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Peluca y patillas. ¿Remake de los 90 o tráiler de una nueva película?

Daniel Ezcurra

“Estamos siendo cuidadosos


como caminando por un piso resbaloso
sabiendo que un paso en falso nos lleva al fondo del pozo”.
Wos.

La casa en la ladera

Al final sucedió. El negocio de la grieta auspiciado por el “empate estratégico” tantas veces enunciado y
encarnado en un bipartidismo de coaliciones saltó por los aires.

El hastío, la decepción y la bronca, emociones tan de época, irrumpieron para corporizar en el escenario
político-electoral un tercer actor, ya no de reparto, sino protagónico y empoderado ante el desconcierto
generalizado de propios y extraños.

La profundidad de esa estupefacción, visible en las caras, gestos y las palabras de los bunkers y los discursos del
domingo, marca lo hondo del movimiento de las placas tectónicas. Y aquí no puedo resistirme a hace un
consumo ¿irónico? de Raúl Scalabrini Ortiz cuando describiendo aquella novedad que irrumpiera el 17 de
octubre de 1945 decía; “Era el cimiento básico de la nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de
la tierra en la conmoción del terremoto”.

A 40 años de democracia, el sistema (que, en crisis, goza de buena salud) convierte a un “outsider”,
representante de la antipolítica (y que viene a demoler los consensos democráticos post 1983) en alternativa
presidencial. Terremoto. Que, por cierto, tienen mayores probabilidades de padecer aquellos que se empeñan
en construir su casa en la ladera del volcán.

4,3,2,1

Podríamos arriesgar una síntesis sobre el resultado electoral diciendo que tuvo cuatro (4) protagonistas, ya que
se marcaron tercios más o menos equilibrados y un cuarto que fue la abstención electoral. Por otra parte, en
esos tercios (3) positivos hay expresados dos (2) proyectos; ya que tanto el eje Macri/Bullrich victorioso en
Juntos por el Cambio como el candidato de La Libertad Avanza son salieris de la fracción más agresiva de los
capitales financieros especulativos globales, mientras que Sergio Massa puede ser identificado con un neo-
desarrollismo con distribución moderada, que uno podría pensar similar al que Néstor Kirchner se sacó de
encima en el 2005 cuando prescindió de los servicios de Lavagna. Finalmente, como ya consignamos, hubo una
(1) sorpresa significativa en el firmamento político que hizo un tajo en la cara bifronte de la representación
política.

El hombre que amaba a los perros

El 30% que Javier Milei representó en esta elección se compone, la vida dirá en que combinación, de dos
elementos centrales de los sistemas electorales; el castigo y la esperanza. Su cosecha electoral no significa única
y puramente un voto castigo a “la casta” y desencanto por las deudas de la democracia, como tampoco
exclusivamente la emanación de un sujeto que, orgánico al liberalismo austríaco de Hayek, se propone hacer de
la Argentina una arcadia anarco-capitalista.

Lo que si es cierto es que fue un voto personalista, federal, poli clasista e intergeneracional. Y eso en nuestro
país es mucho decir.
Javier Milei supo contactar con el sentimiento de bronca y defraudación política que millones de argentinas y
argentinos portan como una segunda piel. Las aristas menos “políticamente correctas” de su personaje, lejos de
debilitar esa identificación; la reforzaron. En el votante de Milei existe una racionalidad emocional que no debe
ser menospreciada y que permite que pierdan relevancia las evidentes inconsistencias y peligrosos extremismos
de sus propuestas.

Se sabe. El defraudado no le pide demasiada coherencia lógica al vehículo político con el que expresa su enojo.
Pero también hablamos de esperanza. Y es que la extensión del tobogán inclinado de la crisis habilitó, no
solamente el castigo, sino también una apuesta de salida con “lo nuevo”. Sin importar que lo nuevo no lo sea
realmente y que sus ideas nos hayan llevado al desastre del 2001. El pasado no siempre es igual a sí mismo;
aquellos episodios han quedado lejos y/o resignificados para una parte de la población.

Sombra terrible del menemismo

Y hablando del 2001 y de pelucas y patillas, creemos útil traer al presente el recuerdo de aquel profundo
sentimiento de incertidumbre y anormalidad para llevar adelante la cotidianeidad de la vida, que allá hacia
finales de la década de 1980, llevó a la ciudadanía de nuestro país a aceptar la convertibilidad y la sumisión al
ideario del Consenso de Washington. Parafraseando literariamente al loco Sarmiento hablando de otro riojano
podemos decir ¡Sombra terrible del neoliberalismo, voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentado
polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran
las entrañas de un noble pueblo!...

Nunca hasta hoy la sociedad argentina pudo recuperarse plenamente de aquel estigma de la hiperinflación del
gobierno de Alfonsín y la consiguiente experiencia menemista que fue el golpe de gracia del proceso (que había
iniciado la dictadura de 1976) de demolición de las bases de creación de riqueza social diversificada y su
distribución con criterios de justicia social en una sociedad integrada.

Por supuesto que la trascendente experiencia de los años kirchneristas permitió salir de aquella postración
nacional y social, pero el alcance de la profundidad de sus transformaciones estructurales y simbólicas está en
contrapunto. Más teniendo en cuenta que hoy, cuando ya podemos contabilizar 10 años de vivencias de un
deterioro en el imaginario de movilidad ascendente y en las condiciones de existencia de los sectores populares
y de clases medias; dos de los “tres tercios” en carrera vuelven a identificarse de una forma u otra con aquella
terrible experiencia de Menem y La Alianza y la reivindican como un camino a recorrer para salir de la crisis.

Como te ven, te tratan

Hoy el partido de resolución de la crisis que es el peronismo está en crisis. Y si sus candidatos son vistos como
meros administradores de este malestar social extendido; se reducen sus posibilidades de éxito electoral. Si la
sociedad te ve como parte del problema; seguramente no te piensa como parte de la solución.

Le pasó a Lula y al PT en Brasil y el hermano país tuvo que sufrir el incalificable gobierno de Jair Bolsonaro para
que una parte del empresariado y las clases dominantes que operaron contra Lula, vayan a buscarlo para
construir, junto a la base social petista el intento de un orden razonable. Nuestro país tiene que ahorrarse ese
tránsito destructivo. Pero hay que saber que esa salida no es una catástrofe natural, sino que tiene una
cartesiana lógica depredadora por parte de los fondos especulativos que se (mal) esconden detrás de JxC y LLA y
que financian la remake de la película de la década de los 90.

No me pidas que no vuelva a intentar. Que las cosas vuelvan a su lugar

Hay un sujeto de la sociedad postindustrial en tránsito a la sociedad digital que es la novedad de este tiempo y
que está vacante por estar subrepresentado y sub-institucionalizado. Ese espacio naturalmente debería ser
parte de la interlocución del universo de sentido de un proyecto nacional que es lo que es, por haber podido
vislumbrar sujetos donde otros veían paisajes urbanos.

Pero no lo es. Y eso debe ser una preocupación de primer orden porque es muy difícil construir una nueva
mayoría a ciegas. Y yendo más a fondo, una cosa es reponerse de una hipotética derrota electoral y otra muy
distinta perder la referencia de los sectores populares.

Para evitarlo hay que escuchar y gobernar. Y hay que hacerlo con políticas públicas peronistas que no es otra
cosa que poner en conjunción estado y comunidad para tomar medidas que nos permitan volver a producir
riqueza social y distribuirla con un sentido de justicia social.

Los derechos detrás de cada necesidad se pagan, está claro. Lo sabemos: El peronismo en 1945 se los hizo pagar
a los que se enriquecían a costa del sufrimiento de las mayorías. Tal vez esa capacidad es la que perdimos y lo
que hace que el peronismo esté en crisis.

Recuperar ese horizonte no solo es absolutamente posible sino imprescindible. Con solo la política no va a
alcanzar; es necesaria la irrupción intergeneracional de la comunidad y sus representaciones. Ahí hay una épica:
no nos enfrentamos a lo nuevo, tenemos la oportunidad de evitar que lo viejo que se presenta como nuevo
profundice la crisis destruyendo todo lo que nos enamora de nuestro, hermoso y querido país.

Esas luchas seguramente forjarán las energías necesarias para el surgimiento de representaciones individuales y
colectivas acordes a los nuevos desafíos de estos tiempos. Como maldicen los chinos; ojalá te toque vivir (esos)
tiempos interesantes.

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