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EL SISTEMA DE VIENA Y EL NUEVO ORDEN EUROPEO.

RESTAURACIÓN Y REVOLUCIÓN EN EUROPA.


INTRODUCCIÓN. Los Estados vencedores de Napoleón en 1814-15 se reunieron en el
Congreso de Viena para reconstruir Europa sobre el supuesto de que su victoria representaba
el definitivo triunfo sobre la Revolución político-social de carácter liberal y en la creencia de
que los países y sociedades europeos deberían volver al Antiguo Régimen con la restauración
del absolutismo anterior a la superada etapa revolucionaria. Pero el espíritu liberal y la
necesidad real de transformaciones no habían desaparecido tan fácilmente y la realidad de
Europa en 1815 no podía reducirse a una fórmula tan simple, sino que, por el contrario, de
hecho, existían dos realidades europeas que se manifestaban, cada una de ellas, en un distinto
plano o nivel, el político y el económico-social. Y que superpuestos y opuestos entre sí se
enfrentarían durante la primera mitad del siglo XIX en sucesivos movimientos revolucionarios y
reacciones contrarrevolucionarias, completando el ciclo de la revolución liberal burguesa. A) El
orden político está constituido por la estructura y la organización político-administrativa
impuestos a nivel nacional e internacional por la coalición de los aliados vencedores de
Napoleón y lo que representaba, y que desde 1815 esta coalición domina políticamente
Europa. Es la política de la restauración del absolutismo del Antiguo Régimen, que se elabora
en el Congreso de Viena y que tiene su expresión en la Santa Alianza y en el sistema de
Metternich, constituyendo su base ideológica el pensamiento de los filósofos de la
Restauración. B) La realidad económico-social tiene otro carácter y no se corresponde con la
organización política que le es impuesta: las sociedades europeas occidentales prosiguen su
desarrollo económico y técnico, extendiéndose la revolución industrial por el continente. La
burguesía industrial continúa aumentando su poder económico y social como imparable clase
ascendente aunque ha perdido gran parte del poder político, poder que lucha por recuperar,
controlando, a la vez, a los incipientes grupos populares. Y tres fuerzas económico-sociales
animan el proceso de cambio incontenible: el liberalismo, el romanticismo y el nacionalismo. El
desajuste entre el orden económico impuesto por las monarquías absolutas y la realidad
económico-social era tan acusado que durante toda la primera mitad del siglo XIX, Europa
conoce el continuo enfrentamiento y la lucha entre ambos: el primero para mantener la
situación política restablecida, y la segunda para transformar el orden social por medio de la
acción revolucionaria. Reacción absolutista y revolución liberal se oponen y suceden a través
de movimientos violentos que señalan las revoluciones europeas de 1820, 1830 y 1848, y los
movimientos nacionalistas de los pueblos europeos. Todo este proceso vamos a tratarlo en los
siguientes apartados: I BASES IDEOLÓGICAS DE LA RESTAURACIÓN II EL CONGRESO DE VIENA Y
LA SANTA ALIANZA III LA EUROPA DE LOS CONGRESOS Y EL SISTEMA DE METTERNICH I BASES
IDEOLÓGICAS DE LA RESTAURACIÓN (J. Droz, pp. 3-12). Las monarquías restauradas y los
antiguos grupos dirigentes que han vuelto a tomar el poder político, se apoyan para la
construcción de Europa restaurada sobre un movimiento ideológico europeo de reacción
contra todo lo que representa el individualismo y el liberalismo revolucionarios y de apoyo y
defensa de la tradición. Este movimiento tiene sus orígenes a finales del siglo XVIII en autores
británicos, como BURKE, franceses, como J. DE MAISTRE, y alemanes (NOVALIS); pero sólo a
partir de 1815 dan sus obras fruto. Varias corrientes de pensamiento confluyen en la filosofía
de la Restauración. El tradicionalismo francés, que surge como resultado de una reflexión
sobre la revolución de 1789, Así, autores como BONALD o MAISTRE, insisten en el origen
teocrático de los soberanos legítimos, que tienen su poder por delegación del único y
verdadero soberano, el papa infalible, representante de Dios entre los hombres. El hombre,
afirman ambos, no puede crear nada nuevo en el mundo político ni en el físico: “Puede, sin
duda, plantar un pepino, hacer creer un árbol, perfeccionarlo mediante injertos y podarlo de
cien modos distintos, pero jamás se ha podido imaginar que pueda crear un árbol; ¿cómo ha
podido, entonces, imaginarse que tuviese poder para crear una constitución?” . En Suiza,
Ludwig Von HALLER también reacciona contra el racionalismo del siglo XVIII y a favor de los
Estados absolutos. Según HALLER (Restauración de la ciencia del Estado) el soberano reina no
en virtud de una delegación, sino de un derecho y no administra la cosa pública, sino sus
propios bienes y propiedades particulares. Las tesis de los románticos alemanes son
equivalentes. Siguiendo de una manera creciente la influencia de la Iglesia, aportan una
justificación teológica a las ideas de legitimidad, jerarquía y autoridad. Tanto los católicos,
reunidos en Munich en torno a GÖERRES, como los protestantes, con STALL, expusieron la
justificación de carácter divino de la autoridad monárquica. En Prusia, HEGEL (Filosofía del
Derecho) considera el Estado como una realidad permanente, que preexiste a los individuos y
que no emana de la voluntad general, sino que es una realidad absoluta. Las clases dirigentes
de 1815 cuentan a su favor con la sumisión de las masas rurales y la estrechez de la vida
urbana Pero será la evolución de la economía y su paralelo en la sociedad la que va a afectar a
la filosofía y al sistema de la Restauración. El desarrollo de la gran industria, dice Droz, va a
actuar sobre la sociedad heredera del Antiguo régimen y a hacer de la burguesía el elemento
fundamental de la nueva vida política. II. EL CONGRESO DE VIENA Y LA SANTA ALIANZA. La
reconstrucción política de Europa tal como se realiza en 1815 y que constituye el proceso de
Restauración absolutista a nivel continental, ha de considerarse teniendo en cuenta, por
separado, cada una de las piezas que componen el conjunto del fenómeno político. La
reorganización europea se hace a partir de estos factores y elementos: unos estadistas y unas
potencias concretas; unos principios e ideas básicas; una serie de acuerdos y alianzas, y una
serie de congresos para la realización de la política determinada por el sistema dominante. II.1.
Las potencias y sus dirigentes políticos. Las potencias y los dirigentes que deciden y dominan
son los “cuatro grandes vencedores de Napoleón, a los que se añade la Francia borbónica
restaurada. Sus caracteres respectivos son expuestos en líneas generales a continuación.
AUSTRIA, aparece como la gran potencia centroeuropea, factor de equilibrio continental, con
su hegemonía sobre tres grandes bloques de Estados: su propio imperio danubiano; los países-
Estados de la confederación alemana, y los países de la Italia dividida. Dirigente destacado de
Austria es Metternich, que representa el orden europeo posnapoleónico hasta el punto de dar
su nombre al sistema de la Restauración, sus ideas y su acción política se orientan hacia la
defensa a ultranza de todo lo que constituye la Europa restaurada: defiende la hegemonía de
Austria unida al equilibrio centroeuropeo; es partidario de la incorporación de la nueva Francia
al conjunto de potencias dirigentes de Europa; sostiene que debe proyectarse el estado
interior de un país en el exterior y que existe relación entre el poder efectivo de un país con la
autoridad y responsabilidad internacionales que debe desempeñar. Metternich ejerció su
poder sobre la política austriaca y europea en general desde la época napoleónica (1809) hasta
los movimientos revolucionarios de 1848. RUSIA es la gran potencia eslava de Europa oriental
que, por un lado, asienta sus expectativas de grandeza y poderío entre su expansión hacia
Europa (orientándose tanto hacia el Báltico y Europa central como hacia los Balcanes y el
Mediterráneo) y su expansión por Siberia hacia el Pacífico y Asia Central. Por otro lado, se
encuentra dividida en el interior entre la alternativa política que ofrecen de una parte los
occidentalistas y de otra los eslavófilos. El protagonismo político ruso está representado por el
ministro Nesselrode y sobre todo por el Zar, Alejando I (1801-1825) que, aunque imbuido por
un misticismo mesiánico y unas inquietudes espirituales que quiere reflejar en la ordenación
de la política internacional, impregna también su acción de la inestabilidad de sus ideas y
convicciones, por causas tanto personales como sociales y políticas, al considerar la escisión de
la sociedad rusa entre occidentalistas y eslavófilos. GRAN BRETAÑA es la gran potencia
atlántica de Europa occidental, que por oportunismo y pos sus intereses internacionales se
alinea con las potencias vencedoras de Napoleón, pero con las que tiene muy escasas
afinidades. Las notas que diferencian a Inglaterra de sus aliados son: su creciente poderío
económico, basado en la ininterrumpida industrialización; su fidelidad al liberalismo, tanto
económico, por el desarrollo del capitalismo, como político, con la iniciación de las reformas
que darán plenitud a su sistema parlamentario; su persistencia en la política internacional del
equilibrio europeo y la teoría de la balanza de poderes a nivel continental; su continua
expansión colonial que la lleva, a pesar de la pérdida de las Trece Colonias, a construir un gran
imperio mundial que se transforma en el centro de todos sus intereses. Las peculiaridades de
su vida política interior, con el juego de los partidos parlamentarios, se proyecta entre Canning
(Whig) y Castlereagh (Tory), que sin despreocuparse de las cuestiones imperiales, se orienta a
las cuestiones europeas llegando a ser uno de los principales protagonistas del juego político
de la Europa que nace en 1815. PRUSIA, con su fuerza nacionalista, es el nuevo país que se
incorpora al grupo de potencias, entre las que representa el papel de menor fuerza en este
momento histórico, pero entre las que se sitúa como advierte Hobsbawm, con su gran
potencialidad hacia el futuro. La monarquía prusiana (Federico Guillermo III) y su ministro
Handenberg comienzan a colocar a Prusia entre los primeros Estados de la dividida Alemania y
se preparan para servir de centro y aglutinante de los diversos Estados alemanes a los que
acabarán por imponerse y sobre los que ejercerán su dominio, haciendo de Prusia el reino
fuerte que domine y una a los pueblos alemanes, y que sea la auténtica potencia de Europa
central. FRANCIA, por último, aunque recortada y derrotada, se reincorpora rápidamente al
grupo de potencias dominantes europeas; las mismas potencias que unos años antes la han
invadido y ocupado, tras la liquidación del Imperio Napoleónico. Aparece como un nuevo
Estado al producirse la caída de Napoleón y la victoria de las potencias aliadas, la restauración
de la Monarquía borbónica, con Luis XVIII como rey, y siendo su ministro Talleyrand que se
convierte, con sus ideas y sus acciones políticas, en uno de los principales protagonistas de la
Restauración. Figura polémica, en su obra política, por un lado, se considera a Talleyrand sin
ideas fijas y acomodaticio a la situación cambiante, político camaleónico, por otro lado, se
considera su fidelidad a sus ideas fundamentales, tanto políticas como religiosas, y se destaca
su triple formación eclesiástica, internacionalista y enciclopedista; siendo en estos momentos
firme partidario de la legitimidad del poder, lo que se reflejó en la obra de construcción
europea. II.2. Las ideas básicas de la Restauración. Las ideas sobre las que se fundamenta la
Restauración son: el principio, tanto en el orden moral como jurídico, de la Legitimidad. La paz
no existe si al frente de los Estados no se encuentran los soberanos legítimos. La legitimidad se
refiere en primer lugar al Titular, como formula Talleyrand, quien consigue la aceptación de los
Borbones para el trono francés. Se refiere, en segundo lugar, la legitimidad al ejercicio; el rey
legítimo no debe estar frenado por una constitución, su poder es de origen divino. A partir de
esta afirmación, la soberanía popular es considerada como una usurpación, una herejía
política. Talleyrand coloca a la Historia como principio legitimador: los monarcas legítimos
gobiernan durante siglos; los soberanos ilegítimos, como Napoleón, se sientan en la fuerza, no
en el derecho, y su duración es tan breve como sus triunfos militares. El principio de
Responsabilidad del poder político, estableciéndose una relación entre el ejercicio de tal poder
y la responsabilidad que corresponde a los poderosos que son los que deben ejercer tal
mando. La responsabilidad de este mando corresponde a los poderosos, se concluye. Es decir,
que la vida internacional debe estar regida por las grandes potencias (término éste que se
acuña en estos años), ya que existe una relación directa entre el poder de una nación y su
papel en el orden colectivo. Ninguno de los políticos de la Europa de los Congresos es
aislacionista. Hasta Castlereagh era un convencido europeísta, al igual que Alejandro I. El
principio de Equilibrio es otra de las ideas fundamentales del sistema (J. Droz, p. 11). Ante
todo, según Metternich, existe un equilibrio entre el interior de los Estados, donde el orden
social debe ser defendido contra las fuerzas de la destrucción, que se homologan a la
revolución burguesa. También existe un equilibrio entre los Estados, ya que estos últimos no
deberían quedar abandonados a su inspiración particular, sino sometidos a una comunidad
supranacional. Y si es cierto que “sólo el orden confiere el equilibrio”, nada resultaría más
peligroso para la existencia de esos Estados que el desarrollo de los movimientos liberales y
nacionales. Metternich se opone, por consiguiente, a cualquier transformación del Estatuto
político. Este equilibro exige un concierto europeo, algo superior a los intereses de cada
Estado. El principio de Intervención. El orden o desorden de un país no es una situación
meramente interior, sino una dimensión que afecta, por su capacidad de contagio, a sus
vecinos; de aquí que sea lícita y conveniente la intervención de las potencias para restaurar a
un soberano que ha sido ilegítimamente despojado de sus atributos. Es el caso de la
intervención de los Cien mil hijos de San Luis, para reponer en su plenitud absoluta a Fernando
VII. II.3. Los acuerdos y las alianzas en las que se establecen de forma práctica tales principios
por parte de las potencias dominantes y sus dirigentes políticos, y que dan nacimiento a la
nueva configuración de Europa y a una nueva organización internacional son: El Primer
Tratado de París (30 de mayo de 1814), establecido tras la primera derrota de Napoleón
(Leipzig) y que, negociado por Talleyrand ante las potencias vencedoras, reduce a Francia, con
Luis XVIII como rey restaurado, a sus fronteras de 1792; pierde las llamadas fronteras naturales
y conserva los enclaves extranjeros de Avignon, Alsacia, Saboya y Mulhouse. Cediendo Isla
Mauricio, en el Índico, a Inglaterra. El Congreso de Viena (10 de octubre de 1914 a 9 de junio
de 1815) fue la gran conferencia que organiza Europa y constituye uno de los grandes
acontecimientos políticos del continente. Toda Europa, incluso la Francia vencida, estuvo
representada en esta magna reunión que tomó medidas decisivas, tanto para reconstruir el
continente tras la guerra, como para intentar asegurar la paz continental en los años futuros.
El Congreso, minuciosamente estudiado por Nicolson, comenzó sus reuniones en la capital
austriaca en septiembre de 1814. Participan en él los grandes monarcas europeos Francisco I
de Austria, Alejando I de Rusia, Federico Guillermo III de Prusia, y los máximos dirigentes
políticos de las cuatro grandes potencias vencedoras de Napoleón, que sea articulan como
órgano rector del Congreso bajo al fórmula de Cuádruple Alianza, y que son: Metternich,
Nesselrode, Castlereagh y Handerberg. A estos cuatro grandes se incorpora, durante el
desarrollo del mismo, Talleyrand, por Francia, dando así origen a la Pentarquía o comité de los
cinco, como grupo dominante. España estuvo representada por Pedro Labrador. Desde la
fecha inicial de apertura de las reuniones (10 de octubre de 1814) se plantean problemas de
procedimiento y para su funcionamiento interno se establecen diez comisiones de trabajo.1
Nicolson señala las cuestiones más desatacadas de los trabajos del Congreso: - Los problemas y
las negociaciones con Polonia. - Los problemas italiano (Nápoles e Italia del Norte) y alemán
(Confederación Germánica, de 38 Estados). - Las cuestiones generales, que afectan en cada
caso, a los Países Bajos, España, Portugal, la abolición de la trata de negros, la cuestión judía en
Alemania, las aguas internacionales y precedencias diplomáticas. Por fin, el 9 de junio de 1815
se firma el Acta final del congreso de Viena que son sus logros, y a pesar de sus fallos,
reconstruye y simplifica el mapa de Europa y 1 Estas diez comisiones de trabajo, según
enumera Nicolson, son: Alemania; de Conferencia, Suiza, para Toscana, para Cerdeña y
Génova; para el Ducado de Beuillon; de las vías navegables internacionales; de las
precedencias diplomáticas; de estadística y de redacción de textos. asegura un largo periodo
de paz al continente. Se han dado diversas interpretaciones de los acuerdos finales de Viena:
por un lado, el Acta final puede considerarse como una fórmula intermedia entre los principios
y realidades nacionales suscitadas de hecho por la guerra, siendo los acuerdos un reflejo de la
nueva situación producida en Europa; por otro lado, no parecen haberse atendido, en las
disposiciones territoriales, los deseos de algunos pueblos europeos, ya que Italia queda
dividida, Bélgica y Polonia quedan bajo dominio extranjero, Alemania queda simplificada pero
con gérmenes internos de inestabilidad; los pueblos cristianos de los Balcanes siguen bajo
dominio turco, las monarquía absolutas se dan seguridades contra las aspiraciones liberales y
nacionales de las burguesías que desembocarán en movimientos revolucionarios contra el
sistema impuesto en Viena. Los acuerdos territoriales más importantes que suponen una
nueva ordenación europea son: Bélgica queda unida a Holanda, integrando el Reino de los
Países Bajos. Prusia se incorpora Renania y parte de Sajonia. Austria, que conserva parte de
Polonia, recibe el reino Lombardo-Véneto, Tirol y las Provincias Ilíricas, además de la influencia
sobre los ducados de Parma, Módena y Toscana. Alemania queda reconstruida como
Confederación Germánica, integrada por treinta y ocho Estados; entre ellos, un Imperio, que
es Austria, y cinco reinos (Prusia, Sajonia, Baviera, Wurttenberg y Hannover) Rusia conserva
Besarabia, se anexiona Finlandia y la mayor parte de Polonia, mientras Cracovia queda como
República independiente. Suecia se anexiona Noruega, formando el Reino Escandinavo.
Dinamarca recibe Holstein. Italia queda de nuevo dividida: se reconstruyen los Estados de la
Iglesia, bajo la soberanía del Papa; el Reino de Piamonte-Cerdeña queda para los Saboya; el
Reino de las dos Sicilias vuelve a los Borbones, y los Ducados bajo la influencia austriaca. Suiza
queda con 22 cantones y se reconoce su neutralidad. Inglaterra, que aparece como la
verdadera vencedora y beneficiaria, se incorpora Heligoland, Malta, Islas Jónicas, El Cabo y
Ceilán que, junto con Isla Mauricio y Trinidad y Tobago, le aseguran el control sobre las rutas
oceánicas. La Santa Alianza es el pacto firmado el 26 de septiembre de 1815 por los soberanos
de Austria, Rusia y Prusia, por iniciativa del Zar Alejandro I. En los orígenes de esta Alianza
encuentra Bertier de Sauvigny dos ideas fundamentales: la búsqueda de un orden
internacional para salvaguardar la paz y la necesidad de una nueva política cristiana. En
realidad, se trata de una simple declaración de intenciones entre cuyos principios se
encuentran la justicia, la caridad, la paz, la fraternidad y la promesa de prestarse ayuda y
asistencia mutuas, pero que no llega a crear ninguna organización internacional precisa. Se
adhirieron a la Santa Alianza la mayor parte de los restantes monarcas europeos. La Cuádruple
Alianza, establecida el 20 de noviembre de 1815, está integrada por los tres Estados de la
Santa Alianza más Inglaterra. Es obra de Castlereagh, en el marco del Segundo Tratado de
París. Crea un sistema destinado a garantizar la aplicación de los tratados impuestos a Francia,
y también una mecánica permanente de consultas sobre los intereses generales y la situación
de Europa con la realización de Congresos: Ha sido considerada una alianza contra Francia y el
espíritu revolucionario. Desde entonces, quedó instituido un sistema de Conferencias que se
celebraron en los años siguientes, dando así origen a la Europa de los Congresos. El Segundo
Tratado de París (20 de noviembre de 1815) es una consecuencia de la aventura napoleónica
de los Cien Días y de la nueva victoria de la potencias en Waterloo (18 de junio de 1815),
mientras sus dirigentes finalizaban las reuniones de Viena. Las condiciones impuestas a Francia
por los Aliados fueron: pérdida de territorios en Saboya, al Norte y al Este del país,
desmantelamiento de la línea Vauban de fortificaciones, pago de indemnizaciones de guerra
(700 millones de francos), ocupación del territorio francés por las tropas extranjeras durante
tres años y control político por los embajadores de la Cuádruple Alianza. III. LA EUROPA DE LOS
CONGRESOS Y EL SISTEMA METTERNICH. El previsto sistema de celebración de Conferencias o
Congresos contenido en los acuerdos de la Cuádruple Alianza comienza a funcionar desde
1818. Desde ese mismo momento se da un sentido práctico con medidas políticas e
intervenciones o acuerdos de principios, por la acción decidida de Metternich. Ya en el primer
congreso, celebrado en Aix-La-Chapelle en 1818, nace una nueva entidad como organismo que
asume la dirección y control político de Europa para salvar y mantener el sistema: se trata de
la Quíntuple Alianza, que agrupa elementos de las dos alianzas anteriores, formada en octubre
de 1818, con ocasión del citado congreso; está integrada por Austria, Rusia, Prusia, Inglaterra y
Francia; fue creada por Metternich, que da nombre al sistema represivo que aplica para el
mantenimiento del orden establecido; esta alianza es la que ha sido considerada como la “liga
de los reyes contra los pueblos”. El sistema de celebración de conferencias se mantuvo vigente
y activo entre 1818 y 1822, aproximadamente, para decaer posteriormente. Los congresos
celebrados y las medidas políticas más importantes tomadas para reprimir las inquietudes
políticas liberales y nacionalistas fueron: Congreso de Aix-La-Chapelle (Aquisgrán), de
septiembre a noviembre de 1818. Se forma, como se ha indicado, la Quíntuple Alianza y
Francia obtiene la evacuación de su territorio por el ejército de ocupación. Hay una declaración
a favor de la intervención en los asuntos internos de otros países, y Gran Bretaña inicia su
retirada de la política acordada en el Congreso de Viena. Congreso de Carlsbad, reunido en
agosto de 1819. En él se toman acuerdos contra los movimientos liberales alemanes, por
iniciativa de Metternich. Congreso de Troppau, octubre de 1820. Metternich formula el
principio de intervención ante las revoluciones liberales mediterráneas (Grecia, Italia, España).
Gran Bretaña se aparta de la política seguida por las potencias cuando Canning sucede a
Castlereagh. Con Canning en la Chancillería, se aparta de los asuntos europeos y presta ayuda
a los movimientos liberales de los pequeños países. Congreso de Laybach, en enero de 1821.
Aprueba la intervención de Austria e el norte de Italia y de Rusia en Europa Central, contra los
movimientos liberales y nacionalistas, produciéndose la protesta de Gran Bretaña y su práctica
separación de la coalición. En realidad, la coalición va a romperse no sólo por la actitud
británica hacia las potencias de la Santa Alianza, sino también por las diferencias que
separarán a Rusia de las potencias europeas con motivo de la independencia de Grecia y la
cuestión de Oriente. Rusia apoya la independencia de Grecia no por su carácter liberal, sino
por lo que supone de debilitamiento del Imperio Turco, enemigo ruso en el intento de
expansión hacia el sur. Congreso de Verona, octubre de 1822. Acuerda la intervención de
Francia en España contra el gobierno liberal, lo que se producirá en 1823, en contra de la
opinión de Gran Bretaña, que desplegará su política hostil a la Santa AlianzaDesde 1826, la
política de la Santa alianza entra en una fase de descrédito, aunque se mantienen las últimas
reuniones del sistema Metternich, comenzando a cuartearse el edificio político construido. Los
movimientos de independencia en Iberoamérica, el reconocimiento de tales independencias
por Gran Bretaña, la persistencia de los movimientos revolucionarios en 1820 y 1830 y sobre
todo la política inglesa, que con sus reformas internas y su expansión externa sitúa a Gran
Bretaña a la cabeza de una realidad política nueva como es la naciente Europa liberal. Con las
revoluciones de 1848, el sistema montado en la Santa Alianza y los congresos queda
totalmente destruido y, ante la oleada revolucionaria liberal que se extiende por Europa, se
produce la caída de Metternich, último superviviente de Viena. B) SEGUNDA PARTE: LAS
REVOLUCIONES Y LA EXPANSIÓN DEL LIBERALISMO. Entre 1815 y 1849 Europa conoció tres
oleadas revolucionarias sucesivas: hacia 1820, hacia 1830 y en 1848. IV. LAS REVOLUCIONES
DE 1820. La primera oleada, la de 1820, se vio pr3ecedida por una fuerte agitación en
Alemania, especialmente en los medios universitarios. El fin era político: quería obligarse a los
diversos gobiernos alemanes a conceder constituciones. Pero la represión sabiamente dirigida
por Metternich ahogó el movimiento antes de que hubiera tomado forma revolucionaria. En
España fue diferente. Aquí, las tropas acantonadas en Cádiz, para ir a combatirá la
independencia en las colonias americanas. Se amotinaron bajo las órdenes de un oficial, el
teniente coronel Riego, en enero de 1820. Las tropas hicieron triunfar la revolución, cuyo fin
era también político. El rey Fernando VII tuvo que restablecer la Constitución de 1812 que
había abolido en 1814, El absolutismo no sería restaurado hasta 1823, después de una
intervención francesa –Los cien mil hijos de San Luis- al mando del Duque de Angulema. Casi al
mismo tiempo, en julio de 1820, estalló una revuelta en Nápoles, tramada por los carbonarios
y dirigida por un oficial. Pepe. Su fin era, igualmente, político. El rey, Fernando I tuvo, a su vez,
que restablecer una constitución. Mientras las tropas austriacas restablecían el orden en
Nápoles, se producía una insurrección de los carbonarios en Piamonte en marzo de 1821.
También allí hubo que conceder una constitución y, como en Nàpoles, las tropas austriacas
intervinieron para restablecer el poder absoluto. Desde Italia el movimiento se propagó a
Francia. El 13 de febrero de 1820 fue asesinado el Duque de Berry, sobrino del rey. A fines de
1821, la “Charbonerie” –cura organización era copia de la de los carbonarios italianos- intentó
pasar a la insurrección. En Samur (diciembre de 1821), en Belfort (enero de 1822), en Thouars
(febrero de 1822) y en Colmar (julio de 1822) los oficiales se sublevaron a trataron de sublevar
a las guarniciones. Pero estos complots, mal organizados, fracasaron en todas partes. El último
país alcanzado por esta oleada revolucionaria fue Rusia. A la muerte del zar Alejandro I, un
grupo de oficiales, pertenecientes a sociedades secretas, intentó encontrar a su hermano
Constantino en lugar de a su otro hermano >Nicolás. Lo que verdaderamente intentaban era
transformar el régimen autocrático en régimen constitucional. Fue la insurrección
“decembrista”. Mal concebida y mal organizada, su fracaso fue total. Al ir acompañadas estas
sublevaciones políticas de revueltas nacionales, en Grecia y en las colonias españolas en
América, Metternich y el zar creyeron ver en ellas una especie de complot jacobino cuyo
centro debía ser París. La verdad es que, si hubo revueltas en todas partes, sus causas fueron
generales. Los pueblos soportaban con dificultad el absolutismo y la opresión. La primera
oleada de revueltas fue un esfuerzo desordenado e impotente para conquistar la libertad.

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