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I.

Comisión 3
II. Cátedra introducción al derecho
III. Responsable del curso: Daniel Darío Yaber
IV. Correo enviado a: intderyaber@gmail.com
V. Película: Kapò
VI. Trabajo práctico número 3
VII. Alumna: María Magdalena Berruet Marchetto
Comienzo esta opinión personal con dos ideas a las que Kelsen hace referencia.
Él afirma que “no hay mala in se, sino solamente mala prohibita”, y luego explica
que puede aparecer un conflicto entre orden jurídico y deber moral, siendo que
pueden coincidir, pero no necesariamente.

Aun así, considero que sí existen cosas malas en sí mismas, estén o no


constituidas como actos ilícitos. Según una concepción contractualista, nadie
puede querer para sí mismo algo perjudicial; entonces opino que el aparato
estatal, cumpliendo su responsabilidad social y junto con el ordenamiento jurídico,
debería poner a disposición todos sus recursos para evitar estos actos dañinos.

Ninguna persona debería ver vulnerado el derecho a la vida, a la integridad, a la


dignidad y a cubrir sus necesidades básicas, que considero principios inviolables.
Que peligren esos derechos es suficiente para generar mecanismos que lo
impidan. Aún más, a pesar de lo que Kelsen afirma (que los órganos estatales no
están obligados a no dictar leyes que vayan en contra de la libertad o igualdad
personales, pero que el orden internacional puede sancionar esta conducta), el
sistema estatal debería ser en sí mismo capaz de impedir que se dicten ese tipo
de leyes, en vez de tratar de solucionar el problema de un derecho ya lesionado.

Es por esto que considero que, para que el estado no revista de norma un acto
contrario a los derechos naturales del hombre y que no exista una contradicción
entre sistema jurídico y moral, es necesaria una constante articulación entre
ambos sistemas. Sirviéndose el uno del otro, y estableciendo en conjunto valores
que no podrían ser negociados ni vulnerados, es como sería posible una justa
convivencia. De lo contrario, las consecuencias podrían ser irreversibles.

La muerte no es la única de las posibilidades cuando esto sucede. Se ve en


“Kapò” que quienes ven vulneradas sus libertades básicas sufren de una
deshumanización al ser inducidos al suicidio cultural (Ej.: Edith, a quien le dicen
“no digas que sos judía”), al abandono de su identidad (Ej.: Edith, que pasa a ser
Nicole) y a la competencia violenta que se da entre los que ven vulnerados sus
derechos para sacar provecho uno del otro (Ej.: Todas las Kapò del campo de
concentración y su expresa violencia a quienes tenían asignados bajo su control).

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