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El mundo es eso que yo percibo, pero su proximidad absoluta, desde el momento en que

uno la examina y la expresa, se vuelve también, inexplicablemente, distancia irremediable.


(p. 21)

en el momento en que la percepción aparece, él desaparece ante esta y nunca lo capta


percihiendo/' Si mi mano izquierda toca mi mano derecha, y quiero de pronto captar con mi
mano derecha el trabajo de mi mano izquierda en el acto de tocar, esa reflexión del cuerpo
sobre sí siempre aborta en el último instante: en el momento en que siento mi mano
izquierda con la derecha, dejo de tocar en la misma medida mi mano derecha con la mano
izquierda. (p. 21-2)

-y , de pronto, estalla la evidencia de que allí también, minuto a minuto, la vida es vivida:
en algún lado detrás de esos ojos, o más bien ante ellos, o incluso en torno a ellos, y
proveniente de no sé qué doble fondo del espacio, otro mundo privado se hace visible a
través de la trama del mío y, por un momento, es en él que yo vivo, ya no soy más que
el que responde a esa interpelación que se me hace.- Ciertamente, una mínima pizca de
atención que presto me persuade de que ese otro que me invade no está hecho más que de
mi sustancia: sus colores, su dolor, su mundo, precisamente en tanto suyos, ¿cómo los
concebiría yo sino según los colores que yo veo, los dolores que yo sentí, el mundo en que
vivo? Al menos, mi mundo privado ha dejado de ser sólo mío; ahora es el instrumento
con el cual otro actúa, la dimensión de una vida generalizada que se ha injertado en la
mía. (p. 23) –flor celeste.

Es cierto entonces que los «mundos privados» comunican, que cada uno de ellos se da a su
titular como variante de un mundo común. La comunicación hace de nosotros los testigos
de un único mundo, como la sinergia de nuestros ojos los suspende de una cosa única.
Pero, tanto en un caso como en el otro, la certeza, por más irresistible que sea,
permanece absolutamente oscura; podemos vivirla, no podemos pensarla, formularla, ni
erigirla en tesis. Todo intento de elucidación nos retrotrae a dilemas. (p. 24)

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