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3.

- Estrategias para afrontar dificultades en la dinámica familiar

Los conflictos familiares, entendidos como procesos de desarmonía


entre los miembros de una familia, ocurren en todas y cada una de las
familias por muy buena relación que tengan sus miembros.

Cualquier grupo o conjunto de dos o más personas puede tener, en


determinados momentos, disparidad de opiniones. Esta disparidad puede
dar lugar al conflicto. Si no se resuelve bien, puede debilitar las
relaciones entre sus miembros.

La psicología familiar pretende enseñar a las familias estrategias de


resolución de conflictos para que estos conflictos no lleguen a suponer
un problema que enturbie la relación entre sus miembros (en este caso
padres-hijos). La manera de solucionar los conflictos del día a día indica
cómo son estas relaciones, al mismo tiempo que deja entrever la
personalidad de cada miembro de la familia.

Existen tres formas básicas de solucionar los conflictos:

Nadie pierde. La concertación


– Es el método más recomendable y el modelo usado por padres que
siguen estilos educacionales democráticos.
– La solución al problema se encuentra teniendo en cuenta las opiniones
de todos y cada uno de los miembros. Entre todas las soluciones
propuestas, se busca aquella que favorezca a todas las partes.
– El hijo se siente valorado, le da sensación de utilidad.
– Le permite crear estrategias de solución de problemas y le
permite enfrentarse a sus propias decisiones.
– Comprende, además, el valor de la familia como un conjunto
cooperativo.

Tan importante como solucionar los conflictos familiares que van


surgiendo en el día a día, es también buscar la mejor forma de
solucionarlos. Una solución conjunta y democrática, basada en la
concertación, nos enseña a respetar y valorar al resto de personas, al
mismo tiempo que nos sentimos valorados por los demás. Una buena
resolución de conflictos estrecha lazos y permite una convivencia
plena y positiva. Autora: Mireia Navarro

1. Practicar la escucha activa


Atender plenamente a aquello que el otro está intentando trasladar, así
como asegurarse de haber entendido sus demandas y de que la otra persona
sea consciente de que se le ha entendido.

2. Vigilar la forma de hablar


Utilizar un lenguaje cuidado y unas expresiones correctas son esenciales
para mantener una buena comunicación.

Una buena forma de expresar los sentimientos de una forma adecuada es


reemplazando los reproches por manifestaciones de lo que se está sintiendo
o de aquello en que la persona se siente lastimada o dolida. Asimismo, es
necesario plantear o sugerir soluciones alternativas a los problemas que
han causado la crisis.

3. Permitir la intervención de todos los implicados


Es muy frecuente que en cualquier tipo de disputa las personas implicadas
se quiten la palabra entre ellas, o que no quieran que algunos de los otros
implicados intervengan en la solución del problema.

No obstante, este es un grave error. Puesto que no se debe priorizar a


ninguna de las partes implicadas y todas ellas tienen el derecho y
obligación de intervenir al mismo nivel.

4. Manifestar afecto
A pesar de estar experimentando una situación de conflicto que puede
resultar estresante, es importante continuar expresando muestras de
cariño y afecto; ya que estas rebajan los niveles de tensión en las
relaciones.
5. Encontrar el lugar y momento idóneo
Debido al componente emocional de los conflictos familiares, en muchas
ocasiones las personas tienden a discutir en cualquier momento y lugar. Sin
embargo, es mejor posponer la discusión para cuando los ánimos estén
más calmados y el contexto acompañe y facilite el diálogo. Autora: Isabel
Rovira Salvador

1. El ambiente familiar influye de manera decisiva en nuestra personalidad. Las


relaciones entre los miembros de la casa determinan valores, afectos, actitudes y
modos de ser que el niño va asimilando desde que nace. Por eso, la vida en familia
es un eficaz medio educativo al que debemos dedicar tiempo y esfuerzo. La escuela
complementará la tarea, pero en ningún caso sustituirá a los padres.
El ambiente familiar es el conjunto de relaciones que se establecen
entre los miembros de la familia que comparten el mismo espacio.
Cada familia vive y participa en estas relaciones de una manera
particular, de ahí que cada una desarrolle unas peculiaridades
propias que le diferencian de otras familias. Pero el ambiente
familiar, sea como sea la familia, tiene unas funciones educativas y
afectivas muy importantes, ya que partimos de la base de que los
padres tienen una gran influencia en el comportamiento de sus hijos
y que este comportamiento es aprendido en el seno de la familia.

Lo que difiere a unas familias de otras es que unas tienen un


ambiente familiar positivo y constructivo que propicia el desarrollo
adecuado y feliz del niño, y en cambio otras familias, no viven
correctamente las relaciones interpersonales de manera amorosa,
lo que provoca que el niño no adquiera de sus padres el mejor
modelo de conducta o que tenga carencias afectivas importantes.

El ambiente familiar es el conjunto de relaciones que se establecen


entre los miembros de la familia que comparten el mismo espacio.
Cada familia vive y participa en estas relaciones de una manera
particular, de ahí que cada una desarrolle unas peculiaridades
propias que le diferencian de otras familias. Pero el ambiente
familiar, sea como sea la familia, tiene unas funciones educativas y
afectivas muy importantes, ya que partimos de la base de que los
padres tienen una gran influencia en el comportamiento de sus hijos
y que este comportamiento es aprendido en el seno de la familia. Lo
que difiere a unas familias de otras es que unas tienen un ambiente
familiar positivo y constructivo que propicia el desarrollo adecuado y
feliz del niño, y en cambio otras familias, no viven correctamente las
relaciones interpersonales de manera amorosa, lo que provoca que
el niño no adquiera de sus padres el mejor modelo de conducta o
que tenga carencias afectivas importantes.

Para que el ambiente familiar pueda influir correctamente a los


niños que viven en su seno, es fundamental que los siguientes
elementos tengan una presencia importante y que puedan disfrutar
del suficiente espacio:

1. AMOR

2. AUTORIDAD PARTICIPATIVA

3. INTENCIÓN DE SERVICIO

4. TRATO POSITIVO

5. TIEMPO DE CONVIVENCIA
1. AMOR
Que los padres queremos a nuestros hijos es un hecho evidente.
Pero que lo manifestemos con suficiente claridad ya no resulta tan
evidente. Lo importante es que el niño se sienta amado. Para ello,
además de decírselo con palabras, tenemos que demostrar que nos
gusta como es, que queremos su felicidad, que sienta la seguridad
que le damos, el apoyo y el reconocimiento y ayudarle en todo lo
que necesite. Y esto se consigue mediante los pequeños detalles
de cada día: mostrando interés por sus cosas, preguntando,
felicitando, sabiendo lo que le gusta e interesa, y mostrándonos
comprensivos y pacientes.

2. AUTORIDAD PARTICIPATIVA
Tiene que ver con la manera de ejercer la autoridad. Considero
indiscutible que los padres deben saber cómo ejercer la autoridad.
La autoridad es un derecho y una obligación que parte de nuestra
responsabilidad como padres en la educación de nuestros hijos.
Pero la autoridad sólo tendrá una función educativa correcta si se
ejerce de manera persuasiva cuando los hijos son pequeños, y de
manera participativa cuando ya sean mayores. Difícilmente serán
educativos aquellos mandatos que no vayan precedidos de razones
o que no hayan tenido en cuenta las opiniones y las circunstancias
de los hijos.

3. INTENCIÓN DE SERVICIO
La intención del servicio que brindamos los padres a los hijos tiene
que ver con la intencionalidad o la finalidad de nuestra autoridad y
de nuestras relaciones en general. Los padres debemos buscar la
felicidad de nuestros hijos y ayudarles para que su vida sea más
agradable y más plena. Nunca debemos utilizar nuestra autoridad
para aprovecharnos de nuestros hijos ni vivirla como un privilegio o
una ventaja que tenemos sobre ellos.

4. TRATO POSITIVO
El trato que brindamos a nuestros hijos y a nuestra pareja debe ser
de calidad y positivo, es decir, agradable en las formas y
constructivo en el contenido. Es frecuente que nuestros hijos
escuchen de nuestros labios más críticas que halagos. No debería
ser así. Debemos comentar todo lo bueno que tienen las personas
que conviven con nosotros y todo lo positivo de sus acciones.
También podemos y debemos comentar las cosas negativas, pero
no debemos permitir que nuestro afán perfeccionista nos haga ver
sólo los defectos que hay que mejorar. Pensemos que con ello
podríamos lesionar gravemente uno de sus mejores recursos: su
autoestima.

5. TIEMPO DE CONVIVENCIA
La quinta condición para un buen ambiente familiar es que
tengamos suficiente tiempo para compartir con los hijos y con la
pareja. Seguramente es una condición que muchas veces no
depende de nosotros y que a veces resulta difícil de conseguir. Pero
es necesario que exista tiempo libre para disfrutar en familia y que
permita conocernos los unos a los otros, explicarnos lo que
hacemos, lo que nos gusta y lo que nos preocupa, y que podamos
ayudarnos y pasarlo bien juntos. Muchas veces no es necesario
disponer de mucho tiempo, sino que el tiempo que tengamos
sepamos utilizarlo correctamente. Algunos padres disponen de
mucho tiempo para pasar con los hijos pero están con ellos
mientras está la tele encendida, hacen la cena, hablan por teléfono
y otras mil cosas a la vez, sin prestar demasiada atención a “estar”
realmente con su hijo. Quizás es mejor para el niño que sólo
dispongas de un par de horas pero que estés con él dibujando,
yendo en bicicleta o explicándole un cuento. Ese es un tiempo de
convivencia de calidad, porque tu atención está centrada en tu hijo y
eso él lo nota y lo agradece.
Cuanto mejor se cumplan estos 5 requisitos y más atención
pongamos en ellos, mejor será la educación que recibirá vuestro
hijo de su entorno familiar, y gracias a ella él conseguirá:

 Recibir la información adecuada sobre aquellas actitudes y valores sociales y


personales que se consideran correctos, gracias al buen ejemplo de sus padres.

 Recibir información sobre sí mismos, sobre cómo son, a través de nuestras


opiniones, reacciones y juicios de valor y de la calidad del trato que les otorgamos.

 Desarrollar la confianza en sí mismo y la autoestima gracias a las manifestaciones de


amor y de reconocimiento que colman sus necesidades afectivas básicas: necesidad
de afecto, necesidad de aceptación y necesidad de seguridad.
Me gustaría acabar este artículo con una anécdota que se quedó
conmigo como una imagen entre mis ideas revueltas y que hace
referencia a la importancia de poder y saber dedicar tiempo a las
cosas que son realmente importantes. En cierta ocasión, un viajero
que esperaba el tren, se acercó al jefe de la estación que, habiendo
acabado su turno, seguía en la estación cuidando unas flores que
adornaban un parterre de la estación.

– ¿Cuántas horas trabaja cada día? – Le preguntó con una sonrisa amable.
– Ocho horas justas – le respondió dejando la regadera y mirando
complacido las flores.
– ¿Nunca más o menos?
– Nunca menos porque, si no, no podría comprar mis flores y nunca más porque, si no, no
podría disfrutarlas.
José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional),
Profesor de Psicología y Pedagogía en Secundaria

2. La familia es escuela de justicia y de paz

CONCLUSIONES de la intervención que pronunció el 16 de enero el cardenal Tarcisio


Bertone, legado pontificio, en el Congreso Teológico-Pastoral y que precedió al VI
Encuentro Mundial de las Familias en la Ciudad de México.

Podemos responder sintéticamente a la pregunta inicial, ¿qué aporta la familia a la


sociedad?, de la siguiente forma:
1. La familia es garantía de futuro para la sociedad. En ella se transmite el bien
fundamental de la vida humana y se dan las condiciones idóneas para la educación
integral de los hijos. Ella es la que procura el tesoro de la generación y la que contribuye
decisivamente a que los hijos sean buenos ciudadanos.

2. La familia es transmisora del patrimonio cultural. «Es en el seno de la familia donde se


trasmite la cultura como un modo específico del existir y del ser del hombre»[23]. En la
familia comienza a forjarse la integración de cada individuo en su comunidad nacional -
lengua, costumbres, tradiciones-, asegurando la subsistencia del pueblo al que cada uno
pertenece. En ella se va conociendo la historia a través del diálogo con los padres y los
abuelos, un diálogo entre generaciones de singular importancia, que produce esa memoria
viviente que forja la identidad personal.

3. La familia aporta a la sociedad mucho más de lo que haría la suma de cada uno de sus
miembros porque en ella se cultiva el bien común. Por eso, sin la familia, la sociedad no
recibiría ese plus propio de la familia. Como hemos señalado, el bien común familiar no
consiste sólo en lo que es bueno para cada uno de sus componentes, sino en lo que es
bueno para su conjunto, alimentando así el desarrollo y la cohesión social.

4. La familia, además de garantía de estabilidad, es ventajosa para las administraciones.


En efecto, la familia, además de proporcionar sujetos de producción económica, es un
factor de cohesión social que en muchas ocasiones actúa como «colchón solidario» ante
diversas coyunturas adversas. En la actualidad, la familia se ha convertido en el núcleo de
estabilidad para los miembros con problemas de desempleo, enfermedad, dependencia o
marginación, aliviando los efectos dramáticos que dichos problemas ocasionan. La familia
es hoy el primer núcleo de solidaridad dentro de la sociedad, que logra lo que las
administraciones públicas difícilmente pueden cubrir.

5. La familia es el primer promotor de los derechos del hombre, pues tanto éstos como la
misión de la familia tienen como destinatario último a la persona.

6. La familia y la sociedad son interdependientes, por lo que todo lo que afecte a la


sociedad[24], tarde o temprano, afectará a la familia y viceversa. Por este motivo se puede
afirmar:

a) La familia personaliza la sociedad. En la familia se valora a las personas por su propia


dignidad, se establece el vínculo afectivo y se favorece el desarrollo y la maduración
personal de los hijos a través de la presencia y la influencia de los modelos distintos y
complementarios del padre y la madre.

b) La familia socializa la persona. En ella se aprenden los criterios, los valores y las
normas de convivencia esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros
y para la construcción de la sociedad: libertad, respeto, sacrificio, generosidad, solidaridad.
En estos días pasados hemos contemplado a la Sagrada Familia en Belén y en Nazaret.
La Sagrada Familia está llamada a ser memoria y profecía para todas las familias del
mundo. En ella, el Verbo de Dios vivió y, a través de la familia, nos transmitió gran parte de
su vida, que es para todo hombre luz para conocer la inmensidad a la que ha sido llamado:
construir ya en esta tierra «el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y la
gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz» [25]. Desde el corazón de México, éste es el
don y la tarea a la que se convoca a todas las familias del mundo. Que a ello nos ayude la
materna intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe.

Andrés Elías SACNHEZ Baleriano mayo 6th, 2009

Por: Psi. Humberto Del Castillo Drago | Fuente: Psicología y virtud/


Areté

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