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REALIZADO POR:
ENTREGADO A:
BRENDA PORTILLO
CIENCIAS HUMANAS
PSICOLOGÍA
BARRANQUILLA 2017
APORTES DE FREUD A LA SEXUALIDAD
El objetivo principal de, Freud a escribir su teoría sexual, solo, había incursionado en el
estudio del sueño, la neurosis y el chiste. Lo cual conformaban sus principales exploraciones
a nivel psicoanalítico. Dichas investigaciones le hacen evidente el conflicto existente entre
la libido y el yo. Para este entonces los ojos del psicoanálisis se centraban en la neurosis y su
elaboración sobre la “Psicopatología de la vida cotidiana”. Para entender a Freud en la
sexualidad es necesario comprender el concepto de pulsión con el que se refería al placer
inconsciente, un impulso o tensión que tiende a la consecución de un fin y deriva en la
distensión y el placer cuando dicho fin es obtenido. Saliendo a la luz un artículo acerca de
sexualidad infantil el cual fue una conmoción para la cultura y la ciencia de principio de
siglo. Dicho trabajo se convirtió en el pilar de la corriente psicoanalítica.
Después, el desarrollo de la organización sexual, donde se fundan las bases del género,
las identidades de género y la orientación sexual de ese niño o niña. La inclinación sexual,
se deriva de procesos identificatorio que se generan entre el niño y el padre, y la niña y la
madre. De este modo se desarrolla el complejo de Edipo, colocar como objeto de deseo al
progenitor del sexo opuesto, y entender al del mismo sexo como rival.
Finalmente, con “Tres Ensayos” (1905), Freud abordó el campo de la pulsión sexual y la
sexualidad infantil, lo que se consideraba un tabú, a partir del cual se delimita la frontera
entre lo normal y lo patológico. Las investigaciones acerca de las perversiones sexuales,
definidas como aberración-desvío frente al parámetro de la reproducción y su objeto,
inauguraron una erótica humana.
Al mismo tiempo, Rausseo (2006), en el psicoanálisis y sexualidad, los estudios de género
tienen en común su objeto de estudio relacionado a la formación de la sexualidad humana.
El psicoanálisis por su parte, valiéndose de la exploración del inconsciente y de la clínica,
intenta dar cuenta de cómo las experiencias tempranas son determinantes en la estructuración
de la masculinidad y feminidad. Los estudios de género, a partir de métodos de investigación
pertenecientes a las ciencias sociales, como entrevistas, pequeños grupos, entre otros, se
interesan en los aspectos socio-históricos que influyen en la construcción de la identidad
sexual. Ahora bien, para el psicoanálisis, no se puede pensar en la constitución de la
sexualidad sin antes tener un conocimiento claro de las relaciones que establece el sujeto con
el otro a lo largo de su historia de vida.
De igual manera, en la sexualidad infantil. Freud (1905), planteó que los gérmenes de
mociones sexuales que trae consigo el neonato presentan cambios a lo largo desarrollo; desde
la fase pregenital, cuando la vida infantil es esencialmente autoerótica, y las pulsiones
parciales (ver, exhibir, crueldad) aspiran conseguir placer cada una por su cuenta; hasta la
fase genital, cuando la consecución del placer está al servicio de la “función de
reproducción”, y las pulsiones parciales se subordinan a una única zona erógena, formando
así una organización sólida para el logro de la meta sexual en un objeto ajeno. La meta sexual
infantil y adulta consiste entonces en sustituir la sensación proyectada sobre la zona erógena,
por aquel estímulo externo que la cancele al provocar la sensación de satisfacción. Si bien
existen zonas erógenas predestinadas (boca, ano, genitales), cualquier otro sector de la piel o
de mucosa puede prestar los servicios de zona erógena. Vale acotar que para la producción
de una sensación placentera, la cualidad y naturaleza del estímulo es más importante que la
parte del cuerpo afectada. Existen tres momentos del desarrollo de la sexualidad que dan
lugar a la activación de estas zonas erógenas, el primero, corresponde al período de lactancia;
el segundo al florecimiento de la práctica sexual hacia el cuarto año de vida, y el tercero,
responde al onanismo (masturbación) de la pubertad (Freud, 1905).
De la misma forma, en las etapas del desarrollo psicosexual, cada etapa, oral, anal, fálica,
de latencia y genital está caracterizada por una zona erógena que es la fuente de
la pulsión libidinal durante esa etapa. Freud creía que si durante cualquiera de estas fases el
niño experimentaba frustración sexual en relación a cualquier estado de desarrollo
psicosexual, él/ella podía experimentar ansiedad que podría persistir en la edad adulta como
una neurosis, un trastorno mental funcional.
Temiendo en cuenta lo anterior, “Tres Ensayos” (1905), el autor nos plantea que, el hecho
de la existencia de necesidades sexuales en el hombre y el animal es expresado en la biología
mediante el supuesto de una “pulsión sexual”. La ciencia usa para ello “libido”, en la época
de la pubertad y en conexión con el proceso de maduración que sobreviene en ella, se
exteriorizaría en las manifestaciones de atracción irrefrenable que un sexo ejerce sobre el
otro, y su meta sería la unión sexual o, al menos, las acciones que apuntan en esa dirección.
Introduzcamos dos términos: llamamos objeto sexual a la persona de la que parte la atracción
sexual, y meta sexual a la acción hacia la cual esfuerza la pulsión. El objeto sexual y la meta
sexual, desviaciones cuya relación con la norma supuesta exige una indagación a fondo.
Con respecto a, los objetos sexuales de los invertidos, es el contrario al normal. El hombre
invertido sucumbiría, como la mujer, al encanto que dimana de las propiedades del cuerpo y
del alma viril; se sentiría a sí mismo como mujer y buscaría al hombre. Más unívoca es la
situación en el caso de la mujer: las invertidas activas presentan con particular frecuencia
caracteres somáticos y anímicos viriles y requieren feminidad en su objeto sexual. No
obstante, un conocimiento más circunstanciado podría revelarnos también aquí la existencia
de una mayor variedad.
Habría que decir también, la meta sexual de los invertidos. En los hombres, la
masturbación es con igual frecuencia la meta exclusiva, y las restricciones de la meta sexual
hasta llegar al mero desahogo afectivo son aquí todavía más comunes que en el amor
heterosexual. También entre las mujeres invertidas son múltiples las metas sexuales; entre
estas, el contacto con la mucosa bucal parece privilegiada. A su vez, las personas cuyos
objetos sexuales no pertenecen al sexo normalmente apto para ello, vale decir, los invertidos,
se presentan al observador como una colectividad de individuos quizá valiosos en todos los
demás aspectos los casos en que se escogen como objetos sexuales personas genésicamente
inmaduras (niños) parecen de entrada aberraciones individuales.
Además, las desviaciones con respecto a la meta sexual, es un tema tratado en los ensayos,
en los que expresa que, la unión de los genitales es considerada la meta sexual normal en el
acto que se designa como coito y que lleva al alivio de la tensión sexual y a la extinción
temporaria de la pulsión sexual. Las aberraciones que han sido caracterizadas como
perversiones. Como el palparlo y mirarlo, se reconocen como metas sexuales preliminares.
Por una parte, estas prácticas conllevan un placer en sí mismas; por la otra, aumentan la
excitación que debe mantenerse hasta que se alcanza la meta sexual definitiva.
Otro subtema tratado en el ensayo de Freud, es el uso sexual de la mucosa de los labios y
de la boca. En el que enuncia el uso de la boca como órgano sexual es considerado perversión
cuando los labios (lengua) de una persona entran en contacto con los genitales de la otra, mas
no cuando ambas ponen en contacto sus mucosas labiales. En esta última excepción reside el
anudamiento con lo normal. Quien, considerándolas perversiones, abomina de las otras
prácticas, usuales sin duda desde los tiempos originarios de la humanidad, cede en ello a un
nítido sentimiento de asco que lo resguarda de aceptar una meta sexual de esa clase. El que
besa con unción los labios de una bella muchacha quizás usaría con asco su cepillito de
dientes, aunque no tenga fundamento alguno para suponer que su propia cavidad bucal, que
no le provoca asco, esté más limpia que la de la muchacha. Así mismo, el factor del asco
estorba el camino a la sobrestimación libidinosa del objeto sexual, pero a su vez puede ser
vencido por la libido.
También, se puede encontrar en este escrito el subtema del uso sexual del orificio anal.
En lo que respecta al empleo del ano, se reconoce con mayor claridad todavía que en el caso
anterior que es el asco lo que pone a esta meta sexual el sello de la perversión. El hecho de
que esta parte del cuerpo sirva a la excreción y entre en contacto con lo asqueroso en sí los
excrementos no es, como fundamento del asco, mucho más concluyente que el aducido por
las muchachas histéricas para explicar su asco hacia los genitales masculinos: que sirven a la
micción.
Además, los casos en que se exige al objeto sexual una condición fetichista para que pueda
alcanzarse la meta sexual (determinado color de cabellos, ciertas ropas, aun defectos físicos)
constituyen la transición hacia los casos de fetichismo en que se renuncia a una meta sexual
normal o perversa.
Para concluir, el Psicoanálisis, se convirtió en una Institución que ha orientado la práctica
y teorización de muchos profesionales, distorsionándose en algunos casos los postulados
originales propuestos por el mismo Freud. Desde los años 50 se asumió como una especie de
práctica médica con la que se intentó promover la idea de la sexualidad llamada “normal”; la
estigmatización del homosexual como “perverso”, el uso del término de” inversión”, la
referencia a un desarrollo “normal” o “anormal” de la sexualidad, el olvido de la bisexualidad
original a causa de teorizaciones heterocentradas, constituyen sólo ejemplos de cómo se
utilizó el Psicoanálisis para “normalizar” el funcionamiento sexual de hombres y mujeres;
dejando de lado la intención inicial de Freud de separar la pulsión sexual de cualquier
determinismo natural o biológico.