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Susan Wolf explora vías (caminos) alternativas para interpretar la pregunta ¿cuál es el sentido de la

vida? Ella sugiere que incluso si la vida toda no tiene propósito, nosotros aun podemos aceptar la
posibilidad de encontrar un significado en ella. La posibilidad de que aún podemos vivir vidas llenas de
propósito. En otras palabras, sería bueno elaborar los diferentes significados que la idea de encontrar un
propósito en la vida, pueda tener.

La pregunta ¿cuál es el sentido de la vida? Fue, alguna vez, un paradigma de las investigaciones
filosóficas y, quizás, fuera de la academia aún lo es. Pero dentro de ella, la pregunta se suele atender
con cierta incomodidad y hasta vergüenza. Pero ¿qué hay de malo en la pregunta, o cuál es el problema
con ella? Una respuesta a ello puede ser que la pregunta en sí es extremadamente lúgubre, sino
estrechamente ininteligible. Es difícil determinar qué es lo que la pregunta supuestamente está
solicitando o hacia dónde apunta.

Cuando preguntamos por el significado de una palabra, queremos saber lo que la palabra representa.
Pero la vida no es parte de un lenguaje u otro sistema basado en símbolos, por consiguiente, no nos
queda claro cómo ésta podría representar a algo o alguien. En ocasiones usamos un “significado” en
contextos no lingüísticos, como por ejemplo: “ésas huellas significan que alguien estuvo aquí desde
que comenzó a llover”; y en estos casos, hablar acerca de un significado parece ser equivalente a hablar
de evidencia.

Pero los contextos en los cuales estas afimaciones son realizadas, tienden a especificar qué hipótesis
están en duda dentro de límites relativamente fijos. Preguntar ¿qué significa la vida? Sin un contexto
similar y específico, sólo nos deja a la deriva.

Aun asi, cuando las personas preguntan por el significado de la vida, están mostrando, evidentemente,
algún tipo de preocupación al respecto y estaríamos siendo poco sinceros al insistir que el resto de
nosotros no tiene la menor idea acerca de esta preocupación. La pregunta avanza, al menos, a un
conjunto de preocupaciones con los cuales muchos de nosotros estamos familiarizados y en lugar de
catalogarla como un mero “sin sentido” (y dejar ir una incógnita con la cual muchas personas han
estado apasionadamente ocupadas), parece ser más apropiado interpretarla y reformularla de una
manera que pueda ser comprendida tanto de forma ambigua como clara. Aunque pueden estar
sucediendo muchas cosas cuando las personas preguntan “¿cuál es el significado de la vida?”, la más
central dentro de ellas parece ser buscar un propósito o un fin para la existencia humana. Esto es una
solicitud para saber por qué estamos aquí (esto es, ¿por qué existimos en absoluto?), con la esperanza
de que una respuesta a esta pregunta también nos dirá algo acerca de qué es lo que deberíamos estar
haciendo con nuestras vidas.

Si entender la pregunta, de esta forma, la hace inteligible, podría no haber motivo para reabrir la
pregunta misma como un problema filosófico vivo. De hecho, si hay algo de descontento en el campo
filosófico profesional con la discusión del significado de la vida, este viene del deseo de excluir (a
modo de castigo) la ambigüedad y oscuridad que se encuentran en la pregunta; tan igual como (creo) es
el hecho de que la pregunta, cuando se ha esclarecido un poco más, ya ha sido respondida y la
respuesta a ésta es, al menos, deprimente. Específicamente, si la pregunta al significado de la vida está
destinada a ser identificada con el propósito de la vida, entonces la congetura general, al menos entre
filósofos profesionales, sería que todo dependería de la existencia de Dios. En otras palabras, la opinión
que circula parece ser que si hay un Dios, entonces hay al menos una oportunidad de que exista un
propósito y, por consiguiente, un significado a la vida. Dios nos pudo haber creado por una razón, con
un plan en mente. Pero ir más allá en esta rama del pensamiento no es un alcance que los filósofos no
religiosos puedan realizar. Si, por el otro lado, no hay Dios, entonces no podría haber significado en el
sentido o propósito de nuestra existencia. Simplemente somos productos de procesos físicos – no hay
razones para nuestra existencia, solo causas.

Al mismo tiempo, esa charla en la cual la vida tiene un significado, se encuentra betada de la filosofía,
aunque, sin embargo, las conversaciones que se refieren a las vidas siendo más o menos significativas,
parecen estar incrementándose; sermones, manuales de autoayuda y terapias son resultado de una
afirmación nada nueva y obvia, a saber, que la felicidad no es un asunto de comodidad material o
placer sensual, sino que tiene un significado más profundo en algún tipo de cumplimiento o logro.
Aunque filósofos, hasta la fecha, han tenido que decir muy poco sobre aquello que otorga significado a
vidas particulares; una búsqueda que es generalmente reconocida como apropiada e inteligente. Es un
hecho que quien no piense de esta forma, no muestra bastante inteligencia o sensitividad.

¿Pero cómo las vidas individuales pueden tener un sentido, si la vida toda no lo tiene? ¿existen algunos
de nosotros quienes sospechan que no hay un sentido de vivir, engañándonos a nosotros mismos en
continuas charlas acerca de la posibilidad de encontrar un significado en la vida? (¿estamos acaso
siendo cortos de vista, fallando en ver las implicaciones de una parte de nuestro pensamiento, en otro?)
Alternativamente, ¿son estas expresiones meros homónimos sin conección lógica o conceptual entre
ellos?, ¿existen aquí, acaso, dos tópicos completamente desconectados el uno del otro?

Muchos de ustedes sentirán alivio al saber que no deseo revivir la pregunta de si hay un significado
para vivir. Estoy inclinada a aceptar la visión estándar (o la visión más habitual) de que no hay una
interpretación plausible para esta pregunta, que ofrecezca una respuesta positiva en la ausencia de una
metafísica religiosa justa. Un entendimiento del significado absoluto en la vida, sin embargo y desde
mi perspectiva, tiene el mérito de recibir más atención filosófica de la que ha recibido, y tendré que
decir algunas cosas con respecto a ello. Aquí, también, estoy inclinada a aceptar la visión estándar – en
donde el significado es un atributo inteligible que se busca en una vida, y que es en ocasiones
alcanzable pero no siempre seguro de serlo. Con un análisis propuesto, debiese retornar a la pregunta
de cómo una visión positiva acerca de la posibilidad de significado en las vidas puede calzar con una
visión negativa o agnóstica acerca del significado de la vida. Los tópicos no están, creo, tan
desconectados como podrían parecer estar en un comienzo, para que sus respectivas respuestas
optimistas y pesimistas, logren coexistir. Aunque mi discusión no ofrecerá nada nuevo en lo que
respecta a una respuesta a la pregunta del significado de la vida, creo que sí podría ofrecer una
perspectiva algo más diferente en el significado de la pregunta misma.

Comencemos, sin embargo, con la otra pregunta; ésa que se refiere a la comprensión de lo que es
buscar un significado en la vida. ¿Qué queremos cuando queremos una vida llena de sentido?, ¿qué es
aquello que hace que algunas vidas tengan más sentido y otras menos?
Si nos concentramos en la perspectiva del agente o del sujeto – en una persona que quiere un propósito
en su vida, a ella sintiendo la necesidad por más significado – nos podríamos inclinar hacia una
interpretación subjetiva del atributo siendo buscado, esto es, el significado. Cuando una persona busca
(interna y conscientemente) algo para darle a su vida un significado, esto nos señala un tipo de
infelicidad. Una imagina, por ejemplo, a la aislada ama de casa cuya vida parece ser una serie de
deberes infinitos. Nos podría parecer que lo que ella quiere es algo que podría encontrar subjetivamente
gratificante.
Esta impresión se refuerza si consideramos referencias a “experiencias significativas” (la frase podría
ser aplicada, por ejemplo, a un cierto tipo de boda o funeral). El atributo más notorio de un evento
descrito como significativo parece ser su “significa mucho” para los participantes; para quienes viven el
evento y expresan su significancia de esta forma, por ejemplo, “significa mucho para mi”. Decir que
una ceremonia o, en el mismo sentido, un trabajo es significativo parece incluir al menos la idea de que
tanto la

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