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Introducción

La sexualidad humana es algo inherente al desarrollo humano, en el momento que


el cordón umbilical separa a la madre del neonato surgen tensiones generadas por
las necesidades de conservación, generando un displacer psíquico; el pequeño
manifiesta esta sensación mediante llantos, demandando atención y alimentación
de su madre y a través de la satisfacción de estas necesidades, el pequeño
obtendrá una sensación placentera.
En la vida intrauterina el bebé no había experimentado las frustraciones
pertenecientes al mundo externo, Freud en 1930 denomina un sentimiento oceánico
para explicar la incapacidad del neonato para diferenciar lo que es él y el mundo
externo, es decir, el percibe a su madre como una extensión de sí mismo.
Lo anterior sirve para contextualizar el origen de la vida sexual en los seres
humanos puesto que, en psicoanálisis, la sexualidad es todo acto encaminado hacia
la obtención de placer.
El desarrollo psicológico ulterior depende de los estadios psicosexuales que
son imperativos en la maduración psíquica y sexual. En psicoanálisis, el desarrollo
de la personalidad y de la sexualidad ocurren simultáneamente, sin embargo, el
desarrollo humano posee aspectos que son insoslayables que generan tanto un
desarrollo adecuado a la normatividad de la civilización como una perturbación en
la vida del individuo. Los actos sexuales son manifestaciones psíquicas del sujeto,
una alteración en el plano de la sexualidad apunta a una manera patológica de
relacionarse con el mundo.
Las dificultades sexuales, son muy frecuentes en la consulta clínica, los
padecimientos citados por el paciente dentro del consultorio son variados y
analizados desde diferentes concepciones así, el psicoanálisis hace más de un
siglo desarrolló todo un corpus teórico sobre el tema a partir de las psicopatologías
frecuentes en la época victoriana. Esto lanzó una luz hacia el vació y deslumbró la
problemática de las perturbaciones sexuales (histeria), haciendo ver que estas
disfunciones no se dan aisladamente…la sociedad es un agente responsable de
estas problemáticas
El objetivo del presente ensayo es identificar el origen, desarrollo y
sintomatología de algunas de las perturbaciones sexuales más comunes en la
sociedad.
Perturbación sexual

Las perturbaciones psíquicas sexuales generan ciertas disfunciones en los


órganos genitales, (por ejemplo en los hombres ocurren displacer psíquico, falta de
erección y eyaculación precoz, por citar algunas) desarrollando problemas sexuales
o impotencias. El DSM-IV define a esta perturbación como “Alteraciones en el
deseo sexual, así como cambios psicofisiológicos que caracterizan el ciclo de
respuesta sexual y que causan disturbios y dificultades interpersonales”. Freud en
su artículo “Sobre una degradación general de la vida erótica” (1912) habla de una
impotencia psíquica, una perturbación paradójicamente frecuente en individuos
naturalmente libidinosos, que se manifiesta en los órganos genitales limitando la
elaboración del acto sexual.
La impotencia psíquica consiste en una acción inhibitoria, impulsada por
ciertos complejos psíquicos que al parecer se manifiestan en la consciencia, es
material patógeno cuyo contenido más frecuente es la fijación incestuosa. Esto
provoca ansiedad en el sujeto, generando alguna perturbación sexual que reparará
en los órganos genitales, aunque estos orgánicamente se encuentren en buen
estado.
Las dificultades sexuales, son muy frecuentes en la consulta clínica, los
padecimientos citados por el paciente dentro del consultorio son variados y
analizados desde diferentes concepciones así, el psicoanálisis hace más de un
siglo desarrolló todo un corpus teórico sobre el tema a partir de las psicopatologías
frecuentes en la época victoriana. Esto lanzó una luz hacia el vació y deslumbró la
problemática de las perturbaciones sexuales (histeria), haciendo ver que estas
disfunciones no se dan aisladamente…la sociedad es la principal responsable de
estas problemáticas.

Los seres humanos desarrollan una percepción de la realidad integrada por


los múltiples fenómenos que ocurren en sociedad, estas interpretaciones van
encaminadas a la conformación de una visión global regulada por la normatividad
desarrollada socialmente. Esto genera juicios de valor compartidos, pues la mayor
parte de nuestros valores son de génesis social y pueden considerarse
adquisiciones hechas por el sujeto en el grupo e internalizadas por él (Pino, 1991).
Todo individuo, al vivir en sociedad, adquiere un rol social que demanda una
cohesión ante la normatividad cultural, esto genera un tipo de comportamiento
común e incluso una forma de expresar nuestra sexualidad ante el paternaire. Sin
embargo, cuando los actos sexuales no son realizados de una manera determina,
el sujeto puede experimentar angustia, frustración, devaluación, puesto que su rol
sexual no está cumpliendo su cometido. Lo anterior genera un campo fértil para la
aparición y estudio de las perturbaciones sexuales, pues en Psicología se llegan a
atender innumerables fenómenos que proceden de un falso juicio de la realidad.
¿Será acaso entonces que las perturbaciones sexuales son un resultado de
una perturbación social?

Perspectiva social

¿Qué es lo que lleva a una persona a visitar a un médico, psicólogo, a un


especialista? ¿Qué es lo que realmente motiva a las personas a buscar ayuda?
Serán dos cuestiones de importante relevancia para el desarrollo de este tema,
puesto que “la impotencia suele ser objeto de consulta médica, incluso de una
consulta específicamente “interesada” por parte del paciente…se presenta con el
propósito de curarse pero, ¿por qué ahora y no antes? (Ibídem).

La presión social que en nuestro país se ejerce hacia las personas que sufren
este padecimiento es irracionalmente incomprensible, se trata no solo de una
cuestión meramente superficial, biológica e incluso fisiológica, se maneja desde la
perspectiva de cumplimiento que un hombre debe tener ante una mujer, ante una
esposa, ante un matrimonio, en resumidas cuentas, ante una sociedad
masculinizada.
Con esta constante opresión social, el hombre es obligado a responder de
forma consistente y segura en el momento de la relación sexual, pero, en el
momento de la falla ¿Dónde queda la figura masculina?
Castillo del Pino menciona que la impotencia es fundamental, eso sí, para el
paciente, pero por otras razones…lo que los empuja a ello no está en ellos mismos,
sino fuera de ellos: en el sistema social, en el sistema de valores y referencias que
definen una estructura social.”
Estos factores, símbolos y signos que se mueven dentro de la esfera social
son de extraordinaria importancia, es importante saber qué significan para el
paciente mismo, de qué modo son introyectados.
Vemos entonces una manifestación de sobrevaloración del síntoma pues,
debido al significado social o psicosocial que se le confiere, el síntoma se convierte
entonces en una culpa social…un temor a la pérdida de prestigio.
Se retoma entonces la hipótesis marcada por el Psicoanálisis ante la
resolución del Edipo, en dónde el niño renuncia a la madre para conservar el falo,
sin embargo, el hombre es en su esencia un ser angustiado por la posibilidad de
perder el poder que cree poseer…del mismo modo, cuando su virilidad está en
peligro, el hombre hará cualquier cosa por proteger sus genitales…el hombre puede
arriesgarlo todo, hasta la vida, pero nunca su orgullo de ser viril. (Pino, 1991).

Origen de las disfunciones sexuales, el Edipo.

Hasta ahora se ha tratado el tema desde la perspectiva social, mencionando


la manera en la que las estructuraciones sociales se manifiestan en la impotencia
del hombre pero, tratándose entonces de una perturbación física manejada por el
contexto ¿dónde queda la psique del impotente?
Para el Psicoanálisis, el complejo de Edipo es el concepto soberano que
genera y ordena todos los demás conceptos psicoanalíticos, es la piedra angular
del propio psicoanálisis; por tanto, sería inadecuado dejarlo fuera de este análisis.
El complejo de Edipo no es la historia de amor y odio entre los padres e hijos;
es una historia de sexo, de cuerpos que experimentan placer al acariciarse…de
cuerpos que sienten placer tanto tocándose como provocándose dolor.
Evidentemente, padres e hijos se aman tiernamente y pueden odiarse pero, en el
interior del amor y el odio familiares, palpita un deseo sexual (Nasio, 2013).
Este deseo sexual es vivido por el niño en plena infancia, vivido como el
deseo de querer al padre del sexo opuesto: el niño desea a la madre. Este deseo
es definido por Nasio como “el impulso que nos induce a buscar placer, es lanzarse
fuera de uno mismo en busca del cuerpo del otro; es querer alcanzar, a través de
ese contacto, el goce más exquisito”. (Ibídem)
Entiéndase aquí que este deseo es un deseo sexual pero, el deseo sexual
es más que genital; es el deseo de besar, acariciar, sentir, mirar tener a las personas
que se aman y, para el niño, estas personas amadas son el padre y la madre.
El paso del niño por el Edipo representa un fuerte conflicto: es el intento
infantil de hacer realidad un deseo incestuoso irrealizable: el deseo de felicidad
perfecta de dos seres siendo uno…el deseo incestuoso es el deseo de fusión con
nuestra tierra nutricia.
Este deseo se ve interrumpido por la angustia de castración, la angustia de
perder el Falo: es el pene no entendido en su condición de órgano, más bien,
símbolo de la omnipotencia, del poder. El niño renuncia a la madre, dando paso a
la ley paterna para poder conservar este símbolo de poder.
El Edipo es entonces el doloroso paso de iniciación de un deseo salvaje
(hacia la madre) hacia un deseo socializado (querer a otra mujer) y la aceptación
igualmente dolorosa de que jamás podremos satisfacer totalmente nuestros deseos.
(Ibídem).
Si se retoma la descripción del complejo de Edipo, podemos entender que,
al renunciar a la madre, el niño renuncia también al goce que podrá producirse si el
encuentro sexual con la misma se lleva a cabo.
Fuera (1907) de estos complejos habrá de concederse atención a la
influencia de las imágenes penosas accidentales experimentadas por el sujeto en
conexión con su actividad sexual infantil y con todos aquellos factores susceptibles
de disminuir la libido, que ha de ser orientada hacia el objeto sexual femenino. En
“El sentido de los síntomas” Freud dice que los sujetos son ocupados por
pensamientos persistentes que en verdad no les interesan, esto genera imágenes
persistentes que se manifiestan en la consciencia, generando una inhibición sexual.
Esta inhibición sexual es dominada por la tercera función del superyó tirano:
es la protección del yo, pero es una protección excesiva que lo único
que hace es inhibir las acciones, o más específicamente, los deseos del yo;
entonces, esta necesidad de protección inhibe la sexualidad como un mecanismo
de defensa ante la posibilidad de tener un encuentro sexual con una mujer...una
mujer visualizada como la propia madre. Menciona Nasio “la tercera función abusiva
del superyó radica en una protección tan celosa del yo que conduce a
comportamientos caracterizados por la inhibición: el superyó puede prohibir
fácilmente a un hombre una relación sexual con su mujer representándosela como
un peligro abominable” (Nasio, 1997).
Encontrémonos aquí con una disyuntiva: si el sujeto ha renunciado a la madre
en la infancia y ha de renunciar a la mujer actual por efecto del superyó ¿qué le
queda? Le queda solo el sentimiento de culpabilidad, una culpabilidad inconsciente.
En “El yo y el ello” Freud (1973) menciona que el sentimiento de culpabilidad
permanece mudo para el enfermo. No le dice que sea culpable, y de este modo el
sujeto no se siente culpable, sino enfermo.
Podría entonces decirse que la impotencia por la cual los sujetos acuden a
consulta es solo una mera manifestación de la culpa, una falta de reconocimiento
consciente de la misma, cree, sencillamente, que su estado se complicó de forma
inexplicable; se reconoce enfermo pero no se considera culpable.
Entonces, el superyó crea una culpa inconsciente que ayuda a detener la
principal falta: el incesto.

Análisis del tema


La sexualidad en la vida humana está presente desde antes que un ser
humano sea planeado o se tome la decisión de tener a un hijo, puesto que los
padres pertenecientes a una civilización determinada desean que su hijo sea
hombre o mujer (dependiendo el caso), esto genera una predisposición en los
padres hacia la manera en que el pequeño será educado, Althusser (1960) dice “el
ser humano cuando nace, nace viejo” es decir, el pequeño ya está cargado de
expectativas e ideales por parte de sus progenitores.
Freud descubrió que el pequeño ya tiene sentimientos placenteros en el
estado in utero, es decir, el neonato experimenta sentimientos de tensión y placer
conforme sus necesidades de conservación sean satisfechas.
Posteriormente el pequeño ya ha desarrollado parte de sus habilidades
primarias, existe una maduración psicológica y fisiológica: mediante el proceso de
la separación de objeto (Madre) se ha aventurado a la conquista de un desarrollo
propio, sin embargo, alrededor de los 4 o 5 años surgen sensaciones que van
encaminadas hacia la obtención de placer sexual, el pequeño deseara al padre del
sexo opuesto (esto en el ámbito normal de la neurosis), sin embargo, algunos
factores le mostraran que esto es imposible. Este momento es fundamental para el
desarrollo psicológico de una identidad de sexual, puesto que aquí encontramos la
episteme de las futuras perturbaciones sexuales, ya sea la evocación de
sensaciones de angustia provenientes de los deseos incestuosos no elaborados en
la infancia, o bien un súper yo trasgresor que limite el acto sexual al individuo.
Nasio (1996) menciona que todo deseo en el hombre es un deseo sexual, es
decir, no un deseo genital, sino un deseo tan insatisfecho como el deseo incestuoso
(del que se habló antes) al cual el ser humano hubo de renunciar.

Retomando a Lacan “…todas las experiencias erógenas están siempre


marcados por la experiencia crucial de haber tenido que renunciar al goce de la
madre y aceptar la insatisfacción del deseo…todo deseo es sexual, y todo deseo es
finalmente insatisfecho” (Ibídem).
Añadiendo a esta estructura psicoanalítica, se menciona también que la
sociedad, al asignar roles a todos los individuos pertenecientes a su estructura, esto
es con la finalidad de crear un control social, genera en el individuo una demanda
cultural que, de no ser cumplida, generará sentimientos auto evaluativos, creando
complejidades patógenas recurrentes en los individuos.
Michel Foucault dice lo siguiente “haría falta nada menos que una trasgresión
de las leyes, una anulación de las prohibiciones, una irrupción de la palabra, una
restitución del placer a lo real y toda una nueva economía en los mecanismos del
poder”. Es decir, si el individuo desea pertenecer a una normatividad de
comportamiento, el pronóstico ante esta inclinación es de carácter neurótico, puesto
que, el ser humano deberá conducir sus actos hacia la satisfacción de sus
necesidades, pero, resguardando la satisfacción del rol social.
Bibliografía
Althusser, L. (2008). Ideología y aparatos ideológicos de Estado. Práctica teórica y
lucha ideológica. México: Grupo Editorial Tomo.

DSM-IV. (1995). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.


Estados Unidos.
Foucault, M. (1991). Historia de la sexualiad 1. La voluntad de saber (Vol. I).
México: Siglo XXI editores.
Freud, S. (1907). El sentido de los sintomas. El sentido de los sintomas. Austria.
Freud, S. (1910). Cinco conferencias sobre psicoanálisis. Un recuerdo infantil de
Leonardo da Vinci y otras obras (Vol. XI). Buenos Aires, Argentina:
Amorrortu editores.
Freud, S. (1912). Sobre una degeneración general de la vida erótica. Austria.

Freud, S. (1914-1916). Contribución a la historia del movimiento psicoanalitico.


Trabajos sobre metapsicología y otras obras. (Vol. XII). Buenos Aires,
Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1930). El malestar en la cultura . Austria.
Freud, S. (1973). El yo y el ello (Vol. III). Madrid, España: Biblioteca nueva.

Nasio, J. D. (1996). Enseñanza de 7 conceptos cruciales del psicoanalisis. (G.


Klein, Trad.) Barcelona, España: Editorial Gedisa.
Nasio, J. D. (2013). El Eipo: el concepto crucial del psicoanálisis. (A. Bixio, Trad.)
Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Pino, C. C. (1991). Patografías. Neurosis de angustia. Impotencia sexual. España:
Siglo XXI.

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