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Fondo Editorial
i
Alexandro Vizuet Ballesteros
Director de la Editorial Universitaria
Juan Marcial Guerrero Rosado
Subdirector de Ediciones y Publicaciones
ISBN: 978-607-482-219-9
Hecho en México
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Contenido
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ENSAYOS SOBRE CINE, HISTORIA Y ANTROPOLOGÍA. México y España Vol. 1
E
ste libro, como habrán visto ustedes en la portada, se trata de una toma pri-
mera, una catadura, un pa'rteaguas en la editorial de nuestra universidad para
iniciar la reflexión académica sobre el cine como campo de investigación pri-
vilegiado para las ciencias sociales y las humanidades. Una llamada de atención a
nuestros colegas, académicos de distintas áreas, a volcar su reflexión y su experiencia
analítica sobre el cine y a sacar el máximo provecho del patrimonio cinematográfico
como recurso didáctico y vehículo idóneo para el análisis de la cultura.
Ajos científicos sociales y culturales nos gusta demasiado parapetarnos ante lo
seguro, nuestro método, nuestras fuentes, nuestros lugares. Pero el mundo es cada vez
más' complejo y las fuentes se multiplican. ¿Acaso no son internet y los videojuegos
objetos de estudio consolidados actualmente? Lo cierto es que aún en algunos ámbi-
tos académicos aún se duda de la viabilidad del cine como medio para el estudio de
las ciencias sociales.
ENSAYOS SOBRE CINE, HISTORIA Y ANTROPOLOGÍA. México y España Vol. 1
Pienso, por tanto, que es mucho más importante que nos interro-
guemos sobre qué visión de la historia se puede conseguir a través del
cine, porque nos forma y nos deforma al mismo tiempo. Es preciso,
pues, hacer crítica, digamos, para comenzar, que la primera mirada
sobre un film, histórico o no histórico -porque todos los films son
históricos, incluso los pornográficos (...)-, que todo film tiene una
sustancia histórica. Por ejemplo: los árabes y los persas, (...) no hacen
brillar los ojos de la misma manera, según el tipo de mujer; tanto en
las películas como en las pinturas, los ojos de los persas brillan cuando
las mujeres están un poco llenas; en cambio, a los árabes les gustan
las delgadas. El cambio ya comenzó en el siglo X, fijarse, pues, en que
todo es histórico para un historiador. Es decir, que cuando hablo de
historia, quiero decir todos los films." (Ferro, Marc, 1991: 2-3)
Si nos basamos en los estudios iniciados en los años 70 en la Escuela de los Ají-
nales por Marc Ferro y la evolución de este germen, vemos que los estudios sobre
cine y ciencias sociales, desde el ámbito histórico (Marc Ferro, Robert A. Rosenstone,
Pierre Bourdieu), antropológico (Marc Henri Piault, Jean Rouch, Levi Strauss, Agnes
Varda), o sociológico (Pierre Sorlin) es una línea de investigación bien fundamentada.
Debemos tener claro que el cine es representación, pero la historia escrita tam-
bién. El siglo XX y el principio del XXI nos ha robado la ingenuidad y ya no po-
demos ver el cine histórico como un discurso subsidiario frente a la historia escrita
-La Historia-, en el caso del cine, vehiculada a través de formas expresivas concretas
(representaciones) como son los textos escritos. Lo que ya parece que queda claro, es
que un texto audiovisual, compuesto por ambos, lenguaje oral y escrito, puede servir
para la reconstrucción de hechos y procesos históricos, quedando en primera línea de
los ranking en credibilidad los documentales, como "género" más próximo a la ver-
dad histórica; cosa que como ya expone Rosenstone (1983) es completamente falso.
Pero no podemos olvidar que el cine y más masivamente la televisión, han conforma-
do una nueva manera, "una nueva dimensión de acercamiento, tanto metodológico
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como de contenido, a las materias históricas" (Ferro, 1991: 1). El cine, y su vocera,
la televisión, son los mejores educadores sociales, poderosísimos agentes de socializa-
ción en nuestras culturas mediáticas y mediatizadas, por lo que obviarlo sería dejar de
lado la sociedad en la que estamos sumidos.
Todos hemos visto cómo el cine comercial se ha valido tanto de discursos como
de escenarios ambientados en épocas y espacios del pasado, cargados siempre de exo-
tismo y de situaciones bucólicas heredadas del romanticismo decimonónico. El pú-
blico se siente privilegiado observador de ese cine de grandes presupuestos, colosalista
y de grandes decorados. Cine estereotipado y que ha privilegiado a unas épocas y es-
pacios geográficos con respecto a otros, creando una conciencia de historia universal
sesgada. Pongamos por caso el número indeterminado de películas de la más dispar
calidad que se han hecho sobre Roma y las escasas decenas que, rascando mucho,
encontramos del mundo Maya. Pero socialmente estas películas son las que nos han
enseñado la mayor parte de lo que entendemos por nuestro conocimiento histórico,
¿acaso nos es posible imaginar otra Roma que la de Quo Vadis o Ben Hur, o más re-
cientemente, Gladiator} . José Enrique Monterde es determinante en este tema:
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Aunque el espectador medio suele pasar por alto las contradicciones históricas en
las que incurre el cine comercial, mucha gente tiene esta mirada erudita cuando visio-
na un film. Y los cineastas ponen mucha atención en ser muy eruditos. Por ejemplo,
un realizador francés que se llama Rene Allio, que ha realizado una película sobre la
revuelta protestante de los Camisards en el siglo XVIII, captó paisajes que no habían
cambiado desde el siglo XVIII -que no pasaran autopistas por detrás- y que se cultivase
maíz. Allio buscó campos antiguos, campos tradicionales, casas que no se han tocado
nunca, vestidos antiguos y tradicionales, etc. y además, no solamente ha hecho esto,
sino que hizo hablar a los habitantes que aparecen en la película con la lengua del
siglo XVIII. No era difícil, porque seguían hablando igual. El resultado es que como
reconstitución histórica estaba muy bien hecha, pero había dos dificultades: primera,
que no se entendía nada y, por tanto, se necesitaban subtítulos, pues no se compren-
día. Pero si se ponen subtítulos, ponemos exactamente la modernidad sobre nuestros
ojos, porque el subtítulo recuerda que aquello es cine. Por tanto, el positivismo se ha
auto-combatido; la autenticidad antigua existente, a pesar de todo, es destruida. El
resultado es que el film resulta molesto: el exceso de positivismo es antiestético.
Sin embargo, cuando se visiona una película que habla principalmente del pasa-
do, para comenzar, la vemos con una mirada que podríamos denominar positivista;
mirada positivista que quiere decir erudita, una verificación de la autenticidad. Por
1 Nos referimos, en este caso, a la mediateca Kairós del Ministerio de Educación español, "La historia filmada:
diez tesis sobre el cine y la historia" en http://iris.cnice.mec.es/kairos/mediateca/cinemateca/historia/histo-
ria02.html
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ejemplo, en una película sobre los inicios de la Guerra del 14, si se ven los soldados
con un casco (entonces no llevaban casco, sino casquete y hasta 1917 no cambiaron),
y si saben esto y los espectadores son franceses, al ver el film con los soldados con
casco en 1914, dirán: ¡Esto es falso! Esto quiere decir que, al mismo tiempo, están
contentos, pero también sospechan. El espectador está contento porque, por vez pri-
mera, sabe alguna cosa. Sabe más que el que ha realizado la película, pero en cambio
no tendrá confianza en el film. Esto es lo que llamamos la mirada erudita.
Igual que para el historiador, hay que interrogarse sobre la pertinencia del análisis
del cine de ficción desde un enfoque antropológico —es decir, desde el análisis de la
cultura como sistemas de significados y valores compartidos en ciertos universos de
sentido, normatividad y acción- y sobre qué cualidades hacen de una película que sea
más o menos idónea para el análisis de la cultura. Si nos detenemos una vez más en
un tema ya tratado anteriormente es por el sano ejercicio interdisciplinar de explorar
desde distintos ángulos las cualidades del cine como "texto cultural" del que podemos
sacar el mayor provecho para comprender qué hay detrás de aquello que llamamos
fenómenos culturales y estructuras sociales.
Así, si el cine es un metadiscurso de la realidad, desde unos intereses y condicio-
nes (desde unos deseos y valores), el análisis fílmico desde una visión antropológica es
un metadiscurso sobre ese metadiscurso que observa y analiza la relación entre ambas
dimensiones: la realidad y el discurso fílmico sobre la misma. Para ello, observa el
texto fílmico en diversas facetas y momentos: en su relación con el contexto de des-
cubrimiento y el tratamiento de la historia (adaptación de una novela, adaptación de
un suceso —"basado en hechos reales"-, interpretación de autor), eri su relación con el
"autor" (director, guionista, productor, actores,...) y las condiciones de su construc-
ción, pero, sobre todo en el contexto de recepción y sobre las lecturas e interpretacio-
nes provocadas (en el público, la crítica y la academia2).
•
Por ser instrumentos eficaces de comunicación, el discurso y las técni-
cas visuales plantean, al igual que el discurso oral y escrito, cuestiones
críticas sobre las convenciones y usos relativos a las formas de acceder
2 Son ya clásicos, por ejemplo, en el campo de la antropología visual los estudios de Wilson Martínez (1995)
sobre las visiones aberrantes que sus estudiantes demostraban sobre las películas etnográficas usadas en clase
con propósitos muy diferentes.
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La bondad del cine de ficción para el análisis de la cultura depende, entre otros,
de los siguientes factores fundamentales: su grado de recreación de la "realidad", su
grado de expresión de la "realidad", su potencial de inmersión empática y de conmo-
ción emocional y su potencial referencial.
En la actualidad, al mismo tiempo que "el cine de no-ficción contemporáneo re-
presenta un fenómeno excepcional en su volumen como por su repercusión, estética,
política y económica" ocurre una "desaparición de los límites entre el cine de ficción
que se va «documentalizando» y el cine documental que se está «ficcionalizan-
do>>" (Seguin, 2007:56). Ambos movimientos no son ni simples ni naturales. Aun-
que directores como Eric Rohmer han practicado simplificar al máximo el aparato
técnico de la filmación para grabar en escenarios no montados como mercados y calles
(Gómez-Ullate, 1996), por lo general, en la industria cinematográfica, los escenarios
se construyen lo mismo que la interpretación de los actores de una forma paradójica,
siguiendo lo que cualquiera que haya estado en un gran estudio ha podido constatar
como la gran paradoja del cine: la utilización de toneladas de artificio para lograr un
momento de naturalidad. Las simplificaciones de Rohmer no dejan de resultar en es-
cenas artificiales, fugaces, impregnadas de profilmia3. La guionista Ángeles González
Sinde reconoce que "la realidad no se adapta bien al cine, es difícil hacerla creíble. No
tiene las mismas reglas ni funciona igual" (Citado en Sanmartín, 2005:307).
En la actualidad, el progreso tecnológico está posibilitando cambios en las con-
diciones sobre las que la industria cinematográfica ha encarnado esa paradoja, expan-
diendo el oficio de cineasta y democratizando las posibilidades de hacer más cine y
más barato. Una de las virtudes que suele alabarse de una película es la brecha entre
su logro artístico y su bajo presupuesto.
Con la última década del siglo XX no sólo llega al cine español una
amplísima nómina de nuevos directores (más amplia y más deter-
minante de lo que había ocurrido nunca antes en su historia), sino
también una auténtica catarata de transformaciones en todos los te-
3 Término acuñado por Claudine de France (1982) para referirse a la pérdida de naturalidad en la acción social
provocada por la cámara.
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entonces esta doble y dialéctica relación entre cine y realidad, el cine la representa y
la expresa, pero también la conforma.
La realidad está hecha de cine, ciertamente. La mayoría de las personas no han
entrado nunca en un rascacielos de oficinas, pero no se sentirían muy sorprendidos
por lo que vieran si entraran por primera vez. Sabrían orientarse en el espacio e inter-
pretar los diferentes significados vehiculados en ese lugar, espacio-cultura. Sabríamos
y supondríamos también sobre muchas de las características de las relaciones de las
personas que habitan ese lugar durante unas horas cinco o seis días a la semana. Y
todo esto lo sabríamos o lo supondríamos por nuestra experiencia cinematográfica.
Nunca hemos ido a Wallstreet ni tenemos amigos brokers, tampoco hemos leído de-
masiado sobre el asunto, pero podemos hacernos una idea que imaginamos bastante
precisa de la personalidad, las expresiones, las prácticas, el ritmo vital, los valores
(inclinación por el riesgo, relativización de lo justo, individualismo extremo, compe-
tencia constante, etc.). La primera vez que viajé a los Estados Unidos, a mis diecisiete
años, mi sensación no fue la de un descubrimiento sino la de un rencuentro, la de una
verificación. Recuerdo que pensé: "Ah, entonces, todo lo que yo veía en las películas
de ficción americanas, y que yo tomaba, por extraño, como ficción, como escenario,
era cierto -las chicas de losponponesy las minifaldas, los chalets, los coches enormes, las
personas enormes, los jacuzzis, los helados y las hamburguesas enormes-".
La producción, la asesoría científica, la escenografía, la fotografía, la decoración,
el atrezzo, los efectos especiales y, cada vez más, el trabajo en la mesa de post-pro-
ducción se combinan en ciertas películas para recrear y expresar la "realidad". Pero
es sobre todo, el trabajo de los actores, su bondad interpretativa para encarnar tipos
sociales familiares, reconocibles en su naturalidad, con fenotipos nada excepcionales,
al contrario, normales, imperfectos, hasta feos, en definitiva, humanos, demasiado
humanos, lo que hace verosímil esa recreación. Esa representación es una estilización
de estos tipos sociales, de tal forma que intencionalmente, seleccionan los fragmentos
más cargados de potencia significativa de los tipos y mundos culturales que represen-
tan. Una expresión de la realidad (por eso, adoptando una postura fenomenológica,
hablamos de "realidad" entre comillas) en virtud de la cual se seleccionan los aspectos
más intensos de la misma. "Intensos" es un adjetivo neutro pero poco explicativo,
esos aspectos y la bondad de tal expresión depende, además de la credibilidad de los
actores, del dominio del guión y de la dirección para crear una particular composi-
ción de la "realidad" que sintetiza en aspectos de mayor potencial significativo.
Pero una historia es inevitablemente un discurso, un relato crítico sobre la rea-
lidad. En este sentido, afirma Sanmartín que "el alma de los problemas sólo es fu-
mable si se es consciente de la construcción crítica que construye su representación."
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(2005:307). El cine, como arte, tiene esa cualidad de cuestionar los nodos culturales
más profundos contra el horizonte de una época.
El grado de realismo o de fantasía varía, a veces, en una propia cinta. En las pelí-
culas españolas del género del cine de la empresa, por poner un ejemplo de un género
emergente, se detecta un patrón común: el comienzo de las películas están marcadas
por un realismo casi documental pero el aumento de intensidad dramática coincide
con desviaciones un tanto fabulosas. Como si los autores se resistieran a renunciar a
esa cualidad maravillosa del cine de imbricar lo real con lo fantástico. En este sentido,
esta capacidad de "expresar" la realidad es independiente de la inserción de elemen-
tos fabulosos. Ciertamente, una intención etnográfica o documentalista se encuentra
detrás de algunos de aquellos títulos que consideramos idóneos para el análisis de la
cultura, pero hay fábulas que expresan de una manera maravillosa y contundente rea-
lidades sociales racionales e irracionales, a la par que activan ese otro gran potencial de
la ficción (cinematográfica o literaria): la prospectiva, la proyección de la imaginación
de futuros probables que más tarde se materializan. Metáforas del control social tan
impactantes como El show de Truman, Farenhait 451, Un mundo feliz, 1984, La Isla,
expresan una antigua obsesión humana y una nueva realidad social.
El cine de ficción, como herramienta artística, como la literatura puede hacer uso
de sus recursos discursivos para expresar intangibles como los pensamientos de los ni-
ños de la clase en la primera escena de Padre Padrone (Pablo y Vitorio Taviani, 1977),
cuyos silenciosos discursos mentales, expresados en voz alta, potencian y amplían el
grado de realismo logrado. El cine es, en definitiva, un vehículo ideal de representa-
ción de la realidad porque puede expresar sus componentes racionales y también sus
componentes imaginarios.
Dicho esto, se entenderá que la bondad del cine para el análisis de la cultura no
hay que buscarla ni analizarla tomando las películas como totalidades integradas, si
bien, estas son distintas de la suma de las partes. La densidad etnográfica, el potencial
crítico, la síntesis poética la encontramos por lo general concentrados en escenas,
personajes o cosas.
Cada vez más, el cine de ficción recrea el documental, los planos detalle y primeros
planos que rompen con los cánones del encuadre clásico, la cámara subjetiva al hombro
para provocar esa empatia, para meternos en la situación. Si para la recreación de la rea-
lidad, un recurso habitual es la inserción de imágenes de documentales en la historia,
para la inmersión empática, es característico el juego de espejos de la cámara dentro
de la cámara. Un recurso habitual del nuevo cine de terror, como en Tesis (Alejandro
Amenábar, 1996), Ringu (Hideo Nakata, 1998), Elproyecto de la bruja de Blair (Daniel
Myrick y Eduardo Sánchez, 1999), o REC (Jaume Balaguero y Paco Plaza, 2007).
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Los espectadores del siglo XXI ya no nos levantamos de nuestras butacas cuando
el ferrocarril se hace más y más grande en la pantalla4, acercándose vertiginosamente,
pero sí seguimos absortos en la gran pantalla, llorando o riendo en unas y otras es-
cenas, odiando e idolatrando a unos y a otros personajes. Las anteriores palabras del
antropólogo Ricardo Sanmartín cobran más importancia si imaginamos la mirada
hipnotizada de los bebés y los niños ante la televisión, absorbiendo como esponjas
en la etapa de enculturación más importante, imágenes, cuentos, héroes y heroínas y
tras ellas, discursos, ideologías, sistemas de valores, disposiciones, estética y actitudes.
4 Esto ocurría en los primeros pases de uno de los primeros filmes de los hermanos Lumiere, L'Arrivée d'un
train a La Ciotat (1895).
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tro tiempo y nuestra tecnología, pero no deja de ser una variante más de un universal
cultural: ese que acepta más realidades que una y el tránsito del ser humano entre las
mismas. "La vida es sueño" es una expresión ya antigua de una intuición mucho más
antigua. La acepción de un aquí y un más allá se encuentra en los mitos fundacionales
de muchas culturas. Por eso, el "más allá" no es sólo continuidad del efímero aquí, es
también "más acá", no se queda en potencialidad interrogante, tiende a hacerse fac-
tualidad y testimonio, experiencia e imagen. Qué duda cabe que este se trata también
de terreno privilegiado para el cine, que aporta más y más acabadas visiones de esos
mundos y de su confusión con el nuestro, cuanto más avanzan los efectos especiales.
Volviendo a las referencias fílmicas, Los Otros (Amenábar, 2001), es un magnífico jue-
go de espejos en la confusión del aquí y el más allá.
La identificación del público con lo que llaman el "actor de carácter" (Monsiváis,
1990:37) es un vehículo muy efectivo de enculturación. Los niños y adolescentes de
casi todas las sociedades, son un buen reflejo de ello, imitan a sus actores o personajes
favoritos, visten como ellos, copian sus frases, beben lo que ellos, lo que significa, por
supuesto, un buen filón para la mercadotecnia.5
"Tengamos siempre presente que un película es el resultado de un proceso dialéc-
tico entre lo posible y lo deseable, el autor y el mercado, -mediados por los producto-
res o empresarios, los patrocinadores, las modas del público, etc.-, le previsto y lo for-
tuito, y el resultado del trabajo y las ideas de un muy variado conjunto de especialistas.
La imagen cinematográfica debe tener un efecto de choque sobre el pensamiento
y forzar al pensamiento a pensarse él mismo y a pensar el todo..." (Deleuze 2004:
211-212).
.
"La ponencia no busca representaciones de la realidad a través del
cine de ficción como si fuera un espejo donde observar; cuestiona el
valor del cine de ficción por su capacidad de dialogar con la realidad
social de uno mismo y del otro." (Dudley, Andrew. 1985: 24)
Expone Héctor Aguilar Camín: "Me cuesta trabajo pensar en Pedro Páramo sin
Mientras Agonizo de William Faulkner y en La región más transparente de Carlos
Fuente, sin Manhattan Transfer de John Dos Passos" (2008:55).
En películas americanas independientes como Death Proofde Quentin Tarantino el bombardeo publicitario
es tal que acaba el espectador reflexivo pensando que está viendo un spot con una historia dentro. Al profesor
Jordi Treserras debo el comentario de la cantidad de veces que brindan en la película más reciente de Alien,
Vicky Cristina Barcelona, 2008, promocionando el vino de las regiones donde se ha filmado.
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En este primer volumen se expone la primera cosecha, sabiendo que hay otros
tantos frutos germinando y que este mismo libro será un detonante para aumentar el
interés y llegar a reunir textos de calidad para un segundo y hasta un tercer volumen.
Supone este modesto libro, un pequeño paso para nosotros pero un gran paso en la
historia de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, pues se incorporan, a
sus líneas editoriales y de generación de conocimiento, los estudios fílmicos.
Nos guía para esta primera serie la intuición de la fecundidad del análisis compa-
rativo, siendo México y España, los campos socioculturales sobre los cuáles, a través
de su cine, reflexionamos. Por supuesto, estas reflexiones son un metadiscurso más en
la progresiva sucesión de construcción del conocimiento, una llamada al debate. Si
la llamada es escuchada y tiene eco, si provoca reflexión y comunicación, esperamos
registrarla y reflejarla en los próximos volúmenes de la serie.
Los volúmenes de la serie se introducen por capítulos que suponen contribu-
ciones teóricas generales para el marco analítico del análisis fílmico. El grueso del
contenido lo integran textos sobre aspectos generales sociales y culturales basados en
el análisis de decenas de películas mexicanas y españolas o en estudios de caso de una
sola o unas pocas películas. Celebramos que, más producto del azar que de nuestra
coordinación, el primer volumen hace énfasis en la perspectiva de género. Algo, por
otra parte, natural, siendo las relaciones entre hombres y mujeres y sus circunstancias
con respecto al género, uno de los aspectos de la cultura más privilegiados por el cine.
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