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Identidad sexual
Permanencia de la identidad sexual
Rol de género
Tipificación sexual
Identificación sexual
5. La sexualidad en la infancia:
7. Educación de la sexualidad.
Parte importante de estos apuntes están extraídos del libro de López, F., y Fuertes, A.
(1989) “Para comprender la sexualidad” Estella, España: Verbo Divino.
1. ¿QUÉ ES LA SEXUALIDAD?
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La sexualidad, como todas las realidades complejas, no puede ser definida desde
un solo punto de vista, una sola ciencia o unas cuantas palabras. Lo que hoy sabemos
sobre sexualidad es el resultado de múltiples aproximaciones hechas desde diferentes
ciencias. Por esto, la sexología es, probablemente más que ninguna otra, una ciencia
interdisciplinar.
También nosotros vamos a proceder acercándonos desde distintos puntos de
vista, siguiendo un sistema de aproximaciones sucesivas, que nos permita adquirir una
mejor visión de conjunto, como cuando ascendemos por diferentes senderos y en
múltiples ocasiones a una misma montaña.
1. 1. Somos sexuados
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genitales están poco desarrollados y los caracteres sexuales secundarios apenas han
aparecido; la cantidad de hormonas en sangre es muy pequeña; las sensaciones de placer
no han adquirido aún significado específico; los estímulos eróticos no provocan
atracción sexual, o al menos clara y consistente; no se sienten especialmente atraídos los
unos por los otros; sus actividades sexuales se basan en motivos distintos a los de los
adultos.
En la pubertad, se especifica el deseo sexual adquiriendo numerosos estímulos
un valor erótico. Deseo sexual y atracción por los estímulos eróticos impulsan al sujeto
adulto, desde este período, a buscar satisfacciones sexuales por autoestimulación o
contacto con los demás. El sistema de creencias, la organización social y la propia
capacidad de control de la pulsión o la habilidad para encontrar compañero sexual
definen, entre otros muchos factores, la conducta sexual de las personas.
A partir de este período, es también posible que las personas se enamoren y
establezcan compromisos relaciónales de diferentes tipos. Estos compromisos han sido
regulados por todas las sociedades, aunque con grandes diferencias entre ellas.
El deseo, los intereses sexuales y la capacidad de enamoramiento se mantienen a
lo largo de todo el ciclo vital. Los cambios biofisiológicos que se producen en la edad
madura y en la vejez no anulan el deseo sexual ni los afectos vinculados a la sexualidad.
Como veremos más adelante, la sexualidad en la vejez depende más de factores
psicosociales que de factores biofisiológicos, aunque éstos tengan también un
importante significado.
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tan determinante que las hembras sólo aceptan la relación sexual cuando pueden
concebir.
En la especie humana, la reproducción es también una función fundamental;
pero no es la única ni necesariamente la más importante. En la especie humana, el
placer sexual no va necesariamente unido a la reproducción. El placer sexual puede ser
deseado por la mujer en momentos del ciclo menstrual en los que no es posible la
concepción, y también después de la menopausia. Igualmente, hombre y mujer pueden
decidir, y así lo han hecho en muchos momentos a lo largo de la historia, tener
relaciones sexuales evitando de una u otra forma el embarazo. De hecho, la mayor parte
de las relaciones sexuales que tienen las personas no están en función de la
reproducción, sino que son una búsqueda de placer y una manifestación de
comunicación, ternura, afecto, etc.
De esta forma, en la especie humana la sexualidad puede cobrar un sentido
totalmente diferente a la mera función biológica y convertirse en fuente de placer,
bienestar psicofísico, comunicación, afecto, etc. Puede ayudarnos a encontrar momentos
de placer y bienestar, nos impulsa a salir de la soledad y buscar, tocar, abrazar al otro.
Nos permite llegar a formas de comunicación íntimas desde el punto de vista corporal y
psíquico. Hace posible también que dos personas puedan planificar su relación o los
hijos que deseen, en el contexto de una relación estable, caracterizada por diferentes
grados de pasión, intimidad y compromiso.
La sexualidad vivida satisfactoriamente hace más fácil la comprensión de los
demás, la eliminación de la rigidez y el moralismo. Es también una fuente de equilibrio
y armonía para la persona. Es, en definitiva, una fuente de amor a la vida, de biofilia, de
actitud positiva ante sí mismo, los demás y las cosas.
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grande que puede también ser manipulada con otros fines, como ocurre hoy con el uso
que hace de ella la publicidad. La orientación del deseo puede ser diferente
(heterosexual, homosexual, etc.) y las formas de conducta sexual son también muy
variables de unas personas a otras y de unas culturas a otras. Las diferencias
interindividuales e interculturales son muy grandes.
No quiere esto decir que todas las conductas sexuales sean igual de deseables
desde el punto de vista de la salud o de la organización de una sociedad determinada.
Algunas variantes conllevan graves riesgos o deficiencias para el sujeto y otras pueden
crear malestar o daño en el grupo social donde éste vive. Como, de manera semejante,
ciertas formas de regulación social provocan también sufrimiento en los individuos
concretos. El individuo, la pareja y el grupo social deberán encontrar la mayor armonía
posible entre sí, a la vez que procurar crear las mejores condiciones de vida, también en
el campo sexual. A ello deben contribuir las ciencias del hombre y de la conducta
estudiando las consecuencias y posibilidades de cada una de las alternativas sexuales,
para que sean evitados errores, tópicos y falsas creencias, y podamos, así, disponer de
una verdadera ciencia de los comportamientos sexuales que nos permita prevenir,
diagnosticar y curar, si fuera necesario, los problemas y dificultades. De esta forma
conseguiremos que las personas concretas vivan las mejores posibilidades de la
sexualidad. En capítulos posteriores indicaremos cuáles son, desde nuestro punto de
vista, los criterios de salud sexual que podemos usar. Por el momento, en este apartado
dedicado al concepto, nos interesa que el lector caiga en la cuenta de que la sexualidad
humana puede vivirse de formas muy diferentes, muchas de ellas saludables, pero no
todas en el mismo grado. Hay también conductas sexuales no deseables para el
individuo, la pareja o la sociedad.
Las conductas sexuales son también conductas sociales porque, casi siempre,
implican a otras personas. Desde este punto de vista, las conductas sexuales tienen que
ser necesariamente reguladas por la sociedad en algún grado. Las normas y formas de
regulación varían mucho de unas sociedades a otras, pero todas ellas lo hacen de alguna
manera.
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católica, las posturas son muy contrapuestas, de forma que la moral sexual es,
frecuentemente, causa de debate y conflicto.
Por último, con el advenimiento de las democracias como forma de gobierno, se
ha hecho difícilmente justificable, incluso inconstitucional, la regulación de las
conductas sexuales que tengan lugar entre adultos que libremente las acepten y que no
provoquen un daño social evidente. Por ello, lo más característico de nuestras
sociedades es que la regulación de las conductas sexuales está cada vez más limitada a
las relaciones dentro del matrimonio (y sólo si los miembros de la pareja entran en
conflicto entre sí), la familia (con la prohibición del incesto), el control del escándalo
público, los abusos sexuales con menores y la violencia sexual. Las costumbres son
cada vez más permisivas y la moral actúa más sobre la conciencia individual y menos
como una norma que se exige a los demás.
En este contexto, y como consecuencia de estos y otros factores, la fecundidad
es un valor menos reconocido y la actividad sexual que evita el embarazo cada vez
mejor aceptada. Estos datos son evidentes y han provocado una disminución muy fuerte
de los embarazos, especialmente en algunas naciones occidentales, con la consiguiente
alarma de algunos de sus gobiernos.
¿Qué dirección seguirá en el futuro el continuo cambio de valores referidos a la
sexualidad? ¿Cuál será la actitud de los gobiernos ante el envejecimiento de la
población?
Por nuestra parte, en este capítulo dedicado al concepto, lo que deseamos es
dejar claro que la sexualidad siempre es regulada en algún grado por la sociedad, y que
esta regulación está sujeta a cambios históricos, demográficos, culturales y económicos.
Estos cambios, a veces, provocan contradicciones difíciles de solucionar. Este es
el caso de la situación planteada en la actualidad con los jóvenes. La sociedad es cada
vez más permisiva con el comportamiento sexual de los jóvenes, y éstos, de hecho,
acceden a las relaciones sexuales antes (la media de edad de inicio de relaciones
sexuales completas está hoy, en España, en los 16 años); pero, a la vez, los padres, el
sistema educativo, el sistema sanitario y la sociedad en general no aceptan que los
jóvenes puedan ser sexualmente activos. Con lo cual estamos ante una realidad que se
permite (incluso, en cierto grado, se estimula con el abuso social que se hace en la
publicidad, cine, etc., de contenidos eróticos), pero, al mismo tiempo, se niega, dado
que ni los padres, ni el sistema educativo, ni el sistema sanitario ofrecen condiciones a
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estos jóvenes para que vivan la sexualidad sin riesgo (por ejemplo, impartiendo una
verdadera educación sexual y ofreciendo asistencia técnica para evitar los embarazos no
deseados y otros riesgos). El resultado es que los adolescentes y jóvenes son hoy un
grupo de alto riesgo en cuanto a conductas sexuales se refiere. Nuestra sociedad deberá
decidirse en las próximas décadas sobre este tema, adoptando posiciones más
conservadoras, haciendo lo posible para que nuestros adolescentes y jóvenes no tengan
relaciones sexuales, o más progresistas, reconociendo que éstos tienen derecho a ser
sexualmente activos y ofreciendo los medios para que esta conducta pueda ser
practicada sin riesgo. La contradicción actual es insostenible y constituye una grave
irresponsabilidad de los adultos para con los jóvenes. Este es, a nuestro entender, el
principal problema actual sobre la regulación social de la sexualidad.
Erotofilia
Afectivos
Erotofobia
Preprogramados
Creencias
Cognitivos Respuestas
Expectativas
Fantasías
Aprendidos
Biológicos Evaluaciones
Nivel de
activación
Consecuencias
Consecuencias
Esta consecuencia está, a su vez, mediatizada por la edad y la regulación social de la sexualidad.
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hasta en los pequeños detalles, de los afectos. No es, efectivamente, lo mismo acceder a
las relaciones sexuales únicamente desde el deseo, que hacerlo desde el enamoramiento.
En el primer caso, el objeto del deseo tiene un valor secundario y podría ser
intercambiable, mientras en el segundo tiene un valor que sobrepasa el propio interés y
es único.
Aunque las formas de vivir la sexualidad son muy diferentes, la mediación
afectiva está siempre presente de algún modo, y numerosas personas, especialmente en
el caso de las mujeres, no encuentran sentido a la actividad sexual si ésta no está dentro
de un determinado contexto afectivo y de comunicación.
La importancia de esta mediación afectiva puede ser tal que impida, condicione
o potencie, según los casos, el deseo, la excitación y la satisfacción sexual.
Otra serie de afectos no relacionados directamente con la sexualidad tienen
también una importancia decisiva en la sexualidad. Por lo que hoy sabemos, la ira o
enfado limitan fundamentalmente el deseo sexual, mientras la ansiedad dificulta la
vasocongestión de los órganos genitales. Por ello, las preocupaciones y tensiones por un
lado, y los conflictos de pareja por otro, pueden inhibir la respuesta sexual. Por el
contrario, la alegría, el bienestar y los afectos generales positivos favorecen el interés y
el funcionamiento sexual.
La mediación cognitiva es también decisiva. El desarrollo intelectual y la
adquisición del lenguaje conllevan cambios en la construcción del conocimiento y en la
interpretación de la realidad que mediatizan todas las conductas sexuales.
Así, por ejemplo, una niña de tres años sabe perfectamente que es una niña, pero
cree que, si la visten de varón, dejará de ser niña. Sólo cuando desarrolle nuevas
capacidades intelectuales, se dará cuenta de que su identidad no depende de los vestidos
u otras características superficiales.
La conducta sexual del individuo y la regulación social de ella están muy
condicionadas por las capacidades mentales del sujeto y por el lenguaje que su medio y
él mismo usan. El vocabulario referido a la sexualidad en una sociedad concreta define,
en gran medida, la forma de vivirla. Si se considera que la sexualidad es lo bajo, sucio,
feo, impuro, peligroso..., los individuos concretos tendrán dificultades para aceptarla
con naturalidad. Si nos referimos a la actividad sexual con palabras que indican
agresividad, engaño o desprecio, ¿cómo vamos a ser capaces de conseguir que nuestra
conducta sexual sea respetuosa y ética? El discurso sobre la sexualidad, tanto el
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caso, ser conscientes de estas mediaciones, y analizarlas con el mayor detalle posible,
nos permite comprender mejor la conducta sexual humana y, cuando esto no es posible,
orientar nuestra investigación hacia las posibles causas explicativas.
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- Apetito o impulso que lleva a - Igual que en la mujer. - Elevación mayor del útero. - Posible erección de los
DESEO
MESETA
- Expansión y abombamiento del
elevación de las bolsas escrotales. - Mayor aumento de las presión sanguínea.
canal vaginal en su parte interna.
- Ligera elevación de los testículos mamas y de la areola. - Miotonía.
- Ligera elevación del útero.
hacia el perineo. - Aumento del ritmo
- Aumento en diámetro del glande
- Posible erección de los pezones. respiratorio, cardíaco, y de la
y cuerpo del clítoris.
Puede aumentar en longitud bajo presión sanguínea.
estimulación directa. - Reacción de enrojecimiento
EXCITACIÓN
ORGASM0
mamas y erección del pezón. comienzan con intervalos de comienzan con intervalos de 0´8
0´8 segundos. segundos.
- Contracciones involuntarias - Contracciones involuntarias
de otros grupos musculares. de otros grupos musculares.
- Mayor aumento del ritmo - Mayor aumento del ritmo
- Aumento del diámetro del glande respiratorio, cardíaco y de la respiratorio cardíaco y de la
- Desarrollo de la plataforma
del pene. presión sanguínea. presión sanguínea.
orgásmica. Nuevo aumento del
MESETA
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2. HISTORIA DE LA SEXOLOGÍA
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Dentro del Movimiento Obrero, el cual aparece a lo largo del siglo XIX como
resultado de la toma de conciencia de las contradicciones de la sociedad de clases que
había sustituido a la sociedad estamental, se critica la moral sexual porque se considera
que es un instrumento más, en manos de la dominante, para someter a los trabajadores,
ro de esta corriente aparece el movimiento feminista, se hacen numerosas
reivindicaciones sociales referidas a la sexualidad y se pretende descubrir el sentido de
la regulación social de la misma. Algunos autores, que eran, a la vez, marxistas y
psicoanalistas, creyeron encontrar el sentido social de represión sexual en el interés de
las clases dominantes por someter a los obreros. En este contexto, autores llegaron a
crear una nueva corriente de pensamiento llamada «freudo-marxismo». Entre ellos,
Reich es, tal vez, el representante más cualificado.
PREDECESORES DE LA SEXOLOGÍA
Corriente de
Autores Influencia
origen
“Victoriana” Krafft-Ebing en Psiquiatría
Liberalismo Ellis en Freud
Freud en Psicoanálisis,
Psiquiatría,
Psicología,
Cultura
Movimiento Engels Cultura, Sociedad
Obrero Bebel Feminismo
Kollontai en Rusia
Reich Sex-Pol, Mayo 68
en Marcuse
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Esta dinámica originaria generada por la pulsión sexual y el principio del placer
esta inevitablemente mediatizada por el principio de la realidad. La realidad nunca se
acomoda del todo a los deseos, exigiendo o imponiendo renuncias inevitables. Gracias a
estas renuncias, las cuales siempre suponen cierto grado de represión, existe la cultura.
La renuncia más significativa es la aceptación del tabú del incesto (renuncia a
poseer sexualmente al progenitor del sexo opuesto). El conflicto planteado por el deseo
sexual de poseer al progenitor del sexo opuesto y la imposibilidad de que esto suceda
(los comportamientos de evitación del progenitor, el temor al castigo y el miedo a
perder el amor de los padres, le obligan a hacer esta renuncia) es el leo central de todo el
proceso evolutivo. Cómo resuelve este conflicto determina la evolución interior a lo
largo de toda la vida.
Este conflicto, el complejo de Edipo, se plantea en la primera infancia, el
período «fálico-genital» aproximadamente entre los tres y los cinco años.
Anteriormente, como es bien sabido, el niño iría pasado por los períodos oral y anal (en
ellos, la mucosa oral primero, y la mucosa anal después, serían los lugares preferentes
de placer sexual).
Estos planteamientos, por tanto, presuponen la existencia de una pulsión, la
sexual, que está presente desde el momento del nacimiento y que en la mera infancia se
expresa ya en un deseo explícito de naturaleza sexual, de poseer al progenitor del sexo
opuesto.
Si las condiciones psicosociales son adecuadas, el desarrollo sigue una evolución
en etapas preprogramadas biológicamente. Las fuentes y objetos de satisfacción están
programadas biológicamente siendo una topología corporal (oral, anal, genital), además
de cronología, orden y conflictos universales. Estas etapas se caracterizan por tener una
determinada fuente de la pulsión libidinal (zona erógena predominante), objeto u
objetos específicos de satisfacción (autoerotismo o deseo de poseer sexualmente a
otros), conflictos determinados y una organización específica de la personalidad.
Si las condiciones psicosociales no son adecuadas, los individuos pueden quedar
fijados en una etapa determinada o a un componente parcial de la libido, e incluso
pueden hacer regresiones a etapas anteriores.
La organización global predominante, con las posibles fijaciones y regresiones,
conforman el carácter, la personalidad, la conducta y, en su caso, la forma de enfermar.
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Virginia E. Johnson
William H. Masters
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Tipificación sexual: Este término se refiere a los esfuerzos que hace el grupo social
por enseñar las diferencias entre un rol de género y otro y al proceso de aprendizaje
que hacen los niños y las niñas de dicho rol de género: la sociedad tipifica y los niños
y niñas se tipifican tal y como la sociedad desea.
Tipificación sexual o diferencias sociales entre los roles.
Identificación sexual: implica no solo saber que se comparte la identidad sexual con
alguien, sino sentimientos de suplencia, deseos de ser como el otro, tendencia a
imitar globalmente su conducta, etc. Desde este punto de vista es bueno para el niño
y la niña que encuentren modelos con los cuales puedan identificarse para que
acepten bien su identidad sexual.
Identificación sexual o modelos con los que identificarse.
Hecha esta clasificación terminológica, puede comprenderse mejor, por un lado, que si
los autores se centran en distintos conceptos, términos y conductas (identificación, los
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EJERCICIO
¿Qué relación puede existir entre la historia afectiva y la historia sexual posterior?
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En cuarto lugar, los estímulos externos que tienen para el adulto un significado
erótico no son objetos de atracción sexual durante la infancia o, al menos, no lo son de
forma tan clara y consistente.
Durante la infancia, la atracción por otras personas es más una atracción afectiva
que sexual. El deseo y la atracción específicamente sexuales sólo se dan en la infancia
de forma muy confusa. Son los estímulos táctiles sobre el propio cuerpo los que tienen
mayor poder evocador de respuestas fisiológicas sexuales. La excitación sexual ante
estímulos visuales o auditivos es poco frecuente.
En quinto lugar, la orientación del deseo (heterosexual, homosexual o bisexual)
no se especifica y consolida hasta la pubertad-adolescencia. Por eso, los niños y las
niñas no se sienten especialmente atraídos los unos por los otros y tienden a organizar
los grupos de amigos basándose en las diferencias de identidad sexual y rol de género
(grupos de niñas y grupos de niños, por separado). Sólo con la pubertad se sienten
especialmente inclinados a buscar amigos o amigas que se correspondan con su
orientación del deseo sexual.
En sexto lugar, a los niños les es más difícil aún que a los adultos distinguir entre
los deseos y sentimientos específicamente sexuales y los deseos y sentimientos
afectivos, de forma que, en la infancia, la sexualidad no sólo está mediatizada por los
afectos, sino que, en numerosas ocasiones, es prácticamente imposible distinguirla de
éstos. Cuando un niño desea, por ejemplo, ser acariciado y abrazado, ¿cuál es el lugar
del afecto y cuál el de la sexualidad?
Por último, es importante tener en cuenta que las actividades sexuales infantiles
pueden basarse en motivaciones muy distintas a las de los adultos.
En efecto, en la mayor parte de los casos, lo que los niños pretenden es imitar a
los adultos o explorar su propio cuerpo y el de los demás. Así se explican
probablemente la mayor parte de los juegos sexuales infantiles y también numerosas
conductas de autoestimulación e incluso de ensayos de penetración.
Es, sin embargo, necesario reconocer que también los niños pueden buscar
explícitamente el placer sexual, y así lo hacen en algunas ocasiones. La manifestación
más clara son las conductas de masturbación en las que se autoestimulan provocando
respuestas fisiológicas y psicológicas claramente sexuales (vasocongestión genital,
cambios en el ritmo cardíaco y respiratorio, concentración perceptiva en las sensaciones
de placer con pérdida de interés por el ambiente, movimientos pélvicos rítmicos, etc.).
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5. LA SEXUALIDAD EN LA INFANCIA
a) La sexualidad durante los dos primeros años de vida
Desde el punto de vista fisiológico, los tejidos del pene y clítoris están
suficientemente formados e inervados por fibras nerviosas como para que desde el
primer año de vida sean posibles las erecciones espontáneas y las erecciones como
respuesta a la estimulación táctil.
Además, la mucosa bucal, como demuestra la conducta de succión no nutritiva y
toda la piel son sensibles al contacto suave y cálido.
Por otra parte, los autores que han estudiado el mundo emocional del niño
durante los primeros meses de vida nos confirman que desde el nacimiento tienen
capacidad de sentir el placer.
Es pues indudable que desde el nacimiento puede hablarse de capacidad
fisiológica y psicológica para obtener placer en el contacto piel a piel.
Desde el punto de vista psicosocial, es importante reseñar que también desde el
momento del nacimiento el grupo social le asigna identidad sexual y rol de género. Al
niño, inmediatamente después de nacer, se le etiqueta con una determinada identidad
sexual (es niño o es niña), a partir de la observación de los genitales externos, y se le
atribuye el rol de género que se considera propio de su identidad (ser como los niños o
como las niñas),
Estas asignaciones exigen toda una serie de comportamientos diferenciales
según se trate de un niño o una niña. Estos comportamientos afectan, por una parte, a
actividades de los adultos para con el niño o niña (decoración de la habitación, ropa de
la cuna, vestidos, juguetes, etc.) y, por otra, a un conjunto de expectativas referidas al
propio niño o niña (conductas e incluso rasgos de personalidad).
Aunque la presión de estas actividades y expectativas diferenciales es hoy menor
que en el pasado, es indudable que éstas se mantienen y que puede hablarse de un doble
proyecto educativo según se trate de un niño o una niña. Desgraciadamente, el proyecto
diseñado para las niñas suele colocarlas en situación de verdadera desventaja social, por
lo cual es necesario que en educación sexual se analicen los roles asignados y se les
ofrezcan a las niñas las mismas posibilidades educacionales, económicas y sociales que
a los niños.
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Antes del año y medio o los dos años, como indicábamos anteriormente, la
interacción entre el niño y el adulto (fundamentalmente las figuras de apego) es
básicamente diádica (niño-madre; niño-padre).
La sexualidad durante este período se vive y desarrolla en relación con las
sensaciones corporales y en interacción con las figuras de apego.
A partir del año y medio aproximadamente, se producen cambios profundos en
el niño, en el entorno y en la propia relación entre ambos.
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Todo esto hace que en este período podamos hablar de conflictos de rivalidad
afectiva, conflictos en las relaciones con los iguales (niños de edad similar) y conflictos
con la autoridad que los adultos intentan imponer.
La evolución sexual depende en este período de como el niño vivencie y
resuelva:
Las imposiciones sociales cada vez más exigentes a que se le somete. De ellas
son especialmente importantes la inhibición motriz y el control de los esfínteres.
Los inevitables problemas de celos.
La respuesta que encuentre a su curiosidad sexual, acentuada por el
descubrimiento de las diferencias anatómicas entre el niño y la niña, los roles masculino
y femenino, y el origen de los niños.
Los modelos de identificación o imitación de que disponga.
La reacción de los adultos ante sus conductas sexuales.
Veamos por separado todos estos aspectos:
Si bien las imposiciones sociales comienzan desde el momento del
nacimiento, cuando el niño empieza a andar por sí solo y a entender el lenguaje de los
adultos, hay un cambio de actitud en éstos, que les lleva a exigir al niño una mayor
incorporación a las pautas de comportamiento dominantes de la sociedad en que se
encuentran. La imposición de una disciplina mayor responde a la necesidad de
incorporar al niño al grupo social, a la vez que le prepara para una separación, cada vez
mayor, de la madre. Este proceso de separación de la madre -o personas con las que se
veía vinculado- e incorporación al grupo y sus exigencias es inevitable y, en cierta
medida, siempre doloroso. En este proceso, los peligros para la evolución sexual son
fundamentalmente dos: el mantenimiento de la fijación a la madre o sustituto y el
sometimiento del niño a pautas de comportamiento inhibitorias de su actividad motriz.
El primero suele ocurrir, entre otras causas, cuando hay un comportamiento
sobreprotector por parte de la madre o cuando las experiencias fuera del ámbito materno
son negativas para el niño. El segundo es una de las características más sobresalientes
de nuestra cultura; al niño en nuestro medio ambiental, totalmente inadecuado para
satisfacer y desarrollar sus capacidades motoras (con causas pequeñas y pensadas por y
para los adultos, escuelas con pequeños patios de cemento, ciudades sin parques
naturales, calles inhabitables...) y con un sistema educativo que le exige estar sentado
con los brazos cruzados u ocupado en los deberes escolares, se le inhiben sus
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capacidades motoras formando un cuerpo rígido que puede ser el adecuado para
fomentar la vida militar o el trabajo de ejecutivos sumisos, pero no para la vida sexual.
Otra de las imposiciones especialmente importantes para la vida sexual es el
control de los esfínteres. En nuestra sociedad, la educación del control de los esfínteres
se inicia en general demasiado pronto (antes del año y medio o los dos años), sin que el
niño entienda su significado ni tenga capacidad fisiológica para ello.
Así se produce una lógica concentración del niño en estas actividades (ya de por
sí importantes sexualmente, dadas las sensaciones placenteras que las acompañan), que
puede hacer cristalizar en él fijaciones a estas zonas o un carácter obsesivo por la
limpieza, el orden, etc. Puede dar lugar también a sensaciones de asco, repugnancia o
rechazo de estas actividades sexuales que dependan de ella. La repugnancia a lo sexual
(considerado como lo sucio...) y a los órganos genitales (para los cuales no hay un
nombre), que ha sido fomentada por tantos educadores –podría decirse que por todo el
sistema educativo de nuestros mayores- se apoya en una educación temprana y
obsesionada en obligar al niño a controlar los esfínteres. Una buena educación del
control de los esfínteres debe partir de los ritmos fisiológicos del niño (que suele
defecar y orinar a horas y momentos determinados), comenzarse sólo cuando éste tiene
suficiente madurez fisiológica para controlarlos y entender sus significados, y se debe
ser flexible (no castigando, bajo ninguna forma, los descontroles y teniendo en cuenta
que, al menos antes de los cuatro años, es absolutamente normal que los niños no
controlen los esfínteres).
Los problemas celotípicos son inevitables en estos años; el niño que durante
su primer año de vida ha elegido figuras de apego, se da cuenta de que éstas deben ser
compartidas con otros. A la vez, su nivel intelectual (egocéntrico, sin capacidad para
controlar sus deseos adecuadamente) no le permite comprender que las figuras de apego
pueden compartirse con otro, sin por eso perderlas. Esta organización exclusivista de la
afectividad en este período choca, por tanto, con el hecho del grupo. Los conflictos
resultantes más típicos en nuestra cultura son: los de rivalidad fraterna -complejo de
Caín- y rivalidad paterna y materna- complejo de Edipo.
Estos conflictos entre la estructuración exclusivista de la afectividad y el hecho
del grupo están muy acentuados y se resuelven mal en nuestra sociedad por la
concentración de relaciones entre la madre y el hijo y por la aplicación de pautas
educativas inadecuadas. El niño depende en sus primeros años casi exclusivamente de la
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madre, y ésta, a su vez, al no estar integrada al mundo del trabajo y la cultura, se centra
excesivamente en el niño; en esta situación, es frecuente que las relaciones entre ambos
se neuroticen provocando fijaciones o violentos rechazos posteriores. El complejo de
Edipo, que Freud descubrió al analizar este tipo de familia, es el resultado de esta
concentración sexual-afectiva del niño en la madre y de la madre en el niño.
Esta situación, agravada por el hecho frecuente de mantener al niño en la
habitación de los padres, le arrebata la posesión exclusiva de su madre y le margina en
la familia y grupo social en que vive, pasando el recién nacido a ocupar el lugar central.
¿Cómo un niño va a aceptar, sin temer perder el objeto amado, esta nueva situación? Si
hubiera una menor concentración de relaciones entre la madre y el hijo -logrando que
éste se vincule a más personas-, si la madre tuviera un mundo más amplio que el de la
casa y los hijos, si los niños no permanecieran en la habitación de los padres hasta el
nacimiento de un nuevo hermano, si no se les empezara a tratar como mayores cuando
aún son muy pequeños y no se les marginara..., los conflictos de celos serían menos
agudos, más pasajeros y se resolverían positivamente. Se evitarían así las fijaciones a la
madre o sustituto, que tanto problematizan las relaciones sexuales posteriores,
elaborarían bien sus celos dándose poco a poco cuenta de la inconsciencia de ellos y
superando todo miedo a perder el objeto amado, condicionante posterior del miedo a
perder a la pareja sexual y, por tanto, fuente de celos posteriores.
En este período descubre también las diferencias anatómicas entre el niño y la
niña, a la vez que la existencia de los roles sexuales. Todo ello hace que sienta una
curiosidad especial por el significado de estas diferencias y se atormente si no encuentra
una respuesta. En el caso de la niña, el problema puede acentuarse dada su carencia de
órganos genitales externos (pudiendo llegar a tener sentimientos de mutilación) y la
percepción del rol social de la mujer, casi siempre en situación de inferioridad con
relación al hombre.
Su curiosidad tiene componentes intelectuales, emocionales e interpersonales.
Cristaliza en diversos tipos de preguntas:
La primera suele ser de carácter anatómico. Interés por «la cosita de hacer pipí»;
se basa en la observación de las diferencias anatómicas y el interés por tener lo que las
niñas no tienen (en el caso de los niños) o lo que también desean tener (en el caso de las
niñas).
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La segunda pregunta suele estar referida al origen de los niños. Los embarazos
de la madre y los nacimientos de los nuevos hermanos son los principales suscitadores
de estas preguntas.
La tercera pregunta básica se refiere al lugar por donde salen los niños.
La cuarta pregunta básica es: ¿cómo se hacen los niños?
Estas preguntas serán tanto más espontáneas cuanta mayor confianza tengan los
niños con sus padres. Es frecuente que, después de un período en que hacen preguntas
espontáneas, dejen de hacerlas cuando se dan cuenta de que los padres no son sinceros o
les castigan por este tipo de preguntas.
Junto a estas preguntas, es necesario reseñar aquellas referidas al placer sexual
(¿Por qué se besan? ¿Qué hacen?, etc.). Este tipo de preguntas suelen ser olvidadas por
los padres y educadores probablemente porque en el fondo están dispuestos a informar
de la reproducción, pero no «del placer» sexual. Responder a estas preguntas diciendo la
verdad es fundamental para una educación sexual que no se centre en la procreación.
Los niños construyen, además, sus propias teorías sexuales. Con ellas dan
respuesta a la curiosidad por estos temas. Estas teorías tienen un origen en los propios
niños (construcciones espontáneas en el sentido piagetiano) o son una síntesis, no
necesariamente coherente, entre su fantasía y lo que han oído o visto. Son teorías que
suelen compartir los niños de una misma edad y que resisten, durante un tiempo, frente
a informaciones que las contradigan.
Así, por ejemplo, es frecuente que los niños preescolares, a pesar de que sus
padres y maestros les informen sobre la participación del padre en la fecundación, sigan
creyendo que los niños nacen sólo de y por la madre.
Estas teorías infantiles están poco estudiadas. Entre ellas podrían destacarse las
siguientes creencias propias de niños preescolares:
Todas las personas, incluso las de sexo femenino, tienen o van tener cuando
sean mayores un pene.
El niño nace de la madre «como un excremento» por el ano, por la boca, por
el ombligo, etc.
El padre no participa en la fecundación.
Las relaciones sexuales entre los padres, si se sospechan o se observan,
pueden ser interpretadas como «violentas». Esta teoría puede tener el origen en las
formas de relación y el ocultamiento-maliciación de la sexualidad en nuestra sociedad.
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En este período amplio tiene lugar un triple proceso, cuyo resultado es una
adquisición más madura de la identidad sexual y de género:
Mejor conocimiento y, a la vez, menor consistencia de los estereotipos de
género.
Adquisición de la permanencia de la identidad sexual y de género.
Adquisición de la diferenciación entre identidad sexual y de género.
Los tres procesos están interrelacionados.
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Poco a poco van adquiriendo conciencia de lo que los adultos esperan de ellos, a
la vez que también consiguen progresivamente mayor control sobre su propia conducta.
Durante el período preescolar, como estas capacidades son muy limitadas,
ponen de manifiesto, de forma espontánea, numerosas conductas sexuales (se exploran
o acarician libremente delante de los demás, por ejemplo), hacen continuas preguntas,
etc. No tienen, durante este período, malicia, ni se sienten inhibidos. En realidad no
saben aun lo que los adultos esperan de ellos, ni tienen, como indicábamos más arriba,
la capacidad para controlar sus conductas, aunque lo deseen.
Al final del período preescolar, siguiendo un proceso lento y progresivo,
empiezan a adaptarse a la moral sexual adulta y hacen los primeros esfuerzos para
controlar su conducta en el sentido deseado por los adultos. En este período de
transición, en el que empiezan a conocer las normas que los adultos les transmiten, lo
justo y lo injusto, lo bueno y lo malo es lo que los adultos consideran como tal. El juicio
moral, por tanto, es externo a ellos mismos y tiene su fuente en la autoridad del adulto.
Si no cumplen estas normas, tienen miedo al castigo de los adultos.
Entre los cinco y siete años, acaban interiorizando la moral sexual de los adultos,
pasando a creer ellos mismos en estas normas, a la vez que aumentan su capacidad de
control sobre la propia conducta. Estas normas asimiladas son vistas como universales e
incambiables y son el reflejo de la moral sexual que tienen las personas de su entorno
familiar y social. A partir de esta edad, si no cumplen la moral sexual no sólo tienen
miedo al posible castigo, sino que se sienten culpables.
Durante este período, juegan un papel cada vez mayor sus compañeros y amigos,
con los cuales, frente a padres, maestros y adultos en general, pueden mantener cierto
grado de complicidad en el campo sexual. Dentro del grupo de compañeros de la misma
edad se cuentan cosas o realizan actividades que pueden ocultar a los mayores.
Los adultos transmiten su moral sexual a los niños a través de premios y
castigos, los comentarios y gestos que acompañan a su conducta, y los modelos o
ejemplos que les ofrecen.
Por poner algunos ejemplos, si a un niño pequeño que se está tocando sus
genitales, el adulto le da azote en la mano y le dice «deja de hacer cochinadas», está,
además de castigando una conducta, dándole a ésta un significado negativo: se trata de
algo prohibido y sucio; de esta forma, no sólo se le está diciendo que es algo que debe
evitar hacer en presencia de los demás porque puede ser una falta de respeto, sino que es
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algo en sí mismo malo. Cuando los adultos en una playa se tapan con una toalla y
recurren a maniobras complicadas para ponerse el bañador, y están siendo observados
por niños, les están transmitiendo a éstos un mensaje claro: determinadas partes del
cuerpo deben ser ocultadas a los demás. Cuando en una reunión de adultos, a la que el
niño asiste aparentemente distraído, se cuentan «chistes verdes» en los que se evoca
maliciosamente la sexualidad, estando, a la vez, mal visto hablar abiertamente de ella, el
niño aprende un claro mensaje: este es un campo extremadamente significativo para los
adultos, del cual sólo se puede hablar «maliciosamente». Con los comentarios que
hacemos ante determinadas escenas que aparecen en la televisión, o cuando
encontramos a una pareja besándose por la calle, con los gestos y tono de voz que
acompañan nuestras conductas, nuestra forma de estar con los demás, en especial con
nuestra pareja..., estamos transmitiendo una moral sexual.
El lector puede suponer, como es obvio, que no criticamos sólo conductas que en
determinados momentos son una expresión de respeto a los demás, éste puede ser el
caso de cambiarse de ropa sin mostrarse desnudo en determinadas playas, y que nos
divierten mucho los chistes con contenido sexual, pero hemos usado estos ejemplos
porque en muchos casos es nuestra única forma de hablar de la sexualidad y porque
expresan situaciones cotidianas muy comunes en las que frecuentemente transmitimos
mensajes negativos sobre la sexualidad.
En el caso de la sexualidad, como ésta es frecuentemente evitada u ocultada, es
de especial importancia el aprendizaje por observación de los demás, sobre todo en una
sociedad en la que muchos de nuestros niños pasan más tiempo ante el televisor que en
la escuela.
El aprendizaje por imitación, como ha puesto de relieve especialmente Bandura,
psicólogo social americano que ha presentado numerosas pruebas experimentales, juega
un papel muy importante en la adquisición de conductas nuevas y en la modificación de
las que ya se tienen. Al observar la conducta de los demás y las consecuencias de sus
respuestas, el observador puede aprender respuestas nuevas o cambiar las que tiene, sin
necesidad de experimentar por sí mismo las consecuencias. Si este principio es válido
para el aprendizaje de cualquier conducta social, lo es mucho más en el caso de las
conductas sexuales, por varios motivos. Por un lado, estas conductas son altamente
significativas para el sujeto, dado que la identidad sexual es una categoría permanente
de sí mismo y una pulsión no aprendida; por otro, las conductas sexuales están
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Por todo ello, no nos cansamos de repetir que la familia tiene una influencia
decisiva en el posterior desarrollo sexual del niño, y es, precisamente por ello, la
instancia social que tiene mayor significado en la educación sexual, incluso aunque se
hable poco de sexualidad dentro de ella. La educación sexual dentro de la familia se
hace básicamente a través de la observación y vivencia del sistema de relaciones entre
los miembros del sistema familiar. Una información que esté en contra de este sistema
de relaciones observado y vivido en la primera infancia, es muy probable que sea estéril.
¿Qué sentido tiene hablar a los niños de la igualdad entre los sexos, si el padre mantiene
relaciones de explotación, autoritarismo, etc., para con la madre? ¿Cómo van a entender
los niños que la sexualidad nos ofrece posibilidades de dar y recibir placer, ternura,
afecto, comunicación, etc., si observan y viven en su casa un sistema de relaciones
violento, frío, rígido, hostil, etc.?
Los juguetes, vestidos, pendientes, pulseras, anillos, etc., están entre los modelos
intermediarios más importantes. Estos representan el mundo de los adultos y expresan
múltiples mensajes en relación con la sexualidad. No somos, en principio, contrarios a
este tipo de expresión diferencial de la sexualidad del hombre y de la mujer, pero hemos
de estar atentos a aquellos elementos que puedan expresar relaciones de desigualdad,
explotación o dominio de un sexo por el otro. Cuando no es así, nos parece cultural y
personalmente creativo que se exprese nuestra sexualidad de diferente manera.
En nuestra sociedad tienen un peso cada vez mayor los modelos simbólicos
(visuales o literarios). A diferencia de los modelos reales, los visionados por la
televisión, por ejemplo, ofrecen de forma manifiesta numerosas conductas sexuales (los
modelos reales más bien tienden a ocultar su sexualidad) en secuencias de acciones que
tienen principio, desarrollo y fin en un corto período de tiempo. De esta forma, observan
la conducta y sus consecuencias en una frecuencia y unidad temporal que no se da en la
realidad, facilitando el establecimiento de relaciones causa-efecto. Estos modelos son,
por ello, especialmente didácticos. Dichos modelos pueden facilitar informaciones
desconocidas y ayudar a superar determinados miedos; pero pueden producir también
todo lo contrario. Depende de su naturaleza. Desgraciadamente, el uso social de estos
medios no está bien garantizado, y en muchos casos se ofrece una imagen distorsionada
y negativa de la realidad. En relación a la sexualidad, nos preocupa especialmente la
frecuente asociación entre sexualidad y violencia, presente en tantos programas, y la
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Los niños/as que sufren abusos sexuales por parte de los adultos
Algunos niños y niñas dicen pertenecer al sexo contrario del que realmente
tienen, lo mantienen persistentemente y ponen de manifiesto conductas propias del rol
de género del otro sexo. Si se dan estas condiciones, y no se trata de un niño con
trastornos psiquiátricos, hablamos de problema de identidad en la infancia. Este
problema no tiene un pronóstico claro, sólo en muy pocos casos acaba evolucionando
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7. EDUCACIÓN DE LA SEXUALIDAD
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los castigos y la rigidez, ya que hasta los 4 años es normal que los pequeños
no controlen sus esfínteres.
Como conclusión a todo lo expuesto anteriormente, un concepto fundamental en
el ámbito de la educación sexual es el de COEDUCACIÓN: este término tiene el mismo
sentido que el de educación, se refiere a todos los aspectos que forman la personalidad
del niño y del adolescente: sexualidad, afectividad, etc. Es un estilo de formación
humana que abarca toda la riqueza de la duplicidad de los sexos. Es una nueva forma de
valorar las relaciones entre sexos diferentes en el contexto sociocultural actual.
Los objetivos de la coeducación en un proyecto de educación sexual son, entre
otros, éstos:
Conseguir un clima de confianza entre ambos sexos que propicie la
valoración de lo masculino y de lo femenino, así como la aceptación de las
diferencias.
Favorecer el desarrollo de lo femenino y de lo masculino como riquezas
específicas del hombre y de la mujer.
Facilitar a los niños momentos de encuentro, en los que surja el acercamiento
mutuo y el crecimiento en un proceso continuado.
La coeducación pretende descubrir las cualidades positivas de ambos sexos y
también sus diferencias. Su importancia reside en los sentimientos, y actitudes que se
van consiguiendo en los niños/as.
En general los niños tienen una visión deformada de las cuestiones relacionadas
con el sexo y gran cantidad de mala información, o de información que los confunde
más que aclararles.
Los niños, igual que aprenden a hablar, y andar, con la misma naturalidad
podrían asumir y controlar su desarrollo sexual. Para ello hay que propiciarles un
ambiente deseable, permitiéndoles el sano desarrollo de su sexualidad, sin ocultar
información y posibilitando la comunicación. En concreto, los puntos de mayor
relevancia en esta etapa son:
Los niños tienen que conocer su cuerpo, cada parte de su cuerpo. No hay
ninguna parte reprobable ni innombrable. Así que, aprovechando el momento del baño
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Cuando, a los pocos meses de nacer, un niño explora sus manos, y más adelante
sus pies, no nos planteamos qué hacer para que no se explore más. Es fascinante
observar con qué ilusión descubre sus extremidades, y la serie de malabarismos que
hace con manos y pies, girándolos, subiéndolos, realizando todo tipo de movimientos
hasta que, una vez conocidos, deja de explorarlos.
Hacia los 3 años, niños y niñas sienten curiosidad por sus genitales. Los
descubren y los exploran sin intenciones malsanas. Necesitan conocerse a sí mismos.
Una vez conocida esa parte de su cuerpo, pierden interés por seguir la exploración,
dejan de tocarse. Únicamente si los padres sienten ansiedad al ver cómo se toca su hijo
y tratan de evitarlo regañándole o distrayéndole, se prolongará la etapa de la
exploración. No debemos tratar de distraer a los niños/as cuando tocan sus genitales. Si
aprovechamos eses momentos para distraerles, les incitamos a tocarse para que les
hagamos caso.
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Los niños preguntan: ¿Dónde estaba yo antes de nacer?, ¿Por qué esa señora
tiene esa barriga tan grande?, ¿Por dónde saldrá mi hermanito?... El niño siente
curiosidad por saber dónde estaba antes de nacer y le encanta que le contemos que
estuvo dentro de mamá durante varios meses. Nos pregunta quién lo metió ahí y cómo
pudo salir. Para explicárselo contaremos con algún libro sobre educación sexual para
niños/as de esta etapa. Hay muchos muy recomendables que les cuentan todo lo que les
encanta saber y que nos ayudan a explicárselo. Los cuentos con imágenes sobre el
crecimiento del bebé dentro del útero materno les fascinan. También ver fotos de mamá
embarazada.
En los libros podrán observar los genitales masculinos y los femeninos. Verán
cómo crece el bebé en el útero durante los meses de embarazo.
Debemos responder siempre a las preguntas del niño, pero si no pregunta nada
acerca de su desarrollo dentro del útero materno, provocaremos nosotros la
conversación (enseñarle las fotos del embarazo, decirle que le vamos a contar dónde
estaba antes de nacer...). Hacia los 3-4 años es un buen momento para contárselo si no
ha hecho preguntas antes. Lo haremos a través de libros que explican cómo son nuestros
cuerpos y cómo nacen los niños.
Los niños deben recibir educación sexual tanto en casa como en el centro
escolar. Los padres no deben delegar esta educación al colegio ni viceversa, ya que en
ambos lugares se dan situaciones en las que niños y niñas pueden conocer sus cuerpos.
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OBJETIVOS GENERALES
CONTENIDOS
Conceptuales
Nuestro cuerpo.
Nuestro origen.
La relación entre sexos:
Relación entre los miembros de la familia.
Relación entre amigos.
La amistad.
Relaciones afectivas.
Relaciones sexuales.
Juegos y juguetes.
Los trabajos de los padres y otros adultos.
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Procedimentales
Percepción de las diferencias físicas entre los sexos; el cuidado del cuerpo.
Observación de fotografías y murales sobre el cuerpo humano.
Reconocimiento de lo que es posible hacer con el propio cuerpo.
Uso del vocabulario adecuado de las distintas partes del cuerpo.
Percepción de las sensaciones que produce el cuerpo: hambre, sed, ganas de
orinar...
Observación del nacimiento de un pollito, de un embarazo y de los cuidados
de un bebé.
Distinción entre hábitos positivos y negativos.
Reflexión sobre la construcción de distintos juguetes y sobre su uso.
Apreciación de murales en los que se representen roles del hombre y mujer.
Actitudinales
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