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EL CINE
DE PASOLINI
En los extramuros de la historia
350 páginas.
791.430233092
Impreso en el Perú
ISBN 978-9972-45-614-5
A modo de entrada 11
1. Presentación 13
Pier Paolo Pasolini, nuestro contemporáneo 15
Isaac León Frías
Obra escrita 34
Obra cinematográfica 36
2. A través de la obra pasoliniana 39
La utopía y su lenguaje. Un acercamiento a las concepciones
cinematográficas de Pier Paolo Pasolini (1961-1969) 41
José Carlos Yrigoyen
Poeta del cuerpo, militante del alma. En torno a la obra de Pasolini 59
Javier Protzel
Pier Paolo Pasolini: paradojas de un hombre sin identidad
convencional 75
Juan Diego Caicedo González
Pasolini múltiple 95
Miguel Marías
El cine de Pasolini como poética del presente 111
Ivana Peric Maluk
Hereje eres tú: el cristianismo desacralizado en el cine de Pasolini 125
Carlos Esquives
[7]
8 Isaac León Frías
El motivo son los cien años del natalicio de Pier Paolo Pasolini. Un buen
pretexto, más que para saludar el aniversario —que también lo hacemos—,
para indagar en la obra de un autor inclasificable cuyas películas no han
perdido vigencia y siguen siendo materia de lecturas y aproximaciones
diversas. El libro, lo decimos desde el inicio, se centra en la producción
fílmica de Pasolini y deja de lado su faceta de poeta, novelista y ensayista. O,
más que dejarlas de lado, las considera de manera parcial y marginal, como
una referencia siempre que se haya considerado pertinente en los distintos
textos que conforman el libro y que se sitúan invariablemente en su obra
cinematográfica. Es una elección y no una exclusión, pues nos parece que
la sola obra fílmica tiene una entidad propia que amerita tratarla de manera
puntual, por más que esté engarzada con otras líneas de su producción inte-
lectual y creativa, con el pensamiento y el arte de su época y de otras preté-
ritas. Esas dimensiones extrafílmicas están presentes de una u otra manera,
con mayor o menor peso argumentativo, en casi todos —si no en todos— los
ensayos que se reúnen en este volumen.
El libro está dividido en cinco secciones. En la primera hay un texto
de presentación a cargo del editor del volumen, Isaac León Frías, con un
complemento informativo que enumera los títulos de la producción escrita
de Pasolini y, luego, los que componen su labor de guionista y de realizador/
guionista en el cine de su país. La segunda reúne siete ensayos que, desde
ángulos variados, recorren la obra del autor. El primero y el último, a cargo
de José Carlos Yrigoyen, examinan desde una perspectiva muy personal dos
etapas en la vida y la obra de Pasolini: la de los años 1961-1969 y la que va de
1970 a 1975, este último el de la muerte del escritor y cineasta. Javier Protzel
tiene a su cargo el ensayo Poeta del cuerpo, militante del alma. En torno a
la obra de Pasolini, que atiende de manera preferencial los filmes Accattone,
[11]
12 Isaac León Frías
La ricotta y El Evangelio según San Mateo. Juan Diego Caicedo sitúa la obra
y la teoría fílmicas del italiano en el panorama de su época. Miguel Marías,
por su parte, desde la posición de un crítico de larga trayectoria, ofrece en
Pasolini múltiple su valoración personal de los filmes del autor. Ivana Peric
se centra en la concepción pasoliniana del cine como poética del presente y
Carlos Esquives indaga en el motivo del cristianismo desacralizado en la obra
pasoliniana.
Bajo el título de la tercera sección, Influjos y derivaciones del cine de
Pasolini, Enrique Vidal, Nicolás Carrasco, José Carlos Cabrejo y Christian
Wiener abordan las huellas del cineasta en el cine de autor contemporáneo,
en la producción de explotación italiana, en la vertiente sadiconazista y en los
cortos del peruano Pablo Guevara, respectivamente. Dos de los textos aluden
a los influjos creativamente provechosos y los otros dos a las derivaciones
que Pasolini jamás imaginó ni deseó haber activado.
En la cuarta sección, Ricardo Bedoya y León Frías dialogan acerca de los
cortos de ficción y los documentales de Pasolini que, no por aparentemente
marginales, dejan de ser significativos, especialmente los cortos. Y, final-
mente, en la quinta, se abordan ensayísticamente los largometrajes. Gabriel
Quispe centra su análisis en los dos primeros largos, Accattone y Mamma
Roma, incorporando asimismo el corto La ricotta, también comentado en
algunos textos previos y en el diálogo. Eduardo Rojas se concentra en El
Evangelio Según San Mateo y Andrés Cotler en Edipo rey. Teorema es objeto
de una lectura a cargo de Alejandro Núñez-Alberca, mientras que Giovanna
Pollarolo discurre de Maria Callas al personaje de Medea y de esta segunda
a la primera en el acercamiento al filme de Pasolini basado en la tragedia de
Eurípides. Sha Sha Gutiérrez aplica el bisturí analítico a Pajaritos y pajarracos
y Eduardo A. Russo hace lo propio con Porcile. La trilogía de la vida es abor-
dada por Antonella y Brunella Bertocchi, y Saló o los 120 días de Sodoma es
vista en la dimensión crítica que ostenta por Raúl Ortiz Mory.
Diecisiete autores peruanos, un español, Miguel Marías, dos argentinos,
Eduardo Rojas y Eduardo A. Russo, la chilena Ivana Peric y el colombiano
Juan Diego Caicedo componen el equipo que ha dado forma y sustancia
al volumen, un aporte del Fondo Editorial de la Universidad de Lima al
conocimiento de la obra de un autor capital en el cine italiano y mundial,
cuya permanencia intenta ser reafirmada en el conjunto de los textos que se
reúnen en el libro.
1. Presentación
Pier Paolo Pasolini,
nuestro contemporáneo
Isaac León Frías
1. COMPROMISO Y DISIDENCIA
Cuando se evoca el centenario del nacimiento del común de los realizadores
cinematográficos, el peso del tiempo parece imponerse y, hasta cierto punto,
nos queda el recuerdo o la imagen de quienes se han convertido en figuras
de épocas pretéritas, por más que sus películas nos sigan interrogando y
cuestionando. Así lo hemos sentido en años anteriores, cuando nos ha tocado
recordar y, no siempre en las mejores condiciones, celebrar respectivamente,
los centenarios de Orson Welles (2015), Ingmar Bergman (2018), Federico
Fellini (2020)1 y este mismo 2022 el de Alain Resnais, prácticamente ignorado
en nuestro medio. Eso no ocurre en el caso de Pier Paolo Pasolini, nacido
en el mismo año en que lo hizo Resnais, y quien a pesar de haber fallecido
hace casi medio siglo, sigue siendo alguien no solo vigente, sino en muchos
sentidos cercano, como si continuara viviendo entre nosotros.
Se dirá, y con razón, que Orson Welles sigue presente a través de las obras
inconclusas que dejó y que no sabemos si algún día se terminará de cerrar
una filmografía todavía abierta. No es el caso de Pasolini, quien culminó
todos los filmes que realizó, aunque no todos los proyectos que concibió. Un
caso especial es el del documental La rabbia, ahora con el título La rabbia di
Pasolini, ampliado por Giuseppe Bertolucci en el 2008, a partir de la primera
parte de 50 minutos, a cargo de Pasolini, del filme de 1963, cuya segunda parte
estaba dirigida por Giovanni Guareschi. No por dejar obras no terminadas
[17]
18 Isaac León Frías
2 En el prólogo del libro Pasolini por Pasolini. Entrevistas y debates sobre cine, Bernardo
Bertolucci escribe: “… rodando su primer filme, Pasolini se encontró inventando el cine,
con la furia y naturalidad de quien, teniendo entre sus manos un nuevo instrumento
expresivo, no puede no adueñarse totalmente de él, anular su historia, darle nuevos
orígenes, beber su esencia como en un sacrificio … una vez inventado el cine, siguió
inventando su historia del cine y por esa senda fue cada vez más el enigmático cowboy
de Shane, el desconocido. Sus metamorfosis no conocieron pausa. Del cine consiguió
vivirlo todo. Pasó de la sagrada frontalidad de su estilo primitivo a las visiones atroces y
sublimes de Saló, pasando por el manierismo desgarrado y docto de su propio lenguaje.
En los veloces quince años que transcurrieron desde Accattone hasta la noche del 2 de
noviembre de 1975, Pier Paolo se inventó a sí mismo como director de cine” (Pasolini,
2022, pp. 9-10).
Pier Paolo Pasolini, nuestro contemporáneo 19
3 La propuesta pasoliniana del cine de poesía está tratada en el primer ensayo de José
Carlos Yrigoyen y en otros textos de este libro.
Pier Paolo Pasolini, nuestro contemporáneo 21
4 Pasolini recoge a su modo los cantos del infierno, el purgatorio y el paraíso de La divina
comedia, agregándoles uno que allí no está: el de la tierra. Cuando nos referimos a la “tierra
intermedia” en el universo de Pasolini, que no es el Endor de las fabulaciones de J. R. R.
Tolkien, recogemos ecos de esos cantos en los que se superponen la dialéctica del pasado
y del presente, de la antigüedad y la actualidad. De todo eso se compone el orbe estético
de su obra vista en conjunto.
22 Isaac León Frías
5 Silvestra Mariniello menciona que “La Trilogía es como un cuento a muchas voces: las
voces de Chaucer, de Boccaccio y de los múltiples narradores de Las mil y una noches, la
voz de Pasolini que en los dos primeros filmes está presente (a veces solo con los ojos,
con el pincel o con los escritos); las voces del que ha vivido y expresado la época a la
que pertenecen los textos (Giotto, Brueghel, El Bosco, Rabelais). Las voces de quien ha
evocado en sus propias obras esa temporalidad no dialéctica, mítica… Y por último las
voces de los actores: sus hablas dialectales, su fisonomía, las voces de un alma popular
que se expresa en canciones y en baladas …” (1999, pp. 378-379).
Pier Paolo Pasolini, nuestro contemporáneo 23
6 En este volumen, Nicolás Carrasco y José Carlos Cabrejo escriben sobre la larga “cola” que
provocaron La trilogía de la vida y Saló en la vertiente exploitation, sobre todo en Italia.
Otra vertiente también se vio favorecida: aquella que mostraba la “crueldad etnográfica”
que se iniciara con el documental (o falso documental) Perro mundo (Mondo cane, 1962),
vertiente que se conoce con el vocablo italiano mondo.
7 En un realizador contemporáneo como el norteamericano Terrence Malick hallamos,
asimismo, una suerte de representación cosmogónica, incluso reforzada, porque en
su obra (véase El árbol de la vida o Viaje en el tiempo) son convocados de manera
audiovisual e ígnea los orígenes del mundo.
24 Isaac León Frías
8 En este punto es inevitable hacer una referencia a Francisco, heraldo de Dios, de Roberto
Rossellini, no solo como un antecedente claro del episodio mencionado, sino también
como un precedente de la propensión pasoliniana, tantas veces invocada, a las superficies
telúricas y a un cierto “franciscanismo” estético. Además de Francisco, heraldo de Dios,
destacan en esa línea de la producción rosselliniana, Paisà, Stromboli y Viaje a Italia.
También, Alemania, año cero, que sintoniza, asimismo, con el motivo pasoliniano de lo
ruinoso y degradado. No por nada, Rossellini y Pasolini son los realizadores italianos —
entre los del más alto nivel creativo— a los que se les atribuye mayor carga de espiritualidad
y contacto con lo religioso. El franciscanismo de Rossellini reapareció notoriamente en
la serie televisiva Hechos de los apóstoles (Atti degli apostoli, 1969). El de Pasolini no
está solo en sus cuatro primeros largometrajes, sino que lo está, al menos parcialmente,
en sus adaptaciones de las tragedias, en Teorema, en Porcile, en sus cortos y en sus
documentales. Incluso aparece, parcialmente, en La trilogía de la vida, entendiendo que
el “franciscanismo” estético excede la dimensión religiosa y espiritual.
Pier Paolo Pasolini, nuestro contemporáneo 25
9 Visconti, como todos saben, cultivó una puesta en escena de refinada exquisitez, muy
distinta a la de Pasolini, y pergeñó una visión del mundo en que las fuerzas declinantes
del pasado esplendoroso y las emergentes o latentes del futuro incierto se confrontaban,
manteniendo aquellas un gran potencial de deslumbramiento, pregnancia y melancolía.
No es el caso del cineasta boloñés-friulano, en cuyo arte no se vislumbra el futuro y en
el que la melancolía está prácticamente ausente. No son las flamas o los rescoldos de la
decadencia viscontiana los que brillan o se debilitan en las imágenes de Pasolini
10 No es que Pasolini prescindiera por completo de los sets de filmación, pero los utilizó en
una proporción muy limitada en el conjunto de su obra.
26 Isaac León Frías
11 En un agudo y muy bien fundamentado ensayo de José Carlos Huayhuaca —que, sin
embargo, no valora positivamente la obra fílmica de Pasolini (salvo Saló)— se puede
leer un ejemplo de la argumentación que destaca esos supuestos flancos débiles en la
estética de Pasolini: “… aparte de este conceptualismo rígido que las imágenes solo
parecen ilustrar, aparte del rigor mortis de un estilo hierático y pesado (donde sin duda
Medea es el caso extremo), de una narrativa de yuxtaposiciones crudas que desdeña la
tradicional fluidez cinematográfica, y de una discutible y hasta irritante combinación
de intelectualismo y sofisticada rudimentariedad, lo que tienen en común películas tan
disímiles… es lo que cabría llamar la pasión (o la manía) de la muerte” (1982, p. 69).
12 Warhol es un caso extremo de una cierta poética del desaliño, en una onda notoriamente
vanguardista que no era la de Pasolini. Por cierto, a partir de la incorporación de Paul
Morrissey como codirector de Warhol en Chelsea Girls (1966), el componente narrativo
asoma de manera acusada en los predios de The Factory, aunque por poco tiempo para el
ícono del pop art, pues no mucho después (con el atentado contra su vida de por medio),
Warhol abandonó la realización de películas y le dejó la tarea a Morrissey.
Pier Paolo Pasolini, nuestro contemporáneo 27
de poder15, tal como lo expresa Robert Stam, uno de los impulsores de los
estudios multiculturales de los medios de comunicación.
A partir de esa propensión multiculturalista policéntrica, que se extiende
a lo largo de su obra y que nunca pretendió situarse, y lo repetimos, en las
filas de un cine revolucionario, tan en boga en los años sesenta y la primera
mitad de los setenta, se explica la elección de diversos motivos temáticos,
escenarios, lenguas, identidades, timbres musicales… Solo para ejemplificar
este último insumo creativo, recordemos la variedad de la paleta musical
presente en la filmografía de Pasolini, inusual en su tiempo16. Por una parte,
el oratorio La pasión según San Mateo de Bach, presente en algunos de sus
filmes, composiciones de Vivaldi, Mozart, Prokófiev, Webern. Melodías de
Domenico Modugno y de algún otro intérprete de canzonettas populares.
Composiciones de Ennio Morricone, que se inician con la peculiar canción
que acompaña y nombra los créditos de Pajaritos y pajarracos entonada por
el mismo Pasolini, y de Gato Barbieri en el caso del documental Apuntes para
una Orestiada africana. También ritmos gitanos, canciones cubanas, rusas,
argelinas, rumanas, música antigua japonesa, aires medievales seleccionados
por Pasolini y Morricone, la Misa Luba y los spirituals norteamericanos, entre
otras17. Por cierto, no es un melting pot polifónico y no todas esas sonori-
dades se dan cita en una sola película. Pero la versatilidad se manifiesta en
algunas de manera muy clara, como en El Evangelio según San Mateo. Una
nítida contribución, por otra parte, a las disidencias frente a la norma de la
composición unitaria que rigió durante mucho tiempo en los criterios de
musicalización cinematográfica.
Por cierto, las fuentes arquitectónicas, plásticas y escenográficas se atienen
mayoritariamente a esa libertad también policéntrica que podemos reconocer
en la filmografía del creador boloñés. No obstante, las fuentes literarias de las
que se valió podrían hacer pensar a quien no ha visto las películas del italiano
en una preferencia por el pasado de la Antigüedad clásica y el Medioevo: las
7. LOS EXTRAMUROS
Como extramuros se designa tradicionalmente al espacio exterior a un
recinto o una comunidad amurallada. Por muchas razones, Pasolini se ubicó
o, mejor, se desplazó por fuera de cualquier amurallamiento: de la sociedad y
del Estado italianos, del modelo familiar, conyugal y relacional heterosexual
dominante, del catolicismo y de la Iglesia de sus primeros años de vida, del
marxismo y del PCI, de la propia intelectualidad y de sus congéneres escri-
tores, aunque sin perder con ellos lazos de amistad en algunos casos muy
cercanos porque no fue socialmente un renegado ni un ermitaño.
¿También en los extramuros de la institución cinematográfica? No del todo,
porque no prescindió del circuito de la producción-distribución-exhibición
(sus películas tuvieron una producción “normal” y distribución internacional),
pero lo hizo a partir de la mayor independencia creadora, reivindicando
siempre su autonomía y con plena conciencia de lo que podía significar la
utilización comercial de sus películas, como le ocurrió con La trilogía de la
vida. Se impuso la construcción de una obra propia que se fue haciendo
sobre la marcha y con respecto a la cual no faltaron las autocríticas.
A su modo, entonces, la suya es una obra que transita en los extramuros
de la historia del cine y que, estando tan conectada, como lo está, con el
contexto de esos quince años de práctica fílmica ininterrumpida, a la vez se
distancia de ella. Y no porque el autor italiano se colocara en una atalaya
para observar desde una cierta lejanía. Pasolini se sintió parte de la comu-
nidad cinematográfica de su época que procuraba hacer un cine personal y
a la vez siguió sus propias búsquedas, en las que sus películas las más de las
veces miran más bien desde una distancia contigua, en la que el primer plano
32 Isaac León Frías
19 “Esta coralidad está formada por planos de conjunto, por puestas en escena con gran
número de individuos, que se diferencian por el aspecto y el oficio, pero que están
unidos por la similtud de sus historias; por la inscripción de los personajes en el espacio
arquitectónico, que no es un simple fondo, sino protagonista de la historia —ya sea la plaza
del mercado, la catedral, el claustro, la posada o las callejuelas—; por la omnipresencia de
los sonidos —canciones populares, griterío de los vendedores en el mercado, cuchicheos,
suspiros, eructos, ventosidades, incluso los diálogos se convierten en ruidos, formando
parte de esa coralidad—; y por el montaje rápido que no recurre casi nunca, salvo en el
caso de Las mil y una noches, al fundido” (Mariniello, 1999, p. 371).
20 Digamos, para ejemplificar, que hubiese sido inconcebible en Pasolini un reducto como el
foro 5 de Cinecittà (el llamado Teatro 5), que Fellini instaló como propio; o la Isla Faro que
Bergman hizo suya. Ni Fellini ni Bergman eran independientes a ultranza, pero sí muy
conscientes de su condición peculiar o insular, y ciertamente privilegiada, en el panorama
del cine contemporáneo.
Pier Paolo Pasolini, nuestro contemporáneo 33
como en sus propias películas, con los debates de su tiempo, sin quitarle el
cuerpo a todo aquello que motivaba sus preocupaciones, aunque sin sumarse
a las modas o a las tendencias dominantes de la corrección política. Y esto
último nos permite inferir que Pasolini no hubiese estado absolutamente a
gusto en una época en la que el pensamiento apropiado se ha convertido
en una camisa de fuerza y amenaza de manera creciente la libertad artística.
Nos hemos perdido de escuchar al italiano ante los quasidogmas que quieren
imponer un cierto feminismo, un cierto ecologismo, una cierta defensoría de
los fueros animales, entre otras reivindicaciones que no dejan de tener, por
cierto, asideros sólidos y defendibles, pero que se exceden en principismos
que, una vez más en la historia, aproximan estas posiciones de raíz progre-
sista a las que, en la vereda opuesta, alienta el pensamiento conservador.
Igual que las posiciones frente a la homosexualidad y al sexo en libertad
sostenidas por los partidos comunistas del siglo pasado, muy identificadas,
aunque no necesariamente por las mismas razones, con las que asumían y
siguen asumiendo la Iglesia Católica y otras denominaciones religiosas.
Sí, tanto las posiciones intelectuales y políticas como la obra fílmica de
Pasolini, que es lo que aquí nos interesa de manera central, aún nos inter-
pelan y no son en nada ajenas a los tiempos que corren. Siento la certeza de
que esa permanencia va a continuar de una u otra manera y que, hoy por
hoy, podemos reconocer en Pasolini, sin temor a equivocarnos, a alguien que
todavía nos acompaña y que, por ello, sigue siendo nuestro contemporáneo.
REFERENCIAS
Bedoya, R. (Ed.). (2020) Rondas, fanfarrias y melancolía. Aproximaciones
a la obra de Federico Fellini. Universidad de Lima, Fondo Editorial;
Embajada de Italia en el Perú.
Fantuzzi, V. (1978). Pier Paolo Pasolini. Mensajero.
Huayhuaca, J. C. (1982). La pasión de la muerte según Pasolini. Hablemos de
Cine (75), 68-74.
Mariniello, S. (1999). Pier Paolo Pasolini. Cátedra.
Pasolini, P. P. (2022). Pasolini por Pasolini. Entrevistas y debates sobre cine. El
cuenco de plata.
Stam, R. (2001) Teorías del cine. Una introducción. Paidós Ibérica.
34
OBRA ESCRITA
1941-1942 Poesie a Casarsa (poesía en friulano)
1945 Diarii (poesía en italiano)
Poesie (poesía en italiano
1946 I pianti (poesía en italiano)
Paolo Weiss (tratado sobre pintura)
1949 Dov’è la mia patria (poesía en friulano)
1950 Roma 1950 “Diario” (colección de poesía)
1952 Poesia dialettale del Novecento
1953 Tal còur di un frut (colección de poesía en friulano 1941-1951)
1954 Il canto popolare (poesía en italiano)
Dal diario (poesía en italiano)
La meglo gioventù (poesía en friulano 1941-1953)
1955 Canzoniere italiano (antología de poesía popular a cargo de
Pasolini)
Muchachos de la calle (Ragazzi di vita, novela)
1958 L’usignolo della Chiesa Cattolica (colección de poesías 1943-1949)
1959 Una vida violenta (Una vita violenta, novela)
1960 Donne di Roma (cuentos)
Roma 1950 (diario)
Sonetto primaverile (sonetos en italiano de 1953)
Passione e ideologia (ensayo)
Giro a vuoto (canciones para Laura Betti)
La poesia popolare italiana (antología a cargo de Pasolini)
1961 Accattone (guion)
La religión de mi tiempo (La religione del mio tempo, poesía en
italiano 1955-1960)
1962 El olor de la India (L’odore dell’India, reportajes)
Mamma Roma (guion)
Obra escrita 35
OBRA CINEMATOGRÁFICA
Como guionista en trabajos de grupo
1954 La mujer del río (La donna del fiume, de Mario Soldati)
1955 Il prigionero della montagna, de Luis Trenker
1957 Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, de Federico Fellini)
Marisa la coqueta (Marisa la civetta, de Mauro Bolognini)
1958 Jóvenes maridos (Giovani mariti, de Mauro Bolognini)
1959 Vividores del pecado (Morte di un amico, de Franco Rossi)
La noche brava (La notte brava, de Mauro Bolognini)
1960 La dolce vita, de Federico Fellini
El bello Antonio (Il bell’Antonio, de Mauro Bolognini)
Un día de locura (La giornata balorda, de Mauro Bolognini)
Mujeres desenfrenadas (Il carro armato dell’8 settembre, de
Gianni Puccini)
La larga noche del 43 (La lunga notte del’ 43, de Florestano
Vancini)
1961 La muchacha de la vitrina (La ragazza in vetrina, de Luciano
Emmer)
1962 Una vita violenta, de Paolo Heusch, adaptación de la novela
homónima de Pasolini
La commare secca, de Bernardo Bertolucci
Obra cinematográfica 37
Como director-guionista
1961 Accattone
1962 Mamma Roma
1963 La ricotta (episodio del largometraje Ro.Go.Pa.G.)
La rabbia (primera parte del documental; la segunda corres-
ponde a Giovannino Guareschi)
1964 Comizi d’amore (documental conocido en castellano como
Encuesta sobre el amor)
Sopralluoghi in Palestina per il film Il Vangelo secondo Matteo
(documental)
El Evangelio según San Mateo (Il Vangelo secondo Mateo)
1966 Pajaritos y pajarracos (Uccellacci e uccellini)
La tierra vista desde la luna (La Terra vista dalla Luna, tercer
episodio del largometraje Nadie engaña a una mujer / Las
brujas (Le stregue)
1967 Edipo rey (Edipo re)
1968 Apuntes para un filme sobre la India (Appunti per un film
sull’India, documental)
¿Qué cosa son las nubes? (Che cosa sono le nuvole?), tercer
episodio de Capriccio all’italiana
Teorema
1969 La secuencia de la flor de papel (La sequenza del fiore di carta)
Tercer episodio del filme Amore e rabbia
Orgía (Porcile)
1970 Medea
Ostia. Dirigida por Sergio Citti con guion y supervisión de
Pasolini
Las murallas de Sanaá (Le mura di Sana’a, corto documental)
38
[43]
44 José Carlos Yrigoyen
La forma de llevar a cabo este nuevo cine partía por hacer que, a dife-
rencia del cine convencional, la cámara se note:
el alternarse de objetivos diversos, un 25 o un 300 sobre el mismo
rostro, el desperdicio del zoom, con sus objetivos altísimos, que se
plantan sobre las cosas dilatándolas como panes con demasiada
levadura, los contraluces constantes y fingidamente casuales con sus
deslumbramientos en la cámara, los vacilantes movimientos de la
cámara a mano, los travellings exasperados, los montajes equivocados
por razones expresivas, los empalmes irritantes, las inmovilidades
interminables sobre una misma imagen, etc., todo este código técnico ha
nacido casi por intolerancia a las reglas, por una necesidad de libertad
irregular y provocadora, por un diversamente auténtico o delicioso gusto
por la anarquía: pero rápidamente se ha convertido en canon, patrimonio
lingüístico y prosódico, que interesa contemporáneamente a todas las
cinematografías mundiales. (Pasolini & Rohmer, 1970, pp. 38-39)
Mientras, para los seguidores de ese nuevo cine que propone Pasolini
“el cine sería fundamentalmente un medio de revelar el propio cine” (p. 44).
Desarrollar esta última idea le permitirá a Rohmer infligirle estocadas mortales
a las tesis pasolinianas:
No se trata del hecho de que el mundo cambie, se trata de descubrir en
el mundo cosas distintas. Lo que tiene de interesante el cine es que es un
instrumento de descubrimientos. Ustedes me dirán que el cine poético
también es un medio de descubrimiento del mundo. Quizás, pero no es
48 José Carlos Yrigoyen
Sobre los llamados de Pasolini para rescatar la calidad onírica que consi-
deraba parte de la esencia del cine original, Rohmer da su propia versión de
los hechos: “La palabra onírico me interesa mucho en la medida en que mis
Cuentos morales tienen ciertamente un lado onírico. Todos son sueños. Los
sueños están construidos por el cerebro, que es una máquina electrónica.
Toda ficción es sueño.” (Pasolini & Rohmer, 1970, p. 67). La intervención
del director francés termina con unas duras reflexiones contra la postura de
Pasolini y, de paso, contra los disfuerzos de los autores de la Nouvelle Vague:
Todas las veces que se han intentado erigir técnicas nuevas, se ha tenido
razón, y la Historia, el tiempo, ha justificado esa actitud. Y al revés, cada
vez que alguien ha intentado defender una posición puramente estética,
aunque pareciera estar ligada a innovaciones técnicas, se ha equivocado
siempre, por muy inteligente que fuera … Eso también ocurre con
un cine que fuera exclusivamente cine de poesía o un cine como el
de Resnais, donde la cronología desaparezca, donde lo subjetivo y lo
objetivo estén mezclados. Se abren puertas, pero son puertas sin salida.
Estas innovaciones carecen forzosamente de posteridad … Por otra parte,
la palabra moderno está un tanto envilecida. No hay que intentar ser
moderno, se es así si se merece. Y tampoco hay que tener miedo a no
ser moderno. No tiene por qué convertirse en una obsesión. (Pasolini &
Rohmer, 1970, p. 46)
La razón que he tenido para citar y recordar esta vieja polémica que
medio siglo después suena tan romántica y tan distante de las circunstan-
cias del cine actual es doble. Por un lado, revela uno de los problemas más
recurrentes en la obra artística y en el trabajo intelectual de Pasolini y, a mi
parecer, también uno de los más irritantes: una inclinación a sobreteorizar las
razones de sus elecciones artísticas, a defenderlas mediante complejos —y
por momentos impenetrables— tramados donde un gélido intelectualismo se
enlaza con una profusión de citas cultas que, en muchas ocasiones, no son
más que agudas pero innecesarias apostillas y explicaciones a obras que, en
la mayoría de los casos, perfectamente pueden prescindir de ellas. Joaquín
Jordá lo definió muy bien en el colofón a la edición española de la polémica:
Pasolini aborda el cine con todo el rigor intransigente y puritano del
neófito, o del converso, sin poder prescindir, no obstante, de unas
secuelas de fidelidad a una historia personal de intelectual riguroso que
le lleva a revestir el nuevo medio de expresión con toda clase de galas
culturalistas. Actúa, más o menos, como el enamorado que para justificar
su nueva amante se esfuerza en adornarla con profusión de adjetivos
encomiásticos, y un tanto offside, como inteligente, profunda, sensata,
L a utopía y su lenguaje 49
Esta actitud —que por momentos delataba una gran inseguridad a la hora
de irrumpir en desconocidos territorios creativos— también se evidenció en
su faceta teatral, donde propuso que el nuevo teatro sería el “teatro de la
palabra”, caracterizado por la desaparición casi total de la puesta en escena y
de la acción escénica (Duflot, 1970, pp. 174-175) y que en su caso particular
no le deparó ninguna obra mayor comparable a las que produjo en su poesía,
en su cine o en su narrativa. Donde no hallamos nunca entreverados subter-
fugios es a la hora de abordar su labor como poeta. En ese aspecto Pier Paolo
siempre fue claro, jamás tuvo complicaciones para aceptar ese amor, sus
verdades con respecto a él nunca necesitaron acotaciones ni apéndices racio-
nalistas. Ningún temor en introducirse hasta el cuello en esas aguas, beberlas
y sumergirse, pues conocía la flora y la fauna que en sus profundidades habi-
taban. Ahí nunca mostró miedo ni remilgos en responder “porque sí”, como
lo hacía Rohmer cuando le preguntaban acerca de su vocación por el cine.
El otro motivo para aludir a la polémica con Rohmer es porque, aunque
Pasolini no lo admitiera nunca, esta lo obligó a reformular severamente
sus postulados sobre el cine de poesía y, por lo tanto, su mecanismo para
capturar hierofanías dentro de este medio expresivo. Su periodo de descanso
médico en 1966 le ayudó a desmontar poco a poco el incómodo armatoste
teórico que había construido para sostener sus primeras aseveraciones sobre
un nuevo cine y cómo producirlo. Ya para 1969 Pier Paolo había abando-
nado totalmente aquellas ideas sobre el cine donde se nota la cámara y
aquel donde no se siente; ya no enumeraba las técnicas vanguardistas que
marcaban el camino del futuro; sus inextricables devaneos semiológicos
se habían reducido ostensiblemente. No solo eso. Pasolini, en su versión
corregida, aceptaba de manera implícita la aseveración de Rohmer acerca de
que lo importante era la cosa filmada. En la citada entrevista con Cardillo,
cuando este le pregunta sobre cómo concilia su agnosticismo con su cons-
tante búsqueda de lo sagrado, Pasolini explica su visión inmanente de la
sacralidad y la sustenta con una elaboración bastante más simple, efectiva y
natural que la desbaratada por Rohmer:
He analizado lo que puede ser la lengua del cine como un sistema de
signos icónicos que expresa la realidad misma. Por ejemplo, si tengo que
expresar un árbol, tengo un código lingüístico oral y escrito en donde
la palabra árbol … es símbolo de ese árbol: es el significante de ese
significado. En cambio, si yo quiero expresar ese árbol a través del cine,
reproduzco ese mismo árbol; por tanto, en lugar de expresar el árbol
50 José Carlos Yrigoyen
DE LA ESPERANZA A LA UTOPÍA
Hemos visto cuál era el verdadero compromiso de Pasolini con aquella
realidad de la que hablaba en sus poemas, artículos y ensayos con el fervor
de un creyente secular. Hablaba también de una desesperada vitalidad,
concepto que encierra un valor positivo: el estar inmerso en ese magma
sacro —que a través del cine se volvía un lenguaje— y mantenerse dentro
de él “en activo”, es decir, trabajando la materia hasta evidenciar en ella una
identidad divina. Hemos visto también la condición esencial para que esta
desesperada vitalidad pueda ejercerse: la conservación de la realidad en su
estado natural, salvaje, arcaico, tal y como Pasolini lo había conocido en
su infancia y adolescencia, y que a mediados de los sesenta comenzaba a
desaparecer debido a la progresiva implantación de un nuevo orden consu-
mista basado en una falsa tolerancia (a Pier Paolo le parecía que su dominio
sería tan trágico como el del primer fascismo). El poeta comprende que
ese dominio sucederá tarde o temprano y que todas las fuerzas del pasado
que deben contrarrestarlo carecen, en ese preciso momento histórico, de la
solidez y credibilidad necesarias para hacerle frente. Es así como pasa de
un estado de esperanza (en mantener los valores y la belleza del pasado) a
apelar a una utopía personal, un ideal en el que es posible hacer retroceder a
aquellos ejércitos de la muerte que, como en la pintura de Pieter Brueghel el
Viejo, estaban destinados al triunfo sin mayor resistencia. Ese periodo utópico
puede encuadrarse entre los meses de convalecencia de la crisis de úlcera de
marzo de 1966 y la etapa de concepción de La trilogía de la vida, a finales
de 1969. Durante esos tres años, sumamente prolíficos en lo referente a su
tarea cinematográfica e intelectual, Pasolini se enfrentará a viejos y flamantes
L a utopía y su lenguaje 51
los muchos juicios que debió sortear desde mediados de los años cincuenta:
el proceso contra su primera novela, Muchachos de la calle; el impuesto
contra su mediometraje La ricotta —por el que sería condenado a una pena
de cuatro meses de cárcel de la que finalmente fue eximido—; los secuestros
que merecieron películas como El decamerón y Los cuentos de Canterbury,
e incluso alguno que se le entabló después de muerto, acusado de haber
desnudado y comprometido en escenas de sexo simulado a menores de edad
para su último trabajo, Saló o los 120 días de Sodoma (cargo que podría
confirmar cualquier espectador de la película).
Todo esto viene a cuento porque una lectura tan usual como equivocada
de Teorema ha sido considerarla una película “de izquierda”, perfecta hija de
su tiempo, una obra contestataria producida a la sombra del espíritu de las
revueltas y desafíos de Mayo del 68. En realidad, el padre burgués no entrega
la fábrica a los obreros para poner en marcha la revolución, sino para iniciar
de esta forma, lentamente, la disolución del poder. Pasolini desprecia a los
estudiantes que reclaman el poder para sí, al mismo tiempo que añora a los
hombres antiguos, quienes se rebelaban con el único objetivo de ser libres.
Pasolini hubiera despreciado también, y probablemente con más furor, a los
indignados de hoy, aquellos que emergen para protestar por la restitución de
las comodidades e indulgencias concedidas por el orden y el statu quo. Esta
posición quedó bien clara luego de los sucesos de Valle Giulia, en marzo de
1968, cuando algunos estudiantes de la Facultad de Arquitectura se trenzaron
a golpes con la policía. Pasolini respondió con un poema en el que declaraba
su simpatía por los policías, “hijos de pobres”, y apostrofaba a los estudiantes
en verso y de este modo:
Dejen de pensar en vuestros derechos
dejen de pedir el poder.
Un burgués redimido debe renunciar a todos sus derechos
y desterrar de su alma, para siempre
la idea del poder.
Todo eso es liberalismo: déjenselo a Bob Kennedy (1982, p. 335)
PORCILE
Si Teorema es una sólida película realizada a partir de aceradas, dolidas
y certeras preguntas, Porcile es una cinta imperfecta construida en base a
respuestas expresadas en forma de solemnes sentencias que brotan alrededor
del epígrafe del filme: “La sociedad no devora solo a sus hijos desobedientes,
sino también a sus hijos indefinibles, misteriosos, ni obedientes ni desobe-
dientes” La cinta está dividida en dos historias paralelas, encajadas una en
otra, que se van alternando por corte, sin disolvencia. La primera transcurre
en un plano intemporal y en un espacio indefinido. Regresamos al escenario
del desierto, lugar donde el padre de Teorema se exilia pues se siente colmado
de una duda que no sabe responder. El desierto esta vez es revisitado para
enmarcar la demostración de la primera parte de la tesis de Pasolini. El perso-
naje principal del relato, un caníbal que huye de la justicia entre dunas y
volcanes, es capturado y condenado a ser ingerido por las bestias nocturnas.
Antes de que se consume su ajusticiamiento, el hijo desobediente acepta su
condición con suficiencia y deleite, asumiendo las consecuencias como un
destino que forma parte de su naturaleza.
La segunda historia de Porcile nos ilustra sobre lo que les sucede a los
hijos “indefinidos, misteriosos, ni obedientes ni desobedientes”. Situado en
la Alemania de Bonn, en plena posguerra, el relato discurre alrededor de la
vida de Julian Klotz, hijo de un rico industrial que entabla una alianza con
Herdhitze, excriminal de guerra nazi que ha cambiado de rostro y de iden-
tidad. Julian nunca toma partido por nada ni por nadie, ni siquiera cuando
su inconforme novia, Ida, lo llama a la acción y a la revuelta en la que se ven
comprometidos los demás jóvenes airados de su tiempo. Cínico y despreo-
cupado, exasperantemente neutral y pasivo, su único placer es arribar a la
pocilga de la que su padre es propietario para acoplarse con los cerdos,
quienes lo devoran en una de sus secretas incursiones, sin dejar rastro de
él. Al igual que en la primera historia, la sociedad, zoomorfizada, engulle
a quienes no se ponen de su parte, así no hagan nada para combatirla. No
hay términos medios en esa batalla que se aproxima, dice Pasolini; la alianza
entre el viejo fascismo y el nuevo ya está consolidada y la única manera de
no ser devorado por ella es la completa asimilación. Es una metáfora perfecta
como lo puede ser un callejón sin salida. Y, sin embargo, Pasolini, con su
vida y con su obra, le confiere un nuevo sentido, y así advierte que ambos
devoramientos no son lo mismo. Cuando el sirviente informa al despreciable
L a utopía y su lenguaje 55
CODA
Pier Paolo Pasolini ingresó a la década del setenta premunido de todas estas
propuestas y conclusiones cosechadas en su larga e inacabada meditación
sobre los modos artísticos e ideológicos de aprehender el lenguaje de la
utopía. Se trasladaría desde la alegría arcaica de La trilogía de la vida hasta la
desesperación radical de Saló o los 120 días de Sodoma, primera parte de su
inconclusa Trilogía de la muerte, proyecto de extrema trasgresión que, como
bien afirmó Enzo Siciliano, tiene como tema central la victoria y ascensión
del neocapitalismo fascista al poder (Siciliano, 1978, p. 394). Tal ambición, lo
sabemos, fue truncada por su autoprofetizado sacrificio. Por aquel devora-
miento lleno de sentido.
REFERENCIAS
Duflot, J. (1970). Conversaciones con Pier Paolo Pasolini. Anagrama.
Fantuzzi, V. (1978). Pier Paolo Pasolini. Mensajero.
Maconi G. (2010). El caso Pasolini. Crónica de un asesinato. Gallographics.
Naldini, N. (1992). Pier Paolo Pasolini. Circe.
58 José Carlos Yrigoyen
INTRODUCCIÓN
La víspera de su asesinato, Pier Paolo Pasolini fue entrevistado por el escritor
Furio Colombo para La Stampa Sera. El cineasta mismo le sugirió titularla
Siamo tutti in pericolo (‘Estamos todos en peligro’) pues señalaba en sus
respuestas lo corroída que estaba la sociedad italiana por obra de los poderes
políticos y económicos. El velo de ironía y la ola de rumores y chismes que
se tejieron inmediatamente después del crimen1 pusieron en segundo plano
el radicalismo crítico de sus palabras en esa última aparición en la prensa. Su
confesa homosexualidad y su ubicación exitosa y prácticamente inclasificable
en el mundo intelectual y artístico habían hecho de Pier Paolo una notabi-
lidad, un paradigma del clima de cambios de aquella Italia aún en reconstruc-
ción de los setenta y todo ello se vería alimentado por el escandaloso estreno
de Salò dos meses después. A 47 años de su desaparición, buena parte de su
[61]
62 Javier Protzel
5 Debe por lo menos mencionarse a Elio Vittorini, Alberto Moravia, Vasco Pratolini, Cesare
Pavese y tardíamente a Italo Calvino. Las obras de algunos de estos escritores fueron
adaptadas al cine y entre ellos colaboraron en elaborar guiones.
6 La película fue rodada en el entonces suburbio de Pigneto, al sureste de Roma, zona
periurbana poblada por migrantes.
Poeta del cuerpo, militante del alma 65
el éxito comercial del cine péplum7 permitieron crecer a la industria junto con
el ‘milagro italiano’ y dejar atrás al neorrealismo. Al contrario, según escribe
Wehrli, la película es “… la mauvaise conscience d’une Italie qui croyait être
entrée pour toujours dans une nouvelle ère mais qui découvrant la civilisation
de masse, resta tributaire de ses présupposés sociaux, religieux et moraux. […
la mala consciencia de una Italia que creía haber entrado para siempre en una
nueva era, pero que, al descubrir la civilización de masas, permaneció tribu-
taria de sus premisas sociales, religiosas y morales] (2015, pp. 306-307).
A Pier Paolo parece importarle más el padecimiento como tal que sus
determinaciones estructurales. Su mirada a lo popular está más fijada en la
humildad que en la virtud. Y los humildes siempre son débiles, vulnerables
al castigo de los poderosos y a sus prohibiciones. Sufren independientemente
de si cruzan o no la línea que separa al bien del mal y, por ello, sus pecados
serían dignos de redención. Con Bernardo Bertolucci, su joven asistente de
dirección, se separa del neorrealismo intentando expresar esa moral de vagos
y ladrones ajena a todo proyecto político, como ocurre con el protagonista
Vittorio Cataldi, apodado “Accattone” (Franco Citti) que pasa el tiempo riendo y
bebiendo con su grupo machista de amigotes. Su sostén material es Maddalena
(Silvana Corsini), con quien convive, una prostituta obligada a esperar clientes
al borde de la pista pese a estar cojeando por una lesión en la pierna, mientras
la esposa Ascenza (Paola Guidi), albergada donde su padre, recicla botellas para
mantener a su hijo. Padre y esposo irresponsable, proxeneta cruel, matón agre-
sivo, ha renunciado al trabajo como forma de vida para ubicarse en una tierra
de nadie, la antípoda del héroe neorrealista. Al detenérsele por sospechoso de
una violación que no ha cometido, no entiende ni qué está ocurriendo ni el
maltrato policial. La escena contiene una alusión a El proceso de Kafka, autor
al que Pasolini cita nuevamente cuando el personaje sueña su propia muerte:
encuentra a sus amigos del barrio severos y silenciosos, vestidos de negro y
corbata, llevando flores blancas. Ve voltear por una esquina un cortejo condu-
cido por un cura, dos acólitos y un coche funerario. Él pregunta y alguien le
contesta “Accattone è morto”. Al llegar al cementerio es Accattone quien camina
detrás del coche funerario con rostro compungido. El cortejo ingresa, pero el
guardián lo detiene, se pone su gorra, le dice que no puede entrar, y le cierra la
pesada puerta de hierro. Como en Ante la ley, el cuento de Kafka, la autoridad
le ha vedado a Accattone el ingreso al recinto de la ley.
7 Este término, tomado del peplo o peplum, que era la túnica que vestían hombres y mujeres
en la antigüedad grecorromana, designa a la numerosa producción de películas históricas
o mitológicas que transcurren en la Roma antigua, buena parte de ellas producidas por
empresas hollywoodenses.
66 Javier Protzel
8 Para mayor abundamiento debo añadir que Buonconte, personaje de La divina comedia
(Canto V, Purgatorio), muere haciéndose la señal de la cruz con los dos brazos juntos al
caer en una batalla. En Fantuzzi (2022).
Poeta del cuerpo, militante del alma 67
LA RICOTTA
Las dificultades con la censura fueron aún mayores después. Tras estrenarse
La ricotta (1963), el Ministerio Público querelló al director, a quien sentenció a
cuatro meses de prisión por vilipendio del sentimiento religioso y del Estado.
Este cortometraje (35’) fue uno de los cuatro capítulos de Ro.Go.PA.G.9,
una obra menos conocida, pero que ilustra claramente su pensamiento de
entonces, ubicado en plena época del debate intelectual sobre la relación
entre el cristianismo y el marxismo.
En La ricotta predomina un humor burlesco consistente en la inversión
de los sitios ocupados por lo sagrado y lo profano, una dualidad de opuestos
y complementarios, tal como ocurre con la realidad y la representación, el
blanco y negro y el color, y el desdoblamiento de la enunciación cinemato-
gráfica entre el autor real y el personaje del director. El filme trata acerca del
rodaje de una película sobre la crucifixión, cuyo director es Orson Welles,
quien “representa” a Pasolini en la ficción. Trata en particular dos momentos
del Evangelio: las últimas palabras de Cristo crucificado junto al Buen Ladrón
y el posterior descendimiento de la cruz con la Virgen María, María Magdalena
que llora y otros personajes. El primero dinamiza el relato y lo vemos en
blanco y negro. Los intérpretes de Cristo y los dos ladrones deben ser cada
uno puesto, anudado y colocado sobre sendas cruces de madera que serán
levantadas para el rodaje. El protagonista no es Jesucristo sino el Buen Ladrón,
personificado por Mario Cipriani —actor que interpreta al humilde Balilla en
Accattone—, quien ahora se llama Stracci (‘trapo’). En cambio, el segundo
momento es la escena del descendimiento de la cruz, que reproduce en
color La deposizione dalla croce, una pintura manierista de Rosso Fiorentino.
En esta la representación es frontal y es escenificada con personajes inmó-
viles, a modo del tableau vivant decimonónico de inicios de la fotografía,
que cometen errores y obligan a reiniciar la escena. Son esas incidencias del
rodaje las que provocan hilaridad. En un caso, hay error en el fondo musical
de esa escena; se introduce un twist (de moda en esa época) en vez de una
composición sacra de Scarlatti. Y en otro, el Cristo ya descendido de la cruz se
cae aparatosamente y provoca las carcajadas de todo el elenco, además de la
equivocación entre un chachachá y una pieza clásica de Gluck.
Por otro lado, Stracci es uno de entre los habitantes modestos de
esa zona semi-rural interesados en ganarse algo en el rodaje. El equipo
9 Los otros tres capítulos del filme fueron dirigidos por Roberto Rossellini, Jean-Luc Godard
y Ugo Gregoretti.
68 Javier Protzel
11 Entre ellas se cuentan superproducciones hollywoodenses como The Passion of the Christ
(La pasión de Cristo, 2004) de Mel Gibson, la coproducción con Italia de Jesus of Nazareth
(1977) de Franco Zeffirelli, King of Kings (Rey de reyes, 1961) de Nicholas Ray, sin olvidar la
muda de Cecil B. De Mille (El rey de reyes, 1927) y la más antigua, La Naissance, la vie et
la mort du Christ (El nacimiento, la vida y la muerte de Cristo, 1906) de Alice Guy, aunque
sin contar The Last Temptation of Christ (La última tentación de Cristo 1988) dirigida por
Martin Scorsese y escrita por Paul Schrader.
70 Javier Protzel
15 Lengua regional del Friul, al noreste de Venecia. Pasolini fundó una Academia de la
Lengua Friulana.
72 Javier Protzel
Y en las Interviste corsare, es muy claro: “… haré cine cada vez más
difícil, más árido, más complicado, y quizá incluso más provocador, para que
sea lo menos consumible posible” (Pasolini, 1995, p. 99).
El filósofo Giorgio Agamben tuvo una larga amistad con él, e incluso
actuó en Il Vangelo en el rol del apóstol Felipe. Según Honesko, hubo entre
ellos pensamientos y ánimos afines, pues como Pasolini, Agamben “… sabe
que no hay esperanzas para un tiempo que apuesta a la futurología” (2013,
Poeta del cuerpo, militante del alma 73
REFERENCIAS
Agamben, G. (2017) The Omnibus Homo Sacer. Stanford University Press.
Genova Palazzo Ducale (2015, 20 de noviembre). Massimo Recalcati: corpo
e linguaggio in Pasolini [video]. YouTube. https://www.youtube.com/
watch?v=Et6Owcmc8RM
Bataille, G. (1957). La littérature et le mal. Gallimard.
Erbani, F. (2010, 3 de marzo). Dell’ultri: ho il capitolo rubato de Pasolini. La
Repubblica. https://ricerca.repubblica.it/repubblica/archivio/repubbli
ca/2010/03/03/dell-utri-ho-il-capitolo-rubato-di.html
Fantuzzi, V. (2022, 4 de marzo). Pasolini y lo sagrado. La Civiltà Cattolica.
https://www.laciviltacattolica.es/2022/03/04/pasolini-y-lo-sagrado/
Galleria d’Arte Moderna (s.f). Pasolini pittore. https://www.galleriaartemoder
naroma.it/it/mostra-evento/pasolini-pittore
Honesko, V. (2013). Para una ética sin culpa: Agamben lector de Pasolini.
Pléyade, (12). 135-161.
74 Javier Protzel
John Keats
[77]
78 Juan Diego Caicedo González
Habría que señalar el hecho de que esta constante política era, eminen-
temente, la manifestación más pronunciada exteriormente de toda una ética,
un poco a la manera de Aristóteles. El filósofo, en su Ética a Nicómaco
anuncia ya que la política (el futuro texto de la Política como tal), en el
pleno sentido del concepto, emana directamente de la ética. Esto lo pone en
evidencia Suso Cecchi D’Amico, la fiel guionista de Visconti, quien también
trabajó con De Sica:
A los de la vieja generación nunca se nos pidió que escribiéramos algo
para que obtuviera un determinado éxito. La idea de buscar el éxito
es algo que llegó mucho más tarde. Las películas que se enfocan de
este modo son menos auténticas... Escribo sobre lo que sé que es
verdadero y para gente a la que conozco a fondo. Escribo sobre Italia y
sus problemas, y escribo para mi vecino, también de origen italiano. …
Creo que el cine y las películas han sido perjudiciales para la moralidad.
Los niños se la pasan todo el día viendo violencia y héroes que matan
en televisión. Creo que un guionista deberá ser consciente de en qué
medida es responsable del comportamiento de la gente. Soy una censora
verdaderamente rigurosa de sí misma y de lo que escribo. Me aterroriza
lo que puedes hacer con las imágenes. No acepto historias que me
parezca que puedan ser peligrosas. Escribir guiones es un oficio muy
importante y soy plenamente consciente de mi responsabilidad. Escribir
ha enriquecido mi vida. Mi objetivo es que enriquezca la de otros.
(McGrath & McDermott, 2003, pp. 162-163).
las vivencias del espectador. Pero el director italiano fue un poeta que cana-
lizó las aspiraciones de una amplia comunidad de lectores, identificados con
su impronta, caldeada por la protesta y la inconformidad. Incursionó en la
totalidad de los géneros literarios, la poesía, el cuento, el teatro y la novela.
Fue también, como veremos, un prolífico ensayista, que no solo escribió
sobre cine, sino también sobre poesía, problemas sociales y políticos.
Pasolini era a la vez todo un poeta del cine, como lo demuestran Medea
y, en general, buena parte de su obra. Es de vieja data, de las tradiciones más
clásicas, que el poeta es un creador integral. Pocas obras tan dramáticas de
un poeta épico, narrador por excelencia, como Homero; la Ilíada, tan querida
por Federico Fellini, es épica y dramática a la vez, en gran escala. Virgilio y
Dante, tan hermanados por La divina comedia, son tan épicos como líricos
y dramáticos; el dramatismo que impregna el relato, por Eneas, de la caída
de Troya, al igual que el suicidio de Dido, y la descripción de los círculos
del infierno por Dante, han inspirado, los primeros, a un dramaturgo-músico
como Héctor Berlioz, autor del libreto de su ópera Los troyanos, mientras que
la obra de Dante, tan inspirada por el poeta de las Églogas, ha sido objeto, a
su vez, de varias versiones escénicas a lo largo de la historia. No es impropia
tampoco para el poeta la actividad del ensayista y, más allá, del teórico e,
incluso, del filósofo. Ensayistas han sido el propio Dante, Edgar Alan Poe,
Charles Baudelaire, Percy Shelley, Samuel Taylor Coleridge, Friedrich Schiller,
Richard Wagner —poeta, libretista de sus propios dramas musicales—, el
ya mencionado Stevenson, Paul Valery, Wystan Auden, Ezra Pound y T. S.
Eliot, para citar únicamente a unos cuantos. Ensayistas y teóricos han sido
poetas de la pantalla como Eisenstein, Pudovkin, Jean Epstein, Raúl Ruiz,
Andrei Tarkovski, Éric Rohmer (asimismo, novelista y autor de cuentos) y Paul
Schrader. Ensayista y teórico fue Béla Balázs, poeta, dramaturgo y libretista
de ópera, cuya concepción del cine es una de las más hermosas y abarca-
doras, pese a su ortodoxia ideológica y política; teoría de fuerte arraigo en el
período de entreguerras, dominado por el fascismo, en la escuela del Centro
Experimental de Roma, uno de los escenarios donde se gestó el neorrea-
lismo. Obras de Balázs fueron traducidas por el profesor del centro Umberto
Barbaro, quien acuñó el concepto de neorrealismo, y circularon en amplias
discusiones entre los estudiantes de cine de la época, entre ellos Giuseppe
de Santis.
En la era del apogeo estructuralista y semiológico, Pasolini destacó al
lado de figuras prominentes de esta corriente del pensamiento con sus ideas
acerca del plano secuencia como semiología de la realidad:
84 Juan Diego Caicedo González
cierto es que los movimientos de la cámara en sus películas (más de una vez
con cámara en mano), a menudo de una duración no tan breve y propensos
a convertirse en planos-secuencia, constituyen un aspecto identitario, si se
quiere, de su cine; logran, por ejemplo, que los mitos de Medea y Edipo, lo
legendario, arcaico y muy distanciado en el tiempo, parezcan arrancados de
lo inmediato, de una estética paradocumental. El espectáculo de adornos
inútiles y grandilocuentes, esperado por más de un espectador, se deshace,
se viene a pique, cuando el mito cobra actualidad y parece tomarse de lo
que es la vida todavía en muchas comunidades no tocadas ni invadidas por
lo que para muchos es el progreso, el presunto avance civilizador. Los espa-
cios de Pasolini en tales obras y la cámara vuelven tan real el pasado como
el presente, acaban con la distinción de tiempos, funden el documental con
la ficción; sin apoyarse en modernizaciones arbitrarias, se sumergen en un
universo primigenio que sigue vivo, no se ha alterado, como tampoco ha
perdido ni perderá nunca la tragedia su trascendencia.
Edipo rey de Pasolini, en el plano musical, remite además a una diversidad
de fuentes: Bach, Mozart, música popular procedente del Japón, Rumania y
Marruecos, una prueba más de universalidad conseguida dentro de su “natu-
ralismo”. También hay intertítulos como en el cine mudo: la intemporalidad
campea a sus anchas. Los extras visten como pastores primitivos, pero de una
forma al mismo tiempo tan estilizada que parece de un tiempo indefinido.
Tal estilización del vestuario y la utilería convierten a la realidad represen-
tada en un universo aún más primigenio, una cultura originaria que alberga
la sabiduría concomitante con los mitos, la cual tiene mucho que echarle
en cara al progresismo y al evolucionismo optimistas de Occidente. En ese
sentido, Pasolini comparte con Richard Wagner su alta valoración del mito
como foco inicial de referencia, ineludible, en la marcha de la sociedad; el
compositor, en sus estudios sobre el drama y el mito y, sobre todo, en la
Tetralogía a la que estos dieron lugar, lo exponía claramente. El vestuario de
Medea fue diseñado por el excelente Piero Tosi, quien trabajó toda una vida
con Visconti.
Efectos similares se encuentran en El Evangelio según San Mateo. Cristo,
como personaje épico, es en el filme un héroe que está por encima de los
demás mortales, como hijo de Dios; así lo hace resplandecer la fotografía del
magnífico Tonino Delli Colli, una de las luminarias del cine italiano de la
postguerra. Rodeado del aura del misterio y la divinidad, Cristo, con rostro
de juez y al mismo tiempo de padre misericordioso, camina, predica y cura
por los senderos de Galilea y las calles de Jerusalén como si estuviera seguido
hoy por la cámara en las calles de un pueblo italiano, árabe, africano o
86 Juan Diego Caicedo González
Italia del Vaticano. Al fin y al cabo, como afirmaba John Keats, un poeta no
tiene identidad:
Aquello que choca al virtuoso filósofo, deleita al poeta camaleón. Su
gusto por el lado oscuro de las cosas no causa más daño que el que
tiene por el lado brillante, ya que ambos culminan en especulación. Un
poeta es lo menos poético de cuanto posee existencia, porque carece de
identidad; está continuamente llenando otro cuerpo, o tras de él. El sol,
la luna, el mar, hombres y mujeres, que son criaturas de impulso, son
poéticas, tienen en torno suyo un atributo inamovible; pero el poeta no
tiene nada, carece de identidad. Es ciertamente la menos poética de las
criaturas de Dios. (Lord Houghton, 2003, p. 200)
veía como siempre tentada por la desesperación y la angustia, que con una
problemática social. Los grandes artistas, poetas y pensadores, tengan la incli-
nación sexual que tengan, han sabido entenderlo muy frecuentemente.
La trilogía no es lo mejor de la obra de Pasolini. En El decamerón no
solamente el tratamiento del sexo es un poco burdo y torpe. Le molesta
sobre todo al cinéfilo atento el hecho de que atenta contra las más elemen-
tales recomendaciones concernientes al montaje cinematográfico; un caos
de imágenes y sonidos no acaba de encontrar un desarrollo consistente.
Tampoco ayudan ni el montaje ni los actores. Ninetto Davoli, con su consue-
tudinaria sonrisa estúpida, no es el actor más lucido de Pasolini. En cuanto a
Saló, más que las escenas de crudeza sádica, lo que no acaba de convencer
es una sucesión inarticulada de gratuidades y enfermizas reiteraciones, como
si la preocupación central del director hubiera sido tratar de generar atracción
exclusivamente por las aberraciones en sí, sin tener en mente una creación
de personajes ni una forma artística tan convincente como la de Accattone,
Medea o El Evangelio…. Tal vez en Saló el arte fue sacrificado por la preten-
sión de continuar la restauración del prestigio del Marqués de Sade en una
época atiborrada de sexo y sadomasoquismo, término surgido de su fundador
literario. Tal vez el arte fue sacrificado por una intención de ganar en la
taquilla. Pasolini siempre fue un hombre de espíritu crítico, no conformista
ni de ortodoxias políticas. Fue expulsado de hecho del Partido Comunista
Italiano por su comportamiento sexual. Aquí, en Saló, es complaciente con
una exacerbación de procacidad más próxima a la mentalidad dominante en
algunos medios de comunicación masivos de hoy y a páginas web especia-
lizadas en esas aberraciones que a la continuidad de la que había sido una
obra no sometida nunca a tales perspectivas.
Pero, ¡oh paradoja! Otra más y más... Pasolini pensaba lo siguiente acerca
del sexo en sus días y, particularmente, en los tiempos que veía venir, que
son los nuestros; es muy diciente, por lo demás, el título del ensayo del
que extraemos unos apartes: Demasiada libertad sexual os convertirá en
terroristas.
Es en las sociedades tolerantes y permisivas en las que con mayor
frecuencia se dan casos de neurosis, pues las parejas exigen que se
exploten obligatoriamente las posibilidades que ofrecen, es decir, exigen
esfuerzos desesperados para no ser menos en una competitividad sin
límites. Además, la permisividad hace florecer —precisamente porque las
permite— las diferencias y, de hecho, es esta permisividad la que crea
los guetos.
Paradojas de un hombre sin identidad convencional 91
… Mientras que los chicos jóvenes, también los del pueblo, empiezan
a padecer formas de neurosis de tipo burgués a causa del conformismo
que nace de la tolerancia, las chicas empiezan a padecer formas de
neurosis hasta ahora desconocidas a causa del exceso de libertad sexual,
carente de compensaciones, carente de una libertad análoga en el campo
cultural.
… Las chicas tuvieron una enorme influencia a la hora de dar un aspecto
dogmático y fanático a las experiencias pragmáticas y empíricas de los
movimientos extremistas. (Pasolini, 2014, pp. 124-127)
consumado, como lo han sido y son tantos italianos; amante del deporte,
del fútbol como Platón de la gimnasia y el ejercicio físico en la formación de
los jóvenes; fiero y valiente en la defensa de principios por los que estaba
dispuesto a dar la vida: algo le quedó del espíritu militar de su padre en mejor
sentido. Los jóvenes, con su gimnasia y su música, debían prepararse para la
guerra, según el mismo Platón; guerra que Pasolini libró con su vida contra la
ceguera espiritual, la apatía sumisa y la esclavitud de los que aprenden como
esclavos, para parafrasear el título de aquel ensayo célebre de Rossellini, uno
de los guías tutelares del cine de la época, que además llegó a tener tanta
influencia en la Francia de Bazin, Truffaut, Rivette y Godard.
He aquí un hombre de pecho rico, muy rico: Pier Paolo Pasolini. En pala-
bras de Hegel, quien así se expresaba, el ideal del carácter
… consiste en el rico vigor de la subjetividad que se resume en sí misma.
… el hombre no lleva en sí solo un dios como su pathos, sino que el
ánimo del hombre es grande y amplio. Un hombre verdadero incluye
muchos dioses y él encierra en su corazón todos los poderes que están
desplegados en el círculo de los dioses; el Olimpo entero está congregado
en su pecho. (Hegel, 1989, p. 207)
REFERENCIAS
Hegel, G. W. F. (1989). Estética, I. Península.
Lord Houghton. (2003). Vida y cartas de John Keats. Pre-Textos.
McGrath, D. & McDermott, F. (2003). Guionistas. Océano.
Mitry, J. (2002). Estética y psicología del cine (Vol. II). Siglo xxi.
[97]
98 Miguel Marías
incluso en cuestiones sobre las que sabía que era arriesgado. Pero está claro
que no le gustaba callarse.
En la medida en que me vea capaz, trataré, por tanto, de no disociar
artificial ni quirúrgicamente sus mil caras, aunque ello me obligue a una
cierta acumulación de ideas y me imponga ese desorden que suele coronar
cualquier tentativa de abarcar demasiado. Porque aquí, en esta especie de río
torrencial rodeado de intrincada selva, de nada me sirve atenerme a la crono-
logía, aunque pueda ayudar, ocasionalmente, apoyarse en ella. Pero como mi
primer contacto con la obra de Pasolini fue no cinematográfico, sino a través
de su poesía, y solo después pasó a ser el guionista oculto tras más de diez
películas de variable interés y valor —a menudo, dirigidas por el subestimado
Mauro Bolognini—, más tarde el teórico ocasional que trata de aplicar al cine
algunas ideas de la semiología y, luego ya, finalmente, el cineasta, o mejor,
los varios cineastas que conviven en Pasolini, unos primitivos y otros muy
modernos, lo mismo realistas que hiperestilizados y poéticos, que a veces
se turnan o se relevan hasta dentro de la misma película. En todos ellos
encuentro motivos de interés y en todos me deparó sorpresas que me permi-
tieron seguir esperando con curiosidad e interés, si no impaciencia —no fue
nunca para mí oráculo ni modelo—, cuanto hacía, incluso cuando las mues-
tras más recientes me hubieran decepcionado o resultado demasiado ajenas
o alejadas de mis preocupaciones.
Tampoco llegó nunca a convertirse en uno de esos autores —en cual-
quier campo— que llegan a tornarse pesadamente obligatorios, porque casi
sin excepción cuanto hacía era rechazado por unos y loado por otros, y
no solo entre los críticos ni los aficionados al cine o los “enterados”; solía
escandalizar, sobre todo, y muy ruidosamente, a los profanos, incluso a los
que no veían sus películas ni leían sus poemas, artículos o ensayos, sino
que miraban con lupa y prejuicios algún titular —quizá inexacto, por lo
demás— de sus entrevistas, declaraciones o escritos. Es muy probable que, al
ser cuanto decía, escribía o filmaba objeto de discusión y debate, de escarnio
y ditirámbicos elogios, y no pocas veces de análisis tan minuciosos como
para mí impenetrables —casi autopsias—, me sintiese con absoluta libertad
para opinar sin tener en cuenta para nada, ni a favor ni en contra, las valo-
raciones ajenas.
Quizá mis piezas cinematográficas favoritas de Pasolini fueran, durante
mucho tiempo, las humorísticas, tal vez las más modestas, algunas incluso las
de más reducidas dimensiones, a menudo las más breves, y por ello menospre-
ciadas con frecuencia como “menores” y arrojadas a la papelera como meros
Pasolini múltiple 99
trágica, y de otros menos veteranos, como Ettore Garofolo, Luisa Loiano, Maria
Bernardini. A esa mayor hibridez (un rasgo muy común, a todos los niveles,
en todo el cine pasoliniano) del estilo y de la narrativa corresponde también
el empleo de la música, que en esta ocasión sustituye a Bach por Antonio
Vivaldi (sobre todo el Concierto en re menor), junto con Violino tzigano
(C. A. Bixio y B. Cherubini) cantado por Joselito (¿quizá porque Ettore
Garofolo se parecía algo al actor/cantante español?). Aunque más entroncada
en una tradición (Roma città aperta y L’Amore de Rossellini, Bellissima de
Visconti), la más clásica Mamma Roma continúa en más de un sentido el
camino abierto por Accattone (por ejemplo, con el final prematuramente
trágico del joven protagonista masculino y la ambigüedad de la escena prece-
dente) y parece, en algún sentido, servir de preparación para Il Vangelo, la
película que catapulta a la fama a Pasolini.
No voy a entrar en la (a mi entender ridícula) controversia religiosa que
se montó, ni natural ni inocentemente, a propósito de Il Vangelo secondo
Matteo y que, si no me interesó lo más mínimo en su momento, menos va
a hacerlo ahora, 58 años más tarde, y con lo que ha llovido desde entonces.
Me limitaré, por ello, a reproducir un texto que escribí no sé cuándo (no
encuentro por ningún lado una fecha) para una edición en DVD del suple-
mento semanal “El Cultural” del diario madrileño El Mundo, que obviamente
ni ha circulado mucho ni es fácil de encontrar. Se titulaba Sincera perplejidad
y así lo copio, en cursiva para no mezclar lo escrito tal vez hace 20 años,
aunque no he cambiado una palabra:
Pese a no ser la primera, sino la tercera larga de las películas del poeta
y todavía incipiente cineasta Pier Paolo Pasolini, El Evangelio según San
Mateo es una experiencia de primitivismo. Carente aún, para su fortuna y la
nuestra, de lo que ambiguamente se llama “oficio”, y a menudo se usurpa así
un sustantivo digno para encubrir con él la fórmula y su rutinaria ejecución,
y deseoso de no caer en la sobada imaginería con que suele estamparse la
historia —si no más grande— más veces contada, Pasolini trató de abordar
el Evangelio de Mateo, que no uno de los más conocidos y celebrados, como
quien parte de cero, y busca las imágenes apropiadas no en su memoria
pictórica, ni en sus recuerdos infantiles —aunque una y otros asomen,
porque no podían no hacer acto de presencia, como elementos fundacio-
nales que son, por mucho que nos pese—, sino en la tentativa de, mediante
la relectura del texto, imaginarse allí y entonces, como si uno de los apóstoles
y discípulos, en lugar de describir con palabras, mucho más tarde, lo que
presenciaron, hubiera llevado una cámara, por supuesto tan sencilla como
la de los hermanos Lumière y utilizada con mucha mayor torpeza, sin omitir
104 Miguel Marías
tiene que ser enérgico de vez en cuando. Esa aspereza tiene su eco en la brus-
quedad narrativa de la película, contada a trompicones, a salto de elipsis, y
en la heteróclita mezcla de motivos musicales que se suceden, interrumpién-
dose y cambiando el tono y el ritmo, como para desestabilizar al espectador,
sacudirle el conformismo, hacerle compartir su fascinación y sus reservas, su
admiración y su indeponible análisis.
Se le reprochó a Pasolini, por sus antecedentes políticos y personales y por
el tema abordado, algo así como “intrusismo”, más aún que afán de provoca-
ción o falta de respeto, evidentemente ausentes. Falta, sí, una fe apriorística,
impuesta o aceptada incondicionalmente, sin interrogaciones ni preguntas.
Hay, en cambio, una disposición a tomar en consideración y aceptar lo que
le es posible admitir, mucho más interesante y, sobre todo, más emocionante.
Solo añadiría ahora que sigo pensando que Il Vangelo… es la primera
obra maestra de Pasolini y que sigue siendo una de sus mejores obras, además
de, a mi juicio, la mejor ilustración práctica de lo que creo que él entendía
por “cine de poesía”, precisamente porque, al narrar una historia por todos
conocida y mil veces contada en todas las formas imaginables, se prestaba a
ese tratamiento, tal vez el que aún faltaba.
No es que deteste o encuentre abominables Teorema y Porcile, que ni
siquiera encuentro ridículas —lo preferiría— sino tan pueriles y simplonas
como pretenciosas, y por tanto no muy características de su autor, y me
atrevería a decir que indignas de su inteligencia y su agudeza. Las he visto
bastantes veces las dos, más que suficientes para cambiar o confirmar mi
absoluta falta de interés por ellas. Empiezan con algunas imágenes cier-
tamente familiares —pues son un tipo de paisajes habituales en Pasolini,
presentes ya en Il Vangelo secondo Matteo y otras—, obviamente muy bien
fotografiadas por Giuseppe Ruzzolini o Tonino Delli Colli y con un comen-
tario musical interesante; pero esto es lo menos que se le puede pedir a un
director serio, y se puede y debe esperar algo más; sin embargo, al poco rato
—en Teorema ya en una especie de prólogo anterior a los títulos de cabe-
cera— se veía venir por dónde iba a caminar, y en mi caso —evidentemente
no en el de muchos otros, al menos por entonces enfervorizados (no sé si
hoy mantienen su prestigio)— me quedé fuera de juego al cabo de pocos
minutos, sin conseguir volver a entrar en ningún caso. Mucho me temo que
sean dos películas aquejadas —como tantas de esos años y aún algunos
más— del contagio inmediato del pseudofervor contestatario-revolucionario
que se manifestó precisamente en el mes de mayo de 1968 en París, luego
en toda Francia y más tarde en medio mundo, y del que ya antes se podían
106 Miguel Marías
[113]
114 Ivana Peric Maluk
1 Por ejemplo, en julio de 1964, Calvino le escribe a Pasolini “Vittoria es bellísima, una de
tus poesías más bellas. ¿Cuándo vas a dejar de hacer cine?” (como se cita en Naldini, 1989,
p. 256).
2 La referencia aquí es principalmente a Antonio Gramsci.
El cine de Pasolini como poética del presente 115
3 Cabe precisar que, como era habitual en su relación, Calvino y Pasolini mostraron
expresamente un matiz a este respecto que los hacía posicionarse en distintas veredas
frente a la pregunta sobre qué hacer ante el avance del lenguaje del consumo. Así, a
partir del polémico artículo de Pasolini titulado Nuevas cuestiones lingüísticas (1964),
Calvino escribe La anti-lengua (1965) en el que replica que el problema no sería la
existencia del lenguaje tecnológico del consumo que Pasolini rechaza, pues de hecho
aportaría elementos lexicales que facilitan la comunicación, sino de una anti-lengua que
se estaría usando en la vida práctica cotidiana con el fin único de hacerse entender,
vaciándola de toda expresividad.
116 Ivana Peric Maluk
irrazionale per Cristo. ... Perché altrimenti non raggiungerei il mio scopo
di riproporre a tutti una vita che è modello —sia pure irraggiungibille—
per tutti. [es una obra de poesía la que quiero hacer. No es una obra
religiosa en el sentido corriente del término, ni una obra en modo alguno
ideológica. En palabras muy sencillas y pobres: no creo que Cristo sea el
hijo de Dios, porque no soy creyente, al menos en conciencia. Pero creo
que Cristo es divino: creo que en él la humanidad es tan alta, rigurosa e
ideal para ir más allá de los términos comunes de la humanidad. Por eso
digo “poesía”: una herramienta irracional para expresar mi sentimiento
irracional por Cristo. ... Porque de lo contrario no alcanzaría mi objetivo
de proponer a todos y todas una vida modelo —aunque inalcanzable—
para todos y todas]. (Naldini, 1988, p. 509)
5 La expresión feliz “dar un futuro al pasado” es de Federico Galende cuando escribe que
“por eso el cine era una respuesta, porque situaba técnicamente en el futuro rostros
encapsulados en la irreversibilidad del pasado. Era su forma de introducir un asunto
fundamental: el del futuro de todos nuestros pasados. Y la apuesta por darle un futuro al
pasado debería leerse como una apuesta paralela a la anterior: la de brindarle a todos los
pobres la dignidad póstuma que seguiría a las formas vulgares de un presente vaciado de
memoria” (Galende, 2022, párr. 5).
6 Específicamente, en el cartel que los fascistas hicieron circular por Venecia tras el estreno
del filme de Pasolini Mamma Roma (1962), disponible en Betti (1977).
120 Ivana Peric Maluk
Más allá de las diferencias que pueden hallarse entre ambos planteamientos,
lo que tienen en común es que ven en el lenguaje cinematográfico la potencia
7 La expresión “arqueología del presente” es utilizada por varios estudiosos para referirse
a la metodología extendida por el filólogo alemán Erich Auerbach, cuyo trabajo influyó
decisivamente en la experimentación de Pasolini. Por ejemplo, en Castellana (2012, p. 15)
y en Luperini (2009, p. 74). Para una lectura reposada de la experimentación de Pasolini
tomando como matriz la noción de figura desarrollada por Auerbach, véase Peric (2021).
El cine de Pasolini como poética del presente 121
8 “Estoy olvidando cómo eran antes las cosas. Los amados rostros de ayer empiezan a
amarillear. Ante mí —implacable, sin alternativas— el presente. Y readapto mi compromiso
para una mayor inteligibilidad (¿Salò?)” (Pasolini, 1976, p. 76).
122 Ivana Peric Maluk
REFERENCIAS
Betti, L. (Ed.). (1977). Pasolini: cronaca giudiziaria, persecuzione, morte.
Garzanti.
Castellana, R. (2012). La teoria letteraria di Erich Auerbach. Una introduzione
a Mimesis. Editorialle Artemide
Epstein, J. (2014). El cine del diablo (P. A. Ires, Trad.). Cactus. (Obra original
publicada en 1947).
Galende, F. (2022). Pasolini. Las potencias del pasado. laFuga, (26). https://
www.lafuga.cl/pasolini-las-potencias-del-pasado/1094
Luperini, R. (2009). Metodo e utopia in Mimesis. En R. Castellana (Ed.), La
rappresentazione della realtà. Studi su Erich Auerbach (pp. 63-75).
Artemide.
Mariniello, S. (1999). Pasolini. Cátedra.
Naldini, N. (Ed.). (1988). Pier Paolo Pasolini. Lettere 1955-1975. Con una
cronologia della vita e delle opere. Einaudi.
Naldini, N. (1992). Pier Paolo Pasolini. Una vida (M. del Corral, Trad.). Circe
Ediciones (Obra original publicada en 1989).
El cine de Pasolini como poética del presente 123
[127]
128 Carlos Esquives
1 En esa ocasión, Juan XXIII había convocado a artistas no católicos a una reunión. Mientras
aguardaba en el hotel, Pasolini se encontró con la Biblia. Ese sería el antecedente de Il
Vangelo secondo Matteo. Pasolini incluso se la dedicaría al Papa, quien fallecería un año
antes del estreno del filme.
Hereje eres tú: el cristianismo desacralizado en el cine de Pasolini 129
2 Es sabido que para Il Decameron (1971) e I racconti di Canterbury (1972), dos películas que se
basaron en dos obras universales que afincaron el prestigio de sus correspondientes lenguas,
Hereje eres tú: el cristianismo desacralizado en el cine de Pasolini 131
LA TRADICIÓN (A)MORAL
La ricotta sería la primera película escandalosa de Pasolini. El director
encendió la polémica con su historia sobre un equipo de filmación que rueda
la pasión de Cristo entre sesiones de música twist y un striptease. Pasolini
sería calificado de blasfemo. Combinar personajes lujuriosos y grotescos que
parecían sacados del universo circense de Federico Fellini con referentes cris-
tianos fue para muchos un acto de ofensa premeditada. Lo cierto es que los
críticos de esta película solo veían el ultraje a las santas escrituras, pero no
atendían a la intencionalidad ni al drama inmediato que provocaba esa fauna
de seudoartistas interesados más en representar un tópico de moda, pues por
entonces abundaron los artistas interesados en industrializar al cristianismo,
que en rendirle culto y respeto a una tradición popular. Era de esa forma como
Pasolini contemplaba al cristianismo. Al igual que las lenguas marginales o las
costumbres de la Italia rural, los mandamientos cristianos formaban parte de
las tradiciones que se venían perdiendo con el tránsito hacia la modernidad.
Es por esa razón que el director desdeñaba todo lo engendrado en esa etapa.
Ahí estaban la televisión, el arte calificado como de vanguardia, las tenden-
cias extranjeras y demás productos de la ideología capitalista. El ascenso del
consumismo sería, para Pasolini, el principio del fin de las tradiciones. Ese
fue su vaticinio, uno que, en la actualidad, cuenta con adherentes como los
directores italianos Michelangelo Frammartino y Alice Rohrwacher. Ahora, el
problema que percibía Pasolini no solo era la destrucción de una gama de
conocimientos que trascendió épocas. Estaba también su preocupación al ver
a una comunidad que vestía, leía o pensaba de la misma forma. Vivir en esas
condiciones conllevaba resignación, estancamiento y el establecimiento de
una dictadura global. Ya no habría más libertad de pensamiento ni preser-
vación de rituales tradicionales. La sociedad estaría sujeta a una camisa de
fuerza. Pronto olvidaría su pasado y, con ello, sus valores.
En la historia de La ricotta se expresa esa rabia que desataba el ver
cómo se degradan las buenas costumbres, en este caso, del cristianismo. Un
celebrado director, encarnado por Orson Welles, planea hacer de su nueva
producción un éxito comercial. Sus productores son los dueños de los más
importantes medios de prensa escrita, lo que los ayudaría con la publicidad.
134 Carlos Esquives
al igual que los otros mártires de Pasolini, clamará piedad mirando al cielo
y morirá presa de la obstinación de una madre que, desde su perspectiva de
mujer moderna, intentó llevarlo por el buen camino.
Podemos decir, entonces, que la modernidad es la profanadora del
cristianismo, y no Pasolini. Para Il Vangelo secondo Matteo, Pasolini, en su
posición de no creyente, decidió no hacer una adaptación fiel de las escri-
turas. Hacerlo sería considerado un acto blasfemo de su parte, aunque fuera
algo que sí hicieron varios autodenominados creyentes, pero que terminaban
haciendo su versión de La ricotta. Esta idea nos lleva a una realidad en donde
los mismos fieles e incluso los representantes de la Iglesia toman parte de
la degradación de la tradición cristiana. Pasolini cuestiona ese lado hipó-
crita del órgano oficial del cristianismo, su demagogia al condenar las malas
costumbres cuando históricamente fueron ellos los que hicieron eclosionar
dichos males cuando encabezaban la estructura de poder. En I racconti di
Canterbury, Pasolini incluye entre los relatos, uno que no existe en la obra
de Geoffrey Chaucer. En este, un hombre es quemado públicamente por
sodomita. El hecho es que antes nos enteramos de que otro hombre pudo
correr la misma suerte, de no ser porque disponía de dinero para expurgar
su culpa ante la Iglesia. Solo los burgueses pueden salvarse de las llamas del
infierno. Es decir, el problema no es ser sodomita. El problema es ser pobre.
Un detalle curioso es que esta historia será presenciada por el mismísimo
Lucifer, quien identifica a los secuaces de la Iglesia como buenos discípulos.
Más casos de infamias eclesiásticas nos cuenta Il Decameron: la historia en
que un perverso violador y ladrón se convierte en el santo del pueblo con la
venia de un sacerdote por el solo acto de arrepentimiento —que de hecho
formaba parte de una treta—, la de otro cura que, con engaños, intenta sodo-
mizar a la esposa de un matrimonio pobre que le dio posada o la del ladrón
que roba a ladrón y que termina quedándose con las joyas halladas en la
tumba de un obispo. En estos casos, vemos cómo integrantes de la Iglesia
realizan actos bochornosos que directa o indirectamente atentan contra la
clase pobre y, de paso, le inculcan sus malas costumbres. Más allá de generar
un bien, Pasolini piensa que la Iglesia deprava. Algo de esto tiene que ver
con su pensamiento de que ni la institución cristiana ni el mismo marxismo
han terminado de comprender la realidad social y la manera de solucionar la
lucha de clases. Un ejemplo de ello se ve en la película Uccellacci e uccellini
(1966). En una secuencia, unos curas franciscanos intentan inculcar el cris-
tianismo a halcones (burgueses) y palomas (pobres) por separado, a fin de
que esas dos especies puedan llevar una vida fraterna. Hasta los sacerdotes
aprenden a hablar en el idioma de cada especie para poder dirigir su prédica.
136 Carlos Esquives
personal. Pasolini tenía una aversión a expresar sus ideas a medias tintas.
Esto, sin embargo, robusteció su imagen de iconoclasta. Il Vangelo secondo
Matteo podrá haber sido fiel a los enunciados de las santas escrituras, pero
Pasolini no dudó en omitir el “san” en el título. Era su forma de decir que
la santidad era un invento de la Iglesia, y que además él en calidad de ateo
no tenía derecho a santificar a nadie. Y se suma a la incitación su gesto de
poner a la virgen María en estado de gestación. Para entonces, el embarazo
en el cine todavía era un tabú. Algunos años antes, Stanley Kubrick se atrevió
a mostrar en Spartacus (1960) a Jean Simmons embarazada, a pesar de que
el código Hays, todavía en vigencia, lo prohibía en Estados Unidos. Pero
Simmons no era la virgen María. Empero, ahí estaba el vientre hinchado de
la mujer, algo que la Biblia no menciona y sus fervorosos lectores no querían
imaginarse. En Teorema, Pasolini pone a su amante Ninetto Davoli como un
equivalente al ángel —en versión caricaturesca y obscena— que anuncia la
llegada del Mesías, ese desconocido que visitará a una familia burguesa y
cambiará la vida de todos desde su corporalidad. Y así son varios los ejem-
plos de uno de los dos costados de un Pasolini transgresor. Porque existe un
Pasolini provocador y otro dispuesto a desacralizar con el fin de replantear
el pensamiento sacro.
Desacralizar en el cine de Pasolini no necesariamente debe ser inter-
pretado como la negación o destrucción de una ideología. Uccellacci e
uccellini concluye con Totò y Davoli devorándose al cuervo. Si bien el ave
que desempeñaba el papel del intelectual marxista muere, ello no significa la
desaparición del marxismo. La película en sí termina con los dos irreflexivos
sujetos caminando a quién sabe dónde. Un final abierto a la posibilidad de
que algún nuevo acontecimiento los aguarda, esta vez con un marxismo
digerido. Es decir; había una esperanza de trascendencia. Esa es la finalidad
de desacralizar para Pasolini. Bajar del podio a eso que era considerado
sagrado, irrefutable, palabra divina. Lo siguiente era reflexionar acerca de sus
conceptos y actos para adaptarlos, por ejemplo, a una realidad específica con
el fin de que trascienda en una nueva y mejorada forma. Ahí está el caso de
Il Vangelo secondo Matteo, que es un mito bíblico moderno, en donde vemos
a un Jesús, no de Nazaret sino de alguna comunidad al sur de Italia, desem-
peñando el papel de un líder sindical que denuncia la superficialidad de la
sociedad y el poder de los ricos sobre los pobres, ante una cámara que tiene
la sensibilidad de un documental, y se convierte en primicia cuando pregona
sus enseñanzas, pero cuando es capturado por un tentáculo del fascismo,
la cámara se aleja, toma distancia en signo de respeto al sufrimiento de
Jesús. El cristianismo, en tanto, ya no es solo cristianismo, sino una ideología
138 Carlos Esquives
REFERENCIAS
Cine Arte Normandie (2020, 3 de junio). Pier Paolo Pasolini, última entre-
vista [video]. Facebook. https://www.facebook.com/watch/?v=
303452090819944
Ultraje, resistencia y destrucción.
El apocalipsis personal
de Pier Paolo Pasolini (1970-1975)
José Carlos Yrigoyen
“¿Por qué realizar una obra si es tan bello solo soñarla?”, se pregunta Pasolini
que hace de un discípulo de Giotto al final de El decamerón en la que es, para
mí, una de las escenas más memorables de su filmografía. Esa frase no es
una reflexión gratuita, sino la precisa coda a un trabajo que le demandó más
esfuerzo y reformulaciones que todos los que había hecho desde sus novelas
de los años cincuenta. En 1969, durante un viaje en avión hacia Turquía para
filmar Medea, con Maria Callas de protagonista, se apodera de él una súbita
necesidad de hacer una película basada en los cuentos de Boccaccio. No bien
regresa a su departamento de Via Eufrate, lee el libro completo, colmándolo
de subrayados y notas al margen. Se encierra en su estudio varias semanas
para escribir los primeros bocetos del guion, que tendrá varias versiones, muy
distintas entre sí. La primera variante constaba de quince cuentos, casi todos
ellos los relatados por Dioneo, el más procaz de los narradores del libro. El
proyecto inicial era un ambicioso filme de tres horas de duración. Sería un
gran fresco sobre la inocencia de los cuerpos jóvenes rebelándose mediante
el sexo contra la represión del poder político y religioso en pleno ocaso de
la Edad Media. Luego de diversas tentativas, decidió hacer su Decamerón
limitándose a un metraje más convencional, pero proyectando a partir de él
un ciclo de películas que conformarían La trilogía de la vida, obras dedicadas
principalmente a la “corporalidad humana y el sexo” (Pasolini, 2010, p. 67).
El decamerón, filmada en dialecto napolitano, a pesar de su humor y
vocación por el escándalo, es principalmente una película nostálgica. Pasolini
quiere sumergirse en la alegre ensoñación de Boccaccio, quien escribió sus
relatos en medio de una renovación histórica originada por el nacimiento de
la burguesía, mientras él intenta evadirse de un presente consumista donde
las relaciones humanas han dejado de ser reales. La virtualidad de los medios
de comunicación de masas las ha devorado y, a cambio, ha restituido ridículos
[141]
142 José Carlos Yrigoyen
Hay, a pesar de todo esto, un espacio para la utopía. Existe una realidad
que, pese al triunfo de la falsa tolerancia, ha sobrevivido: la del cuerpo. Los
cuerpos de El decamerón —mostrados en primeros planos, con los miem-
bros erectos, sin ocultar nada— son los mismos cuerpos de los campesinos
medievales que hacían escarnio del poder mediante el ejercicio de su sexua-
lidad. En Los cuentos de Canterbury, la siguiente parte de La trilogía de la
vida, este afán se exacerba hasta lo freak y carnavalesco: abundan los falos
de dimensiones anormales y los chistes gruesos basados en las flatulencias y
en las funciones excrementicias, reaparecen las mismas sonrisas desfiguradas
que ya se habían dejado ver en El decamerón; todo aquí es una celebración
insolente y burlona, cuyo punto climático es la escena de Satanás defecando
frailes corruptos en medio de un infierno que recuerda al que alguna vez
imaginó Hieronymus Bosch. Estas dos películas son hijas de un paréntesis de
alegría y ligereza que Pasolini vivió entre principios de 1970 y mediados de
1971; un periodo en el que creyó haber hallado un camino expresivo donde
era posible, por medio de un viaje virtual al pasado, el rescate y la vindica-
ción de la cultura popular y de las relaciones humanas.
Pier Paolo confiaba en que, aunque estas películas estaban incluidas en
aquel proceso de liberación sexual manipulado por el poder, a la vez estaban
superadas y envejecidas por la tolerancia de la sociedad de consumo. Se
hallaban, así, incontaminadas, libres de cualquier instrumentalización. Y, en
todo caso, nunca se le debía temer a ser manipulados por el poder y su
cultura, porque todo lo que contaba al final era la honestidad y la necesidad
con la que se hacían y decían las cosas. Por más que todas estas motivaciones
expresivas fueran verdaderas y Pasolini creyera en cada palabra que había
utilizado para defenderlas, lo cierto es que cayó, quizá demasiado fácilmente,
Ultraje, resistencia y destrucción. El apocalipsis personal de Pier Paolo Pasolini 143
1 Como por ejemplo el señalamiento que le hizo el poeta Eugenio Montale en Lettera a
Malvolio, una respuesta a la dura reseña que Pier Paolo escribió sobre su libro Satura:
“Fue tu hora y no acabó / ¡Con qué agilidad mezclabas / materialismo histórico / y
pauperismo evangélico, / pornografía y rescate, náusea por el olor a trufa, el dinero que
te llegaba!” (Montale, 1973, pp. 61-62). Pasolini contraatacó con una serie de epigramas
titulada Outis, donde reprendía a Montale de este modo: “Ah, Montale, / has hecho una
media denuncia al fisco / con tu hablar a medias” (Pasolini, 1972, p. 150).
144 José Carlos Yrigoyen
EL DECAMERÓTICO
Pero, así como el sistema deglute, replica y abarata, en 1972 comenzó a estre-
narse en Italia una serie de películas que pretendían aprovecharse del gran
revuelo causado por El decamerón. Surge de este modo un subgénero que
será bautizado como el decamerótico, conformado por filmes de bajísimo
presupuesto, tramas picarescas ambientadas en la época medieval y títulos
que no dejaban dudas sobre sus contenidos ramplones e intenciones merce-
narias: Le calde notti del Decameron, Decameroticus (Cornudos y apaleados...
pero contentos), Quel gran pezzo della Ubalda tutta nuda e tutta calda (La
pícara y ardiente Ubalda), Fratello homo sorella bona (El último cuento prohi-
bido del Decamerón), Sollazzevoli storie di mogli gaudenti e mariti penitenti-
Decameron n.o 69 (dirigido por el infame Joe D’Amato), Il Decamerone proi-
bito (Decameron prohibido), Decameron proibitissimo (Boccaccio mio statte
zitto) (Decameron prohibidísimo) o Metti lo diavolo tuo ne lo mio inferno (El
diablo en el infierno) solo por citar algunos. Cuando aparecieron las restantes
películas de La trilogía de la vida, los productores, ávidos de dinero fácil,
no tardaron en hacer sus respectivas adaptaciones e incluso alguna insólita
combinación como Le mille e una notte di Boccaccio a Canterbury, también a
Ultraje, resistencia y destrucción. El apocalipsis personal de Pier Paolo Pasolini 145
LA ABJURACIÓN
El 15 de junio de 1975 finaliza la Abjuración de La trilogía de la vida, que será
publicada después de su muerte en las páginas del Corriere della Sera, el 9 de
noviembre del mismo año. El texto se abre con el reconocimiento de que la
trilogía había sido manipulada por el poder y que, aunque no se arrepentía de
haberla hecho, pues su sinceridad y necesidad de representar los cuerpos (“y
su punto culminante, el sexo”) eran absolutamente legítimas, las justificaciones
históricas e ideológicas que las impulsaban se habían invertido dramáticamente.
Ahora bien, Pier Paolo no dedica esta Abjuración solamente a sus
lamentos. Su discurso se vuelve, con el correr de las páginas, más severo y
Ultraje, resistencia y destrucción. El apocalipsis personal de Pier Paolo Pasolini 147
violento contra sus críticos y sobre todo contra el servilismo de los jóvenes
italianos del presente. En una de las entregas de su tratado pedagógico
Gennariello, titulada Somos bellos, luego desfigurémonos, expone las conse-
cuencias de este envilecimiento: la más terrible es que estos muchachos han
perdido toda autovaloración. Se sienten de sobra en el mundo, “destinados
a estar muertos”, y por ello han ido reduciendo sus esfuerzos por vivir hasta
llegar al mínimo indispensable, lo cual socialmente implica una renuncia que
es, al mismo tiempo, un deseo de integración. Remata su invectiva con una
condena estético-histórica, expresada con mayor desprecio todavía:
La siguiente cosa que te enseñan los “destinados a estar muertos” es la
retórica de la fealdad. Me explicaré. Desde hace algunos años los jóvenes
y los muchachos hacen cualquier cosa por parecer feos. Se peinan de
un modo horrible. No se dan por satisfechos de haberse enmascarado
o afeado completamente. Se avergüenzan de sus eventuales rizos, del
rosado u oscuro esplendor de sus mejillas; se avergüenzan del brillo de
sus ojos, debido justamente al candor de la juventud, y se avergüenzan
de la belleza de su cuerpo. Quien sale ganando con toda esta locura son
precisamente los feos, que se convierten en campeones de la moda y del
comportamiento. Los “destinados a estar muertos” no tienen ciertamente
una juventud esplendorosa; por eso te enseñan a no tener esplendor. Tú,
en cambio, resplandece, Gennariello. (2010, p. 60)
La parte más dramática del texto es sin duda la última, donde Pasolini
reconoce que la retractación de aquellas cosas en las que creía lo obligaba
a adaptarse a ese mundo falso que tanto había odiado y denunciado. Se
adaptaba a la degradación general “aceptando lo inaceptable”. Es curioso:
exactamente los mismos términos —“aceptar lo inaceptable”— fueron los que
usó el emperador Hirohito cuando anunció por radio la rendición japonesa
pocas horas después del ataque atómico a la ciudad de Nagasaki. En ambos
casos sus enunciadores eran conscientes de que estaban capitulando y renun-
ciando forzosamente a un mundo antiguo, de naturaleza divina, que había
caducado de manera irremisible. Esa imagen de la vida como un conjunto de
ruinas no debe ser calificada como un capricho de poeta: para Pasolini era la
objetiva visión de un desastre de proporciones que había exterminado a toda
la humanidad conocida y lo obligaba a vivir errabundo entre los escombros
y la desolación. Adaptarse a eso era lo único que quedaba: “Maniobro para
ordenar mi vida. Estoy olvidando cómo eran antes las cosas. Los amados
Ultraje, resistencia y destrucción. El apocalipsis personal de Pier Paolo Pasolini 149
LA TRILOGÍA DE LA MUERTE
Me parece necesario detenerme en esta película no concretada, pues era
parte de una latente trilogía de la muerte —crónica ensayístico-poética de
la victoria del nuevo fascismo, que se inauguraba con Saló— que Pasolini
había concebido como punto final de su carrera. El origen de Porno-Teo-
Kolossal data de 1966; se pretendía que fuera una versión radicalizada, y
mucho más desesperanzada, de Uccellacci e uccellini: si esta se basaba en
un viaje metafórico por “la nueva prehistoria” que legaba el neocapitalismo,
aquella proponía una mirada a un cruel futuro tecnocrático en el que la fe, la
150 José Carlos Yrigoyen
utopía final, era también exterminada. La muerte de Totò, quien debía prota-
gonizar el filme, produjo que su realización se aplazara indefinidamente. En
1975 resurge el interés de Pasolini por realizarla y le escribe una cálida misiva
a Eduardo de Filippo para proponerle participar en ella. El poeta se demoró
en dar con el título ideal para su obra. Primero pensó en llamarla Cine, luego
Ta kai ta (“esto y aquello”, una frase de San Pablo, lo que, como veremos, no
será casualidad) y luego Dromenon Legomenon. De la elaboración del guion
restan setenta y cinco páginas mecanografiadas con correcciones manus-
critas. En ese material aparece por primera vez el nombre definitivo de la
película (Pasolini, 1998, p. 2008)
También existe una grabación magnetofónica de Pasolini en que relata el
guion a grandes rasgos. Esta grabación, hecha a pocos días de su asesinato,
fue reproducida públicamente en 1999 en el marco de un festival de arte en
Reggio Calabria (Hopper, 1999). En ella relataba la historia de un hombre
sabio (De Filippo) y su sirviente (Ninetto Davoli), quienes persiguen una
estrella que los guiará hacia el lugar de nacimiento de un mesías que presun-
tamente salvará a una civilización delicuescente y depravada. El itinerario
tiene como hitos una serie de “ciudades utópicas”. La primera es una Sodoma
semejante a la Roma de los años cincuenta donde la homosexualidad es la
norma; luego prosiguen su camino hasta Gomorra, inspirada en el Milán de
los setenta, urbe represiva donde imperan el caos y las violaciones sexuales.
La tercera y última ciudad sería Numancia: una París asediada por los nazis.
La conclusión habría sido tan salvaje como la de Saló: incluía ejecuciones
públicas y una horrenda plaga bíblica: “Some vomit. Others are affected by
interminable diarrhoea and defecate in the street, dying in their own shit.
Some die in their own vomit [Algunos vomitan. Otros se ven afectados por
interminables diarreas y defecan en la calle, muriendo en su propia mierda.
Algunos mueren en su propio vómito]” (Pasolini, como se cita en Hopper,
1999, párr. 10), indica Pasolini, quien informa además que la conclusión de la
película sería el suicidio en masa de la población de París ante la ocupación
de las tropas nazis.
En la mayoría de los citados cronotopos iba a transcurrir buena parte de
San Paolo, la muy probable película postrera de La trilogía de la muerte, otro
trabajo que Pasolini había planeado a finales de los sesenta y que hubiera
sido una suerte de continuación de Il Vangelo secondo Matteo, que nunca
pudo cristalizar debido a que las instituciones religiosas y laicas a las que
apeló le negaron toda ayuda. El filme sucedía —al igual que Porno-Teo-
Kolossal— en variadas ciudades (Múnich, Barcelona, Nueva York y Roma) y
en distintos momentos del siglo xx. San Pablo aparecería en traje moderno,
Ultraje, resistencia y destrucción. El apocalipsis personal de Pier Paolo Pasolini 151
clientes, él sería mártir. Lo único que quedaba era darle sentido de sacrificio
y rebeldía a ese dejar de ser. Sus admoniciones y propuestas son expresadas
desde una serenidad adusta, crítica, salpicada por un humor oscuro, con
una esperanza nominal de quien en el fondo ya no tiene ninguna confianza
en el futuro. Unas semanas atrás había pedido, con solemnidad y rigor casi
ensayístico, un proceso a la Núremberg para los jerarcas democristianos
que gobernaban el país hacía treinta años. La enumeración de cargos en su
contra era larguísima e incluía toda clase de acusaciones: deshonestidad;
desprecio por los ciudadanos; defraudación de fondos públicos; alta traición
a favor de una potencia extranjera; convivencia con la mafia; destrucción
paisajística y urbanística de Italia; y responsabilidad por la explosión salvaje
de la cultura de masas, por la estupidez delictiva de la televisión, por la
decadencia de la Iglesia. En varias entregas defendió la necesidad del juicio
e incluso escribió una carta a Giovanni Leone, en ese entonces jefe del
gobierno, en la que manifiesta que
no se puede trazar una conciencia política de la imagen de nuestro
porvenir si antes no se consolida una conciencia política escandalizada y
sin ningún tipo de conformismo acerca de lo que ha sido nuestro pasado
reciente. Y solo procesando a los responsables puede procesarse a sí
misma y hallar su identidad. (2010, p. 126)
Tres días antes de morir, publica un artículo donde hace dos proposi-
ciones “swiftianas, como su definición humorística no se preocupa en lo más
mínimo de esconder” (2010, p. 154) con la finalidad de eliminar la crimi-
nalidad juvenil en Italia. La primera es suprimir la enseñanza secundaria
obligatoria. La segunda es abolir inmediatamente la televisión. Añade que,
a diferencia de Swift, él descarta devorar a los maestros y a los trabajadores
de la televisión: sería suficiente con mandarlos a las agencias de empleo.
Tanto en el caso de esas dos proposiciones como en el del proceso existía un
deseo de que Italia hallara su verdadera identidad, pero también en ambas
subyacía la necesidad de querer conjurar lo irreparable con medidas, a esas
alturas, imposibles. Eran propuestas formuladas sin una real expectativa de
cambio; un último aporte que es también una declaración de principios. Eso
es habitual con los que se sienten llamados a morir. Como testimonio, queda
una dedicatoria a su traductor sueco, Thomas Johanssen, escrita la noche
anterior a su regreso a Roma, dos días antes de su asesinato, de ese “suicidio
por delegación”, como evaluó calificarlo Enzo Siciliano (1983, p. 403). No sé
en cuál de sus libros la firmó. Quizá él último que publicó en vida, La nueva
juventud, lúgubre reescritura de sus antiguos y exaltados poemas escritos en
friulano. El breve texto reza así:
Ultraje, resistencia y destrucción. El apocalipsis personal de Pier Paolo Pasolini 153
A Tom, mi traductor, por horas (oral): exquisito, pero no por ello menos
vulnerable: como homenaje por su sólida elegancia mimética, Pier Paolo
Pasolini. Estocolmo
Hotel Diplomat
una noche extrañamente tibia (de dieciocho años después)
de espaldas al mar
a la derecha L’ Instituto y L’ Institutet
a la izquierda la vieja Stan, fría
en la córnea los académicos en el restaurante
en las orejas una lengua que interroga sabiendo que no sabe responder…
En el corazón una vida (la mía) que ya no me interesa. 30 de noviembre
de 1975. (1992, p. 371).
REFERENCIAS
Fantuzzi, V. (1978) Pier Paolo Pasolini. Mensajero.
Hopper, J. (1999, 5 de julio). Long-dead Pasolini plans next film. The Guardian.
https://www.theguardian.com/world/1999/jul/05/johnhooper
Montale, E. (1973). Diario del 71’ e del 72’. Mondadori.
Naldini, N. (1992). Pier Paolo Pasolini. Circe.
Pasolini P. P. (1972, mayo-junio). Outis. Nuovi Argomenti, (27), 149-150.
Pasolini, P. P. (1980). El caos contra el terror. Crítica.
Pasolini, P. P. (1998). Romanzi e racconti. Vol. II, 1962-1975. Mondadori.
Pasolini, P. P. (2010). Cartas luteranas. Mínima Trotta.
Siciliano, E. (1978). Vida de Pasolini. Plaza & Janés.
3. Influjos y derivaciones
del cine de Pasolini
Hacia una crisis de la representación:
sobre las huellas estéticas pasolinianas
en el cine contemporáneo
Enrique Vidal
UNA TRANSICIÓN: DE LA IMAGEN-MOVIMIENTO
A LA IMAGEN-TIEMPO
El amplio espectro de la influencia de Pier Paolo Pasolini en el cine contem-
poráneo es una materia difícil de condensar puesto que nos lleva, inevita-
blemente, a una primera gran premisa que abordar: aquella sobre el cine
contemporáneo. ¿Cuáles son sus características? ¿Cómo se inscribe la obra de
Pasolini, historicista como él mismo se denomina, en este proceso de devenir
histórico?
Partiendo de los motivos que lo hacen relevante y le otorgan un lugar
notable en la historia del cine, propongo exponer, a muy grandes rasgos, dos
conceptos a partir de los que podemos entender la situación de la produc-
ción audiovisual contemporánea y un proceso de transición en el que se
inscribe la obra de Pasolini al atravesarlos. Hablo de la imagen-movimiento y
la imagen-tiempo, conceptos acuñados por el filósofo Gilles Deleuze.
El cine se constituyó, en sus inicios, como un aparato de investigación
científica que permitía observar, cuadro por cuadro, las características del
movimiento. Este esquema, que lo aleja de la concepción de industria cultural,
nos permite dar paso a una primera reflexión respecto de un componente
intrínseco de la composición cinematográfica: el encuadre. Yendo a su defi-
nición, Deleuze afirma en La imagen-movimiento: “Se llama encuadre a la
determinación de un sistema cerrado, relativamente cerrado, que comprende
todo lo que está presente en la imagen: personajes, decorados, accesorios”
(1983, p. 27).
El espacio no puede existir sin la proyección y este puede subdividirse
en dos tipos: el espacio geométrico y el espacio dramático. El primero expone
aquello que es percibido de manera extensiva. Nos muestra lo “real” y lo
[159]
160 Enrique Vidal
de cine cuyo trabajo se inscribe en una clave pasoliniana que rompe con los
cánones tradicionales del cine de ficción, un cine “rompedor” y polémico que
lo eleva a la categoría de autor y que se sostiene en esta crisis de la represen-
tación y en el fenómeno de la hiperrealidad.
Algunas características de la constitución de lo contemporáneo a partir de
la imagen-tiempo las podemos ver en el cine de los límites, que apela a una
reacción del espectador, un cine contestatario, que ofende, muchas veces en
clave violenta, alegórica, que expresa un deseo contenido desde los márgenes.
Alain Badiou, a fines de los años noventa, en su conferencia acerca del cine
como falso movimiento, habla de las películas como singularidad operatoria.
La imagen cortada y el movimiento trabado, suspendido, detenido. Un arte del
pasado perpetuo, en un sentido en que se instituye en el pasar (Badiou, 2005).
Consciente del momento histórico que vivía el cine como arte y con el
auge de una teoría del cine que buscaba analizarlo desde distintos órdenes
del conocimiento, Pasolini intentó formar un grupo parecido a la Nouvelle
Vague con Bertolucci y Bellochio. Se trataba de un grupo de investigaciones
lingüísticas y semiológicas del cine, que no prosperó por motivos de trabajo
pero que buscaba cuestionar el espíritu de una época en la que, para Pasolini,
los jóvenes eran moralistas e instrumentalizadores del arte, al contrario de
lo que deberían ser: espíritus críticos y científicos; para Pasolini, la juventud
subordinaba su pensamiento a un sentimiento original pequeñoburgués:
“colocar el cine en un lugar de utilitarismo, como terreno de acción, como
arma de combate, en lugar de desarrollarlo como poesía, ha convertido en
inútil toda investigación pura, científica y estética. Al menos momentánea-
mente” (Duflot, 1971, p. 53).
A propósito del establecimiento de los nuevos valores en el cine, Pasolini
afirma su insistencia en la nostalgia de lo sagrado ante la pregunta por los
nuevos paradigmas y formas, ¿cómo surgen estos? La vinculación de Pasolini
con el cine como un proceso histórico le produce nostalgia y la impresión de
una aceleración artificial, un olvido injustificado y prematuro. Él valora y se
siente sucesor de sus grandes maestros —entre los que se puede mencionar
a Dreyer, Kurosawa o Renoir— y define entender su proceso creativo como
un progreso.
La visibilidad de lo sexual
El motivo de lo que Badiou llama la desnudez erógena radica en el grado de
visibilidad de la misma, en si esta podría constituirse en un género y cuáles
podrían ser sus usos y sus espacios. En el caso de Pasolini, los usos de la
desnudez resultan cotidianos, naturales, como en La trilogía de la vida, en la
Hacia una crisis de la representación 167
que adapta, por ejemplo, los cuentos eróticos de Boccaccio, siempre confron-
tando y buscando la polémica.
La figura obrera
Es interesante que Badiou mencione esta categoría y su nivel de representa-
tividad, aludiendo a un cine que se interesa por las clases bajas y su devenir;
en este punto cabe destacar el desprecio que tuvo Pasolini por las costumbres
pequeñoburguesas y su apego al segmento poputar, aunque muy tangencial-
mente el obrero.
El motivo milenarista
En este punto se refiere Badiou generalmente a las grandes producciones
épicas en las que los héroes provenientes de países hegemónicos evitan
grandes catástrofes planetarias.
La comedia pequeñoburguesa
Badiou hace especial énfasis en la tradición intimista francesa, con Éric
Rohmer como exponente de la misma.
Como vemos, no en todos estos tópicos se percibe necesariamente la
influencia pasoliniana, aunque sí claramente en los dos primeros y, de manera
un tanto más sesgada, en el tercero. Aun así, parece refererida a Pasolini la
siguiente afirmación de Badiou: “El cine es un arte impuro, el más-uno de
las artes, parasitario e inconsistente. Pero su fuerza de arte contemporáneo
consiste justamente en generar la idea de la impureza de toda idea, en el
tiempo de un pasar” (Badiou, 2005, p. 25).
Gerard Imbert en su libro Cine e imaginarios sociales (2010) trabaja, espe-
cialmente, sobre asuntos como la identidad y la ambivalencia y retoma, entre
otros tópicos, la propuesta deleuziana de la deriva, el viaje y la ciudad; la
violencia, la muerte y el horror, así como la crisis de la representación y los
nuevos límites en los que se encuentra el cine en su estado actual:
168 Enrique Vidal
REFERENCIAS
Duflot, Jean (1971). Conversaciones con Pier Paolo Pasolini. Anagrama.
Deleuze, Gilles (1983). La imagen-movimiento. Paidós.
Deleuze, Gilles (1985). La imagen-tiempo. Paidós.
Badioui, A. (2005). Imágenes y palabras, escritos sobre cine y teatro (G. Yoel,
Comp.). Bordes Manantial.
Imbert, Gerard (2010). Cine e imaginarios sociales. Cátedra.
Departamento de Pintura (s. f). Imagen-movimiento. En Temario del curso
Pintura y videoarte. Universidad Politécnica de Valencia. https://www.
upv.es/laboluz/2222/temas/im_mov.htm
Escuchar y mirar:
Saló o los 120 días de Sodoma
y sus marcas en el ciclo sadiconazista
José Carlos Cabrejo
Saló o los 120 días de Sodoma (Salò o le 120 giornate di Sodoma, 1975) es una
película sobre nuestra relación con el cine. Trata del vínculo del espectador
con la perversidad que se ve y se escucha en una pantalla. Pasolini tomó
la novela Las 120 jornadas de Sodoma o la escuela de libertinaje (Les Cent
Vingt Journées de Sodome, ou l’École du libertinage), escrita por el Marqués
de Sade en 1785 y trasladó su ambientación francesa de finales del reinado
de Luis XIV a la República Social Italiana (también conocida como República
de Saló), durante la ocupación nazi-fascista entre 1944 y 1945.
En ese periodo transformado en ficción, convierte a personajes centrales
de la obra del escritor francés, los libertinos conocidos como el Duque de
Blangis, el Obispo, el presidente de Curval y Durcet, en fascistas. Ellos reciben
la ayuda de mujeres maduras, quienes, como las narradoras de Sade, cuentan
relatos eróticos para estimularlos. Así, exploran distintas formas extremas y
crueles de sexualidad, a partir del secuestro de bellos muchachos y mucha-
chas. En la película de Pasolini encontramos una sintonía especial con la obra
del escritor francés. Por un lado, a propósito de la selección de los muchachos
a ser esclavizados por su belleza adolescente y cándida, la novela cuenta que
“… para que fueran admitidos debían de poseer una frescura, una figura,
unas gracias, un rostro, una inocencia, un candor, muy superiores a todo lo
que nuestros pinceles podrían pintar” (De Sade, 2004, p. 8). Por otro, la expe-
riencia erótica de la fealdad, reflejada en esos viejos personajes que violentan,
también se identifica en la obra literaria
… la belleza es lo sencillo, la fealdad es lo extraordinario y todas las
imaginaciones ardientes prefieren sin duda, en lubricidad, siempre la cosa
extraordinaria a la sencilla. La belleza, la frescura, no deslumbran nunca
más que con simplicidad; la fealdad, la degradación, asestan un golpe
mucho más fuerte, la conmoción es mucho más tajante, la agitación debe,
pues, ser más viva. (De Sade, 2004, p. 42)
[175]
176 José Carlos Cabrejo
o Ezra Pound, mientras anuncia frente a las prisioneras que la comida está
preparada con carne de judíos. Canevari alcanza dimensiones exploitation
que extreman lo visto en la cinta de Pasolini. La cámara siempre móvil recorre
a los viles invitados en su mesa, transmitiendo una sensación de unidad para
el mal. Ello desemboca en el uso del cuerpo de la prisionera, que queda
inconsciente ante el horror: es colocada en la mesa para recibir sobre su piel
no solo la comida preparada, sino también bebidas alcohólicas y frutas, mien-
tras se la compara con la carne de cordero o las crêpes Suzette. “Carne sobre
carne” pronuncia Alma minutos antes de que se incendie el cuerpo y los
nazis miren el fuego con gesto de placer. Esa imagen de un cuerpo humano
comestible anticipa otros cuerpos que se verán en tiempos muy posteriores,
como el que aparece al final de El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante
(The Cook, the Thief, His Wife & Her Lover, 1989) de Peter Greenaway. Es una
nazisploitation singular. Su canibalismo se inspira en el cine de autor para
después, aparentemente, dejar una marca en él.
En Sadismo (Lager SSadis Kastrat Kommandantur, 1976), igualmente
conocida por el título SS Experiment Love Camp, también apreciamos, como
en Saló, una sugestiva reflexividad. El coronel von Kleiben (Giorgio Cerioni),
quien realiza una serie de experimentos con prisioneras, padece de impo-
tencia sexual, lo que busca resolver con un trasplante testicular. Más allá de
la disparatada historia, lo cierto es que en una escena vemos al personaje de
Cerioni sentado frente a una cama, en la que se encuentran mujeres reali-
zando actos lésbicos. Su posición es semejante a la de un espectador de cine,
de alguien que ve y no puede participar en las acciones de la pantalla. Una
vez que logra la realización del trasplante, el coronel, como los fascistas en
la secuencia final de Saló, se une a los actos que solo podía ver a distancia.
Otro tipo de trasplantes, como los uterinos, se ven en Campo de mujeres
(KZ9 - Lager di sterminio, 1977) de Bruno Mattei. Asimismo, se halla una
escena en la que unos oficiales nazis ven en una pantalla auténticas imágenes
de archivo, en blanco y negro, que registran los cuerpos desnutridos o arro-
jados a una fosa durante el Holocausto. Su visión perversa de las imágenes los
coloca en una posición análoga a la del espectador de la propia película. En
otra nazisploitation de Mattei como Casa privada para la SS (Casa privata per
le SS, 1977), no solo es importante el entrenamiento sexual de algunas mujeres
como prostitutas, para recabar información de posibles traidores a Adolf Hitler,
sino que dicho entrenamiento sea observado por otros personajes, por medio
de puertas o ventanas. Lo mismo pasa en la ya referida Women’s Camp 119:
cuerpos desnudados y torturados, que se intercalan con primeros planos de
sujetos que disfrutan observándolos. El acto de que veamos el mal que otros
Escuchar y mirar: Saló o los 120 días de Sodoma y sus marcas en el ciclo sadiconazista 181
REFERENCIAS
Bataille, G. (1992). El erotismo. Tusquets.
De Sade, M. (2004). Las 120 jornadas de Sodoma. Akal.
Fontanille, J. (2001). Semiótica del discurso. Universidad de Lima, Fondo Editorial.
Gaudreault, A., & Jost, F. (1995). El relato cinematográfico: cine y narratología.
Paidós.
Stam, R., Burgoyne, R., & Flitterman-Lewis, S. (1999). Nuevos conceptos de la
teoría del cine: estructuralismo, semiótica, narratología, psicoanálisis,
intertextualidad. Paidós.
182 José Carlos Cabrejo
Stiglegger, M. (2012). Cinema beyond good and evil? Nazi exploitation in the
cinema of the 1970s and its heritage. En D. H. Magilow, E. Bridges, &
K. T. Vander Lugt (Eds.), Nazisploitation! The Nazi image in low-brow
cinema and culture (pp. 21-37). Continuum.
Von Dassanowsky, R. (2012). The Third Reich as bordello and pigsty: Between
neodecadence and sexploitation in Tinto Brass’s Salon Kitty. En D. H.
Magilow, E. Bridges, & K. T. Vander Lugt (Eds.), Nazisploitation! The
Nazi image in low-brow cinema and culture (pp. 115-133). Continuum
Boccaccio exploitation: la influencia de
El decamerón de Pasolini en el cine de
explotación italiano
Nicolás Carrasco
Solo podemos comprender el aullido desorientador de rabia, decepción y
desesperación que es Saló o los 120 días de Sodoma (Salò o le 120 giornate di
Sodoma, 1975) si nos es familiar la feroz alegría de las películas que Pasolini
hizo inmediatamente antes de esta, La trilogía de la vida que inició con El
decamerón (Il Decameron, 1971), continuó con Los cuentos de Canterbury (I
racconti di Canterbury, 1972) y concluyó con Las mil y una noches (Il fiore
delle mille e una notte, 1974). Las adaptaciones libres de Pasolini de estos
textos medievales fueron expresiones de su fe en la gente común (o su visión
picaresca de la misma) en toda su autenticidad lujuriosa, codiciosa y desca-
rada (cualidades que Pasolini sentía que no tenía, debido a sus antecedentes
ateos, homosexuales y comunistas).
Según el crítico e investigador inglés Colin MacCabe:
For both the Renaissance and the Enlightenment, the Middle Ages had
been an embarrassing gap, the space between classical antiquity, with its
glories of Greece and Rome, and the modern world of European political
dominance of the globe and the triumph of reason over superstition.
From the advent of industrialization on, however, the medieval world
came to represent for some —one notable example would be T. S.
Eliot— a time, before capitalism, in which human relations with nature
had not yet been poisoned by money and in which an accepted system
of belief was the cement for a harmonious social order. [Tanto para
el Renacimiento como para la Ilustración, la Edad Media había sido
una brecha vergonzosa, el espacio entre la antigüedad clásica, con sus
glorias en Grecia y Roma, y el mundo moderno del dominio político
europeo del globo y el triunfo de la razón sobre la superstición. Sin
embargo, a partir del advenimiento de la industrialización, el mundo
medieval pasó a representar para algunos —un ejemplo notable sería
T. S. Eliot— una época, anterior al capitalismo, en la que las relaciones
humanas con la naturaleza aún no habían sido envenenadas por el
[185]
186 Nicolás Carrasco
1 No sorprende tampoco que tanto las historias de Juliette y Justine hayan sido
recurrentemente adaptadas en el cine de género y de explotación europeo. Notablemente
por el cineasta español Jesús Franco, quien adaptará varios textos sadeanos al cine.
Boccaccio exploitation: la influencia de El decamerón de Pasolini en el cine de explotación italiano 191
REFERENCIAS
MacCabe, C. (2012, 13 de noviembre). The Decameron: The past is present. Current.
https://www.criterion.com/current/posts/2550-the-decameron-the-
past-is-present
Grossi, J. & Miccio, J. (2021, 18 de noviembre). Monjas calientes. Präuse.
https://revistaprause.blogspot.com/2021/11/monjas-calientes-bruno-
grossi-y-jose_18.html
Mosciatti, E. (2019, 26 de octubre). Pasolini (1968): Cuando ayer pelearon
con los policías, ¡yo simpatizaba con los policías! Biobiochile.cl
192 Nicolás Carrasco
https://www.biobiochile.cl/noticias/artes-y-cultura/libros/2019/10/26/
pasolini-1968-cuando-ayer-pelearon-con-los-policias-yo-simpatizaba-
con-los-policias.shtml
progcroc (2016, 20 de junio). Canterbury rides again… Pasolini & his
“Decamerotic” imitators. House of Freudstein.https://houseoffreudstein.
wordpress.com/2016/06/20/canterbury-rides-again-pasolini-his-
decamerotic-imitators/
El cine de Pablo Guevara
y Pier Paolo Pasolini:
del mito griego al precolombino
Christian Wiener Fresco
El ojo del odio, vigilante. El ojo del amor, vigilante también.
Hay atmósferas enrarecidas al norte, al sur, al este, al oeste,
cordilleras y cordilleras, mesetas y mesetas, bosques y bosques,
lomadas y lomadas, cañadas y cañadas, cejas de montaña
y cejas de montaña, casas y casas, desiertos y desiertos.
Violencia, violencia, violencia.
Pablo Guevara / Hotel del Cusco y otras provincias del Perú (1972)
Cuando leí El nuevo cine latinoamericano de los años sesenta (León Frías,
2013) me preguntaba por qué el Perú estuvo en gran parte al margen de este
movimiento cinematográfico de la región en los años sesenta y setenta. Se
han bosquejado muchas explicaciones al respecto: políticas (las derrotas de
los movimientos guerrilleros de los sesenta, el reformismo militar de Velasco,
la falta de aprecio por la cultura en la joven izquierda), cinematográficos
(el escaso desarrollo del cine peruano, la ausencia de una tradición cine-
matográfica contra la cual insurgir) y, también, llamémoslas intelectuales (el
poco conocimiento y repercusión de la vanguardias artísticas y políticas del
primer mundo en la todavía pacata y conservadora sociedad limeña, más que
[195]
196 Christian Wiener Fresco
peruana). Sea como sea, lo cierto es que en gran parte resultan insuficientes,
porque con las especificidades de cada país, muchos de esos aspectos se
repitieron en otros países latinoamericanos que sí tuvieron participación en
esta heterogénea expresión fílmica conocida como el NCL.
Me arriesgo a proponer la hipótesis de que tal vez fue la ausencia, en
nuestro país, de un realizador con una propuesta en la línea de lo que postu-
laban tanto estéticamente como en contenido político otros en la región
(pienso en Sanjinés en Bolivia, Handler en Uruguay o Álvarez en Colombia,
entre otros). Podría haber sido Armando Robles Godoy que, aunque bastante
alejado en lo político, proponía un cine diferenciado, deudor en gran parte
de la modernidad europea de esos años, en especial en los saltos de tiempo
y montaje de Resnais. Pero el solipsismo estilístico de Robles Godoy no buscó
ni generó continuadores (solo discípulos), y tuvo hasta cierto punto el efecto
contrario, porque la mayoría de los cineastas peruanos que empezaron a
filmar con los beneficios de la Ley 19327 dada por Velasco optaron en sus
cortos iniciales por el realismo más directo y sin artilugios de autor, tanto en
el documental como después en la ficción.
Sin embargo, no era que el cine peruano fuera tan ajeno a las propuestas
de la modernidad cinematográfica europea porque, aunque de forma desor-
denada, varias de esas películas llegaron a estrenarse en el país y fueron
rescatadas por los iniciales cineclubes de esos años. Tampoco se puede
dejar de lado la labor de la crítica cinematográfica, en especial de la revista
Hablemos de Cine que, siguiendo los postulados de Cahiers du Cinéma,
reivindicó la noción del cine de autor tanto para el cine clásico americano
como para los nuevos —o no tanto— cineastas y cinematografías que tenían
propuestas personales y que rompían con el cine más industrial y estandari-
zado. Uno de los que formó parte de esa publicación fue el también poeta y
eventual cineasta Pablo Guevara.
Pablo estudió en el Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma,
cuando los ecos del neorrealismo todavía resonaban en la península, y luego
bebió de clásicos del cine mundial en la Cinémathèeque Française en París.
Con ese bagaje se incorpora a la revista en Lima, donde más que elaborar
críticas puntuales de películas, se orienta a ensayos sobre directores y cine-
matografías “donde con agudeza y humor diseccionaba estilos y modos de
representación fílmicos. Admiraba el clasicismo y la vanguardia de John Ford,
Friedrich Murnau, Fritz Lang, Kenyi Mizoguchi, Roberto Rossellini y Joseph
Mankiewicz, entre otros grandes maestros del cine” (Wiener, 2019, p. 10).
El cine de Pablo Guevara y Pier Paolo Pasolini: del mito griego al precolombino 197
Agrega Bustamante que en otros dos aspectos es posible rastrear esa filia-
ción: la discontinuidad espacial y temporal y el rescate de lo sagrado.
Estamos lejos de la imitación o transposición mecánica del cine del italiano
al Perú, lo cual hubiera sido imposible, además de absurdo. Lo que encuentro
es más una cercanía, sino una coincidencia, en la forma de ver el cine (y su
relación con la poesía) y cómo plantearse la expresión fílmica, de fondo y
forma. En ambos directores hay una clara autoconciencia, casi brechtiana,
de su rol de demiurgos del mito y de la continuidad de los mitos en la
escena contemporánea (reforzada con el uso de la voz en off ), remarcando
la atemporalidad y universalidad de los mismos con un estilo fragmentario,
entrecortado y por momentos críptico. Decía Fantuzzi, en relación con la
adaptación de Pasolini del clásico de Sófocles:
La lectura del texto, por un lado, y su reinterpretación, por otro, orientan
en una doble dirección el trabajo del director en base a la filmación
y el montaje (una profundización del texto que trasciende el dictado
lineal del tragediógrafo y se aproxima a los orígenes populares del relato;
una lectura moderna que tiende a poner de relieve los significados
‘universales’ del mito), y los induce a proceder por fragmentos de realidad
seleccionados y yuxtapuestos… (Fantuzzi, 1978, p. 111)
donde geografía y seres humanos son observados con una mirada que
aspira también a la pureza para descubrir en ellos un mundo esencial.
(Bustamante 2007, p. 168)
REFERENCIAS
Aumont, J. (2004) Las teorías de los cineastas. Paidós.
Bedoya, R. (1985). Cien años de cine en el Perú. Una historia crítica.
Universidad de Lima, Fondo Editorial.
Bustamante, E. (2007). Pablo Guevara cineasta. En G. Flores Heredia (Ed.),
Totalidad e infinito. Homenaje a Pablo Guevara (pp. 163-168).
Editorial San Marcos.
200 Christian Wiener Fresco
[203]
204 Ricardo Bedoya / Isaac León Frías
Más aún cuando, dejando de lado el humor, alza un libro de Pasolini y lee
algunas líneas:
Soy una fuerza del pasado
Solo en la tradición está mi amor
Vengo de las ruinas, de las iglesias
de los altares, de las aldeas olvidadas
…
Miro los crepúsculos y las mañanas de Roma
… como los primeros actos de la posthistoria que contemplo por
privilegio… (Pasolini, 1962, pp. 159-160)
R. B. Tengo la impresión de que ¿Qué cosa son las nubes? le permite situarse
en el territorio de encuentro entre el cine italiano y el teatro en aquellos años
sesenta. En este volumen, a propósito de Porcile, Eduardo A. Russo señala
algunos rasgos del Pasolini ligado a la actividad teatral, pero me gustaría ubicar
su posición comparándola con la de Carmelo Bene y de Bernardo Bertolucci.
En Bene, la “adaptación” de lo literario y lo teatral pasa por el alejamiento
de la continuidad narrativa, el montaje de cortes bruscos, las sobreimpresiones
violentas, los efectos convulsivos, los silencios que intentan despejar cualquier
sospecha de hipoteca teatral (Nuestra Señora de los Turcos, Capricci o, ya
De la luna y las nubes a la tierra: los cortos y la producción documental de Pasolini en un diálogo 209
2. LA PRODUCCIÓN NO FICCIONAL
I. L. En relación con el material de no ficción, cabe hacer algunas comproba-
ciones iniciales. La primera es que Pasolini no abordó sus objetos de obser-
vación a la manera del documental tradicional —ni tampoco se podía esperar
eso de él, claro—. Para Pasolini, el acercamiento no ficcional suponía una
“investigación”, una indagación en esa realidad no recompuesta a los efectos
de una narración. Una investigación en la que se sitúa en el lugar del que
observa, registra, interroga, comenta, extrae conclusiones… es decir, en el
lugar del cineasta reflexivo o ensayista, los que eran todavía muy escasos en
esos tiempos. No fue abundante lo que hizo, como tampoco lo fue en el largo
de ficción y menos en el corto de ficción. Pero sí fue muy coherente con sus
preocupaciones en las dos líneas principales que transitó: la búsqueda de
escenarios y motivos para sus propias películas —no siempre realizadas—
y la encuesta sobre temas de interés público, como el de la sexualidad en
Comizi d’amore, y el de los temores y miedos de la época en torno a los
motivos de la paz y la guerra, como en La rabbia. Con la particularidad, en
esta segunda línea, de una reflexión transida por el lenguaje verbal de tona-
lidades subjetivas y poéticas en ese collage de materiales entresacados de
noticiarios que es La rabbia; mientras que en Encuesta sobre el amor prima
la curiosidad del encuestador activo que es el mismo Pasolini, al modo de los
postulados del cinema-verité que Jean Rouch y Edgar Morin habían activado
en Crónica de un verano.
En Locaciones en Palestina para El Evangelio según San Mateo, Apuntes
para un filme sobre la India y Apuntes para una Orestiada africana, la
implicación del Pasolini-guía-de-viaje apunta a sus propios proyectos fílmicos,
y deja constancia de diversas preocupaciones geográfico-antropológicas, de
su atracción e interés por culturas milenarias, sin perder de vista el estado
actual en el que ellas se encuentran, y por la solidaridad del europeo ilustrado
en lucha contra sus propios determinismos etnocéntricos. Pasolini, en su
propia voz, no deja nunca de cuestionarse a sí mismo las razones de sus
búsquedas ni oculta sus dudas y tanteos.
REFERENCIAS
León Frías, I. (2022) Del clasicismo a las modernidades. Estéticas en tensión
en la historia del cine. Universidad de Lima, Fondo Editorial.
Pasolini, P. P. (1962). Mamma Roma. Rizoli.
5. Lecturas ensayísticas
de las películas de Pasolini
Accatone, Mamma Roma y
La ricotta: el cuerpo joven se extingue
Gabriel Quispe Medina
“¡Esto es el fin del mundo!”, dice coloquial en su microcosmos Scucchia,
uno de los sujetos malhadados de Accattone, en la época del miracolo
italiano de postguerra y de la bipolaridad global y la amenaza nuclear. Es
el instante inaugural del regista Pier Paolo Pasolini, que coloca en el final
dos aforismos dialécticos consecutivos del protagonista, “quien confía en la
Providencia no muere de hambre” y “ahora estoy bien”, frente a su cama-
rada Balilla (Mario Cipriani) que se santigua teniendo las manos esposadas.
“Mamá, estoy muriendo. Llevo aquí toda la noche. No puedo más. Mamá,
¿por qué me hacen esto?”, clama solitario en su celda kafkiana el adolescente
Ettore, sorprendido ante la evidencia postrera, cuando Mamma Roma, como
si lo oyera, en la personificación de todas las madres, transita la periferia
romana anticipando el luto en el rostro de Anna Magnani.
“Pobre Stracci, mírenlo, era el único medio para recordarnos que también
él estaba vivo”, sentencia en La ricotta Orson Welles, el cineasta ensimismado
que filma en color la pasión de Cristo con afectación de postal pastoral hasta
que un desapercibido extra, exhausto, tiene la ocurrencia de expirar justo
durante la escena de su crucifixión.
Es la trilogía del dolor, la indigestión, el naufragio del alma, la fractura
del tronco fresco, la autoeliminación, el adelanto de los escombros, la espi-
ritualidad infructuosa. Aquí algo siempre sale mal sorpresivamente en la
costumbre instalada, cual destino escrito. Es la zona del error mortal que no
repite oportunidades, la punición inmediata de la infracción y el pecado.
Italia, 1961. El neorrealismo lleva década y media y sus artífices parecen
haberlo exprimido y superado. Rossellini, De Sica, Visconti, Lattuada, Fellini,
sus guionistas. El estilo personal se va apoderando de las imágenes y motiva-
ciones de sus criaturas, aun inmersas en las locaciones marginales que habían
[219]
220 Gabriel Quispe Medina
moral de su diversión, a través del carcajeo del elenco que mira cómo traga
Stracci finalmente. Son risas sordas y amargas. Alcanza la simbiosis magistral
en la intersección del quiebre del hombre pobre, estresado y malnutrido, y
el repentino hallazgo del artista de que su voluntad de creación, de ordenar
¡hagan la otra escena!, ¡clávenlos!, ¡déjenlos clavados!, ¡desclávenlos!, ¡acción!,
se ve interrumpida y frustrada por la realidad que estaba frente a sus ojos y
no la veía.
Revisar La ricotta seis décadas después, en temporadas sensibles por las
negligencias y fatalidades en la labor audiovisual y, por otro lado, las fusiones
y los consorcios internacionales, ejerce un impacto especial que denuncia
impunidad, en el crimen cometido delante del clan corporativo del que el
regista advirtió a su contertulio. De esta forma Stracci, interpretado por Mario
Cipriani, aquel que ocupó la última imagen de la ópera prima de Pasolini,
es una confluencia de “harapos”. El invisible Barberone, los protagónicos
Accattone y Ettore y sus entornos tortuosos, inclusive las sufridas paren-
telas que los pierden, están absorbidos en su inevitable indigestión mortal
en la cruz, al costado de Cristo, tan anunciada y construida en tres títulos
que suman más de cuatro horas de metraje. Siempre en la Roma subur-
bana, descampada, tierrosa, rodeada de edificios a medio hacer, vecina del
Vaticano, generosa en exteriores de azares y contrastes, donde Pier Paolo
podía poner a Orson en un trono y dirigirlo en una especie de profecía de su
prematuro fundido en negro. “¡Esto es el fin del mundo!”, repetiría Scucchia.
El Evangelio según San Mateo:
materia dialéctica,
materialismo sagrado
Eduardo Rojas
A la querida, feliz, familiar, memoria de Juan XXIII
[229]
230 Eduardo Rojas
Un Cristo oral, uno que circula en los relatos populares, algunos de los
que recoge Santa Elena en Palestina cuatro siglos después de la pasión. Un
Cristo enfrentado al de la Iglesia. Un individuo oscuro, orlado de misterios,
un profeta desconocido al que siguen multitudes en vida y más aún después
de muerto. Un intelectual, poeta, que casi dos mil años después niega su
trascendencia, del cual, aún asumiendo la ambigüedad de la figura de su
protagonista, juzgaba ridículos sus milagros, decía al respecto:
Los milagros de los panes y los peces y de Cristo que camina sobre las
aguas son de un pietismo desagradable. El salto de este tipo de escenas
de marco sagrado a la apasionada violencia de su política y de sus
discursos es tan grande que la figura de Cristo en la película produce
necesariamente en los espectadores un fuerte sentimiento de malestar.
Los católicos salen de la película un poco turbados por el hecho de que
he puesto en escena a un Cristo malo. De hecho, no es malo, sino que
está lleno de contradicciones. (Martellini, 2010, p. 118)
Un Cristo malo es, en 1964, a casi dos mil años de su muerte, uno que
se opone a la enseñanza oficial de quien detenta el monopolio de su verbo:
la iglesia. Un Cristo malo en 1964 es quien mantiene un discurso que ataca
el poder, el de la Iglesia, el del capitalismo. Tal era el Cristo que creía haber
hecho Pasolini. Sin embargo, su mesías, como ya lo dijimos, conserva la oscu-
ridad y el misterio; hay algo en él que escapa del control de Pier Paolo; otra
vez la poesía independizándose de su autor.
No olvidemos que por los mismos años comenzó a proliferar otro Cristo,
el hijo desviado de la revolución hippie, barbado y colorido como un parti-
cipante de Woodstock, el que proclama el amor, pero parece desconocer
El Evangelio según San Mateo: materia dialéctica, materialismo sagrado 235
histórica que hubiera podido trazar en todo caso una analogía con el presente.
Por el contrario, Pasolini sustituye aquellos escenarios por el de los habitantes
del sur de Italia: allí están sus castillos medievales y sus aldeas abigarradas. No
hay el menor intento de disimular el origen o la época de construcción de unos
y otras. La sustitución es tiempo presente, Cristo se detuvo en Puglia, su voz
sigue resonando a mediados del siglo xx, la cruz del sacrificio fue alzada en el
árido sur italiano del presente. El pueblo humilde que sigue a Jesucristo en su
peregrinación está representado en su totalidad por los campesinos de la zona
de filmación. El protagonismo de este pueblo es pasivo y actúa, según el deseo
de Pasolini, a la manera del coro en la tragedia griega.
La imposibilidad se transforma entonces en una parte del discurso; lo que
la producción no permite pasa a ser parte del sentido. Un poco a la manera del
neorrealismo, las limitaciones se transforman en virtud. Recordemos que, en
su película inmediatamente anterior, La ricotta, un director (Orson Welles, muy
cómodo en su rol de cineasta-dios que ordena a su antojo el universo de su
película) pone en escena su propia versión de la pasión cristiana. Las diferencias
de puesta: el color de la película que dirige Welles, el modelo renacentista de
escenografía y vestuarios, son todo lo contrario de lo que hará Pasolini en El
Evangelio… El diálogo que se establece entre una y otra película determina una
síntesis que refleja el verdadero interés de Pasolini; el tono de farsa y la ironía
que emanan de La ricotta ceden ante la austeridad y el despojamiento de El
Evangelio… que le confieren a esta una paradójica grandeza.
REFERENCIAS
Bazin, A. (2006) ¿Qué es el cine? RIALP.
Martellini, L. (2010). Pier Paolo Pasolini. Retrato de un intelectual, PUV.
Un viaje hacia ninguna parte:
el antiBildungsroman
en Pajaritos y pajarracos
Sha Sha Gutiérrez Ñahui
Importa poco no saber orientarse en una ciudad.
Perderse, en cambio, en una ciudad como quien
se pierde en el bosque, requiere aprendizaje.
Walter Benjamin
[239]
240 Sha Sha Gutiérrez Ñahui
1 A diferencia del autor citado, quien entiende las películas de carretera (o road movies)
como un género cinematográfico, en el presente ensayo se las considera un subgénero
cinematográfico, porque existen road movies al interior de películas de diversos géneros
como las policiales, las humorísticas, las de aventura, las de horror o ciencia ficción, entre
otros, tal como me ha señalado el editor.
Un viaje hacia ninguna parte: el anti Bildungsroman en Pajaritos y pajarracos 241
para siempre. En palabras de Felipe Oliver, “este sujeto recorre los diferentes
estratos sociales, por lo que adquiere una visión bastante completa de los
usos y costumbres del espacio. Esta visión, a su vez, dará lugar a un apren-
dizaje, a una retroalimentación vital” (2011, pp. 178-179). Este encuentro con
distintas clases sociales se puede observar en el filme que aquí se analiza,
puesto que Totò y Ninetto dialogan con personajes de sectores populares y
privilegiados2. Algunos de estos encuentros están previamente planificados,
pero otros son espontáneos. Así, el filme propone una radiografía social a
partir del viaje de padre e hijo. Ahora bien, en lugar de renacer al final del
relato como “nuevas y mejores personas”, en términos de Felipe Oliver, los
protagonistas de Pajaritos y pajarracos terminan asesinando al personaje que
encarna la singularidad por excelencia: el cuervo. Entonces, estamos frente a
una historia donde los personajes no crecen moralmente por las experiencias
vividas, sino que se empeñan en seguir siendo los mismos. No obstante, hay
un cambio objetivo y decisivo al final del largometraje: el cuervo ya no es más
un animal vivo ni parlante.
Por otro lado, en las road movies tradicionales, el viaje es posibilitado
por la tecnología. Así, los personajes toman la carretera con sus autos y
motocicletas, medios de transporte privados, que son casi una extensión
de sus propios cuerpos. Tal como apunta Jaime Correa, “los personajes se
identifican con los vehículos que conducen, llegando incluso a ‘humani-
zarlos’” (2006, p. 272). Asimismo, el investigador agrega que los viajeros de
las road movies suelen ser parias y viajan en pareja o grupos y, además, se
caracterizan por tener una vida nómada, pues siempre están en una cons-
tante búsqueda personal. Hay una tensión entre ellos y la sociedad; por
ello, se lanzan a las carreteras y, en su recorrido, el paisaje se convierte en
un personaje más de la historia.
Sin embargo, en Pajaritos y pajarracos el viaje no se realiza en auto ni
por carreteras reservadas para la circulación de vehículos, sino que se ejecuta
2 En este filme, se evidencia el interés de Pasolini por los personajes marginales: el cuervo,
la prostituta y las personas de los pueblos rurales. Este interés puede ser comparado con
el de Walter Benjamin, pues el filósofo de origen judío le dedicó varias páginas de su obra
a los personajes que develan las fallas de la modernidad como el flâneur, la prostituta y
el coleccionista (Villa 2020). Tal como apunta Jaime Correa en su estudio sobre las road
movies en Norteamérica, la relación de los viajeros con la prostituta demuestra la crisis de
la institución de la familia, así como expresa la fantasía masculina de alcanzar la libertad
en varios niveles (libertad del individuo frente a la sociedad, libertad sexual, etc.), propios
de este subgénero cinematográfico (2006, p. 292). Así pues, al acostarse con la misma
mujer (prostituta), padre e hijo transgreden los valores de la institución familiar, lo que los
posiciona en los márgenes de la sociedad burguesa.
242 Sha Sha Gutiérrez Ñahui
tiempo está mucho más cronometrado. Al respecto, Byung-Chul Han señala que
vivimos en la actualidad la “época de las prisas” y esto entraña un problema,
porque “solo cuando uno se detiene a contemplar, desde el recogimiento esté-
tico, las cosas revelan su belleza, su esencia aromática” (2015, p. 75). Así pues,
el “aroma del tiempo”, en palabras del filósofo surcoreano, se encontraría en la
pausa y la espera que posibilitan la contemplación estética. Pensemos nueva-
mente en la prostituta de Pajaritos y pajarracos, pero sobre todo en su risa.
No es una risa impostada, sino una carcajada limpia la que comparte secreta-
mente con el espectador. La risa no solo expresa su vitalidad, sino también su
simpatía por el otro: “Con tu padre también me reí mucho”, comenta ella al inter-
narse con Ninetto en el pastizal. Asimismo, es capaz de apreciar la fragancia de
una zona del campo en particular. Así pues, un personaje como Luna también
experimenta esta otra temporalidad aromática y contemplativa sobre la que
reflexiona Byung-Chul Han.
lamenta su partida. Su muerte es necesaria para que avance o, mejor dicho, para
que la historia llegue a su fin. El espectador nunca sabrá a dónde se dirigen
Totò y Ninetto —y, con ellos, la humanidad—, pero sí puede inferir, por las
decisiones que toman los personajes, que estos se niegan a cambiar y “crecer”.
Por ello, estamos frente a un antiBildungsroman, una historia donde el viaje de
los protagonistas no los conduce a ninguna parte.
REFERENCIAS
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Jaguar.
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matográfico. Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas,
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Han, B.-C. (2015). El aroma del tiempo: Un ensayo filosófico sobre el arte de
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n023.4848
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del aprendizaje en Hispanoamérica. Itinerarios, 13, 177-189. https://
dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5856489
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1957-1971). Nórdica Libros.
Sloterdijk, P. (2003). Crítica de la razón cínica. Siruela.
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https://doi.org/10.37511/tesis.v15n2a8
Edipo rey:
la añoranza de los prados verdes
Andrés Cotler
Más moderno que todos los modernos … soy una fuerza del pasado
Pier Paolo Pasolini (como se cita en Didi-Huberman, 2012, p. 48)
Edipo rey (1967) de Pier Paolo Pasolini es, junto con Medea (1969), su aproxima-
ción personal a la tragedia clásica1. Adaptación de la tragedia de Sófocles y bajo
la influencia del complejo de Edipo de Sigmund Freud que desarrolló teórica-
mente el deseo amoroso del hijo hacia la madre, por un lado, y la presencia del
padre como encarnación de la represión de dicho deseo, por el otro. Edipo rey
fue la película, según el propio director, más autobiográfica de su filmografía.
La arquetípica historia relata el frustrado intento de filicidio por parte de
Yocasta, quien quiere sacrificar a su hijo Edipo a causa de una profecía (que
habla de un hijo que asesina a sus progenitores) y la búsqueda de la verdad
por parte de Edipo, en su edad adulta, cuyo descubrimiento del horror de sus
actos lo llevará a arrancarse los ojos para amenguar un sufrimiento indecible.
En efecto, poco antes de que Edipo venza a la Esfinge —personaje que en el
filme de Pasolini asume el papel de la voz del inconsciente— y se vuelva rey
de Tebas, esta le advierte a Edipo: “el abismo al que me empujas está dentro
de ti”.
Edipo rey relata algunas de las angustias y obsesiones que Pasolini desa-
rrolló en películas posteriores, principalmente el conflicto con la figura paterna
como encarnación del poder. En la película, Edipo le cuenta a Yocasta que,
al encontrarse en el camino con el rey Layo de Tebas, se sintió agredido:
[253]
254 A ndrés C otler
del bagaje sino del caos, donde todo cuanto existe son meras posibilidades
o sombras de comunicación mecánica y onírica” (Pasolini & Rohmer, 1970,
p. 14), que se basa en su metaforicidad y fragmentación que lo distingue de
la propuesta del neorrealismo. Frente a las convenciones narrativas, Pasolini
cree que el cine es fundamentalmente un “cine de poesía”. Esa fue la postura
implícita en su obra: el revelar nuevas modulaciones y pliegues de la realidad
que superen esa racionalidad y normativa de la “prosa” que, al igual que el
fascismo y luego la burguesía, oprimían su necesidad de una expresión visio-
naria. La razón era otra cárcel más a combatir.
Esta visión del “cine de poesía” de Pasolini se entronca precisamente con
su interés en los mitos. Según Ana Sedeño-Valdellós (2007), el mito permite
realizar un cine de poesía alternativo al cine clásico y permite desarrollar esa
cualidad irracional opuesta a la mentalidad moderna: mito y cine comparten
una misma concepción de la temporalidad, donde pasado y presente se
fusionan: “la temporalidad mítica es una coexistencia de pasado, presente
y futuro y, en particular, una presentificación del pasado” (Sedeño-Valdellós,
2007, p. 257). El mito como vía opuesta a la linealidad occidental y como
aprehensión “primitiva” de la realidad se relaciona para Pasolini con la poten-
cialidad y la raíz lingüística del cine. En ese sentido, uno de los valores
notables de la película es que evita ser una ilustración pretenciosa o aburrida
del texto clásico, que más bien es interpretado y filmado como un mito con
el lenguaje propio del cine. No es tampoco una versión historicista de la
tragedia, sino que utiliza elementos culturales heterogéneos: los espacios, las
máscaras, la ropa, el vestuario, la música.
En una entrevista en la que habla acerca de por qué sus películas son
consideradas escandalosas, Pasolini explica: “tiendo una cuerda, un cordón
umbilical entre lo profano y lo sagrado” (Valentin, 2005, párr. 46). Desde su
primera película, Accattone (1961), Pasolini estuvo interesado en marginales
de sectores populares; eso y su empatía con el personaje amoral de Accattone
le significaron las primeras críticas, pero también el reconocimiento por su
novedad extrema en la que lo sagrado y lo profano se influían simultánea-
mente: el personaje de Accattone presentaba resonancias de un Cristo en
negativo. En Mamma Roma (1962), el joven Ettore muere fruto de un robo
frustrado y el modo en que su final es filmado tiene resonancias del Cristo
muerto del pintor renacentista Andrea Mantegna (1431-1506). Las borgate —
suburbios subproletarios— son vistas por Pasolini con un aura que asocia
la tragedia y la violencia con lo sagrado y lo puro. Vive, en esas calles y
personajes, la añoranza de los prados verdes: Pasolini encuentra allí los
valores tradicionales italianos que van desapareciendo por el consumismo y
260 A ndrés C otler
REFERENCIAS
Didi-Huberman, G. (2012) Supervivencia de las luciérnagas. Abada Editores.
Massuco, M. (2020) La corrupción de lo sagrado: el análisis del pensamiento
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Unversidad de Zaragoza]. Zaguan - Repositorio Institucional de Docu-
mentos, https://zaguan.unizar.es/record/94661
Moliterno, G (2002, diciembre). Pasolini, Pier Paolo. Senses of Cinema (23).
Pasolini, P. P. (2009) Antología breve. Universidad Nacional Autónoma de
México.
Pasolini, P. P., & Rohmer, É. (1970). Cine de poesía contra cine de prosa.
Anagrama.
Sedeño-Valdellós A. (2007, 22-24 de octubre) La tragedia en Edipo rey de
Pier Paolo Pasolini [Presentación de escrito]. Congreso Internacional
Imagines. La Antigüedad en las Artes escénicas y visuales, Logroño,
La Rioja. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2664026.pdf
Valentin, L. (2005). Pier Paolo Pasolini: Edipo y yo. AdVersus – Revista de
Semiótica, 2(4). http://www.adversus.org/indice/nro4/dossier/dossier_
edipo.htm
Mirada y presencia en Teorema
Alejandro Núñez-Alberca
La categoría de la presencia supone, a mi parecer, uno de los aspectos más
ineludibles y difíciles de evaluar en el análisis cinematográfico, además de
servir de punto nodal entre distintas disciplinas abocadas al estudio de lo
audiovisual. Ante todo, podemos establecer el carácter relacional de su onto-
logía: la presencia es siempre presencia de algo, distante o próximo, compa-
sivo o disruptivo, en la medida que anuncia el advenimiento del otro; pero, al
mismo tiempo, supone que algo está presente para alguien, para un cuerpo
que siente, experimenta e interpreta (Núñez-Alberca, 2021), de modo que el
sentir supone, desde su inicio, una toma de posición encarnada e implicada
en la aparición (Illescas, 2014).
La visualidad, ya sea que tratemos con imágenes quietas o en movi-
miento, no escapa a esta lógica. Para Alloa (2021), la mostración se halla en
la génesis de la imagen en tanto aparición, de modo que toda imagen nos
dice algo respecto a sus mecanismos fenoménicos y enunciativos, siempre
y cuando coloquemos ante ella otro cuerpo responsable por llevar a cabo
dicha exégesis, sin la cual la imagen como objeto material no desplegaría
sus sentidos. Esto quiere decir que, más que reducir la imagen (fotografía,
pintura o filme) a una taxonomía de signos visuales, “ella implica los cuerpos
en los que se muestran y por los cuales pueden mostrarse” (Boehm, 2019,
p. 39). Ahora bien, en el caso específico del cine, el cuerpo implicado
del espectador se aproxima a su objeto con la mirada, mecanismo que la
propia enunciación audiovisual toma a su cargo y construye buscando arti-
cular algún sentido (Metz, 1993; Abril, 2007; Gómez Tarín, 2008), sin quedar
exenta de coincidir con la visión propia de los personajes de la diégesis
sobre las cosas del mundo ficcional.
De esta forma, la mirada, “que involucra condiciones técnicas y estruc-
turas simbólicas determinadas” (Abril, 2007, pp. 42-43), no solo es uno de los
[263]
264 A lejandro Núñez-A lberca
PRESENCIAS Y DESEOS
Mucho se ha escrito respecto a las connotaciones políticas de la película, en
la medida en que la llegada inesperada, etérea incluso, del huésped, trastoca
la normalidad de la pequeña familia de la alta burguesía (Zamora, 2014). El
primer contacto con el extraño no se da de una vez y de golpe: es una expec-
tación que se va construyendo y mediando; se le mira con cierta distancia en
planos extensos que, desde el punto de vista formal, responden al encadena-
miento referido por Branigan (1995): en el primer plano, vemos al personaje
Mirada y presencia en Teorema 265
1 Esta construcción del deseo se hace a partir del personaje de Stamp, así como de lo que
cada miembro de la familia ve en él o, mejor dicho, se imagina en él. En palabras de
Agamben (2005), somos incapaces de poner en palabras sus deseos porque estos han
sido imaginados: “El cuerpo de los deseos es una imagen. Lo inconfesable del deseo es la
imagen que nos hacemos de él” (p. 67). Algo similar puede decirse del rol que desempeña
el huésped en la película, en la medida en que ofrece una salvación, un cuerpo sobre el
cual proyectar lo que se desea: “El mesías viene por nuestros deseos. Él los separa de las
imágenes para satisfacerlos. O, mejor dicho, para mostrarlos ya satisfechos” (Agamben,
2005, p. 68).
266 A lejandro Núñez-A lberca
2 Existen, según Barthes (1974), al menos dos formas en que el texto escrito dialoga con las
imágenes: ya sea por anclaje (realzando un sentido inmanente a la imagen por encima de
los demás), o por relevo (añadiendo un significado inédito, el cual sin el texto no podría
comprenderse). Qué sentido exactamente ya está en la imagen y cuál no lo está continúa
siendo, no obstante, una cuestión que dependerá de las competencias socioculturales de
cada espectador, así como del sentido sugerido por la inclusión de otras imágenes (como
es el caso del montaje cinematográfico).
Mirada y presencia en Teorema 267
AUSENCIAS Y DEVENIRES
La cámara, en tanto organiza el campo visual, interviene y marca el sentido
cuasisagrado de la liberación carnal; es por eso que, como acabamos de
decir, se mantiene lejos del alcance del espectador: su prohibición señala y
preserva el aura de su trascendencia. No obstante, existen otros momentos
en Teorema en los que el acto de ver se vuelve significativo en relación
con lo ausente y deja a cada personaje llevar a cabo su propia introspec-
ción. Esto permite hablar de lo que Elsaesser y Hagener (2015) denominan
una arquitectura de la mirada, “vinculando la cámara, la audiencia y los
protagonistas que convierte la pantalla en un espejo imaginario de deseo
espectatorial” (p. 100).
Ante todo, la ausencia recorre de un extremo a otro los diferentes ámbitos
de lo audiovisual, ya sea que hablemos de elipsis, metrajes perdidos, el fuera
de campo o simplemente la desaparición física de un personaje (Gómez
Tarín, 20033). Desde un punto de vista más restringido, lo ausente como tema
también es incorporable al relato. Esto último sirve de catálisis de la última
parte del filme, cuando el huésped deja la casa luego de haber trastocado la
sensibilidad de cada personaje y los obliga a lidiar con su partida.
La primera transformación en la familia la sufre la hija, Odetta, quien cae
en una profunda depresión: se postra sobre su cama con el puño cerrado
3 “En el caso del cine, resulta evidente la mediación de la cámara, aunque esta no se puede
considerar un ‘observador’, salvo en cuanto adopta la subjetividad de algún personaje
en el transcurso de la narración y dado que, por supuesto, siempre es el mecanismo de
sustitución de la mirada espectatorial (Gómez Tarín, 2003, p. 67).
Mirada y presencia en Teorema 269
4 Lo trascendente opera, justamente, como signo de aquel más allá que no se encuentra
nunca, que está por definición impedido de toda inmanencia, pero que va de la mano
con esta última: “¿De dónde viene que la búsqueda del saber no tenga fin? Tendría que
ver con el hecho de que hay actualización, emanación de una trascendencia inédita. El
secreto se asienta sobre un plano de expresión inédito. Tanto es así que el saber y la
ignorancia se moverían al unísono” (Zilberberg, 2016, p. 208). Lo ausente juega así el rol
de catálisis de la búsqueda, por más destructiva que pueda ser.
Mirada y presencia en Teorema 271
REFERENCIAS
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Agamben, G. (2005). Profanaciones. Anagrama.
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Tesis Doctorals en Xarxa, http://hdl.handle.net/10803/10309
Gómez Tarín, F. (2008, 30, 31 de enero y 1 de febrero). Saber y mirar.
Una propuesta de reformulación de los conceptos de focalización y
274 A lejandro Núñez-A lberca
Zilberberg, C. (2016). ¿Un par incierto? Tópicos del Seminario, 1(31), 195–208.
https://topicosdelseminario.buap.mx/index.php/topsem/article/
view/37
De Maria a Medea /
de Medea a Maria
Giovanna Pollarolo
I
1. MARIA CALLAS
[279]
280 Giovanna Pollarolo
evadió comprometerse durante los largos casi diez años (1959-1968) de rela-
ción, pese a la entrega total de la Callas.
De modo imprevisto, el 20 de octubre de 1968, Aristóteles Onassis aban-
donó a Maria Callas para casarse con Jacqueline Kennedy (Southampton,
1929 - Nueva York, 1994). Era “un trofeo aún más preciado que ella [Callas]
por su elegancia, mesura y por ser la viuda del presidente estadounidense
John Fitzgerald Kennedy” (Nieto, 2021, párr. 6), quien fuera asesinado en
Dallas en 1963. Callas se enteró del matrimonio por la prensa. “Herida en lo
más profundo de su orgullo, nunca pudo superar el mal trance por el aban-
dono de Onassis y jamás se lo perdonó a pesar de que Onassis, más tarde, la
buscaría repetidas veces” (Wikipedia, s. f., párr. 32).
Sobre la noticia, Callas declaró años después: “Fue como recibir un
golpe en la cabeza, horrible. Intento sobrevivir. Por él abandoné una carrera
increíble, en un oficio complicado. Rezo a Dios para que me ayude a superar
este momento. Es un gran cerdo, la van a pagar los dos. ¿Si busco un príncipe
azul? Espero encontrar a un hombre que me acepte por lo que soy” (como se
cita en Pacho, 2020, párr. 6).
La prensa alimentó la curiosidad de un público ávido ya, en esos años,
de conocer la vida privada de los “ricos y famosos” que tan bien encarnaban
los personajes de este escandaloso triángulo marcado por el amor, la traición,
el dolor: Maria Callas, bella y exitosa soprano; Jackie Kennedy, digna dama
del jet set norteamericano, viuda del presidente más recordado y llorado de la
historia estadounidense; Onassis, el “galán”, símbolo del éxito y de un modelo
de vida inalcanzable para los seres humanos comunes y corrientes: viajes en
yate, lujos, placeres, sofisticada elegancia, en suma, la felicidad prometida por
la sociedad de consumo que se imponía tras la pobreza, destrucción y muerte
padecidas durante las dos guerras mundiales.
María Callas fue la más acosada por la prensa: era la abandonada. La diva
irascible cuando los periodistas la irritaban con sus preguntas impertinentes;
la que incomodaba con sus respuestas y su falta de empatía. Los ya llamados
paparazzi (como se sabe, por Paparazzo, el nombre del fotógrafo de La dolce
vita) no iban tras Onassis ni Jackie, los recién casados, cómodamente instalados
en la isla Skorpio, propiedad del magnate. Su presa era la débil y vulnerable
Maria quien, tras el súbito abandono, se había convertido en el centro de la
noticia, como se puede ver en documentales que recogen los noticieros de la
época y en las reseñas periodísticas de entonces e, incluso, en las actuales.
Tras el abandono, se hizo aún más dependiente de los tranquilizantes y
barbitúricos y perdió el glamour y la figura de modelo que ostentó en sus
De Maria a Medea / de Medea a Maria 281
1 “A finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, la soprano pesaba 108
kilos. En aquella época el sobrepeso no era un problema en la ópera, pero sí lo era para
Luchino Visconti, que le ordenó adelgazar treinta kilos en aras de la credibilidad del
personaje, Violetta, que tenía que interpretar en una producción de La traviata para La
Scala de Milán en 1955. ... Callas perdió casi cincuenta kilos en un año, ... de modo que
pasó de ser la mejor cantante de su tiempo a convertirse en un fenómeno contemporáneo
también por su imagen” (Blánquez 2020, párr. 7).
282 Giovanna Pollarolo
lenguaje de los mass media, por ejemplo” (1971, p. 67). Y reacciona a la crítica
que lo acusaba, o calificaba, de hacer un cine “aristocrático” por su herme-
tismo, su preciosismo, exento de humor, alejado de la narrativa convencional,
etcétera, aceptando dichos calificativos y explicando la razón: “es porque
considero la tiranía de los mass media como una forma de dictadura a la que
me niego a hacer la menor concesión” (Duflot, 1971, p. 69).
II
muertos, como esposa de Aquiles. Pero esta, digamos, tercera parte, no fue
considerada por Eurípides ni Séneca, autores de las versiones más canónicas
del mito, ni en las recreaciones posteriores.
Desde el Renacimiento, precisa Morán (2014), la literatura se apropia
del mito y, siguiendo a Martínez (2012), explica que a diferencia del teatro
barroco que recreó las aventuras de los argonautas, el robo del vellocino y los
amores entre Jasón y Medea, será a partir de la segunda mitad del xix cuando
se dejará de lado la peripecia de los argonautas y el idilio entre Jasón y
Medea, y se focalizará el drama del abandono de la amante, su despecho
y su venganza, en consonancia con la proliferación de imágenes
amenazadoras de la mujer (femmes fatales, Evas, Liliths, vampiras…)
que jalonan el fin de siglo, y que en buena parte eran fantasmas de
los temores masculinos ante los incipientes movimientos de liberación
femenina. (Morán, 2014, p. 44)
Medea representó, desde la usual lectura misógina —tanto del mito como
de las versiones de Eurípides y Séneca—, a la mujer monstruosa que debe
ser castigada: asesina de sus propios hijos, incumple con el mandato de
la maternidad, única misión que redime su naturaleza pecadora también
encarnada en la bíblica Eva. Ya el siglo xx, y hasta la actualidad, desde el
feminismo y el enfoque de género, surgen nuevas interpretaciones y ocurre
una suerte de reinvención de Medea, en tanto que sus acciones dan cuenta
de una mujer que transgrede las normas impuestas, que se rebela ante el
mandato de la maternidad. Una mujer empoderada, con agencia y capacidad
de actuar. Así mismo, otras lecturas enfatizan el conflicto de la extranjera:
mujer, bruja, monstruosa, la encarnación de ese “otro” que amenaza el orden
de la civilización.
III
LA MEDEA DE PASOLINI
En 1969, apenas un año después del matrimonio de Aristóteles Onassis con
Jackie Kennedy, Pasolini llamó a Maria, de quien era amigo cercano, y le
ofreció el rol protagónico de Medea. Ella nunca había actuado en el cine ni en
el teatro. La actuación le era ajena, a menos que se considere que las técnicas
de la interpretación operística sean similares o equivalentes a las del cine.
Tengo para mí, y es la propuesta del presente artículo, que el eje de la
Medea de Pasolini es Maria Callas; esta propuesta se sostiene en dos pilares.
284 Giovanna Pollarolo
2 Véase el acápite Pier Paolo Pasolini: el cine como lengua de la realidad en Luque (2009,
pp. 81-90).
3 Me referiré luego al centauro “desdoblado”.
De Maria a Medea / de Medea a Maria 285
REFERENCIAS
Blánquez, J. (2020, 5 de septiembre ). “Adele, Maria Callas... El mito de que
las gordas cantan mejor. El Mundo. https://www.elmundo.es/loc/cele
brities/2020/09/05/5f523d50fdddff63328b4596.html
288 Giovanna Pollarolo
[291]
292 Eduardo A. Russo
escrito en 1967 y que fue publicado en forma póstuma, recién en 1979. Por
otra parte, existe un segundo texto escrito bajo el modo de presentación de
un guion cinematográfico, pero que puede leerse como un escrito de entidad
literaria. Y, por último, tenemos a la película estrenada en 1969, de la que
aquí nos ocupamos.
intelectual público que con una puesta en escena concreta. Se orienta más
al ágora del debate cultural y político que a su materialización en las tablas.
En otras palabras, se expande desde las páginas hacia la imaginación y la
discusión pública de sus ideas, y si en ellas operan imágenes, se trata de las
despertadas a través del escrito.
La citada serie requiere, además, ser comprendida junto a un escrito que
pertenece al núcleo de su producción teórica y que apunta en forma directa
al hecho teatral: su Manifiesto para un nuevo teatro (1968). En esas páginas,
Pasolini confrontaba lo que consideraba un teatro de la palabra devaluada, al
que definía como “teatro de la charla”, apelando a una expresión de su amigo
Alberto Moravia. Pero no solo se trataba de rechazar una palabra deteriorada
hasta el puro parloteo: también se oponía a un teatro opuesto al lenguaje
verbal, fundado en el gesto, el grito o la acción como manifestaciones explo-
sivas de los cuerpos. Según su criterio, estas últimas formas teatrales no
abandonaban el campo de las posturas burguesas. Por su negatividad y su
apuesta a una mudez, más bien dependían tanto de ellas como el teatro de la
charla, acomodado en el fluir gozante de una palabra vacía.
En Il teatro borghese, Luca Ronconi, entrevistado por Walter Siti sinteti-
zaba la posición de Pasolini como la de alguien ajeno al teatro, intentando
intervenir en ese campo. Su apuesta se dirigía hacia una relación diferente
entre cuerpo, voz y palabra, distinta a los lineamientos de un teatro de texto
y un teatro del cuerpo. La oposición pertinente, para él, era la de un teatro
burgués que subsumía a los dos anteriores, frente a un teatro sublevado
contra la burguesía. Un teatro por construir, de incipiente presencia a partir
de los escritos y las voces allí planteadas, en espera de su representación.
Pasolini, remarcaba Ronconi, denominó a este como un teatro de la palabra
(Pasolini, 2001, pp. XVIII-XXI)
Cabe preguntarse aquí: ¿qué palabra era esta que invocaba Pasolini,
opuesta a la charla que contaminaba al teatro burgués y la explosión muda
de los cuerpos? Pues una que restituyera su peso como acto dador de sentido.
En la tesis 25 del Manifiesto se leía: “El teatro es de todos modos, y en cual-
quier caso, en todo tiempo y lugar, un RITO” (Pasolini, 1995, p. 30). Abría
así camino a la consideración de la palabra como acto. Y en la última tesis,
la 32: “El teatro de palabra no tiene ningún interés espectacular, mundano,
etcétera; su único interés es el cultural, común al autor, a los actores y a los
espectadores; que, por tanto, cuando se reúnen, cumplen un rito cultural”
(Pasolini, 1995, p. 32).
Porcile: hombres, cerdos y santos 295
campos de lava del Etna son la respuesta a las líneas de la villa burguesa.
El énfasis en la simetría y la frontalidad en los exteriores, los ángulos y las
perspectivas de sus salones (que anticipan por más de una década algunas
de las más obsesivas composiciones de Peter Greenaway) enfatizan lo recti-
líneo. La exploración de las oblicuas y las líneas de fuga en algunos pasajes
desestiman los planos y contraplanos en los encuadres abiertos. Pasolini
ostenta, por otra parte, la disyunción entre un plano y el siguiente. Sea
por la contraposición de las miradas a cámara o los curiosos planos de
perfil que evocan los retratos en díptico de herencia renacentista, como los
diálogos entre Julian e Ida, los personajes habitan espacios contrapuestos,
individuales y separados. Lo contrario ocurre en el episodio siciliano, donde
los planos de conjunto y la fusión entre sujetos y espacio parece referir a un
universo previo a todo arreglo civilizatorio. El espacio allí es el de la “mara-
villosa barbarie” que Pasolini celebraba (Duflot, 1971, p. 107).
En su análisis del filme, Silvestra Mariniello se extiende sobre los
personajes de los empresarios alemanes y sus perfiles, oscilantes entre la
complicidad y la llana participación criminal. Ya en la obra teatral, Herdhitze,
el archirrival empresario y luego virtual socio de Klotz, había sido durante
la Segunda Guerra Mundial un médico coleccionista de cráneos que habían
pertenecido a comisarios comunistas judíos. Reciclado en la vida civil, es un
elegante capitalista protegido por una intervención de cirugía plástica que le
permite ocultar su identidad pasada. Así es como en el filme se confrontan,
sin que medie ninguna banalización, sino redoblando su efecto siniestro, el
nazismo y el exterminio sistemático de los judíos y la no menos sistemática
granja de cerdos mecanizada que poseen las industrias Klotz (Mariniello,
1995, pp. 330-332). Pero en una maniobra más audaz aún, la explotación
industrial de la carne animal resulta también el terreno para la expansión
erótica de Julian. Un sistema de intercambios cuya moneda oscura son el
deseo, la muerte y el consumo (tanto en el sentido capitalista del término
como en el de satisfacción de necesidades elementales, por ejemplo, la de
comer) estallan en Porcile como una fórmula explosiva. En última instancia,
será la transacción de “una historia de judíos por una historia de cerdos”,
como alega en cierto punto del filme el joven Julian. Por si no fuera sufi-
ciente, la transacción se expande hacia una crítica histórica del consumo
capitalista. Anota Eduardo Grüner en una lúcida lectura de Porcile:
Muy alegóricamente los cerdos devoran a los miembros de la clase
dominante mientras los revuelcan en la mierda. Y que sean cerdos no
es, desde ya, un azar. La naturaleza —incluidos, claro, los animales—
Porcile: hombres, cerdos y santos 299
REFERENCIAS
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Adynata. https://www.revistaadynata.com/post/pasolini-toda-mi-obra
-es-una-nostalgia-una-entrevista-de-juan-carlos-de-brasii
De los Ríos, V. (2015). Animalidad en las películas de Pier Paolo Pasolini,
Aisthesis (58), 363-370.
304 Eduardo A. Russo
1 Algunos de los ejemplos que Raquel S. Benedict brinda sobre este tipo de representaciones
(que, según su planteamiento, fetichizan y desexualizan el cuerpo simultáneamente), son
películas de acción modernas y de superhéroes como Iron Man y Wonder Woman 1984.
[307]
308 A ntonella y Brunella Bertocchi
2 El decamerón fue una de las películas con mayor recaudación en Italia, y la película
extranjera con mayor recaudación en Estados Unidos en 1971.
L a mirada (homo) erótica en L a trilogía de la vida 309
3 Hemos denominado director a este rol en el contexto de este ensayo y del cine de
Pasolini. Entendemos que el rol de quien establece la mirada usualmente incluye muchos
más factores aparte del director (como productores, el estudio, etc.).
312 A ntonella y Brunella Bertocchi
relaciones sexuales con él hasta que el joven rompe su silencio para protestar
que no puede saciar a todas. La abadesa declara su repentina habilidad para
hablar como un milagro divino en forma de excusa para mantener al joven en
el convento. En este relato, se selecciona al grupo de monjas como agentes de la
mirada. Consecuentemente, se genera una identificación con el espectador (sea
cual sea su identidad) en la cual las actitudes de las monjas —ya sean excitación,
vacilación o racionalización— anticipan la propia vergüenza del espectador. De
este modo, Pasolini mantiene al espectador en un estado de tensión depen-
diente del acto de mirar (Syrimis, 2012, pp. 519-520). Paralelamente, el joven
sordomudo es objeto del deseo de las monjas durante la extensión del relato.
Esto se vuelve aparente mediante una serie de elementos en pantalla que dirigen
la atención de los espectadores a su entrepierna (alineados con la mirada de las
monjas), obligándolos a enfrentarse a su irrefutable presencia (Rigoletto, 2014, p.
118). De esta manera, el personaje masculino es objetificado (algo recurrente en
La trilogía de la vida), lo que rompe con las relaciones propuestas por Mulvey
acerca de la mirada masculina mediante la feminización del sujeto espectador
(las monjas) y al alinear el punto de vista del público con la mirada de un
hombre homosexual (la mirada homoerótica).
No obstante, aunque Pasolini establece las relaciones de deseo en La
trilogía de la vida de manera transversal a los filmes, esta aproximación no
puede estar completa sin abordar la manera en que también las cuestiona
constante y simultáneamente. Por ejemplo, Sergio Rigoletto destaca que,
si bien el movimiento de la cámara conduce a los espectadores hacia los
genitales masculinos, este mismo acto termina tanto por resaltar como por
desdramatizar su presencia (2014, p. 124). En la misma línea de cuestiona-
miento, en el relato de las monjas y el joven sordomudo, los espectadores son
confrontados con un giro narrativo que tiene que ver con la movilización del
objeto erótico al rol de sujeto. En el relato, las monjas utilizan sexualmente al
supuesto mudo debido a su atracción hacia él y a su supuesta inhabilidad para
delatarlas. No obstante, se revela que durante todo este tiempo él sí podía
escucharlas (y consecuentemente delatarlas). Así, la revelación de su agencia
consiste en un giro en las relaciones de poder establecidas previamente en
el relato. De este modo, a lo que nos enfrentamos es a una “estrategia parti-
cular de desracionalización, una forma particular de confrontar al espectador
con el espectáculo del cuerpo masculino que desafía los paradigmas cine-
matográficos convencionales para erotizarlo” (Rigoletto, 2014, p. 123). Estos
cuestionamientos, aunque suelen ser presentados en un tono de comedia,
muchas veces frustran los procesos de identificación del espectador al no
permitir el disfrute pleno de los objetos eróticos. Este placer parece estar
314 A ntonella y Brunella Bertocchi
LA HOMOSEXUALIDAD Y LA TRILOGÍA
Giovanni Davoli fue uno de los artistas que colaboró constantemente con Pasolini
durante sus años de creación artística. Era llamado Ninetto por el cineasta y fue
sujeto de inspiración para más de un centenar de sus poemas (Valente, 2014,
párr. 1). Entre los distintos versos en los que declaraba su devoción por el joven,
Pasolini escribió en 1966 “la cosa más importante de mi vida ha sido mi madre
(a la que se agregó ahora únicamente Ninetto)” (Pasolini, s. f. p. 4). Ninetto hizo
su primera aparición en el cine en El Evangelio según San Mateo (1964), un
año después de conocer a Pasolini, y participó en todas las otras películas de
Pasolini hasta Las mil y una noches.
Para Ninetto estaban reservados papeles alegres o personajes que siempre
se salían con la suya, con excepción de su colaboración final con Pasolini.
L a mirada (homo) erótica en L a trilogía de la vida 315
4 Llaman la atención las formas cómicas en las que Pasolini se aproxima a la bisexualidad
y la homosexualidad en contraste con el relato de la vigilancia y castigo a los hombres
homosexuales.
316 A ntonella y Brunella Bertocchi
REFLEXIÓN FINAL
Con todo lo expuesto, entendemos que en La trilogía de la vida la mirada
propuesta por Pasolini se presenta como un proceso dinámico en el que se
establecen y frustran múltiples potenciales de identificación para los espec-
tadores, lo que reconfigura la relación entre espectador y objeto de deseo.
De este modo, desafía, delata y neutraliza convenciones heterocéntricas del
erotismo en el cine. Lamentablemente, a pesar de que Pasolini era consciente
de su mirada y la de los espectadores, queda claro que La trilogía de la vida
no fue recibida como él esperaba, lo cual lo lleva a denunciarla públicamente.
A pesar de esto, en retrospectiva, se pueden encontrar y evaluar elementos
sugerentes respecto a la sexualidad y el cuerpo, que toman relevancia con el
pasar de los años y desde una perspectiva queer y homoerótica.
REFERENCIAS
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L a mirada (homo) erótica en L a trilogía de la vida 319
Pier Paolo Pasolini no pudo asistir al estreno de la última película que filmó:
Saló o los 120 días de Sodoma. La mañana del 2 de noviembre de 1975, una
mujer confundió su cuerpo inerte con un montículo de basura. Horas antes,
el corazón le estalló cuando su propio auto le pasó por encima. La máquina
iba conducida por Pino Pelosi, el hombre que se llevó a la tumba la verdad
sobre el asesinato del poeta.
Ubicado en la periferia de Roma, el Idroscalo de Ostia está rodeado de
caseríos donde la marginalidad transita sin esperanza. Casas a medio cons-
truir, callejuelas despintadas, árboles desnudos y algunos terrenos baldíos
conforman el desangelado paisaje que vio por última vez con vida a Pasolini.
En este lugar, el hedor dulzón de los residuos orgánicos en descomposición
se confunde con el olor de la brisa que golpea suave, sobre todo, durante el
invierno.
La molestia inicial de María Lollobrigida, la mujer que descubrió el cuerpo
de Pasolini, se transformó en conmoción cuando observó minuciosamente
el bulto. Pasolini estaba tendido boca abajo. Tenía el rostro desfigurado. Una
[323]
324 R aúl Ortiz Mory
La trama de Saló se desarrolla en una Italia ocupada por los nazis, espe-
cíficamente en la República Social Italiana, que tuvo su centro de poder en
Saló. Corren los últimos años de la Segunda Guerra Mundial y Mussolini ya
no está en el poder. Los fascistas que se niegan a firmar la rendición o un
acuerdo de paz con los aliados se benefician de la protección militar que les
dan las tropas de Hitler. Los fascistas radicales que ocupan lugares de poder
cometen abusos y desaparecen a todos los que se oponen a sus mandatos.
En ese contexto, cuatro personajes —un duque, un obispo, un magistrado y
el presidente— deciden recluirse en un palacete de campo para dar rienda
suelta a sus más estrambóticas fantasías sexuales.
A fin de consumar sus depravados cometidos, eligen y secuestran a
hombres y mujeres jóvenes que serán utilizados como esclavos sexuales.
Estimulados por narraciones eróticas que son proferidas por mujeres expe-
rimentadas en el sexo, los cuatro hombres obligan de manera violenta a los
menores a satisfacer sus bestiales pedidos. La crudeza de las imágenes de
Saló incluye actos de sodomía, coprofagia, violación, racismo, tortura, asesi-
nato y otras múltiples atrocidades.
El último trabajo cinematográfico de Pasolini fue demasiado para los
censores del gobierno comandado por Giulio Andreotti y buena parte de
la sociedad italiana de 1975. Valgan verdades, lo sigue siendo para algunas
audiencias sensibles o poco habituadas a un cóctel infalible de violencia y
sexo, o para quienes hallan rebuscadas conexiones argumentales cuando, en
efecto, la película lanza señales de una gran metáfora hiperbólica.
Pasolini no solo fue escritor y cineasta. El italiano fue un meticuloso
observador de su tiempo que interpretó los cambios sociales con agudeza.
Múltiples entrevistas lo muestran como un hombre que elegía las palabras
precisas para explicar sus pensamientos y sus creencias. Algunas veces sus
ideas retumbaban como aires frescos de vanguardia, mientras que en otras
ocasiones podían despedir un discurso infranqueable que incomodaba.
Lo cierto es que Pasolini, fiel a su estilo, mostró en Saló una postura
firme y desencantada acerca del rol que ocupaba el sexo en la sociedad de
su tiempo. Lo que apreciaba como un acto ajeno de ataduras —expresión
máxima del libre albedrío—, en su última película muta hasta trastocarse y
convertirse en una práctica tirana que se impone mediante la violencia. El
sometimiento y la esclavización son para el realizador algo similar a torrentes
avasalladores que mecanizan a cualquier persona causando su progresiva
deshumanización.
Saló o los 120 días de Sodoma, el exceso de provocación y la anarquía del poder 327
En Saló, Pasolini entiende que los muchachos y las chicas pobres que son
abusados por los cuatro hombres que ostentan cargos influyentes guardan
cierta inocencia que es ajena a la depredación que se puede lograr desde las
posiciones de poder. No obstante, la poca oposición que ponen los jóvenes
secuestrados igualmente responde a las ideas pasolinianas de sumisión en su
variante más cercana al proceso de aculturación que, a su criterio, atravesaba
por aquella época la juventud italiana, sector al que tanto criticó.
Al cineasta no le ilusionaba mucho la idea de que su película pudiera ser
entendida por los jóvenes porque estos tenían valores y preocupaciones muy
distintos a los que él tenía. Sin ser condescendiente, aunque con creciente
resignación, dejó entrever que era muy complicado instaurar una relación de
carácter cultural entre un joven y una persona de otra generación. En Saló,
los cuerpos jóvenes que van eligiendo los “cuatro poderosos” son meros
maniquíes, esbeltos y bellos, que, en inicio, no se oponen conscientemente a
las órdenes de sus captores.
En La trilogía de la vida —El decamerón (1971), Los cuentos de Canterbury
(1972) y Las mil y una noches (1974)— el sexo se representa con una patente
naturalidad en la que los cuerpos —a partir de su fisonomía— son identifica-
bles y cercanos a los espectadores. En cambio, en Saló los cuerpos son cosas
que pasan por una elección muy selectiva. Ello también lleva a pensar en el
cambio de ideas que tuvo Pasolini respecto a cómo se estaba entendiendo la
noción de cuerpo en su tiempo, especialmente por parte de la juventud: un
objeto de deseo y un factor aspiracional.
Es muy llamativo el carácter premonitorio de Saló, ergo de Pasolini,
cuando muestra su postura acerca de la cosificación del cuerpo y los paráme-
tros de belleza en la Italia de 1975. La visión del cineasta se puede comprobar
REFERENCIAS
Archivio Audiovisivo del Movimento Operaio e Democratico (2017, 22 de
mayo). Funerale di Pier Paolo Pasolini [video]. YouTube. https://www.
youtube.com/watch?v=oxyDdtxzuuo
De André, F., & Bubola, M. (1980). Una storia sbagliata [Cacnión]. Dischi
Ricordi.
Ferrero, A. (1962). Encuentro con Pier Paolo Pasolini. Filmcrítica, (116), 19-36
González-Torre, A. P. (2005) Salò o las 120 jornadas de Sodoma. La verdad
según Pasolini. Tirant lo Blanch.
Pasolini, P. P. (2014, 2 de noviembre). Análisis tardío (H. Beccacece, Trad.).
Trianarts. https://trianarts.com/recordando-a-pier-paolo-pasolini-
analisis-tardio/#sthash.VEHguudT.GWvURUCA.dpbs
Pasolini, P. P. (2022). Pasolini por Pasolini. Entrevistas y debates sobre cine. El
cuenco de plata.
Los autores
RICARDO BEDOYA
Abogado y magíster en Antropología Visual. Ejerció la crítica de cine en
la revista peruana Hablemos de Cine y en diversas publicaciones, como la
revista La Gran Ilusión, de la que fue editor, la revista Caretas y diarios
como El Comercio, entre otros. Es miembro del consejo editorial de la revista
Ventana Indiscreta y ha participado en el directorio de la Filmoteca PUCP.
Es director artístico de la Semana del Cine de la Universidad de Lima. Dirige
y conduce, desde el año 2000, el programa televisivo El placer de los ojos
en Televisión Nacional del Perú. Administra la página web Páginas del
diario de Satán (paginasdeldiariodesatan.com). Es profesor de la Facultad
de Comunicación de la Universidad de Lima y ha publicado los libros 100
años de cine en el Perú. Una historia crítica (1992), Un cine reencontrado.
Diccionario ilustrado de las películas peruanas (1997), Entre fauces y colmi-
llos (1997), Ojos bien abiertos. El lenguaje de las imágenes en movimiento (en
colaboración con Isaac León Frías, 2001), Breve encuentro: una mirada al
cortometraje peruano (2005), El cine silente en el Perú (2009), El cine sonoro
en el Perú (2009), El cine peruano en tiempos digitales (2015), El Perú imagi-
nado. Representaciones de un país en el cine internacional (2017), El cine
latinoamericano del siglo xxi. Tendencias y tratamientos (2020).
[335]
336 Los autores
NICOLÁS CARRASCO
Productor, crítico de cine, programador y distribuidor peruano. Estudió
Ciencias y Artes de la Comunicación en la Pontificia Universidad Católica
del Perú. Fue alumno del Critics Academy del Festival de Locarno (2015), del
Talents Buenos Aires (2016), del Flaherty Film Seminar (2019, 2021, 2022) y de
RAW: Residencias Arché→MRG//Work (2020). Ha colaborado en Indiewire,
Desistfilm, Cinencuentro, Otros Cines Perú y en las revistas de cine La Vida
Útil (Argentina) y Ventana Indiscreta (Perú). Fue asistente de programación
en Transcinema (2015-2016), programador de MUTA – Festival Internacional
de Apropiación Audiovisual (2017-2018) y actualmente es programador en
Corriente – Encuentro Latinoamericano de Cine de No Ficción. Ha partici-
pado en la producción de las películas Videofilia (y otros síndromes virales)
(2015), Masabu (2016), La migración (2018), El anti-faz (2018), Larga distancia
(2019) y La danza de Los Mirlos (2022). Es coautor del libro Latinoamérica
radical (2019), editado por el Festival de Cine Radical de Bolivia.
ANDRÉS COTLER
Realizador, investigador y docente. Estudió en la Escuela Internacional de
Cine y TV de San Antonio de los Baños, Cuba, y Comunicación Audiovisual
en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Cuenta con estudios de maes-
tría en La Sorbona, Francia y en Docencia Universitaria en la Universidad
Tecnológica del Perú. Fue crítico de teatro en los diarios La República y El
Mundo y crítico de cine en la revista Somos del diario El Comercio. Ha sido
jurado de la crítica en el Festival de Cine de Lima y en distintos concursos
de la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios del
Ministerio de Cultural del Perú. Realizó el largometraje de ficción Pasajeros
y los largometrajes documentales Camino a la Hoyada y Persistencia de la
memoria.
338 Los autores
MIGUEL MARÍAS
Economista y crítico de cine. Ejerce la crítica de cine desde 1968, en que
empezó a hacerlo en la revista Nuestro Cine. Ha colaborado en revistas como
las también españolas Dirigido por…, Casablanca, Manhattan, Nickel Odeon,
las peruanas Hablemos de Cine y La Gran Ilusión o la colombiana Ojo al Cine,
entre varias otras. Es uno de los críticos que más ha publicado en lengua
española. Desde 1992 se desempeñó como jefe del Servicio de Estudios de
la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Madrid hasta su jubilación. Es
autor de los libros Manuel Mur Oti. Las raíces del drama (1992), Leo McCarey.
Sonrisas y lágrimas (1999) y de textos en numerosos volúmenes colectivos.
Fue director de la Filmoteca Española y director general del Instituto de la
Cinematografía y de las Artes Audiovisuales de España. Ha escrito artículos
sobre cine para diversas publicaciones impresas y digitales internacionales.
Fue colaborador del programa de televisión española ¡Qué grande es el cine!
(1995-2005), entre otras emisiones televisivas. Obtuvo el premio iberoameri-
cano Fénix por su trayectoria crítica en el 2016.
ALEJANDRO NÚÑEZ-ALBERCA
Licenciado en Comunicación por la Universidad de Lima, donde también
ha trabajado como asistente de cátedra e investigación. Maestrando en
Investigación Aplicada en Medios de Comunicación por la Universidad Carlos
III de Madrid. Actualmente es profesor en el Instituto Peruano de Arte y
Diseño (IPAD). Formó parte del equipo editorial de la revista de cine Ventana
Indiscreta, donde sigue colaborando con críticas y ensayos y es integrante
del Grupo de Investigación Semiótica (UL-GRIS), especializado en el área de
340 Los autores
GIOVANNA POLLAROLO
Estudió Literatura en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Pontificia
Universidad Católica del Perú. Ha publicado los poemarios Huerto de los
olivos (1986), Entre mujeres solas (1991), La ceremonia del adiós (1997) y
Poesía reunida (2013). Desde fines de los ochenta y durante los noventa
escribió guiones para cine en colaboración con Augusto Cabada (La boca
Los autores 341
del lobo, Caídos del cielo) y Enrique Moncloa (Pantaleón y las visitadoras, No
se lo digas a nadie). En el 2000, adaptó Tinta roja y posteriormente escribió
Ojos que no ven. Como narradora, ha publicado el libro de relatos Atado
de nervios (1999), la novela Dos veces por semana (2008) y Toda la culpa la
tiene Mario (2016). En el área de la investigación académica, ha publicado
diversos artículos en revistas especializadas. En el 2015 publicó De aventu-
rero a letrado. El discurso de Pedro Dávalos y Lissón (1861-1942): un peruano
de la posguerra. Es editora del libro Nuevas aproximaciones a viejas polé-
micas: cine y literatura (2019). Actualmente dirige la maestría en Escritura
Creativa y se desempeña como docente a tiempo completo en la Pontificia
Universidad Católica del Perú.
JAVIER PROTZEL
Doctor en Sociología por l’École des Hautes Études en Sciences Sociales
(París, Francia). Ha recibido entrenamiento técnico en cine y televisión en
el Sender Freies Berlin (Alemania). Fue profesor principal en la Universidad
de Lima durante casi cuarenta años y actualmente ejerce la cátedra de
Pensamiento Social Contemporáneo en la Universidad del Pacífico (Lima,
Perú). Es autor de Imaginarios sociales e imaginarios cinematográficos (2009)
y de diversos ensayos críticos sobre cine, así como de reflexión sobre las
industrias culturales, la ciudad y las identidades. Fue colaborador ocasional
en la revista Hablemos de Cine y en la actualidad es miembro del consejo
editorial de la revista Ventana Indiscreta. En la década de 1980, escribió y
dirigió adaptaciones de La granja blanca de Clemente Palma y de Los ojos de
Judas de Abraham Valdelomar. Sus intereses intelectuales son muy amplios
y se expresan en sus libros Espacio-tiempo y movilidad. Narrativas del viaje
y la lejanía (2014), Lima imaginada (2010) y Procesos interculturales (2006).
Ha sido presidente del Consejo Nacional de Cinematografía (CONACINE) del
2002 al 2006.
EDUARDO ROJAS
Abogado, crítico de cine y narrador. Ha sido redactor de las revistas El
Amante Cine, La Vereda de Enfrente, Film y Subjetiva.com, así como cola-
borador en Radio Francia Internacional y medios especializados de España
y Canadá. Es docente de historia del cine y curador de ciclos de cine en el
Centro Cultural Ricardo Rojas de la ciudad de Buenos Aires. Ha colaborado
en libros sobre cine editados por Malba Ediciones, la Universidad de Alberta
(Canadá) y el BAFICI. Obtuvo el primer premio en el certamen de cuentos “V
de Vian” (1997) así como una mención y el tercer premio en el Concurso de
Cuentos Fondo Nacional de las Artes (Argentina) con el libro Puma cebado y
otros cuentos (2008). Asimismo, ha obtenido una mención en la Bienal de las
Artes CFI 2017 y el primer premio en el certamen de novela breve Bernardo
Kordon con la novela Resaca (Editorial Conejos, 2018).
EDUARDO A. RUSSO
Investigador, docente y crítico de cine y artes audiovisuales. Dirige el docto-
rado en Artes de la Facultad de Artes en la Universidad Nacional de La Plata
(Argentina). Es profesor de Análisis y Crítica y de Teorías del Audiovisual en
esta facultad, así como de Teoría y Estética del Cine en la Escuela Nacional
de Realización y Experimentación Cinematográfica. También es profesor de
postgrado en la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y ha sido profesor
visitante de grado y postgrado en Chile, Colombia, Brasil, Uruguay, Cuba y
México. Formó parte del equipo de la revista El Amante Cine y ha sido cola-
borador de las revistas La Gran Ilusión y Ventana Indiscreta de la Universidad
de Lima. Es autor de Diccionario de cine (1998) y El cine clásico: itinerario,
variaciones y replanteos de una idea (2008), así como compilador y autor
de Interrogaciones sobre Hitchcock (2001), Cine ojo: un punto de vista en el
Los autores 343
CHRISTIAN WIENER
Comunicador, docente universitario, activista, crítico y estudioso del cine y la
cultura del Perú y el mundo. Ha colaborado en publicaciones peruanas (Cine
Club, La Gran Ilusión, entre otras) e internacionales. Fue presidente de la
Asociación de Cineastas del Perú y la Unión de Cineastas Peruanos; integró
344 Los autores
[345]
346 Índice de títulos
Historia de una monja de clausura (Storia La larga noche del 43 (La lunga notte del’ 43,
di una monaca di clausura, Domenico Florestano Vancini, 1960), 36, 38
Paolella, 1973), 189 La loba de las SS (Ilsa, She Wolf of the SS, Don
Historias de Ichic Olljo (Macho que monta) Edmonds, 1975), 178
([cortometraje] Pablo Guevara, 1983), 197 La más grande historia jamás contada (The
Holocausto caníbal (Cannibal Holocaust, Greatest Story Ever Told, George Stevens,
Ruggero Deodato, 1980), 181 1965), 231
Honor de cavallería (Albert Serra, 2006), 170 La mirada de Michelangelo (Lo sguardo di
Michelangelo, Michelangelo Antonioni,
2004), 78
Il prigionero della montagna, (Luis Trenker, La monja asesina (Suor Omicidi (Giulio
1955), 36 Berruti, 1979), 189
Il sorpasso (Dino Risi, 1962), 240 La muchacha de la vitrina (La ragazza in
Imagen de un convento (Immagini di un vetrina, Luciano Emmer, 1961), 36, 38
convento, Joe D’Amato, 1979), 189 La muerte de Luis XIV (La mort de Louis XIV,
Infierno de mujeres (SS Lager 5: L’inverno Albert Serra, 2016), 170
delle donne, Sergio Garrone, 1977), 181 La mujer del río (La donna del fiume, Mario
Soldati, 1954), 36, 38
Jesús de Nazaret (Jesus of Nazareth, Franco La noche brava (La notte brava, Mauro
Zeffirelli 1977), 69, 231 Bolognini, 1959), 36, 38
Joven y bella deshonrada con honor La pasión de Cristo (The Passion of the Christ,
(Giovannona Coscialunga, disonorata con Mel Gibson, 2004), 69
onore. Sergio Martino, 1973), 188 La pícara y ardiente Ubalda (Quel gran pezzo
Jóvenes maridos (Giovani mariti, Mauro della Ubalda tutta nuda e tutta calda,
Bolognini, 1958), 36, 38 Mariano Laurenti, 1972), 144, 187, 188
La rabbia ([primera parte], Pier Paolo Pasolini,
1963), 17, 37, 100, 211
La bestia en calor (La bestia in calore, Luigi
Batzella, 1977), 181 La rabia de Pasolini (La rabbia di Pasolini,
Pier Paolo Pasolini y Giuseppe Bertolucci,
La calle (La strada, Federico Fellini, 1954),
2008), 17, 38
163, 220
La ricotta ([episodio de largometraje
La china (La Chinoise, Jean-Luc Godard,
Ro.Go.Pa.G.], Pier Paolo Pasolini, 1963), 12,
1967), 106, 297
28, 37, 38, 53, 63, 64, 67, 68, 71, 100, 130, 132,
La cosecha estéril (La commare seca, Bernardo 133, 135, 203, 204, 205, 206, 207, 208, 210,
Bertolucci, 1962), 36 217, 219, 220, 222, 224, 223, 225, 229, 236
348 Índice de títulos
La rodilla de Claire (Le genou de Claire, Éric Le mille e una notte all’italiana (Carlo
Rohmer, 1970), 47 Infascelli y Antonio Racioppi, 1972), 187
La secuencia de la flor de papel (La sequenza Locaciones en Palestina para El Evangelio
del fiore di carta ([episodio de Amor según San Mateo (Sopralluoghi in Palestina
y rabia (Amore e rabbia)], Pier Paolo per il film Il Vangelo secondo Mateo, Pier
Pasolini, 1969), 37, 100, 203, 208 Paolo Pasolini, 1964), 211
La tierra tiembla (La terra trema, Luchino Los amores de una ninfómana (Cristiana
Visconti 1948), 64, 80, 220, 232 monaca indemoniata, Sergio Bergonzelli,
La tierra vista desde la luna (La Terra vista 1972), 189
dalla Luna [episodio de largometraje Los caníbales (I cannibali, Liliana Cavani,
Nadie engaña a una mujer (Le streghe), 1970), 297
Pier Paolo Pasolini, 1966), 24, 28, 37, 38, Los caníbales (Os Canibais, Manoel de
99, 100, 203, 204, 205, 207, 208, 209, 210 Oliveira, 1988), 170
La última orgía de la Gestapo (L’ultima orgia Los carabineros (Les Carabiniers, Jean-Luc
del III Reich, Cesare Canevari, 1977), 179 Godard, 1963), 101
La última tentación de Cristo (The Last Los clowns (I clowns, Federico Fellini 1970), 28
Temptation of Christ, Martin Scorsese,
1988), 69 Los cuentos de Canterbury (I racconti di
Canterbury, Pier Paolo Pasolini, 1972), 21,
La ventana indiscreta (Rear Window, Alfred 28, 30, 38, 53, 130, 131, 135, 136, 142, 143,
Hitchcok, 1954), 177 146, 179, 185, 197, 212, 308, 314, 315, 327
La vida de Jesús (La Vie de Jésus, Bruno Los cuentos de Viterbury (I racconti di
Dumont, 1997), 170 Viterbury-le più allegre storie del ‘300,
Ladrones de bicicletas (Ladri di biciclette, Mario Caiano, 1973), 145, 187, 188
Vittorio de Sica, 1948), 220, 221 Los demonios (The Devils, Ken Russell, 1971),
Las 1001 eróticas noches de Ali Mamun 189
(Finalmente le mille e una notte, Antonio Los hechos de los apóstoles (Atti degli apostoli
Margheriti, 1972), 187, 188 [serie televisiva], Roberto Rossellini, 1969),
Las amargas lágrimas de Petra von Kant (Die 24, 78, 86
bitteren Tränen der Petra von Kant, Rainer Los inútiles (I vitelloni, Federico Fellini, 1953),
Werner Fassbinder, 1972), 56 220, 221
Las deportadas de la sección especial (Le Los malditos (La caduta degli dei, Luchino
deportate della sezione speciale SS, Rino Di Visconti, 1969), 178, 181
Silvestro, 1976), 181
Luces de la ciudad (City Lights, Charles
Las fresas salvajes (Smultronstället, Ingmar Chaplin, 1931), 211
Bergman, 1957), 222
Las mil y una noches (Il fiore delle mille e una
notte, Pier Paolo Pasolini, 1974), 21, 22, 30, Mamma Roma (Pier Paolo Pasolini, 1962), 12,
32, 38, 72, 78, 99, 108, 143, 179, 185, 197, 23, 28, 30, 32, 34, 37, 46, 64, 71, 99, 102,
212, 308, 311, 314, 315, 316, 327 103, 119, 129, 130, 131, 134, 204, 217, 220,
221, 222, 229, 230, 254, 259
Las murallas de Sanaá (Le mura di Sana’a
[cortometraje], Pier Paolo Pasolini, 1970), Marisa la coqueta (Marisa la civetta, Mauro
37, 99 Bolognini, 1957), 36, 38
Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, Masculino, femenino (Masculin féminin,
Federico Fellini, 1957), 36, 38, 220 Jean-Luc Godard, 1966), 106
Le calde notti del Decameron (Gian Paolo Medea (Pier Paolo Pasolini, 1969), 12, 22, 26,
Callegari, 1972), 144 28, 35, 37, 72, 77, 82, 83, 84, 85, 90, 99,
108, 141, 179, 197, 210, 230, 253, 254, 283,
Le Joli Mai (Chris Marker y Pierre Lhomme, 286, 288, 292, 303
1963), 99
Índice de títulos 349
Mujeres desenfrenadas (Il carro armato dell’8 Roberto Rossellini, 1945), 28, 64, 78, 103,
settembre, Gianni Puccini, 1960), 36, 38 220, 221
Mujeres y luces (Luci del varietà, Federico Sadismo (Lager SSadis Kastrat
Fellini y Alberto Lattuada, 1950), 220 Kommandantur, Sergio Garrone, 1976),
180
Nadie engaña a una mujer (Le streghe, Mauro Saló o los 120 días de Sodoma (Salò o le 120
Bolognini, Vittorio De Sica, Pier Paolo giornate di Sodoma, Pier Paolo Pasolini,
Pasolini, Franco Rossi y Luchino Visconti, 1975), 12, 18, 23, 26, 27, 28, 32, 38, 53, 55,
1967), 37, 38, 99 57, 61, 63, 72, 73, 88, 90, 99, 108, 109, 121,
131, 132, 136, 149, 150, 161, 162, 167, 168,
Nazi Love Camp 27 (La svastica nel ventre, 171, 173, 175, 176, 177, 178, 179, 180, 181,
Mario Caiano, 1977), 181 185, 188, 199, 210, 212, 254, 267, 268, 300,
Novelle licenziose di vergini vogliose / Le mille 303, 309, 317, 321, 323, 325, 326, 327, 328,
e una notte di Boccaccio a Canterbury (Joe 329, 330, 331, 333
D’Amato, 1973), 144, 145 Salomé (Salomè, Carmelo Bene, 1972), 209
Nuestra Señora de los Turcos (Nostra signora Salón Kitty (Salon Kitty. Tinto Brass, 1976),
dei turchi, Carmelo Bene, 1968), 208 178
Sangre caníbal (Trouble Every Day, Claire
Paisà (Roberto Rossellini, 1946), 24, 78, 163, Denis, 2001), 170
220 Semilla ([cortometraje] Pablo Guevara, 1967),
Pajaritos y pajarracos (Uccellacci e uccellini, 197
Pier Paolo Pasolini, 1966), 12, 21, 22, 24, Sierra Maestra (Ansano Giannarelli, 1969), 291
26, 29, 30, 32, 35, 37, 43, 70, 99, 100, 135,
137, 149, 205, 207, 208 210, 237, 239, 240, Simón del desierto ([cortometraje] Luis Buñuel,
241, 242, 243, 244, 245, 246, 247, 248, 249, 1965), 296
299 Socrate (Roberto Rossellini, 1971), 78
Partner (Bernardo Bertolucci, 1968), 209 Sollazzevoli storie di mogli gaudenti e mariti
Periódico de ayer ([cortometraje] Pablo penitenti-Decameron n.o 69 (Joe D’Amato,
Guevara, 1978), 197 1972), 144
Perro mundo (Mondo cane, Paolo Cavara, Sombras del mal / Sed de mal (Touch of Evil,
Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi, Orson Welles, 1958), 223
1962), 23 Sombre (Philippe Grandrieux, 1998), 170
Porcile (Pier Paolo Pasolini, 1969), 12, 24, 28, Sopralluoghi in Palestina per Il Vangelo
30, 32, 37, 54, 55, 56, 99, 105, 106, 107, secondo Matteo (Pier Paolo Pasolini, 1964),
108, 131, 132, 186, 206, 208, 210, 212, 249, 37, 99
289, 291, 292, 293, 295, 296, 297, 298, 299, Sor Emanuelle (Suor Emanuelle, Giuseppe
300, 301, 302, 303 Vari, 1977), 189
Portero de noche (Il portiere di notte. Liliana Stromboli (Roberto Rossellini, 1950), 24
Cavani, 1974), 178
Rey de reyes (King of Kings, Nicholas Ray,
1961), 69 Teorema (Pier Paolo Pasolini, 1968), 12, 21,
22, 24, 27, 28, 30, 32, 35, 37, 38, 51, 52, 53,
Ro.Go.Pa.G. (Roberto Rossellini, Jean- 54, 55, 56, 58, 72, 88, 89, 93, 99, 105, 106,
Luc Godard Pier Paolo Pasolini y Ugo 131, 132, 137, 143, 161, 165, 166, 170, 186,
Gregoretti, 1963), 37, 38, 67, 100, 229, 130, 199, 206, 210, 212, 230, 260, 261, 264, 267,
220, 222, 229 273, 274, 292, 300, 301, 309
Rocco y sus hermanos (Rocco e i suoi fratelli, The Addiction (Abel Ferrara, 1995), 170
Luchino Visconti, 1960), 80
Totò a colori (Steno, 1952), 209
Roma, ciudad abierta, (Roma città aperta,
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