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SilllbolislllO

y "nabis"" 1

El simbolismo sar esta idea en formas, y sintética para proporcionar a


estas formas una significación general. Asimismo, esta
Al igual que todas las tendencias de la poesía y del creación artística debería ser subjetiva, decorativa y emo­
arte que se imponen con fuerza en un momento deter­ tiva; debería provocar un "estremecimiento del alma".
minado, el simbolismo tuvo sus predecesores. Sin ne­ Aparte de estos preceptos, el movimiento simbolista
cesidad de remontamos a los antiguos y a la Melanco­ llevaba ya cierto tiempo incubándose. En el mundo de las
lía de Alberto Durero, ¿no podremos admitir acaso que letras y las artes nunca había sido tan grande el deseo de
William Blake (1757-1827), pintor y poeta a un mismo recurrir a figuras e imágenes empleadas como signos de
tiempo, fue su verdadero precursor? Lo es por sus alu­ una cosa o de una persona, y ello, con carácter propio y
siones alegóricas, por su Torbellino de los amantes, por distintivo. De este modo se pretendía suscitar o resucitar
su arte de visionario y de místico, en el que aparecen la idea de un objeto o de un personaje.
mezclados paganismo y cristianismo. Lo es incluso por Es el caso de la música de Wagner y el elemento mís­
sus profetas y su Dios barbudo, que más bien parece tico introducido en Lohengrin que, ya en 1860, entusias­
destinado al Walhalla de Wagner. Otro antecesor del maba a Charles Baudelaire. El año siguiente, después del
simbolismo fue el alemán Phillip Otto Runge (1777­ resonante y escandaloso fracaso de la representación de
1810), cuyas pinturas cíclicas sobre la Mañana (Museo Tanhauser en París, el poeta de las Flores del Mal recor­
de Hamburgo) están sembradas de mujeres-auroras y daba en Correspondencias:
de niños con guirnaldas. En Francia, lo es el grabador
Rodolphe Bresdin (1825-1885), ese genio extravagante La Nature est un temple ou de vivants piliers

(vivía en un desván transformado en jardín, con cursos de Laissent parfot"s sortir de confuses paroles;

agua corriente) que descubre, en la Comedia de la muerte, L'homme y passe a travers des forets de "symboles... ".

el obsesionante y macabro símbolo de la vida perecedera.


El 18 de septiembre de 1886 aparece el manifiesto (La Naturaleza es un templo en el que columnas vivas/
del simbolismo, publicado en "Le Figaro" por el poeta Dejan escapar a veces confusas palabras;/ El hombre la
Jean Moréas, que se erige en contra de "la enseñanza, la recorre atravesando bosques de "símbolos...".)
declamación, la falsa sensibilidad". Para el coautor del En las artes plásticas, el simbolismo aparece con la
Té en casa de Miranda, "la poesía simbolista intenta re­ pintura de Gustave Moreau, el diletante solitario, enemi­
vestir a la Idea de una forma sensible que, sin embargo, go de las exposiciones. En la rue La Rochefoucauld po­
no constituye un fm en sí misma, sino que continúa s~­ seía un taller que permanecía secretamente cerrado inclu­
jeta a la Idea". A su vez, Georges Albert Aurier recapi­ so para sus admiradores y que sólo se abría a los alum­
tulará los preceptos del simbolismo pictórico en el "Mer­ nos, los futuros fauves, que él mismo formaba en la
cure de France" del 9 de febrero de 1891. Según él, la Escuela de Bellas Artes, en la que entró por verdadera
obra de arte debería ser a un mismo tiempo ideísta, es casualidad. Moreau había pintado, en 1864 y 1865, Edi­
decir, representativa de una idea; simbolista para expre- po y la Esfinge y El joven y la muerte, la gran composición
relacionada con la desaparición prematura de Théodore
Chassériau. En su arte, este maníaco genial se muestra
obsesionado por la cruel figura de Salomé, hasta el punto
Esta Aparición (Museo Gustave Moreau, París) es la reproducción
al óleo de una acuarela presentada en el Salón de 1876 por
de impregnar su obra con un demonismo secretamente
Gustave Moreau. La historia de Salomé, símbolo de la mujer erótico. Su obsesión por la belleza femenina convirtió a
atractiva, decadente y perversa, apasionó a este pintor, esta última representación -la de Salomé- en el persona­
máximo exponente del simbolismo francés. Aquí la pintó en un
marco de recargada suntuosidad, aterrada ante la acusadora
visión aunque irresistiblemente seductora. 1 Por Pierre Courthion.

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A la izquierda, Hada con grifos (Museo Gustave Moreau, París),
acuarela de Moreau, cuyo exuberante colorido, que pone de relieve
el frágil cuerpo anacarado del hada, parece anticiparse
a las composiciones abstractas. Si bien es una variante
del famoso lienzo del mismo autor, hay que notar que fue
precisamente en la acuarela donde este pintor alcanzó
la espontaneidad máxima. A la derecha, Salomé danzando ante
Herodes (Museo de Arte Moderno, Nueva York), también
de Moreau, cuya descripción de la "mujer fatal", de su refinamiento
y fantasmagoría, se inspira aquí en el arte persa y bizantino.

jó filigranas de insidiosos tatuajes. La obra de Moreau


está repleta de esfinges, grifos, hidras, unicornios y flo­
res místicas, de Dalilas y liras muertas. Este arte, sobre­
cargado de columnas de ópalo y de paredes de crisoberilo,
era exactamente lo contrario del realismo de Courbet y
del antiintelectualismo. Al igual que Gustave Moreau,
casi todos los artistas simbolistas fueron grandes lecto­
res. Su cultura estuvo alimentada por la Salammbo de
Flaubert, la Salomé de Oscar Wilde, el Al revés de Huys­
mans y las crónicas de Jean Lorrain. Eso, sin hablar de
Poe, de Baudelaire y de músicos como Chausson y Du­
parco El arte de Gustave Moreau tiene ciertas afinidades
con el de los prerrafaelistas ingleses y, sobre todo, un
paralelismo con el Bume-Jones de los Sleeping Km'ghts
(Walker Art Gallery de Liverpool); por el contrario, no
tiene relación alguna con el simbolismo con que Eantin­
Latour envuelve sus litografías en honor de Ricardo
Wagner.
Tercera influencia preponderante: la de Odilon Re­
don (Burdeos, 1840-París, 1916), que impregnó a los
ambientes del primer simbolismo. Causó estupefacción
su álbum En el Sueño (1879), una de cuyas estampas
muestra un astro extraño que adquiere la forma surrealis­
ta de un ojo desorbitado. Reflexivo y soñador a un mismo
tiempo, un tanto prisionero de su ascendencia acomo­
dada, Redon redujo a una misteriosa simplicidad las re­
cargadas visiones de Gustave Moreau; la obsesión por las
imágenes de éste se refleja en sus cabezas degolladas.
Inspirado por el wagnerianismo de Parsijal (1892) yel
je central y centrífugo de su obra. Sus diversas escenas fantástico Edgar Poe, pintó mágicos ramilletes de ador­
que muestran la hegemonía sádica de la mujer producen, mideras y margaritas, perfiles recortados en una aura lu­
según Huysmans, "la impresión de un repetido onanismo minosa, pegasos blancos elevándose hacia las nubes,
espiritual en una carne casta, la impresión de una vir­ conchas que parecen aprisionar todavía a Venus. Su
gen..., de una alma extenuada por ideas solitarias, por preocupación por el ojo y por la araña sonriente, la evo­
pensamientos ocultos, de una mujer segura de sí misma, cación de la mujer llorosa tras el velo, su fluctuación en­
y murmurándose f6rmulas sacramentales de plegarias os­ tre el delirio y el esplendor, entre el Tao y el Evangelio,
curas, de insidiosas llamadas a sacrilegios y estupros, a entre Cristo y Buda, sus ilustraciones del Flaubert de la
torturas y crímenes". Tentación de San Antonio, sus ángeles caídos, y sus
Más cercano a nosotros, Somerset Maugham ha quimeras son otras tantas ventanas abiertas al misterio
descrito la atm6sfera de la obra de Moreau como una es­ ("¿De dónde procedemos? ¿Qué somos? ¿Hacia dónde
pecie de "estancia perfumada con mirra, de la que rebosa vamos?", se preguntaba Gauguin en su célebre cuadro
un extraño sentido del pecado". de 1897, en el que reemplazó el simbolismo por la sínte­
La célebre acuarela expuesta en el Salón de 1876, sis). En Redon, todo eso se mezcla con dibujos precisos
La Aparición, ejerció una fortísima influencia en el arte de árboles y follajes, reminiscencias de la realidad del
simbolista, sobre todo por la evocación de la hija de He­ mundo de la naturaleza. Amigo de Bresdin, compañero
rodes, cuya imagen Moreau multiplicó tantas veces en de Huysmans y de Mallarmé, admirador de Goya y de
una desnudez adornada con joyas, y en cuyo cuerpo dibu- Delacroix, Odilon Redon dejó un diario: A sí mismo.

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Abajo, litografía de Odilon Redon (1840-1916), una de las seis A la derecha, Los ojos cerrados (Musée d'Orsay, Paris), tela
que forman la serie dedicada A Edgar Allan Poe. Lleva el subtítulo: de Odilon Redon. En esta obra de 1890 Redon se inicia
El ojo como un globo extraño se dirige hacia el infinito en el color, ya que hasta entonces sus dibujos al carbón
(Biblioteca Nacional, París). Realizada en 1882 no fue concebida se limitaban al juego de blanco y negro. Los ojos cerrados
como una ilustración de los textos del poeta norteamericano, aluden al pensamiento secreto o a la presencia interior
sino más bien como un tributo a la pasión de éste por del sueño, tema simbolista por excelencia, que será adoptado
lo extraordinario y lo sobrenatural. El tema del ojo obsesionó por el surrealismo cuarenta años después. Se ha visto en esta
a Redon y lo trató con diferentes matrices, ya fuera como símbolo cabeza clásica una influencia del "Esclavo", de Miguel Angel,
de conciencia universal, cuando estaba abierto, ya como pieza que Redon no se cansaba de admirar en el Louvre.
símbolo de la vida interior y la soledad cuando estaba cerrado.

no tiene relación alguna con el movimiento simbolista, ,


salvo su oposición al naturalismo y sus reuniones en el
café Voltaire con los escritores de aquella tendencia. Su
pintura, ha dicho Jean Dolent, es de una realidad que
posee "la magia del sueño". Carriere, como él mismo de­
cía, era un "evolucionista", un "visionario de la realidad".
La frase de Degas ante la obra de este artista brumoso
("¡ Qué feo es fumar en la habitación de un enfermo 1") tal
vez haya rebajado excesivamente sus méritos. Algunas
de sus maternidades, sus retratos -el Verlaine y el auto­
rretrato que se hizo antes de morir- son obras conmove­
doras. Pero muchos de sus rostros, al igual que algunos
bustos de Rodin, tienen el redondeado del academicismo.
Puvis de Chavannes (Lyon, 1824-París, 1898) tenía
ya más motivos para ser calificado de simbolista. Nacido
en el seno de una familia burguesa, se formó en el taller
de Thomas Couture (entra en él un año antes de Manet).
Influido por las pinturas que Chassériau hizo en la Cour
des Comptes, se lanza hacia un género abandonado por
los impresionistas: la decoración mural, que alterna con
cuadros de caballete como La Esperanza, El Hijo pródigo
(1879) y El Pobre Pescador (1881). Esta última tela tuvo
gran importancia en la evolución de la pintura simbolista.
Su simplicidad alegórica, su atmósfera de recogimiento,
la desnudez de las formas, la economía del color dado con
sordina, concordaban bastante con el manifiesto de Aurier
y con la búsqueda de lo que Gauguin llamaba la "saintai­
se" *, lo que nos explica que precisamente Gauguin, así
como Seurat y Maillol, llegaran a copiar esta tela. Pero
muy pronto Puvis de Chavannes queda totalmente absor­
bido por los encargos. Después de Marsella, es Lyon,
París (el Panteón, la Sorbona y el Ayuntamiento). Inspi­
rado por la princesa Cantacuzene, que fue su musa como
entonces se decía, Puvis se convirtió en el autor de esa
obra gris, triste, desigual, aunque respetuosa de la idea y
Desde hace muchos años, la pintura de Eugene Carrie­ el espíritu que desplegó en las grandes telas que prepara­
re (Gournay, Seine-et-Marne, 1849-París, 1906) es in­ ba en el estudio y que luego hacía pegar en los muros pre­
fravalorada. Sin embargo, y a pesar de las reservas que parados al efecto. Aunque esta pintura nos diga poco hoy
puedan ponerse a su arte, este hombre fue uno de los ar­ día, es el origen de Gauguin y Seurat, quienes verán en
tistas moralmente más puros de fmales del siglo XIX. ella la "sensación directa enmendada", el "dibujo simpli­
Después de su fracaso en el concurso de Roma, tuvo una ficador" y la "tendencia monumental" (André Mellerio).
vida difícil. Pobre, excluido del mundo oficial, fundó, Casi siempre se olvida de incluir entre los pintores
junto con Puvis de Chavannes y Auguste Rodin, la "So­ simbolistas al que puede ser considerado como un propa­
ciété Nationale des Beaux-Arts", abierta a los nuevos ta­ gador de la alegoría: el suizo Amold Boecklin (Basilea,
lentos. Lo que impresionaba a los contemporáneos del
* Juego de palabras intraducible al castellano. En francés se pronuncian
artista, muerto de un cáncer de garganta, era su huma­ casi idénticamente saintaise (palabra inventada por Gauguin que puede tra­
nidad, la generosidad de su comprensión social. Carriere ducirse como "santificación") y synthese (síntesis).

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A la izquierda, La adormidera roja (Musée d'Orsay, París), Abaío, El pobre pescador (Musée d'Orsay, París), una de las obras

uno de los numerosos estudios de flores que Odilon Redon clave del simbolísmo francés, pintada por Puvis de Chavannes

pintó en los últimos años de su vida, fascinado por (1824-1898). Un crítico de la época dUo que el pescador

el Jardín Botánico de París, que visitaba con frecuencia. no era ni carne ni pescado, ni tan siquiera un buen arenque,

No se trata de una reproducción detallista de unas flores, en aquella nebulosa, simulacro de pintura que insinuaba una barca

sino que éstas son expresión de un estado emotivo. Se ha dicho en un río inexistente. Y otro la calificó de "pintura de Viernes

que nadie, ni incluso Degas, consiguió el color azafrán Santo". Sin embargo, fue copiada por los simbolistas,

de sus heliotropos ni el rojo azul de sus anémonas, ni su gama que vieron en ella una representación de la miseria humana,

delicada de tonos ambarinos, perlados, coralíferos. de la desolación, traducida en una serena atmósfera indiferente.

1827-San Domenico, cerca de Fiesole, 1901). De familia simbolismo de escenógrafo teatral se hace patente en Vi­
acomodada, tuvo una vida dura en Roma después de la to somnium breve (1888), alegoría de las etapas de la
ruina de su padre. Marchó entonces a Munich y la Pina­ vida, y en la fantástica Peste (1898) del Museo de Basilea.
cot'eca de esta ciudad le compró su Pan entre las cañas. En Alemania, Hans van Marées (1837-1887), valero­
Después de haber sido profesor en Weimar, regresó a samente defendido por W61fflin, el historiador del arte,
Italia y se instaló en Florencia y, más tarde, en los alre­ es autor de un arte mixto, emparentado con el de Puvis
dedores de esta ciudad. Boeck1in intentó dar un plantea­ de Chavannes, pero que presenta al mismo tiempo,
miento y un color rejuvenecidos a los mitos de la anti­ en medio de reminiscencias de Tiziano y del arte tra­
güedad grecorromana. Nacido un año más tarde que Gus­ dicional, un sabor de materia que le confiere todo su valor.
tave Moreau, y por tanto contemporáneo de éste y de los Marées posee una paleta cálida, un empaste jugoso.
prerrafaelistas ingleses, pintó a sus héroes y sus semidio­ Algunas de sus obras, como los frescos decorativos rea­
ses con un estilo mucho más realista que aquéllos. Su lizados en 1873 para el Museo Oceanográfico de Nápo­

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Jóvenes a la orilla del mar (Musée d'Orsay, París), composición A la derecha, dos obras de Arnold Boecklin, figura clave
clásica de Puvis de Chavannes. La figura de pie y de espaldas del simbolismo centroeuropeo. La sirena (Kunstmuseum, Berna),
sirve de eje, ligeramente descentrado. Puvis consiguió infundir llamada también El mar en calma, data de 1887 y representa
nueva vida a la tradición académica restituyéndole la seriedad una sirena y un tritón. La sirena reposa sugestiva y sensual
y nobleza primitivas y situándola más allá del tiempo. Su interés en una roca, mirando provocadoramente al espectador mientras
obsesivo por la composición, cuyos maestros creyó ver en Rafael el tritón, impotente, se hunde en el mar. Abajo, Náyades
y Poussin, sorprende siempre por la insólita colocación (Kunstmuseum, Basilea), composición mitológica en la que
de la figura central y la fría serenidad del ambiente. el colorido algo forzado subraya una composición abigarrada
y barroca que sorprende, sin embargo, por su dinamismo.

El Pensador. Obsesionado por la Divina Comedia, Rodin


no pudo ver el vaciado en bronce (realizado casi diez años
después de su muerte) de esta Puerta que venía a resumir
desordenadamente los principales temas de su arte.
El simbolismo, cuyos dos artífices de auténtica enver­
gadura continúan siendo Gustave Moreau y Odilon Re­
don, tendrá pronto una prolongación en el parisiense Al­
phonse Osberg (1857-1939), quien, siguiendo el ejemplo
de Puvis de Chavannes, "artista del alma" como se decía
entonces, llena sus pinturas con princesas nocturnas y
"liras mágicas". C. Sellier, de Nancy, pinta con mejor
fortuna, ángeles etéreos, de una lactescencia de azucena.
Luego llegan los belgas, que tienen en Henri Leys a una
especie de prerrafaelista. Entre ellos destacan las figuras
de Emile Fabry (1865-1966), que se proclama pintor
ideísta e hinduista, y de Fernand Khnopff (1858-1921),
el soñador de metáforas visuales de un preciosismo a la
inglesa. Algunas obras logran imponerse, como La Muer­
te en el baile de máscaras (1880), del acuarelista Félicien
Rops, y el Cristo de los ultrajes, de Henri de Groux.
Mientras tanto, el abogado belga Octave Maus, ayudado
por el jurista Edmond Picard, funda en Bruselas, en el
año 1881, la "Revue d'art moderne" y la Asociación de
los XX que, a partir de 1884, organiza cada año exposi­
ciones a las que invitan una gran participación interna­
cional, generosamente abierta a la aportación de los sim­
bolistas.
Entre los belgas, Jean Delville y Emile Fabry forman
parte del Salón de los Rosacruces, animado de 1892 a
1897 por Joséphin Péladan, un diletante esteticista y mís­
tico a la vez. Como reacción a su época, a la que conside­
raba en plena decadencia, Péladan soñaba ya en 1888
-fecha de su regreso de Bayreuth, donde se enamoró lo­
camente del wagnerianismo en una especie de falansterio
de artistas llamados a colaborar en lo que él llamaba (ya
les, no dejaron de ejercer cierta influencia en el joven Paul que se confesaba católico) "una tercera orden de intelec­
KIee. tuales militantes y de agitadores estetas". Péladan, el
También Auguste Rodin (París, 1840-Meudon, 1917) "Sar", como le llamaban, se había encastillado en un ex­
está relacionado en muchos aspectos con el simbolismo. traño esoterismo enraizado en Leonardo de Vinci y opues­
~ Acaso no murió antes de poder terminar aquella Puerta to al realismo de Gustave Courbet. "El Salón de los Ro­
del infierno, en la que pretendía reunir un conjunto que sacruces -escribía en "Le Figaro" del 2 de septiembre de
recordara las ideas de Blake? La obra fue encargada a 1891- será un templo dedicado al Arte-Dios, con las obras
Rodin el 16 de abril de 1880 por el Ministerio de Bellas maestras como dogma y los genios como santos." Y Pé­
Artes, por la suma de ocho mil francos, y nació de un pro­ ladan enumera a los que en su opinión son los grandes
yecto de una puerta monumental destinada a un museo artistas del momento: Puvis de Chavannes, Odilon Re­
de artes decorativas. Está llena de lirios rotos, de caídas don, Louis Anquetin y el músico Eric Satie. En estos sa­
de Icaro, de alegorías (Las Tres sombras) y coronada por lones participaban también el holandés Jan Toorop, con

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sus árboles antropomorfos, los franceses Osbert, Armand baile de máscaras, lecciones de amor en un parque y
Point y Charles Filliger, que pintaba guaches con un esti­ noches de Walpurgis provenzales.
lo místico; los suizos Carlos Schwabe, minucioso dibu­ Ya más tardíamente, puede decirse que el simbolismo
jante de lirios y de Mélisandes, y Ferdinand Hodler, que se prolonga hasta el "modem style" francés y decoradores
expuso las Almas frustradas, pero que más tarde abando­ como el vidriero Gallé, el ebanista Majorelle y el arqui­
nó el simbolismo por el paralelismo. Entre los que expu­ tecto Guimard, autor de las entradas del metro parisiense.
sieron con los Rosacruces figuraba asimismo el bemés También lo encontramos en el Jugendstil alemán, que re­
Albert Trachsel, un arquitecto paradójico que se compla­ veló al público europeo la obra de Gustav Klimt (1862­
cía en construir en sueños templos y palacios que diseña­ 1918), con sus retratos de mujeres con túnicas sobre un
ba a modo de precursor de Freud. El álbum de sus lámi­ fondo de mosaicos. En Inglaterra está Beardsley (1872­
nas fue publicado en el "Mercure de France", en 1897, 1898), ilustrador de la Salomé de Oscar Wilde y autor de
con el título de Fetes réelles. los grabados titulados Wagnesitas. En los Estados Uni­
También podemos considerar obras simbolistas El dos no podemos ignorar a Whistler (1834-1903) cuyo
Grito (1883), la Danza de la vida y algunos grabados de simbolismo alcanza hasta a su propia firma, convertida
Edvar Munch (Engelhaug, 1863-Ekely, 1944). El pintor en mariposa, ni a A. P. Ryder (1847-1917) y su Caballo
noruego, que, en 1887, expuso en el Salón de los Inde­ y la muerte del Museo de Cleveland. Finalmente, Suecia
pendientes de París su Friso de la vida humana, una tuvo a Emst }osephson y Rusia a Mikhail Vroubel.
obra dominada por las representaciones del Amor y de la En resumen, aparte de Gustave Moreau, Odilon Re­
Muerte, se orientará inmediatamente hacia el expresio­ don, Puvis de Chavannes, Boecklin y Rodin (Hans von
msmo. Marées, Hodler y Munch sólo fueron simbolistas momen­
Acaso podamos ver también cierto simbolismo en el táneamente), el movimiento denominado "simbolismo" se
barroquismo a veces legendario de Adolphe Monticelli compone de un determinado número de prosélitos que no
(Marsella, 1824-1886), con sus bruscos saltos de empaste llegaron a producir obras importantes. Todos ellos esta­
a los azules de turmalina, que evocan, con disfraces de ban influidos por los poetas y escritores contemporáneos:

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A la izquierda, una de las obras más famosas de Arnold Boecklin Abajo, Las caricias o La esfinge (Museo Real de Bellas Artes,
titulada por un marchante La isla de los muertos (Kunstmuseum, Bruselas), obra de Fernand Khnopff (1858-1921), uno de los
Basilea) y que su autor denominó "Pintura para soñar". Es una simbolistas belgas más representativos. Miembro fundador
obra plenamente simbolista que data de 1880, y de la cual en 1883 del "Grupo de los XX", creó dos tipos femeninos que
existen varias versiones posteriores. No describe la naturaleza se contrapnen: la esfinge y el ángel. En este óleo de 1896
tal como los ojos la ven, sino que elabora a partir de ella personificó la esfinge con cuerpo de felino, junto a la cual el varón
las impresiones recibidas por el artista creando un mundo nuevo, aparece disminuido. Más abajo, Tristán e Isolda (Museo
subjetivo e imaginario, que es, en suma, un rechazo de la realidad. Real de Bellas Artes, Bruselas), de Jean Delville (1847-1953),
simbolista belga que en este dibujo declara su admiración
por Wagner, uno de los grandes inspiradores del simbolismo.

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Esplin e ideal (Colección Gérard-Lévy. París), de Carlos Schwabe Fragmento de Matrimonio del poeta y la musa (Colección Michel
(1866-1926),pintorde Ginebra que realizó elprimer cartel Périnet París), acuarela que lleva la fecha de 1901-1902
delprimerSalón de los Rosacruces. Esta obra, concebida y la firma de Carlos Schwabe. Trabajada con el detallismo
para ilustrar una edición de las "Flores delM al"de Baudelaire, de una miniatura, es una de las grandes composiciones de este
revela en élaquel dibujante extraordinario que mereció pintor sobre temas de la vida espiritual. Podría decirse que
sercomparado en su época con Durero y Botticellí. su estilo tiene concomitancias con los prerrafaelístas, aunque
en el detalle se muestra más naturalista. Su arte delícado,
perfecto, combina sutilmente academicismo y excentricidad.

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Abajo, dos obras de Ferdinand Hodler (1853-1918) que se hallan
en el Kunstmuseum de Berna. El día (1899) y, al pie de la página,
La noche (1890) son composiciones murales que responden
al monumentalismo simbolista. Obsérvese el equilibrio de masas,
la fuerza rítmica y la decisión de la línea. Hodler, una de las
grandes figuras de la pintura helvética, puede situarse más
próximo a Puvis de Chavannes que al simbolismo germánico.
En su obra intentó traducir el drama de la existencia y el ritmo
del universo, en una visión plástica grandiosa, mística y atormentada.

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Verlaine, Huysmans, Mallanné, Jules Laforgue, Mae­ gerido un poeta judaizante, Casalis, viejo amigo de Mal­
terlinck. El hecho de depender de autores literarios les larmé. Cada sábado, los Nabis se reúnen en el sexto piso
relegó a menudo al papel de simples viñetist$ls. En la del número 25 del Boulevard Montpamasse, que es el
prensa, el movimiento tuvo como principales defensores, estudio de Paul Ranson, hijo de un diputado. Es el Tem­
junto con Huysmans, a Joséphin Péladan, Albert Aurier, plo, y France Ranson, la esposa del anfitrión, es la Luz de
Jules Destrée, André Mellerio, Jean Lorrain, Gustave este Templo. Cada uno de ellos tiene su apodo nabínico.
Geffroy, Charles Morice y Claude Roger Marx. Sérusier es el Nabi a la barbe rutilante, Maurice Denis,
el Nabi aux belles iCOnes, Pierre Bonnard es el Nabi ja­
ponard, Georges Lacombe el Nabi sculpteur, Vuillard el
Los "Nabis" Zouave y Verkade, que tiene una estatura gigantesca, el
Nabi obéliscal. El Templo se abre a visitantes escogidos
En contraste con el simbolismo, que reunía a escri­ que se llaman Paul Gauguin y Alfred Jarry. También tie­
tores y poetas y a artistas plásticos, el grupo de los Nabis ne sus músicos: Claude Terrasse y Emest Chausson.
nació de la asociación de algunos escultores y pintores. Influidos por el arte de Extremo Oriente, los Nabis
Tuvo su origen en la Académie Julian y en Pont-Aven, vuelven a los paneles decorativos, pero de forma muy
Bretaña, donde Gauguin, orientado a la sazón junto con distinta a como lo hizo Puvis de Chavannes. Hablan de
Emile Bemard hacia el sintetismo, inicia a Paul Sérusier, "arabescos", intentan pintar lo que Sérusier denomina
un joven de 25 años alumno de la "Académie", y le incita "la imagen mental", se interesan por la música, por la
a la audacia pictórica. A principios del mes de octubre de teosofía, por las teorías de Edouard Schuré, que publica
1888, el futuro autor del Cristo amarillo, paseándose su libro Los Grandes Iniciados (1889). Casi todos ellos
por el Bois d'Amour con Sérusier, da a éste una lección antiguos estudiantes del Lycée Condorcet, en sus cartas
haciéndole pintar, bajo su dictado, en una plancha de terminan usualmente con la fórmula ETPMV et MP (En
madera, una evocación libre de un paisaje en el que ta paume, mon verbe et ma paume) (En la palma de tu
pueden reconocerse algunos árboles reflejados en el agua; mano, mi verbo y mi palma).
pero ello tratado en superficies bien recortadas, de colo­ Cada mes, los Nabis celebran una cena en el "Os a
res vivos y contrastados. "¿ De qué color ve este árbol ?", Moelle" de la Impasse Brady. Bonnard y Vuillard se aden­
le preguntó Gauguin. "Es verde. Pues ponga verde, el tran en el mundo de una pintura intimista en la que
más bello de la paleta. ¿Y esta sombra? Más bien azul. arriesgan un pincel todavía tímido que busca un arte me­
Pues no tema pintarla tan azul como le sea posible." nos representativo. Sérusier y Denis son los teóricos del
Enorgullecido por lo que él llamaba el Talismán, Sé­ grupo. El 23 de agosto de 1890, Maurice Denis, bajo el
rusier corre a llevar la pintura a sus compañeros del taller nombre de Pierre Louys (es evidente que gusta de los
libre que entonces se encontraba en el Passage des Pa­ seudónimos y pronto tomará el de Maud para ftrmar su
noramas. Entre los profesores que venían a "corregir" a pintura), publica en "Art et Critique" su famoso artículo­
petición, estaban algunos pretenciosos y el académico manifiesto que es oportuno citar una vez más: "Recuér­
Bouguereau, autor de desnudos que se elevan en racimos dese que un cuadro, antes de ser un caballo de batalla,
hacia las nubes. Sérusier no tuvo dificultad en maravi­ una mujer desnuda o una anécdota cualquiera, es esen­
llar a los estudiantes más atrevidos del taller. Se llamaban cialmente una superficie plana cubierta de colores dis­
Paul Ranson, Maurice Denis, Pierre Bonnard y Henri­ puestos según cierto orden". Equivalía a anunciar el re­
Gabriel Ibels. Estos jóvenes pintores, después de haber tomo a un arte compuesto, un poco al modo japonés, un
reclutado para su grupo a Edouard Vuillard y Ker-Xavier arte de sensibilidad y colorido, y proclamar la ruptura
Roussel -dos disidentes de la Ecole des Beaux-Arts-, con un tema espectacular o trivial. Con ello, se iba a la
buscan un nuevo medio de expresión. Quedan impresio­ búsqueda de la pintura pura, cuyo valor, a partir de aquel
nados por la exposición de los pintores simbolistas y sin­ momento, se determinaría prescindiendo del additurus,
tetistas que tiene lugar en el café Volpini, y en la cual de lo que se denominaba la anécdota, es decir, el motivo
Maurice Denis participa con el seudónimo de Louis Roy representado. Por ello, el tema es cada vez más simple
(1889). Toman el relevo del simbolismo y se hacen lla­ en la pintura de los Nabis, lo cual explica la preferencia
mar Nabis, es decir, Profetas, un nombre que les ha su­ de Bonnard y VuiUard por las escenas de intimidad fami­

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Las musas (Musée d'Orsay, París), de Maurice Denis (1870-1943), obra que acusa
la indiscutible influencia de las teorías sintetistas de la escuela de Pont-Aven. Aunque si bien Denis fue
el principal teórico de los "nabis", podría decirse que no supo plasmar en sus telas todo lo que propugnaba
en sus escritos. Es difícil efectivamente hallar en su obra aquella perfecta correspondencia entre la forma
natural y el sentimiento artístico que da como resultado una pintura "pura", esto es, exenta de anécdota.
A la izquierda, la famosa litografía de Pierre Bonnard
(1867-1947) que sirvió de Portada de la Revue Blanche (Museo
de las Artes Decorativas, París), publicación de vanguardia
que constituyó una especie de reducto "nabi". Abajo, Mujer
dormida en la cama (1899; Musée d'Orsay, París),
pintura intimista de Bonnard, cuyos tonos oscuros contrastan con
elluminismo de sus obras posteriores. Bonnard tuvo como único
modelo a su esposa, a la que describió con un rico colorido velado,
pacientemente matizado, captando la atmósfera y las gradaciones
de luz. Ello le ha valido el título de "el último de los impresionistas".

liar. Para ellos lo importante era la disposición de los


planos, la distribución sobre el lienzo de manchas y su­
perficies recortadas, la paleta de tonos puros de restallan­
te intensidad, que pronto atenuarán.
Desde 1889, fecha de su Misten'o católico, Maurice
Denis se mantenía en un simbolismo cristiano y escribía
su diario personal con un estilo intermedio entre Gide y
Maeterlinck. El 30 de junio de 1891, escribía: "El Nabi
se aísla en el bosque desierto. Ordena a las hojas que si­
gan el ritmo de sus deseos". Mientras tanto Sérusier se
hundía en procesiones desiguales de figuras cada vez más
estilizadas y con cierto aire bretón...
En 1891 los Nabis encuentran en Le Barc de Boute­
ville, 47 rue Le Peletier, un marchante que les monta su
primera exposición, a la cual se unen Toulouse-Lautrec,
Emile Bernard, Louis Anquetin y Charles Filliger. En oc­
tubre del mismo año, los hermanos Alexandre y Thadée
Natanson fundan la "Revue Blanche", en la que Vuíllard
presenta su exposición particular a finales del mismo año.
En la "Revue Blanche" los Nabis conocen a Félix Fénéon,
el agudo crítico, a Jules Renard, a Tristan Bernard y a
Alfred Jarry, con quienes sostienen entrevistas, a veces
tempestuosas. Pero en las páginas de este periódico de
vanguardia encuentran un refugio para sus dibujos. Ade­
más, han entrado en relación con Lugné Poé, el anima­
dor del Théatre Libre, y allí cuelgan sus telas, litogra­
fían las portadas de los programas y bosquejan los deco­
rados, trabajo que proseguirán para el Théatre de L'Oeu­
vre (1893). Esto les permitió llevar a cabo, entre otras, la
escenificación de las piezas de Oscar Wilde, Ibsen y
Gerhardt Hauptmann.
En 1892 entra en el grupo Georges Lacombe, el Nabi
escultor. En este mismo año tiene lugar el Salón de
los Rosacruces, del que ya hemos hablado a propósito del
simbolismo, y en el que participa Félix Valloton, un
cáustico suizo originario del cantón de Vaud, que engro­
sará a partir de aquel momento el grupo de los Nabis;
también se unirá a ellos el húngaro Rippl-Rona'i, uno de
los ilustradores de la "Revue Blanche". Este último trae
al grupo a Aristide Maíllol que, en aquellos momentos,
se dedicaba a la pintura y sobre todo a la decoración,
antes de pasarse a la escultura. Verkade, el escasamente
talentudo Nabi obéliscal, llevado por su fe cristiana entra
como novicio en el convento de benedictinos de Beuron,
Alemania (1894). Escribe: "Dejemos para los Nabú pari­
sienses los Budas, los Osiris y las estatuas del terrible
Júpiter que caen hechas añicos ante la faz de Jehová,

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A la derecha, Desnudo (Colección particular, París), pintado
por Pierre Bonnard en 1919. Abandonando los tonos planos
de la escuela de Pont-Aven. Bonnard sitúa en el espacio este
desnudo y lo trata en función de la luz, bañándolo con una cascada
de azules, verdes, rojos y amarillos como obsesionado por
el color. Pero no es un color intenso porque resulta como velado
por una ternura que nada tiene de espontánea, ya que él mismo
decía: "El color necesita más razonamiento que el dibujo".

ante la Santísima Trinidad". Esta corriente de misticis­


mo precipitará a Maurice Denis en un arte "sagrado"
que muy pronto sabrá a academicismo. Muy distinto es
el talento directo, sensible, brillante, a veces travieso, de
Bonnard, quien en 1894 realiza el cartel de la "Revue
Blanche"; en aquella misma época, Vuillard decora con
pinturas al temple la residencia de Alexandre Natanson.
Mientras tanto, las exposiciones de los Nabis se suceden,
un año tras otro, en Le Barc de Bouteville.
El 10 de diciembre de 1895, tiene lugar en la Maison
de L'Oeuvre, y con decorados de Sérusier y Bonnard, la
primera representaci6n de Ubu rey, que ejerce gran in­
fluencia en la pintura de este último. En 1900, año en que
Vollard publica el Paralelamente de Paul Verlaine, ilus­
trado con litografías de Pierre Bonnard (sería muy intere­
sante un estudio sobre las numerosas ilustraciones de li­
bros que los Nabis llevaron a cabo), nuestros Profetas
participan en una exposici6n de grupo, que tiene lugar en
la sala de los Bernheim-Jeune, 8 rue Laffitte; Valloton
acababa de casarse con una muchacha de aquella familia.
A partir de aquella fecha, el grupo inicial se disloca.
Los débiles quedan ahogados por quienes imponen su
personalidad a su paso por el cenáculo. Estos últimos
son Bonnard, Vuillard, Valloton, Maurice Denis y
Maillol.
En cabeza figura Pierre Bonnard (Fontenay-aux­
Roses, 1867-Le Cannet, 1947). Tras sus inicios dentro
de una especie de "modem style", Bonnard ha sido el
pintor de escenas íntimas a la luz de la lámpara, de niños
saliendo de la escuela, de desnudos femeninos perfilados
en el vano de una puerta o tendidos en bañeras que, bajo
su pincel, se convierten en estuches de lo maravilloso. Su
obra, civilizada y agreste a un tiempo, es un prolongado
elogio de la mujer en un espacio cotidiano que supo im­
pregnar de magia. Con una paleta pizarrosa y dorada,
Bonnard ha evocado París, sus plazas, sus bulevares con
sus perros callejeros o de casa rica, sus cafés y sus tran­
seúntes en las plazas de Montmartre. También es el
artífice de los mediodías en la casa de campo con las
puertas abiertas al verano, el pintor de ramilletes de
amapolas y de meriendas bajo los árboles en tomo a
tartas sobre las que pasan zumbando las avispas. No
podemos despreciar su dibujo trémulo, indeciso, here­
dado de Corot, que convierte en pretenciosa cualquier
afirmaci6n del trazo. Es inevitable ceder ante el encanto
de su "que sais-je?", de su libérrima franqueza, de su
construcci6n aparentemente improvisada. En su arte, el

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En la cama (Musée d'Orsay, París), de Edouard Vuillard
(1869-1940). Amigo íntimo de Bonnard, este pintor interpreta
con gran refinamiento escenas de la vida burguesa, huyendo
H
del naturalismo. Entre los Hnabis era conocido como
H
Hel intimista porque describla su mundo familiar con escenas
insólitas y sorprendentes, imprevistas, en las que el color
lograba armonizar, como en sordina, tonos disonantes.

incesante elogio de la mujer, cuyos atractivos se refle­ puesto que en 1891 los dos amigos comparten el estudio,
jan en espejos, es como un mal necesario. La incompa­ en el 28 roe Pigalle, junto con Maurice Denis'y Lugné
rable sensibilidad de Bonnard está hecha de resguardada Poé. También fue un intimista, con sus admirables inte­
ingenuidad. Este hombre de rostro dulce, un poco soñador, riores tratados con las tonalidades rebajadas de la pintu­
de mirada escrutadora, ha sabido conservar en su pintura ra a la cola, y en ellos muestra principalmente a su madre
la nota matizada, efusiva, deslumbrante, y ello hasta el en el comedor de la plaza Vintimille (actualmente, plaza
fmal, hasta el momento en que ya no puede distinguirse Adolphe Max). Sus pinturas, mates y delicadas, poseen un
entre sol, mar y cielo, y todo queda confundido en la ma­ toque variado como el de Bonnard, aunque algo forzado.
gia del color. Se ha bromeado sobre sus relaciones con la esposa del
Podemos afIrmar que en sus inicios Edouard Vuillard marchante de cuadros.que le dio a conocer a los afIcio­
(Cuiseaux, Saone-et-Loire, 1869-La Baule, Loire-Infé­ nados, aquella madame Hessel que era llamada "el dra­
rieure, 1940) acompaña a Bonnard física y moralmente, g6n de Vuillard".

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