicente Bernal Bernal, colom ­
biano. Solo he hojeado el ejem plar de su libro que reposa en la
Biblioteca de la Academ ia de Historia, en Bogotá, y me hallo inhibido
para rendir ju icio sobre él.
El R vdo. Padre R oberto M . Tisnés J ., C. M . F ., miem bro de la
dicha Academ ia también presentó un trabajo al Concurso. Su obra
fue editada por la Granamérica, de Medellín, en 1969, con el título
‘UN ANTIOQUEÑO HEROE DEL B A R B U LA ” (283 pp.) - El libro
del Padre Tisnés es admirable por el estilo y por el orden y concisión
:on los que trata el tema. El presente autor se com place en reco­
mendar el examen de ese libro a quienes deseen ampliar la in for­
mación sobre Girardot, adquiriendo una biografía de fácil p ro­
vechosa lectura, llena de observaciones y juicios de gran interés,
fuera de que adiciona datos no contenidos en el Ensayo presente.

E. U. W.

VII
OBRAS DEL AUTOR
“ El Rubaiyata” — Ornar K hayyám — Versión en alejandrinos
M inerva- Bogotá 1936 ........................................ 157 pp.

“ El Rubaiyata” — Ornar Khayyám — Versión en endecasílabos.


Antena, Bogotá, 1944 ........................................... 238 pp.

“ Cartas de A m érico Ve9pucio” .


Prensas de la Biblioteca Nal. Bogotá, 1942. 221 pp.

“ Azimut, Latitud y Longitud con el tránsito usual” .


Prensas de la Bibl. Nal. -B o g o tá - 1945 . . . 251 pp.

“ La Balada de la Cárcel de Reading” — Oscar W ilde”


Estudio y versión- A ntares- B ogotá- 1952. .287 pp.

“ Horas de Teta” — Versiones poéticas.


Almanaques Suprem o- B ogotá- 1960 ... . 177 pp.

“ Horas de Tota” — Textos y notas.


M enorah- Bogotá- 1960 ....................................... 116 pp.

“ Cómo envejece el Astronauta” — Estudio matemático.


Ediciones Santa E ulalia- B ogotá- 1961 ... 238 pp.

“ Gatología”
Ediciones Santa Eulalia- B ogotá- 1961 ... 142 pp.

“ Cuestionarios de Santa Eulalia” .


Ediciones de Santa Eulalia- B ogotá- 1961. 192 pp.

“ Las Canciones de Bilitis” — Pierre Louys-Versión.


Ediciones de Santa E ulalia- B ogotá- 1961. 102 pp.

“A ntología de Safo” — Versiones y crítica.


Ediciones de Santa Eulalia- Bogotá 1962. 228 pp.

“ Iconografía del Libertador” — Edición monumental.


L ern er- B ogotá- 1967 .................... ......... ....... 239 pp.

“ Retratos de C olón”
Banco de la R epú blica- B ogotá- 1969 . . . 124 pp.

“ La Novela— Estudio prelim inar”


L ern er- B ogotá- 1969 ........................................ 206 pp.

“ El Libertador” — Campaña de 1819-Episodios en su vida”


Banco de la R epública- B ogotá- 1969 . . . 378 pp.

VIII
Enri que Ur i be Wh i t e

Ensayo b i o g r á f i c o sobre

Atanasio Girardot

HOMENAJE DE LAS FUERZAS MILITARES DE


COLOMBIA, EN EL SESQUICENTENARIO DE LA
CAMPAÑA LIBERTADORA DE VENEZUELA DE 1821

Imprenta y Litografía de las Fuerzas Militares

B O G O T A - 197 1
FUERZAS MILITARES DE COLOMBIA
COMANDO GENERAL
Bogotá, D .E . Abril 29 de 1.971

Señor Doctor
ENRIQUE URIBE WHITE
La Ciudad. -

Distinguido Doctor Uribe :

Doy respuesta a la nota que gentilmente


Ud. dirigió al Señor Coronel Alberto Lozano Lara, Jefe del De =
partamento de Relaciones Públicas de este Comando, en la cual,
en forma generosa y digna de los de su estirpe, ofrece el Libro
"GIRARDOT, Ensayo B iográfico", para que sea publicado por =
las Fuerzas Militares; me complace sobremanera informar a ==
Ud. que ya se emitieron las correspondientes instrucciones para
su edición.

Naturalmente, obras como esta, de elíj


vado sentido nacional y escrita con la erudición de uno de los ==
más notables hombres de letras del país, siempre serán acogi=
das con especial deferencia por quienes orgullo samen te somos =
legatarios y celosos guardiartes de las glorias patrias, circuns =
tancia que simultáneamente me obliga a dar a Ud. en nombre =
de las Fuerzas Militares de Colombia sinceros agradecimientos.

d. Atentamente,\

Mayor General ABRAHAM VARON VALENCIA


eral^d^l
Comandante General ds'las Fuerzas Militares
AGRADECIMIENTOS

Aunque la lista resulte larga, así también ha sido la bondad


de aquellos que han prestado su cooperación en esta M onogra­
fía. A todos y a cada uno de ellos expresa el autor su recono­
cim iento:
A l Dr. G uillerm o Hernández de Alba, de Bogotá,
sin cuya ayuda se hubieran cerrado muchos caminos.
A l Sr. Ingeniero Federico Uribe Restrepo, de Caracas,
por su actividad en conseguir infinidad de datos y do­
cumentos.
A Don R oberto París Gaitán, de Bogotá,
por su amabilidad al perm itir tomar fotografías de re­
liquias de la Familia Girardot, que obran en su poder.
A Don Carlos W hite Arango, de M edellín,
por su ilímite acuciosidad en ayudar.
A M onseñor A rm ando Falcón, de Valencia,
por la generosa carta rem itente de la Partida de De­
función del héroe.
A l Señor Teniente Francisco A lejandro Vargas, de la C o­
mandancia General de la Marina, Caracas, por el tiem ­
po invertido en inquirir bibliografía.
A don Gustavo Machado, de Caracas,
por las fotografías tomadas especialmente para este Es­
tudio.
A l Rvo. Padre A lberto Lee López, O .F .M ., de la Academ ia
de Historia de Bogotá, por su cooperación en todo
m om ento.
A l Dr. Joaquín Piñeros Corpas, de Bogotá,
por su interés en buscarme invaluables conexiones.
A M onseñor José V icente Castro Silva, ilustre Rector del
C olegio de Nuestra Señora del Rosario, de Bogotá, por
la autorización de tom ar la fotografía del retrato de Gi­
rardot, que allí existe, y el uso de los archivos y la
Biblioteca del Colegio.
A l Dr. Oswaldo Díaz Díaz, Secretario de la Academ ia de la
Historia, de Bogotá, por la autorización de trascribir de
sus libros.
A l Teniente Coronel Don A lberto Lozano Cleves, de Bogotá,
por la misma razón.

XII
A l Dr. Bernardo J. Caycedo, de Bogotá, por la misma ra­
zón, y por haber puesto a disposición del presente autor
su rica biblioteca de historia.
A l Dr. Jaime Duarte French, D irector de la Biblioteca
“ Luis A ngel A ran go” , de Bogotá.
A l Dr. V icente Landínez Castro, al Dr. Ulises Rojas y a
don Ram ón C. Correa, de Tunja, por el examen de ar­
chivos coloniales.
A don Ricardo Pérez V., de Popayán, por el envío de autó­
grafos de Girardot.
A la Srta. Carlota Bustos Losada, del A rchivo Nacional, de
Bogotá, y a todos aquellos amigos, que en el mom ento
se olvidan.

Por la impresión de este libro me com plazco en expresar mi


agradecimiento.
A l Tte. Coronel D iego M anrique Pinto, D irector de la Imprenta
de las Fuerzas Militares.
A Don Jaime Cubillos Cañón, sin cuya colaboración no se hubiera
impreso esta obra tal com o quede.
A Flavio Hernández, del Dpto. de Fotograbado y a los demás
operarios de la Imprenta.

□ DA
a la m uerte del Coronel Atanasio Girardot, el día de sus
exequias fúnebres, en 1813
por
JOSE FERN ANDEZ M ADRID
Presidente de la Nueva Granada en 1816.
KJWJJ •'/ v /7 f // •' •'"/ " //''■
Trascrita del “ Papel Periódico Ilustrado”, Año II, N9 35, pp.
167 y 168.

¿N o escucháis el gem ido lastimoso


Que pausada repica la campana?
¿Dónde está Girardot el valeroso?
¡Oh vanidad humana!
Ni sus acciones ni su brazo fuerte,
A y! ni su edad temprana,
Han podido librarlo de la muerte.
Cuando más inflam ado tremolaba

XIII
La nacional bandera, y atrevido
A la cum bre del Bárbula trepaba,
Fue Girardot herido
De una bala fatal, y en el momento,
Sobre el campo tendido,
Exhaló el héroe su postrer aliento.
Pérdida irreparable, Parca fiera!
Si unir al hilo roto de sus días
El hilo de los míos yo pudiera,
Burlada quedarías;
Mas tú, siempre inflexible, inexorable,
Confundir no querrías
Con la suya mi vida miserable.
Compatriotas, al pie de los altares
Ensanchad los opresos corazones:
Entonad pronto lúgubres cantares,
Tristes deprecaciones,
Ministros del Señor Om nipotente;
Y en himnos y oraciones
Suba hasta el cielo vuestra voz doliente.
Y al Dios de los Ejércitos, rendidos
Ofreced, compañeros, vuestro llanto;
De luto m elancólico vestidos
Venid al tem plo santo;
Presta al día la noche sus colores,
Préstale el negro manto,
Y solo se oigan ayes y clamores.
Pero, ¿qué es lo que digo? ¿Deberem os
sentir su fin glorioso, por ventura?
Si contamos sus triunfos, ¿llamaremos
Su muerte prematura?
¿Por el núm ero de años pasajeros
Que el hom bre frágil dura
Se ha de m edir la vida a los guerreros?
¡Qué! ¿no ha vivido Girardot bastante?
V ivió para su gloria demasiado,
V ivió para su patria un solo instante.
A este árbol, cargado
De frutos en su hermosa primavera,
El rayo lo ha abrasado
Cuando más esperanzas prometiera.
Tu destino, Pelópidas, fue el mismo;
El mismo, Epaminondas, fue tu hado:
Si vuestra fortaleza y patriotismo
Os han eternizado,
Hoy ju n to a vuestros nom bres inmortales
La Historia ha colocado
Un nom bre am ericano en sus anales.
A nuestros más rem otos descendientes
lo llevará en sus páginas la Historia,
Para que sus virtudes eminentes
Graben en la memoria.
No ha muerto G IR A R D O T: no, sus acciones,
Sus triunfos y su gloria—
Resuenan hoy en todas las naciones.
Apenas, cara Patria, sacudiste
El yugo de afrentosa tiranía
Cuando a los campos de Payán le viste
Que intrépido corría:
El inexperto acero descargaba.
En sangre lo teñía,
Y débil niño, al héroe presagiaba.
El le quitó la venda a la fortuna;
El fijó la inconstancia de la suerte;
No fue vencido en ocasión alguna;
Y antes bien de la m uerte
V encedor inmortal, m uerto triunfaba,
Y el cadáver inerte
Hasta el fin la victoria acompañaba.

EPITAFIO

G IR A R D O T aquí se halla sepultado:


V ivió para su Patria un solo instante,
V ivió para su gloria demasiado,
Y siempre vencedor, m urió triunfante.
Sigue el heroico ejem plo que te ha dado,
Mientras haya tiranos, caminante;
Pero si libre A m érica reposa,
Deténte y riega en lágrimas su losa.

Nota: El “ Epitafio” transcrito por don Ramón Azpurúa en su “ B iogra­


fía de Hombres Notables” , Caracas, 1887, p. 450, tiene algunas v a ­
riantes, no de fondo, que m ejoran la estrofa de Fernández Madrid.

XV
Retrato de Atanasio G IRA RD O T — Oleo sobre tela. Dimensiones (fuera
de la tabla inferior de la leyen da): lm .1 3 x Om.67. La leyenda, es­
crita sobre tabla, ha sido agregada com o para llenar el marco, y es
la misma del retrato del C olegio del Rosario. — Este retrato está hoy
en la hacienda “ EL RAN CH O” (Funza), y es de propiedad de don
A lvaro De Latorre M ontoya y de su Sra. Doña Leonor Gutiérrez. Esta
lo hubo de su padre, Don Darío Gutiérrez Uricoechea, hijo a su vez
de don Miguel Leónidas Gutiérrez y de su esposa, Doña. M ercedes
Uricoechea Girardot. Desde esa época se halla en la familia. Se repro­
duce por amabilidad de los actuales dueños (F ctocolor E. U. W.,
especial para el presente Estudio). Este retrato se halla reproducido
en blanco y negro en el libro “ Historia de C olom bia” , de Henao y A rru-
bla, T. II, Libr. Colombiana, Bogotá, 1920, p. 322.

XVI
Marida Mayo 31 de 1813
Mis quaridijim os padrea,Por su ca rta he v is t o q*8 mi
padre está mui r e s ta b le c id o , o ja lá continúe la mejo­
r ía , .
Ayer p^ la tarde lle g u é a é sta , y me ha dad© órdn
«1 Oral, p q vaya á has*ra« cargo de la vanguardia
del Ü xórcito, Ma»a va mandando. la descubierta y ya-
pasó a un A rg ollero p la s armas.
Uno q se h izo ai siso Coronel . 1larga­
do Antonio Jíicol Bricerlo hiao unas 0 0 reclu ta s
y<9«e fue contra Guadual i t e , fue hecho p rision ero sin
q v hubiese a cció n , y cor. toda su gente, pero eso
no importa un bledo ni es capa» de im pedir
nras, maniobras,
X*
Sabemos aquí p un o f i c i a l de Caracas
q se huyó de la p r ic ió n en q esta b a ,q Montsver-
de ¡ae embarcó ^con.230 ñopos,- diciendo q / iba en
a u x ilio d e lG o v de Curaaná, q la s tropas de este / /
fueron derrotad" completamente y con mucha pérdida
en tres accion es d is tin ta s qe han tenido conlo s
p a trio ta s sn Barcelona. Se asegura .q tiemblan •
lo s enemigos cada vez q® sa ha^ la de 1&e tro_
pas de la Unión Granadina.
Mis fin ísim as expr^ciones a mis
amadas, henaan&s, y sfcsds, res iban « i cons­
tante a ft o .
Su fei jo'
Salud y Libertad
Atanasio
F.l).
Ortega los- saluda, . • •

XIX
GIRARDOT— 2
Se reproduce en facsímile, en tamaño 15 x 21 ctm s., esta carta autógrafa del
Héroe de Bárbula, carta que reposa en la "Biblioteca Luis Angel Arango” , de B o­
gotá. Fondo García Ortiz, folder MSS N9 128 (indicación del Dr. G. Hernández de
A lba). Reproducida por cortesía del Director, Dr. Jaime Duarte French. Fue
publicada por Don Eduardo Posada en el “ Bol. de Histo. y A n t.” , de Bogotá,
V ol. IV, p. 50. — El presente autor ignora hasta la fecha el paradero de las
demás cartas publicadas por el Sr. Posada, y cóm o y por qué ésta vino a dar a
manos del Dr. L. García Ortiz. — Se halla en la página anterior.

XX
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El Sr. Posada se permite transcribir esta carta, corrigiendo la ortogra­


fía del original, pues Girardot escribe “ livertad” (en el sobre y “ li­
bertad” al final), “ bisto” , “ haserme” , “ prición” y “ reciban” . No se
han tenido a mano suficientes autógrafos para determinar si estos
errores son consuetudinarios, o causados por la evidente prisa con que
la carta fue escrita.

XXI
CAPITULO I

INICIAL

Si se eliminan los discursos (llam ados “ veintijulieros” en


Colom bia) de académ icos y maestros de escuela, y los productos
de escritores en trance lírico, no quedan m uchos elogios de Gi-
rardot dignos de ser trascritos, entre lo conocido por el presente
com pilador. Pero se ha considerado conveniente ofrecer unas
pocas muestras de estilos diferentes, aunque el punto de vista
sea, por razón del tema, similar. El espíritu de quien haya de
adentrarse por estas páginas, tan hilvanadas com o ha sido posi­
ble, debe ser puesto a tono con la descripción del héroe que las
m otiva, para que un resto de la em oción suscitada, — quizá— por
lectura de esos párrafos iniciales, colore, por así decirlo, la se­
quedad del relato, y preste a los docum entos un poco del calor
de vida que tuvieron antes de amarillarse el papel en que fue­
ron escritos.

En casi todo este estudio se ha preferido trascribir, citando


fuentes, lo que en la amplia bibliografía consultada ha pare­
cido pertinente; pues se ha creído que si un autor dijo bien
dicho lo buscado, es necio revestirlo con otras palabras, repi­
tiendo y desvirtuando el original. En ello desembocaría por ne­
cesidad una interpretación basada en escritores que usaron los
mismos documentos, de por sí escasos, siendo pocos los presen­
tados aquí por prim era vez.

La presentación tipográfica en tres diferentes tamaños de


letra, así com o la manera de encabezar las trascripciones, puede
no ser del agrado general, ni del que prefiera páginas apre­
tadas, ni del linotipista obligado a cada m om ento a cam bio de
fuente; pero el carácter de este trabajo, con sus continuas va­
riaciones de manera, exige que el lector sea prevenido de la
sorpresa.

- 1
Se pudiera objetar que las ilustraciones se multiplican de­
masiado. Esto es subjetivo. El tema puramente “ literario” es cor­
to, com o se aprecia por las breves biografías que han escrito R o­
jas, Monsalve, Uricoechea y otros. La vida de Girardot cabe en
contados renglones, pero su intensidad fulgurante pide ser pro­
yectada sobre representaciones gráficas de su historia, para di­
luir la capacidad em otiva del lector. Este estudio no va dirigido
al apergaminado académ ico, que preferiría medias páginas de
notas en cuerpo seis, sino al lector com ún y moderno, acostum­
brado hoy al libro ilustrado. Los retratos del héroe, por ejem ­
plo: bastaría con uno; muchos querrían saber cóm o lo pintaron
otros artistas, pues si los datos de la literatura son insuficientes
para intentar un esquema psicológico, los varios retratos col­
man, en parte, esta laguna. Los mapas, otro ejem plo: no todo el
mundo sabe por dónde corre el Palacé, ni en qué lugar se alza
el fatídico cerro de Bárbula, ni sobre qué áspera topografía con­
dujo Bolívar sus huestes. Y así. La única objeción válida a la
m ultiplicidad de ilustraciones sería la del editor, consideración
que se sale de esta página.

Basta de justificaciones. Leamos ahora unos párrafos sobre


el héroe, m otivo de este estudio.

Aristides ROJAS “ El Corazón de Girardot”


Trascrito por el “ Papel P eriódico Ilustrado” , de Bogotá
A ño II, No. 35, de marzo de 1883.

En las grandes conquistas armadas que llevan por lema la


libertad de los pueblos, el éxito depende casi siempre, más de
los prim eros sucesos en el orden moral, que de los primeros
triunfos en el orden físico. Pero, cuando, después de repetidas
victorias, la muerte deja en el cam po de batalla alguno de los
adalides, iniciadores de la idea, que se ha distinguido por sus
virtudes cívicas, por su ardor bélico, por su desprendimiento,
entonces es cuando el entusiasmo toma creces, radiante aparece
la lucha, y la muerte, en lugar de entibiar el ánimo guerrero,
lo alienta y lo e n a lte c e ...

La gloria del caído Estos héroes desgraciados son siempre he­


raldos de las nobles causas; y la gloria que
los presentía de tiem po atrás, los acompaña en el últim o trance
de la vida: ella, la que los alienta, los em puja, y cuando llenos
de ardor los ve caer, ella es la prim era que acude en su socorro,
no para volverlos a la vida, sino para proclam arlos com o enseña

2 -
del triunfo, en el m om ento en que sus com pañeros de gloria,
viéndoles caer, acuden creyéndoles fatigados. Un grito de en­
tusiasmo óyese en el cam po de los vencedores en el m om ento
de la victoria; pero al instante nótase que falta uno de los es­
beltos lidiadores: ya no resuena su voz de mando, ni vese fla­
mear el pabellón que ondeaba en sus manos y señalaba el punto
del peligro: está tendido en el suelo y envuelto en la bandera,
com o si al m orir hubiera querido ocultar su tragedia para no
turbar las alegrías del triunfo. Por instantes el entusiasmo trué-
case en dolor, y lágrimas silenciosas bañan la frente aún tibia
del joven guerrero; mas, de repente suena el clarín de guerra,
gritos de jú bilo suceden al pesar, y al toque fúnebre, la marcha
de los vencedores. La muerte y la fama disputándose un cadá­
ver aparecen en la cum bre coronada de soldados. ¿Qué pasa?
Es la proclam ación del prim er héroe de la causa nacional: sobre
su cadáver ondea de nuevo la bandera a todo viento, y escúchase
el canto de victoria, en tanto que los huérfanos de la batalla
proclam an el nom bre del je fe caído. Tal es la historia de los
prim eros mártires de las causas nacionales en todos los pueblos
y en todos los tiempos.

Atanasio GIRARDOT A esta pléyade de jóvenes entusiastas


que, desde el prim er grito de la R evolu­
ción americana, con el pensamiento lleno de esperanzas y de
patriotism o el corazón, abandonaron familia, fortuna y honores
para seguir en pos de la bandera republicana, perteneció el ga­
llardo m ancebo A T A N A S IO G IR A R D O T, quien, después de re­
petidos triunfos desde 1811, m uere en la campaña de 1813, en la
cum bre de Bárbula. Fue Girardot uno de aquellos espíritus va­
lerosos y resueltos para los cuales es gloria el sacrificio, deber la
lucha y una religión la patria. Si su m uerte prematura fue para
él y su fam ilia una desgracia, fue para la causa colom biana una
victoria; porque la muerte es el más noble de los triunfos, si
ella afianza la fraternidad entre dos pueblos, y estimula la gra­
titud y el honor en el corazón de los com batientes y es luz que
guía en la escabrosa ascensión a la gloria. Los hombres desapa­
recen, el tiem po corre, el entusiasmo es obra de un día, la gra­
titud nacional una som bra; pero la altura geográfica conquistada
por el genio queda. Bárbula es la gloriosa cum bre de una causa
inmortal: es una esperanza que se torna en apoteosis. A llí, la
muerte y la victoria se estrechan la mano: allí, un ciprés y dos
laureles dan sombra a una tumba.

El Bárbula En la carretera de Puerto Cabello a Valencia, tres


leguas antes de llegar a ésta, vese a la derecha del
cam ino una colina árida que pertenece a uno de los ramales de
la cordillera costanera: en aquella colina está la cum bre de Bár­
bula. El viajero, al oir este nom bre, se detiene por largo rato,
porque cree presenciar el choque de dos ejércitos. Coronan la

- 3
cima las tropas realistas; en los declivios, los republicanos que
ascienden con el arma al brazo, y reciben a proporción que ga­
nan terreno la nube de fuego que los envuelve. En m edio de
densas espirales de polvo y de hum o divísase la bandera repu­
blicana que guía a los vencedores. De repente desaparece ésta,
cuando ufana tremolaba en la altura, y óyese el clarín de guerra
que anuncia la victoria. Aquella sombra que sobre la cum bre de
Bárbula se levanta, es la Musa de la Historia, que escribe la más
gloriosa página de una campaña inm ortal: la alianza de dos na­
ciones hermanas, las primeras en la gloria de Am érica, las pri­
meras en el triunfo, porque llevaron sus legiones hasta las ci­
mas nevadas de los A n d e s ...
* * *

Nicolás SILVA G.
Conferencia leída en Popayán el 30 de Septiem bre de 1913.

“ Revista Popayán” , A ño V-N o. LIV,


Nov. de 1913, •?. 73.

El 30 de septiem bre últim o hizo un siglo que Atanasio GI-


RA R D O T, el digno Palante del Padre de la Patria, a los 22 años
de edad, clavaba con sus manos en la cum bre del Bárbula el
tricolor sacrosanto y, envuelto entre sus pliegues y al compás
de las dianas triunfales, se dormía entre las sombras del eterno
sueño para despertar a la vida inmortal de la historia, y apare­
cer en ella con la triple aureola del caballero sin tacha, del hé­
roe im perturbable y del mártir de una causa sublime. Rem em o­
rar hoy, a grandes rasgos, el pasado de aquel gallardo adalid
de la independencia de Colom bia y Venezuela, a través de los
acontecim ientos en que le tocara actuar para gloria de la Patria
y para ejem plo de las generaciones que se suceden, es el objeto
de la presente conferencia; y si en ésta no cabe el recuento sus-
cinto de los caracteres que distinguieron a Girardot, en form a
que acentúe los relieves del que supo ser y fue esclavo sumiso
del deber, sereno en la lucha, intrépido en el com bate, magná­
nim o en el triunfo, el prim ero a la hora del sacrificio y el más
digno en todos los actos de su vida pública y privada; si el espa­
cio que el tiem po concede para desarrollar este breve resumen no
perm ite entrar en detalles, que os den a conocer los sentimientos
del hijo, del hermano y del am igo y, más que todo, la sinceridad
con que profesara su credo religioso y político, quede constancia
dé que la celebridad de sus hechos de armas está íntimamente
ligada ál dom inio interior del héroe, a quien nunca acompañó
el rem ordim iento porque supo ajustar su conducta a los más
elevados ideales del caballero cristiano, del caballero de todas
las hermosas batallas de que nos habla el abate M a r ch a l...
* * *

4 -
José María B A R A Y A
“ Biografías Militares”
Im pr. Gaitán-Bogotá, 874.
“ Coronel Jirardot, p . 44.

El Estado de Antíoquia debe tener un legítimo orgullo, por


haberse m ecido en su suelo la cuna del coronel A T A N A SIO JI­
R A R D O T; de ese hom bre ilustre que por su educación, su in-
telijencia i su valor, se hizo notar desde los primeros días de la
revolución de la Independencia entre los más distinguidos o fi­
ciales del ejército granadino. Sin su m uerte prematura aunque
gloriosa, JIR A R D O T habría figurado entre los primeros capita­
nes de su época, com o figuró en prim era línea entre sus héroes.
Lleno de robustez i de vida, parecía pertenecer, por sus
rasgos fisonóm icos, a la raza teutónica. Su pecho levantado i su
erguida frente, manifestaban la altivez i el valor: su audacia sin
igual i su mirada de águila, revelaban el je n i o ...

Haciendo uso de su asumido privilegio, el presente com pi­


lador exim e al lector de la lectura de tánto repetidor y copista
que se ha creído obligado a escribir sobre Atanasio Girardot, y
cierra este exordio con las palabras de Simón Bolívar en la LEY
DE HONORES, que se verá com pleta en el Cap. “Bolívar y
Girardot”.

SIMON BOLIVAR
L ey d e Honores a Atanasio Girardot, dada en Valencia
el 30 de Septiem bre de 1813 - Publicada en la
“ Gaceta de Caracas” , VII, del jueves 7 de Octubre de 1813.
O’Leary, “ Memorias” , Edición de Caracas, 1881,
Tom o XIII, pp. 377, 379.

El Coronel Atanasio Girardot ha m uerto en este día en el


cam po del h o n o r ...
Las Repúblicas de la Nueva Granada y Venezuela le deben
en gran parte la gloria que cubre sus armas, y la libertad de
nuestro pueblo. V encedor en Palacé de un tirano form idable,
llevó por la primera vez el estandarte de la Independencia, bajo
las órdenes del General Baraya a la oprimida Popayán. Las
circunstancias extraordinarias de esta batalla mem orable, la ha­
rán interesante no solo al m undo americano sino a los guei
valientes de todas las partes de la tierra.
El joven Girardot osó aguardar el ejército enei
m ero de dos mil hombres, con setenta y cinco sc^aá^jc
puente de Palacé. Tacón, el tirano de Popayán, n i' du^atra-sub^
yugar con aquellas fuerzas el extenso país de la NÍleví
destinó setecientos hom bres para desalojar los defensores del
puente; pero el nuevo Leónidas resolvió perecer antes con sus
dignos soldados, que ceder un punto al poder de su enemigo. La
fortuna preservó su suerte de la desgracia de sus soldados, que
fueron todos muertos o heridos, y la victoria más completa pre­
m ió su esforzado valor y su virtud. Más de doscientos cadáveres
enem igos regaron con su sangre aquel campo célebre, para con­
servar en caracteres terribles un m onum ento propio al genio
guerrero del héroe. Hasta entonces la Nueva Granada no había
visto un peligro m ayor para su libertad recientem ente adquiri­
da, y las consecuencias del triunfo de Girardot salvaron a un
tiem po a su patria de la esclavitud y del exterm inio con que la
amenazaba el tirano.
En la actual campaña de Venezuela, la audacia y el genio
militar de Girardot han unido constantemente la victoria a las
banderas que mandaba. Las provincias de Trujillo, Mérida, Ba-
rinas y Caracas, que perecían bajo el cuchillo o gemían en las
cadenas, respiran libres y aseguradas por los esfuerzos con que
él ha cooperado bajo las órdenes de los Jefes de la Unión. Le
han visto buscar en estos campos a los ejércitos opresores, ven ­
cerlos intrépidamente, desafiando la m uerte por libertar a V e ­
nezuela.
H oy volaba a sacrificarse por ella sobre las cumbres de
Bárbula; y al m om ento que consiguió el triunfo más deci­
dido, term inó gloriosam ente su carrera.
Siendo, pues, el Coronel Atanasio Girardot, a quien m uy
principalm ente debe la República de Venezuela su restableci­
miento, y la Nueva Granada las victorias más importantes, y
para consignar en los anales de la Am érica la gratitud del pue­
blo venezolano hacia uno de los libertadores, he resuelto lo
siguiente........
* * *

6 -
:;ar los defensores del CAPITULO II
perecer antes con sus
xíer de su enemigo. La
de sus soldados, que TELON de F O N D O
Dria más com pleta pre-
de doscientos cadáveres El grito del héroe se alza hoy sobre los cielos plácidos de la
^ célebre, para con-
lento propio al genio colina de Bárbula; pero, ¿sobre qué panorama histórico se des­
íueva Granada no había taca la figura de Atanasio G irardot? - Un turbión interior debía
recientem ente adquiri- sacudir el espíritu de esos mancebos, que se lanzaban a la re­
Girardot salvaron a un vuelta con ojos alucinados de odio, los puños apretados y la v o ­
exterm inio con que la luntad en punta de lanza. ¿Qué los empujaba al sacrificio? ¿Qué
huracán arremolinaba sus ideas y batía en llama la brasa de
la audacia y el genio
su pecho?
___íente la victoria a las
, ¿e Trujillo, Mérida, Ba- A creer a ciertos historiadores del nuevo c u ñ o ... ¡nada!
» cuchillo o gemían en las Para ellos son de cartulina las figuras de la epopeya, títeres
p :r los esfuerzos con que abstractos m ovidos por hilos indescriptibles. Esa pasión que es­
e Jefes de la Unión. Le tallaba en heroísmos cabe en un párrafo de erudita exégesis.
ejércitos opresores, ven- Con qué ecuanimidad contem plan esos días terribles, com o ale­
lerte por libertar a V e-
lado espectador ante un cuadro de batalla, que ya no olfatea el
sobre las cum bres de hum o de la pólvora, ni escucha el cañón o el alarido de muerte.
el triunfo más deci- Era España la madre que nos legó sangre y leyenda, la que
nos envío algún fraile bueno y escribió las Leyes de Indias. Los
, Girardot, a quien m uy siglos de la conquista y la colonia, con sus depredaciones y
Venezuela su restableci- crueldades, se encierran entre com illas: “ Culpa fue de los tiem ­
__ más importantes, y
pos, no de España” . Cómoda frase, que gotea una verdad anémi­
ica la gratitud del pue-
idores, he resuelto lo ca, pero que no explica el pensamiento ni la em oción de los que
vivieron esos tiempos. Es m uy confortable la postura del hispa­
nófilo, al rum or de la alabanza de sus páginas, preñadas de no­
ble com prensión y de filial amor, en total olvido de un coro de
esqueletos, cuyas vacías cuencas fulguran de desprecio, y cuyo
reir cascado pondría hielo en las venas del “ historiador” tipo
M onsalve, si lo pudiera oir, ocupado com o está en escuchar la
música de sus ditirambos .
Atanasio Girardot era un adolescente im buido de religiosi­
dad, de sentimientos delicados, amante de los libros y de la
poesía, com o lo prueban sus cartas. Pertenecía a una familia
acomodada, que aún no había sufrido extorsiones ni arbitrarie­
dades, antes bien, distinciones por parte de los detentadores del
poder; había sido educado en un claustro ilustre, presidido por
la mansa efigie del fundador, oyendo las enseñanzas de los más
puros intelectuales de la época; y, sin embargo, escribe una fra­
se aterradora, que ni Bolívar se atrevió a estampar en su de-
CA PITU LO II

TELON de FONDO
El grito del héroe se alza hoy sobre los cielos plácidos de la
colina de Bárbula; pero, ¿sobre qué panorama histórico se des­
taca la figura de Atanasio G irardot? - Un turbión interior debía
sacudir el espíritu de esos mancebos, que se lanzaban a la re­
vuelta con ojos alucinados de odio, los puños apretados y la v o ­
luntad en punta de lanza. ¿Qué los em pujaba al sacrificio? ¿Qué
huracán arrem olinaba sus ideas y batía en llama la brasa de
su pecho?
A creer a ciertos historiadores del nuevo c u ñ o ... ¡nada!
Para ellos son de cartulina las figuras de la epopeya, títeres
abstractos m ovidos por hilos indescriptibles. Esa pasión que es­
tallaba en heroísmos cabe en un párrafo de erudita exégesis.
Con qué ecuanim idad contem plan esos días terribles, com o ale­
lado espectador ante un cuadro de batalla, que ya no olfatea el
hum o de la pólvora, ni escucha el cañón o el alarido de muerte.
Era España la madre que nos legó sangre y leyenda, la que
nos envío algún fraile bueno y escribió las Leyes de Indias. Los
siglos de la conquista y la colonia, con sus depredaciones y
crueldades, se encierran entre com illas: “ Culpa fue de los tiem ­
pos, no de España” . Cóm oda frase, que gotea una verdad anémi­
ca, pero que no explica el pensamiento ni la em oción de los que
vivieron esos tiempos. Es m uy confortable la postura del hispa­
nófilo, al rum or de la alabanza de sus páginas, preñadas de no­
ble com prensión y de filial amor, en total olvido de un coro de
esqueletos, cuyas vacías cuencas fulguran de desprecio, y cuyo
reir cascado pondría hielo en las venas del “ historiador” tipo
Monsalve, si lo pudiera oir, ocupado com o está en escuchar la
música de sus ditirambos .
Atanasio Girardot era un adolescente im buido de religiosi­
dad, de sentimientos delicados, amante de los libros y de la
poesía, com o lo prueban sus cartas. Pertenecía a una familia
acomodada, que aún no había sufrido extorsiones ni arbitrarie­
dades, antes bien, distinciones por parte de los detentadores del
poder; había sido educado en un claustro ilustre, presidido por
la mansa efigie del fundador, oyendo las enseñanzas de los más
puros intelectuales de la época; y, sin embargo, escribe una fra­
se aterradora, que ni Bolívar se atrevió a estampar en su de-

- 7
creto de la Guerra a Muerte, al referirse a los españoles: “ Per­
mita el hado su exterminio total”. ¿Qué enherbolada espina
tendría hincada en el pecho para que así supurara de odio y
de aversión?
Esto no lo pueden explicar los defensores de España. La
luz que arrojan sobre esos tiem pos es falsa, y perfila en situa­
ción grotesca a los que se hicieron matar por la entelequia que
apellidaban “ libertad” .
Bien está que alcen endechas en loor de la madre, de la ra­
za y sus glorias, que son las nuestras. Pero que no falseen los
impulsos que m ovieron a los héroes, ni condenen por desafo­
radas sus acciones, tratando de demostrar, a infinitos del hacha
y del grillete, que los encendía una pasión sin m otivo. Venir
ahora, por ejem plo, a decirnos que el estilo de Bolívar es rim ­
bom bante y pomposo, com o si no hubiesen sido dirigidas sus
proclam as a masas ineducadas, que era preciso azuzar con hie­
rro candente; y eso, por un hom bre capaz de criticar a Olm edo
por el mismo defecto de que ahora lo acusan. Venir a decirnos
que eran lim pios de culpa los que descuartizaron a Galán y a
los rebeldes de Quito, y echaron álcali en las mazmorras de La
Guaira, porque hubo tres o cuatro gobernantes humanos. Como
si Atanasio Girardot, que bien inform ado estaba, no sintiera bu­
llir en su sangre la venganza. Excelente, pues, al alarde de supe­
rioridad mental, y el ecuánime sentir, y la hispanofilia del m o­
derno escritor. Pero, al intentar ver al desnudo al sacrificado de
Bárbula, es necesario contraponer a la nueva interpretación lo
dicho por los que vivieron esos días.
Esto es lo que el lector encontrará en las páginas siguien­
tes, cuya extensión — quizá— no es exagerada.

B ro n c e

de G ir a r d o t B á r b u la

8 -
ATANASIO GIRARDOT y los ESPAÑOLES

Extractos de sus cartas y documentos, publicados por


D. Eduardo Posada en el “ Boletín de Historia y A nti­
güedades” , de Bogotá, Vols. III y IV.

1811, Enero 28- De Cali. Se refiere al Gobernador Tacón, de Po-


payán con el epíteto de “ v il” ; “ .. .el tirano Tacón nos in­
sulta cada día más, pero es por efecto de su cobardía y
principalm ente por el m iedo” .
1811, Febrero 26- De Cali. “ . . .A ntes que el opresor (Tacón) lle­
gue a reinar sobre los escom bros de estas ciudades libres
y amigas, se inundarán los cam pos de arroyos de sangre
vertida por nuestras venas” .
1811, Marzo 31- Del Cuartel del Cauca. Se refiere a Tacón com o
“ el Tirano” , y agrega: “ ¡Oh Dios!, castiga la perfidia de
este inicuo, así com o lo has derribado del trono que se
estaba fabricando” .
1811, Julio 20- De Popayán. “ ...¡P o b r e del tirano si se resiste!
Se derramará mucha sangre y la victoria la declarará
Dios y Nuestra Señora de las M ercedes de Chiquinquirá,
por la m uy justa causa que defendem os” .
1811, Septiembre 18- De Mercaderes, “ .. . l o s p a stu sos... al fin
han reconocido que las armas defensoras de lo equitativo
y de lo justo jamás llegan a ceder a las de los perversos” .
Sin fecha ni lugar.- “ Se me había olvidado decirles que el día
del triunfo contra las tropas de Tacón, entre algunos
pertrechos que les tomamos, cogim os en el campo de ba­
talla sesenta y siete pares de esposas nuevas, pues ellos
contaban con la victoria y las llevaban para ponérnoslas, y
más de cuatrocientos lazos para amarrarnos. ¿Creerían ellos
que fuéram os tan viles que no derramáramos antes nues­
tra última gota de sangre en defensa de nuestra muy ama­
da libertad? ¡Oh, hom bres insensatos! y aún embriagados
con la amargura de las cadenas. Permita el hado su exter­
minio t o t a l . . . ” .
1813, Febrero 26- De Cerinza. “ Hoy mismo sigo con destino a
Pam plona a pelear con los infames godos, que tratan de
reducirnos a las antiguas c a d e n a s ...” .
1813, Abril 20- De Cúcuta. “ El gusto que he tenido al ver que
el Valle de Cúcuta está libre de los viles argolleros, se ha
m itigado al ver que no llegué a tiem po del com bate por
más que redoblé mis marchas para batir a los ñ o p o s...”.
1813, Abril 20- De Cúcuta. “ Esto está bueno, y al fin hemos de
ser libres, aunque les pese a los a rg olleros....”.
1813, Junio 10- En la ciudad libre de Trujillo. . .que a los pue­
blos de Venezuela que fuéram os libertando se les vaya

- 9
restableciendo la misma form a o estado de Gobierno en
que los encontró la invasión, y que les disolvieron sus
bárbaros o p r e s o r e s ...” “ . . . e n el expresado Cabildo abier­
t o . . . dotado de energía para escarmentar a los enemigos
de la libertad am ericana” .
1813, Julio 9- De “Trujillo libre de godos”, “ ...p u e s aquí soy
todo mientras form o un Cabildo abierto, prom ulgo bandos,
em bargo bienes de godos, etc.” .
1813, Julio 25- De Guanare. “ ...lu e g o , luego m archo para San
Carlos, en donde derrotarem os a M onteverde y a sus viles
p a rtid a rios.. . ” .

Pá gi na de E d u a r d o BLANCO
" V e n e z u e la H e r o ic a " O llendoff. P a r is , sin año.

(p. IX ) — Desde el som etim iento de la Am érica a sus conquis­


tadores, el estruendo de las armas y los rugidos siniestros de la
guerra no despertaban los ecos de nuestras montañas.
La cautiva de España abandonada a su destino, sufría en
silencio el pesado letargo de la esclavitud. Nada le recordaba
un tiem po menos desgraciado; nada le hablaba aquel lenguaje
halagador de las propias y brillantes proezas, en que aprenden
los pueblos en la infancia a venerar el suelo donde nacen y amar
el sol que lo fecunda. Las mismas tradiciones de la conquista
habían sido olvidadas. Las generaciones se sucedían mudas, sin
que los padres trasmitiesen a los hijos uno solo de esos recuer­
dos, conm ovedores por gloriosos, que exaltan el espíritu y ali­
mentan por siempre el patrio orgullo. Sin fastos, sin memorias, sin
otro antecedente que el ya rem oto ultraje hecho a la libertad del
N uevo Mundo, y las huellas de cien aventureros estampadas
en la cerviz de todo un pueblo, nuestra propia historia apenas
si era un libro en blanco, y nadie habría podido prever que, no
m uy tarde, se llenarían sus páginas con toda una epopeya.
En cambio, adoptábamos com o nuestras las glorias castella­
nas. Era este un consuelo, no una sa tisfa cción ...
(p -X )— La vida corría m onótona; por lo menos, sin com bate
aparente, y con la docilidad de un manso río se deslizaba apri­
sionada entre la triple muralla de fanáticas preocupaciones, si­
lencio impuesto y esclavitud sufrida, que le servían de diques.
Nada respiraba: artes, industria, ciencias, metodizadas por
el tem or y la avaricia, desmayaban a la sombra del régimen
cauteloso en que se las toleraba.
Com o polvo al fin, el pueblo vivía pegado al suelo: no exis­
tían vendavales que lo concitasen. Silencio y quietud era nues­
tra obligada divisa. Y privados de nuestros derechos no exis­
tíamos para el mundo.
Solo el trueno que bramaba sobre nuestras cabezas, y las
convulsiones misteriosas que estremecían la tierra bajo nues­

10 -
tros pies, eran los únicos perturbadores que a despecho de la
corona de España, osaban a atentar contra el silencio y la quie­
tud letárgica de la Colombia.
Plena era la confianza de los dom inadores en la presa que
retenían y en la seguridad con que se la guardaba: confianza
autorizada por la experiencia de la muerte m oral a que condena
el vasallaje: seguridad que abonaba, más que la fuerza misma
empleada en sostenerla, el v iejo nudo de tres siglos que asegu­
raba al cuello de la víctim a el estrecho dogal del cautiverio.
¡Ceguedad! — Entre las sombras de lo im previsto por los
conculcadores, en todo tiem po, de los sagrados derechos de la
humanidad, está oculta esa fuerza violenta, activa, poderosa,
que animada de pronto, cam biar puede, a su arbitrio, la faz de
las naciones, y aniquilar la obra de los siglos. La fuerza se ani­
ma. La revolución estalla, et mortui resurgent...
(p. X I) — A l grito de libertad que el viento lleva del uno al
otro extrem o de Venezuela, con la eléctrica vibración de un toque
de rebato, todo se conm ueve y palpita; la naturaleza misma
padece estrem ecim ientos espantosos; los ríos se desbordan e in­
vaden las llanuras; ruge el jaguar en la caverna; los espíritus
se inflaman com o al contacto de una llama invisible; y aquel
pueblo incipiente, tímido, medroso, nutrido con el funesto pan
de las preocupaciones, sin ideal soñado, sin anales, sin ejem plos;
tan esclavo de la ignorancia com o de su inm utable soberano;
rebaño más que pueblo; ciego instrumento de aquel que lo di­
rige; cuerpo sin alma, sombra palpable, haz de paja seco al
fuego del despotismo colonial, sobre el cual dormía tranquilo,
com o en lecho de plumas, el león robusto de Castilla; aquel
pueblo de parias transform óse en un día en un pueblo de héroes.
Una idea lo inflam ó: la em ancipación del cautiverio. Una sola
aspiración lo convirtió en gigante: la lib e r ta d ...
(p. X II) — Sobre doscientos mil cadáveres levantó Venezuela
su bandera victoriosa: y com o siempre en los fastos modernos,
la República esclarecida en el m artirio se irguió bautizada con
sangre.

II
De todas las colonias que poseyera España en la vasta re­
gión del N uevo Mundo, fue Venezuela la que prim ero osó rom ­
per el yugo del cautiverio a que viniera uncida.
El 19 de abril de 1810, Caracas se rebela de hecho contra
la M adre Patria, y asume cuantos derechos se le hubieran ne­
gado en el transcurso de tres siglos. Robustecida la noble aspi­
ración en que fracasaron Gual y España en 1799, y aun más vivo
el recuerdo del suplicio afrentoso donde expirara el segundo
de tan insignes patriotas su ardiente anhelo de independencia
y libertad, algunos ciudadanos distinguidos al par que por sus
luces, por su valor social y sus virtudes, acometen la arriesgada
empresa de sustraerse del pupilaje impuesto a sus m ayores: y

- 11
logran lo que en vano intentara el General Miranda en 1806,
con el prestigio de su nom bre y el apoyo e x tr a n je r o ...
(p. 2) — De esos osarios gigantescos que hoy rem ueve el arado
y cubre de verdura eterna prim avera, se levanta, visible solo
a los ojos del espíritu, todo un m onum ento consagrado a la m e­
moria de nuestros esforzados progenitores. Y si la ingratitud no
ha perm itido aún agregar al glorioso sarcófago la piedra tu-
mular, ni la colum na alegórica al cim iento de huesos que afren­
ta el polvo de más de m edio siglo de abandono, no por ello los
corazones generosos palpitan con menos em oción y con menos
respeto al contem plar aquellos cam pos de reñidas batallas, donde
duerm en el sueño de los héroes, tanto guerrero ilustre y tanta
hum ilde víctim a de nuestra magna lucha.

Nota del presente com pilador.


Se han trascrito estas páginas, con plena
conciencia del ju icio que la obra del gran escritor ha m erecido de los
críticos, com o don Diego CARBONELL, “ Escuelas de Historia de A m é­
rica", Imprenta López, Buenos Aires, 1943, quien se expresa así, en
la p. 276 de este libro:
“ . . . . La Venezuela Heroica, de Eduardo Blanco, es más bien un
canto al estilo de la Ilíada o de la O d is e a .... La Venezuela Heroica,
obra ésta muy empenachada de vocablos viriles, no es por cierto la na­
rración de los hechos de guerra; el señor B la n c o .... m ojó la pluma
en la tinta del___ditirambo, y se creó un estilo poblado de frases angus­
tiosas y fatigantes___ Como se aprecia (y no es el crítico quien lo
aprecia sino el señor Todoelm undo), el señor Blanco poseía un sistema
kilom étrico para apreciar el tiempo a que se refería; para él, la epopeya
de la guerra emancipadora fue obra digna de los tiempos fantásticos
de la mitología, y suele escribir sobre los nom bres com o si narrara la
epopeya de los dioses: su erudición m itológica era, a lo que se alcanza,
profunda, form idable” .

TESIS

R ufino BLAN CO-FO M BO N A


Prólogo, de Madrid, 1918, a la “ Historia de B olívar” ,
de F. Larrazábal.

(p. X X I V ) — . . . l o s historiadores americanos de prom edios del


siglo X IX , en m edio de su ecuanim idad no pudieron sustraerse
todos al in flu jo de las pasiones que pintaban, de las que esta­
ban aún cercanos y que sentían en su torno despertarse de nue­
vo al favor de recientes agresiones. Pero el tiem po ha corrido.
La conducta parece, hoy, explicarse y explicar aquellas pasio­
nes de antaño, no prohijarlas. ¿Con qué finalidad, ni siquiera
con qué derecho, eternizar la incom prensión, para no decir otra
cosa, respecto a un pueblo al que debem os todo lo que fuim os
y casi todo lo que som os? España ha sido consigo misma un pue­
blo cruel: ¿qué m ucho que lo fuera con nosotros? La religión
fue uno de sus factores de dominación. ¿P or qué hacerle de ello

12 -
un crim en? El m onopolio, el privilegio, el favoritism o no fu e­
ron resortes más empleados en A m érica que en la propia Es­
paña. Su política económ ica respecto de las colonias pudo ser,
y era, absurda; pero ¿quién se perjudicó más con ello que la
misma España? M uchos de los errores que exclusivam ente le
atribuimos eran, además, errores de la é p o c a ...
(p. X X V II) — Había castas en Am érica, cierto, había masas
ignorantes y semi-bárbaras: por eso encontró España, entre los
americanos, quien defendiese su dom inio contra los libertado­
res; por eso también es más grande la obra de nuestros proce­
res, que em anciparon a Am érica contra la voluntad, en mucha
parte, del mismo pueblo emancipado.
Pero la barbarie no era de Am érica. En Am érica se desarro­
llaba un drama interno: los libertadores, es decir, los civiliza­
dores, luchan contra los realistas americanos, es decir, contra
enceguecidas masas fanáticas de campesinos y habitadores de
puebluchos de tierra adentro, es decir, contra la barbarie. A
España ocurre en su duelo con Am érica otro tanto; también
lucha contra su propia barbarie. Aquellos Yáñez, aquellos Cer-
veriz, aquellos Boves, aquellos Morales, aquellos Rósete, aque­
llos Antoñanzas, aquellos Puy, aquellos Chepito González, re­
presentan la barbarie española. En cambio, el capitán general
Cajigal, desposeído o desconocido por los caudillos, representa
el decoro, la humanidad, la civilización. El tribunal de Ja Real
Audiencia, que protestó sin descanso y con la m ayor energía,
por boca y pluma de sus más ilustres ministros, ante los tira­
nuelos de la Colonia y ante Fernando VII y el gabinete español,
contra todos los desafueros y en pro de la justicia y la humani­
dad, ¿qué representa? Representa la cultura de Europa, la ci­
vilización ibérica, la España buena. En este pugilato entre cau­
dillos feroces o m ilitarotes improvisados, de la hez social, y
honrados jueces dignos de España del siglo X IX , no luchaba la
toga contra la espada en lucha estéril o por mera rivalidad de
poderes. Luchaba la justicia oficial de una gran nación civiliza­
dora, madre de pueblos y de civilizaciones, contra el crim en de
caudillos espontáneos, y, com o atrás dijim os, irresponsables. Lu­
chaba España contra su propia b a rb a rie ...

Neta del com pilador — Se trascribe en seguida un párrafo de


don Rufino sobre el General M orillo, en que parece hallarse
de acuerdo con los sentimientos de Bolívar en la entrevista
de Santa Ana, si no fuera porque el mismo B olívar declaró a
Lacroix que ello fue pura “ com edia” . También se halla de
acuerdo con M onsalve; pero, quizá estas opiniones hubiesen
sido controvertidas por los deudos de las decenas de militares
de patriotas ajusticiados por el Conde de Cartagena, en la
Nueva Granada, en los días del Terror.

(p. X X X ) — . . . ¡qué diferencia, repito, con los monstruos! M o­


rillo resulta un héroe digno de adm iración porque poseyó las
mayores virtudes militares, las m ayores virtudes patrióticas y

- 13
GIRAROOT— 3
hermosas prendas sociales. Fue bravo, activo, previsor, incan­
sable, buen amigo, y, cuando la ocasión se presentó, com o en
Santa Ana, de lealtad caballeresca.

ANTITESIS
J. M. GROOT
“ Historia Eclesiástica y Civil de de Nueva Granada” .
Ed. Rivas-Bogotá, 1891. 2^ ed.-T. III, p. 468.

En los cuadros que hemos desarrollado, a vista del lector,


desde el año de 1810 hasta el de 1819, no se ha visto otra cosa
que llamamos patria, reflexionen y reconozcan que tántos su­
frimientos, riesgos y, por último, los granadinos todos atados a
la rueda del tormento, bajo el sable de unos conquistadores
españoles más bárbaros y crueles que los del s ig lo de la c o n ­
q u ista de los indios. Los que hoy viven y que no pasaron, que
no sufrieron ni experim entaron todo lo que ha costado esto
que llamamos patria, reflexionen y conozcan que tántos su­
frim ientos y sacrificios m erecen otra consideración, porque este
cam po desmontado a tanta costa, y en cuyas labores han en­
trado sin que les cueste nada, no es para que lo arruinen y lo
talen las pasiones egoístas del individualismo.

TESIS

Aristides ROJAS
“ Obras escogidas” Garnier, París, 1907.
Del estudio “ B olívar” , p. 620.

Ni el odio ni la venganza debían interponerse entre Espa­


ña y Am érica, sino el Océano, límite natural entre dos pueblos
que conservan para uno y otro m undo iguales tradiciones, len­
guaje, costum bres v com unes glorias. Lo que España había rea­
lizado en el siglo X V lo contem plaban sus descendientes en el
siglo X IX : elocuente corolario de aquella época inmortal. La fam i­
lia era la misma, pero en regiones distintas. Para el equilibrio del
mundo era necesario que España perdiera sus colonias, sin de­
jar por esto de ser grande, que no necesitaba ella de Am érica
para conservar ante la historia su antiguo poderío y sus anales
de siglos. Había hecho por Am érica cuanto había podido hacer
en una época general de oscurantismo, llena de trabas y de
ideas supersticiosas, en que el espíritu vivió encadenado por­
que aún no había aparecido el elem ento regenerador que debía
cambiar por com pleto la faz de la civilización u n iv e rsa l...
Cuando en A m érica, espíritus todavía apasionados recuerdan
la historia de la colonia, para pintarla com o una época de ab­
yección y de oprobio, olvidan que el progreso humano no es
solo el deseo de la fuerza que em puja, sino el curso de las re­
voluciones, que abren siempre al espíritu humano nuevos cauces
de conquista.

14 -
ANTITESIS
A CTA DE L A INDEPENDENCIA DE VENEZUELA-
— 8 de Julio de 1811— Trascrita tanto por Aristides Rojas,
p. 143, “ Estudios Históricos” , 1927, com o por Larrazábal,
“ Vida del Libertador” , Ed. América, pp. 78 y 79.

Sordos siempre a los gritos de nuestra justicia, han procu­


rado los gobiernos de España desacreditar todos nuestros es­
fuerzos, declarando criminales, y sellando con la infamia, el
cadalso y la confiscación, todas las tentativas que en diversas
épocas han hecho algunos A m ericanos para la felicidad de su
país, com o lo fue la que últimamente nos dictó la propia segu­
ridad, para no ser envueltos en el desorden que presentíamos,
y conducidos a la horrorosa suerte que vamos ya a apartar
de nosotros para siempre: con esta atroz política han logrado
hacer a nuestros hermanos insensibles a nuestras desgracias,
armarlos contra nosotros, borrar de ellos las dulces impresiones
de la amistad y de la consanguinidad, y convertir en enemigos
una parte de nuestra gran fa m ilia. . .

TESIS

J. D. M ONSALVE
“ G IRA RD O T”
Imprenta Nacional, Bogotá, 1911
Párrafos Extractados de las primeras páginas.

. . . aprovecham os tan adecuada ocasión para hacer algunas


reflexiones de estricta equidad h istó rica ...
Ni creem os aventurada la tarea respecto de los puntos en
que deseamos establecer la verdad de la historia; porque si bien
es evidente que desde el prim er m ovim iento revolucionario en
que se proclam ó la independencia de los países americanos, has­
ta nuestros días, se ha hablado y repetido con insistencia sobre
la desgraciada situación en que se encontraban las colonias es­
pañolas a causa de la tiranía ejercida por los gobiernos y los
particulares de allende el océano; tanto el m inucioso examen de
los hechos y acontecim ientos com o el esclarecedor elemento de
la filosofía de la historia, vienen a contradecir las apasionadas
e injustas aseveraciones, al mismo tiem po que dan más carácter,
nobleza e importancia a nuestros proceres, y más valor y realce
a la cruentísima guerra de la Independencia.

Nótese que el señor M onsalve es americano y no historiador


español de tipo Madariaga. Se subrayan algunas frases, y
se interrumpe en ciertos lugares la exposición de Monsalve,
dando cabida a textos contradictorios, para lograr el inm e­
diato contraste.

Desde las más grandes intelectualidades iniciadoras de la in­


dependencia, tales com o Nariño (el P recursor), Zea (el Sabio),

- 15
el egregio Camilo Torres, hasta los últimos historiadores, han
sostenido que la emancipación americana fue un acto de reacción
contra la dom inación peninsular por la tiranía, las vejaciones, el
sistema de injusticias y la rapacidad del Gobierno español, ejer­
cidas al favor de la abyección y del em brutecim iento en que se
procuró mantener a las colonias americanas, afirmaciones és­
tas apoyadas en hechos particulares y aislados,

Es decir, que ni Miranda, ni Bolívar ni Nariño, ni Torres, ni


Zea, tuvieron una visión de conjunto, ignorantes del pano­
rama general de la Colonia, atentos solo a lo que pasaba en
su inmediata vecindad. Véase más adelante la carta de B o­
lívar al Gobernador de Curazao, de 1813.

y acompañadas de los más ofensivos y deshonrosos epítetos


con que se han calificado los errores, digamos accidentes incul­
pables, de la Madre Patria. Lamentable desvío ha sido este por
muchos m otivos; ello ha sido ocasionado a traer la propia des­
honra, y a que allende los mares se tenga una noción enteramen­
te adversa a nuestros propios intereses. — En efecto, si exceptua­
mos la guerra de co n q u ista ... que por ser guerra de conqu ístalo
era de subyugación, de muerte y de despojo, ninguna razón se en­
cuentra para que después de terminada, a los dos o tres siglos
los colonos españoles, los hijos de éstos y sus nietos se quejaran
de tiranía, de exacciones, de injusticias y de rapacidades; de­
biéndose tener en cuenta que los Virreinatos, Capitanías Gene­
rales y Presidencias no solo se regían por la legislación común
de la monarquía española, sino que, en cuanto de alguna m a­
nera pudiera diferir, lo era para consultar el m ejor orden, el
increm ento y el engrandecim iento de estos países, y procurar la
m ayor civilización y bienestar de sus habitantes. Basta para
convencerse de ello dar una mirada a la recopilación de leyes
de Indias y admirar el benéfico espíritu que las informaba.

Recuérdese a Belalcázar: “ Se obedece pero no se cum ple” .

Cierto que los encom enderos fueron los más injustos y crue­
les, pero, ¿acaso son m ejores los ricos de hoy con los pobres de
nuestros pueblos y caseríos, a quienes tratan com o siervos de
la g le b a ? ...
Ciertamente no puede negarse que entre los españoles con­
quistadores y colonizadores de nuestras vírgenes montañas hubo
hom bres desnaturalizados y de la más refinada crueldad; pero
también es cierto que eran el m enor número, y que con estos
venían apóstoles de la cristiandad. . .
. . . n i resistiría un paralelo favorable a nuestra República
si, com parando tiempos, lugares, distancias y progreso general
de la civilización, quisiéramos equiparar las ventajas obtenidas
por nuestros pueblos. Las quejas al soberano por los desafueros
de las autoridades inferiores habían de elevarse a una Corte

16 -
situada en Europa, y no alcanzan esas quejas a ser oídas a
tres o cuatro miriámetros de distancia, a pesar de ferrocarri­
les y telégrafos. Quejábanse nuestros padres, de la Inquisición,
del derecho penal, del torm ento y de los procedim ientos ju d i­
ciales; y hoy, en tiem po de la República, la injusticia ha sido
sistemática, el torm ento infame y vergonzosas las mazmorras
en donde se recluye a los d esgra cia d os...
A l Im perio en cuyos dominios no se ocultaba el sol, no le
era dable en aquellos tiempos extender el ramo de instrucción
pública tal com o los gobiernos actuales lo atienden hoy en su
respectiva jurisdicción; pero es preciso convenir en que la do­
minación española hizo cuanto a este respecto fue posible. Los
seminarios y conventos, sem illeros de buenos m onjes para las
misiones, y de jóvenes m edianamente ilustrados para el siglo, no
escasearon en las provincias del Virreinato; y en cuanto a cole­
gios de enseñanza profesional, basta para un justo agradeci­
m iento recordar los dos núcleos de ciencia y sabiduría del de
Nuestra Señora del Rosario y de San Bartolomé, cunas intelec­
tuales de las más grandes ilustraciones que engrandecieron la
Gran Colombia. ¿Ni cóm o desconocer el florecim iento científico
que a fines del siglo X V III brilló con eternal aurora en nues­
tras colonias?

Sigue aquí una lista en la que, ni aún incluyendo al historiador


Restrepo, llega a más de veintidós nombres.

. . . en fin, hom bres com o aquellos a quienes se refería En-


rile al decir que España no necesitaba sabios; ni los ha habido
superiores en las repúblicas sudamericanas, ni se han form ado
en ningún país del mundo por obra de la casualidad: fueron
fruto del cuidado de España por la ilustración de sus co lo n ia s .. .

Véase más adelante el “ M emorial de A gravios” , de don Ca­


milo Torres, que no parece estar totalmente de acuerdo con
el señor Monsalve.

Los que tan apasionadamente y tan sin razón siguieron


escribiendo y hablando contra la política de la Madre Patria, lo
hicieron porque tomaron en serio los manifiestos e historial que
por m odo exculpativo lanzaron nuestros proceres para cohones­
tar el m ovim iento revolucionario, para invocar el auxilio de las
naciones extranjeras, o cuando menos para conseguir el reco­
nocim iento de su beligerancia, y para m over los pueblos a la
guerra.

Esta es una de las frases más desgraciadas del opúsculo


del Sr. Monsalve. Creeríase que en sus escritos, proclamas y
discursos, Miranda, Bolívar, Zea, tantos más, mentían deli­
beradamente, y que ante la faz de los hechos sus falsedades
eran admitidas por todos cuantos de ellos estaban cerca y en

- 17
capacidad de contradecir sus aseveraciones. Estigmatiza y
borra de una plumada el Sr. M onsalve las páginas más ilus­
tres de nuestra historia.

Desde que term inó la guerra de usurpación y de conquista


con la consecuencia del dom inio armado en el Virreinato de
Nueva Granada, Capitanía General de Caracas y Presidencia
de Quito, los pueblos laboraban y se desenvolvían m uy lenta
pero progresivam ente al amparo de la paz, sin sacudimientos ni
convulsiones políticas, sin que los habitantes pensaran en otros
asuntos que en el bienestar de sus hogares y en el respeto y
obediencia a las leyes; fuera de una insurrección de los negros
en la Provincia de Cartagena contra sus amos, y del m ovim ien­
to de los Comuneros, y de una ligera adhesión que tuvo la re­
belión del indio Tupac Am aru del Perú, ningún acontecim iento
revolucionario había llam ado aquí la atención. La insurrección
de los negros fue un hecho que apenas pudo ser asunto de po­
licía; el m ovim iento del Inca tan solo dio señales de eco en las
Provincias de Pam plona y M érida; el de los Comuneros fue ju s­
to y patriótico, sirviendo, al mismo tiempo que de pedestal de
gloria de Berbeo, M onsalve, Plata y demás compañeros, de pro­
testa y de advertencia a las autoridades españolas de que no
im punem ente se extorsiona a los pueblos por m edio de subalter­
nos que abusan del poder que les confían sus superiores; pero
en este de los Comuneros tam poco hubo conato de independen­
cia, ni se advirtió otro carácter que el de simple desorden p o­
lítico. ..
* * *

No es posible dejar pasar este párrafo en silencio. Tom ém oslo en


orden inverso. Sobre la Revolución de los Comuneros existe una b i­
bliografía muy extensa. Se ha escogido, a ju icio del presente com pi­
lador, la cita siguiente, del artículo L A REVOLUCION DE LOS CO­
MUNEROS COLOM BIANOS, de don Gustavo SAMPER, aparecido en
el No. 2 (A gosto de 1938) de la “ Revista de las Indias” , de BogC'tá.

EXPLICA CIO N

“ La revolución de los Comuneros es el hecho social de mayor


trascendencia que encontramos a lo largo de la im borrable senda his­
tórica que nos dejara la Colonia feudalizada. Fue allí donde los escla­
vos campesinos, las clases hambrientas del bajo y m edio artesanado,
en alianza con el m estizaje mayoritario, realizaron el más fecundo y afir­
m ativo m ovim iento revolucionario de que se tenga noticia nacional. Esta
revolución no constituye solamente una semblanza del general estado
de pauperización en que se hallaban los criollos. El grito de los co­
muneros fue la insurgencia necesaria de un conjunto de intereses so­
ciales que permanecían desconocidos y vulnerados en su esencia, por
una casta extranjera que nos explotaba anárquicamente, sin ofrecernos
en cam bio más beneficios que la ideal realización de adoctrinar a
nuestros aborígenes en la fe católica.

18 -
La masa nacional, todo el indiaje oprim ido p or el látigo del te­
rrateniente peninsular, que ejercía sobre ellos un dom inio absoluto,
se sublevó radicalmente en la emergencia histórica a que nos referi­
mos. La aparición de los comuneros en el plano altanero de la v io ­
lencia y de la agresión armada, constituye el prim er gran aconteci­
miento de masas, de tendencias económ icam ente definidas, que con
un carácter revolucionario y nacionalista, aparece en la historia so­
cial de Colombia. Otra cosa es que en los discursos, actas y proclamas
del gran movimiento, que terminó modalmente en las capitulaciones
de Zipaquirá, no se hubiera empleado, com o no se podía emplear,
el actual léxico social de los revolucionarios de Am érica. Pero cual­
quier estudio serio, sereno, meditado que se adelante sobre la re­
volución de 1780, conduce ciega, fatal y lógicamente a la materialista
conclusión de que el sentimiento económ ico, nacionalista y racial, que
alentaba a los capitanes de la revuelta, era com pleto y d e fin id o ....
Dadas las condiciones sociales, emanadas directamente de las relacio­
nes económicas existentes en la Colonia en 1780, se hubiera podido
perfectam ente, previo el em puje de un hom bre de cierta ilustración
y talento, acabar totalmente con el dom inio español en la Nueva
Granada. Pero Berbeo era m ediocre, y la revolución emancipadora,
después de las capitulaciones de Zipaquirá, tuvo un cauteloso receso
de 30 años” , — Es necesaria otra cita aclaratoria:
* * *

Luis Febres Cordero


“ Del Antiguo Cúcuta”
Imp. del Depto. Cúcuta - 1918, p. 99.

“ Pero el m ovim iento (de los Com uneros) no llevaba por norte la
conquista de la independencia de la Patria: se grita a pleno pulmón
Viva el R ey y muera el mal gobierno, las turbas se enconan contra el
Visitador, piden la disminución de los impuestos, se querellan de Tos
atropellos que acompañan a su recaudación; com o obreros de cuyo

- 19
jornal se cercenase una parte en provecho no tanto del amo cuanto
de un indolente mayordom o, claman por un poco de comodidad. No
intentan rebelarse contra el Rey, se arman para atemorizar al G o­
bierno Colonial, levantan sus quejas en estruendoso clam oreo, hacen
una huelga, no una revolución: el m ovim iento de los comuneros es
apenas el rum or de la torm enta” .
* * *

Falta en estas citas una mención de la tragedia, de la infame trai­


ción del A rzobispo Caballero y de la atroz venganza. El poeta norte­
americano, Archibald MacLeish, escribió una corta pieza dramática,
titulada “ Los Comuneros” , que fue traducida por Enrique Uribe White
y publicada en “ Revista A m érica” , de Bogotá, N<? 2, Febrero, 1945,
de la que se toman estos apartes:

EL N ARR A D O R (Con voz grave)


“ Estas fueron las causas y razones por las que José A ntonio Ga­
lán fue bárbara y brutalmente ejecutado en la Nueva Granada, en
enero de 1782. Estos fueron sus crímenes: que luchó por las liber­
tades de su pueblo: que capitaneó su pueblo contra los opresores; y
que falló en su empresa” .
EL HOMBRE DE LA GU ITAR RA (Cantando la canción que ha
venido tocando).

Le rompen la nuca en la horca,


desmiembran al noble varón
cercenan la altiva cabeza,
le queman el fiel corazón.

Ni tumba le dieron; a nadie


dejaron, que diga el dolor.
Su casa arrasaron: no hay piedra
no hay lengua que se alce en loor.

La mano derecha, en Socorro;


la izquierda, clavada en San G il;
en Guaduas, un palo y su testa;
la Nueva Granada, el astil.

Charalá: hacia tí volvieron


su lívida faz; allí, un pie;
en Mogotes está el izquierdo;
en la Patria, su nom bre y fe.

Que olviden tus hijos, Socorro;


que olvide San Gil. Gritarán
cuando ya Charalá te olvide,
las p ie d r a s .... las piedras: “ ¡G alán!”
* * *
Menciona M onsalve al indio Tupa Amaru. Este descendiente de
los incas se insurreccionó en el Perú en 1780. Son oscuros los fines
que perseguía y las conexiones que tuvo esa revuelta con la de los
Comuneros. El hecho es que fue vencido. Anota Larrazábal, en la
p. 20 de la obra más adelante citada:

20 -
“ La sentencia pronunciada en el Cuzco el 15 de M ayo
de 1781 por el visitador general del reino, D. José A ntonio
de Areche, ordena que se arrastre al vil Tupa-Am aru hasta
el lugar del suplicio, donde presenciará la muerte de su m u­
jer y de sus hijos; que luego el verdugo le cortase la len­
gua; y después, amarrado o atado por los brazos y pies con
cuerdas fuertes, cuyos extrem os estuviesen atados a cuatro
caballos, fuese despedazado en cuatro partes, tirando cada
caballo en dirección opuesta; que el tronco se quemase en
la hoguera; que la cabeza se pusiese en escarpia; que la
casa del rebelde fuera arrasada, y sus bienes confiscados, y
todos los individuos de la fam ilia quedasen infames para
siempre e inhábiles para adquirir, etc., e tc.!!!”

ANTITESIS

Simón BO LIVA R
Carta al Gobernador de Curazao.
Valencia, 2 Oct., 1813.
En “ Memorias del General O’Leary - Impr. “ Gaceta” ,
Caracas, 1881, T. XIII, pp. 380, 381, 384.

“ Un continente separado de España por mares inmensos,


más poblado y más rico que ella, som etido tres siglos a una
dependencia degradante y tiránica, al saber el año 1810 la diso­
lución de los gobiernos de España por la ocupación de los ejér­
citos franceses, se pone en m ovim iento para preservarse de igual
suerte y escapar a la anarquía y confusión que la amenaza.
Venezuela, la primera, constituye una junta conservadora de
los derechos de Fernando VII, hasta ver resultado decisivo de
la guerra: ofrece a los españoles que pretenden emigrar un asi­
lo fr a te r n a l...
Tal fue el generoso espíritu que animó la primera revolu­
ción de Am érica, revolución sin sangre, sin odio, sin venganza.
¿No pudieron en Venezuela, en Buenos Aires, en la Nueva Gra­
nada, desplegar los justos resentimientos a tanto agravio y v io­
lencias, y destruir aquellos virreyes, gobernadores y regentes,
todos aquellos mandatarios, verdugos de su propia especie, que
com placidos con la destrucción de los americanos, hacían pere­
cer en horribles mazmorras a los más ilustres y virtuosos, des­
pojaban al hom bre de probidad del fruto de sus sudores, y en
general perseguían la industria, las artes bienhechoras y cuanto
podía aliviar los horrores de nuestra esclavitud?
Tres siglos gim ió la Am érica bajo esta tiranía, la más dura
que ha afligido a la especie humana; tres siglos lloró las fu ­
nestas riquezas que tantos atractivos tenían para sus op re s o re s ...
El español feroz, vom itado sobre las costas de Colombia,
para convertir la porción más bella de la naturaleza en un vas­
to y odioso imperio de crueldad y rapiña; vea ahí V.E. el au­
tor protervo de estas escenas trágicas que lamentamos. Señaló
su entrada en el Nuevo M undo con la m uerte y la desolación:

- 21
hizo desaparacer de la tierra su casta prim itiva; y cuando su
saña rabiosa no halló más seres que destruir, se volvió contra
los propios hijos que tenía en el suelo que había usurpado.
Véale V.E. incitado de su sed de sangre, despreciar lo más san­
to, y hollar sacrilegamente aquellos pactos que el mundo ve­
nera . . .
En los valles del Tuy y Tácata, y en los pueblos del Oc­
cidente, donde no parecía que la guerra civil llevara sus estra­
gos desoladores, han elevado ya los malvados, monumentos
lamentables de su rabiosa crueldad. Las delicadas mujeres, los
niños tiernos, los trémulos ancianos, se han encontrado desolla­
dos, sacados los ojos, arrancadas las entrañas; y llegaríamos a
pensar que los tiranos de la A m érica no son de la especie de los
h o m b re s.. . ”

M IRAN DA
Memorial a la Audiencia de Caracas.
Puerto Cabello, 8 de Marzo de 1813.
En “ Estudios Históricos” ,
de A. Rojas. Segunda serie,
Caracas, 1927-P. 213.

“ Y o vi entonces con espanto repetirse en Venezuela las


mismas escenas de que mis ojos fueron testigos en Francia: vi
llegar a La Guaira recuas de hom bres de los más ilustres y
distinguidos, tratados com o unos facinerosos: los vi sepultados
junto conm igo en aquellas horribles mazmorras: vi la venerable
ancianidad, vi la tierna pubertad, al rico, al pobre, al menes­
tral, en fin al propio sacerdocio, reducidos a grillos y a cadenas,
y condenados a respirar un aire m efítico, que extinguiendo la
luz artificial, inficionaba la sangre y preparaba a una muerte
inevitable: yo vi por último sacrificados a esta crueldad, ciu­
dadanos distinguidos por su probidad y talento, y perecer casi
repentinamente en aquellas mazmorras, no solo privados de los
auxilios que la humanidad dicta para el alivio corporal, sino
también destituidos de los socorros que en semejantes casos
prescribe nuestra santa religión, hom bres que estoy seguro, hu­
bieran perecido mil veces defendiéndose con las armas en la
mano cuando capitularon generosamente, antes que someterse
a semejantes ultrajes y tratam ien tos...

TESIS
Luis LOPEZ DE M ESA
“ Disertación Sociológica”
El Gráfico-Bogotá-1939. P. 304.

“ Y SIN EM BARGO, FUE O PO RTU N A N UESTRA EM AN ­


CIPACION: De no ocurrir por aquel tiem po la guerra de libe­
ración política, cuando graves peripecias maniataban el poder
militar de la Península, estos países habrían continuado bajo

2 2 -
la dirección incongruente de gobiernos aturdidos, incapaces de
una adm inistración pública de su propia casa y más aún de co­
lonias tan difíciles de conducir adecuadamente. No ve uno en
la conducta posterior de España un sentido técnico que pudiera
encauzar el desenvolvim iento hábil de estas dilatadas regiones,
y sin duda habríamos llegado al fin del siglo X I X con la misma
ignorancia y la misma desorientación administrativa en que nos
sorprendió la libertad. Habríamos perdido una centuria inútil­
m en te___
Esto no implica ingratitud para con la Madre Ibérica: Día
por día crece entre nosotros el concepto favorable a sus virtudes,
y hoy estamos m ejor ligados a su espíritu que no en las horas
de subordinación jurídica, de adversidades ineludibles y de
choques. Magna fue la obra de sus hijos, magno el mensaje de
su estirpe generosa y recia, tan alta y ruda a la vez, tan altiva
y desinteresada, que no creo la cambiáramos por otra alguna,
así fuese de las que asumieron luégo la dirección cultural del
mundo. No nos equivocam os al pensar que a la hora de nuestra
rebelión política ella había perdido su capacidad de gobernarse,
de prosperar una sana economía, de crear nuevas orientaciones
conceptuales, de regir grandes grupos humanos. Pero, tampoco
nos equivocam os en el orgullo de su sangre, de su lengua, de
su índole, de las grandes jornadas de su trayectoria espiritual.

Gregorio MARAÑON
P rólogo en “ Historia de A m érica” ,
de Ballesteros, p. 4.

.. .Los errores de España respecto a Am érica se han debido


siempre a aquella falta de conocim iento general del problem a
americano. Pero, en cambio, la perennidad de nuestra fraterna
unión con los pueblos del otro lado del mar; la razón de que,
pase lo que pase, su destino y el nuestro estén perdurablem ente
unidos, reside en esta realidad em ocional que el nuevo conti­
nente tiene en la conciencia de cada hom bre peninsular. Reali­
dad em ocional recíproca, por cierto y por dicha: pues ni uno
solo de los habitantes de Am érica, aún los más alejados de nos­
otros por la pasión o por el desconocim iento, dejan de sentir,
cuando la ocasión llega, en el seno intangible donde las em o­
ciones ancestrales se albergan, un tem blor leve y lejano, que es
el subir y el bajar de la savia por la raíz ibérica.

Manuel BALLESTEROS GAIBROIS


“ Historia de A M ER ICA ” ,
Ediciones Pegaso, Madrid, 1954,
Segunda edición. Pp. 442 y 511.

El antiespañolismo no era solo una posición política nece­


saria, precisa, ineludible para cum plir los fines de la Indepen­

- 23
dencia, sino que para que esta se lograra era también necesa­
rio el com plem ento de la diferencia ideológica, que establecía
no solo la independencia en sí, sino que presentaba también un
criterio totalmente divorciado del que se mantenía, com o teoría
de mando y gobierno, en España. Esto llevaba consigo una cen­
sura ideológica y religiosa profundísima. Pero aconteció algo
peor. Esta literatura, propaganda y posición, que servía a los
fines de la independencia, fue tomando consistencia y constitu­
yéndose en credo de las nuevas nacionalidades hasta el punto
de que, pasando el fervor independizante y conseguida la auto­
nomía política, los españoles de Ultramar se imaginaron no ser
consanguíneos de los españoles de aquende el Atlántico, y así,
lo que había sido un arma eventual de com bate por indepen­
dencia, se convirtió en una posición irreductible, y lo que en
verdad no fue más que una guerra civil entre^ españoles, ya
que toda reivindicación indigenista no constituyó el m eollo de
la d ife r e n c ia ... se convirtió en un hondo divorcio, que difícil­
mente se ha ido salvando, pero que aún deja colear el monstruo
de la incom prensión, en tanto se suponga a España apartada de
los principios que dieron vida a los Estados hispanoam erica­
nos. . . .
El destino de los países hispanoamericanos. — Surgidos a
la vida com o representación tangible de los principios de Liber­
tad, los países hispanoam ericanos guardaron hacia España una
actitud de hostilidad ideológica que era aún torcido producto
de la propaganda política necesaria para mantener vivo el fue­
go de la rebelión. La tardía posición española de reconocer las
nuevas n a cion a lida des... produjo un ahondamiento de la sima
que separaba a la m etrópoli de su antiguas colonias, problema
agravado por la duración del régim en español en una porción
del territorio americano, a m odo de perenne ejem plo — hasta
1898 en Cuba— de lo que era la “ tiranía” española.

C. PAR R A -PE R E Z
“ Páginas de Historia y de P olém ica” .
Lit. del Com ercio, Caracas, 1943.
Pp. 219 y 296. ____

P or hispanidad debe tenerse el m ovim iento que conduce


a los Estados de lengua española a preservar en común, dentro
de la realidad actual, cuanto les es com ún porque viene de la
tradición y form a el ideario y los principios morales de dichos
Estados. Así, la hispanidad reposa sobre la firm e base de un
hecho histórico incontrovertible, com o es la constitución de una
comunidad de naciones libres y soberanas, sinceramente dis­
puestas hoy a explotar juntas el enorm e y fecundo tesoro que
juntas heredaron, y a apartar de su camino cuanto el irrem e­
diable pasado pudo dejar entre ellas de resquem or y de ren­
cores . . .

24 -
No soy hispanófilo de sola p r o fe s ió n ... Soy un venezolano,
sin filias ni fobias en estas disciplinas, a quien interesan los
anales de su país sin excepción: los de la Colonia, los de la In­
dependencia, los de la República. A m o nuestra historia, toda
nuestra historia, y com o es nuestra la quisiera limpia, si posi­
ble, de la abom inación lanzada injustam ente por enemigos po­
líticos y religiosos contra los fu n d a d o re s... de la entidad geo­
gráfica, étnica y moral que se llama Venezuela, libertada des­
pués por Bolívar y los demás proceres y por ellos elevada al
rango de Estado soberano. España ofrece el único ejem plo de
una gran nación condenada a causa de delitos, reales o supues­
tos, por gentes que los com etieron idénticos o peores. Y si Es­
paña no recusa esos jueces, incum be a los americanos recusar­
los en cuanto se refiere a la parte española de la historia de
América. Es para tachar los jueces, que se reprochan a estos
sus propias faltas e hipocresía, y en manera alguna para justi­
ficar crím enes o errores de nuestros antepasados. Llegó la h o­
ra de establecer balance riguroso en negocio tan grave y priva­
tivo com o la form ación de nuestras nacionalidades, con el activo
y el pasivo, las flaquezas innegables y la innegable grandeza. . .

Aristides ROJAS
“ Estudios Históricos” Segunda Serie.
Tip. del Comercio, Caracas, 1927.-p. 63.

Cuando todavía humea la sangre de las víctimas, y el grito


de los vencedores ahoga el clam oreo de los vencidos; cuando la
balanza se inclina, y los odios, y el orgullo abatido, únicos des­
pojos que lleva consigo el vencido, rugen a ocultas y proyectan
en la sombra mil venganzas; entonces no es el m om ento de es­
cribir la historia, porque las heridas manan sangre y con sangre
escribe la plum a. .

ANTITESIS

Camilo TORRES
El llamado “ M emorial de A gravios”
Bogotá, 1809 (9 de N ov.)

El título verdadero del M em orial de Agravios es: “ Representación


del Cabildo de Bogotá, capital del Nuevo Reino de Granada, a la
Suprema Junta Central de España, en el año de 1809. - Escrita por
el Sr. Dr. José Cam ilo de Torres, encargado de estenderla com o asesor
y director de aquel cuerno” . Las siguientes trascripciones son tom a­
das de la edición de N. Lora (B ogotá), año de 1832. - Es indudable
que este es el docum ento más importante escrito en los albores de la
Independencia, en que se resumen los m otivos que los criollos tuvieron
para lanzarse a la rebelión. Es m uy posible que A TA N A SIO G IRA R-
DOT lo leyera, a escondidas en algún rincón del Colegio de Santo

- 25
Tomás, huyendo de la mirada inquisidora de algún fraile. Este d o­
cumento, así com o los que circulaban clandestinamente, com o los de­
bidos a la pluma dé Nariño, debió encender en su pecho, predis­
puesto por la herencia del padre, el fervor revolucionario, el odio al
español, y la pasión que lo llevó a enrolarse en las armas de la na­
ciente república, hasta m orir con el grito de libertad en sus labios. -
Por esto se hace necesar'a la trascripción extensa.

(p.8) — Las Am éricas, Señor, no están compuestas de es-


tranjeros a la nación española. Somos hijos, somos descendien­
tes de los que han derram ado su sangre por adquirir estos
nuevos dom inios a la corona de España; de los que han exten­
dido sus límites i le han dado en la balanza política de la Euro­
pa, una representación que por sí sola (p.9) no podía tener.
Los naturales conquistados, y sujetos hoi al dom inio español,
son mui pocos o son nada en com paración de los hijos de euro­
peos, que hoi pueblan estas ricas posesiones. La continua em i­
gración de España en tres siglos que han pasado desde el descu­
brim iento de la A m érica: la provisión de casi todos sus oficios
i em pleos en españoles europeos, que han venido a establecerse
sucesivamente, i que han dejado en ella sus hijos y su posteri­
dad; las ventajas del com ercio i de los ricos dones que aquí
ofrece la Naturaleza, han sido otras tantas fuentes perpetuas,
i el orijen de nuestra población. Así que no hai que engañarnos
en esta parte. Tan españoles somos, com o los descendientes de
don Pelayo, i tan acreedores, por esta razón, a las distinciones,
privilejios i prerrogativas del resto de la nación, com o los que
salidos de las montañas, expelieron a los moros, y poblaron su­
cesivamente la Península; con esta diferencia, si hai alguna,
que nuestros padres, com o se ha dicho, por m edio de indecibles
trabajos i fatigas descubrieron, conquistaron i poblaron para
España este N uevo Mundo. . . .
(p.15) — En cuanto a la ilustración, la Am érica no tiene la
vanidad de creerse superior, ni aun igual a las provincias de
España. Gracias a un gobierno despótico, enemigo de las luces,
ella no podía esperar hacer rápidos progresos en los conocim ien­
tos humanos, cuando no se trataba de otra cosa que de poner
trabas al entendimiento. La imprenta, el vehículo de las luces,
i el conductor más seguro que las puede difundir, ha estado mas
(p.16) severamente prohibido en Am érica, que en ninguna otra
parte. Nuestros estudios de filosofía, se han reducido a una jer­
ga metafísica, por los autores más obscuros i más despreciables
que se conocen. De aquí, nuestra vergonzosa ignorancia en las
ricas preciosidades que nos rodean, i en su ampliación a los usos
más com unes de la vida. No ha muchos años que ha visto
este Reino, con asom bro de la razón, suprimirse las cátedras
de derecho natural i de jentes, porque su estudio se creyó per­
judicial. ¡ Perjudicial el estudio de las primeras reglas de la
m oral que grabó Dios en el corazón del hom bre ! ¡ Perjudicial
el estudio que le enseña sus obligaciones, para con aquella pri­

26 -
mera causa com o autor de su ser, para consigo mismo, para
con su patria, i para con sus semejantes ! ¡ Bárbara crueldad
del despotismo, enem igo de Dios, i de los hombres, i que solo
aspira a tener a éstos, com o manadas de siervos viles, destina­
dos a satisfacer su orgullo, sus caprichos, su am bición i sus
pasiones !
(p. 17) — Mas, no está lejos de reform ar su error el que
lo conoce, i se puede decir que tiene andada la mitad el que lo
desea. Estos no son defectos de la nación, cuyo jenio y cuya
disposición para las ciencias es tan conocida. Son males de un
gobierno despótico i arbitrario, que funda su existencia i su po­
der, en la opresión i en la ignorancia. ..
(pp. 18 y 19) — Los gobernantes de la Am érica, principal­
mente los que ocupan sus altos puestos, han venido todos, o los
más, de la M etrópoli; pero con ideas de volverse a ella, a estable­
cer su fortuna, i a seguir la carrera de sus empleos. Los males
de las Am éricas no son para ellos, que no los sienten; disfrutan
solo sus ventajas i sus comodidades. Un mal camino se les alla­
na provisionalm ente para su tránsito: no lo han de pasar segun­
da vez, i así nada les importa que el infeliz labrador, que arras­
tra sus frutos sobre sus hombros, lo rieguen con su sudor, o
con su sangre. El no sufre las trabas del com ercio, que le im­
posibiliten hacer su fortuna. El no ve criar a sus hijos sin edu­
cación i sin letras, i cerrados para ellos los caminos de la gloria
i de la felicidad. Su mesa se cubre de los m ejores m anjares que
brinda el suelo, pero no sabe las estorciones que sufre el indio,
condenado a una eterna esclavitud, i a un ignomisioso tributo
que le impuso la injusticia i la sinrazón. Tam poco sabe las lá­
grimas que le cuesta al labrador, ver que un enjam bre de saté­
lites del m onopolio, arranque de su campo, i le prohíba cultivar
las plantas que espontáneamente produce la naturaleza, i que
harían su felicidad i la de su numerosa familia, juntamente con
la del Estado, si un bárbaro estanco no las tuviese prohibidas
al com ercio. El. en fin, ignora los bienes y los males del pueblo
que rije, i en donde solo se apresura a atesorar riquezas para
trasplantarlas al suelo que le vio nacer.
(p.24) — España ha creído que deben estar cerradas las
puertas de todos los honores y em pleos para los americanos. Es­
tos piensan, que no ha debido, ni debe ser así: que debem os ser
llamados igualm ente a su participación, i así será nuestro amor,
i nuestra confianza más recíproca y sincera. Debem os arreglar­
nos, pues, también en esta parte a lo que sea más justo: que el
español no entienda que tiene un derecho esclusivo para man­
dar a las Am éricas, i que los hijos de estas comprehendan que
pueden aspirar a los mismos premios, i honores que a q u ellos....
(p. 34) — Por otra parte, señor, ¿qué oposición es esta, a
que la Am érica tenga unos cuerpos que representan sus dere­
chos? ¿D e dónde han venido los males de España, sino de la
absoluta arbitrariedad de los que mandan? ¿Hasta cuándo se

- 27
nos querrá tener com o manadas de ovejas al arbitrio de m er­
cenarios, que en la lejanía del pastor, pueden volverse lobos?
¿N o se oirán jamás las quejas del pueblo? ¿N o se le dará gusto
en nada? ¿ No tendrá el m enor influjo en el gobierno, para
que así lo devoren impunemente sus sátrapas, com o talvez ha
sucedido hasta aquí? Si la presente catástrofe, no nos hace pru­
dentes i cautos, ¿ cuándo lo seremos? ¿ cuando el mal no tenga
rem edio? ¿ cuando los pueblos cansados de opresión, no quieran
sufrir el yugo?

Francisco A ntonio ZEA


“ Mediación entre España y A m érica”
—Escrita en Diciem bre, 1818, en Angostura.
-T rascrita en el Vol. 72 de la Selección Samper Ortega
— Bogotá, p. 192 y sgts.

Esta exposición del que fue Vicepresidente del fam oso Congreso
de Angostura, de 1819, resume de modo elocuente las quejas y el modo
de pensar y sentir de los patriotas desde los prim eros años de la co n ­
tienda em ancipadora. El historiador colom biano don Roberto Botero
Saldarriaga, en su libro “ Francisco Antonio Zea” (Bogotá, 1945), en
la p . 154, emite el siguiente juicio:
“ Bella producción, docum ento histórico de inapreciable valor, en
el cual el esfuerzo intelectual del gran escritor tomó impresionante
vuelo en las comparaciones de los procedim ientos de los patriotas con
los de sus crueles enemigcs, los irreconciliables realistas, durante la
guerra de emancipación. En él realzaba con alguna exageración, sir
duda, la ferocidad de los últimos y los medios pacíficos empleados por
los prim eros para lograr poner fin al conflicto que destruía los h abi­
tantes de las tierras americanas” . — De esa larga exposición solo se
trascriben algunos párrafos.

El cuadro de desolación y horror que actualmente presenta


la Am érica es, rasgo por rasgo, atrocidad por atrocidad, el mis­
mo que en el siglo infeliz de la conquista. Los mismos crím e­
nes, los mismos estragos, la misma depredación, todo género de
atentados y maldades, aquella misma sed de oro y de sangre,
aquella misma rabia, aquel mismo furor, ¡los mismos españo­
les! ¡Venid, escritores mercenarios, apologistas viles de España,
venid a ver si el delirio de la filantropía dictó las páginas ho­
rribles que Las Casas borraba con sus lágrimas!

Prescindam os de la pérfida y espantosa carnicería de Quito,


del degüello de toda la población de una ciudad pacífica, y de
las más principales de M éjico,, de tantas atrocidades, de tantos
horrores, com etidos en la extensión inmensa de nuestro conti­
nente, y ciñéndonos al territorio de Venezuela y de Santafé,
contentém onos con citar algunos hechos. Aun aquí mismo pres­
cindamos también de todos los anteriores a la capitulación de
M onteverde. Desalentado Miranda por la pérdida de Puerto Ca­
bello, y horrorizado de tantos estragos, creyó salvar la vida,

28 -
las propiedades y tranquilidad de sus com patriotas por m edio
ie una capitulación, que tan presto fue concluida com o viola­
d a ... No se encontraban por los caminos más que filas de pri­
sioneros, ancianos, niños, sacerdotes, soldados, los más respeta-
b Ies ciudadanos y los más infelices labradores, todos atados,
iodos conducidos bárbaramente, todos sufriendo igualdad de in­
sultos y de ultrajes por irrisión de la igualdad de los d e r e ch o s ...
Aragua de Oriente, que por su situación en lo interior de
los llanos, lejos de las ciudades principales, no había tomado
parte activa en los m ovim ientos políticos; esta villa pacífica y
tranquila es el teatro de la más espantosa carnicería. Su po­
blación entera fue aniquilada, ¡pero, cóm o!, atravesando con el
mismo puñal a la madre y al niño entre sus brazos, rom piendo
a otras el vientre para arrancar el feto del seno maternal, mar­
tirizando los tiernos jóvenes y las vírgenes inocentes con tor­
mentos que el pudor y la humanidad horrorizados apartan de la
vista, variando en todos la muerte y prolongándola para conver­
tirla en espectáculo. A unos los desollaban vivos y los arroja­
ban a lagos infectos y aun envenenados por su naturaleza, des­
palmaban a otros las palmas de los pies y los forzaban a correr
por un suelo pedregoso y ardiente; a otros les quitaban parte
de la piel de la cara, para hacerlos objetos de irrisión; a todos,
antes o después de muertos, les cortaban las orejas, que hicie­
ron ramo de com ercio, vendiéndolas en Cumaná a varios cata­
lanes que se com placían en adornar sus casas con estos trofeos
de la barbarie y ferocidad esp a ñ o la ... No fue menos desgracia­
da la suerte de Calabozo y de San Juan de los Morros, en donde
Boves y Antoñanzas asesinaron por sus propias manos a casi
t:d os sus h a b ita n tes... Si en San Juan de los M orros dejaron
—uchos vivos, solo fue para que suspendidos en las empalizadas
hirviesen de blanco a sus soldados para ejercitarse a dar lan­
zadas y sa b la z o s... Dos años habían pasado y todavía se veían
suspensos allí los e sq u e le to s...
Todo lo que respira, m uere: arden por todas partes los cam­
pos y los edificios: las ciudades se convierten en sepulcros, y
por largo tiem po una atmósfera pestilente anuncia en ella una
población de muertos. Los caminos se ven cubiertos de cadáve­
res de m ujeres y hom bres; unos con los ojos arrancados, otros
traspasados a lanzadas, y otros manifiestam ente arrastrados a
la cola de los caballos. En las provincias de Mérida, Barinas y
Caracas, apenas hay ciudad o lugar que no haya experim entado
semejante desolación; pero la capital misma de Barinas, Gua-
nare, Bobare, Barquisimeto, Cojede, Tinaquillo, Nirgua, Gua­
yos, San Joaquín, Villa de Cura, Valles de Barlovento, han sido
los pueblos más desgraciados. Algunos fueron reducidos a ce­
nizas, otros quedaron sin h a bitan tes...
Rósete se presenta disputando al antropófago Boves, a su
digno discípulo Morales y al execrable Yáñez, el honor de com ­

- 29
GIRARDOT— 4
petir con la peste, las viruelas, el mal venéreo y la fiebre ama­
rilla en la despoblación de este hemisferio. Mientras Yáñez
marchaba degollando por Barinas, y Boves con Morales por V i­
lla Cura, Rósete, para seguir a Caracas, sacrificaba ferozm ente
a los desgraciados hijos de Ocumare, unos horriblem ente muti­
lados, sin diferencia de sexo o edad, otros asesinados en el tem­
plo y aun sobre el ara misma del altar, atropellados el cura y
sacerdotes, saqueado y profanado el Santuario, trescientos ca­
dáveres de los vecinos principales esparcidos en las calles y
sus cercanías, clavadas en las puertas y ventanas las partes
sexuales de los m u e r to s ...
¿Negarán los españoles estos hechos? ¿ P or qué no los ne­
garon cuando fueron casi literalmente publicados, hace más de
cuatro años, en el m anifiesto oficial del secretario de estado
M uñoz Tébar, para justificar la declaración de la guerra a
m uerte? El silencio del gobierno e s p a ñ o l... es una prueba con­
cluyente de que él mismo se reconoce culpable. Y cóm o osará
levantar la voz a vista de cuatrocientos mil cadáveres tendidos
aún sobre nuestro territorio, de ciudades convertidas en guarida
de fieras, familias numerosas acogidas a los bosques, por todas
partes ruinas, por todas partes vestigios de la industria r u r a l...
El silencio de la naturaleza, el horror de la soledad. ¡Españoles!
¿Osaréis hablar?
Si tantos horrores y maldades no pueden leerse sin indig­
nación y sin un secreto deseo de ver exterm inada una raza tan
perjudicial al género humano, ¡qué efectos no habrán produ­
cido en los mismos pueblos oprimidos, y pueblos extrem adam en­
te irritables, dotados de una im aginación ardiente, y penetra­
dos de la justicia y de la im portancia de su causa! Es imposible
form arse fuera de nuestro territorio una idea, no digo ya del
odio, sino del furor y la rabia, que anima a los americanos con­
tra los españoles. Esta animosidad domina todas las pasiones,
subyuga todos los intereses, prevalece sobre el sentimiento mis­
m o de la libertad y de la independencia. El Atlántico, que se­
para los dos mundos, no es tan extenso com o el odio que separa
los dos pueblos.

EL BRIGADIER SIMON BOLIVAR A LAS NACIONES DEL


MUNDO

Los pueblos de estas provincias, después de haber procla­


m ado su independencia, fueron subyugados por un aventurero,
que usurpándose una autoridad que no tenía y aprovechándose
de la consternación de un terrem oto, que, más que sus estragos,
le hicieron espantoso la ignorancia y la superstición, entró en
la provincia, derramando la sangre americana, robando a sus

30 -
habitantes y com etiendo las más horrendas atrocidades, que os
han de irritar y conm over cuando con documentos suficientes,
se publique para vuestra noticia el m anifiesto que califique
estos hechos.
Entretanto, con el objeto de prevenir la calumnia de nues­
tros enemigos, es de nuestro interés y obligación anticiparos en
bosquejo, y sucintamente, porque no es posible de otra manera
en las actuales circunstancias, las razones que justifican nues­
tra presente conducta, y que os ponen en la necesidad de abo­
rrecer y detestar la de nuestros opresores, persiguiéndolos com o
a enemigos del género humano, y autores de crím enes los más
horrorosos contra la justicia y el derecho de gentes, que ha in­
fringido descaradamente, sin que hasta ahora se haya visto el
castigo que debió im poner a estos malvados la nación a la que
pertenecen, y bajo cuyo nom bre han derram ado nuestra sangre,
han ultrajado nuestras personas y desolado el Estado___
Es im posible d ib u ja r ... el cuadro de esta provincia. Los
hombres más honrados: los padres de familias: niños de catorce
años: sacerdotes imitadores del Evangelio: viejos octogenarios:
innumerables hom bres que no habían tenido ni podido tener
parte en la revolución, encerrados en oscuras, húmedas y calu­
rosas mazmorras, cargados de grillos y cadenas, y llenos de mi­
seria: algunos m urieron sofocados en las mismas bóvedas, otros
no pudieron resistir el pesar y el martirio, y rindieron la vida
sin auxilios corporales ni espirituales, porque los negaban im­
píamente o los concedían cuando ya estaba, ni acción, ni voz
el moribundo. En las calles no se oían sino clamores de las in­
felices m ujeres por sus maridos, madres por sus hijos, hermanas
por sus h erm a n o s...
Prescindim os aquí de los fundam entos con que Venezuela
proclam ó su libertad e independencia; únicamente nos hemos
hecho cargo de las razones para em prender rom per el yugo de
sus actuales opresores, justificando nuestra conducta con un
bosquejo im perfecto y dim inuto de los insultos, atrocidades y
crím enes de M onteverde y sus cóm p lices. . .
A ún estoy con las armas en la mano, y no las soltaré hasta
no dejar absolutamente libres de españoles a las provincias de
V e n e z u e la ... manifestando al orbe entero que no se desprecia
y vilipendia impunemente a los a m e r ic a n o s ....
Cuartel General de Valencia, a 20 de septiembre de 1813
3<? y 1<?.

SIMON BO LIVAR.

Memorias del General O’Leary — Caracas, 1881, Tom o X II. Extracto


de las pp. 365 a 374. — D oc. N? 191.

- 31
CA PITU LO III

Viajando de Antioquia a M edellín se llegaba al “ Paso Real” , en la des­


em bocadura del río Tonusco en el Río Cauca. Este se pasaba en canoa.
Se seguía, por Córdoba y Sopetrán a SAN JERONIMO. Luego se as­
cendía por la “ Loma del T igre” , a 2758 metros de altura, y se descen­
día a M edellín. Las jornadas a pie eran d e 4 a 5 días.
(Datos debidos a don Carlos W hite A rango)

A rtículo de Don M iguel Martínez — Partidas de Ma­


trim onio de Don Luis Girardot y Dña. María Josefa Díaz,
en fotografía y C ertificación — Fe de Bautismo de Atana­
sio Girardot, en fotografía y Certificación — A péndice:
Polém ica entre antioqueños.

Según el artículo que a continuación se trascribe, Atana­


sio (a quien su padre, Don Luis, que nunca pudo pronunciar
bien el español, llamaba “ Satanás” (1) nació en el pueblo de
San Jerónim o, en jurisdicción de Santafé de Antioquia, en la

(1 )— José A ntonio de Torres y Peña, “ Memorias” — K elly, Bogotá,


1960, p . 116.

- 33
Nueva Granada, com o a veinte kilómetros, por el camino colo­
nial, de aquella ciudad, el 2 de m ayo de 1791, día de San Ata-
nasio de A lejandría (2). Don Luis Girardot contrajo m atrim onio
en Antioquia con Doña María Díaz de Hoyos, el 11 de abril de
1790, y al año, estando ya su m ujer para dar a luz al prim ogé­
nito, deeidió viajar a M edellín, por esos fragosos senderos, cru­
zando en canoa el torrentoso río Cauca, llevando a Doña Josefa
“ en silleta” , sea a lom o de hom bre (com o se muestra en la
pág. 38) o a lom o de m uía. Este último sistema, en que dos
personas iban en silletas adosadas a los flancos del animal, no
era preferido, por los ram ajes que obstruían los llamados ca­
minos, y por los “ canjilones” que se hacían y que a duras penas
daban paso a un jinete. Son desconocidos los m otivos por los
que Don Luis arriesgó a su m ujer, en tan delicada situación,
al duro viaje. Pero, com o se ha visto, el francés era atrabiliario
y decidido: sus razones tendría.

El hecho es que a los 12 meses y 21 días de casada, doña


Josefa tuvo el hijo en San Jerónimo. De esta población a M ede­
llín había cosa de tres jornadas; de manera que, suponiendo un
leposo de cuatro días, la fam ilia llegó a la casa de Don Luis en
la Veracruz, el 9 de M ayo de 1791, y Atanasio fue inmediata­
mente bautizado. Estas circunstancias son expuestas en el ar­
tículo siguiente, que no deja, en opinión del presente autor,
cam po a la duda. Entran en danza:
Una de las hermanas del héroe; el Dr. Francisco Luis Ortiz;
el Dr. José María Martínez Pardo; y don M iguel Martínez, nieto
de este e historiador antioqueño de ilustres ejecutorias.
El escrito (del que se suprimen, en gracia de la brevedad,
algunos párrafos no importantes) (y al que se le han agregado
los subtítulos) fu e publicado en la Revista “ Antioquia Histó­
rica” , órgano del Centro de Historia de la ciudad de Antioquia,
año X II, Núm ero 46, Septiem bre de 1938, de p. 45 a la p. 52, y su
título es:

(2 )— Morell, F . de P ,S .J . — “ Flos Santorum” — Benziger, Ein-


siedel, 1902, p. 269.

34 -
D I O C E S I S DE A N T I O Q U I A
MINISTERIO PARROQUIAL

£1 suscrito Párroco de la B asílica do Santefé de Antioquia,


C ertifica ; QUe ejQ lib ro TVde Ljatrtsaonios, f o li o 56, se halla
la partida que a la letra d ice:
*2n 11 de Abril de 90 desposé á D.n Luis Girardot nattu-
te n
ral de los Reynos de Francia, precedida la correspond. informa*; y

li-r?, con D? I¿aría Josepha Dias, y el día 12 los veld el Pa~dre DÍ‘
Vicente Xorac&llo, Cura delSacaojal, se^ün el ord? de ara.Sta♦Madre

Y g ? ; de q? no resultó yapedim.*0 hev^ precedido el requerid^°y mo­

niciones, examen y conf.n sacrara.1 - fueron t£os. el Sor Reg.r D? Juan

Pablo Rublos, .y D? Ricta tortinea; y lo fim o p? q® conste- Joseph Sa~


luador- Cano (rubi-icado)”
ü'j OOflA IL'L. G -nt.af'f d Aivtioq'iía, Junio 6 de 1965

\ y¿&'
<k*sé> /'¿íS&3* $2 ¿r? V e ¿ C c
i*cCe*v»C> f,
J . A# . / /i. _ /** * J (k> //

ijuaJo

fe o a fa U » de la fo t o g r a f ía , toaada e*p<»cial®«Bt« _
Partida da « a t r i .o n i o da don L u í. Oirardot con d o S A U 3t

- 35
L A P A T R IA DE A T A N A SIO G IR A R D O T

Carta del Dr. Francisco Luis Ortiz


a Don M iguel Martínez.

M edellín, Marzo 28 de 1938.

M uy apreciado amigo:
Acuso recibo de su atta. carta fechada el 19 de este mes, en
la cual me solicita Ud. le refiera una conversación relacionada
con el lugar en donde nació el Cnel. Atanasio Girardot, y que
tuve con su ilustre abuelo. Dr. José María M artínez Pardo, inol­
vidable com o hom bre excepcional por sus virtudes, apóstol que
consagró su vida a aliviar con su profesión de m édico las mise­
rias humanas, sin exigir rem uneración alguna, y ciudadano em i­
nente que prestó grandes servicios a la patria en puestos de ho­
nor y responsabilidad. . . . e l Dr. M artínez Pardo me refirió lo
que oyó de propios labios de una hermana del Coronel cuando
Martínez Pardo era estudiante en el Colegio de Nuestra Señora
del Rosario.

Habla el Dr.
Martínez Pardo.

“ Fui m uy amigo de la fam ilia Girardot, y acostumbraba


visitarla los domingos. Un día recayó la conversación sobre el
cam bio de residencia, de Antioquia a Bogotá, de la familia del
héroe, y haciendo alusión a las penalidades del viaje me di­
jo ella:

D eclaración de la hermana
de Atanasio.

“ Ha de saber Ud. que a mi madre no podía, por su estado


delicado (pues estaba próxim a a dar a luz), traérsele en cabal­
gadura, y se resolvió que fuera conducida en silleta; en la no­
che del mismo día en que salieron de Antioquia nació Atana­
sio en San Jerónim o, y posteriorm ente llegaron a M edellín, en
donde lo bautizaron. El viaje fue sumamente penoso y de in­
tranquilidad, com o Ud. puede suponérselo, pues los preocupaba
la salud de m i madre y del n i ñ o . . . ” .

' 'S. S. y amigo,


\ Francisco Luis ORTIZ.

Comenta Don
M iguel Martínez.

36 -
La carta arriba trascrita viene a agitar de nuevo una cues­
tión que para muchos había pasado ya en autoridad de cosa
juzgada: L A P A T R IA DE G IRARD O T.
La circunstancia de haber sido bautizado Girardot en M ede-
llín ha hecho creer, no sin fundam ento, que el héroe del Bár-
bula era natural de dicha ciudad. La carta que hoy publicamos
desmiente de plano esta afirm ación.
Durante casi todo el siglo pasado se tuvo por cierto que la
patria de Girardot era la ciudad de Antioquia. El prim ero en
proclam arlo así fue el Libertador, en su famosa LE Y DE HO­
NORES, dictada en el cuartel general de Valencia el 30 de sep­
tiem bre de 1813, el mismo día del sacrificio. Hoy se califica de
error esta afirm ación del Libertador. Permítasenos sin embargo,
algunas reflexiones al respecto.

B olívar no
era un lerdo.
Llama desde luego la atención el que en semejantes cir­
cunstancias se haya deslizado sem ejante error a semejante per­
sonaje. No era Bolívar un lerdo ni m ucho menos, que no se
diera perfecta cuenta de lo que hacía o decía, y es, a nuestro
sentir, hacerle flaco favor al tacharlo de ligero e inconsiderado
al dictar tan im portante docum ento. Lo natural es — y así hemos
de suponerlo— que si el Libertador ignoraba a punto fijo la pa­
tria del héroe, se hubiera tom ado el trabajo de inform arse con
los que debían saberlo, lo cual nos está demostrando que entre
los amigos, com pañeros y conm ilitones de Girardot, éste era te­
nido por h ijo de esta c iu d a d ... Y avanzando más en las suposi­
ciones, sin apartarnos de las reglas de la crítica histórica, he­
mos de creer que fue el mismo Coronel quien les reveló el he­
cho. No es, pues, aventurado suponer que el mismo Atanasio
Girardot se creía y se tenía por natural de la ciudad de A ntio­
quia, y que el testim onio del Libertador es el m ismo de G i­
rardot . . .

Contra J. D.
M onsalve
El conocido y sabio historiador colom biano, José D. M on­
salve, en su hermosa m onografía de Girardot, se permite, no
sin cierto desenfado, y apoyándose sin duda en la partida de
bautismo (aunque no lo d ice), así no más el decreto del Liber­
tador por m edio de una simple notícula al pie, que dice: “ El
Libertador sufrió esta equivocación, porque en aquel tiem po la
Provincia de Antioquia tenía por capital
nom bre” . El historiador quiere con esta explica*
barata, enm endarle la plana al Libertador y
que “ equivocación” , acusaría ignorancia en
Pero a nosotros, valga la verdad, no nos
la c o r r e c c ió n ...
D ibujo basado en la lámina 13 del “ A lbum de la
Comisión C orográfica” — Bogotá.

indudablem ente nuestro ilustre historiador creyó salir ve­


rídico y airoso estampando la partida de bautismo del procer;
pero no se percató de que hacía decir al docum ento lo que no
dice. La partida, en efecto NO DICE que Girardot N ACIO en
Medellín, sino que fue B A U T IZA D O en dicha ciudad, dos cosas
enteramente distintas; la carta del Dr. Ortiz nos lo está dem os­
trando. Y esta consideración nos hace creer que tanto el Sr.
M onsalve com o la lápida conm em orativa que señala en M ede­
llín la casa en que “ nació” Girardot pueden dar lugar a un
error histórico, com o se deduce de lo que hoy, con sorpresa de
todos, nos dice el Dr. Ortiz en su importante comunicación.
Creemos, pues, que quien sufrió “ equivocación” no fue propia­
mente el Libertador sino su corrector.

Testim onio del historiador


J. M. Restrepo

Otro testim onio valiosísim o en favor del origen antioqueño


(de esta ciudad) es el del gran historiador de Colombia. D. José
M anuel R e s tr e p o ... (quien) dice en la p. 191 del t. II de su
conocida obra Historia de la Revolución de Colombia:

38 -
“ Era (G irardot) natural de Antioquia en la Nueva Grana­
da” . Y más abajo, en la página siguiente, añade: “ Sus huesos
debían trasladarse a Antioquia, su patria” . ...R e s tre p o fue con­
temporáneo de Girardot; Restrepo estaba en la misma ciudad
de Antioquia el día de la acción del Bárbula, 30 de Septiem bre
de 1813, ¿quién estaba en m ejores condiciones que él para de­
cirnos de dónde era natural el inmortal héroe antioqueño?
. . . ¿ O se pretenderá corregir al historiador con una notícula al
pie, com o al Libertador?

Otros testimonios.

Súmense a estos testimonios tantos otros, que, com o los an­


teriores, no tienen por qué ser rechazados mientras no se exhiba
un docum ento auténtico que los contradiga. Vergara y Scar-
petta en su Diccionario Biográfico dicen en la p. 244: “ Jirardot
Atanasio. Coronel— De la ciudad de Antioquia, donde nació, vi­
no a Santafé” . .. .En un folleto impreso en Cúcuta el 9 de M ayo
de 1891, dedicado “ A l H éroe del Bárbula, en su primer Cente­
nario” , dice, en la página 2: “ Atanasio Girardot vio la primera
luz en la ciudad de A n tioq u ia. . . ” . Y com o éstos podríamos m ul­
tiplicar los testimonios. No negamos que hay historiadores se­
rios (v. g. Uribe Angel, Restrepo Euse, Henao y Arrubla, Julio
César García, Joaquín Ospina, Latorre Mendoza, Solís Moneada,
etc.) y Diccionarios y Geografías Patrias que señalan a Mede-
llín com o patria de Girardot; pero, sin hacerles injuria, pode­
mos decir que son autores que, com o Monsalve, han sufrido el
espejism o de la partida de bautismo; no han tenido por qué
estudiar especialm ente el asunto, y generalmente se copian unos
a otros en este punto.

El 2 de Mayo,
día de San Atanasio

Por lo demás, la partida da lugar a consideraciones m uy


sugestivas, que querem os exponer a continuación. Com o opor­
tunamente lo observa el Dr. Ortiz, la partida no indica, com o
suele hacerse, la edad del infante. Pero tenemos indicios por
los cuales podemos, con mucha probabilidad, rastrear esa edad.
A l prim ogénito de D. Luis Girardot (francés) y Dña. Josefa
Díaz (antioqueña de esta ciudad) le vino el nombre, no de otra
circunstancia, sino de la de haber nacido el 2 de Mayo, fecha en
que la Iglesia universal celebra la fiesta del gran D octor San
Atanasio de Alejandría. Según esto, ocho días tenía Atanasio
cuando fue llevado a las aguas regeneradoras de Bautismo, ocho
días, tiem po durante el cual pudieron suceder muchas cosas
com o las que hoy nos relata el Dr. Ortiz; ocho días, circunstan­
cia que no se com padece bien con la de haber “ nacido” en las
inm ediaciones de la Iglesia de La Cruz, a pocos pasos de la pi­
la b au tism a l...

- 39
Casa que fue de la fam ilia Díaz, en la ciudad de Antioquia. Fachada
sobre la “ Calle de la A m argura” y patio del tamarindo. Se halla en
el crucero con el Callejón “ D’Elhúyar” (antiguam ente), o “ Juan Esté-
ban Martínez” , o “ Góm ez Plata” , o “ Del Corral” , o de “ Don Víctor
Pardo” .

San Jerónimo
hacía parte de la
ciudad de Antioquia
Ahora bien: se dirá que esta carta del Dr. Ortiz viene a
desmentir la tesis que venim os sosteniendo, a saber, que Girar­
dot era natural de la ciudad de Antioquia. Nosotros creem os que
nó. Y esto por la sencilla razón de que San Jerónim o por aque­
lla remota época era un sitio perteneciente a la ciudad de A n ­
tioquia, algo com o una vereda de Antioquia, com o puede serlo
hoy día el sitio de Guazabra o de Cativo. Don A lvaro Restrepo
Euse, en su Historia de Antioquia dice, en la p. 271: “ San Je­
rónim o en 1780 era sitio de importancia y dependía directam en­
te de la ciudad de Antioquia. En 1812 figuró com o Distrito, ca­
rácter que conservó de 1820 en adelante” . Y a la manera que
el que nace hoy en el sitio im portante de Guazabra es con toda
razón natural de Antioquia, así quien en aquella época nació
en el sitio importante de San Jerónimo, es considerado con toda
razón natural de Antioquia. Girardot nació el mismo día que
salió de su casa, a pocos kilóm etros de ella y cuando aún no
había salido de Antioquia, cuando aún estaba en sus dependen­
cias, y por eso Antioquia puede con perfecto derecho, y aún
debe, reclam arlo com o suyo. Antioquia le dio ser, vida, sangre,

40 -
hogar, madre, porque Doña Josefa Díaz era de esta c iu d a d ... El
es nuestro hermano, carne de nuestra carne y sangre de nuestra
sangre. H oy día en la carrera Góm ez Plata de esta ciudad, mar­
cada con el núm ero 54 se señala una casa perteneciente en la
actualidad a los hijos del Sr. Esteban Martínez P. com o la casa
de habitación que fue de la fam ilia Díaz: es allí donde debiera
estar la placa conm em orativa.
En M edellín Girardot no tuvo raíces ni vinculaciones nin­
gunas, ni de familia, ni de sangre, ni de vecindad, porque Gi­
rardot no vivió en M edellín, no hizo más que pasar de largo
en vía para Santafé, y entonces fue bautizado allí para conti­
nuar inmediatamente su viaje a la capital, donde creció y se
educó.

APENDICE

PO LEM ICA ENTRE ANTIOQUEÑOS SOBRE EL


LU G A R DE N ACIM IENTO DE G IRARD O T

En el “ Repertorio H istórico” , de M edellín, Vol. X V , N 9 145,


de Enero de 1940, se lee un artículo de un Sr. D. Juan de Dios
Uribe Toro, de Titiribí (otra población del hoy Departamento
de A ntioquia), que, extractado, dice:
A l final del siglo X V II (sic) el francés don Luis Girardot subió
de la ciudad de Antioquia con una expedición de mineros prácticos,
Cauca arriba, en busca de m in a s ... A l llegar a la desembocadura de
la quebrada A m a g á ... siguieron agua a r r ib a ... y en el riachuelo “ Pa­
lenque” ...en con tra ro n grandes derrumbes y, expuestos al sol, pre­
ciosos trozos de los minerales de “ El Zancudo” , nom bre que se le dió
per la multitud de a n o fe le s ... Inmediatamente se empezaron los tra­
bajos de la mina, pero los trabajadores subían a dormir al punto de
Marengo, o “ La Macana” ...d o n d e don Luis Girardot hizo su vivien­
d a .. . A l final del siglo ya don Luis vivía en este punto con doña
Estefanía (sic) Díaz, su esposa; allí nació Atanasio G ir a r d o t... Son
sabedoras de esto muchas personas que fueron amigas de don Luis
Girardot y contemporáneas del héroe, personas que lo conocieron y
trataron desde la niñez, a q u í... A niceto Vélez, de la misma edad más
o menos que Atanasio, que con otros mineritos jugaban a la mocha y
los corozos. En la calle de Otramina; don A lvaro Uribe G., m ayor que
él; doña Ana María U ribe R . . . A niceto Rendón, que murió aquí de
108 a ñ o s ... y así otros m u c h o s ... El individuo que hablaba con per­
fecta certeza d e que aquí, en el punto de “ La Macana” había nacido
Girardot, era don Nolasco V é le z ... (quien, con) don José Forasquín
(de R ionegro) fueron de los prim eros trabajadores en la mina de “ El
Zancudo” , lo mismo que don Antonio De Toro y T oro y sus hijos L eo­
nardo y F ra n cisco ... quienes vinieron de Remedies a establecerse aqui.
Todos ellos conocieron y trataron a don Luis y a su h i j o . ..
¿Por qué fue bautizado Girardot en la parroquia de La Cruz, en
M edellín? — Porque en aquel tiem po el distrito y parroquia de Titiribí
no e x istía n .. . Hasta el año de 1813 no se fundó el distrito de Titiribí,
que fue declarado o erigido en parroquia al mismo tiem po. Antes los

- 41
Je t* V ¿ ra c n u

• WMm

Reducción de una antiquísima fotografía, que muestra la antigua


Iglesia y plazuela de la Veracruz, en M edellín. La casa de dos pisos,
que se alcanza a ver, a la izquierda, fue la de don Luis Girardot,
esquina de las calles Boyacá (Este-Oeste) y C arabobo.

aborígenes, que ya eran cristianos, y los prim eros pobladores d e las


minas de Titiribí, casi todos vecinos de Envigado, llevaban sus hijos
a bautizarlos a Medellín, por aquello de lindar los caseríos de Guca y
Pueblito con este d is t r it o .... Creo que nadie puede aducir datos más
claros que éstos sobre el nacim iento de Girardot.

JUAN DE DIOS URIBE T.

Este artículo fue rebatido, en el mismo número del “ R e­


pertorio” , por don Gabriel Arango M ejía, ilustre autor de las
famosas “ Genealogías de Antioquia y Caldas” . Se extractan al­
gunos apartes del artículo:
Este gran señor don Juan de Dios Uribe Toro, benem érito hijo de
la legendaria Titiribí, quien acaba de coronar la cúspide de sus ochenta
y tres años, pleno el corazón de bondades, y de fresca memoria, acaba
de reg a la rn os... con una suave leyenda acerca del héroe del Bárbula,
m uy interesante, muy am ena. . . pero desafortunadamente vacía de
verd a d . . . Lo único verdadero en el asunto fue el denuncio que el se­
ñor Girardot hizo, en 1794, de la quebrada de Amagá, en la cual apenas
inició labores, por pocos meses, para levantar el campo e ir a sentar
sus reales, no de minas, sino de telas y trapos, en la villa de H o n d a ...
(Sigue aquí una Sinopsis de la vida de Don Luis Girardot, de la cual
interesan los siguientes d a t o s ):... Contrae en Tunja m atrimonio con
doña Teresa de la Rotta por los años de 1782 a 1783; luego viene con
ella a Cartagena y allí la deja para venirse a las montañas de A n tio­
quia. En 1786 se le encuentra com o vecino de la villa de Medellín,

42 -
ejerciendo el modesto em pleo de escultor. En 1788 se le encuentra re ­
matando un solar en el barrio de San B e n ito ... A cosado por las au­
toridades no le quedó al artista más recurso que poner pies en p o lv o ­
rosa. A bandonó la villa de la Candelaria y se fue hacia la ciudad de
A ntioquia. A llí se dedica a la minería en compañía de un señor Díaz,
con el que pocos meses después se emparienta, uniéndose en m atri­
monio con su hija doña María J o s e fa ... el 11 de A bril de 1790, des­
pués de saberse la muerte de su prim era consorte. Meses después lo
encontramos en Medellín, en donde lleva a la pila bautismal a su pri­
mogénito. el 9 de M ayo de 1 7 9 1 .... Desde este año hasta 1797, don
Luis ensancha sus n e g o c io s .... reúne un capital no despreciable, y
sintiéndose estrecho en la plaza de la Candelaria se marcha a San
B artolom é de Honda con su m ujer e h i j o s . . . . A labem os y engrandez­
camos siempre la m em oria de los inmortales h é r o e s .... pero para
ensalzarlos no inventemos leyendas.

En el mismo “ Repertorio H istórico” , N9 146, de Agto., 1940,


ambos contendores continuaron la polém ica, de la que no sale
m uy librado Don Luis Girardot, pero no se aportan datos nue­
vos importantes.

L A C A SA DE DON LUIS GIRARDOT, EN M EDELLIN

P or J .M . Mesa Jaram illo. A rt. de M ayo 9 de 1907, reproducido


en el “ B ol. de Hist. y A nt” . de Bogotá, V ol. IV, N? 48, S ep ., 1907,
p p . 725 a 730. Extracto de la parte final.

Junto al vértice del ángulo suroeste de la encrucijada que form an


las calles de Boyacá y Carabobo al cortarse en la plazuela de la Vera-
cruz, existía por allá en el siglo X V II una casita de bahareques y
p a ja ... la había construido D . Luis de A cebedo y R e d e s ... El 2 de
Marzo de 1699 vendió A cebedo esta v iv ie n d a ... por la suma de $ 55 a
D . M iguel de Yepes, para éste dotar con ella a su hermana Da. Rosa
Agustina de Yepes, a fin de que pudiera casarse con el hidalgo D .
A ndrés de León Zuluaga.
(Los hijos de éstos) la enajenaron (el 9 de A gosto de 1727) por
$ 106, a D . Juan Sánchez de la Hinojosa, el cual la reedificó de tapias
y t e j a ... Muerto Sánchez d e la Hinojosa fueron dueñas de ella sus dos
hijas, Da. María y Da. Josefa. Esta y D . Juan Bautista, Da. Micaela
y Da. Francisca de Mesa, hijos y herederos de Da. María, vendieron
todos sus derechos a D. LTJIS GIRARD OT en la suma de $ 1 5 0 ... el
28 de Enero y el 18 de Marzo de 1791.
En la esquina del edificio había una tienda compuesta de dos
p ie z a s ... Su propietario, D. Félix de la Madrid, la vendió, el 19 de F e­
brero de 1791 por $ 200 al mismo DON LU IS. Dueño éste de toda la
casa, vivió en ella varios años, y luego se propuso agregarle un se­
gundo piso, que aún no había concluido cuando se la vendió a D. Juan
Carrasquilla, para ausentarse de M edellín. El com prador terminó la
obra, y fue la prim era casa que en esta ciudad tuvo agua corriente en
el interior.
Esa casa, marcada hoy (1907) con el N? 91 y que pertenece a D.
Eduardo Vásquez Jaramillo, es la más mem orable entre tedas las de
Medellín, porque la habitó com o propietario D. Luis G ir a r d o t... p or­
que en ella nació su h i j o . . . el 9 de M ayo de 1791; porque la poseyó
y la habitó largo tiempo D. Juan Carrasquilla, Presidente de la C on ­
vención antioqueña de 1812; porque en ella vivió el D r. Mariano Os-
pina Rodríguez y nació su hijo Don T u lio ...

- 43
Actual colocación del busto de Girardot, en Medellín. El muro oscuro,
de piedra, es la antigua fachada d e la Iglesia, que da al oriente. Se
derruyó la edificación que seguía, y se le hizo a la Iglesia la entrada
lateral, al Norte, que se aprecia.

Todas estas fotografías se deben a la gentileza de don Carlos W hite


A rango, de M edellín.

Esta es la placa que se alcanza a distinguir en la fotografía superior,


en el muro tras el busto de Girardot. A hí NO nació el héroe. Si
hubiera nacido en M edellín (lo que discute el Sr. M artínez), hubiera
sido en la casa marcada en la vieja fotografía de la página 42.

44 -
L.ljfc J¡n ¿4tc*.y\cc¿J_ ¿ 0>

i ¿W i,.i,fanigii'<>~«»- iir, ^
P a r t id » áe Bautismo de M a n u e l . A tanasio QIRAROC'T Fof-rtMíf» T4*»** flFUlH**!ITt
fi n m n

PARROQUIA 3 S líU a S l'M .SHA,. OS LA C A liM iA R IA


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'víedeliin, Mayo 31 de 1 .965

w Libro 6 Folio 75 V . No-


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«ÍS. »aCSSaS5ÍSS5í2SS:S5SS5£S:CISS3tSSS5SSSZSCKÍttSSaS£

"En 9 de iáayo de 1 .7 9 1 e l D r. Dn. Gefonimo de la


ík5í~^*SKM«gg&ü CaJle baptizó, puso tleo y Chrisma a Dn. Manuel

TsíííiW
» $0, 25 Atanasio, h ijo legítiso de Dn Luis Girardot y de

Di.a . Jpha D ia a . Fué p. el Dr. Dn. Manuel 1 endorso,

advertido, et ut constet - Tirado.

^ ‘, ■
',
- JZ~?.
_ —
■y/'f
' Cr/K.

C e r tific a c ió n y tra scrip ción de la Partida, debidas a la gentileza del


Rvdo. Padre Lulo López de Kesa 3. , a quien se 1* dan las graciat».

£it* P h t i h tt Üí»tt*Mo ic 5 i« i»»o t #»t m * ti *Pt»ti Pc*(í«s* H n T U o g ' , T«<» II, #'
45, 20 M k n »( 1383, t . 348, i • h i «otí m » t > k>« Ho» A » » t f 9« » « » JkitM» .

- 45
GIRARDOT— 5
Este retrato fue siempre tenido com o de Atanasio Girardot,
en tiempos cercanos, y de ahí viene la equivocación de muchos
historiadores, com o Don J. D. Monsalve, que atribuyen al héroe
ojos azules. Por los cuatro retratos distintos que aparecen en
estas páginas, se nota claramente que los ojos de Atanasio eran
de color pardo, pues cuatro artistas diferentes no pudieron ha­
berse equivocado al pintar detalle tan notable. Fuera de esto,
se aprecia que los rasgos fisonóm icos de este retrato, si pareci­
dos y de familia, difieren de los apreciables en las cuatro imá­
genes de Atanasio; y si se observa con cuidado, se ve que el
conjunto de la fisonomía tiene marcado aire francés. La conclu­
sión cae de su peso: ESTE RETRATO ES DEL PADRE, NO
DEL HIJO. A ella se puede llegar porque esta es la primera vez
que ha sido posible hacer la com paración simultánea ante re­
producciones en color. En esta conclusión han estado acordes
los expertos consultados, y aún el dueño del retrato, pese a que,
al paso de las generaciones, la tradición fam iliar se haya perdido.

46 -
RETRATO DE DON LÜIS GIRARD OT Y BRESSANT
— Padre de Atanasio —

Oleo sobre tela pegada en tabla. Sin firm a. Dimensiones: 67 x 77 cms.


(fotografía E. U. W .)

Fue de Doña Joaquina Girardot y Díaz, casada con Don Juan


Sordo; después, de su hija Doña Josefa Sordo Girardot, casada con el
Gral. D. A urelio Gaitán Díaz; luégo de su hija Doña Susana Gaitán
Sordo, casada con Don Luis María París, padres del actual posesor del
Retrato, Don R oberto París Gaitán, de Bogotá.
CAPITULO IV

EL PADRE

La semblanza que se haya de escribir, de don Luis Girar­


dot, padre de tres héroes de la Independencia, es necesaria­
mente desconectada e incompleta, pues solo aquí y allá, en la bi­
bliografía, se hallan datos, las más de las veces sin respaldo
documental. Es indudable que debieron existir papeles, que los
primeros biógrafos leyeron para lograr imprimir frases hoy im ­
posibles de com probar, pues ese cuerpo docum ental está per­
dido, o — por lo menos— su hallazgo ha resistido las pesquisas
del presente investigador. ¿D e dónde saca, por ejem plo, don
A lvaro U ricoechea el cuento de la paliza que el padre propinó
al joven don Luis por haberse alegrado de la muerte de un su
herm ano? ¿Cóm o pudo casarse, ya vieja, la viuda con Am brosio
Alm eyda, sin probar que se sabía de cierto en Santafé lo del
asesinato del m arido en los Llanos? ¿Qué estaba haciendo en
Cartagena la supuesta primera m ujer de don Luis, para allí m o­
rirse tan a tiempo, de manera que la noticia llegara a M edellín
en el m om ento de evitar que fuera expulsado, y con grillos, el
cortejador de su segunda m ujer? E n ig m a s... Queda el hecho
de que si en este trabajo hubiera sido dable pintar más a fondo
al genitor de Atanasio, más nítido se nos mostraría el carácter
del hijo.
Como se acaba de decir, el tropiezo para estructurar una
biografía de Don Luis Girardot radica en que no citan la fuente
original de sus aseveraciones los que han escrito sobre él, al
menos los que el presente investigador ha consultado. El caso
de su matrim onio en Tunja, por los años del 1782, vale la pena
de exam inar ( 1). Seis de los autores citados en esta nota se ba­
san, probablem ente, en Posada, quien — quizá— tuvo a mano el
docum ento que lo autorizaba para afirmar tal cosa; pero ese
ilustre historiador tenía la inveterada costum bre de no decir
de dónde sacaba sus datos. Lo grave en este caso es que en
Tunja, en donde se conservan incólum es los archivos de la Co­

- 49
lonia, así com o los libros parroquiales, no se halla m ención del
dicho m atrim onio de don Luis con doña María Teresa La Rotta
(o Larota, o la Rota, pues todos escriben el nom bre diferente­
m ente), pese a las minuciosas pesquisas llevadas a cabo amable­
mente, para este Estudio, por el Dr. Ulises Rojas, ilustre escritor
y Presidente de la Academ ia de Historia, por el Secretario, Don
Ramón C. Correa y por el D r. V icente Landínez Castro (2).
Ese m atrim onio queda, pues, en el lim bo de la posibilidad, aun-
que el Sr. Bernal ha sugerido una ingeniosa hipótesis, que a
su tiem po se anunciará.
La anécdota del colegio para señoritas “ Girardot Sáenz” ,
que funciona en Chapinero (B ogotá) y que tiene merecida
fama de ser una institución seria, es típica de las dificulta­
des halladas en esta investigación. El presente pesquisador
se presentó al colegio y tuvo el honor de hablar con una
de las Señoritas Girardot, rectoras del instituto, averiguán­
dole qué sabía ella de su familia, de donde procedían y un poco
de genealogía. La dama se lim itó a decir que nada, nada sabía,
que “ su padrecito” tenía por costumbre decir que uno era hijo
de sus obras y no de sus antepasados; y al cabo de un buen rato
en que “ su padrecito” fue m encionado muchas veces, el inves­
tigador se despidió de la amable señorita sin haber obtenido
dato alguno. Lo mismo sucedió con unos presuntos descendien­
tes de Girardot, que viven en la población de Güicán, en Boyacá,
Colombia, y que se les cerraron com o la legendaria ostra a los
señores de Tunja m encionados antes.
Es posible que algunos de los descendientes de don Luis,
por las ramas de las cuatro hijas, que hoy son numerosos en
Bogotá y hacen parte de familias prestantísimas, posean docu­
mentos que permitan identificar el esqueleto en la alacena (“ the
ekeleton in the closet” , de que hablan los in g leses). Mas el P. I .
(presente investigador) no logró ponerse en relación con todos
ellos. Otros con más suerte, quizá hayan logrado esclarecer el
punto, que — al fin y al cabo— no es de gran importancia para
este Estudio. De manera que la siguiente Cronología se basa en
datos accesibles a todo el mundo.
No era tam poco don Luis tan mansa paloma com o nos lo
quieren pintar la infinidad de copistas, ni él mismo en las va­
rias inform aciones que hizo levantar, en que se autocalifica de

Las notas se hallarán al final del Capítulo.

50 -
“ persona de genio pacífico y amistoso” , y otras lindezas. El ilus­
tre autor de las “ Genealogías de Antioquia y Caldas” , escribe:

viene a caer en un sótano que tiene esta casa que lla­


man Palacio de Calibío, en donde hay una enorme cantidad
de papeles y lib r o te s ... en los cuales he leído muchas y
m uy desconsoladoras noticias acerca de nuestro francés (se
refiere a don Luis G irardot), de las que pienso extractar
las que menos puedan herir la m emoria y lesionar la honra
del héroe.” (3)

Tam poco sale don Luis muy bien librado de la lengua del
poeta satírico y feroz realista Francisco Javier Caro, que en los
primeros años de la Independencia le dedicó estas décimas: (4)

Es Girardot, por el aire


que allá en Francia respiró,
un com pendio de Rusó
y Volter, o sea Voltaire:
Dice con tosco donaire
“ Que tiene muchos novicios” :
Y en verdad que estos patricios,
con negras ingratitudes
dejan hispanas virtudes
por tomar gálicos vicios.
He nom brado a este extranjero
porque aunque no es patriota,
embarcado en esta flota
va en ella de pasajero:
y así mismo considero
que en el m odo de pensar
y en el de representar
libertinos entremeses,
los criollos y los franceses
se pueden equiparar.

Se ha dicho que don Luis vino a estas tierras com o escul­


tor o tallista (5), mas el “ P.I.” no tiene noticia de obra alguna
de arte de su mano, que haya sobrevivido. Quizá en retablos
de las iglesias de Cartagena, Tunja o M edellín se hallaran an­
gelotes o santos marcados con su nombre. Nada menciona al
respecto el paciente Gabriel Giraldo Jaramillo. Talvez no era
ni “ im aginero” , sino de aquellos que en tiempos no m uy leja­
nos andaban por los pueblos, con pequeños modelos de Dianas
y de Vénuses, fundiendo copias en yeso y coloreándolas de m e­

- 51
tálicos oros y verdes, para atestar con esas “ obras de arte” las
salas de los criollos.
Tenía don Luis la tenacidad propia de su raza y las virtu­
des del pequeño burgués, de las que da pruebas a lo largo de
su existencia, com erciando incansablemente, negociando con v i­
veza, que en ocasiones casi se metía entre las pastas de los
códigos, ahorrando sus dineros y disponiendo de ellos, a veces,
con generosidad que da el mentis a la avaricia considerada co­
m o característica del francés. Era hombre que tomaba decisio­
nes fulminantes y arriesgadas, com o lo comprueba, por ejem ­
plo, el haber viajado de la ciudad de Antioquia a M edellín
cuando su esposa estaba en vísperas de dar a luz al prim ogé­
nito, y ese seco arrancón de M edellín a Honda, sin razones que
deje vislum brar la escasa documentación.
Que era hombre de audacia y valor personal, se colige por
sus aventuras guerreras. Antes de los treinta años lucha en los
Llanos con tribus indígenas, que sacrificaron a varios de sus
compañeros. Eso, en ese tiempo, no era tarea para apocados. En
la Guerra Civil del ‘ 12 pelea en Charalá, donde lo cogen; en el
‘ 15 marcha con una expedición punitiva. Y en las montañas de
A ntioquia se m ete por cañadas y riscos, con cuadrilla de escla­
vos, en rebusca de minas y de ojos de sal, y eso tam poco era
empresa para pusilánimes.
No hay duda de que su carácter era franco y cordial, pues
así lo atestiguan los que firm an las certificaciones de conduc­
ta; y, com o padre, supo infundir en el hijo un tierno amor, co­
mo se ve por las cartas de Atanasio. No hay datos sobre su
educación. Se dice, por tradición familiar, que nunca habló bien
el español, pues apellidaba “ Satanás” al hijo y llamaba “ Yuse-
fa ” a su m ujer Josefa. Pero, ejem plos de extranjeros que jamás
aprendieron el idioma de estas tierras y, en cambio, olvidaron
el propio, los hay a porrillo. Quizá don Luis, en su vida de
actividad, no tuvo tiempo de leer y cultivarse. Tam poco lo sa­
bemos.
Cuando advino la Independencia supo ser fiel a ella; y al
llegar el Pacificador, en vez de pensar en someterse — com o
tantos lo hicieron— al Comité de Purificación, arrastrándose
ante el peninsular y pronunciando el “ pecavit” que tal vez le
hubiera salvado la cabeza, prefirió, ya con 64 años encima, em i­
grar con Serviez a incorporarse a los patriotas que aún aviva­
ban en los Llanos la llama de la rebelión.

52 -
No solo, pues, por haber sido el padre de tres héroes, sino
por su propio valer y sus virtudes ciudadanas, es por lo que
se contempla con respeto, no ayuno de em oción, el retrato de
ese hom bre de semblante abierto, en cuyos ojos hay el cielo de
su Francia nativa.

CRO N OLOGIA

1752 — Julio 23 — París. Bautizado (D ocum ento N9 1) — Po­


sada leyó “ Junio” y así han seguido escribiendo los copistas.
El padre era ebanista; el padrino Bressant, mercero, es decir,
que com erciaba en cosas menudas con alfileres, botones, cinta-
;os, etc.; Nicolás Girardot, marido de la M arcou, que representó
. la madrina, era frutero. Total: don Luis venía de la capa in­
ferior de la pequeña burguesía parisiense. No hay tal, de que
descendiera de familia célebre, com o lo quieren algunos copis-
:as. En todos los anales consultados de la R evolución Francesa
no existe con el nom bre de Girardot ningún “ sans-culotte” ni
guillotinado; y el único de ese nom bre que se ha encontrado
en las enciclopedias es un pintor francés de la escuela de Paul
Leroy. Por Bogotá ha estado, según informes, una dama fran­
cesa de apellido “ Girardot” , en busca de familiares, luego el ape­
llido subsiste en tierras de De Gaulle, pero el presente inves­
tigador no tuvo la feliz oportunidad de tratar a aquella distin­
guida persona.
17. .— ? — Don A lvaro Uricochea (6), parece que de oídas, re­
lata este cuento:

“ Siendo don Luis muy joven y habiéndosele muerto un


hermano, m anifestó a su padre que se holgaba de ello, por­
que con este suceso sería m ayor el haber de su herencia.
Indignado el padre, maltrató a don Luis por la expresión
de sentimientos tan salvajes, manifestados ante el cadáver,
tibio aún, de un hermano. Don Luis, temeroso de la repeti­
ción y previendo para lo sucesivo la justa cólera de su pa­
dre, que en mala hora había provocado, abandonó la casa
paterna y prófugo atravesó los mares, y vino a la atrasada
y desconocida Am érica a ocultar su vergüenza, a expirar
su falta y a rehabilitarse ante su conciencia y la sociedad,
con una conducta laboriosa y ejem plar, siempre noble y des­
interesada . . . .

El señor Mesa (o. cit.) dice que en su primera juventud se


dedicó a la escultura, pero no m enciona la fuente de su dicho.
1774 — ? — En España, en el Regim iento Real de Guardias

- 53
Valonas. Esto se sabe por la Carta de Naturaleza (Docum ento
N? 2), fechada en 1802; dice que “ hace 20 años pasó a A m érica” ,
luego estaba en España en 1782: y com o también se dice que
gastó 8 años en las Guardias, se deduce que llegó a España en
1774.
1782 — ? — L legó a Am érica. Se deduce de la Carta de Natu­
raleza.
1782 — ? — En Pore, en lo§ Llanos, y en Santafé, según la Cer­
tificación que pide, sobre la que se oyeron varios testigos.
Es del siguiente tenor (Posada, “ D o c u m e n to s ...” p. 743 del
“ B o le tín .. . ” ).

D. Luis Girardot, e t c .. .2 — Si en el año de 1782, en que D. Fran­


cisco Becerra pasó a la Provincia de los Lanos a la pacificación de los
indios Támaras y demás de aquella comarca, se halló presente el
declarante y com o tal le consta que yo m e hallé también en dicha em ­
presa eñ compañía del m encionado B e c e r r a ... 4 — Diga si en aquella
empresa expusimos las vidas tanto él com o yo y otros varios. 5 —
Diga si le consta que yo hice captura de algunos reos de los com pro­
metidos en la conm oción. 6 — Diga si yo fui nom brado Capitán para
la conducción de los expresados reos que se condujeron desde la ciu ­
dad de Pore a la d e Santiago, y si desde esta los conduje hasta esta
capital, según las órdenes del Capitán Becerra, exponiendo asimismo
si fue todo practicado con exactitud, esmero e inminente riesgo de mi
v id a ...

El preguntado, Manuel Guarín, contestó en Santafé, el 24


de diciem bre de 1803, afirm ativam ente las preguntas, pero dice
que conocí a D. Luis “ desde el año de ochenta u ochenta y uno” .
A grega “ que es cierto que tanto el que lo presenta com o el e x ­
ponente y demás gente que iba se vieron atribulados de la fle ­
chería y macanas que los indios les expedían en la plaza de
este pueblo (T ám ara)” , “ que los más de los principales están
m uertos” , menos un tal M iguel Cadena; agrega que no solo fue
con Francisco Becerra sino con Narciso Navarro y Luis Longas
y otros, jura y firma.
1786- Enero 28- Medellín. Es el próxim o dato. Se halla en los
Libros de Registro. Había rem itido de R ionegro una carga
de petacas.
1786- Enero 30-Medellín — Mesa dice que llegó con $ 500.00.
A rango (7) también dice que en este año llegó a la Villa
de L?. Candelaria.
1786- Medellín — Mesa dice que habitaba en M edellín una casa
en la 9^ manzana, Barrio de San Benito, con su esclava
Paula y el m arido de esta, libre.
1787-Enero 27 - Medellín — Hay una entrada en los Libros de
Registro sobre la com pra que hizo de un esclavo y de una
esclava de nom bre Salvadora.
1787-Diciembre 7-Medellín — Consta que remató por $ 329 más
un tomín la finca de los herederos de D. A lejandro Alvarez.
Mesa dice que fue en 1788.

54 -
1788-Enero 24 -Medellín — Consta en el Libro de Fundición de
Oro, que pagó derechos de sisa.
1788-Junio 2 -M edellín — En esta fecha entró a fundir $ 3016
más 7 tomines.
1788-Abril 10 -Medellín — Documento. D. Luis pide que se le
indique sitio para edificar una casa en el terreno pantanoso
que fue de D. A lejandro Alvarez.
1788-Agosto 27 -Medellín — V endió la finca “ en el pantano” a
D. Francisco José Ramos, en $ 400 oro.
Por este tiempo estaba D. Luis en aulagas, según relato de
Mesa Jaramillo:

“ .. . e n ella (la finca de A lvarez) situada a corta distancia del ex ­


tremo sur de la calle de B o lív a r .... se propuso construir una vivienda,
lo que no verificó porque la cóm oda realización de su proyecto exigía
prolongar esta calle a través de un terreno perteneciente al D r. Igna­
cio Uribe, Procurador General de la ciudad, y este se opuso tenazmente
alegando que (este te r r e n o )... no había caído bajo el dom inio del
Cabildo para abrir calles ni para ninguna otra c o s a ... A grega el Dr.
Uribe: “ Si no intervinieran fines particulares, se hubiera despreciado
esta solicitud (de D. L uis); lo uno, porque siendo dicho Girardot extran­
jero y no haber manifestado la licencia con que pasó a Indias, no debe
permitírsele avecindarse en esta villa, ni tolerarse su permanencia en
ella, según está prevenido; y lo otro, porque siendo casado, com o es
público y notorio, y no haber presentado docum ento que acredite ha­
llarse separado por la Iglesia de su consorte, s-e le debe compulsar a
que vaya donde está su m ujer a hacer vida con ella, com o está p re­
venido por repetidos autos de buen gobierno y mandado por S . A . ”
— El asunto cursaba ante el Cabildo, cuyos miembros se mostraron
propicios a la causa de D . Luis, por juzgarla de utilidad pública, p or­
que el hom bre les inspiraba simpatías y porque ofrecía pagar la tierra
que ocupara la prolongación de la calle; mas com o pasó en consulta al
Visitador de la Provincia, D. Juan A ntonio M on y Velarde, este m a­
nifestó su extrañeza por haber admitido “ una demanda tan im portu­
namente prom ovida por un sujeto que ni es vecino ni lo puede ser, y
es constante vive separado de su mujer, sobre lo cual debía el Cabildo
de Medellín tomar providencia com o se le está encargado, pues sería
más laudable su celo sobre este asunto, que no sobre abrir calles,
cuando sobran solares en su mismo recinto y faltan c o m p r a d o r e s ...”

Y no era solo el pleito con el Dr. Uribe, ni el enredo legal


que le acarreaba el saberse que vivía separado de su mujer,
sino que estaba criando mala fama entre el vecindario. El “ tru­
co ” que en seguida menciona el Dr. Arango M ejía (8) solo era,
según parece, el juego de billar.

“ La fortuna que llevó (a Honda) fue ganada a puro


pulso, m idiendo telas, pesando tabaco y cacao, amén de otro
negocio llam ado en ese entonces truco en el que, al decir
de un denuncio que contra él pusieron los padres de fam i­
lia, se desplumaba a la juventud y hasta a los viejitos ver­
des del m odo más pavoroso” .

Negra se le puso a don Luis la situación, pues el 8 de A bril

- 55
de 1789 don Francisco de Baraya y la Campa, G obernador de
la Provincia, dirigió un oficio al Teniente de Gobernador, en
M edellín, en estos términos:
Por las Leyes r e a le s ... está prevenido a los Gobernadores y Jus­
ticia cuiden de la debida unión de los matrimonios, haciendo salir y
transportar fuera d e sus jurisdicciones a los consortes que estén sepa­
rados sin licencia de sus m u j-eres... Y por cuanto estoy inform ado que
a Don Luis Girardot no se le ha hecho salir por esas justicias, según
lo tengo mandado en el expediente entre ese Cabildo y el Dr. Don
Ignacio Uribe, sobre apertura de una calle por sus tierras, procederá
V m d. a que se le intime que dentro de ocho días sin más término ni
demora, salga de ese Distrito y el de todo gobierno, tres semanas, a
tmirse con su esposa; y caso de no cum plir con el prim er término le
arrestará y con un par de grillos y a su costa, lo remitirá a la plaza
de Cartagena, donde se dic-e que está su m u je r ... Dios guarde a Vmd.
muchos años.

En obedecim iento de tan perentorio oficio, don Pedro A rro­


yo y Campero, el 14 de A bril de 1879 mandó que se le hicie­
ra saber a don Luis Girardot lo que le subía por la pierna arri­
ba. Y en el mismo día, com o a las doce del m edio día se le
com unicó a Don Luis, quien dijo “ que está pronto a concurrir
a Su Sría. el Sr. Gobernador a hacer de manifiesto las causa­
les porque se haya apartado de su esposa. Esto dijo y firm a—
D oy fe. G irardot-Lince” (Tom o 43 de Capitulares del Cabildo
de M edellín, año de 1789).
Después de alguna demora, causada porque era deudor de la
Real Hacienda, A rroyo Campero firma una entrada en M ede­
llín, el 11 de M ayo de 1789, que reza: “ En observancia y cum pli­
m iento de la orden de V. E. se marchó don Luis Girardot h oy ” .
A llá va don Luis para la ciudad de Antioquia a susurrar al­
go al oido del Gobernador. Comenta Arango M ejía (9):
“ No hay constancia de las explicaciones que presentara
don Luis ante dicho señor, pero es lo cierto que pocos días
después estaba de nuevo en su almacén atendiendo a su
numerosa clientela” .
Y apunta el Sr. Mesa (10);
“ D. Luis, en vez de dirigirse a Cartagena, se fue a la ciudad
de Antioquia para enterar al Gobernador D. Francisco Ba­
raya y la Campa de los m otivos que lo alejaban de su mu­
jer; pero habían transcurrido pocos días después de su lle­
gada cuando tuvo noticia de que Dña. María Teresa había
fallecido” .
Aqui es en donde entra el Sr. Bernal con su hipótesis: Don
Luis no era casado con doña María Teresa. Por eso no se encuen­
tra la partida de matrim onio en los libros parroquiales de Tunja;
lo que susurró al oído del gobernador fue esto, precisamente, y
por ello no lo volvieron a molestar, y pudo contraer m atrim o­
nio con la Sra. Díaz. Esta hipótesis se presenta por su valor
prima facie.

56 -
1789-Mayo- Ciudad de Antioquia — Hemos visto que está aquí
sincerándose.
1790 -Abril 11- C. de Antioquia — Contrae matrim onio con D o­
ña María Josefa Díaz de Hoyos. Véase la Partida en el próxi­
mo capítulo, “ L A M A D R E ” . Asegura el Sr. Arango M ejía (11),
el hom bre docum entado sobre D. Luis, que su franchute había
tenido negocios de minería con el Sr. Díaz, padre de Dña. Ma­
ría Josefa.
1791-Febrero 19-Medellín — Según Mesa y Arango, en esta fe ­
cha com pró la casa de la Veracruz, cuya fotografía se verá
en el Capítulo 3.
1791-Mayo 9 — Medellín— Bautizo del prim ogénito. D. Luis
y la madre venían de la ciudad de Antioquia. Atanasio na­
ció en San Jerónim o.
1794-Enero 24 - (? ) — Hizo juram ento de ser fiel vasallo del Rey.
Posee 10.000 castellanos. Esto se sabe por la Carta de Na­
turaleza.
1794- ? — Antioquia— Según Mesa, se le expidió título de la m i­
na de “ El Zancudo” , pero Arango no lo cree, y el dato no se
ha podido com probar.
1794-Marzo 16- Antioquia — Se le concede permiso para bus­
car una mina de oro en la Quebrada Amagá, con una cua­
drilla de 25 esclavos (Fotocopia de docum ento enviada por don
Carlos W hite).
1795-Junio 25-Antioquia — Denuncia una mina en la Quebrada
Iguaná-Doc. N 9 450.
1795 — Octubre 14— Antioquia— Registro de un “ ojo de sal”
en la boca de Hueso hasta la quebrada de la Rienta.
1797 — Febrero 10— Medellín— Compra una esclava por 100
castellanos. (L . de Regr.)
1797 — Junio 12— Medellín— Entró a fundir $ 3.559.
1797 — Junio 14— Medellín— Entró a fundición $ 3.708.00 (L i­
bros del O ro).
1797— ? — Se fue con familia y bártulos de M edellín a Honda
(12)- Este viaje de D. Luis es enigm ático. H om bre es­
tablecido en M edellín, con negocios prósperos, emparentado
con fam ilia distinguida de Antioquia, ¿por qué dejaba esa pla­
za para trasladarse a San Bartolom é de Honda, un pueblu-
cho entonces y no m uy importante ciudad hoy día, en clima
ardiente?
1799 — ? — Honda— Fue elegido alcalde de la Santa Herman­
dad (Posada, “ Docum entos” ).
1802— Diciembre 11— Vive en San Bartolomé de Honda, pues
tal se dice a la Carta de Naturaleza, expedida en esta fe ­
cha (Docum ento N 9 2).
1802— Vive en Santafé, según el Padrón que trae Posada:

Don Luis Girardot, comerciante, casado con Dña. María Josefa


Díaz. Hijos, D . Pedro, joven ; D. Manuel Atanasio, adulto; Dña. M a­

- 57
nuela, Dña. Bárbara y Dña. Joaquina, párvulas. Esclavos: Marcela y
Francisco, solteros, y Juana María, joven ; Rita Rodríguez, libre. A gre­
gados: D . Joaquín Carrasquilla, casado en la Provincia de Antioquia;
su hija Dña. Ramona, jov en . Esclavo, Juan de Dios, adulto; criada,
Basilia, negra, esclava soltera.
1803— Junio 18— Santafé— Presenta la Carta de Naturaleza.
La certifica el Dr. Dom ingo Caycedo. (Posada, “ D ocu­
mentos p. 741).
1804 — Enero 3— Santafé— Se recibe declaración de M iguel J o ­
sé Cadena y G odoy sobre la expedición a los Llanos. Este
dice que don Luis era “ Tallista” .
1806 — Enero 10— Santafé— Remató las mercaderías que el
Adm inistrador de la real renta de Alcabalas le em bargó
a don Pablo Fernández. Ese remate lo hizo por $ 1.290 al
contado. (12).
1809 — Marzo 23— Santafé— Pide levantar inform ación sobre
sus servicios, sobre si se ofreció él y su hijo Atanasio para
tomar las armas en defensa del amado Soberano, etc. •—
D ocum ento N° 3.
1810 — Julio 20— Santafé— Don Luis, acompañado de su hijo
Atanasio, fue de los prim eros en ofrecer sus personas a
la Junta. Caldas y Camacho publicaron un M anifiesto en
el que, por errada inform ación, incluyeron a los Girardot
entre los remisos. Atanasio reclam ó, y la Suprema Junta
dictó un auto, el 6 de Octubre de 1810, en que se dice: “ El
público de esta ciudad está convencido de los procedi­
mientos del citado oficial y de su padre, D. Luis Girar­
dot, el prim er europeo que se presentó en la sala del Ca­
bildo la noche de la revolución a ofrecer su persona y
bienes en servicio de la Patria” . (Véase la trascripción
com pleta en el Capítulo V II).
1810— 1811— En Santafé, según se deduce por las cartas de A-
tanasio.
1811 — Abril 13— Santafé— Con esta fecha le dirige carta D
Joaquín de Caycedo.
1811 — Abril 20— Santafé— En esta fecha era Teniente C oro­
nel del Batallón de Patriotas, según dice el escribano E-
lorga en el Docum ento N9 1 del Cap. V.
1811 — Julio 15— Santafé— En el Copiador de Ordenes (13) se
lee:

El Poder Ejecutivo ha nombrado por Capitán de tropa ligera de


Lanceros, con aplicación a una de las Compañías que se han de levan ­
tar en el valle de Fusagasugá, a don LUIS GIRARDOT, y librado que
es ya el Despacho, se reconocerá en la Orden del Día. Santafé, Julio
15 da 1811 — José M iguel P ey.

1811 — Septiembre 18— Está en Santafé, según carta de A ta­


nasio.
1812 — Enero 15— En Santafé, según carta de Atanasio.

58 -
1812 — Junio . .— En Santafé— Nariño, preocupado con la se­
guridad de la vía fluvial del Magdalena despachó una e x ­
pedición al mando del coronel francés don Luis Francisco
Rieux y de don Luis Girardot, a Honda, según M onsalve
(14), pero se debió devolver, pues pronto vemos a don
Luis preso por los revoltosos de Charalá.
1812 — Julio 23— Charalá— Según carta de Atanasio, los cam­
pesinos de Charalá, armados de palos y lanzas, derrota­
ron la colum na de Castro, en la que iba don Luis, y Jo
cogieron prisionero. Pero quedó en manos del hijo.
1812 — Septiembre 15— Santafé— Según carta de Atanasio, de­
bió haber llegado a la capital, canjeado por otros prisione­
ros, quizá.
1813 — Enero 27— Santafé— Aquí debe de estar, m uy tranquilo,
según carta que Atanasio escribe a sus padres.
1813 — Marzo 21— Tocaima— Aquí debe estar temperando, para
reponerse de alguna enferm edad, según carta de Atanasio.
1813 — Abril 20— Santafé— Regresó alentado, según Atanasio.
1813 — Noviembre 28— Santafé— Contesta la carta de pésame
que le dirigió Camilo Torres, por la muerte de Atanasio
en Bárbula (D ocum ento N? 4), en la que se ofrece él mis­
m o para marchar a la guerra. Don Luis tenía entonces
sesenta y un años. Torres no le admitió el ofrecim iento.
1815 — Enero 2— Santafé— Llegado el Libertador a la capital,
don Luis se presentó ante él. Esto lo relata Ibáñez (15):
El 2 de Enero de 1815 se presentó ante el Libertador el conocido
francés Luis Girardot con el objeto patriótico de ofrecerle sus servicios
personales, lo cual com unicó el Secretario de Guerra Andrés R odrí­
guez. Después de recordar que Atanasio y Pedro Girardot habían
muerto en los campos de batalla, B olívar dijo a Girardot:
“ He apreciado cuanto debía la generosa oblación de este padre
patriota; y para manifestarle la consideración a que se ha hecho acre­
edora su ilustre familia, he dado el grado de Subteniente al joven M i­
guel Girardot” .

1815 — Enero 23— Santafé— Hace un préstamo a A m brosio A l-


m eyda (D ocum ento N 9 3 en el Capítulo “ La M adre” ).
1815 — Enero 27— Honda— Salió con la tropa que llevaba es­
pañoles prisioneros. Se trascribe la estrofa del Cura T o­
rres, en que m enciona a don Luis, pero se previene que
la calumnia que ella encierra es debida al odio encarni­
zado del levita por todo lo que fuera patriota, pues no
cuadra con lo que sabemos del padre del héroe.
La estrofa pertenece al poema "Santafé Cautiva” del sacerdote
.alista José A ntonio de Torres y Peña. Se halla en la p . 452 del libro
1?. Patria B oba” , Bogotá, 1902. El punto histórico, según Henao y
- . rubia, “ Historia” , Bogotá, 1920, p . 326, es este: “ Terminada la guerra
:1 con la ocupación de la capital, B olívar fue a Tunja a acordar con
Gobierno Federal la futura defensa del país. Se resolvió recuperar
Santa M a r ta ... Para el logro de esas em p re sa s... se ordenó que se
ganizara en Santafé una división respetable al mando de B o lív a r ...

- 59
El Congreso de las Provincias Unidas y el gobierno federal resolvieron
trasladarse a Santafé de Bogotá, lo cual se efectuó el 23 de Enero de
1815.” — B olívar salió de Santafé y estuvo en Honda el 27 de Enero
de este año. Aquí es en donde encaja la estrofa del P . Torres:

Mas se previene al fiero Carabaño,


que al francés GIRARD OT se comisione
a recorrer los pueblos con el baño,
que a mujeres y niños no perdone.
Si al hom bre oculta su terror extraño,
queme casas, familias aprisione,
y en los cuarteles presas se detengan
hasta que bogas suficientes te n g a n ... (16)

1815 — Noviembre 9— Soacha— Ahí está, según el Documento


N9 3 en “ La M adre” .
1816 — Marzo 5— Santafé— Resuelto a no capitular ante M ori­
llo, y con fundado tem or por la integridad de su cabeza,
emigra con Serviez a los Llanos. Don Luis es ya un an­
ciano de 64 años, enferm o y gastado por su activa exis­
tencia.
1816 — Octubre 8 ( ? ) — Es asesinado en la Isla de Achaguas,
en el A pure (17).

L A MUERTE DE DON LUIS G IRA RD O T

A lo largo de esta investigación ha ido tomando cuerpo


la sospecha de que debió existir, en Santafé, algún docum en­
to fehaciente sobre la m uerte del padre de Atanasio; pues de
otra manera doña María Josefa Díaz no hubiera podido con­
traer m atrim onio con Am brosio A lm eyda, com o se ha de ver;
docum ento - base de las afirm aciones de los innumerables his­
toriadores subsiguientes, que siguen repitiendo el cuento del
asesinato en los Llanos, copiándose unos a otros, sin proveer
cita de ninguna autoridad primitiva. La m ayor parte de aque­
llos se basan -creo- en el relato del General Páez, que es con ­
tradicho en parte por el del General José Félix Blanco, lo úl­
timo que se ha logrado hallar. En éste se han detenido las
pesquisas; de m odo que, haciendo la salvedad de la posible
existencia de alguna fuente anterior no conocida por el pre­
sente autor, el enigma de la m uerte de don Luis queda aquí
dilucidado en parte con estas dos trascripciones.

PAEZ, General José A ntonio.


“A utobiografía” — Reproducción por H .R . Elliot, New York, 1946, de
la edición de Heller y Breen, New York, 1869 (B iblioteca Venezolana
de C ultura).

60 -
(Del Tom o I, pp. 121 y 122)
El general Servier se separó con mi per­
miso del cuartel general de Achaguas para ir a descansar al campo,
por algunos días, de las fatigas de la guerra, que habían quebrantado
su salud, y se dirigió al “ Chorrerón” , lugar distante una legua de A ch a ­
guas, a la casa de una m ujer llamada Presentación. Estando allí,
cuatro hombres a caballo, según declaró esta m ujer, se presentaron en
las altas horas de la noche, y llamaron a la puerta dijeron que llevaban
una orden mía para el General. Contestó éste que se la mandasen;
pero los hombres replicaron que era verbal y querían comunicársela
a él en persona. Salió Servier (sic) a la puerta, y cayendo sobre él los
bandidos, que deberían ser algunos de los dispersos del Yagual, le lle ­
varon al bosque inmediato y allí le asesinaron. Esquisitas diligencias
se hicieron para averiguar el paradero de los autores del asesinato. La
única testigo que había no los conoció, y ningún dato posterior se p re­
sentó nunca para saberlo ni sospecharlo. En aquellos tiempos en que
había tanto hom bre suelto por los campos, no perteneciente al ejército,
era una imprudencia del general haberse ido lejos de él, y mucho m a­
yor cuando a él le sobraban enemigos que le habían seguido de la
Nueva Granada. Entre nosotros ninguno tenía, pues acababa, com o
quien dice, de llegar a nuestro suelo, y se había portado muy bien en
la acción del Yagual.
GIRARD OT (sic) que había tomado pasaporte para ir a la p ro ­
vincia de Guayana, fue alcanzado en su marcha y asesinado cerca de
las riberas del Orinoco por dos hom bres. Inmediatamente los hice p er­
seguir, y habiendo aprehendido a uno de ellos, el teniente Juan Ignacio
García, le hice juzgar y fue pasado por las armas en el Yagual, ha­
biendo su cóm plice, un tal Santa María, escapado a la isla de Trinidad.

Relato del General José Félix BLANCO en la p. 555 del Tom o V de


los “ Documentos para la historia de la vida pública del Libertador” ,
por José Félix BLANCO, Caracas, Im pr. de “ La Opinión Nacional” ,
1876.
Se refiere el General Blanco a los “ Apuntes sobre la Guerra de la
Independencia” , publicados en “ EL N A CIO N A L” , N*? 123, correspon­
diente al 5 de Agosto de 1838, reproducidos en el libro citado a la iz­
quierda, de la p . 548 en adelante.

III
Nota del General José Félix Blanco
La verdad histórica exige que la revolución contra el G e­
neral Santander y su autoridad, de que hablan los anteriores
“ Apuntes sobre la guerra de la Independencia” , sea referida
con más im parcialidad que la con que ha sido descrita en es­
ta ocasión; y com o testigo presencial de los hechos y conoce­
dor de los que en ellos intervinieron, procedo a v e r ific a r lo ...

IV
Adición del propio General Blanco
Y o serví con el General Serviez en el sitio de Santafé el
año 14, y en la última campaña de Nueva Granada el año 15,
luego que llegué de la de Cartagena. Cuando ya perdim os la

- 61
esperanza de poder defender el país con nuestra escasa D ivi­
sión de 1.500 soldados bisoños, contra las numerosas falan­
ges de M orillo, me esforcé en persuadir al General Serviez
las ventajas de nuestra retirada sobre Venezuela, de preferen­
cia a ir al Sur (P opayán), com o pensaba y lo verificó el P re­
sidente Madrid con la poca tropa que guarnecía la capital. Sea
porque dicho jefe se persuadió de la exactitud de mis obser­
vaciones, o sea que también oyese a otro de mi misma opi­
nión, el dirigió su marcha por Caquetá y los Llanos de San
Martín a Casanare: de aquí seguimos al Apure: y se batió,
com o acaba de leerse, en la batalla de Yagual. Ocupada la is­
la de Achaguas por Páez, Serviez elijió para su habitación un
pequeño rancho o bohío frente a la isla, con el río de por m e­
dio, y allí vivía casi incom unicado porque apenas lo visitá­
bamos el coronel Tomás M ontilla y yo. Algunos Jefes apu-
reños, que estaban pobres, desnudos, y más que todo v icio­
sos, se propusieron por rica presa los baúles del General Ser­
viez, porque lo juzgaban con dinero; y en una noche del mes
de noviem bre lo asaltaron, le dieron muerte horrorosa a m a­
chetazos, y saquearon su tesoro, el cual rodaba, al día siguien­
te apenas, en las mesas de juego, en onzas de oro. Ninguna
providencia vim os tomar al G obernador coronel José Antonio
Paredes, ni tam poco al General Páez a su regreso del sitio de
San Fernando, para siquiera cubrir el expediente, com o suele
decirse, con una lijera averiguación sumaria. ¡Juzgue el lec­
tor, por los antecedentes, la acerba pena que me causó tama­
ño y tan escandaloso atentado!
Como la impunidad abre la puerta al crimen, luego tuvo
lugar el hom icidio perpetrado, a orillas de la propia isla, en
las personas de los franceses Serviez y Girardot, por aprove­
charse de unas botellas de oro en polvo que cargaban con­
sigo. . . .

JO S E

A N T O N IO

62 -
FE DE BAU TISM O DE DON LUIS G IRA RD O T

(23 de Julio de 1752)

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Facsím ile del docum ento original que reposa en el A rchivo


Posada, de la Academ ia de Historia, Bogotá. (Reducido a un
tercio del tamaño original).

- 63
6IRAR00T— 6
Transcripción
Extracto de la lei del 3 año tercero, que determina el m odo
de hacer / constante el estado civil en la ciudad de París./ Art.
25, las ojas de despacho los actos del estado civil llevarán un /
sello d ob le./ Art. 26. Los extractos estos actos no podrán dar­
se en estas o ja s /

De un acto sentado en el registro, prim er minuta, de los


actos de / nacimientos, hechos en la anteriormente. Parroquia
de San Nicolás de los / campos, en el año de 1752, en el folio
98 del dicho registro, depo-/sitado en los A rchivos del Departa­
m ento de la Sena, según el Art. 57 de / la dicha lei ha sido co­
piado, lo que sigue: / El año de mil setecientos sincuenta y dos
el veinte y tres de Julio, ha / sido bautizado Juan Luis, nacido
en este día, hijo de Luis G irardot,/ ebanista, y de María Luisa
Bressant su esposa, que viven Calle de B ea-/ubourg: El Padrino
Juan Bautista Bressant, m ercero, que vive C alle/d e Sn. Nicolás,
Parroquia de Sta. Margarita: La Madrina, Petrona L oi-/son , es­
posa de Caludio Minet, que vive en Choisi, representada por /
María AnaM arcou, viuda de Nicolás Girardot, frutero, que vive
calle / de Beaubourg, abuela del niño, los quales han firm ado,
exepto la M adrina./
Copiado y cotejado el dcho. acto de Nacimto., y dado por
mí el/in frascrito G efe de los A rchivos del estado civil, y de las
anterior/m ente, Parroquias de París, Hospicios de. depositados
en los A r/ch iv o s del Departam ento de La Sena, cuya guarda
me está confiada; por cuyo extracto se me ha pagado un franco
incluso e l/sello secenta centesimos. En París el veinte Therm i-
dor a ñ o/d oce de la República.
Nos presidente de la segunda sección del Tribunal de pri­
mera instancia del Departam ento de la Sena, certificam os que
la firm a que está a b a jo /e l A cto que antecede es la del Sor Már-
ques Archivista del estado civil, e n /fe de lo qual, hemos hecho
poner el sello del Tribunal. En P aris/el 28 Therm idor año doce.
Firm ado Bouchan.
(vuelto)
El Comisario y agente general de España en Paris certifica/
verdadera la firm a del Presidente de la 2^ Sección del T ribun al/
de primera instancia del Departam ento de La Sena, puesta e n /
esta página. Paris el 22 Therm idor. año doce. Firmado F ernán-/
do de la Serna.

El Calendario Republicano empezó el 5 de Octubre de 1793, y


term inó el 15 Fructidor (2 de Septiem bre de 1805), A ño XIII.
El I Therm idor - 20 d í a s ..............................I de Julio
más 22 días de T h e r m id o r ............................... II de A gosto
“ Ency. Brit” . Vol. XI, p. 170 (Ep. 1914).
A ño X II - Therm idor - 20 Julio, 1804, más 22-11 de Agosto de 1804.

64 -
cTf^ ta. X'fo tboexaf *&*,&? £ )
y m ¿ a fa ts y h v k b & y£rrnf' a fctfyuráv ¿n ¿ f >
‘fadoOarra fs/a ¿h rs Pe jxce/te v xa Sw M ar/td& c^'
¿ s ) 4aa)<Txa Stu& estff f/?e*ct¡). ¿ya$a en

C A R TA de N A T U R A L E ZA ezpedida a don Luis Girardot por Car­


los IV en 1802.
Copia fotográfica del principio del documento original conservado
en el A rchivo Posada de la Academ ia Colombiana de Historia, en B o­
gotá.
La trascripción que sigue es la dada por D. Eduardo Posada en el
“ Boletín de Historia y Antigüedades” , Tom o III, pp. 746 y 747, Bogotá,
Junio de 1906.

Carlos, por la gracia de Dios R ey de Castilla, de León,


de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Gra­
nada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de M allorca, de Sevilla,
de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén de los
Algarves, de Gibraltar, de las islas de Canaria, de las Indias
Orientales y Occidentales, Islas y Tierrafirm e del Mar Océano,
A rchiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante, de M i­
lán, Conde de Apsburg, de Flandes, T irol y Barcelona, señor de
Vizcaya y de Molina, etc.:
Por parte de vos D. Luis G IR A R D O T, de nación francesa,
y vecino de la villa de San Bartolom é de Honda, Provincia de
Mariquita, en el Virreinato de Santafé, se ha hecho presente
que después de haber servido por espacio de ocho años en el
Regim iento de Reales Guardias Valonas a satisfacción de vues­
tros Jefes pasásteis a A m érica, en donde os halláis veinte años
hace y contrajisteis m atrim onio con m ujer de distinguida fam i­
lia, tenéis tres hijos, casa abierta de com ercio, bienes raíces y
caudal que excede a veintiseism il pesos, en cuya atención y de­
seoso de continuar sirviéndom e siendo mi vasallo y gozar los
privilegios de tál, solicitáis me digne concederos carta de natura­
leza de estos Reinos y los de Indias para poder obtener empleos
de República y gozar de los privilegios y excenciones concedi­
dos a los naturales de ellas, estando pronto a satisfacer en las
Cajas Reales de Cartagena o al com isionado de la Real Junta
gobernativa de la consolidación de Vales Reales de aquella ciu­
dad, el importe del servicio que está regulado por sem ejantes
gracias. Del testimonio que acompañáis con dicha solicitud
resulta además de lo referido que estáis casado con Da. Josefa
Díaz, hija del Regidor, fiel ejecutor de la villa de Antioquia,
D. Juan A ntonio Díaz y de Da. Magdalena Hoyos, ambos de las
principales familias de aquella Provincia; que habéis tenido ge­
neral propensión al culto divino, concurriendo con vuestros in­
tereses a fonestarle, por cuya causa, aun sin ser vecino hicisteis
dos fiestas en la villa de M edellín a Nuestra Señora de la Can­
delaria, que es su patrona; que sois de genio pacífico y amistoso,
con el cual os habéis granjeado la com ún estimación de todos;
que en el veinticuatro de enero de mil setecientos noventa y
cuatro hicisteis juram ento de ser fiel y leal vasallo mió, com o
lo tenias manifestado en el tiem po que seguisteis mis banderas
en el Real Cuerpo de Reales Guardias Valonas, ofreciéndonos
de nuevo a ejecutar el mismo Real servicio siempre que se pre­
sentase urgencia para ello con más las facultades que poseías
que serían com o unos diez m il castellanos; que en el tiem po de
vuestra perm anencia en aquellos dominios habéis contribuido con
fidelidad los derechos que habéis causado com o m ercader, com o
m inero y hacendado, que también habéis sido, y que en la última
guerra con la Francia ofrecisteis vuestra persona y para ayuda
de gastos de ella vuestro caudal que reguláis en más de veinti­
cinco mil pesos, y de pronto, mientras me dignara aceptar esta
oferta, hicisteis el donativo de cuatrocientos veinticinco pesos.
Visto en mi Consejo de Cámara de las Indias con lo que infor­
mó la Contaduría general y dijo mi Fiscal, habiéndom e consul­
tado sobre ello en diez de septiem bre último, he venido en
concederos la Carta de Naturaleza para com erciar en Indias que
solicitáis. En cuya consecuencia quiero y es mi voluntad que
podáis residir y com erciar quieta y pacíficam ente en mis Reinos
de las Indias y ser reputado com o uno de mis vasallos naturales
de estos mis Reinos sin diferencia alguna, gozando a este fin de

66 -
todas las honras, gracias, m ercedes, franquezas, libertades, pre­
eminencias, prerrogativas e inmunidades que gozan pueden y
deben gozar los que son naturales de estos Reinos de Castilla,
y encargo al Serenísim o Príncipe de Asturias, mi m uy caro y
amado hijo, y mando a los Infantes, Prelados, Duques, M arque­
ses, Condes, ricos hombres, Priores de las Ordenes, Com enda­
dores, Subcom endadores, Alcaides de los castillos y casas fuertes
y llanas, y a los de mi Consejo, Virreyes, Presidentes y Oidores
de mis Reales Audiencias, Gobernadores, Intendentes, C orregi­
dores, Alcaldes, caballeros, escuderos, Oficiales y hom bres bue­
nos de estos Reinos de Castilla y León y de todas las ciudades,
villas y lugares de las referidas Indias, Islas y Tierrafirm e del
mar Océano y de todas la demás personas de cualquier estado
y calidad que sean, guarden, cum plan y ejecuten y hagan guar­
dar, cum plir y ejecutar esta mi Real Cédula, y que os hayan
y tengan a vos el referido D. Luis G IR A R D O T por natural de
estos Reinos de Castilla, para efecto de vivir y tratar y contra­
tar en los de Indias y ser reputado com o otro cualesquier vasa­
llo mío, sin poneros ni consentir se os ponga en ello embarazo
ni im pedim ento alguno, sin em bargo, de cualesquiera prohibi­
ciones, ordenanzas, pragmáticas y sanciones generales o particu­
lares de estos Reinos que hubiere encontrado, y de la Ley he­
cha en Cortes de Madrid por Srs. Reyes D. Fernando y Da.
Isabel, sobre este asunto, las cuales y cada una de ellas de mi
propio motu, cierta ciencia y poderío real, absoluto, dispenso
para en este caso dejándolas en su fuerza y vigor para los de­
más que se ofrezcan en adelante. Y de esta Cédula se tomará
razón en las contadurías generales de valores y distribución de
mi real Hacienda y de mi C onsejo de las Indias, dentro de dos
meses de su data, expresándose por la primera quedar satisfe-
. ío o asegurado lo correspondiente al derecho de la media anata
ie los ocho mil doscientos reales de vellón con que habéis ser-
• do conform e a lo resuelto en el arancel aprobado para esta
:.ase de gracias, lo que no ejecutándose así, quedará nula esta
merced.
Dada en Valencia, a doce de Diciem bre de mil ochocientos
y dos.
Y o El Rey.
* * *

TR AN SCRIPCIO N (copiada de la p. 709 del Bol. de Hist. y


Art., III, N. 36, Junio de 1906. D el escrito DOCUM ENTOS P A R A
_ VI DA DE A T A N A SIO G IR A R D O T, de D. Eduardo Posada).

D. Luis Girardot, individuo del com ercio de esta Capital,


.'- ‘.e Ud. conform e a derecho parezco y digo: que para efectos

- 67
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», X»<_> í.

Reducción fotográfica (a la mitad) del principio y el final del d o ­


cumento en que Don LUIS GIRARDOT, en Santafé, en 1809, pide le­
vantar una inform ación sobre sus servicios. Original existente en el
A rchivo Posada de la Academ ia Colombiana de Historia.

que me convienen se ha de servir Ud. darme un certificado a


continuación sobre los puntos siguientes: si soy un vecino hon­
rado, de genio pacífico y amable: si vivo ocupado en el destino
de com erciante y negociaciones, m anejándom e en ello con toda
pureza y legalidad sin que jamás haya dado nota en contrario:
si habiéndose celebrado Junta de com ercio en el año pasado
con el objeto de estimular a sus individuos a que concurriesen
con algunos donativos para las urgencias de la presente guerra
con la nación francesa, estuve pronto y di de contado mil pesos,
ofreciendo dar otros mil dentro de seis meses (que a la fecha
estarán entregados de mi orden en Cartagena): si asimismo o-
frecí mi persona y la de mi legítim o hijo D. Atanasio, para desde
el siguiente día a la Junta (si era necesario tomar las armas
y seguir las banderas españolas en defensa de la Religión, de
la Patria y nuestro amado Soberano, sin puesto ni sueldo algu­
no, y si se me admitió esta oferta y de ello dieron gracias com o

68 -
a fiel vasallo: con lo demás que tenga por conveniente expo­
ner en justicia: ello m ediante con el pedim ento más conform e.
A. D. suplico provea com o solicito que en lo necesario juro, etc.
LU IS G IRARDO T.

•X*

Cartas del L IB E R TA D O R y de Camilo TORRES, Presidente de


las Provincias Unidas, a Don Luis Girardot, sobre la muerte de
Atanasio, y contestación de Don Luis a Torres.
(52-Gaceta de Caracas. N? 8. — Jueves 14 de octubre de 1813).
“ Ciudadano Luis Girardot:
Tem ería causar a usted el más acerbo dolor participándole
la muerte de su ilustre hijo, si no estuviera persuadido que más
aprecia Ud. la gloria que cubre las grandes acciones de su vida,
que una frágil existencia.
Es verdad que la vida del Coronel Atanasio Girardot, m ien­
tras más se hubiera prolongado, más timbres hubiera añadido
a su gloria, y más beneficios a la libertad de la patria. Su pér­
dida es de aquellas que eternamente deben llorarse. Pero la
causa sagrada porque ha perecido debe un tanto suspender el
dolor, para pensar en sus grandes hechos, y en el respeto que
se debe a sus cenizas inmortales.
Ellas vivirán en el corazón de todos los americanos, m ien­
tras el honor nacional sea la ley de sus sentimientos, y mientras
la sólida gloria tenga atractivos para las almas nobles. La ca­
rrera de Girardot y su m uerte excitarán, aún en la posteridad
más remota, la em ulación de cuantos aspiren al precio del valor,
y sientan en sus pechos el fuego divino con que buscó la gloria
propia y la de su amada patria.
Las armas americanas deben honrarse de que haya militado
en ellas el virtuoso Girardot, y la causa de la libertad por la que
los hom bres más grandes de la tierra han com batido, nunca ha
sido sostenida con más honor que en los campos famosos donde
Girardot la ha hecho triunfar de los tiranos.
Los españoles que constantemente venció, siempre temerán
la espada que castigó sus perfidias, y puso un borrón indeleble
sus almas. El nom bre de Girardot será funesto a cuantos tira­
o s oprim en la humanidad, y sus virtudes republicanas le colo-
, .: n entre los nom bres ilustres de Bruto y M. Scévola.
Venezuela se ha cubierto de un luto espontáneo por la m uer-
del libertador y el dolor amargo que oprim e los corazones
■ ha dejado gustar las ventajas de la última interesante victo-
que proporcionó a la República.
El gobierno, ligado por las obligaciones más sagradas a ese
-nem érito Jefe, le ha decretado por ley los prim eros honores
r pueden honrar la memoria de un m ortal; y com o com pren-
t Ud. y a toda su posteridad la disposición del artículo sép­

- 69
timo, la pongo en su noticia para que se sirva librar contra las
cajas nacionales de Venezuela, a efecto de percibir los sueldos
que pertenecían al Coronel Atanasio Girardot.
Dios guarde a Ud. m uchos años.

SIMON BO LIV AR.

“ A l ciudadano Luis Girardot.


Antes que la terrible fama lleve a vuestra noticia la pérdida
que acabáis de hacer, recibid toda la expresión del dolor del
presidente que os habla, y a quien ha herido prim ero este gol­
pe fatal. Días ha que un sordo rum or oprimía su corazón sin
atreverse ni a negarle enteramente su ascenso, ni a persuadir­
se de su verdad. Pero él ha sido demasiado cierto y ya no os
lo puedo disimular. El 30 de septiembre, com pletando la de­
rrota, del pérfido enemigo, y al mismo tiempo su gloriosa ca­
rrera, ha dejado de existir para vos, o más bien para la patria,
para quien únicam ente v ivió siempre, el coronel de la Unión
vuestro h ijo Atanasio Girardot. Ella no olvidará nunca su nom ­
bre inmortal, que se repetirá con frecuencia en las páginas de
nuestra historia, para honor de la Nueva Granada que le dio
el ser, y para gloria de Venezuela a quien ha conquistado su
libertad. Las lágrimas de ambas bañarán abundantemente sus
cenizas, y cuantos se interesen en la destrucción de los tiranos
llorarán su muerte temprana. P ero él vive y vivirá siempre en
el grato recuerdo de la posteridad. Si algún día él ha debido
pagar este tributo inevitable de la naturaleza, ¿por qué pre­
ferir una m uerte tranquila pero oscura, a otra llena de gloria
y que ha dado la vida a la patria? Que esta reflexión m odere
nuestra pena, y que el cielo, testigo de sus virtudes y de su
consagración por la más santa de las causas, derrame sobre
vuestra alma y la de vuestra esposa las consolaciones que en
semejantes lances él solo puede dar.
Tunja, 18 de noviem bre de 1813.
CAM ILO TORRES

CON TESTACION

Excelentísim o ciudadano presidente del congreso de la Nue­


va Granada.
El oficio de vuestra excelencia, de 18 del corriente mes,
avisa la temprana muerte del coronel de las tropas de la Unión,
mi hijo Atanasio, que concluyó gloriosam ente su carrera en el
cam po de batalla el 30 del próxim o pasado septiembre. Con­
fieso a vuestra excelencia que al recibir tan infausta noticia, la

70 -
i'uraleza produjo su efecto en el sensible corazón de un pa­
ire y de una madre tiernos: los ojos se nos han empapado
r. las lágrimas; pero las consolaciones de los sujetos piadosos
: _r han venido a visitarnos, la reflexión que vuestra excelencia
~ s hace, y las muchas que en semejantes lances suministra
* -T5tra sacrosanta religión, las han enjugado ya. El citado mi
' - : corrió con buen ánimo a los peligros, buscó las balas y
: i metas enemigas y ha term inado la vida en defensa de su
- ::a. Cum plió con su deber sacrificando hasta sus últimos alien-
- en la lucha de la libertad y del honor; ¡quiera el cielo
3 - r de su sepulcro broten ejércitos enteros, que acaben de
. dsumar la obra de la redenc ión total de Venezuela, y de
1 - ::ra absoluta independencia del más cruel e injusto de los
p c ie m o s ! ¡Bárbaros españoles que han arrebatado a mi hijo
: - T.'.do, cuya edad no alcanzaba a 23 años! Ojalá que tuviera
:ro capaz de tom ar las armas que en el m om ento volaría
- .gar la m uerte de su herm ano; pero siendo m uy pequeño
« rico varón que me queda, iré personalmente bajo las ór-
2 del general de la Unión, si vuestra excelencia así lo dis-
* ' t v admite mi sincero ofrecim iento, recibiendo en este caso
*1 :-:r.greso bajo su amparo y proteción, aunque nada necesitan,
a wll m ujer e hijas.
Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.
¿antafé, 28 de noviem bre de 1813.
LUIS G IR ARD O T

Notas del Capítulo IV

— Los autores que aquí se citan son los siguientes, así com o d ele­
trean el apellido de la 1^ señora;
1906— Eduardo Posada, “ Documentos para la Vida de Atanasio
Girardot” — “ B ol. de Hist. y A n t .” , Bogotá, V ols. III
y I V ................................................................................La Rotta.
I>07— J .M . Mesa Jaram illo — “ Del Padre y la casa de Girar­
dot” , A rt. reproducido en la misma revista anterior, V ol
IV, p . 725 y sgts...........................................................La Rotta
1911— J .D . Monsalve, “ Atanasio Girardot” (F olleto), Bogotá,
1 9 1 1 ................................................................................... La Rotta
1911— A lvaro Uricoechea, “ Atanasio Girardot” , A rt. en la R e­
vista del Rosario, Bogotá, Vol. VII, N? 70 . . . . L a Rotta
‘ -42— Gabriel A rango Mejía, “ G eneología de Antioquia y C al­
das” , 1942 .........................................................................Larrotta
1943— Enrique Echavarría, “ Extranjeros en A ntioquia” , M ede­
llín, 1943 ......................................................................... La Rotta
.-49— S .E . Ortiz, “ Fances-es en la Independencia” , Bogotá,
1949 .................................................................................... Larrota.
— etc. —
- lir ta del D r. V icente Landínez Castro al Dr. Carlos López
N'arváez, fechada en Tunja el 24 de Junio de 1965, que obra

- 71
en el archivo del presente autor. El párrafo pertinente reza:
“ A l respecto (de la partida de matrimonio de D . Luis Girardot
con la sra. Larrotta) no quedó en la ciudad archivo parroquial
e histórico sin escudriñar, pero con el desafortunado resultado
de no hallar por ninguna parte dicho documento, com o tam ­
poco ninguna referencia sobre el m ism o. Inclusive escribimos
a la población de Güicán en donde residen unos presuntos des­
cendientes de los Girardot, para inquirir algún dato, y ellos
n o s , contestaron en form a negativa” .
( 3) — Gabriel Arango Mejía, “ Carta abierta a don Juan de Dios U-
ribe T oro” , fechada en M edellín, 14 de Febrero de 1940. — R e­
pertorio H istórico” , M edellín, Vol. X V , N<? 146, Agto., 1940.
(4 ) — Francisco Javier Caro — Poeta gaditano satírico, que zahirió
en décimas a muchos de los hombres de la Independencia de
la Nueva Granada. La perversa obra satírica de Caro se tituló
“ Nueva relación y curioso rom ance” . — Fue abuelo del lite­
rato colom biano José Eusebio Caro. (Ospina “ Diccionario” ,
T. I, p . 473).
La décima está tomada de las “ Crónicas de B ogotá” , de J. M.
Ibáñez” , 2^ e d ., Bogotá, 1917, Tom o III, p . 22, 23.
( 5) — J .M . Mesa Jaramillo, obra citada arrriba, p. 725 del “ B ole­
tín” . — También en la declaración del 3 de Enero de 1804, d e
Miguel José Cadena (Véase “ Cronología” ).
( 6) — A lvaro Uricoechea, obra citada arriba, p . 613.
(7 ) — Arango Mejía, Gabriel — A rt. “ Donde Nació Girardot” , “ R e­
pertorio H istórico” , M edellín, V ol. X V , N? 145, p. 331.
(8 ) — Idem — “ Carta A bierta” citada arriba, p. 515.
( 9) — Idem — Idem, p. 513.
(10) — Mesa Jaramillo, obra citada arriba, p. 727.
(11) — Arango M ejía, o. c. “ Donde Nació Girardot” , p. 322.
(12) — J .D . M onsalve, “ Atanasio Girardot” , Bogotá, 1911, p. 11, nota
(3 ).
(13) — Oswaldo Díaz Díaz — “ Copiador de Ordenes del Regim iento
de Milicias de Infantería de Santafé (1810-1814)” , Revista de
las Fuerzas Armadas — Bogotá — 1963, p . 153 — F ol. 41 recto.
(14) — J .D . M onsalve, “ A ntonio de V illavicen cio” , T . I., Im pr. N a l.,
Bogotá — 1920 — p. 270.
(15) — J .M . Ibáñez, “ C r ó n ic a s ...” , Ed. d e 1917, T . III, p. 114.
(16) — El Carabaño m encionado por el Cura Torres puede ser o M i­
guel o Fernando, venidos con Bolívar al ataque a Santafé. Los
Carabaños eran venezolanos. H icieron con B olívar la campaña
de Mérida y T rujillo y se acompañaron en la de Santa Marta,
en Enero de 1815. Regresaron d e Jamaica, pero, encallados
en las bocas del Atrato, fueron hechos prisioneros y M orillo
los ejecutó: a M iguel en Ocaña, el 9 de A bril de 1816; y a F er­
nando en M ompós, el 11 de M arzo. A m bos fueron despeda­
zados y sus m iem bros puestos en escarpia (Ospina, “ D iccio­
nario. . p. 455).
(17) — El dato del asesinato de Don Luis lo trae don Ramón Azpurúa,
“ Biografía de Hombres n o t a b le s ...” , Im pr. N al., Caracas, 1877,
Tom o II, p . 20.

A dición — En la “ R elación” que M orillo entregó a Sámano, autorizaba


con su firma, el 18 de N oviem bre de 1816, “ de los individuos
que se deben perseguir hasta conseguir prenderlos, y si se v e ­
rifica, se me remitirán al punto donde me halle” , se halla el
renglón: . . . “ Joaquín Ricaurte, alias B o’ a, General r e b e ld e ...
el Coronel LUIS G I R A R D O T ....” (Ibáñez, o. cit., T . III. p.
301).

72 -
Don Francisco D IA Z del M A ZO , oriundo de las montañas
de Asturias, fue el progenitor de las familias del apellido que
hay en Antioquia. Nació en la villa de M erodio, jurisdicción
de Llanes, en la provincia de Oviedo. Fueron sus padres Don
Cristóbal Díaz del Mazo y Doña María Góm ez (o González)
de la Concha.
Don Francisco vino a M edellín a principios del Siglo X V III,
y contrajo m atrim onio el 13 de A gosto de 1719 con Doña J o­
sefa Guerra Peláez, hija de Don Lorenzo Guerra Peláez y de
Doña María Vélez de R ivero (1).
El décim o hijo de este m atrim onio fue Don Juan Antonio
Díaz, socio de Don Luis Girardot, en Santafé de Antioquia,
en negocios de minería (2). Don Juan A ntonio contrajo matri­
m onio con Doña M agdalena Hoyos, hija de Don Agustín de
H oyos y de Doña Rosa Zapata. Don A ntonio Díaz era por ese
tiempo Regidor de la ciudad de Antioquia y hermano de la
madre del Dr. Francisco A ntonio Zea (3). Del m atrimonio de
Don Juan A ntonio y Doña Magdalena nació la primogénita,
Doña M A R IA JO SEFA D IA Z DE H OYOS, quien contrajo ma­
trim onio con el francés Don Luis Girardot, en Santafé de A n ­
tioquia, el 11 de A bril de 1790 (véase el facsím ile de la Parti­
da de M atrimonio, y la respectiva Certificación del Cura Pá­
rroco, Mgr. Carlos E. Vanegas, en el Capítulo “¿En dónde na­
ció Girardot?” ). Doña María Josefa fue la madre de Atanasio
G IR A R D O T su prim ogénito.

C RO N O LO G IA (Hasta donde los datos obtenidos permiten


establecerla).
1772-? Nacimiento — En Santafé de Antioquia. No hay dato
preciso. Se supone que casó con D. Luis Girardot a los die-

(1) — Gabriel Arango Mejía, “ Geneologías de Antioquia y Caldas” —


2^ Ed., T. I, Impr. Dptal., M edellín, 1942, p. 222.
(2) — Gabriel Arango Mejía, “ R epertorio H istórico” , M edellín, V ol.
X V , N9 145, p. 332.
(3) — J .M . Mesa Jaramillo, “ El Padre y la Casa de Girardot” , B ol.
de H. y A n t., Bogotá, V ol. IV, N<? 48, p. 727.

- 73
ciocho años de edad, aunque, por la costum bre antioqueña
de los m atrim onios tempranos, pudo ser antes.
1790, A bril 11 - Matrimonio, en la ciudad de Antioquia con D.
Luis Girardot.
1791, M ayo 2 — Nacimiento del primogénito, Atanasio, en San
Jerónim o, jurisdicción de la ciudad de Antioquia.
1791, M ayo 9 — En Medellín - Bautismo de Atanasio.
1797 - — Reside en Medellín hasta este año, en el
que D. Luis traslada su fam ilia a Honda (1).
1797 a 1821 — Reside en Honda, según los docum entos publica­
dos por E. Posada. La última certificación de conducta so­
licitada por D. Luis en esta villa, es del 28 de Septiem bre
de 1801 (2). - A hí dice D. Luis que reside con su esposa
e hijos. Luego en Honda debieron nacer tres de las herma­
nas de Atanasio, menos M ercedes, la menor, según el Pa­
drón citado adelante.
1801 en adelante — Reside en Santafé de Bogotá. La primera
certificación que pide D. Luis en la capital es de fecha 28
de N oviem bre de 1803 (3).
1802 - En Bogotá. Según el Em padronam iento de este año, pu­
blicado por Posada (4):
“ D. Luis Girardot, com erciante, casado con Da. María
Josefa Díaz. H ijos: D. Pedro, jov en ; D. Manuel Atana­
sio, adulto; Da. Manuela, Da. Bárbara y Da. Joaquina,
párvulas. Esclavos: Marcela, Francisco, solteros, y Jua­
na María, jov en ; Rita Rodríguez, libre. Agregados: D.
Joaquín Carrasquilla, casado en la Provincia de A n ­
tioquia; su hija Da. Ramona, joven. Esclavo, Juan de
Dios, adulto; criada Basilia, negra, esclava, soltera” .
Nótese que ya Manuela, Bárbara y Joaquina eran “ párvu­
las” . Aún no habían nacido M ercedes ni Miguel. - El “ P e­
dro” m encionado era hijo natural, com o lo apunta O ’Lea-
ry (5), citado por Mutis Durán (6). Este es el único autor
que lo califica de natural, pues todos los demás repetidores
escriben cándidam ente que Pedro era hijo de Da. María
Josefa; pero ésta, en sus dos peticiones al Congreso, solo
m enciona com o hijos varones suyos a Atanasio y a M iguel;
además, en la Fe de Bautismo de una hija de Pedro con
Da. Custodia Castro, el Cura Párroco de la Catedral de

(1) —
J .M . Mesa Jaramillo, o. cit., p. 727.
(2) —
E. Posada, o. cit., p . 742.
(3) —
Id. Id. p . 744.
(4) —
Id. Id. p . 748.
(5) —
O’Leary, “ Docum entos” , T . X V , p. 580, cit. por F . Mutis-Durán
en “ Sinforoso M utis” , B ol. de Hist. y A n t., T . VIII, N? 88, p.
220, Nota.
(6) — Posada. O. C it., p. 749.

74 -
Doña M A RIA JOSEFA D IA Z HOYOS DE GIRARD OT
Miniatura sobre m arfil (foto E. U. W .) enmarcada en placa
de mármol blanco con adornos de cobre. Dimensiones: óvalo, 8 x 5Vz
cms. M arco: 13 x 10 cms.
Pertenece a Don Roberto PAR IS GAITAN , de Bogotá. La heredó
de su madre, Doña Susana Gaitán Sordo de París, que fue casada con
Don Luis María París. Doña Susana fue hija del General Don A ure’ io
Gaitán Díaz, quien casó con Doña Josefa Sordo Girardot, abuela de
Don Roberto. Doña Josefa fue hija de Don Juan Sordo, quien casó
con Doña Joaquina Girardot Díaz, tatarabuela de Don Roberto. Doña
Joaquina fue hija de Don Luis Girardot y de Doña María Josefa Díaz;
era, pues, hermana del procer Atanasio.
Esta fotografía y las demás de los objetos y retratos que reposan
en poder de Don Roberto París Gaitán, fue tomada por amabilidad
de este gentil caballero.
Bogotá, en 9 de Diciem bre de 1813, dice que “ de la abuela
paterna no dieron razón” .
1804, Enero 3. En esta fecha está docum entada la permanencia
de D. Luis en Bogotá.
1809, M ayo 23 — Lo mismo en esta fecha.
1809 - — Don Luis otorga poder en favor de Dña.
María Josefa (1).
1810 - — D ice J. D. M onsalve: (2).
“ Cuando estalló la R evolución de 1810 fue Doña Jose­
fa Díaz una de las señoras más e n tu sia sta s...”
aunque no se halla
mencionada en la lista que dan los historiadores, de
damas patriotas activas durante el 20 de Julio y días
subsiguientes.
1810 — N oviem bre 27. — P or carta de Atanasio en esta fecha,
y por las demás que escribe desde la Campaña del Sur,
se atestigua la presencia de Doña Josefa en Bogotá; así
com o por la carta que Baraya le escribe, desde Cali, el
13 defebrero de 1811 (3).
Por este tiem po Doña María Josefa debía residir en
la casa que don Luis m enciona com o “ de su habitación”
(D ocum ento 1), “ en la colación de la Catedral, en la
Tercera Calle Real, a mano izquierda, com o quien va pa­
ra el puente de San Francisco” .
1811 — A bril 20. — Doña María Josefa debe haber sabido del
docum ento que su esposo don Luis otorga en la fecha a
Manuela, hija de ambos (5).
1811 — Nov. 20. — Por carta de Atanasio sabemos que ya vi­
ven en la casa de Bogotá “ M ercedes y M iguelito” (4).
1812 — Enero 10. — Regreso de Atanasio, de la Campaña del
Sur.
1812 — Enero 12. — Se despide Doña María Josefa de su hijo
Atanasio, que sale para la Campaña de la Guerra Civil,
y luego para Venezuela, para no volver a verlo.
1812 — A bril 8. — Por carta de Atanasio se sabe que Manuela,
la hermana, casada con Francisco Urdaneta, ha dado a
luz al prim ogénito (6).
1812 — Junio 8. — Atanasio contesta a su madre una carta en
que ésta le cuenta las habladurías que sobre él corren en
Bogotá (7).

(1) — Oswaldo Díaz Díaz, “ Los A lm eydas” , o. cit. en la Bibl., p . 34.


(2) — J .D . Monsalve, “ Mujeres de la Independencia” , Im pr. N al.,
(3) — Posada, “ D o c u m e n to s ...” , o. c it., p . 755.
(4) — Posada, Id. — B ol. de H. y A n t., Tom o IV, N<? 37, p. 32.
(5) — Véase el DOCUMENTO N? I adjunto a este Capítulo.
(6) — Posada, o. cit. en la (2), p. 39.
(7) — Posada, Id. p . 41.

- 77
1812 — Septiem bre 15. — Por carta de Atanasio a su madre se
sabe que don Luis, el padre, que había sido hecho prisio­
nero por las tropas federalistas de Baraya, el 19 de julio,
ha debido regresar a Bogotá.
1812 — Octubre 28. — Doña María Josefa, enferma, debe estar
en Fusagasugá, temperando, según carta de Atanasio (1).
1813 — Enero 5. — Atanasio en Monserrate. Caballero infor­
ma (2).
“ A las 12 Vz atacó Girardot a Monserrate y duró c-1
fuego vivo hasta los % para las 2, que nos ganó el
p u n to. . .
Atanasio perm aneció inactivo en Monserrate, por un
ardid de Nariño, durante el ataque a Santafé por las tro­
pas de Baraya, que fue hecho prisionero. Atanasio se re­
tiró con su destacamento a Tunja. Dice M onsalve:
“ Debido al encarnizam iento que tanto el hijo com o la
madre em plearon contra el partido centralista, (ésta)
fue encarcelada por el Gobierno del General Nari­
ño” (3).
Parece que solo se le dio la casa por cárcel, y no hay da­
to sobre cuándo se le devolvió la libertad.
1813 — Febrero 8. — Girardot dice en carta a su padre: “ . . .
Vean si consiguen mis baúles, que me hacen mucha falta;
ellos con nadie pelearon, ni fueron aprehendidos en cam ­
po de batalla” . — P or lo que se ve que Nariño secuestró
bienes a la familia. No sería la última vez.
1813 — Marzo 21 — En Tocaima. Por carta de Atanasio se sa­
be que D. Luis ha estado enferm o, y que la familia está
en Tocaima. A hí también m enciona sus baúles y dice que
se alegraría de que el tirano (N ariño) engruese su bolsa
con ellos.
1813, A bril 20 — En carta de Cúcuta, Atanasio cree que “ por
las transaciones” ya les habrán entregado a sus padres
sus baúles, o les hayan concedido indulto, o los hayan re­
matado.
1813, M ayo 18 — Dice Caballero (4 ): “ Se com enzaron a rem a­
tar en pública almoneda la ropa que se les cogió a los
enemigos el 9 de enero, y la madre de Atanasio Girardot
hacía gala de pujar las fincas que conocía ser de su h ijo” .
1813, M ayo 31 — Véase en el Cap. “ La Campaña Admirable”
la carta autógrafa de Atanasio a sus padres, que están en
Santafé.

(1) — Id ., p. 44.
(2) — Caballero, “ Particularidades de Santa Fé” (El“ Diario” ), Bibl.
Nal. — Bogotá, 1946, p. 105.
(3) — J .D . Monsalve, “ M ujeres de la Independencia” , p. 185.
(4) — “ D iario” de Caballero, p . 137.

78 -
1813, Junio y Julio. — Atanasio escribe cartas desde Trujillo.
1813, Julio 2 — Véase la carta autógrafa que don Antonio de
V illavicencio escribe a Doña M aría Josefa (1).
1813, Julio 25 — De Guanare, a sus padres. Es la última carta
de Girardot, entre las que reproduce don Eduardo Posa­
da (2) - Se repite que el presente autor no ha logrado
dar con los papeles originales, ni con más docum entos so­
bre esta Campaña.
1813, Septiem bre 30 — Muere Girardot en Bárbula. No hay
constancia de cóm o vino la madre a saber la muerte del
hijo.
1813, Octubre 14 — La carta (publicada en la “ Gaceta de Ca­
racas” ) en la que el Libertador da cuenta a Don Luis G i­
rardot, de la m uerte de Atanasio. Véase reproducida en
el Cap. “El Padre”.
1813, Nov. 18 — La carta, de Tunja, de don Camilo Torres, en
que anuncia a don Luis la muerte del héroe (También
reproducida en el Cap. m encionado).
1814, D iciem bre 12 — El Libertador, con las tropas de Tunja,
entra a Bogotá. Dice M onsalve (3):
Cuando B olívar vino a Bogotá después de su desgraciada campaña
de 1813-14, y derribó la dictadura de don Manuel Bernardo Alvarez,
uno de los prim eros actos de urbanidad que hizo fue el de presentarse
en la casa de don Luis Girardot y doña Josefa Díaz a darles el pésame
por la muerte de aquel denodado adalid, que al rendir su vida tron­
chaba las más bellas esperanzas para la fam ilia y la Patria; ambos
cónyuges estuvieron de acuerdo en redoblar sus servicios a la Indepen­
dencia y le entregaron al futuro Libertador el otro hijo, único varón
que les quedaba, M iguel de solo doce años de edad. “ Con el valor de
una numantina — dice la Historia— la matrona antioqueña le presentó
ai Libertador a su hijo menor M iguel Girardot, diciéndole: “ Se lo en ­
trego para que a su lado y bajo sus órdenes, mi hijo combata hasta
vencer o m orir por la libertad de la Patria” .
1814 - 1815 — Sabemos por el Dr. Oswaldo Díaz (4), que D o­
ña Josefa residía en Santafé y visitaba la casa de Doña
Rosalía Sumálave de Alm eyda, que se había establecido
en la capital, con su familia, en 1814, en la casa de las
“ treinta y nueve llaves” , en la hoy Carrera 5^ entre Ca­
lles 11 y 12. Es curioso que esa casa fue de la testamen­
taría de don M anuel Díaz de Hoyos, personaje que lleva
los mismos apellidos de Doña María Josefa; pero ésta so­
lo tuvo dos hermanos, don Juan José y don Francisco (se­
gún Arango M ejía). El siguiente párrafo del Dr. Díaz nos
da idea de la vida que doña María Josefa llevaba en San-
tafé por esta época:

(1) — Documento N*? 2, anexo.


(2) — Posada, o. c it ., p. 53.
(3) — J .D . Monsalve, “ Mujeres de laIndependencia” , p. 186.
(4) — Oswaldo Díaz Díaz, “ Los A lm eydas” , pp. 29y 27.

- 79
La casa de los Alm eydas se hallaba situada en el centro mismo de
la ciudad, y en el sector socialmente m ejor co n sid e ra d o ...
En Santafé doña Rosalía Sumalave y sus cuatro hijos hicieron
amistad con algunas fam ilias de alta clase social y de reconocido pa­
triotism o. Leyendo las declaraciones de las cuatro Alm eydas se puede
reconstruir la tertulia que se reunía en la casa de las treinta y nueve
llaves. Unas veces a las once, otras a las cin co. O al caer de la noche
com o es co stu m b re en el p aís acudían a aquella mansión las señoras
Ponces, doña Ignacia y doña Rosa; doña Antonia Ricaurte; doña Eu­
sebia Caicedo Santamaría, esposa de don Gaspar A lonso de Valencia;
doña Francisca, esposa de don José María Quijano; doña Ignacia Cai­
cedo Sánchez, cuñada del Capitán Antonio Baraya; doña Josefa P iedra-
hita de García Rovira y sus hermanas Mariana, María A ntonia y Ca­
tarina; d o ñ a Jo s e fa D ía z de G ira r d o t, m ujer de don Luis y madre de
Atanasio, con sus hijas Bárbara y Joaquina; y las dos señoras Saave-
dras, doña Francisca y doña C lem encia. Todas estas damas pertene­
cían a la flor y nata de la sociedad y de las ideas libertadoras, y esta
lista coincide muy exactam ente con la de los confinam ientos y pros­
cripciones que ordenaron los pacificadores. Mientras ellas hablaban de
cosas de mujeres o escuchaban los cuento s de p u ro p asatiem p o que les
refería Pedro Torneros, “ Jo a q u ín C éspedes co n tab a h is to ria s de Q u ili-
chao, P o p a y á n y su p r o v in c ia ” , y don Joaquín Chacón hablaba con los
hermanos de cosas del cam po. También frecuentaban la casa don L i­
brado y don Mariano Santamaría, don Vicente Piedrahíta, don Joaquín
y don Ramón Morales y dos clérigos, don Ignacio y don Gabriel Olejua,
quienes también se vieron en el caso de purificarse.
T odo lo anterior nos muestra qué centro de adhesión republicana
fue aquella casa en los días de la entrada de M orillo, y en qué m elan­
cólica desolación debió trocarse el amable ambiente de otro tiempo,
cuando las prisiones, las ejecuciones y confinamientos dispersaron a los
habituales tertulianos. No está por demás recordar la form a dolorosa
y cruel com o fueron castigadas las mujeres partidarias de la indepen­
dencia. En pueblos rem otos y miserables fueron confinadas las señoras
de las más linajudas familias, bajo la estrecha vigilancia de curas y de
alcaldes; en tanto que las de más hum ilde condición se veían forzadas a
coser para la tropa, a servir en las panaderías y cocinas del ejército, o a
trabajar en otros oficios aún más abatidos. Servidum bre más incómoda
era la de tener que alojar en casas de fam ilia a los oficiales ex p ed icio­
narios, algunos de ellos impertinentes y perdonavidas. Hartas penas te­
nían qué contar ahora las señoras: la viudedad de doña Josefa Díaz,
cuyo marido fue muerto misteriosamente en el Llano; el desamparo de
doña Josefa Piedrahíta de García Rovira, cuya brevísima luna de miel
concluyó con la prisión y muerte de don Custodio; el destierro de las
más íntimas amigas y la incertidum bre por la suerte de los suyos, ya
que todas las señoras mencionadas tenían déudos cercanísimos en las
prisiones donde diariamente se form aba el cortejo fúnebre camino del
suplicio.

No se considera inútil esta larga transcripción de un maes­


tro del estilo y de un historiador de las ejecutorias del Dr.
Díaz, pues alivia, con la descripción del cuadro en que se m o­
vía la espartana madre del héroe, lo enjuto de la Cronología
que se va estableciendo.

* * *

80 -
AM BRO SIO ALM EYDA
. . . . s e inm iscuye ahora de manera tan íntima en la vida
de doña María Josefa, que es preciso hacer un bosquejo bio­
gráfico del que fue su segundo marido.
Había nacido en Pam plona el 7 de diciem bre de 1785 (1),
hijo del m atrim onio de don Juan G regorio Alm eyda (con “ y ”
griega escribe el apellido el Dr. Díaz; con “ i” latina, Febres
Cordero) con doña Rosalía Zum álave y Belén (con “ z” y es­
drújulo, Febres; con “ s” y grave, Díaz). Don Juan Gregorio
era uno de los más acaudalados vecinos de Cúcuta, poseía in­
mensas extensiones de tierras, com o los 40 kilómetros cuadrados
de la Comunidad de los Almeydas.
A m brosio “ era un hom bre extraordinariam ente audaz, do­
tado de un nervioso e inquieto espíritu de acom etividad cons­
tante al enemigo, de ingenio perspicaz, regularmente cultiva­
do y dueño de vigorosas energías, que sabía poner en prác­
tica a riesgo de parecer t e m e r a r io ....” (2).
En su rom ance Los G uerrilleros, doña Josefa A cebedo de
Gómez describe así el físico de A m brosio:
Buen mozo, pálido, flaco,
de cara fresca y risueña,
alto de cuerpo, delgado
y con nariz aguileña (3).
Am brosio se integró al m ovim iento revolucionario, firm ó
el Acta de Independencia de Pamplona, del 31 de ju lio de
1810. Dice el Dr. Díaz: “ No hemos podido allegar datos sobre
la conducta y actuaciones de Am brosio A lm eyda durante el
lapso trascurrido desde la creación de la Junta de Pamplona
hasta el m om ento en que Bolívar, vencedor de Correa, en ­
tró a la ciudad de Cúcuta el 28 de febrero de 1813. “ - Ocu­
rrió entonces el incidente que agrió las relaciones entre B olí­
var y Alm eyda, causada por reclam aciones del último sobre
confiscaciones de bienes de sus familiares, lo que no fue óbi­
ce para que los patriotas lo nombraran alcalde de la ciudad.
Dice Díaz “ que en ese choque inicial está la explicación de
que seis años más t a r d e ... la figura de Am brosio se esfum e
y se borre en el m om ento en que el Libertador asume el m an­
do del ejército y, más tarde, el gobierno de la República” (4).
En los tres años siguientes al ’ 13, dice Febres, “ los A lm ey ­
das se nos ocultan en la historia de la lucha en C olom bia” . —
En el año de 1814 lo patriotas se vieron obligados a emigrar

(1) — Luis Febres Cordero, “ Del Antiguo Cúcuta” , Im pr. Dptal. C ú ­


cuta, 1918, p. 433.
(2) — Febres Cordero, o. cit., p. 437.
3) — P .M . Ibáñez, “ C r ó n ic a s ...” , T. III. p. 384.
í4) — Díaz, o. cit., p . 24.

- 81
SI R AR D O T — 7
de los valles de Cúcuta; damas y m ujeres del pueblo iban a
pie, camino de Pam plona; “ cargando en la cabeza los menes­
teres más com unes” ; pero Doña Rosalía no llegó a Bogotá
tan falta de recursos, pues com pró casa; y A m brosio se daría
trazas de salvar buena parte de su fortuna, ya que en julio
de 1814 com pró la inmensa hacienda de Tibabuyes y La Can­
tera, por los lados de Funza y Cota, en la sabana de Bogotá,
con ayuda financiera de don Luis Girardot. Y sus relaciones
con doña María Josefa serían de tal suerte, que el 9 de no­
viem bre de 1815 la señora recibió de Am brosio siete mil cua­
trocientos pesos fuertes y canceló la obligación (1).
El T e r r o r — Pero la Patria Boba se hizo trizas. En 1816 lle­
gan a Santafé M orillo y Enrile. “ Vuestros padres, vuestros hi­
jos, hermanos y esposos han sido traidores al Rey, y por tan­
to deben perder sus bienes y sus vidas” . El Terror. Patriota
que no logra huir y ocultarse es arcabuceado sin piedad. “ Las
m ujeres, las hijas o hermanas de los patriotas que habían
muerto en los patíbulos o que gemían en los calabozos, se ha­
llaban sumidas en la más espantosa miseria, sin apoyo algu­
no, y secuestrados o confiscados sus b ie n e s ... ¿Quién podría
pensar en afligir más a estas desgraciadas? M orillo y Enrile,
confinándolas a otros lugares, algunos remotos de Santafé,
haciendo salir dentro de cuarenta y ocho horas a damas de­
licadas, a p ie ........ A cada juez y cura del lugar del destierro
les dirigió una circular im p re sa ... .en que pintaban a las se­
ñoras desterradas com o impías, irreligiosas y de malas cos­
tumbres, encargándoles que celasen mucho sobre sus accio­
nes, vestido y m o r a lid a d ....” (2).
Las Guerrillas — Sin embargo, la Nueva Granada, a dife­
rencia de otras partes de las posesiones españolas, no se su­
mió en la abyección. Por todas partes surgieron guerrillas,
que lucharon casi inermes contra las tropas aguerridas del
Pacificador y sus sicarios. La libertad halló refugio en Casa-
nare. “ Las acciones victoriosas de los Llanos, que tanto alar­
maban a M orillo, alentaron precisam ente a los patriotas ocul­
tos en el interior del reino” , dice Díaz; y Restrepo: “ . . . c o ­
menzaron (por m ayo de 1817) a levantarse otras partidas de
guerrillas contra el gobierno del rey Fernando, especialm en­
te en las provincias del Socorro y Tunja. Distinguióse en la
primera la de “ N iebla” , cuyo verdadero nombre era José Ig ­
nacio Ruiz, a la que siguieron después las partidas armadas
de los dos hermanos Salazares y de Ignacio C a lv o ... A pesar
de los grandes esfuerzos (de los españoles) para destruirlas
enteramente, jamás lo pudieron conseguir; batidas y dispersa­
das en un lugar, aparecían en otro. Los habitantes patriotas

(1) — Véase el Documento anexo N9 3.


(2) — J .M . Restrepo, “ Historia de la R evolución de la República de
Colom bia” , Ed. de París, T. I, p. 431.

82 -
las socorrían en cuanto les era posible; esta conducta dio m o­
tivo a Sámano para seguir derramando la sangre america­
na” (1).

La conspiración de los Almeydas


Por el mes de agosto de 1817 se fraguaron dos planes: “ el
de prom over la deserción de los soldados patriotas existentes
en los cuarteles españoles, y encam inarlos a los lla n o s ...” ,
que era el plan de Policarpa Salavarrieta. “ El plan de los A l­
meydas, aún más audaz, tenía por objeto provocar el alza­
miento en la propia capital, aprovechando el mom ento en que
se tuviera noticia de la aparición de los patriotas llaneros por
la Cordillera” (2).

Prisión de los Almeydas


En la noche del 20 de Agosto, el granadero Santiago Lara
denunció la co n sp ira ció n ... y los dos Alm eydas fueron apre­
sados sin resistencia en la hacienda de Tibaquía, Cantera, o
Colegio, y quedaron prisioneros en el cuartel de “ El Tam bo”
situado en San B a r to lo m é ... Sámano se fue enterando perió­
dicamente de la causa seguida contra los conspiradores. Fue­
ron llevados a reconocim iento a los granaderos las cuatro
nermanas Alm eydas. “ Com enzaron así los rigurosos padeci­
mientos de doña Rosalía Sumalave y de aquellas cuatro deli­
cadas d o n c e lla s... Parte de la fam ilia perm aneció en Santafé
y parte se trasladó a La Cantera”. En un m inúsculo papel ha­
lado en el soberado de la celda que habían ocupado los A lm ey­
das hay esta frase final: (p. 55)

....M á n d e m e papel, ropa para Gabrielita; mando unas manzanas


pera B á r b a r a .... Y adiós. Tu madra.
Y en otra esquelita mutilada:
Mi madre no ha venido. Barbarita está b u e n a ....

Apunta el Dr. Díaz: “ En cuanto a la Bárbara que aparece


por dos veces, nos inclinamos a suponer que sería Bárbara
Girardot, por quien A m brosio Alm eyda tuvo manifiesta pre­
ferencia” .

La fuga
El 23 de septiem bre recibió Sámano una com unicación del
Ayudante M ayor, que describe “ en su adm irable sencillez” el
procedimiento (p. 71).

(1) — Restrepo, o. cit., pp. 452, 453.


2 i — Como este relato £3 funda en el libro ‘‘Los A lm eydas” , del Dr.
Díaz, se continuarán citando dentro del texto, y no en notas, las
páginas correspondientes.

- 83
El cabo Torneros se había llegado a la luz que había en el cuerpo
de guardia en ademán de encender un cigarro y la apagó y mandó al
mismo centinela subiese a encenderla en una de las cuadras del cuar­
tel y cree y es d-2 presumir que en ese tiempo lo verificasen (la fuga)
pues cuando éste bajó con la luz ya no encontró al expresado cabo
Torneros que con su armamento se había marchado, y a poco tiempo
se advirtió la falta de éstos (los A lm eydas) por el cabo Miguel Estacio
que fue a relevar los centinelas y dio parte de las faltas que n o t ó ...

“ La primera idea que se ocurre — dice Díaz (p. 73)- es la


de que los A lm eydas y Torneros hubieran debido ir a ocul­
tarse precisamente en los lados de Cúcuta y Pamplona, donde
tenían influencias y parientes bien reputados con los españo­
les; o quizás que hubieran ido a esconderse por los lados de
Cota y Funza, donde tenían amigos excelentes. Pero más cau­
tos, fueron a disimularse de la minuciosa pesquisa de la poli­
cía de Sámano en un pueblo de la vertiente de la cordillera,
en M achetá” .

Protección de La Pola — Su prisión y suplicio

“ No sobra repetir que fue en el m om ento de su fuga cuan-


los dos Alm eydas recibieron la protección de Policarpa, que
ellos r e c o n o c e n ... Cuando a fines de septiem bre cayeron en
poder de Sámano Sabaraín (y demás com pañeros), aparecie­
ron en manos de Sabaraín los papeles com prom etedores, que
incriminaban a Policarpa com o conspiradora y com o reo del
delito de espionaje. Entonces los sa b u esos... dirigidos por el
cruel y sagaz sargento Anselm o Iglesias, se soltaron en lu
persecución (p. 75).

Proceso y suplicio de la Pola

Inform a Caballero (1 ): “ Noviem bre. A 10- Le hicieron


consejo de guerra a La Pola y a quince de sus compañeros,
por un plan que dicen había hecho para mandar a los Llanos,
donde los patriotas. Era esta muchacha m uy despercudida,
arrogante y de bellos procederes, y sobre todo m uy patriota;
buena moza, bien parecida y de buenas prendas. Salió en m e­
dio de los demás presos, sus compañeros. Iba en camisón de
zaraza azul, mantilla de paño azul y som brero c u b a n o ...” -
En la mañana del 14 de noviem bre de 1817 se levantaron los
patíbulos en la Plaza M ayor. Después de haber sido fusila­
dos, los com pañeros de la Pola fueron suspendidos en horcas,
pero a ella se le ahorró esta pena infamante.

(1) — J .M . Caballero, “ Diario-’ , o. cit., en la B ib l., p. 260.

84 -
La guerrilla de los Almeydas

Es lástima no poder aquí seguir, no solo paso a paso, ni a


grandes saltos, el apasionante relato que el Dr. Díaz hace en
su herm oso libro, sobre la form ación y vicisitudes de esta fa ­
mosa guerrilla. Debemos contentarnos con el siguiente resu­
men, hecho por el historiador Restrepo (1):

“ A llí estuvieron (en Machetá) algún tiempo, hasta que


habiéndoseles unido varios soldados desertores, y sabiendo el
odio que tenían los pueblos a los españoles por su cruel d o­
minación, form aron una guerrilla: esta ascendió a trescientos
hombres de a caballo armados de lanza; solo tenían veinte b o ­
cas de fuego provistas de escasas municiones. Con esta fu er­
za se presentaron en la parroquia de Chocontá, distante ca­
torce leguas de Santafé, avanzando partidas por el sur hasta
Su.ezca y N em ocón, por el norte hasta Ventaquemada, y por
el ocaso hasta Ubaté.

La noticia de la ocupación de Chocontá produjo grande


alarma en la capital: se dijo que eran tres mil hom bres veni­
dos de los Llanos de Casanare, y en consecuencia algunas f a ­
milias em igraron hacia Cartagena. Los sucesos favorables a
los patriotas se limitaron a derrotar dos pequeñas partidas
realistas en Tiribita y en Nemocón. Entre tanto el general
Sámano hizo marchar al teniente coronel don Carlos Tolrá
a la cabeza de cuatro compañías de infantería de Numancia,
de una del Tambo, y de alguna caballería, cuyo total podría as­
cender a seiscientos hombres. El segundo de Tolrá, teniente
coronel don Simón Sicilia, fue rechazado en el puente de Sis-
ga (noviem bre 21), perdiendo al teniente don G regorio A lon ­
so y algunos soldados. A pesar de esto, en el mismo día Tolrá
derrotó la fuerza principal de la guerrilla cerca de Chocontá.
Dispersóse aquella con la pérdida de seis muertos y diez pri­
sioneros, que en el m om ento fueron pasados por las armas.
Tolrá, distinguido por sus crueldades en Popayán, no quiso
perdonar en Chocontá, Machetá, Tiribita y Tenza a ningún
individuo que hubiera tenido la m enor parte en la conm oción;
el hizo arcabucear a cuantos cayeron en sus manos, sin se­
guirles proceso alguno, y según la voz común fueron sacrifi­
cados más de cien víctim as de infelices indios y campesinos.
. . . . Los Alm eydas y veintiséis com pañeros más se escaparon a
Casanare por el cam ino de M ira flo re s.. . . ”

(1 ) — Restrepo, o. cit., pp. 456, 457.

- 85
Qué era una guerrilla

No se resiste la tentación de trascribir el siguiente párra­


fo (p. 102 del libro del Dr. D íaz):

Mientras por los polvorosos caminos se mueven las lentas y num e­


rosas tropas realistas, por desechos senderos de travesía y rastras de
cazadores van avanzando las partidas de guerrilleros. En las casas cú ­
rales, en las ventas de los caminos, en las estancias y aún en las m is­
mas alcaldías se tienen secretas conversaciones, y en las herrerías de
cada pueblo los robustos maestros y aprendices trasforman a fuego y
martillo los m ellrdos azadones y palas de la sementera en hierros de
lanza. Mujerucas arrebujadas trotan descalzas por las veredas llevando
bajo la mantellina de frisa, o acaso entre el hatillo del crio, el papel
deí amo Cura para mi Comandante A lm eyda. Se echa el rejo a los bue­
nos caballos de vaquería, se aseguran las cinchas y aciones a las resoba­
das sillas chocontanas, se ceban las escopetas y los trabucos y, ya a la
caída de la noche o antes de que destellen los resplandores de la madru­
gada, los hombres requieren el pellón, los zamarros y el som brero con
barboquejo, echan una apresurada bendición a la m ujer y a los hijos que
til itan de frío y de miedo, y se van repicando las herraduras nuevas
y los estribos de cobre a unirse con dos o tres compañeros para ir a
incorporarse con los Almeydas, recordando sus buenos tiempos de m i­
licianos, hace siete años, cuando se estrenaron en el servicio de la pa­
tria o hicieron las campañas de Nariño y de Baraya. Así llegan a reu­
nirse en número de trescientos.
Pero esos trescientos son solo la parte ostensible de la guerrilla.
Detrás de ellos están los curas patriotas de los pueblos, los alcaldes
favorables a la Independencia, los correos y chasquis secretos, las m u­
jeres, los que por estar ejerciendo cargos no han podido incorporarse.
Todos ellos son la retaguardia más eficaz, la que corre las inform acio­
nes y noticias, la que suministra los recursos, la que esconde y oculta
a los comprometidos, la que despista y engaña a las tropas del rey.

En Casanare Por la cabuya de Garagoa y por el pueblo


de M iraflores, que había dejado desguarnecido Lucas González,
los dos Alm eydas y sus veinticinco com pañeros salieron al Lla­
no y a la libertad, dejando atrás sus familiares y amigos bajo
la dura represión de Sámano. Dispersas y escasas son las noti­
cias que tenemos de lo que fue la actuación de los veintisiete
hom bres milagrosamente salvados de una muerte tan próxima.
La situación misma de los patriotas del Llano era por entonces
en extrem o confusa (Díaz, p. 187).
La provincia de Casanare era parte importantísima en los
planes futuros del Libertador, pero conocía el estado de anar­
quía en que se hallaba. Páez había destacado en ella a Justo
Briceño sin ningún resultado, pues los jefes de partidas no qui­
sieron sometérsele. Entonces Bolívar pensó en un granadino y,
con acierto profético, escogió a Francisco de Paula Santander
(Díaz, p. 189).
Según el Cuadro que muestra la situación del E jército de
Vanguardia de la Nueva Granada, fechado en Tame el 13 de
Junio de 1819... Vicente Alm eyda era C a p itá n ... Uno de los

86 -
ayudantes o de los capitanes debió ser Am brosio Alm eyda.
“ Así pues, los Alm eydas se hallaban en un plano de estrecha
camaradería y participaban en esa hermosa hermandad que
entre los oficiales granadinos se había establecido para com ­
partir las penas, los peligros, las alegrías, las escasas raciones
y las grandiosas esperanzas de libertad que constituían la vida
llanera, prólogo de la epopeya libertadora” (Díaz, p. 193).
Regresa Ambrosio Almeyda a Santafé “ Concluía la cam ­
paña libertadora y establecido definitivam ente el gobierno re­
publicano, terminan los servicios militares de Am brosio A l­
meyda. Su historial, su grado, sus méritos, le abrían un por­
venir brillante en la carrera de las a rm a s... Su fortuna, sus re­
laciones también le hacían fácil el ingreso a la administración
que comenzaba a organizarse, dirigida por el General Santan­
der, su paisano, y amigo constante de su familia. Sin embargo,
la figura de A lm eyda comienza a desvanecerse para la vida pú­
blica. Es com o si este patriota, que había visto su vida en un
hilo y que había com prom etido toda su inmensa fortuna en los
momentos difíciles de la patria, voluntariam ente se oscurecie­
ra a la hora del triunfo y de las recompensas. Acaso la expli­
cación se halle en su áspero encuentro con Bolívar en 1813, en
Cúcuta” (Díaz, p. 259).

SE REAN U DA L A “ C R O N O LO G IA ” DE DOÑA
M A R IA JOSEFA

Antes de esta digresión, que ha servido para dar idea del


ambiente de horror en que vivió la madre del héroe durante
los años de la reconquista, y para esbozar la figura de quien
reemplazó en sus afectos a su prim er esposo, habíamos deja­
do a la dama, por los años de 1814, com o asidua visitante de la
familia Alm eyda, en Santafé.
1815 - N oviem bre 9 — Ya se ha indicado que en esta fecha can­
celó doña María Josefa la obligación contraída por A m bro­
sio A lm eyda para con don Luis Girardot (Docum ento N ()
3, anexo). Es curioso, apunta el Dr. Díaz, que doña María
Josefa hubiera hecho uso del poder que su marido le habí'i
conferido desde 1809, para cancelar el préstamo, ya que don
Luis se hallaba vivo y coleando en Soacha, a menos de una
jornada de Santafé.
1816 - M ayo 5 — Embargado por el temor del seguro patíbulo,
em igró el esposo de doña María Josefa, don Luis Girardot,
con las tropas de Serviez, hacia los Llanos. Buena razón tu­
vo don Luis para salir en fuga, pues si lo coge M orillo, lo
fusila, com o se puede deducir por la siguiente

- 87
Relación de los individuos que se deben perseguir hasta conseguir
prenderlos, y si se verifica, se m e remitirán al punto donde me halle:
...El C o ro n e l L u is G ir a r d o t.
Entregada por M orillo a Sámano y autorizada con su firma, el 18
de Noviem bre de 1816 (1 ).

Es raro que un hom bre tan previsivo com o don Luis,


sabiendo lo que sucedería a su familia, que dejaba abando­
nada a la saña del Pacificador, no hubiera asegurado de al­
gún m odo su subsistencia. Quizá lo haría, pero las delacio­
nes estaban al orden del momento.
1816 - M ayo 6 — Entraron a Santafé las tropas del Rey.
En medio del más grande regocijo, bajo arcos triunfales, con re­
piques de campanas en todas las iglesias, cohetes y riego de flores, que
les arrojaban desde los balcones. Muchos, aún de los mismos que ha­
bían sido patriotas exaltados, se daban la enhorabuena. Tal era el
aburrimiento y cansancio en que todos habían quedado con los seis
años de la República Federal, y la confianza tan grande en que esta­
can de que con p e q u é .. . quedaban perdonados y restituidos a la gra­
cia del s o b e r a n o .... ¡Fatal engaño, que hizo tantas víctimas! (2).

Empezaba el calvario de doña María Josefa.


1816 - A gosto 12 — Es confinada a Fontibón, según el siguien­
te docum ento, que trae Ibáñez (3):
MUJERES C O N FIN A D A S EN AG O STO DE 1816
Gobernación Militar y Política
Relación de las personas de esta ciudad de Bogotá que han
sido desterradas, con expresión de dónde han ido:

Doña Bárbara (Josefa) Díaz y Familia ............ a Fontibón.


Santafé, 12 de Agosto de 1816,
(Fdo.) José de Ortega - M ORILLO
1816 - Octubre 8 — Es asesinado don Luis Girardot, en la isla
de Achaguas, en el A pure (4) - No se ha logrado saber
exactam ente cóm o vino a Santafé, a conocim iento de la
viuda, la noticia del triste suceso.
1818 - Doña María Josefa en la indigencia. Eleva un Memorial
a la Junta de Secuestros. Dice Ibáñez (5 ): “ Esta matrona
(doña María Josefa) residía en Bogotá en 1818 en situa­
ción tan lamentable de pobreza, que se atrevió a elevar un
memorial, que tenemos a la vista, a la Junta de Secuestros.

(1) — J .M . Ibáñez, “ C r ó n ic a s ...” , Tom o III, p. 301.


(2) — J. M. Groot, “ Historia Eclesiástica y Civil de la Nueva Granada”
— Rivas, Bogotá, 1891, T . III, p. 382.
(3) — J .M . Ibáñez, “ C r ó n ic a s ...” , T . III, p. 220.
(4) — Ramón Azpurúa. “ Biografías de Hombres Notables” , Impr.
N al., Caracas 1877, Tom o II, p. 19.
(5) — J .M . Ibáñez. “ C r ó n ic a s ...” , Tom o III, p. 226.

88 -
Pedía que no se la obligara a representar en papel sellado,
es decir, pedía amparo de pobreza en el ju icio que adelan-
taba con el fin de que le devolvieran sus bienes. A l prin­
cipiar la R evolución la señora Díaz de Girardot tenía por
sí una fortuna m ayor de doscientos m il pesos, y habitaba
una casa de la Tercera Calle Real, la más rica de la capital,
y esa dama al presente era una mendiga, o poco m enos” .
Dice Monsalve (1): “ Por consecuencia de tan desgra­
ciados acontecim ientos, doña Josefa Díaz, que en tiempo do
holganza renunció la pensión concedida por Bolívar, por
el Decreto de H onores a la m em oria de Atanasio, según el
cual se le concedió por toda la vida del goce de los sueldos
que ganaba el héroe, vino a quedar en la más absoluta m i­
seria, y llorando su desgracia en compañía de sus cuatro
hijas, Manuela, Mercedes, Bárbara y Joaquina Girardot” .
1819 - A gosto 10 — Entra Bolívar triunfante a Santafé. Cesan
las tribulaciones de Doña María Josefa.
'.321 - M ayo 13 — Contrae m atrim onio en Bogotá con A m bro­
sio Alm eyda. Dice el Dr. Díaz que “ hay algo de extraño er
esta unión” . Véase el párrafo com pleto en el Docum ento
N? 5, anexo. Doña Josefa, nacida en 1772, frisaba en los
49 años. Am brosio, nacido en 1785, tenía 36 años; es decir,
la nueva esposa le llevaba al novio 13 años. No es esta di­
ferencia de edades lo que sorprende al Dr. Díaz: las m u je­
res antioqueñas suelen conservar su encanto hasta avanza­
dos años, y el tem ple de esta señora no era com o para de­
jarla ajar por sus padecim ientos; tam poco, com o él lo dice,
el interés, pues doña María Josefa “ era m ujer de muchos
bienes (ya la República le habría devuelto lo confiscado
por los españoles), y su capital fue apreciado en quince
mil pesos, en 1821. Lo que el Dr. Díaz deja leer entre líneas
es su no com prensión del hondo afecto de Alm eyda por
Barbarita, hija de Doña María Josefa; afecto por demás
com prensible dadas las relaciones íntimas de las dos fam i­
lias, y el carácter de las hijas de la matrona, com probado
por las uniones felices que todas efectuaron, dando origen
a estimable y prestante descendencia.
Lo que no se com prende es que en
1823 - M ayo 12 — doña María Josefa dirija una petición al Con­
greso (D ocum ento anexo N Q 4), reclamando los sueldos caí­
dos de Atanasio, y diciendo que se halla reducida a soste­
nerse con cuatro hijas que le han quedado (¡ya todas m uy
bien casadas!); cuando hace solo dos años que contrajo m a­
trim onio con un caballero riquísim o; cuando había apor­
tado $ 15.000.00, y cuando ya debía haber entrado en pose­
sión de sus bienes confiscados; que no debieron ser des-

(1 ) — J. D. Monsalve. “ Mujeres de la Independencia” , o. cit., p. 188.

- 89
preciables, a juzgar por lo poco que de su enorme capital
pudo Don Luis llevar consigo al Llano (unas botellas de
oro en polvo, que fueron causa de su m uerte). Sin em bar­
go, dado el carácter “ adquisitivo” de su raza antioqueña,
Doña María Josefa tam poco debió considerar despreciable
la gruesa suma que le adeudaba la Nación.

1826 — D iciem bre 20 — Documento anexo N9 5, en el que Do­


ña María Josefa y su hija Bárbara (casada con don José
María M enéndez y madre del niño Atanasio Menéndez
Girardot, a quien Am brosio Alm eyda, en su testamento,
deja una manda de cuatro mil pesos, que le cede “ gracio­
samente y por puro afecto” ) aceptan un docum ento de or­
den financiero, en que aparecen las firmas de ellas, do
A m brosio y V icente A lm eyda, que dice relación con no
poco dinero.

1827 — Febrero 20 — Muere en Bogotá don Am brosio A lm ey ­


da, segundo esposo de doña Josefa (con quien no había
tenido prole), dejando com o heredera universal y albacea
a su madre, doña Rosalía Sum alave (1).

1827 — Febrero 20 — Doña Rosalía se apresura a dar cum pli­


miento a las últimas voluntades de su hijo, y hace entre-
ga, por escritura, a doña María Josefa del terreno de La
Cantera.

1827 — M ayo 14 — Doña María Josefa vende el predio de T:-


babuyes (que era enorme, según el plano aparecido en el
libro del Dr. D íaz), a don Francisco Carvajal.
1827 — M ayo 16 — Doña María otorga un poder general a su
hija Bárbara (2).

Hasta aquí se ha podido seguir esta “ C ronología” , que al­


guien con más tiempo, m ejor suerte y buen trabajo, pudiera
completar. Ocurre hacer la pregunta: ¿Cóm o se esfumó en
manos de doña María Josefa, en 21 años, la considerable fo r­
tuna que poseía por cuenta propia y la dejada por su segun­
do esposo? ¿C óm o es que, según su petición de 1848, arrastra
una vida de miseria, cuando viven sus cuatro hijas, (casadas
con caballeros acaudalados), y amantes de su madre, com o es
evidéñte por tradición fam iliar de sus descendientes? — Un
enigma. El ''hecho es que e n . . . .
.• ‘ " **4 \
__________0„ v
(1 ) Díaz. o. cit., p. 260.
(2) — Id. p. 261.
t
90 -
1848 — Marzo 17 — Doña María Josefa eleva al Congreso la
mencionada petición (D ocum ento anexo N? 6), que da pie
a don Aristides Rojas para escribir el párrafo penúltim o
del herm oso artículo que reprodujo el “ Papel Periódico
Ilustrado” , del l 9 de marzo de 1883, que reza:
“ . . . e n una mañana del año de 1848, una anciana o cto g e ­
naria, encorvada por el tiem po y llevando en su rostro la im e-
gen del desengaño, llamó a las puertas de la Representación
Nacional de la Nueva Granada. ¿Quién era aquella anciana des­
valida y menesterosa, pero magnificada por el infortunio? Era
la madre de los jóvenes Girardot, que im ploraba un socorro
con qué pasar los últimos días de su prolongada vejez; era
la orfandad que había sobrevivido a la gloria, para implorar
de la patria un m endrugo de pan; era el m erecim iento ante el
olvido; desengaño ante la humana justicia. ¿Y qué dio la A -
samblea popular a la madre de los gladiadores romanos, cómo
recom pensó los servicios de sus hijos? Lo imaginamos, no quere­
mos caberlo” .

LA LO SA DEL CEMENTERIO DE B O G O TA
El mismo don Aristides termina el artículo acabado de
citar así:
“ En el cem enterio de Bogotá hay una losa que cubre una
bóveda: en ella se lee;
JOSEFA D IAZ
Madre de Atanasio Girardot
M urió a los 84 años de edad.

Con este párrafo:


“ He aquí un epitafio sublime; la madre que busca al
hijo bajo la sombra de los laureles, en la soledad de la
muerte, com o dos almas inseparables, siempre unidas,
siempre amantes. Las madres que llegan a la vejez, pien­
san siempre en los hijos que las han precedido en la m uer­
te: son estas com o luces plácidas que las guían en el sen­
dero de la tumba, donde van a encontrar de nuevo el a-
mor perdido, la paz del alma, la justicia, la recompensa,
a D ios” .

Ya el 2 de noviem bre de 1884, don A lberto Urda


peí Periódico Ilustrado” , año IV, N<? 78, pp.
artículo “ El Día de D ifuntos” , no encontró <
la incluye en su largo catálogo de inscripcio
terio de Bogotá, en donde sí figura, bajo el
des Girardot de Uricoechea, 6 de enero de
Don Enrique Ortega Ricaurte, en su libro “ Cementerios de
Bogotá'' (Crom os, Bogotá, 1931), cuanto a catálogo, no hace
sino copiar a Urdaneta. La losa de Doña María Josefa no apa­
rece por página alguna de este libro.
Don José María Vergara y Vergara (“ Biografías” , T. III,
M inerva, Bogotá, 1944) p. 249, dice, copiando a Rojas en la
inscripción, sin agregar dato sobre el sitio donde se hallara la
losa: “ En el cem enterio de Bogotá, hay una bóveda con pie­
dra bien mezquina, en donde dice; Josefa Díaz / Madre de A ta­
nasio Girardot. M urió a los 81 años de edad” .
Y han sido inútiles las gestiones e investigaciones para
dar con el sitio en donde reposan los restos de la que dió el
ser al héroe.

Piezas de la Vajilla que fue de Doña María Josefa Díaz de Girardot


hoy en poder de Don Roberto París Gaitán, de Bogotá.
(f . E. U. W ., para este E studio).

92 -
DOCUMENTOS

DOCUMENTO en que aparecen las firmas de don Luis G i­


rardot, de su m ujer, Doña María Josefa Díaz, de Doña M anue­
la Girardot, hija de ambos, y del General Francisco Urdane-
ta, marido de Manuela. Consta, además, que don Luis era, en
abril de 1811, teniente coronel del “ batallón de patriotas” , y
que sus bienes fueron secuestrados por los españoles. Es un
raro docum ento, que habla de una “ iniquidad” com etida por
don Luis, puesto que, según el notario Elorga, hipotecó una
casa cuyo dueño era un señor Uricoechea.

E x tr a c t o )
En la ciudad de Santafé, a 20 de A bril de 1811, ante el escribano
- ablico del número y testigos, pareció presente don Luis Girardot,
ecino y del com ercio de ella, a quien doy fe conozco, y d ijo : Que te ­
le n d o tratado don Francisco Urdaneta, ayudante del Batallón P r o -
ncial de esta capital, el contraer matrimonio con doña Manuela Gi-
-rdot, legítima hija del otorgante, se halla éste en la precisión de
- segurar en favor de la contrayente la cantidad de cuatro m il pesos
.ertes da su dote com o lo ha ofrecido. Y poniéndolo en ejecución en
¿ vía y form a que más haya lugar en derecho, otorga que se obliga a
c o n o c e r com o reconocerá, en favor de su citada hija, la cantidad de
-ítro mil pesos fuertes por vía de dote que le asigna desde esta fecha,
izándole desde el día en que se efectúe el matrimonio, anualmente
cantidad de doscientos pesos d e rédito para sostener con ellos las
. ¿iones matrimoniales. Con declaración que este principal de los
: - ; : r o mil pesos ha de quedar en poder del otorgante por los días de
í - vida, cargados y fincados sobre su casa de habitación situada en la
: - ión de esta catedral, en la Tercera Calle Real, a mano izquierda,
■ : quien va para el puente de San Francisco, que linda por el cos-
: derecho con casa de don Francisco Suescún, y por frente calle
por medio con las del doctor don Francisco Javier de Vergara y
Francisco Domínguez, cuya casa es suya p r o p ia ... Y firm an siendo
ios don José Galviz, don Rafael A lvarez y don Juan Carvajal,
■reznos.

(Fdos) Luis GIRARDOT

Francisco Urdaneta

Manuela Girardot

EUGENIO DE ELO RG A.

■to al m a rg e n dice:
Y o el infrascrito escribano público, del núm ero
r - los juzgados de com ercio en esta capital, CERTIFICO: que solo
;?c: ü críticas circunstancias en que me hallaba cuando se otorgó la
~ r:e escritura otorgada por Luis Girardot a favor de su hija Ma-
: i COMO ERA SER UN TENIENTE CORONEL DEL B ATALLO N
- - ATRIOTAS, y que se miraba por este empleo com o de los prin-
n rí de esta ciudad, me hizo otorgar dicha escritura sin las form a ­

- 93
lidades que por la ley se requieren com o para la de la presente dote.
Y así, temeroso de una acusación que me pudiese traer algún perjuicio
a mi persona com o a mi dilatada familia, tu v e q ue o b ed ecer SUJE­
TANDOME A LA IN IQU IDAD. Por tanto, y hallándome en el día en
disposición de aclarar asta verdad para descargo de mi conciencia, y
que A L DUEÑO DE L A C ASA H IPOTECADA don Juan A ntonio de
Uricoechea no se le siga algún perjuicio con el otorgamiento de dicha
escritura POR SER NULA y faltarle las rituales que exigen las leyes,
y que por virtud de esto no pueda dársele crédito ni fe alguna al tes­
timonio que de ella se franqueó, pongo la presente, que firm o en San­
tafé a c ato rce de Ju n io de m il ocho cien to s diez y siete.

( F d o .) EUGENIO DE E LO RG A.

En seg u id a h a y la sig u ien te e x tra ñ a atesta ció n :


En la ciudad d e Bogotá,
en n u e v e de E n e r o de m il o chocientos tr e in ta y siete, ante mí el escri­
bano público del número y testigos, pareció presente la señora Manuela
G IRARD OT con expreso consentimiento de su legítim o esposo el señor
general Francisco URDANETA, quien en su prueba suscribe la p re­
sente, a quienes en su conocim iento doy fe, y dijo la primera que en
virtud de no haber tenido efecto la presente escritura POR HABER
SIDO SECUESTRADOS POR LOS ESPAÑOLES LOS BIENES DE SU
LEGITIM O PADRE EL SEÑOR LUIS GIRARDOT, com o se manifiesta
por la nota que antecede, da por rota y cancelada la presente escritura
en todas sus partes y los traslados que d e ella se hayan franqueado
para que no valgan ni hagan fe judicial ni extrajudicialm ente. Y de
esta cancelación se ha satisfecho el derecho de registro, com o se m ani­
fiesta en la boleta que aquí se agrega. Y firman siendo testigos A n ­
tonio W . Zabala, Francisco Cediel y Genaro Valderrama, vecinos, doy
fe.

(F d o s.) Francisco Urdaneta

Manuela Girardot de Urdaneta

EUGENIO DE ELORGA.

E s te d o cu m e n to h a sido tra s c rito para el presente Estudio por la se­


ñorita Carlota Bustos Losada, del A rchivo Nacional de Bogotá, a quien
se expresan las debidas gracias. — Figura en el P rotocolo de la N o­
taría Primera de Bogotá, año de 1811, núm ero 229, Folio III recto y
v u elto .

Se reproduce enseguida la carta que don A ntonio de Villavicencio


dirigió a la madre de Girardot. Tamaño del original: 15V2 x 21 centí­
metros, del prim er pliego.

Fondo de Manuscritos García


Ortiz. B iblioteca “ Luis A ngel A rango” , Bogotá — Reproducida
por atención del Director, Dr. Jaime Duarte French.

94 -
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Mi est ik a o a ah i ( a : boy a VO t a toba so fa m il ia m il e n h o n a su eia s p? los felic es sucesos oe i ya *

LICITE Y AFORTUHADO AT ANASI O : L A CANTA QUE VO ME E I T R E S O LA CONOUXO E L E x ÍR C IT O PEPI TO TEXABA, Q. JA»

Lid Of A QU Í NACE QUATIO ofjkS. f


R em it o a VD copias de l o s ic le tih e s be l E x Írcito y el parte q. b io Atanasio a P o lÍya r, 9 . lo

ama y o istin sue como e s oe ju e stic ia . Saludo a mi am iso el C. G iraro o t, y beso lo s pies oe la s n iSas.

MaIDE VD A SU F i n o AMI SO g. LE OESCA SALUD Y L l B E R T A O Y Q. B .S .P .,


, „ A it° oe VILLAVICENCIO .
L a a cc ió n oe Carache o oc

Agua oe O b i s p o ha s i c o más

B R IL L A R TE Y OE MAS V E N T A J A S f
Q. las be Mo n s e r r a t e y Ve n t a q u c m a d a : na c u bierto oe «lo ria a Giraroot y a sus o f ic ia l e s . Cr e o 9. el Co i -
SRESO LE NASA C O R O I E L Y CONCEDA UN ESCUDO OE «ALON A L A TROPA Y O F I C I A L E S . L a S M U S E RE S DE L A C l U B A O DE

S an C a r l o s ya d esesperadas, tobas tobas atacaror a u « cuartel, lo tomaron, pc ro ocspufs fueron o eirota -


oas y a s es iia o a s 9 o 10 y mechas pr is io n e r a s 74, se hallar co r «r u l o s y cadenas en los calabozos.

(R ú b r ic a )

ANTONIO DE VILLAVICEN CIO era natural de Quito, educado en


España com o Oficial de Marina. Nom brado Comisario Regio estuvo en
Caracas cuando estalló la revolución del 19 de abril de 1810. Siguió a
Santafé y tomó parte en la Guerra Civil. Fue comisionado para acom ­
pañar al Ejército en la campaña de Venezuela de 1813, pero se quedó
en Cúcuta. El último oficio que de él trae O’Leary es del 24 de julio
de 1813. Fue gobernador de Tunja en 1815. Vencido en Honda el 30 de
A bril de 1816, fue llevado a Santafé y fusilado el 6 de Junio del mismo
año. - El versificador realista Feo. Javier Caro se refiere a él así: V illa­
vicencio es la nata / y en efecto, si se trata / de observar su proce­
der / M ayor no lo puede haber / y es fuerza que a todos venza; / mas
traidor tan sinvergüenza / no ha nacido de mujer.
(Véase: J. D. M ONSALVE. “ A ntonio de V illavicencio” , Impr. Nal.,
Bogotá, 1920.).

96 -
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Documento reproducido del libro “ Los A lm eydas” , del Dr.


'.valdo Díaz Díaz por expresa autorización del autor, quien
-la: “ Curiosa disposición de bienes hecha por Am brosio A l-
eyda en favor de Bárbara Girardot y doña Josefa Díaz. To-
5 las firmas son v is ib le s ...”

En la p . 259 del libro citado, apunta el Dr. Díaz: “ Concluida la


;~r.?aña libertadora y establecido definitivam ente el gobierno repu-
:ano, terminaron los servicios militares de A m brosio A lm eyda.
:a una inmensa fortuna. E l 13 d e M a y o de 1821, en Bogotá, con-
-e m a trim o n io con doñ a Jo s e fa D íaz, viuda de don Luis Girardot
-ira y a el presente com p ila d or). Hay algo de extraño en esta unión,
"liderem os que el prim er matrimonio de doña Josefa se celebró en
: ni de 1790, cuando A m brosio A lm eyda tenía apenas cuatro años y
-iio de edad, que la señora de Girardot había tenido siete hijos
- .- • jí el Dr. Díaz cuenta a Pedro, que no era hijo de doña Josefa),
: varones. .. y cuatro hijas, dos de ellas casadas ya en 1816.. . aunque
£a Josefa era m ujer de muchos bienes, no fue el interés lo que llevó
.--Imeyda al m a trim o n io ... El capital de doña Josefa fue apreciado
S 15.000.00 y el d e Alm eyda en $ 80.000.00 — En las diminutas
. -elas que le llegaban a la prisión se aludía siempre a Barbarita, la
- menor de la que vino a ser su mujer, y por ella conservó siempre
- gran predilección” .

I re el d o cu m en to de a r rib a , dice el D r . D ía z (p . 260):


“ En diciem-
1--- de 1826 se hallaba Alm eyda en Tocaima, seguramente en viaje de
s acompañado de su mujer, de Bárbara Girardot y de su hermano
t ente. La enfermedad debió agravarse porque en form a que se adi-

- 97
- <MT—8
vina precipitada tomó algunas disposiciones sobre sus bienes. De los
quince mil pesos que entraron en su poder por el matrimonio, ya se
había descargado de cinco mil entregando a las cuatro hijas de Girar-
dot parte de sus tutelas y entregando mil com o parte del pago de una
casa comprada a Javier Uriooechea. Para el pago de los diez mil res­
tantes destinó un globo de su hacienda de la Cantera. Dos de las esti­
pulaciones llaman la atención: “ Ite m C u b rie n d o a la seño ra B á r b a r a
G ir a r d o t tres m il cu a tro cie n to s pesos que le adeu do en e fe c tiv o d inero,
con el p re m io de u n seis po r c ie n to que en un año h ace a su f a v o r . —
It e m : m ás q u in ie n to s pesos que le re s ta n d e l v a lo r de su tu te la y he
carg a d o an te s” . El docum ento está firm ado en Tocaima a 20 de D iciem ­
bre de 1826 y firman com o testigos Vicente A lm eyda y Francisco Qui-
jan o. A continuación lleva esta anotación: “ N o p o d rá re v o c a rlo n ad ie
sin n u estro c o n se n tim ie n to y acep tam o s el p re sen te d o cum ento en caso
de m u e rte de A lm e y d a . ” Y firman María Josefa Díaz y Bárbara G i­
ra rd ot.” — “ Sais días después Alm eyda otorgaba ante el mismo escri­
bano su testamento. En substancia contiene las mismas cláusulas del
documento de Tocaim a. Solo m erecen observación las siguientes: E n
el v a lo r de d ich o te rre n o (Tibabuyes) d ejo c u a tro m il pesos a m i a h i­
ja d o A ta n a s io h ijo d el señ o r Jo s é M a r ía M e n é n d e z y de la señ o ra B á r ­
b a ra G ir a r d o t p a r a que, cu an d o ten g a la co rre s p o n d ie n te edad , se le
e n tre g u e n , pues se los cedo g racio sa m en te y p o r p u ro a fe c to ” .

Sobre el docum ento reproducido en


la página siguiente:
El Dr. Oswaldo D IA Z DIAZ, autor del libro “ LOS A LM E Y D A S ”
(Ed. ABC-Bogotá-1962), a cuya amabilidad se debe la publicación aquí
de este documento, reproducido del libro mencionado, dice, en la p. 34:
“ A l referir las costumbres de la casa de la fam ilia A lm eyda en Santafé,
vim os cóm o entre los habituales visitantes figuraban doña Josefa Díaz
de Girardot y sus tres hijas: Bárbara, Joaquina y M ercedes” . (O lvida
el Dr. Díaz a la cuarta hija, Manuela; ¿o nc visitaría en ese tiempo la
casa Alm eyda? - “ ...P a r a com pletar el subidísimo precio de la hacienda
de Tibabuyes, A m brosio Alm eyda tuvo que hacer algunas operaciones
de crédito, que culm inaron con un préstamo que le otorgó don Luis
Girardot. La escritura está fechada el 23 de Enero de 1815. Lo curioso
es que pocos meses después, el 9 de Noviem bre, estando ausente don
Luis en Soacha, a menos de una jornada de Santafé, doña Josefa Díaz,
haciendo uso del poder que don Luis le había otorgado desde 1809, can­
cela la obligación de Alm eyda, declarando que ha recibido los siete
mil cuatrocientos pesos en monedas de oro fu e r te s ... En una misma
página notarial tenemos las firmas de doña Josefa Díaz y de Luis G i­
rardot y A m brosio Alm eyda, que fueron sucesivamente maridos suyos” .
(A rch ivo Nacional. Fondo N o ta ría s . Notaría 1815. P rotocolo de E lorga).
9 noviem bre 1815

98 -
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Nay o b c 1823-........ (?) P IO C te R A T IF Q . IA ITESOLOC.

A IA IHTCIE- • ft Exn o . S r . P r e s i r I ' be la

SARA PARA <¡. OCURRA AL REP . BC ACUCROO A LA Lev ARCHIVO NACIONAL - BOGOTA
c
Ej c c r t i v o . FRRRAMCRTAL Y 4 . SC MAHBER
■His t o r ia 1- Tomo 3, f o lio 684.
E l P r e s i s !* PASAR LOS SUCLIOS CAÍSOS
D. Ca t c e m oh Co r . At a r a s io Gir a r o o t .
SEÑOR
i . os
Ni h ij o At a r a s io , b e s p u c s oc avcr s e r v ir * , RO ROS OSLISAROR Cl A« TP* A SOLICI
SERSE LOS PRIMEROS HOMERTOR DE LA TRAHSFORMAC. POLÍTICA TAR CL CMM-
TO
cr la Nie v a £rarara , r o stes ieroo cl s is t e m a mismo PUM . RC LA LCV ACORBABA.PCRO CR CL RÍA,VARI ARAR CSTAS
QSE LA REPRR. NA AlOPfAOO, MAIClrf SE ORR. OCL CORORE-^ P . LA PCBBIBA OCL IRICO RIJO 0. MC QBCRAVA V q! FALLECI6
SO, TAJO LAS OSS. SEL ExMO. ACTSAL LlSERTAROR Y PRESIS . A TAMV. «LORIOSAMERTE CR LA CamP. SC VCBCZSCLA. LA SC MI
£ ■
LIVERAR CL TERRITORIO BE VCREZBELA. El SE R IS IR O R ll ER ESA ESPOSO CR CL LLARO, LA RC MIS VICBCS O.CORPIRCAR. LOS
CAMPA9A HAS. CL CASO OE LLCRAR A PERECER P . SO ARROJO CR CSPAÍOLCS, LA SE ALLARME REROCIBA BC SOSTCRCBMC COR QSATRO
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LA ACCIOR BC B aRSULA! SUS SCRVICIOS, SU VALOR Y VIRTR- R IJA S Q, MC MAR QSCOABO,RO PCRMITCR MAS . . . CILCRSI*
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BES LO ICIEROH TAR RECOMERBARLE 0. CL GCPC SUPREMO CR CR CSTA PARTC, V A SÍ RCCLAMARRO CL CSMPLIM, SE CSTA LCV
FUCRZA BC SOS PACSLTABCS AC0RB¿ LA LCV IMPRCSA CR LA CORFORMC A LA PRRBAMCRTAL BC COLOMBIA CR ORC R E . . . .
«AZCTA 16 BC OlC. BC 813 Y Q. ACOMPAlO P . SATISPACC. TOBAS CSTAS RCRBAR COMO PROPIAS §C LA RAClla, SUPLICO A
oc la Camara: E r CL ARTÍCELO 7**rc BCCRCTA , A MI FAM* LA C&MRA q TCRICRBO CR CORSISERACÜ QVASTO RC CXPRCSTB
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P. TOBA SR POSTCRIRAS CL RUCLB0 BC MI BCP. H IJO .Es SESOIBA BCCRCTC SE MC SATISFARAN BESSC AÑORA CR ABCLABTC 001-
I R
CSTÍ IRSCRTA LA CARTA OP. 0 . CL ElMO. SR. PRCSIR • O IA IR IÍ A FORMC A LA CXPRCSARA LCV LOS SSCLBOS | MC CORRCSPORR»,
MI RCf !°M A RIBO ,P? Q. RIRARC COSTRA ^AS CAJAS HACIORALCS RCRERVARRO CL RRCCLAMO M LOS O 8C MC ASCRBA1 P . QSARM
BC VCHCZUCLA LOS SSCLBOS CORRCSPONB . A MI R IJO . L a CO­ VARIARAS LAS CIRCMRST. LO PCRMITAR LOS FORROS BC RS. NCRA"
MOS i l Al « . BISFRITAVA Y LAS CIRCSRRTARC. TAR VARIAS RIO CSABRTO : TODO TICRC LRCAR CR JU ST IC IA . BoROTÍ Na-
yo 12 RC 1823. SEÜOfi „ , .
Ma r ía J o sefa Oí a s .

Petición que hace la madre de Atanasio Girardot al Congreso de 1823, para que
se le paguen, desde ese año, los sueldos caidos de su hijo, según la Ley de 1813.
Uv-1 »
Petición que de Doña JO SEFA D IA Z hace al CONGRESO de
1848. Tomada de “El Cundinamarquez”, periódico oficial i or-
gano de los intereses del Estado” . A ño I Núm. 2 — FU NZA,
13 de agosto de 1861” . — A rch ivo Posada, Acad. Col Hist.

Honorables Senadores y Representantes:

Y o soi, señores, la anciana madre del coronel Atanasio


Jirardot: aun vivo en m i prodijiosa existencia (verdadero m i­
lagro!. que los cielos han querido prolongar hasta hoi, es un
vestijio lastimoso que solo sirve para acreditar la espantosa
ruina de mi familia. — Así suele, serenada la mar, de cuando
en cuando, arrojar en sus orillas algún triste despojo del her­
moso bajel que sepultaron sus ondas em bravecidas; débil tes­
tim onio que recuerda a los hom bres los funestos estragos del
naufrajio.
Cuando en 1810, el grito trem endo de libertad e indepen­
dencia resonó im ponente por todos los ámbitos de la antigua
Colombia, mis hijos, m ui jóvenes aún, se lanzaron ardorosos
en la lid gloriosa que los libres sostuvieron contra el feroz des­
potism o.— Sojuzgada nuevam ente Venezuela bajo el feroz yugo
del poder peninsular; prosternada i abatida aquella heroica
porción de Colombia ante el hórrido filo de las iberas cuchillas,
el invicto Bolívar pide en 1813 a la Nueva Granada un auxilio
para salvar a sus desgraciados com patriotas de tanto rigor, u l­
traje i vilipendio.— Sensible m i patria a los tristes clam ores de
sus hermanos de Venezuela, concede a Bolívar el socorro que
este caudillo le demanda, i m archa inmediatamente la glorio­
sa espedición granadina, que dió poco después la libertad a V e­
nezuela. En ella fué enrolado mi hijo Atanasio, quien despues
de haber cooperado dignamente a la libertad de la Nueva Gra­
nada, m archó para Venezuela en calidad de jefe, mandando
un grupo de tropas, que se cubrió de inm arcesible gloria en
aquellos campos de eternal recuerdo.
Los hechos de m i hijo Atanasio, i sus servicios a la patria,
los encontrareis, señores, consignados en casi todos los docu­
mentos públicos de aquella época inmortal.— El cum plió con el
últim o deber que aun le faltaba para con su patria, perdiendo
honrosamente la vida por ella en la famosa batalla de Bárbula;
batalla grande en resultados, i felizm ente aciaga para la tiranía.
En el acta popular celebrada en Carácas el 2 de enero de
1814, hallareis estas palabras con que el célebre Bolívar quiso
honrar la m em oria de mi hijo.— “El gran Jirardot, el joven hé­
roe que hizo aciaga con su pérdida la victoria de Bárbula.—
Tam bién vereis, señores, entre los públicos docum entos que os
acompaño, la “ Carta oficial del Jeneral en jefe del ejército li­
bertador, ciudadano Simón Bolívar, dirijida a mi esposo, ciu­
dadano Luis Jirardot.” Esa carta llena de hermosos rasgos que

102 -
ufanar pudieran al más elevado mortal, concluye con un ofre­
cim iento que a nom bre del G obierno nos hizo el Libertador, i
que vosotros podéis ver en la Gaceta de Carácas, cuyo precioso
docum ento os acom paño.—
También se hallan entre los docum entos que tengo el ho.-
nor de dirijiros el oficio que el Poder Ejecutivo federal dirigió
a mi esposo en 18 de noviembre de 1813, la patriótica respuesta
de mi esposo, i la nota oficial que, a consecuencia de esta, le
fué dirigida por el señor Presidente del Congreso, la cual ter­
mina de esta manera: “pero tened entendido que sin el nuevo
sacrificio que ofreceis de nuestra persona, vuestra familia, que­
rida ya para la patria, quedará desde este momento bajo la pro­
tección del Congreso, que algún día quizá no será vana.”
En la penosa i dura contienda de nuestra independencia,
no solo fui conturbada por la pérdida de mi hijo Atanasio. Mas
tarde tuve que deplorar un nuevo golpe que me reservaba ad­
verso siempre mi destino. Mi hijo M iguel, único apoyo que en
mi aflicción i desamparo que me quedaba, ardiendo en amor
patrio, i llena el alma con el grandioso ejem plo que su herma­
no le había dado sobre las cum bres del Bárbula, murió igual­
mente por su patria, lidiando con valor i bizarría en la reñida
i sangrienta acción del Sombrero.
Mi esposo, el señor Luis Jirardot, fue uno de los primeros
patriotas que dieron en esta capital el grito de Libertad, asocia­
do a los mártires de tan justa causa. Su nom bre se encuentra
por do quiera que se registren las pájinas de aquella era bri­
llante i asombrosa. Su ventajosa posición mercantil le propor­
cionaba m edios útiles para socorrer con sus propios recursos
al Gobierno. De su propio peculio, entre otras cantidades, fa ci­
litó $ 20,000 a la nación para equipar la espedición que fue ven­
cida i destrozada en el infausto Cachiri. Sacrificando en aras
de la Patria su destino, su fam ilia, su fortuna: también perdió
por ella la vida en la Isla de Achaguas, para donde había m ar­
chado entre los valientes que comandaba Serviez, los cuales
casi todos perecieron heroicam ente en los Llanos.
Mas, para qué cansaros, señores, con la triste relación de
tantas desventuras? Quién de vosotros ignorar podrá los he­
chos que refiere, ni podrá en duda poner mi verídico relato?
En los docum entos de la vida pública del Libertador, se hallan
consignados infinitos docum entos que atestiguan los servicios
de mis hijos, i los injentes sacrificios de mi fam ilia por la Pa­
tria. En ellos vereis un decreto del Libertador señalándome el
sueldo íntegro de mi hijo Atanasio com o pensión vitalicia que
aliviase mi viudez, mi total ruina i deplorable desamparo.
Hoi, señores, agoviada bajo el peso de los tiempos, blan­
queada mi cabeza por el frió hielo de mis largos años i de las
borrascas que han com batido mi existencia, caminando con pa­
so entorpecido, pero rápido, al hondo abism o del lúgubre se­

- 103
pulcro; tocando casi, con mi vida octojenaria, los últimos lin­
deros que separan al m undo de la eternidad, la em pobrecida
m adre del coronel Atanasio Jirardot, os pide una pensión justa
i legal, para socorrer su miseria, para arrastrar los días de su
decrepitud con menos tristeza, i para poder cerrar sus ojos i dar
su último suspiro, bendiciendo con alma agradecida a los dig­
nos lejisladores de su patria en el año de 1848.

Honorables Senadores i Representantes.


Josefa Díaz.
Bogotá, 17 de marzo de 1848.

Retrato de A TA N A SIO GIRARDOT, al óleo, sin f ’ rma.


Dimensiones 56 x 64 cms. - Existente en la Rectoría del C o­
legio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en Bogotá. Foto­
grafía en color tomada por E. U. W., especialmente para este
Estudio, por gentil y expresa autorización del ilustre Rector
del Claustro, Monseñor José V. Castro Silva. La leyenda al pie
del retrato reza, en un solo renglón: “ Uno de los más valientes
granadinos libertadores de V enezuela. A l trem olar la ban­
dera del triunfo sobre la ensangrentada cum bre del Bárbula,
rindió la vida por la Patria (L ei de 28 de A bril de 1848)” .
En la parte inferior del retrato, debajo de esta leyenda,
se hallan, manuscritos, los dos Oficios del Presidente del
Congreso, Camilo Torres, a don Luis Girardot, padre del hé­
roe, que se verán transcritos en el capítulo relativo a Don
Luis.

104 -
CAPITULO VI

GIRARDOT
en el C o l e g i o del R o s a r i o

El futuro héroe de Bárbula estudió en el claustro que fun­


dara en Santafé Fray Cristóbal de Torres, recibiéndose de abo­
gado en octubre de 1810, cuando apenas contaba diecinueve años
de edad. ¿Qué se enseñaba en esas aulas ilustres? ¿Cóm o lle­
garon al espíritu del estudiante las ideas revolucionarias? ¿Quié­
nes fueron sus maestros? Estas son preguntas que deben ser
absueltas, aunque sea someramente, si se desea form ar una im a­
gen de quien, sacudiéndose las trabas de una educación diri­
gida a mantenerlo sumiso a jerarquías y soberano, supo con ­
vertirse en cam peón de la libertad, desde el primer día de la
revuelta hasta su sacrificio. Y, siguiendo el m étodo establecido
en este Estudio, se prefiere dejar hablar a autoridades conside­
radas pertinentes, sin dejar de apuntar que se pudieron haber
escogido otras m ejores.

LA EDUCACION COLONIAL EN ANTIOQUIA

Roberto BOTERO S A L D A R R IA G A
“ Francisco Antonio Zea”
Ediciones del Concejo, Bogotá, 1945.

Cita el Sr. Botero al ilustre Don Tulio Ospina, A cadém ico


de la Historia, Rector que fue de la Escuela de Minas de M ede-
llín, y científico de nota, en la p. 17:
“ Si un gobierno que casi no tenía más miras en sus colonias
que el proporcionarse pingües rentas, mantenía en tal abandono
el adelanto material de A n tio q u ia ... fácil es concebir cuál sería
el estado de todo lo que dice relación con el desarrollo intelec­
tual. Baste saber que no había imprenta ni colegio en toda la

- 107
Provincia (pues el que habían fundado los jesuítas se suprimió
en tiempos de Carlos III) y apenas si funcionaban sendas es­
cuelas elementales en las cuatro poblaciones principales; y que
los vecinos de las otras ocurrían, cuando podían, y a su costa, a
maestros ambulantes e ineptos para enseñar las primeras letras
a sus hijos. Tal cual fam ilia pudiente mandaba algunos de sus
m iem bros a educarse a Santafé” .

LA EDUCACION EN EL VIRREINATO. Dice el Sr. Botero


(p. 45):

“ Don Francisco A ntonio Zea, bajo el seudónimo de Hebé-


filo publicó en el PA PE L PERIODICO, el año 1792... una de­
m oledora crítica contra los gastados sistemas practicados en la
instrucción pública del Virreinato de la Nueva Granada. For­
midable requisitoria en que reclamaba un cam bio radical en los
métodos de enseñanza, de orientación pedagógica, y selección
en el personal de maestros; desarrollando al mismo tiempo un
programa m oderno, com pleto, sobre cultura intelectual para los
súbditos coloniales de Su Majestad Católica” .

Ya hemos visto (en el Capítulo “ TELON DE FON DO” ) lo


que el Dr. Don Camilo Torres, exam inador de Atanasio Girar­
dot en Filosofía (según el A cta del 16 de Enero de 1806, del
Colegio del Rosario) decía sobre este asunto. No sobra repetir
aquí algunos apartes de su “ M emorial de A gravios” :

Nuestros estudios de Filosofía se ha reducido a una jer­


ga metafísica, por los autores más obscuros y más despre­
ciables que se c o n o c e n ... No ha muchos años que ha visto
este reino, con asombro de la razón, suprimirse las cátedras
de Derecho Natural y de Jentes, porque su estudio se creyó
p e r ju d icia l... ¡Bárbara crueldad del despotismo, enemigo
de Dios y de los hombres, i que solo aspira a tener a éstos
com o manadas de siervos viles, destinados a satisfacer su
orgullo, sus caprichos, su am bición y sus pasiones.

Guillerm o HERNANDEZ DE A L B A
“ Panorama de la Universidad en la Colonia”
Revista de las Indias-Bogotá N<? 6,
Julio de 1937.

(p. 73) — G regorio X III, en amplísima bula “ Romanus Pon-


tife x ” , dada en Roma en 1580, concede a la provincia dom inica­
na del Nuevo Reino la facultad para erigir, en el convento del
Rosario de Santafé, Universidad perpetua de estudios genera­
les, con rector y lectores que enseñen todas y cada una de las
facultades permitidas por el derecho, y que los estudiantes que

108 -
en ella cursaren puedan recibir los respectivos grados e insig­
nias de manos del rector, gozando de todos los privilegios espi­
rituales y temporales concedidos a los que se graduaban en las
demás Universidades de España. De un golpe, la cultura que
florece en Salamanca y sus Colegios M ayores trata de trasplan­
tarse a la balbuciente colonia indiana; preciso es recordar cóm o
uno mismo es el plan de estudios de uso en la Península y en las
posesiones de Ultramar. Déjese, de una vez por todas, la repetida
cantinela contra la Madre España de habernos mantenido en la
ignorancia; lo sucedido es m uy distinto. Cuando a las colonias
llegó la cultura española ya el sol se había puesto en Flandes y
la especulación filosófica llevada hasta la locura, y el prurito
real en torno de la iglesia católica convertida a sangre y fuego
en única confesión, elevó muralla inexpugnables en torno a Es­
paña y sus colonias que, haciendo vida y pensamiento común,
recogiéronse com o tortugas ante el m undo o c cid e n ta l...
(p. 75) — Indefinidam ente suspendida la ejecución de la
bula de 1580, que autoriza a constituir la Universidad e estudios
generales, en 1625 el A rzobispo de Santafé y el prior de los
Predicadores, redactan los estatutos para la colación de grados,
nombran a Santo Tomás por patrono y señalan la iglesia m ayor
para otorgar los grados de doctores y maestros, y el Colegio de
Santo Tomás para los grados inferiores, “ dando la form a con
que se habían de hacer los exám enes y conferir los grados y que
hubiese acompañamiento de a caballo para los de maestro y
doctor en teología” .
(p. 76) — Cinco años después publícase la definitiva sen­
tencia en torno a la herencia de Gaspar Núñez, y entra la orden
dominicana en la tranquila adm inistración del Colegio, instituto
acreditado ahora con los honores de Universidad pública, los
mismos concedidos a su convento hacía media centuria. Cedió
la com unidad m erced tánta al Colegio de Santo Tomás, y desde
entonces la ciudad del licenciado cordobés trocase en sede uni­
versitaria porque nace la Real y Pontificia Universidad To-
mística, entidad cuasi m oral donde con larga mano e indulgen­
cia otórganse insignias y grados a estudiantes del colegio dom i­
nicano y colegiales del insigne Colegio M ayor del Rosario del
real p a tro n a to ... La publicación de la bula pontificia, con cuya
autoridad se erigió la Universidad Tom ística reviste caracteres
de solemnidad inusitada. El 4 de agosto de 1639, en pos del se­
ñor presidente Saavedra Guzmán, quien luce sus m ejores galas;
ministros togados, alguaciles, capitulares del m uy ilustre regi­
miento, hidalgos y ricos-hom es de Santafé; su ilustrísima el
arzobispo fray Cristóbal de Torres, seguido de su provisor y
vicario general, cabildo eclesiástico y prebendados, se dan cita
en los claustros m agníficos de Santo Dom ingo, de donde debe
partir el desfile que, recorriendo en paseo ecuestre las principa­
les calles de la ciudad, daría testimonio de cóm o se erige la
Universidad de Santo T o m á s ...

- 109
(p. 79) — El inmortal arzobispo Torres, abriéndose paso
por entre rencores y partidos, planta su tienda triunfadora en
1653; es la suprema creación, el Colegio M ayor del Rosario,
cuyas constituciones son las de la república y donde sacerdotes
y civiles encuentran en la carrera de las letras nuevo y fecundo,
desconocido cam po: podrán los colegiales ser catedráticos, pa­
santes y rectores, preeminencias hasta entonces reservadas a
los religiosos que rigen las dos pretendidas Universidades. Es el
claustro institución nacional, las colegiaturas se reparten entre
los hijos todos del N uevo Reino, que a la hora de la revaluación
se hallarán unidos para impulsar con un solo sentimiento a la
república, a la que imponen el estatuto rosarista.
Así corre un siglo largo que hace de los criollos, oidores,
obispos y altas dignidades. Un suceso sin precedentes, la expul­
sión de los jesuítas del Nuevo Reino en 1767, pone de m anifies­
to el maduro pensamiento criollo en materia de educación. Sur­
ge M oreno y Escandón, protesta viva a la filosofía aristotélica,
en plena decadencia universal. Por primera vez se atreve a se­
ñalar la ética com o de necesario estudio, se vuelve los ojos a la
verdadera realidad nacional, y se abren los claustros al m en­
guado aborigen, señalando el ascenso de la cultura, que llega
a la cum bre con una moderada experim entación que organiza
el precursor de la pedagogía moderna, tesoro escondido de nues­
tra historia, el absolutista y refinado arzobispo-virrey Caballero
y Góngora, quien con ojo de minero encuentra cualquier día
de su visita pastoral a la joya más preciada de la cultura his­
pana, el sabio Mutis, convirtiéndose así la propia España en
mentora de la generación de la Independencia.
P or primera vez en la historia colonial los criollos están
frente a su pueblo. Los han traído M oreno y Escandón, Mutis
y Caballero y Góngora; el prim ero con su PLAN DE ESTUDIOS,
de atrevida redacción; aquel con su cátedra de matemáticas en
el Colegio M ayor, y éste con su acción incomparable. Tan rudo
es el cam bio que los antiguos profesores tienen que aprender
de nuevo, abjurar del ergo fatídico y de la filosofía decadente
para entregarse a la experim entación, “ porque un reino lleno
de preciosísimas producciones que utilizar, de montes que alla­
nar, caminos que abrir, de pantanos y minas que desecar, de
aguas que dirigir, de metales que depurar, ciertamente nece­
sita de sujetos que sepan conocer y observar la naturaleza y
m anejar el cálculo, el compás y la regla, que de quienes en­
tienden del ente de razón, y la primera materia y la form a
sustancial” . Jamás se oyeron en la olvidada colonia frases de tan
exacto realismo, com o las que acabamos de trascribir del arzo­
bispo-virrey, y en cuyo fondo anima la idea de Patria.
(p. 80) — De la nueva escuela salen Félix de Restrepo, que
lleva la renovación a Popayán, y quien desde su cátedra de
filosofía m odela a Torres, Caldas, Ulloa y P om bo. De la escuela
rosarista de Mutis salen Pedro Fermín de Vargas el revolucio­

n o -
nario, par del Precursor; Cortés y Ron, el sabio ignorado; Va-
lenzuela el naturalista, Lozano el zoólogo; mientras San Bar­
tolom é tiene al otro Valenzuela, a Gutiérrez de Caviedes el ca­
nonista, a García Rovira el filósofo, a Benítez el jurisconsulto,
a Cabal el ingeniero. Las ciencias no guardan secreto: todo se
estudia, todo se investiga.
Los rectores y catedráticos de entrambos colegios bogota­
nos, el M ayor del Rosario y San Bartolom é, son los que dejan
oír su palabra revolucionaria en septiem bre de 1809; son los
signatarios del Acta gloriosa, al tiem po que los catedráticos
integran la Junta Suprema y los discípulos form an en los ejér­
citos de la revolución. Y serán los prim eros en incluir entre
los deberes del Estado el m antenim iento de la instrucción pú­
blica. Serán apóstoles de ella a la manera de José León Arm ero,
en Honda, e iniciado el m ovim iento de Julio, Torres y Gutiérrez
de Caviedes, el Demóstenes y el Catón granadino com o les
llamaron, presentándose ante el claustro de la Universidad To-
mística, cuyo rector firm ó también el Acta, a explicar a frailes
y seglares los deberes del Instituto ante la Patria.

José María Ibáñez


“ Crónicas de Bogotá’’ .
2^ Edición, Bogotá, 1915,
T. II, pp. 161, 260, 144 a 147.

EL SISTEMA DE COPERNICO EN EL COLEGIO


DEL ROSARIO

Mutis inauguró en el Colegio del Rosario, en marzo de 1762,


cátedras de matemáticas y astronomía. Corridos treinta y cuatro
años, cuando la ciencia astronómica había adquirido grandísi­
mo increm ento, cuando el sistema de C opérnico era aceptado
sin objeción en todos los países civilizados, cuando en Santafé
había hom bres de ideas tan avanzadas com o los revolucionarios
de 1794, todavía, al pretender un catedrático injustamente des­
conocido, el doctor Juan Francisco Vásquez, enseñar en las
aulas de Cristóbal de Torres que la Tierra gira alrededor del
Sol, un Rector de antaño, que firm aba con el largo nom bre de
Santiago G regorio de B u r g o s ... obligó al catedrático Vásquez
a que se ciñera estrictam ente al atrasado texto del Padre Gua-
dín, apoyado por el V irrey Ezpeleta y por el oscurantista Fiscal
Manuel Mariano de Blaya. El rector Burgos escribía en las pos­
trimerías del siglo X IX lo siguiente, hablando del sistema de
Copérnico:

“ A qu el sistema es contrario abiertamente a varios ex ­


presísimos textos de la Sagrada Escritura. Y fue condena-

- 111
do por la Sagrada C ongregación ante Pablo V y Urbano
VII, contra Galileo, que lo enseñaba.”

PROFESORES EN EL COLEGIO A PRIN CIPIO S DE 1809


4
Y esto sucedía cuando una generación sigilosa y gradual
se operaba para los iniciados en las aspiraciones de la inde­
pendencia. ..
Por este tiem po (Principios de 1809) fue nom brado Caldas
catedrático de Matemáticas elementales en las aulas del céle­
bre Colegio del R o s a r io ... (en el que) se había encargado don
José María Castillo de la cátedra de Derecho Civil, y don Ca­
m ilo Torres de la de Derecho Real. El estudiante Joaquín M os­
quera fue escogido en ese año para sostener las conclusiones
o certámenes anuales en esta F a c u lta d ... (y ) adquiría en esas
aulas los conocim ientos que habían de llevarlo, andando los
tiempos, a ocupar, com o Presidente de la Gran Colombia, la
silla de Bolívar.

TRAD U CCION DE “ LOS DERECHOS DEL HOM BRE”

En su casa de la plaza de San Francisco trabajaba Nariño,


com o de costum bre, una tarde, cuando se presentó de visita el
Capitán de la Guardia del V irrey, don Cayetano Ram írez de
A rellano, quien, conociendo la afición de su am igo por los li­
bros franceses, le llevaba — aprovechando la ausencia del V i­
rrey—• uno que acaba de llegar a Palacio. El libro era la His­
toria ele la Asamblea Constituyente, de Salart de M o n tjo ie ...
A brió Nariño el volum en. A llí estaba, in extenso, el texto de
la Declaración de los derechos del Hombre, que en vano se ha­
bía esforzado por c o n o c e r ... Ansioso de hacerlos conocer de
sus oprim idos coterráneos, los tradujo sin tardanza, y el d o­
mingo siguiente a la visita de Arellano, se encerró en la im ­
prenta “ desde las ocho hasta las doce menos cuarto” , con el
impresor don D iego Espinosa, y tiraron — naturalmente sin las
licencias de rúbrica— hasta ochenta ejemplares, en una prensa
de construcción ru d im e n ta ria ....
En el proceso sobre traducción y publicación de los Dere­
chos del Hombre no aparecieron responsables en sus principios
sino Nariño y el im presor Diego Espinosa. Por haber circulado
el impreso de Nariño sigilosam ente y solo entre la juventud de
ideas avanzadas, animada por el fuego de las grandes ideas y de
sentimientos generosos, no le fue posible al Oidor Mosquera sor­
prender un solo ejem plar, para colocarlo en la cabeza del pro­
ceso, com o cuerpo del delito.

112 -
L A INSTRUCCION EN VEN EZUELA

Para que se vea cóm o el estado de la instrucción secunda­


ria (y fue m uchísim o peor la de primeras letras, hasta llegar
a este nivel) no era privativo de la Nueva Granada, com o no lo
fue del resto de las colonias españolas, se trascribe a conti­
nuación unos párrafos debidos al más independiente — quizá—
de los historiadores de Venezuela; de quien ese crítico que no
tiene agua en la boca, Diego Carbonell, dice:

“ No se puede decir que sea Gil Fortoul quien haya re­


dactado la m ejor historia venezolana; pero le cabe la gloria
de haber concebido con la serenidad de un escritor cientí­
fico, una obra en cuyas apreciaciones más delicadas surge
el pensamiento de un sociólogo y la erudita interpretación
de un s abi o . . ( 1 ).

José GIL FORTOUL


“ Historié. Constitucional de Venezuela”
Tom o Prim ero.
Heymann-Berlín-1907.

(p. 8 6 ) — La licencia de establecer una Universidad en la


capital (Caracas), solicitada en 1697 y negada por despachos de
30 de diciem bre de este año y 14 de enero de 1700, no la acordó
el rey sino en 22 de diciem bre de 1721... La “ real y pontificia”
Universidad de Caracas fue el foco de las ideas más conserva­
doras de la Colonia, y aún entrado ya el siglo X IX , y hasta las
vísperas de declararse la Independencia, predominaba en ella
un espíritu enteramente opuesto al de todo el mundo civili­
zado . . .

En (un) escrito universitario se lee: “ La autoridad de los


reyes es derivada del cielo: las personas de los reyes, aun sien­
do tiranos, son inviolables, y aunque su voluntad no ha de con ­
fundirse siempre con la del mismo Dios, debe siempre respe­
társeles y obedecérseles; la Inquisición es un tribunal legítim o
y necesario: no queda otro recurso contra la corrupción general
que la intolerancia político-religiosa. “ Esto decía la Universidad
cuando el congreso revolucianario estaba ya preparando algu­
nas de las leyes más radicales que se han dictado en Am érica
(1811).

I) — Diego CARBONELL. “ Escuelas de Historia de A m érica” - Impr.


López, Buenos Aires, 1943. P. 273.

- 113
(p. 90) — En cuanto a libros y periódicos extranjeros, el
Consejo de Indias, los Capitanes Generales y la A udiencia im ­
pedían por todos los medios posibles su entrada y circulación,
especialm ente si trataban de materias filosóficas y políticas. Los
que poseían libros o papeles considerados com o “ subversivos, se
exponían a las penas más severas. El 11 de diciem bre de 1797 la
Audiencia de Caracas declara que los que recibieren tales li­
bros o papeles, “ y no los entregaren inmediatamente a las ju s­
ticias, los que tuvieren noticias de ellos y no lo com unicaren a
las mismas justicias, los que los pasaren a otras manos, o de
cualquier form a divulgaren sus doctrinas, o no impidieren su
extensión, cuanto esté de su parte” , incurrirán “ en las penas
de azotes, presidio, y en la de m uerte según las circunstancias
del caso” .
(p. 91) — Cuando com enzó el siglo X IX , a pesar del sistema
español de trabas y aislamiento, y no obstante la tendencia con­
servadora de la Universidad de Caracas, se había ya constituido
en Venezuela una clase social superior, por sus riquezas y por
sus dotes intelectuales, la cual propendió naturalmente a pre­
dom inar en el destino de la Colonia. Muchos m iem bros de las
familias ricas, nobles y mantuanas ( 1 ), se contagiaron al fin del
espíritu revolucionario europeo, leyendo ocultamente libros nue­
vos o viajando a países extraños. Y esta infiltración de la co ­
rriente revolucionaria de Francia y los Estados Unidos, junto
con la revivicencia de antiguas instituciones españolas com o la
autonomía m unicipal y provincial, explican el súbito empeño
de los colonos venezolanos en atacar, en sus fundam entos mis­
mos, la organización política implantada por sus antepasados.

A T A N A SIO G IR A R D O T COMO ESTU DIAN TE EN


EL RO SARIO

No ha sido posible dar con el dato de cuándo ingresó Ata­


nasio al Colegio M ayor, ni en dónde hizo sus estudios anteriores.
El hecho es que se graduó de abogado, siendo ya Teniente del
Batallón “ A u xiliar” , y que fue brillante alumno, a juzgar por
las calificaciones que más adelante se verán en facsím ile. Tam ­
poco fue “ colegial” , com o dice el sr. Uricoechea, pues el Dr. Gui­
llerm o Hernández de A lba ha definido para el presente Estu­
dio las clases de estudiantes, com o sigue:
En el Colegio M ayor de Nuestra Señora del Rosario, alias
de Santo Tomás, había tres clases de estudiantes:

(1) — Llamábanlas así porque las m ujeres blancas usaban manto


largo en la calle, cosa que se vedaba a las negras y pardas.
(Nota de G-FJ.

114 -
a) CO LEGIALES — Estos disfrutaban de las becas de fun­
dación, o posteriorm ente establecidas por benefactores del
Claustro. Vestir esta beca era uno de los m ayores honores aca­
démicos. Entre los colegiales se escogía por elección las dignida­
des del claustro, de rector para abajo. Para recibir esta m erced
debían presentar inform ación de hidalguía.
b) M AN TEISTA o externos, o capistas. Estos realizaban to­
dos lo estudios académicos, pero sin recibir ninguno de los ho­
nores del claustro.
c) FA M ILIA R E S — Los que a cam bio de prestar servicios
domésticos en el Colegio, recibían en él su educación.
El Colegio, com o vimos, fue autorizado por Real Cédula de
Felipe IV, el 31 de D iciem bre de 1651, y fundado por Fray Cris­
tóbal de Torres el 9 de Enero de 1653 (1). Según Uricoechea y
Posada (2) se llamó primeram ente COLEGIO ORDINIS PREDI-
CATORUM , SAN CTI TOM AE AQU IN ATIS, C IV ITA TIS SAN C-
TAE FIDEI IN DIARU M OCCIDENTALIUM , aunque la sola
mención del antiguo nom bre hace montar en santa ira al actual
e ilustre Rector, el santo hom bre, Protonotario A postólico y li­
terato de reconocidas ejecutorias, M onseñor José Vicente Cas­
tro Silva, con cuya amistad se honra, hace muchísimos años, el
autor de este Estudio, y a cuya proverbial amabilidad se debe
el que haya sido posible usar de los archivos y la Biblioteca
del Colegio.

El señor Uricoechea, dice:


“ Venciendo las dificultades, bien grandes por cierto en
aquel tiem po para los antioqueños, don Luis mandó a su
hijo Atanasio al Colegio M ayor de Nuestra Señora del R o­
sario, del cual fue colegial. Después de estudiar las artes
que en aquel tiem po se conocían, siguió en la Escuela de
D e r e c h o ... la carrera de abogado, y recibió su diploma el
30 de Octubre de 1810, sobre las firm as de Fray Mariano
Garnica, com o Rector, y A ntonio Morales, com o Secretario
del Colegio, que fueron registradas en el Libro 10 (o 70),
folios 12 y 14.”
No ha sido posible localizar este Libro. El facsím ile de uno
de los diplomas se reproduce más adelante. El Sr. Posada dice
que fueron TRES los diplomas, expedidos el 14 de Agosto, el

(1) — Quien mayores datos desee obtener, que consulte la obra.


Dr. Hernández de Alba, “ Crónica del muy ilustre'-' Qolegrér
M ayor de Nuestra Señora del Rosario en Santa Fe ile
obra citada en la bibliografía, T. I, pp. 54 y 5 5 ./'
(2) — Uricoechea, A lvaro, Idem. p. 515 - Posada, EdvtardQ^-“D ocu ­
m e n t o s ....” , p. 750.

CIRARDOT— 9
5 de Septiem bre y el 30 de O ctubre. Pero — com o se ha d i c h o -
la m ayor parte de los docum entos relacionados con Girardot se
han perdido, y son m uy pocos los conservados por la familia.

CALIFICACIONES obtenidas por Atanasio GIRARD OT en el C o­


legio del Rosario, en les cursos de Filosofía y Derecho Civil. Del “ Libro
de Exámenes” . Tamaño original 13 x 21 erns.

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NOTA
Los sitios en donde los facsímiles se han recortado para no ex ­
tender el espacio con datos que no obran al caso, están marcados
con líneas de estrellas. También se ha indicado los folios res­
pectivos del “ Libro de Exámenes” .

NOTA
Este libro, (original) ha sido puesto en manos del autor del pre­
sente estudio por el Sr. Dr. Guillerm o Hernández de Alba, Cro­
nista de Bogotá y del Colegio, a quien se expresan — com o en
tantas partes en estas páginas— los debidos agradecimientos.

118 -
A TA N A SIO GIRARDOT

Oleo sobre tela. Dimensiones: 53 x 64 cms.


Retrato existente en la “ Casa del 20 de Julio” ; en Bogotá.
A utor anónimo.

f. E .U .W .
1N N O M I N E JliS U C H R J S l I
a. ufojfAjt.i; a R»>xa » to4 i r a¡h ,¡ itii ndi í #¡
n<>€ i HRlHlilVI T HÜKM A 5NAT IS AM« N.
t- Vi t n .f » & S<j~» i» <«!*&■■* ( h - f n n f">i ¡ . «>»<<«* $$ ► '' 'I ¡-<.«*Vw

á^uajíi» <;«..!«<» ítttnt «*>*


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i* P*¿m iMfe»*». |w« h*MÍ ü««#í C«4& 18, H¡ifp*¥« U-w-*.^ S .^
*-. K»|», .%iwn*. h t*¡»* M*« r i * * * » * » » tgpéfrm *m>i w*im 4«ifífe U«w•««*-.» «.«i-
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LOMA de A BO G A D O expedido a A TA N A SIO GIRARD OT por el


LEGIO M A YO R DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO, en Bo-
el 30 de Octubre de 1810. Original en posesión de Don Jorge
.zar Sordo, da Bogotá. Fotografía de E. U. W. para este estudio.
Dimensiones: 32 x 28 cms.

ATANASIO GIRARDOT
JMM0R7AL POR SU NGMBRL
i POR SO SACRIFICIO
EN DEFENSA DE LA LIBERTAD
GLORIA OE SU PATRIA
í ORNAMENTO DE ESTE COLEGÍS
-ármol adherida QUE L E ENSENO Colegio de Nuestra Sra.
: costado orien- KMO'ñ A LA ñEPU8L|{ A del Rosario en Bogotá.
-ifro inferior del CORTO EN AÑOS
Texto de Monseñor
URCO EN MERECIMIENTOS
J. V. Castro Silva
HALLO EN LA CIMA D a BARBULA
EL 30 DE SEPTIEMBRE BE I8i3
FJN A SU VIDA
PRINCIPIO A SU MEMORIA
f MONUMENTO Á SUS HAZAÑAS

- 121
Portada de la Capilla del Colegio de Nuestra Señora del Rosario
(llamada “ La Bordadita” ).

De un antiguo dibujo aparecido en el “ Papel Periódico’ de Bogotá.


Año III, N9 72, 20 de julio de 1884. P. 384.

122 -
LIBROS que Atanasio GIRARD OT pudo haber leído cuando estudió
en el C olegio M ayor de Nuestra Señora del Rosario, en Bogotá.

Existentes en la B iblioteca del Colegio, y fotografiados por E. U. W.


•por amable autorización del actual e ilustre R ector del Claustro.

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- 123
A TA N A SIO GIRARDOT
Lápiz de José María Espinosa - Museo Nacional, Bogotá, Salón
Eduardo Santos, N? 1952 - Dimensiones: 18 x 26 cms.

Dice Espinosa en “ Memorias de un A banderado” Edición de 1876, pp.


275, 277.
“ Con placer me he ocupado de retratar a muchos de los héroes de
nuestra primara época, y de sus nombres he form ado la lista que sigue:

Coronel GIRARDOT.

124 -
CAPITULO VII

ACTUACION de GIRARDOT
el 2 0 de Julio de 1810

Calle Real de Santafé en 1810. Tienda del español González Llórente


donde se verificó la reyerta del 20 de Julio de 1810.
Dibujos aparecidos en “ EL LIBRO DE L A P A T R IA ” , de Ignacio Borda.
Bogotá - 1894.

Se carece de docum entación apropiada sobre las actuaciones


del joven estudiante del Colegio del Rosario durante el día ini­
cial de la revolución neogranadina. Hay autores (tal, Ospina,
en su “ D iccionario B iográfico” ) que afirman cóm o Atanasio sa­
lió, en asocio de L iborio M ejía, a “ agitar las masas populares” ;
pero lo único cierto consta en la reclam ación alzada ante la
Junta Suprema, por él y su padre, com o más adelante verem os.
Pero, a falta de docum entos no se dejan de hallar arranques
líricos, com o el siguiente de don A lvaro U ricoechea (1):
Cuando el grito glorioso de “ Libertad e Independencia”
resonó im ponente en todos los ámbitos de la república, lan­
zóse toda la juventud gloriosa de aquel t ie m p o ... a la ruda
contienda de nuestra emancipación. El 20 de Julio fue enér­
gico golpe com o las convulsiones de una nación; imponente
com o la iniciación de quince años de sangrienta guerra, en

(1) — Uricoechea, Alvaro, o. cit. en la bibl., p. 614 - Buena parte de


este párrafo se halla en la p. 12 del folleto de J. D. Monsalve,
de 1911. Monsalve debió haber usado las comillas, pues el ar­
tículo de Uricoechea fue escrito un año antes.

- 125
que se sucedieron los triunfos y los desastres, el martirio
y las victorias, en todo el continente americano; sublime,
com o el gigantesco alum bram iento en que aparecen diez na­
ciones ante la faz del m undo; y entre aquella falange de
héroes había un joven gallardo, de pecho levantado, de ru­
bios cabellos lacios, de tez sonrosada y mirada penetrante:
ese era A T A N A SIO G IR A R D O T, quien abandonó entonces
su carrera y tom ó la que debía inmortalizar su nombre.

La herencia del padre, vástago de revolucionarios france­


ses del ochenta y nueve, caldeaba, quizá, la sangre de ese jo ­
ven de diecinueve años, uno de cuyos exam inadores (el 16 de
Enero de 1806) fue el autor del “ M em orial de A gravios” . Quizá
leyera, no m uy a escondidas, ciertos panfletos que venían de
contrabando en el cajón de ultramar, uno de los cuales había
sido ya traducido por su futuro jefe, don A ntonio Nariño. A pun­
ta M onsalve (1):
La juventud, siempre tan ávida de novedades, tan ami­
ga de la oposición política, tan opuesta a la represión, y por
consiguiente tan amante de la libertad, tan idealista en sus
anhelos y tan generosa para prodigarse, tan enérgica en
sus actitudes, tan valiente en los peligros, tan ardorosa en
sus resoluciones, y en todo tan llena de vida, de fogosidad
y de atrevim iento; esa juventud no podía menos de ser la
falange poderosa con que contaron para la revolución los
hom bres de edad, sabios y prudentes, que tomaron la inicia­
tiva.
Ya hemos leído, al iniciarse este Estudio, qué razones tan
poderosas servían de acicate al odio de los criollos contra el
español. Nos falta proyectar la imagen del ardoroso rosarista
sobre un relato sucinto de los acontecimientos que tuvieron
lugar en Santafé ese m em orable 20 de Julio: y para ello, lo m e­
jor es servirnos de las palabras de dos de los principales ac­
tuantes: Caldas, el sabio, y A cevedo y Gómez, el tribuno. Se
entreveran las citas de ambos ( 2 ); con intromisión del feroz
realista Torres y Peña (3), del Dr. Díaz y del Autor.

(1) — Monsalve, J. D. - “ Atanasio Girardot” - Bogotá, 1911, p. 12.


(2) — Caldas, Francisco José - “ Diario P olítico de Santafé de B ogotá” ,
trascrito por Martínez y Ortiz en “ El Periodism o en la Nueva
Granada” , Bogotá, 1940, p. 40 y sgts. - N? 29, Agto. 29 de 1810.
— A cevedo y Gómez, José. Carta a Miguel Tadeo Gómez. Santafé,
21 de Julio de 1810. Trascrita en el folleto “ Cóm o nació la R e­
pública de C olom bia” , editado por G uillerm o Hernández de Alba,
Banco de la República. Bogotá (1965).
(3) — José Antonio de Torres y Peña - “ M emorias” - Kelly, Bogotá,
1950, pp. 88, 108 115, 116.

126 -
C A L D A S — La rivalidad que ha existido de tiempo inm e­
morial en la Am érica entre los españoles europeos y los indíge­
nas de este vasto continente; la rivalidad, casi increíble entre
el español y sus descendientes, se exaltó en 1794. En esta época
desgraciada vio la capital y el Reino lo más precioso de su ju ­
ventud en los calabozos; vio gem ir sobre la cama del torm ento
a uno de nuestros hermanos. La esposa vio al esposo, el padre
al hijo marchar con cadenas a la Península: este suelo se em ­
papó con lágrimas de todos los am erica n os... El americano
odió más al G obierno español en su corazón, y solo callaba por­
que lo hacía callar la bayoneta. Este odio silencioso pero con­
centrado, em pezó a explicarse un poco con los sucesos de Quito
del 10 de agosto de 1809; las prisiones de Nariño, de Miñano,
de Gómez, de Azuero, de Rosillo y de otros inflamaron los áni­
mos, pero sin salir el descontento general del recinto dom éstico;
se murmuraba con calor pero al oído. La escena trágica y san­
grienta de Pore hizo hablar más recio; los m ovim ientos de Ca­
racas, de Cartagena, del Socorro y de Pamplona reanimaron los
corazones, hasta el punto que una sola palabra bastó para rom ­
per nuestro silencio y los diques de nuestro sufrim iento el 20
de Julio de 1810.

TORRES Y PEÑA — . . . es fácil deducir que tres clases de


gentes concurrieron al trastorno general. Los autores originales
de toda la tram oya, eran franceses de corazón, o hablando
más claro, francmasones, que ningún caso hacían de la religión
ni del honor. Otros eran republicanos q u e . . . se habían em be­
bido en las falsas máximas del Contrato Social, se dejaban arras­
trar del fanatismo de la popularidad y pensaban en la indepen­
dencia a b s o lu ta ... ¡Hombres frívolos, noveleros, colegiales y
abogadillos afeminados cuya reflexión se ha form ado sobre la
farsa y representación de la comedia! Los terceros fueron final­
mente los hombres sencillos y sin malicia, que se dejaron en­
gañar de las falsas apariencias de utilidad, de honestidad y se­
guridad que les propusieron.

ACEVEDO — A las siete de la mañana, querido primo,


grandes acontecim ientos políticos. ¡Som os libres! Felices de
nosotros! Se com pletó la obra que com enzó esa ilustre provin­
cia. Antes de ayer averiguó este pueblo que unos cuantos fac­
ciosos europeos nos iban a dar un asalto en la noche de ayer y
quitar la cabeza y diez y nueve americanos ilustres, en cuya
fatal lista tengo el honor de haber sido el tercero, Benítez el
prim ero y Torres el segundo. Esta noticia. .. con la del horren­
do asesinato que hizo en esa villa el tirano Valdés, puso furio­
so al pueblo de Santafé, que antes tenían por estúpido. La no­
che del 19 vino el pueblo a guardarme, y si no lo he contenido
se precipita sobre los cuarteles.

- 127
Interrumpe el diálogo el Doctor Osvvaldo Díaz Díaz (1).

La fuerza pública no era escasa en la ciudad. La cons­


tituían la Guardia del V irrey con sus compañías de Caba­
llería y Alabarderos, el Batallón A uxiliar, mandado por el
coronel don Juan Sámano, las m ilicias de Pardos y Blan­
cos traídas de Cartagena, algunos hom bres venidos de Rio-
hacha con Sámano, y el Parque de A rtillería, sin contar las
Milicias voluntarias. Pero aún en esas fuerzas militares se
había infiltrado el aire renovador de la revolu ción. Una de
las compañías del A uxiliar estaba comandada por don A n ­
tonio Baraya, criollo de reconocida adhesión al m ovim iento
y hermano de doña Josefa Baraya de Santamaría, ardiente
p a trio ta ...
. . . las tropas veteranas de Santafé en vísperas de la revo­
lución del 20 de Julio estaban form adas por el Regim iento
Auxiliar, fuerte de quinientas cincuenta y tres plazas de
infantería: de una compañía de Caballería de la Guardia,
con treinta y cuatro hombres, y una Compañía de A labar­
deros de la misma con veinticuatro plazas; más un destaca­
mento de Artillería cuyo núm ero— seguramente escaso— no
se puede precisar. Esta A rtillería custodiaba el Parque.

TORRES Y PEÑA — .. .los soldados que (A m ar) había he­


cho venir desde C a rtagen a ... Estos andaban hambrientos y des­
nudos, y se les veía por las calles y cuando montaban guardia,
mal parados y cubiertos con sus frazadas; lo que proporcionó
a los directores de la revolución un m edio fácil de hacerlos a
su partido, siendo ellos gente parda y de poco honor. Comenza­
ron, pues, a regalarlos y acariciarlos; los llevaban algunos a co­
mer a sus casas; y así se puede decir que el señor A m ar les
trajo estos trescientos hom bres ^e tropa reglada para auxiliar­
les en la insurrección.

-------------------------- Aunque es cierto que los trescientos pardos es­


taban co rro m p id o s... preponderaba el Batallón A uxiliar, el es­
cuadrón de caballería y los Alabarderos, que todos eran soldados
de honor. A más de esto, habían buenos artilleros y cuarenta mil
cartuchos aprestados, y hasta doscientos mil con bala, que pu­
dieran haberse surtido de pólvora en aquellos días, pues había
ochenta barriles; para los cañones nada faltaba, y sobraban ba­
las, palanqueadas, desgarretadas y sacos de m etralla. . .

(1) — Díaz Díaz, Oswaldo— “ Copiador de O r d e n e s ....” - Rev. de las


Fuerzas Armadas, Bogotá, 1963, pp. 21 y 79.

128 -
ACEVEDO — A yer 20 fueron a prestar un ram illete a don
José González Llórente para el refresco de V illavicencio, a eso
de las once y m edio del día, en su tienda en la primera Calle
Real, y dijo que no lo daba; y que se c a g ... en V illavicencio
y en todos los americanos; al m om ento que pronunció estas
palabras le cayeron los Morales, padre e h ijo; se juntó tánto
pueblo, que si no se refugia en casa de Marroquín, lo matan.
En seguida, com o a eso de las dos de la tarde, descubrieron al
A lcalde toda la conspiración. El pueblo no le perim itió actuar:
descerrajaron la casa de Infiesta, Jefe de ella, y si no lo rodean
algunos patriotas, brillaban los puñales sobre su pecho, lo mis­
mo que sobre Llórente, a quien también sacó de su casa con
Trillo y Marroquín, que escapó vestido de m ujer, pero le c o ­
gió el alcalde Góm ez en una sala de armas. El V irrey mandó
escolta para auxiliar a la Junta. Y o estaba en mi casa con otros
amigos, cuando a la! oración vino el pueblo y me llevó a Cabildo,
pidiendo las cabezas de Alba, Frías y otras, con la libertad de
Rosillo. La plaza estaba com pletam ente llena de gente y las
calles no daban p a s o ...

C A L D A S — La noche se acercaba y los ánimos parecía


que tomaban nuevo valor con las tinieblas. Olas de pueblo ar­
mado refluían de todas partes a la plaza principal; todos se
agolpaban al palacio y no se oye otra voz que “ Cabildo abier­
to: Junta” . El pueblo estaba en la más viva inquietud: obligó
al Teniente Coronel don José M oledo a que a su nom bre fu e­
se personalm ente a pedir el Cabildo abierto al V irrey; este de­
negó la petición; el procurador Herrera se halló con la mis­
ma com isión y obtuvo la misma respuesta. A cada mensaje y
a cada negativa tomaba mas vigor ese pueblo activo y gene­
r o s o ... Por fortuna, el V irrey había llam ado al Oidor don
Juan Jurado para que le aconsejase en este lance crítico y a-
purado. Este juicioso y prudente español le dio el consejo que
le debía dar: “ Conceda V .E . — le dice cuanto pida el pueblo,
si quiere salvar su vida y sus intereses” . Consejo digno de
un hom bre experim entado y que im pidió el derramamiento de
nuestra sangre. En los últimos apuros se concedió un Cabildo
extraordinario, pero no abierto. El pueblo gritó vivas al V irrey
por un D ecreto con que expiró su autoridad y sus funciones.

El pueblo se trasladó en masa a las casas consistoriales;


reunió a los A lcaldes y Regidores; entraron los vecinos y se
comenzó, a pesar del V irrey, un Cabildo A b ie r t o ...

ACEVED O — Entré a la sala, extendí el Acta constitucio­


nal, form é la lista de diez y seis Diputados. Salí a la tribuna,
hice otra pequeña arenga, leí la lista, la aplaudió, y notando
que faltaba m i nom bre, dijo que debía ser el primero. Y aña-

- 129
dió otros Vocales, insistiendo en que iba a forzar la prisión
de Rosillo. La aplaqué, ofreciéndole que el prim er acto del
nuevo Gobierno sería la libertad de este ilustre V ocal; que
usara el pueblo con dignidad de sus derechos y no com prom e­
tiera con violencias la seguridad de ningún ciudadano. Oyó
mi v o z .. . Era tal la confusión que nadie se entendía. El pue­
blo gritaba que si no era cierto que tenía que pelear con t i ­
ranos, se le entregase la Artillería. El V irrey la puso a la dis­
posición de don José Ayala, quien con cien paisanos se unió a
su Comandante. Pidió también una Compañía para guardia de
las Casas Consistoriales, comandada por Baraya, y la mandó:
pero no cesaban las descon fian zas...
C A L D A S — A las seis y media de la noche hizo el pueblo
tocar a fuego en la Catedral y en todas las iglesias para lla­
mar de todos los puntos de la ciudad el que faltaba .Estos cla­
mores en todo tiem po horrorosos, llevaron la consternación y
espanto al corazón de todos los funcionarios del G obierno.
Tem bló el V irrey en su palacio, y conoció tarde que las ar­
mas, esas armas en que tanto había confiado, eran ya unos ins­
trumentos impotentes y débiles, y que no obrarían sino su
r u in a ... Las armas cayeron de su manos y pasaron a las del
pueblo sin ruido y sin estrago. Este punto es capital y m ere­
ce detallarse.
Dos eran los objetos de tem or y de desconfianza que agi­
taban al pueblo: el Batallón A uxiliar y el parque de Artillería.
El pueblo de Santafé les será eternamente reconocido a los pa­
triotas don José María M oledo y don Antonio Baraya. El pri­
mero ofreció desde los primeros m om entos que el A uxiliar no
obraría contra nuestra libertad, y él mismo se entregaba c o ­
mo rehenes en manos de un pueblo entusiasmado por su inde­
pendencia: él no desamparó la plaza, ni las casas consistoriales,
y el pueblo justo pagó sus servicios nom brándolo V ocal en la
Junta que establecía. El segundo (Baraya) siempre m anifes­
tó sin temores su amor al pueblo y a la Patria, siempre habló
contra nuestros opresores, y nosotros siempre lo mirábamos
com o un antemural y com o el que neutralizaba las opiniones
del batallón. ¡Cuánto le debe la Patria! El aquietó el pueblo
en los m om entos de su furor, él respondió con su cabeza por
la quietud del batallón, y que si obraba, obraría por la liber­
tad; él dio órdenes, él dio consejos, él trajo su compañía a la
p la z a ... (Subraya el presente autor).

INTROM ISION DE DON EDU ARDO PO SAD A, para sa­


ber qué hacía Atanasio Girardot en el Batallón A uxiliar (1)

(1) — Posada, Eduardo. “ El 20 de Julio” - A rboleda y Valencia, Bogotá,


1914. Pp. 19 y 21.

130 -
La Guía de Forasteros dice: “ Batallón A uxiliar de In­
fantería del N uevo Reino de Granada. Fue creado en 1783.
Consta de cinco Compañías al nuevo pie dado a la infante­
ría del ejército. Su uniform e: casaca, chupa, calzón; forro
y collarín blanco: vuelta y solapa encarnada; vivos verdes,
botón blanco, con dos órdenes en la chupa. Comandante: el
teniente coronel don Juan Sámano. Sargento M ayor, el te­
niente coronel don Joseph María M oledo” .
“ . .. d i o la com andancia del Batallón A uxiliar al mismo
don Juan Sámano; continuó en el grado de m ayor de la
plaza el cuñado de aquel (A lb a ); dio los cordones de cade­
tes a dos hijos del m ismo Oidor, que dentro de pocos días
fueron oficiales, com o lo fueron también Llórente, GIRAR-
DOT y otros de aquella facción antiam ericana” . — A quí ci­
ta Posada, equivocando título y autores, el “ M anifiesto” de
Caldas y Camacho, al que se refiere después la reclam ación
de Don Luis Girardot y de Atanasio. Sigue Posada: (1).
Sin embargo, no hubo ni un tiro ni el 20 ni en los si­
guientes días. Era que aquellas tropas estaban ya minadas
por las ideas revolucionarias. No fue el miedo, no fue la
ineptitud, sino el patriotism o lo que hizo tener ociosas las
armas en aquella hora suprema.

TORRES Y PEÑA
El V irrey, a instancias del Comandante don
José M oledo, había creado un nuevo batallón, de que se benefi­
ciaron algunas plazas de oficiales, y cupo una al hijo de un
mercader francés LUIS G IRARD OT, que se llamaba A T A N A -
SIO, a quien su padre, pronunciando muy mal el castellano, de­
cía “ Satanás” . Este fue el que se hizo tan fam oso por su im ­
pavidez y atrevim iento, que lo condujeron a perecer en Puerto
Cabello; cuyo corazón introdujo en Caracas el ridículo fana­
tismo de Simón Bolívar, en form a de procesión (Torres y Peña
escribe en 1814). (p. 116).

Intromisión de Francisco de Paula Santander, en el colo­


fón puesto a las “Memorias” de Torres, en el manuscrito, y de
puño y letra de Santander:

Este escritor es tan acreedor a una horca, com o lo fue Ju­


das Iscariote. Es un eclesiástico indigno del hábito de San Pe­
d r o ... Este eclesiástico es un bajo adulador de los tiranos, y
que tenía esperanzas de obtener por medios tan indecentes una
canongía por lo menos.

1) — Ibáñez, J .M . - “ C r ó n ic a s ...” - 2* E d., T . II, p. 357, dice que el


22 de Julio de 1810 “A los hijos de Alba les quitaron en este día
las charreteras” .

- 131
INTROMISION DEL PRESENTE AUTOR
Hemos de estudiar
más adelante cóm o la virtud principal del carácter de Atanasio
Girardot fue la lealtad sin vacilaciones hacia su jefe inmediato.
Así, con Baraya en la Campaña del Sur; y, por seguir siéndole
leal, abandonó el partido centralista y a su héroe Nariño, que no
era su jefe, y del que se expresa, en una de sus cartas, en tér­
minos entusiastas; así con Bolívar, en la Campaña Adm irable,
en la que se demuestra com o el más leal de los tenientes del
Libertador, aquel en quien podía confiar de m odo absoluto. De
manera que, siendo Atanasio teniente del Batallón Auxiliar,
comandado por Baraya, el 20 de Julio, no es aventurado supo­
ner que estuvo a su lado en todo m om ento de ese día.

CALDAS
El Coronel don Juan Sámano pasó toda la noche en­
cerrado en el cuartel con el batallón sobre las armas. A las
cinco de la mañana del 21 prestó su juram ento de fidelidad a
la Suprema Junta, y quedaron las armas en las manos del nue­
vo Gobierno. Estas fueron las operaciones del Batallón Auxiliar.

ACEVEDO
Tenem os que ir a las nueve a la primera s e s ió n ...
El pueblo no creyó los juram entos de Sámano. “ Quito — grita­
ban— y el Socorro acusan a estos pérfidos” . Sámano consignó
el bastón m uy sentido. Y o aplaqué al pueblo. Hay en este m o­
mento, que son las ocho de la mañana, sobre cuatro mil hombres
a caballo, que han entrado de la Sabana, y mi casa no se en­
tiende. Toda la noche ha estado el pueblo frente a mi balcón
gritando vivas; mi m ujer y mis hijos no se han acostado. Esto
fuera una Troya si el V irrey no se porta com o se portó. Las
campanas no han cesado de tocar a fuego; todo iluminado. El
pueblo registró todas las casas sospechosas, pero no hizo daño
alguno: solo recogió las armas y municiones. En este estado
nos hallamos. Adiós, mi querido primo.

EL “ D IA R IO POLITICO DE SA N TA FE DE B O G O T A ” , en
su núm ero 15, de Octubre 15 de 1810, relata los sucesos del
“ Día 24 de Ju lio” . En la página 126 del libro citado de Martí­
nez y Ortiz, se lee:

JUICIOS
H abiendo reclam ado don A T A N A SIO G IRARDOT, Teniente
del Batallón A uxiliar de esta capital, las expresiones relativas

132 -
a su persona que contiene el M anifiesto publicado sobre los
motivos de nuestra revolución, se dictó por la Suprema Junta
el auto siguiente:

“ Santafé, 6 de Octubre de 1810.


Por presentado, y en atención a que entre los muchos y
¿esordenados docum entos que por las críticas circunstancias
- pudieron entregarse coordinados a los señores comisionados
; ara el M anifiesto, se halló la Real Orden excluyente a los na-
nales franceses y sus hijos del servicio de las armas, con la
.lamación por parte de don M elitón Ortiz injustamente re-
-zado del beneficio de las plazas militares en que se paran-
. naba su aptitud con la de don Atanasio G IR A R D O T ante el
' ‘ iguo Gobierno, se declara que por los editores del Manifiesto
se procedió por estos principios equivocadam ente; pero que,
: :rmada esta Suprema Junta de las acciones patrióticas de
: n LUIS y don A T A N A SIO GIR A R D O T, no le deben obstar
1^ expresiones que reclama, y que para la seguridad y satisfac-
: n de su buen nom bre, se publique en el Diario Político esta
-Trminación” .
El público de esta ciudad está convencido de los procedi-
~ rntos del citado O ficial y de su padre, don Luis Girardot, el
: _rr.er europeo que se presentó en la Sala del Cabildo la noche
: la revolución a ofrecer su persona y bienes en servicio de la
PsTia. Estamos persuadidos de que aunque el antiguo G obierno
ü mano, para la organización de tropas, de varios sujetos a
z enes creía adictos a su causa, muchos de ellos no lo eran
ñderamente, y favorecían el designio de sacudir el yugo
■ i-'rsor. De este núm ero era el Oficial Girardot, que desde el
aa ■ -nto feliz de la independencia ha dejado ver su odio a la
ii ".a y su celo activo por la libertad.

APENDICE
-mtonio de Torres y Peña
rias sobre la revolución”
Bogotá, 1950 - pp. 39, 40.

- sde el principio de la Conquista ha sido un seminario de


:n las voces chapetones y criollos. No puede pensarse sino
: os nom bres se tom aron de los antiguos pobladores, o que
vocablos a lo menos derivados de la lengua mosca para
ir r¿ar y distinguir a los forasteros de los naturales de A m é-
at - n M éjico se llaman gachupines ( 1 ) los prim eros; y en

— Nota marginal del General Santander, al manuscrito: “ Soldado


":caro, asesino, quiere decir en la lengua m exicana; lo mismo
Thapetón en la Inca. Con que esto procedió de sus hechos. Sr.
Dr., ¿no lo sabía?

- 133
este reino se extiende regularm ente el significado de la voz
chapetón para denotar al que no está práctico en las costum ­
bres o usos del p a ís ...
* * *

“DIARIO POLITICO” de Santafé de Bogotá

De este “ D iario” dicen Martínez y Ortiz (“ El Periodism o


en la Nueva Granada” , K elly, Bogotá, 1940, p. x x x lll): “ No de­
bió quedar m uy satisfecha la Junta Suprema de G obierno con
el tono de la CONSTITUCION FELIZ porque no volvió a apa­
recer ésta, y de allí a diez días, el 27 de A gosto de 1810, un nue­
vo órgano de publicidad, con el sugestivo nom bre de D IARIO
PO LITICO DE SAN TAFE DE BO GOTA, saltó a la pales­
t r a ... Los directores del nuevo periódico (fueron) los doctores
José Joaquín Camacho y Francisco José de Caldas” .

-Xliliú

Cosíodu Sur ANTIGUA PLAZA DE SANTA FC Costado Occidental

134 -
S I N O P S I S

de los m ovim ientos de A T A N A SIO G IR A R D O T du­


rante la Campaña del Sur (que culm inó con la Batalla
del BAJO PA L A C E ) y la Campaña de la GU ERRA CI­
V IL, hasta la llegada de Girardot a Cúcuta, a incorpo­
rarse a las tropas de Bolívar, para la “ Campaña A dm i­
rable” , la de liberación de Venezuela. Esta última se
halla expuesta en mapa sinóptico aparte.
Se ha considerado útil presentar las campañas de
esta manera, para que el lector quede inform ado, de
un golpe de vista, sobre las exposiciones detalladas
que siguen.
Este mapa se basa, principalmente, en las cartas
de Girardot a sus padres, publicadas por Don Eduardo
Posada, cartas que — algunas— se trascriben en extrac­
to. Las demás fuentes usadas se especifican en la res­
pectiva trascripción.

- 135
APENDICE N<? 1

LOS HERM ANOS DE A T A N A SIO — PEDRO GIRARDOT,


MIGUEL G IR A R D O T

PEDRO GIRARDOT
Era el hijo m ayor de Don Luis, según lo atestigua José
María Baraya en sus “ Biografías M ilitares” , Bogotá-1874, p.51.
El resto de autores nada dicen al respecto, y el Padrón de 1802
(véase en el Capítulo “ EL P A D R E ” ) dice: “ Don Pedro, joven:
don Manuel Atanasio, a d u l t o ...” , por lo que se deduciría que
Pedro era m enor que el héroe de Bárbula. No se ha podido ha­
llar dato fidedigno alguno.
Pedro fue un procer de la Independencia, que rindió heroi­
camente su vida por la Patria; m erece no solo gratitud sino
respeto. Parece que era hijo natural de D. Luis, de madre des­
conocida. El único autor que lo m enciona com o hijo natural es
F. Mutis-Durán en el artículo “ Don Sinforoso M utis” , “ Boletín
de Historia y Antigüedades” , Bogotá, T. VIII, N? 8 8 , Sept., 1912.
p. 220, nota. Los demás consultados lo consideran hijo legítimo.
Pero Doña María Josefa Díaz, madre de Atanasio, en sus dos
peticiones al Congreso, solo m enciona com o hijos varones suyos
a Atanasio y a Miguel. El prim ero no menciona a Pedro en sus
cartas, llenas de recuerdos para M iguel y sus hermanas. A de­
más, en la partida de bautismo de la hija de don Pedro María.
Concepción, con su esposa Doña Custodia Castro, se dice:
“ ...A b u e lo s paternos, D. Pedro Girardot, subteniente, y de la
abuela no dieron razón” . La partida está fechada en la Iglesia
Parroquial de San Carlos (Santafé) el 9 de D iciem bre de 1813.
El, Pedro, padre de la niña, debió ser hijo del hermano medio
de Atanasio, su hom ónim o, que ya tenía edad para ser padre y
abuelo. De otra manera no se entiende la partida, certificada
para este Estudio, en Bogotá, Junio 11 de 1965, por el Rvdo.
Padre Carlos José Rom ero. Además, es asunto que solo debe
interesar a los descendientes, si los hay.
El Pedro Girardot que nos interesa aquí era Sargento de
Nacionales en la acción de Ventaquemada, de la Guerra Civil;
“ ofreció decir m ucho” sobre A ntonio Ricaurte, según el Dr.
Bernardo J. Caycedo, en la p. 62 de su libro “ Grandezas y M i­
serias de dos V ictorias” , ya citado. Después hizo parte de la
desgraciada expedición de Nariño contra Sámano, la que salió de
Bogotá el 23 de Septiem bre de 1813. Probablem ente se halló en
el com bate de Calibío, el 15 de Enero de 1814, en el que fue derro­
tado el español; y siguió con las tropas del Precursor hasta el san­
griento com bate del Juanambú, el 28 de A bril del mismo año,
en el que perdió la vida com batiendo com o un valiente. Dice
Nariño del E jército Republicano, en Juanambú el 29 de Abril
(O ’Leary, “ M em orias” , edición de 1881, T. X III, p. 508):

306 -
“ No es para este m om ento la descripción de este día
m em orable. Después de haber subido denodadamente nues­
tras tropas por una pendiente de cosa de seiscientas varas,
y desalojado el enem igo de veintisiete trincheras, fueron re­
chazados de una gran trinchera que atraviesa el cerro, a
donde se acojieron los enemigos, y desde donde en medio
de un vivísim o fuego arrojaban enormes piedras. A l pie de
esta trinchera, entre m uchos cadáveres de valientes solda­
dos, están los del Capitán don Isaac Calvo y del Subteniente
Don P edro Girardot. ¡Los ojos se hum edecen al contem plar
los semblantes de estos dos valerosos republicanos, que pa­
rece se están todavía sonriendo de la misma m u e r t e !...” .
El General A ntonio Obando, en su Autobiografía, reprodu­
cida en el “ Bol. de Hist. y A nt.” , Vol. VIII, pp. 533, 534, también
menciona la m uerte de Pedro Girardot en ese combate, com o
también el secretario de Nariño, don A lejandro Osorio, en su
“ Diario” (Boletín citado, T. VIII, p. 740); José María Espinosa,
en “ Memorias de un abanderado” , edición de 1876, p. 62, m en­
ciona com o muertos en el com bate de Juanambú a “ los valientes
oficiales Pedro Girardot (herm ano del fam oso Atanasio) e Isaac
C a l v o ...” .

MIGUEL GIRARDOT, el hermano menor de Atanasio

P A R T ID A DE BAU TISM O

“ En esta Santa Iglesia Catedral, en nueve días del mes de


julio de mil ochocientos y tres, yo el infrascrito Cura Rector
bauticé, puse óleo y crisma a un niño nacido el día seis, a quien
puse por nom bre P A B L O JOSE M IGUEL DE LOS SANTOS,
hijo legítim o de D. Luis Giraldó (sic) y Da. Josefa Díaz, nieto
por parte paterna de D. Luis Giraldó y Da. María Luisa Bresan, y
por la materna de D. Antonio Díaz del Mas y de Da. Magdalena de
H oyos. Fueron padrinos, D. Pablo Fernández y Da. Dolores
Ramírez, a quienes advertí el parentesco y obligaciones q. con­
traen. D oy fe. Pantaleón A yala” .
Expedida en Bogotá, a 11 de Junio de 1965,
Carlos José R om ero.
Sello: Tim bre eclesiástico-Colom bia Sello: Parroquia de la
Catedral, Bogotá.
Atanasio, en sus cartas,
se refiere varias veces a su hermano M iguel: E jem plo: “ Cuar­
tel General de Agua Blanca, A gosto 26 de 1811. .. .A M iguelito,
que me alegro de sus adelantamientos” . - “ Mesa de Juan Díaz,
Diciembre 29 de 1811. .. .M il abrazos a todos mis hermanos y al
cadete patriota M iguelito” . - “ Socorro, 8 de Marzo de 1812...
Un m illón de abrazos a todas mis hermanas, a M iguel y a mi
t i o .. . ” .

- 309
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