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CAPÍTULO 1

Con frecuencia, la misma complejidad de la


conducta humana ha llevado a la desesperación,
incluso cuando se aplican las reglas emanadas de
las pruebas científicas. En tal virtud, se han
aplicado tratamientos más bien fortuitos a la
condición humana. En parte, son las exigencias de
la acción rápida las que han determinado ese
enfoque, en parte han sido razones históricas.
Cuando se demanda acción inmediata sobre
problemas sociales importantes, los programas no
científicos llevan ventaja sobre la tarea de
cuantifícar y documentar los progresos reales, cosa
difícil que además requiere tiempo, Por otro lado,
las exigencias prácticas que imponen la escuela, el
hospital, el hogar y otras instituciones han hecho
difícil la tarea de recolectar datos detallados, al
tildarlos de imprácticos e inconvenientes. ANÁLISIS DE
Sin embargo, existen ahora técnicas
modernas para el análisis experimental de la
conducta, que son adecuadas para construir una LA CONDUCTA
ciencia de la conducta humana en la cual es factible
basar una tecnología efectiva. No hay necesidad de
suavizar las reglas de la evidencia o de no prestar
atención a los detalles al tratar con la conducta
humana. Dada una ciencia de la conducta, la rela-
ción ocasional, anecdótica, de la conducta se
vuelve un asunto de interés puramente heurístico.
¿QUÉ ES EL ANÁLISIS
EXPERIMENTAL DE LA
CONDUCTA?
B. F. SKINNER1
...Aunque rara vez pueden trazarse límites precisos al definir cualquier área científica, vale la pena señalar algunas
características distintivas (del análisis experimental de la conducta).

LA VARIABLE DEPENDIENTE
La probabilidad de que una porción dada de conducta ocurra en un momento
determinado es un dato natural de una ciencia de la conducta. El análisis
experimental trata esa probabilidad en términos de la frecuencia o la tasa de
respuestas. De la misma manera que la probabilidad, la tasa de respuestas sería
un concepto sin significado si no fuera posible especificar la topografía de la
respuesta de tal modo que puedan contarse los casos diferentes de una operante.
Generalmente, la especificación se hace con ayuda de una parte del aparato —el
operandum— que registra las ocurrencias de una respuesta. En la práctica, las
respuestas así definidas muestran gran uniformidad conforme el organismo se
mueve en un marco de referencia limitado por su propia anatomía y por el am-
biente inmediato. Por lo común los cambios en la tasa se registran y se
inspeccionan en el omnipresente registro acumulativo, aunque cada vez más se
usan en mayor medida las distribuciones de tiempos entre respuestas y los
análisis de las tasas y de los cambios de tasa por computadoras en línea2 con el

1
Tomado del Journal of the Experimental Analysis of Behavior, mayo de 1966, 9 (3), págs. 213-218. Derechos reservados
en
2
1966 por Society for the Experimental Analysis of Behavior, Inc. Reimpreso con permiso.
Parece ser un término intraducible. [N. del T.]
Notas introductorias presentadas en un simposio sobre la Aplicación del condicionamiento operante, reunión anual de la Asociación Psicológica
Norteamericana, Los Ángeles, 6 de septiembre de 1964. La preparación de este manuscrito ha sido financiada por la subvención K6-MH-21775 del
Instituto Nacional de Salud Mental del Servicio de Salud Pública.

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aparato experimental. El énfasis que se le da a la tasa de ocurrencia de los casos
repetidos de una operante permite que el análisis experimental de la conducta se
distinga de los tipos de psicología que proceden de una o más de las maneras
siguientes:
1. La conducta se toma meramente como signo o síntoma de actividades
internas, mentales o fisiológicas, que se consideran la materia de estudio más
importante. La tasa de respuestas es significativa sólo porque nos permite seguir
un proceso (como el aprendizaje o la maduración) o determinar un estado o
condición (como una tendencia excitatoria o el estado de alerta o de vigilia) o
detectar la energía psíquica existente o la fuerza de una pulsión o de una
emoción, y así sucesivamente. No se espera que la conducta observada tenga un
orden porque es sólo una “ejecución” bastante turbulenta, a partir de la cual
supuestamente se han de inferir la existencia de estados y procesos más estables
con ayuda de procedimientos estadísticos. Estas prácticas se han opuesto a que
se haga una especificación exacta de la conducía, y los datos que con ellas se han
obtenido rara vez son útiles para evaluar la probabilidad de respuesta como tal.

2. La conducta se considera significativa solamente si llena ciertos


patrones o criterios. Se dice que el organismo “se ajusta a una situación”,
“resuelve un problema”, “se adapta al medio", etc. Con respecto a critetrios
normativos su conducta puede mejorar o empeorar, con relación a criterios de
desarrollo puede detenerse o acelerarse, etc. Al informar acerca de estos aspectos
de la conducta es factible que d experimentador no especifique lo que está
haciendo realmente el organismo, por lo que la tasa de respuestas no puede
inferirse satisfactoriamente.

3. Los cambios en la probabilidad de la respuesta se tratan como si


fueran respuestas o actos. Se dice que el organismo “discrimina." o “forma
conceptos” o “recuerda” o “aprende qué hacer” y, como resultado, “sabe qué
hacer” etc. Sin embargo, no hay modos de respuesta; discriminar no es
simplemente responder, sino responder diferencialmente a dos o más estímulos.
Decir que un organismo ha aprendido a discriminar entre dos estímulos es
informar acerca de un hecho que puede ser útil, pero no es decir lo que el
organismo está haciendo realmente.

4. Las dimensiones estudiadas, aunque son cuantificables, no están


relacionadas de ninguna manera con la probabilidad de respuesta. La fuerza con
la cual se ejecuta una respuesta y el tiempo que transcurre entre el estímulo y la

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respuesta, lo que muchas veces se llama impropiamente latencia o tiempo de
reacción, son las medidas populares. Cuando cambian ante el reforzamiento
diferencial, son pertinentes para un análisis experimental, pero no sirven para
esclarecer la probabilidad. Menos útiles aún son otras medidas comunes, como
el tiempo necesario para terminar una tarea —recorrer un laberinto, resolver un
problema o tachar todas las letras de un tipo dado en una página— o el número
de errores cometidos o los ensayos necesarios para alcanzar un criterio. La
“cantidad recordada”, un aspecto de la conducta en el que hizo hincapié por
primera vez Ebbinghas, ha renovado su popularidad en los últimos tiempos. Tal
vez el experimentador quiera saber, por ejemplo, cómo un grupo de respuestas
cae bajo el control del conjunto de estímulos correspondiente, pero en lugar de
seguir el cambio de probabilidad, mide el número de respuestas “emitidas
correctamente en la evocación” en un momento posterior.

Con frecuencia se diseña el experimento de tal manera que el resultado


importante sea la proporción entre dos medidas, asegurándose que lo arbitrario
o lo irrelevante de los aspectos medidos parezca anularse.

Incluso esa clase de proporciones carece de utilidad en un análisis expe-


rimental. Medidas como las señaladas se eligen primordialmente por su
cuantificabilidad; la fuerza de respuesta puede registrarse con exactitud, el
número de ensayos resulta factible contarlos exactamente, y el tiempo
transcurrido es susceptible de medirse con el más exacto de los relojes; pero lo
cuantificable no es suficiente. La tasa de respuestas es la dimensión básica, no
solamente porque las respuestas se cuentan con exactitud, sino también porque
la tasa tiene gran importancia y por ello constituye lo que viene a ser el interés
central de la ciencia de la conducta.

5. Las entidades internas de las cuales se dice que la conducta es signo


o síntoma son los rasgos, las capacidades, las actitudes, las facultades, etc.; para
ellas se han diseñado diversas técnicas de medida psicológica. Pero aun las
técnicas estadísticas más impecables y las definiciones operacionales más
exactas no alterarán el hecho de que los “tests” de los que se obtienen los datos
son espacios experimentales muy mal controlados y de que las “puntuaciones”
que so toman como medidas tienen algunas de las características arbitrarias que
se acaban de mencionar. Los problemas importantes a los que se han dirigido
estas técnicas, por ejemplo, la covariation de la probabilidad do grupos do
respuestas, deben estudiarse de otras maneras, antes do quo los resultados sean
útiles para el análisis experimental.
6. En vez do observar la conducta, el experimentador registra y estudia

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una declaración del sujeto acerca de lo que haría en un grupo de circunstancias
dadas, o su estimación de sus oportunidades de éxito, o su impresión acerca de
un conjunto predominante de contingencias de reforzamiento, o su evaluación
de la magnitud de las variables corrientes. La observación de la conducta no debe
embrollarse de esta manera, porque un sujeto es incapaz de describir
correctamente la probabilidad con la cual responde y menos las variables que
afectan esa probabilidad. Si pudiera hacerlo, podría dibujar un registro
acumulativo adecuado para un conjunto dado de circunstancias, pero éste no
parece ser el caso.

LAS VARIARLES INDEPENDIENTES

La tarea del análisis experimental es descubrir todas las variables de las cuales
es función la probabilidad de la respuesta. No es un trabajo fácil, pero al menos
es explícito. Distingue en muchos puntos el análisis experimental de la conducta
do otros enfoques.

1. El estímulo es, por supuesto, una variable independiente importante.


Una asociación anterior con el concepto de reflejo le dio el carácter de aguijón,
de algo que forzaba al organismo a responder. Esto era tal vez tan erróneo como
el punto de vista tradicional de que el organismo forzaba al ambiente a
estimularlo, a volverse visible, audible, etc. La posición del análisis experimental
es diferente a la de las psicologías tradicionales estímulo-respuesta o a las
formulaciones basadas en los reflejos condicionados en las que el estímulo tiene
el carácter de fuerza inexorable. Sin embargo, no quiere decir que el organismo
actúa sobre el medio de la manera como lo sugieren términos como los de
detectar, identificar, percibir, experimentar, clasificar y juzgar, o como lo hacen
términos que parecen describir respuestas posteriores a los estímulos, como
evocar qué aspecto tenía algo o recordar lo que pasó. Tales términos, como
expresiones tomadas de la tecnología de las computadoras que consideran que el
organismo es un procesador de la información, no especifican lo que el or-
ganismo está haciendo realmente. El concepto de estímulo discriminativo (el
bien conocido ED) y la idea relativa de control de estímulos asignan, a los
estímulos un papel más razonable como variables independientes.
E1 análisis experimental describe a los estímulos con el lenguaje de la
física. El experimentador no pregunta si lo que para él es el estímulo lo es
también para el organismo. Al estudiar un gradiente de generalización con
respecto a una longitud de onda luminosa, por ejemplo, las luces se igualan a
veces por su brillantez, de manera que el gradiente representará solamente una

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reacción al color; pero ésta es una intrusión en los datos que no está garantizada.)
Conjeturar qué es lo que ve un organismo cuándo se le muestra un estímulo y
suponer que lo que se conjetura es lo que se le presenta, sería abandonar todo lo
que la física ofrece al especificar los acontecimientos ambientales. Con esto no
se niega la importancia de ciertos problemas clásicos. Con frecuencia es difícil
especificar los estímulos en términos físicos. En ocasiones parece que estímulos
distintos tienen el mismo efecto y que el mismo estímulo tiene efectos diferentes
en diversas condiciones; pero la solución no es recurrir a la respuesta del expe-
rimentador a fin de lograr algún tipo do constancia. Del mismo modo, también
es objetable cualquier referencia a los “parámetros relacionados con la
complejidad do una tarca" o a las propiedades “frustrantes” o “generadoras de
ansiedad” de una situación, en donde el sujeto o el experimentador fungen como
indicadores de la complejidad o de la emoción.
2. En los campos clásicos de la motivación y la emoción se encuentran
otras variables independientes. El analista experimental no manipula estados
internos como tales. No maneja el hambre, sino la ingestión de comida; no el
miedo como pulsión adquirida, sino los estímulos aversivos; no la ansiedad, sino
los estímulos preaversivos. Administra una droga, no los efectos fisiológicos de
ésta. Toma como variable a la edad del organismo, no a algún nivel de
maduración.! Usa a veces una variable dependiente colateral, pero no corno
medida. Tiene derecho a usar el peso del cuerpo, por ejemplo, en lugar de una
historia de privación, no una medida del hambre.
3. Las llamadas “contingencias de reforzamiento” son una característica
importante de las variables independientes que se estudian en el análisis
experimental. Conocemos unas cuantas contingencias, como el con-
dicionamiento, la extinción y la demora del reforzamiento. También son
conocidas contingencias un tanto más complejas, como las que causan la
discriminación del estímulo y la diferenciación de la respuesta; pero muchos
psicólogos no se dan cuenta de la complejidad de las contingencias cuyo estudio
es ahora común. Además de los programas de reforzamiento ordinarios, ahora
se sabe que el reforzamiento puede ser contingente sobre la tasa de respuestas,
la proporción de cambio en la tasa o los patrones específicos de cambios de tasa
descubiertos gracias a los análisis hechos por las computadoras puestas en línea
con el aparato experimental. Las contingencias pueden comprender varios
estímulos y respuestas interrelacionados de varias maneras. Se necesita gran
habilidad para diseñar programas de contingencias instruccionales que pongan a
la conducta bajo el control de contingencias terminales complejas de este tipo.
En verdad muchas veces es pasada por alto la importancia de la programación;
por ejemplo, decir que un organismo dado o que un organismo de una cierta edad
“no es capaz de resolver un tipo específico de problema”, carece de significación

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mientras el que habla no haya especificado los programas que empleó en tanto
no considere la posibilidad de diseñar otros mejores.
Describir un conjunto de contingencias al dar instrucciones a un sujeto,
no sustituye de ninguna manera el hecho de exponer a dicho sujeto a tales
contingencias, especialmente cuando es necesario programarlas. Las
instrucciones tienen efectos, por supuesto, y esto depende en parte de la historia
verbal del sujeto, pero la conducta de un individuo al cual un experimentador le
ha explicado cómo funciona una pieza de un aparato, no se parecerá,
necesariamente, a la conducta que ha caído bajo el control de las contingencias
terminales establecidas por ese aparato.
Las contingencias de reforzamiento han sido analizadas formalmente en
las teorías de la probabilidad, de la toma de decisiones y de juegos, pero muchas
veces el teórico estará imposibilitado para saber, aparte de la observación de su
propia conducta, qué efectos tendrá un conjunto dado de contingencias o qué
tipo de programa se necesitará para hacerlo efectivo. Ciertas suposiciones, por
ejemplo, la de que un organismo se va a comportar racionalmente, se usan a
veces en lugar de observaciones para completar un enunciado de contingencias.
Los enunciados formales de las contingencias, como las instrucciones, tienen sus
efectos, y si se les detalla lo suficiente, pueden proporcionar reglas que
funcionan como estímulos previos para controlar la conducta; de esta manera se
produce una similitud entre la conducta de seguimiento de una regla y la
conducta que se produce gracias a una exposición prolongada a las propias
contingencias. Sin embargo, los dos casos deben distinguirse claramente.
Cuando un organismo se pone bajo el control de contingencias complejas, no
necesariamente está “aplicando la regla” que las describe.
El poder cada vez mayor del análisis experimental ha hecho posible
examinar los efectos de contingencias complejas a las que según se suponía
tradicionalmente, el organismo sólo se ajusta cuando pone en ejercicio ciertos
procesos cognoscitivos. A veces resulta claro que a falta de mejor información
sobre la forma como la conducta fue generada por las contingencias, se
inventaron estos procesos simplemente para tener a la mano una explicación. No
habiendo podido el experimentador relacionar la conducta con las contingencias,
se vio obligado a concluir que el organismo de alguna manera había hecho eso
mentalmente. Hacer caso omiso de supuestos procesos cognoscitivos de este tipo
es perfectamente lícito. Otros procesos, sin embargo, pueden ser una especie de
versión internalizada de conducta precursora, la cual es mantenida por sus
efectos al elevar al máximo el reforzamiento de las respuestas subsiguientes. La
conducta precursora es materia de estudio del análisis experimental. Por lo
general se estudia en sus formas manifiestas, aunque eventualmente puede pasar
al nivel cubierto. En cualquier caso, se define como conducta que afecta a la

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conducta más que como actividad mental.

TRATAMIENTO DE LAS RELACIONES


ENTRE LAS VARIABLES

Los procesos conductuales que se estudian en el análisis experimental consisten


generalmente en cambios de probabilidad (o de tasa de respuestas) que son
función de las variables manipuladas. Los cambios se siguen conforme van
ocurriendo en el tiempo real, en vez de tomarlos “ensayo por ensayo”, práctica
que se debe a las características accidentales de las primeras investigaciones
psicológicas. El hincapié que se hace en el tiempo real es otra razón por la que
son útiles los registros acumulativos. (A veces se usa el registro acumulativo
para “suavizar” otros tipos de datos —por ejemplo, los errores que se cometen
en los ensayos repetidos al aprender un laberinto o al resolver un problema— y
muchas veces esto implica que el registro acumulativo de las respuestas en el
tiempo gana también una suavidad injustificable del mismo tipo. La diferencia
importante es que la inclinación de la curva acumulativa en el tiempo real
representa un estado de conducta significativo.)
Las relaciones que hay entre las variables dependiente e independiente
rara vez se exploran de acuerdo con un “diseño experimental” previo, como R.
A. Fisher usó eso término. La hipótesis nula so encuentra a sí misma en la clase
nula. Las investigaciones que no están diseñadas para probar hipótesis,
fisiológicos, mentalistas o conceptuales, pueden parecer enigmáticas a quienes
confunden la estadística con el método experimental, aunque parecen
perfectamente razonables a los físicos, los químicos y la mayor parte de los
biólogos. La práctica común es construir un espacio experimental en el que los
estímulos, las respuestas y los reforzamientos están interrelacionados en un
conjunto de contingencias. Las contingencias dependen en parte de la conducta
que el organismo trae al experimento. Generalmente se hacen previsiones para
cambiar el aparato conforme cambia la conducta, pero rara vez se sigue un plan
determinado de antemano. So hace hincapié en el control experimental de las
variables, en vez de hacer una evaluación posterior de su supuesta importancia
mediante análisis estadísticos. En la mayoría de las ocasiones, el número de
organismos estudiados es mucho más pequeño que en los diseños estadísticos,
pero casi siempre la cantidad de tiempo en que se observa cualquier organismo
es mucho mayor.
Con frecuencia se dice que es imposible distinguir entre los hechos
significativos y los no significativos sin una hipótesis o sin una teoría, pero el
análisis experimental de la conducta no lo confirma. Éste ha progresado

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construyendo sobre su pasado. Las formulaciones y las técnicas mejoradas han
llevado a obtener datos reproducibles de mayor precisión y de una gama mucho
más amplia, pero hasta ahora no se han rechazado abiertamente los trabajos
anteriores. (Por una razón, los datos no se han vuelto inútiles en virtud de que se
haya descartado la teoría que estaban destinados, a probar.) Echando una mirada
en retrospectiva, parece haber habido pocas exploraciones hechas al azar o sin
objetivos. Un campo como el análisis sistemático de las contingencias de
reforzamiento, por ejemplo, no necesita de una teoría. En nuestro estudio sobre
las contingencias de reforzamiento, Ferster y yo procedimos de una manera
bastante baconiana, llenando una tabla de las posibilidades producidas por las
combinaciones de relojes, contadores y velocímetros, de secuencias fijas y varia-
bles, etc. La mayor parte de las contingencias que se examinan en las teorías de
la probabilidad, de la toma de decisiones y de juegos se producen de una manera
semejante; la “teoría”, si es que hay alguna, se relaciona con lo que los
organismos van a hacer bajo las contingencias analizadas. El análisis
experimental de la conducta prescinde de teorías de este tipo, procediendo más
bien a hacer averiguaciones.
Además de la manipulación sistemática de las contingencias, la inter-
pretación de los asuntos humanos es una fuente rica en sugerencias para hacer
experimentos. ¿Es cierto que las condiciones que se encuentran en algún
episodio de la vida diaria tienen realmente los efectos observados cuando se
controlan con más exactitud? ¿Puede demostrarse que una cierta historia de
reforzamiento es la causante de una ejecución actual? ¿Qué cambios de
contingencias tendrán resultados diferentes y tal vez más aceptables?, etc. Las
conjeturas y los presentimientos con los que el experimentador procede a
responder a ese tipo de preguntas no son las hipótesis formales del método
científico; son simplemente enunciados tentativos para los cuales se buscan
apoyos adicionales. Quizá el filósofo de la ciencia todavía quiera reconstruir la
conducta de tal manera que encaje en un modelo hipotético-deductivo, pero los
esfuerzos que se hacen en esa dirección son cada vez menores, especialmente si
la formulación alternativa de la conducta del hombre que piensa se vislumbra
como uno de los logros más distantes del análisis experimental (Skinner, 1957).
La investigación que acrecienta un cuerpo de datos establecido o que
simplifica una formulación efectiva es menos dramática que la que derriba
hipótesis o confirma grandes teorías, pero tiene sus compensaciones. Para los
que se inclinan por esa dase de investigación no quedan de ninguna manera
descartadas las actividades teóricas, aun cuando los que reflexionan sobre los
métodos científicos generalmente dudan en aceptar la posición adoptada con
frecuencia en el análisis experimental. Lejos de probar hipótesis, se puede tratar
de simplificar uniformidades; por ejemplo, es factible crear una teoría acerca do

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por qué los programas de reforzamiento tienen los efectos que tienen, buscando
ciertas relaciones simplificadas entre las muchas ejecuciones que producen los
diferentes programas. Ferster y yo aventuramos algunas conjeturas informales
siguiendo estos lineamientos, argumentando la importancia de las condiciones
que prevalecen en el momento preciso del reforzamiento, pero es indudable que
es posible y deseable hacer una teoría mejor en este sentido.
Las metáforas y las analogías tomadas de otras ciencias se usan poco al
representar las relaciones descubiertas por el análisis experimental do la
conducta. Los informes rara vez contienen expresiones como codificar, leer lo
que hay en el almacén, circuitos reverberantes, canales sobrecarga- dos, poner
barreras, presión, flujo, drenaje, redes, centros, grupos de células. Se usan poco
los mapas y los esquemas, como la cochinilla de Tolman, los campos y vectores
de Lewin, o los diagramas en bloque que representan a los organismos como
máquinas adaptativas. La ventaja de representar los procesos sin usar metáforas,
mapas o estructuras hipotéticas proviene de que uno no es llevado a engaño por
un sentido espurio del orden o del rigor. Freud, al principio de su carrera, escribió
a Fliess que había puesto a la psicología sobre una base neurológica firme. La
teoría le permitía “ver todos los detalles de la neurosis hasta el mismo
condicionamiento de la conciencia” (citado en Fine, 1962). Su carta hacía
hincapié en el número y la estructura con términos tomados de la neurología, la
biología y la física. Hablaba de “los tres sistemas de neuronas, los estados de
cantidad «libres» y «sujetos», los procesos primarios y secundarios, la tendencia
principal y la tendencia de acomodo del sistema nervioso, las dos reglas
biológicas de la atención y la defensa”. Términos como los anteriores fomentan
la euforia, y Freud era vulnerable a ella; en su primer informe tenía “gran
entusiasmo”. Un mes después, había abandonado la teoría. Tuvo la perspicacia
de decir a Fliess que en retrospectiva le parecía “una especie de aberración”.

ACTITUDES HACIA LA INVESTIGACION

El análisis experimental de la conducta también se caracteriza por una actitud


parsimoniosa hacia lo que todavía no se ha analizado o hacia lo que aún no se ha
explicado, Las criticas muchas veces toman el argumento de que el análisis está
demasiado simplificado, que ignora hechos importantes, que unas cuantas
excepciones obvias demuestran que no puede ser posible que sus formulaciones
sean adecuadas, etc. (por ejemplo, Miller, Galanter y Pribram, 1900). Ampliar
los hechos y los principios existentes con el fin de cubrir un campo más extenso
podría ser una reacción comprensible, poro el plan general de la investigación
sugiere otra estrategia. A diferencia de las hipótesis, las teorías y los modelos,
así como de las manipulaciones estadística* do los datos que los apoyan, una

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curva uniforme que muestra un cambio do probabilidad de la respuesta como
función de una variable controlada es una cosa segura, y no hay necesidad de
preocuparse por eso conformo se buscan otras. Los defectos y las excepciones
se explicarán con el tiempo. Esta estrategia encuentra un apoyo en la historia de
las primeras críticas contra La Conducta De Los Organismos. Se decía que ese
libro no trataba de los organismos, sino de las ratas, y de grupos de ratas
realmente muy pequeños. ¿Cómo so podría asegurar que otras ratas, dejemos de
lado los animales de otras especies, se comportarían de la misma manera? Como
reforzadores so usaba sólo comida y agua, y era notable la falta de reforzadores
sociales. Los estímulos, luces y timbres, eran toscos y mal controlados. Deberían
haberse usado dos palancas para que los datos esclarecieran la conducta en un
punto de elección. Y, después de todo, ¿cómo podíamos asegurar que la rata no
apretaba la palanca simplemente porque no tenía nada más que hacer? Se ha
respondido a todas estas críticas con el paso del tiempo, sin ningún esfuerzo,
simplemente como parte del desarrollo normal del análisis.
La paciencia con respecto a las partes inexploradas de un campo es es-
pecialmente importante en la ciencia de la conducta porque, como componente
de nuestra propia materia de estudio, nos pueden abrumar los hechos que quedan
sin explicar. Las ilusiones sutiles, los trucos de la memoria, los relámpagos que
resuelven problemas, todos estos son fenómenos fascinantes, pero puede ser que
dentro del marco de la ciencia de la conducta las explicaciones genuinas, que
son distintas de los principios verbales, “leyes”, o hipótesis neurológicas, estén
fuera de nuestro alcance en el momento presente. Insistir en que la ciencia de la
conducta en el estado en que actualmente se encuentra dé una explicación
rigurosa de fenómenos como éstos, es como si se pidiera al Gilbert de 1600 que
explicara un amplificador magnético o al Faraday de 1840 que explicara la
superconductividad. Los primeros físicos científicos gozaron de la simpli-
ficación natural de sus materias de estudio. Muchos de los fenómenos más sutiles
habrían de llegar a existir solamente a través de los avances técnicos que se
produjeron en las propias ciencias. Otros, aunque existían en la naturaleza, no se
reconocían como parte de sus campos. El científico de la conducta no goza de
esa protección natural, se enfrenta a toda la gama de los fenómenos que estudia.
Por eso debe decidir de manera más explícita enfrascarse primero en las cosas
más simples y pasar a las difíciles solamente cuando el poder de su análisis se lo
permita.
Una distinción final. Generalmente los que se dedican al análisis expe-
rimental de la conducta se hacen notar por su entusiasmo. En un artículo reciente,
Bixenstine (1964) atribuye un optimismo injustificable en toda la ciencia de la
conducta a la posición metodológica que toman los analistas experimentales. Tal
vez esto sea sobrestimar su influencia. De cualquier modo, Bixenstine señala la

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causa errónea; sugiere que ese optimismo surge del hecho de liberarse de la
ansiedad que produce la construcción de teorías. Hay una explicación más
evidente: el análisis funciona.

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