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En este sistema se compara el desempeño de los empleados evaluando ciertas variables en cada uno
de ellos y se aplican en cualquiera de las tres formas; Alineamiento, comparación por pares y
Distribución forzada (principio de la campana de Gauss). Este sistema de evaluación es de lo mas
sencillo, entendible y aceptado tanto por los evaluados como por los jueces, pero algunas
desventajas serian como su nombre lo indica el hacer comparación entre los individuos y en caso de
que esta sea desfavorable para alguno puede que en la retroalimentación esta persona reaccione a la
defensiva y no se llegue al objetivo. En resumen las técnicas comparativas son útiles para fines
administrativos, sus ventajas son la discriminación forzada que proporcionan y su sencillez relativa,
una deficiencia seria la falta de una norma de desempeño absoluta para fines de comparación.
SISTEMA DE ESCALA
sino con una escala que contiene una línea horizontal la cual describe una
por filas y columnas), en las líneas (horizontal son colocados los factores de
cantidad de producción
(a)
1 5
Producción Producción
por debajo por arriba
de lo de lo
normal normal
(b)
1 2 3 4 5
donde se debe evitar el dolo o preferencia por parte del calificador. Existen
frases, las cuales deben estar colocadas indistintamente en la lista sin anotar
aplicación. Por lo tanto podemos concluir que los métodos para evaluar pueden
ser varios pero la finalidad siempre será la misma procurar la mejora del
desempeño.
desempeño.
resultados, sus entornos y los agentes que tienen que ver con el mismo,
8. Puesta a punto del sistema: Se deben realizar las últimas modificaciones de los factores, puntajes,
distribución de puntajes, definición de criterios, a fin de que no existan inconvenientes.
10. Análisis: Utilizando cualquier técnica que permita interpretar la información y tener noción de
la capacidad y debilidades de los recursos humanos de la organización.
NARRATIVA GUATEMALTECA
La narrativa breve guatemalteca tiene quizá sus inicios en el siglo XIX. Fue José Milla y Vidaurre
quien se dio a la tarea de publicar en distintos diarios de la época relatos de ficción. Aunque mucha
crítica los ha enmarcado o “descalificado” como “cuadros de costumbres”, Milla recrea una
sociedad capitalina decimonónica criolla, en la que describe a pintorescos personajes.
Quizá uno de sus cuentos mejor logrados sea El Chapín, en el que cuenta, entre otras, las desgracias
de Cándido Tapalcate, un exportador de cochinilla, durante su viaje por Europa. La narrativa de
Milla, autor de importantísimas novelas, como La hija del Adelantado, estuvo influenciada por el
Romanticismo y realismo europeos, y empata con otras producidas en América Latina, como los
relatos de Esteban Echeverría, en Argentina.
Más adelante aparecieron los autores vanguardistas, quienes a principios de siglo XX marcaron un
cambio en la forma de narrar, contar historias, describir personajes, pero, sobre todo, aportaron con
las técnicas narrativas, tales como el flujo de escritura, propuesto por los surrealistas. Uno de ellos,
a quien he considerado como el primer narrador vanguardista en América Central, es Rafael
Arévalo Martínez. Su libro de relatos El hombre que parecía un caballo (1915) se inserta en la
literatura hispanoamericana como un texto precursor de la narrativa vanguardista en la región.
Algunos otros escritores, como Miguel Ángel Asturias, Arqueles Vela, Mario Monteforte Toledo,
Osmundo Arriola, por ejemplo, produjeron textos vanguardistas, experimentales, novedosos en su
manera de narrar, con temáticas diversas, entre leyendas, problemas sociales y demás.
Después, como uno de los “ismos” de las vanguardias producidos en América Latina, surgió el
criollismo con autores como Flavio Herrera, Ricardo Estrada, Alfredo Balsells Rivera, Carlos
Samayoa Chinchilla, Virgilio Rodríguez Macal y Francisco Méndez, entre otros.
La descripción mestiza del indígena o el negro fue una de las características de esta literatura, que
utilizó el lenguaje coloquial, especialmente el del indígena hablando el español, para mostrar y
visibilizar, algunas veces de manera paternalista, otras con la mirada mágica, al “otro” de la
sociedad guatemalteca.
Mucha de esta narrativa, con aportes significativos en su técnica y estructura, tuvo muy buena
recepción internacionalmente. Aunque no aparecieron en muchas antologías, su valor estético
radica en la confección total de los relatos. Sin lugar a dudas, parte de esta propuesta estética, que
iba de la mano con otros autores latinoamericanos, como la literatura de revolución en México o el
propio Juan Rulfo, quizá uno de los grandes exponentes de este género, Ciro Alegría en Perú y
Salarrué en El Salvador, entre otros, fue semilla para que el realismo mágico marcara la pauta
durante no menos de dos décadas del siglo XX.
La velocidad de la actual industria editorial determina que ya sea muy difícil encontrar obras,
incluso relativamente recientes, de escritores latinoamericanos. Alfaguara ha tomado una muy
destacable iniciativa para ponerlas nuevamente en circulación. Ya han aparecido dos volúmenes de
novelas del peruano-mexicano Mario Bellatin, con el valor agregado de que muchas nunca tuvieron
distribución en todo el ámbito de habla hispana; y acaba de llegar a Chile Imitación de Guatemala,
que reúne cuatro novelas cortas de Rodrigo Rey Rosa, uno de los más destacados escritores de su
generación (que es también la de Roberto Bolaño, Juan Villoro y Horacio Castellanos, entre otros).
Que me maten si… es de 1995; El cojo bueno, de 1996; Piedras encantadas, de 2001; y Caballeriza,
de 2006.
Y si al menos en el primero de Bellatin se echaba de menos una nota editorial que indicara los datos
bibliográficos del material reunido, en éste el mismo autor escribió una nota introductoria donde
dice, con ironía, que “releerse a sí mismo no es necesariamente una experiencia agradable”. Rey
Rosa escribió estas novelas luego de su regreso a Guatemala “poco antes de la firma de una
supuesta paz”. Se trata de obras que el autor califica de “ficción política” (línea que ha prolongado
en obras más recientes) que retratan con crudeza y profundidad un país en donde “el linchamiento
ha sido la única manifestación perdurable de organización social”. Sin embargo, Rey Rosa está muy
lejos del sospechoso ámbito de la literatura comprometida, aquella que se pone al servicio de una
causa y que por lo mismo suele transigir con las exigencias artísticas. Lo del escritor guatemalteco
es, antes de cualquier otra cosa, excelente literatura, que se adentra con paso firme tanto en los
meandros de la violencia como en las ambigüedades y contradicciones que supone toda vida.
En estas ficciones no hay héroes, pero sí víctimas; hay testimonio, pero el de personajes que asisten
un poco a contrapelo, por la fuerza de las circunstancias, a la dificultad de vivir en un país donde la
violencia cambia de signo, pero no de formas; donde la corrupción y el cacicazgo parecen modos
naturales de convivencia; donde mirar un poco más allá, o siquiera de soslayo, puede ser un gesto
que acarree la sospecha y la persecución. Rey Rosa trabaja sobre zonas ambiguas y casualidades
impredecibles que desencadenan el trabajo del azar, y esa exploración es profundamente reveladora
sobre su país y su gente.
Es de apuntarse que en 1920 había comenzado a funcionar un nuevo Teatro Abril (en su actual sitio
de la novena avenida y 14 calle), pero no estaba totalmente terminado, lo que limitaba mucho su
utilización como escenario. No fue sino hasta el año 1926 cuando fueron concluidas las
instalaciones de este teatro y, consecuentemente, comenzó a trabajar a plenitud; los seis primeros
años fue un edificio dedicado principalmente a la actividad cinematográfica, que comenzaba a ser
parte de la entretención de los fines de semana. Ahora bien, a partir 1926 el Teatro Abril comenzó a
ser el escenario principal de la actividad teatral de la ciudad de Guatemala; en efecto, durante los
años 1926-30 el Teatro Abril llego a tener la categoría que años atrás tenía el Colón. En el que hacer
escénico había algún cambio, pues en el Abril actuaban bastante más grupos nacionales que años
atrás en el Colón.
En enero de 1923 Guatemala tuvo la suerte de ser una de las ciudades que toco en su gira la
compañía de Lola Membrives, de Buenos Aires, en la que el premio Nobel Jacinto Benavente
viajaba como dramaturgo y actor ocasional. Y esto era pocas semanas después de que el escritor
había sido laureado con el premio (diciembre de 1922). En efecto, la compañía estaba en Argentina,
cerca de Mendoza, cuando el Nobel le fue otorgado al escritor, quien no fue a Estocolmo a
recogerlo, sino que se quedo en la gira. Las principales obras que se presentaron fueron Más allá de
la muerte, que había sido estrenada en Buenos Aires en agosto de 1922, y La malquerida, cuyo gran
éxito en Nueva York desde 1920 (presentada allí como The Passion Flower) fue uno de los factores
decisivos a favor del Nobel para este comediógrafo. Además de las obras presentadas, el paso de
Benavente tuvo la relevancia de que dicto algunas conferencias, entre las que descolló Las mujeres
en el teatro de Shakespeare. La ausencia de dramaturgos en Guatemala hizo que la presencia de
Benavente no comportase ningún dialogo ni intercambio de ideas con colegas suyos.
Las administraciones de los presidentes José María Orellana (1921-26) y Lázaro Chacón (1926-30)
fueron de apoyo a la actividad teatral, no solamente dándole espaldarazo gubernamental a la
presencia de compañías extranjeras, sino además apoyando a los grupos nacionales, si bien con
subvenciones muy esporádicas. Ambos presidentes fueron amantes de concurrir a espectáculos
teatrales, especialmente de género lírico ligero, como operetas y zarzuelas.
A fines de octubre de 1929 se desato una crisis económica mundial que repercutió en el teatro. En
algunos países incentivo la actividad teatral, pues la gente tenía más necesidad de distraerse. En
Guatemala, sin embargo, el efecto fue de contracción de la actividad teatral; ya en 1930 hubo
mucho menos actividad que en 1929, tanto de grupos nacionales como de compañías visitantes. Y
durante los primeros cuatro años (1931-35) de la administración de Jorge Ubico el quehacer teatral
se redujo casi a cero. Grupos foráneos prácticamente no entraron a Guatemala, pues el gobierno
tomó la medida de prohibirlo para evitar la salida de divisas, ya que en Guatemala comenzaba a
sentirse la crisis muy fuertemente desde mediados de 1930. El Teatro Abril que había tenido unos
cuatro años y medio de bastante actividad como escenario, vario a ser meramente una sala de cine.
Las crisis, claro, no duran por siempre, y en 1935 se había afirmado ya la forma diseñada por la
administración de Ubico para manejar los efectos en Guatemala de la crisis económica mundial y,
además, se había afirmado también el control político de la administración. Por otra parte, en 1935
se daba una coyuntura cultural doble: por una parte era el centenario del nacimiento de Justo Rufino
Barrios, y, por otra, era el tricentenario de la muerte de Lope de Vega. Estas efemérides hicieron
que el estado patrocinase algunas actividades culturales, principalmente certámenes de literatura.
Dentro de este “entusiasmo” gubernamental se colaron algunas actividades escénicas, aunque de un
nivel de escenificación muy amateur; pero a pesar de su diletantismo este quehacer escénico fue un
estimulo para la creación literaria; al menos el dramaturgo Manuel Galich se intereso en esta vía de
expresión literaria gracias a que vio subir a escena sus obras, que fueron representadas muchas
veces por el Grupo Artístico Nacional, mismo que, como atrás se dijo, nació en abril de 1918
después de los terremotos. Otro nombre que tiene que citarse es el de María Luisa Aragón, quien en
1938 estrenó la obra Un loteríazo en plena crisis, que cada vez que sube a escena es un éxito
asegurado de público, y puede decirse que es la obra guatemalteca que mayor numero de diferentes
montajes ha tenido.
Esta política de un muy tenue apoyo a la creación artística (al menos de tolerar la creación escénica
siempre y cuando fuese apolítica) se mantuvo casi sin variaciones importantes hasta la salida del
dictador al final de junio de 1944, y ella permitió que se cultivase una modestísima actividad
escénica; actividad escasa y de calidad escolar pero que mantuvo el interés y el entusiasmo entre los
aficionados, y esto hizo posible que germinase el teatro en un contexto político favorable a partir de
1945.
Se llevó a cabo en diferentes salas de nuestra ciudad, bajo la denominación: “Corrientes de Teatro”
gozando el evento cultural de la concurrencia y aceptación masiva del público, por la variedad de la
muestra y la calidad de la propuesta.
Dentro del nutrido programa al que hemos tenido acceso, quiero destacar como acontecimiento
relevante la pieza teatral: “KARAMAZOV”, de César Brie, adaptación de “Los hermanos
Karamazov”, de Fedor Dostoievski, exhibida en la sala de la Biblioteca Mariño, en castellano, por
la compañía italiana Emilia Romagna Fondazione, Teatro Stabile Publico Regionale.
La recreación de la novela rusa escrita por el gran Dostoievski no sólo cubrió las expectativas del
espectador sino que lo impactó. La excelencia del autor, actor y director de la obra, se ha visto
reflejada por la composición armónica de los conflictivos personajes, que debieron ser
interpretados, en variedad de roles, por la misma cantidad de actores y actrices, en un juego teatral
deslumbrante y matizado por la agudeza expresiva de aquellos y las numerosas funciones que
debieron abarcar, ya que, además de darles vida, se ocuparon de proveer la escenografía (en vivo),
ejecutar la música compuesta especialmente para la pieza teatral (que, por cierto, contiene
fragmentos vibrantes y sublimes) y hacer uso de diversos elementos para dotar a la muestra de
interesantes y ricos movimientos estéticos y plásticos, ejerciendo incluso la destreza física, cuando
la necesidad de la escena lo imponía, en un trabajo meritorio en el que la creación colectiva y
moderna imprimió un sello muy particular.
Indudablemente que no es nada fácil componer en teatro la adaptación de una obra cumbre de la
literatura como es “Los hermanos Karamazov”, en un interregno de dos horas y diez minutos de
exhibición. La novela escrita por Dostoievski en un período de elaboración que demandó dos años,
fue aclamada por personalidades como Sigmund Freud y Konstantin Mochulski y la espiritualidad
del drama se integra con temáticas relacionadas con la fé, la duda y la propia racionalidad.
Diferentes aspectos del alma humana son contemplados también en la versión teatral. Fiódor
Paulovich Karamazov (que representa la malicia, el hedonismo y el vicio, aunados a un
sentimentalismo egoísta) es impecablemente interpretado por Brier, quien también oficia de Tosima
(o el Starets), líder espiritual de Aliosha que representa la santidad y al empobrecido Sneginiov,
padre de Iliusha.
El personaje de Dmitri (el primogénito, hijo de Adelaida, primera mujer de Fiódor, que muere al dar
a luz) rinde acabada cuenta del instinto violento y pasional que lo caracteriza; el actor que
personifica a Iván, el segundo de los Karamazov, asume fielmente un rol en el que se conjugan la
razón y la duda, configurando a un intelectual austero y silencioso pero también manipulador y
Aleksej (o Alioscha), el menor de los hermanos, está impregnado de sensibilidad, candidez y
pureza.
Más allá de los vínculos familiares convencionales, asoma Smerdjakov, hijo extramatrimonial del
viejo Karamazov y fruto del abuso sexual que aquél hiciera de una retrasada mental, quien también
nace con trastornos similares y se desliza torpemente por los rincones, abrigando resentimiento y
venganza; por lo demás, los personajes de Katerina, Grushka o Grúshenka, Adelaida e Iliusha son
versátilmente compuestos por el elenco femenino de la obra.
Como consecuencia de ello, tanto Iván como Dmitri Karamazov abrigarán, en secreto, el oculto
deseo de ver muerto a su padre y Aleksej procurará simplemente brindar al mismo un trato que se
ajuste a los preceptos que la religión le impone; en otro orden de cosas, Dmitri, haciendo uso del
chantaje, conseguirá comprometerse con Katerina, aún cuando el fuego de una pasión encendida lo
acerque a Grúschenka, mujer que se hace también merecedora de los instintos lascivos de su padre.
La trama, en definitiva, está compuesta por aristas múltiples y complejas situaciones incidentales,
donde el drama crece y la posibilidad de redención de algunos personajes decae de manera
insuperable. Los hijos de Karamazov representan a las diversas tendencias políticas y sociales de la
Rusia de antaño: Dmitri al bárbaro pasado de su historia, Iván a la nación occidentalizada y Aliosha
a la bondad utópica que hasta el autor de la novela realza como destinatario del pretendido futuro
que él mismo deseaba para su país.
El foco de atención del desenlace tiene como referencia el asesinato del corrupto Fiódor; las
sospechas recaen en Dmitri pero mientras éste es acusado y detenido, Smerdjakov confiesa a Iván la
circunstancia de haber sido él el autor material del crimen, aún cuando pone de relevancia que la
paternidad intelectual del parricidio pertenece a Iván.
No obstante, este último calla y Dmitri es condenado a perpetuidad a trabajos forzados a ejecutar en
Siberia, lugar al que se traslada en compañía de Grúshenka. Así, todo el contenido de la
representación escénica de la obra fagocitará las pasiones que la dinámica narrativa genera en su
texto y terminará constituyendo un referente de talento teatral, dentro de un programa de actividad
cultural sólidamente diseñado.
Yendo ahora a lo que nos interesa, el teatro del siglo XX, debemos decir que el mismo va a
experimentar una extraordinaria evolución de la puesta en escena. Con el desarrollo técnico de ese
siglo progresan los recursos de escenografía, luces, música y ambientación. A todo esto se le debe
sumar el surgimiento de una nueva forma de dirección: aparece el director escénico que a veces
deja en segundo plano a los mismos autores. El director es quien imprime su sello en la puesta en
escena de una obra. El la interpreta a su manera y subraya los aspectos que le interesan. La obra,
entonces empieza a admitir diferentes “versiones”, distintos enfoques. Por momentos parecería que
una obra fuera reescrita por aquel que la dirige.
El género dramático de este siglo es muy rico en experiencias artísticas, puesto que nos enfrentamos
a diferentes corrientes teatrales, que a continuación pasaremos a enumerar y a explicar.
1) EL TEATRO REALISTA: Antes que nada debemos recordar que el realismo es un movimiento
literario y artístico que surge en el siglo XIX, como una reacción al romanticismo. El teatro,
heredero de este realismo, igual que la novela, no dejó de sufrir su influencia, de manera especial en
los primeros años del nuevo siglo.
2) EL TEATRO POÉTICO: Así como el realismo surge como reacción al romanticismo, el teatro
poético surge como reacción al realismo, o mejor dicho al naturalismo. Podemos decir incluso que
surge como reacción al teatro de gran consumo de "fácil digestión" que se practicaba sobre todo en
Francia a través del llamado "teatro de boulevard", caracterizado por ser un teatro ligero y picaresco
aunque posee ciertos aspectos críticos.
Esta tendencia encontró su escenario adecuado en el Teatro de l'Oeuvre de París y su director
escénico es Lugné Pöe, que se proponía sugerir y no mostrar, dar la atmósfera poética más que la
realidad o la absoluta verdad. Esta corriente, que fue muy minoritaria con respecto al realismo y
bastante elitista al desarrollarse como una especie de isla en un siglo tan proclive a los problemas y
a los conflictos sociales.
Ya pasado la segunda Guerra Mundial, el autor que practicó el teatro social más contundente y de
mayor nivel artístico fue Arthur Miller. Milller logra construir a través de su teatro una estupenda
parábola contra el fanatismo y el dogmatismo, problemas estrechamente vinculados a la enfermedad
que en ese momento sufría la realidad de Estados Unidos como consecuencia del maccarthismo que
pretendía borrar de ese país todo vestigio de ideas marxistas, y que se ensañaba de manera especial
contra artistas e intelectuales.
No hay que pasar por alto a Tennessee Williams, quien practica un teatro que podría clasificarse
dentro del "realismo poético" o del "neorrealismo", ya que en casi todas sus piezas existe un
desencanto de la realidad y una constante búsqueda de evasión de esa realidad.
7) EL TEATRO DEL ABSURDO: Este teatro aparece después de la segunda guerra y su novedad
reside en que desarrolla lo que puede llamarse una "metáfora" teatral, lo que significa una manera
alejada del realismo tradicional, del expresionismo. Se trata de un teatro novedoso en cuanto al
concepto, al texto y no propiamente a la forma. Entre otra de sus innovaciones podemos mencionar:
a. Su tono que participa a la vez de lo trágico y de lo cómico
b. El rechazo de lo que se considera la psicología tradicional, es decir, la imposición de personajes
de una conducta imprevisible, más allá de toda lógica
c. La utilización de un lenguaje coloquial, pleno de repeticiones y aparentes absurdos, que más
que comunicar parece sumir al hombre en la incomunicación tan propia de nuestro siglo.