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Estar allí.

La antropología y la escena de la
escritura.
Santiago Zurita Pastrana
Clifford Geertz inicia planteándonos que la etnografía ha sido pensada de manera
muy ilusa como un puente que traspasa los hechos extraños y exóticos a categorías
más sencillas y comprensibles, como una suerte de traductor. Sin embargo, el texto
se basa en la noción central de ver a la etnografía como un modo particular de
escritura, atravesado por distintos factores.
La manera de concebir esta forma de escribir esta obstaculizada por varias
consideraciones, tanto de consumidores por productores de la etnografía. Se dice
que el buen trabajo etnográfico debe ser aquel donde se recopila la información de
lo que se fue a investigar y después vertirla en un texto de manera práctica, sin
entrar en cuestiones literarias, debe ser una construcción rápida del texto en sí
mismo y no esmerarse en darle un toque estructura propio, ya que no merecen un
detallado análisis literario. Aunque reconocidos antropólogos como Sapir, Benedict o
Malinowski desarrollaron estilos propios e innovadores para hacer su labor, la
verdad es que se demerita a una cualidad poco útil porque se piensa que los
escritos deben ser planos y faltos de cualquier recurso literario. Como última
objeción se pone énfasis en cómo deben ser presentados los enunciados, libres de
cosas como metáforas, intuiciones, etc, ya que deforman nuestra capacidad de que
algo sea tomado enserio, ya que se ve como una construcción novelística que solo
tiene cabida como una mera ilusión.
Geertz dice que todas esas preocupaciones anteriormente explicadas, no tienen un
fundamento claro y la preocupación expresada tiene nula razón de ser. Sería un
poco absurdo decir que esto ponga en riesgo la producción etnográfica o que
tengamos que volcar nuestros esfuerzos a buscarles fallas palpables a las
etnografías que se han escrito. Lo que hay que hacer realmente es tratar de
comprender el carácter literario con el que se escribe, porque si hay algo que logra
convencer de que la etnografía tiene mayor o menor sustantividad factual es la
especificidad con que se narran los detalles culturales y que dan una cierta
impresión de “verdad”. Sin embargo, creer que la credibilidad de la etnografía radica
simplemente en este aspecto es algo errado. Eso sí, el solo respaldo teórico
también queda obsoleto para argumentar que es lo que convence a la audiencia, es
más factible pensar que los antropólogos recurren a un estilo particular de plasmar
la escritura para dar fe y certeza de haber convivido, comprendido y penetrado en
los “otros”, dicho de otro modo, para comprobar el “haber estado allí”. Así pues,
estas grandes descripciones que se generan perviven a través del tiempo gracias a
su especificidad, dibujan un panorama difícil de refutar y se afianzan firmemente en
la disciplina, ya que es una etnografía producida con un cierto bagaje teórico por
detrás y por delante lo que parecer ser un detallado relato reposado sobre una
amplia base empírica, por lo que querer desmontar eso de tajo caería en un
anacronismo o en pensar a las sociedades como algo estático, lo que crearía una
discusión de la que sería difícil salir victorioso.

En Antropología se pone mucho el ojo en quien escribió tal cosa, para establecer
una distinción de a quien se le toma más en cuenta y a quien no tanto, ya sea por su
forma de redactar sus obras y artículos, así como por la pretensión que ha
permeado en fundar la crítica a la escritura etnográfica en una especie de jerarquía
científica y no en las características mismas del estilo etnográfico. Geertz toma la
propuesta de Michael Foucault “¿Qué es un autor?”, donde nos explica que en los
siglos XVII y XVIII, los discursos científicos sentaban su fiabilidad en el anonimato
ya que pertenecían a un conjunto sistemático demostrable y donde el nombre del
autor solo servía para nombrar algo de la misma teoría. En contraparte, los
discursos literarios imprimieron su sello y su valor en los autores, el autor y sus
intenciones que tuvo para escribir el texto, daban el estatuto necesario a la obra
literaria. De este modo, la escritura etnográfica se vio inclinada más hacia un matiz
literario, pero esto no quiere decir que seamos novelas, así como escribir
operaciones e hipótesis, no nos vuelve físicos, fluctuamos entre las 2 corrientes,
tratamos de legitimizar cuestiones complejas (sentimientos, vivencias, ideas
abstractas), apoyadas en una firma que da el autor, como un dialogo entre el que
escribe y el texto en sí.
Referencia

• Geertz, C. (1987). Estar allí. La antropología y la escena de la escritura. En El


antropólogo como autor (1st ed., pp. 11–35). Paidós.

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