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La situación económica actual, el deterioro del poder adquisitivo de las clases más
desposeídas, la crisis de los servicios de atención a la salud y una medicina cada día
más costosa, han hecho que se incremente el uso de las plantas como una
alternativa válida para enfrentar el proceso salud-enfermedad, práctica que se ve
reforzada por el hecho de ser medicamentos de eficacia comprobada.
En relación con el uso de las plantas existe un gran desconocimiento sobre como
emplearlas, sus principios tóxicos y su dosificación para lograr efectos terapéuticos.
Para poder entender los beneficios y riesgos del uso de las plantas como
medicamentos, es necesario aprender a reconocerlas, aislar sus principios tóxicos,
comprender sus mecanismos de acción e intentar contrarrestrarlos, lo cual es una
tarea delicada que apenas está comenzando.
El tratamiento que debe aplicarse en este caso es practicar el lavado gástrico con
30 g de carbón activado en un litro de agua; permitir que el paciente vomite o
provocar el vómito; administrar pequeñas cantidades de vino mezclado con partes
iguales de agua, para precipitar las toxoalbúminas y fluidoterapia. Tratar las
convulsiones si se presentan. El resto de acuerdo con los síntomas.
El uso de esta planta debe ser externo, para baños en caso de lechina o inhalada en
caso de sinusitis.
Si se mastican las hojas de esta planta, puede producir edema de las cuerdas vocales
con pérdida del habla de manera temporal y en ciertos casos la pérdida puede ser
total; edema de la boca, sensación de quemazón en la boca, sialorrea y disfagia. Si
el contacto se realiza a nivel de los ojos, se produce congestión, lagrimeo, fotofobia
y edema palpebral.
El principio tóxico está presente en todas las partes de la planta con más
concentración en las hojas y raíces.
Los síntomas que aparecen son iguales a los de una intoxicación cianhídrica, y los
más predominantes son: náusea, vómito, cólicos abdominales, diarrea, estupor,
convulsiones tónicas, opistótono, contractura de los maseteros, midriasis, coma,
disnea, abundantes secreciones, asfixia, bradipnea, apnea, cianosis y muerte. De
acuerdo con la intensidad del cuadro y el tiempo de aplicación del tratamiento, hay
posibilidad de recuperación si se logra superar la gravedad de la intoxicación en las
primeras doce horas. El tratamiento a aplicar es la inhalación de nitrito de amilo.
Una ampolla es igual a 0,2 ml, la cual debe aplicarse cada cinco minutos. Administrar
respiración artificial con oxígeno al 100%. Practicar el lavado gástrico seguido de un
laxante después de aplicado el antídoto.
Fortuna o Curía: Alocasia índica var. metállica Schott, el principio activo de esta
planta es el oxalato de calcio, el cual por procesos de biotransformación se convierte
en ácido oxálico. Se encuentra distribuído en toda la planta especialmente a nivel
de las hojas y tallos.
El tratamiento que debe aplicarse en este caso es similar al que se utiliza para tratar
las quemaduras, lavar el exceso de veneno con jabón azul y tratamiento tópico con
cremas. No debe usarse alcohol sobre la piel, ya que esparce el tóxico.
La semilla es muy dura y los niños la utilizan para jugar metras; cuando la ingieren
se han reportado casos de fallecimiento de niños por asfixia mecánica y en caso de
ingestión de la sustancia gelatinosa que recubre la semilla, se trata igual como si el
niño hubiese ingerido cualquier detergente. Se administra antiácido, emolientes y/o
cualquier protector gástrico. Los emolientes pueden ser leche, agua con miel, agua
albuminosa la cual se prepara con cuatro claras de huevos batidas en un litro de
agua y se añade sabor tipo frambuesa, fresa o vainilla para enmascarar el sabor
desagradable y de esa manera favorecer que los niños se la puedan tomar.
Los principios activos presentes en esta planta son: tripsina, calotoxina, calotropina
y glicósidos cardiotóxicos que pueden llegar a ocasionar la muerte cuando se ingiere
cualquier parte de esta planta.
Coco de Mono: Lecythis Ollaria (Lecythidaceae), los efectos tóxicos que puede
producir esta planta, se deben a la presencia de un compuesto tóxico llamado
Selenium Cystathionina, que se forma cuando la planta crece en suelos seleníferos.
Este compuesto le confiere las propiedades depilatorias a las semillas.
La mayor cantidad del principio activo se encuentra en las semillas. El cuadro clínico
se caracteriza por: náusea, vómito, dolores musculares y convulsiones acompañado
de pérdida del cabello, vellos y de las uñas. Dependiendo del cuadro clínico puede
llegar a producirse la muerte si no se hace un diagnóstico adecuado a tiempo.
Merey del diablo: Blighia sápida (Sapindaceae), el fruto de esta planta contiene
hipoglicinas A y B, y al ingerirlo produce un síntoma conocido como la enfermedad
del vómito, que se presenta con una grave hipoglicemia, náusea, vómito,
hipotermia, convulsiones, hipotensión severa y muerte dentro de las 24 horas. El
porcentaje de mortalidad oscila entre 40 y 80%.
El fruto de esta planta forma parte del plato típico de Costa Rica, acompañado con
pescado salado, ya que cuando está completamente maduro desaparece su
toxicidad, pero se sugiere para evitar riesgos, no comerlo nunca.
El tratamiento que se debe aplicar en caso de ingestión de esta fruta es: lavado
gástrico, catártico salino (leche de magnesia o sal de epson), fluidoterapia,
administrar el Eucol� (oxoglurato de diarginina) endovenoso hasta 15 g por día, y
el resto sintomático dependiendo del cuadro clínico del paciente.
Hiedra o Higo Trepador: Ficus pumila L (Maraceae), los principios activos de esta
planta son las saponinas (sustancias con efectos irritantes que dan lugar a lesiones
celulares), y las semillas contenidas dentro del fruto contienen diversas clases de
ellas (principalmente la x-hederina).
El cuadro clínico que se manifiesta al ingerir los frutos de esta planta son: aparición
de manifestaciones irritantes del tracto gastrointestinal tales como: sialorrea,
náusea, vómito, diarrea, dolor abdominal y deshidratación severa. En algunas
personas el simple contacto con las hojas puede desencadenar erupciones cutáneas
eritematosas y el pronóstico depende del cuadro clínico.
Eucalipto: Eucaliptus globulus L (Mirtáceas), las partes utilizadas de esta planta son
la corteza del tallo, hojas y aceite extraído de las hojas. Sus principios activos son:
eucaliptol o cineol (80%), L pineno, canfeno, alcoholes etílico y amílico, ésteres de
los ácidos fórmico, acético, resina y taninos. Tienen propiedades antibacterianas,
antisépticas, antiespasmódicas, astringentes, bactericidas, balsámicas,
broncodilatadoras, diaforéticas, febrífugas y expectorantes. El mentol y el camphor
producen una sensación de refrescamiento sobre la mucosa nasal.
Esta planta es muy usada en la medicina popular para tratar el asma, fiebre, gripe,
rinitis y sinusitis.
Es conveniente informar que nunca se deben utilizar las tinturas y los extractos
puros, como también conocer cuándo se prepara una planta en cocimiento y cuándo
en una infusión. La esencia de eucalipto, a dosis demasiado altas, produce
dificultades respiratorias. Está contraindicado el uso de aceites esenciales en niños,
en particular en los asmáticos, porque se incrementan las secreciones que pueden
conducir a un broncoespasmo y como son capaces de atravesar la barrera
hematoencefálica, actúan a nivel del sistema nervioso central deprimiéndolo y
pudiendo producir convulsiones.
Según el uso popular la llaman rompe-piedras porque destruye los cálculos renales.
La presencia de los alcaloides pirrolizidínicos en las hojas, tallos y flores en
concentraciones bajas, no llevan a contraindicar el uso tradicional de esta planta,
sin embargo, no se puede obviar que su uso continuado a altas dosis, puede producir
la posibilidad de veno-oclusión hepática y potencialmente es hepatocarcinógeno.
Esta planta tiene propiedades antitusivas que se deben a la presencia del 6-shogaol;
tiene también actividad antiinflamatoria comparable a la del ácido acetilsalicílico, al
inhibir la síntesis de prostaglandinas por interacción con la prostaglandina-sintetaza
según Robineau (1996) y Mascolo, N y col (1989); se ha demostrado
experimentalmente que el gengibre tiene una actividad antipirética comparable a la
del ácido acetilsalicílico administrado a la misma dosis, y también se le ha
comprobado actividad analgésica. El sabor acre y ardiente del gengibre se lo
atribuyen a la presencia de fenoles; tiene efectos antiespasmódicos, febrífugo,
antineurálgico, diaforético y carminativo.