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TEXTO 1:
Vivo solo por hartazgo de vivir acompañado y con el deseo de dejar pronto de estar
solo. Gano mi dinero honradamente, con el trabajo de mi cerebro, lo cual es poco frecuente
entre gente de pluma (literatos y avestruces). Me levanto y me acuesto tarde pues no creo que
Dios ayude al que madruga; ahí están las gallinas que, a pesar de que se levantan con el alba,
envejecen poniendo huevos para que los coman los demás y acaban muriendo en la cazuela. Así
seguiré viviendo hasta que comience a vivir de otra manera. Soy feo, singularmente feo, feo
elevado al cubo. Además soy bajo; un metro sesenta de altura. Soy delgado, de pelo negro, ojos
oscuros, rostro afilado, orejas pequeñas, barba cerrada (afeitada con Gillette) y cuello planchado
(con brillo). Mis facciones, que se animan en la conversación, tienen, cuando no hablo, una
expresión dura, tirando al enfado. Mi esqueleto está proporcionado: doce grados menos
proporcionado que "Apolo" y veinticinco grados más que "Quasimodo". Me gusta el campo, el
arroz, los huevos fritos, las mujeres y el "beefsteack" con patatas. Nunca he padecido
enfermedades repugnantes, esas enfermedades deshonrosas de que los hombres suelen hacer
gala. Me siento capaz de ingerir hasta nueve cafés diarios sin que mi sueño se vea turbado por
otra cosa que no sea la llegada del correo de las doce. Duermo con la tranquilidad de los justos y
de las marmotas, y el sueño me produce dos efectos curiosos: me pone de mal humor y me
ondula el pelo. Físicamente, por lo dicho, no reúno condiciones bastantes para obtener un solo
elogio de las personas entendidas en estética. Con respecto al carácter soy un sentimental y un
romántico incorregible.
TEXTO 2:
Así dijo la diosa y en su pecho infundió dulce deseo de su primer esposo, su ciudad y sus
padres; y tocada de finos velos blancos, al punto se salía de la estancia deprisa, tierna lágrima
vertiendo no sola, que con ella también iban dos servidoras, Etra la hija de Piteo, y Clímena,
la de ojos de novilla.
Y prontamente luego se iban acercando a donde estaban las puertas Esceas.
Y a ambos lados de Príamo, Pántoo, Timetes, Lampo, Clitio e Icetaon el compañero de Ares,
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TEXTO 3:
(...)-¿Eres tú la que ha dicho todo eso, Dorotea?
-¿Quién, yo? Me quedé dormida un rato. ¿Te siguen asustando?
-Oí a alguien que hablaba. Una voz de mujer. Creí que eras tú.
-¿Voz de mujer? ¿Creíste que era yo? Ha de ser la que habla sola. La de la sepultura grande.
Doña Susanita. Está aquí enterrada a nuestro lado. Le ha de haber llegado la humedad y estará
removiéndose entre el sueño.
-¿Y quién es ella?
-La última esposa de Pedro Páramo. Unos dicen que estaba loca. Otros, que no. La verdad es
que ya hablaba sola desde en vida.
-Debe haber muerto hace mucho.
-¡Uh, sí!, hace mucho. ¿Qué le oíste decir?
-Algo acerca de su madre.
-Pero si ella ni madre tuvo...
-Pues de eso hablaba.
-... O, al menos, no la trajo cuando vino. Pero espérate. Ahora recuerdo que ella nació aquí, y
que ya de añejita desaparecieron. Y sí, su madre murió de tisis. Era una señora muy rara que
siempre estuvo enferma y no visitaba a nadie.
TEXTO 4:
La llamaban la Divina. Tenía las cejas negras e hirsutas, tan gruesas y prominentes que el resto
de la cara pasaba inadvertido. Se hubiera dicho que no tenía nariz, ni boca, ni mejillas, ni
dientes (que eran bastante feos), ni pelos, ni ojos: tenía solamente cejas. Algunas personas
decían que en la oscuridad cada uno de los pelos, que parecían de bicho quemador era luminoso
como los ojos de los gatos, pero nunca pude averiguar si esto sucedía realmente o si era una
ilusión de quienes la admiraban.
8. ¿Qué tipo de descripción se reconoce en el fragmento anterior?
A) Etopeya
B) Retrato
C) Prosopografía
D) Topografía
E) Cinematográfica
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SOLUCIONARIO
1. A
2. B
3. C
4. A
5. B
6. A
7. E
8. C
9. D
10. B