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Psicoterapias Breves Leonard Small 2 Ed PDF
Psicoterapias Breves Leonard Small 2 Ed PDF
Psicoterapias
breves
Título del original inglés:
The Briefer Psychotherapies
Brunner/Mazel, Inc. New York
© 1971 by Leonard Small
Traducción: Oscar Musiera
Cubierta: Carlos Rolando y Asociados
© by GEDISA, S. A.
Muntaner 460, entlo., 1.*
Teléf. 201 60 00
Barcelona-6 / España
ISBN 84-7432-038-0
Depósito Legal: B. 34268-1981
1 - ANTECEDENTES 19
1 - Origen y desarrollo 21
Demanda creciente, 23 - La satisfacción de la demanda, 29.
2 - Los rasgos distintivos 36
Las metas, 36 - El factor tiempo, 41 - Diferencias me
todológicas, 44.
3 - Teorías de sustento 48
La teoría psicoanalítica general, 48 - “Superficie” contra
"profundidad”, 50 - El trauma, 51 - La resolución del
conflicto, 55 - La catarsis, 57 - La excitación (Arousal),
57 - La "elusión” (“Avoidance”), 58 - El impulso autó
nomo hacia la salud, 59 - Expectativa y esperanza, 60 -
Foco y concentración, 71 - Las funciones del yo, 71 - La
teoría del aprendizaje, 72 - Facilitación de la cognición,
73 - La incorporación, 73 - El autoritarismo, 73 - Factores
de ambiente, 73 - La flexibilidad de los niños, 74 - La
crisis: el momento propicio, 74.
II - PROCEDIMIENTOS Y TECNICAS 81
4 - Modelos del procedimiento breve 86
Modelos generales, 86 - Modelos de intervención en cri
sis, 91 - Atención de personas sin recursos, 97 - ,Síndromes
específicos, 97.
7
5 - Procedimientos de diagnóstico 104
Enfoques generales, 106 - Algunas dimensiones específicas
del proceso de psicodiagnóstico, 111 - El procedimiento
de diagnóstico como tratamiento, 118.
6 - Técnicas e intervenciones: compendio alfabético 121
Las técnicas específicas, 124 - Abreaeción, 125 - Actitudes
de la comunidad, modificación de las, 125 - Actividad del
terapeuta, 125 - Acuerdo, propuesta de, 128 - Agolpa
miento natural, 129 - Aguijoneo, 130 - Anhídrido carbó
nico y oxígeno, 130 - Ansiedad; supresión de la misma,
130 - Ansiedad; suscitación o provocación de la mis
ma, 130 - Apoyo, 131 - Asesoramiento, 132 - Autoestima;
reconstrucción de la misma, 133 - Autoritarismo del tera
peuta, 134 - Catarsis, 135 - Comunicación no verbal, 136 -
Conferencias del equipo terapéutico, 137 - Confrontación,
137 - Consulta conjunta, 138 - Contacto, brevedad del, 138
- Contacto, frecuencia del, 139 - Contracondicionamiento,
139 - Control de los conceptos, 140 - Control de los
síntomas por separación, 140 - Control por parte del
terapeuta, 140 - Dependencia, 141 - Desensibilización sis
temática, 142 - Disponibilidad del terapeuta, 143 - Drogas;
uso coadyuvante de las mismas, 144 - Educativas, téc
nicas, 150 - Electroconvulsiva, terapia, 151 - Entrenamiento
asertivo, 152 - Esclarecimiento, 152 - Escritura; terapia por
medio de la misma, 153 - Estructuración, 154 - Evocación
de reacciones neuróticas intensas, 154 - Exhortación, 155 -
Exposición graduada, 155 - Extinción experimental, 155 -
Familiar, terapia, 155 - Filosofía de la vida; desarrollo de
la misma, 161 - Focal o de enfoque, técnica, 162 - Grati
ficación de necesidades, 168 - Grupo, terapia de, 169 -
Hipnosis, 173 - Hospitalización breve, 174 - Humorada,
175 - Impulsos; represión y contención de los mismos, 175
- Incitación, 176 - Información; provisión de la misma,
176 - Insight; facilitación del mismo, 176 - Intelectuali-
zación, 177 - Interpretación, 180 - Límites de tiempo; de
finición de los mismos, 189 - Manipulación del entorno,
190 - Medio social; uso del mismo, 193 - Orientación y
consejo, 194 - Placebo, 194 - Predicción, 195 - Rapidez
de la intervención, 195 - Recondicionamiento positivo, 196
- Realidad, comprobación de la, 196 - Reaseguramiento,
197 - Relajamiento físico, 199 - Semántica general, 200 -
Sensibilización para los indicios, 200 - Sugestión, 200
- Tácticas, 200 - Terapeutas; intervención en equipo de
varios, 201 - Trabajo individual conjunto, 202 - Transfe
rencia; manejo de la misma, 202 - Ventilación, 208 -
Visitas domiciliarias, 209.
7 - Terminación 210
8 - Estudios acerca de los procedimientos de
psicoterapia breve 214
III - CARACTERISTICAS DE LA POBLACION,
DIAGNOSTICO Y PRONOSTICO 223
9 - Características de la población 226
Tamaño de la población, 226 - Edades de los pacientes
asistidos, 227 - Nivel socioeconómico, 227 - Pacientes no
blancos, 228 - Estudiantes universitarios, 228 - Informes
provenientes de otros países, 229 - Escenarios en que se
practicó la terapia breve, 229.
10 - Diagnóstico 230
Lista de los diagnósticos, síntomas y enfermedades que
se trataron, 231 - Informes sobre frecuencias de diagnós
ticos, 236.
11 - Pronóstico 241
Pronóstico, orientación terapéutica y teoría, 244 - El pro
nóstico en la psicoterapia breve de los niños, 252 - Factores
que indican pronósticos favorables, 253 - Factores que
indican pronósticos desfavorables, 256.
12 - Estudios sobre resultados 258
Terapias de orientación psicoanalítica, 258 - Terapias de
manejo de la ansiedad, 260 - Terapia conductista, 261 -
Estudios generales, 264 - La terapia en medios militares,
265 - La psicoterapia breve en los servicios de seguros de
asistencia mental, 266 - Prevención de la hospitalización,
267 - Servicios en crisis y de emergencia, 269 - Servicio
de terapia de grupo para crisis, 272 - Reducción de los
tiempos de hospitalización, 273 - Estudios de la manipu
lación del tiempo, 274 - La hipnoterapia en el tratamiento
de la frigidez, 277 - Tratamiento de las enfermedades de
la piel, 278 - Tratamiento de convalecientes de infarto
de miocardio, 280 - Estudios de casos individuales, 281 -
Tratamiento de los niños, 284.
Bibliografía 297
9
INTRODUCCION
12
PREFACIO
15
RECONOCIMIENTOS
Nueva York.
Junio de 1970.
ts
I
ANTECEDENTES
Capítulo 1
ORIGEN Y DESARROLLO
DEMANDA CRECIENTE
Ya en 1919, Freud (66) previó la posibilidad de que las
técnicas psicoanalíticas no bastaran para satisfacer las de
mandas de la comunidad en materia de salud mental. Al res
pecto, escribió: “Por ahora, nada podemos hacer por las clases
sociales más numerosas, que sufren las neurosis por demás”.
El texto continuaba más adelante con otra previsión y una
advertencia: “...es razonable esperar que, en un momento
23
u otro, la conciencia deja Comunidad se despertará para ad
vertirle que él pobre tiene tanto derecho a la asistencia mental
como a los medios quirúrgicos de que hoy dispone, y que le
salvan la vida; y que la neurosis amenaza la salud de los pue
blos no menos que la tuberculosis, y su control no puede, como
tampoco el de ésta, dejarse en las débiles manos de los indi
viduos”. Predijo la creación de clínicas con personal entrenado
en el análisis, que evitarían que los hombres sucumbiesen al
alcoholismo, liberarían a las mujeres de su carga de privacio
nes, y ofrecerían a los niños alternativas distintas de la de
volver al salvajismo o desarrollar una neurosis. Agregó que el
tratamiento debría ser gratuito, y concluyó: “Tendremos en
tonces la tarea de adaptar nuestra técnica a la nueva situa
ción”. Freud advirtió también que los psicoanalistas necesi
tarían “...hallar la expresión más simple y natural de las
doctrinas teóricas”. Creía probable que hubiera que combinar
el psicoanálisis con la sugestión directa, y que hasta la influen
cia hipnótica volvería a tener lugar entre las armas de la
psicoterapia. Conceptualizó esta combinación como una alea
ción entre el “oro puro del análisis” y el “cobre” de aquellos
otros métodos.
En 1965, en su informe acerca de un plan de seguros para
psicoterapia breve, Avnet (7) dedlaró, lisa y llanamente, que
“el psicoanálisis reconstructivo de largo plazo, al margen de
sus méritos..., no puede considerarse seriamente en la bús
queda de soluciones para el inmenso problema de la enferme
dad mental”.
LA SATISFACCION DE LA DEMANDA
Las predicciones de Freud parecen estar en camino de cum
plirse. La demanda suscita, en efecto, el interés de los go
biernos por ampliar los servicios de asistencia mental a la
comunidad, la proliferación de los programas de seguros de
atención mediante pagos mensuales por insistencia de emplea
dos y empleadores, y los esfuerzos manifiestos de la comuni
dad profesional para la creación de métodos adecuados a las
circunstancias. El suministro de personal capacitado no al
canza — y probablemente no pueda alcanzar— para satisfacer
esta necesidad; una de las alternativas más claras para la solu
ción del problema consiste en abreviar efectivamente el pro
ceso terapéutico.
La prevención
La utilidad preventiva de la psicoterapia breve se reconoce
cada vez más. En relación con la teoría y la técnica del
tratamiento de las reacciones agudas de angustia, Linde-
29
mann (137) observó, en 1944, que las reacciones ante las expe
riencias traumáticas han adquirido gran importancia en la
práctica de la asistencia mental, tanto cuando derivan en
neurosis claras como cuando no lo hacen. El desamparo, la
interrupción súbita de la interacción social, es de especial
interés debido a que a menudo constituye un factor psicogénico
en los desórdenes psicosomáticos. La situación mundial de
guerra prolongada provoca un gran incremento de las reaccio
nes de angustia; el trabajo de Lindemann recalca que las
reacciones de angustia distorsionada se pueden transformar en
una pauta normal de aflicción, que conduzca a la resolución.
El mismo Lindemann, en otra obra realizada en colaboración
con Klein (118), extiende aún más la hipótesis preventiva;
ambos autores expresan allí su convicción de que los servicios
de clínica general que promueven la prevención y la asisten
cia pueden, con el tiempo, hacerse ampliamente disponibles
para el público. El despliegue más efectivo de los recursos
de la psicoterapia será el que se desarrolle sobre subgru
pos específicos, en aquellos momentos en que se produzcan
en la vida cambios también específicos que previsiblemente
puedan generar la elevación de las tensiones. Klein y Linde
mann se interesan por las intervenciones preventivas que, a su
juicio, difieren de las terapias breves del yo desarrolladas
durante las últimas décadas. La intervención preventiva, tal
cual ellos la ven, va más allá de la estructura y la dinámica
intrapsíquicas, y extiende su aporte hasta los roles y las rela
ciones sociales. El centro de atención se desplaza así hacia
“el individuo atrapado en una red social”.
Según Jacobson y otros (106), el hecho de que la terapia
breve permita la intervención sin demoras adquiere importan
cia crítica para la provisión de acceso temprano al paciente y
para la prevención de la cronicidad. Observan, además, que
las técnicas breves permiten el empleo óptimo de la mano de
obra profesional disponible.
Lindemann y Dawes (138) ahondan en la efectividad de la
terapia breve en su papel preventivo; estos autores descubrie
ron que él examen de historias personales cuidadosas, acompa
ñado por estudios concomitantes del niño, sus padres, él hogar
y la escuela, revela siempre que las dificultades se iniciaron en
la edad preescolar, aunque no se las reconoció en el momento
oportuno.
En sus investigaciones, Kris (125) halló que la psicoterapia
30
breve evita o reduce la necesidad de rehospitalizar a los
pacientes esquizofrénicos, cosa que en muchos casos evita la
pérdida de ingresos y el consiguiente desmembramiento de
hogares. Koegler (121) recomienda los tratamientos de esa
clase para la prevención del desarrollo de la esquizofrenia en
niños y adolescentes neuróticos. Béllak y Small (20) citan j
casos de empleo de la psicoterapia breve durante crisis episó-1
dicas de la vida de una persona, con el fin de evitar el®
desarrollo en ella de prooesos crónicos más malignos.
Según Wayne y Koegler (237), la mayoría de las emergen
cias individuales se ven precedidas por una etapa de “urgen
cia”, durante la cual el sujeto es accesible a la asistencia, cuya
administración oportuna puede evitar el desarrollo de crisis
agudas. Bellak (21) describe tres tipos de influencias pre
ventivas que se pueden ejercer mediante la psicoterapia de
emergencia: la prevención primaria, para evitar que problemas
menores y temporarios se transformen en incapacidades mayo
res y organizadas; la prevención secundaria, que atenúa y redu
ce al mínimo los efectos de desórdenes ya desarrollados; y la
prevención terciaria, que circunscribe y limita las consecuen
cias de las incapacidades crónicas.
En los Estados Unidos, dicen Coleman y Zwerling (45), el
gran progreso en el desarrollo de medios destinados a la aten
ción de pacientes externos provoca un enorme aflujo de públi
co hacia esos medios; uno de los primeros efectos contrapro
ducentes de este hecho estriba en que las listas de espera de
tumo para la atención se extienden pronto a términos de entre
seis y doce meses. Esta demora retacea la posibilidad de que
el servicio clínico enfrente la enfermedad en sus comienzos,
de modo que se pierde la capacidad de prevenir la incorpo
ración profunda de aquella a la personalidad. Coleman y
Zwerling asignan a la clínica de emergencia importancia par
ticular como medio para evitar el desarrollo de enfermedades
más serias, o crónicas.
Farberow (58) recalca también los aspectos preventivos de
la intervención en situaciones críticas. Sus muchos años de
experiencia en el tratamiento de crisis que involucran intentos
de suicidio lo llevan a creer que los servicios de prevención
del suicidio ampliarán gradualmente sus metas, hasta cubrir
un campo de la asistencia mental de emergencia que abarque
todas las crisis. Para él, el grueso de los esfuerzos debe apuntar |
a la prevención, y no encerrarse en la intervención limitada. '
31
Hacia una responsabilidad más directa por parte de la
comunidad
Al comentar el Plan de Psiquiatría Social desarrollado por
el doctor Arie Querido para la comuna holandesa de Amster-
dam, Ross(192) destaca la importancia de la terapia breve
como medio para conservar al individuo en 9u comunidad, en
vez de aislarlo en hospitales especializados. Ross sostiene que
la sociedad debe aprender a mantener toda clase de personas
en su esfera operativa; que todos podemos efectuar algún tipo
de trabajo útil, y que debemos permanecer en sociedad todo
lo posible. Además de reducir los gastos en materia de insti
tuciones de aislamiento, la aplicación de esta doctrina tendría
el efecto de conservar el interés de las personas perturbadas
por la comunidad, y el de la comunidad por su propia gente.
Quienes abogan por que se mantenga en la comunidad a los
afectados no solo lo hacen debido a que ello mejora el curso
ulterior de la enfermedad, sino también en nombre de la pre
vención de la cronicidad inducida por el cuadro de “insulto
tras la herida” implícito en la hospitalización. Esta manera de
hacer que el perturbado sea menos perturbador para quienes
lo rodean parece tener efectos beneficiosos para todos y en
todo sentido.
Crisis y emergencias
Son muchos los autores que examinan el papel desempeñado
por la psicoterapia breve en situaciones de crisis o emergencia,
y cada vez más los que aceptan la importancia del mismo.
Glaseóte (77) considera que el servicio de emergencia cons
tituye un medio para ayudar a que la sociedad se acostumbre
a tratar íntimamente con los individuos mentalmente pertur
bados, aun cuando se tratare de perturbaciones serias. Para
él, el ejercicio de esta práctica demostrará a la sociedad que
se puede convivir efectivamente y sin peligros con esas per
sonas dentro de la comunidad, y hacer que se reintegren rápi
damente a una vida activa y productiva. Por otra parte, Glas
eóte asigna especial importancia al papel de los servicios de
emergencia como medios para reducir las demoras que hoy
se experimentan en la mayoría de los servicios de asistencia
mental, demoras que contribuyen a la exacerbación de las
32
condiciones graves. Bellak (17) escribió acerca ele la psico
terapia de emergencia como procedimiento para salvar vidas
en casos de depresión profunda. Hansen (95) opina que
muchas situaciones médicas traen apareados “segundos diag
nósticos” de perturbaciones emocionales críticas que, tratadas
con urgencia, no agravarían la incapacidad médica como lo
hacen.
Bellak y Small (20) recalcan el hecho de que muchas per
sonas buscan la psicoterapia solo cuando se encuentran en
crisis, mientras que el curso de casi todas las vidas se desarro
lla entre situaciones capaces de provocar problemas psicoló
gicos mayores: el nacimiento, el matrimonio, la muerte, la en
fermedad, los problemas infantiles, los padres en discordia,
las presiones económicas.
La asistencia rápida y efectiva en tales situaciones puede
aliviar el sufrimiento, acortar el período de perturbación y fa
cilitar la realización más completa de la vida del individuo.
Lewin(135) piensa que la propia aceptación general de las
tensiones como elemento inseparable de la vida humana es
índice de la necesidad de terapia breve, y hace ya más de dos
décadas que Flanders Dunbar(174) abogó por ella como
medio para mejorar “la interrelación del hombre con el reino
de su vida”. Debemos reaccionar ante los “gritos de ayuda”,
pide Resnick (182), y establecer redes de comunicación por
medio de las cuales podamos oír rápidamente esos gritos, y
responder a ellos con igual rapidez. I
La American Psychiatric Association (63) llama la atención
sobre las consecuencias de las situaciones de desastre capaces
de producir perturbaciones emocionales extremas, en las que se
hacen necesarios los servicios terapéuticos rápidos, efectivos y
de gran escala. Meerloo (148) y Rosenthal (191), entre otros,
escribieron acerca del tratamiento de las reacciones traumáticas
ante situaciones de desastre. Bellak y Small (20) comentan
que también las catástrofes que —como la explosión ocurrida
en el interior de un edificio neoyorkino— afectan a menor nú
mero de personas, pero traumatizan sin duda a muchos de los
sobrevivientes, bien podrían dar lugar a la acción de los equi
pos de psicoterapia de emergencia. El Beekman Downtown
Hospital de la Ciudad de Nueva York posee ya un equipo
móvil de asistencia psiquiátrica de emergencia, que acude
junto con los demás servicios médicos al escenario de cual
quier desastre que ocurra en su zona de influencia.
33
El reconocimiento de otros factores de presión
La orientación del terapeuta de la conducta (Phillips y
f
Wiener, 171) consiste en la práctica de la psicoterapia breve,
ebido a que la brevedad es inherente a la psicoterapia con-
uctista, que para él es el enfoque disponible más efectivo.
„ Crabtree y Graller (51) exponen la convincente teoría de
que, en los organismos militares, el contacto medio efectivo
con el paciente es tan reducido que exige la aplicación de
técnicas de tratamiento breves.
La mayor parte de las personas qufe se presentan con pro
blemas emocionales en las salas de emergencia de los hospi
tales públicos están fuera del alcance de las terapias orientadas
psicoanalíticamente, sostienen Coleman y Errera (44), quie
nes observaron que el gigantesco incremento de la asistencia
del público a las salas bospitalarias de emergencia supera en
mucho el aumento de la población. En su estudio sobre el
tema, estos autores comprobaron que más de la mitad de
quienes se presentaron en los hospitales de la ciudad de New
Haven en busca de esa clase de servicios pertenecía, según la
clasificación de Hollingshead, a la clase socioeconómica más
baja. Estas personas son incapaces de aceptar las facetas de
autoridad del papel del terapeuta, de las cuales el médico resi
dente depende implícitamente para su propio sentido de la
seguridad. Es cierto que buscan ayuda para sus problemas
personales, pero lo hacen dispuestos a presentar esos proble
mas en un medio médico, y no en un medio psiquiátrico. Su
llegada es muchas veces sintomática de un esfuerzo por resol
ver los conflictos mediante la creación de algún sustituto.
No faltan los que se aproximan al hospital en busca de con
tacto humano, cuando se sienten separados de sus fuentes
habituales de apoyo social. Para otros, el clima resulta acep
table debido a su naturaleza impersonal, ya que les disgus
ta comprometerse, o simplemente no pueden tolerarlo. Mu
chos otros no comprenden o no tienen noción del tiempo re
querido por el psicoanálisis y la psicoterapia; en suma, todos
ellos esperan resultados rápidos.
Así, pues, las psicoterapias breves adquieren proporciones
de respuesta a una variedad de presiones: 1) Existe un au
mento de la demanda de servicios psicoterapéuticos por parte
del público que no se ve compensada por un incremento com
parable del personal especializado disponible. Esta situación
34
tiende a agravarse debido a que el público adquiere más y
más conciencia de la accesibilidad y de la efectividad de la
psicoterapia, a los programas gubernamentales que pretenden
poner esos servicios al alcance de sectores más numerosos de
la población, y a l g proliferación de los planes de seguros de
asistencia mental. Las terapies breves desempeñan un papel
preventivo o limitador tanto para la$ situaciones menores co
mo para las agudas y las crónicas.(J3) Las crisis y las tensio
nes propias de la vida de la mayoría producen una demanda
urgente de intervención rápida. ^í) La ineludible amenaza de
catástrofes imprevisibles exige disponer de medios de asisten
cia rápidos y efectivos. 5) La psicoterapia breve es la única
clase de tratamiento considerada efectiva por algunos profesio-
nales.<j6| Ciertos ambientes exigen la aplicación de psicotera
pias breves, debido a que en ellos no es posible el contacto
prolongado con el paciente. 7) Diversas razones hacen que
ciertas personas solo sean capaces de aceptar la asistencia en
un clima que se asocie con procedimientos breves y de emer
gencia, similares a los de la clínica médica.
35
Capítulo 2
LOS RASGOS DISTINTIVOS
LAS NIETAS
Estos autores identifican la psicoterapia de emergencia como
método de tratamiento para síntomas y problemas de adapta
ción que requieren alivio lo más rápidamente posible, debido
a que, por su naturaleza, colocan aT individuo en inferioridad
y en peligro. Para ellos, la distinción de metas respecto de
36
otros métodos consiste en quería psicoterapia breve se limita
a eliminar o aliviar los síntomas específicos, pero no intenta
la reconstitución de la personalidad, si bien la intervención
dinámica puede, como efecto secundario, conducir a la reestruc
turación autónoma de dicha personalidad.^/ De manera espe
cífica, Bellak y Small creen que la psicoterapia breve se
orienta hacia los síntomas, y trata de mejorar la situación
psicodinámica del individuo en la medida de lo suficiente para
que este continúe funcionando y “la naturaleza pueda com
pletar el proceso de curación”. Objetivos similares propusie
ron Grinker y Spiegel (174) en respuesta a las exigencias de
la guerra: el alivio de las tensiones, el fortalecimiento del yo
y la disminución de la severidad del supervó. No enunciaron
propósito alguno más allá de estas metas limitadas, ni se esfor
zaron por la restauración de la personalidad.
También Rosenbaum (188) ve en el alivio de la sintomatolo-
gia el objeto de la psicoterapia breve. Greenblatt v otros (8fí)
coinciden en ello y destacan la importancia del refuerzo de
las defensas disponibles en el paciente. Esta reestructuración
de las estructuras defensivas que fueron eficientes en su mo
mento es también la meta reconocida por Coleman y Zwer-
üng (45).
Rosenbaum (188) enuncia los fines (¿o destinos?) .posibles
de la psicoterapia breve enfocada en los síntomas. El síntoma
puede desaparecer sin que se produzcan ni la percepción de
su naturaleza interior (insight), ni la descarga afectiva. Son
muchos los que desaparecen cuando se les encuentran causas
comunes. Cierta medida de insight y de descarga afectiva
suelen producir alivio. El síntoma puede disiparse, para rea
parecer luego, “con mejores perspectivas”.
Según Nonnand y otros (163), los servicios clínicos desti
nados a la población de menor nivel socioeconómico han lle
vado a la reformulación de las metas del tratamiento. Estas
consisten hoy en brindar asistencia inmediata cuando se pre
sentan problemas que involucran perturbaciones psicológicas
de cierto grado, con el fin de aminorar la intensidad de los
síntomas; no para curar, sino más bien para reestablecer un
estado efectivo de equilibrio preexistente, y tal vez mejorarlo.
Lester (133) enuncia de manera muy convincente los obje
tivos de la psicoterapia breve aplicada a los niños: liara él,
cualquier forma de tratamiento es “una unidad orgánica de
movimientos determinados previa y sucesivamente por un es
37
quema preconcebido de acción y la meta central de dicha
acción”. En la psicoterapia breve, el fin consiste en eliminar
o aliviar lo3“5íntomas.; En los niños, los síntomas son exagera-
ciones de io que de otro modo serían pautas de conducta
correspondientes a la edad; agresiones, inhibiciones y estruc
turas complejas en las que defensas, impulsos y prohibiciones
internas se ligan entre sí para constituir una conducta anormal
repetitiva. J
Para Malamud (143), el objetivo consiste en el desarrollo
de cierto grado de relación operativa con el medio. Le-
win (135) es más específico; en su esquema, la psicoterapia
breve aparece dirigida al logro de dos metas: 1) inversión del
proceso regresivo infantil de expectación de gratificaciones,
y 2) desviación del complejo de ira, dirigido hacia adentro,
contra el yo.
Kris (125) se interesa por prevenir la rehospitalización me
diante la ayuda a que los pacientes dados de alta recuperen
los niveles de trabajo y funcionamiento social de los cuales
disfrutaban antes de la hospitalización; en esencia, propone
una^meta de rehabilitación.
\Wolbegg { 245) recalca también la necesidad de aceptar ob
jetivos mnitados. Y los identifica en: 1) el alivio de los sín
tomas; 2) la restauración del nivel de funcionamiento anterior
a la enfermedad; 3) cierta comprensión de las fuerzas que
precipitaron el trastorno; 4) reconocimiento de‘algunos de los
problemas de personalidad que obstaculizan la mejor adapta
ción a la vida; 5) comprensión parcial del origen de estas cir
cunstancias en experiencias pasadas; 6) cierto grado de adver
tencia de la relación entre los problemas de personalidad pre
dominantes y la actual enfermedad; y 7) comprensión de
aquellas medidas que puedan remediar las presentes dificul
tades ante el medio.
Coleman (47), por su parte, halla las metas de la psicote
rapia breve en la compensación del desequilibrio y en la rein
tegración de la persona afectada a su nivel previo de fun
cionamiento.
Algunos investigadores concentran su atención en las cir
cunstancias perturbadoras inmediatas. Un artículo periodís
tico (173) registra la declaración del doctor Gerald F. Ja-
cobson, director ejecutivo de la Clínica Benjamín Rush, de
Los Angeles, en el sentido de que el objetivo de su clínica
consiste en “la resolución definitiva de la crisis actual del
38
paciente”. En el mismo artículo, el doctor Eidward Stainbrook,
de la Universidad de California del Sur, relaciona las metas
de la psicoterapia breve —particularmente durante la inter
vención en crisis— con períodos críticos recurrentes y persis
tentes de la existencia humana; en sus palabras, “según el
genetista, las esperanzas de modificación se extinguen al na
cer; el psicoanalista sostiene que lo hacen al llegar uno a
los seis años. Para el psicoterapeuta de emergencia, nada es
definitivo antes de la muerte”.
Bellak (19) recalca las miras preventivas tanto para la psico
terapia breve como para la de emergencia. Sostiene que las
situaciones de esta última no se deben comparar estrictamente
con las de emergencia médica, ya que no se limitan solo a
crisis de urgencia. “Queremos enseñar a nuestra población
(los ciudadanos atendidos por el hospital) que el tratamiento
de perturbaciones más o menos leves es a menudo la mejor
manera de prevenir dificultades potencialmente serias”. En
un documento posterior (21), Bellak identifica el papel de la
psicoterapia de emergencia; . .calmar el dolor, hacer posible
el funcionamiento y salvar la vida”.
El tratamiento de emergencia, escribieron Waltzer y
otros (235), busca modificar psicopatologías incapacitadoras
específicas, sin necesidad de alterar la estructura psíquica bá
sica. Trata de impedir el avance de un proceso psicótico, y
de reestablecer el equilibrio.
En la bibliografía de la materia, Malan (144) creyó hallar
puntos de vista que merecían se los calificase de “conserva
dores” o “radicales” acerca de los fines de la psicoterapia
breve. Los consideraremos en extenso en él capítulo dedicado
al pronóstico; adelantamos aquí que una u otra calificación se
funda en el grado de amplitud que se permiten los respec
tivos autores.
La psicoterapia breve no es psicoanálisis abreviado, advirtió
Rado (174) en 1942: los objetivos, puntos de abordaje y con
diciones de administración de una y otro son distintos. El tra
tamiento normal es un procedimiento radical; apunta a la
elevación de la eficiencia operativa del paciente, por readap
tación del mismo en la mayor escala posible. La psicoterapia
breve es paliativa: en vez de reformar desde adentro, afirma
desde afuera. Dos décadas más tarde, el mismo Rado (179)
iba a sostener que la dave no estriba tanto en la duración de
la terapia como en su motivación; cuando esta es de alto grado
39
(y de ser necesario, se puede inducir su intensificación), se
obtienen resultados importantes mediante técnicas de apren
dizaje.
Burdon (29) ve en la psicoterapia breve un impulso hacia
la solución de problemas ulteriores. La disposición en ese
sentido conduce a la legítima maduración e involucra una útil
identificación con el terapeuta, combinada con el refuerzo de
la autoestima y el incremento de la tolerancia a ciertos im
pulsos que previamente se consideraban inaceptables.
Para Socarides (211), el establecimiento, en la mente del
paciente, del terapeuta como agente omnipotente que lo ayuda
rá en cualquier conflicto futuro, constituye el objetivo de la
psicoterapia breve y su punto final. Establece así un claro
contraste entre la psicoterapia breve y la psicoterapia intensa.
Para él, el fin de esta última es el de estimular el crecimiento
total, en virtud del cual el paciente se libera de todas las figu
ras de autoridad. (Si interpolamos, podremos agregar que su
concepto de la psicoterapia breve parece involucrar por parte
de esta la creación de cierto tipo de dependencia.)
La teoría de la expectación lleva a McGuire (145) a consi
derar que la psicoterapia breve se funda en la comprensión de
solo unas pocas expectativas y motivaciones del paciente, antes
de encarar el reordenamiento de las percepciones cognitivas y
emocionales. La terapia de largo plazo, en cambio, se propone
entender por completo las motivaciones del paciente. No obs
tante, McGuire observa que la primera produce un gran por
centaje de cambios satisfactorios, con útil comprensión de la
naturaleza interior de la zona de conflicto. La eliminación del
síntoma afectivo específico, si bien no constituye el único obje
tivo, ocurre a menudo, Este autor acepta que se diga que la
psicoterapia breve es manipulativa, siempre que se entienda
que este término significa “capaz de apartar al paciente de con
flictos o temas determinados cada vez que el terapeuta lo
estime conveniente”.
' El fin de la intervención en la crisis, opina Jacobson (105),
es la “resolución psicológica de la crisis del paciente, y el resta
blecimiento de este por dichos medios, hasta alcanzar por lo
menos los niveles de funcionamiento que existían en él antes
de la crisis”.
Según Miller(152), las miras de los tratamientos breves
aplicados a los adolescentes deben concentrarse en inducir y
apoyar los esfuerzos del paciente por alcanzar la integración.
40
En su mayoría, los problemas del adolescente representan cri
sis en el esfuerzo por mantener o crear una identidad del yo.
Buena parte de los autores de obras dedicadas a la materia
parecen asignar a la psicoterapia breve metas limitadas, dirigi
das principalmente a la eliminación o a la mejoría de los sínto
mas, al alivio de las angustias presentes y la prevención de pro
blemas más serios. Pero el hecho de considerar limitados tales
objetivos no significa (pie se los estime insignificantes, y todos
esos especialistas dejan cautelosamente abierta la puerta para
reconocer los cambios espectaculares, fundamentales y de gran
alcance en la estructura de la personalidad que, aunque no
sean muy frecuentes, suelen observarse tras la aplicación de
los tratamientos breves.
EL FACTOR TIEMPO
Es obvio que,todos esperan que la psicoterapia breve exija
tiempo considerablemente menor que las demás técnicas. En
general es lo que ocurre, pero es difícil —si no imposible —
precisar en qué medida. Phillips y Wiener (172) se preguntan:
“¿Cómo es de corta la psicoterapia a corto plazo?” Y res
ponden: “No se puede establecer un número exacto de horas;
diversos estudios se refieren a cifras dispares, y cualquiera de
ellas resulta arbitraria”.
El autor del presente libro encontró tratamientos definidos
como terapia breve que abarcaron desde una a 217 sesiones de
contacto con el paciente. Hasta la estadística más simple de
este factor resulta imposible. La falta de precisión es el rasgo
más común de las referencias al número de entrevistas que
comprenden las psicoterapias breves. “Alrededor de 10 en
promedio, con un máximo algo inferior a las 25”, reza uno de
los ejemplos citables.
Sin embargo, en la bibliografía sobre el tema se pueden
identificar arbitrariamente cinco categorías de tiempo. La
épnññííycomprende tratamientos que abarcaron entre una y
sT*iS sesiones, según las referencias (6, 20, 39, 45, 47, 55, 70,
86, 96, 102, 106, 122, 1,34, 142, 153, 186, 191, 195, 211,
212, 213, 223).
El \egundcj) grupo registra un promedio de alrededor de
10 sesiones nana completar el tratamiento. (1, 15, 25. 39, 53,
56776, 11572127227)7
41
íia-teicergucategoría incluye tratamientos de entre 12.^y—25
sesiones (8, 12, 29, 39, 56, 76, 81, 104, 139, 146, 198, 201,
203, 217, 219, 224). Castelnuovo-Tedesco (35) habla de psi
coterapia breve con un promedio “de unas diez sesiones” y
un límite de algo menor de 25.
Del cuarto grupo es difícil establecer promedio, ya que la
gama depuraciones allí presente es irreductiblemente-extensa
e indeterminada. Haley (93) describe tratamientos de entre 1 y
20 sesiones; Miller (150) de entre 3 y 30 horas; Gillman (76),
de entre 3 y 36 horas; y Sifneos (207), de entre 8 y 50 se
siones.
Como todos los terapeutas de la conducta, Wolpe (249)
identifica su tratamiento como específicamente breve debido
a su “eficiencia intrínseca”. Expone tres estudios de terapia de
la conducta en los que el promedio de sesiones fue de 10.
Describe, además, 39 casos en los que hubo entre 4 y 217
sesiones. No obstante, 34 de esos casos se resolvieron en 5
o menos entrevistas, y 20 de los mismos exigieron solo entre
4 y 10 sesiones. —
Por último, la quinta)categor?a agrupa unos pocos estudios
que no hacen referencia al número de sesiones que se requirió.
Wálker y Kelley (232) indican que las sesiones se realizaron a
razón de una por semana, pero la duración total de los trata
mientos no se da ni en promedio ni en término de números
máximo y mínimo de sesiones. Koegler (121) expone trata
mientos de niños en los que se entrevistó al paciente desde
unas pocas veces hasta dos veces por semana durante dos
años y medio. Merloo (148) se ocupa de casos de terapia
de contacto breve en situaciones de emergencia y de primeros
•auxilios, pero los períodos de tiempo implícitos quedan sin
especificar. Lo mismo ocurre con las referencias de Koe
gler (120) al empleo de drogas durante el ejercicio de 'la
terapia de contacto breve con pacientes externos.
La consideración del factor tiempo debe abarcar también
los intervalos entre sesiones, de los cuales los de una semana
son los que más autores mencionan como lo corriente.
Otro de los aspectos importantes es el total del tiempo re
querido por el tratamiento. Como es obvio, la tendencia a los
intervalos semanales entre sesiones implica el empleo de un
mes por cada cuatro de ellas.
La duración misma de cada entrevista también merece con
42
sideración. En este sentido, los autores que al parecer optan
por los contactos más breves (53, 120, 122) mencionan sesio
nes de entre 10 v 20 minutos cada una. La mayoría de los
demás se ’decide por la llamada hora psicoterapéutica tradi
cional, que es de entre 45 v 60 minutos, en general de unos
50 minutos. Koegler (120) refiere socarronamente la duración
de la sesión al PST (Psychiatrist Saving Time, o sea Ahorro de
tiempo del psiquiatra), consideración humorística del sistema
cronológico en el cual la hora equivale a 50 minutos, y la
inedia hora a 25 minutos.
Keeler(115) habla también de terapia de grupo de corta
duración; según informa, entrevistó de esa manera a pacientes,
entre 4 y 16 veces en el mes. Cook (49) también consti
tuyó grupos con pacientes hospitalizados; trató así a más de
1.500 enfermos, que recibieron terapia rápida de grupo tres
veces por semana, durante un total de 27 días. Se presume,
pues, que cada paciente asistió, en promedio, a 12 sesiones.
Por su parte, Woflf (247) informa haber efectuado una expe
riencia de terapia breve de grupo con pacientes protegidos
por un plan de seguro de asistencia mental; de la lectura del
informe se infiere que el tratamiento duraba más de 15 se
siones, pero la cifra exacta no se indica en él.
Las llamadas técnicas intensas introducen otra variación que
afecta el número y la duración de las sesiones, así como el
tiempo total del tratamiento. Terhune (224) describe un pro-
grakna de tratamientos a domicilio para ejecutivos industria
les; cada uno de estos recibió en total 12 horas de entrevistas
con el psiquiatra correspondiente. Goo'lishian (81) llama te
rapia de impacto múltiple a un tratamiento que él aplicó a
adolescentes perturbados. El método consiste en que un psi
quiatra, un psicólogo y un asistente social trabajen de manera
intensa, entre seis y ocho horas diarias y durante dos o tres
días, tanto con los pacientes como con sus familias, en todas
las combinaciones posibles, que abarcan sesiones individuales,
y de grupo, en presencia de uno o más terapeutas. Rit-
ehie (186) menciona una técnica de impacto múltiple que se
aplicó a familias en un régimen concentrado de seis o siete
horas diarias, durante dos días o dos días y medio.
Estas reuniones maratónicas suscitan intensidad de concen
tración en la experiencia del grupo, que se puede reunir sin
otras interrupciones que las necesarias para dormir (a veces
se prescinde hasta de esto), durante dos o más días. De esta
43
manera se hace posible establecer unas 30 horas tic interacción
y retroacción en el curso de cualquier fin de semana.
Levy(134) aporta un modelo de los diversos componentes
del factor tiempo en su trabajo de mantenimiento de un pro
grama de psicoterapia de base comunitaria y dirigido princi
palmente a la intervención en crisis. En él, los pacientes asis
ten a un total de seis sesiones, incluida la entrevista de, admi
sión. Esta, (pie es la primera, dura 45 minutos; las siguientes,
media hora, o menos. Los intervalos entre sesiones se fijan
para cada persona al término de cada entrevista. El inter
valo promedio entre visitas es de entre una y dos semanas,
pero se llegó a entrevistar a algunos pacientes hasta tres ve
ces en una semana.
Stein y otros (213) adoptan un enfoque similar en el tra
tamiento de reacciones emocionales ante enfermedades físicas
en pacientes externos de una clínica psicoterapéutica. Estos
pacientes son entrevistados entre una y seis veces; las sesiones
pueden durar entre 15 y 50 minutos; las visitas se espacian
de acuerdo con las necesidades de cada individuo, si bien lo
corriente es que se efectúe una por semana.
Los límites de tiempo de la psicoterapia breve son empíri
cos, razona McGuire (145, 146); surgen de la experiencia clí
nica, en la que se los halla “aproximadamente adecuados”
para el logro de ciertas metas. Es más importante, en todo
caso, establecer los fines alcanzables y los métodos que rendi
rán mejores resultados una vez determinada la cantidad de
tiempo de que se dispone.
DIFERENCIAS METODOLOGICAS
En la Parte II de este libro se discuten los métodos en deta
lle; aquí nos limitaremos a señalar las diferencias observadas
por diversos autores de la especialidad.
Alexander (174) considera que la psicoterapia breve no tie
ne las metas investigativas del psicoanálisis y que es, en conse
cuencia, un método terapéutico sin ataduras. Esta conclusión
tiene muchas y directas consecuencias en cuanto a los fines y los
métodos de la clase de terapia que nos ocupa. Así, por ejem
plo, la regla del anonimato relativo del terapeuta, que fo
menta una atmósfera de carencia y se considera, por ello esen
cial para el desarrollo de las neurosis de transferencia, se
abandona directamente en la metodología breve.
Wolberg (245) señala la falta de una metodología ade
cuada para la psicoterapia breve: “El problema más imperioso
que debemos enfrentar los practicantes de las terapias de corto
plazo es la falta de metodología adecuada”. Según este autor,
empleamos las mismas tácticas que sabemos útiles para los
tratamientos prolongados, a saber: escuchar en condiciones de
distensión, permitir que la relación se transforme en transfe
rencia, esperar hasta que el paciente adquiera motivaciones
y luchar contra las resistencias hasta alcanzar el inconsciente.
Esta convicción Jo lleva a enunciar la necesidad de concen
trarse en los “síntomas-objetivo”.
Los puntos de vista de algunos otros autores son más opti
mistas. Para Lester(133), la psicoterapia dinámica de corta
duración es una forma específica de terapia, y no una mera
terapia abreviada. Sus características principales consisten en
que sus metas son limitadas y se encuentran bien definidas.
Aunque conserva una actitud no evaluativa, el terapeuta ad
quiere un papel cada vez más activo.
Bellak y Small(20) opinan que las principales diferencias
entre la psicoterapia breve y el psicoanálisis tradicional resi
den en las limitaciones impuestas al aprovechamiento de la
asociación libre, las modificaciones en el uso de la interpre
tación, la restricción del desarrollo de la neurosis de trans
ferencia, la importancia que se asigna a la aparición de una
transferencia positiva en la relación de trabajo, y la disposi
ción hacia e'1 empleo conjunto de la interpretación modificada
y otros tipos de intervenciones (médicas y de ambiente, por
ejemplo).
Hoch (100) encuentra la diferencia metodológica más impor
tante en el grado de actividad por parte del terapeuta. Aquí,
el terapeuta no puede ser tan pasivo como ipodría optar por
serlo en los tratamientos prolongados; tendrá, en cambio, que
encarar las dificultades del paciente en forma dogmática y,
en ocasiones, obstaculizar las acciones del mismo.
Los terapeutas interesados en la modificación, la elimina
ción o el alivio de los síntomas comparten una dimensión me
todológica, tanto si su orientación es psicoanalítica, como si
I
se trata de adherentes a las escuelas de terapia de la con
ducta: la concentración del esfuerzo terapéutico solo sobre los
síntomas y sobre los temas de importancia directa. Ma-
45
!an (144) establece diferencias fundamentales entre su psico
terapia breve y el análisis: 1) la meta limitada, 2) el número
de sesiones, también limitado, y 3) la técnica “focal”. Wol-
berg (245) escribe acerca de “síntomas-objetivo”; llama así
| a aquellos aspectos de la personalidad del individuo que se
deben modificar. Los terapeutas de la conducta se concentran
en el comportamiento manifiesto y observable. Las terapias
reservadas para los económica y sociaknefite desposeídos se
centran en los problemas reales y cotidianos, el “aquí y ahora”.
Piensa McGuire (145, 146) que la metodología de la psico
terapia breve se halla cerradamente estructurada en forma de
selección del conflicto emocional a tratar, con el acento puesto
sobre la participación activa del terapeuta, su instrucción en
materia de técnicas, el ordenamiento en secuencia de las per
cepciones y el empleo de la interpretación parcial. La psico
terapia breve no es terapia de apoyo, afirma McGuire: elige
y concentra; y elude los conflictos que involucran problemas
de carácter.
I
Gillman (76) identifica en los siguientes factores otros tantos
métodos básicos de la psicoterapia breve: 1) la concentración en
la realidad presente; 2) las entrevistas personales menos fre
cuentes; 3) el empleo “saludable” de la asociación libre; 4) el
hedho de que se eludan la dependencia regresiva y la transfe
rencia ambivalente; 5) la posición activa del terapeuta.
La fijación por adelantado de límites de tiempo para la
psicoterapia parece constituir una importante característica
metodológica de muchas psicoterapias breves, y ha sido objeto
de algunos trabajos (171), a los que nos referimos en nuestro
capítulo dedicado a estudios de resultados.
En una reciente reseña de los métodos breves, comenta
Barten (13) que, pese a la diversidad de las técnicas elabora
das durante las últimas décadas, los diversos enfoques mues
tran consenso en sus elementos básicos, que a su juicio son:
1) el enfoque, representado por el principio en virtud del cual
el próblema específico se debe circunscribir rápidamente, a
fin de dar al paciente pocas ocasiones para la exploración de
otras dimensiones; 2) la orientación hacia la salud, que fomenta
el reconocimiento y la valoración de los recursos más que de las
debilidades del yo; y 3) la limitación del tiempo, que fija de
antemano el momento en que la terapia se dará por terminada.
I Otro rasgo distintivo de la psicoterapia breve estriba en su
facultad de recurrir a un gran arsenal de intervenciones, habi-
46
lidades y recursos, en Vez de aplicar un esfuerzo terapéutico
de tipo único. Stern (215) ilustra acerca de la necesidad del
enfoque técnico múltiple cuando cita la variedad de situa
ciones que a su juicio se prestan para la intervención rápida:
los estados depresivos y los intentos suicidas, los estados de
excitación, de pánico, de delirio y de intoxicación, las amena
zas, las agresiones físicas, los actos antisociales y los estados
inducidos por las drogas. Waltzer y otros (231) definen los
servicios que ofrecen en un gran dispensario para pacientes
externos como terapia breve para refuerzo o modificación de
las defensas, el funcionamiento y los recursos del yo, por me
dio de la interpretación, la sugestión, la manipulación del en
torno y el tratamiento somático.
47
Capítulo 3
TEORIAS DE SUSTENTO
EL TRAUMA
Fenichel (60) abogó por una psicoterapia breve que se po
día enfocar sistemáticamente a través de la comprensión brin
dada por la teoría psicoanalítica. La observación del trauma
le había proporcionado claves para el conocimiento de las
causas y la posible resolución rápida de una variedad de
problemas.
Los fenómenos neuróticos provienen de faltas de adecua
ción del aparato normal de control, que tienen como resul-'
tado “descargas involuntarias de emergencia”. Por su parte,
estas son inducidas ya por el incremento de la estimulación
hasta una intensidad inmanejable, o sea la experiencia trau
mática, ya por la acumulación de la tensión interna —resul
tado de la limitación de la descarga—, hasta un grado en quej
la estimulación normal puede resultar traumática (la expe-|
riencia previa de bloqueo).
Las condiciones más cercanas a los fenómenos traumáticos
son las que mejor tienden a aprovechar los beneficios de los
“esfuerzos externos” tendientes a reforzar los que autónoma y
espontáneamente realice la persona por reestablecer el equi
librio; ocurre 'lo contrario con aquellas otras condiciones que
son inducidas por el “bloqueo previo”. Estas últimas exigen la
disolución de las defensas, y de allí que no resulten proclives
a la “cura psicoterapéutica fácil”.
Fenichel señala la presencia de dos clases aparentemente
contradictorias de esfuerzos en la recuperación espontánea de
las neurosis traumáticas: 1) la toma de distancia, el descan
so, como si se tratase de acumular energías para la tarea re
cuperativa de manejar y controlar; y 2) el esfuerzo por des
cargar la tensión, manifiesto en la inquietud y otras conductas
motrices, los arranques emotivos, los sueños repetitivos y el
comportamiento sintoimático.
51
En los casos de trauma, la psicoterapia puede facilitar ambos
tipos de esfuerzo para llegar a la mejoría por imitación. El
terapeuta puede sugerir procedimientos tranquilizantes, como
el descanso, ofrecer seguridad, apoyo, pasividad y dependen
cia, o bien estimular la descarga por medio de la catarsis, la
verbalización y el esclarecimiento de los conflictos, y la ma
nifestación de las reacciones irracionales. De este enunciado
teórico se puede extraer un aforismo técnico claro: en psico
terapia, la tarea principal consiste en “hallar las proporciones
correctas de catarsis y tranquilidad ".
Aunque solo un pequeño porcentaje de las dificultades es de
índole traumática, Feniehel declara que hasta el individuo no
neurótico, el llamado normal, tropieza a veces con condiciones
de trastorno agudo, en las cuales las circunstancias precipitan
tes son comparables con el trauma. ^Tocla persona en estabi
lidad relativa puede hallar circunstancias capaces de trastor-
1 nar su equilibrio: la pérdidfi de una persona amada, cualquier
i episodio que lesione su autoestima, la alteración del orden o
¡l las circunstancias en que viva. Cualquiera de estas experien-
v cias puede exigir la aceptación de una realidad nueva y penosa
Ly requerir que se frenen tendencias a la represión, la depen
dencia, la pasividad o la preocupación por .fantasías.' Cuando
la persona que tropieza con esta clase de circunstancias pre
cipitantes alienta conflictos latentes de naturaleza defensiva,
puede surgir en ella la neurosis. Feniehel llega a la conclusión
de que ambas personas, la normal y la que alienta un con
flicto latente, pueden restablecer su equilibrio con la ayuda
de medios similares: el descanso y la permisión de cierta me
dida limitada de regresión, dependencia y “satisfacción com
pensatoria de deseos”, todo ello combinado con técnicas de
descarga que, por medio de la verbalización, esclarezcan la
tarea de enfrentamiento de la realidad, necesaria para alcanzar
la estabilidad, y ventilen las reacciones irracionales.
Aunque declara que “.. .las dificultades agudas de la vida
presentan el primer y principal oampo de prescripción de la
psicoterapia breve...”, Feniehel ofrece también una justifi
cación racional teórica de la aplicación de la misma a otras
condiciones. Por medio de la sugestión y de interpretaciones i
incompletas o inexactas, se pueden ofrecer sustitutos para los
síntomas penosos o alienantes que sufra el paciente, y este
puede aceptarlos, si “...el sustituto ofrecido concuerda con
la estructura dinámica de! paciente”. Además, semejante sus-
32
tituto puede resultar atractivo para la persona afectada, por
poseer significado sexual o de autoconfianza, ambos secretos.
Para Fenicliel, la clave del éxito de la psicoterapia breve se
encuentra en el hecho de que el conocimiento psicoanalítico
general (su teoría de la personalidad y su conocimiento téc
nico) se puede combinar con la comprensión dinámica del
individuo y sus presentes molestias, para generar una modifi
cación rápida y favorable en el equilibrio dinámico de dicho
individuo.
El estudio de Kardiner (114) sobre las neurosis traumáticas ^
producidas por la guerra presenta un punto de vista teórico
algo distinto respecto de las condiciones traumáticas. Para él,
la neurosis traumática es una súbita rotura o “herida” en la
adaptación, una falla en la capacidad del organismo para efec
tuar un cambio abrupto en la adaptación. La neurosis traumá
tica es en sí misma la nueva adaptación que constituye la
sintomatología.
El rasgo principal de la neurosis traumática es un proceso
inhibitorio; es este el síntoma primario, y “todo lo demás es
secundario”. La inhibición puede ser completa —como en la
parálisis— o parcial.
Las neurosis traumáticas parciales presentan las siguientes
características: 1) fijación en el acontecimiento traumático;
2) vida onírica estereotipada; resulta muy difícil obtener aso
ciaciones; 3) irritabilidad ante una variedad de estímulos;
4) inclinación hacia la agresividad y la violencia; 5) la inhi
bición que es parcial se manifiesta en forma de fatiga, vértigo
y desinterés.
Kardiner reconoce la contribución de Freud a la teoría de
la neurosis traumática en su enunciado de que, cuando se quie
bra su defensa normal contra los estímulos, el individuo reali
za esfuerzos (los síntomas) para dominar el estímulo que lo
abruma. No obstante, Kardiner comenta también que Freud
no dio indicación alguna acerca de la forma en que se estruc
tura esta defensa contra los estímulos.
Señala a continuación que la teoría del instinto no es útil
para la comprensión de las “modalidades de actividad” que
constituyen las técnicas de adaptación al medio externo”.
Estas técnicas son síndromes de acción” aprendidos, hetero
géneos y complejos. Se desarrollan en relación con la expe
riencia y, debido a que en el nacimiento la mielinizaeión es
todavía incompleta, el proceso no termina sino tres o más /
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años después. Al nacer, el niño carece de capacidad de adap
tación al mundo exterior.
Las actividades internas, gobernadas por los sistemas ner
viosos simpático y parasimpático, se encuentran siscronizadas
con la pauta de acción que adapta al mundo exterior y son
integrales de ella, pero las actividades internas no se pueden
controlar por inhibición de la misma manera en que pueden
serlo las actividades de adaptación. La inhibición de las acti
vidades voluntarias es capaz, por consiguiente, de causar per
turbaciones en las actividades autónomas.
Las funciones ejecutivas del “yo efectivo” y aquéllas que
coordinan los procesos perceptivos se prestan fácilmente a
la adaptación. La fatiga produce un estado equivalente (aun
que con muchas diferencias) de la neurosis traumática: decrece
la precisión perceptiva, se nota irritabilidad y se producen
explosiones de ira, la persona desea retirarse momentánea
mente del contacto con el mundo exterior. “El agente de
recuperación es el sueño, proceso inhibitorio controlado y
elástico.” Las inhibiciones histéricas aparecen cuando la “fun
ción de utilidad de un órgano o miembro da paso a su signi
ficado erótico”. Estas inhibiciones se encuentran gobernadas
por el superyó, y en ese sentido difieren de las neurosis trau
máticas.
Los síndromes de acción (funciones del yo corporal) se
desarrollan por medio de todas las tareas de desarrollo con
las cuales estamos familiarizados: la succión, la deglución, la
visión, la posición bípeda, la locomoción, el habla, la lectura,
etcétera. La calidad de las influencias del medio determinará
la inhibición o la promoción de los síndromes de acción: por
ejemplo, el carácter y el momento del destete, o la reacción
de los padres ante la masturbación.
Los síntomas traumáticos se entremezclan con los psiconeu-
róticos, y también con los rasgos de oarácter del sujeto.
Cuando los síndromes de acción (o síntomas) se deterioran,
los impulsos de acción producen irritación y deseo de evadirse;
la confianza en uno mismo desaparece, junto con la curiosidad
y la avidez: la persona se siente impotente, desamparada.
En la neurosis traumática, la represión y la sustitución no
son posibles como en las neurosis de transferencia, debido a
los requisitos de adaptación del yo. Los síndromes de acti
vidad (aspectos del yo) poseen funciones fijas, y no se los
puede sustituir; tampoco es posible recurrir a la pasividad, ya
54
que esta carece de valor para la adaptación al mundo externo.
Aquí, la contracción del yo no se ve reforzada por el superyó,
como en las neurosis, sino por la “discrepancia entre las fuer
zas del mundo externo y los recursos del yo”.
Las neurosis traumáticas no son más repetitivas que las
conductas propias de individuos psiconeuróticos y normales.
Solo se trata de que cada vez que se inicia una acción, se
observa el mismo proceso: la inhibición y el fracaso.
En las neurosis traumáticas, los síntomas concentran el en
foque sobre las funciones ejecutivas del yo que se encuentran
deterioradas, y lo apartan de las que se han satisfecho (narci-
cistas, pregenitales, etcétera). Si se lo aplica rápidamente, el
tratamiento que facilite la adquisición de dominio, la reesta
bilización de los síndromes de actividad, puede prevenir el
“endurecimiento” de estados del yo inadecuados. El concepto
de terapia orientada hacia el “dominio” y el de la aplicación
rápida constituyen sendos aportes de la teoría de Kardiner.
A menudo se atribuye a Lindeimann y Gerald Caplan el
mérito de haber promovido el actual desarrollo de la terapia
de emergencia, al delinear parte de la teoría básica corres
pondiente en su estudio de las reacciones ante el desamparo
de los sobrevivientes y de los deudos de los muchos muertos
habidos en un desastre: el incendio del n’ghf olub Coconut
Grove de Boston, en 1942. Lindemann y Caplan observaron '
que la crisis tiene lugar cuando las técnicas de manejo del
individuo resultan insuficientes para enfrentar una situación
nueva, y que la intervención de emergencia se debe dirigir a
que el individuo logre hacer exactamente eso: enfrentar la
nueva situación. Su teoría del manejo exitoso (coping) es si
milar al concepto de la “adaptación” de Kardiner, y su reco
mendación en pro del empleo de técnicas rápidas para resta
blecer el poder de manejo es similar a la intención terapéutica J
de este último autor. S
'fKs ¿il
estas dos componentes del conflicto puede hacer que la neurosis
varíe. Según, él lo entiende, esto se puede lograr por uno de
dos caminos: 1) el incremento de Ja defensa, y 2) la disminu
ción de la defensa. El primer tipo de terapia está representado
por el enfoque autoritario, en el cual el terapeuta prohíbe los
síntomas. Esta clase de efecto es temporario, y se puede lograr
en forma indirecta, mediante procedimientos que inducen la
ansiedad y, por consiguiente, aumentan las represiones: “ame
nazas, malos tratos, castraciones simbólicas y reproches”. El
peligro de esta técnica reside en el retorno o la exacerbación
del síntoma, o en el desarrollo de nuevos síntomas. La segunda
clase de tratamiento resuelve la represión: está representada
por el psicoanálisis. La desintegración de las represiones per
mite que los impulsos sexuales infantiles desempeñen un papel
en el desarrollo de la personalidad.
Aun así, el reclamo de Fenichel en favor de que se elimine
la represión —a manera de esfuerzo del psicoanálisis como
tal— no impide que quienes practican la psicoterapia breve
afirmen que la represión se puede evitar, lejos de aumentarla,
y que el conflicto se puede resolver mediante la intervención
breve y sin peligro de incrementar la resistencia. Harris, Kalis
y Freeman (96) se cuentan entre los que hallan que la terapia
se puede abreviar cuando se descubre que el paciente sufre
un conflicto producido por tensiones precipitantes recientes.
Socarides (211) asigna a Alexander (174) y a French (1741
el mérito de haber proporcionado un factor de impulso para
el desarrollo de la psicoterapia breve. A tal efecto, pasa re
vista a las condiciones postuladas por ellos como necesarias
para el logro de una psicoterapia breve efectiva. Según Ale
xander y French, puede considerarse que las circunstancias
iniciales del tratamiento son favorables cuando en ellas se
combinan los siguientes elementos: la capacidad del terapeuta
para advertir de inmediato la dificultad precipitante en rela
ción con la personalidad total, la capacidad del paciente para
el insight, la confianza inmediata del paciente en el terapeuta,
y el hecho de que el terapeuta parezca particularmente apto
para dar ayuda al paciente de que se trate. La detección pre
cisa de conflictos previamente ocultos suele producir una ex
periencia similar a la revelación. El terapeuta debe, por con
siguiente, tener conciencia clara del tipo de clima emocional
en el cual recibirá el paciente la experiencia autorreveladora.
Por último, el éxito de la terapia breve depende también de
56
la vivacidad de las interpretaciones, y de la capacidad del
paciente para entenderlas.
La tradicional objeción en torno de que la psicoterapia
breve no resuelve los conflictos subyacentes es objeto de exa
men por parte de Gillman (76), quien razona que ya existen
casos comprobados de mejoras durables en cantidad suficiente
para suponer que la reducción de la ansiedad por medio de
tratamientos breves puede, en ocasiones, favorecer el creci
miento y el desarrollo de dominio. Aunque no se llegue a re
solver los conflictos, se puede disminuir en medida importante
su fuerza relativa; Gillman equipara este proceso con el au
mento normal de la 'habilidad en el desarrollo de los niños.
LA CATARSIS
En las técnicas contemporáneas para el manejo y el alivio
de las neurosis traumáticas se advierte cómo el psicoanálisis
arraiga en la catarsis. Bonitne (25) describe un tratamiento
de la neurosis traumática de guerra que se valía de la repeti
ción de acontecimientos importantes de la vida pasada del
paciente —en relación con el trauma presente—, y el logro
de la catarsis provocada por este insight. La posición teórica
de Bonime vincula el insight con la “ventilación” de los im
pulsos irracionales, para buscar la liberación de los afectos
reprimidos, que se contienen para producir la desorganiza
ción dentro del individuo. Miller(151) y Rosenthal (191) se
anoyan también en las situaciones traumáticas para lograr el
alivio catártico y ila “ventilación”.
En el tratamiento de pacientes que presentan síntomas der
matológicos se buscan expresiones catárticas específicas. El
significado dinámico del síntoma —por ejemplo, el acto de
rascarse la excoriación— se transforma en base del insight
cognitivo, para producir una expresión catártica de la ira
reprimida (198, 201).
LA EXCITACION (.Arou.nl)
Se pueden plantear enunciados específicos acerca de ciertos
aspectos de la teoría y de la terapia psicoanalíticas, que se
adoptaron durante el desarrollo de las técnicas de interven-
57
ción breve. Ferenczi (61) empleó la comprensión psicoanalí-
tica de los síntomas para exacerbarlos, con el fin de estimular
el desarrollo del insight mediante el refuerzo del material
reprimido. Razonó que esta exacerbación aumentaría la ten
sión psíquica, y por consiguiente facilitaría la tarea terapéutica.
Más adelante (62), ya menos confiado, admitió que la exacer
bación era capaz de aumentar la resistencia. Su postura inicial
encuentra hoy aliados en los defensores de lo que podríamos
llamar la teoría de la “excitación”. Sostiene Sifneos (207) que
la ansiedad se puede emplear a manera de motivación para
que el paciente comprenda la naturaleza de sus conflictos
emocionales, y esta comprensión a su vez. puede ayudar a que
la persona modifique su conducta mal adaptada. Como vere
mos más adelante, también él elaboró una terapia de corto
plazo para la supresión de la ansiedad. Lewin (135) funda su
método terapéutico breve en la provocación de sentimientos
de transferencia negativa mediante la interpretación directa de
las defensas; la resolución de los sentimientos suscitados de
esa manera restaura el equilibrio.
Wolk (248) desarrolló una exr>osición razonada de los tér
minos de la terapia breve implícita en una técnica que él
denomina la “kernel interview” (literalmente: entrevista de
meollo, o de núcleo). Cada entrevista tiene aquí un conjunto
de metas, como si se tratase de un plan completo de trata
miento. La ansiedad se eleva en el curso de cada sesión y se
reduce antes de que esta termine, de modo oue el paciente
saile de la consulta aliviado y satisfecho de haber alcanzado
algo tangible y significativo. Aunaue no tan refinado y com
pleto como la conceptualización de Fenidhel en tomo de la
neurosis traumática, se puede considerar que el razonamiento
rector de este tratamiento coincide con aquella en cuanto a
que proporciona descarga y descanso.
LA “ELUSION” (“Avoidance”)
Greenson (87) y otros psicoanalistas contemporáneos recal
can que el desarrollo y él análisis de la neurosis de transfe
rencia es el proceso en virtud del cual se logra fundamental
mente y en esencia la cura psicoanalítica. La neurosis de trans
ferencia es el único aspecto de la teoría del cambio terapéutico
del cual los terapeutas devotos de las teorías psicoanalíticas
58
se mantienen a distancia prudente en sus esfuerzos por al
canzar una psicoterapia breve.
Malan (144) afirma que la transferencia es uno de los prin
cipales “factores de prolongación” del tratamiento. Bellak y
Small (20) advierten acerca de la necesidad de eludir el des
arrollo de la neurosis de transferencia, pero sostienen también
que la transferencia positiva, que representa una relación fa
vorable del paciente con el terapeuta, es “requisito previo para
la motivación del aprendizaje y el reaprendizaje en el corto
espacio de tiempo disponible”.
La esencia de esta posición consiste en que ciertas actitudes
y expectativas del terapeuta, así como las técnicas que em
plee, son capaces de prolongar el proceso terapéutico. Ya que
se trata de abreviar la psicoterapia, se deben eludir tales ele
mentos mediante un “hábil descuido” —elegante frase de Pum-
pian y Mindlin (176) —. Las actitudes y técnicas destinadas a
la “elusión” se tratan en el Capítulo 6, dedicado a las técnicas;
aquí nos limitamos a obseivar que, además de la transferencia,
Malan menciona la represión como reacción del paciente que
también se debe eludir.
EXPECTATIVA Y ESPERANZA
La teoría de la expectativa sostiene que el presenté y el
futuro tienen fuerza suficiente para moldear, influir y modi
ficar la conducta; se opone al concepto de que toda causalidad
pertenece al pasado, y transmite un gusto marcadamente exis-
tencial y ideológico, ausente del concepto psieoanalítico del
determinismo.
La dirección del tiempo como fuerza que opera sobre la
conducta constituye la esencia de la teoría de la expectativa,
y ha suscitado abundantes especulaciones teóricas. Como ve
remos, el concepto del tiempo es un punto de mira funda
mental para el acuerdo entre terapeuta y paciente, y la in
fluencia de las expectativas proviene de una amplia variedad
de fuentes: intrapersonales, intrafamiliares y culturales. Se
sostiene que la teoría de la expectativa ilumina la resolución
del conflicto, es inherente al efecto de placebo y determina
en lo fundamental el resultado de la terapia. Se trata, sin
duda, de una fuerza poderosa.
Para algunos autores (160. 171, 203, 214), la fijación o la
limitación de la duración del tratamiento es un factor que
en sí mismo fuerza el enfoque sobre los temas críticos, y abre
via el tiempo necesario para la obtención de resultados tera
péuticos. El establecimiento de un límite, se afirma, hace que
la persona espere que ocurrirá un cambio en el tiempo esta
blecido, y esa expectativa contribuye a que se produzcan al
teraciones beneficiosas reales.
El sentido del tiempo y las expectativas de pacientes con
recursos económicos escasos son objeto de examen por parte
de Chafetz (37), quien estudió la medida en que un servicio
60
psiquiátrico de emergencia motivaba a los pacientes para so
meterse a tratamientos más prolongados. El éxito engendra
más éxito: Chafetz asegura que, tras recibir ayuda efectiva
en una emergencia, los pacientes se muestran inclinados a so
meterse a tratamiento ulterior. La intervención exitosa en crisis
tiene el efecto de modificar de alguna manera las expectativas
de estos pacientes.
Patterson (168) considera que la esperanza es el factor co
mún dinámico de enfoques terapéuticos aparentemente opues
tos. Los problemas que llevan a la gente a tratarse consisten
en estados penosos e indeseables, condiciones que justifican
los esfuerzos que se hagan por modificarlas. El hombre es capaz
de cambiar; no solo no está determinado de antemano y sin
esperanzas, sino que conserva la flexibilidad en todo momento.
Las esperanzas, las anticipaciones y las expectativas del futuro
influyen en su comportamiento presente. La conducta no tiene
todas sus causas en el pasado, sino que también recibe la
influencia de las expectativas de consecuencias futuras. La
expectativa de cambio puede variar entre el optimismo ex
tremo y una medida mínima, pero siempre está presente,
razona Patterson.
Estas expectativas, tanto las del paciente como las del tera
peuta, constituyen la clave del éxito de la psicoterapia breve
también para Baum y Felzer (16), quienes creen, además, que
la entrevista inicial (a veces varias de las primeras) es crítica
para el éxito. Observan estos autores que aquellos pacientes
que presentan las expectativas más imprecisas o las más distor
sionadas son los que más tienden a regresar a la consulta.
. Burdon (29) coincide en recalcar la importancia de la entre
vista inicial. Esta crea una impresión perdurable, y su efecti
vidad depende del real interés del terapeuta en el ser humano
y, en la misma medida, de la necesidad y la disposición que el
paciente tenga de confiar en alguien. En muchos aspectos, la
imagen que el paciente se haga del pronóstico influirá en los
resultados tanto como lo que prevea el terapeuta en el mismo
sentido.
Según Aldrich (2), el desarrollo de los métodos de la psico
terapia breve tal vez obligue a rever algunas estimadas tradi
ciones de la teoría psicoanalítica. Para fomentar la investiga
ción teórica de la adaptación de técnicas que permitan llegar
a los tratamientos de corto plazo, él mismo asume esa tarea.
Se remite a los conceptos de expectativa de los padres y de
6i
lagunas del superyó como determinantes de desórdenes de
conducta en niños y adolescentes de las clases alta y media.
Su hipótesis consiste en que, si bien la conducta surge de
factores ajenos al conflicto, esta explicación resulta a menudo
insuficiente, en especial para las conductas delictivas, que no
son necesariamente simbólicas y que pueden constituir una
búsqueda de limitación de la actuación (acting out).
Cita al efecto el trabajo de Johnson y Szurek (109), para
quienes el conflicto no explica la conducta delictiva, especial
mente en el caso de familias en las que no existen otros delin
cuentes. Estos autores identifican lagunas del superyó, a las
que consideran defectos en el control de la conducta, que
los padres apoyan inconscientemente. Aldrich cita también a
Goldstein (80) cuando este delinea el choque de las expecta
tivas contra el yo, como es el caso del niño que desarrolla una
fobia contra la escuela cuando su madre le dice que le gus
taría que él no fuese capaz de arreglarse sin ella. Cree Al
drich que muchos otros síntomas dependen de las expectativas
de los padres, como por ejemplo la hipocondría, la formación
reactiva, la negación, la conversión y otros mecanismos que de
terminan síntomas. Se menciona el papel de las expectativas de
los padres en la génesis de “doble vínculo” de la esquizofrenia:
el niño es incapaz de responder porque se le manifiestan ex
pectativas que se excluyen entre sí. Aldrich va más allá de
Johnson y Szurek al hallar, aparte de los padres, otras fuentes
de expectativa capaces de determinar síntomas: maestros, ins
tructores de deportes, etcétera. Esto hace posible la aparición
de expectativas opuestas entre sí, de modo que las expecta
tivas de los padres en torno del control o la falta del mismo
pueden, en algunos casos, hallar resistencia en expectativas
culturales y en las de otros individuos.
La extensión de las lagunas del superyó a determinantes
culturales posee consecuencias para la psicoterapia y para el
papel del psicoterapeuta. En la asistencia a delincuentes,
Johnson y Szurek recomiendan que se trate en primer término
el defecto del superyó, o sea que se transforme al delincuente
en neurótico. En la realidad, sin embargo, se observa que el
tratamiento del defecto del superyó constituye el preludio de
tratamientos ulteriores. Aldrich confiaría en su propia expec
tativa de que el paciente fuese capaz de aplicar la fuerza del
yo —que obtuvo de la elaboración del problema— a la resolu
ción de otros problemas, sin intervención del terapeuta, Espe-
62
rar lo contrario equivale a esperar la insuficiencia, y ello crea
rá una laguna del yo que transformaría el pesimismo del
terapeuta en profecía infalible. El terapeuta que aplica trata
mientos de largo plazo encuentra que el paciente tarda mucho
en responder, mientras que el profesional que sostiene poder
lograr buenos resultados en poco tiempo los logra, en efecto,
sigue Aldrieh.
La reparación terapéutica de la defensa del yo y la de las
lagunas del superyó constituyen mejorías que no se ven acom
pañadas por la resolución del conflicto subyacente. El trata
miento que se recomienda una vez logrado el alivio de los
síntomas, afirma, solo se justifica cuando se puede establecer
en forma definida que el tratamiento prolongado da mejores
resultados que el que cesa en el momento en que los síntomas
se remedian. Y cree que las pruebas recogidas hasta hoy no
demuestran que haya que prolongar la psicoterapia más allá
del alivio de los síntomas. Esto no significa que todo lo que
el paciente requiere sea que se lo libere de los síntomas, ni
que los tratamientos de largo plazo sean siempre innecesarios.
Son muchos los pacientes que, pese a la expectativa del tera
peuta, no responden al tratamiento de los síntomas. La terapia
prolongada no es inútil, pero tampoco se la debe tener como
meta primaria. Aldrieh recomienda al terapeuta que, desde la
primera entrevista, se mantenga alerta a los indicios que de
muestren si el paciente está dispuesto a superar los problemas
residuales y si es capaz de hacerlo. La actitud del terapeuta,
optimista o pesimista, es una expectativa más, que se agrega
a las de los padres y de la sociedad.
McGuire(146) observa que los pacientes asignan una va
riedad de significados a su propio conocimiento de la terapia
breve, y pueden anticiparse a una cantidad de hechos diversos.
Algunos creen que su curación solo requerirá unas pocas visi
tas. Con ellos, la terapia puede progresar en buena forma
durante sus primeras etapas y luego estancarse, ya que algu
nos esperan curas mágicas y no una mejora que requiere su
propia participación. Los pacientes que piensan que “los hos
pitales no se preocupan” suelen tomar la brevedad de la tera
pia por indiferencia. Para asegurar el éxito en estos casos,
se debe advertir la existencia de tal pensamiento, y elaborarlo.
Cuando se prescriben tratamientos más largos, se debe hacer
explícita la expectativa de tiempo del paciente: el tratamiento
prolongado significa que el terapeuta permanecerá relativa-
61
mente inactivo, mientras que en el de corto plazo tendrá que
actuar en forma directiva. Si se trata de un paciente receptivo
y flexible, esa dirección resultará útil en extremo; si, en cam
bio, tiende al resentimiento y a sentirse sujeto al medio, puede
creerse manipulado y asumir actitudes ambivalentes ante las
sugerencias del terapeuta. La guía suministrada por el tera
peuta brinda soporte al yo y a las expectativas del paciente. El
profesional insinúa que existe un problema, y también que se lo
puede resolver mediante los métodos de la psicoterapia. Según
McGuire, la psicoterapia breve afirma algunas expectativas y
apoya ciertas funciones del yo, para descubrir cuáles expec
tativas son las que causan al paciente la mayor dificultad, y
para ayudar a este a buscar el insight y sacarle provecho.
Piensa que el terapeuta crea en el paciente la expectativa de
que la terápia es una tarea y que, como tal, se la puede orde
nar y resolver. “Para el paciente, la confirmación más clara
de que la terapia es una tarea se encuentra en su propio
relato de una secuencia de acontecimientos. En su expecta
tiva, descuenta que el contenido de la secuencia se discutirá
y explicará.” La responsabilidad del terapeuta consiste en
hacer que la terapia siga siendo una tarea para el paciente,
pero en cambiar su orientación cada véz que ello fuere nece
sario para evitar discusiones del conflicto y de los síntomas que
pudieren poner en peligro el proceso ordenado.
La terapia fracasa cuando sostiene expectativas que el pro
pio paciente estima poco realistas, aunque no lo haga con las
expectativas neuróticas y no realistas en general. Observa
McGuire que la comprensión personal de la brevedad por
parte de cada paciente induce una forma particular de fanta
sía, e identifica varios tipos de fantasías de tiempo:
1) Retorno al pasado. El paciente siente que hechos des
agradables del pasado ocurrirán en el futuro inmediato. Por
sentir que las cosas malas ocurren una y otra vez, el paciente
también será pesimista en torno de la terapia breve: “Esto
tendrá el mismo fin que todo lo demás”.
2) El momento esperado para la realización. El paciénte
siente que la promesa del cambio, la felicidad y la satisfac
ción se encuentra encerrada en el futuro inmediato, y no nece
sariamente en un porvenir distante. El falso optimismo se
observa a menudo. Estos pacientes son difíciles de tratar, ya
que obligan a volcar buena parte de la terapia en el esclare
cimiento de la realidad de las posibilidades terapéuticas.
3) El presente está solo. Estos pacientes aíslan el presente
del pasado y el futuro. Se sienten petrificados, incapaces de
moverse, aislados y distantes. El presente carece de significado
y de vida: esta es su preocupación dominante. Para McGuire,
son estos los pacientes más difíciles, ya que con ellos, el pasado
y el futuro no se pueden incorporar como factores significati
vos al tratamiento.
4) El presente es la puerta del futuro. Esta propuesta di
fiere tanto de la del tipo “momento esperado para la realiza
ción” (en la que el futuro excluye el presente) como de la
del tipo “el presente está solo” (en la que el presente excluye
el pasado y el futuro). En esta fantasía, el presente se encuen
tra estrechamente ligado con el futuro, y el paciente cree que
el presente determinará tanto el futuro mediato como el in
mediato. Las consecuencias de todo compromiso se agran
dan así hasta el exceso, cosa que se manifiesta en los repetidos
ataques de ansiedad que tienen lugar antes de la toma de
decisiones y durante la misma. En general, estos pacientes
responden a la terapia breve con exceso de optimismo inicial,
que luego se transforma en ambivalencia o en indecisión res
pecto del valor que el tratamiento tiene para ellos.
5) El presente es consecuencia inevitable del pasado. El
paciente cree que el presente es resultado, y no repetición cí
clica, de hechos pasados. Siente la vida como un contimmm, y
cree que seguirá fracasando y sufriendo. En estos individuos
es común la falta de afecto. A menudo, reciben la oferta de
tratamiento con sentimientos de humillación y de rechazo.
McGuire se pregunta por qué “la independencia del incons
ciente respecto del tiempo” facilitará la resolución rápida de
los conflictos, hecho que tan a menudo se observa en la psico
terapia breve. Su respuesta es que la terapia comienza con
pacientes insatisfechos de su situación inmediata y que, por
consiguiente, se encuentran motivados para intentar la modi
ficación de su estado de vida, de su situación respecto del
medio, o de ambos. La insatisfacción los motiva para el cam
bio. La posibilidad de emplear eficazmente estas condiciones
en beneficio del paciente depende de la capacidad del tera
peuta para desplazar de la terapia al paciente el peso de la
responsabilidad por.el bienestar de este. McGuire no encuen
tra contradicción alguna entre la independencia del incons
ciente respecto del tiempo y la resolución rápida de los con
flictos mediante la terapia de corto plazo. El conflicto se
65
resuelve mediante la explicación de las expectativas y la iden
tificación de emociones relacionadas con ellas, pero previa
mente desconocidas. Este método se transforma en modelo
para la resolución futura de conflictos por parte del propio
paciente.
Frank (65) comenta que la expectativa influye sobre todos los
aspectos del funcionamiento humano a'l introducir el futuro
en la conciencia. Es, por cierto, este aspecto de la criatura
humana lo que hace posible la psicoterapia, y alienta el em
pleo de las expectativas esperanzadas positivas en la asistencia
mental. Las expectativas se encuentran ligadas directamente
con grados de confianza en el terapeuta. Frank cita estudios
de respuesta al placebo en relación con la esperanza, como
el mejor ejemplo de la eficacia que esta tiene para promo
ver la salud y fomentar la vida cuando está presente, y
para obstaculizar la recuperación y precipitar la muerte cuan
do está ausente. En su evaluación de los efectos de la
esperanza y la expectativa sobre los resultados de la psico
terapia, sostiene Frank que solo debiéramos buscar aquellos
criterios evaluativos cuya operación carezca de ambigüeda
des, “.. .en vez de dedicamos a aquellos otros que sin duda
podrían ser más importantes, pero que es imposible definir con
la cláridad necesaria para que los terapeutas puedan comparar
sus hallazgos mediante métodos de comparación distintos”.
Los individuos llegan a la terapia en momentos en que atra
viesan períodos de tensión o se están recuperando de una
crisis. Por consiguiente, estarán más incapacitados y más an
gustiados al comenzar el tratamiento de lo que estaban poco
antes y de lo que —probablemente— estarán poco después.
Con el paso del tiempo mostrarán creciente mejoría, y eso
hará cada vez menos clara la diferencia de eficacia entre
la psicoterapia breve y la de otros tipos. Según lo compro
bado en algunas pruebas en que se comparó la medida de efi
cacia social de grupos de pacientes externos sometidos a trata
mientos distintos, que para uno de los grupos consistía en una
hora de terapia individual por semana, y para el otro en media
hora cada dos semanas, a los seis meses se notaba muy poco
cambio en el grupo que recibió terapia mínima, mientras que
el otro había progresado en forma considerable. Al cabo de
tres años, las diferencias parecían haber tendido a desapare
cer, de modo que el grupo que recibió terapia mínima demos
traba haberse recuperado en forma significativa respecto del
66
que recibió terapia individual. YVhitehorn y Betz (238) advir
tieron, en el trabajo con esquizofrénicos, que importantes dife
rencias entre los resultados obtenidos por distintos terapeutas
desaparecían gradualmente con el tiempo. Estas diferencias se
reflejaban en las escalas de mejoría de los pacientes.
Todo lo dicho permite a Frank llegar a Ja conclusión de que
si cualquier aspecto de la psicoterapia produce una mejoría
— aún de corta duración— que se pueda apreciar mediante
cualquier criterio claramente definido, esa variedad terapéu
tica merece consideración. Los criterios a que se refiere abar
can “estimaciones globales de la mejoría a juicio del paciente
o del terapeuta, disminución de los síntomas de acuerdo con
listas de confrontación de los mismos, alivio del mal que se
trata, mejora de la eficacia social determinada por Ja entre
vista, y los puntajes que surjan de una variedad de escalas de
estimación, a cuyas preguntas responderán el paciente u ob
servadores especializados”. Frank se refiere también a estudios
llevados a cabo en la clínica psiquiátrica Henry Phipps, del
Hospital Johns Hopkins, de los cuales obtiene una conclusión
adicional: la mejoría sintomática entre pacientes psiquiátricos
se encuentra en relación directa con los aspectos cualitativos
del ambiente psicoterapéutico que suscitan específicamente
sus esperanzas de recibir ayuda. Parte de los datos se obtu
vieron de estudios de placebo que se valían de una lista de
confrontación de síntomas, una escala de disposiciones de áni
mo, inventarios de personalidad y un test de funcionamiento
automático para evaluar cambios en los síntomas. Estas me
diciones se efectuaban antes de suministrar el placebo; después
se administraba a los pacientes la lista de confrontación de
síntomas y la escala de estados de ánimo, que se repetían
media hora más tarde. Los pacientes volvían a ser entrevistados
con intervalos de una y dos semanas, para nuevas mediciones
con los mismos instrumentos. Fueran cuales fueren los inter
valos entre la medición inicial y las subsiguientes, las mejorías
registradas presentaban significación estadística. Eran consi
derablemente más los pacientes que acusaban progreso que los
que habían empeorado. El grado de la mejoría estaba directa
mente relacionado con la intensidad inicial de la angustia.
Los síntomas de ansiedad y de depresión fueron los más ali
viados. La reacción máxima se notó de inmediato: entre el
principio y el fin de la entrevista inicial. Tres años después,
las mediciones de promedios de malestar sintomático seguían
67
dando índices considerablemente por debajo de los niveles
que inicialmente presentaban los pacientes. En ese momento,
se volvió a dar placebo a un grupo de pacientes que había
recaído tras una reacción inicial favorable. No se halló corre
lación entre las reacciones que se registraron en una ocasión y
en la otra. Algunos pacientes que habían respondido favora
blemente tres años atrás no respondieron de manera alguna
a la nueva experiencia y viceversa. La conclusión de Frank
consiste en que el placebo aliviaba principalmente la ansiedad
y la depresión, que el grado de alivio no tiene relación con la
personalidad y las medidas autonómicas, y que los individuos
que responden vivamente al placebo en una ocasión pueden
no hacerlo en otras. Por consiguiente, la amplitud de la capa
cidad de respuesta parece depender de la interacción entre
el estado o condici?>n del paciente y en determinados momen
tos y ciertos aspectos de la situación. El uso de tests y cuestio
narios posee,, aparentemente, efectos tan beneficiosos como la
píldora, cosa que acaso signifique que toda interacción que
eleve la expectativa de ayuda produce el alivio de los síntomas
y mejora la disposición de ánimo.
Cita Frank estudios de Park y Covi (167) que a su juicio
demuestran que la efectividad del placebo no depende tanto
de que el paciente crea que se le da una medicación activa,
sino más bien de que la administración del placebo le comunica
la actitud positiva del terapeuta. En el curso de los estudios
mencionados, al administrar el placebo se hicieron comentarios
deliberadamente desconcertantes para 15 pacientes, a quienes
se les dijo que la pildora no contenía medicinas, pero cpie se
esperaba que les fuera de provecho, como lo había sido para
muchas otras personas. De aquellos 15, 14 mejoraron; el res
tante se negó a tomar el placebo. Los datos obtenidos de las
entrevistas que se tuvieron con estos pacientes indicaron que
quienes poseían convicciones firmes —ya fuese de que el pla
cebo era inocuo, ya de que, contrariamente a lo que se les
había dicho, se trataba de una droga activa— habían expe
rimentado mejorías significativamente mayores que quienes
abrigaron dudas. Los primeros estaban persuadidos de que
el terapeuta “actuaba deliberadamente de manera de ayu
darlos”. Un ejemplo muy interesante de la complejidad intrín
seca de la esperanza y la expectitiva individuales fue el de
un paciente depresivo, apenas sensible a la excitación, que no
había respondido a programas de medicación previos, y que
68
ante la nueva prueba mejoró en forma espectacular. El tera
peuta sentía que este resultado se debía al aumento de la con
fianza del paciente, pero este no dejó de insistir en que la
píldora que le habían dado no era en realidad un placebo,
sino una droga que hasta le había producido efectos colate
rales, que describió. Creía que el terapeuta le había dicho
que la gragea era inocua para que él creyese que se había ayu
dado a sí mismo. Franlc llegó a la conclusión de que “aparen
temente, este hombre sólo podía mejorar si con ello contra
decía las expectativas del terapeuta.”
Comenta Frank que las pruebas de los efectos del placebo
suelen ser confusas en ciertos sentidos, y (pie son útiles las
líneas de investigación más directas. Cita al efecto el trabajo
de Friedman (68), que investigó las expectativas de los pa
cientes acerca de la mejoría a partir de la primera entrevista
llevada a cabo en la clínica con fines de evaluación. Las po
blaciones estudiadas por Friedman correspondían a dos gran
des ciudades, una de ellas estadounidense y la otra inglesa.
Los pacientes llenaron listas de constatación simples antes de
la entrevista de evaluación. Se les pedía después (pie consta
tasen la lista de acuerdo con la forma en (pie esperaran sen
tirse una vez transcurridos seis meses de tratamiento. Se
procedía entonces a la entrevista de evaluación, e inmediata
mente después debían volver a llenar la escala de síntomas.
Se compararon las tendencias de ambas muestras, la inglesa
y la estadounidense, y eso permitió a Friedman comprobar la
existencia de relación directa entre el alivio de los síntomas
de que dieron parte los pacientes tras la entrevista y el nivel
de expectativa de los mismos antes de ella.
Frank afirma su creencia de que el terapeuta es el ingre
diente más importante de la relación y de la situación tera
péutica, en la medida en que tal situación puede estimular la
expectativa de alivio del paciente. Frank se apoya en datos
de un estudio en que se evaluaron aspectos de la conducta de
cuatro terapeutas durante la terapia, al mismo tiempo que se
confeccionaba una escala de medida de resultados con sus res
pectivos pacientes. En la comparación del terapeuta más exi
toso con el menos exitoso, se comprobó que el primero presen
taba “mejores expectativas respecto de sus pacientes, mayor
experiencia, menos ansiedad en torno del sentimiento de que
lo estaban evaluando, y menos antagonismo hacia el programa
de investigación”.
69
Lo más importante de todo esto es la evidencia de que los
resultados de la terapia se pueden influir en medida signifi
cativa por medio de lo que se induce a esperar al paciente.
Más adelante, Franlc se refiere a la obra de Shlien (203)
acerca de los efectos que sobre el éxito terapéutico tienen las
expectativas de los pacientes en torno de la duración del trata
miento. Informa Shlien que un grupo experimental de pa
cientes mejoró tanto en 20 sesiones como otro, de control, en
37 sesiones. El mismo autor repitió el experimento y obtuvo
iguales resultados en otra clínica y con otro enfoque tera
péutico, pero con el mismo límite de 20 sesiones para el grupo
experimental.
En correspondencia personal, M. T. Orne comunicó a Franlc
haber observado que, en la terapia de largo plazo, la lentitud
o la detención del avance se pueden contrarrestar cuando se
dedican unas pocas sesiones al reestímulo de las esperanzas y
expectativas del paciente, mediante la elucidación de las metas
y de la estructura racional del tratamiento. De acuerdo con lo
propuesto por Orne, Franlc y varios colegas del mismo lleva
ron a cabo un test de control sobre el valor que podría tener
para un programa de psicoterapia breve una entrevista previa,
estimulante en el sentido señalado por aquel, y a la que lla
maron entrevista “de inducción de roles”. Un psiquiatra de
admisión entrevistaba a los pacientes, respecto de los cuales
redactaba informes para el terapeuta que se encargaría de los
tratamientos respectivos; también confeccionaba escalas de
dichos pacientes, ordenadas de acuerdo con factores que in
cluían juicios acerca de la aptitud de cada uno para la tera
pia. La indicación deh equipo de investigadores consistía en
que el entrevistador determinase cuáles pacientes integrarían
el grupo de control, y cuáles recibirían la entrevista “de induc
ción de roles”. A los primeros se los citaba simplemente para
su primera sesión con. el terapeuta. Los otros debían concurrir
.a la entrevista de inducción de roles, en el curso de la cual se
les comunicaba que debían esperar mejorías al cabo de cuatro
meses, tras algunos retrocesos probables. Se explicaba allí el
rol del terapeuta, y la forma en que este se comportaría;
también se esbozaba el rol individual del paciente, a quien se
inducía a esperar que hablaría libremente y describiría fan
tasías, sueños, etcétera. Transcurridas entre cinco y siete me
diciones, los pacientes que habían recibido la entrevista pre
via mostraron más adelanto que los del grupo de control.
70
En correcta observación, comenta Frank que la entrevista
no solo elevaba la expectativa de mejoría, sino que constituía
también una experiencia de aprendizaje, que aclaraba en cierta
medida el proceso del tratamiento. En suma, podemos decir
que, en toda situación o relación terapéutica, cualquier ras
go o aspecto capaz de suscitar la expectativa de alivio o me
joría parece guardar relación directa con la mejoría a corto
plazo de una porción importante de los pacientes. Podría ser
que esto se debiera a un efecto de placebo, pero existen otras
pruebas que permiten sospechar que la cualidad esencial del
fenómeno reside en que tales rasgos o aspectos sirven para
persuadir al paciente de que el terapeuta tiene la intención de
ayudarlo y es capaz de hacerlo.
FOCO Y CONCENTRACION
El concepto de terapia “enfocada”, adelantado por Ste-
kel (214), está implícito en la noción de terapia sectorial (52)
y en la sugerencia de Wolberg (245) en el sentido de que la
psicoterapia de corto plazo es viable cuando se pueden identi
ficar los síntomas para concentrar sobre ellos la intervención
terapéutica. Este concepto es cuestionado por las investiga
ciones de Dreiblatt y Weatherly (53), quienes hallaron que
“cuando en los contactos breves se transformaron los síntomas
del paciente en foco de la discusión, tales contactos parecieron
no tener efectos beneficiosos”. (Los descubrimientos de estos
autores se comentan en detalle en el Capítulo 12.)
Malan(144) define el término “focalidad” como “la capa
cidad conjunta de paciente y terapeuta para hallar rápida
mente un enfoque aceptable para ambos”. Esta definición su
giere que en el comienzo de la terapia debe producirse entre
terapeuta y paciente un acuerdo acerca de la concentración
selectiva sobre algunos de los problemas del paciente.
FACILITACION DE LA COGNICION
Se da una base cognitiva inherente para la psicoterapia en
el uso del tnsight como factor reparador por parte de aquellos
terapeutas que sostienen que el insight se puede alcanzar con
más rapidez por medio de la interpretación activa unida con el
apoyo (81, 217).
LA INCORPORACION
Para Rosenbaum (188), en el rol de terapeuta se encuentra
la clave de la viabilidad de lá terapia breve; éste rol se con
cibió de manera que para el paciente resulta más fácil identi
ficarse rápidamente con el terapeuta e incorporarlo, con lo que
disminuye la importancia de los síntomas.
EL AUTORITARISMO
Haley(93) y Howard(102) abogan por que el terapeuta
adopte una posición autoritaria y de control; que se haga
cargo de la sintomatologia.
FACTORES DE AMBIENTE
Augenbraum, Reid y Friedman (6) recalcan la importancia
d« los factores de ambiente, particularmente en el tratamiento
de los niños. Encuentran que a menudo Se trata a los niños
73
con mayor eficacia cuando se trabaja simultáneamente con los
padres para modificar las fuerzas de ambiente que operan so
bre los pequeños pacientes.
80
II
PROCEDIMIENTOS
Y TECNICAS
Cuando nacen de la teoría, las técnicas y los procedimientos
de la psicoterapia se adaptan y modifican en la práctica clí
nica; cuando, en cambio, surgen empíricamente de esta última,
se los examina a la luz de la teoría. Así, pues, la teoría y la
práctica se encuentran en relación recíproca, y el psicotera-
peuta en acción es agente de tal reciprocidad. Este-papel de
agente plantea al profesional una serie de exigencias: sus co
nocimientos deben ser apropiados para la tarea; en su carácter
de individuo, él mismo deberá ser cauteloso y flexible, res
ponder de inmediato a los efectos de sus intervenciones, sentir
o saber qué y cuándo modificar, reforzar o debilitar; tendrá
que mantenerse alerta, registrar y escrutar cuidadosamente el
progreso de la terapia, estar atento a pequeños detalles sin
perder de vista el panorama general de la vida humana que
tiene ante sí. Por último, ha de ser lo suficientemente humilde
como para moderar aquella parte de sus sentimientos de omni
potencia o arrogancia terapéuticas que la experiencia no haya
tenido tiempo de poner en su justo lugar.
Toda técnica terapéutica es, al parecer, más fácil de describir
que el procedimiento correspondiente a su aplicación. Aparte
de los conocidos problemas en torno de la validez de las
inferencias de cada uno y de las sutilezas de la elección del
momento más adecuado para obtener los mejores* efectos, los
83
aspectos complejos del procedimiento involucran siempre lá
intervención de algunas cualidades inestables del terapeuta.
Quien dispusiera de grandes dones para la comunicación tal
vez pudiera describir en forma clara y detallada el proce
dimiento y la técnica de un terapeuta determinado. Pero
aunque ello fue/a posible, ese procedimiento y esa técnica,
aplicados por otro profesional, dejarían de ser los mismos,
y acaso llegaran a ser muy diferentes de los originales. Por
otra parte, nuestras sujeciones semánticas nos obligan a lla
mar a cada técnica y a cada procedimiento con un mismo
y único nombre en todos los casos. Si a ello se agrega la
influencia de pacientes y circunstancias sobre la variedad,
se comprenderá que consideremos que el número de versiones
posibles para cada técnica y cada procedimiento excede nues
tra capacidad de descripción clara.,
No obstante, debemos intentarlo, so pena de transformar la
psicoterapia en una mística que se da, pero no se puede ense
ñar ni aprender. Tenemos a favor, en otro orden de cosas, el
hecho de que, dentro de las incontables variedades de la psico
terapia, existen no pocas constantes y dimensiones que sí se
pueden precisar. Muchas de ellas son significativas en ciertas
situaciones; algunas lo son en la mayoría de los casos; y unas
pocas —aunque más no fuere una o dos— lo son en todas las
instancias. Por ser así, el terapeuta asimila e integra a medida
que lleva a cabo su trabajo; y así adapta, condensa, amplía y
modifica las técnicas y los procesos, para entonces hacerlos
suyos.
Todo ello justifica la Sección II, que aquí se inicia, com
puesta por cinco capítulos que constituyen una visión gene
ral de la experiencia recogida en materia de procedimientos y
técnicas de la psicoterapia breve. La complejidad a (pie ya nos
referimos se ve aumentada por la cantidad de tipos a que per
tenecen las distintas terapias, que pueden ser activas, de apoyo,
de suscitación de la ansiedad, de supresión de la misma, de
la conducta, de base psicoanalítica, de provocación de la trans
ferencia, de elusión de esta, de orientación hacia la realidad; a
ello se agrega el número de los autores cuyos informes —de
variados contenidos y estilos— abarca la revisión que nos pro
ponemos. Para allanar las dificultades, contamos una vez más
con la capacidad de asimilación del psicoterapeuta activo.
La sección se inicia con el Capítulo 4, que describe una va
riedad de modelos dentro de cuyos marcos referericíales prac
•4
tican los profesionales la psicoterapia breve, y que constituyen,
por consiguiente, los escenarios en que se desarrollan las ope
raciones de la técnica. Sigue luego un capítulo sobre procedi
mientos de psicodiagnóstico, en cumplimiento de lo que parece
ser una norma en toda la bibliografía de la materia, que expone
el diagnóstico amplio antes de considerar la intervención. El
Capítulo 6 es un compendio de técnicas: comprende unas
setenta de ellas, ordenadas alfabéticamente. La sección se
completa con otros dos capítulos: el séptimo, que versa sobre
la finalización del tratamiento, y el octavo, dedicado a estu
dios llevados a cabo en torno de los procedimientos de la psi
coterapia breve.
85
Capítulo 4
MODELOS DEL PROCEDIMIENTO BREVE
MODELOS GENERALES
Fenichel (60) es un comentarista convincente. Para él, la
psicoterapia breve fundada en el conocimiento psicoanalítico
puede invalidar a todas aquellas otras que se apoyan en la
86
coerción y la sugestión. Y propone una vía de acción en la
cual la primera etapa se vuelque esencialmente sobre el psi-
codiagnóstico: en esta primera etapa, el terapeuta emplea la
conducta del paciente, los hechos relativos a sus síntomas y
datos tomados de su historia y de sus declaraciones, para esta
blecer “un diagnóstico dinámico acerca de los conflictos más
importantes del paciente, el grado de presión que ejercen sobre
él las fuerzas reprimidas, la potencia relativa de su sistema de
fensivo y represivo, y sus cualidades de rigidez, elasticidad y
accesibilidad”.
En la segunda etapa, el diagnóstico dinámico permite al
terapeuta prever las reacciones del paciente ante diversas
medidas y optar por un tipo de intervención. Entre estos
últimos, Feniohel menciona las interpretaciones limitadas y las.
modificadas, el aliento, la apelación a tipos seleccionados de
transferencia, las diversas vías de escape sustitutivas, las ma
nipulaciones del entorno, la inducción o la prohibición de
situaciones o actividades atractivas o tranquilizadoras, la ver-
balización del conflicto real y .los consejos de naturaleza
congruente con la salud mental. La tercera etapa es la cons
tituida por la aplicación de las intervenciones elegidas.
Wolberg (245) expone una flexible esquematización ■ de la
psicoterapia breve, en los siguientes términos: 1) el estableci
miento temprano de una relación de trabajo, que involucra
escuchar, comunicarse y comprender benévolamente, desarro
llar en el paciente confianza y tranquilidad en cuanto a que
se lo puede ayudar y, en particular, estructurar la situación
terapéutica; 2) la elaboración de un diagnóstico tentativo; 5)
el desarrollo, en conjunto con el paciente, de una comprensión
hipotética de la psicodinámica de este; 4) la concentración en
una zona de exploración que ponga en claro la conducta neu
rótica que produce el paciente, y favorezca el reconocimiento
de dicha conducta por parte de este; 5) el empleo dé la
interpretación de los sueños (advierte Wolberg que el terapeuta
debe poseer entrenamiento psicoanalítico para ello); 6) la
resolución de las resistencias tan pronto como fuere posible,
cosa que exige permanecer alerta ante la aparición de aque
llas; 7) el rápido manejo de las manifestaciones de transferen
cia, con el fin de prevenir o evitar el desarrollo de neurosis
de ese tipo; 8) el reconocimiento de los factores destructivos
que existan en el entorno del paciente, y la superación de los
mismos antes de que se tornen peligrosos; 9) el dominio rá
87
pido de los “síntomas-objetivo”, tales como la ansiedad, la
depresión y la tensión extremas; 10) la instrucción del pa
ciente en el uso del insíght como fuerza mejoradora y modi
ficadora de su propia vida, para lo cual es preciso enseñarle
las relaciones entre conflicto y sintomatología, y hacerle adqui
rir conciencia de las conductas y mecanismos defensivos que
le son perjudiciales; 11) la elaboración, en conjunto con el
paciente, de un plan de acción en virtud- del cual este pueda
aplicar el nuevo insight por él adquirido a la tarea de efectuar
cambios en su vida; 12) la promoción de la capacidad del pa
ciente para el desarrollo de una “filosofía apropiada de la vida”;
13) el procedimiento de finalización del tratamiento; 14) la
continuación del proceso inicial por el paciente librado a sus
propias fuerzas.
Bellak y Srnall (20) dedican un capítulo íntegro a los proce
dimientos básicos, que dividen en seis rubros;
1) Identificación del problema presente: la concepción por
parte del terapeuta de un conjunto de formulaciones y de ex
pectativas conceptuales, que la historia personal del paciente
confirmará, modificará o desvirtuará.
2) Reconstrucción de la historia: búsqueda de datos que
esclarezcan las experiencias personales del paciente y permitan
la formulación del diagnóstico; ello exigirá sacar el máximo de
provecho de la entrevista inicial, y que el terapeuta posea
habilidad suficiente para facilitar la comunicación.
3) Determinación de las relaciones causales: consideración
de las probabilidades de sobredeterminación.
4) Elección de la intervención a adoptar: una vez identifi
cadas las causas de los síntomas, proceder a la anulación de
las mismas. El terapeuta establecerá rápidamente cuáles son
los factores que requieren cambios o que se prestan a los mis
mos con mayor facilidad. Las intervenciones pueden consistir
en operaciones verbales, u otro tipo de medidas adicionales
que se encuentren al alcance del terapeuta; se consideran
primarias las intervenciones que se fundan esencialmente en la
comunicación verbal entre el paciente y el terapeuta, y secun
darias o adicionales todas las demás. Los autores emplean la
determinación de las funciones del yo como guía para la elec
ción de las intervenciones, y proceden a tal elección con las mi
ras puestas en el fortalecimiento —o bien en el debilitamiento —
de la confianza del paciente en determinada función del yo.
88
5) Elaboración del problema: el logro o el refuerzo del
aprendizaje de una nueva conducta, y la extinción de las for
mas neuróticas de adaptación.
6) La finalización del tratamiento: la toma de medidas para
asegurarse de que el paciente abandona definitivamente el
consultorio en posesión de una transferencia positiva cultivada,
y con la clara comprensión de que será bienvenido en cual
quier momento en que decida regresar.
Este modelo se funda en dos supuestos básicos. Uno de
ellos se relaciona con tres procesos que los autores estiman
comunes a todas las psicoterapias de orientación psicoanalitica:
la comunicación, el insight y la elaboración. El otro supuesto
gira en torno del papel de los fenómenos de transferencia.
Todo esto se expone en detalle en el capítulo dedicado a téc
nicas (véase página 202); por el momento, nos parece sufi
ciente destacar el hecho de que Bellak y Small consideran que
la transferencia positiva es, en la psicoterapia breve, esencial
para que resulte posible la comunicación de datos en cantidad
y con rapidez suficientes para permitir una formulación psico-
dinámica por parte del terapeuta, y para la elección de inter
venciones. Los factores negativos no se ignoran ni se dejan
de interpretar; por lo contrario, se los esclarece de inmediato,
a menos que impidan el progreso terapéutico.
En una revisión bastante filosófica del “proceso” de la te
rapia de insight de corto plazo, McGuire (145, 146) ofrece su
“modelo en etapas para guía de las intervenciones”, referido
especialmente a la interpretación. Las variables de tal modelo
son: l).la transferencia positiva, en la cual el paciente ama
a su terapeuta en forma irreal, y parece “seguirlo”; 2) la neu
rosis de transferencia, puesta de manifiesto por la ampliación
de las asociaciones hasta abarcar “referencias edipicas infan
tiles”, por el bloqueo súbito, o por la aparición de una ten
dencia a la asociación del terapeuta con el progenitor de sexo
opuesto al de este; 3) la “predisposición de la experiencia”,
parte de la estructura del carácter que se encuentra presente
en todo momento de la terapia, tal como lo está en toda situa
ción de tensión; 4) los síntomas, que cuando van en aumento
permiten suponer que existen sentimientos no reconocidos ha
cia el terapeuta, y también que el conflicto, encapsulado hasta
el momento, se está haciendo más difuso.
•9
El modelo de McGuire presenta cuatro tases:
1) El ordenamiento perceptual. El terapeuta establece me
tas, advierte cuáles son las predisposiciones de la experiencia
y “diseca” los problemas; se inicia la transferencia positiva.
2) El reordenamiento perceptual. Consiste en la presenta
ción de nuevas relaciones perceptuales, el reordenamiento del
material consciente, y el esclarecimiento, la confrontación en
cierta medida y el desarrollo de los pensamientos y emociones
nuevos o recién descubiertos, que se interpretarán e incorpo
rarán a la comprensión del paciente. En el transcurso de esta
fase tendrá lugar la adopción por parte del paciente —en
una u otra medida— de los métodos*de introspección que él
mismo haya moldeado en relación con el terapeuta. Cuatro
características son índice del final de esta fase: a) el agrava
miento de los síntomas, que por lo general se manifiesta en
forma de ansiedad, pero que también suele hacerlo en forma
de depresión; b) el debilitamiento de la transferencia positiva,
y el temor de que se produzca antagonismo; c) el comienzo
de la neurosis de transferencia; y d) la intensificación de las
predisposiciones de la experiencia.
3) La interpretación de la transferencia. Esta fase es breve
en muchos casos: a veces dura apenas unos minutos. Su obje
tivo técnico consiste en proveer insight y comprensión de los
conflictos, y en dar, por medio del reconocimiento de lo que el
paciente siente hacia el terapeuta, reordenamiento perceptual
a afectos y experiencias.
4) Finalización e integración. Si las interpretaciones fueron
correctas, el paciente trabajará con ellas. Los síntomas, en
especial aquellos que hayan sido inducidos terapéuticamente,
se aliviarán. A menudo se requiere tiempo para una revisión
que permita poner a prueba las nuevas conductas perceptuales.
A su turno, Gillman (76) plantea un modelo concisamente
ordenado, con cuatro etapas que consisten respectivamente
en: 1) elegir un problema dinámico crucial, 2) concentrarse
en la realidad actual, 3) fomentar la transferencia positiva,
pero no la regresión, y 4) atenerse a las fuerzas espontáneas
internas del paciente.
Socarides (211) solo prevé tres etapas para su modelo de
psicoterapia breve: la apreciación precisa y la interpretación
decidida de la conducta de transferencia en la primera entre
vista; una actividad todavía mayor, con explicaciones de la
90
dinámica por parte del terapeuta para la segunda entrevista;
y una tercera etapa que constituya un período de consolida
ción y de penetración.
Baker (9) divide su enfoque contextual de la terapia breve
en seis fases: 1) el esclarecimiento intelectual de los proble
mas; 2) el ofrecimiento de consejos; 3) la catarsis; 4) la in
terpretación de la transferencia y de la resistencia; 5) las
técnicas prolongadas de apoyo; 6) la actitud favorable del
terapeuta.
En el modelo delineado por Tompkins (225) se recalca la
necesidad de enfocar la atención en los síntomas. Aquí, el
terapeuta asume una actitud activa, se emplean drogas con
mayor asiduidad, se reduce al mínimo el insight de la diná
mica mientras se pone de relieve cualquier mejora de los
“síntomas-objetivo”, se limitan las metas, y las entrevistas se
abrevian en lo posible y se espacian de acuerdo con las nece
sidades. Estos procedimientos, afirma Tompkins, previenen el
exceso de dependencia.
Para Burdon (29), el procedimiento a seguir en la terapia
breve involucra la movilización y la evocación activas de los
aspectos saludables de la personalidad, al mismo tiempo que
se niegan, se revierten o se neutralizan las facetas negativas
o patológicas de sentimientos, actitudes y acciones. Se trata
de insistir en la orientación hacia la salud y el dominio: “La
dinámica de la curación no debe confundirse con la diná
mica de la enfermedad; el paciente no obtiene beneficio
alguno de las conversaciones personales acerca de su psi-
copatología.”
SINDROMES ESPECIFICOS
Algunos terapeutas se han ocupado de elaborar modelos in
dividuales para diagnósticos y síndromes específicos.
T m angustia
Opina Lindemann (137) que la tarea esencial en el manejo
terapéutico de la angustia aguda consiste en “compartir con el
paciente la elaboración del duelo”, o sea el esfuerzo que
este hace para eliminar los lazos que lo unen a la persona
desaparecida, y hallar nuevas fuentes de “interacción gratifi
cante”.
97
La depresión
El enfoque “táctico” propuesto por Regan (181) para la psi
coterapia breve de la depresión comprende las siguientes eta
pas: 1) protección del paciente (el tratamiento del paciente
deprimido exige que el terapeuta aplique a la protección de
su paciente todos sus recursos de astucia y flexibilidad, para
lo cual tendrá que ser sensible en extremo ante cualquier clave,
indicio o pista útiles); 2) exploración, medio para incitar al
paciente a la actividad psicoterapéutica; 3) interrupción del
ciclo de cavilación; 4) empleo de la terapia física; 5) inicia
ción de un cambio en las actitudes; 6) colaboración efectiva
con otros recursos. Para Regan, lo esencial de toda psicote
rapia breve de la depresión reside en la flexibilidad y en la
capacidad de adaptación del terapeuta, que se reflejan en el
cuidado con que el profesional revé y -planea la terapia que
aplicará a cada paciente.
Para el tratamiento de la depresión, Rellak y Small (20)
proponen los siguientes componentes: 1) elevación de la auto
estima, que a menudo constituye el primer paso de la terapia
de la depresión; 2) restablecimiento de la confianza, para
reforzar la autoestima, cuando para ello sea posible, de acuer
do con la realidad, apoyarse en los elementos y fuerzas tangí-"
bles del yo de que disponga el paciente; 3) reversión de la
autoagresión; 4) de ser posible, bacer comprender la ligazón
de los rasgos dinámicos con la circunstancia precipitante y con
situaciones genéticas más tempranas; 5) manejo rápido y claro
de las manifestaciones de transferencia; 6) ofrecimiento de
apoyo por medio de la disponibilidad expresa del terapeuta
en cualquier momento; este constituye muchas veces un rasgo
importante; 7) la guía, particularmente en casos de peligro
de suicidio, puede ser crucial para evitar situaciones que dañen
la autoestima, y para llevar al paciente a situaciones de acti
vidad física violenta, capaces de contribuir a la canalización
de la hostilidad; 8) la terapia con medicamentos puede desem
peñar un papel de máxima importancia; 9) la terapia electro-
convulsiva conserva todavía un lugar que le es propio, espe
cialmente cuando el peligro de suicidio es grande. Cuando la
amenaza de suicidio alcanza sus valores máximos, todo lo an
terior resulta especialmente pertinente, y se ponen de relieve
los siguientes rasgos adicionales: 1) el intento de suicidio se
acepta en general como equivalente de un pedido de auxilio;
98
2) se hace importante en extremo el insight para la elabora
ción del problema de la agresión; 3) se debe estar preparado
para advertir a tiempo el acting-out previo característico del
intento de suicidio, ya que la postergación de tales'intentos
significa ganar tiempo de importancia crucial para la aplica
ción de otros procedimientos; 4) puede indicarse un período
breve de hospitalización.
También Gross (89) concibe un modelo de tratamiento de
apoyo para la depresión, que describe en los siguientes tér
minos: 1) establecimiento de comunicación efectiva, y 2) ini
ciación o movilización de actividades con fines determinados.
A partir de estas líneas generales, dicho autor desarrolló un
régimen bastante preciso, que se vale de una amplia variedad
de recomendaciones muy activas hechas al paciente por el
terapeuta.
La despersonálización
El tratamiento de la despersonalización descripto por Bellak
y Small (20) comprende los siguientes procedimientos: 1) im
partir conocimiento intelectual de la naturaleza del proceso
de despersonalización, especialmente en cuanto a algunos de
sus componentes fisiológicos; 2) emplear drogas adecuadas
cuando la despersonalización se debe principalmente a expe
riencias que suscitan ansiedad; 3) revertir los impulsos de
negación o de agresión por medio de interpretaciones.
9V
Los estados psicóticos
Los mismos autores proponen las siguientes líneas generales
para el tratamiento de estados psicóticos incipientes o agudos:
.1) regularización de la vida del paciente; 2) interpretación
activa pero cauta del conflicto central; 3) medicamentación;
4) hospitalización breve cuando esta resultare “necesaria para
salvaguardia del paciente durante la interpretación activa;
5) apoyo y confianza.
La actuación (acting-out)
Bellak y Small (20) no confían demasiado en la efectividad
de la psicoterapia breve para el tratamiento de pacientes que
actúan, pero destacan las metas básicas de largo alcance plan
teadas por Greenacre (85) en términos de prohibición, inter
pretación y fortalecimiento del yo. Señalan, además, que la
naturaleza diversa y compleja de la conducta propia del ac-
ting-out indica que el manejo de este problema ha de variar
en gran medida de un paciente a otro, y proponen un modelo
que comprende los siguientes elementos; 1) prohibición directa
de ciertas relaciones y conductas; 2) manipulación del entorno
para sustraer al paciente de la situación que precipita el acting-
out; 3) interpretación catártica directa del impulso expresado
en dicha actuación; 4) empleo de todos los medios posibles
para transformar la conducta de actuación en un hecho ajeno
al yo; 5) esbozo intelectual del significado de la conducta del
paciente; 6) interpretaciones predictivas de consecuencias; 7)
postergación del acting-out en todo lo posible; 8) fortaleci
miento del superyó en algunos casos; 9) incremento del fun
cionamiento sintético; 10) empleo de drogas apropiadas; 11)
consecución de ayuda por parte de otros; 12) desarrollo de
la confianza del paciente en torno a la disponibilidad del tera
peuta; 13) disolución de las inhibiciones en todo lo que estas
se opongan a los “esfuerzos por el éxito' del paciente.
103
Capítulo 1
PROCEDIMIENTOS DE DIAGNOSTICO
ENFOQUES GENERALES
Bellak (21) afirma enfáticamente que ‘la completa com
prensión de la psicodinámica del paciente y del problema que
presenta” es crucial. Esta comprensión debe lograrse a la luz
de toda la estructura vital y 'del contexto social de cada indi
viduo, y de ella deduce Bellak qué intervenciones elegir, en
qué partes de la vida del paciente se las debe aplicar, cuál ha
de ser la secuencia de aplicación de los diversos métodos, a
qué metas se los ha de dirigir y qué procedimientos anexos
deberán emplearse.
Alexander, Kimberly, Levine, Grinker y Lewis trataron el
problema del diagnóstico en el Brief Psychotherapy Coun-
cil (174), de Chicago, en 1941. Alexander advierte una clara
relación directa entre la precisión de los conocimientos del
terapeuta acerca de los aspectos psicodinámicos cuantitativos
del paciente, y su capacidad para adaptar las intervenciones
a las necesidades individuales de didho paciente. En una re-
’visión del material archivado en la comunidad terapéutica de
Austin Riggs durante 25 años, Kimberly (174) puso en descu
bierto cómo, en la exposición de los diagnósticos, se incurre en
confusiones semánticas que a menudo dificultan su compren
sión e imposibilitan prácticamente su comparación. Kimberly
se pregunta, por ejemplo, qué se entiende por “fuerza del yo”.
Personalmente, él no emplea las expresiones yo, supertjó y ello,
y desde el punto de vista del diagnóstico sólo identifica dos
grupos de individuos: 1) los de personalidades bien estruc-
106
turadas, que solo se encuentran desequilibrados momentánea
mente, y 2) los de constitución menos sólida, muy deteriorados
desde mucho tiempo atrás, a los cuales es necesario recons
truir de manera más integrada. Ahora bien, tal vez muchos
piensen que este enfoque, además de constituir una simplifi
cación exagerada de un proceso muy complejo, ofrece poco
insight de los procedimientos del tratamiento, ya que no pro
porciona guía alguna para la elección de las intervenciones
terapéuticas.
Levine, por su parte, observó tres niveles en la filosofía del
diagnóstico. El primero de esos niveles, constituido por el
diagnóstico clínico, posee influencia inevitable sobre la elec
ción de la técnica a seguir: el maníaco-depresivo con ten
dencia al suicidio necesita que se le administre la psicoterapia
en condiciones de protección, y que se aplique suma cautela
en el empleo de interpretaciones; por lo contrario, la persona
depresiva que necesita sufrir requiere un tratamiento que no sea
ni demasiado tranquilizador, ni demasiado dadivoso, ni dema
siado amistoso. El diagnóstico dinámico, que compone el se
gundo nivel, es un estudio del significado y el propósito que
el síntoma o la conducta en observación poseen para la perso
nalidad particular del paciente y la estructura de la misma; en
este concepto incluye Levine tanto el beneficio secundario
como el primario, la fuerza del yo, la severidad del superyó
y la intensidad del ello. El tercer nivel se encuentra en el
diagnóstico genético, que abarca la historia personal del indi
viduo en todo lo que pueda tener influencia sobre la terapia:
por ejemplo, el paciente que haya sufrido rechazo en la in
fancia necesitará una psicoterapia breve de' índole cálida, cohe
rente y comprensiva que, además, no pueda ser destruida por
las provocaciones, las agresiones y las defensas de rechazo
del sujeto.
Grinker (174) desarrolla categorías para la formulación del
diagnóstico en el enfoque de neurosis bélicas traumáticas: 1) la
historia personal del paciente, que ha de incluir cualquier no
ticia de neurosis previas; 2) la evaluación de la medida en oue
el agotamiento pueda haber cofttribuido a la crisis del soldado;
3) los indicios de traumas psicológicos previos y recientes; 4)
la gravedad de lgs'fraumas precipitantes; 5) la determinación
cuantitativa de ha ansiedad; 6) la evaluación de la fuerza del
yo; 7) la evaluación de la capacidad para la comprensión psi
cológica; 8) la evaluación del grado de la hostilidad reprimi
107
da; 9) el tipu de síndrome clínico; y 10) la cantidad de tiempo
disponible para la psicoterapia.
Lewis (174) resumió los pasos que a su juicio se deben dar
antes de elegir líneas de acción terapéutica. Dichos pasos con
sisten en identificar los factores desencadenantes inmediatos,
el tipo de iniciación de la enfermedad, la inteligencia del pa
ciente, su temperamento y características personales, su salud
física y las muestras que haya dado de cambios en la perso
nalidad que pudieren ser índice de esquizofrenia, paranoia o
fijaciones hipocondríacas con raíces profundas.
Un grupo de psicoanalistas británicos, reunido en un equipo
de terapia focal bajo la dirección de Michael Balint, elaboró
una serie de formularios destinados a facilitar el diagnóstico
precoz. Presentar cada caso en una cantidad de formularios
es tarea pesada; Courtenay (50) los modificó para aplicarlos
a sus intervenciones de psicoterapia breve en trastornos sexua
les del matrimonio, y les asignó el papel de medios de registro
del contenido de la entrevista inicial, o de las primeras dos o
tres sesiones, de manera que de ellos surgieran con claridad
todos los factores, positivos y negativos, relacionados con la
perturbación sufrida por el paciente. Este enfoque se aparta
del examen psiquiátrico corriente, y tal vez sea más correcto
concebirlo como método psicodinámico en que se permite al
paciente relatar su historia en sus propios términos y maneras.
Solo se emplea un mínimo de preguntas para inducirlo a pro
veer el material que, a su juicio, haya tenido papel de impor
tancia en su situación presente. El riesgo de este método con
siste en que el diagnóstico se hace posible tras un período
prolongado, de manera que la psicoterapia ocurriría solo como
“fenómeno fortuito”. La verdadera meta de la entrevista psico-
dinámica de diagnóstico consiste en lograr algún cambio en el
paciente. Esto ocurre cuando se ayuda al mismo a ver su pro
blema de manera tal que le permita efectuar modificaciones de
índole terapéutica.
En la versión modificada por Courtenay y su equipo, los
formularios tienen el fin de permitir que el paciente se expre
se libremente, y que el terapeuta comprenda las expresiones
del paciente. Los formularios sirven como guía para el regis
tro de hechos básicos acerca de los pacientes (en este caso,
parejas llegadas a la consulta en busca de consejo idatrimonial)
y sus familias, información acerca de la institución que los
derivó a la consulta, datos importantes sobre la apariencia
108
y la forma en que los pacientes presentan su historia, y ma
terial significativo para el diagnóstico. También se previeron
secciones en las cuales se registran detalles de la relación
entre paciente y terapeuta, los temas principales de la entre
vista, y un resumen de las impresiones del terapeuta sobre
la índole del problema del paciente y la personalidad de este,
i,os formularios sufrieron luego otros cambios, con el agregado
de espacios para notas sobre el curso general de la entrevista
y de todo momento descollante de la misma, así como para
extender el resumen de impresiones del terapeuta sobre la
psicodinámica involucrada. Este resumen comienza con una
lista de todas las formas en que la perturbación se 1ra mani
festado en la vida del paciente; de allí surgirán las decisiones
que se tomen acerca de la psicoterapia breve focal a adoptar.
El formulario identifica aquellas partes de la vida psíquica
del paciente cuyo ajuste permitiría influir favorablemente sobre
la sintomatología.
Malan (144), quien colaboró con Balint en el desarrollo de
esta vía de acceso focal, divide el proceso correspondiente en
cuatro fases: 1) el paciente produce el material, que 2) equipa
al terapeuta para discernir y formular un enfoque; el terapeuta
3) propone dicho enfoque al paciente, de quien 4) se espera
cpie lo acepte y trabaje con él.
También delinea Malan las similitudes y disimilitudes entre
el diagnóstico médico y el psicodinámico. El diagnóstico de
uno u otro tipo es, en sí mismo, una hipótesis explicatoria
que relaciona los síntomas con procesos patológicos identifi-
cables. Más allá, el paralelismo se rompe: en medicina, la
mayoría de los procesos se entiende, por lo menos pragmática
mente, mientras que el síntoma psicológico implica algo que
carece casi por completo de aceptación general como patología
subyacente, y cuyo curso futuro tampoco se puede predecir
con grado alguno de certeza. Pese a esas dificultades, Malan
recomienda atenerse al siguiente modelo: el observador, vale
decir el terapeuta, confecciona una lista de las perturbaciones;
se pone en juego la teoría psicodinámica para formular una
hipótesis que ligue las perturbaciones entre sí con una pato
logía psicológica subyacente. Cree este autor que la necesidad
de desarrollar hipótesis propias y separadas para cada pa
ciente es mayor entre quienes sufren de afecciones psicológicas
que entre enfermos de males físicos y fisiológicos, ya que
los primeros difieren más entre sí que los últimos. Es deseable
109
proceder con moderación: se tratará de recurrir al' mínimo
posible de ¡hipótesis y teorías para relacionar las diversas per
turbaciones que ocurran en un paciente con aquellas que afec
ten a otros, y con la patología causal.
Bellak y Small (20) siguen una línea de pensamiento simi
lar, que presentan considerablemente detallada. Observan que
el conocimiento alcanzado en el presente facilita el logro de
diagnósticos más descriptivos, y permite determinar relaciones
entre el estado actual del paciente y acontecimiento pasados y
contemporáneos de su vida. El conocimiento psicodinámico
requiere la consideración de la etapa de desarrollo en la cual
el paciente sufrió una experiencia dada. El terapeuta debe
tener presente las condiciones organísmicas del individuo en
todo detalle que resultare discernible. La tarea del diagnós
tico dinámico se hace más difícil, debido a que ya no es posi
ble atenerse a conceptos deterministas rígidos, sino que es
preciso pensar solo de acuerdo con las causas más probables.
Puesto que todo diagnóstico debe acuñarse en términos de pro
babilidad, Bellak y Small prefieren hablar de formulación
diagnóstica y no de diagnóstico, por lo cual extienden la ex
ploración más allá de los aspectos puramente descriptivos de
la nosología. Es necesario tener cuidado para que la interven
ción, necesariamente rápida, no se transforme en algo fortuito,
sino en un procedimiento sostenido y guiado por una manera
de entender que adscriba los males del paciente a la dinámica
de las circunstancias precipitantes y también, a su turno, a los
factores históricos más sobresalientes. Semejante formulación
del diagnóstico debe también poner al terapeuta en condicio
nes de identificar los factores más susceptibles de cambio, y
de elegir y aplicar métodos capaces de operar tales cambios.
En este enfoque, el tratamiento se vincula cuidadosamente con
el diagnóstico. Comentan Bellak y Small que la primera tarea
del diagnóstico consiste en comprender el síntoma, proceso
que consiste en pasar de lo más general a lo más específico en
la consideración de los síntomas involucrados. Esta amplia
vía de acceso a la evaluación de las perturbaciones requiere,
además, la determinación de las fuerzas y debilidades de las
funciones del yo.
El estudio previo al diagnóstico propuesto por Wolberg (245)
abarca cuatro factores: el grado de interrupción de la ho-
meostasis, indicado por el nivel de la ansiedad o de los equi
valentes de la ansiedad; el tipo de defensas que emplee el
110
paciente; el grado de independencia y de autoestima, y la
naturaleza de las relaciones de este; su potencialidad de des
integración. Por lo demás, el autor encuentra útil la formula
ción hipotética de la dinámica de cada paciente como guía
para la terapia, mediante la selección de “síntomas-objetivo”
con los cuales trabajar.
McGuire (146) llega a la conclusión de que el proceso de
evaluación con miras al diagnóstico cumple una importante
función que afecta el pronóstico: “Entre aquellos pacientes
que eventualmente ganan en insiglit, casi todos se inician en
el ordenamiento mental y en el análisis de los conflictos du
rante el período que media entre la evaluación y el comienzo
de la terapia”.
El logro de la concentración
Ya nos hemos referido a la insistencia de Malan (144) y de
Wolberg (245) en que es necesario concentrar y circunscribir
el esfuerzo terapéutico desde sus comienzos. Para lograr esta
concentración, se ha comprobado la utilidad de elaborar el
diagnóstico en consulta o en equipo coq otro u otros profe
sionales. En su búsqueda de procedimientos de diagnóstico
que sirvieran para limitar las metas de la intervención, Nor-
mand y otros (163) notaron que la participación de un asis
tente social ayudaba a los terapeutas en la tarea de descartar
lo irrealizable y circunscribir los fines de los tratamientos que
se aplicarían a pacientes de clases socioeconómicas bajas.
McGuire (146) recomienda la evaluación diagnóstica con
junta, que consiste en que primero entreviste al paciente un
psiquiatra, y luego lo haga un asistente social. Los dos profe
sionales se reunirán luego para revisar el caso y hallar el tipo
111
de intervención más recomendable. El procedimiento involu
cra algo más que la reconstrucción de la historia del paciente:
habrá también que establecer sus motivaciones, definir sus
problemas y llevar a cabo otras estructuraciones relacionadas.
117
La formulación del psicodiagnóstico
El autor de la presente obra desarrolla desde hace tiempo un
conjunto de guías para la formulación del psicodiagnósti
co (209). Ellas consisten en series de preguntas implícitas,
que el terapeuta tiene presente en todo momento y utiliza a
manera de cedazo, en el cual tamiza constantemente los datos
que obtiene del paciente. Estas preguntas no deben confun
dirse con las que el terapeuta plantea explícitamente al stijeto
cuando debe reconstruir la historia de este.
He aquí algunas de las preguntas implícitas: 1) ¿Cuál es
el mal? 2) ¿Cuál es la causa desencadenante del mal? 3)
¿Cuáles fueron las situaciones previas análogas a la presente?
4) ¿Cuáles fueron los significados de los síntomas? ¿Cuál es su
dinámica genérica y cuál su dinámica individual? ¿Cuáles son
sus otros orígenes posibles en cuanto a determinantes fisioló
gicas, endocrinológicas, neurológicas, genéticas y culturales?
5) ¿Cuál es el estado del sistema del yo? ¿Cuáles la fuerza y las
debilidades de las diversas funciones? 6) ¿Qué cambios en la
dinámica se necesitan para restablecer la homeostasis? 7) ¿Qué
intervenciones son las que más probablemente han de produ
cir los cambios requeridos? 8) ¿De qué aliados terapéuticos
se puede disponer? 9) ¿Cuál será el procedimiento general de
esta terapia? 10) ¿Cuál es el pronóstico? 11) Si entre las de
terminantes de los síntomas existen factores organísmicos y/o
culturales, ¿cómo afectan al yo? ¿Y al tratamiento? ¿Y al
pronóstico?
120
Capítulo 6
TECNICAS E INTERVENCIONES:
COMPENDIO ALFABETICO
124
ABREACCION
El diccionario psicológico (54) la define así: “En la elimi
nación o el debilitamiento de complejos, o en el alivio de la
tensión emocional provocada por conflictos y represiones, es el
acto de revivir —en sentimiento, acción o imaginación— la
situación que originariamente causó el conflicto”. De hecho,
podría incluírsela en el texto dedicado a la catarsis, que
este es el método que se emplea, mientras que la abreacción
es su resultado. Todas las variedades de psicólogos teórica
mente aliados'emplean esta técnica (5, 202, 249). Wolpe (249)
aplica la abreacción cuando el paciente se halla condicionado
por circunstancias que no se pueden reemplazar adecuadamen
te con estímulos tomados del presente. Coleman (47), por lo
contrario, considera que la abreacción no es una técnica desea
ble para la psicoterapia breve, ya que la vida cotidiana ofrece
pocas oportunidades para descargar las emociones en la forma
propugnada por dicha técnica.
ACTITUDES DE LA COMUNIDAD,
MODIFICACION DE LAS
Maxwell Jones (111) encuentra concebible la posibilidad de
solucionar los conflictos de algunos pacientes —por ejemplo,
los que padecen desórdenes del carácter— mediante la modi
ficación de las actitudes de la comunidad, cosa que resultaría
más económica que el tratamiento individual de cada sujeto
afectado. Esta proposición entraría en los términos de la psi
quiatría y la psicología sociales, para las cuales no existe en
la actualidad una verdadera preparación adecuada. Existe
en ella, de todos modos, la intención intrínseca de persuadir
a la comunidad de que debe ser más tolerante con las des
viaciones de conducta, actitud que evitaría en muchos casos
la imposición de una hospitalización traumática para el in
dividuo.
ACUERDO, PROPUESTA DE
El recurso de establecer un acuerdo o convenio, aplioado
por Rabian * al tratamiento de familias, consiste en establecer
reglas para el comportamiento en el seno de la familia y en
torno de cierto motivo de conflicto, cuando no se logra resol
ver tal conflicto mediante el insight. Los miembros de la fa
* Según informe personal de Marcia Pollack.
milia aceptan conducirse de acuerdo con las reglas fijadas
por acuerdo mutuo. Un recurso similar, aunque más con
centrado, se emplea en el tratamiento individual de orienta
ción conductista. El paciente y el terapeuta se ponen de
acuerdo acerca del trabajo a realizar; se definen los proble
mas cuya solución motiva el pedido de ayuda, se especifican
los cambios deseados y se aclaran los roles respectivos. Se
redacta con esos elementos un documento formal, que re
frendan ambas partes.*
AGRUPAMIENTO NATURAL
Esta ingeniosa proposición, desarrollada por Crabtree y Gra-
11er (51) en una unidad hospitalaria, constituye una combi
nación de terapia de. grupo y equipo de terapeutas, con auto
nomía tanto para los pacientes como para los terapeutas.
Entre cuatro y siete pacientes y profesionales se eligen entre
sí para intervenir en una experiencia de terapia de grupo.
Todos los participantes se consideran terapeutas; allí se pue
den reunir pacientes con tendencias suicidas con otros que
posean capacidad para preocuparse por los demás; el esqui
zoide compartirá la experiencia con la única otra persona con
la cual se haya mostrado dispuesto a conversar en el hospital,
y el paranoide se agrupará con quienes, de un modo u otro,
tienen cierto status importante dentro de la institución. La
primera sesión se dedica a considerar problemas del hospital,
o bien alguna crisis personal que pueda sufrir cualquiera de
los componentes del grupo. Las sesiones subsiguientes ver
sarán sobre terapia no referida a crisis o conflictos particu
lares. El grupo se rige mediante las siguientes normas:
1) El respeto por la capacidad de ayudarse los unos a los
otros es primordial.
2) El terapeuta se encuentra a disposición del grupo como
• conjunto, y no de los individuos por separado.
3) Los miémbros del grupo trabajan juntos en la solución
de problemas, fuera de la hora de terapia.
4) Si cualquiera de los integrantes se encuentra demasiado
perturbado para dejar el hospital, el grupo se hará res
ponsable de él.
0 Según informe personal de Amy Vanesky.
129
5) Todo nuevo integrante del grupo, ya sea paciente o
terapeuta, será elegido por el grupo como tal.
AGUIJONEO
Garner (74) emplea, esta expresión (prodding) para definir
la parte activa del procedimiento tendiente a animar al pa
ciente para que este realice esfuerzos con miras a la solución
de sus problemas. (Véase también Exhortación.)
ANHIDRIDO CARBONICO Y OXIGENO
Wolpe (249) considera el empleo de estos gases, tomados
a la vez en bocanadas, para alivio de la ansiedad (véase An
siedad; supresión de la misma). Admite que algunos pacien
tes se sienten alarmados ante el procedimiento. Bellak y
Small (20) entienden que la alarma del paciente se debe a la
percepción o a la advertencia de cambios que amenazan al
yo. Wolpe ofrece la siguiente explicación: los gases suscitan
la inhibición recíproca de la ansiedad por efecto directo, por
medio del estado de relajación que provocan, o por ambas
causas.
ANSIEDAD; SUPRESION DE LA MISMA
Sifneos(207) aboga por el empleo de esta técnica para la
restauración del equilibrio, cuando la personalidad del pa
ciente se considera demasiado frágil para tolerar la intensi
ficación de dicha ansiedad. Su logro exige la aplicación de
técnicas adecuadas. (Véase también: Reaseguramiento; Apo
yo; Guiri y consejo; Drogas; Anhídrido carbónico y oxígeno.)
131
con el fin de demostrarle que tales procesos se pueden do
minar. El paciente observa, y aprende con el terapeuta como
modelo. Este aprendizaje se refuerza por medio de la discu
sión de los procedimientos, una vez que estos se han cumplido.
Rabkin llama a este método Advócate Approach (método del
intermediario).
Coleman y Zwerling (45) describen una “psicoterapia de
apoyo de orientación dinámica”, que se vale de una variedad
de intervenciones terapéuticas para ayudar al restablecimien
to de estructuras defensivas que fueron efectivas para el pa
ciente hasta el momento en que se produjo la crisis o enfer
medad presentes. Coleman (47) desarrolló aun más esta téc
nica, particularmente en la parte del apoyo referida al refuer
zo de los mecanismos de defensa. En las intervenciones tera
péuticas breves, jamás se deben atacar las defensas* impor
tantes del paciente; en lugar de ello, será preferible encomiar
y dar apoyo narcisista a aquellas defensas que se combinan
■ con gratificaciones congruentes respecto de la adaptación,
mientras se desalientan sin atacar aquellas otras defensas que
fomenten la inadaptación. La solución puede ser delicada, ya
que tal vez la zona de conflicto se encuentre cerca de la su
perficie* y acaso necesite ■ interpretación. Cuando la interpre
tación agrave los síntomas, el terapeuta sensato reevaluará su
enfoque de la terapia del individuo y, naturalmente, optará
por apoyar las defensas, y no por abrirse paso con las inter
pretaciones. Coleman destaca también la importancia del apo
yo total representado por él medio hospitalario, cuando el
paciente respeta el hospital al que concurre; el hecho de que
exista ayuda disponible durante las 24 horas del día es en
sí mismo un elemento de apoyo esencial.
Según Levy (134), las medidas de apoyo resultan útiles para
evitar la hospitalización de individuos afectados por pertur
baciones de origen reciente. Waltzer y otros (235) aconsejan
el empleo amplio de técnicas de apoyo, en lugar de las téc
nicas expresivas, cuando se necesite mejorar las relaciones del
paciente con la realidad.
ASESORAMIENTO
El asesoramiento implica proponer líneas de acción al pa
ciente, en forma directa y sin disimulos. Se- trata de una ver
sión especial de actividad del terapeuta; en un contexto de
132
mando, también se la podría considerar autoritaria. Esta téc
nica encuentra diversos modos de expresión entre distintos
autores (9, 12, 142, 227); uno de ellos (195) aconseja direc
tamente a sus pacientes acerca de cómo manejar los síntomas
que presentan.
Bellak y Small (20) señalan el hecho de que el paciento
actuador puede requerir que el terapeuta le exprese lisa y
llanamente cuál es la acción que espera de él y, en algunos
casos, la adhesión compulsiva a este tipo de recomendaciones
puede resultar una concomitante necesaria de la disposición
del terapeuta para seguir asumiendo la responsabilidad te
rapéutica.
134
CATARSIS
En su definición clásica, la catarsis es el proceso en virtud
del cual el individuo traspasa un impulso o pensamiento del
inconsciente a la conciencia (9, 20, 147, 154, 191). El fin que
se persigue al provocar este proceso es el de modificar el
equilibrio energético, abrir sistemas de acceso a afectos que
permanecieron obliterados hasta el momento, con el alivio
de la tensión y la restauración del equilibrio consiguientes.
Bellak y Small (20) previenen acerca de la importancia que
tiene la cuidadosa determinación de las fuerzas del yo an
tes de proceder a la provocación de la catarsis. Cuando
se trata de una personalidad razonablemente fuerte “que su
fre una perturbación neurótica, el terapeuta puede ir directa
mente al núcleo del contenido simbólico (agresivo, sexual,
exhibicionista, etcétera) del sentimiento perturbador”. En la
terapia intensiva, las interpretaciones catárticas se hacen más
oportunas y apropiadas a medida que, con el correr del tiem
po, el paciente adquiere insight y fuerzas del yo. En la psico
terapia breve no se puede contar con este lento proceso de
fortalecimiento, de manera que los intentos de catarsis deben
adaptarse a las circunstancias que se presenten durante su
transcurso. Existe la tendencia a creer que la catarsis es la
técnica preferible para el tratamiento de toda situación trau
mática. El lector deberá tener presente la opinión de Feni-
chel en el sentido de que algunos pacientes traumatizados ne
cesitan retiro y reposo, más que verse forzados a adquirir
insight, antes de adquirir las fuerzas suficientes para enfren
tar el fenómeno que los perturba.
Para eludir el riesgo de abrumar al paciente con la inten
sidad de los fenómenos desatados por el enfoque catártico,
Bellak y Small (20) proponen la técnica de la “catarsis me
diata”, que evita que el paciente reciba el peso total de los
afectos, impulsos e ideas reprimidos. Esta técnica constitu
ye una modificación de la. interpretación catártica, ya que:
1) atempera los posibles efectos de la revelación, por valerse
de un lenguaje más moderado que el que podría emplearse
en la interpretación catártica directa; 2) reasegura al paciente
al mismo tiempo que tiene lugar la revelación; 3) proporciona
una salida aceptable para el impulso o afecto, de manera
que aunque estos no se asumen por completo, tampoco se
los bloquea; 4) aliena en cierta medida al paciente respecto
135
del impulso, al mismo tiempo que hace que resulten más acep
tables para la personalidad —cosa que se manifiesta en general
por el reconocimiento y la aceptación expresos del impulso —
hechos tales como hasta la identificación del terapeuta con tal
impulso, que luego se contrarresta mediante el reconocimiento
general de la necesidad de refrenar el impulso en ciertos te
rrenos de la vida cotidiana; 5) cede al paciente, en préstamo,
la fuerza del yo del terapeuta, que lo ayuda a enfrentar su
superyó, más punitivo.
Feniohel (60) advierte contra el empleo de la hipnosis ca
tártica cuando se trata de eliminar las represiones. Cualquier
recuperación que se logre por medio de este procedimiento,
sostiene, se deberá a la actitud de dependencia del paciente
respecto del profesional. El paciente podrá ponerse en condi
ciones de recordar acontecimientos olvidados y, en consecuen
cia, suministrar material, pero “el valor terapéutico de este
conocimiento no ha de ser muy grande”. Por consiguiente, las
resistencias que se superan por medios autoritarios tienden a
la regresión y no a la resolución.
Burdon (29) presenta la catarsis como desenmascaramiento
emocional que, en el pensamiento del paciente, debe ligarse
tanto con las dificultades presentes que este encuentre como
con sucesos traumáticos del pasado. La catarsis no se debe
confundir con la indulgencia, ni con las tormentas histéricas.
COMUNICACION NO VERBAL
La metacomunicación, descripta por Dreiblatt y Weather-
ly (53), se puede concebir como forma de la comunicación no
verbal, en cuanto lo comunicado por cualquier conversación
supera el contenido verbal manifiesto de dicha conversa
ción. Koegler (120) observa que la terapia de contacto breve
implica comunicación en el nivel no verbal, cosa que resulta
particularmente útil para aquellas personas cuya capacidad de
comunicación verbal se encuentra limitada. Visher (227) re
curre a la práctica de no concertar un programa regular de
entrevistas; en cambio, fija la cita subsiguiente al término de
cada sesión, apoyado en el supuesto de que este procedimiento
expresa de manera no verbal que el terapeuta tiene presente
que el tratamiento es de duración limitada.
136
CONFERENCIAS DEL EQUIPO TERAPEUTICO
Una unidad de intervención en crisis, dirigida por el doctor
Richard A. Levy en un hospital de Portland, Maine, Estados
Unidos (134), inicia cada jornada de trabajo con una reunión
en la cual los asistentes sociales y los terapeutas que componen
dicha unidad conversan acerca de todas-las entrevistas hospi
talarias y hogareñas que conciernan a los pacientes que se
entrevistará durante el día de la fecha. Las visitadoras del
equipo, por ejemplo, podrán entonces relatar las experiencias
que hayan recogido el día anterior en sus contactos con los
hogares de los pacientes. Los integrantes del grupo manifiestan
que esta práctica les ayuda a prevenir situaciones difíciles o
peligrosas, y evita que tengan que tratar a sus pacientes en
el vacío.
CONFRONTACION
Es esta una forma de técnica activa. En su informe sobre
“psicoterapia de urgencia” ante el Maimonides Center, Gelb
y UHman (75) afirman: “La confrontación inmediata, activa,
empática y precisa -del paciente con ejemplos de su funcio
namiento neurótico es más efectiva que la elaboración pa
siva”. En cierto sentido, se trata de una técnica cjue equivale
a colocar al paciente ante un espejo: allí se ve enfrentado
con su conducta real. El método se apoya en el supuesto
de que todos somos más o menos ajenos a lo que realmente
hacemos y decimos. Algunos autores emplean la confronta
ción del paciente con su comportamiento deficiente v con
las ventajas secundarias que obtiene de él, como método
para enfrentar las emergencias psicosomátieas (230). Bellak y
Small (20) previenen que se debe considerar la profundidad
del desenmascaramiento que se busque deliberadamente o se
pueda obtener por inadvertencia, mediante el proceso de con
frontación. Señalan que entre los peligros de la confrontación
se cuenta el incremento de la negación y la represión, junto
con posibilidades más serias, como las erupciones de pánico,
las depresiones profundas, el acting out grave y el suicidio.
(Véase también: Interpretación; Catarsis.)
137
CONSULTA CONJUNTA
Bellak y Small (20) proponen incorporar a algunas psicote
rapias breves una modificación de la terapia familiar conjunta.
La técnica resultante se emplea cuando el terapeuta comprende
bien la dinámica del paciente y de su situación, y prevé que
los cambios que se buscan se conseguirán con mayor rapidez
si el paciente y el terapeuta enfrentan juntos la figura o figu
ras con las cuales el primero se encuentra en conflicto. El
procedimiento exige que el terapeuta tenga ideas específicas
acerca de lo que desea lograr. Tendrá que determinar por
adelantado sus propósitos, que se han de fundar en la com
prensión de los problemas que haya detectado en la historia
de su paciente. Esta comprensión se extenderá a lo que ocurre
entre las dos o más personas en juego, de manera que, cuando
las reúna, el profesional tenga una visión clara de la meta de la
entrevista y pueda guiar dicha entrevista hacia tal meta. En
general, el terapeuta aplica este recurso con el fin de capacitar
al paciente para resolver el conflicto o modificar la relación que
tenga con la figura conflictual. Después de la reunión, lo co
rriente es entrevistar al paciente a solas, para revisar y analizar
los hechos acaecidos durante la consulta conjunta.
CONTRACONDICK )N AMIENTO
Según Wolpe (249) es esta una de las técnicas básicas de la
terapia conduetista, y se funda en la premisa en virtud de la
139
cual toda neurosis constituye una reacción habitual, persisten
te, inadaptada y aprendida, y la ansiedad neurótica no se puede
superar solo mediante insight y examen lógico, sino que hay
que aliminarla o inhibirla por medio de las reacciones opuestas.
DEPENDENCIA
Los pacientes que provienen de los sectores menos privile
giados de la sociedad sienten ira por sus privaciones, por sen
tirse desamparados. Debido a que necesitan de dicha sociedad,
no se encuentran en condiciones de expresar esa ira pero, cuan
do lo hacen, su conducta tiende a ser asocial y a suscitar cas
tigo o rechazo. “Está irritado porque es dependiente, y no
puede tolerar el ser dependiente.” A partir de esta hipótesis,
Wolk (248) cree ventajoso el empleo de la dependencia como
parte del tratamiento de pacientes de bajo nivel socioeco
nómico. Su técnica, que él denomina “entrevista nuclear”
(kernel interview), pretende ayudar al paciente “a establecer
una relación ‘padre-hijo’, operativamente efectiva, con el tera
peuta”. Cree Wolk que estas personas solo asisten a las sesio
nes con regularidad y puntualidad cuando consideran al tera
peuta como sustituto de un progenitor, amistoso pero también
poderoso, capaz de proporcionar la asistencia que el paciente
necesita, y lo bastante fuerte como para hacer que este con
curra a las entrevistas. El terapeuta debe prepararse para lle
var a cabo tareas que a menudo se consideran ajenas al proceso
psicoterapéutico. Tendrá "que acompañar a su paciente cuando
este busque empleo, o deba concurrir a oficinas públicas, tri
bunales, etcétera, o bien ayudar a un jovencito a explicar su
conducta ante sus padres; en suma, servir de intermediario *
en las tareas de la vida. El profesional deberá estar dispuesto
a abandonar su despacho para ayudar a su paciente “allí donde
este tiene sus problemas: en la comunidad”. Según el razo
namiento de Wolpe, esta actividad alivia la presión que se
ejerce sobre el paciente, y sienta las bases de una relación no
artificial, sino con sentido real para el paciente. (Véase tam
bién: Apoyo, en una parte de cuyo texto se sugiere la posibi
lidad ele que el terapeuta se transforme en intermediario para
el paciente perplejo ante la crisis.)
141
DESENSIBILIZACION SISTEMATICA
Tal cual la describe Wolpe (249), esta técnica se vale de
un estado fisiológico incompatible con la ansiedad, con el fin
primario de inhibir una reacción de ansiedad débil ante deter
minado estímulo. Este estímulo se repite, basta que la reac
ción de ansiedad desaparece por completo. En cumplimiento
de lo propuesto, se presentan estímulos de grado cada vez
mayor, que luego se eliminan progresivamente. El estado inhi
bitorio de la ansiedad que se emplea por lo general es la rela
jación: “los efectos autonómicos que acompañan a la relaja
ción son diametralmente opuestos de aquellos otros que carac
terizan la ansiedad”. Los pasos fundamentales del tratamiento
son: 1) el entrenamiento en la relajación muscular profunda;
2) la creación de jerarquías de intensidad en los estímulos
generadores de ansiedad; 3) la oposición entre estímulos que
susciten relajación y aquellos que compongan las mencionadas
jerarquías de los que suscitan ansiedad.
Wolpe concibió algunas variantes de la desensibilización
sistemática, que acaso haya que considerar como medios que
facilitan el procedimiento. Entre ellos se cuenta la desensi
bilización in vivo, en la cual el proceso se induce sobre situa
ciones de la vida real, más que por medio de la imaginación.
Llegados a este punto, tal vez convenga referirse al empleo
de situaciones de la vida real para intensificar la tensión emo
cional, cosa que hacen Ferenczi y Stekel con el objeto de
aumentar el insight. En la desensibilización del grupo, se tra
baja en conjunto con personas que padecen las mismas fobias.
La técnica de la fantasía emotiva sirve para entrenar al pa
ciente en la creación de imágenes iribibitorias de la ansiedad:
sentimientos de orgullo, de diversión, de amor, de tranquilidad,
de agitación, de aventura. Según se desprende de los infor
mes al respecto, este procedimiento es especialmente efectivo
en los niños. Las reacciones ante la alimentación se emplean
con frecuencia como estados inhibitorios de la ansiedad. Es
clara la analogía entre este recurso y la bien conocida prác
tica, de base psicoanalítica, que consiste en proporcionar gra
tificación oral a los pacientes deprimidos. Entre otras técnicas
disponibles en este terreno se cuentan la inhibición de la
ansiedad por reacciones motoras condicionadas, el uso del
shock galvánico para interrumpir el estado de ansiedad, y el
condicionamiento a reacciones de alivio de la ansiedad. En
142
este último procedimiento, se comienza por inquietar al pa
ciente y luego se elimina el estímulo inquietante; se supone
que, de esa manera, el paciente se acondicionará a la antici
pación del alivio.
144
tratamientos do corto plazo que a otras formas de psicotera
pia. Además, la terapia breve suele utilizar las drogas de
manera distinta de lo habitual para otras técnicas.
Como ejemplo de esto último, señala Bellak que el empleo
cauteloso de una mezcla de anfetaminas y barbitúricos resulta
eficaz en más tratamientos breves que los estimulantes, los
energizantes y los antidepresivos, cuyo desarrollo es más re
ciente. Aunque presenten otras ventajas, las nuevas drogas
tienen el inconveniente de que deben ser administradas du
rante por lo»menos varios días —y a veces durante dos o más
semanas— para alcanzar su eficacia plena. La combinación
de anfetaminas y barbitúricos, en cambio, brinda efectos in
mediatos, si bien puede generar hábito y dar resultados me
nos duraderos. Los efectos inmediatos permiten movilizar al
paciente sin demoras —con lo que se impide todo nuevo avan
ce de la apatía— y volver a familiarizarlo con el placer de
sentirse bien. Una vez obtenido el efecto, la intervención
psicoterapéutiea inmediata puede hacer posible (pie se pres
cinda de los medicamentos a los pocos días de comenzar a
usarlos.
Bellak y Small (20) asignan a las drogas el papel de coad
yuvantes de la psicoterapia breve, en lo que se refiere espe
cíficamente a obtener las condiciones oue permitan al paciente
emprender la psicoterapia, a facilitar la comunicación con una
persona bloqueada, a disminuir la presión de los impulsos, a
promover la nitidez de los procesos de pensamiento, a obs
taculizar el desarrollo secundario de las depresiones y ayu
dar al • manejo de las mismas, y a su propio significado oral
como variedad de placebo. Al mismo tiempo, insisten en la
necesidad de tomar precauciones adecuadas, puesto que las
drogas inducen en ciertos individuos cambios en el autocono-
cimiento, que pueden provocar pánico en vez de despertar el
deseo de buscar alivio.
En fecha reciente, Rosenthal (190) presentó un panorama
del uso de drogas .psicotrópieas en “rupturas y derrumbes”.
Su trabajo ofrece listas de nombres genéricos y comerciales,
indicaciones, dosis diarias y contraindicaciones de unas 25 dro
gas, agrupadas en tres categorías: tranquilizantes mayores,
tranquilizantes menores y antidepresivos. El primer grupo
(medicamentos de las familias de la rauwolfia, la fenotiacina
y la butirofenona) se indica para la ansiedad, las tensiones,
las enfermedades psicosomáticas, la esquizofrenia, la psicosis
14 »
involutiva, el delirium tremen*, los problemas somáticos, la
depresión y los estados de explosión latente. El de los tran
quilizantes menores, para la ansiedad, las tensiones, el stress,
el delirium tremens, la depresión leve, la depresión acompa
ñada por ansiedad y cavilación, la ansiedad leve de los niños,
los desórdenes psicosomáticos, los desórdenes de conducta, la
agitación y —en combinación con otros medicamentos— los
desórdenes convulsivos. Por último, se recomiendan los anti
depresivos (representados por los inhibidores de la monoami-
no-oxidasa y los antidepresivos tricíclicos) para la fatiga cró
nica, la depresión reactiva, la depresión involutiva, la depresión
psicótiea, la depresión grave con problemas psicosomáticos, y
los desórdenes que se manifiestan en debilidad crónica acom
pañada por depresión de la actividad psicomotora.
Según Rosenthal, los fármacos psicotrópicos son efectivos en
situaciones agudas cuando: 1) se los usa con el fin de aliviar
los síntomas específicos, y 2) se vigila el empleo de la droga
de que se trate de acuerdo con intervalos determinados me
diante evaluaciones concomitantes de la condición del paciente.
En su referencia a los tranquilizantes mayores, este mismo
autor menciona el empleo de las drogas derivadas de la rau-
wolfia para el tratamiento de condiciones psicóticas crónicas
en las que se encuentra la ansiedad junto con hiperactividad,
desórdenes somáticos y agresión. Señala Rosenthal que este
grupo de drogas solo desempeña un papel menor en la terapia
de pacientes externos. También hace advertencias acerca de
los peligros de uno de los posibles efectos colaterales de la
terapia por rauwolfia: la depresión grave.
La familia de la fenotiacina tiene acción sedante, “hipnótica,
anestésica, antiemética, antipruriginosa y antiparkinsoniana”.
Sus posibles efectos colaterales se manifiestan en forma de
síntomas alérgicos y extrapiramidales. Estos últimos se pue
den contrarrestar mediante otras drogas, cosa que permite
continuar el tratamiento con fenotiacinas.
El efecto sedante de ciertas fenotiacinas (por ejemplo, la
clorpromacina) resulta especialmente deseable en las etapas
precoces de “rupturas y derrumbes”, debido a que permiten
el reposo y la recuperación capaces de interrumpir los in
somnios y las inquietudes habituales de esta clase de episo
dios. Pero cuando se hace deseable una actividad mayor, se
pueden emplear, durante el día, otros integrantes de esta fa
milia de fármacos, solos o en combinación con antidepresivos»
146
La tercera familia del grupo de los tranquilizantes mayores
— una butirofenona derivada (solo existía un producto comer
cial de esta clase cuando Rosenthal publicó su trabajo) — ha
bía demostrado su utilidad, a juicio del autor, en el tratamiento
de individuos hipotensos, agitados y agresivos, y en aquellos
casos en que el terapeuta decide engañar a pacientes que no
se avienen a tomar los medicamentos. En este último sentido,
es de destacar el hecho de que el producto se ofrece en una
variedad líquida, insípida e incolora, fácil de agregar a comi
das y bebidas.
Rosenthal no separa la farmacoterapia de la psicoterapia.
Considera que la primera refuerza los efectos de la segunda,
y aboga por que se haga comprender al paciente la acción
de la droga y sus propias reacciones ante la misma.
En su estudio de las decisiones a tomar respecto del trata
miento de pacientes afectados por perturbaciones agudas,
Brodsky y otros (28) brirtdan otro panorama de la aplicabi-
lidad de los medicamentos psicotrópicos. Estos autores fundan
en los siguientes principios los tratamientos que aplican: 1) los
“síntomas-objetivo” se deben eliminar con la mayor rapidez
posible; 2) se debe buscar la rehabilitación social del pacien
te dentro del plazo más breve posible; y 3) el diagnóstico no
ha de constituir la determinante primaria del método de tra
tamiento. Las drogas psicotrópicas (y/o la terapia electro-
convulsiva) facilitan el proceso, a juicio de los autores, en la
medida en que suprimen los síntomas hasta el punto en que
los pacientes seriamente perturbados se ponen en condiciones
de reasumir actividades relativamente normales. Las drogas
permiten, así, concentrarse en él logro de un fin viable: la re
misión de los síntomas destructivos.
El estudio de 100 pacientes, admitidos en forma consecutiva
por el servicio al que pertene'cen, permitió a Brodsky y sus
colaboradores identificar siete tipos de sujetos aptos para otros
tantos tipos de tratamiento.
1) Este grupo se caracteriza por “la predisposición para la
acción, la desorganización de la conducta y los problemas de
comunicación interpersonal”. Se trata de pacientes proclives
a la agresión, el suicidio, la decepción o la alucinación, que
tanto suelen gesticular como posar o dar muestras de exceso
de actividad. Sus emociones abarcan la gama de la simpleza,
la labilidad, la melancolía y los afectos pobres o escasos. Con
este grupo se usaron, en principio, las fenotiacinas; dentro de
H1
esta familia, se eligió cada droga de acuerdo con el grado
que alcanzara la sintomatología. La intervención se comple
mentó, a veces, con antidepresivos, y también con metansul-
fonatos capaces de controlar los efectos extrapiramidales.
Este tratamiento admite el agregado de otra fenotiacina
(cuando se pretende cubrir un espectro más amplio de sínto
mas) y también la preseindencia de cualquiera de las drogas
en caso de conseguirse la remisión de los síntomas, de no ob
tenerse ventaja alguna, o de observarse la aparición de efectos
colaterales graves.
' 2) Este grupo de pacientes presentaba “inhibición de la ac
ción y retracción de los intercambios interpersonales”. Se uti
lizaron con ellos la fluofenacina y la trifluoroperacina, con
el fin de movilizar las energías y suprimir el pensamiento irreal.
Fueron pocos los cambios requeridos en el régimen de trata
miento. A medida que se intensifican los afectos pueden apa
recer síntomas de depresión (véase más adelante la referencia
a Ostow), de manera que se puede agregar un antidepresivo a
la terapia de la fenotiacina.
3) La depresión, acompañada por agitación o por retardo
psicomotor, es característica de este grupo. La condición clí
nica de ios pacientes que pertenecen a él, individuos inquietos
y rara vez delirantes, admite el empleo de antidepresivos de
acción relativamente lenta (la amitriptilina o la nortriptilina).
Se puede agregar una fenotiacina (en general, del tipo trifluo
roperacina), en caso de aparición de rasgos paranoides. Cuando
el padecimiento o el riesgo de suicidio eran pronunciados, solía
recurrirse a la terapia electroconvulsiva.
4) La exultación, la hiperactividad, la irritabilidad, la dis
tracción fácil y la tendencia a lo grandioso componen el cuadro
de este tipo de pacientes, que rara vez presentan agresividad
peligrosa. “La clorpromaeina fue el tratamiento preferido.”
Señalan los autores que hoy considerarían el uso de las sales
del litio.® . Los síntomas de estos pacientes se tomaron como
subproductos de un “flujo acelerado de energía", (pie era posi-
° En manifestación personal, el doctor Leopold Itellak señala rpie las
sales del litio, en especial el carbonato de litio, han demostrado ser prácti
camente específicas, y de mayor eficacia que cualquier otro medio cono
cido, para el tratamiento rápido de los estados maniáticos simples. Tras
varios años de investigación intensa, estas sales comienzan a aparecer
en el mercado en forma di' medicamentos.
ble aminorar mediante dosis concentradas de clorpromacina,
aplicadas con el fin de mantenerlos en estado intermedio entre
el exceso de modorra y la hiperacti-vidad. Ante la aparición de
depresiones, se consideraba el agregado de antidepresivos al
tratamiento.
5) Los pacientes de este grupo eran aquellos que presenta
ban “conciencia clara, en conjunto con una amplia gama de
síntomas que les producían vejación personal”. Aunque no
francamente delirantes o alucinados, algunos de tales sujetos
alentaban ideas ilusorias. En otros, existía peligro de suicidio
sin manifestación abierta de síntomas depresivos, o bien preva
lecían los síntomas “panneuróticos”: ansiedad intensa y persis
tente, rasgos obsesivo-compulsivos, síntomas de conversión y
aversiones fóbicas. El tratamiento se orientaba hacia la remi
sión de los síntomas. El primer paso que se daba con algunos
pacientes consistía en someterlos a un período de observación
que permitiese esclarecer su panorama clínico, e identificar sus
síntomas. Ante humores depresivos, se prescribía amitriptilína
o nortriptilina. Los síntomas panneuróticos se trataban con
trifluoroperacina, por considerarlos manifestación de desórde
nes en el pensamiento encubierto.
b) Este grupo estaba lormado por individuos con conciencia
clara y ausencia de síntoma.? graves. Los que recibían medica
mentos en el momento de la admisión se mantenían con el mis
mo régimen. Otros se sometían a observación, sin medicación
alguna. Más adelante, los que presentaban historias de desor
ganización de la conducta recibían fenotiacinas hasta lograr
la descarga, y aquellos cuya historia previa era de depresiones
se mantenían por lo general libres de síntomas, y se los daba
de alta rápidamente.
7) El último grupo reunía a los pacientes afectados por sín
tomas que se juzgaban no susceptibles de tratamiento mediante
drogas psicotrópicas o terapias somáticas: adolescentes con
males somáticos limitados, “inverificables”; individuos que su
frían necesidad de llorar por motivos racionalmente fútiles;
alcoholistas; adeptos a sedantes o estimulantes con síntomas de
intoxicación. La hospitalización brindaba a estos pacientes el
beneficio de separarlos temporariamente de las situaciones de
tensión.
Aparte las drogas y la terapia electroconvulsiva, Brodskv y
su equipo introdujeron la terapia de grupo en el programa dia
rio de sus pacientes. La psicoterapia individual se usaba con
149
mayor intensidad una vez alcanzados el esclarecimiento de la
conciencia y la motivación del paciente.
Se reconoce a Mortimer Ostow por sus estudios destinados
a comprender la acción de los fármacos psicotrópicos y em
plearlos de acuerdo con líneas de razonamiento psicoanalíticas.
Aunque el autor de la presente obra carece de datos acerca
de la aplicación de sus ideas en sí a tratamientos breves o de
crisis, considera que una publicación reciente de Ostow, The
Consequences of Ambiválence (164), demuestra el refinamien
to de sus enfoques. La ambivalencia, sostiene allí, precipi
ta dos estados mentales que se observan con frecuencia, y
que acarrean grandes cambios en la conducta. La ambivalencia
se acompaña con un sentimiento de hallarse atrapado en una
situación agobiadora, en la cual no son aceptables ni la ira
ni la agresión manifiestas. El individuo reacciona ante este
sentimiento con “separación” (indiferencia, despersonalización,
cinismo, retracción, negación, disociación), o con “agotamien
to” (pérdida de la energía libidinal que suele conducir a ac
tuaciones desesperadas, a la búsqueda de objetos sustitutos y
a la melancolía).
Por lo común, estos estados se compensan entre sí para man
tener cierto equilibrio. Los accesos de agotamiento terminan
con la separación. A la inversa, la segunda se produce cuando
el primero no se presenta. Cuando esta compensación psico
lógica falla —vale decir, cuando prevalece el agotamiento o la
separación—, razona Ostow, las drogas restauran el equilibrio,
ya que ambos estados psicológicos se presentan en compañía
de sendos estados somáticos sensibles a las drogas. Los tran
quilizantes inducen el agotamiento en las personas “separadas”,
afirma, mientras que los energizantes combaten el agotamiento
y permiten la separación.
EDUCATIVAS, TECNICAS
Se considera que la enseñanza de cualquier oficio o conoci
miento que el terapeuta estime importante para la estabili
zación del paciente constituye uno de los métodos de la psico
terapia breve. Wolpe (249) instruye a sus pacientes en cuanto
a los orígenes de los temores neuróticos y elucida para ellos la
terapia conductista, como medio para disipar fantasías en torno
de lo desconocido. Wolberg (245) trata de educar a los suyos
150
en el empleo del insight a manera de fuerza capaz de corregir
sus vidas, y en la forma en que se la puede aplicar a situacio
nes de la vida real; en este sentido, la técnica educativa es
paralela al proceso de desarrollo del insight. Wayne (236)
usa procedimientos educativos para identificar elementos esta
bilizantes en la vida del paciente, con el fin de contrarrestar
el miedo a las debilidades. Sifneos (207) enseña a quienes se
encuentran bajo su asistencia técnicas para la solución de pro
blemas. Hansen (95), internista interesado en los problemas
emocionales de las emergencias médicas, emplea técnicas edu
cativas relacionadas con tales emergencias para establecer
los límites de la realidad y refrenar las fantasías. Bellak y
Small (20) consideran que las técnicas educativas son coad
yuvantes útiles para establecer la naturaleza de los procesos
fisiológicos y perceptuales, debido particularmente a que estos
procesos contribuyen al desarrollo de los sentimientos de an
siedad y la despersonalización. Explican, por ejemplo, que el
aturdimiento producido por la hiperventilación en individuos
ansiosos aumenta la ansiedad. De manera similar, aconsejan
enseñar la relación que existe entre la tensión muscular y el
dolor muscular, y entre la despersonalización y los procesos
perceptuales, para ayudar a superar la ansiedad propia de tales
circunstancias. Gillman (76) recomienda también el uso de
técnicas educativas para permitir a los pacientes arribar a so
luciones nuevas, y aboga por que tales técnicas se funden en
preceptos psicoanalíticos.
ELECTROCONVULSIVA, TERAPIA
Mudhos autores informan haber empleado esta técnica en
casos de depresión grave, con peligro de suicidio, y en el
tratamiento de la esquizofrenia aguda en pacientes que no
responden satisfactoriamente a las drogas tranquilizantes (20,
47, 70, 113, 219, 236).
Miller(150) sostiene que la terapia electroconvulsiva per
mite lograr la remisión de entre el 70 y el 80 por ciento de los
casos de peligro de suicidio. Pese a los mudhos autores que
opinan lo contrario, Stern (215) cree que ante dicho peligro
“la (técnica) de efectividad más inmediata es la terapia elec
troconvulsiva”. Afirma que la insulina no presenta ventaja
alguna respecto de la terapia electroconvulsiva, y enuncia
151
varios postulados hipotéticos para explicar la efectividad de
dicha terapia en los casos señalados: como castigo, satisface
la necesidad de un superyó punitivo; la amnesia resulta útil;
pueden producirse ciertos cambios en el equilibrio endocri
no, especialmente en el eje a4renalino-pituitario.
Lindemann (137) estima que, en el manejo de la angustia,
la terapia electroconvulsiva es necesaria a veces para la re
misión de reacciones de agitación y depresión que resisten
otros tratamientos terapéuticos.
ENTRENAMIENTO ASERTIVO
Wolpe entrena a sus pacientes en la expresión de “mani
festaciones socialmente aceptables de derechos y sentimientos
personales”. Esta técnica implica el contracondicionamiento
de la ansiedad, junto con el condicionamiento operante de la
reacción instrumental.
ESCLARECIMIENTO
En el Brief Psychotlierapif Council (174), de Chicago, el
doctor Maurice Levine destacó la utilidad especial del escla
recimiento intelectual, tanto para individuos maduros como
para personas narcisistas. Según Coleman (47), el esclareci
miento mediante el empleo de palabras o frases que impli
quen diagnóstico es a menudo de gran alivio para el paciente.
Cuando el terapeuta dice “Usted está ansioso” o “Usted está
deprimido”, el paciente, en particular si se encuentra algo
obseso, podrá —en virtud del diagnóstico— apartar de sí mis
mo la considerable energía presente en la preocupación en
tal sentido.
Coleman desarrolla su técnica con bastante cuidado. De
fine el esclarecimiento como explicación de la situación del
paciente, en la cual material generalmente consciente, y a
veces preconsciente, se reúne en lo que para el paciente cons
tituye una disposición nueva. Esta clase de esclarecimiento
puede adquirir una de dos formas. Podrá ser causal, y ligar
los acontecimientos precipitantes con sus secuelas: “Usted se
siente así debido a la proximidad de su casamiento”, o bien
152
descriptivo, y definir la situación: “Entonces, usted se siente
dejado de lado en la relación entre su esposa y su hijo”.
Greenblatt y otros (86) aplican el esclarecimiento de los
problemas a la prevención de la hospitalización.
Para Rapoport (180), el esclarecimiento de los .problemas
(pie llevaron al pedido de asistencia refuerza la comprensión
y la estructuración cognitiva. Los factores que contribuyeron
a la interrupción del funcionamiento son, a menudo, precons
cientes; por consiguiente, la identificación que conduce a la
formulación del problema facilita la reestructuración y la in
tegración cognitivas. Por lo general, el individuo no posee
noción completa de las tensiones precipitantes y de sus con
secuencias, de modo que el esclarecimiento del hecho preci
pitante y de las tensiones que intervinieron en él facilita a
menudo el restablecimiento del equilibrio emocional.
153
ESTRUCTURACION
Para algunos terapeutas, el hecho de hacerse cargo de la
vida del paciente y proceder a su organización constituye una
manera de permitir que, durante cierto tiempo, se establezca,
respecto del terapeuta, una dependencia que permite la repa
ración del daño traumático. Mintz (154) no vacila en permitir
que sus pacientes deprimidos o suicidas latentes se apoyen en
él; a tal efecto, organiza para ellos un horario diario de activi
dades, que insta a seguir en forma estricta. El fin consiste en
mantenerlos ocupados, en impedir que se entreguen a la medi
tación obsesiva acerca de su condición desgraciada; y en faci
litarles la descarga de la agresión. Wolberg (245) emplea
también la técnica de estructurar planes de acción para el pa
ciente, como paso preliminar para que este desarrolle su pro
pia estrategia para un programa de actividades (véase tam
bién Actividad del terapeuta, en cuyo texto se desarrollan
algunos aspectos de la estructuración).
EVOCACION DE REACCIONES
NEUROTICAS INTENSAS
Esta intervención, propuesta por Wolpe (249), se puede
clasificar como técnica de suscitación. La evocación repetida
y no reforzada de reacciones motoras y hábitos emocionales
neuróticos contribuye a la eliminación de unas y otros. Wolpe
informa haber logrado la extinción de diversos acostumbra-
mientos motores mediante la repetición de hábitos tales como
los tics y el tartamudeo. Se vale también de una subtécnica
a la que denomina “inundación emocional”; con ella se trata
de hacer más vivida la ansiedad del paciente, mediante la
presentación intensa de estímulos que suscitan la ansiedad.
Advierte, no obstante, que la técnica es imprevisible, y que
algunos pacientes empeoran cuando se la emplea con ellos.
Tal vez el lector estime interesante considerar esta idea en
relación con la técnica usada por Ferenczi para elevar la ten
sión emocional con el fin de lograr ihsight. En todo caso,
se debe tener en cuenta la recomendación de incluir la eva
luación de las funciones del yo entre los elementos del diag
nóstico que han de preceder a la terapia.
154
EXHORTACION
Barten (12) informa acerca de esta técnica, que se puede
considerar de suscitación. Se enriquece para el paciente cada
experiencia, mediante su expresión vivida e intensa.
EXPOSICION GRADUADA
Stekel (214) recomienda que el terapeuta experimente con
situaciones de realidad, especialmente con pacientes fóbicos;
se trata de alentar a estos para que encaren la tarea de expo
nerse gradualmente a la situación que temen. Esta técnica
anticipa las jerarquías propugnadas por los terapeutas con-
ductistas.
EXTINCION EXPERIMENTAL
Técnica de terapia conductista, descripta por Wolpe (249),
y en la cual se emplea progresivamente el no refuerzo repe
tido, para debilitar un hábito.
FAMILIAR, TERAPIA
Entre muehos otros, Wolberg (245) se ocupa de los pro
blemas que surgen de las interacciones del paciente con miem
bros de su familia. Cuando estas interacciones son patológi
cas, el paciente puede hallarse virtualmente prisionero, y bien
puede ocurrir que sea la persona de la familia que menos
necesita la asistencia psicológica. Cuando la dificultad del
paciente se debe a interacciones patológicas entre miembros
de su familia, la intervención breve preferida consistirá en
reunir a todas las personas involucradas, en una discusión de
grupo tendiente a lograr insight y la resolución de los pro
blemas conjuntos.
Kaffman (112) insinúa que la terapia familiar puede cons
tituir una técnica viable para extender la asistencia psicodi-
námica a las grandes masas del pueblo. Convencido de que
se puede ayudar a muchos niños y adultos afectados por pro
blemas emocionales, sin recurrir a métodos de largo plazo,
155
describe lus trabajos de terapia familiar que llevó a cabo en
Israel. En su opinión, esta técnica es particularmente aplica
ble al tratamiento de los niños cuando la patología de estos
no se puede separar de la de sus familias. Así, pues, la pri
mera entrevista es para toda la familia: a ella concurren el
niño, sus padres y otros familiares importantes. Se trata de
una sesión larga —suele ocupar dos o tres horas — , destinada
a ayudar a todos, incluso al niño, a obtener una visión clara
del problema que más los afecta. No se establecen fórmulas
para las entrevistas subsiguientes; en el curso de la sesión ini
cial, también se podrá conversar por separado con diferentes
miembros de la familia. Después podrá iniciarse una serie de
breves reuniones con el niño solo. En la mayoría de los casos,
el proceso de la entrevista inicial comprende cuatro reunio
nes: 1) con toda la familia; 2) con el niño solo; 3) con los
padres; 4) otra vez con toda la familia. Al finalizar, el tera
peuta resume ante todos los interesados los puntos que se han
puesto de manifiesto en torno de sus problemas; agrega, de
ser necesario, sugerencias*)' recomendaciones. Las sesiones sub
siguientes admiten el mismo grado de flexibilidad, y. en, ellas
se podrá entrevistar a la familia en grupo o a cualquiera de
sus miembros por separado. El procedimiento tiende a ser
el mismo para todos los componentes del conjunto: 1) rede
finición de los problemas; 21 resumen de lo establecido en
sesiones anteriores; 3) análisis de acontecimientos recientes;
4) examen a fondo de los factores que pudieren oponerse al
tratamiento; 5) evaluación realista de la situación; 6) deter
minación realista de las expectativas creadas en torno del tra
tamiento; 7) identificación específica de lo que se ha adelan
tado y mejorado. Kaffnian se manifiesta partidario de que
un solo terapeuta se haga cargo de todos los miembros de
la familia, considerados individualmente y en grupo, por con
siderar (pie este enfoque significa una importante economía
en tiempo y en esfuerzos, y que brinda una visión más cohe
rente de la dinámica de la familia y, en consecuencia-, una in
tervención terapéutica más congruente.
Por estimar que probablemente los problemas y disfuncio
nes del paciente se produzcan en el contexto de una interac
ción humana perturbada, Gelb y Ullman (75) recomiendan
llevar a toda la familia a la situación terapéutica.
Existe toda una variada gama de ingeniosos enfoques de la
terapia familiar, en los cuales se reflejan las personalidades
156
de los terapeutas, las situaciones en que les toca ejercer su
práctica, y las edades y status de sus clientes centrales, ya se
trate de pacientes individuales o de instituciones.
En la terapia familiar, observa Paidoussi (165), el compro
miso emocional del terapeuta abarca un número mayor de
personas. Por consiguiente, se plantean allí exigencias, com
plejidades y retos que exigen gran capacidad para detectar las
jerarquías. El terapeuta familiar se ve acosado por las in
teracciones de componentes de la familia de distintas edades
y sexos. Las claves visuales son de importancia: el terapeuta
debe entrenarse para percibir visualmente y registrar las co
municaciones no verbales. Se encuentra, en efecto, rodeado
por personas cuyas pautas de relación se formaron mucho
tiempo atrás, y que a menudo se comunican entre sí de manera
no verbal. Uno de los ingredientes fundamentales de la tera
pia familiar es la capacidad del terapeuta para asumir el lide
razgo, hacer que todos los miembros de la familia se avengan
al tratamiento de un tema común, e inducirlos a insistir en
él de manera que cada uno de los sujetos desarrolle el interés
y el sentido de la responsabilidad respecto de la familia en
conjunto. Para Paidoussi, la terapia familiar exige del tera
peuta más coordinación emocional, intelectual y de los gestos,
mayor tolerancia de la confusión y mayor adaptabilidad y
flexibilidad que la terapia individual.
Haley y Hoffman (94) presentan las técnicas de cinco tera
peutas familiares talentosos y experimentados. Virginia Satir
ofrece a sus pacientes la medida necesaria de “afirmación del
yo, de manera que se pueda tolerar lo que resulta agresivo
para dicho yo”. Asume el liderazgo de manera natural por
medio de la interpretación activa de la conducta, y transmite,
la importancia esencial de la responsabilidad colectiva desde
los primeros momentos de la sesión inicial. Además, suscita
la reconstrucción de la historia familiar. Don Jackson, por su
parte, no busca datos históricos, pero actúa como modelo para
demostrar a la familia la forma en (pie cada miembro puede
tratar a los demás cuando se producen contradicciones en la
comunicación. Cree, no obstante, que los adolescentes pre
fieren disponer de terapeutas que se entrevisten con ellos y
no con sus familias; considera que el tratamiento de estos
jóvenes debe concentrarse en gran medida en aquella “parte
de ellos que se está alejando del hogar”. De otra forma, el
adolescente puede concebir la terapia familiar como algo en
157
lo cual se continúan sus sujeciones tic la infancia. Jackson
trata de llegar,en primer término al padre, ya que él es la
persona a quien resulta más difícil mantener interesádo, y
procura hacer que medie entre la madre y el niño. Este autor
admite que su enfoque es autocrático, pero opina que “en
cierto sentido, ello no es tan objetable”. Whitaker actúa a la
manera de un iconoclasta, en forma dramática y provocativa:
al comienzo de la sesión, provoca deliberadamente una pelea.
Trata de controlar el curso de la terapia, pero no necesaria
mente las vidas de los miembros de la familia. Por lo general,
hace que un extraño intervenga en la entrevista familiar, y
cree que esta técnica equivale a exponer la familia a todq
el mundo. Uno de sus recursos principales consiste en bro
mear en torno de pensamientos y actitudes de los pacientes,
técnica esta que se puede comparar con la de las humoradas
de Coleman, a la que se agregasen rasgos sadomasoquistas.
Pittman, Flomenhaft y DeYoung utilizan la terapia familiar
como enfoque psicoterapéutico breve para el tratamiento de
pacientes que sufren crisis psicóticas agudas. Sus esfuerzos
se concentran en evitar la hospitalización, que consideran re
gresiva y estigmatizante. En efecto, la internación identifica
al paciente como el problema de la familia, y contribuye a que
esta lo rechace; al mismo tiempo, vuelca la responsabilidad
familiar sobre el Estado. En las sesiones de familia, estos te
rapeutas se concentran en el miembro de la misma que menos
dispuesto parezca a asumir responsabilidades y compromisos.
Fulweiler se vale de dos habitaciones: en la primera se reúne
la familia; él observa desde la segunda, y pasa de una a otra
según lo considere necesario de acuerdo con la marcha de la
sesión. Opina que este procedimiento facilita el control de la
contratransferencia, ya que tras la pantalla de observación no
necesita gobernar sus reacciones ni evitarse tomar posiciones
en favor de unos u otros; opina, además, que al abandonar la
sala de terapia facilita el ejercicio de la responsabilidad fa
miliar.
Aunque se mantenga aparte del tratamiento del paciente
central, la terapia familiar puede ser paralela del mismo.
Levy (134) desarrolló una interesante variedad del tratamien
to de la familia, que se describe en extenso en el Capítulo 4
(véase página 91). Al mismo tiempo que e'l paciente realiza
‘su primera visita al Maine Medical Center de Portland, un
asistente social del equipo de Levy entrevista a la familia del
1SS
enfermo y, mientras este se encuentra en sesión, dicho asis
tente telefonea al psieoterapeuta para comunicarle' datos im
portantes acerca de la historia de la familia, y también res
pecto de acontecimientos contemporáneos de importancia. El
terapeuta se encuentra asi en condiciones de aplicar inmedia
tamente la información recibida. Levy opina que muchas fa
milias sufren perturbaciones, y que se debe tratarlas simultá
neamente con el paciente que proviene de ellas. Sin embargo,
lo que recomienda es el tratamiento paralelo de uno y otra,
y no una intervención en grupo formado por el paciente y sus
familiares.
Estima Wayne (236) que la participación inmediata y sos
tenida de la familia constituye un elemento esencial cuando
se quiere abreviar el tratamiento de pacientes internos. Se
trata de modificar la estructura familiar más que de variar la
adaptación del paciente a la situación de tensión de la fami
lia. El fin de las reuniones del grupo consiste en que toda la
familia adquiera insight de los factores entrelazados que con
tribuyen a la enfermedad mental.
¿Debe un solo terapeuta tratar a toda la familia, o bien el
paciente central y el resto de dicha familia tendrán que ser
atendidos por dos profesionales distintos? En el tratamiento
de los niños, Lester (133) opina que la intervención de tera
peutas distintos para el niño y sus padres es disociante, y cons
pira contra la brevedad del tratamiento. Aconseja, en conse
cuencia, que el mismo profesional trate a uno y otros en
entrevistas individuales o conjuntas. Estas últimas serán el
tratamiento de elección toda vez que los síntomas provengan
obviamente de reacciones contra factores externos, limitacio
nes internas, o de ambas a la vez. La atención individual del
niño es preferible cuando se manifiestan formaciones neuróticas.
Goolíshian (81) aplica variantes de la terapia familiar al
tratamiento de los adolescentes. Podrá, de acuerdo con la
dinámica de la situación por la que se atraviese, entrevistar
a los miembros de la familia uno por uno, en conjunto, o en
diversas combinaciones de dos o más personas. De manera
análoga, se podrán concertar entrevistas superpuestas de la
familia con varios terapeutas, o asignar a cada miembro de
la familia un terapeuta distinto.
El empleo de coterapeutas en el tratamiento de la familia
es la pauta discutida por Mítehell (155), para quien dicha
pauta es una de las muchas técnicas surgidas de las necesidades
t S 9
prácticas. En efecto, ocurre a menudo que las dificultades
propias del trabajo con determinada familia hacen necesario
compartir la responsabilidad, o recibir la ayuda de un colega
para enfrentar el caos allí presente. Ciertos problemas, tales
como la indefinición, la falta de diferenciación psicosexual
clara dentro de la familia, suelen hacer deseable la presencia
de una pareja de terapeutas de distintos sexos. Los eotera-
peutas deben complementarse, ser compatibles y respetarse
mutuamente. Deben actuar con cautela en presencia de al
gunas familias, para que la presencia de la pareja terapéutica
no se erija en amenaza ante los ojos del padre o de la madre,
temerosos de que se pretenda usurpar su rol.
Ritchie (186) describe la terapia familiar de impacto múlti
ple, que se explica a continuación. El equipo clínico, formado
por un psiquiatra, un psicólogo. clínico, un asistente social
psiquiátrico y un psicólogo clínico residente, se reúne antes
de la llegada de la familia para revisar la información de que
se disponga acerca de la misma y del paciente central. Por
lo general, se exponen primeramente algunas impresiones y
teorías que el personal haya desarrollado en tomo de la diná
mica de la familia involucrada y de los orígenes de su pro
blema presente; también se plantean planes tentativos en torno
de la distribución de- responsabilidades entre los miembros del
equipo,'todo ello durante el primer día del tratamiento. La
familia se reúne entonces, por el término de alrededor de una
hora, con el equipo en pleno. Se hacen las presentaciones de
rigor, se muestra el equipo de grabaciones magnetofónicas, se
sugieren disposiciones para los asientos cjue ha de ocupar cada
uno, y se establecen las distancias a que se encontrarán los
micrófonos. Es necesario disponer de sillas, para evitar que
los miembros de la familia se sienten juntos en sillones o sofás.
Se pide entonces a la familia que exponga su problema en
términos que permitan al equipo clínico ponerse al corriente
del mismo. Como, por lo general, uno de los miembros de la
familia actuará como vocero, se estimulará la participación de
los otros. Las preguntas y los comentarios que se hagan ten
derán a comunicar respeto por las opiniones y sentimientos de
todos y cada uno de los entrevistados. Toda vez que se estime
útil teorizar acerca del problema, ello se hará en lenguaje
simple y carente de tecnicismos. Tras alrededor de una hora
de este intercambio, los miembros de la familia se entrevis
tarán individualmente con los componentes del equipo. La
160
cuestión de quién se reunirá con quién es flexible en ese mo
mento, pero en general se decide que el psiquiatra lo haga con
el paciente adolescente, el asistente social con la madre,,el
psicólogo con el padre, y el psicólogo residente con cualquier
otro familiar que intervenga. La sesión individual da. al ado
lescente la oportunidad de ventilar y exponer su caso con
mayor libertad que la que se permitiría en presencia de sus
padres; así, pues, sirve para ampliar la impresión diagnóstica
que pudiere tener el psiquiatra. Se habla al adolescente del
test psicológico que se le tomará luego del almuerzo. Al ter
minar la primera mañana del tratamiento, se pide a los inte
grantes de la familia que compartan entre sí toda idea, reac
ción o insight que hayan obtenido de lo actuado hasta el mo
mento, y se les informa que el equipo clínico hará lo mismo
durante el almuerzo. La misma recomendación se repite al fin
del día. Señala Ritchie que algunos de los adelantos más no
torios se producen cuando la familia no se encuentra en el
consultorio. En la tarde del primer día se administran tests
al adolescente, mientras que el padre y la madre se entrevistan
con el terapeuta que haya visto al otro progenitor en el curso
de la mañana. La tarea se concentra en la definición del rol
que corresponde a cada componente de la familia. Se invita
a los padres a “redescubrirse el uno al otro”. La confianza
del padre en su propia capacidad para funcionar como cabeza
de la familia se apuntala en él mismo y en su esposa. La ne
cesidad de satisfacciones femeninas por parte de la madre se
presenta a los dos cónyuges. Y se esboza la explotación in
consciente del niño por parte de los padres. El segundo día
es similar al primero, aunque las actividades se aceleran; la
jornada comienza con una breve reunión entre el equipo y
la familia, y sigue con sesiones individuales y de grupo. El
adolescente podrá asistir a la reunión de conjunto final, pero
ello no es indispensable. Se exponen recomendaciones espe
cíficas, y los insights adquiridos se esclarecen en relación con
el “problema de volver a casa”.
FILOSOFIA DE LA VIDA;
DESARROLLO DE LA MISMA
Wolberg (245) considera que la filosofía de la vida es una
componente esencial de la psicoterapia breve, especialmente
161
en lo que se refiere a la terminación del tratamiento con éxito
y dentro de plazos razonables. Según su opinión, toda filosofía
adecuada de la vida debe abarcar los siguientes conceptos: la
capacidad de separar el presente del pasado; la actitud de to
lerar cierta medida dfe tensión, ansiedad, hostilidad, frustra
ción y privación; la qctitud de emprender la corrección de lo
corregible y adaptarse a lo inalterable; la detención de las
actividades autodestructivas por medio de la fuerza de vo
luntad; el freno de toda exigencia irrazonable impuesta sobre
uno mismo; el desafío de la imagen devaluada que uno pueda
tener de sí mismo; la búsqueda de obtención del mayor placer
posible de la vida; el desarrollo de la aceptación del rol social
que a uno le toque.
Se puede aducir que todo esto enseña sistemas de valores,
y que otros terapeutas propondrían contenidos totalmente dis
tintos para su filosofía de la vida. El autor del presente libro
tiene, por ejemplo, referencias de un terapeuta que sostiene
que ningún paciente está curado mientras no se haya trans
formado en revolucionario.
GRATIFICACION DE NECESIDADES
Merloo (147) recomienda el uso de gratificaciones orales
en el tratamiento de las situaciones traumáticas, como medio
coadyuvante para la inducción de estados de ánimo receptivos.
A tal efecto, suele ofrecer a sus pacientes sopas, bizcochos,
cigarrillos y, en ocasiones, bromuros. Alexander (5) entiende
que la gratificación de las necesidades de dependencia del
paciente constituye un procedimiento útil en situaciones de
stress. Bellak y Small (20) destacan el significado oral de las
drogas cuando se produce con ellas efecto de placebo; la gra
tificación se puede ofrecer también en forma de refrescos, café,
bebidas alcohólicas suaves, frutas,- bizcochos, etcétera. Este
método es útil para el tratamiento de depresiones profundas;
por lo general, los pacientes reaccionan a este estímulo.me
diante mayor adhesión y simpatía hacia el tratamiento, y des
arrollan el sentimiento de hallarse en una atmósfera amistosa.
Chafetz (37) se vale de la gratificación de las necesidades
para el tratamiento de pacientes de baja posición socioeconó
mica. La gratificación se encuadra, naturalmente, en los lími
tes de la realidad, pero abarca rubros tales como lugares para
dormir, postizos dentales y, de hecho, cualquier necesidad real
que haya que satisfacer antes de que el paciente pueda en
carar el procedimiento psicoterapéutico. El autor llama a su
método “utilización constructiva de las necesidades de depen
dencia”. La reducción al mínimo de las frustraciones de la
realidad es también importante, de manera que se tiene cui
dado en evitar las esperas prolongadas, los contactos fragmen
tarios con demasiados miembros del personal, la impersona
lidad en el tono, etcétera.
168
GRUPO, TERAPIA DE
Esta técnica se emplea ampliamente, tanto sola como en
conjunto con la terapia individual. Aparecen recomendacio
nes sobre su uso en obras de Bellak y Small (20), Coolc (49)
para el tratamiento de.pacientes hospitalizados, Crabtree y
Graller(51) con referencia a un medio militar, Goolishian (81),
Kaffman (112), Keeler(115) y Wolf (247). Este último es
cribe específicamente acerca de terapia de grupo de corto
plazo; su revisión de la bibliografía acerca de la terapia de
grupo hace, sin embargo, que el proceso que propone pa
rezca de largo plazo. En uno de los capítulos de su obra se
refiere a experiencias que abarcaron un período de dos años.
Según un informe de Klein y Lindeman (118), la doctora
Pearl Rosenberg emplea la terapia de grupo como intervención
preventiva en puntos previsiblemente críticos de la vida de los
jóvenes, como es concretamente el caso de muchachas que
estaban a punto de ingresar en la profesión de enfermeras.
En este grupo se halló que los problemas emocionales recu
rrentes comprendían la separación del hogar, los problemas
de intimidad con otros —que estimulaban tanto la homose
xualidad como la heterosexualidad —, los encuentros con la
muerte, la enfermedad y la suciedad, la formación de relacio
nes con figuras de autoridad y el aliento de serias dudas acerca
de la aptitud personal para una profesión exigente. Se ofreció
ventilación y catarsis; así se daba, en formas importantes, refir-
mación a la personalidad en el preciso momento en que aque
llas jóvenes debían adaptarse a rígidas normas de grupo. Se
gún se comprobó luego, el método fue todo un éxito en materia
de disminución de las deserciones del curso para enfermeras.
Fenichel (60) cree que, por lo menos en parte, los profe
sionales se han volcado hacia la psicoterapia de grupo por
considerarla una manera de atender a las necesidades de gran
des cantidades de pacientes que necesitan tratamiento. Ad
vierte,'al mismo tiempo, que las relaciones de transferencia se
hacen mucho más complicadas en el grupo. “Las relaciones
de objeto que se establecen entre los componentes del grupo,
como el amor, el odio, los celos, la envidia, y también las iden
tificaciones con los ejemplos ‘buenos’ y ‘malos’, junto con sus
influencias, complican el panorama.” No obstante, estima que
se pueden obtener consecuencias favorables del proceso psico-
terapéutico de grupo. Recuerda al efecto que Freud (67) decía
169
que la situación hipnótica es un “grupo de dos”, con lo que
quería expresar que, en todo grupo, la interacción personal
es similar a la que se produce en la relación hipnótica. Afir
ma Fenichel que el hecho de que el paciente pueda identifi
carse con la conducta de otros suele favorecer la superación
de las resistencias. Al mismo tiempo, cuestiona el valor que
el grupo pueda tener para el desarrollo del insight, y se in
clina a asignarle, en ese sentido, influencia represiva y de
inspiración, más que analítica.
Las formas de encarar la terapia de grupo han proliferado
durante los últimos veinticinco años; todas las variantes guar
dan relación con la idea original, pero difieren en cuanto a sus
caminos y objetivos: los grupos T, el entrenamiento de la sen
sibilidad, el encuentro, la maratón. La conciencia de uno
mismo, la que se tiene de los demás, la que se tiene de la
que otros tienen de uno, el relacionarse de uno con los demás
y el de los demás con uno forman parte de las metas citadas.
La conversación, el tomarse de las manos, el tocarse, el empu
jarse, el dar alaridos y la desnudez se encuentran entre los
muchos comportamientos que se alientan en la búsqueda de
resultados positivos. Los líderes tanto dirigen sus grupos como
participan en ellos como meros integrantes. Dirigen solos o
con un codirector. Cuando este último existe, su colaboración
se discute fuera del grupo. Las combinaciones de técnicas y
metas son muchas (128, 187, 199).
La experiencia del grupo T provee el modelo para las mu
chas formas de encarar el funcionamiento del grupo. En el
grupo T, el aprendizaje se logra mediante “el crucial proceso
de la retroacción” (32). Tal proceso se ve facilitado por la
ansiedad que cada uno siente acerca de sus limitaciones para
interactuar dentro de la nueva situación (el grupo), y por el
medio o clima tolerante y psicológicamente seguro.
En un artículo muy difundido, Rogers(187) dice que la
“experiencia intensa de grupo” es para el paciente una “expe
riencia rica, libre y nueva”, que le ayuda a: 1) combatir la
alienación y el aislamiento de la vida moderna; 2) alcanzar
la satisfacción psicológica cuando se han gratificado las nece
sidades materiales; 3) reducir la tensión en una cultura car
gada de conflictos; y 4) llegar a la meta existencial de vivir
por completo en el presente.
El “encuentro maratón”, experiencia de grupo intensa, es
quizás, en términos del concepto general del tiempo, lo que
170
más se aproxima a la identificación como psicoterapia breve.
Si bien las metas y técnicas que se pueden proponer para él
son tan variadas como para cualquiera de los métodos de
grupo más recientes, es el encuentro lo que, de acuerdo con los
informes, suscita comentarios ulteriores tales como este: “Con
seguí más en cinco días que pasé en el laboratorio de Esalen
que en los cinco años que llevo de psicoanálisis” (177).
Según parece, el agente terapéutico del encuentro marató-
nico es la concentración en intensificar experiencias afectivas
que puedan conducir al insight y a la mejora de la cogni
ción. El terapeuta Quaytman escribió acerca de su propio
paso por Big Sur (177), v dice haber salido de allí con mayor
conciencia y capacidad “para sentir, saber, experimentar, ser,
crecer”. Todo lo aue hacía v decía le parecía ‘Trien”. No se
sentía “avergonzado de cosa alguna” que sintiese o hiciera.
Strachey (218) opina que la acción terapéutica efectiva del
psicoanálisis consiste en modificar el superyó del paciente; “a
partir de allí, lo principal de las restantes alteraciones se pro
duce en forma automática”. En el análisis, los cambios se
efectúan mediante gran cantidad de pequeños pasos, represen
tados por las “interpretaciones mutativas” efectuadas por el
terapeuta en sus roles de blanco de los impulsos originados en
el ello del paciente, y de superyó facilitado a dicho paciente
en virtud de la “terapia de préstamo y arriendo”.
El concepto de Straohey tal vez constituya un modelo teó
rico de la eficacia terapéutica del encuentro maratónico más
adecuado que la explicación en términos de efecto cognitivo
del afecto intenso. La condensación del tiempo puede reducir
el número y aumentar el tamaño de los pasos; los integrantes
del grupo, los líderes y los colíderes son, como elementos de
impulso y como superyós auxiliares, más abundantes, más
variados y más activos que el psicoanalista en el prolongado
rol interpersonal prescripto por el procedimiento psicoana-
lítico.
El afecto al que se accede con rapidez y que crece en la
misma forma es peligrosamente desintegrador para algunos in
dividuos. Este fenómeno se observa como resultado de hechos
fortuitos, tanto en la vida real como en intervenciones tera
péuticas de todo tipo. Rogers reconoce la posibilidad de que
pueda provocar episodios psicóticos en algunos participantes
de grupos. La solución que propone consiste en proporcionar
171
corrección después del hecho, y no prevención antes. Para
ello, sugiere mantener el contacto con el grupo después de la
experiencia intensa, con el fin de hacerse cargo de la situación
en caso de presentarse acontecimientos serios de esa clase.
La responsabilidad profesional exige que el terapeuta luche
por reducir la frecuencia de las explosiones fortuitas, mediante
la aplicación selectiva de intervenciones aconsejadas por la
evaluación del diagnóstico. Allí donde el acceso a grupos de
encuentro maratónico se hace posible por medio de procedi
mientos tan escasamente selectivos como pueden serlo las
solicitudes postales, el método no puede considerarse legítima
mente como psicoterapia.
Morley y Brown (158) describen el procedimiento elaborado
por Martin Strickler y Jean Allgeyer para la formación de gru
pos de pacientes en crisis. Desde su adopción, en 1966, de la
terapia de grupo para intervención en crisis, la delegación en
Venecia del Benjamín Rnsh Center de Los Angeles ha entre
vistado en grupos a unos 1.300 consultantes. Se da a cada
paciente una sesión individual de admisión, y si se observa
que no padece immilsos homicidas o suicidas graves, que no
es psicótico y que habla inglés, se lo ubica en un grupo para
una serie de cinco sesiones. En el grupo se lo alienta para
que identifique su crisis. El grupo apoya, sugiere métodos de
alternativa para la superación del problema, y exoresa senti
mientos. Se desalienta toda proposición de métodos inadap
tados o destructivos para muchos individuos, como la dis
cusión de problemas de carácter crónico. Si bien la pode
rosa herramienta del análisis del proceso de grupo no se
encuentra en el grupo de crisis, este ofrece una cantidad
de ventajas cuando se lo compara con la manera tradicional de
encarar la terapia de grupo: 1) muchos individuos que no acep
tarían la connotación de estar enfermos (connotación que a
veces acompaña la experiencia de grupo tradicional) aceptan
la ayuda que el grupo de crisis ofrece para la solución de pro
blemas de la vida real; 2) muchos que abandonarían cualquier
proceso de largo plazo se comprometen en el de corto plazo;
3) la universalidad del lenguaje de la crisis supera las barreras
de clase, que por lo general separan al terapeuta del paciente
de familia obrera.
Morley y Brown comparan el método del grupo de crisis con
el tratamiento de individuos en crisis. Entre las ventajas que
172
asignan al grupo figuran el mayor apoyo, la mayor cantidad
de sugerencias efectivas respecto de maneras de alternativa
para superación de problemas —que, por otra parte, son más
aceptables para el paciente por provenir de sus pares y no
del terapeuta — , y la mayor efectividad del estímulo para la
expresión de sentimientos. En contraposición con estas ven
tajas, el grupo es menos capaz de mantener la concentración
en la crisis, menos eficaz en la identificación de la crisis de
que se trata, y más proclive a ofrecer formas inadaptadas de
solución de las dificultades.
HIPNOSIS
Wolberg (244), inveterado defensor del uso terapéutico de
la hipnosis, recomienda esta técnica para las intervenciones
breves. A su juicio, ella fomenta la armonía al crear una atmós
fera positiva de padre e hijo, eleva la receptividad del pa
ciente a la influencia del terapeuta, abre caminos para la
experiencia catártica y ayuda a eliminar los bloqueos más pro
fundos de la verbalización.
Cree también que la hipnosis aumenta la motivación ai dis
minuir las tensiones, amplía la disposición para explorar por
cuanto reduce la ansiedad, cataliza los fenómenos de transfe
rencia, facilita la elaboración al contribuir a que el insight se
transforme en acción, y acelera el tratamiento al estimular
la transferencia de la responsabilidad al paciente.
Wolberg aboga por una técnica de hipnosis fundada en cua
tro pasos sucesivos: 1) ejercicios de respiración profunda; 2)
relajación muscular progresiva; 3) visualización de la escena
de relajación; 4) cuenta lenta hasta 20.
Bel lab y Small (20) describen su experiencia de empleo de la
hipnosis para facilitar la comunicación. Al mismo tiempo,
advierten sus peligros en aquellos casos en que el paciente
pudiere sentirse amenazado por su propia pasividad, o sentir
necesidad excesiva de recibir pasivamente la atención de otros,
o tener tendencia a desarrollar estados disociados de paranoia.
Frohman (70) y Haley (93) recomiendan el empleo dé la
hipnosis con el fin de abreviar el proceso terapéutico. Mer-
loo (147) usa la hipnosis para facilitar la catarsis en situacio
nes traumáticas y de crisis. También enseña la autohipnosis
173
como medio para lograr la relajación muscular. Wolpe (249)
se vale de ella para inducir la abreacción.
Por su parte, Richardson (183, 184) ihace gala de amplia
experiencia en la hipnoterapia de la frigidez y de otros pro
blemas sexuales conexos. Aplica la sugestión hipnótica di
recta a la eliminación de los síntomas, y se vale del “hipno-
análisis” y de la “hipnopsicoterapia” cuando se tiene la cer
teza o la sospecha de que existen problemas subyacentes. Se
recurre a técnicas de fijación ocular en todos los casos.
HOSPITALIZACION BREVE
Kritzer y Pittman(125) hallaron que resulta útil recurrir a
períodos de hospitalización de no más de un día en las sa
las de emergencia de los hospitales generales, para la eva
luación y el manejo de pacientes psiquiátricos. Esta técnica
permite, en caso de necesidad, efectuar evaluaciones extensas.
Mediante ella se pueden resolver rápidamente situaciones agu
das, cosa que evita la necesidad de internaciones más prolon
gadas, y se obtiene el alivio y el dominio rápidos de condi
ciones orgánicas agudas, aparte la seguridad para pacientes
con perturbaciones serias de tipo suicida.
Afirma Fenichel (60) que, cuando la internación se emplea
como única fuerza curativa en sí misma, constituye una me
dida de eficacia dudosa. Observa al efecto que el cambio
de ambiente puede ser útil cuando se lo acompaña con psico
terapia, y siempre que el cambio de lugar signifique colocar al
paciente en un entorno más favorable y benigno que el ori
ginal. El tratamiento y las interrelaciones deben adecuarse a
las necesidades dinámicas del paciente, entre las cuales se
cuentan las abreacciones, la transferencia y la necesidad de
sentirse tranquilo. La hospitalización solo es claramente reco
mendable para períodos de emergencia que se deban sobre
llevar, como ocurre en las depresiones agudas. En algunas si
tuaciones, lo más constructivo puede consistir en ganar tiempo,
para dar al yo oportunidad de recuperar su equilibrio.
La posibilidad del suicidio es lo que impide a muchos tera
peutas rechazar de plano la hospitalización. Miller(150) la
estima necesaria para pacientes con depresiones graves. Otros
sujetos, afectados por frustraciones paranoides fijas, que pa
decen perturbaciones agudas o son proclives a la agresión
í 74
física abierta, deben ser hospitalizados a veces hasta la cura
ción o el alivio de su patología.
Bellak y Small (20) ¡hallaron, en el tratamiento de emer
gencia de pacientes con tendencias suicidas o psicosis inci
pientes, situaciones en las que no era seguro el tratamiento de
los afectados como pacientes externos. Informan al respecto
haber observado que los períodos breves de internación en
hospitales de clínica general brindan protección para el pa
ciente, y condiciones de seguridad y estudio que habilitan al
terapeuta para efectuar vigorosas interpretaciones, de todo lo
cual se obtiene la catarsis y la restauración del yo. Fundados en
su experiencia, estiman que, en estas circunstancias, se pueden
tratar estados de frustración aguda de precipitación reciente.
HUMORADA
Coleman (43) propone la humorada como intervención te
rapéutica para la modificación y el dominio de impulsos sado-
masoquistas. Se trata de una manera burlona de bromear, lle
vada a cabo en forma amistosa y con tonos cálidos. Cuando
se la emplea en respuesta a una expresión masoquista, la hu
morada parece reflejar el autodesprecio del paciente (¡Bah!,
¿a quién podría gustarle usted, de todos modos?), pero en
realidad, apela a la agresión del paciente. Es, por otra parte,
una forma de intercambio afectuoso.
INCITACION (encouragement)
Schoenberg y Carr (19S) se valen específicamente de la in
citación para ayudar a que sus pacientes logren expresar su
ira y su hostilidad contra las figuras que generan sus con
flictos. (Véase también: Ventilación y Catarsis; la incitación
es una categoría especial de ambas.)
INTELECTUALIZACION
Bellak y Small (20) estiman que el prestigio del psicoaná
lisis ha provocado cierto grado de abandono del uso de la
17?
intelectualización como intervención terapéutica. La insisten
cia en la experiencia catártica acompañada con-cambios afec
tivos relegó la intelectualización a una posición de importan
cia menor. Sin embargo, sostienen ellos que el fomento de
cualquier defensa que el paciente haya empleado hasta el
momento en pequeña escala, y que sea capaz de disminuir la
necesidad de defensas más patológicas, constituye una fuerza
que genera cambios psicoterapéuticos; por consiguiente, corres
ponde dar a cierto grado de intelectualización el lugar que
le corresponde en la gama de recursos del psicoterapeuta. El
conocimiento que enmienda los errores de información y la
realidad que reemplaza la distorsión y la fantasía pueden hacer
mucho por el alivio del sujeto ansioso. Entre los mejores
ejemplos de tratamiento por información merecen ser cita
das la disipación de la intensidad de los temores del pa
ciente en cuanto a que sus síntomas o fantasías correspon
den a un caso único por lo disparatado, y la pugna contra las
distorsiones respecto de la masturbación. El esclarecimiento
intelectual de iras y temores ayuda a muchos pacientes a re
solver situaciones de conflicto en menos tiempo, puesto que
los pone en condiciones de manejar las emociones causales.
Cuando la negación no es demasiado estricta, la intelectuali
zación puede significar acortar caminos y preparar el escenario
para un tipo de aprendizaje con más insight. Aquellos sínto
mas ante los cuales el paciente se siente indefenso producen
en él vivos temores, como si lo atacasen enemigos o fuerzas
invisibles. En la histeria, el esbozo intelectual de las causas
de la depresión, el desplazamiento y la somatización suele
reforzar el optimismo del paciente, y su motivación para co
operar con la psicoterapia del insight. La intelectualización
constituye, en suma, una manera de brindar al paciente una
nueva visión de su conducta y de sus síntomas. Coleman y
Zwerling (45) proponen el uso de la intelectualización como
defensa; en el tratamiento de mujeres afectadas por pánicos
obsesivos post-partum, hallaron útil la intelectualización de
Jos sentimientos negativos de estas respecto del recién na
cido.
Coleman (47) observa que la intelectualización facilita la
represión, y recomienda su empleo como maniobra para alen
tar y apoyar la utilización de los mecanismos de defensa exis
tentes. Cree, además, que solo se puede inducir a aumentar
178
el uso de sus defensas a aquellos pacientes que hayan expe
rimentado antes la intelectualización.
Por otra parte, la intelectualización puede ser de utilidad
para que los pacientes que hayan sufrido enfermedades o
traumatismos físicos puedan poner al descubierto falsos con
ceptos acerca de sus enfermedades y heridas; se mejora, así,
la comprensión cognitiva de la situación y, por consiguiente,
se identifican y corrigen los “bloqueos cognitivos” que, de
otra manera, postergan la reestabilización emocional. Stein y
otros (213) sostienen que ello es necesario a menudo en el
tratamiento de las reacciones emocionales a la enfermedad
física. Citan al efecto su experiencia con un individuo cuya
recuperación emocional luego de una crisis cardíaca se veía
impedida por un error de concepto acerca de la circulación
sanguínea: creía que en el punto en que se había producido su
infarto de miocardio nacía una arteria que llegaba hasta el
cerebro, y que esta había sido obstruida por el tejido cicatrizal.
El terapeuta descartó el concepto del paciente sobre su cora
zón (se hubiera obtenido una visión más válida por parte del
paciente si él mismo hubiera estado dispuesto a descartar la
anterior), y luego invirtió mucho tiempo primero en la correc
ción lenta y cautelosa del error de concepto del sujeto acerca
de la circulación sanguínea, y después en la remisión de su
temor relativo a que la oclusión de la arteria inexistente pudiera
haber dañado el cerebro.
Observa Alexander (5) que la intelectualización es útil como
medida de apoyo, cuando el debilitamiento del yo es tempo
rario o causado por tensión emocional aguda.
En el Brief Psychotherapy Council de Chicago (174), Nolan
Lewis sostuvo que, cuando los emplean psicoterapeutas bien
entrenados y conocedores de la teoría psicoanalítica, muchos
métodos, incluso la explicación, resultan más precisos, y de allí
más efectivos desde el punto de vista dinámico, que cuando
se los maneja en ausencia de dicha base teórica.
Hoch (100) recomienda brindar explicaciones intelectuales
de los fenómenos del sueño para evitar la prolongación de la
psicoterapia breve. Para Baker (9), el esclarecimiento inte
lectual del problema del paciente constituye el primer paso
de dicha terapia. Semrad, Binstock y White (202) emplean
la intelectualización en la enseñanza de técnicas de resolu
ción de problemas a los pacientes. En su artículo titulado
“Three Brief Psychoanalyses”, Tannenbaum (223) aplica la
179
teoría psicoanalítica a la explicación intelectual de la culpa
y los errores de información relativos a la masturbación. Te-
rhune (224) describe un tratamiento domiciliario intenso, de
seis días de duración, que aplicó a ejecutivos industriales y
cuya técnica tiene mucho de intelectual, ya que comprende
conferencias con debate y el enfoque académico de problemas
de salud mental.
La experiencia del encuentro con un terapeuta fortalece
las funciones sintéticas y adaptativas del yo —afirma Gill-
man (76) —, y favorece la inteléctualización, mediante la cual
se puede recibir nueva información racional y adquirir insight
de la relación entre cuestiones que previamente parecían in
conexas.
El ordenamiento perceptual en secuencia, descripto por
McGuire (145,146), es una técnica por la cual el terapeuta or
ganiza activamente las percepciones y emociones ya conscien
tes en el paciente. El profesional desarrolla gran actividad
en ese sentido, sea cual fuere la forma en que dirija las
restantes sesiones. Esa actividad tiene el fin de poner en
movimiento y establecer las metas del tratamiento. Se trata
de un procedimiento esencialmente intelectual, mediante el
cual se busca, en realidad, enseñar al paciente un método de
insight.
Coddington (39) se vale de la inteléctualización para pre
parar a niños que van a someterse a operaciones quirúrgicas.
La situación se discute con el niño en presencia de su madre.
Se averiguan los conocimientos y conceptos del pequeño pa
ciente acerca de la anatomía y la fisiología de la región de su
cuerpo comprometida en la operación, y se corrige de inme
diato todo error al respecto. Por otra parte, se utilizan gorros
y barbijos quirúrgicos y máscaras de anestesia para explicar
al niño en qué consisten los más atemorizantes y misteriosos
elementos relacionados con la operación, y para que se fa
miliarice con ellos.
INTERPRETACION
En psicoterapia, es tradicional el empleo de la interpretación
como técnica destinada a lograr el mejoramiento o la cura del
paciente, a quien se imparte por ese medio insight acerca de
la naturaleza y las causas de los temores, impulsos, defensas
110
contra ellos y motivaciones que se encuentran por debajo del
nivel de su conciencia. Bellak y Small (20) sostienen que la
aplicación virtualmente universal de esta técnica se debe a
los visibles efectos del insight como factor que promueve la
reestructuración dinámica de la personalidad con fortaleci
miento del yo en general y‘de la eficacia de su funcionamiento
en particular. Las pautas corrientes reservaron y reservan la
técnica del insight para aquellos individuos que se estima
apropiado tratar mediante psicoanálisis y otras psicoterap'as
de largo plazo; cuando se trata de psicóticos, individuos con
desórdenes de carácter, personas en situaciones de crisis y
sujetos actuadores, se indican casi siempre otras interven
ciones. Sin embargo, Bellak y Small aplican el método del
insight a todo tipo de tratamientos, y estiman que la interpre
tación es, por consiguiente, una técnica importante para la
psicoterapia breve, que se debe emplear como y cuando co
rresponda.
Estos autores consideran ()ue la interpretación se cuenta
entre los mejores recursos del psicoterapeuta, y recomiendan
tomar ciertas precauciones en torno de su utilización. Para
que la psicoterapia tenga éxito, se requiere muchas veces el
cambio simultáneo de diversas variables de la personalidad;
por consiguiente, no se deberá simplificar en exceso la inter
pretación, por limitado que fuere el propósito del tratamien
to. El terapeuta debe preguntarse si el impulso en conside
ración debe hacerse vibrar al unísono con el yo en todos los
aspectos, o si habrá que crearle simultáneamente ciertas res
tricciones. En la psicoterapia breve, especialmente, el tera
peuta debe tratar de prever los efectos de su interpretación,
y tomar las medidas de precaución necesarias. El fomento
sin crítica de la revelación y la expresión de los impulsos ins
tintivos constituye una mala aplicación de la técnica inter
pretativa. En psicoterapia, es importante fortalecer a medida
que se revela. La búsqueda desordenada (que se observa a
menudo) de la expresión de los afectos del paciente, se funda
en la aplicación errónea de un hecho establecido hace mucho
tiempo: cuando el insight se acompaña con cambios afectivos,
su eficacia para producir cambios terapéuticos se eleva al
máximo. Los esfuerzos llevados a cabo para simplificar las
metas de la terapia llevan muchas veces al artificio de con
frontar sin tener en cuenta el choque que ello puede significar
para el paciente, ni la capacidad de su yo para tolerar, incor
181
porar y aplicar el irnight en términos de realidad. La con
frontación puede agravar la negación y la represión y, lo que
es más serio, el pánico, la depresión profunda, el acting-out
y los impulsos suicidas. Bellak y Small recalcan, pues, la
necesidad de estimar la preparación y la capacidad del pa
ciente para aceptar y usar el insight. Así, por ejemplo, el
terapeuta solo propugnará el empleo de interpretaciones re
lacionadas con un impulso una vez que se haya persuadido de
que el paciente está preparado y tiene capacidad suficiente
para aceptar que el impulso forma parte esencial de su per
sonalidad, de que está en condiciones de experimentar ese
impulso y, más que otra cosa, de que es capaz de descargarlo
de manera no destructiva, sin experimentar la ansiedad y la
tensión incapacitantes que, con anterioridad, formaron parte
de la represión de dicho impulso. El paciente que logra
hacerlo reorganiza las fuerzas de su personalidad. En otra
sección de este capítulo (véase Catarsis), referida a la “catar
sis mediata”, exponemos algunas variantes de interpretación.
Varios autores (6, 76, 202, 227) consideran que la interpre
tación es la clave del enfoque psicoterapéutico breve que se
funda en el logro de insight en forma general.
Stein y otros (213) se concentran en las consecuencias del
menoscabo del narcicismo causado por las enfermedades y
traumas físicos graves. Este menoscabo se manifiesta en forma
de ansiedad, ira y hostilidad. Es común el desplazamiento de
esa ira sobre el médico y la familia del paciente; al mismo
tiempo el sujeto sufre mayor ansiedad al sentir que sus rela
ciones con aquéllos se interrumpen en el momento en que
más los necesita. A los efectos psicoterapéuticos, se llama cui
dadosamente la atención del paciente sobre su afecto y el
desplazamiento del mismo.
En la bibliografía sobre psicoterapia breve se advierte la
presencia de una “escuela” de la interpretación activa; el ofre
cimiento de interpretaciones es, en esencia, lo que muchos
autores entienden por “aumento de la actividad del terapeuta”.
Saúl (195) trata de comunicar al paciente, mediante la inter
pretación activa, un núcleo de insight que le permita seguir
enriqueciendo con nuevas experiencias su conciencia y su cre
cimiento emocional. Malan(144), destacado defensor de la
técnica de la concentración en psicoterapia breve, recomienda
<•1 empleo de la interpretación para dejar directamente al des
cubierto los aspectos de resistencia de la transferencia, y tam-
182
bien la dependencia, las raíces infantiles de la neurosis y la
ira en torno de la terminación del tratamiento. Gould (83)
observa que, en el tratamiento de las situaciones de crisis, la
interpretación activa, vigorosa y repetitiva de la situación
correspondiente a la realidad facilita la estabilización del pa
ciente traumatizado. Lewin (135) propugna la interpretación
directa y activa de las defensas, por estimar que esa tarea es,
para la psicoterapia breve, tan esencial como para las de
largo plazo.
En su búsqueda de insight, otros autores tratan de prote
ger al paciente mediante la limitación de la profundidad de
sus interpretaciones, técnica que debe considerarse diferente
de la que trata de brindar la misma protección por medio
de la provisión de vías de salida sociales adecuadas. Boni-
me (25) aplicó esa limitación al tratamiento de marinos mer
cantes traumatizados. Erlicli y Phillips (55) restringen la pro
fundidad del insiglií a ciertas formas de reconocimiento, que
abarcan la revelación de las relaciones entre sentimientos y
síntomas no asociados, y la comprensión general de los pro
blemas emocionales. Harris, Kalis y Freeman (96) sostienen
que para el rápido alivio del stress es necesario resolver los
conflictos; por consiguiente, la interpretación del conflicto de
que se trate es un componente esencial de su tratamiento.
Rosenthal (191) no cree que la limitación de la profundidad
de las interpretaciones sea factible para las psicoterapias de
emergencia, y sostiene que se debe, en cambio, ayudar al pa
ciente traumatizado a comprender el significado simbólico
que la situación tiene para él; en estos casos, agrega, es nece
sario evitar la represión. Cree, sin embargo, que se debe
“conducir” al paciente hacia el insight. Se trata de un concepto
similar al de “enfoque gradual”, propuesto por Bellak y
Small (20) en forma de técnica focal (similar al cambio de ocu
lares en el microscopio) en virtud de la cual el terapeuta pre
senta la zona general en que efectuará sus interpretaciones, y
luego lleva a cabo una serie de interpretaciones parciales que
permiten a muchos pacientes cubrir la última etapa del enfoque
por sí mismos. V mque ello no ocurra, el paciente quedará
por lo menos preparado, y el terapeuta tendrá oportunidad de
apreciar si la ansiedad, la tensión u otros rasgos patológicos
de las defensas se encuentran en crecimiento.
Frencb (4) considera importante distinguir entre la inter
pretación “a favor” o “en contra” de la corriente. La primera
183
implica que el contenido de la interpretación es más tranqui
lizador que perturbador para el paciente; el terapeuta comu
nica mediante ella que comprende la situación del sujeto, que
la lamenta, y que encuentra que las reacciones de aquél son
razonables y naturales. Cuando el terapeuta decida interpre
tar “contra la corriente”, lo hará persuadido de que es nece
sario minar las defensas para dejar el conflicto al descubierto,
y forzar al paciente a abandonar soluciones parciales e inefi
caces ¡hasta tanto se encuentre en condiciones de hallar otras
más completas y efectivas. El terapeuta deberá confiar en la
transferencia positiva para ayudar al paciente a tolerar la pre
visible ansiedad que lo acosará desde que deje de lado la
solución ineficaz hasta que encuentre la eficaz. En los trata
mientos de psicoterapia breve, se podrá aumentar la frecuen
cia de las sesiones durante ese lapso.
Para el tratamiento de la depresión y las tendencias suici
das, Mintz (154) aboga por la interpretación de las distor
siones de la realidad contemporánea debidas a experiencias
previas.
Son varios los autores interesados en la interpretación de
los sueños en el curso de la psicoterapia breve. Bonime (25)
se manifiesta partidario de ella, pero aconseja limitar su pro
fundidad. Rado(179) sostiene que no existe razón alguna
para que se reserve la interpretación de los sueños solo a la
psicoterapia de largo plazo. Stone (217) propone el enfoque
directivo de tal interpretación. La mayoría de las psicote
rapias breves parece compartir el principio de que la aso
ciación de la realidad con los sueños solo se puede activar
mediante cierto control por parte del terapeuta, quien- ele
girá en lo posible aspectos del sueño que, a su juicio, merez
can asociación y discusión.
Observa Wolberg (245) que el empleo de los sueños, como
el de cualquier otro producto de la personalidad, dependerá
tanto de la comprensión de 'su dinámica por parte del tera
peuta como del dominio que se tenga de sus aplicaciones téc
nicas. Bellak y Small (20) recomiendan la interpretación de
los sueños, tras la evaluación de las fuerzas del yo del pa
ciente, toda vez que interese no elucidar por completo el
impulso inherente al sueño en cuestión. En situaciones dudo
sas, se optará por trabajar con el contenido manifiesto —que
se ha de relacionar con hechos contemporáneos— o bien dis
cutir el temor al contraimpulso, en vez de ofrecer insight del
184
deseo de gratificación del impulso domipante. Wolf (247) ad
mite que, en la terapia breve de grupo, los sueños son una guía
importante de lo que ocurre en el inconsciente del paciente,
pero no aconseja su uso para la exploración profunda.
Otros autores (175, 223) se valen específicamente de la
interpretación para relacionar el presente con hechos pasados.
En su trabajo con adolescentes, Miller (151) utiliza inter
pretaciones fundadas en conceptos psicoanalíticos para escla
recer las acciones del paciente que producen relaciones insa
tisfactorias.
Por su parte, Baker (9), Hoch (100), Wolberg (245) y
Malan (144) abogan por la interpretación de la resistencia en
la psicoterapia breve.
Saúl (195) encuentra útil la interpretación de significados
de los síntomas, técnica que combina con consejos directos
acerca de cómo manejar tales síntomas.
El papel de la interpretación como técnica reveladora es
fundamental para la distinción, establecida por Alexander (5),
entre terapias de revelación y medidas de apoyo. En teoría,
la interpretación amplía la capacidad perceptual del yo, al
facilitar la expansión concomitante de sus funciones integra-
tivas y ejecutivas.
No faltan los especialistas que, apoyados en la teoría psico-
analítica, proponen también la interpretación de las manifes
taciones de transferencia. Bellak y Small (20) aceptan que
la transferencia positiva constituye un auxiliar eficaz, pero se
mantienen alertas a las manifestaciones tempranas de trans
ferencia negativa, que interpretan rápidamente para evitar que
se transformen en obstáculo para el progreso de la terapia.
Malan concuerda con ese punto de vista en cuanto a que las
interpretaciones de la transferencia se hacen especialmente
necesarias cuando esta última presenta componentes negati
vos. Baker (9) y Stone (217) señalan también la importancia
de las interpretaciones de la transferencia para la psicoterapia
breve. (Véase también: Transferencia; manejo de la misma.)
En el Brief Psychotherapy Councü (174) de Chicago, Ge-
rard señaló el hecho de que, en la psicoterapia breve, la inter
pretación es más precoz y superficial que en el psicoanálisis.
Además, se incluye en la interpretación la previsión .de las
reacciones del paciente, con el fin de sostener a este entre
sesiones. En el mismo congreso, Grinker y Spiegel lanzaron
una advertencia específica en el sentido de que las inter
185
prefaciones han de ser superficiales, en especial cuando se
relacionen con neurosis de guerra en las que haya implícitas
pérdidas serias, como puede ser para un soldado la muerte
de un compañero entrañable. Situaciones semejantes, sostu
vieron, no se pueden interpretar en el curso de tratamientos
breves, ya que el manejo de la hostilidad inconsciente propia
de toda relación ambivalente lleva tiempo considerable.
Coleman y Zwerling (45) hallaron que el conocimiento pre
ciso de las circunstancias de realidad que precipitaron estados
de crisis permitía elaborar interpretaciones capaces de ayudar
al restablecimiento hasta de esquizofrénicos incoherentes y
desorganizados. Citan como ejemplo el hecho de que el en
terarse de que la esposa de un paciente de esta clase se
hallaba en estado de gravidez les permitió efectuar una inter
pretación de la regresión del sujeto que puso a este en condi
ciones de recuperarse. Según Coleman (47), cuando en las de
presiones agudas de origen reciente se puede identificar el
objeto perdido, la interpretación puede ser eficaz si se la orien
ta de modo de mitigar el efecto de un yo severo, alejar del
yo los impulsos agresivos, y aliviar la presión de las demandas
orales. Al mismo tiempo, el terapeuta podrá fomentar el des
arrollo de una transferencia omnipotente, con el fin de consen
tir y aceptar la ira contra el objeto perdido que se ponga al
descubierto, y la que surja cada vez que se frustren los deseos
orales pasivos. En este contexto, se presenta una nota de inte
rés relativa a la administración de drogas. Coleman estima que
la relación real con el terapeuta, y también la administración
de medicamentos y consejos por parte de este, pueden gratifi
car los deseos orales de manera tal que hagan innecesario el
tener que señalarlos ante el paciente. Este hallazgo es un ejem
plo claro de la forma en que la comprensión de la dinámica
sobre bases psicoanalíticas es capaz de permitir movimientos
que, aunque aparentemente superficiales, son eficaces.
En el informe a que nos referimos, Coleman categoriza las
interpretaciones en tres grupos distintos:
1) La interpretación exacta, en la que la oportunidad y el
área interpretada son precisamente correctas, y el paciente
responde con rapidez.
2) La interpretación correcta, pero que no se encuentra en
el nivel del conflicto actual [Glover (78) llama “interpretación
incompleta” a esta categoríal.
Ejemplo de lo dicho es la interpretación de la situación
186
presente en términos del pasado, como ocurre cuando, ante
los estados obsesivos post-partum, se interpreta que el odio
hacia un hermano o hermana se ha desplazado sobre el niño,
cosa que suele facilitar la recuperación de la paciente. Para
Coleman, este procedimiento apoya la represión, y se lo puede
clasificar como apoyo de una defensa.
3) La interpretación inexacta, en la que la intervención se
convierte en una forma de sugestión que, a juicio de Glover,
funciona como sistema de desplazamiento sintónico del yo. Ello
no se puede asegurar de antemano en la medida necesaria
para su empleo deliberado, y solo se lo puede apreciar en
forma adecuada una vez ocurrido. Opera a manera de apoyo
de la represión y, por consiguiente, de la defensa.
Stein (213) se apoya con firmeza en la interpretación para
ayudar a que los pacientes con reacciones emocionales ante
enfermedades físicas elaboren la negación y pasen a la discu
sión directa de la relación causal entre sus síntomas emocio
nales y el debilitamiento de su narcisismo que resulta de la
enfermedad física.
De manera similar, Gelb y Ullman (75) recomiendan que
el terapeuta se esfuerce por hacer que el sujeto adquiera no
ción consciente de las maneras de pensar y de actuar que
resultan claramente destructivas para su bienestar, y que son
la causa de su difícil situación en la vida real.
Stern (215) recomienda la exploración de la dinámica del
pánico que sucede a la tranquilización mediante sedantes y
apaciguamiento. También aconseja aplicar ese concepto al
tratamiento de episodios histéricos agudos.
Aparte la aparente capacidad del paciente para el insight,
influyen sobre la forma y la oportunidad de las interpreta
ciones su educación, su capacidad de abstracción, su vocabu
lario y su contexto socioeconómico. En su trabajo con pa
cientes de recursos económicos escasos, observa Wolk (248)
que las interpretaciones se deben preparar de manera que,
al término de cada sesión, el paciente sufra el mínimo posible
de ansiedad y se haya discutido por completo con él el pro
blema o tema en estudio. Las interpretaciones a que se re
curra deben ser breves, específicas, y no tocar demasiados
temas a la vez. Muchas veces, las interpretaciones forman
parte de lo que Wolk llama “entrevista nuclear”, pero nunca
se las usa en forma soslayada. Cree este autor que la inter
pretación debe ser “aditiva”, o sea que partirá de una interpre
187
tación precedente y pasará a un nivel de entendimiento ligera
mente superior, pero siempre dentro de los límites de la com
prensión del paciente. Para otros autores, es este un procedi
miento de enfoque o de concentración graduados, que prepa
ra al paciente para aceptar un insight que, de otro modo,
movilizaría su ansiedad, y se vale para ello de la presentación
de enunciados de contenido emocional menor, antes de que
se produzca el desarrollo completo del insight.
McGuire(145) considera que la interpretación constituye
un medio especial, cuya utilidad no consiste esencialmente en
revelar, sino, más a menudo, en consolidar lo que ya se ha
ordenado y discutido en la terapia. Se podría decir que es
esta una interpretación parcial o consolidante. El contenido,
la construcción y la oportunidad son componentes importantes
de la interpretación, puesto que a menudo resulta deseable
evitar, fragmentar o postergar problemas que el terapeuta
desea excluir de la discusión. Se podrán ofrecer interpreta
ciones parciales para esclarecer la comprensión, ya que puede
ocurrir que el ordenamiento perceptual del terapeuta no sea
total. En ese sentido, tal vez no comprenda por completo al
paciente; o acaso las defensas de este pongan de relieve as
pectos del conflicto que no se adapten al tratamiento, por lo
que la interpretación no adelantará la terapia; o bien suceda
que algún factor de “predisposición de la experiencia” del pa
ciente obstruya tanto el ordenamiento perceptual como su
aceptación de las interpretaciones. McGuire define la “pre
disposición de la experiencia” como la forma repetitiva en
que el paciente ordena sus experiencias vitales. Podrá sentirse
sujeto, lo que lo llevará a la introyección, o sujetador, cosa que
lo hará proyectarse. Advierte McGuire que estos conceptos
no son equivalentes clínicos de los psicoanalíticos.
Con el fin de determinar el momento óptimo para la inter
vención, McGuire emplea un “modelo de fase”. Las variables
de ese modelo son las siguientes:
La transferencia positiva. El paciente ama al terapeuta y lo
“sigue” en forma irreal; esta actitud se atempera cuando tal
“seguimiento” decae.
La neurosis de transferencia. Este fenómeno se manifiesta
por medio de la multiplicación de las asociaciones con “refe
rencias edípicas infantiles”, el bloqueo repentino o la asocia
ción del terapeuta con el progenitor de sexo opuesto.
La predisposición de la experiencia. Forma parte del carác
188
ter del paciente, y está presente en todo el transcurso de la
terapia, así como en toda situación de tensión.
Los síntomas. El incremento de los mismos sugiere la pre
sencia de sentimientos no reconocidos ihacia el terapeuta, y
que el conflicto previamente concentrado se está haciendo más
difuso.
Las fases del modelo son: el ordenamiento perceptual, en el
cual el terapeuta establece metas, nota la predisposición de la
experiencia y fragmenta los problemas, al mismo tiempo que
se inicia la transferencia positiva; el reordenamiento percep
tual, en el que se trata de presentar nuevas relaciones per-
ceptuales, reordenar el material consciente, y llevar a cabo
cierta medida de esclarecimiento y confrontación. Se entre
lazan pensamientos y emociones nuevos o que han quedado
libres de trabas. La terminación llega cuando el paciente cesa
de ampliar el material y rechaza abiertamente las insinuacio
nes en ese sentido, o bien cuando sus asociaciones indican la
existencia de ira intensa y no verbalizada.
Burdon (29) estima que el insight es exitoso cuando con
duce a esquemas de acción reales y nuevos, como la toma de
decisiones, el enfrentamiento de una situación o el movimiento
en una u otra dirección allí donde antes solo había un callejón
sin salida.
LIMITES DE TIEMPO;
DEFINICION DE LOS MISMOS
Esta técnica constituye uno de los rasgos distintivos de la
psicoterapia breve; el establecimiento de límites de tiempo
para la psicoterapia en sus mismos comienzos crea, tanto en
el terapeuta como en el paciente, una expectativa que ejerce
influencia sobre los resultados del tratamiento. Katfman (112)
expone este concepto de la manera más sucinta.
Algunos pacientes —que a menudo se cuentan entre los que
proceden de los estratos socioeconómicos más bajos— no com
prenden, como lo hacen otros individuos más cultos, el he
cho de que, a diferencia de lo que en general ocurre con
las enfermedades físicas, las perturbaciones emocionales sue
len requerir tratamiento prolongado e intenso. Así, pues, los
mencionados en primer término tienden a no cooperar con los
proyectos de psicoterapia de largo plazo, en agudo contraste
con la actitud de los aludidos en segundo lugar, quienes sue-
llf
len manifestarse decepcionados y hasta escépticos cuando se
les ofrece psicoterapia breve en lugar de tratamiento intensivo.
Bellak y Small (20) informan haber empleado la técnica de
limitación del tiempo con más de 1.400 pacientes que concu
rrían a la sala de admisión de emergencia de un gran hospital
público. Seitz (201) se valió de esa técnica en los principios
del tratamiento de enfermedades psicosomáticas de la piel.
En la aplicación de un método terapéutico con miras a la
“concentración”, Malan (144) recurre también a técnicas de
limitación del tiempo, pero de manera menos estructural. En
los comienzos de la terapia, se informa al paciente que el te
rapeuta piensa aplicar el tratamiento durante unos meses para
ver qué ocurre y que, cumplido ese lapso, se revisará la situa
ción para ver si el sujeto necesita más atención, en cuyo caso
se lo transferirá para que reciba otro tipo de tratamiento más
prolongado. En unos pocos casos, sin embargo, Malan fijó
por adelantado plazos exactos, e informa que la limitación no
imposibilitó la tarea; por lo contrario, y en completo acuerdo
con lo que también observan Phillips y Johnston (171), dicha
limitación dio aparentemente al tratamiento una estructura
definida de “principio, medio y fin”. También Malan cree
que la fijación de un límite exacto de tiempo facilita la tarea
de manejar los sentimientos del paciente acerca de la finali
zación del tratamiento.
Stekel (214), que fue uno de los primeros en aplicar procedi
mientos rápidos en psicoterapia, sostuvo que la definición del
tiempo de duración del tratamiento facilitaba el progreso del
mismo. Por su parte, Straker (219) señala que el estableci
miento temprano de límites de tiempo contrarresta el efecto
de la resistencia a la terminación, factor de prolongación del
tratamiento.
Levy(134) está también entre los defensores de esta téc
nica, de la cual se vale su clínica para prevenir la internación
en situaciones agudas; ya en la primera entrevista, el terapeuta
anuncia concretamente que el tratamiento tiene el fin de evi
tar la hospitalización del paciente, y que habrá que alcanzar
esa meta en un máximo de seis sesiones.
MANIPULACION DEL ENTORNO
French (4) identificó dos recursos básicos de que puede
valerse el terapeuta para aliviar la situación del paciente: uno
190
es la adaptación del medio en que este vive, de manera que
se ajuste mejor a sus necesidades; el otro, más drástico, con
siste en modificar la personalidad del paciente para hacerla
más compatible con su ambiente. Para French, el hecho de
separar al paciente de una situación que lo exacerba, y el de
ubicarlo en una atmósfera más adecuada a sus necesidades,
constituyen sendas tácticas de manipulación del entorno. Ale-
xander(5) aconseja manipular la situación vital del paciente
toda vez que esta sea una situación crónica sin esperanzas de
dejar de serlo. Incluye este procedimiento entre las medidas
de apoyo al alcance de la psicoterapia breve.
Bellak y Small (20) exponen una variedad de manipula
ciones de esta clase: el empleo de la familia y los amigos, en
particular cuando la vida del paciente corre peligro; la reco
mendación de prepararse para un trabajo y buscarlo, como
medio para aumentar la autoestima y permitir la expresión
directa o sublimada de los impulsos; el uso de métodos de
rehabilitación para ayudar a que individuos que fueron psicó-
ticos superen dudas y ansiedades acerca de su capacidad para
tolerar las exigencias de un trabajo programado y con horarios;
la utilización de actividades sublimatorias para permitir la ex
presión apropiada de impulsos agresivos, cuando las defensas
patológicas se hayan debilitado o cuando la presión ya exce
siva de un impulso deba desviarse hacia salidas aceptables;
la práctica de deportes capaces de proporcionar tales salidas.
La gimnasia y la danza son también valiosas en ese sentido,
como lo son las actividades artísticas. La actuación en los
servicios sociales voluntarios puede constituir una válvula de
escape para impulsos que, sin ella, resultarían inaceptables para
el individuo. Se debe, con todo, tomar precauciones para que
estas recomendaciones no creen conflictos mientras tratan de
aliviarlos. No se debe, por ejemplo, aconsejar a una persona
con problemas de homosexualidad latente la práctica de la
natación en condiciones que la expondrían al estímulo homo
sexual en los vestuarios colectivos. Bellak y Small incluyen
también la recomendación de viajes y vacaciones entre las ma
nipulaciones capaces de permitir al paciente tomar distancia
respecto de su conflicto; de este modo, se habilita al paciente
para consentirse cierta medida de gratificación placentera, que
no se permitiría en otras circunstancias.
Aparte de otras técnicas, Erlich y Phillips (55) aplicaron con
éxito considerable la manipulación del ambiente a la psicote-
191
rapia de corto plazo de pilotos de aviación. Hoch (100) llama
la atención sobre el empleo de diversos recursos sociales para
abreviar la psicoterapia. Koegler (121) encuentra que la ma
nipulación del entorno puede ser la terapia de elección en
ciertos casos, particularmente cuando se trata de niños para
los cuales se recomiendan ajustes en el orden y en las pautas
de vida. Wayne (236) informa haber observado que la téc
nica que nos ocupa contribuye a reducir la duración del trata
miento de pacientes ¡hospitalarios internos.
Wolberg (242) estima que la mayoría de los problemas emo
cionales se relaciona con ambientes de tensión o privación,
mientras que una de las principales tareas de muchas terapias
es, precisamente, la de capacitar al paciente para alejarse de
fuerzas capaces de dañarlo o despojarlo. Para cumplir este
último fin, Wolberg menciona una variedad de posibilidades:
la práctica de deportes, hobbies y esparcimientos sociales; la
financiación de asistencia médica u odontológica para sí mis
mo; la remisión a clínicas o entidades apropiadas; el logro de
mejor alojamiento; la búsqueda de cuidados convenientes para
niños impedidos; la administración de tests psicológicos a niños
con fracasos escolares; la provisión de ocupaciones para padres
que no encuentran otra mejor que la de tratar de dominar al
paciente; la adopción de niños para parejas que se sienten
desoladas por no poseerlos; el ingreso a entidades sociales,
etcétera.
Comenta Coleman (47) que la ayuda práctica en forma de
empleo, alojamiento, asesoramiento familiar, etcétera, puede
ser útil en extremo para el logro del equilibrio en la vida del
paciente, hasta tanto este pueda enfrentar los factores psico
lógicos que momentáneamente son abrumadores para él.
Normand y otros (163) propugnan las manipulaciones e in
tervenciones de ambiente como enfoque terapéutico de elec
ción en el tratamiento de personas de baja extracción socio
económica. También Straker (219) opina que la modificación
del entorno facilita la estabilización en pacientes externos de
clase baja. En la sección de este mismo capítulo titulada De
pendencia hemos mencionado ya el uso que hace Wolk (248)
de la manipulación del entorno para aumentar la dependencia
de pacientes económica y culturalmente indigentes.
En el informe acerca de su trabajo con estudiantes preuni
versitarios, que presentó ante el Brief Psychotherapy Coun-
cil (174) de Chicago, Helgesson declara haber llegado a la
í»a
conclusión de que, en la práctica, las interpretaciones funda
das en la dinámica no fueron tan útiles como ciertas modifi
caciones de ambiente, que sirvieron para que pacientes que se
habían estado debatiendo en medios sociales intelectuales su
periores a sus fuerzas volviesen al nivel en ©1 cual podían
funcionar sin tensiones. También Blaine(ll) apela a la mani
pulación del entomo para el tratamiento de estudiantes uni
versitarios, tanto mediante cambios de colegio como por
trabajo con los padres. Waltzer y otros (231) emplean esa
técnica para fortalecer la sensación de recibir apoyo del pa
ciente, particularmente cuando este necesita mejorar sus rela
ciones con el mundo que lo rodea. Fenicbel (60) llama “tera
pia situacional” (situational therapy) a la manipulación del
entorno, y señala que ella es más efectiva cuando la neurosis
no se 'ha internalizado con firmeza, por ejemplo en los niños.
Al respecto afirma que tanto los temores como la agitación se
pueden mitigar en los niños mediante cambios de ambiente.
Muchos son los aportes valiosos efectuados por la profesión
de asistente social a las técnicas de la psicoterapia; el éxito de
las intervenciones deliberadas en el medio en que vive el
paciente ilustra en forma clara la deuda que la segunda tiene
con la primera y la forma en que actúa la sociedad funcional
que existe entre ambas.
ORIENTACION Y CONSEJO
El Brief Psychotherapy Council de Chicago 174) consideró
que la orientación constituye una técnica valiosa para la psico
terapia breve. Alentar al paciente para que emprenda nuevas
experiencias vitales es útil, pero al mismo tiempo importa po
seer comprensión psicoanalítica de la nueva dinámica que ello
puede generar, y mantenerse alerta ante la misma para prote
ger al paciente contra posibles efectos adversos. Gelb y Ull-
man (75) opinan que todo terapeuta bien entrenado, experi
mentado y sensible puede, a partir de una exploración breve,
guiar al paciente hacia pautas de conducta y de interacción
distintas a las que le son habituales, y por consiguiente con
ducirlo hacia nuevas formas de experiencia que darán como
resultado una vida más satisfactoria y productiva.
Aunque aparentemente relacionada con las técnicas de ase-
soramiento y de mando del terapeuta, la de guía y consejo
tal vez deba entenderse como proceso que implica la defini
ción de los problemas y la consideración de alternativas de
solución, tras lo cual el paciente toma sus propias decisiones,
fundadas en los datos que se hayan aportado. Por consiguien
te, las palabras del terapeuta no llegan a ser recomendaciones,
sino más bien alternativas que se acompañan con previsiones
acerca de sus posibles consecuencias.
PLACEBO
Patterson (168) define el efecto de placebo como poderosa
técnica terapéutica. Y por cierto que, en el tratamiento de
males físicos, se reconocen al placebo efectos tales como la
atención, el interés, la inquietud, la confianza, el convenci
miento, la fe y la expectativa. Aunque no desconoce el valor
de tales efectos, la psicoterapia los califica en general como
insuficientes, por considerar que toda técnica que merezca ser
juzgada efectivamente útil debe producir efectos superiores
a los del placebo. Patterson admite que la naturaleza del
194
efecto de placebo es exterior al tratamiento de los desórdenes
físicos, y que tal cosa no es admisible en psicoterapia. En esta
última, los desórdenes son psicológicos, y lo lógico es que se los
resuelva con tratamientos también psicológicos. Insinúa, sin
embargo, que el efecto de placebo se debe adaptar a la psico
terapia, y emplearse al máximo dentro de ella. También
Frank (65) destaca algunos aspectos interesantes de los efectos
psicoterapéuticos del placebo. Por otra parte, estos se exponen
en la sección destinada a la Teoría de la Expectativa del Ca
pítulo 3 de la presente obra.
PREDICCION
Este método se vale del conocimiento de las actuaciones
pasadas del paciente para prevenir a este acerca de lo que
puede depararle el futuro en caso de que continúe revivien
do el pasado. Sifneos (207) recomienda esta técnica como
parte de la terapia de supresión de la ansiedad. Bellak y
Small (20) recurren a ella cuando consideran necesario apartar
rápidamente al paciente de formas de conducta indeseables
y autodestructivas; así, explican al sujeto los probables resul
tados de su insistencia en la conducta que se quiere combatir,
con el fin de inducirlo a realizar un esfuerzo para evitar que
tales consecuencias previsibles se produzcan.
RAPIDEZ DE LA INTERVENCION
El título de esta sección constituye un ensayo de nombre
para un principio básico de la psicoterapia de emergencia:
tras el acontecimiento traumático, se debe asistir al paciente
tan pronto como se pueda.
Harris, Kalis y Freeman (96) aconsejan hacer todos los es
fuerzos posibles para que dicha asistencia se inicie dentro
de un máximo de 24 horas, a contar desde el momento en que
se produzca el episodio. Rosenthal (191), que trabajó con so
brevivientes de bombardeos y accidentes, sostiene que se debe
entrevistar al sujeto sin demora, aún cuando este se encontrare
en estado de shock. Meerloo (147) opina que la entrevista
inicial de pacientes traumatizados se debe prolongar todo lo
necesario, aún durante tres o cuatro horas, para aprovechar
la tensión elevada de la situación, y para tratar por todos los
195
medios de evitar la contención de las emociones. La disponi
bilidad rápida de un terapeuta permite la confrontación activa
e inmediata con la función que ¡ha sufrido menoscabo, decla
ran Gelb y Ullman (75); la ayuda empática, oportuna y cer
tera es más eficaz que la elaboración pasiva.
Bellak y Small (20) recomiendan llegar rápidamente hasta
las víctimas de episodios traumáticos (incendios y explosiones,
por ejemplo), para brindarles oportunamente una ayuda de
emergencia cuyas proyecciones pueden ser no solo, inmediatas,
sino también preventivas. Este punto de vista es obviamente
compartido por el Beekman Downtown Hospital de Nueva
York, que dispone ya de una unidad psicoterapéutica dotada
con vehículos que le permite trasladarse velozmente hasta el
escenario de los grandes siniestros.
RECONDICIONAMIENTO POSITIVO
Es este uno de los procedimientos básicos de la terapia con-
ductista. En ciertas situaciones y contextos —escribe Wol-
pe(249)—, es necesario fomentar la adopción de conductas
nuevas, que no ¡susciten ansiedad en el paciente; como me
dio para lograrlo, menciona las técnicas de condicionamiento
empleadas por Skinner para la supresión y el reemplazo de
hábitos indeseables. El método consiste básicamente en grati
ficar las conductas nuevas y deseables y en no gratificar —o
en censurar— las que se quiere eliminar o sustituir.
REALIDAD, COMPROBACION DE LA
Bellak y Small (20) recalcan la importancia de la memoria
y el aprendizaje como factores del desarrollo de la compro
bación de la realidad, y emplean técnicas relativas a dichos
factores para el tratamiento de inconvenientes en tal desarro
llo. Recomiendan, además, evocar reacciones previas y más
apropiadas del paciente, y compararlas con la distorsión in
adaptada presente. También recurren a otras técnicas, como
la de prevenir al paciente acerca de las consecuencias de su
comportamiento al mismo tiempo que se le sugieren enfoques
e interpretaciones de alternativa, y la de insinuarle que cual
quiera de las personas de las que habla puede tener motíva-
196
ciones distintas de las que él le asigna. Comentan Bellak y
Small que, particularmente entre los jóvenes, suele ocurrir
que no se haya desarrollado debidamente la conciencia de la
posición del propio rol, y que los errores de interpretación
de la misma generen presiones. La corrección de esta distor
sión tiende a modificar la conducta inadaptada. Los autores
recomiendan a los terapeutas tener presente que los pacientes
neuróticos también suelen presentar negación o distorsión si
multánea de la percepción de la realidad externa y de la de
los esfuerzos internos, y que a veces se encuentran reacciones
paranoides leves en personas que no son psicóticas, pero que
ponen esa dinámica al servicio del masoquismo.
Stein y otros (213) emplean la reelaboración gradual con el
paciente de los episodios de las enfermedades físicas agudas
y de los significados de los mismos, para combatir el pesimismo
que a menudo inunda a las personas cuando sus mecanismos
de defensa se encuentran debilitados o vencidos. Para ilustrar
este procedimiento, trazan un paralelo entre el terapeuta y el
“progenitor protector”, que transforma una realidad áspera y
ominosa en hecho más tolerable para el niño, y de esa manera
permite a este confrontar y enfrentar las situaciones de un
mundo desagradable. Stein y sus colaboradores desarrollan
este enfoque en forma cautelosa, gradual, a lo largo de perío
dos determinados; en otras palabras, “dosifican” la negación
en términos de realidad.
Green y Rothenberg (84) propugnan el empleo de la es
tructuración de la realidad para el tratamiento de los niños.
Waltzer y otros (235) señalan su importancia cuando se deben
mejorar las relaciones del paciente con la realidad. Coleman y
Zwerling (45) opinan que la comprobación de la realidad ayu
da a superar, en las perturbaciones post partum, los pensa
mientos obsesivos acerca de la condición del recién nacido;
por ejemplo, los temores acerca de que el niño sufra retardo
mental.
REASEGURAMIENTO (Reassurcmce)
El reaseguramiento se puede concebir como una entrega oral,
en el sentido en que el paciente incorpora la benignidad del
terapeuta y el ofrecimiento de ayuda por parte de este. Green
197
y Rothenberg (84) aconsejan su empleo amplio en niños que
hayan presenciado un accidente o resultado levemente heri
dos en él; en este caso, importa tranquilizar al niño en cuanto
a los resultados y la importancia que el daño sufrido tendrá
para él. Mintz (154) reasegura al paciente depresivo o suicida
en cuanto a las limitaciones de la crisis que atraviesa, con el
fin de evitar que este sienta que se halla preso en un pro
ceso interminable de penas y privaciones. Para Bos (26), el
registro cuidadoso de la historia del paciente es un acto tran
quilizador para el mismo, ya que le induce el sentimiento de
que se encuentra en manos de un individuo competente y res
ponsable. Tannenbaum (233) aconseja apaciguar las reac
ciones de culpa específica que el paciente desarrolla debido
a información errónea, como ocurre, por ejemplo, con la mas
turbación. Bellak y Small (20) coinciden con este procedi
miento. El profesional encuentra a menudo pacientes que te
men ser dementes u homosexuales, y es necesario ofrecerles
seguridades directas en cuanto a que no son ni lo uno ni lo
otro. También apacigua la universalización del temor seña
lado, que consiste en ayudar al paciente a notar que el alentar
tales miedos no lo transforma en caso único ni grotesco.
Bellak y Small señalan, además, que el reaseguramiento y
el apoyo tanto pueden ser implícitos como explícitos. El anun
cio, hecho al paciente en pánico o al suicida potencial, de aue
el terapeuta estará a su alcance en cualquier momento del
día o de la noche, constituye un buen ejemplo de apoyo im
plícito, representado por el ofrecimiento que comunica al pa
ciente que no está solo y que el terapeuta está disponible como
fuente de ayuda. Según la experiencia de estos autores, la
mayoría de los individuos aprovecha tal hecho con sensatez;
algunos necesitan que se insista varias veces en que la pro
puesta es sincera. Cuando el paciente recurre al servicio ofre
cido, la situación se alivia mediante interpretaciones relacio
nadas con la prueba del terapeuta por parte del paciente, o
con el exceso de necesidades pasivas de este último. Bellak
y Small destacan también el hecho de que el terapeuta puede
reasegurar explícitamente al paciente mediante expresiones de
aprobación o de identificación en torno de los sentimientos,
pensamientos o comportamientos que el segundo manifieste.
Los mismos autores identifican lo que ellos llaman “ansiedad
vestibular”, que se experimenta en los umbrales de situaciones
nuevas. En estas circunstancias, corresponde apaciguar al
198
paciente en cuanto a que su ansiedad ante el acercamiento de
la nueva situación solo durará cierto tiempo.
Stein y otros (213) recalcan que se debe tener en cuenta
que toda persona físicamente enferma necesita que se la tran
quilice respecto de que el fenómeno que la perturba obedece
a razones funcionales y no de deterioro orgánico. Esta pro
posición se aplicó como parte del método de tratamiento de
un enfermo que, tras superar un infarto de miocardio, temía
que las dificultades de memoria que experimentaba se de
bieran a daños cerebrales provocados por la oclusión de una
arteria “fantaseada”. Se le demostró, mediante el resultado de
tests psicológicos, que el origen de su falta de memoria era
su estado de ansiedad intensa, y no lo que él temía.
Goldfarb y Turner (79) piensan que el reaseguramiento y
el apoyo emocional resultan útiles para toda persona de entre
80 y 90 años. Según sus estimaciones, tales procedimientos
parecen combatir la tendencia de los ancianos a sentirse cada
vez más desvalidos, mal este que se autoperpetúa, ya que
la creencia en el propio desvalimiento acarrea pérdida de la
autoestima; esta, a su vez, genera más desvalimiento, y así
sucesivamente.
Por último, Stern (215) considera que el reaseguramiento
es crucial en las fases agudas de los estados de pánico, junto
con la sedación, cuando todavía no se ha explorado la diná
mica del problema.
RELAJAMIENTO FISICO
La estimulación y la enseñanza del relajamiento muscular
son parte intrínseca de los recursos de la terapia conduc-
tista (249). Ferenczi J62) fue de los primeros en abogar por
el empleo de técnicas de relajación física para superar inhi
biciones y resistencias a la asociación; las experiencias de Freud
cuando ponía su mano sobre la frente del paciente para cal
marlo corresponden a esta categoría. En un plano más especí
fico, Wolberg (245) instruye a sus pacientes acerca de la
relajación muscular progresiva, para facilitar la inducción de
estados hipnóticos.
199
SEMANTICA GENERAL
Frohman (70) utilizó los sistemas y enfoques de la semán
tica general para ayudar a los pacientes a comprender el sig
nificado simbólico de muchas situaciones y experiencias vitales.
SUGESTION
Haley (93) se propone dar a la psicoterapia breve un curso
muy activo, y para ello trata de establecer control por parte del
terapeuta sobre las resistencias y los síntomas mismos. Se vale
de técnicas de sugestión; reforzadas mediante hipnosis cuando
lo considera necesario. También Semrad, Binstock y Whi-
te (202) recurren a la sugestión. Wolberg (245) señala que
el uso de la hipnosis amplía la influencia de la sugestión en el
proceso psicoterapéutico, influencia esta que él cree presente
en toda terapia.
TACTICAS
llegan (181) propone este término —en el sentido figurado —
para denominar su técnica psicoterapéutica breve de trata
miento de la depresión. Define las tácticas como “procedi
mientos, artificios especialmente planeados para lograr un fin”.
En la práctica, se trata de procedimientos operativos relati
200
vamente directos, métodos que han sido probados por la ex
periencia y el ensayo cuidadoso. A menudo simples, faltos
de la “grandeza” de las formulaciones teóricas, comprenden
la protección del paciente, el reconocimiento de la necesidad
de exploraciones preparatorias, la interrupción del ciclo de
cavilación, el empleo de la terapia física, la iniciación de cam
bios de actitud y la colaboración efectiva con otros recursos.
TERAPEUTAS; INTERVENCION
EN EQUIPO DE VARIOS
Goolishian (81) logra la intensificación del proceso terapéu
tico en el tratamiento de adolescentes perturbados, mediante
el empleo de equipos —formados por psiquiatras, psicólogos
y asistentes sociales— que asumen diversas funciones, de ma
nera que el paciente recibe la atención simultánea y coordi
nada de varios terapeutas. El paciente podrá ser entrevistado
por los terapeutas en forma consecutiva o conjunta, a solas o
acompañado por miembros de su familia; también podrá él
asistir a una sesión con un terapeuta, mientras su familia lo
hace con otro.
Rabkin * despliega una “red” de terapeutas para la terapia
familiar. En su técnica, todo un equipo de terapeutas asiste
a la familia, y tanto los terapeutas como los miembros de la
familia se mueven libremente durante la sesión, para participar
de la reunión del grupo u observarlo desde detrás de uña
pantalla que permite ver sin ser visto. Esta flexibilidad facilita
el descubrimiento de modalidades patológicas de la comuni
cación. Los terapeutas expresan cándidamente sus opiniones,
en actitud de aceptar; se les permite discrepar entre sí ante los
pacientes.
Gelb y Ullman (75) hacen que, durante las primeras sesio
nes, los terapeutas de menor experiencia actúen como obser
vadores, acompañados por otros más experimentados; este mé
todo brinda la oportunidad de supervisar la terapia y parti
cipar en ella en una forma que por lo general no se logra
mediante la información indirecta. Por otra parte, los autores
no dan indicio alguno acerca de las ventajas que su técnica
pudiera tener para los pacientes, si bien —por sus caracte-
c Según información personal de Marcia Pollack.
201
rísticas — se podría esperar que tendiera a acentuar en algunos
sujetos la “transferencia institucional” y a diluir en cierta me
dida la dependencia. Normand y otros (163) opinan que la
coterapia evita el trato estereotipado de los individuos. Cuan
do entre los coterapeutas hay uno o más asistentes sociales, las
fuerzas sociales y del ambiente adquieren expresión plena.
En el procedimiento de condicionamiento operativo, los te
rapeutas conductistas han logrado enrolar como terapeutas a
los padres de niños en tratamiento. Wagner (228) informa
haber reforzado la participación activa de un matrimonio en el
fomento de la conducta independiente de una hija del mismo
aue tropezaba con serios problemas escolares y hogareños.
Decidió adoptar este procedimiento tras observar que los
padres se encontraban motivados para cooperar, que los pro
blemas parecían relacionarse más con la interacción precipi
tada por una enfermedad de la niña oue con fallas de adapta
ción de los padres, y oue los hermanos mayores de la paciente
presentaban señales de buena adaptación.
Un padre dispuesto a colaborar actuó como coterapeuta de
Holland (101) en la remisión de la piromanía de un niño de
siete años. La madre, que al principio se resistió a participar,
asumió la actitud contraria no bien se insinuaron cambios
favorables en la conducta del niño.
TRANSFERENCIA;
MANEJO DE LA MISMA
Esta técnica es inherente a la psicoterapia breve practicada
por terapeutas de orientación psicoanalítica.
Malan (144), que estudió a fondo la bibliografía de la psi
coterapia breve, en particular la relacionada con la transferen
202
cia, da la voz de alarma contra el punto de vista conservador
— cuyos voceros máximos son los seguidores de Rogers— según
el cual la psicoterapia breve solo es posible en ausencia de la
relación de transferencia; o sea que se trata de una terapia no
directiva. Pumpian-Mindlin, que pese a ser psicoanalista es
también conservador en el sentido señalado, destaca el hecho
de que la psicoterapia breve tiende a evitar la “transferencia
intensa” y a diluirla cuando aparece, cosa que se logra me
diante sesiones menos frecuentes y la concentración en el pro
blema presente. Desde una perspectiva opuesta, Malan identi
fica también puntos de vista radicales sobre el particular, de los
.cuales son ejemplo Alexander y French (4), para quienes la
interpretación de la transferencia puede desempeñar cuali-
quier papel, ser utilizada o no, y los fenómenos de transfe
rencia ser manipulados por aceptación en ciertos casos, en otros
por interpretación, y en otros por una “experiencia emocional
correctiva” que tenga lugar en la relación del paciente con el
terapeuta.
En su estudio de 21 casos, Malan advirtió rápidamente la
imposibilidad de evitar el desarrollo de sentimientos de trans
ferencia intensos y poderosos; por consiguiente, tardó poco
en superar y dejar de lado el temor inicial de interpretar la
transferencia. Tanto él como el colega con quien le tocó actuar
tardaron poco en darse cuenta de que la interpretación de la
transferencia no hace mal alguno y que el temor de perturbar
al paciente carece de fundamento cuando las interpretaciones
parciales preparan al sujeto y al terapeuta para arribar juntos a
la interpretación final. Así llegaron a la conclusión de que la
interpretación de la transferencia, tanto en sus rasgos positivos
como en los negativos, era necesaria para el éxito de la terapia
breve.
Bellak y Small (20) inician un capítulo de su obra —ca
pítulo que versa sobre procedimientos básicos— con una dis
cusión acerca de la transferencia. Destacan allí la necesidad
de establecer una distinción entre los fenómenos generales de
la transferencia y el concepto psicoanalitico de neurosis
de transferencia, claramente definido como “recapitulación
breve de fases tempranas del conflicto y el desarrollo, en la
cual se proyectan sobre el analista sentimientos que alguna
vez estuvieron dirigidos a otras figuras, especialmente el padre
o la madre”. En la psicoterapia breve, los autores mencionados
propugnan que el terapeuta dirija su atención a los fenóme
203
nos de transferencia, que se definen de otra manera: “senti
mientos irracionales del paciente respecto del terapeuta, que
comprenden esperanzas, temores, gustos y disgustos”. Agre
gan que el terapeuta debe comprender que los sentimientos
negativos hacia él no tienen por qué carecer invariablemente
de razón. Consideran además que, para la psicoterapia breve,
es esencial la transferencia positiva, en virtud de la cual se
estima al terapeuta como persona amable, digna de confianza,
comprensiva y capaz de aceptar al paciente, todo lo cual induce
a este último a esperar que el primero sea capaz de ayudarlo.
Importa establecer y mantener en el paciente la impresión de
que el terapeuta es benigno y útil, y se encuentra interesado
en el problema. Se debe, pues, prestar especial atención a la
asistencia que el sujeto sobredependiente necesite para con
trarrestar esta condición suya. Esto se puede lograr mediante
la prolongación de los intervalos entre sesiones y, terminado
el tratamiento, por medio de la concertación de contactos
telefónicos con el fin de eliminar el sentimiento de rechazo.
Para mantener la transferencia positiva, se deben enfrentar
los rasgos negativos a medida que se presenten, y hacerlo con
rapidez, eficacia y buen talante. Siempre según Bellak y
Small, existen otros tipos de pacientes —aparte los de perso
nalidad dependiente en extremo— cuyo tratamiento exige que
se maneje la transferencia positiva. Con los adolescentes, la
proximidad espacial y el contacto físico se deben considerar
inconvenientes; cuando se trata de mujeres jóvenes con ten
dencia al coqueteo, el terapeuta varón tal vez deba extremar
en alguna medida su formalidad y su diplomacia; por lo con
trario, es probable que personas obsesivamente aisladas, de
carácter reservado e inhibido, aprovechen mejor el trato di
recto y “en confianza”.
La “alianza terapéutica” es la clave del ataque cuidadosa
mente medido contra la negación, que aplican Stein y
otros (213) al tratamiento de pacientes afectados por reaccio
nes emocionales ante enfermedades físicas graves. Estos auto
res llegan a la conclusión implícita de que, en ausencia de
esta alianza, no es posible lograr que las fantasías relacionadas
con la enfermedad se hagan congruentes con la realidad.
También Baker (9) y Visher (227) abogan por el desarrollo
y el mantenimiento de la transferencia positiva. Rosen-
baum (188) cree que la identificación con el terapeuta cons
tituye el mecanismo del alivio rápido, ya que permite la cura
204
por transferencia, fundada en la sustitución del objeto. Sif-
neos (207) estima que, en las técnicas de provocación de la
ansiedad, se necesita el desarrollo de la transferencia positiva
para instar al paciente a que asuma la solución de sus pro
blemas. Por su parte, Wolberg (245) trata de lograr una
relación operativa tan rápido como se pueda. En su opinión,
este proceso se ve facilitado por “la aceptación incondicional
del paciente”, y por la habilidad del terapeuta para infun
dirle confianza en sus métodos y en su capacidad para ayu
darlo.
Sifneos (207) señala la necesidad de evitar la formación de
neurosis de transferencia. Stone (217) propone desarrollar una
transferencia “limitada”, e interpretarla solo en caso de nece
sidad; se refiere a la realidad demostrable, y no a la fantasía.
Gillman (76) recomienda que el terapeuta asuma una actitud
de “neutralidad atenta”, con el fin de evitar el fomento de la
dependencia y los rasgos ambivalentes de la transferencia.
En su artículo “Of Gimmicks and Gadgets in Brief Psycho-
therapy”, Howard (102) comenta la adopción por su parte
de lo que se podría llamar transferencia “forzada”, en la cual
no se permite al paciente desarrollar su propia visión de los
problemas, sino que se lo induce a adoptar la que le presenta
el terapeuta. El paciente debe escribir y firmar una declara
ción sobre su reacción ante la terapia; según Howard, esta
declaración demuestra la aceptación por parte del paciente
de los puntos de vista del terapeuta acerca del problema en
tratamiento.
Lewin (135) trata, desde la primera entrevista, de suscitar
la transferencia negativa mediante la interpretación directa de
las defensas. Opina que este procedimiento despierta las de
fensas masoquistas y el temor de expresar la ira; cuando unas
y otro se presentan rápidamente y se interpretan, se inicia el
movimiento hacia la solución del problema del paciente.
Fenichel (60) previene contra el empleo de la transferencia
positiva como medio para inducir el mejoramiento de la con
ducta, ya que —sostiene— el sujeto puede confundirla con la
“buena conducta” capaz de proporcionarle el amor, la protec
ción y la participación del terapeuta, a quien endiosa. Cole-
man (47) advierte también que, aunque se supone que mu
chos cambios espectaculares se relacionan con transferencias
positivas, tales cambios no se pueden prever y sus beneficios
son fortuitos, o sea que no se encuentran bajo control. No
205
obstante, comenta que la manipulación de la transferencia
positiva permite a menudo efectuar cambios en la vida del
paciente; esto resulta especialmente claro cuando se emplean
medicamentos, situación en la cual la prescripción de las dro
gas por parte del psicoterapeuta “omnipotente” suele producir
lo que Coleman considera probables efectos de placebo, que
se encuentran por encima de cualquier beneficio fisiológico
que se obtenga.
En el Brief Psychotherapy Council de Chicago (174), Le-
vine manifestó que ciertos aspectos de la conducta de trans
ferencia son difíciles de rotular. Entre ellos se encuentra lo
que se podría considerar maniobra de “uno-dos”, en la cual
ocurre lo siguiente: por una parte, el terapeuta rehúsa res
ponder a las defensas patológicas del paciente, o a los esfuer
zos del mismo para intimidarlo, poseerlo o acaparar su aten
ción, y rehúsa también a ser omnipotente o preferido, a sen
tirse rechazado y a rechazar; en cambio, contraponé a todo
ello expresiones de reacción cálida ante la honestidad funda
mental del sujeto, a quien demuestra simpatía y respeto. En
caso de existir transferencia positiva fuerte, estima Levine,
el terapeuta podrá —de ser necesario— emplear con éxito téc
nicas de orientación.
En el mismo congreso, Grinker recalcó el hecho de que la
identificación con el terapeuta no es solo un paso hacia la
concepción del mundo como lugar hospitalario, sino que desde
el punto de vista de la dinámica —y esto es más importante
que lo anterior — , constituye un aporte para la reducción de la
hostilidad del superyó y para evitar que la persona se odie a sí
misma por fracasada y cobarde. Esto se comprobó de manera
particular entre combatientes.
McGuire (145, 146) comenta la especulación de Sifneos en
el sentido de que existen momentos óptimos para el logro de
las metas de la psicoterapia breve. Se refiere a los períodos
en los cuales existe ya la transferencia positiva, pero aún no
se ha desarrollado la neurosis de transferencia; se trata de
intervalos limitados.
Socarides (211) aboga por la interpretación de la transfe
rencia en la entrevista inicial, y recalca la importancia de la
evaluación rápida de las manifestaciones correspondientes. La
interpretación acertada y enérgica de las mismas puede “fasci
nar” al paciente por su exactitud, y motivarlo para que emplee
más insight en su parte de la tarea terapéutica. De esta ma
206
ñera, el sujeto puede comenzar a ver en el terapeuta no solo
un individuo que lo comprende totalmente, sino también un
aliado en su lucha por liberarse de procesos neuróticos que lo
atemorizan.
Gillman (76) se ocupa de los recursos necesarios para des
alentar la dependencia regresiva y la transferencia ambiva
lente. El poder de la transferencia como agente para el alivio
de los síntomas puede deberse tanto a que esa transferencia
se refiere a un buen progenitor, que brinda protección y amor
dignos de confianza, como a otro que inspire temor y que
motive un aumento de la represión. La mejoría que se obten
ga de la aplicación de este método, comenta Gillman, solo se
mantendrá mientras el paciente conserve una imagen sin per
turbaciones del terapeuta.
Burdon (29) usa los sentimientos de transferencia a medida
que se presentan, y los relaciona con hechos de la realidad
para evitar que se hagan difíciles de manejar en el curso del
tratamiento.
Según Lester(133), la interpretación de la transferencia y
las defensas es importante para el tratamiento de los niños,
y ocupa Jioy el lugar que la interpretación simbólica tuvo en
otras épocas.
Por su parte, Jacobson (105) recalca la importancia del tra
bajo con las distorsiones de la transferencia en el tratamiento
de individuos de niveles sociales bajos. Estas distorsiones tien
den a variar en relación inversa con la capacidad de compro
bación de la realidad. Cuanto menos familiar es una situa
ción, más fácil es que se la coloree con fantasías inconscientes.
El mismo autor observa que los pacientes de clase baja tienden
a ver al terapeuta como padre, debido a que se encuentra
“por encima de ellos” en la escala social. Este mismo senti
miento puede reforzar otra tendencia del sujeto: la que lo
hace sentirse malo, y también atemorizado. Todo ello puede
inducir temor al rechazo, y menoscabar la eficacia de la tera
pia breve. Por último, comenta Jacobson, la intervención en
crisis reduce al mínimo la influencia de las diferencias cultu
rales, que llevan a las manifestaciones de transferencia nega
tiva; ello se debe a que las crisis evocan experiencias univer
sales de la infancia, que el terapeuta y el paciente han
compartido, y que ambos entienden sea cual fuere su extrac
ción social.
207
VENTILACION
El nombre adoptado para esta técnica es una metáfora que
describe el acto de expresar libremente emociones, sentimien
tos y pensamientos; en particular, aquéllos que se refieren a
un problema. Se trata de un método similar al de la expe
riencia catártica, pero en él no existe anticipación tan estruc
turada en el sentido de que se han de revivir incidentes del
pasado y se descargarán las tensiones provocadas por ellos.
Erlich y Phillips (55) mencionan la ventilación entre las
cinco técnicas que consideraron esenciales para el tratamiento
de pilotos de aviación puestos fuera de servicio en vuelo.
Keeler (115) empleó la ventilación de sentimientos relativos a
problemas corrientes, como técnica esencial para la terapia de
grupo de pacientes no psicóticos, que se hallaban hospitaliza
dos. Lewin (135) busca de manera particular la ventilación
de la ira en sus técnicas que se valen de la suscitación de la
transferencia negativa. Sehoenberg y Carr(198) se concen
tran en la expresión de la hostilidad para el tratamiento breve
de las neurodermatitis. También en el campo de las enferme
dades psicosomáticas de la piel, Seitz (201) recurre a la ven
tilación de la cólera y de los sentimientos de culpa y de infe
rioridad. Cook (49) aplica técnicas de ventilación al trata
miento individual y de grupo de pacientes internos. Green y
Rothenberg (84) propugnan dichas técnicas para primeros
auxilios psicoterapéuticos a los niños. Hansen (95) considera
que la ventilación de la ansiedad, la angustia y otros senti
mientos es fundamental para la asistencia en una variedad de
emergencias médicas, en las cuales la impresión del paciente
acerca de su enfermedad y de los procesos ocurridos o a
punto de ocurrir resulta esencial para la estabilización y la
adaptación del sujeto.
En el Brief Psychotherapy Council de Chicago (174), Levi-
ne recomendó el empleo de la confesión y la ventilación fuera
de la verdadera catarsis. En la misma conferencia, Grinker
informó acerca del uso establecido de la narcosíntesis para
estimular la ventilación y obtener el alivio de tensiones in
conscientes. Greenblatt y otros (86) se cuentan entre los que
proclaman la amplia aplicación que encuentra la técnica que
nos ocupa en los servicios comunitarios de salud mental.
El estudio de Lindemann (137) sobre la sintomatología y
el tratamiento de la angustia aguda indica que la ventilación
208
capacita al paciente para aceptar el dolor y la pérdida, y lo
induce a revisar sus relaciones con el desaparecido y familia
rizarse con las alteraciones y con sus propias modalidades de
reacción emocional. El miedo a la locura, a la aceptación
del alarmante cambio ocurrido en sus sentimientos, especial
mente en lo que se refiere al desborde de hostilidad, necesita
elaboración. El paciente deberá expresar su pena y su sensa
ción de pérdida, y desarrollar una formulación aceptable de
su relación mental y emocional futura con la persona muerta.
Lqs sentimientos de culpa se han de verbalizar. En esencia,
la técnica consiste en ventilación, con algo de insight.
En una clínica pediátrica, Coddington (39) emplea la venti
lación en niños y madres, como técnica psicoterapéutica bre
ve. Al respecto, afirma que la ventilación calma la ansiedad
de los padres de niños enfermos, que resulta útil tanto en el
consultorio como en los hogares, y que ayuda a los padres a
desarrollar confianza en su propia capacidad para asistir a sus
hijos cuando la enfermedad de estos no es grave.
VISITAS DOMICILIARIAS
Friedman y otros (69) llevan la psicoterapia breve a los
hogares de personas que sufren perturbaciones emocionales.
El sistema no pretende valerse de técnicas especiales ni nove
dosas; se trata, simplemente, de asistir a pacientes que, de
otra manera, quedarían sin tratamiento. Los autores informan
que esta práctica constituye, por otra parte, un excelente me
dio de educación para el personal de las instituciones sociales
que cooperan con su equipo, y cuyos representantes acompa
ñan a los terapeutas en sus visitas.
Al comentar los servicios domiciliarios del Meyer Memorial
Hospital de Buffalo, Resnick (182) recalca la necesidad de
disponer de una red poco común de fuentes de comunicación
(sacerdotes, vecinos, etcétera), capaz de recoger el “pedido de
auxilio” que, sin ella, podría pasar inadvertido. El éxito de
la experiencia —escribe Resnick— reducirá las necesidades de
hospitalización y hará más humana la asistencia.
209
Capítulo 7
TERMINACION
213
Capítulo 8
ESTUDIOS ACERCA DE LOS
PROCEDIMIENTOS DE
PSICOTERAPIA BREVE
225
Capítulo 9
CARACTERISTICAS DE LA POBLACION
TAMAÑO DE LA POBLACION
Los tamaños de las poblaciones estudiadas varían desde el
caso individual basta el número de 3.128 personas (75). Como
es de esperar, las poblaciones más pequeñas son, en general,
las que corresponden a informes referidos a la práctica pri
vada e individual de los terapeutas, y las más numerosas pro
vienen de clínicas y otros servicios públicos. Resulta signifi
cativo el hecho de que los informes relativos a poblaciones
grandes sean recientes, mientras que la mayoría de los que
estudian poblaciones pequeñas datan de varias décadas atrás.
Esta tendencia refleja la forma en que responden las profesiones
en contacto con la salud mental a las necesidades y la demanda
226
públicas. Las poblaciones sobre las cuales disponemos do in
formes se pueden agrupar de la siguiente manera, en cierto
modo arbitraria:
Tamaños de las poblaciones y referencias bibliográficas:
Informes sobre casos individuales (25, 195, 211, 227)
de 2 a 10 casos (76, 93, 96, 102, 104, 120, 121, 140, 191,
217, 223)
de 11 a 30 casos (4, 144, 188, 198, 201)
de 50 a 100 casos (12, 39, 183, 202, 212, 232)
de 101 a 200 casos (79, 153, 174, 184, 204)
de 201 a 300 casos(174)
de 301 a 400 casos (226, 235)
de 401 a 500 casos (134)
de 601 a 700 casos (162)
de 701 a 800 casos(171)
de 1001 a 2000 casos (8, 20, 37, 45)
más de 3001 casos (75).
NIVEL SOCIOECONOMICO
Son pocos los estudios que mencionan pacientes de los nive
les económicos más elevados. Algunos se refieren a la alta
227
clase media y muchos a la clase media. Los informes acerca
de estos grupos provienen en general de terapeutas afecta
dos a la práctica privada o de servicios hospitalarios pagos y
privilegiados. La mayor parte de la psicoterapia breve ofre
cida a las clases bajas y a la baja clase media proviene de
hospitales y otros servicios públicos. El estudio Group Health
Insurance (8) informa que el 67 por ciento de la población
en que se desarrolló ganaba entre 4.000 y 8.000 dólares anua
les, y que el 13 por ciento ganaba menos de 4.000 dóla
res. Bellak y Small (20) estimaron que, en las poblaciones
observadas por ellos, el 50 por ciento de las personas carecía
de entradas propias y vivía de pensiones, seguros de desempleo
o aportes de entidades de beneficencia, y que el 38 por ciento
ganaba entre 3.000 y 6.000 dólares por año. Los autores que
informan acerca de su práctica privada se refieren casi siem
pre a pacientes de clase media o alta clase media, y emplean a
menudo el método de clasificación de Hollingshead. La sepa
ración en grupos (con las referencias bibliográficas respectivas)
que ofrecemos a continuación coincide, aproximadamente, con
dicho método de clasificación: nivel socioeconómico bajo (8,
20, 37, 105, 106, 162, 188, 201, 219, 235, 248); baja clase me
dia (8, 20, 37, 102, 223); clase media (8, 20, 93, 96, 121, 151,
188, 191, 195, 201, 223, 227); alta clase media (204,224).
PACIENTES NO BLANCOS
Bellak y Small (20) observaron que la Trouble Shooting
Clinic del City Hospital de Elmhurst, Queens, Estado de
Nueva York, atendía a personas de piel no blanca en pro
porción mayor que la correspondiente a la población de la
comunidad, cosa que sugería el hecho de que los ciudadanos
de piel .no blanca reaccionaban favorablemente ante el servi
cio ofrecido. Otros cuatro estudios (106, 162, 201, 226) se
refieren a la atención de comunidades de color (negros, ama
rillos, etcétera).
ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS
La universidad y los organismos relacionados con ella pare
cen constituir uno de los centros principales para el desarrollo
228
de procedimientos psicoterapéuticos breves destinados a la
satisfacción de las necesidades emergentes de poblaciones nu
merosas y homogéneas (89, 104, 153, 174, 212, 239).
229
Capí fulo 10
DIAGNOSTICO
240
Capítulo 11
PRONOSTICO
Terapia conductista
Wolpe y Lazaras (249) afirman lisa y llanamente que . .la
terapia conductista es efectiva en todas las neurosis..Mor-
*44
ton (159), terapeuta también eonductista, considera que el
pronóstico es bueno para los inadaptados graves, cuando el
tratamiento consiste en psicoterapia breve dirigida de . .ma
nera racional, de acuerdo con una orientación teórica sistemá
tica, y se vale de vehículos apropiados para la teoría...”
Psicoterapia de apoyo
En el comentario de sus experiencias en una clínica de higie
ne mental, Visher (227) menciona los siguientes criterios para
la selección de candidatos adecuados para la psicoterapia
breve: 1) la disposición para el cambio, en el sentido de que
el paciente debe hallarse en un punto crucial en el que su
situación vital ha variado en forma drástica, de manera que
necesita una nueva orientación y está, por consiguiente, dis
puesto a adoptarla; 2) la agudeza de los problemas que moti
van la consulta; 3) la existencia manifiesta de estabilidad am
biental y de adaptación previa apropiada; 4) la reacción posi
tiva ante la primera entrevista. Los rasgos que Visher estima
más desfavorables son: 1) las dificultades matrimoniales o
familiares acentuadas; 2) los problemas caracterológicos; 3) la
escasez de simpatía mutua entre paciente y terapeuta.
Terapia directiva
La formulación del pronóstico que se expone a continuación
es el resultado de la experiencia de Schoenberg y Carr (198)
en la aplicación de terapia breve a 26 pacientes de neuro-
dermatitis.
En la terapia directiva, concentrada en la realidad actual,
y con uno de sus apoyos principales en la incitación y el re
249
fuerzo de la expresión de hostilidad hacia la figura que cons
tituye la fuente actual de la dificultad del paciente, el éxito
del tratamiento depende de: 1) la disponibilidad de ideación
agresiva, que se observará en la primera entrevista y mediante
los contenidos del Rorschach; 2) la capacidad del paciente
para seguir los consejos del terapeuta y expresar en forma
concentrada su hostilidad hacia la figura central de su con
flicto actual.
Terapia de grupo
Keeler (115) extrajo de su experiencia con pacientes hospi
talizados no psicóticos un conjunto de criterios aplicables al
pronóstico en la terapia de grupo de corto plazo. Dicho pro
nóstico es el más favorable, afirma, cuando por lo menos la
mitad de los pacientes del grupo se encuentran entre los 20 y
los 40 años, pertenecen todos al mismo sexo o la distribución
de sexos es pareja, y presentan una combinación de tipos de
diagnóstico. El pronóstico es poco positivo cuando todo el
grupo está compuesto por compulsivos obsesivos, o por una
mezcla de estos con histéricos.
Teoría de la esperanza y la expectativa
Frank (65) cita estudios sobre efectos de placebo (68) en
los cuales se insinúa que los estados de ansiedad y de depre
sión son los que mejor responden a la influencia de las expec
tativas del paciente en cuanto a que la terapia .lo ayudará a
mejorar. Menciona, además, otros estudios (238) que indican
aue las actitudes del terapeuta influyen sobre la mejoría de
los pacientes, en especial los esquizofrénicos, y aue los siguien
tes atributos del terapeuta parecen ser los más importantes en
ese sentido: la comprensión, la flexibilidad y la seguridad en
sí mismo que, combinadas, sirven para ayudar al paciente a
superar su desconfianza esencial y, por consiguiente, para esti
mular sus esperanzas y expectativas de hallar ayuda.
Desde el punto de vista del pronóstico, Frank llega a la
conclusión de que la elevación de la esperanza del paciente,
que se refleja en la eficacia terapéutica, no está determinada
solo por las características del paciente o las del terapeuta,
sino por la interacción entre “ciertas propiedades permanentes
250
o transitorias del paciente por un lado, el terapeuta por otro,
y probablemente otros aspectos de la situación terapéutica”.
Al parecer, Frank sugiere que la psicoterapia es aplicable a
todo individuo que espere y anhele que el proceso lo beneficie.
En cambio, considera que el individuo desesperanzado debe
someterse a las principales intervenciones terapéuticas deri
vadas de los efectos bioquímicos y neuropsicológicos de las
drogas y la terapia electrdconvulsiva.
EL PRONOSTICO EN LA PSICOTERAPIA
BREVE DE LOS NIÑOS
Opina Lester(133) que, en los niños, los siguientes estados
ofrecen pronósticos favorables: 1) las fobias agudas; 2) los es
tados regresivos de corta duración; 3) la inhibición de las
funciones instintivas y del yo (manifiestas en la comida, el
sueño y los juegos); 4) el acting out neurótico; 5) la exagera
ción de las ansiedades y culpas vinculadas con las etapas de la
adaptación. Ejemplos: la formación reactiva contra la mas
turbación durante el período de latencia; la negación y el
ocultamiento mágico de la ansiedad en torno de la separación
en la edad preescolar; el acting out agresivo de los varones y
el mandoneo y el exceso de diligencia de las niñas durante
las primeras fases del período de latencia. Según esta autora,
los estados desfavorables son: 1) los desórdenes caracterológi-
cos; 2) el retraso en el desarrollo; 3) las estructuras neuróticas
complejas (un ejemplo común que cita Lester es el del niño
cuyo objeto maternal temprano fue cambiante e inestable y
que, por consiguiente, presenta un yo defectuoso y pautas
sintónicas de conducta anormal); 4) las fobias múltiples. En
definitiva, resume así los indicios que permiten formular un
pronóstico favorable: 1) la capacidad del niño para transitar
etapas sucesivas del desarrollo sin fijaciones ni regresiones
serias; 2) la flexibilidad de la familia; su capacidad para el
cambio y para acomodarse al niño que se modifica y des
arrolla.
252
FACTORES QUE INDICAN PRONOSTICOS
FAVORABLES
Listamos a continuación, con las referencias bibliográficas
respectivas, los factores mencionados por diversos autores como
indicios de que el resultado de la terapia será favorable. Los
hemos separado en cuatro grupos: indicios de diagnóstico,
características del paciente, características del terapeuta y fac
tores situacionales (los que se relacionan con la escena de la
terapia).
Indicios de diagnóstico
Esta sección presenta los agrupamientos nosológicos que,
según la bibliografía, han sido tratados con éxito por medio
de psicoterapia breve. Los síntomas y males que a veces se
confunden con categorías del diagnóstico (la agresión y la
homosexualidad, por ejemplo) figuran en la sección subsi
guiente, Características del paciente.
Neurosis (8, 20, 249)
conflictos agudos (29, 60, 76, '91)
estado de depresión aguda (71)
estados de pánico (215)
fobia escolar (231)
neurosis orgánicas (22)
perturbaciones neuróticas (245)
reacción de ansiedad aguda (29, 71, 174)
reacción neurótica ante el ambiente (100)
reacciones depresivas (212)
síntomas de conversión (174)
síntomas neuróticos de origen reciente (104)
tipos histéricos (60)
Desórdenes de la personalidad (8)
Desórdenes psicosomáticos (174)
Esquizofrenia (con estructura obsesiva previa bien organiza
da) (29)
Neurosis traumáticas (60, 114)
Personalidades inmaduras (60)
Psicosis (8, 174)
Reacciones agudas ante la adaptación situacional (29, 76, 212)
233
Características del paciente
Adaptación sexual apropiada (189)
Ambivalencia leve (174)
Anhelo de mejoría (168)
Autoestima (11)
Capacidad integrativa para concentrarse en problemas actua
les (76)
Confianza en el terapeuta (29,211)
Conflicto libidinal más que agresivo (145)
Conflictos, tolerancia para los mismos (50)
Contacto adecuado con la realidad (11)
Cronicidad, ausencia de la misma (20)
Edad: 18-30 años (20, 145)
Empleado (35)
satisfacción en el empleo (185)
Estabilidad de la personalidad premórbida (76)
Expectativa de cambios en la propia personalidad (29, 168)
Factor dé la personalidad capaz de modificar la estabili
dad (97)
Fantasías optimistas “tiempo-vida” (146)
Frigidez (174, 183, 184)
Frustración, tolerancia para la misma (50,176)
Fuerza del yo (3, 5, 29, 50, 97, 174)
Funcionalidad social eñ el rol acostumbrado (35)
Funcionamiento previo correcto para el propio paciente (76)
Historia de adaptación previa adecuada (50, 227)
Homosexualidad con culpa anormal (174)
Impotencia (22)
Insight, capacidad para el mismo (50, 144,148,211)
Manejo exitoso, capacidad de (50,176)
Manifestación de los aspectos situacionales del problema (35,'
145, 174)
Mejorías secundarias limitadas (174)
Motivación para el cambio: alta desde el principio, crece con
rapidez; el paciente desea que se lo avude (50, 144, 145,
174, 227)
Narcisismo moderado (174)
Nivel oeupacional superior al más bajo (20)
Pánico homosexual (100)
Patología leve (50)
Patología limitada (50)
254
Problemas de aparición reciente (50, 91, 174, 185)
Problemas edípieos (50)
Problemas laborales (20)
Puntajes bajos en el Inventario Polifásico de la Personalidad,
de Minnesota (IPPM) (222)
Reacción aguda (5, 47, 60, 100, 144, 174, 227)
Relaciones objétales razonablemente satisfactorias (35, 50, 176,
185, 189)
Sexo femenino (20)
Síntomas de masoquismo moderados (22)
Soltería del paciente (20)
Temores, falta de los mismos (11)
Transferencia, capacidad para la misma (50, 114, 144)
Factores situaciorwlcs
Administración de medicamentos junto con la psicoterapia (20)
Estabilidad del medio (167)
Número adecuado de personas afectadas al servicio (174)
2S3
FACTORES QUE INDICAN PRONOSTICOS
DESFAVORABLES
Indicios de diagnóstico
Depresión agitada (139)
Estados obsesivos (174)
Fobias graves (174)
Homosexualidad (71, 100, 174)
Neurodermatitis (201)
Perversiones (71)
Problemas del carácter (227)
de orden compulsivo (71)
de orden masoquista (174)
Problemas serios de la adolescencia (152)
Psicosis (212)
Reacción traumática de tipo epileptoide (114)
257
Capítulo 12
ESTUDIOS SOBRE RESULTADOS
TERAPIA CONDUCTISTA
Las evaluaciones de la terapia conductista provienen de es
tudios de resultados en casos de fobias, problemas sexuales
e “inadaptación”. En uno de tales estudios se compara la
terapia conductista con una variedad de tratamientos analíti
cos; los resultados de tal cotejo son muy desfavorables para
los últimos.
Wolpe (249) proporciona datos acerca de los éxitos obtenidos
en el tratamiento por desensibilización sistemática de 39 pa
cientes. Para proceder al trabajo, un visitante extrajo al azar
de los archivos del terapeuta las fichas correspondientes a di
chos pacientes. Se aplicó una escala de clasificación; el estudio
no menciona al clasificador, ni da indicio alguno de que se
haya comprobado la confiabilidad de los datos de la muestra.
Se estimó que el tratamiento había sido eficaz para 35 de los
261
39 pacientes, entre los cuales se habían descubierto, en total,
68 fobias. La inedia de las sesiones necesarias para el trata
miento de cada fobia fue ligeramente superior a 11. Según
la evaluación respectiva, se habían superado 45 de las fobias,
y 17 habían mejorado en forma franca; en suma, el 91 por
ciento del total de las fobias había curado o se había aliviado;
el 9 por ciento de las que no presentaban mejoría estaba repre
sentado por seis de las 68 fobias identificadas al principio.
Wolpe se refiere también a otro estudio en el cual la insufi
ciencia sexual (impotencia o eyaculación prematura) se trató
mediante “la manipulación de las situaciones sexuales, de ma
nera que las respuestas sexuales predominasen en todo lo posi
ble sobre la ansiedad”. Se estudiaron 31 casos, de los cuales
se juzgó que 21 (el 67,7 por ciento) alcanzaron desempeño
sexual satisfactorio por completo, y que 6 (el 19,4 por ciento)
llegaron a ser capaces de funcionar de manera aceptable para
sus parejas. No se informó acerca del número de sesiones,
pero el tiempo medio para el logro de tales resultados fue de
11,5 semanas.
Lang y otros (129) sometieron a medición la eficacia de la
terapia aplicada a la desensibilización de estudiantes afectados
por reacciones fóbicas serias contra culebras indefensas. Los
resultados se compararon con los obtenidos en dos grupos de
control: uno que no recibió tratamiento alguno, y otro sometido
a una “seudoterapia” que consistió en entrenamiento para la
relajación, seguido por entrevistas concentradas en problemas
de la vida cotidiana. Observan los autores que el grupo expe
rimental mejoró “mucho más que cualquiera de los grupos de
control”. Los juicios al respecto se establecieron mediante tests
de encuentro con culebras y la autoclasificación de los pa
cientes en torno de sus reacciones de temor ante ellas.
Lazarus (131) comparó los resultados obtenidos en el trata
miento de fobias mediante terapia de grupo de desensibiliza
ción sistemática con los que se observaron en un “grupo diná
mico convencional”. Para ello se formaron pares de casos
comparables, y se distribuyó a los componentes de cada par
en uno u otro grupo, al azar. Al término de 21 sesiones, el
72 por ciento de los sujetos ubicados en el grupo de desensi
bilización se había recuperado, cosa que le ocurría solo al 12
por ciento de los integrantes del grupo dinámico.
También Paul (169) comparó los efectos de la terapia de
desensibilización con los de otros dos métodos. Sus pacientes
262
eran alumnos de una clase de oratoria, afectados por el temor
de hablar en público. Paul contrató los servicios de cinco psi-
coterapeutas afiliados a distintas escuelas, desde la de Freud
hasta la de Sullivan, y asignó nueve casos a cada uno de ellos.
Los terapeutas debían emplear tres métodos distintos, a razón
de tres pacientes por método. Estos métodos eran: 1) el tipo de
terapia del insight que el profesional emplease en su prác
tica corriente; 2) una terapia de “atención y placebo” fundada
en la sugestión y en el apoyo; 3) la desensibilización sistemá
tica, en la cual se había entrenado previamente a los terapeu
tas. A cada paciente se dedicó un total de cinco sesiones.
Según la evaluación de Paul, el 86 por ciento de los sujetos
sometidos a desensibilización registró gran mejoría, y el 14
por ciento restante mejoró también, aunque en grado menor.
En cambio, las cifras obtenidas del grupo de insight fue
ron, respectivamente, del 20 por ciento y del 27 por ciento,
mientras que en el grupo de “atención y placebo” se registró el
47 por ciento de mejorías leves y ninguna mejoría pronunciada.
Morton (159) describe una experiencia con psicoterapia bre
ve que se fundó en la teoría del aprendizaje social de Rotter.
En ella, un grupo de expertos en orientación vocacional trató a
47 individuos con problemas de funcionamiento social y per
sonal debidos a defectos de adaptación de la personalidad. Se
registraron mejorías en el 97 por ciento de los componentes
del grupo experimental y en el 47 por ciento de los sujetos de
control; Morton se manifestó confiado en extremo en que
“cuando la psicoterapia breve se dirige en forma racional de
acuerdo con orientación teórica sistemática y se vale de vehícu
los apropiados para la teoría, permite obtener cambios de
adaptación sorprendentes y duraderos en sujetos que previa
mente se manifestaban gravemente inadaptados”.
Son varios los terapeutas conductistas que volcaron su aten
ción sobre la conducta del fumador. Nehemkis y Lichtens-
tein (161) informan acerca de los efectos del refuerzo recí
proco en la reducción gradual del hábito de fumar. El estudio
se llevó a cabo sobre ocho parejas, previamente entrenadas en
un método de reducción progresiva del consumo de cigarri
llos, día tras día y semana tras semana. El mismo terapeuta
entrevistó a todas las parejas en sesiones semanales —cinco
en total — , de alrededor de media hora cada una. Se observó
una disminución significativa del hábito al término del tra
tamiento y en las mediciones de seguimiento efectuadas uno
263
y seis meses más tarde. Al comparar la primera de estas medi
ciones de seguimiento con los datos registrados al finalizar
la terapia se notó un pequeño aumento, que en la observación
de los seis meses era ya considerable. No se utilizaron gru
pos de control.
Lichtenstein y Keutzer(136) no confían en que las técni
cas actuales de inducción de cambios de conducta sean efica
ces en la lucha contra el tabaquismo. Tras la comparación
de 31 pacientes de control no tratados con otros 123 sometidos
a terapia en cinco grupos, llegaron a la siguiente conclusión:
“Para satisfacer las exigencias de la modificación de la con
ducta del fumador, habrá que desarrollar nuevos métodos, o
bien introducir modificaciones apropiadas en los tradicio
nales”.
ESTUDIOS GENERALES
Damos a continuación un buen ejemplo de estudio general
de resultados en pacientes con diagnósticos varios. Se trata
de un trabajo de Semrad y otros (202), en el que se evalua
ron los efectos de la psicoterapia breve sobre 92 sujetos, de
los cuales 45 padecían depresiones neuróticas, nueve tenían
diagnóstico de neurosis involutiva, uno de psicosis, 14 de
esquizofrenia, seis de reacciones situacionales, cuatro de reac
ciones de ansiedad y 13 de diversas otras afecciones. El estu
dio no menciona la duración del tratamiento. La técnica se
describe como de resolución de problemas, no coercitiva ni
permisiva, en la cual se ayudaba al paciente a definir su pro
blema, y se le administraba sugestión, abreacción, manipu
lación, esclarecimiento e interpretación. Al finalizar la tera
pia, se estimó que esta había sido exitosa en 35 de los casos;
otros 23 completaron su tratamiento, pero hubo que some
terlos a asistencia ulterior más prolongada. Dos de los que
en principio se dio de alta sufrieron recidivas; entre los que
no presentaron resultados satisfactorios, nueve fueron inter
nados, tres se sometieron a otros tratamientos y 11 quedaron
sin atención ulterior. Ocho habían abandonado la terapia
antes de su finalización.
264
LA TERAPIA EN MEDIOS MILITARES
Erlich y Phillips (55) realizaron un estudio comparativo
de los resultados del tratamiento en un medio militar, me
diante diversos métodos de psicoterapia breve, de un conjunto
de aviadores navales afectados por diversos males. Entré los
pacientes, a quienes se había licenciado temporariamente con
recomendación de tratamiento psicoterapéutico, había 24 casos
de desórdenes psicofisiológicos —cefalalgias, náuseas, etcéte
ra—, seis de mareo en vuelo, tres de depresión, cuatro de
desempeño disminuido, tres de desórdenes autistas, uno de
ansiedad fluctuante, y uno de alteración de la conciencia por
efecto de la aceleración gravitacional. Treinta de ellos reci
bieron solo entre una y cuatro sesiones; seis dé los tratamien
tos superaron los seis meses de duración. Una vez dados de
alta, se envió a todos ellos cuestionarios de seguimiento rela
tivos a su status de vuelo y emocional; respondió la mitad, y
también se recurrió a los archivos del servicio naval para deter
minar el desempeño ulterior de los pacientes. No se indica
cuánto tiempo después de los tratamientos se efectuaron estas
mediciones, pero en el momento de efectuarlas, 34 de los suje
tos habían vuelto al servicio en vuelo; los autores, que em
plearon las calificaciones recibidas por los pacientes en su
condición de pilotos como criterio para la evaluación de los
resultados, estimaron que se había obtenido éxito en más del
70 por ciento de los casos. También estudiaron las relacio
nes entre tal éxito y las técnicas empleadas, y se consideraron
favorables los resultados obtenidos en 25 de los 28 sujetos
tratados con terapia de insight (alrededor del 86 por ciento),
tres de los seis que recibieron terapia de apoyo (50 por cien
to), el total de los tres sometidos a manipulación del entorno,
y tres de los cuatro (75 por ciento) a quienes se administró
ventilación. El único caso en que se optó por la internación
como único tratamiento se consideró de resultado fallido. La
alta tasa de éxitos se atribuye a la fuerte motivación impresa
sobre aquellos aviadores por la amenaza de pérdida real é
inmediata de status económico y social.
265
LA PSICOTERAPIA BREVE EN LOS SERVICIOS
DE SEGUROS DE ASISTENCIA MENTAL
El alto costo de la psicoterapia ha sido esgrimido frecuente
mente como argumento «contra su inclusión en los seguros de
asistencia sanitaria, o bien como justificativo del aumento de
las primas de tales seguros. En el estudio que comentaremos
a continuación, la psicoterapia breve parece constituir la res
puesta que contrarresta la validez de tales argumentos.
Avnet (8) informa acerca del programa psiquiátrico de corto
plazo ofrecido por el servicio estadounidense llamado Group
Health Insurance; los beneficiarios de este programa fueron
sometidos a seguimientos de hasta dos años y medio después
de terminados sus respectivos tratamientos, por medio de
cuestionarios que ellos debían llenar y que luego se compara
ban con otros a cargo de los psiquiatras que habían reali
zado los respectivos tratamientos; se recibieron 801 cuestio
narios, en condiciones de ser archivados, de un grupo com
puesto por 1.115 pacientes. Solo 18 de las respuestas no al
canzaron a dar pautas suficientes para estimar el estado men
tal de quienes las habían confeccionado. El servicio reunió,
al mismo tiempo, evaluaciones de los psiquiatras acerca de
las reacciones ante el tratamiento por parte de 740 de los
pacientes que contestaron al cuestionario. La gran mayoría,
tanto de los pacientes como de los terapeutas, clasificó los re
sultados como recuperación o mejoría. De los 783 que efectua
ron evaluaciones, el 81 por ciento notó por lo menos cierta
mejoría; lo mismo hizo el 76 por ciento de los psiquiatras.
Diecinueve de los pacientes informaron sentirse igual o peor,
o no tener certeza acerca de su condición. En las clasifica
ciones de los psiquiatras, las categorías sin mejoría y resul
tados inciertos abarcaron el 24 por ciento de los casos. La
mayor discrepancia se produjo respecto de los pacientes clasi
ficados sin mejoría por los psiquiatras: el 70 por ciento de
tales pacientes se autoevaluó como recuperado o mejorado.
Dos tercios de los pacientes que informaron estar peor, figu
raron como recuperados o mejorados en las planillas de los
terapeutas. Lo importante, sin embargo, es que el análisis
de estas discrepancias no arrojó indicio alguno de que exis
tieran factores o denominadores comunes que hubiesen podido
oponerse al pronóstico de cuatro posibilidades de éxito contra
una de fracaso. El resultado final de la investigación señaló,
266
en efecto, que uno de cada cinco de los pacientes se estimaba
sin cambios, inseguro de haberlos tenido o —excepcionalmen
te— peor. El diagnóstico no constituía una clave para pronos
ticar el éxito: los catalogados como psicóticos, que componían
el 20 por ciento de la población, no fueron los que con más
frecuencia se autoevaluaron como sin mejoría; además, las
tres categorías más numerosas del diagnóstico —psicosis, neu
rosis y desórdenes de la personalidad— cubrieron solo el 20
por ciento exacto de los que se consideraron sin mejoría o
con resultados inciertos.
PREVENCION DE LA HOSPITALIZACION
Uno de los logros de la psicoterapia breve que goza de reco
nocimiento más general es el de la reducción de la necesidad
de internaciones. El ahorro que esto implica es significativo
no solo en términos de dinero, sino también en cuanto a los
daños que se evitan a los individuos, las familias y las comu
nidades.
Según Carse (34), la psicoterapia breve aplicada a pacien
tes externos ayuda a evitar él 40 por ciento de las internacio
nes hospitalarias.
Greenblatt y otros (86) observaron a 400 pacientes de un
servicio de extensión comunitaria del Massachusetts Mental
Health Center, de- Boston, para estudiar la eficacia de la psi
coterapia breve como agente de prevención de la internación.
La mayoría de aquellos sujetos padecía enfermedades serias;
el 50 por ciento solicitó hospitalización, pero solo la necesitó
realmente el 30 por ciento.
Ungerleider (226) informa acerca de seis meses de expe
riencia en un consultorio hospitalario de emergencias psiquiá
tricas. Durante ese período, se entrevistó a 350 pacientes en
378 situaciones de emergencia distintas. Se estimó que, en el
7 por ciento de los sujetos, el problema que motivó la con
sulta tenía ya una duración de más de un año; en el 36 por
ciento de los casos, tal problema había surgido el dia mismo
de la presentación. Se recomendó hospitalización en el 52
por ciento de los casos; se llevó a cabo solo en el 43 por ciento.
De aquellos a quienes se citó con fecha fija para atención
como pacientes externos, cumplió con la cita el 73 por ciento.
En el Wall Street Journal, Pinkerton (173) cita las palabras
267
del doctor Wemer Mendel, director de los servicios para
pacientes adultos del Los Angeles County Hospital, en el sen
tido de que, mientras que diez años atrás el hospital admitía
al 95 por ciento de los pacientes entrevistados por él, la tasa
de internaciones en el momento de la declaración era de solo
el 35 por ciento de los 1.600 pacientes que el consultorio a
su cargo atendía mensualmente. El doctor Mendel atribuyó la
disminución al hecho de que se hubiera decidido ofrecer ser
vicios de intervención en crisis.
Lemkau y Crocetti (132) se refieren al servicio psiquiátrico
municipal de Amsterdam, que presta atención de emergencia
durante las 24 horas del día, en respuesta a llamadas de la
policía, los médicos, y los amigos y familiares de los afectados.
El 70 por ciento de los pacientes entrevistados en estas cir
cunstancias no requiere hospitalización: la necesidad de la
misma se ve reducida en forma significativa por el servicio
que nos ocupa. Por otra parte, también se registra una dismi
nución importante en el número de emergencias, pese al
aumento de la población. En 1964, se recibieron 1.419 llama
das, cifra que en 1965 se limitó a solo 411. Todos los psiquia
tras afectados al servicio observan una declinación en las ex
plosiones de violencia psicótica. Los autores del estudio se
preguntan si estos fenómenos tendrán por causa la accesibili
dad de la ayuda u otros factores, sin llegar a conclusión alguna.
Por su parte, Levy (134) comenta sus observaciones en
torno de otro servicio público de asistencia mental, ubicado en
la ciudad estadounidense de Portland, Maine. Se trata de un
sistema rigurosamente organizado en seis sesiones, orientadas
a la asistencia en crisis. La población atendida, compuesta por
pacientes seriamente perturbados, presenta índices muy bajos
de necesidad de internación: solo hubo que hospitalizar a siete
de los 500 pacientes asistidos durante los primeros 14 meses
de actuación del servicio.
Ge Ib y Ullman (75) describen la “psicoterapia instantánea”
que se aplica en el Maimonides Medical Center de Brooldyn,
Nueva York, y evalúan su eficacia. En el curso de su estudio,
midieron la mejoría en términos de la capacidad o de la dispo
sición del paciente para funcionar “dentro de diversas limita
ciones identificadas, cambiables o no cambiables”, y llegaron
a la conclusión de que más del 60 por ciento de los 3.128
pacientes asistidos durante 1965 había mejorado o completado
el tratamiento necesario en el término de cinco sesiones.
268
SERVICIOS EN CRISIS Y DE EMERGENCIA
En los Estados Unidos, los servicios generales en crisis o de
emergencia constituyen una necesidad imperiosa, que va en
contrando satisfacción a medida que el interés por la salud
pública presiona sobre la producción de mano de obra espe
cializada. Bellak y Small (20) citan un estudio de resultados
que tuvo lugar" en los consultorios de asistencia de perturba
ciones del City Hospital de Elmhurst, Queens, Nueva York, y
que se prolongó durante un período de 12 meses. Se tomó una
muestra de 472 pacientes, y se procedió a su seguimiento me
diante entrevistas y escalas de clasificación, para evaluar el
éxito de la intervención terapéutica. Se utilizó una lista de
confrontación de síntomas para caracterizar a los pacientes,
para asignarles regímenes terapéuticos apropiados y como
medio independiente para la evaluación de los resultados. De
los 1.414 pacientes asistidos, alrededor del 70 por ciento reci
bió psicoterapia breve, el 8,8 por ciento necesitó internación,
y el 23,6 por ciento optó por no volver a la consulta. De total
de cerca de mil pacientes tratados con psicoterapia breve, se
consideró que el 45 por ciento no requería más atención, el
35 por ciento pasó a tratamiento ulterior, el 13,6 por ciento
se mantuvo mediante medicamentos, y el 7,6 por ciento fue
remitido a otros tipos de asistencia ambiental; el 8,1 por ciento
se negó a emprender tratamientos adiciónales. La lista de
confrontación permitía al paciente evaluar su estado de acuer
do con una escala de 16 categorías de síntomas: problemas
somáticos, ansiedad, depresión, hostilidad y agresión, depen
dencia, problemas obsesivocompulsivos, psicosis, problemas
sexuales, homosexualidad, problemas matrimoniales, conflictos
familiares, problemas de trabajo, fobia contra los viajes, al
coholismo, afición a las drogas, y otros problemas. La lista
era suministrada al paciente en tres ocasiones: 1) inmediata
mente antes de ver al terapeuta por primera vez; 2) inmedia
tamente después de la última entrevista; y 3) seis meses
después de terminado el tratamiento. Mediante procedimien
tos bastante elaborados, se obtuvo respuesta del 55,6 por
ciento de los 491 pacientes sometidos al seguimiento. Para
el grupo así constituido, el puntaje medio fue de 164 para la
primera administración de la lista, y de 143 para la segunda.
La diferencia entre estos dos puntajes medios era significa
tiva en el nivel 0,001. Seis meses más tarde, en la tercera
269
administración, el puntaje medio se mantuvo en 143. En opi
nión de los autores, “estos datos indican que las dificultades
del paciente se aliviaron en forma significativa en respuesta
a la psicoterapia breve, y que la mejoría se mantuvo durante
por lo menos seis meses”.
Miller (153) efectuó un estudio de seis meses de duración
con 183 “pacientes de emergencia”. Se trataba, en su mayoría,
de mujeres jóvenes y solteras, estudiantes o sin empleo. Se
estimó que el 42 por ciento de los casos estaba compuesto por
emergencias peligrosas. Algo más de la tercera parte de
aquella población volvió a asistirse con sus propios médicos;
un sexto de la misma completó su tratamiento con el personal
del servicio de emergencia, y registró “notables mejorías”; la
cuarta parte pasó al tratamiento por el servicio para pacientes
externos. Alrededor de la sexta parte se encontraba tan per
turbada o tan carente de apoyo por parte de sus grupos eco
nómicos y sociales, que hubo que internarla. En otro estudio
similar, llevado a cabo en el Benjamín Rush Center de Los
Angeles, Jacobson y otros (106) apreciaron mejorías en las dos
terceras partes de los pacientes atendidos por el centro psi
quiátrico de tratamiento breve de iniciación precoz, de dicha
entidad.
Entre los 392 pacientes que concurrieron durante un período
de seis meses al servicio de emergencia del Kings County
Psychiatric Hospital, en Nueva York, Waltzer y otros (235)
observaron mejorías en el 38 por ciento. El 19 por ciento per
maneció estacionario, el 13 por ciento fue hospitalizado y el
30 por ciento no volvió después de la primera entrevista. Cerca
del 60 por ciento de los entrevistados era psicótico; los sín
dromes más frecuentes que se Observaron configuraban esta
dos de ansiedad o de pánico, o bien depresión. Observan estos
autores que la evaluación de resultados de los tratamientos
en clínicas de emergencia es dificultosa. Los períodos de dos
meses o menos son demasiado breves para juzgar el estado de
personas seriamente perturbadas. Y se preguntan cuánto de
berá durar el seguimiento de los pacientes para determinar la
frecuencia y la tasa con que se presentan desequilibrios ulte
riores.
Baum y Felzer (16) se refieren a un método que permite
contrarrestar la tendencia negativa del pronóstico en el tra
tamiento de pacientes de la clase baja. Según los datos reco
gidos por ellos, se había registrado, entre,los pacientes de ese
270
iiíveí la deserción del 47 por ciento antes de la sexta sesión
en la Phipps Psychiatric Clinic, del 57 por ciento después de
la primera entrevista en el Psychiatric Institute de la Univer
sidad de Maryland, y de un promedio del 60 por ciento durante
una de las primeras cinco entrevistas en un estudio nacional
que comprendió 499 centros sanitarios. Baum y Felzer apli
caron, durante la primera entrevista, un interesante enfoque
centrado en torno de las expectativas, y la deserción se redujo
al 35 por ciento. La experiencia se amplió con el agregado
de un “proceso de preselección”, que consistía en una entre
vista previa con un asistente social, encargado de derivar hacia
otros servicios los casos de alcoholismo crónico, problemas
judiciales y sujetos sin domicilio fijo. De esta manera, lá deser
ción descendió al 23 por ciento.
En un estudio piloto sobre 20 pacientes, seguido por otro
de repetición, que comprendió a 33 sujetos, Gottsehalk y
otros (82) evaluaron los efectos de la terapia de emergencia
en individuos afectados por síntomas agudos graves. El máxi
mo de asistencia por paciente fue de seis sesiones de entre
25 y 50 minutos de duración. La terapia se concentraba en
la resolución de las crisis, con empleo mínimo de drogas psico-
trópicas. Se emplearon varios medios para evaluar los resul
tados: 1) la Escala de Morbilidad Psiquiátrica (Psychiatric
Morbidity Scale), administrada en una entrevista estandardi
zada, sirvió para medir la gravedad de la incapacidad; 2) el
Inventario de Actitud del Terapeuta (Therapist Attitude In-
ventory) permitió a los profesionales clasificar sus propias ac
titudes hacia cada paciente; 3) Escalas de Conducta Verbal
(Verbal Behavior Scales), para medir “la ansiedad, la hostili
dad, la combinación de alienación social y desorganización
personal, y el interés por las relaciones humanas” en un aná
lisis de contenido, de cinco minutos de duración, de la verba-
lización del paciente; las clases sociales se determinaron me
diante la escala de Hollingshead y Redlich.
Un alto porcentaje de los pacientes registró mejorías sinto
máticas y “funcionales”. La actitud del terapeuta (gusto o
disgusto) hacia el paciente no demostró tener relación con el
“grado de la mejoría”. Los pacientes de clases bajas mejora
ron más que los de clases altas.
Los factores del paciente que se relacionaron con el éxito
del tratamiento fueron: 1) la facilidad para entablar relaciones
sociales, y el interés por hacerlo; 2) la ausencia de deterioro
271
en los procesos del pensamiento; 3) la falta de alienación;
4) la angustia aguda; 5) el trasfondo socioeconómico bajo.
Langsley y otros (130) estudiaron la eficacia del tratamiento
de las crisis familiares mediante la participación en la terapia
de las familias de los pacientes externos, esquizofrénicos y no
esquizofrénicos. La investigación, llevada a cabo en la Uni
versidad de Colorado, comprendió un grupo de 50 familias,
cada una de las cuales tenía un miembro esquizofrénico, y
otro grupo de familias, todas las cuales contaban con un inte
grante no esquizofrénico, pero sí “psiquiátrico”. La mitad
de los enfermos de cada grupo recibió terapia de crisis fami
liar en calidad de pacientes externos, y la otra mitad se trató
por internación. Tras seis meses de seguimiento, se determinó
que la media del número de crisis registrado en cada grupo
era menor que antes del tratamiento. Según los autores del
trabajo, los cambios eran más visibles en los esquizofrénicos
que recibieron terapia de crisis que en los que fueron hospita
lizados. Entre los no esquizofrénicos, la medida de la mejoría
era aproximadamente la misma para pacientes externos e in
ternos. La diferencia más clara entre ambos grupos se notó
en torno de la capacidad para el manejo de crisis familiares:
los no esquizofrénicos acusaron mejoría en esta materia des
pués del tratamiento; los esquizofrénicos presentaron menos
cambios en tal sentido, y necesitaron más a menudo recurrir
a fuentes de ayuda externa para superar el episodio crítico,
en especial cuando se trataba de pacientes que habían sido
internados. Langsley y sus colaboradores atribuyeron esta di
ferencia al fenómeno de la retroacción, proceso notable entre
esquizofrénicos y que en nada favorece el manejo satisfactorio
de las crisis, por lo que es menos probable qué las tensiones
habituales se puedan resolver dentro de las familias afectadas.
Los pacientes no esquizofrénicos no se apartan de la acción y
la cooperación nuevas que es necesario emprender dentro de la
familia para solucionar la crisis, y ello pone a sus familias en
condiciones más apropiadas para interactuar en la superación
de sus problemas.
LA HIPNOTERAPIA EN EL TRATAMIENTO
DE LA FRIGIDEZ
Corresponde a Richardson (183, 184) una amplia experien
cia en el tratamiento hipnoterapéutico de la frigidez y sus
problemas anexos. En el informe que publicó en 1984, co
menta su trabajo con un grupo de 76 mujeres no tratadas,
entre las cuales se registraba un 24 por ciento de orgasmos re
lacionados con el coito. Tras la hipnoterapia, ese porcentaje
ascendió al 84 por ciento. Los tratamientos fueron de entre
277
una y ocho sesiones, con promedio de 1,53. Solo cuatro de
las pacientes no resultaron beneficiadas; las otras 72 acusaron
“mejoría espectacular”. El seguimiento ulterior indicó que,
terminado el tratamiento, solo dos de las pacientes sufrieron
disminución en el porcentaje de orgasmos alcanzados. En
1968, otro trabajo de Richardson informó acerca de un éxito
comparable con 94 pacientes de una muestra de 114. El autor
atribuye estos excelentes resultados a la motivación de las
mujeres casadas que tropiezan con problemas sexuales, y a la
ausencia de todo tipo de “contrasugestiones tentadoras”, como
las que se presentan en los tratamientos de la obesidad y del
hábito de fumar.
TRATAMIENTO DE CONVALECIENTES
DE INFARTO DE MIOCARDIO
En el Centro Médico de la Universidad de Oklahoma, Adsett
y Rrubn (1) aplicaron psicoterapia breve a convalecientes de
infarto del miocardio, en cumplimiento de un proyecto de in
vestigación neurocardiológica que duró siete años. Los pa
cientes recibían evaluación clínica por parte de médicos, a
intervalos de entre seis y ocho semanas. En estas visitas, se
los sometía a pruebas fisiológicas: medida de la presión, del
pulso, y del contenido de colesterol y de ácido úrico de la
sangre. También se les administraban subescalas del IPPM,
para evaluar la ansiedad y la depresión. Los datos resultan
tes se comparaban con los obtenidos de un grupo de control,
compuesto por pacientes que no participaban de la psicotera
pia de grupo, y de otro, formado por quienes habían renunciado
a ella. Entre estos tres grupos, no había diferencias signifi
cativas de edad, educación o C.I. Los integrantes del grupo
de control alcanzaron puntajes mayores en la escala de hipo-
manía del IPPM. Los que habían rechazado la psicoterapia,
lo hicieron en las escalas de psicopatía, paranoia e hipomanía
correspondientes. Durante los seis meses del tratamiento y
otros seis meses de seguimiento, no se observaron diferencias
entre las medias de presión sanguínea, pulso, ansiedad y de
presión de los pacientes del grupo experimental y las de los
integrantes de los otros grupos. Pero en los primeros se obser
vó, en cambio, niveles significativamente más altos de coles
terol durante y después de la terapia, y niveles también mayo
res de ácido úrico al terminar el tratamiento. Para los inves
tigadores, estos aumentos resultaron inexplicables. En el curso
de algunas sesiones de grupo, se tomaron electrocardiogra
mas de algunos pacientes, sin que se observaran cambios signi
ficativos. Ninguno de los pacientes experimentó otro inconve
280
niente que síntomas de ansiedad, inquietud leve, sudores y
palpitaciones. Los investigadores creen, en consecuencia de
todo lo visto, que los pacientes de infarto de miocardio pue
den someterse a terapia de grupo sin riesgo de sufrir conse
cuencias serias. Este descubrimiento es importante, ya que
esta clase de enfermos ejerce a menudo poder tiránico sobre
la vida familiar, debido a que sus parientes temen precipitar
en ellos crisis cardíacas por el mero hecho de ‘contradecirlos
o expresarles sus sentimientos. Adsett y Bruhn concluyen que
se debe ayudar a las familias a actuar en forma más con
gruente con la realidad cuando uno de sus miembros sufre
un ataque cardíaco: “Deben aprender a responder al paciente
sobre la base de factores reales, y no dejarse dominar por el
temor de que el enfermo caiga muerto si se lo excita emocio
nalmente o se lo insta a asumir una vida activa”.
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Capítulo 14
ENTRENAMIENTO
PARA LA PSICOTERAPIA BREVE
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