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1- “El etnógrafo debe ir al sitio y volver con información de la gente que allí vive. No
reflexionar sobre cuestiones literarias. Nos importan las sociedades en sí mismas no las
estrategias narrativas de los antropólogos”
2- “Los antropólogos no merecen atención literaria, como sí los escritores. Cuando algún
antropólogo forja un estilo literario esto es perjudicial para él.”
3- El más importante: concentrar nuestra atención en el modo en que se presentan los
enunciados cognoscitivos mina nuestra capacidad para tomarlos en serio. Indagarlos
puede conducir a un corrosivo relativismo en el que todo pasa a convertirse en poco
más que una opinión. La etnografía, dicen, se convierte en un mero juego de palabras,
como puedan serlo la poesía o la novela. Exponer el modo como se hace la cosa equivale
a sugerir que se trata de un puro ilusionismo.
Todos son irrazonables. Todo esto no va a ocurrir por el simple hecho de tomar en serio la
escritura antropológica. Lo que ocurre es que, de llegar a comprenderse mejor el carácter
literario de la antropología, determinados mitos profesionales sobre el modo en que se consigue
la persuasión serían imposibles de mantener. Ya no se podrá decir que los textos etnográficos
convencen gracias al puro poder de su sustantividad factual. El detallismo ha sido el modo
fundamental con que las apariencias de verdad –verosimilitud— se ha acostumbrado a buscar
en dichos textos. “Todas las dudas que el lector pueda sentir ante la rareza de dicho material
quedan despejadas por su simple abundancia”. Pero la credibilidad que hoy se presta a la
etnografía de Lévi-Strauss, Malinowski, o cualquier otro, no reposa, al menos
primordialmente, sobre esa base.
No parece ocurrir que a los antropólogos les crean por la abundancia de datos. Es decir, la
teoría factualista no funciona. (Factualismo = profusión de datos y descripciones).
La principal alternativa a ella, acerca de cómo consiguen convencer los trabajos antropológicos
es que lo consiguen mediante la fuerza de sus argumentos teóricos. Tampoco resulta plausible.
(La teoría de Malinowski se cae a pedazos pero sigue siendo el etnógrafo por antonomasia).
“La habilidad de los antropólogos para hacernos tomar en serio lo que dicen tiene menos que
ver con su aspecto factual o su aire de elegancia conceptual, que con su capacidad para
convencernos de que lo que dicen es resultado de haber podido penetrar (o, si se prefiere, haber
sido penetrados por) otra forma de vida, de haber, de uno u otro modo, realmente ‘estado allí’.
Y en la persuasión de que este milagro invisible ha ocurrido, es donde interviene la escritura”
Tira magia
Las peculiaridades cruciales de la escritura etnográfica están, como en la carta robada, tan a la
vista, que escapan a nuestra atención: el hecho, por ejemplo, de que buena parte de ella esté
formada por asertos incontrastables. El carácter altamente concreto de las descripciones
etnográficas da al conjunto de lo que se dice un cierto cariz de ‘o lo toma, o lo deja’.
Las bases que determinan lo que se acepta y lo que no, tienen muchísimo que ver con las
personas. Escuchamos determinadas voces e ignoramos otras. Si fundáramos en el capricho
esto, sería un escándalo. Si lo hiciéramos porque algunos etnógrafos son mas eficaces que otros
a la hora de transmitir en prosa la impresión que han obtenido de su estrecho contacto con vidas
que nos son lejanas, sería menos enojoso.
“Al descubrir el modo en que, en determinadas monografías o artículos, llega a crearse esa
impresión, descubriremos, al mismo tiempo, los criterios por los que se los juzga. Del mismo
modo que la crítica de ficción y poesía se alimenta mucho más de un compromiso efectivo con
la ficción y poesía mismas, que de nociones importadas sobre lo que ambas deberían ser, la
crítica de la escritura etnográfica debería nutrirse de idéntico compromiso con la escritura
misma, y no de preconcepciones sobre lo que debe parecer para que se la califique de ciencia”.
Nuestro compromiso empieza con el problema de lo que pueda ser, en antropología, un autor.
Puede que en otros ámbitos del discurso el autor se halle en estado agonizante; en cambio,
siguen perfectamente vivos en antropología. En nuestra ingenua disciplina, tal vez como forma
habitual de episteme, importa aún mucho quién habla.
Es evidente que la antropología está mucho más del lado de los discursos literarios que de los
científicos. Lo cual no nos convierte, sin embargo, en novelistas, del mismo modo que el hecho
de construir hipótesis o escribir fórmulas tampoco nos convierte, como algunos parecen
pensar, en físicos. Aunque sugiere ciertos parecidos familiares que tendemos a suprimir en
favor de otros, supuestamente más dignos de recuerdo.
Si admitimos que los textos etnográficos tienden a parecerse tanto a los textos de ficción como
a los informes de laboratorio, dos cuestiones se plantean de inmediato:
1) ¿De que forma el autor función (¿o habremos de reducirnos a lo meramente literario, y
hablar de autor sin más?) se hace manifiesto en el texto?
2) ¿qué es lo que –más allá de la obvia tautología de tratarse de ‘una obra’— el autor
‘autoriza’?
La primera cuestión, la firma, tiene que ver con la construcción de una identidad textual. Nunca
ha sido considerada en la etnografía como una cuestión narratológica (cómo contar) sino con
una cuestión epistemológica (cómo evitar que la visión subjetiva coloree los hechos objetivos).
La segunda, del discurso, tiene que ver con el desarrollo de un modo concreto de formular las
cosas –un vocabulario, una retórica, un patrón argumental— que aparece conectado con tal
identidad de modo que parece provenir de ella como la manifestación de un intelecto.
“Los antropólogos están convencidos de que los problemas metodológicos centrales implícitos
en la descripción etnográfica tienen que ver con la mecánica del conocimiento: la legitimidad de
la intuición, la empatía, etc.; la verificabilidad de los informes internalistas sobre los
sentimientos y pensamientos de los pueblos; el estatuto ontológico de la cultura.
Consecuentemente han hecho remontar las dificultades que experimentan a la hora de
construir tales descripciones a la problemática del trabajo de campo, en vez de a la del
discurso. La idea es que, si la relación entre observador y observado (informe) puede llegar a
controlarse, la relación entre autor y texto (firma) se aclarará por sí sola.”
La dificultad está en que la rareza que supone construir textos ostensiblemente científicos a
partir de experiencias claramente biográficas, que es lo que al fin y al cabo hacen los
etnógrafos, queda totalmente oscurecida.
Es un reto enorme que explica la oscilación de los antropólogos, hasta a veces en una misma
obra. La mejor forma de captarlo es verlo en las propias etnografías, en sus
autopresentaciones. Ver la incomodidad autoral que surge del hecho de tener que producir
textos científicos a partir de experiencias biográficas.
Hay diferencias entre ambos, pero son mayores las similitudes. Un topos común:
establecimiento de una sensibilidad familiar en un lugar extraño.
Los antropólogos necesitan convencernos no sólo de que verdaderamente han estado allí, sino
de que, de haber estado nosotros allí, hubiéramos visto lo que ellos vieron, sentido lo que
ellos sintieron, concluido lo que ellos concluyeron.
No todos acometen el problema de la firma tan enfáticamente como estos dos casos, la mayoría
se mantiene a raya, manteniendo la presencia autoral relegada, al igual que otras cuestiones
embarazosas.
Aunque sea de manera irreflexiva y con todo tipo de recelos sobre su pertinencia, todos los
etnógrafos acaban metiéndose en su propio texto, entrando representacionalmente en él.
- Distingue entre los autores (la mayoría) a los que se les puede atribuir la producción de
un texto, un libro o una obra. Y otros que son autores de mucho más que un libro (de
una teoría, tradición, disciplina, en la que otros autores encuentran su lugar). Son los
fundadores de discursividad.
- Al producir sus propias obras han producido algo distinto: la posibilidad y las reglas de
formación de otros textos. Establecen una ilimitada posibilidad discursiva.
Pero también en el de Barthes (más sutil): “Escritores y escribientes”. Publicado una década
antes.
- Distingue entre autor y escritor (en otro lugar entre obra, lo que un autor hace, y texto,
que es lo que un escritor hace).
- El autor ejecuta una función, el escritor una actividad.
- El autor es alguien que transforma, de manera radical, el por qué de las cosas en un
cómo escribir. Para el autor escribir es un verbo intransitivo.
- Para el escritor escribir es un verbo transitivo: escribe algo. Plantea una meta (para
evidenciar, explicar, instruir) para la cual el lenguaje es sólo un medio; para él el lenguaje
sostiene una praxis, no la constituye… lo restituye a su naturaleza de instrumento de
comunicación, de vehículo del pensamiento.
Para Barthes la figura literaria característica de nuestro tiempo es un tipo bastardo, el autor-
escritor: el intelectual profesional capturado entre el deseo de crear una seductora estructura
verbal, para ingresar en lo que él llama el teatro de la lengua, y el deseo de comunicar hechos
e ideas, de mercadear información.
Levi-Strauss:
Evans-Pritchard:
Malinowski:
Ruth Benedict:
El modo de estar allí se vuelve cada vez más difícil. Desplazar parte de nuestra atención desde
la fascinación del trabajo de campo hacia la escritura nos hará aprender a leer de un modo más
aguda. Ciento quince años, desde Tylor, cuando inicia nuestra profesión, de prosa aseverativa e
inocencia literaria son ya suficientes.
Se trata de un logro básicamente retórico. No es que los hechos curiosos o las aún más curiosas
explicaciones de Lévi-Strauss lo convirtieran en un héroe intelectual. Fue sobre todo el tipo de
discurso que inventó para exhibir estos hechos y enmarcar tales explicaciones.
Fue toda una serie de términos tomados en préstamo y reelaborados los que definieron la
empresa de Levi-Strauss más allá de del interés limitado en determinada temática. Despejó un
espacio imaginario que toda una serie de personajes en busca de autor se apresuraron a ocupar.
Él, o más bien su obra, constituye un caso especialmente iluminador de la idea según la cual
separar lo que uno dice de cómo lo dice —contenido y forma, sustancia y retórica, l’ecrit y
V’ecriture— resulta tan tramposo en antropología como en poesía, pintura u oratoria.
Tristes trópicos es difícil de leer. Por su profusa prosa atestada de metáforas. Pero también en
un sentido más profundo y serio: sus libros parecen simples obras de antropología, a veces un
poco pasadas de moda, pero en realidad no lo son. Sus obras son excelentes ejemplos para
practicar un punto de vista literario.
Otra aproximación más prometedora a la obra de LS: cada libro aparece como la aplicación
constante e inmutable de la mirada estructuralista a un dominio distinto de la investigación
antropológica. Sólo cambia su estilo retórico. Pero claro que la noción de la estabilidad de el
abordaje estructuralista a través de los años es una quimera.
Acontece que ninguna de las dos puede acomodar en ningún sitio a Tristes Trópicos. La toman
como una pausa reflexiva, como un capítulo de autocomplacencia. Para mí es la obra clave y
ello me obliga a ensayar una aproximación distinta.
Para mí la obra de LS está organizada de manera centrífuga. Es posible y provechoso ver todos
los libros como un despliegue parcial de Tristes Trópicos. Desarrollos de vetas concretas de su
escrito más complejo. Contemplarlo como el architexto a partir del cual se generan los demás.
Tristes trópicos es varios libros a la vez, diferentes textos de distintas clases superpuestos que
dan lugar a un patrón genérico. El libro es análogo a una imagen caleidoscópica que LS usa en
el ‘pensamiento concreto’.
- 1- Primero aparece un libro de viajes (como género). Los prototipos adecuados para la
actitud y el estilo que LS adopta son los libros de viajes franceses, a pesar de que
comienza con una autonegación: “odio los viajes y los exploradores”. La imagen del
viajero endurecido, cercado por las penalidades pero terriblemente interesado, nunca
abandona el libro.
- 2- Es también una obra etnográfica. Etnografía controvertida, pero la pose de etnógrafo
se afirma una y otra vez y se rechaza la de turista. La mística del trabajo de campo que
fundó Malinowski encuentra aquí su apoteosis. El texto etnográfico tiene tesis, la tesis
que LS defiende. “El conjunto de las costumbres de un pueblo tiene siempre un estilo
particular; tiene un carácter sistemático”. Dónde hallarla con claridad y potencia:
o La obertura y la coda de las Mitológicas.
o Capítulo cuarto de El totemismo (claridad).
o El estudio estructural del mito (más sistemático)
- Pero LS nunca escribió el Estructuralismo con mayúsculas tan claras como consiguió
hacerlo en Tristes Trópicos: “El conjunto de las costumbres de un pueblo está marcado
siempre por un estilo; dichas costumbres forman sistema. Estoy persuadido de que tales
sistemas no existen en numero ilimitado y de que las sociedades humanas, al igual que
los individuos –en sus sueños, sus juegos y sus delirios— jamás crean de manera
absoluta, sino que se limitan a elegir ciertas combinaciones en un repertorio ideal que
sería posible reconstruir. Si se hiciera el inventario de todas las costumbres observadas,
de todas aquellas imaginadas en los mitos, así como de las evocadas en los juegos de los
niños y adultos, de los sueños de los individuos sanos o enfermos y de las conductas
psicopatológicas, se llegaría a una especie de tabla periódica, como la de los elementos
químicos, donde todas las costumbres reales o simplemente posibles aparecerían
agrupadas en familias y donde bastaría reconocer aquellas que las sociedades han
adoptado efectivamente.”
- 3- También es un texto filosófico, en el sentido académico de la palabra. Se dirige
resuelto al meollo de la reflexión occidental: los fundamentos naturales de la sociedad
humana. LS espera encontrar vivo el contrato social de Rousseau en la jungla
amazónica y contradecir el parricidio originario freudiano o la convención de Hume.
“Rousseau y sus compañeros contemporáneos dieron prueba de una intuición
sociológica profunda cuando comprendieron que actitudes y elementos culturales tales
como el contrato y el consentimiento no son formaciones secundarias, como pretendían
sus adversarios y particularmente Hume: son las materias primas de la vida social y es
imposible imaginar una forma política en la que no estén presentes.
- LS: “Mediante el conocimiento de otras sociedades, podemos distanciarnos de la
nuestra propia y construir sobre la base de un ideal situado más allá del espacio y el
tiempo, un orden social racional, en el que el hombre pueda vivir.
- 4- Es también un Panfleto reformista: Pocos tienen la potencia de LS en Tristes
Trópicos en su dictamen hacia Occidente y su impacto en las sociedades no
occidentales. Sus pasajes son terribles. Lo conectan claramente con una corriente del
pensamiento reformista de finales del XIX y principios del XX (Flaubert, Nietzsche,
Pater, Ruskin). Una corriente que reacciona contra la vida moderna por una
repugnancia de tipo estético elevada que se transporta al terreno moral. Disgusto
transustanciado. Esto es lo que yo quiero hacer con Macri. Como panfleto reformista
es una explosión, menos de rabia moralista (así se distingue de Sartre, más
preocupado por la dominación que por la degradación de las gentes), que de
repugnancia estética.
- 5- Es una especie de texto literario simbolista, una aplicación de la perspectiva
simbolista a la cultura primitiva. Se aprecia más en el texto en francés. LS se auto sitúa
en la tradición literaria establecida por Baudelaire, Mallarmé, Rimbaud y Proust. El
descrifrar, recobrar el poder usar la sensual imaginería del pensamiento, es su
objetivo. Tristes Trópicos es un registro de la mentalidad simbolista, que no sólo posee
a los indios, sino que, también lo posee a él. Idea de un sentido-lenguaje salvage de
carácter universal, enterrado en cada persona (más aun en nosotros). Un mundo
cerrado de significados que de ello resulta.
- Tristes Trópicos es a la vez “En busca del tiempo perdido” y el “Un Coup de des”.
En mi opinión es un mito. Una historia iniciática: la partida de las riberas familiares, aburridas.
El viaje lleno de aventuras y fantasmas, revelaciones. El otro absoluto con el que se enfrenta
en lo profundo de la selva. Y la vuelta al hogar para contar sus aventuras, con ingenio y fatiga.
Desde la publicación de Tristres Trópicos LS no dejó de dedicarse a escribir un mito sobre los
mitos que pudiera lograr lo que las experiencias relatas en TT finalmente no consiguieron:
reunir los múltiples textos-tipo en una única estructura, una mitológica, en sí misma concebida
como ejemplo de su objeto, y revelar así los fundamentos de la vida social, e incluso, los
fundamentos de la existencia humana como tal.
La forma envolvente abstracta representa o gobierna el todo. Por eso LS considera el mito, la
música, las ma´temáticas como la más directa expresión de la realidad, y su estudio la única y
verdadera vocación. Lo que desemboca en una metafísica formalista del ser, nunca enunciada
pero siempre insinuada, nunca escrita pero siemrpe exhibida.
LS sostiene que la clase de estar allí personal e inmediata, (como la antropología británica y
americana) es esencialmente imposible. O un fraude o un autoengaño. La idea de una
continuidad entre experiencia y realidad es falsa: “para alcanzar lo real es necesario primero
repudiar lo vivido.”
Convicción que aparece en Tristes Trópicos como producto de una experiencia reveladora.
Cuando encuentra, al fin, a sus salvajes virginales pero no sabe su lengua.
“¿Quién es, finalmente, el verdadero burlado? ¿El lector que cree en nosotros, o nosotros
mismos?.
Geertz: ambos.
Sólo puede lograrse la comprensión de los modos de vida distintos mediante la reducción de sus
producciones culturales a un análisis universalizador que, al disolver la inmediatez, disuelva su
extrañeza. Lo que nos lleva a la característica distintiva de toda la obra de LS: su extraordinario
aire de abstracta autocontención. Distante, cerrado, frío, cerebral, son los epítetos que su
especie de literario absolutismo concita. Ni retratar vidas, ni evocarlas, ni interpretarlas, sino
disponer los materiales que las vidas han dejado en cierto mod tras de sí, constituyéndolas en
sistemas formales de correspondencias.
El mensaje final de Tristes Trópicos y toda la obra es que los textos antropológicos, al igual
que los mitos y las memorias, existen menos para el mundo de lo que el mundo existe para
ellos.