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Walter Benjamin es un autor multifacético: es filósofo, pero es también crítico literario,

traductor, locutor de radio. Cercano al idealismo alemán, al romanticismo, al misticismo


judío, al marxismo. Sensible a los movimientos sociales de los años 20 y a los ideales
revolucionarios por Europa. Se asoció a un momento a la Escuela de Frankfurt (donde
estaban Adorno, Horkheimer y en la cual estarán más tarde Habermas y muchos otros
filósofos de la política y de la sociología) que es un centro de estudios del pensamiento
político.

Vivió la primera guerra mundial y el crecer del antisemitismo (que no le permitió


nunca enseñar), hasta la llegada al poder de Hitler en 1932. Por eso él tiene un gran tema
con el fascismo. A los 40 años y decide irse en exilio en Francia, donde conoce a
George Bataille (al que se debe su publicación póstuma), Bertold Brecht, y muchos otros.
Murió en 1940, a 48 años, un mes después que los nazis ocuparon Paris, en plena
desesperación y pobreza, y en circunstancias raras (se habla de un “misterio” relativo a su
muerte). Se sabe además que traía consigo algunos manuscritos que se perdieron. Un
testigo dijo que Benjamin, interrogado en el medio del camino montañoso sobre por qué
traía ese peso consigo, contestó que “lo que traía adentro era más importante que su misma
vida”. Y se perdió…

Además de esta contexto político, también hay influencia de todo lo que la revolución
industrial trajo, enfocándose principalmente en la fotografía y su desarrollo con el tiempo, y
en el cine. Se verá más adelante.

Benjamin va a ser un contraste desde Heidegger. Heidegger va a enfocar toda su filosofía


en el habitar: relación con lo vivido (sentido que va a tener el mundo para cada hombre
sobre la tierra) y el sentido de la obra de arte.

Este sentido en las obras viene de algo manual, de algo del uso. No sé si conocen ya el
término del vörhandenheit (sentido desde el complejo materia-forma) y del zuhandenheit
(sentido en la relación manual con la cosa). Ejemplo botas de Van Gogh. Ahí hay un
sentido que se revela de uso de las botas.

El arte va a develar la esencia del habitar. Y este acontecimiento que el arte agarra es lo
que Benjamin va a llamar el aura.
El problema al que se va a enfrentar la estética de este tiempo es a los desarrollos técnicos.
Tanto Heidegger como Benjamin se van a hacer cargo de este fenómeno. ¿Cómo puede
afectar la técnica al arte? // Ambos abordan una propuesta similar en términos de cómo la
técnica hace perder la noción de arte que había antes, pero desde veredas distintas.

Heidegger, verá a la técnica como un peligro, porque hace perder la esencia. En cambio
Benjamin verá la pérdida de una autenticidad. Para Benjamin va a haber un acercamiento a
lo político, aspecto que Heidegger no considera. Benjamin va a enfocarse en cómo la obra
de arte tiene un efecto en la sociedad, y la técnica va a involucrarse en este efecto.

Pero antes ¿qué es la técnica? Benjamin da una pista en el título (reproductibilidad


técnica). Técnica va a ser todo lo que sea una mediación promedio para la producción o el
funcionamiento de cosas, que antes se daban, podríamos decir, ‘artesanalemente’. La
técnica es una estructura formal que va a mediar la espontaneidad de un acto, para
uniformar producciones. Técnicas hay en montones de variedad: tenemos objetos técnicos,
como una tuerca o una llave inglesa ¿qué hacen? Y ¿cómo podemos entender la forma
artesanal que reemplazan? //

La revolucion industrial tuvo un efecto en la pérdida de la manipulación in situ, trayendo


prótesis o soportes. Pero más enfocada hacia lo artístico está la fotografía, sobre la cual
Benjamin tiene mucho interés. Se dará cuenta en el desarrollo de esta, porque como
artefacto no solo es en sí técnica, sino que con el tiempo se ha desarrollado para volverse
aún más alejada del acontecimiento que se fotografía. Cada vez se demoran menos en sacar
la foto, y se requiere menos procedimiento para hacerlo. Antes se requería de toda una
preparación para ello, y los fotografiados tenían que estar super conscientes de su cuerpo
para poder tomar la foto. También, debido a su innovación se valoraban más como algo
perdurable.

Paradojicamente, la foto es un acontecimiento reducido a un objeto reproductible. Esta y el


cine cambiarían la forma en que entendemos al espacio y tiempo

Definida así, y desde la perspectiva que Heidegger y Benjamin toman, se puede entender a
la técnica como algo malo. Pero no, Benjamin va a rescatar un beneficio, y además tiene
toda una dimensión estética que, si les interesa, Gillbert Simondon la trabaja, en La
Tecnoestética.

El punto, para Benjamin, es que desde la intervención de las técnicas en la producción va a


ir aniquilando la noción de arte por el arte l’art pour l’art. Va a haber una diferencia entre
la producción de stock y de objetos. Por ejemplo, antes en la manufactura de un libro, había
todo un proceso artesanal de por medio. Antes de las imprentas solían ser monjes que
transcribían a mano los textos, y a veces les hacían dibujitos. La encuadernación era
manual, etc. Toda esa hechura guarda, para Heidegger una esencia particular de cualquier
otro libro hecho, la cual viene del acontecimiento en la cual fue hecha, determinada por la
persona que habita un cierto momento, con cierto apego al mundo, que van a determinar
una esencia diferente en ese libro y no otro.

Para Benjamin, esto se va a alejar de estos términos ónticos, y va a tener relación con algo
más pragmático: la hechura de un cuaderno a la antigua se limitaba a ser una imitación (a lo
mucho), pero esta va a ser diferente de la reproductibilidad técnica porque esta va a
producir algo políticamente ‘positivo’: va a romper esa lejanía idolátrica entre una obra de
arte, con una esencia inaccesible (p. 119 ft).

¿Dónde está lo político? Por un lado, está en el sentido del riesgo que el arte se convierta
en espacio de una propaganda política, que se haga medio de fortalecimiento de la fuerza
dominante (recordemos su rollo con el fascismo), lo que viene a denominar una estetización
de la política. Esto hoy en día lo vemos en cosas como el Cyber Day, o diferentes servicios
de consumo que más que responder a una necesidad, crean una necesidad, como el día de
las madres, del niño, Navidad, etc. Estas promueven un tipo de articulación política, en
ocasiones conduciendo a monopolios o duopolios.

Pero, por otro lado, está el sentido de la esperanza de que sea posible resistir a la política
dominante gracias al arte. Por un lado el arte se presta al juego de la política, por el otro
puede resistirle. Entonces se va a instaurar una Politización del arte. Esto es que no hay
obra de arte que no produzca un valor.

Benjamin se va a enfocar en la relación que existe entre el espectador o usuario de ciertas


obras y la obra misma. Antes, (y tambien hoy) se concibe a la obra de arte casi como un
objeto de culto que tiene una suerte de historia particular. Pensemos en cómo está
resguardada la Mona Lisa en el Louvre. En cambio, las copias hechas por la
reproductibilidad técnica, que se venden en el Persa o una impresión desde Google permite
un acercamiento con la obra. Una suerte de democratización a lo Robin Hood del arte.

El primer vestigio de este estatus en una producción técnica está en la litografía al producir
monedas. Podemos decir que efectivamente no tienen un aura ligada en su uso diario.

Entonces va a hablar desde una perspectiva de la liberación de la mano, la pérdida de una


performance única, que la técnica buscará reproducir, como ocurre con la televisión, que
ahora va a capturar acontecimientos que antes pocos podían presenciar, como la coronación
de los monarcas ingleses nunca llegaba a toda la plebe, no así, la de la Reina Isabel II se
pudo transmitir por televisión. Este momento político se presta para las dos perspectivas
que va a ver Benjamin: una estetización del poder dominante, y por otro lado, de una
democratización de un acto estético con un valor político, en la cual ahora se hacen
partícipes a los marginados.

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