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Consejo de dirección:
Revista de cultura
76
Carlos Altamirano
Año XXVI • Número 76 José Aricó (1931-1991)
Buenos Aires, Agosto de 2003 Adrián Gorelik
ISSN 0326-3061 / RNPI 159207 María Teresa Gramuglio
Hilda Sabato
Sumario Beatriz Sarlo
Hugo Vezzetti
1 Hugo Vezzetti, Aniversarios: 1973/1983
Consejo asesor:
4 David Hockney, La masacre y los problemas de su Raúl Beceyro
representación Jorge Dotti
Rafael Filippelli
6 Beatriz Sarlo, Un tratado moral. Sontag, de nuevo Federico Monjeau
sobre la fotografía Oscar Terán
45 Sergio Chejfec, La lectura lucha por imponerse –a Punto de Vista recibe toda su
un alto precio correspondencia, giros y cheques a
nombre de Beatriz Sarlo, Casilla de
Correo 39, Sucursal 49, Buenos
Aires, Argentina.
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Aniversarios: 1973/1983
Hugo Vezzetti
1
valor simbólico con un peso material
e institucional importante en la cons-
trucción de una voluntad colectiva y
de los consensos necesarios para un
proyecto de reformas. De modo que
hay que reconocer que no es sólo el
pozo profundo de frustración y deses-
peranza, que encontró su pico en los
primeros meses del año pasado, el sus-
tento que puede despertar, por con-
trastre, ilusiones compensatorias. Sin
duda, aguardan aun pruebas decisivas
a esa confluencia hasta hoy exitosa de
iniciativa política y adhesión de la so-
ciedad, en el terreno de las decisiones
económicas, de la reforma del Estado
y la representación política, la rees-
tructuración del federalismo, la repa-
ración de las condiciones de miseria y
exclusión que socavan las bases mis-
mas de una comunidad de ciudada-
nos. La magnitud de los problemas no
se corresponde con el optimismo fácil
Se ha abierto un nuevo clima público, biantes de una sociedad que no se ha ni con las soluciones rápidas.
con expectativas favorables en la es- privado de celebrar proyectos y lide- La profundización de un camino
cena política que parecían imposibles razgos francamente incompatibles. de cambios profundos deberá enfren-
en medio de las condiciones más que “¿Sobre qué bases puede esperar- tar resistencias mayúsculas (algunas ya
turbias que enmarcaron el proceso se que la fuerza política que acceda al han comenzado a aflorar), muchas de
electoral. Los niveles de adhesión, de gobierno vaya a emprender un proce- ellas provenientes del propio armado
entusiasmo incluso, frente a las pri- so de reconstrucción del Estado, de la político, tan poco reformista, que lle-
meras medidas del presidente Kirch- representación política, de la justicia, vó, imprevistamente, a Kirchner a la
ner y al rumbo anunciado evocan otras de la ciudadanía?”1 La interrogación presidencia. En efecto, llega a ese lu-
coyunturas en el curso discontinuo, poco esperanzada, escrita hace apenas gar como resultado de la fragmenta-
más bien espasmódico, de un ciclo de- tres meses orienta un primer análisis ción política y la crisis de liderazgos
mocrático que pronto cumplirá veinte de la agenda de cuestiones que ha des- entre los sectores mayoritarios de su
años. La primera exigencia analítica tacado la acción del Ejecutivo: un con- partido. Su posición de debilidad en
(que recibe además el peso de una ex- junto de iniciativas (sobre la política
periencia de muchas frustraciones) se militar, la justicia, la moralización del
1. Hugo Vezzetti, “Apuntes para un debate so-
orienta a distinguir la realidad de los Estado, la política internacional, las co- bre el presente: Estado y ciudadanía”, Punto de
deseos y a reconocer los humores cam- aliciones políticas) que reunen un alto Vista, 75, abril de 2003.
la oscura trama de acuerdos e inter- Como todo tiempo de crisis y de irrup- conduce necesariamente a asimilar el
cambios de los aparatos del peronis- ción más o menos inesperada de algo potencial de cambio, movilización y
mo, que parece comprometerlo a una nuevo, junto con la apertura de un organización, el conjunto de ideales y
iniciativa política permanente, al mis- tiempo que reactiva las esperanzas, se esperanzas que recorrieron esa socie-
mo tiempo lo coloca en la posición rearman, hacia atrás, las escenas, las dad en 1973 a la lógica de guerra, im-
insólita de un presidente que para memorias, los mitos que pugnan por puesta por las formaciones de la gue-
avanzar en esa empresa de reparación ofrecerle un sentido. rrilla insurgente. Queda mucho por dis-
institucional y moralización estatal de- Las evocaciones del setentismo re- cutir y queda también la exigencia de
berá obligadamente enfrentar a una aparecen recurrentemente para situar asumir las responsabilidades de una
buena parte de los apoyos partidarios las orientaciones de la nueva gestión. herencia compleja y mezclada, que se
que lo llevaron a la Casa Rosada. Pre- El propio Kirchner evocó su pertenen- ha convertido no sólo en una marca
visiblemente, el volumen de simpatías cia generacional y las convicciones que generacional (que se impone como un
que su acción coseche en una opinión cimentaron su acceso a la política. legado ineludible, aun para distanciar-
corrida hoy hacia el progresismo será Otros han agregado un tono de exalta- se de él o revisarlo a partir de la ex-
directamente proporcional a las ten- ción en ese rescate que arrastra una periencia posterior), sino como un in-
siones y conflictos que amenacen res- suerte de satisfacción reivindicativa grediente insoslayable en la produc-
tarle apoyos en su propio partido. La ofrecida por las vueltas de la historia. ción de un proyecto transformador en
2 coyuntura electoral de la ciudad de Lo importante, en todo caso, es ad- lo social y en lo político. No es mi
Buenos Aires, en la que ha privilegia- vertir qué es lo que vuelve en esas intención entrar ahora en esa discu-
do esa construcción “transversal” co- memorias y cómo. Claudia Hilb expo- sión sobre el pasado salvo para desta-
mo un camino de autonomía respecto ne bien los riesgos de un “olvido” de car efectos y consecuencias en la co-
de los aparatos, puede ser un anticipo las facetas de violencia, dogmatismo, yuntura presente. En efecto, el cómo
de los conflictos futuros en esa apues- intolerancia y mesianismo, que no só- de la evocación muestra hoy con más
ta formidable de la que probablemen- lo no resultan asimilables a la creen- claridad que nunca que no hay retor-
te depende la reanimación posible de cia democrática, sino que contribuye- no posible al pasado; en verdad, las
un proceso democrático hasta hoy ago- ron a crear las condiciones para la propias voces y las opciones que sos-
nizante. irrupción del terrorismo de Estado.2 En tienen esa evocación identificada con
Por otra parte, algunas de las solu- ese sentido, no hay duda de que las ciertos ideales de los años setenta
ciones en el plano de la necesaria re- evocaciones setentistas revelan algo muestran, en estado práctico, un ba-
forma institucional (pienso, por ejem- hacia el pasado, un núcleo pendiente lance y un aprendizaje. Aun cuando
plo, en la cuestión fiscal o en la rela- de discusión y evaluación que es una falte una adecuada explicitación o re-
ción con las provincias) deberían tarea necesaria y que seguramente per- conocimiento, el saldo de una nueva
encaminarse en una dirección que muy manecerá abierta por mucho tiempo. experiencia histórica, iniciada en 1983,
probablemente terminará enfrentando Una evocación generacional autocom- opera como filtro y como marco de
resistencias arraigadas en el sentido co- placiente se ha expresado, por ejem- resignificación de esa interpenetración
mún de una buena parte de sus bases plo, en las producciones de lo que pue- de los tiempos históricos. Y la memo-
de apoyo en la sociedad. Desde luego, de llamarse una “memoria montone- ria transforma el pasado no sólo en el
se trata de una situación crítica y en ra”, renuente a una recuperación crítica nivel de los recuerdos y los enuncia-
movimiento y de una mirada pegada a de esa experiencia que reconozca las dos manifiestos, sino en el modo mis-
los acontecimientos, y no caben las responsabilidades correspondientes en mo en que reconstituye y reorienta el
profecías. Pero sí destacar la capaci- la tragedia desatada desde 1976. No horizonte de las acciones en el pre-
dad reveladora de la actual coyuntura voy a volver sobre ese tópico, ni so- sente.
en la restauración de un lugar central bre la promoción de un trabajo inte- Allí reside la distancia con un se-
y autónomo de la política como prác- lectual de la memoria. No han faltado tentismo irredento, si se me permite
tica eficaz, la transformación de un es- trabajos en esa dirección, muchos en la expresión, que hoy es sólo un resto
cenario que parecía inmovilizado en las páginas de esta revista. A lo que arcaico. Como lo señala Claudia Hilb,
la crisis interminable y la ampliación se agrega una producción historiográ- nadie en los años setenta podría ha-
de los límites de lo que parecía posi- fica amplia que permite decir que hoy berse entusiasmado con un gobierno
ble esperar del futuro inmediato. Fren- sabemos bastante más sobre esa eta- como el de Kirchner; y más aun, sus
te al escenario conocido de amplia des- pa: sobre el peronismo y las fuerzas iniciativas reformistas no dejarían de
legitimidad y fragmentación políticas, armadas, las organizaciones políticas recibir las presiones desestabilizado-
la acción del presidente, solitaria, se y sociales, la izquierda, los intelectua- ras (masivamente impugnadoras de la
ha mostrado capaz de recomponer un les y la universidad, en fin, sobre la política como práctica de negociación
campo político; y abre las vías de co- Iglesia y el pensamiento católico. y consenso) que hoy sólo expresan
aliciones innovadoras capaces de afir- Pero distanciarse de una recupera- grupos insignificantes del arco políti-
mar y ampliar las bases, incluso par- ción exaltante y reivindicativa, que ha
lamentarias, del poder hoy afirmado sido ciega a las consecuencias de mu- 2. Claudia Hilb, “Sobre herederos y herencias:
casi exclusivamente en su autoridad. cho de lo que que allí se engendró, no ¿cuáles setentas?”, Debate, 6/6/03.
co. Esa misma adhesión, entonces, que tido común jurídico liberal admitido de una crisis tan profunda como la que
involucra a muchos de los sobrevivien- en las mayores democracias capitalis- desembocó en el derrocamiento del
tes de aquella generación, puede ver- tas no ayuda ciertamente a un debate presidente De la Rúa, algo de esas es-
se como la medida de la diferencia sobre aquellos años; tampoco contri- peranzas se reactivan hoy. Y es paten-
respecto de las convicciones que en- buye a una discusión pública respon- te que en las adhesiones que recoge la
tonces arrasaban con las bases mismas sable, enteramente pertinente, acerca nueva administración se da esa aso-
de la política. Los ejemplos sobran. de los fundamentos y alcances de la ciación entre la rehabilitación de la jus-
Basta ver a Miguel Bonasso encabe- propuesta del Ejecutivo. Evocan, más ticia y la recuperación de la política
zando una lista de diputados que apoya bien, los argumentos más toscos de como espacio de participación y ac-
a Ibarra como jefe de gobierno de la los defensores de la masacre dictato- ción colectivas. Por una parte, se man-
ciudad de Buenos Aires o a Horacio rial y la criminalización del Estado que tiene en la ciudadanía una relación
Verbitsky recordando el ejemplo de consideraban que someter a los milita- muy especial con los valores y las
Bartolomé Mitre para argumentar su res responsables a los tribunales de jus- prácticas de la justicia: a la vez des-
apoyo a la designación de Eugenio Zaf- ticia, como a cualquier hijo de vecino, prestigiada y sometida a fuertes de-
faroni en la Suprema Corte; para no constituía un acto de guerra que conti- mandas. Por otra, la tan rápida revalo-
hablar de la actuación extendida de mi- nuaba el accionar de la subversión. rización de la política y de los políti-
litantes del movimiento de los derechos Al proyectar hacia atrás de ese mo- cos (después del pozo de desprestigio
humanos que se reconocen en ciertos 3
ideales de los años setenta.
David Hockney
El 18 de enero de 1951, Picasso pintó rablemente con “Guernica”. Poco des- centración. Habían tenido un enorme
“Masacre en Corea”. Al día siguiente pués, ya no se lo tenía muy en cuenta. impacto (en Bradford las exihibieron
continuó pintando niños, tal como lo Años más tarde, cuando lo vi en la en un baldío dejado por los bombar-
venía haciendo. El catálogo razonado exposición Picasso del Museo de Arte deos y allí las vi, cuando tenía 8 años).
de sus obras muestra el cuadro sobre Moderno de Nueva York, quedé im- Lo que quiero decir es que la ima-
Corea más o menos aislado entre va- presionado. Permaneció conmigo y co- gen de Picasso es universal; él se dio
rios retratos de niños –la inocencia y mencé a entrever otra explicación. cuenta de que aquellas fotografías eran
el futuro. En 1950, las imágenes de la se- posteriores al hecho, y que, en realidad,
La guerra de Corea había comen- gunda guerra todavía estaban vivas y no nos hablaban de la terrible brutalidad
zado en junio de 1950 y en diciembre mantenían su poder de escándalo; el de los campos sino de sus sobrevivien-
de ese año los diarios publicaron no- mundo se reponía de la guerra cuando tes, unos pocos si se los mide por el
ticias de atrocidades que incluían la estalló un nuevo conflicto, muy lejos número terrible de los muertos. De mo-
muerte a tiros de mujeres y niños. de París. Sobre él había información do que el tema del cuadro es la respues-
El cuadro de Picasso fue reprodu- periodística, pero no fotos. La pintura ta de un pintor a las limitaciones de la
cido en los diarios de la época (lo re- de Picasso fue una respuesta. fotografía, limitaciones que todavía sub-
cuerdo; yo era un chico de 14 años Sus fuentes son evidentes: Goya y sisten y que piden un debate.
que iba a la escuela en Bradford). Por Manet; pienso, sin embargo, que fue-
lo general, se lo tuvo en menos, como ron más importantes las muy difundi- [Times Literary Supplement, mayo 2,
propaganda, y se lo comparó desfavo- das fotografías de los campos de con- 2003]
5
Un tratado moral
Sontag, de nuevo sobre la fotografía
Beatriz Sarlo
6
Irak,2 que, publicado a comienzos de
este año, el libro no discute. También
con ligereza se juzgó que su apertura
sobre Tres guineas de Virginia Woolf
quería decir, sencillamente, que los
hombres están más cerca de la guerra
que las mujeres. Aunque el ensayo de
Sontag toma posición contra la guerra,
no es una tirada ni ingenua ni román-
tica. Por el contrario, comentando a
Woolf, escribe Sontag: “Leer en unas
fotografías, como lo hace Woolf, un
aborrecimiento general a la guerra im-
plica alejarse de un compromiso con
España, como país que tiene una histo-
ria. Implica prescindir de la política”.
Que el libro de Sontag sea leído como
un refuerzo a su condena de la guerra
de Irak, es inevitable. Que se lo juzgue
sólo desde esta perspectiva es miope.
Como ya lo hizo antes, Sontag re-
cuerda que la visión de las fotografías
de los campos nazis tomadas en abril
Este libro es un tratado moral, rara pregunta, más bien, sobre la posible de 1945, cuando la liberación de Bu-
especie, sin duda.1 El título Regarding objetividad de lo que se descubre al chenwald, Bergen-Belsen y Dachau,
the Pain of Others tiene, deliberada- mirar y sobre las consecuencias de mi- dividió su vida del mismo modo que
mente, dos sentidos: ‘respecto del do- rar el sufrimiento. El ensayo sobre la si hubiera cruzado una frontera. La
lor ajeno’ y ‘mirar, con atención, con fotografía de atrocidades retrocede ha- marca sobre su subjetividad puede ser
respeto, el dolor ajeno’. Los dos sen- cia su representación plástica en Goya el mito originario desde el que surge
tidos superpuestos, en el registro alto y Callot, para descubrir cuáles fueron la intensa relación de Sontag con la
de la lengua, le dan su carácter al li- los cambios y las persistencias. Pole- fotografía.
bro; la indecisión entre ambos, que el miza también con algunos lugares co- Su generación, la de gente nacida
inglés hace posible, transmite la fluc- munes contemporáneos, en especial alrededor de 1930, fue la primera para
tuación temática ya que se trata de una con la idea de que todo lo que pode- la que la fotografía fue el primer mo-
meditación sobre el dolor y sobre sus mos conocer a través de representa-
representaciones. ciones es el simulacro de una realidad 1. Susan Sontag, Regarding the Pain of Others,
Quien espere recorrer el camino inaccesible o inexistente. Nueva York, Farrar, Straus and Giroux, 2003,
131 pp.
conocido de los “análisis culturales” Algunas críticas a este libro lo asi-
2. Christopher Hitchens, “La seducción del
sobre la mirada se sentirá defraudado. milaron groseramente a las posiciones mal”, traducido y publicado en Página 12, 30
Sontag no se dedica a esas cosas. Se de Sontag respecto de la invasión a de marzo 2003.
do de conocimiento de un hecho pú- tag, con espíritu autocrítico, encuen- que pasa a segundo término en la dis-
blico, universal y atroz. Fotografías de tra en su propio libro de 1977 sobre la cusión popular contemporánea sobre
violencia demoníaca y de guerra, na- fotografía, es atacado, en primer lu- el pasado: “Quizás estemos asignando
turalmente, hubo cincuenta años an- gar, como “crítica conservadora” y, en demasiado valor a la memoria y de-
tes, pero las de los campos de concen- segundo lugar, como perspectiva cíni- masiado poco valor al pensamiento”.
tración fueron las primeras que reco- ca. “Decir que la realidad se transfor- Sontag, alejándose de quienes atri-
rrieron el mundo como testimonio ma en espectáculo es de un provincia- buyen tan poco poder a las imágenes
acusador y, poco después, se convir- nismo que corta la respiración... Im- repetidas como de quienes se lo reco-
tieron en íconos de la violencia esta- plica que todo el mundo es espectador. nocen en negativo, al afirmar que ellas
bleciendo el marco respecto del cual Sugiere, perversamente, poco seria- no pueden lograr una transformación
se ubican las fotografías de masacre mente, que no hay un sufrimiento re- de las conciencias pero sí pueden anu-
hasta hoy.3 Para Sontag, estas fotos al”. El cliché prospera en una discu- larlas (y ambos temas se relacionan
fueron lo que la guerra de España pa- sión cosmopolita, lejana al lugar de dentro el pesimismo contemporáneo),
ra Woolf y lo que las de la gran gue- los hechos o que, como en el caso de defiende el potencial ético de las foto-
rra para Henry James, entre otros más Bosnia, prefiere que esos hechos no grafías justamente porque a ellas no
previsibles, quien vio en ellas el mo- sean atribuidos precisamente al lugar puede exigírseles que reparen una au-
mento de inadecuación radical de las donde se produce el cliché, haciendo sencia de identificación, de indigna-
palabras. “Las fotografías, escribe Son- de Bosnia un espacio no europeo de ción o de intervención. No son las imá- 7
tag, son el eco de otras fotografías”. Europa. En todo caso, el cliché sus- genes las responsables de que no su-
De todos modos, Sontag parte des- pende la responsabilidad moral. Las ceda aquello que debe producir la
de más lejos. Registra que desde el propias víctimas de la violencia y la política, la conciencia moral y la com-
siglo XIX, es decir desde la difusión guerra expresan su necesidad de que pasión.
masiva de la prensa, se plantea el pro- lo que les sucede pase a la imagen, Tampoco las imágenes tienen res-
blema, que la fotografía viene a acen- aun cuando, como en el caso de Sara- ponsabilidad sobre la contradictoria
tuar dramáticamente, de la presenta- jevo, criticaran una exposición donde subjetividad de quien las mira. Se pue-
ción de atrocidades lejanas respecto se exhibían, en paralelo, sus fotogra- de decir que responden al deseo de
de las cuales se abre la pregunta mo- fías y las de matanzas africanas, por- ser espectador de atrocidades; se pue-
ral y política: ¿qué hacer con eso que que la necesidad de ser representado de decir que lo producen. Sin embar-
poco antes podía pasar desapercibido no disipa la necesidad de que la repre- go, incluso no decidiendo sobre si son
y que ahora se impone incluso a aque- sentación sea tenida como radicalmen- causadas por o causantes del deseo,
llos que preferirían no verlo, porque te diferente. las imágenes de atrocidades tienen un
la prensa, aun después de discutir có- Sontag da vueltas alrededor de es- potencial de independencia. Si no nos
digos de autolimitación en la repre- te problema desde su emergencia en transforman totalmente, si no “sufri-
sentación de atrocidades, de todos mo- el periodismo moderno hasta la afor- mos lo suficiente” frente a ellas, de
dos, debe publicarlas? tunada hipótesis de la sociedad como todos modos, por su carácter hoy ine-
La imagen está allí, mucho más espectáculo, por Debord, o la repeti- vitable, nos llaman. Para Sontag no
intrusiva que el texto escrito, llaman- ción en abismo del simulacro, por Bau- está mínimamente probado que el he-
do a los ojos que desean apartarse y drillard. No hay una solución obvia: cho de ser espectador de imágenes
que saben, al mismo tiempo, que mi- es cierto que las imágenes entran en neutralice el despliegue de una “fuer-
rar es inevitable. La imagen produce un flujo casi indistinguible de repre- za moral”. Se ha dicho muchas veces
un shock que deriva en paradójico sentaciones cuya relación alcanza un que, tarde o temprano, la imagen de
acostumbramiento. Esta paradoja de la orden dudoso; es cierto que el hábito atrocidades cansa por su repetición de
sorpresa y el gasto de la novedad po- lima la experiencia del shock; es cier- lo intolerable. Esta crítica, Sontag la
ne las condiciones para seguir signifi- to que puede haber un “cansancio de rastrea hasta la primera modernidad y
cando a través del tiempo, cuando su la compasión”.4 Sin embargo, Sontag encuentra en Wordsworth una prueba
fuerza se ha debilitado por repetición cree que las imágenes atroces, aunque bien temprana. Del Prefacio a las Lyri-
pero, a la vez, persiste como prueba se conviertan en signos casi indepen- cal Ballads, Sontag cita la denuncia
visual (la prueba de los ojos, el senti- dientes de una historia, aunque no pue- de una corrupción de la sensibilidad
do de la creencia inmediata) de la exis- dan representarla sino en fragmentos,
tencia de un referente desaparecido. “tienen una función”: las fotografías 3. Sobre esta cuestión: Barbie Zelizer, Remem-
El efecto del shock cuando se no pueden reponer una historia, ni pre- bering to Forget; Holocaust Memory through
transforma en costumbre motiva to- tender un nexo de causalidad explica- the Camera’s Eye, Chicago, University of Chi-
cago Press, 1998. “Las fotografías de atrocida-
das las derivas contemporáneas sobre tiva, pero son una llamada. La cues- des cometidas por los nazis han vuelto a la su-
la imagen como simulacro. El acos- tión, escribe Sontag, no es tanto que perficie en las representaciones de Timor Orien-
tumbramiento y la cantidad serían dos las imágenes sean un soporte de la me- tal, Camboya, Bosnia y Rwanda” (p. 210).
consecuencias tan inevitables como moria (puesto que lo son), sino que 4. Zelizer, cit., p. 214, donde se menciona el
cansancio “tecnológico”, que produciría una es-
neutralizadoras de una potencia signi- no puede exigírseles que ellas solas pecie de acostumbramiento frente a la “reali-
ficante. Este lugar común, que Son- articulen el saber de los hechos, algo dad” fotográfica.
“por los grandes acontecimientos na-
cionales que tienen lugar todos los dí-
as, y la creciente acumulación de hom-
bres en las ciudades, donde la unifor-
midad de sus ocupaciones produce el
deseo de incidentes extraordinarios,
gratificado inmediatamente por la rá-
pida comunicación”.
La cita tiene el efecto doble de ilus-
trar la amnesia de quienes descubren
en el presente una pura originalidad.
Al mismo tiempo, Sontag no presenta
su argumento como una coartada his- posible hacer nada... comenzamos a la posibilidad de un placer perverso
toricista por la cual todo lo que hoy aburrirnos, nos volvemos cínicos y como la apertura hacia la dimensión
sucede está prefigurado en una espe- apáticos”. Detrás de la apatía, por su- moral de la identificación y la compa-
cie de caverna platónica de la historia. puesto, también está el miedo. sión. Pero, además, la idea de lo su-
Al traer la cita, Sontag llama la aten- En cuanto al contenido explícito blime se agrega a esta oscilación en-
8 ción sobre la larga duración de una de las fotografías de sufrimiento, la tre la atracción, el repudio y la simpa-
relación conflictiva con la abundancia repetición de las imágenes atroces po- tía. Lo sublime se experimenta
de imágenes e informaciones (una re- dría juzgarse un alimento especialmen- cumpliendo el deseo de mirar lo atroz
lación que preocupa, en primer lugar, te apto para una sensibilidad pornó- como un más allá de lo humano. En
a los letrados) y, al mismo tiempo, gráfica, independizada de una referen- un mundo donde “la guerra ha sido la
busca los rasgos específicos de la si- cia histórica y política. Sontag, que norma y la paz, su excepción”, la vio-
tuación contemporánea en la cual el escribió de modo inolvidable sobre la lencia vista desde un lugar seguro es
conflicto entre shock y acostumbra- imaginación pornográfica, no pasa por una manifestación de lo sublime en el
miento es un problema concreto y no alto (aunque no insista) sobre el deseo presente. Burke indicó que la atrac-
meramente el temor de una concien- de observar el sufrimiento de otros co- ción de un naufragio o el placer esté-
cia pesimista. mo espectáculo vaciado de consecuen- tico que produce la furia de una tor-
Sontag invierte la crítica. El acos- cias morales, modelado exclusivamen- menta están sostenidos por la seguri-
tumbramiento no proviene de la “can- te en la satisfacción escópica de una dad del lugar desde donde se los mira.
tidad de imágenes”; éstas no son co- representación de aquello que no po- El efecto de lo sublime puede sur-
nocimiento de su referencia sino posi- dría ser actuado, sin peligro, por el gir de las fotografías de atrocidades.
bilidad de construir esa referencia observador. Reconoce, por cierto, Pero es necesario discutir el estatuto
como objeto de conocimiento. Más nuestro “deseo por lo degradado, por estético de la fotografía. Aunque acep-
bien, la ausencia de acción, la apatía o la mutilación y el dolor”; y que “el tada en el museo y convertida en un
incluso la anestesia frente a las imá- ansia de mostrar cuerpos sufrientes es capítulo de las “artes visuales”, de to-
genes de atrocidades habla menos de tan intensa, casi, como el deseo de los dos modos, las imágenes tomadas por
la imagen y de su proliferación, que que muestran cuerpos desnudos”. una cámara no tienen los mismos de-
de la imposibilidad de participar sig- El nexo entre violencia e imagina- rechos que una batalla de Ucello. La
nificativamente en una esfera política ción pornográfica evoca también la re- fotografía reclama el estatuto y los de-
para cambiar aquello que las imáge- lación entre extremo dolor y erotis- rechos del arte; al mismo tiempo, mu-
nes representan. La apatía del espec- mo. En el límite está la idea de que un chas fotografías de atrocidades o de-
tador contemporáneo, afirma Sontag, dolor insoportable indica una manifes- sastres desnudan la mala conciencia
es “rabia y frustración”. La expresión tación última de lo humano, tanto co- de un esteticismo al que debería re-
de una solidaridad con aquello que trae mo su relación con la muerte. Sontag nunciarse. Sontag señala, con ironía,
la imagen “proclama tanto nuestra ino- recuerda la fotografía de un ajusticia- una estética de des-estetización, según
cencia como nuestra impotencia”. En miento sangriento que, como es sabi- la cual las atrocidades sólo deben fo-
los pliegues de la argumentación, Son- do, Bataille tuvo siempre sobre su me- tografiarse si el fotógrafo renuncia a
tag mantiene la cuestión abierta. So- sa de trabajo, porque encontraba en lo que habitualmente se considera una
bre todo, subraya las condiciones de ella algo que tiene que ver, tan pro- composición o una iluminación logra-
la intervención pública vueltas impo- fundamente como la muerte, con lo das. La autenticidad de lo representa-
sibles o muy difíciles: “Porque una humano. Pero su argumentación no do provendría así de una renuncia a la
guerra, o toda guerra, parece inevita- queda en este lugar. excelencia de los medios formales de
ble, la gente está menos dispuesta a Por un lado, Sontag insinúa que el la representación (aunque no de una
responder a sus horrores. La compa- shock producido por una imagen que renuncia a la técnica, habría que agre-
sión es una emoción inestable. Nece- representa, muy de cerca, una atroci- gar). Los “prejuicios antiartísticos” de
sita traducirse en acción, de lo contra- dad real, está reduplicado por el sen- buena parte de la fotografía contem-
rio se marchita. Si sentimos que no es timiento de vergüenza que tiñe tanto poránea atribuyen un aura de autenti-
cidad a aquellas imágenes atroces que dictum benjaminiano sobre la esteti- narración de los hechos produce más
no parecen excesivamente trabajadas zación de la política, pasa por alto que conocimiento que las imágenes. Esta
por sus autores. la banalización no proviene ni de la idea sencilla se opone a los entusiastas
La paradoja en el reclamo de un abundancia de imágenes, ni de su per- que sostienen que las fotografías pose-
estatuto y su renuncia es evidente. fección formal, sino del hecho de que en un potencial cognoscitivo de primer
Aunque Sontag no expande esta para- esas imágenes sean vistas distraída- orden. Por el contrario, la fotografía y
doja, la muestra en una exposición so- mente no tanto por su proliferación la narración tienen temporalidades di-
bre el 11 de septiembre, donde se mez- como por la ausencia de un marco in- ferentes. El relato dura y, en este sen-
claron deliberadamente, sin acredita- terpretativo. La banalidad no proviene tido, rechaza, por su misma materia
ción de autor, fotografías de aficionados de su condición de imágenes sino de temporal, el consumo acelerado. El re-
y de profesionales, que entraron a la su aislamiento respecto de una histo-
venta también bajo anonimato. El ria de la que forman parte, por su re- 5. “El problema no reside en que la gente re-
comprador, en esta especie de lotería tórica y su temática. La insignifican- cuerde a través de fotografías, sino que recuer-
de valores, se enteraba sólo después cia no está en la lógica de la imagen, de sólo fotografías. Esta forma del recuerdo
eclipsa otras formas de comprensión y de me-
de adquirida si su foto había sido to- y ni siquiera en su repetición, sino en moria” (p. 89); “Una imagen no dice todo lo
mada por una celebridad o por un afi- sus contextos.5 que necesitamos saber. En realidad, la fotogra-
cionado que había aprovechado la ca- Sontag está convencida de que la fía nos dice muy poco” (p. 90).
sualidad de tener su cámara cuando 9
caían las dos torres.
Si bien “los testigos fotográficos
pueden pensar que es más correcto,
desde un punto de vista moral, volver
lo espectacular menos espectacular”,
esta tendencia de la fotografía contem-
poránea (que tiene el acompañamien-
to no siempre reconocido del culto de
lo feo no sublime, aunque de esto no
se ocupa Sontag) pasa por alto que lo
espectacular ha sido el tono moral y
estético de los grandes dramas reli-
giosos o seculares. La religión no ha
renunciado, durante buena parte de su
historia, a la crueldad del primer pla-
no en la representación del sufrimien-
to; los San Sebastián trazan una estela
que recorre Occidente hasta la última
apropiación por la industria del espec-
táculo, que acaba de darle al mártir la
cara aniñada de Leonardo Di Caprio
(a quien, dicho sea de paso, muchos
pintores del Renacimiento italiano no
hubieran despreciado como modelo).
Ese potencial de espectacularidad,
agregado a acontecimientos o mitos
también espectaculares, es la mala con-
ciencia que persigue a la fotografía
contemporánea. El prejuicio antiesté-
tico, que Sontag critica, se ha conver-
tido en un lugar común que, sin evitar
lo espectacular, busca atenuarlo por
medios tan formales como los de la
des-estetización, y producir así la tran-
quilidad moral de que no se lo ha bus-
cado especialmente a través de artifi-
cios, como si los artificios fueran, en
principio, moralmente condenables pa-
ra la representación del sufrimiento.
El juicio que toma al pie de la letra el
lato se deja devorar menos y persiste vieron innecesaria e imposible esa ma- rioridad. Al criticar las teorías del si-
más. Si la fotografía es una especie de nipulación), los grabados son imáge- mulacro, restituye un principio de re-
slogan, de “proverbio” o de “cita”, el nes construidas. No nos dicen “las co- presentación a las fotografías, incluso
relato es una extensión que debe reco- sas fueron exactamente así”, sino “co- a aquellas que han sido usadas con las
rrerse. Esta confianza, casi fuera de mo- sas como éstas sucedieron”: no estrategias mediáticas más degradan-
da, en el poder del discurso y sobre peticionan la creencia realista, sino la tes. Defiende la re-presentación, por-
todo del discurso verbal, singulariza a disposición intelectual, estética y mo- que sólo ella permite “mirar el sufri-
Sontag y, de algún modo, marca su ori- ral. O para decirlo por la negativa, co- miento” como algo del orden de lo
ginalidad respecto de las reivindicacio- mo Sontag: “Se supone que una foto- real.
nes o las condenas de la imagen. Le grafía no evoca sino que muestra. Por En síntesis, Sontag enfrenta dos
permite pensar no sólo en el valor re- eso, puede servir como prueba, posi- problemas: por un lado, la indiferen-
velador y probatorio de la fotografía, bilidad de la que carecen las otras imá- cia (que, por agotamiento de lo re-
sino en aquello que la fotografía, pese genes”. petido, impide la identificación); por
a todo, no tiene. Sontag sostiene que lo importante el otro, el límite de sentido que tie-
Su análisis de “Los desastres de la es comprender: al poner en primer lu- ne la fotografía, si se la compara con
guerra” expone la contradicción (des- gar esa cuestión, abre también la di- el discurso verbal o con la pintura.
conocida en el tratamiento periodísti- mensión moral del acto de conoci- Ambas cuestiones tienen que ver con
10 co de la fotografía contemporánea) en- miento, quizás mucho más resistido la necesidad de que aquello que su-
tre la imagen y su epígrafe. Por ironía que el de la memoria (como podría cede, el sufrimiento del otro, sea per-
o directamente, los títulos de Goya di- mostrarlo el debate argentino sobre las cibido y pueda sostener un juicio in-
cen: esto no debió pasar, en lugar de últimas décadas). Si la fotografía pue- telectual (de conocimiento) y moral
decir, simplemente, esto pasó. El he- de servir como prueba en un juicio es (de práctica). Ha escrito un ensayo
cho de que la leyenda no confirme la porque es posible establecer a partir cuya argumentación no se reparte se-
imagen sino que la cuestione moral- de ella también el juicio moral. No gún las líneas de sus nueve capítu-
mente, que la invalide no como algo sólo da a conocer, sino que peticiona los; construyó, en cambio, redes de
imposible sino como algo real que de- que lo conocido sea objeto de evalua- temas, que se repiten y se amplían,
bió ser imposible, eso marca una dife- ción. Mirar el sufrimiento del otro es rodeando, como quería Adorno, un
rencia. Goya, afirma Sontag, subraya la primera instancia de un proceso que centro elusivo y al mismo tiempo
la dificultad de mirar aquello que su debería incluir conocimiento, empatía siempre presente. Intrincado y osci-
grabado está mostrando. Por otra par- (es decir: presupone algún tipo de uni- lante, el ensayo sigue los impulsos
te, a diferencia de las fotografías de versalización) y apertura a la acción de la indignación moral y del análi-
guerra que, como lo ha venido indi- práctica. sis, como si también respondiera a
cando la investigación sobre el modo Por eso, Sontag discute con quie- la doble articulación de las fotogra-
en que fueron producidas, muchas ve- nes, frente a la abundancia obscena de fías entre su sentido posible y su con-
ces resultan de una puesta en escena lo mostrado por los medios, rechazan sumo, o, para decirlo de otro modo,
posterior a los hechos mismos que la posibilidad de que pueda producir- entre lo real representado (el dolor
muestran (esto sucedió por lo menos se otro conocimiento que no sea el de de los otros) y la irrealidad que pue-
hasta que las cámaras de televisión la multiplicación de imágenes que han de desangrar la representación cuan-
presentes en el mismo escenario, vol- perdido toda conexión con una exte- do los ojos se cansan de mirar.
milpalabras
letras y artes en revista
Formas de narrar
Calveiro / Foster / Di Tella / Laddaga /
Macchi / Kazumi Stahl / Bernabé /
Monteleone / Ali-Brouchoud / Lorenzano El número 13 salió en mayo de 2003
Dedicado a la formación profesional del periodista
Cornelia Brink
11
vertido en parte de la memoria visual
colectiva de Occidente. Se imponen a
nuestra sensibilidad y evocan el senti-
miento amenazador, mudo y sin nom-
bre, de “esto pasó una vez”. Causan
shock y terror, compasión y rechazo.
Por lo general, se les atribuye una re-
alidad directa y no ambigua. Más que
otras fotografías plantean el reclamo
moral de ser aceptadas sin más análi-
sis. Representan la inhumanidad del
nazismo, son la imagen de un sistema
concentracionario de exterminio. Es-
tán allí por Auschwitz, como la ex-
presión más extrema y como el nú-
cleo de la ideología nacional-socialis-
ta y sus prácticas de muerte.
Las ruinas de los campos –alam-
bres de púa, rejas, torres de vigilan-
cia, barracas, chimeneas de cremato-
rios–, y las escenas captadas por la
cámara se convirtieron en el símbolo
de algo que, hasta entonces, había si-
En Regarding the Pain of Others, Susan Sontag cita especialmente dos textos: do desconocido e inimaginable; tam-
el libro de Barbie Zelizer, sobre la memoria fotográfica del Holocausto, y el bién le dan una forma a nuestra visión
artículo de Cornelia Brink que publicamos. de las atrocidades del presente.
Pocas fotografías son tan conocidas con este inventario fotográfico del ho- “Las escenas representadas, escribe el
como las que tomaron los ejércitos in- rror como una “epifanía negativa” y historiador Robert Abzug, alcanzaron
glés y norteamericano durante la libe- una “típica revelación moderna”.1 Su un estatuto casi mítico en un mundo
cada vez más acostumbrado a ver la
ración de los campos de concentra- vida se dividió en dos partes: antes de
violencia, todos los días y en colores,
ción en la Alemania de 1945. Vago- conocer estas fotos, a los doce años, y en vivo o grabada. Como si en la pri-
nes repletos de cadáveres en Dachau; después. mavera de 1945 el mundo hubiera per-
sobrevivientes enfermos o medio Esas fotografías fueron reimpresas dido una cierta inocencia, y los restos
muertos en el pequeño campo de Bu- miles de veces, y se tiene la impre- visuales de ese pasaje se hubieran con-
chenwald; cientos de cadáveres aline- sión de que se repiten las mismas to- vertido en leitmotiv de nuestras reac-
ados frente a los edificios semidestrui- mas, aunque los archivos contienen ciones. Vemos fotos de Biafra, Bangla-
dos en Nordhausen; tumbas colecti- muchas imágenes que hasta hoy son desh, Vietnam o, incluso, de la mons-
vas abiertas en Bergen-Belsen. Susan poco conocidas. Las fotografías de la 1. Susan Sontag, On Photography, Nueva
Sontag recuerda su primer contacto liberación de los campos se han con- York, 1978, p. 19.
truosa catástrofe de Jonestown, con los Reichstag en 1945; y el primer paso nos son las que no proporcionan cla-
sentimientos aprendidos frente a las de Neil Amstrong en la luna en 1969. ves de tiempo y lugar precisos, y vuel-
imágenes de los campos de concentra- La historiadora de la fotografía Vicky ven anónimas a las víctimas, privándo-
ción.”2 Goldberg emplea la expresión “ícono las de su individualidad y colocándo-
Las fotografías de campos de pri- secular” para este tipo de imágenes de las en el marco de una tradición
sioneros en la ex Yugoeslavia que alto impacto simbólico: pictórica.9 El uso del término ícono
muestran cuerpos frágiles y alambres difiere según los casos, pero siempre
de púa se parecen increíblemente a las “Los íconos seculares son imágenes implica, aparte de una extendida po-
imágenes de 1945.3 Durante la guerra que logran producir un cierto grado de pularidad, un gran impacto emocional
civil en Rwanda, Gilles Peress foto- asombro, miedo y compasión, y que que muchos atribuyen a su autentici-
grafió las topadoras que empujaban pi- representan una época o un sistema de
dad y a su poder de simbolización.
las de cadáveres dentro de las fosas creencias. Aunque las fotografías sue-
len adquirir con cierta frecuencia un
Sin embargo, el término ícono es más
colectivas como si fueran las de Ber- apropiado de lo que sugieren estas in-
gen-Belsen.4 significado simbólico, por lo general
no designan algo más allá de ellas mis- terpretaciones.
Las fotografías de los campos de
mas, en la medida en que presentan
concentración nazis se han convertido intensa y específicamente sus temas.
en íconos. El término se usa frecuen- Pero las imágenes que se convierten
temente, sin una idea precisa acerca Íconos seculares
12 en íconos adquirieron, casi instantáne-
de lo que las transforma en íconos. amente, una sobrecarga simbólica en
Trataré de relacionar ese término con marcos de referencia ampliados que las En griego, eikon, significa simplemen-
su marco histórico y con las imágenes dotaron de un significado universal. te imagen, en el sentido más amplio.
religiosas del culto ortodoxo, para se- Concentran las esperanzas y los temo- En su origen, se llamó íconos a las
ñalar las analogías precisas –o su au- res de millones y proporcionan un ne- imágenes recordatorias de los muer-
xo instantáneo y directo con un mo- tos (similares a los retratos momifica-
sencia. No quisiera, sin embargo, ubi-
mento significativo de la historia. Sin- dos de los egipcios) y fueron honra-
car la cuestión en un plano religioso. tetizan fenómenos complejos, como el
Expresiones originadas en la religión, dos por los cristianos primitivos y, po-
poder del espíritu o el de la destruc-
como culto, ritual, símbolo o ícono, co más tarde, por la iglesia ortodoxa
ción universal”.6
son moda en los estudios culturales, y que los consideró imágenes de culto.
no me propongo seguirla. Las foto- Se creía que no habían sido creados
Entre otros ejemplos, Goldberg por manos humanas y se los conside-
grafías de los campos de concentra-
menciona los retratos de Mao Tse raba copias autenticas de “imágenes
ción no son íconos, pero se las mira
Tung y del Che Guevara, y las foto- originales” de Cristo, la Virgen o los
como si lo fueran. Las preguntas que
grafías de las pruebas nucleares en el santos. Una buena copia conservaba
quiero formular tienen como contexto
atolón Bikini, así como la ocupación la “verdadera forma” de las imágenes
la recepción de estas imágenes en Ale-
norteamericana de Iwo Jima.
mania, en Estados Unidos e Israel, así
Pero el término ícono se asocia,
como en otras naciones occidentales.5 2. Robert Abzug, Inside the Vicious Heart,
con más frecuencia, a las imágenes de
Nueva York, 1985, p. 171.
los campos de concentración nazis.7 3. Daily Mail, 7 de agosto 1992; Der Spiegel,
Se lo aplica a fotografías y filmes de 12 de agosto 1992; The Guardian Weekend, 10
Las fotos que hicieron historia campos y, en especial, a los de Ber- de abril 1993.
4. Gilles Peress, The Silence, Nueva York,
gen-Belsen y Auschwitz, dotados de
1995.
La analogía entre una foto y un ícono “gran poder de simbolización”. Los 5. Para el caso de Estados Unidos, véase Bar-
puede parecer extraña, en la medida restos materiales de los campos de ex- bie Zelizer, Remembering to Forget: Holocaust
en que la miremos en un contexto po- terminio –la rampa de la muerte en Memory through the Camera’s Eye, Chicago,
lítico o educativo pero no en un con- 1998; Marianne Hirsch, Family Frames: Pho-
Auschwitz-Birkenau, las barracas de-
tography, Narrative, and Postmodernity, Cam-
texto religioso; la observamos como rruidas y los crematorios–, y las per- bridge, Ma., 1997; Dagmar Barnow, Germany
prueba documental y no como imagen tenencias de los asesinados, esos mon- 1945: Views of War and Violence, Blooming-
de culto. En la lengua coloquial, las tones de anteojos o de valijas, las par- ton, 1996.
fotografías a las que hoy se considera 6. Vicky Goldberg, The Power of Photo-
vas de cabellos, también son “íconos
graphy: How Photographs Changed Our Lives,
íconos son aquellas que “hicieron his- del exterminio”, remanentes donde “el Nueva York, 1991, p. 135.
toria”. Aparte de las imágenes de los pasado se representa de un modo que 7. Véase Cornelia Brink, Ikonen der Vernich-
montones de cadáveres y los sobrevi- para muchos parece inmediatamente tung: Öffentlicher Gebrauch von Fotografien
aus nationalsozialismus Konzentrationslagern
vientes moribundos de los campos, tal presente”.8
nach 1945, Berlín, 1998, p. 233-34.
categoría de fotografías incluiría las A veces, los “íconos fotográficos 8. Peter Reichel, “Steine des Anstosses”, in
imágenes de Kim Phuc Phan Ti, la del terror” se diferencian explícitamen- E. Francois, H. Siegrist y J. Vogel (comps.),
niñita vietnamita que huye del napalm te de las “imágenes documentales” de Nation and Emotion, Göttingen, 1995, p. 184.
arrojado por los norteamericanos en 9. Véase Manfred Treml, “Schreckensbilder-
la liberación; las únicas imágenes de
überlegungen zur Historischen Bildkunde”, Ges-
1972; el momento en que se clava la cadáveres de los campos de concen- chichte in Wissenschaft und Unterricht, 48, nú-
bandera roja sobre la cúpula del tración que son designadas como íco- mero 5-6, 1997.
sagradas. Se atribuía una causalidad a tatuillas del culto a los muertos: “Co- pos fue provocada por los últimos me-
la relación entre la copia y la imagen mo fetiche, memento, muda presencia, ses de guerra”.15
original: la materia retenía elementos la fotografía reemplaza y compite con
del numen, de algo divino e invisible. las reliquias... como refugio de la me- En Bergen-Belsen, Buchenwald y
Su significación superaba el tema re- moria, lucha contra el tiempo y defien- Dachau, el amontonamiento de cadá-
presentado y simbolizaba la esfera ce- de los restos de una presencia viva con- veres se debía al colapso de los cre-
lestial. En los íconos, los creyentes vi- tra el olvido y contra la muerte”.12 matorios durante aquellos meses de ca-
sualizaban los objetos que éstos re- La relación entre la imagen origi- os. Cuando los campos funcionaban
presentaban.10 nal y la copia sería, entonces, causal, bien, los cadáveres eran quemados de
como en los íconos de la iglesia orto- inmediato.
Autenticidad. Como ninguna otra fuen- doxa y de la griega. Su aura de auten- Las fotografías de pilas de cadá-
te histórica, se asocia la fotografía –no ticidad proviene de la leyenda de que veres y sobrevivientes famélicos, con
sólo en sus usos populares– con la au- la copia contiene huellas de la imagen sus trajes a rayas, que pertenecen a la
tenticidad, y se le atribuye una espe- original, que el artista ha preservado y fase final de los campos, sin embargo
cial afinidad con la realidad. El cono- transmitido a través de muchos me- representan hasta hoy la realidad con-
cimiento de los procesos técnicos de dios, que no incluyen la reproducción centracionaria per se. Esos hombres y
producción garantiza una credibilidad idéntica; en el caso de la fotografía, el mujeres están allí por todas las vícti-
especial al medio óptico de conserva- proceso de producción mecánica pro- mas, especialmente por los judíos ase- 13
ción, como si la cámara registrara ob- porciona la razón de la creencia.13 sinados. Las fotografías presentan el
jetivamente, libre de influencias por nazismo y sus crímenes. Y, como los
parte de su usuario. Con metáforas co- crímenes producen culpa, las fotogra-
Simbolización. El segundo rasgo que
mo “el lápiz de la naturaleza” (W.H.F. fías están allí por la culpa concreta de
los íconos y las fotografías tienen en
Talbot) o “las huellas de la luz”, los los responsables y, de modo más difu-
común es su similaridad con el origi-
téoricos de la fotografía intentaron cap- so, por el sentido de culpa que siente
nal: su realidad como símbolo. Como
tar el modo especial con que estas imá- quien las mira.
la autenticidad, esto no se origina en
genes cautivan a quienes las observan. el significado atribuido a las fotogra-
Los objetos, afirman algunos, no es- fías por los individuos o grupos para
tán re-presentados, sino que han deja- quienes ellas simbolizan algo. Enten-
do huellas, impresiones, rayos de luz didos como símbolos, los íconos y al- 10. Véase Hans Belting, Likeness and Presen-
que se acumulan sobre la superficie gunas fotografías condensan fenóme- ce: A History of the Image before the Era of
que fue sometida a ella. Barthes con- nos complejos y representan la histo- Art, Chicago, 1996.
sidera la fotografía como “una ema- 11. Roland Barthes, La chambre claire; Note
ria de manera ejemplar. Tienen un su la phótographie, París, Gallimard-Seuil,
nación del referente”: nexo inmediato con momentos histó- Cahiers du Cinéma, 1980.
ricos particularmente importantes y 12. Edgar Morin, Le cinéma ou l'homme
“Desde el cuerpo real parten radiacio- imaginaire, París, Minuit, 1956.
abren espacios que, de otro modo, se- 13. Sin embargo, Patrick Maynard señala: “las
nes que me tocan... Me gusta (o me
deprime) saber que esa cosa del pasa-
rían inaccesibles.14 pruebas de ‘cercanía’, ‘contacto’, ‘emanación’,
do, a través de esas radiaciones inme- Considerada como símbolo, la fo- ‘vestigio’, ‘huella’, ‘co-sustancialidad’, etc.,
tografía de un campo de concentra- apuntan a que las fotografías de las cosas pue-
diatas (sus luminancias), ha tocado en
den tener una función de manifestación fuerte.
realidad la superficie que mi vista re- ción expresa una interpretación de la Es importante subrayar que pueden y no que
corre... Así el cuerpo fotografiado me historia. Al respecto Hannah Arendt siempre lo hacen. Es poco interesante creer que
toca con sus propios rayos”.11 señaló: los motivos representados en unas fotos de va-
caciones nos están tocando con sus propios ra-
Barthes es consciente del hecho de yos”. Véase: P. Maynard, The Engine of Visua-
“Es importante reconocer que todas las lization: Thinking through Photography, Itha-
que atribuye cualidades mágicas a la ca, 1997; y “Secular Icon: Photography and the
imágenes de los campos de concentra-
fotografía: “Quizás este asombro, esta ción son engañosas en la medida en Function of Images”, Journal of Aesthetics and
insistencia, alcanza la sustancia reli- que muestran los campos en su última Art Criticism, 42, 1983, pp. 155-69.
giosa de la que estoy hecho... La fo- 14. Escribe Detlef Hoffmann: “Cada fotografía
etapa, cuando los aliados estaban lle- aísla, corta, un momento y lugar, separándolo
tografía tiene algo que ver con la re- gando. No quedaban verdaderos cam- del flujo de tiempo y espacio. Mediante una
surrección”. Por un lado está el proce- pos de exterminio en Alemania, y, en traducción artística aumenta y guía el poder sim-
so técnico de producción, que implica ese momento, el equipamiento de ex- bolizante de los sujetos. Una parte puede repre-
objetividad; por el otro, la magia de terminio ya estaba desmantelado. Por sentar quizás al todo y proporcionar un signifi-
otra parte, lo que más provocó la ira cado más amplio que, en realidad, el objeto fo-
un significado especial asignado a ese tografiado pudo no haber tenido”. Véase: D.
de los Aliados y lo que da a los filmes
proceso técnico. Como Barthes, Ed- Hoffmann, “Auschwitz in visuellen Gedächtnis:
un horror particular –los esqueletos hu-
gar Morin descubre el momento de manos– no era típico de los campos
Das Chaos des Verbrechen und die symbolis-
particular fascinación que producen las che Ordnung der Bilder”, in Fritz Bauer Institut
de concentración en Alemania; la ex- (ed.), Auschwitz: Geschichte, Rezeption und Wir-
fotografías como resultado de la pre- terminación se realizaba sistemática- kung, Frankfurt, 1976, p. 247.
sencia de las personas representadas. mente con gas, no por hambre. La con- 15. Hannah Arendt, The Origins of Totalita-
Las fotografías son herederas de las es- dición en que se encontró a los cam- rism, Nueva York, 1958, p. 446.
Canonización. Como con las imáge- gunas escenas de La lista de Schind- también moldeadas por otras imáge-
nes del culto ortodoxo, las fotografías ler, y Art Spiegelman las trasladó a su nes: son parte de un canon pictórico.
supuestamente auténticas se convier- historieta Maus. La adhesión a un nú- En palabras de Detlef Hoffmann:
ten en típicas porque han sido mostra- mero limitado de fotografías parece
das una y otra vez. La reproducción y compulsiva: déjà vu. Se han converti- “Debemos tomar conciencia del pro-
distribución de íconos fotográficos fue do en íconos para los jóvenes tanto ceso de cita, adaptación y alusión si
funcional a todo tipo de fines, tanto como para quienes las vieron por pri- queremos comprender los modos se-
políticos como jurídicos, educaciona- mera vez en 1945. Las reconocemos y gún los que las imágenes, especialmen-
les o científicos. Podemos hipotetizar pensamos que ese reconocimiento im- te las fotografías de los campos, en-
que la conservación de estas imáge- plica que comprendemos lo que repre- tran en la memoria visual... Sólo con-
virtiéndose en imágenes que se
nes del horror en la memoria colecti- sentan. Así, la fuerza de las imágenes
integran a las existentes, aunque el ar-
va fue exitosa y que fueron canoniza- se ha atenuado en el tiempo, signo in- chivo pictórico cambie continuamen-
das como íconos. Se las reprodujo in- directo de que los materiales originales te, la catástrofe puede ser recordada y
finidad de veces, en diarios, afiches, tampoco durarán para siempre. puede entrar a formar parte del canon
folletos y filmes, en publicaciones aca- Sin embargo, las fotografías no só- de recuerdos de una sociedad”.16
démicas, manuales y exposiciones. lo son conformadas por la realidad
Spielberg basó en estas fotografías al- (percíbasela según se la perciba), sino Más arriba señalé que las escenas
14 de 1945 están presentes cada vez que
vemos fotografías o filmes de seres
humanos detrás de alambrados de púa
o cadáveres amontonados. De manera
inversa y complementaria, algunas to-
mas fotográficas de los campos imi-
tan posturas y gestos que tienen una
larga tradición pictórica. La foto de
un hombre desnudo, con un taparra-
bos, en una barraca de Buchenwald,
por ejemplo, recuerda las viejas imá-
genes del Cristo de los sufrimientos,
del Cristo crucificado con sus estig-
mas, rodeado de los instrumentos de
tormento, de Dios como hombre, que
es, al mismo tiempo, un muerto vivo
en el proceso de su Pasión. El fotó-
grafo pudo no haber buscado esta in-
terpretación cristiana de las condicio-
nes que encontró en Buchenwald, pe-
ro “el motivo visual conlleva una
interpretación, un marco de referen-
cia, que ejemplifica el sacrificio y la
redención. Los seres humanos pueden
ser asesinados pero no derrotados; to-
man fuerza del pasado y encuentran
ejemplos para el futuro”.17 Los judíos,
sin embargo, que fueron la mayoría
de los prisioneros y asesinados, no
pueden identificarse con esta interpre-
tación.
construir otra analogía sobre el modo al espectador con una realidad que no conocimiento transmiten y de qué mo-
en que se relacionan las fotos de los puede ser captada espontáneamente. do los significados cambian a lo largo
campos y las imágenes de culto. El “Quien es forzado a mirar los asesina- del tiempo. La “inviolabilidad” de los
lugar del ícono es el muro pictórico, tos masivos y los montones de cuer- íconos fotográficos siempre proviene
que separa el altar de las otras partes pos, debe a su vez forzarse por trans- de determinadas estrategias de uso y,
de la iglesia. Este muro pictórico pre- formar la percepción inmediata de la siempre, el silencio fue acompañado
senta a Cristo y los santos ante los helada muerte de miles y miles en al- por una sostenida elocuencia. Desde
creyentes y, al mismo tiempo, les ocul- go consciente y coherente”.21 Pero, en el principio, los espectadores integra-
ta el altar. Aun cuando las connota- realidad, la visión de estas fotografías ron estas imágenes a sus percepciones
ciones religiosas del ícono son toda- nos paraliza y nos impulsa al silencio.
vía eficaces en el caso de las fotogra- El resultado es, a menudo, una nota-
fías –la creeencia, por ejemplo, en el ble “inviolabilidad” que obstaculiza un 18. Siegfried Kracauer, Theorie des Films: Die
poder de denotación pura de las fo- análisis pictórico detallado y rara vez Erretung der äusseren Wirklichkeit, segunda ed.,
tos–, es preciso establecer una dife- conduce a preguntas concretas sobre Frankfurt, 1993, p. 396.
19. Véase Cristina v. Braun, Die schamlose
rencia. Los elementos invisibles que el origen y el uso de las fotos. Una Schönheit der Vergangenheit: Zum Verhältnis
conciernen al ícono son su presupues- imagen, se dice, vale por mil palabras. von Geschlecht und Geschichte, Frankfurt, 1989,
to metafísico. Las fotografías, en cam- Pero esta supuesta inmediatez –de la p. 118.
bio, muestran algo que pertenece por realidad de la representación tanto co- 20. Detlev Claussen, Grenzen der Aufklärung.
Die gesellschaftliche Genese des modernen An-
completo a este mundo, incluso cuan- mo de las emociones que ésta produ- tisemitismus, segunda ed., Frankfurt, 1994.
do el objeto representado parezca su- ce– se convierte en un mito. El acto de 21. Ibid., p. 181.
de los hechos y también las cuestio-
naron.
Lo que hoy se ve en estas fotogra-
fías resulta de varios estadios de su
recepción. En primer lugar está la ima-
gen como imagen que, enseguida, es
procesada a través de diferentes siste-
mas de pensamiento y argumentación,
desde cada uno de los cuales se llega
a la fotografía con intereses particula-
res que se superponen en muchos pun-
tos. Una foto nunca es la misma. Su
impacto depende del comentario que
la acompaña tanto como del lugar con
que se la confronta. ¿Qué preguntas
se espera que las fotografías contes-
ten? ¿Qué argumentos deben fortale-
16 cer? ¿Qué efectos deben producir y
sobre quiénes? Las repuestas depen-
den del momento de la visión. Alguien
que hoy mire las fotografías de los
campos probablemente no está en con-
diciones de vincular con ellas sus ex-
periencias, como sí sucedió con los ex
prisoneros, los miembros de las SS o
un centinela de un campo. Las foto-
grafías nos hablan de las necesidades diante la historia que representan. Ca- tan. No es que se rechace el hecho
de quienes las miran y de quienes las da vez que se discuten estas fotos en representado (su poder de autentici-
tomaron. La cámara y la mano que Alemania, se vuelve al tema de la cul- dad nunca ha sido refutado), sino su
señala algo trabajan de un modo simi- pa. Se rechaza la idea de culpa colec- tendencia proyectiva, el llamado mo-
lar: mientras uno de los dedos señala tiva, con que los aliados acusaron a ral vinculado a las fotos desde su pri-
el objeto, la escena o la persona, el los alemanes en el momento en que mera publicación en Alemania.
resto señala a quien señala. estas fotos fueron mostradas por pri- En 1945, cuando se les mostra-
El uso de las fotografías ofrece cla- mera vez, acusación que resignaron ron estas fotografías por primera vez
ves sobre el espectador previsto y so- muy pronto. Sin embargo, en la me- a los alemanes, dos elementos no se
bre su compromiso con los aconteci- moria colectiva de Alemania, la acu- adecuaron a su percepción de la re-
mientos representados. En Alemania sación ha permanecido, inextricable- alidad. Se dieron cuenta de que lo
se las ve como memento mori de víc- mente unida a las fotografías. que veían era moralmente condena-
timas anónimas, sin que se repare de- La fotografía de un ser amado o ble, pero, al mismo tiempo, se les
masiado en el modo humillante en que respetado promete consuelo, ya que al- pidió que se identificaran con la na-
esas víctimas son muchas veces pre- go de él sobrevive, aunque sólo sea ción derrotada militar y moralmen-
sentadas. Documentan las consecuen- en imagen. Pero las fotos de los cuer- te. La posición de la cámara invita-
cias de la violencia pero no le impo- pos amontonados, la idea de que pue- ba a identificarse tanto con la mira-
nen al espectador la visión de la ma- dan conservar una “huella” de los ase- da de los prisioneros sobrevivientes
tanza. Para gran parte de la sociedad sinados despierta terror. El mundo que que aparecían pidiendo compasión,
del nacional-socialismo (e incluso pa- se ha fijado en una foto no está sujeto como con la mirada asombrada y
ra su posteridad), las fotos fueron una a la transitoriedad; algo trasciende la condenatoria de los Aliados. Esta do-
coartada. Muestran quién estaba en la muerte y el acontecimiento se conser- ble identificación fue imposible pa-
escena del crimen y quién no estaba va para siempre. En esto radica la po- ra la mayor parte de los alemanes
en ella. Trasladan los hechos a luga- tencia irracional de la fotografía: pue- porque, al mirar las fotos, se encon-
res vagamente definidos y exponen de producir la terrible sensación del traban a sí mismos entre los culpa-
una brutalidad respecto de la cual la regreso de los muertos. En la medida bles. Para los alemanes, ver era tan-
mayoría de la población puede tomar en que estos muertos podrían exigir el to como ser visto, como si, de pron-
distancia. Pero esta coartada no puede pago de la deuda, los espectadores to, ellos mismos hubieran sido
sostenerse largo tiempo. Como catali- tienden a rechazar esas imágenes. Los descubiertos. Veían la culpa y, al ver-
zadores de la memoria, las fotos de objetos representados en las fotos son la, veían que eran culpables. Era de-
los campos no sólo preservan el pasa- reprimidos y reemplazados por las masiado y la respuesta típica fue: No
do sino que amenazan la memoria me- mismas fotografías que los represen- nos reconocemos en esas imágenes.
Finalmente “objetividad” del medio sigue en con- “Como si, paradójicamente, la dimen-
flicto con lo “irreal”, lo “incompren- sión de lo irreal y el componente fic-
sible”, de los hechos representados. cional, inherente a todas las imágenes
Las fotografías instalan una transición
Nadie como Jorge Semprún, sobre- cinematográficas, incluso a las más do-
ordenada de la parálisis a la re-viven- cumentales, pesaran sobre mis recuer-
cia.22 Ese volver a vivir forma parte de viviente de Buchenwald, ha descripto
dos más íntimos con el peso irrefuta-
su uso y percepción. Al analizarlas, nos de modo más impresionante cómo esta ble de la realidad. Por un lado, me
internamos en el terreno del uso social “irrealidad” de los hechos genera la ne- sentí privado de estos recuerdos; pero,
y la función cultural que pueden ser cesidad de las imágenes. En un cine por el otro, su realidad era confirma-
estudiados al mismo tiempo que se des- suizo, en diciembre de 1945, Semprún da. No había soñado Buchenwald”.23
poja a las imágenes de su mitología. se vio inesperadamente enfrentado con
Mirar las fotografías puede ser sínto- las imágenes de los campos tomadas Las fotografías que muestran los
ma de un proceso continuo de asegura- por los aliados. En L’écriture ou la vie, crímenes nazis tienen que ser inequí-
miento del propio presente. Las pre- Semprún sigue el movimiento de la cá- vocas, en bien de la verdad histórica y
guntas que hacemos a las fotografías, mara que ingresa en una barraca ocu- de la memoria. Si esas fotografías, es-
el intento de imaginar qué sucedió en pada por deportados exhaustos, enfla- tos “íconos”, se convierten en legibles
los campos, son a menudo disparadas quecidos hasta los huesos, que, desde y su significado se desplaza de acuer-
por los objetos representados, pero las sus camastros, miran con sus ojos enor- do con el contexto en que son mostra-
respuestas están más allá de ellos. mes a esos intrusos que les traían la das y miradas, el resultado es una pro- 17
Las fotografías manifiestan una di- libertad. La cámara, continúa Semprún, funda confusión. El valor documental
fícil discrepancia. Por un lado, pre- sigue el movimiento de las topadoras, de la fotografía no siempre es confia-
sentan los crímenes, que los nazis in- y los pasos lentos de un grupo de de- ble ni su recepción responde a lo que
tentaron obliterar cuidadosamente des- portados que avanza por el patio prin- se quisiera de ella. Sin embargo, la
truyendo las pruebas del exterminio cipal, a los tropiezos, bajo el sol, hacia ambigüedad no excluye la lucha por
de masas y los testigos de los asesina- un lugar donde se distribuye comida. la precisión. Ambos rasgos (lo que la
tos. Los acontecimientos y nuestro co- Estas imágenes provienen de Bergen- foto muestra, lo que se ve en ella) son
nocimiento expanden nuestro poder de Belsen, de Mauthausen, de Dachau: la historia de la fotografía.
imaginar precisamente por el carácter
monstruoso de la estructura organiza- [Artículo publicado en History and Me-
“Había imágenes de Buchenwald tam-
tiva, la extensión y la brutalidad de mory, vol. 12, número 1, primavera 2000.
bién. Las reconocí. O más bien: supe
los crímenes, que, por su misma natu- Su autora enseña en la Universidad de Fri-
que eran de Buchenwald sin estar se-
burgo, Suiza y ha publicado Ikonen der
raleza, exigen pruebas. Esta puede ser guro de reconocerlas. O más bien, sin
Vernichtung: Öffentlicher Gebrauch von
la razón por la cual la caracterización saber con certeza si yo mismo las había
Fotografien aus nationalsozialistischen
de las fotografías como “huellas de visto. Y, sin embargo, las había visto.
Konzentrationslagern nach 1945, Berlín,
algo que existió realmente” es tan con- La diferencia entre lo que veía y lo que
1998. Traducción: BS.]
había experimentado confundía.”
vincente y, por ello mismo, tienen to-
davía hoy un poder testimonial fuerte
(por lo mismo, son atacadas con cru- Convertido en espectador de su 22. Véase Herbert Hrachovec, “Fotogene
propia vida, Semprun sintió que es- Enttäuschungen”, Deutsche Zeitschrift für Phi-
deza por los revisionistas). Por otro
losophie, 43, número 3, 1995, p. 457.
lado, las fotografías muestran sólo una capaba de las punzantes incertidum- 23. Jorge Semprún, L’écriture ou la vie, París,
parte de los crímenes cometidos. La bres de la memoria: 1994, p. 208-210 [trad. española 1996].
ESTUDIOS SOCIALES
Revista Universitaria Semestral
R E V I S T A D E H I S T O R I A
Consejo Editorial: Darío Macor (Director),
Ricardo Falcón, Eduardo Hourcade, Enrique Mases,
Año XI - Número 22 - principios de 2002 Hugo Quiroga, César Tcach, Darío Roldán.
Dossier: Nuevos enfoques sobre peronismo Nº 22/23 - Primer y segundo semestre 2002
En debate: La protesta social en Escriben: Schwarzstein - Bjerg - Lanciotti - Devoto -
la Argentina Béjar - Bacolla - Tortti - Lesgart - Iazzetta - Fernández -
Reformas académicas y movimientos Arrillaga - Kessler - Valiente Brunet
estudiantiles a fines del siglo XIX ESTUDIOS SOCIALES, Universidad Nacional del Litoral, 9 de julio 3563,
Santa Fe, Argentina; telefax directo: (042) 571194
DIRIGIR CORRESPONDENCIA A: Casilla de Correo 353, Santa Fe, Argentina
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Suscripciones: en Argentina, u$s 24.- (dos números).
Presencias en imágenes (de guerra)
Leonor Arfuch
18
Esa obsesión actual de la presen-
cia es notoria en la televisión: no ya
la cámara que llega después del su-
cedido, ni siquiera, como en la defi-
nición de la “mediatización”, para
que algo suceda, sino la cámara que
ya estaba allí, y entonces puede cap-
tar el hecho en su desencadenamien-
to, en su irrupción inesperada y por
tanto más verídica, sin la premedita-
ción del encuadre o de la puesta en
escena: el 11 de setiembre es, tam-
bién en este sentido, un hito emble-
mático. Un “estar allí” que habla, más
allá de cualquier intención antropo-
lógica, de la ilusión de un ojo orbital
por fin realizada –siempre habrá al-
guna cámara apuntando en el momen-
to y el lugar precisos– y consecuen-
temente, de la simultaneidad absolu-
ta de la mirada: entre las ficciones de
un mundo sin fricciones está justa-
mente la de “ver lo mismo” en todas
Vivimos una época signada por la in- te del género de la información: apre- partes.
mediatez, la presencia, el directo, el hender la esquiva realidad del mun- Quizá, esa visibilidad sin confines,
“efecto de (vida) real”, podríamos de- do, “traerla a casa” sin alteraciones, donde campea el impacto brutal del
cir con Barthes. Escrituras e imágenes con la fuerza performativa del “esto acontecimiento –catástrofes, atentados,
insisten en capturar ante nosotros la sucedió”. Fuerza de la palabra y de la guerras, crímenes– sea también una
cualidad efímera del acontecimiento: lo imagen –primero la fotografía y el do- de las formas que adopta el tan men-
que sucede aquí o allí, en el instante cumental, testigos irrecusables, más tado “multiculturalismo”: el paisaje
mismo en que lo vemos –y entonces, tarde la infinitud de las pantallas, mu- continuo de la diversidad, esos
“tal cual es”– o bien su huella nítida, cho menos confiables– cuyo efecto en “otros”, de rostros, lenguas, culturas
recuperable, con reaseguro de autenti- la creencia sobrevive incluso a la in- diferentes, que la imagen persigue en-
cidad. En este empeño de una comuni- flación actual del comentario, a la ma- tre el pintoresquismo y la dramatici-
cación sin límites, la sofisticación tec- nipulación tecnológica, al trabajo de dad, tanto en los escenarios conflic-
nológica es esencial: ella permite mul- la ideología y a la propia percepción tivos de las grandes ciudades como en
tiplicar los ojos, borrar la lejanía, de receptores avezados: ningún saber desiertas, remotas geografías. Formas
traspasar los umbrales de la visibilidad. crítico se impone a la inmediatez de de domesticar la ajenidad –que las ca-
La globalización parece así dar ple- la “noticia”, su carácter súbito, su obli- denas de noticias hacen suyas–, “pai-
no cumplimiento a la promesa fundan- gada demanda de visualización. sajes del sufrimiento”, al decir de Bau-
man, que, pese al mecanismo mediá- reconquistado su lugar de testimonio tamente– entre estas dos figuras, la del
tico que los naturaliza y los congela impactante, y cuerpos vivientes, en su soldado y la del corresponsal. Cáma-
como irreversibles, no dejan de insis- lucha cotidiana bajo el fuego y con él. ras de video a bordo de los tanques
tir en las retinas en una cotidianeidad La figura del soldado ocupante se –¿los nuevos “ojos imperiales”?–,1 que
perturbadora. transformó en protagónica, investida intentaban quizá no solamente brin-
de sus nuevas funciones dialógicas de darnos una butaca privilegiada en un
convencimiento y “proximidad”: ex- film de guerra interactivo sino invitar-
De la guerra en directo ploradores de un terreno bélico y a la nos a una especie de protagonismo:
vez antropológico, en el cruce de dos acompañar la conquista del terreno,
Ese desfile incesante de las diferen- significantes opuestos –“liberadores”/ es decir, ocupar un lugar ya definido
cias puede tornarse súbitamente en invasores–, travestidos súbitamente en en esa partición del universo entre
crudas imágenes de guerra. Quizá la dadores de “ayuda humanitaria”, su amigos y enemigos.
misma cámara que muestra, con pre- construcción semiótica en las panta- La tarea de prensa pareció dividir-
tensión informativa o etnográfica, cos- llas osciló todo el tiempo en la ambi- se así entre los que avanzaban con las
tumbres e identidades múltiples –en güedad. Como si la potencia destruc- tropas, en una indistinción identitaria
el noticiero, en el documental–, nos tiva del ataque, el impacto sin pausa –y realizaban performativamente ese
lleva al corazón de la batalla para que sobre blancos lejanos o cercanos, hu- avance a través de la narratividad con-
la veamos allí, donde sucede, en esa 19
primera fila que nos tiene asegurada
la comunicación satelital. El mismo
deseo de proximidad parece alimentar
unas y otras miradas, si bien los resul-
tados no son equiparables: la guerra,
por más que esté a las puertas, es dis-
tante, transcurre en un espacio imagi-
nario –por inimaginable– que requie-
re un esfuerzo especial de apropiación.
En ambos registros, sin embargo, la
cercanía de la voz y la vivencia se
valoran por igual: hablar en el escena-
rio mismo de los hechos –literalmen-
te, bajo las bombas–, es sin duda, y
todavía, el más fuerte efecto de real. biera funcionado en otro plano, por tinua de la imagen, noche y día– y
La guerra es casi una rúbrica per- mera inercia maquínica, sin su inter- quienes esperaban el ataque final,
petua que sólo va cambiando de loca- vención. atrincherados en salas de hotel, entre
lización. Sus imágenes, clásicas ya al También la figura del correspon- la maraña de teléfonos y computado-
nacer, forman parte constitutiva del no- sal, devenido una cara familiar en el ras de última generación. Quizá por
ticiero: focos de conflicto, atentados, fragor del acontecimiento, adquirió esa indistinción –atacar, filmar– fue
atrocidades, caravanas de refugiados, contornos peculiares. Las principales posible la “confusión” del Hotel Pa-
eternas (e inútiles) negociaciones. La cadenas de noticias enviaron a sus pre- lestina: mirados desde ese otro lado,
violencia se muestra como una esca- sentadores habituales de piso a un te- el objetivo de la cámara en la terraza
lada sin límites que nada puede dete- rritorio vecino –Amman– desde don- también podía ser un arma y los pe-
ner y su visualización nos deja atóni- de transmitían su versión de los he- riodistas allí concentrados, soldados
tos todos los días. chos en “tiempo real” y escenarios enemigos.
Pese a que ambas tuvieron una “naturales”. Procedimiento de auten- El ojo mediático pareció mostrarlo
fuerte presencia mediática, la última tificación de la voz por la cercanía de todo, aun la masacre de las víctimas.
guerra de Irak estuvo en las antípodas lo conocido, que convivía a su vez con Ninguna de las guerras recientes, Ko-
de la Guerra del Golfo. En aquélla só- el reporte de los enviados especiales sovo, Afganistán, dio lugar a tal pro-
lo pasaban por la pantalla rastros lu- sobre el terreno, sin que fuera posible, liferación de imágenes de horror. En
minosos de misiles que no veíamos en unos y otros, controlar totalmente nuestro país, los principales diarios
llegar a destino, estrellas fugaces en la espontaneidad de la opinión.
un cielo en sombras, contornos fan- Si las nuevas tecnologías han cam-
1. Aludimos aquí al libro de Mary Louise
tasmales de ciudades que nunca entra- biado definidamente el régimen de vi- Pratt, Ojos imperiales. Literatura de viajes y
ban en el campo visual. Pasada una sibilidad –y por ende, de verdad–, otor- transculturación (Buenos Aires, Universidad
década, la guerra de nuevo se ha lle- gándonos el democratismo del acce- Nacional de Quilmes, 1997) donde se analiza el
papel que jugaron los viajeros de los siglos
nado de cuerpos. Cuerpos sin vida, por so a una “guerra en directo” en todas
XVIII y XIX y sus relatos, en la constitución
supuesto, traídos a un primer plano en partes, el plus fue dado sin duda por imperial de la dominación, tanto en las colonias
la pantalla o en la fotografia, que ha la fusión –a través de la cámara, jus- como en las metrópolis.
editaron sus suplementos especiales, para el impacto de una imagen de ho- estado de emergencia generalizado, de
que revivieron dramáticamente el gé- rror, aun cuando la lógica de esa vi- amenaza perpetua, planetaria, con su
nero de la fotografía de guerra. Esas sualización sea perversa, como suce- correlato de miedo –si no de indife-
imágenes y los relatos de quienes “es- de a menudo en los medios de comu- rencia– y hasta de resignación e in-
taban allí” –junto con la insistencia nicación y como tenemos sobrados movilismo.
visual de las movilizaciones por la paz ejemplos en la Argentina. Y que el Quizá, en una época tan fuertemen-
en todo el mundo– crearon una trama ver siempre da la posibilidad de deci- te “representativa”, donde hasta la fic-
interpretativa compensatoria del dis- dir, por más que no se traduzca en un ción se torna hacia la autentificación
curso monológico de algunas cadenas inmediato “saber”, que requiera de de la “propia” experiencia, cabría vol-
de noticias, sobre todo norteamerica- cierta distancia crítica y que no impli- ver una vez más hacia la imagen de
nas. La polarización discursiva y el que necesariamente un “hacer”. arte, aquella que, en renuncia expresa
efecto de “pantalla total” se vieron así La cuestión es si esa imagen, que a la representación, trabaja sobre la
compensados por un mayor protago- se pretende inmediata, real, documen- cualidad de la metáfora,4 ese impacto
nismo de la opinión pública –en gene- to puro, es la más apropiada para ge- que se produce al aproximar realida-
ral, adversa–, tanto en los medios co- nerar reflexión sobre las tragedias de des distantes que tienen sin embargo
mo en las conversaciones cotidianas. la época. Si la conmoción ante una algo en común –impacto tanto mayor
Este grado mayor de involucra- realidad sólo puede darse bajo el mo- cuanto más distantes, según el célebre
20 miento en una guerra que tenía lugar do del realismo. Si la puesta en equi- dictum surrealista– produciendo así un
en el otro confín es quizá uno de los valencia del noticiero cotidiano, por corrimiento del sentido (común), un
efectos de sentido más nítidos de la ejemplo, esa sintaxis indistinta de lo “ver el mundo de otra manera”. Di-
proximidad mediática. Que por su- banal y lo dramático, no conspira con- mensión cognoscitiva de la metáfora,
puesto, no aseguraba la inmediata ad- tra ese mismo efecto de real. Y aquí ya valorada por Aristóteles, que, al
hesión a los principios que habían con- lo que está en juego es no sólo el fun- producir un desplazamiento radical de
ducido a su desencadenamiento: el cionamiento de las tecnologías, sino lo esperable, nos solicita también –co-
“ver” no era aquí equivalente al “cre- sus usos, sus apuestas retóricas y es- mo la imagen misma– un mayor com-
er”, por más que el espectáculo béli- téticas y, por supuesto, políticas. Por- promiso, racional y afectivo, en la in-
co, filmado con las reglas clásicas de que hay, obviamente, políticas de la terpretación.
Hollywood, no dejara dudas sobre imagen, tendencias globales y apro-
quiénes eran los “buenos”.2 Pero, por piaciones autóctonas, usos reflexivos
otra parte, ¿cómo saber en verdad y otros miméticos, y también diversos 2. La gestión mediática también pudo ocupar-
cuánto de la pregnancia de la imagen, registros en la recepción. ¿Cómo igua- se de montar su ficción fabricada, su reality
show, el rescate de Jessica Lynch, la soldado de
de su obstinación en las pantallas lar los públicos, en un extremo y otro 19 años que supuestamente había sido tomada
–también las imágenes de ese virtual del planeta? ¿Cómo saber qué tipo de como rehén y liberada en un operativo en la
“enemigo” descalzo, misérrimo, mi- lecturas se producen, en esa multipli- mejor tradición de Hollywood –conveniente-
rando a la cámara con más desolación cidad identitaria que hoy pone en cri- mente filmado con visores nocturnos–, cuya re-
velación la transformó en la más sonada de las
que odio– incide en nuestra “concien- sis los viejos clivajes de lo social? mentiras de la guerra.
cia” de los hechos y en una toma de Lo que parece evidente es que hay 3. En el último Festival de Cine Independien-
posición ética? ¿Es la imagen por sí una simultaneidad de procedimientos, te de Buenos Aires hubo una selección “Pales-
misma un “vehículo” de conocimien- que comprometen materiales distintos: tina y sus alrededores”, donde, en uno de los
documentales exhibidos, Gaza Strip, filmado en
to y es el conocimiento del otro un el género “catástrofe”, por ejemplo, medio de la acción bélica –bombardeos, tirote-
reaseguro contra la crueldad, como que excede el infortunio de los acon- os–, la cámara se internaba luego en un hospi-
afirmaba Rorty? tecimientos para transformarse en un tal de urgencias y sus imágenes no distaban
Evidentemente, la terrible acumu- rubro ficcional, tanto en el cine de mucho –desde el punto de vista formal– de las
ofrecidas en programas televisivos tipo “rea-
lación visual que nos ha interpelado Hollywood –cuyo paroxismo es a to- lity”, Hospital Esperanza y otros.
en las últimas décadas, ese acceso in- das luces sintomático– como en los 4. Rafael Filippelli analizaba justamente có-
discriminado a la “violencia del mun- enlatados que la televisión por aire y mo es tratada la temática de la guerra en los
do” que las tecnologías nos traen a cable ofrece hasta el cansancio y has- films de Godard y Sokurov (respectivamente,
Elogio del amor y Spiritual Voices), en el pri-
casa –incluído nuestro propio “frente ta en el cine documental, que trabaja mero, pese al estilo fuertemente metafórico que
interno”, las muertes recientes en las en escenarios de conflicto a veces sin lo caracteriza, las referencias a la guerra –que
calles bajo cámara, las lentas agonías demasiada diferencia –formal, si no constituyen una preocupación que atraviesa su
del hambre– ha reavivado la vieja dis- ideológica– con el noticiero o con el obra– son siempre “precisas y cortantes”, mien-
tras que en Sokurov (que acompaña a las tropas
cusión acerca del poder de las imáge- hiperrealismo de la televisión.3 rusas a un destacamento en Afganistán donde
nes, su efecto revulsivo o anestésico, Complejidades de la producción y en verdad no sucede nada), lejos de las accio-
o ambos a la vez. El nuevo libro de circulación de la imagen –y del senti- nes que caracterizan el documental bélico, la
Susan Sontag va en esa dirección. do– que no pueden deslindarse de la originalidad reside más bien en los procedimien-
tos espacio-temporales, el registro de los espa-
No es mi propósito aquí entrar en ideología y donde la obsesión de la cios vacíos y en la presentación de la experien-
esa discusión: creo, efectivamente, que presencia, del “estar-siempre-allí” tam- cia (“Una cierta mirada radical”, Punto de Vis-
no hay límite –ni acostumbramiento– bién podría alimentar una especie de ta No. 73, agosto 2002).
La vida victoriosa según América
Comentarios sobre el concurso del Ground Zero
Graciela Silvestri
21
instituciones artísticas y culturales. Un
ejemplo claro de este estado de las
cosas, que puede ponerse en paralelo
con aquellos concursos de los años
treinta por la densidad política de su
tema y los requerimientos de nove-
dad, es el de la reconstrucción del si-
tio del World Trade Center.
Pocos meses atrás culminó el lar-
go y discutido proceso a través del
cual los neoyorquinos decidieron qué
hacer con el área destruida en el aten-
tado de las torres gemelas, conocida
como Ground Zero. Después de di-
versas propuestas oficiales y privadas,
y amplios debates en Internet, se con-
vocó a un concurso internacional en
el que figuraban los mejores nombres
del star system. Se esperaba, además
de solucionar un complicado progra-
ma, presentar ante el mundo formas
inéditas que hablaran de la vitalidad y
apertura de la cultura occidental, cus-
La historia de la arquitectura del siglo sus sueños. Indicio clave, porque las todiada por USA.
XX ha avanzado muchas veces a tra- obras de arte resultaban todavía el tes- La decepción fue inmediata. En el
vés de concursos significativos, en los timonio más elocuente del anhelo de concurso del Ground Zero no existie-
que el despliegue de ideas no se resu- confluencia entre libertad y necesidad, ron propuestas cuya experimentación
mía en el proyecto ganador. El con- perseguida tanto por vanguardias po- emulara la de aquellos maestros de en-
curso para el Palacio de los Soviets en líticas como por vanguardias estéticas. treguerras; en cambio, el ganador re-
Moscú (1931), para citar un ejemplo En la última década, la idea de van- editó en versión cutting the edge la
clave del canon moderno, es recorda- guardia política pareció definitivamen- torta de bodas con la que el ruso Jo-
do por las propuestas de Le Corbu- te agotada, pero se continuó hablan- fan obtuvo el primer premio en aquel
sier, de Mendelsohn, de Gropius, y do, con eufemismos, de vanguardias concurso mítico. El paralelo nos de-
también por la elección final del ras- estéticas como testimonio de libertad. vuelve, por vías distintas, a los anhe-
cacielos-torta de bodas con Lenin, en Claro que al perder la conexión con los de los años treinta, a sus analogías
lugar de los novios, en la cúspide las apuestas a un mundo mejor –aun- y a sus miedos, también a aquel terri-
–elección leída, por muchos entusias- que ellas fueran débiles, improbables ble devenir. Así, aunque sabemos hoy
tas de la experiencia soviética, como como el mensaje en una botella– “cru- que existe una gran distancia entre las
un grave indicio de que el estado de zar el umbral” de lo establecido se con- figuraciones artísticas y los avatares
las cosas no respondía exactamente a virtió en el principal alimento de las del poder, la determinación política de
este concurso, que se decidió en los días construido. No es metafórico afirmar silenciamiento de Muschamp, fue uno
previos a la guerra de Irak, nos permite que el proceso político a través del más en un proceso caracterizado por
volver sobre una relación conflictiva que cual una ciudad elige un proyecto ar- presiones de lobbies motorizadas por
los últimos quince años, con sofistica- quitectónico para presentarse deja hue- agentes, políticos amigos, esposas y
das perífrasis, soslayaron pensar. llas visibles en la obra. No es anecdó- amantes empeñosas. Sobre la fecha de
tico, entonces, conocer las circunstan- selección final, el Wall Street Journal
1. cias del concurso del Ground Zero. acusó a Rafael Viñoly, el nombre más
Como en un análisis clásico de socio- El 6 de febrero del 2003, cuando destacado del equipo Think, de haber
logía del arte, no podemos evitar la la breve lista de finalistas había sido colaborado con la Dictadura argenti-
descripción del proceso que llevó a reducida a dos contendientes –Libes- na. El mismo Viñoly había dado pie a
las propuestas elegidas y al provisorio kind y el equipo Think–, Herbert Mus- la investigación del diario, presentán-
resultado del concurso. No se trata de champ, crítico del New York Times, dose sin pudor, en escritos recientes,
una imposición metodológica: la ar- calificó la propuesta de Libeskind co- como sufrida víctima: no calculó la
quitectura es, sin remedio, un arte pro- mo “manipuladora de emociones”. indignación de los verdaderos exila-
ductivo en sentido marxista. El pintor Llovieron escandalizados correos elec- dos políticos. ¿Lo hizo porque sabía
puede, idealmente, trabajar de manera trónicos dirigidos a la redacción, mien- que el perfil del autor se había con-
libre para luego colocar su producto tras el agente del estudio Libeskind vertido en algo tan importante como
22 en el mercado: el arquitecto parte del (los grandes estudios de arquitectura la obra; que en el camino iba a medir-
encargo, como un escritor a sueldo, y tienen agentes de relaciones públicas, se con Libeskind, representante de la
desde la misma idea artística busca ne- como las estrellas de cine) envió una corrección política americana? Para al-
gociar las determinaciones económi- circular solicitando que el crítico fue- gunos observadores, la acusación fue
cas, políticas y culturales de una so- ra echado del periódico. “Líbrense de un golpe de gracia para el proyecto
ciedad situada. Claro que en este trá- él!”: ¿alguien podría haber escrito es- Think. El 27 de febrero, la propuesta
mite puede convertirse en Dickens: to un par de años antes, en el clima de de Daniel Libeskind fue declarada ga-
hay que lograrlo. La elección de las corrección política neoyorquina? ¿Qué nadora, con el apoyo de 9 de los 11
circunstancias en que tal o cual pro- pasó en el mundo de la arquitectura, representantes de los sobrevivientes y
puesta se presenta, y la forma de en- que en el concurso representaba el Ar- las víctimas, aun cuando el comité de
frentar las determinaciones, no resul- te, para avalar esta censura? ¿Qué pa- expertos, sospechosamente desactiva-
tan ajenas a la obra –sea ésta un es- só en la ciudad? do en la recta final, había recomenda-
quicio, un proyecto, o el objeto El episodio, que concluyó con el do la de Viñoly.
NUEVA
SOCIEDAD
SAUL SOSNOWSKI
Tarifas de Suscripción
David Oubiña
28
con la complacencia, el convenciona-
lismo y la insignificancia en que per-
manecían recluidos la mayoría de los
directores anteriores. Los cortometra-
jes incluidos en Historias breves no
eran grandes films, pero eran films dis-
tintos, que mostraban rigor y pasión
por su oficio, que se permitían ensa-
yar en nuevas direcciones y que reve-
laban de manera intensa la aparición
de numerosos realizadores preparados
para afrontar mayores compromisos.
Se trataba de un conjunto de directo-
res que habían construido un vínculo
diferente con la realización cinemato-
gráfica: provenían del cortometraje (no
de la industria o de la publicidad) y se
habían formado en escuelas (de modo
que conocían la teoría y la historia del
cine).1
Si Historias breves cumplió con la
función de presentar a los jóvenes di-
rectores, Pizza, birra, faso (Adrián Ca-
I cas y sacudió sus cimientos. etano y Bruno Stagnaro, 1997) fue el
Es fácil dejarse llevar por el entusias- A comienzos de los años noventa, film inaugural del nuevo cine y Mun-
mo que suscitan los films del nuevo la apertura de varias escuelas de cine do grúa (Pablo Trapero, 1999) fue el
cine argentino. Algo, sin duda, está y la aparición de una nueva genera- que lo consolidó como un fenómeno
pasando. Algo cuya magnitud, profun- ción de críticos preparó un contexto artístico en los festivales internacio-
didad y permanencia resulta difícil pre- diferente en el cual se formarían nue- nales.2 Frente a un cine ineficaz y ado-
cisar pero que tiene una presencia y vos cineastas. El punto de partida del
una vitalidad innegables. No se trata nuevo cine argentino podría encontrar- 1. El primero de estos rasgos revela un paralelo
de películas que comparten un pro- se en Historias breves (1995), que reu- con los jóvenes de la Generación del 60, el
grama conjunto o una estética defini- nía un conjunto de cortometrajes pre- segundo señala una diferencia: en ambos gru-
pos, efectivamente, el cortometraje es un ori-
da; en consecuencia, antes que hablar miados por el Instituto Nacional de gen compartido; pero mientras los directores de
de un movimiento en sentido artísti- Cinematografía y que permitió la los 60 descubrieron sus influencias en los cine-
co, habría que pensar la noción de mo- emergencia de varios jóvenes realiza- clubs, el aprendizaje durante la década del 90
vimiento en términos geológicos: co- dores. Con poca o ninguna experien- encontró un marco más institucional en las es-
cuelas de cine.
mo si el cine argentino hubiera expe- cia en la industria, provenientes en su 2. Habría que hacer referencia aquí a Rapado
rimentado un temblor generalizado que mayoría de escuelas de cine, el ímpe- (Martín Rejtman, 1992) y a Picado fino (Este-
permitió un reacomodamiento de pla- tu de los nuevos cineastas contrastaba ban Sapir, 1996), dos films fundamentales que,
cenado, los nuevos films aportaban escuelas de cine, un modo de produc- la mayoría hacía mal, fue suficiente
historias creíbles, narraciones riguro- ción independiente) y una impronta ge- para sacudir las convenciones de re-
sas, personajes diferentes, diálogos sin neracional (que apunta hacia determi- presentación y los pactos de recepción.
impostación y una puesta en escena nados temas y personajes), lo cierto En cierto modo, la película de Stagna-
creativa. Sus estrategias provenían del es que no se trata de un fenómeno ro y Caetano no renunciaba al retrato
cortometraje, el cine amateur y los homogéneo ni está gobernado por los costumbrista que había hecho estra-
films independientes: producción en mismos objetivos. En la medida en que gos en el cine de los años ochenta ni
forma de cooperativa, rodajes discon- las óperas primas dejan lugar a las se- lo ponía en crisis, pero lo situaba en
tinuos durante fines de semana, esce- gundas películas, empieza a consoli- un punto tal de crispación que conse-
narios naturales, actores no profesio- darse lo que será la obra singular de guía eludir sus lugares comunes, su
nales, equipos técnicos formados por cada cineasta pero, también, comien- estética presuntuosa y su retórica mo-
estudiantes de cine. Dentro de un con- za a definirse una estética oficial del ralizante: no juzgaba a sus personajes
junto heterogéneo, el nuevo cine al- nuevo cine. Esa estética dominante con y, si bien tendía a una romantización
canza sus puntos más altos en Silvia la que suele identificarse a los nuevos de la marginalidad, hacía de eso una
Prieto (Martín Rejtman, 1998) y en films argentinos se caracteriza por un denuncia y una resistencia. No era mu-
La ciénaga (Lucrecia Martel, 2001). rescate del universo sumergido de los cho, pero marcaba una diferencia abis-
Allí, a partir de dos universos sociales marginales (a veces como pose lum- mal.
muy diferentes, es posible advertir có- pen, a veces como perspectiva exótica En Bolivia (2000), segundo largo- 29
mo el cine se ha hecho cargo de tes- y sólo a veces como búsqueda autén- metraje de Caetano, ahora en solita-
timoniar un largo proceso de deterio- tica), una mirada juvenilista (que pue- rio, el mundo callejero de los delin-
ro social que vino a culminar en la de conducir a la comprensión de una cuentes menores dejaba paso al mi-
Argentina menemista. En el mundo de zona muy maltratada por el cine ante- crocosmos de un bar lumpen y las
“tenedor libre” de Silvia Prieto (en rior pero que, muy frecuentemente, ex- tensas relaciones entre los parroquia-
donde personajes vulgares viven vi- plica la falta de profundidad para tratar nos, el dueño y sus empleados. Reali-
das vulgares y sufren conflictos vul- los conflictos) y un tono discursivo do- zado con un muy bajo presupuesto, el
gares, siempre con la sensación de que minado por el populismo (en donde lo film procura un examen sobre la xe-
la vida auténtica está en otra parte) y costumbrista y lo antiintelectual con- nofobia y la discriminación; pero los
en la finca de La ciénaga (en donde fluyen para construir los nuevos luga- personajes resultan chatos, la historia
todo parece condenado a estancarse y res comunes cinematográficos). es previsible, el conflicto carece de
hundirse sin escape posible, sin futuro Adrián Caetano es uno de los po- densidad y la puesta en escena se com-
más allá de esos límites estrechos) el cos cineastas que ha logrado construir place con la mera ilustración de un
cine encuentra las mejores imágenes si no una obra, al menos las bases de problema social. En todo caso, si algo
para mostrar qué es lo que ha queda- una obra. Dentro del nuevo cine, sus puede rescatarse en la película es una
do luego de la dictadura militar de los films constituyen un corpus coherente obstinación que comparte con otros
años setenta y el descalabro socio-eco- que, incluso, traspasa los límites cine-
sin embargo, siempre han tenido una coloca-
nómico de los años ochenta. matográficos para desbordar sobre la ción excéntrica en las caracterizaciones del nue-
Los cambios ocurridos en el cine televisión. Caetano ha filmado mucho vo cine debido a que son anteriores al boom de
argentino durante la década de 1990 en poco tiempo, sus películas han te- Pizza, birra, faso. Significativamente, Rapado
no garantizan necesariamente buenas nido éxito, han ganado premios y él recién pudo estrenarse en 1996 y Picado fino
pasó casi inadvertida cuando se exhibió en 1998.
películas, aunque es indudable que el mismo goza de un gran respeto entre El modo en que el nuevo cine se relacionó con
conjunto de los nuevos films ha im- los críticos y los demás cineastas de estas películas ha sido diferente en cada caso.
puesto un estándar de calidad que no su generación. En sus elecciones te- Mientras que el minimalismo de Rejtman sería
admite retroceso.3 A la vez, superado máticas, en sus estrategias narrativas, una influencia ineludible para muchos de los
jóvenes cineastas, el film de Sapir se aventura-
el momento de los primeros films, los en sus decisiones estilísticas, Caetano ba en una vía experimental que –por su misma
realizadores se enfrentan a una instan- resume muchos de los rasgos caracte- radicalidad– quedaba afuera del horizonte esté-
cia crucial porque deberán decidir si rísticos del nuevo cine. También exa- tico del nuevo cine, dominado ya por el éxito
profundizan los cambios o si, por el cerba algunos de sus aspectos más ne- de Pizza, birra, faso.
3. Rafael Filippelli caracteriza esas mutaciones
contrario, las afirmaciones de sus ópe- gativos. En este sentido, su produc- con precisión, a propósito del film Sábado, de
ras primas fueron simplemente un arie- ción define en gran medida la Juan Villegas: “En un sentido muy positivo al-
te para ingresar a la institución cine- trayectoria del nuevo cine, así como go ha sucedido: llegó el esperado, deseado y
matográfica. Hasta ahora, por lo ge- permite anticipar sus riesgos futuros. necesario recambio de una cinematografía que
se había mantenido desde fines de los años se-
neral, el nuevo cine ha sido festejado senta apoyada en la obra de directores de cues-
en forma bastante acrítica o bien se II tionable talento. Probablemente como conse-
han suspendido los juicios de valor pa- Pizza, birra, faso fue una novedad mó- cuencia del desarrollo de escuelas de cine, han
ra describirlo como un bloque com- dica. Pero en su momento, esa módi- surgido no sólo directores sino también fotó-
grafos, sonidistas, montajistas con mejor for-
pacto que avanza de manera unifor- ca novedad fue toda una novedad. Tan- mación teórica y técnica” (Rafael Filippelli, “El
me. Sin embargo, más allá de com- to atrasaba el cine argentino que, cuan- último representante de la Nouvelle Vague”, El
partir un origen (la formación en do un film hizo correctamente lo que Amante nº 115, octubre de 2001, p. 6).
films independientes y que constituye al cine clásico tiene aquí un carácter Caetano plantea una idea sobre qué
uno de los aspectos más estimulantes reactivo: mientras que los nuevos ci- debe ser el cine. Y es evidente que
del nuevo cine argentino: un vínculo nes de los años sesenta tuvieron su allí cree en lo que dice y dice lo que
fecundo entre una forma estética y un origen en una relectura de los géne- piensa.
modo de producción que se determi- ros, el planteo del realizador quisiera Lo que subyace a esta afirmación
nan mutuamente.4 Caetano, sin embar- volver hacia atrás, atacando la moder- es una idea del cine clásico como gra-
go, reniega del cine independiente y nidad mediante un restablecimiento de mática universal frente a un regodeo
permanentemente manifestó su deseo los géneros. En los films de Caetano, puramente rétorico sobre los artificios
de contar con mucho dinero para ha- el nuevo cine realiza un movimiento del estilo en el cine moderno. Signifi-
cer una película grande. Esta queja a anti moderno; aun cuando, curiosa- cativamente, Caetano no responde a
propósito del cine alternativo puede mente, si el director puede hoy resca- esa supuesta “modernidad pasatista”
resultar extraña en boca de quien ha tar al cine clásico, es desde la infle- con un modernismo más radicalizado
sido uno de sus exponentes más visi- xión que impusieron, de una vez y pa- sino que usa el clasicismo como ins-
bles en nuestro país. Pero no es inco- ra siempre, los cines de los años trumento de una reacción: más que un
herente: los auténticos films indepen- sesenta. Eso lo saben las mejores pe- rescate de lo clásico, hay un regreso
dientes son, para Caetano, las pelícu- lículas de género contemporáneas: sa- al clasicismo como garantía de una au-
las de bajo presupuesto realizadas al ben que no se puede volver al cine toridad inmutable. Se trata de una con-
30 margen de los grandes estudios mien- clásico y que sólo es posible homena- cepción monumentalizada e indiscuti-
tras que lo que critica en algunos ci- jearlo transformándolo permanente- ble sobre lo clásico. ¿Por qué no en-
neastas independientes es una cierta mente en un nuevo lenguaje. tender lo clásico, en cambio, como
estética, “una cierta forma de narrar Caetano nunca ha ocultado su de- aquello que perdura por su gran duc-
donde no pasa nada y la atracción prin- voción por el modelo clásico. En con- tilidad, por su capacidad para ser rea-
cipal es ésa: que no pase nada”.5 Es trapartida, su concepción de la ruptu- propiado en diferentes períodos y des-
una definición posible sobre la noción ra, de la vanguardia o de lo alternati- de diferentes tradiciones bajo formu-
de independencia cinematográfica tan vo resulta francamente esquemática y laciones siempre cambiantes? Estamos
válida como cualquier otra. Sin em- reaccionaria: “las cosas raras tienen
bargo, es significativo que mientras que tener una justificación estética, si 4. Alan Pauls señala este rasgo del nuevo cine:
Martín Rejtman –otro referente del no, no sirven. A mí, por ejemplo, Go- “Hoy forma y producción son el mismo proble-
ma. Pensar la forma es pensar la producción.
nuevo cine– afirma su credo estético dard me gusta mucho, pero me parece Eso no da necesariamente películas buenas, pe-
de manera categórica y asegura que si que su planteo cinematográfico es li- ro al menos da un cine no acomplejado. En esto
tuviera más dinero haría las mismas mitado (...) Quizá porque su propues- se diferencia del cine argentino anterior que era
películas, Caetano insiste en subordi- ta estética es mucho más fuerte que víctima de todas las cosas que no podía ser ni
tener” (En Raúl Beceyro, Rafael Filippelli, Da-
nar las elecciones estéticas al modo las historias que cuenta. Ojo: como di- vid Oubiña y Alan Pauls, “Estética del cine,
de producción.6 rector Godard te enseña mucho. Por nuevos realismos, representación (Debate sobre
En este sentido, Un oso rojo ejemplo, que cosas sagradas, como el nuevo cine argentino)”, Punto de vista 67,
(Adrián Caetano, 2002) representó no aquello de que nunca podés quebrar agosto de 2000, p. 3).
5. Claudia Acuña y Gustavo Noriega, “Tiro li-
sólo la posibilidad de contar con una el eje de cámara, no son tan sagradas bre (entrevista a Adrián Caetano)”, El Amante
estructura de producción mayor y un si lo que narrás es más importante (...) nº 91, octubre de 1999, p. 37.
presupuesto más abultado sino tam- Pero con lo que Godard hace un pelí- 6. Dice Rejtman: “Filmar es meterme en un
bién la consolidación de una estética cula, Spielberg filma una escena”.8 problema. No sé si a propósito: simplemente no
puedo hacer otra cosa, y no creo que eso pueda
más convencional. Lo que en Pizza, Una serie de prejuicios sostienen esta cambiar. Tener más dinero puede permitirme
birra, faso aparecía como una nove- afirmación: no sólo la insistencia so- trabajar más cómodo, pagarle mejor a la gente,
dad, ahora se instalaba como una re- bre la vieja dicotomía forma / conte- cambiar las condiciones de vida. Pero no las
cuperación de las normas clásicas. En nido en donde la “propuesta estética” condiciones de trabajo artístico” (Alan Pauls,
“La importancia de llamarse Silvia Prieto. En-
realidad Caetano nunca dijo otra cosa. sólo cumpliría una función decorati- trevista a Martín Rejtman”, Suplemento Radar
Ya en 1995, había firmado un mani- va, sino también la reducción de lo de Página 12, 23/5/99, p. 6). Caetano, en cam-
fiesto donde dejaba en claro su postu- innovador en la obra de Godard a un bio, dice: “A mí me encantaría que un produc-
ra: “Defender el lenguaje clásico ante aspecto completamente secundario o tor me diga tengo un guión y pensé en vos. Yo
no quiero ser un autor. Lo soy por necesidad; si
la modernidad pasatista, de doble men- el elogio de un efectismo sumario fren- no me llama nadie para hacer películas, tengo
saje pernicioso al saber popular. Amar te a un desarrollo en profundidad. Se- que hacerlas solo” (Pablo Scholz, “Adrián Ca-
el terror, el western, el policial, la cien- ría malicioso (y hasta injusto) abocar- etano: el constructor de tragedias”, en Horacio
cia ficción, la pornografía como con- se a desmontar ese circuito de valora- Bernades, Diego Lerer y Sergio Wolf (edito-
res), Nuevo cine argentino. Temas, autores y
tracultura de una falsa intelectualidad ciones arbitrarias cuando quizás sólo estilos de una renovación, Buenos Aires, Edi-
impuesta en las pantallas”.7 Aunque se trate de una formulación poco feliz ciones Tatanka, 2002, p. 59).
es indudable que las afirmaciones re- esbozada de manera irreflexiva en el 7. Israel Adrián Caetano, “Agustín Tosco Pro-
presentan la posición de Caetano, no apuro de una entrevista. Pero no se paganda”, El Amante nº 41, julio de 1995, p.
50.
deja de haber algo de pose en esta puede pasar por alto que, en la con- 8. Claudia Acuña y Gustavo Noriega, entrevis-
actitud. Sobre todo porque el recurso frontación entre Godard y Spielberg, ta citada, p. 37.
El auto es como el caballo, está el sa-
loon, los malos sentados en las mesas,
el tipo que le tira una mano al héroe,
la mina...”.10 Se trata de un circuito
que se agota sobre la repetición de sí
mismo, en donde cada forma debería
conducir al reconocimiento de un mol-
de y en donde cada rasgo singular es
forzado a reproducir un esquema. El
género no es aquí un marco más o
menos flexible sino un horizonte de
previsibilidad, un sistema prestableci-
do de relaciones que permite desarro-
llar un conjunto de situaciones narra-
tivas fijas para producir un determina-
do efecto emocional.
El cuestionamiento y el conformis-
mo son dos aspectos que estuvieron 31
siempre presentes en el lenguaje clá-
sico. El discurso de la cinefilia recupe-
ró el primero; la industria cultural –co-
mo lo advirtió Adorno– no ha cesado
de aprovecharse del segundo en su sen-
tido más populista y reaccionario. En
esa línea habría que entender los con-
ceptos de “espectáculo” y de “entrete-
nimiento” como menciones recurren-
tes en el discurso de Caetano y como
el deseo constante que anima a Un
oso rojo.
III
Si algo sostuvo al sistema de géneros
del cine clásico fue su capacidad para
desplegar una dimensión mítica, ima-
ginaria o utópica. Por eso la hazaña
solitaria del héroe del western remite
siempre a una epopeya colectiva. En
muy lejos del cine clásico, dirá Da- fórmula para construir su imperio. la conquista o en el ocaso, el héroe
ney; ya no sabríamos cómo hacerlo, y Mientras la puesta en escena clási- épico –ya se sabe– forma una unidad
por eso lo amamos.9 Si esto es así, ca nunca deja de interrogarse sobre la inescindible con el mundo al que per-
entonces es Godard el que ha com- resolución de los conflictos que le pro- tenece. Pero el Oso no es la expresión
prendido y el que ha amado el cine ponen sus materiales, la transparencia de un mundo; más bien es un emer-
clásico (recuérdese: “los cineastas de del modelo estético de Hollywood se gente aislado de una franja social de-
la nouvelle vague somos los primeros sostiene sobre estructuras fijas que per- vastada. En ese desplazamiento pier-
en saber que Griffith ha existido”). miten eliminar esas tensiones. En ese de toda su legitimidad. ¿Es posible
Spielberg no entiende el cine clásico, sentido se orienta la defensa que hace afirmarse en la distancia clásica cuan-
simplemente lo imita; reproduce una Caetano de los géneros en tanto pro- do se pretende hacer un western su-
estructura ya devaluada que funciona mesa de garantía estructural más que burbano? O para el caso, ¿qué signi-
mecánicamente: la lógica de la ima- punto de partida narrativo. Pero, se tra- fica ignorar livianamente el conflicto
gen-acción en su versión más carica- te de una obra maestra o de un pro- entre la dimensión épica del western
turesca. Habría que diferenciar, enton- ducto adocenado, es obvio que los gé- y la dimensión social del suburbio?
ces, entre la forma del relato clásico y neros son inocentes respecto de lo que Caetano dice que su productora, Lita
el modelo de representación hollywo- cada director hace con ellos. Y en es-
odense: porque si la claridad y la pre- te punto, el problema de Un oso rojo 9. Serge Daney, La rampe, París, Cahiers du
cinéma - Gallimard, 1996, p. 207.
cisión de la puesta en escena hicieron no es el cine de géneros sino los luga-
10. Juan Villegas, “El Oso cumple, el género
la gloria del cine clásico americano, res comunes del cine de géneros. Dice dignifica (entrevista a Adrián Caetano)”, El
Hollywood necesitó convertirlas en una Caetano: “Un oso rojo es un western. Amante nº 126, octubre de 2002, p. 16.
Stantic, pretendía que se viera el Gran mo un ángel de la guarda, un poco han elevado considerablemente los es-
Buenos Aires mientras que él sólo que- hosco pero altruista, está ahí para re- tándares profesionales del cine argen-
ría hacer “una película de tiros”.11 No solver todos los problemas: una pelea, tino. Pero entonces la técnica ya no es
parece posible un cowboy moderno ba- una deuda de juego, el desalojo. Él (ya no puede ser) un valor absoluto;
jo las condiciones acríticas en que lo puede todo allí donde los demás no se trata, más bien, de un mínimo im-
plantea Caetano. Es cierto que el Oso pueden nada. Pero, entonces, finalmen- ponible a todas las películas. Caetano
se enfrenta con su entorno, pero no te, ese dinero providencial que el Oso conoce el medio y maneja con soltura
tiene dudas y no cuestiona. Acepta las entrega a su mujer y a su hija para sus instrumentos. Pero filmar bien es
cosas tal como son. Incluso se indigna salir adelante, lo enaltece a él tanto más que mostrar con eficacia un tiro-
un poco cuando alguien no respeta las como las denigra a ellas.
reglas inmutables de un cierto código No hay western sin un código éti-
de hombría (“A los borrachos no se co. No es necesario (no es deseable)
11. Ibid., p. 16. Casi al mismo tiempo se estre-
les pega”, “A la gente hay que cuidar- que ese código convalide el sistema; naron Un oso rojo y El bonaerense (Pablo Tra-
la”). En este sentido, el personaje ca- pero entonces los actos del héroe de- pero, 2002). Trapero y Caetano son, segura-
rece de la trascendencia que requiere berán ser expresión de un contra-sis- mente, los directores más exitosos y populares
un héroe épico y no está en crisis con tema y no el resultado de una encona- del nuevo cine. Pero mientras que los elogios al
film de Caetano fueron prácticamente unáni-
su mundo como exigiría un héroe mo- da vindicación individual. Un film mes, hubo algunas reseñas que reclamaron al
32 derno. Eso hace de sus actos una ven- puede invertir toda valoración, puede film de Trapero un mayor compromiso en su
ganza solitaria: actúa porque es toca- suspender todo juicio; pero si el siste- denuncia sobre los funcionamientos de la poli-
do personalmente y como respuesta a ma de géneros ha logrado funcionar cía. Sin embargo, Trapero nunca cae en la tram-
pa de los estereotipos y de las generalizaciones
su pequeño embrollo individual. durante tanto tiempo en el imaginario fáciles. Si su interpelación a las instituciones
La idea de un héroe que ha perdi- social es porque mantuvo la convic- resulta tanto más potente es porque no apela a
do toda grandeza y toda densidad fra- ción de que, más allá de los indivi- una idealización sobre los márgenes que termi-
casa irremediablemente. El Oso es duos, existen un Bien y un Mal supe- naría instalando una confrontación maniquea.
Su película muestra cómo el ingreso a la poli-
simplemente violento. Es un lumpen: riores. ¿Qué concepción de mundo hay cía supone un aprendizaje en el crimen: Zapa
no podría ser nunca un héroe popular detrás de los actos del Oso? Su única ingresa a la bonaerense para escapar de un de-
porque sus actos son reacciones de un legitimidad es de orden privado. Eli- lito menor y sale convertido en un hombre cí-
sobreviviente y no estrategias de un mina a los maleantes porque le roba- nico, violento e inescrupuloso que actúa por
comodidad, por venganza o por codicia.
resistente. Para realzar a su protago- ron su dinero, amenaza al nuevo ma- 12. Véase, por ejemplo, el comentario de Quin-
nista, entonces, Caetano necesita re- rido de su esposa porque es su esposa tín a propósito de Un oso rojo y la serie tele-
bajar a los demás personajes. En un y luego paga las deudas porque se tra- visiva Tumberos, también dirigida por Adrián
locutorio, el Oso escucha que un hom- ta de su hija.13 Caetano podrá decir Caetano: “Salvarse a cualquier precio perdien-
do de vista toda consecuencia implica renun-
bre ha cobrado un adelanto. Es un que sólo quiso contar una historia en- ciar a toda esperanza verdadera para el mundo.
hombre joven, arrogante, bien vestido tretenida sin pensar en sus consecuen- Que la salvación les esté reservada sólo a los
y con un auto caro. El Oso –que aca- cias sociopolíticas. Tanto peor, puesto protagonistas de las películas cuando son lo su-
ba de salir de la cárcel– lo sigue y le que hay cuestiones sobre las que no ficiente inhumanos para hacerlo (después de
mandar a la muerte a sus compañeros) remite a
pide diez pesos; el hombre le respon- es posible declararse inocente. En un un director que se siente tan poco obligado por
de de mal modo (“andá a trabajar”, le país donde tan a menudo la justicia las reglas como sus protagonistas. Burlar al sis-
dice) y el Oso le roba todo el dinero por mano propia ha sido el agente más tema implica también no reproducirlo” (Quin-
mientras su víctima lloriquea de ma- claro del fascismo, debería ser al me- tín, “Defensor del pueblo”, El Amante nº 129,
enero de 2003, p. 16). Y para volver a Godard
nera despreciable. La situación está nos dudoso el carácter heroico de un (aunque, sin duda, podrían encontrarse otros
planteada de tal forma que induce a personaje como el Oso. Un héroe ejemplos): el policía que Belmondo mata en
pensar que el hombre se lo merecía. siempre es un héroe, no importa su Sin aliento no es cruel ni perverso sino, simple-
¿Por qué no podría presentarse sim- oficio. Pero no es lo mismo un héroe mente, un representante de la Ley; así como el
hombre a quien roba en el baño de un bar no es
plemente como un robo? ¿Por que la al que le ha tocado ser delincuente que más que el portador de un dinero que él nece-
víctima tiene tantos rasgos de un cul- convertir a un delincuente en héroe. sita. El personaje de Belmondo es un criminal
pable? Es cierto que las acciones del El problema no es el género, sino la y no se ampara en ninguna excusa; lo que pue-
Oso parecen justificarse porque está excusa de buscar refugio en el género da tener de admirable no depende de atenuantes
ni busca justificarse en el estatuto moral de sus
dispuesto a todo con tal de garantizar para renunciar a toda ética en benefi- oponentes. Godard no hace trampas: si hay un
el bienestar de su hija; pero en el re- cio de un supuesto entretenimiento. código ético del hampa que viene a cuestionar
verso de esa trama, el film necesita Se dirá que, a pesar de todo, Cae- la hipocresía del sistema, no se escuda nunca
que los demás se hundan para que la tano filma bien, que sabe narrar. Ha- en una moral de barrabrava que menoscaba al
enemigo para poder hacerle frente y que, por lo
dignidad de su personaje salga a flo- bría que precisar qué quiere decir eso. tanto, sólo reproduce los funcionamientos im-
te.12 Es preciso que el padrastro sea Si por filmar bien se entiende un cier- puestos.
ruin y cobarde para que el Oso pueda to grado de corrección técnica, enton- 13. En este punto, el film de Caetano se acerca
ejercer su valentía; es preciso que su ces habría que decir que todos los nue- más de lo que cree a aquellos policiales amari-
llos del cine argentino post-dictadura en donde
ex esposa sea egoísta y débil para que vos cineastas filman bien: uno de los la necesidad de justicia era presentada como un
él pueda actuar con generosidad. Co- méritos de las nuevas películas es que irrefrenable deseo de venganza.
teo; no se trata de un mero virtuosis- informa sobre la impotencia de este ción actoral porque le quita dignidad
mo que, en última instancia, es la esen- hombre recio frente a los abusos de la a su personaje y cruza una línea de
cia del academicismo. Entiendo que policía y la humillación a la que es pudor que debería haber respetado. Un
“filmar bien” no es algo que pueda sometido delante de su hija. De un gol- hombre es ultrajado por la policía: en
separarse de lo que es “hacer una bue- pe es devuelto a su pasado, se con- lugar de hacerse cómplice, la película
na película”. Y para eso es necesario vierte nuevamente en un delincuente debería testimoniar el hecho en toda
instrumentar los recursos de la repre- por obra y gracia de la Ley y com- su intensidad.
sentación en función de una coheren- prende, tal vez, que nunca tendrá paz El cine clásico siempre fue justo.
cia expresiva y una contundencia dra- y que tampoco podría ofrecércela a su Si fue bello es porque era justo. Cae-
mática que no se advierten en Un oso hija. Como si se tratara de la moraleja tano defiende la precisión del relato
rojo. Hay, en la película, un uso pre- de una historia, en la escena siguiente clásico frente a la retórica decorativa
visiblemente explicativo del flashback el Oso recibirá el consejo resignado de las vanguardias pero explota en sus
que nos informa, como en un resu- que termina por sellar su destino: “A films una espectacularidad vacía y
men, sobre el pasado del Oso; hay cier- veces, para hacerle bien a la gente que efectista, meramente pirotécnica.14
tos detalles pueriles que pretenden ser uno quiere, lo mejor es estar lejos”. Cuando un realizador mide todo con
ingeniosos (el Oso descubre que su El film es la historia del Oso; él es la vara del espectáculo, lo primero que
mujer tiene un amante porque se ha el protagonista absoluto. Su hija es só- abandona es la responsabilidad sobre
quitado el anillo de bodas) o que su- lo el objeto de sus desvelos y, si ocu- qué mostrar y de ese modo el cine se 33
brayan de manera esquemática el con- pa un lugar central en la trama, eso se despoja de todo impulso cuestionador.
traste entre los personajes (el Oso se debe a los esfuerzos del padre por re-
gana la admiración de su hija porque componer el vínculo y recuperar su IV
descubre la solución al juego de las afecto. ¿Por qué, de pronto, Caetano El nuevo cine no es todavía el esta-
monedas que el padrastro no pudo re- privilegia la perspectiva de la niña? blishment del cine argentino, pero po-
solver); hay golpes de efecto trampo- No interesa lo que le sucede a la chica dría llegar a serlo pronto. Los films
sos (el Oso parece comprar un arma sino lo que le sucede a ese hombre independientes, que avanzaron desde
cuando en realidad se trata de un ju- cuando es despojado de su dignidad los márgenes, han empezado a dise-
guete para su hija) y hay un remanido delante de su hija. No lo que ella ve ñar un nuevo centro: el viejo cine va
uso del montaje paralelo entre el acto sino lo que él siente al saberse obser- desapareciendo por su propia inanidad
escolar y el robo, que apoya la pro- vado por ella. El centro de la escena y algunos de los jóvenes cineastas em-
gresión de la trama hacia un clímax. no es el desasosiego que siente ella piezan a ocupar posiciones de cierto
Una de las escenas más elogiadas sino la ansiedad, la indefensión, el ner- privilegio. La trayectoria de Adrián
permite extender la interrogación acer- viosismo y la furia contenida que ex- Caetano es ejemplar, en este sentido,
ca de los méritos de Caetano como perimenta él, su deseo imposible de porque es el más prolífico y, proba-
realizador. El Oso lleva a su hija a que ella no estuviera presente. Quizás blemente, el más exitoso de los nue-
jugar a una plaza. La niña sube a la hubiera sido más adecuado y más su- vos realizadores. También es el que
calesita y él la observa dar vueltas des- gerente expresar la complejidad de ese más se ha acercado a las formas de un
de atrás de una cerca alambrada. Una conjunto de emociones que invaden al cine convencional. Pero no es un caso
mujer siente temor por la presencia de Oso como algo inefable frente a lo aislado, sino el ejemplo más sobresa-
este desconocido y lo denuncia ante cual la cámara debe retroceder; trans- liente de una tendencia que ha empe-
unos policías que rápidamene se le mitir de manera seca la ira, la violen- zado a hacerse evidente con la conso-
acercan, le piden documentos y lo pal- cia y la vergüenza en sus ojos conmo- lidación de los nuevos films. Habrá
pan de armas. La hija advierte el pro- vidos y en su rostro crispado. Hubiera que ver, entonces, si los caminos al-
blema y la cámara, colocada en la ca- sido, también, más difícil y arriesgado ternativos por los que incursionó el
lesita, registra su preocupación: sin de- en términos estéticos. Como si desco- nuevo cine no eran sólo un atajo para
jar de girar, la imagen alterna entre nociera la importancia del fuera de subirse a la autopista del cine más con-
una subjetiva de la nena (que muestra campo, Caetano prefiere un golpe me- vencional.
al Oso sometido al interrogatorio po- lodramático, más subrayado, más efec- Con todo, resulta evidente que no
licial) y su propio rostro inquieto cada tista y más directo. También más sim- es posible sino celebrar la aparición
vez que las vueltas de la calesita reti- plista. Mirada desde los ojos de la ni- del nuevo cine. O se está a favor del
ran de su vista lo que ocurre con su ña, toda la situación adquiere una carga viejo cine pretencioso, moralizante,
padre del otro lado del alambrado. La emocional pero a costa de reemplazar
niña se baja y, en un plano general, su potencia, su justeza y su densidad
14. Caetano se entusiasma hablando de los tiro-
vemos al padre y a la hija enfrentados por un lastimoso sentimiento de com- teos en Un oso rojo: “Todo eso es para mostrar
pero significativamente separados por pasión. En vez de insinuar y dramati- el espectáculo”, dice. Y enseguida anuncia su
la cerca. Y finalmente, mientras él su- zar, Caetano muestra y explica. No só- próximo proyecto sobre una asesina de barrio
fre el maltrato policial, cruzan sus mi- lo el resultado es más pobre sino que que mata por encargo a los maridos infieles o
golpeadores: “Tengo ganas de filmar a una mi-
radas mediante un juego de subjetivas además es impertinente. La puesta en na matando con cuchillo”, concluye (Juan Vi-
en plano y contraplano. La escena nos escena va en contra de la composi- llegas, entrevista citada, p. 17).
ineficaz y corrupto o se está a favor mos apuestas nuevas, no hicimos un gos que asumen en sus decisiones na-
de un cine más riguroso y más esti- cine vital que hablara de manera dife- rrativas. Si son elogiables, aun en sus
mulante. La disyuntiva es fácil. Pero rente. Hubo un cierto desapego por ha- desaciertos (aun cuando eventualmen-
ése, sin duda, no es el punto. Quizás blar de cosas serias”.15 te equivoquen el criterio o fallen en el
en el propio origen de su reacción, los El discurso de Llinás parece más resultado), es porque no especulan con
nuevos films encuentran también su inclinado hacia las iluminaciones re- mentalidad cuentapropista.
problema. A fines de la década de tóricas que hacia la precisión concep- Ha sido mérito del nuevo cine no
1980 y comienzos de la de 1990, el tual; es brillante y explosivo, provo- transitar por los mismos caminos que
cine argentino era hasta tal punto un cador, declamatorio, hiperbólico, me- ya había fatigado, y malamente, el ci-
desierto que bastó un puñado de pelí- lancólico. En su insistencia sobre el ne más comercial de los años ochenta.
culas honestas, hechas con calidad, pretérito toma una distancia exagera- Sin duda, la consolidación de ese cam-
profesionalismo y buenas ideas, para da para referirse a situaciones recien- bio consistirá en profundizar sus pre-
producir una verdadera renovación. tes y en su uso del plural mayestático supuestos: modos de producción al-
Más que disputar un lugar, el nuevo hay más una acusación que una auto- ternativos, experimentación con nue-
cine ocupó rápidamente un espacio va- crítica. No obstante, el comentario es vas tecnologías, originalidad de las
cante y desde allí logró consolidarse certero y no exento de verdad. Llinás perspectivas temáticas, audacia y ri-
como una presencia insoslayable. Pe- reclama la grandeza del cine allí don- gor en la realización, asunción de ries-
34 ro con la consolidación desembarcan, de los films sólo han aspirado, con gos en los planteos narrativos, radica-
también, la comodidad, la moderación, mucha frecuencia, a ser correctos. Cu- lización de las propuestas estéticas. Lo
la cautela e, incluso, la especulación. riosamente, todos leyeron en esa críti- que cada film ha obtenido sólo tiene
Ese nuevo escenario explicaría, al me- ca genuina un mandato que imponía valor si es capaz de volver a apostarlo
nos en parte, las airadas reacciones que la fabricación de “obras maestras” (pa- todo (y arriesgarse a perderlo) en la
suscitaron las declaraciones de Maria- labras que, por otra parte, nunca se película siguiente. El nuevo cine de-
no Llinás, ya no entre los críticos y mencionan en la entrevista). Obvia- berá decidir si lo que se ha celebrado
los directores más retrógrados sino en- mente, no se trata de eso. Balnearios como un acontecimiento es un simple
tre los propias filas del nuevo cine: (2002), el film del propio Llinás, no recambio generacional o una transfor-
“Hasta ahora los films que se hicieron es una obra maestra, como tampoco mación profunda del campo cinema-
no fueron la máxima expresión de al- lo son Sábado (Juan Villegas, 2001), tográfico; si se trataba de demoler las
go, no eran de riesgo. Sus autores no Los rubios (Albertina Carri, 2003), convenciones del viejo cine o sólo se
se estaban jugando todas las cartas. Tan de repente (Diego Lerman, 2002) buscaban mejores condiciones de ac-
Eran la mínima expresión de algo, pe- o Todo juntos (Federico León, 2002, ceso para participar de ellas. Aunque
lículas que tendían a demostrar que la probablemente el film más radical en- algunos films todavía se empeñan en
capacidad era mayor que el resultado. tre los últimos del nuevo cine). Sin dar respuesta a viejas preguntas, el ci-
No eran apuestas grandes. Cuando se embargo están animados por la con- ne nuevo es siempre un cine que pro-
saludaban estas películas, se hablaba vicción con que enfrentan sus eleccio- pone nuevos interrogantes.
de cuestiones potenciales, o de los nes temáticas (los desaparecidos y la
errores que se evitaban. No alcanza ausencia, el desencanto amoroso, la so- 15. Quintín, “Una bomba de tiempo (entrevista
con eso, ni con determinada solvencia ledad), por la audacia y la originali- a Mariano Llinás)”, El Amante nº 124, agosto
técnica ni con cierta astucia. No hici- dad de su tratamiento y por los ries- de 2002, p. 9.
Las armas y el intelectual
Oscar Terán
35
mentación artística, del rol del escri-
tor frente a la sociedad y de los crite-
rios normativos del arte, así como de
la relación entre los intelectuales y el
poder. Lo realiza mediante un análi-
sis minucioso y refinado; distanciado
pero comprometido. Es evidente que
se trata de un escrito elaborado desde
un posicionamiento generacional que,
afortunadamente, permite ese distan-
ciamiento. Es evidente también, a mi
entender, que la autora ingresa no sin
intriga en lo que llama “un pasado in-
mediato y definitivamente clausurado
pero todavía recordable”; un pasado,
en fin, “tan próximo y tan distante”.
Fiel implícitamente a la paráfrasis tu-
ñoniana de que “la melancolía mata,
amigo”, no cede empero al no involu-
cramiento ético-político, y de esas
combinaciones –si he leído bien– de-
riva un texto que contiene pasajes don-
de el lenguaje se torna intenso.
Lo que sigue es una serie de impre- corrido productivamente en los últi- El corpus que la investigación em-
siones y opiniones acerca del libro que mos años, ya fuere apelando a la his- plea es extenso y significativo. Recu-
nos convoca: Entre la pluma y el fu- toria de las artes visuales o del psico- rre así a la amplia y eficaz red de pu-
sil, de Claudia Gilman.1 Se trata, por análisis, esto es, ingresando en la cons- blicaciones periódicas que incluye la
ende, de una lectura referida a un tra- trucción de sentidos de una época revista de Casa de las Américas, Mar-
bajo que se inscribe, a mi entender, cultural con la pretensión de contri- cha, Siempre!, El Grillo de Papel, La
con valimientos propios, y desde los buir al diseño del “mapa” de los se- Rosa Blindada, Nuevos Aires y tantas
saberes universitarios, en la explora- sentas y setentas a través de “provin- otras. Se pregunta luego con qué cate-
ción que desde hace veinte años se cias” disciplinares que complejicen y gorías organizar ese conjunto de re-
viene generando con respecto a un pe- hasta desmientan el cuadro de algu- vistas, libros y folletos, y se responde
ríodo de nuestra historia reciente. nos, por decirlo en términos rimbom- que apelará a un “enfoque múltiple”,
Una hipótesis fuerte motoriza la es- bantes, “grandes relatos” del período.
critura de esta indagación, y ella sos- Claudia Gilman opera así desde el 1. Claudia Gilman, Entre la pluma y el fusil,
tiene la profunda interpenetración de ámbito de las destrezas ofrecidas por Siglo veintiuno editores Argentina, 2003. La in-
tervención de Oscar Terán que publicamos fue
la historia intelectual y de la historia la crítica literaria para preguntarse en
leída en la presentación del libro de Gilman,
literaria. Prosigue de tal modo un ca- torno de esos años acerca de la fun- que tuvo lugar en el Instituto Goethe, Buenos
mino que otras intervenciones han re- ción de la literatura y de la experi- Aires, junio de 2003.
donde se crucen la historia de ideas, demos afectar su carácter pero no po- tenía que “la contribución más signi-
la historia literaria, la historia a secas demos alterar su condición de inevita- ficativa de la literatura mundial pro-
y la crítica y teoría literarias. Recorta ble”. Ha sido señalado al respecto tam- venía de América Latina”. Es recor-
finalmente una época, transcurrida en- bién la radicalización del universo ca- dable que para entonces la teoría de la
tre la revolución cubana y el derroca- tólico, y Gilman evoca la influencia dependencia ofrecía también una ver-
miento de Salvador Allende en 1973, del papado de Juan XXIII y de las sión novedosa y latinoamericana des-
esos catorce años que la autora carac- encíclicas Mater et Magistra y Pacem de las ciencias sociales con respecto a
teriza de “años prodigiosos”, sin que in Terris, de 1961 y 1963 respectiva- las etapas mismas del desarrollo. Esta
yo pueda entender demasiado bien por mente. Latinoamérica que Gilman introduce
qué, habida cuenta de que el término Montado este escenario general, el tiene a su vez su capital en Cuba, y
significa tanto “maravilloso” cuanto libro nos introduce en la línea de sus Cuba es al mismo tiempo una revolu-
“extraordinario”, y que “prodigio” aportes fundamentales al ampliar la ción y una política cultural, o, con pa-
quiere decir “hecho de origen divino” lectura de los fenómenos locales al ám- labras de Bauman, el “toque de reu-
pero también “suceso extraño que ex- bito latinoamericano. Era asimismo nión” del frente intelectual latinoame-
cede los límites regulares de la natu- una percepción de época, desde el mo- ricano. Lugar de encuentro, sin duda,
raleza”... mento en que el suplemento literario pero también este libro persigue algo
La época es precisamente definida del Times de noviembre de 1968 sos- así como los costos de ese encuentro,
36 como “un campo de lo que es públi-
camente decible y aceptable” y que
“goza de la más amplia legitimidad”.
Esto es, creo, aquello que Gramsci in-
vocaba con el concepto de hegemonía
y Althusser con el de “problemática”.
La problemática compartida en esas
décadas era, se nos dice, “la valoriza-
ción de la política y la expectativa re-
volucionaria”. De tal manera, “el blo-
que temporal sesenta/setenta constitu-
ye una época que se caracterizó por la
percepción compartida de la transfor-
mación inevitable y deseada del uni-
verso de las instituciones, la subjetivi-
dad, el arte y la cultura”. Coincide así
este libro con la caracterización de que
en esos años “la política constituyó el
parámetro de la legitimidad” también
de “la producción textual” y de la fi-
gura misma del intelectual. La políti-
ca fue rápidamente saturada por la idea
de revolución, y ésta se identificó más
temprano que tarde con la práctica de
la violencia que Sartre colocaba en el
centro de su prólogo a Los condena-
dos de la tierra de Fanon, violencia
que concluyó a su vez por colmarse
con el contenido de la lucha armada,
en el seno de un período habitado por
la sensación de la “inminencia revolu-
cionaria”.
Sensación de inminencia que no
era por cierto solamente vivida como
tal por los sectores de izquierda, sino
que –como este texto nos recuerda–
era compartida por el senador Robert
Kennedy cuando en 1966 decía que
“se aproxima la revolución en Améri-
ca Latina [...] Se trata de una revolu-
ción que vendrá querámoslo o no. Po-
cuyo punto crucial reside en la rela- nó todos los espacios del intelectual cuestiona empero el balance global do-
ción compleja que de allí en más se crítico y modernizador, dibujando ese minante: la conciliación de vanguar-
entablará entre la figura del intelec- auténtico triángulo de las Bermudas dia política y vanguardia intelectual
tual moderno y la realización de un que en otros estudios sobre el período dejó como deuda un proyecto incum-
Estado revolucionario que progresiva- se ha reconocido, conformado por las plido. En el hueco de esa deuda la
mente pasó a exigir más apoyo que tensiones entre modernización, tradi- autora concluye indicando el lugar des-
críticas. cionalismo y extremismo. Desde esta de donde ha escrito: “Sólo aumentan-
Sobre esa palestra este trabajo nos matriz de ideas y de sentimientos, así do la autonomía característica de los
ofrece los avatares pormenorizados de como creo que Stendhal se pregunta- intelectuales [...] –dice–, éstos pueden
la lucha entre los intelectuales latino- ba que querría decir para una mosca hacer aumentar la eficacia de una ac-
americanos defensores del ideal críti- que nace a las diez de la mañana y ción política”.
co y aquellos otros constituidos en muere a las cuatro de la tarde la pala- Por último, y como a lo largo de
paladines del ideal revolucionario. bra “noche”, alguien entre nosotros se esta exposición he señalado algunos
Ofrece asimismo una periodización preguntaba “¿qué quiere decir estruc- interrogantes, podría por fin solicitar
que transcurre entre el refugio que la turalismo para un muchacho masacra- mayores explicitaciones ante el em-
teoría sartreana del compromiso brin- do en Caracas?”. En un período don- blocamiento de las décadas del sesenta
dó a los intelectuales que en tanto de el antiintelectualismo alcanzaba es- y del setenta en una misma “época”.
tales ejercían su función de concien- 37
cias críticas, por un lado, y el mo-
mento que a partir de 1966-1968 de-
mandó el pasaje del compromiso de
la obra al compromiso del autor. Las
referencias a pronunciamientos del
momento resultan abrumadoras. El
chileno Droguett dice así en 1971 que
“el escritor debe ofrecer su vida a la
revolución”; el cubano Lisandro Ote-
ro cinco años antes había declarado tatura mundial (el libro se refiere al Podría demandar asimismo una ma-
que el primer deber del intelectual era respecto a la revolución cultural chi- yor referencialidad al populismo que
“la dejación del examen crítico exce- na), se vio nacer al más terrible de los al marxismo en la tematización del an-
sivo”. La paródica y trágica “autocrí- antiintelectualismos, esto es, el antiin- tiintelectualismo, puesto que tengo du-
tica” de Padilla también de 1971 se telectualismo de los intelectuales. Ni das de que ese rasgo esté implícito en
preguntaba “¿a cuántas zafras han García Márquez escapó al cuestiona- la teoría marxista tal como allí se lo
asistido un número significativo de miento, recordándosele que mientras plantea. Creo asimismo que las posi-
escritores?” El discurso de Fidel Cas- escribía Cien años de soledad el sa- ciones de los intelectuales cubanos
tro del 1º de mayo de ese mismo año cerdote Camilo Torres moría como frente al estructuralismo no van a re-
embestía contra los intelectuales ba- guerrillero en Colombia. La autora sultar homogéneas, habida cuenta de
sura que “vivían en los salones bur- concluye que el antiintelectualismo re- la recepción que el althusserianismo
gueses” y fungían como “agentillos sultó en Cuba “una máquina infernal va a tener en el ámbito cubano, según
del colonialismo cultural”. de fabricar exclusiones”. creo recordar. Pero se trataría sin du-
Reemergía de esa manera el vasto Y sin embargo, no es uno de los da de observaciones menores que no
tema del antiintelectualismo en tierras méritos menores del libro indicar aquí pretenden opacar el reconocimiento
hispanoamericanas, la vieja diatriba y allá los meandros de una relación hacia el valioso aporte de Claudia Gil-
entre pueblo y doctores, entre políti- menos lineal e inexorable de lo su- man a la iluminación de una etapa con-
cos prácticos y letrados a espaldas de puesta entre cultura y política en el vocante de nuestra reciente historia no
su verdadera realidad. Pero ahora so- campo de los intelectuales. De hecho, sólo intelectual.
bredeterminado por la existencia de se sostiene aquí, “la irrupción del mer-
una revolución nacida sin teoría y de cado consagrador empezó a llevar a la (Al finalizar esta presentación alguien
un clima mundial que había saturado literatura y al escritor en un sentido del público objetó que en el texto es-
el universo de la denuncia y sólo de- contrario a la demanda de politiza- taba la pluma pero que no se veía el
jaba como curso siguiente el pasaje a ción”, y se verifica al par que la de- fusil. Una breve reflexión crítica so-
la acción. La oposición entre intelec- nostación a las posiciones políticas de bre ese cuestionamiento me permitió
tual por un lado y hombre de pueblo Borges no ocluyó los reconocimien- entrever un rasgo central del libro que
y de acción por el otro abrió el ancho tos hacia sus virtudes literarias, así co- no había percibido pero que constitu-
camino hacia la culpabilización del in- mo se rescatan voces de defensa de la ye quizás uno de sus rasgos más no-
telectual. Entre el romanticismo revo- autonomía artística como la de Oscar tables: que se trata de un relato donde
lucionario y el populismo (agrego), se Masotta entre otras. lo más significativo no es ni la pluma
abrió un juego de pinzas que cuestio- Complejización valedera que no ni el fusil sino el “entre”.)
Bourdieu, retrato de cerca
38
y puede encarar el doctorado conmi-
go”. Yo investigaba entonces el me-
dio médico en la Francia de la segun-
da mitad del siglo XX; las prácticas
médicas y los médicos de una ciudad
del norte, pero no dentro de la proble-
mática de “salud y enfermedad”, que
era la perspectiva más difundida en
esa época. Quería extender mis pri-
meras conclusiones y, sobre todo, que-
ría que esas conclusiones sirvieran co-
mo crítica a la sociología médica nor-
teamericana de los años sesenta y
setenta. Bourdieu se interesó inmedia-
tamente; como él no había trabajado
sobre ese objeto, comprendí desde el
principio que iba a sentirme libre y
autónoma. Tuve, además, otros inter-
locutores: Bourdieu me sugirió que to-
mara contacto con Aaron Cicourel; por
mi parte, me relacioné directamente
con una norteamericana, un belga, al-
gunos franceses que no pertenecían al
Bourdieu, hijo de la República y figura mayor de un espacio que él mismo círculo más inmediato de colaborado-
definió como “campo intelectual”; Bourdieu, sociólogo para quien la autonomía res de Bourdieu. Yo estaba al corrien-
de la investigación y de la teoría eran condición de cualquier eficacia política. te de la sociología médica norteame-
Dos franceses, discípulos y colaboradores de Bourdieu, dibujan así este retrato. ricana y llegué con ese capital que a
Bourdieu le pareció sólido. Por eso, él
Beatriz Sarlo: ¿Cómo llegaron a tra- debilidades que él creía encontrar en utilizó la palabra “profesional” para
bajar con Bourdieu y cuál era la ima- su teoría. A medida que avanzaba, me juzgar mi trabajo de maestría. Aun-
gen que tenían de él antes de conocer- fui dando cuenta de que Boltanski y que tanto Bourdieu como yo critica-
lo? yo no estábamos discutiendo las mis- mos ese término, fue el que usó en
mas cosas; la atmósfera se fue vol- nuestra primera entrevista. A partir de
Marie Jaisson: Mi director del diplo- viendo tensa y hostil. Esas dificulta- ese momento, seguí todos los semina-
ma de estudios en la École des Hautes des me llevaron a tomar contacto con rios de Bourdieu en la École y me
Études en Sciences Sociales, fue Luc Bourdieu: le hablé al terminar uno de pedía, con frecuencia, que expusiera
Boltanski. En aquella época, a media- sus cursos en el Collège de France; allí mi investigación, muchas veces a
dos de la década del ochenta, Boltans- después le hice llegar mi trabajo de principio de año. Yo preparaba el plan
ki se había independizado de Bour- maestría. Me encontré con él y me di- de exposición de manera extremada-
dieu, con la intención de corregir las jo: “Usted hizo una labor profesional mente ordenada y quizás también fue-
ra por eso. En esas ocasiones, Bour- torado; éramos unos veinte estudian- Beatriz Sarlo: ¿Cómo dirigía Bour-
dieu me presentaba diciendo que yo tes y a todos nos quedaba claro que dieu? ¿Leía, corregía, cortaba, dejaba
hacía una práctica sociológica hard. ese año llevaba la marca de Bourdieu. a la gente librada a su arbitrio? ¿For-
Pero él no quería dirigir más tesis, por- zaba a los estudiantes dentro de su te-
Eric Brian: Encontré a Bourdieu que, elegido para el Collège de Fran- oría?
cuando yo todavía estaba en la École ce en 1981, pensaba que podía libe-
Polytechnique, durante los últimos rarse, de algún modo, de la dirección Marie Jaisson: Dependía de los estu-
años de la era Giscard, que fueron tam- de estudiantes. diantes. Un amigo, formado por Bour-
bién los grandes años de la tecnocra- dieu a fines de los años setenta, es
cia liberal. En ese contexto, leí La dis- Marie Jaisson: No aceptó ningún nue- decir antes de su ingreso en el Collège
tinción, que acababa de aparecer. Me vo doctorando entre 1982 y 1984. de France, sufrió bastante. En su caso,
dije que no estaría mal invitar a Bour- Bourdieu se condujo de modo firme e
dieu; me había dado la impresión de Eric Brian: Sin embargo, la idea de intromisivo; cada vez que iba a verlo,
ser sólido y había escrito un libro que la continuación a través de Boltanski retomaba el trabajo desde el princi-
mostraba claramente una intención po- no prosperó. En lo personal, yo tam- pio, indicándole todo lo que había que
lítica. Era una tradición de la École poco me llevé bien con Boltanski, sus hacer, como si siempre estuviera em-
Polytechnique que los estudiantes or- posiciones eran a-históricas. Me gus- pezando de cero: página nueva y re-
ganizáramos alguna conferencia. Lo taba su curiosidad intelectual, pero mi construcción del camino. Antes de en- 39
llamé a Bourdieu por teléfono y acep- tema de tesis pertenecía al campo his- trar al Collège, Bourdieu se sentía me-
tó de inmediato. Era el momento de tórico y me di cuenta de que debía nos seguro. Quería dominar el objeto
su candidatura al Collège de France y aprender el oficio del historiador con del estudiante y se metía dentro de la
creo que pensó que le vendría bien historiadores. Por eso, mi director fue investigación. Esto tenía resultados
probar que tenía una audiencia que Jean-Claude Perrot, un historiador. muy desestabilizadores para el estu-
desbordaba la de su propia disciplina. Trabajé sobre el encuentro entre los diante porque le impedía mantener su
Quedamos en contacto. En esa época, reformadores de la administración a propia construcción del objeto. Bour-
cuando la derecha en el poder provo- fines del siglo XVIII en Francia y los dieu no dejaba abierta la posibilidad
caba un sentimiento de fatalidad, Bour- científicos, especialmente los mate- de tomar un camino personal, ya que
dieu tenía relaciones activas con una máticos, encuentro que tuvo como él mismo estaba preso en la elabora-
red de altos funcionarios, no necesa- consecuencia la creación de institu- ción de su propio modelo. Después de
riamente inscriptos en algún partido ciones científicas y administrativas acceder al Collège, quizás se sintiera
político; gente, por ejemplo, que él ha- que se extendieron durante todo el más seguro de sí mismo y se tomara
bía conocido en Argelia y en el Insti- siglo XIX; en el período final del es- la libertad de implementar diferentes
tuto de Estadística, especialmente uno tado monárquico, analicé la división estrategias según los estudiantes. Una
de sus grandes amigos, Alain Darbel del trabajo entre ciencia y política, muchacha, llegada justo antes que yo,
(muerto, en un accidente, a fines de mostrando cómo investigaciones cien- fue verdaderamente sostenida por
los setenta), que fue responsable, se- tíficas de gran trascendencia poste- Bourdieu, que se enorgullecía porque
gún piensan muchos, de la orientación rior se originaron en ese medio y a ella venía de un medio mucho más
de Bourdieu hacia la sociología empí- través de esas relaciones. Bourdieu popular; le parecía lógico que fuera
rica. Bourdieu había dictado semina- pensaba que estos no eran sus temas, necesario apoyarla especialmente, y
rios para los administradores del Ins- aunque, digámoslo, era capaz de de- compensar así las diferencias de capi-
tituto de Estadística y conservaba esos cir todo sobre cualquier cosa. Pero, tal escolar, para decirlo con sus cate-
lazos. Un día me dijo que, cuando yo al mismo tiempo, era extremadamen- gorías. Yo, en cambio, no había sali-
terminara la École Polytechnique, de- te prudente frente a la historia ante- do de la École Normale, pero mi me-
bería incorporarme a ese Instituto. Me rior al siglo XIX, en especial a causa dio de origen era, digamos, desahogado.
veía como un nuevo egresado del de su preocupación empírica. La re- En mi caso, Bourdieu imaginó una es-
Polytechnique, que podía agregarse a lación entre historia y ciencias socia- trategia distinta: me propuso trabajar,
la tropa. Tuve una reunión con sus co- les no es simple y toda la historio- durante el doctorado, bajo la tutoría
nocidos del Instituto de Estadística, pe- grafía francesa del siglo XX está to- de un investigador de edad intermedia
ro todo me pareció demasiado desola- cada, en algún aspecto, por ese entre la suya y la mía, que, por otra
dor; esto sucedía antes de la llegada debate. De todos modos, seguimos en parte, tenía un origen más popular.
de la izquierda al gobierno y esa gen- contacto y Bourdieu fue parte de mi Construía parejas de investigadores
te integraba un grupúsculo de novela tribunal de tesis. En realidad, discutí que aseguraban miradas diferentes so-
rusa. Por otra parte, yo quería dedi- mi tesis con tres personas: Perrot, un bre un mismo objeto.
carme a la investigación, no hacer una historiador generalista, Ernest Cou-
carrera de burócrata. Entonces fui a la met, un historiador de la ciencia, es- Beatriz Sarlo: Practicaba la experi-
École des Hautes Études; Bourdieu ha- pecialmente de las probabilidades, y mentación social...
bía organizado un año de sociología, Bourdieu, con quien hablaba de so-
como primera etapa de la tesis de doc- ciología. Eso durante siete años. Eric Brian: Hay que tener en cuenta
que la mayor parte del trabajo empíri- especialidades. Yo investigaba los mé- gresado, en las décadas del sesenta y
co de Bourdieu se hace en el Centro dicos y las prácticas médicas, y él, los setenta, más o menos a los treinta y
de Sociología Europea. Se trata de una campesinos. Le interesaba esta segun- cinco años, en instituciones que se es-
empresa empírica colectiva, aunque da distancia entre nosotros. Me negué taban construyendo y definiendo su
orientada de manera firme desde el y le expliqué a Bourdieu que, así co- funcionamiento. Son una media doce-
punto de vista teórico y metodológi- mo yo pensaba que había entablado na que enseguida se convierten en pro-
co. A comienzos de los años setenta, con él una relación fructífera, consi- fesores, tienen todos los medios nece-
cada uno de los miembros del Centro deraba que esa tutoría intermedia no sarios, incluso los económicos; logran
tenía un objeto. Los primeros núme- iba a serlo. Le dije también que que- reunir rápidamente su capital y esta-
ros de Actes de la Recherche, con sus ría mantener mi libertad respecto de blecen reinos feudales específicos, si
diferentes temas, reflejan esta organi- las personas que trabajaban directa- se quiere bárbaros, eliminando todo lo
zación de la investigación. Cada uno mente con él. Temía una relación pa- que estaba a su alrededor. Esta gene-
tenía su especialidad que Bourdieu or- ternalista. Bourdieu no insistió. Y creo ración no conoció las necesidades ni
questaba en un conjunto. Y, en efecto, que no insistió porque había alcanza- los recortes de presupuesto. Mientras
cuando había que hacer investigacio- do la libertad que le dio el Collège de que hoy trabajamos en el reciclaje y
nes de campo, él construía tándems France. dentro de límites fuertes.
de gente con propiedades sociales di-
40 vergentes. El objetivo era heurístico... Beatriz Sarlo: Por lo que usted dice, Beatriz Sarlo: Con tal abundancia, era
el Collège fue un momento de cambio fácil ser un soberano benevolente...
Marie Jaisson: No sólo porque se en su relación institucional. ¿Continuó
multiplicaban los puntos de vista, si- con sus seminarios en la École? Eric Brian: Se podía practicar un pa-
no porque se ponía a prueba sus dife- ternalismo delicioso y, al mismo tiem-
rencias; se trataba no tanto de sumar Marie Jaisson: Por lo general, todas po, intransigente frente a todo aquel
puntos de vista como de aprovechar las semanas durante el ciclo lectivo. que quisiera cruzar una frontera. Has-
sus relaciones socialmente estructura- Dos horas de sesión, con algunas ex- ta fin de la década del ochenta, el me-
das, como hubiera dicho Bourdieu, posiciones de los estudiantes, después dio académico de las ciencias sociales
que, de ese modo, hacía trabajar una de las que Bourdieu hacía su comen- era vertical y los doctorandos ocupá-
‘unión de contrarios’. tario. Un formato típico. Llevaba a la bamos la línea inferior; hasta ese mo-
École a los invitados extranjeros que mento, incluso Bourdieu pensaba que
Eric Brian: Mucho después, Bourdieu había traído al Collège de France. Pa- los que iban llegando debían integrar-
me dijo que era un recurso excelente: ra Bourdieu, su seminario era la ins- se jerárquicamente. Y no se fomenta-
mandar al hijo de la burguesía y a la tancia de transmisión de ese saber ha- ban las relaciones horizontales entre
hija de un obrero a investigar el mis- cer que debía pasar del maestro al los grupos que respondían a otras ca-
mo lugar; eso multiplicaba las posibi- alumno; como se trataba de la trans- bezas.
lidades de aprensión. Y hay que reco- misión de un artesanado, el alumno
nocer que, desde el punto de vista téc- tenía que ver cuáles eran los gestos Marie Jaisson: Cuando Bourdieu, co-
nico, da buenos resultados. Aprovechar del maestro en la práctica. mo era habitual, nos recomendaba que
el juego entre familiaridad y distan- siguiéramos otros seminarios, se tra-
cia, para producir una mayor explici- Eric Brian: Estaban también los se- taba siempre de seminarios de la pri-
tación. minarios del Centro de Sociología Eu- mera capa. Es decir nos enviaba, por
ropea, donde se presentaban los traba- ejemplo, a los seminarios de Louis
Marie Jaisson: Buscaba diferencias jos colectivos. Bourdieu tenía el ge- Pinto, Patrick Champagne, Monique
no sólo en términos de origen social nio de la empatía y de la captación, de Saint-Martin o Michael Pollak. El
sino también de distancia respecto del como él mismo lo decía un poco en no salía nunca de ese medio. La nues-
objeto. La tensión se notaba positiva- broma. Con tres frases movilizaba el tra fue la primera generación que asis-
mente en los resultados. interés de cualquiera. tió a otros seminarios, fuera del grupo
de Bourdieu. Esto se consideró algo
Eric Brian: Este tipo de composición Beatriz Sarlo: Hablando de los semi- así como una traición y, en términos
de los equipos culminó, de algún mo- narios, está esa famosa anécdota de generales, si se exceptúa gente más
do, en La miseria del mundo, donde Bourdieu que habría echado de su cen- abierta como Michael Pollak, lo era.
cada entrevista jugaba entre la proxi- tro a alguien sólo por seguir un semi-
midad y la distancia. nario con Touraine. Eric Brian: Bourdieu no se ocupaba
de colocar a sus estudiantes en pues-
Marie Jaisson: Cuando Bourdieu me Eric Brian: No conozco el caso, pero tos fuera del Centro de Sociología Eu-
mandó a trabajar con ese investigador supongo que tiene que ver con condi- ropea. No le interesaba hacerlo. En es-
que provenía de un medio diferente ciones muy concretas. Muchas veces te aspecto ejercía una especie de con-
del mío, se trató no sólo de la distan- yo se las recordé a Bourdieu: él y otros tra-mandarinado. Por otra parte, no
cia social, sino también de nuestras habían tenido la suerte de haber in- eran tantos los estudiantes que habían
pasado por su dirección. Si se mira la de verdaderamente mal es que para ron, era para Bourdieu algo bastante
lista, son unos cuarenta. Y sólo la mi- Bourdieu la autonomía relativa del tra- alejado de sus objetivos. En ese mo-
tad siguió participando activamente en bajo sociológico era un principio fun- mento, y mientras la derecha estuvo
el medio bourdieusiano. En mi opi- damental. Por tanto, la definición de en el poder, Bourdieu no tuvo nada
nión la clave de ese medio fue Actes la revista siguió estando en primer tér- que ver con la agitación estudiantil.
de la Recherche. mino. Las cuestiones de actualidad y Sus interlocutores eran funcionarios
de actualidad política podían entrar en del aparato del estado (donde había
Beatriz Sarlo: ¿Él la dirigía efectiva- la revista sólo si eran tratadas desde gente de todas las variantes de la iz-
mente, en los hechos y en su cotidia- una perspectiva científica estricta. Des- quierda) y lo que estaba en debate era
nidad? de el comienzo hasta hoy las cosas cómo construir élites críticas. Después
han sido de este modo. Algunos nú- de la llegada de Mitterrand, el gran
Eric Brian: Por supuesto. Conozco el meros de la revista pudieron parecer momento político de Bourdieu, el mo-
funcionamiento de la revista muy bien. golpes políticos pero no porque hu- mento en que se sintió satisfecho, fue
Hice con Bourdieu el número que apa- bieran sido pensados como operacio- cuando Michel Rocard estuvo en el
reció poco después de su muerte, un nes de ese tipo, sino porque respondían poder, de 1988 a 1991. Hay que re-
número que terminamos bajo el signo a preguntas consideradas habitualmen- cordar que Rocard no era precisamen-
de la urgencia, porque su enfermedad te como políticas, pero ateniéndose a te la izquierda del espectro socialista,
se había agravado. Pero hasta ese mo- todas las reglas de las operaciones aunque supo resolver el problema post- 41
mento, todo lo que concernía a la re- científicas. Y ese gesto no carece de colonial de la Nueva Caledonia. Con
vista estaba en la cabeza de Bourdieu efectos políticos. Si el trabajo está Rocard, Bourdieu tuvo la impresión
y de su asistente, Rosine Christin, una construido con extrema atención, ne- de que se podía alcanzar un gobierno
mujer formidable que murió hace po- cesariamente tendrá una capacidad de de buena fe, diferente al de esa espe-
co, en mayo de este año. Durante mu- subversión respecto de las formas do- cie de monstruo florentino que le pa-
cho tiempo, la revista no tuvo comité minantes, del academicismo, de las ru- recía Mitterrand. En mayo de 1991,
de redacción ni comité científico. tinas sociológicas y políticas. quedó muy impresionado por el fraca-
Mientras Bourdieu vivió, las cosas po- so de Rocard. En ese momento, para
dían marchar más o menos fácilmen- Marie Jaisson: En esos últimos años, el décimo aniversario del 10 de mayo,
te, con algunas maniobras y pequeñas Bourdieu no cambió en absoluto: tanto a Bourdieu se le ocurre publicar en
presiones. Y en tres meses, a toda ve- en la revista como en los seminarios Libération un artículo muy crítico so-
locidad, se conseguía hacer un núme- las cosas continuaron como antes. bre los diez años de gobierno socialis-
ro. El trabajo editorial no era colecti- ta. El texto partía de una conversación
vo; cada número de la revista era una Eric Brian: Un viejo estudiante de con amigos de infancia, bearneses, que
creación a la cual Bourdieu le dedica- Bourdieu, el austríaco Michael Pollak, había grabado el verano anterior y lue-
ba un tiempo considerable. La revista me dijo alguna vez: “Yo quería hacer go se incorporó, con el título “Vu d’en
era su obra, hecha con el trabajo de los algo tipo Escuela de Frankfurt, pero bas”, a La miseria del mundo. El dia-
más próximos y realzada con artículos más empírico”. Y por eso se dirigió a rio lo rechaza. Horas después, encon-
provenientes de horizontes más lejanos. Bourdieu, por sus trabajos sobre Ar- tré a Bourdieu en un ataque de furia.
gelia, sólidamente construidos desde El Centro de Sociología había puesto
Marie Jaisson: Preparé otro número el punto de vista empírico, que son en marcha una investigación financia-
de la revista, sobre sociología de la recibidos como una especie de sub- da por la Caisse des Dépôts et Con-
medicina, después de la muerte de versión del discurso dominante. signations. El trabajo colectivo se ex-
Bourdieu. Él me lo había encargado. pandió de modo casi incontrolable y,
Me transmitió ideas bien precisas: na- Marie Jaisson: Lo mismo sucedió con durante todo el año siguiente, fueron
da de lo que ocupaba en ese momento Los herederos. Se trataba de una obra llegando decenas de nuevas entrevis-
a otros, como cuestiones del cuerpo y esencialmente científica. tas. La miseria del mundo es una in-
esas cosas. El número debía ser hard. vestigación social concebida y lleva-
Pude comprobar en la práctica cómo Eric Brian: Los herederos trata con da a cabo como operación científica,
los números estaban en la cabeza de una cuestión íntima para Bourdieu, la impulsada por el contexto político de
Bourdieu: unas carpetas, con algunos de las relaciones de los jóvenes en la la gran insatisfacción que Mitterrand
artículos, que quizás llevaban varios École Normale, entre aquellos que vie- había significado para gente de izquier-
años allí... nen de las élites más antiguas y aque- da no demasiado dominada por el par-
llos que son producto de la República tido socialista.
Beatriz Sarlo: ¿Mucho no cambió con y de la promoción meritocrática. Unos
la entrada, ciertamente espectacular, de pocos años después de aparecido el Beatriz Sarlo: Entonces, el libro sale
Bourdieu en el campo de la discusión libro, en 1968, la extrema izquierda de un gesto político...
política? enarboló Los herederos. El hecho de
que los estudiantes agitaran entonces Marie Jaisson: Sí y no. Es un gesto
Eric Brian: No. Lo que se compren- con los nombres de Bourdieu y Passe- de ciencia social, cuyas causas y efec-
convirtió en lo que se conoce: la co-
lección de entrevistas y las explica-
ciones sobre la objetivación de la mi-
seria y del sufrimiento.
REVISTA IBEROAMERICANA
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La lectura lucha por imponerse –a un alto precio
Sergio Chejfec
45
carecía de cualquier recuerdo de sus
libros más allá de una memoria apro-
ximativa. Incluso tomé el libro más
delgado, digamos por contraste el me-
nos locuaz entre el paisaje de sus lo-
mos gordos de títulos metafísicos, que
era La sentencia de muerte, con el con-
vencimiento de ignorarlo todo, o sea,
de jamás haberlo leído. Salí de la ha-
bitación y fui hasta el lugar con mejor
luz, me apoyé contra la pared, y mien-
tras venían de la calle los gritos de un
juego de béisbol infantil que casi to-
dos los días se arma frente a la casa,
empecé a hojear las páginas con ese
gesto de desconfiada curiosidad que
uno adopta cuando mira un libro del
que sabe muy poco, excepto que no lo
ha tomado para leer. Las hojas corrían
y me decían algo parecido a la nada,
apenas más de lo que podía extraer de
esa lectura enloquecida y en diagonal,
por otra parte hecha de atrás hacia ade-
Hace poco tiempo falleció Maurice debiendo escribir una nota sobre Blan- lante. Leía por ejemplo: “Quiero ha-
Blanchot. Cuando lo supe por el pe- chot se puso a releerlo y en ciertos cer constar que mi discreción no era
riódico la noticia no me sorprendió: momentos esa lectura, en especial si honrosa” (p. 73); o “Por lo noche, so-
habiendo entretejido escritura y vida se trataba de ficción, aclara, le hacía bre todo, la especie de invierno que se
con el silencio, ocultándose cada vez recordar mis libros: “y me di cuenta formaba a mi alrededor tenía unos
mejor en sus libros hasta formar un de que su ficción, sobre todo, me hace efectos desconcertantes” (p. 48); o en
relieve a la vez elocuente y sin estri- acordar mucho a la tuya (sin socie- la página 17, “La enferma no tardó en
dencias, sencillamente muchos no su- dad). O, en todo caso, que me instala enterarse de la conversación de la es-
pimos que Blanchot seguía con vida, en una experiencia de lectura muy pa- calera”. Daba vueltas sobre el libro
de tal modo se había ensimismado y recida a la que me deparan tus libros”. pensando en otra cosa; obviamente co-
borrado dentro de su tiempo hasta asu- Y de inmediato me preguntaba si yo mo me ocurre a menudo ideas fuera
mir la forma de latencia, de pulso sos- había leído los libros de Blanchot. de lugar, por ejemplo en que debía
tenido y horizontal. Días después de Fue este estímulo a mi vanidad, existir una constante que dependiera
la noticia, el lunes de Carnaval un ami- no su muerte, lo que me hizo levantar de nuestro sitio, de la inclinación del
go de Buenos Aires, en un mensaje e ir al mueble donde Blanchot se con- libro y de la luz que nos llega, según
sobre una novela suya que yo acababa centra, espera o directamente se di- la cual fijamos la vista a determinada
de leer, me dice, como al azar, que suelve. Sabía que lo había leído, pero y no a otra altura de la página, y que
por lo tanto esas condiciones termi- del mensaje, toma con precaución y fienden de la violencia implícita en
nan decidiendo el azar de nuestra lec- frente a las que reacciona a veces co- ella. Sin embargo la letanía del lector
tura. Barajé entonces las hojas del li- mo ante un albur.) no existe para quien escribe. Como ya
bro, las hice correr de a una, como Entonces dejé los otros Blanchot y dije, La sentencia de muerte es un re-
precisamente suele hacerse con los ma- el Beckett en sus lugares y volví a la lato bastante breve; sin embargo es
zos de cartas (esta manipulación de frase, cuyo impacto, pienso, provenía también un libro que derrocha abun-
los libros es mi habitual despedida), de su sencillez confesional y de la for- dancia. Abundancia de diálogos in-
pero imprevistamente en la lluvia pa- ma distraída con que se ponía de ma- completos, reducidos y mutilados, de
reja de páginas iguales una se distin- nifiesto. Ambas dimensiones (estilo y descripciones apenas entrevistas, de si-
guió: dos llaves en tinta azul aislaban significado) estaban por supuesto im- tuaciones interrumpidas que se resuel-
una frase, y al costado de la página un plicadas, y se ayudaban para convertir ven como una cadena infinita y frag-
par de líneas hermanas se mostraban el descubrimiento en algo más persua- mentaria de consideraciones abstrac-
como custodios o testigos de la marca. sivo e innecesariamente revelador. Yo tas y protocolos prácticos. Cuando la
El dibujo y el trazo, escritos con encontraba la letra mía en un libro que supuesta anécdota ha concluido, antes
lentitud. Reconocí el pulso vacilante, había olvidado; esa escritura señalaba de promediar el relato, supongo que
inseguro de subrayar bien (de poner una frase que, no sólo porque tenía mi al autor le ha ocurrido enfrentarse a
la marca más adecuada, pero también marca, sino por el acento de desilu- su exceso de verbosidad, y entonces
46 de señalar algo relevante). Ello signi- sión que predicaba frente a las narra- se justifica, o se disculpa, o engaña;
ficaba que alguna vez había leído La ciones en general, me parecía natural dice “Cuento todos estos detalles, que
sentencia de muerte. Era un hecho que tomar como cierta en cualquier cir- no me interesan en absoluto, para en-
recuperaba gracias a las marcas, pero cunstancia; podía, como dije a P en tretenerme”. Una frase que es sinóni-
incompleto porque rescataba tan sólo un mensaje dos días después, adoptar ma del exceso, incluso del despilfa-
una prueba, digamos el indicio más esa confesión como “emblema”, una rro, para verlo podemos detenernos en
arqueológico de cualquier lectura o suerte de frase-estandarte que nos di- las mismas palabras, que traman abun-
manipulación (semejante a las señales ferencie y defienda, como los lemas dancia y subjetividad: “todos estos de-
de lápices, dobleces de hojas, perfora- que los periódicos predican junto al talles”, “me interesan” y “entretener-
ciones, roturas, manchas). Por eso pen- nombre, bastiones semánticos prepa- me”. Casi cada una de ellas adelanta
sé que podían haber sido marcas acci- rados para aglutinar y conjurar. Sin el gesto de la saciedad, de la despre-
dentales, las señales que uno pone do- embargo la frase poseía una verdad ocupación, y en conjunto bordean la
minado por un impulso o exaltación más fuerte, digamos un “efecto de au- idea de trivialidad. A la vez, existe
del momento; pero entendí que las co- tenticidad” que amplificaba y subra- una copiosidad narrativa (todos estos
sas no habían ocurrido así, porque co- yaba sus resonancias. Paradójicamen- detalles) que se convoca con el objeto
mo la cresta de una ola destacada por te, por efecto de mi lectura pasada, de de atenuar una privación anímica (pa-
su altura y oportunidad en el medio cuyo olvido sólo yo era responsable, ra entretenerme); el autor está seco:
del mar sin sorpresas, aquella frase se aquel lema parecía venir de un pre- aburrido, cansado o abatido. Por su
manifestaba por sí misma, mostrando sente remoto de letras sin agregados parte, el lector lee la frase y piensa en
su innegable verdad entre la sucesión ni terceras palabras, como un núcleo un libro dividido; no en dos partes,
previsible (ella sí casual y aleatoria) de significado cuya sencillez aparente tiempos o situaciones, sino en dos es-
de la letra impresa. La frase decía: aumenta la fuerza de revelación de su tatutos: el del interés del autor y el de
“Cuento todos estos detalles, que no sentido. Era como si algún libro se- su desinterés, el de la concentración y
me interesan en absoluto, para entre- creto, con un contenido intrincado o el del pasatiempo evasivo. El autor, a
tenerme” (p. 37). Para mí el siguiente irrelevante, se justificara por medio de la vez, al decir “cuento” se está des-
paso fue volver a visitar la población una frase casual cuyas palabras, mez- cribiendo como objeto, se cuenta a sí
blanchotiana, para verificar su estadio cla de azar y de síntesis, asumían la mismo, y en ese énfasis que sobreim-
de vigilia inerte. Visto sin grandes ex- forma más real de representarlo, igual prime palabra y acto podemos supo-
pectativas, no dejaba de ser consola- a esas etiquetas que en las tiendas in- ner la intención evaluadora de la frase
dor descubrir a Beckett demorado co- dican lo concreto junto a lo invisible hacia el conjunto del libro: no sabe-
mo un espía en la zona “bl”. Nunca de las mercancías. mos dónde comienzan o terminan los
deja de alterarse el orden de los li- Volví a leer la oración, “Cuento detalles, qué palabras han sido escri-
bros, y cualquier excusa para las co- todos estos detalles, que no me intere- tas con desinterés y cuáles como sim-
rrecciones, o sea el indicio de que exis- san en absoluto, para entretenerme”. ple entretenimiento.
te una secuencia previa que desafía Por un momento imaginé una pregun- Fue así como más tarde pensé,
nuestro deseo, se traduce en una reac- ta eterna: el lector repitiendo en silen- mientras seguían llegando los gritos y
ción de contrariedad e inmediata re- cio ¿por qué me cuentan esto? Y el silbidos de aliento desde el juego de
signación. (Y en esa intromisión de libro dando su inamovible respuesta. béisbol, que esta duda, expuesta como
un autor en la cadena de otro, mezcla Pensé que esa es una pregunta que to- una verdad, acerca de la verdadera na-
de accidente y acto de impunidad, vi do escritor imagina que alguien hará turaleza de lo que una narración cuen-
una de esas escenas que P, el amigo frente a su libro; y que algunos se de- ta, desborda los límites de los libros;
es como una confesión a la que tiene de una inmediatez sin fisuras con las cuando se muestran en su forma com-
derecho cualquier autor, y en definiti- palabras, esos entes preexistentes y ca- pleja. Voy a dar un ejemplo. Imagine-
va un tributo elíptico al pasado de la prichosos, acostumbrados a traicionar mos a un escritor leyendo estas pági-
literatura. Por lo tanto célula de signi- las órdenes de quien las convoca. Esa nas frente a un público de personas
ficado (no me importan estos detalles, distancia no tiene consistencia ni en- que lo ignoran todo sobre él, hasta el
sólo me entretengo); y cédula de iden- tidad fija (incluso uno dice que es pre- punto que probablemente muchos no
tidad (cuento, no importa qué, para via, cuando en realidad se descubre entienden el idioma en que se expre-
entretenerme). Una verdad general que con posterioridad), se comporta como sa. Se representa en ese sentido una
sobrepasaba los límites de este libro y escena literaria por excelencia: un gru-
este autor, para proponerse como ges- po impreciso de individuos privados
to de afirmación. de información que se ponen a escu-
En ese momento de varias noches char al ignorado. Porque el que escri-
atrás cuando encontré la marca, me be no tiene más que ideas borrosas y
quedé con el libro en la mano sin de- muchas veces cambiantes sobre el lec-
cidirme a releerlo o abandonarlo. Hasta tor; aunque posea muchos conocimien-
ese momento pensaba que nunca lo tos u opiniones sobre aquello que lla-
había leído, sin embargo la señal de- mamos público, el escritor ignora la
cía lo contrario. En esa vacilación en- verdadera naturaleza de su lector: si 47
tre una relectura que no sería tal y una es alguien creado por los libros o si
lectura dominada por la marca de la tiene una vida independiente y ante-
página 37, vi otra de las tantas reac- rior a ellos. De modo que esa escena
ciones posibles para enfrentar o eva- es la situación ideal del escritor, uno
dir el olvido, que, como podía com- estaría en condiciones de asumir cual-
probar una vez más, nunca se mani- quier comienzo; si quisiera entender
fiesta del todo –ignoramos la esa conferencia como una ficción y
naturaleza de aquello que se recupera una ironía personal podría inventarse
una vez que ha sido perdido. Aunque una falsa genealogía, podría recurrir a
crea que he intentado hacer hablar a un estilo prestado y hasta podría alu-
la frase de Blanchot, hay circunstan- dir a influencias apócrifas. Pero el es-
cias que confunden la explicación; critor se enfrentaría a un primer pro-
quiero decir, está lo que la frase dice, blema, también irresoluble, y es que
está aquello que se supone que dice, y nadie de los presentes está allí para
está por otro lado lo que subrayé. encontrarse con una verdad previa,
Cuando el olvido trunca la posibilidad porque ésta sencillamente no existe:
de reconstruir la lectura, texto y mar- lo que cualquiera de los presentes di-
ca se confunden y borran las usuales ga sería tomado como cierto y revela-
atribuciones de escritor y de lector co- dor de aquello que las palabras dicen.
mo personajes literarios hasta ese mo- Sin embargo sabemos que las pala-
mento diferenciados. Es probable que bras sueltas, libres de pasado y sobre-
haya marcado la frase por esa idea de entendidos sirven para poco; es como
distancia y prescindencia textual que si nos pusiéramos a escuchar a un
allí se afirman y se presentan implica- completo desconocido, de quien nada
das, como si fuera la escena conscien- sabemos ni vemos, o literalmente es-
te de la deserción de un narrador. Por- cuchar un idioma ignorado. Por lo tan-
que en ese movimiento de precaución to la pregunta es cómo llenamos el
(esto no me interesa) y de desapego vacío que produce la ignorancia. Y en
(para entretenerme), reconocí la for- ese caso de hipótesis, como el público
ma como muchas veces numerosos au- no conoce al escritor y tampoco éste
tores se instalan frente a la propia es- al público de personas, se supone que
critura: veía representado no un escri- eso es imposible. Entonces esa reu-
tor sino algo previo, un escribiente, la una vida orgánica, como la membrana nión de seres desconocidos, no indife-
persona que mientras escribe debe lu- de una célula en movimiento decidida rentes pero quizá sólo casualmente in-
char con su deseo y su dificultad, con a defender o asfixiar su núcleo. Iner- clinados hacia el prójimo, o sea la es-
su hartazgo y desconfianza, en tanto tes pero vigilantes, los seres inmate- cena de lectura, la fugacidad de ese
paso previo para arribar a la escritura. riales llamados palabras nos afectan encuentro de un único día en el medio
Como buena parte de los escrito- como si tuvieran existencia real. Lo de un mundo que sigue siendo vastí-
res argentinos, cuando escribo tiendo cierto es que a veces las cosas y la simo, es una forma de contar detalles
a levantar distancias que me protejan realidad pueden ser más reveladoras previendo la posibilidad de que no in-
teresen, pero como compensación en- la vida demasiado aburrida como para ese público azaroso pareciera recoger
tretengan. Ponemos en escena las ca- ponerse también a escribir. Kafka pro- en su reserva los gritos provenientes
pacidades literarias y representamos el mueve la literatura como liberación del del campo. En La sentencia de muerte,
escenario de la frase de Blanchot, asu- aburrimiento: una noche de 1913 (en la agonía de J, la mujer enferma, llega
miendo también que la asociación de el Diario) acomete el listado de los una noche al paroxismo y previsible
lo entretenido y no interesante, com- pros y contras de sus planes de matri- final. Está acostada en su habitación.
binado de este modo, puede ser un si- monio con Felice. En el punto 4 dice: Hay una legión de personas, todas des-
nónimo de lo gratuito, de la evasión “Odio todo lo que no se relaciona con conocidas para el autor y, como seña-
ligera, y como tal también puede re- la literatura; me aburre seguir una con- la, entre sí diferentes, que aguardan al-
sultar un triste anatema para la alta versación (aun cuando se relacione con rededor del lecho. El efecto de esa vi-
cultura. Las palabras van en auxilio la literatura), me aburre hacer visitas, sita colectiva debía resultar intolerable
del entretenimiento, sirven para olvi- las penas y alegrías de mis parientes para J, ante lo cual una oportuna mira-
dar las angustias de la ignorancia, y me aburren hasta el fondo del alma. da del narrador consigue que las visi-
en esa función en ocasiones olvidada Las conversaciones me roban la im- tas se retiren. De este modo la soledad
y muchas veces devaluada se apoya portancia, la seriedad, la verdad de to- restablecida y su natural efecto, la co-
gran parte del sentido que es capaz de do lo que pienso”. (Curiosamente, municación restituida entre ambos, lo-
construir la literatura, porque si las pa- Blanchot no recogió la contradictoria gran una mejoría milagrosa, que pro-
48 labras no fueran gratuitas y prescindi- relación que Kafka establece con el longa la vida de la enferma por varios
bles serían contadas y unívocas. tedio, verdadero precio moral de su días. Ese público, pienso, absorbía las
La relación con el aburrimiento es filosofía ascética.) pocas fuerzas que apenas conservaba
consustancial a la literatura. Uno está En varias ocasiones miro a través la enferma, y aceleraba su muerte. Pe-
aburrido y cae en los libros, ya sea de la ventana el juego de béisbol infan- ro a la vez los visitantes dotaban de
para leerlos como para escribir. Mu- til que se desarrolla del otro lado de la identidad al trance por el que pasaba,
chas veces el combate contra la litera- avenida, y observo también la gente que lo convertían en experiencia. Es como
tura y sus efectos se entabló como una lo sigue de pie desde la acera, con las si Blanchot nos dijera que la escena de
lucha contra sus presumibles fuentes: manos en alto aferradas al cerco de la disolución y la muerte, para ser tal,
el ocio, el aburrimiento y por exten- alambre que rodea el campo. Imagino debe ser representada, pero que es una
sión la acidia, ese pecado capital apa- sus caras silenciosas atentas al avance representación consustanciada con su
rentemente perimido, quizá perdona- del juego, sin hacer ningún gesto, co- objeto. Entonces la forma de evadir ese
do por ser el más reservado. Hay una mo si observaran algo permanente y mandato es recurrir al agregado, aun-
carta a Felice Bauer donde Kafka afir- serial, por ejemplo el movimiento del que ello signifique acortar el tiempo y
ma que no puede ser narrador quien mar. Es una de esas escenas microscó- abreviar la vida. O sea el entretenimien-
sea incapaz de aburrirse. Podemos su- picas que instalan en la ciudad de hoy to, los detalles que no interesan pero
poner el tipo de comentarios al que momentos calmos de la Caracas del pa- buscan ser contados, libros enteros con-
Kafka estaba respondiendo, quizá Fe- sado. Esa presencia de los muchos o vertidos en excusas, no son más que el
lice preguntaba si no le aburría escri- pocos que se detienen a mirar el béis- precio a pagar por la empresa imposi-
bir con la dedicación que ponía de ma- bol es el soporte de la actividad, aun- ble de eludir o aplazar el silencio.
nifiesto, o de manera constante como que sea una permanencia casual es lo
en apariencia lo hacía; o quizá sim- que define la naturaleza del evento; y [Leído en la conferencia Crossing Borders, Uni-
plemente quería saber si consideraba el silencio, incluso la inmovilidad, de versidad de Tulsa, 4 de abril de 2003.]
DIARIO DE
VARIACIONES BORGES
REVISTA DE FILOSOFÍA, SEMIÓTICA Y LITERATURA
EDITADA POR EL CENTRO DE ESTUDIOS Y DOCU-
Nº 65 / Agosto y Septiembre de 2003 MENTACIÓN J. L. BORGES
Jack Kerovac: Algo del Dharma
Ursonate, de Kurt Schwitters
Poesía y alquimia, por Edgardo Dobry
El hues-pélvico, por Yolanda Pantin
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