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VII.

REFLEXIONES SOBRE ALGUNOS ASPECTOS


DE LA RELACIÓN ENTRE IGLESIA UNIVERSAL
E IGLESIAS PARTICULARES,
A UN AÑO DE LA PUBLICACIÓN DE
LA CARTA COMMUNIONIS NOTIQ·k

El pasado día 15 de junio se cumplió un año desde la


publicación de la Carta Communionis notio, de la Con-
gregación para la Doctrina de la Fe, a los Obispos de la
Iglesia Católica, sobre algunos aspectos de la Iglesia con-
siderada como comunión, aprobada por Juan Pablo II
con fecha 28 de mayo de 1992.
Es aún breve el tiempo transcurrido desde su publica-
ción para poder valorar adecuadamente el influjo real del
documento en el «deseado trabajo de profundización teo-
lógica», tal como recordaba la Carta en su número 2. Con
ocasión de este primer aniversario de su publicación, pa-
recen oportunas algunas reflexiones a la luz de las prime-
ras reacciones suscitadas por la Carta en estos meses en
los ambientes teológicos católicos y no católicos, al igual
que en organismos ecuménicos internacionales.
En primer lugar, se puede subrayar con satisfacción el
reconocimiento general de la idea de comunión como no-
ción adecuada para comprender la naturaleza de la Igle-
sia, a la luz de las fuentes neotestamentarias, como expo-
nía la Carta en el capítulo primero, titulado La Iglesia,

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' Nota publicada en L'Osservatore Romano el 23 de junio de 1993.

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misterio de comunión. En efecto, el concepto de comu- Según este principio-guía, definido por algún comen-
nión ha sido reconocido como muy adecuado «para ex- tador como una fórmula feliz, tanto las Iglesias particula-
p_resar el núcleo profundo del misterio de la Iglesia y, res como la Iglesia universal se comprenden a la luz de
Ciertamente, puede ser una clave de lectura para una re- una relación «que no es comparable a la del todo con las
novada eclesiología católica» (n. 1). Por otra parte, mu- partes en cualquier grupo o sociedad meramente huma-
chos aspectos particulares, tratados en la Carta, han sido na» (n. 9). Toda Iglesia particular es verdaderamente Igle-
aceptados y comentados muy positivamente: desde la sia, aunque no sea toda la Iglesia, al mismo tiempo, la
raíz trinitaria de la communio hasta la naturaleza eclesial Iglesia universal no se distingue de la comunión de las
de las instituciones establecidas por la Autoridad apostó- Iglesias particulares, pero sin ser meramente su suma.
lica para ciertas obras pastorales, etc. Pero, de manera Esta relación de «naturaleza mistérica» (n. 9) es la que
especial, tres de los temas centrales de la Carta -íntima- queda sintetizada en la célebre fórmula conciliar ex qui-
mente vinculados entre sí- han sido objeto de los comen- bus et in quibus (Lumen gentium, 23) y que la Carta desa-
rrolla ulteriormente con la expresión Ecclesia in et ex Ec-
tarios más atentos, a veces también críticos, y conviene
clesiis: Ecclesiae in et ex Ecclesia (n. 9).
ahor.a someterlos a ulteriores reflexiones, dada su impor-
Esta mutua interioridad, por medio de la cual en toda
tancia para la eclesiología y el ecumenismo.
Iglesia particular exsistit, inest et operatur la Iglesia uni-
versal (cfr Lumen gentium, 23), es la que permite com-
l. Iglesia universal e Iglesias particulares prender el presupuesto implícito en todo el desarrollo de
la Carta, a saber, que la Iglesia particular es sujeto en sí
El capítulo segundo de la Carta -Iglesia universal e mismo completo solamente porque en ella se halla pre-
Iglesias particulares- afronta el tema de las expresiones sente y actúa la Iglesia una, santa, católica y apostólica;
de~ misterio de la Iglesia considerada como comunión; y esto es, en la medida en que posee interiormente todos los
mas concretamente, la organicidad de la Iglesia como co- vínculos de la comunión universal. Más adelante analiza-
munión de Iglesias (n. 8). En este· marco, la Carta Com- remos las consecuencias de esta afirmación. Antes con-
munionis natío formula el principio que se puede consi- viene aclarar uno de los puntos que, con respecto a este
derar su clave hermenéutica: la mutua interioridad entre principio de interioridad recíproca, ha provocado algu-
Iglesia universal e Iglesias particulares, que describe con nos comentarios críticos.
las siguientes palabras: «Para entender el verdadero sen- En efecto, a algunos les pareció que la mutua interio-
tido de la aplicación analógica del término comunión al ridad quedaba comprometida por la afirmación conteni-
conjunto de las Iglesias particulares, es necesario ante to- da en la Carta, según la cual la Iglesia universal «no es el
do tener presente que éstas, en cuanto «partes que son de resultado de la comunión de las Iglesias, sino que, en su
la Iglesia única de Cristo», tienen con el todo, es decir esencial misterio, es una realidad ontológica y temporal-
con la Iglesia universal, una peculiar relación de «mutua mente previa a cada Iglesia particular» (n. 9). La cuestión
interioridad», porque en cada Iglesia particular se en- que se plantea es clara. Si, mientras la Iglesia camina en
cuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que la historia, se da una mutua interioridad entre la Iglesia
es una, santa, católica y apostólica» (n. 9). universal y las Iglesias particulares, ¿quiere decir esto

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que antes existía la Iglesia universal, por sí misma, y lue- Iglesia una y única que se manifestó el día de Pentecos-
go las Iglesias particulares, como realidades distintas de tés. Ahora bien, esta Iglesia de Jerusalén, que aparecía lo-
ella? ¿En qué sentido, entonces, la Iglesia universal es al calmente determinada, no era una Iglesia local (o particu-
mismo tiempo inmanente y previa a cada Iglesia particu- lar) en el sentido actual de esta expresión; es decir, no era
lar concreta? una Portio populi Dei (cfr Christus Dominus, 11), una
Para comprender el sentido de esta afirmación, como Iglesia particular concreta, como dice la Carta, sino el Po-
han puesto de relieve también algunos comentarios, es pulus Dei, la Ecclesia universalis, la Iglesia que habla to-
necesario considerar en primer lugar el párrafo de laCar- das las lenguas y, en este sentido, madre de todas las Igle-
ta que afirma que sería una unilateralidad eclesiológica sias particulares, las cuales, a través de los Apóstoles,
considerar que antes existe la Iglesia particular, mientras nacerán de ella como hijas.
la Iglesia universal «resulta del reconocimiento recíproco Tal vez el motivo por el que, en ocasiones, no se ha
de las Iglesias particulares» (n. 8). Frente a todo esto, el entendido bien la prioridad cronológica, que la carta atri-
número 9 dice, citando a Juan Pablo II: «La Iglesia uni- buye a la Iglesia universal, es que, con excesiva frecuen-
versal no puede ser concebida como la suma de las Igle- cia, se considera a la Iglesia universal como una realidad
sias particulares ni como una federación de Iglesias par- abstracta opuesta a la realidad concreta, que sería la Igle-
ticulares». El objetivo de la Carta es, pues, en primer sia particular. La Carta, por el contrario, en esta frase so-
lugar, excluir la idea según la cual habría surgido prime- bre la prioridad, considera a la Iglesia universal del modo
ro una Iglesia local en Jerusalén, y a partir de ella se ha- más concreto y al mismo tiempo más misterioso. La Igle-
brían formado progresivamente otras Iglesias locales sia universal de que se habla en ella es la Iglesia de J eru-
que, agrupándose poco a poco, habrían dado así origen a salén en el acontecimiento de Pentecostés. Y no hay reali-
la Iglesia universal. La exégesis reciente indica, por .otra dad más concreta y localizada que los ciento veinte
parte, la excesiva simplificación de esta idea, rechazada reunidos allí. Pero la originalidad irrepetible y el misterio
por la Carta Communionis notio (que coincide así tam- de los ciento veinte consiste en el hecho de que la estruc-
bién con el documento de trabajo de la Iglesia católica y tura eclesial que los constituye como Iglesia es la estruc-
el Consejo ecuménico de las Iglesias: Iglesia local y uni- tura misma de la Iglesia universal: allí están los Doce, con
versal, n. 22). En efecto, del hecho evidente de que la ex- Pedro a la cabeza, y en comunión con ellos toda la Iglesia
presión prioridad ontológica no se encuentra en la sagra- que crece -los cinco mil- y que habla todas las lenguas,
da Escritura, no se puede deducir que su contenido sea en un momento de unidad y universalidad que es, al mis-
extrabíblico. Más aún, la afirmación de la prioridad onto- mo tiempo, muy local, sin ser -en cuanto Iglesia de Pen-
lógica de la Iglesia universal con respecto a las Iglesias tecostés- una Iglesia particular concreta, en el sentido
particulares está fundada en la eclesiología paulina, co- que se da hoy a esta expresión. En Pentecostés no se da
mo se puede ver sobre todo en las cartas a los Efesios y a mutua interioridad de la Iglesia universal y de la Iglesia
los Colosenses. particular, puesto que estas dos dimensiones no existen
Dicho esto, es preciso analizar la afirmación del nú- aún como cosas distintas. Existe el ephapax cristológico
mero 9 en sí misma. La Iglesia que se califica como pre- (cfr Hb 7, 27), anticipación escatológica de la Iglesia, del
via es ciertamente la Iglesia-misterio, pero también ,la Cuerpo de Cristo, simplemente.

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Diciendo que la Iglesia de Pentecostés, como el mis- dos dimensiones, una universal y otra local, y por esto
mo Pentecostés, pertenece de alguna manera al ephapax también «quien pertenece a una Iglesia particular perte-
de Cristo, a la irrepetible singularidad del acontecimiento nece a todas las Iglesias» (n. 10). En este sentido, y como
salvífica, se quiere decir también que esta Iglesia que pre- han señalado oportunamente varios comentarios a la
siden Pedro y, con él, los demás Apóstoles, proyecta nor- Carta, la incorporación a la Iglesia universal es tan inme-
mativamente el modo en que se realizará la Iglesia en el diata como la incorporación a una Iglesia particular. La
tiempo futuro (la Iglesia que presiden el Sucesor de Pe- pertenencia a la Iglesia universal y la pertenencia a una
dro y, con él, los Sucesores de los Apóstoles). Porque la Iglesia particular constituyen una única realidad cris-
Iglesia que se manifiesta en Pentecostés, a pesar de su tiana.
irrepetible singularidad, es simplemente la Iglesia de La Carta pasa, luego, a describir la índole eucarística
Cristo, la que, en el Símbolo confesamos con sus cuatro de la Iglesia: en la celebración de la Eucaristía se realiza
propiedades y que por esto sigue siendo siempre matriz y manifiesta en el máximo grado la mutua interioridad
de la Iglesia universal -entendida como Communio Eccle- entre la Iglesia universal y las Iglesias particulares, pues
siarum- y de las Iglesias particulares, tal como se dan en donde se celebra la Eucaristía se halla presente la Iglesia
el tempus Ecclesiae. Durante esta peregrinación terrena, en su plenitud, no sólo la Iglesia local, sino la Iglesia ca-
la Iglesia universal, como concepto histórico, se converti- tólica, de la que hablaba San Agustín; de allí la catolici-
rá en la Iglesia de la diáspora, la Iglesia de los Apóstoles, dad constitutiva de toda celebración eucarística local.
esparcidos por el mundo, y de sus sucesores. Desde este Por esto, la Carta Communionis notio afirma en este pun-
to que la celebración eucarística hace presente la totali-
momento, al concepto histórico de Iglesia particular per-
dad del misterio de la Iglesia en cuanto acepta y vive en
tenecerá el hecho de tener como cabeza ministerial no
plenitud también todos los principios de unidad y univer-
todo el Colegio apostólico, sino un Apóstol, o los suceso-
salidad eclesial que la misma celebración eucarística exi-
res de los Apóstoles. En este sentido se puede compren-
ge, incluido el principio episcopal de sucesión apostólica.
der la prioridad temporal y cronológica afirmada en la
Por ello, «la unidad o comunión entre las Iglesias par-
Carta, de la Iglesia universal con respecto a cada Iglesia
ticulares en la Iglesia universal, además de en la misma
particular concreta y que, por consiguiente, no está en
fe y en el bautismo común, está radicada sobre todo en la
contradicción, sino que más bien ilumina la mutua inte-
Eucaristía y en el Episcopado» (n. 11).
rioridad entre la Iglesia universal y la Iglesia particular.
La Carta prosigue, luego, poniendo en íntima relación
la realidad eucarística de la Iglesia y el ministerio episco-
2. Comunión eclesial, Eucaristía y Episcopado pal y, dentro de este último, como elemento intrínseco al
Colegio de los obispos, el ministerio petrino (cfr Lumen
A la luz de la mutua interioridad entre la Iglesia uni- gentium, 22). Al hacerlo, no pretende, evidentemente, po-
versal y las Iglesias particulares, la Carta Communionis ner en el mismo plano el misterio eucarístico y el princi-
notio desarrolla algunas consideraciones que derivan de pio petrino, ni tampoco afirmar que éste es el único fac-
ella. En primer lugar, acerca de la incorporación bautis- ' tor de eclesialidad; lo que quiere es simplemente
mal a la Iglesia, que se describe como un acto único, con subrayar que toda celebración eucarística legítima del

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pueblo de Dios require la estructura constitutiva de la 3. Comunión eclesial y ecumenismo


Iglesia como cuerpo sacerdotal estructurado orgánica-
mente y, por tanto, el vínculo de comunión de la Iglesia El principio de mutua interioridad permite compren-
local con su Obispo, y de éste con sus hermanos en el der las consideraciones ecuménicas de la carta, que co-
Episcopado y su cabeza, como Colegio «que sucede al mienzan recordando la doctrina del Concilio Vaticano II
Colegio de los Apóstoles» (ibid.). sobre la comunión ya existente (aunque aún no plena)
Por este motivo, la comunión con el Colegio episcopal con las Iglesias y comunidades cristianas no católicas.
y su cabeza no es eleínento externo a la celebración euca- Existe ya una comunión que permite reconocer que las
rística y, en consecuencia, tampoco al ser mismo de las Iglesias orientales ortodoxas son Iglesias particulares
Iglesias particulares, sino una dimensión interna, un ele- (n. 17). Este aspecto, que no tienen suficientemente en
mento interior. cuenta algunos comentarios, es de gran importancia. En
Esta última afirmación, que resulta decisiva en todo efecto, una Iglesia particular es aquella en que se da la
el documento, traduce precisamente en el nivel de la mutua interioridad con la Iglesia universal, es decir,
communio hierarchica la interioridad de la Iglesia univer- aquella en que está presente la Iglesia una, santa, católica
sal en toda Iglesia particular. La Carta la aplicará, cierta- y apostólica (n. 7). La razón profunda de esta presencia
mente, en relación al ministerio petrino (n. 13); pero con- es la Eucaristía. Citando el decreto Unitatis redintegratio,
viene notar que el documento, al referirse a esta n. 15, la Carta hace esta importante afirmación: «Con la
dimensión interna de la Iglesia particular, la afirmará celebración de la Eucaristía del Señor en cada una de es-
tas Iglesias, la Iglesia de Dios es edificada y crece». La
también respecto al Colegio episcopal en cuanto tal. No
Eucaristía -prosigue la Carta- edifica y hace crecer la
existe, por consiguiente, en estas afirmaciones una su-
Iglesia «ya que en toda válida celebración de la Eucaris-
puesta unilateralidad papal, sino más bien una profundi-
tía se hace verdaderamente presente la Iglesia una, santa,
zación en la comprensión de la interioridad -en el ser
católica y apostólica» (n. 17). En la celebración eucarísti-
mismo de la Iglesia particular- de la dimensión orgánica
ca de estas Iglesias, como en las celebraciones de las que
de la Iglesia universal. En este sentido, llama la atención están en plena comunión con Roma, se hace presente la
el hecho de que no siempre se haya tomado debidamente Iglesia católica. La importancia de estas afirmaciones es
en cuenta esta verdad: el Colegio episcopal con su cabeza evidente.
es quien constituye este elemento interno en toda Iglesia La Carta, con todo, no puede menos de continuar su
particular, y esto por el simple motivo de que toda Iglesia esfuerzo por penetrar en el nexus mysteriorum, señalando
es realmente la Iglesia católica en un lugar determinado. aquí también la doctrina sobre la comunión con el Papa
En ningún momento la Carta pretende dar una nueva in- y con el Colegio como momentos internos de la eclesiali-
terpretación de la jurisdicción universal e inmediata del dad de la Iglesia particular, y su manifestación objetiva
Romano Pontífice, sino que ofrece un esquema adecuado en la celebración eucarística. Lo que la Carta quiere po-
para la comprensión de la relación entre Colegio episco- , ner de manifiesto es la convicción de la Iglesia católica
pal y Papa, así como entre Iglesia universal e Iglesias par- según la cual toda celebración válida de la Eucaristía edi-
ticulares. . fica y hace crecer la única Iglesia, es decir, la Iglesia cató-

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lica, indivisible en su unidad; la Eucaristía, por consi- pulsada a esforzarse por hacer posible «la permanencia
guiente, expresa o manifiesta la plena comunión con to- del primado de Pedro en sus sucesores, los Obispos de
da la Iglesia, con la Iglesia universal, representada por el Roma, y ver realizado el ministerio petrino, tal como es
Colegio episcopal y por su cabeza, el Papa (cfr n. 17). De entendido por el Señor, como servicio apostólico univer-
allí se sigue que la ausencia de la comunión plena en los sal, presente en todas las Iglesias desde dentro de ellas»
elementos de unidad eclesial implica, en mayor o menor (n. 18); o sea, la plena comunión exigida objetivamente
medida (cfr n. 17), una separación que, según una expre- por toda celebración eucarística válida.
sión común y tradicional, se define como herida. No debería causar asombro -cosa que ha sucedido,
No cabe duda de que éste es un aspecto sumamente sin embargo, a algunos comentaristas- el hecho de que la
delicado, y la Carta quiere alcanzar aquí, más que en Carta explique de manera diversa las consecuencias de la
otras partes, el equilibrio entre la claridad de la fe católi- comunión no plena entre la Iglesia católica y las demás
ca y el modo respetuoso de exponerla. Cuando afirma Iglesias y comunidades cristianas; y tampoco se puede
que estas Iglesias particulares, aun siendo tales, a causa definir como un endurecimiento de la posición doctrinal
de la ausencia de la comunión plena con la cabeza del de la Iglesia Católica. El concilio Vaticano II pudo decir
Colegio episcopal, llevan una herida en su seno, quiere que la Iglesia Católica cree que la única Iglesia de Cristo
decir que eso implica una herida también para la Iglesia «establecida y organizada en este mundo como una so-
Católica (cfr n. 17), dado que «las divisiones de los cris- ciedad, subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el
tianos impiden que la Iglesia realice la plenitud de catoli- sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él,
cidad que le es propia en aquellos hijos que, incorpora- si bien fuera de su estructura se encuentren muchos ele-
dos a ella ciertamente por el Bautismo, están, sin mentos de santidad y verdad que, como bienes propios
embargo, separados de su plena comunión. Incluso le re- de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica»
sulta bastante más difícil a la misma Iglesia expresar la (Lumen gentium, 8). Esta identificación entre la Iglesia
plenitud de la catolicidad bajo todos los aspectos en la de Jesucristo y la Iglesia católica romana, no se debe en-
realidad de la vida» (Unitatis redintegratio, 4). No puede tender como si fuera de ella no hubiera elementos de
ser de otra manera, si la Iglesia que se edifica y crece en santidad y verdad de la Iglesia una y santa. Lo que la Igle-
ellas es la única Iglesia de Cristo. La separación nos afec- sia Católica sostiene es que esa unidad que Cristo confió
ta a todos, y todos somos corresponsables en una medida desde el principio a su Iglesia, nosotros «Creemos que
que sólo Dios conoce. Por esto, a todos se nos pide un re- subsiste indefectible en la Iglesia católica y esperamos
novado esfuerzo de conversión al Señor, que llama a to- que crezca cada día hasta la consumación de los siglos»
dos a ser «Un solo rebaño y un solo pastor» (In 10, 16). (Unitatis redintegratio, 4). Conviene recordar, además, lo
Ahora bien, las consecuencias de la separación son que el Concilio Vaticano II afirma sobre la relación entre
teológicamente diversas. Mientras que la ausencia de la la Iglesia Católica y las Iglesias y comunidades eclesiales
plenitud de la comunión se refiere a la eclesialidad mis- no católicas (cfr ibid., 23).
ma de esas Iglesias particulares, para la Iglesia Católica Resulta poco comprensible, por tanto, que en algunos
la separación se refiere a la expresión de su catolicidad comentarios las afirmaciones de la carta Communionis
histó'rica (cfr n. 17). Por ello, la Iglesia Católica se ve im- notio se hayan interpretado como una pretensión de que-

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rer ir más allá de la doctrina establecida por el Concilio guir el diálogo sobre las diversas cuestiones aún abiertas
Vaticano II sobre la unidad de la Iglesia, y del lugar que el día de hoy, también y sobre todo por su evidente im-
ocupa el Romano Pontífice en la plena comunión ecle- portancia ecuménica, con respecto al ministerio del Su-
siástica. La Carta recuerda solamente que considerar el cesor de Pedro y de todo el Colegio episcopal al servicio
primado del Ohispo de Roma como un elemento pertene- de la comunión de las Iglesias. oJddr
ciente a la estructura constitutiva de la iglesia según la
voluntad de Cristo, no constituye una doctrina nueva:
«Creemos que el Señor encomendó todos los bienes de la
Nueva Alianza a un único Colegio apostólico, al que Pe-
dro preside, para constituir el único Cuerpo de Cristo en
la tierra, al cual es necesario que se incorporen plena-
mente todos los que de algún modo pertenecen ya al pue-
blo de Dios» (ibid., 3) El Obispo de Roma es inseparable
de los Obispos, sus hermanos, como Pedro de los Apósto-
les. Y lo que se confió a los Doce con Pedro, lo recibe Pe-
dro individualmente. Por ello, la doctrina sobre el prima-
do papal el Concilio Vaticano II «la propone nuevamente
como objeto de fe inconmovible a todos los fieles» (Lu- 1~
men gentium, 18). La Iglesia Católica desea con esperan-
za que esta doctrina sea objeto de una profundización te-
ológica, consciente de que el primado, «salvada su
substancia de institución divina, puede expresarse en
modos diversos, según los lugares y los tiempos, como
testimonia la historia» (n. 18).
Entre tanto, la Iglesia quiere continuar el diálogo ecu-
ménico a partir de la propia identidad eclesiológica y este
planteamiento no sólo resulta legítimo, sino también im-
prescindible según el espíritu y la letra del Concilio Vati-
cano II (cfr Unitatis redintegratio, 11). Por otra parte, no
cabe duda de que la carta Communionis notio no preten-
de fomentar factores de regresión en el proceso de acer-
camiento entre cristianos y menos aún debilitar los
vínculos reales de comunión que existen ya entre las Igle-
sias cristianas no católicas y la Iglesia Católica, y que
fundan una verdadera fraternidad eclesial. La Iglesia ca-
tólica persevera en su irrevocable disposición de prose-

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