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Agorafobia: qué es, causas,

síntomas y tratamiento
¿Qué es la agorafobia y cómo podemos ayudar a una
persona con este miedo?
por Adrián Triglia

En los años noventa apareció una de las primeras películas en las que se describía
con detalle un caso de agorafobia. La psicóloga que protagoniza esta pieza de
ficción siente ansiedad por el mero hecho de salir de su apartamento unos segundos
para alcanzar el periódico.

Por supuesto, y por muy llamativa que parezca la escena, no deja de ser un recurso
para presentar a uno de los personajes principales. No sirve para entender en qué
consiste este trastorno de ansiedad, sino que nos confronta con un caso extremo de
agorafobia para que veamos hasta qué punto puede poner al límite la calidad de vida
de una persona y comprendamos la conducta de esa persona. A la vez, evidencia el
hecho de que las crisis de ansiedad producidas por este trastorno pueden llegar a ser
muy impactantes y estar presentes en muchas de las esferas de la vida de un ser
humano.

Pero, a pesar de que la agorafobia resulte tan impactante y sus consecuencias puedan
llegar a ser tan palpables, no se puede decir que sea fácil de entender en qué consiste.
Leer lo que viene a continuación puede ayudar a la hora de formarse una imagen
algo más detallada de este tipo de fobia, y de paso conocer sus principales síntomas,
causas y formas de tratar la agorafobia.

Agorafobia, ¿miedo a los espacios abiertos?

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Habitualmente se da por supuesto que la agorafobia consiste en un miedo irracional a
los espacios abiertos, como las grandes avenidas, los parques o los entornos naturales.
La propia etimología de la palabra sugiere una relación entre la fobia y las plazas
(ágoras, palabra proveniente del griego), y es fácil tomar por agorafobia ciertos casos
de personas a las que simplemente no les gusta salir de casa o con problemas
relacionados con el aislamiento social.

Sin embargo, no es del todo cierto que la agorafobia equivalga al miedo a los
espacios abiertos o públicos. Se trata de una manera de sentir miedo y angustia cuyo
origen es algo más abstracto que la simple visualización de este tipo de entornos.

El hecho de percibir espacios abiertos o muy concurridos juega un papel a la hora de


desencadenar ataques de pánico en personas con agorafobia, pero el miedo no es
producido por estos espacios de por sí, sino por las consecuencias de encontrarse
expuesto a ese lugar. Este matiz es clave y muchas veces se pasa por alto.

Entonces... ¿qué es la agorafobia? Definición

Una primera aproximación superficial al concepto de agorafobia consiste en definirla


como un trastorno de ansiedad que se expresa al notar que no se está en un contexto
seguro en el que sea posible recibir ayuda ante una crisis. Es decir, que sus
síntomas se basan en una fuerte angustia producida por situaciones en las que la
persona que la sufre se siente desprotegida y vulnerable a crisis de ansiedad que
escapan a su control. La raíz del problema es algo así como un miedo al miedo. Y eso
hace que una vez se ha entrado en la dinámica de temer a los síntomas de la
agorafobia, eso favorezca su aparición. Es un trastorno que muchas veces se
fundamenta en la profecía autocumplida, o pescadilla que se muerde la cola ligada al
miedo y la ansiedad.

El temor angustioso que experimenta alguien con este trastorno de ansiedad se


fundamenta, básicamente, en la anticipación de los ataques de pánico. Por lo tanto,

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allí donde hay agorafobia también hay un bucle basado en el miedo. Un círculo
vicioso de pensamientos recurrentes del que es difícil escapar.

De algún modo, la agorafobia se alimenta a sí misma a través de la anticipación tanto


de las sensaciones desagradables asociadas a estas crisis como de los peligros que
conlleva perder el control sobre los propios actos. Por tanto, el modo en el que se
expresa este sentimiento de angustia también reproduce la estructura de un bucle: se
teme no el espacio abierto, sino la posibilidad de sufrir un ataque de pánico o una
crisis de ansiedad por el hecho de estar ahí, y a la vez las consecuencia de estar en ese
lugar cuando eso ocurra.

En definitiva, la agorafobia consiste en el miedo a la pérdida de control sobre la


propia activación fisiológica y en los resultados a los que esto puede conducir, además
del miedo a las sensaciones subjetivas de malestar que eso produciría en tiempo real.
Esto es lo que explica que los ataques de ansiedad puedan aparecer no sólo en grandes
espacios, sino también en un ascensor o cualquier lugar que no sea la propia casa. La
agorafobia suele expresarse en cualquier sitio que se perciba como especialmente
inseguro, es decir, en el que tenemos menos control sobre las cosas.

El mito de la agorafobia como un compartimento estanco

Por lo dicho anteriormente podemos llegar a una conclusión: los síntomas de la


agorafobia no son siempre los mismos, y sus desencadenantes pueden tener
formas muy diversas. Las situaciones y los sitios que pueden producir angustia o
ansiedad no son ni estereotípicos ni iguales en todas las personas diagnosticadas con
este trastorno, como sería de esperar si la agorafobia se expresara de manera similar a
como se expresa en la cultura popular el miedo de los vampiros a los crucifijos. De
hecho, a veces ocurre que se dan ataques de ansiedad incluso cuando la persona está

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en un lugar "seguro", debido a causas internas no relacionadas con cómo se percibe el
entorno.

A causa de esta variabilidad, es habitual que las personas con agorafobia sean
diagnosticadas también con otros desórdenes, como el trastorno de pánico o
el trastorno por estrés postraumático, ya que varios de sus síntomas pueden
solaparse. Como vemos, existen confusiones habituales sobre los síntomas y signos de
este trastorno psicológico.

Diagnóstico y síntomas
A grandes rasgos, algunas de las características que presentan las personas con
agorafobiason:

 Estar expuestos a lugares abiertos, muy concurridos o poco familiares produce un


fuerte sentimiento de angustia.
 Este sentimiento de angustia es lo suficientemente intenso como para que la persona
adopte la estrategia de vivir evitando este tipo de lugares, a pesar de que esto
repercute negativamente en su calidad de vida.
 Estos brotes de ansiedad y angustia no pueden ser explicados por otros trastornos
ya diagnosticados.
 La posibilidad de llamar la atención de desconocidos o de hacer el ridículo por
culpa de una crisis de ansiedad también juega un papel importante.

Es muy importante remarcar el hecho de que esta información sólo es orientativa y


que sólo un especialista puede diagnosticar caso a caso cuándo existe un caso de
agorafobia y cuándo no.

A la hora de diagnosticar este tipo de trastornos es fundamental tener en cuenta si la


persona percibe lo que le ocurre como algo que limita su calidad de vida y que, por
tanto, es incapacitante. Es por eso que hay que tener en cuenta hasta qué punto

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cualquier persona sin problemas de ansiedad puede presentar en mayor o menor
medida cualquiera de estas características generales asociadas a la agorafobia.

Causas
Una cosa es describir un trastorno, y otra muy distinta es hablar sobre
sus causas. Sobre esto, es frecuente creer que las fobias en general, entre las que se
encuentra la agorafobia, aparecen simplemente a causa de un estilo de vida estresante,
o que son la expresión de algún tipo de trauma o conflicto interno que se expresa
simbólicamente a través del miedo a los espacios abiertos.

Sin embargo, actualmente este tipo de explicaciones no resultan muy útiles (y en el


caso de la segunda ni siquiera se puede demostrar por los
fundamentos epistemológicos de esa aproximación), entre otras cosas porque pasan
por alto las posibles causas orgánicas. Es decir, las que tienen que ver con las
funciones biológicas que determinan nuestros pensamientos y nuestros estados de
ánimo.

Si bien es cierto que no se sabe qué es lo que causa exactamente la agorafobia, se


ha detectado una vinculación entre este tipo de trastorno y los niveles de serotonina
anormalmente bajos en ciertas partes del cerebro. Estos niveles bajos
de serotonina pueden ser causa de una mutación genética, pero también pueden
deberse a una descompensación química originada por ciertas experiencias o por el
consumo de ciertas sustancias, o bien ser producto de todo esto a la vez.

Independientemente de si ese hallazgo termina siendo acertado o no para explicar los


mecanismos que hay detrás de este trastorno, lo que está claro es que no existe una
sola causa de la agorafobia, sino varias, tal y como ocurre en prácticamente cualquier
fenómeno psicológico, patológico o no.

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La agorafobia aparece y se expresa a través de factores biológicos y genéticos, pero
también culturales y basados en los aprendizajes que ha llevado a cabo cada persona y
que constituyen sus recuerdos. Psicológicamente, los seres humanos somos de
naturaleza bio-psico-social, y lo mismo ocurre con los trastornos mentales.

Tratamiento
Una vez ha sido diagnosticada, la agorafobia puede ser tratada tanto desde la
intervención psicológica como a través de los fármacos. A continuación veremos
cuáles son estos dos tipos de tratamiento para la agorafobia, pero es importante
recalcar que solo un profesional de la salud mental está autorizado para llevar a cabo
una terapia eficaz.

1. Tratamiento con fármacos

En el tratamiento farmacológico suelen utilizarse tanto antidepresivos (ISRS)


como ansiolíticos (clonazepam y diazepam). Sin embargo, estos medicamentos sólo
deben tomarse bajo estricta supervisión médica y sólo con receta, y en cualquier caso
no se utilizan para curar el trastorno, sino para sobrellevar sus síntomas.

También es importante tener en cuenta que, como siempre pasa con los fármacos,
pueden producir importantes efectos secundarios y adversos, como por ejemplo la
aparición de síndrome serotoninérgico. Esto ocurre porque, tal y como ocurre con
todos los fármacos en general, los usados para combatir los síntomas de las fobias no
solo actúan sobre las partes del cerebro involucradas en mantener alto el nivel de
ansiedad, sino que impactan en todo el organismo en general, y esto puede producir
un desajuste dependiendo de las predisposiciones genéticas y biológicas del
individuo.

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Por ello, siempre existe un cierto riesgo al usar estas sustancias ya sea contra la
agorafobia o contra cualquier otro trastorno psicológico, y es tarea de los
profesionales de la salud mental determinar si el peligro es lo suficientemente bajo
como para usar cierta dosis, y de qué manera debe ser usada.

2. Terapia psicológica

En cuanto al abordaje psicoterapéutico, destacan las intervenciones fundamentadas


en la Terapia Cognitivo-Conductual. Es un tipo de terapia cuyos beneficios han sido
comprobados científicamente.

Las ventajas de esta opción es que sus beneficios tienden a perdurar más en el
tiempo que los efectos de los fármacos tras las últimas dosis, es una intervención
breve y no tiene efectos secundarios al no actuar directamente sobre la regulación de
hormonas y neurotransmisores.

Entre sus inconvenientes en comparación al tratamiento farmacológico se encuentran


la relativa lentitud con la que aparecen los progresos y la necesidad de que la persona
con agorafobia se encuentre en disposición de colaborar y alcanzar los objetivos
propuestos en la terapia. Esto es importante, porque progresar con este tipo de
intervenciones supone esforzarse y enfrentarse a situaciones desagradables para ir
generando una mayor resistencia a aquello que se teme, con supervisión profesional y
en un ambiente controlado.

Desde la perspectiva Cognitivo-Condutual se trabajará tanto sobre las creencias que la


persona tiene acerca de su trastorno como sobre sus hábitos y acciones cotidianas,
para que los cambios llevados a cabo en ambas dimensiones, la mental y la
comportamental, se refuercen entre sí. Además, también es frecuente recurrir
a técnicas de relajación para entrenar en la capacidad de gestionar la ansiedad.

En muchos casos se recomendará utilizar a la vez la intervención farmacológica y


la psicológica, para paliar los efectos inmediatos de este trastorno de ansiedad y a la
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vez entrenar al paciente para que sea capaz de exponerse cada vez más a las
situaciones temidas y de gestionar la sensación de nerviosismo.

Referencias bibliográficas:

 Badós, A. (2006). Tratando pánico y agorafobia. Madrid: Pirámide.


 Hersen, M. y Last, C. (1985/1993). Manual de casos de terapia de conducta. Bilbao:
Desclée de Brouwer.
 Luciano, M.C. (1996). Manual de psicología clínica. Infancia y
adolescencia. Valencia: Promolibro.

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