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Antonin Artaud
Pero ¿cuáles son los pensamientos extraños que subraya? ¿Con qué meteoro
pulverizado reconstituye los átomos humanos?
1 Afirmo –y me aferro a la idea de que la muerte no está fuera del campo del espíritu, que
dentro de ciertos límites es cognoscible y aprehensible por cierta sensibilidad.
En el orden de las cosas escritas, todo cuanto abandona el campo de la percepción
ordenada y clara, todo cuanto apunta a crear una inversión de las apariencias, a introducir
una duda sobre la posición de las imágenes del espíritu entre sí, todo cuanto provoca la
confusión sin destruir la fuerza del pensamiento surgente, todo cuanto invierte las
relaciones de las cosas dando al pensamiento perturbado un aspecto mucho más grande de
verdad y violencia, todo eso ofrece una salida a la muerte, nos pone en relación con estados
más afinados del espíritu en el seno de los cuales se expresa la muerte.
Por eso, todos aquellos que sueñan sin echar de menos sus sueños, sin sacar de esas
zambullidas en una inconsciencia fecunda un sentimiento de nostalgia atroz, son unos
puercos. El sueño es real. Todos los sueños lo son. Tengo la sensación de aspereza, de
paisajes como esculpidos, de fragmentos de tierra ondulantes recubiertos por una suerte de
arena fresca, cuyo sentido significa:
“Lamento, decepción, abandono, ruptura, ¿cuándo volveremos a vernos?”
Nada existe que se asemeje al amor como la evocación de ciertos paisajes vistos en
sueños, como el cerco de determinadas colinas por una suerte de arcilla material, cuya
forma está como moldeada en el pensamiento.
¿Cuándo volveremos a vernos? ¿Cuándo el sabor terroso de los labios vendrá una vez
más a rozar la ansiedad de mi espíritu? La tierra es como un torbellino de labios mortales.
Frente a nosotros, la vida cava el abismo de todas las caricias fallidas. ¿Qué tiene que hacer
junto a nosotros ese ángel que no supo mostrarse? Acaso nuestras sensaciones siempre
sean intelectuales, y nuestros sueños no logren arder sobre un alma cuya emoción nos
ayude a morir. ¿Qué significa esta muerte en la que eternamente estamos solos, donde el
amor no nos muestra el camino?
donde no todo sea tropiezo, acuidad de una confusión delirante y que
discurre interminablemente sobre sí misma, embarullándose en los hilos de una
mezcla insoportable y melodiosa a la vez
donde desde el fondo de una mezcla innominable esta alma que se sacude y
resopla sienta como en los sueños la posibilidad de abrir los ojos a un mundo más
claro, tras haber perforado vaya a saber qué barrera, -y ahora se encuentra en una
luminosidad donde finalmente sus miembros se relajan, allí donde las paredes del
mundo parecen para siempre quebrables.
Esa alma podría renacer, pero sin embargo no lo hace; porque, aunque
aliviada, ella siente que sigue soñando, que aún no se ha acostumbrado a ese
estado de sueño con el que no logra identificarse.
Artaud, Antonin. 2005. El arte y la muerte/otros escritos. Caja negra. Buenos Aires.